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Archive for octubre 2020

CANTO PRIMERO -extractos-

 

xxxHay quienes escriben para buscar el aplauso humano por medio de las nobles cualidades del corazón que la imaginación inventa o por las que ya tienen. ¡Yo utilizo mi genio para pintar las delicias de la crueldad! Delicias no pasajeras, delicias artificiales pero que empezaron con el hombre y terminarán con él. ¿No puede el genio aliarse con la crueldad en las secretas resoluciones de la Providencia, o, por el hecho de ser cruel, carece de genio? Tendrán la prueba con mis palabras sólo con que me escuchen, si lo desean… Perdón, parece que mis cabellos se han erizado. No es nada, pues con la mano los vuelvo a colocar fácilmente en su primera posición. El que canta no pretende que sus cavatinas permanezcan en el olvido, sino que celebra que los pensamientos altaneros y malvados de su héroe estén en todos los hombres.

 

* * *

 

xxxDurante toda mi vida he visto, sin excepción, a los hombres de espaldas estrechas, autores de numerosos actos estúpidos, embrutecer a sus semejantes y pervertir sus almas por todos los medios. Llaman gloria a la justificación de sus acciones. Al ver ese espectáculo he querido reír como los demás, pero esa extraña imitación era imposible. He empuñado una navaja cuya hoja tenía un filo acerado y la hundí en la carne en el lugar donde los labios se unen. Creí por un momento alcanzar mi propósito. ¡Miré en un espejo la boca maltratada por mi propia voluntad! ¡Era un error! La sangre que fluía con abundancia de las dos heridas no dejaba distinguir además si ésa era la verdadera risa de los otros. Pero después de unos momentos de comparación vi perfectamente que mi risa no se parecía a la de los humanos, es decir, yo no reía. He visto a los hombres de fea cabeza y de ojos terribles hundidos en su órbita oscura, superar la dureza de la roca, la rigidez del acero fundido, la crueldad del tiburón, la insolencia de la juventud, el furor insensato de los criminales, las traiciones del hipócrita, superar a los comediantes más extraordinarios, a la fortaleza de carácter de los curas ya los seres que se ocultan, a los mundos y los cielos más fríos; abrumar a los moralistas para que descubran su corazón y hacer caer sobre ellos la cólera implacable de las alturas. Los he visto a todos de acuerdo, a veces con el puño más robusto dirigido hacia el cielo como el de un niño perverso ya contra su madre, probablemente excitados por algún espíritu demoníaco, los ojos cargados de un remordimiento punzante y rencoroso a la vez, en un silencio glacial, sin atreverse a enseñar las meditaciones vastas e ingratas que encerraba su pecho por estar llenas de injusticia y de horror y que entristecían al Dios de la misericordia; los he visto a veces, a cada momento del día, desde el inicio de la infancia hasta el final de la vejez, propagando anatemas increíbles, faltos de sentido común contra todo lo que respira, contra sí mismos y contra la Providencia, prostituyendo mujeres y niños y deshonrando de este modo las partes del cuerpo consagradas al pudor. Entonces los mares elevan sus aguas, engullen en sus abismos los tablones; el huracán, los temblores de tierra derriban las casas; la peste, las enfermedades diezman a las familias suplicantes. Pero los hombres no lo advierten. Pocas veces los he visto enrojecer, palidecer de vergüenza por su comportamiento en esta tierra. Tempestades, hermanas del huracán, firmamento azulado del que no admito su belleza, hipócrito mar imagen de mi corazón, tierra de misterioso seno, habitantes de las esferas, universo entero, a ti invoco, Dios que lo ha creado con magnificencia, ¡muéstrame un hombre que sea bueno…! Que tu gracia multiplique mis fuerzas naturales, pues ante el espectáculo de ese monstruo puedo morir de la impresión: se muere por menos.

 

* * *

 

xxxHice un pacto con la prostitución para sembrar el desorden en las familias. Recuerdo la noche que precedió a este peligroso acuerdo. Vi ante mí una tumba. Oí a una luciérnaga, grande como una casa, que me decía: «Voy a alumbrarte. Lee la inscripción. No es de mí de quien viene esta orden suprema». Una gran luz color de sangre, ante cuya vista mis dientes castañearon y mis brazos cayeron inertes, se desparramó por los aires hasta el horizonte. A punto de caerme, me apoyé en una muralla en ruinas y leí: «Aquí yace un adolescente que murió enfermo del pecho; ya saben la causa. No rueguen por él». Quizás muchos hombres no hubieran tenido tanto valor como yo. En ese momento una hermosa mujer desnuda vino a tenderse a mis pies. Le dije, con rostro afligido: «Puedes levantarte». Le alargué la mano con la que el fratricida degüella a su hermana. La luciérnaga me dice: «Coge una piedra y mátala — ¿Por qué?», le dije. Él a mí: «Ten cuidado porque eres el más débil y yo soy el más fuerte. Ésta se llama Prostitución». Con lágrimas en los ojos y la rabia en el corazón sentí nacer en mí una fuerza desconocida. Tomé una gran piedra; con gran esfuerzo la levanté hasta el pecho; con mis brazos la coloqué sobre los hombros. Escalé una montaña hasta la cima y desde allí aplasté a la luciérnaga. Su cabeza se hundió en el suelo tan profundamente como grande es un hombre, la piedra rebotó hasta la altura de seis iglesias yendo a caer en un lago cuyas aguas se hundieron un momento, arremolinándose, cavando un inmenso cono invertido. La calma volvió a la superficie, la luz sangrienta no brilló más. ¡Ay, ay! exclamó la hermosa mujer desnuda, ¿qué has hecho? Le contesté: «Te prefiero a él, porque tengo piedad de los infelices. No es culpa tuya si la justicia eterna te ha creado». «Algún día, me dice, los hombres me harán justicia, no te digo nada más. Sólo tú y los monstruos horribles que se mueven en los negros abismos no me despreciáis. Eres bueno ¡Adiós, tú que me has amado!» Le dije «¡Adiós! Adiós, otra vez, te amaré siempre… Desde hoy abandono la virtud». Por este motivo ¡oh pueblos! cuando oigáis al viento de invierno gemir en el mar cerca de la orilla, o por encima de las grandes ciudades que desde hace mucho tiempo llevan luto por mí, o a través de las frías regiones polares, decid: «No es el espíritu de Dios el que pasa, sino el acerado suspiro de la prostitución junto con los graves gemidos del montevideano». Niños, soy yo quien os lo dice, arrodillaos plenos de misericordia. Y que los hombres, más numerosos que los piojos, recen largamente.

 

 

 

Ducasse, Isidore. Los cantos de Maldoror (Trad. Ángel Pariente). Valencia; Ed. Pre-textos, 2000.

 

 

PALABRA NATURALEZA

 

NIÑEZ AYER

Empecé en el campo
a construir dos barcas.
Una para el viento
otra para mí
nací desnuda
para pasar de barca en barca:

surcos allí donde dormía
surcos aquí donde ya no duermo,
surcos que prolongan la existencia
de mis brazos.
Bajo el sol
mi cuerpo al atardecer
con futuros poemas cubriendo
un canto especial de mariposa.

Reñía y saltaba
como los peces
y tenía un rincón para escribirme a solas
de niña a niña.
Y me perdía ya
por donde voy ahora
sin saber que era el viento contra mi ave
o la barca a punto
de convertirse en viento.
Entonces
no tenía entraña mi palabra,
era un espléndido cautiverio
de sol y hechizo y palabras
sin despertar del todo el misterio de un pozo
que llevaba entre enredaderas.

Mi primer poema
lo dediqué al junco,
a la veleta en el horizonte,
a mis perros que ya corrían para alcanzarme
y morder de mi gaviota.
Mis sueños confundían los rincones de la casa
o eran las esquinas puntos bellos
para nacer
o labrar un verso a la sombra.
Recorría eras,
y un pantano de color gris
cuando empezó mi amistad
con la gaviota
o palabra mía
que picoteaba mi frente.

Mi amor había caído en paz
como la prolongación del sueño
y veía a la hormiga
y ya podía pensar «lleva luto»
o me entristecía la higuera
abiertos sus frutos a cualquier insecto.
Sus frutos que aún no eran mis senos
olían a prisa
de crecer y entristecerme.
Ya entonces tenía poemas,
poemas ocultos
como los de tantos niños
que se esconden de sí
y escriben su llanto
en la primera mirada a su sexo.
Pero tenía estos y otros poemas,
llevaba un pozo de enredaderas
y el cautiverio de la palabra.

Hasta que un día dormí
con mis brazos
definitivamente abiertos
para decir mis cosas
en el poema que llevaba
a flor de esta boca caliente.

 

 

 

 

VENCIDA

Dónde el anillo
Dónde la yerba,
y él perdido en ella?
Las flores apretadas
como besos y palmas
La luz abriendo
caricias
en la cima de la tierra.

Es la calma
del amor vencido.
Del amor, vencida.

Dónde el anillo
Dónde la cita,
claridad del poema?

Cruzándose el cielo
aves con ansia suben
hasta hacer de la dicha
un punto de cruz
que se borda en la tarde.

Atrapada
una rosa
está en el suelo.

Es la duna
del amor
vencido
vencida
oración
tan honda.

 

 

 

 

CREPÚSCULO TÚ Y YO

Adiós. Me dijo el can
cruzándose en el camino.
Él salía de entre el maíz
y sus torreones de piñas
todavía nacientes, fragua
sin límite de luz.
Como él aguardaba lejos
vino de su humedad mullida
que también era la cabaña
de mi cuerpo a solas.
De pronto, can vivir, brisa.
Adiós le respondí.

Eres la sorpresa
de tu boca,
que escribe.

No muevas el secreto de la poesía.
Sólo la existencia tú y yo.
Andar desnudos por los campos,
irte, venir, pisar un verso
en esta hoja
mientras la brevedad del crepúsculo.
Es fuego la melancolía
que también se apaga
en el vuelo nervioso
de nuestro gorrión enésimo.

Miramos que está encendiéndose
la luna de pétalo diario, can vivir.
La faz de verso mínimo
para iluminar alcoba,
suelo que no duerme,
cuerpo que es el campo
de la noche entera.

Ni en sueños salta
el secreto de la poesía.
Jamás.

 

 

 

 

LA TINIEBLA

Qué le vamos a hacer, es bellísima.
Un instante de oración a su lado
viene con trazas de fin de mundo,
bellísima, la tiniebla.
¡Qué extraño arrancarle su tránsito,
sus fronteras, brazos, ingles, da igual
disparate o anhelo!
Al fin todo desaparece.

 

 

 

 

DE LA BELLEZA, SU VUELTA

No me oye.
Un río viene
de una boca en la altura
pasa cerca de la casa
donde escribo y vivo.
No le hago falta.

Irme hasta el hueco
de donde baja esta belleza imparable
para decirle:
regresa y sube a lo que eres
a tu primer hilo de voz
hasta hacerte río,
danos la experiencia única
distinta a tus hermanos
de no entrar en mar.
Vuelve arriba, toma universo
como al abrirse el punto manantial
en la panza telúrica.

Ventana de contemplación,
dime cómo se anula
el pozo de todas las ausencias
el destino de lo que se ha amado,
este corredor de pasos temporales
que como el río fluye
y lame lo que está creado.

De la belleza, su vuelta atrás.
Imploro para atraparla
en la corriente.
Pero no me oye.
No le hago falta.
No regresará.
Jamás.

 

 

 

Canelo, Pureza. Palabra naturaleza. Badajoz; Fundación Ortega Muñoz, 2020.

 

 

 

 

P.D. Leed esta magnífica reseña del libro.

 

GROUÑIDOS EN EL DESIERTO – OTOÑO

Pues eso, que parece que ya está aquí el otoño. Y llega el frío al hemisferio norte.
Dejen de quejarse del tiempo que hace y sean marxistas (de Groucho Marx, por supuesto). Disfruten todo lo que puedan.

 

 

LUNA DE MIEL

 

 

 

Bono, Isabel. Cahier. Tenerife; Ed. Baile del Sol, 2014.

 

LOS REGALOS DE LOS AMIGOS (111)

Acaba de llegarme a casa el nuevo libro que ha publicado Boria ediciones: Nuevas especies de óxido, del alicantino Antonio Soriano Santacruz.
En cuanto pueda subo algo al blog.

 

 

Gracias siempre al responsable de la editorial por enviarme los libros para que les dé la cancha posible.

 

POEMAS DE LA CABEZA

 

EL AVISPERO

¡Hay un avispero dentro de mi cabeza!
Las avispas perforan mi cráneo.

¡Mis pupilas están llenas de zumbidos!
El corazón es una copa de vino tinto.

En mi cabeza se ve el ruido del humo.
¡Mi cerebro está lleno de agujeros!

¿Ese escuadrón de aguijones
será el remordimiento?

 

 

 

 

EL VIAJE AL INFINITO

La noche desconoce lo que pasa de día.
Con el corazón en llamas te he buscado.
Con el corazón en los ojos
arañando distancia,
desescombrando ausencia.
Con el corazón bajo los pies
sangrando, avanzando.
Con el corazón en la frente
abriendo zanjas de luz a cabezazos.
Con el corazón al hombro
desatascando el hoy a dentelladas.
Con el corazón agrietado
rompiendo medianiles,
taladrando nieblas dentro de mí,
gritándote: ¡acompáñame
a atizar las brasas del ocaso!
Cada uno arrastra como lombriz sus miedos.

 

 

 

 

ESCUCHO xPASOS. Pasos men mel mtejado, men xla
escalera, en el rellano, xen el ascensor. ¿Quién vendrá?
a estas horas? Pasos en la terraza, en las ventanas, en
el .pasillo, en xlas xtuberías. Pasos xque xavanzan, .se
aproximan, doblan xen .mi cabeza, llaman a mi frente.
Entonces digo: ¡pasa! Mas no hay nadie.

 

 

 

 

ZOZOBRA

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxTengo miedo de mi voz.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxXavier Villaurrutia

Los trazos de la vida me dan miedo.
Me da miedo la sombra de la sangre,
la cruz de los destrozos, mi cerebro,
el cielo, el mar, la estrella, el infinito.
Me dan miedo las dosis de alquitrán
que estrangulan el aire que respiro;
las voces que oigo al fondo de mis ojos.
Me da miedo el tremendo sobresalto
que me despierta cada madrugada.
Me da miedo la altura, el precipicio,
la atrocidad del grito y del silencio.
Me da miedo el temblor de mi memoria,
lo que me atrae, lo que me repele,
el dolor, la alegría. Me da miedo
estar acompañado y estar solo.
Me da miedo que el tiempo se me trague.

 

 

 

 

TRONCO

¡No soy de este país que llamo Extraña!
¡No soy mío tampoco!
Me estoy haciendo dos hombres:
uno el que bebe y mata y nunca muere,
y otro aquel que vive la muerte que le dan.
España es una taberna de lujo
que tiene reservado el derecho de admisión:
de la que siempre son echados los borrachos,
que cantan y se tambalean
como la tierra, el mar y las estrellas.
España es una olla a presión, ruedo solar,
una mano de sangre encarnizada.
Nunca quise llamarla por su nombre,
y si lo escribo ahora es con el odio
y la venganza de la poesía.
España es una montera caída boca arriba,
un tatuaje de drama, hiel y luz;
torre del nepotismo y los favores
pagados por debajo de la mesa,
baraja con las espadas en alto:
reyes bajo palio, copas rotas,
oros en las casas de los ricos,
bastos en la hoguera de los pobres.
Quien no ha comido hambre alguna vez
no sabe del sabor que tiene el pan;
quien no ha bebido sed nunca podría
embriagarse con agua, ignora
que el único placer sin precio aquí
está en el sexo consigo mismo.
Yo no daré mi vida por España;
sí por una palabra, una cópula a muerte.,
una botella del mejor vino de la peor uva
pisada por los pies más oprimidos.
Porque un país que mata a sus poetas
no merece vivir. ¡España!
Nunca veas en la luz un don del cielo,
ni mires la sombra como castigo de los infiernos;
no hagas de los vientos látigos de resquemor,
arroja tu orgullo al mar, tu envidia, tu pereza.
Piensa en la nada construida
sobre tus campos abandonados;
piensa, que el pensamiento mortifica;
y sufre hasta la convulsión del limo
y la pureza del relámpago:
porque un país que envejece a sus jóvenes
no merece vivir.
Cuando me miro
—desencajado por tan negro fuego de alcohol—
y no me reconozco, a ti te veo.
En la cabeza llevo terremotos,
tambores con dolor de trueno;
en mis manos estrangulo el temblor
de las copas vacías con mi rostro, náufrago,
solo en su fondo
que una grúa no podría sacar.
España es una fachada del sol
sin restaurar y mal vendida,
un castillo en el aire con muralla de agua,
olivo con raíces en el cielo.
Hablar en esta Entraña es un monólogo:
porque un país que censura a sus creadores
tonsurado está de destrucción.
Un día don Quijote saldrá de Sancho Panza,
y su conciencia será un tribunal severo y justo.
Para vivir aquí hay que estar ebrio,
estatua, tumba, marioneta, páramo;
para vivir aquí hay que ser humo,
¡para nacer aquí hay que morirse!
Roja es mmi sangre como el vino tinto.
Si me corto las venas y me bebo
tendré vértigos y volveré a ver doble;
esto es España: un delirio a solas.
España es la gran ruleta ibérica,
catedral del azar en la que todo
se juega a impulso de arrebato.
Quien maneja el engaño con astucia
burla el peligro de estar vivo.
España es una corazonada
que nubla la razón y estalla el grito,
cuida su roña como oro en puño
segura de que el futuro ya pasó;
un vodevil con procesión de luto.
Lanzo mi rabia contra esa Espadaña
de campanas con cabezas por badajo:
porque un país que desprecia a sus cómicos
sólo se ensaya para la tragedia.
España, acércame ese cáliz
que guarda la sangre en llamas del sol:
quiero arrojártela a los ojos
más que una blasfemia de amor, que es violencia.
Pero no, no era un cáliz
sino una corola en espiral de espinas;
y no era un cáliz, no, ni una corola:
es esta copa en la que estoy bebiendo,
con cruel lucidez embriagadora,
toda la muerte de la madrugada.
Cuando aprieto mis sienes con los puños
me supuran fuego los oídos;
cuando mis párpados grapo a dentelladas
—solo y a oscuras en mi habitación—
invoco a Belcebú, y la garrafa del sufrimiento
vierto sobre la misa en la que apoyo mis codos
consagrados al mal, hermoso
más que un mapa de la gran Patraña.
Existe Dios si Dios es cada uno
y uno nace a morir en vida.
Por eso mato todo cuanto nazco.
No creo en nada que no se destruya
en su propia creación efímera.
España es un dado caído de canto sobre el horizonte.
Llueve; siempre estuvo nubeando
en mi país, esquela pentagonal.
Porque un país que incendia sus pulmones
bocanadas de féretros respira.
Ya me callo, ya en lo hondo
esculpo el hacha de lengua incandescente
a puñetazos de odio enamorado.
¡España!: leche de almendra amarga,
fiel desayuno de mis nochedías.

 

 

 

Guinda, Ángel. Poemas de la cabeza. Antología temática 2018-1980. Logroño; Ediciones del 4 de agosto, 2018.

 

FUEGO DE SAN TELMO

 

CIGARRA

Bajo la luz del sol
me ha prendido el cantar de la cigarra.

Amar,
amar así.

Ardiendo con la luz
en pura nada.

 

 

 

 

CONCIENCIA

Hoy me habla una voz que parece muy vieja.

Es igual que una nube, que la primera nube
que cruzó el universo
y atravesó la luz.

Esa gota de aceite, el pan que digo,
me recuerda a mi padre y a mi abuela
y al silencio del cielo antes de hacerse.

 

 

 

 

TIERRA PROFUNDA

He cerrado los puños.

Tu rostro está en mis manos.

Tierra profunda, dime:

¿Adónde van los muertos?

 

 

 

 

ROCÍO

Entonces no entendía
lo hermoso de la muerte.

¿Cómo puede la muerte ser hermosa?

Pero vi la belleza
cuando cerré tus ojos.

Si antes amé,
fue nada.

 

 

 

 

EL FRUTO QUE CAE

Qué hermoso es este cuento,
esta vida de nadie.

Y son así las cosas,
como magia.

No me engaña la muerte,
solamente sucede
igual que esa naranja a media tarde.

 

 

 

Luna, Sandro. Fuego de San Telmo. Valencia; Ed. Banda Legendaria, 2020

 

SUEÑOS LÚCIDOS, MEMORIAS DEL OTRO LADO Y FUTUROS PASADOS

 

INSOMNIO

Después de varios años, volvió a dormir en casa de sus padres. A media noche, se despertó sobresaltado. Creyó que había alguien en la habitación. Encendió la luz y comprobó que eran imaginaciones suyas. No había allí nadie para asustarlo. Tampoco para consolarlo.

 

 

 

 

DESORIENTADO

No importa que sea Nochebuena y haya discutido con mi mujer durante la cena. No importa que haya bebido vermut, vino, cava, ginebra y ron y ahora sienta el estómago revuelto. Tampoco que me despierte en mitad de la noche con la boca pastosa y me levante a buscar un vaso de agua. Ni que decida dejar la luz apagada y camine hasta la cocina con los ojos cerrados. No. Lo único que en esta historia importa es lo que ocurre después, cuando, al regresar a tientas hacia la cama, mi brazo no alcanza a tocar la pared y, por un instante, me desoriento en la oscuridad.
xxxNo es la primera vez que me sucede algo así. Me ha pasado en hoteles y en casas ajenas. Pero jamás me había ocurrido en mi hogar. Después de más de veinte años aquí, lo conozco como mi rostro en un espejo, cada rincón, cada pequeño saliente de la pared, cada leve desconchón de la pintura. Si algún día perdiera la vista, podría moverme sin problema guiándome con esas referencias sutiles.
xxxSin embargo, por alguna extraña razón, esta noche ese mapa mínimo no me sirve. La mano yerra al intentar tocar la pared y yo siento un vértigo momentáneo. El espacio se expande y me encuentro perdido en la oscuridad. Apenas dura un segundo, quizá menos, un instante fugaz que se prolonga eternamente hasta que un pequeño movimiento del brazo logra al fin acariciar la pared y todo vuelve a su sitio.
xxxHe alargado el brazo unos centímetros menos de lo habitual. Un mínimo error de cálculo. Nada más. La pared sigue ahí. Dónde, si no. Eso, al menos, quiero pensar.
xxxConsigo llegar a la cama y, tras dejar el vaso a tientas en la mesita de noche, logro acostarme. Tapo mi cuerpo con el edredón nórdico y siento las sábanas algo más rasposas de la cuenta. Hundo la cabeza en la almohada y mi cuello no logra ajustarse del todo. Es mi cama, es mi edredón, son mis sábanas, pero algo imperceptible parece no ser igual del todo, como si ese milisegundo de pérdida de espacio me hubiera introducido en una dimensión extraña.
xxxNo sé por qué se inicia este pensamiento, pero rápidamente me hace imaginar que esta no es mi casa y que el cuerpo que tengo a mi lado no es el de mi mujer. Una idea ingenua, lo sé, pero no por eso puedo evitar que cruce mi mente. Intento poner la cabeza en otras cosas, cerrar los ojos y dormir. Pienso en las luces del árbol —deberías haberlas dejado encendidas—, en los textos que tengo que entregar esta semana, en el coche mal aparcado, pienso en las nochebuenas rutinarias y en que a veces se me hace imposible escapar al déjà vu, pienso en la discusión tonta de esta noche y en que claro que comprendo que después de diez años es normal que el deseo se desvanezca y el amor se transforme en algo diferente. Pienso en demasiadas cosas a la vez, pero no puedo evitar dejar de pensar en lo que ahora más me preocupa: ¿Y si el espacio que se ha abierto esta noche es un portal que me ha introducido en una dimensión extraña?
xxxLa habitación continúa en la más completa oscuridad, aunque los ojos, ya acostumbrados, comienzan a percibir siluetas. Levanto un poco la sábana para mirar a mi lado y observo un bulto inmóvil. Es ella, sin duda. Aunque no la vea con claridad, la reconozco. Como también reconozco todos los contornos que poco a poco empiezan a formarse en mi retina. La mesita de noche con los libros apilados, la silla con la ropa desordenada, la hebilla del cinturón como un punto de luz apuntando al suelo, la ventana entreabierta por la que penetra la mínima claridad que me hace percibir todo esto… Con esa minúscula penumbra, la sensación de extrañeza empieza a desaparecer. Y siento que la habitación vuelve a su sitio, como si el esbozo de los perfiles y las sombras lo hicieran regresar todo al presente. Incluso siento que mi cabeza por fin logra acomodarse a la almohada.
xxxEs entonces cuando la respiración de mi mujer me sobresalta. Más que una respiración parece un gruñido. Se levanta al aseo y contemplo su figura de espaldas. Enciende la luz del baño y puedo intuir su camisón blanco con flores. Es ella. No hay duda. Oigo en el aseo algo semejante a un gemido. ¿Qué te pasa?, pregunto. No me contesta y pienso que no me ha escuchado. Al poco, sale de allí y vuelve a la cama con las luces apagadas. Conoce la casa en la oscuridad. Igual que yo. Es ella. Sin duda.
xxxCuando se recuesta junto a mí, regresa el desconcierto. Y los pensamientos absurdos vuelven a mi cabeza. De nuevo, los intento apaciguar, pero no hay manera de hacerlo. ¿Y si mi mujer ya no es mi mujer?, vuelvo a pensar. Y mientras lo hago, noto cómo ella se gira hacia mí y comienza a palpar el pantalón de mi pijama. Mete su mano en mi calzoncillo y agarra con fuerza mi polla flácida. Yo me sorprendo al sentir cómo se endurece de repente. Hago el ademán de bajarme un poco el pijama y ella acaba la operación quitándomelo todo con violencia. Acerca su cabeza a mi sexo y lo introduce en su boca. Percibo la humedad de su lengua, pero también sus dientes afilados. Su respiración ronca cuando toma aire para seguir succionando.
xxxNo hablamos. Ninguno de los dos pronuncia una sola palabra. Ella deja de lengüetear y, con un movimiento rápido, se pone a horcajadas sobre mí. Húmeda como la primera vez. Es en ese momento cuando comienzo a percibir el hedor. Pienso al principio que se trata del cruce de sexos no aseados a esas horas de la noche. Pero el olor a podrido se hace cada vez más denso y yo apenas puedo contener el vómito.
xxxA pesar de ello, mi polla continúa erecta. Como cuando follábamos en el coche después de un concierto. Nos movemos en la penumbra y en ningún momento puedo siquiera intuir su rostro. El cabello largo cae sobre sus pechos y llega incluso a rozar mi vientre. Una maraña de cuerdas empapada en aceite. Me abraza con fuerza y sus uñas se clavan en mi espalda y en mi cuello. Me excito cada vez más, en el quicio sutil entre el dolor y el placer. Me gusta. Disfruto. Pero en todo momento soy consciente de que hay algo en ese cuerpo que no logro reconocer. Es mi mujer, pero no acaba de serlo del todo. Me cercioro por completo cuando soy yo quien toca su espalda y mis dedos comienzan a introducirse en su piel, como si estuvieran modelando arcilla mojada. En ese momento ella grazna con violencia y sus movimientos se vuelven aún bruscos. Y en ese instante también me posee el terror y pienso que es mejor permanecer en silencio. Obedecerla. Seguir allí, debajo de ella, sea lo que sea ella.
xxxEs lo que hago hasta el final. Hasta que exploto en su interior y, tras dejar por fin de estremecerse, se recuesta de nuevo a mi lado. Yo me quedo inmóvil, callado, en una esquina de la cama, sin coraje para moverme de allí, esperando a que amanezca y de una vez por todas se ilumine la habitación.
xxxConforme llega el día, la oscuridad se desvanece y la luz del sol comienza a entrar por la ventana. Miro temeroso hacia mi lado izquierdo y por fin puedo verla con claridad. Es ella. Mi mujer. No hay nada extraño en su rostro.
xxx—Feliz Navidad, amor —me dice al despertarse. Y me besa en la frente como si la noche no hubiera existido.
xxx—Feliz Navidad —le respondo.
xxxSe levanta al aseo y yo me quedo un momento en la cama.
xxxDesayunamos y abrimos los regalos. Unos guantes táctiles para usar el móvil en invierno. Una billetera nueva de las que no abultan en el bolsillo. Hemos sabido acertar como cada año.
xxxNos miramos a los ojos y sonreímos sin necesidad de hablarnos. Todo continúa igual, pienso. ¿Igual que cuándo?, no logro evitar preguntarme.

 

 

 

 

CORRER HACIA NINGÚN LUGAR

Paré de correr cuando oí el pitido del pulsómetro. «ASCI no puede encontrar su latido, vuelva a empezar.» Probablemente el dispositivo se había movido. Quizá el sudor había bajado un poco el cinturón del pecho.
xxxVolví a colocarlo sobre el esternón. Apreté el botón de comenzar y, de nuevo, el mismo mensaje: «no se encuentra latido.» Quizá sea el transmisor, razoné. Sí, seguro, el transmisor. Lo desconecté, abrí el compartimento de la pila, la recoloqué, cerré el dispositivo, lo volví a abrochar al cinturón y presioné de nuevo el botón. «No se encuentra latido.»
xxx¿Te imaginas que estoy muerto?, pensé. Y seguí corriendo antes de enfriarme y perder el ritmo. ¿Te imaginas que estoy muerto?, me repetí varias veces mientras reemprendía la carrera. Esto, consideré, como poco, da para un cuento. Y en ese momento se me empezó a ocurrir un relato sobre un corredor al que de repente le falla el pulsómetro, intenta arreglarlo por todos los medios, pero no puede. El pulsómetro no encuentra el pulso porque su corazón ha dejado de latir. Está muerto, pero sigue corriendo. Se da cuenta de que está muerto cuando se cruza con otros corredores por la carretera y nadie lo mira, cuando llega a casa, toca el timbre y nadie le abre, cuando espera en la acera a que salga su mujer, pero ella no lo ve, cuando poco a poco el mundo se va vaciando de gente y tan solo quedan las calles. Las calles y él, con su ropa de deportista, sus zapatillas y su pulsómetro que no marca el latido, pero sí el tiempo de ejercicio.
xxxNunca tiene sed y nunca se cansa. Así que sigue corriendo. Lo hace todos los días, en línea recta. No tiene la necesidad de parar. Cuando corre se siente vivo. El pulsómetro sigue sin marcar el ritmo cardiaco, pero él siente latir su corazón, o algo parecido. Es prodigioso. Lo único que le aflige es que ya nadie lo verá correr, ni jamás podrá contar sus hazañas. A nadie podrá decir que lleva ya más de doce años corriendo sin cesar, día y noche, que ha salido de España y ha recorrido toda Europa, que no le han frenado los vientos, el frío, la nieve, el desierto o las montañas, que ha cruzado incluso el océano y que hoy, solo hoy, ha llegado de nuevo al punto donde todo empezó y que ni siquiera se ha parado. Porque ya no hay meta. El mismo viento que antes acariciaba su rostro y aliviaba el sudor de su frente. El viento que lo propulsaba y lo hacía correr más deprisa. Eso ahora es él. Pero ya no hay nadie para verlo.
xxxEste es el cuento que escribí mentalmente mientras corría, o algo así, quizá era más largo, quizá más poético, quizá no acababa con el corredor convertido en el viento, pero el caso es que mientras yo corría los minutos que me faltaban y regresaba a casa tuve el cuento en la cabeza. Y también, durante todo el tiempo, el pulsómetro continuó sin poder encontrar mi ritmo cardiaco.
xxxJusto antes de llegar a casa, también yo noté que no estaba demasiado cansado y que podía seguir corriendo. Di tres vueltas más a la manzana y demoré la entrada al piso para no encontrarme con mi mujer y que me sacara de esa sensación de no estar en ninguna parte y pensar que ya todo se había acabado.
xxxAl final, sin embargo, la sed y el cansancio me vencieron y tuve que subir a casa. Abrí la puerta con sigilo y, sudado, antes de ducharme, me senté al ordenador para escribir el cuento. Lo hice directamente, sin pararme demasiado a pensar, sin detenerme mucho en las figuras y en la retórica. Quería escribirlo rápido. Por alguna razón, intuía que el pulsómetro estaba a punto de volver a funcionar. De nuevo iba a volver a la vida.
xxxFue entonces cuando mi mujer entró en la habitación y me dijo:
xxx—¿Qué mierda estás haciendo?
xxx—Cariño, estoy muerto —respondí irónicamente.
xxx—Desde luego. Para mí hace tiempo que lo estás.

 

 

 

 

DESTINO

Todas las noches la misma historia. El marido entra en la cocina, la tira al suelo y la acuchilla una y otra vez. Luego, como si nada hubiera sucedido, ella se levanta, ordena la casa y limpia los rastros de sangre. No sabe por qué sigue ocurriendo. Lo único que tiene claro es que debe limpiar con esmero. Los niños no deben enterarse de nada.

 

 

 

 

REFUGIO

Cuando vimos llegar a los hombres, propuse que nos escondiéramos en el sótano. Allí estaríamos a salvo. Aun así, lograron encontrarnos. Sin mostrar piedad alguna, nos amordazaron, nos violaron y seccionaron nuestros cuellos. Pasado el tiempo, sigo creyendo que el sótano era el lugar más seguro de la casa. Por eso me empeño en no dejarlas salir de aquí.

 

 

 

 

REENCUENTRO II

Siempre he tenido miedo de los espejos, sobre todo cuando aparece el señor calvo sin ojos que imita todos mis movimientos.

 

 

 

 

EFECTOS SECUNDARIOS

Con el lógico nerviosismo de la primera noche, el hijo del sepulturero ayudó a su padre a colocar la lápida de una tumba. Mientras sostenía el mármol, escuchó golpes y gritos en el interior del panteón. Miró a su padre con el rostro desencajado por el terror. Pero la voz de la experiencia logró tranquilizarlo:
xxx—No te preocupes. Es normal. Enseguida se les pasa.

 

 

 

 

FUTURO

Estamos llegando. Ya sabes lo que hay que hacer. Cierra los ojos y no hagas caso a nadie. Y, sobre todo, oigas lo que oigas, no pares de correr.

 

 

 

Hernández, Miguel Ángel. Demasiado tarde para volver. Barcelona; RIL editores, 2019.

 

LAS CONSPIRACIONES DESDE LA ENTROPÍA DE VICENTE VELASCO MONTOYA

 

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxIl me frauda errer tout seul.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxJacques Derrida

xxxxx(la ópera de los tres centavos)

Dejemos la escritura por un tiempo
mientras la luz
nos permita brotar el sueño claro
de la memoria que nos fue robada.
Sigamos, pues,
sigamos en nuestra derrota
diaria, y quizás el tiempo nos absuelva
antes que el ruido nos liquide
bajo la tinta derramada
de toda esta comedia.

 

 

 

 

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxa antonio gómez ribelles

xxxxx(equinox)

Lo último que me apetece
es leer un libro de poemas.
Apuremos el vaso entonces
como si fuésemos culpables.

La noche es un coloso
y mi boca está repleta de ceniza.

Habrá que claudicar ante la certeza
y dar cuenta de los años flotantes
en este caldo de whisky, soledad
desde la que admiro cada uno
de los pasos que nunca llegué a dar.

La cuestión es detenerse, beber,
tomar aliento y abandonar el camino
para una mejor ocasión.

Ya vendrá otro verso
que nos absuelva.

 

 

 

 

xxxxx(dios es igual a cero)

Hay una mujer vestida con tus recuerdos.

Un bosque inabarcable,
las manecillas del reloj,
la hora señalada.

Vives en un mundo de papel
y enciendes la dinamita
antes que suene el despertador.

 

 

 

 

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxaplastad a los dragones
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxSergei Eisenstein

xxxxx(absoluta rebelión a la totalidad de la simpleza)

Dejadnos encerrados en el olvido
con nuestras jaquecas, nuestros vértigos
e insomnios, de tantas noches en negro.

Aplazad la ejecución para otro amanecer.

Podréis continuar con vuestras vidas.
Nunca nos recordaréis,
ni a nuestros rostros,
ni a nuestro ruido.

Tampoco la nada de nuestra voz.

Así, cautivos de la impericia,
los días os serán más placenteros, más gratos.

Sí, dejadnos atrás moribundos,
como lobos sedientos que sois.
Aullad en el desierto.

En definitiva, la vida es cosa nuestra.

 

 

 

 

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxa inocente josé cánovas

xxxxx(teorema de las sombras o habitación 237)

Ya he vuelto, Lloyd. Ya he vuelto.

Y llegará el tiempo, cual locomotora
a Vladivostok, arrollando bostezos
e indelebles juegos de palabras,
abocando la tierra al fin del océano.
Llegará herrumbre, humo negro,
acero doliente, y seremos recibidos
tal y como se enaltece a los héroes,
con bandas de música y calles adornadas
con el disparo de las instantáneas
volando cerca de nuestras cabezas.

Con nuestros rostros dibujados en los carteles.
Con nuestras bocas sedientas.
Sin haber siquiera retornado a nuestro destino.

Ahora, aquí mismo, Lloyd, ya estoy aquí.

Me alegro mucho de verle. ¿Qué va a tomar, Señor?

No juguemos a las adivinanzas esta vez.
Póngame lo de siempre:
un vaso lleno hasta el borde de la horca.

 

 

 

Velasco Montoya, Vicente. Conspiraciones desde la entropía. Albacete; Ed. InLimbo, 2020.

 

ESPERANDO A BECKETT

 

 

 

Bono, Isabel. Cahier. Tenerife; Ed. Baile del Sol, 2014.

 

POÉTICAS DEL FANGO

 

ESTA NOCHE ES DIFERENTE

Apenas logras tenerte en pie. Un regusto amargo recorre tu garganta y casi no puedes contener el vómito. Necesitas aire. Juras no volver a meterte esa mierda. Son las cuatro de la mañana y no hay un alma en las calles. Tampoco hay nada en tus bolsillos. La opción del taxi queda descartada. Pero no importa. Son cuarenta minutos. No es tanto. Además, te viene bien andar. Quizá así logres despejarte por el camino. Tan solo debes tener cuidado. Como siempre lo tienes. Como siempre lo has tenido. Cuidado y ya está. Evita el callejón. Y ya está. Evita el callejón y ya está. Hay que rodearlo. Es más largo así, es cierto. Se tarda más. Pero es mejor ser cuidadoso. Como siempre lo eres. Como siempre lo has sido.
xxxSin embargo, esta noche te sientes diferente. Esta noche no tienes miedo. Esta noche eres valiente. Qué puede pasar. Es solo un callejón. Oscuro y estrecho, sí. Pero un callejón, al fin y al cabo. Así que decides atravesarlo.
xxxNada más entrar escuchas un murmullo. Deberías alejarte. Pero esta noche eres valiente. Esta noche no tienes miedo. Y sigues caminando. Es entonces cuando ves la escena: cinco adolescentes acorralan a un mendigo al final del callejón, justo debajo de una farola. En silencio, observas cómo se ríen de él, lo tiran al suelo y comienzan a darle patadas en el abdomen. Todos a la vez, sin ningún tipo de orden. Percibes los golpes secos y se te revuelve el estómago. El vómito agrio casi vuelve a subir por tu garganta. Y entonces te quedas paralizado. No sabes qué hacer ni cómo actuar. Así que intentas pasar desapercibido y volver por donde has venido. En ese momento uno de los jóvenes se da cuenta de tu presencia y te grita algo en un idioma que no entiendes. Luego, todos te miran y comienzan a reírse de ti. No te persiguen, ni te vuelven a gritar, solo se ríen. Te hacen gestos y se ríen. Y es eso lo que te descoloca. Que se rían. Que se rían de ti. Sin saber exactamente por qué, comienzas a correr hacia los jóvenes con la cara desencajada —eso crees, aunque no te ves— y los puños en alto. Pero cuando llegas a su altura, en lugar de abalanzarte sobre alguno de ellos, gritas algo cuyo significado ni siquiera tú puedes entender y golpeas con toda tu fuerza al mendigo, que emite un alarido que se te clava en los oídos. Entonces, sin pensarlo demasiado, comienzas a darle patadas en la espalda y los jóvenes salen corriendo.
xxxEl hombre llora y pide clemencia. Tú quieres parar. Por supuesto que quieres parar. Pero hay algo dentro de ti que no te deja frenar. Esta noche eres valiente. Esta noche es diferente. El mendigo consigue evitar una patada y te mira fijamente a los ojos implorando piedad. Y es en ese instante cuando descubres que su rostro te es familiar. Demasiado familiar, piensas. Ves en él los ojos de tu padre. Tu padre anciano, que lleva varios años desaparecido. Te estremeces por completo. ¿Es posible que este indigente sea el hombre que tanto tiempo has estado buscando? ¿Es ese tu padre? Y la formulación de esta pregunta te hace golpearlo aún con más fuerza.
xxxLe pisoteas la cabeza una y otra vez hasta que consigues desfigurarle el rostro, hasta que la sangre salpica tus pantalones. Sin embargo, cuanto más le desfiguras el rostro, cuanto más fuerza ejerces con tus pies sobre su cráneo, más se parece a ti. Y su rostro se convierte en un espejo. Tal vez por so poco a poco comienzas a sentir un tremendo dolor en el costado y en la cabeza. Y entonces te detienes súbitamente. Pero el dolor, en lugar de aminorar, se hace más fuerte. Piensas en ese momento que la única solución es seguir pegándole, rompiéndote por dentro en cada patada, en cada pisotón en el estómago, sintiendo su dolor en todos los rincones de tu cuerpo. Hasta la extenuación. hasta extraviarte por completo. Hasta no saber dónde acaba él y comienzas tú. Hasta perder el sentido.
xxxNo sabes el tiempo que dura todo esto. Pero ahora, al salir el sol, te sorprendes dando puntapiés a una pared, con los zapatos rotos, los pies llenos de sangre, y una masa de personas mirando fijamente hacia el lugar en el que estás. Te vuelves hacia ellos y preguntas por el indigente. Nadie te contesta. Algunos dejan caer unas monedas cerca de ti.

 

 

 

 

INCÓGNITA

Decía que yo tenía respuestas para todas las preguntas. Por eso estaba conmigo. Hasta que un día me preguntó por qué estaba yo con ella. Y no supe qué responderle.

 

 

 

 

CUESTIÓN DE DINERO

Me dijo que por treinta euros no podía besarla en la boca. Por eso le compré un anillo, un vestido blanco y una casa.
xxxLo he intentado todo, pero no he encontrado el modo de acercarme a sus labios. Algunas noches, cuando la puerta de la habitación se queda entreabierta, observo cómo la besan una y otra vez.
xxxMientras escucho sus gemidos, siempre me tortura la misma pregunta: ¿Será solo cuestión de dinero?

 

 

 

 

GENTE VIL

El domador descorrió el velo y mostró la bestia a los asistentes. «Damas y caballeros, amigos y enemigos, he aquí un hombre malvado. Contémplenlo y absténganse de escupir en su rostro. No es digno de nuestra saliva.»

 

 

 

 

DUALIDAD

Resistió todo lo que pudo a los designios del Oráculo. Durante años se esforzó en ser un buen cristiano. Se desprendió de todas sus riquezas, fue misionero en Ruanda, construyó un colegio, curó a enfermos, incluso cumplió condena por un desconocido. Pero al final de su vida, no pudo escapar de su destino y tuvo que violar y matar a aquella niña de ocho años.
xxxAlgunos le guardan rencor.

 

 

 

 

VISITA INESPERADA

Dijeron que eran amigas de mi mujer y que habían quedado con ella en casa. Aunque no tenía noticias de eso y conocía a casi todas sus amigas, tuve la cortesía de invitarlas a entrar.
xxxCuando me ataron a la silla y comenzaron a golpearme sin piedad, supe que no mentían y que mi mujer no tardaría mucho en llegar.

 

 

 

Hernández, Miguel Ángel. Demasiado tarde para volver. Barcelona; RIL editores, 2019.

 

CAPÍTULO CUATRO

 

4.

(memoria)

Qué es la memoria. Aquello que le da densidad al tiempo, que avala su existencia. Sencillo: sin memoria no hay tiempo. Aquello que nos dice que fuimos o que vimos antes de ser o ver ahora. Sencillo: la vida es un fluir continuo, sin amarres, y los relojes sólo son herramientas que generan la ilusión de que tenemos el control, de que hay una dirección. Demasiada gente ha hablado ya sobre esa ficción del tiempo en los relojes, de esa opresión. Pasando. El tiempo sólo se explica por la memoria. Es más, lo que somos cada uno de nosotros sólo se explica por la memoria. Ser tú es recordar tus recuerdos. La memoria llena el recipiente del cuerpo y moldea la mente para que seamos. Somos tiempo. Por eso un enfermo de Alzheimer deja de ser, y se convierte en un cuerpo vacío de sí, en una nada de carne.
xxxEl olvido es nuestro espejo negro. El agujero.
xxxCómo se activa un recuerdo. Así, por ejemplo: caminas por la calle y llega un olor dulce a tu nariz, lo percibes y algo se conecta en tu cabeza: los labios de una mujer que usaba ese perfume hace diez años, una vida que creías perdida, agolpándose. El fantasma de su voz, de tu sangre entonces. Lo que eras, cómo eras. El recuerdo funciona así: un estímulo que navega de la superficie a la red neuronal dentro de tu cráneo hasta encontrar el archivo oscuro donde dormía la sensación original. Un código que tu cerebro traduce en tiempo, vida, signo de ti.
xxxAsí funciona. Igual que Internet.
xxxTu cabeza y la red de redes. Grande y pequeño. Dentro y fuera. Lo mismo. Tecleas la url en la pantalla y con un clic se despliega entre la maraña binaria de archivos escondidos justo aquel que tú has elegido. Una red neuronal de escala mundial, invisible, fuera de ti, conectada a ti, a partir de ti. Desde. En. Teclea Anaïs Anaïs de Cacharel en Google y sobre tus recuerdos se proyectará la posibilidad de miles. Lo tienes delante, la red como una extensión de nuestro cerebro, operando con las mismas reglas. Reproduciendo la estructura de nuestro pensamiento. Internet como memoria externa casi infinita. Nuestra. Compartida. Creciendo hacia dentro y hacia fuera, enredándose en la de tantos otros miles o millones.
xxxCómo ser tiempo si ahora disponemos a un solo parpadeo del tiempo de los todos. Cómo llamar a eso tiempo. memoria. Cómo. Si tú ahora eres también yo, porque compartimos la memoria y porque ambos tejemos el mismo telar e hilamos nuestra vida, y el tejido crece. Tú, yo, ese, miles. Tu memoria hecha píxel, ciento cuarenta caracteres, lo que sea que deje tu huella en la red, todo eso lo consumo yo, ese, miles. Y viceversa. El alimento es común y la construcción colectiva. Uno más uno más uno y ahora sí hasta el infinito.

 

 

 

 

9.

(banderas negras)

Se recorta contra el horizonte la silueta de unos jinetes, pareciera un ejército de sombras. Algunos aseguran que así es. Sombras vivas que contaminan el aire de su oscuridad brillante. Se acercan. El viento y el trote agitan la ropa y las banderas. Negras. Así es la bandera de nadie. Así es el color que niega los colores, las verdades viejas y las impuestas. Se acercan los hombres libres cabalgando al lado de Néstor Majno por las tierras de aquello que llaman Ucrania. La bandera negra es un cielo vacío de estrellas donde se han abolido las leyes de la astronomía y todo es posible. Dicen que cuando llega el ejército de las sombras vivas llega la libertad y el fin de lo antiguo. La libertad. Que cada uno decida y sea. Todos, sin caminos marcados por otros con tiza sobre el suelo. Sin dueños ni marionetistas. Eso dicen, es la libertad, y dicen que está al alcance de los dedos, escrita en el negro de la bandera, que es la ausencia y es el todo. Y se acerca.
xxxAntes llegaron ecos de Guliai-Polié. De cómo ahí cada hombre y cada mujer era su propio Lenin, y cómo se tejía la solidaridad en las fábricas y en los campos como la trama de una bandera negra. El amor propio trenzado en lo común. Eso nos traen los jinetes de Néstor Majno, pero no como una orden sino como un regalo que ya llevamos dentro. La autogestión, la propiedad de nuestras vidas y nuestro sudor, la fundición de las cadenas para fabricar cucharas y llaves que sólo abran, que nunca cierren. El ejército negro protegerá nuestro territorio libre de blancos, verdes y rojos. Porque la libertad no entiende de zares, terratenientes o bolcheviques. La libertad entiende de ti, de mí y la trama de voluntades que tejemos para generar un mundo a nuestra medida.
xxxSe acercan los jinetes, pero somos nosotros, cada uno, los que ejecutamos el cambio. Aquí, como en decenas de pueblos antes, estableceremos una comuna libertaria. Una comunidad de hombres y mujeres libres. Aquí mandará la asamblea de ti y de mí, de los ti y de los mí. Aquí cada cual tendrá lo que necesite y la acumulación se entenderá como una ofensa. Aquí los grilletes de la posesión y las leyes de oro yacerán rotos a los pies de estos caballos que ahora llegan. Pueblos, gente, tú, tejidos en red. Aquí la única frontera es el cielo y el relinchar de estos caballos que ahora llegan. Aquí se dirá libre y seremos libres. Cada uno y todos. Y construiremos el mundo a nuestra medida. Desde dentro de nosotros, con las manos, mano a mano contigo y conmigo, con los ti y con los mí.
xxxTen aquí el día de mañana hecho hoy.
xxxYa. Llegan los jinetes de Néstor Majno con sus banderas negras como un sueño por escribir, pero luego vendrán las traiciones, las matanzas y el olvido, igual que esas banderas rojinegras españolas de veinte años después. Puede ser. Pero hablábamos de las siluetas de los jinetes recortadas contra el horizonte. Pero hablábamos del horizonte.

 

 

 

 

11.

(mutación del ángel)

Recuerda: Mary Ann Bevan, la mujer más fea del mundo, padecía acromegalia y eso la salvó de la miseria. Maurice Tillet sufría del mismo mal y también tuvo que emigrar a Estados Unidos donde se hizo luchador profesional con el apodo del Ángel Francés. Hablaba quince idiomas y pasaba las tardes jugando al ajedrez, cuando cumplió los cincuenta y un años su corazón no dio ya más de sí. Poca víscera para tanto corpachón. Más de medio siglo después estrenaron en cine una película de dibujos animados sobre un ogro verde llamado Shrek, cuyos rasgos y gestos se inspiran directamente en Maurice Tillet. La película es un éxito de taquilla y tiene varias secuelas, videojuegos y un sinfín de productos asociados. El ogro verde se convierte en un icono del siglo XXI. Repetición tras repetición. La última mutación del ángel francés: la pandemia. Su rostro nuevo en las mochilas de los niños, en los avatares de las cuentas de Tuenti, en los dibujos que la niña de primaria colorea en su hora libre. Así, Maurice Tillet pasó del blanco y negro al verde de Dreamworks, y de ahí a cualquier lugar del planeta y en el mismo tiempo telaraña que lo envuelve todo. El ahora múltiple. Todo eso. Recuerda: entre Mary Ann Bevan y Maurice Tillet hay un foso por el que hace tiempo nos caímos tú y yo.

 

 

 

 

12.

(simplemente ajustando mi twitter)

Alguien tuvo que escribir el primer tuit. La soledad si es algo es esto: una red social vacía, sólo para ti. Y el eco constante. Y la nada. 21 de marzo de 2006. Jack Dorsey tecleando «Just setting up my twttr» y dándole a intro. Cero seguidores. Después las cosas se enredan y el ruido es a veces ensordecedor. Después el mundo se teje de palabras que somos. Vale. Pero al principio está la soledad absoluta, en el vacío sin forma de la red: un mensaje para nadie, como una botella lanzada al espacio infinito. Hablamos de Twitter, donde algún exagerado dijo que se construían las revoluciones del siglo XXI. Ago cuyo primer balbuceo es de 2006 y que puede que en el momento que estés leyendo esto ya haya prescrito, como prescribieron los chats de IRC, los fotologs o el Messenger. Volatilizados en la nada que hay al final y al principio de Internet. Las fotos, las conversaciones, la vida, en el limbo de la tecnología obsoleta. Así que puede que cualquier comentario acerca de esto no sea otra cosa que arqueología de lo efímero. Porque lo mismo el concepto de lo duradero es algo de otro tiempo. Porque lo mismo todas estas máquinas lo único que han conseguido es que nuestra comunicación sea la de la huella en la orilla, el espectáculo de la ola borrando nuestros pasos. Todo eso puede ser. La brevedad, y la intensidad: el ahora absoluto.
xxxPero también una raíz abierta, tentando al infinito en su monstruoso crecimiento.
xxxJack Dorsey escribió el primer tuit en 2006, y es posible que fuera el eco de tu voz y de la mía, de tu voz en la mía. Y que a pesar de todo el concepto de soledad sea también algo obsoleto, y se haga necesaria otra palabra para definir esta distancia rota.
xxxO que todos los tuits fueran como el primero y su nada. O que lo imposible sea precisamente estar solo ya. En este ahora.

 

 

 

Quinto, Raúl. Yosotros. Barcelona; Ed. Caballo de Troya, 2015.

 

VIAJAR A NINGUNA PARTE

 

JUEGO

El tren llegó a la hora prevista y, como siempre, ella estaba esperando en el andén. Sin saber exactamente por qué, quise tentar la situación y descender del vagón en el último momento, como en las películas, cuando las puertas comienzan a cerrarse y ya se ha perdido toda esperanza para el reencuentro.
xxxEscondido tras una cortina, quise observar su inquietud al buscar mi rostro entre los pasajeros que abandonaban el tren, su impaciencia la mirar el reloj más de cien veces y su perplejidad al quedarse sola en el andén. Pero nada de eso ocurrió. Ella permaneció inmóvil, como si nada ocurriese, con la mirada fija en la ventana del vagón en el que yo me ocultaba.
xxxAhora, pasados los años, estoy convencido de que me vio. Quizá también estuviese jugando. Pero no me atreví a bajar para comprobarlo.

 

 

 

 

HACE TIEMPO QUE ME FUI

Hace tiempo que me fui. Tanto, que ya casi no lo recuerdo. Algunos días, no obstante, regreso a casa e intento buscarme. Me siento a la mesa, acaricio a mi gato, escucho a mis hijos y copulo con mi mujer. Duermo en mi cama y sueño que siempre he estado aquí. A la mañana siguiente, cuando observo mi rostro en el espejo, todo regresa de nuevo. Respiro hondo, me anudo la corbata y compruebo que hace tiempo que me fui.

 

 

 

 

PERSEGUIDO

Miró hacia atrás y comprobó que ya nadie lo perseguía. Entendió entonces que nunca más podría dejar de correr.

 

 

 

 

PREVISIÓN

Confirmando el peor de sus temores, encontró la casa vacía. Nadie lo estaba ya esperando. Había pasado demasiado tiempo. Tanto, que incluso le había costado trabajo recordar el camino de regreso. Sin embargo, todo estaba exactamente igual que el día en el que tuvo que partir a toda prisa. Nada había cambiado. Aunque lleno de polvo y desvencijado, todo estaba en su sitio, como si nadie más hubiera vuelto a pisar la casa desde entonces. Recorrió una por una todas las habitaciones en busca de alguna señal. Pero no había signos de vida. tan solo estaban las cosas, inmóviles, perennes, aguardando su propia desaparición. Entre ellas, le sorprendió encontrar en el mismo lugar la nota que escribió para dejar constancia de su partida: «No me esperes despierta. Llegaré tarde. Ulises».

 

 

 

 

PREMONICIÓN

El avión se estrelló con ciento quince pasajeros a bordo. Cuando vio la noticia en la tele, suspiró aliviado. La noche anterior algo le había dicho que no debía subirse a aquel avión. La noche siguiente ese mismo algo se presentó en su habitación. Lo acompañaban ciento catorce. Y habían llegado para quedarse.

 

 

 

 

TIMBRE

Aunque sabe que ya no hay nadie para abrirle, a veces, al llegar a casa, no puede evitar tocar el timbre. Después de llamar, espera unos segundos, se traga un sollozo e introduce la llave en la cerradura.
xxxHoy hace exactamente un año que comenzaron sus pequeñas esperas. Alguien cierra por dentro.

 

 

 

 

FAMILIA

El hombre consiguió subir al tren con la esperanza de escapar del lugar en el que toda su familia había perdido la vida. Como no llevaba dinero, al ver acercarse al revisor se puso nervioso. Cuando lo miró a los ojos, su rostro le resultó ligeramente familiar. Supo en ese preciso instante que no tendría que pagar billete.

 

 

 

 

MEMENTO

Tras veinte años de búsqueda surcando los mares más lejanos, el pirata encontró al fin el ansiado cofre del tesoro. Con lágrimas en los ojos y esbozando una leve sonrisa, comprobó que no contenía oro, ni reliquias, ni diamantes, ni siquiera monedas de plata, sino algo mucho más valioso y extraño al mismo tiempo, un papel amarillento que, décadas atrás, alguien había puesto en aquel lugar: el mapa de regreso.

 

 

 

 

TEMPUS FUGIT

Salió unos minutos a dar un paseo. Al poco miró el reloj. El tiempo había pasado volando.
xxxDemasiado tarde para volver.

 

 

 

Hernández, Miguel Ángel. Demasiado tarde para volver. Barcelona; RIL editores, 2019.

 

CAPÍTULO TRES

 

8.

(el país de los nombres otros)

Jajajaja, dice un chico delante de un árbol con lágrimas en los ojos y las mandíbulas desencajadas. Lleva horas contemplando los nudos del tronco, y ríe porque todo es absurdo y gracioso. A pocos metros hay una mujer sentada contra la pared, se coge las piernas y se balancea como una mecedora de carne. Su mirada está fija en algo que sólo ella ve y su boca musita oraciones que creía olvidadas. Hace calor. Tres o cuatro personas corren en varias direcciones, puede que en círculos. Uno aúlla, dos lloran de puro miedo. Más allá, dentro de una casa, una anciana arrodillada habla cara a cara con la Virgen María que flota sobre las aguas de su retrete. Ella le dice palabras bonitas y el tiempo se detiene. Su vecina intenta hablar y lo que nota es que le ha desaparecido la lengua. Hace mucho calor este verano, demasiado, la Provenza da vueltas en el horno como un animal desplumado. La gente suda. Una mujer baila al borde de un tejado y en sus ojos hay una fuga sin retorno hacia la felicidad. Alguien rompe los cristales y salta a la calle con los brazos en cruz. Un niño entra desesperado en el bar y le grita a los parroquianos que huyan, que por la calle mayor baja un tigre enorme sediento de sangre. Dentro un carpintero se oculta bajo la mesa, agarrado a una de sus patas, porque cree que él también es de madera y si su cuerpo no la toca terminará despareciendo. El camarero pasa un trapo una y otra vez sobre la barra intentando limpiar una mancha que no existe, la sangre de sus dedos empieza a empapar la bayeta. El tigre sigue rugiendo en la cabeza del niño. Hace calor. En su casa una mujer se encierra en el baño agobiada por las luces y las voces que le recuerdan cada uno de sus pecados, decide llenar la bañera de agua caliente y cortarse las venas. Dos casas más allá alguien grita hasta quedarse sin voz porque siente que la cabeza se le derrite sobre los hombros. Su padre lo observa fascinado por el pájaro extraño que brota de su boca abierta, su madre se revuelca por el suelo y sólo puede decir Jajajaja, mientras se clava las uñas en el pecho de puro contento. Jajajaja.
xxxY todo ese calor de agosto de 1951 en Pont-Saint-Esprit.
xxxImagínate que te metes en la cama para huir de la gente y de las visiones, contará un lugareño años más tarde, y sientes que de tu cuerpo nacen flores rojas, y que cada una es un dolor nuevo. Un dolor inventado para ti en ese instante. Vaya. Imaginaos ese pueblo tranquilo y pequeño a las orillas del Ródano, intentando olvidar las penurias de la guerra y la dureza del campo. Su pobre paz quebrada en la mañana del 16 de agosto de 1951 por la súbita invasión de la locura colectiva. Imagina dos semanas así. Y cuenta: cuatro suicidios, tres paradas cardíacas, cincuenta y pico personas ingresadas en instituciones psiquiátricas, algunas de ellas hasta el fin de sus días. Aquello ocurrió en Pont-Saint-Esprit. Aquella mañana descendió impúdico sobre sus calles el Espíritu Santo de la Demencia. Qué espectáculo.
xxxSí. Pero ya hemos aprendido que el Espíritu Santo no desciende si no hay un obispo de fuego. Siempre hay algo o alguien.
xxxLas autoridades francesas se pusieron a investigar y acabaron llegando a una conclusión rentable en términos mediáticos, al menos de cara a cerrar el caso ante la opinión pública. El misterio del pan maldito, así fue cómo acabó conociéndose el suceso. La hipótesis ganadora explicaba que el causante de todo aquel marasmo alucinatorio había sido el panadero Roch Briand y su harina contaminada por el cornezuelo. Ya sabéis, ese parásito desde el que se puede sintetizar el LSD. Así que nada, lo que ocurrió en Pont-Saint-Esprit fue una negligencia panadera, como cuando en la Edad Media aldeas enteras comían pan en mal estado y se pasaban días bailando y delirando sin motivo aparente: un caso moderno de coreomanía o de ergotismo compartido. Incluso un molinero de Poitiers fe detenido como responsable último de venderle la harina a Briand. Caso cerrado y a llenar los periódicos con otras cosas. O no. Porque cualquiera que se interesaba por el misterio del pan maldito descubría que allí había demasiados cabos sueltos y que la versión oficial apenas se sostenía.
xxxPor ejemplo. Hubo víctimas también entre los clientes de la otra panadería del pueblo y hubo clientes de Briand que no enloquecieron. Otra cosa: en los días posteriores apareció por allí el mismísimo Albert Hofmann a examinar los síntomas y realizar informes. Hofmann fue el tipo que creó el LSD en 1938 y para muchos es lo más parecido a un verdadero obispo del fuego desde que una tarde en su laboratorio ingiriera por accidente algunas gotas del Espíritu Santo. Y ahí estaba en Pont-Saint-Esprit, como el delincuente que no se resiste a volver al lugar del crimen. Días después de que se desbordara la mente de tantos.
xxxPont-Saint-Esprit. La rave del demonio sin música ni conciencia.
xxxHofmann como obispo del fuego.
xxxPuede ser. El periodista Hank Albarelli llegó a la siguiente conclusión: esas dos semanas de incontinencia lisérgica fueron provocadas por un experimento de la CIA. Efectivamente rociaron el pueblo con LSD, y para ello contaron con la colaboración del laboratorio suizo Sandoz, que por aquel entonces era el único laboratorio del mundo que producía el ácido, y donde trabajaba nuestro amigo Albert Hofmann. Aporta alguna que otra prueba y explica que el objetivo del plan era probar el efecto de esa droga como arma química efectiva para derrocar revueltas populares. Claro. Aquellos eran los tiempos duros de la Guerra Fría y al comunismo había que derrotarlo por todas las vías. Imagínate si el zar de Rusia hubiera tenido a su disposición semejante tecnología. Imagínate su efecto sobre miles de manifestantes moscovitas o en medio de cada asamblea de soviets. El caos habría sido un bello espectáculo de contrarrevolución. Vaya. Dice Albarelli que la idea original era probar aquello en el metro de Nueva York pero que se descartó por razones obvias: demasiado peligroso y demasiados estadounidenses. Te lo crees o no, pero el tipo documenta experimentos con alucinógenos y otras drogas en soldados que fueron cobayas sin saberlo. Por ahí merodea también Ken Kesey cuando escribe Alguien voló sobre el nido del cuco o Adrian Lyne al rodar La escalera de Jacob. Albarelli cifra en más de seis mil las víctimas entre 1953 y 1961.
xxxTotal. El misterio del pan maldito. Y bien misterioso. El obispo del fuego invisible. Y tanto. Pero ahí está la evidencia de Pont-Saint-Esprit ardiendo como hipotálamo gigante. Un pueblo entero poseído por el demonio de las luces brillantes y sombras que bailan solas. Su rave deforme. Y ahora pensemos en el habitante del pueblo que ese día camina por la calle y no ha sido mordido por el veneno de la locura. Ese hombre es el extranjero. El pueblo son los otros, los hijos del delirio, abrazados al mundo de las ideas bocabajo. Él no. Él sólo es uno. Ellos son Pont-Saint-Esprit. La comunidad. El hechizo.

 

 

 

 

9.

(colección primavera-verano)

Ella viste una falda vaquera desgastada y una camiseta entallada con un divertido dibujo bajo el escote redondo, zapatillas deportivas de colores y gafas de sol negras. Ella. Y ella. Y ella también. Él lleva unos pantalones anchos y medio caídos que por momentos dejan asomar unos calzoncillos grises, cuando no los tapa una camiseta de hockey. La visera plana de su gorra también en la cabeza de otro. Y otro. Y muchos en Toronto o Leganés, en París o Guayaquil. Otro. Muchos. El flequillo cortado recto sobre los ojos y la camisa de cuadros. El vestido negro y estrecho. La sudadera con capucha y el anagrama de una universidad. La chaqueta de chándal con las tres rayas negras descendiendo por los brazos. La camiseta de la banda de rock. U2. Oasis. Nine Inch Nails. Tokyo Hotel. No importa. Otro más. Pantalones chinos, zapatos castellanos, camisa de pequeños cuadros con un jugador de polo bordado en el bolsillo. Jersey sobre los hombros opcional. Él lo elige. Y él. Ella: zapatos de tacón de aguja y pantalones ajustados oscuros, zapatos de plataforma y pernera de pata de elefante. Botas altas y minifalda. Trajes blancos de novia. Trajes azules o negros con listas y la corbata anudada con rigor sobre la camisa blanca. El hombre distinguido, indistinguible. Ella. Él. El otro. Todos. Como espejos de otra cosa fuera de sí mismos. Ella lo piensa así: la ropa define mi personalidad, me hace diferente a los demás, me hace ser yo. Elegir la ropa como síntoma de libertad política y mental. Como en China en 1954, por ejemplo, la gente decide por millones vestir el austero traje zhuang-shan para que la revolución comunista venza también en los tejidos al despropósito del imperialismo capitalista. Un traje sobrio con el cuello redondo y sin solapa. Un traje sin alardes para ser parte de un todo nuevo y hermosamente sencillo, como las manos de un campesino. O unos años más tarde en la Revolución Cultural y su fervor por el uniforme militar entre los estudiantes. Verde aceituna y cuello de pico rojo, igual que el brazalete o la estrella en el centro de la gran gorra. Cualquiera diría que a ese bordado de la identidad de la ropa distinta se le tiene que llamar por fuerza totalitarismo. Toda la ropa de todos. Dirán. Pero aquí el armario y sus leyes. La moda. Un ejército casi infinito de sombras en vaqueros y camiseta sintiendo el gozo de la libertad de ser iguales sin saberlo. Su ropa. La tuya. La mía. La sombra textil que lo envuelve todo.

 

 

 

 

10.

(de la nieve)

Cae la nieve copo a copo hasta perderse, confundida, en la espesura de lo blanco. Copo a copo. Porque además dicen que el frío cristaliza cada copo de manera única e irrepetible, que un tal Wilson Bentley dedicó su vida a comprobarlo: miles de fotos. Como Nadar. Cada copo único, cayendo del cielo hasta perderse, confundido, sobre centenares de copos únicos sobre el capó de un coche. Cuajando. O derritiéndose. Dejando de ser. Porque el agua no distingue sus partes. Simplemente discurre, moja, es.
xxxLa nieve cayendo copo a copo sobre más nieve.
xxxLa nieve derritiéndose.
xxxLa nieve como metáfora de la muerte.
xxxTodos vivimos solos en nuestros cuerpos solos y al morir dejamos de ser aquello que tenía un nombre y una forma para ser simplemente una sombra o una nada, entre tantas, confundida, perdiéndose. O no, como ya sabremos a estas alturas. Porque si uno es alguien y tiene un nombre de verdad que lo defina, ese nombre pervive tras la muerte: el legado, la línea negra de su silueta ya vacía de él pero llena de todo lo que su nombre pudo significar. Es el Yo brillante, brillando como una gema entre la atonía blanca de la nieve. Es la cristalización indeleble del hielo, más allá de cambios de temperatura o presión. Más allá del olvido.
xxxLa muerte así, de uno en uno, se rinde ante los nombres de los muertos.
xxxPero la muerte a puñados, la de tantos juntos, no tiene norma ni medida. No hay muertos cuando la muerte es un alud de nombres sepultados. No hay nadie. Dicen: cuando muere una persona es una tragedia, pero cuando mueren miles sólo es estadística. En las tragedias quien muere es un héroe con su máscara precisa, en la estadística no hay nadie, sólo vasta matemática. Y no caben allí los nombres. Recuerda cuando hablamos de Praga y su cementerio judío de lápidas fundidas unas sobre otras, recuerda aquella sinagoga Pinkas con las paredes totalmente llenas con los nombres de los judíos checos asesinados en los campos de concentración nazis. Todos los nombres a la vez son sólo ruido.
xxxEl genocidio es la nieve blanca devorándose a sí misma.
xxxQué nombre se le da al muerto cuando el muerto son seis millones de judíos y medio millón de gitanos entre las balas y las cámaras de gas. Podemos llamarlo Himmler o Hitler o veintitrés mil cuerpos sin vida cada día amontonándose para ser quemados. Pero no tiene nombre, así de golpe, no es nadie. Decir Holocausto es sólo nombrar la nieve. Ni siquiera el frío, ni mucho menos cada copo. No tienen nombre los muertos de Armenia en 1915 ni los de Ruanda en 1994. No tienen nombre los nativos de la Cuba precolombina ni los últimos habitantes de Rapa Nui. Y si los esquimales tienen decenas de palabras para decir la nieve, nosotros podremos conjugar la palabra exterminio en cada rincón del mundo y aún así no pronunciaremos un solo nombre. Y sí, se puede decir Pol Pot y Camboya y contar hasta dos millones y medio, o Leopoldo II de Bélgica y El Congo y sumar cinco, siete, diez millones de muertos. El exterminio minucioso de las praderas americanas. Los cadáveres entre las dos líneas de trincheras en Verdún: un amasijo de cuerpos bajo el barro, sin distinción de uniforme ni rostro. Nadie. Sólo muertos, sólo miles. Y aún así. Matar. Morir. De uno en uno. Como la nieve que cae. La bala. El cuchillo. Así los dos mil quinientos de Paracuellos o los veintidós mil de Katyn. Toda la propaganda clavada en las fosas comunes. Pura cifra. Estadística. Pero siempre, si nos dejamos guiar por esa línea engañosa que llaman progreso podremos llegar más lejos, perfeccionarlo todo. Así fue cómo la ciencia encontró una superación moderna a la vieja estrategia de la bala.
xxxLa bomba atómica, claro, su fulgor de nieve.
xxxHasta aquí la gente muriendo sola. Ya no. El 6 de agosto de 1945, de buena mañana ciento veinte mil japoneses desparecen juntos. Tantos. Todos. Siendo el mismo destello de fuego helado, la misma sombra arrebatada por el viento. La bomba comunica a la masa con la nada. Construye la destrucción compartida. La desintegración total e instantánea de los miles. Así. Ya. Desaparecen sin dejar cadáver. En Nagasaki fueron setentaicinco mil personas en unos segundos. Personas derritiéndose junto a su máscara para siempre. La bomba atómica como metáfora más definida de la sociedad de masas, donde todo se borra para siempre. La línea negra que rodea los nombres desaparece bajo el pequeño sol hambriento que devora todos los cuerpos. Que no deja nada, salvo la pura estadística.
xxxQueda claro: el copo, la nieve, la muerte, el fuego blanco. El hambre. No, el hambre no. El hambre deberá esperar todavía.

 

 

 

 

15.

(yo somos)

Que sí, que el yo no puede ser algo para todos. Porque el yo piensa el mundo y se piensa a sí mismo. Para la masa está la indiferenciación acrítica y maleable. Y el que malea no está dentro de la masa, claro, aunque a veces acabe bajo sus pies. Porque el linchamiento también es una de sus estrategias y nada reclama más golpes que una estatua rota. Porque los mismos que desfilan armoniosamente bajo el balcón de Nicolae Caecescu son los que otro día lo revientan a balazos. Y así. El caso es que no deben tener la tentación de actuar ni pensar por sí solos. El truco del dominio es ese. Cualquier totalitarismo lo sabe, incluso los que dicen no serlo. Pon la tele ahora si no lo crees. Vale, me estoy repitiendo. Leo un folleto de las Juventudes Hitlerianas de 1934 que le dice a los militantes con lo que hay que romper para que Alemania sea más grande, les regaña diciéndoles: una vez más, estáis bajo el influjo del yo liberal marxista y negáis el nosotros nacionalsocialista.
xxxEl yo, el nosotros.
xxxEntiendo. El liberalismo tiene que ver con lo de ser dueño de uno mismo y tener propiedades y derechos como individuo, y el marxismo con la aspiración del hombre pobre a la dignidad y a ver el mundo de distinta forma a como se lo pintan sus amos. Y el fascismo es otra cosa, claro. Cualquier totalitarismo lo es, incluso el consumismo y su ejército de inercias. Ahí vamos, grandes masas, iguales, disciplinadas. Rubias y violentas si es necesario. Para quién. Pon la tele ahora si no lo terminas de ver. Vale, me estoy repitiendo otra vez. Repito incluso la frase para decir que me estoy repitiendo, como si fuera un eslogan de la radio. Un eslogan. Un pensamiento que creo que es mío y ha sido plantado ahí por la mano invisible de alguien. Del mercado, que es alguien con nombre y una cuenta bancaria. Un pensamiento que creo que es mío y que ha sido plantado en mi cabeza y en la de muchos millones más por alguien. Y eso no es pensar. Entiendo. Eso es formar parte de algo sin ser alguien.
xxxQué cosas. Si no soy como el resto soy un monstruo, como Mary Ann Bevan o Juan Antonio Castillo. Si soy como los demás soy un zombi. Si soy yo no soy los demás. O eso parece.
xxxMe cuentan una historia que a lo mejor aclara este asunto. Entre aquellos que bajan en tropel por la calle al escuchar los primeros disparos y el francotirador con la mirada llena de sangre debe haber algo. Veamos. Hay un antropólogo haciendo trastadas a unos zulús a ver qué pasa. Los pone en situaciones incómodas y anota el resultado en su cuaderno con todo el rigor posible y con cierto sadismo blanco. Bien. Toma unas cuantas piezas de fruta y las coloca en el suelo dentro de una cesta de mimbre, unos metros más allá hay un grupo de niños a los que explica el juego: cuando agite este pañuelo salís corriendo y el primero que toque la cesta se lleva la fruta. Muy sencillo. Agita el pañuelo y no hay carrera, los niños se han cogido de la mano y caminan juntos hacia la cesta, se cierran en círculo sobre ella y todos tocan el mimbre al mismo tiempo. Luego se sientan y comparten la fruta. Todos ganan el premio. El antropólogo no termina de entenderlo. Qué habéis hecho. Ubuntu, dicen los niños. Vale, Ubuntu. Traducido: yo soy porque nosotros somos. Yo soy, nosotros somos.
xxxYo somos.
xxxLa solidaridad como estructura, lo común como parte del uno mismo. Entiendo que eres radicalmente tú siendo a la vez parte de algo que construyes y que sabes que también te construye. Un niño occidental, uno tú o uno yo quizá, habría corrido hacia la cesta porque su identidad se fundamenta en la diferencia y en la competición, nos educan para eso, para ser distinto y más que el otro. A eso puedes llamarlo capitalismo si quieres, pero está en tu mente. también habríamos corrido porque un adulto lo ordena y porque los otros niños corren. Por un lado seríamos puro yo, y por el otro puro nosotros. Pero los niños zulúes dicen Ubuntu: yo soy porque nosotros somos. Y la vida propia es esa clase de amor, ese tejido.
xxxY eso también es ser humano. O algo más allá o más acá.
xxxPuede que Ubuntu nos suene a cosas de ordenadores. Y sí. Un sistema operativo en código abierto que te puedes descargar y manipular y compartir. Tú y otros como tú, una comunidad de individuos que transforman la realidad, que no aceptan lo que se les es dado. Como si fueran alguien, pero siendo nadie. Esa red, ese tejido. Entre la anonimia y el uno mismo. Cientos o miles, a saber, ocultos tras los píxeles de la pantalla. Nuevas formas, nuevas normas. Ubuntu. Puede. Otras cosas. Más allá del ti y del nos. Yo somos, dijimos. Por ahí va la cosa.
xxxYosotros.

 

 

 

Quinto, Raúl. Yosotros. Barcelona; Ed. Caballo de Troya, 2015.

 

LOS REGALOS DE LOS AMIGOS (110)

Acaba de llegarme esta pequeña joya a casa y no podía esperar a contarlo.

 

 

Un millón de gracias, Sandro.