Archivo

Posts Tagged ‘editorial pre-textos’

PROFECÍA

.

PROFECÍA

Han pasado casi dos mil años desde
que Séneca se cortara las venas.
Nuevas religiones han venido a ocupar
la vasta geografía de lo que fue el Imperio.
La pregunta por el hombre no ha cambiado,
sólo que ahora su horizonte es un vacío, sin alma.
Son tiempos difíciles, pero vendrán peores.

.

.

.

.

Oliveros, Alejandro. Poemas del cuerpo. Valencia; Ed. Pre-textos, 2016.

.

‘POEMAS DEL CUERPO’ DE ALEJANDRO OLIVEROS

.

MEMORIA DEL CUERPO

El cuerpo recuerda, escribe Sándor Márai,
como si hablara de otra persona, y es verdad.

La piel que lo cubre se encarga
de grabar nombres y apellidos.

Los rostros se quedan en las manos,
y no se borran en el blanco de las noches.

La espalda tiene sus propias neuronas
que recuerdan las uñas con sus dedos.

Los muslos, con los brazos, retienen
para siempre la blandura de los costados.

El cuerpo recuerda, y sus memorias hablan
de esplendores y humedades.

.

.

.

.

.

DIÁLOGO INTERRUMPIDO

Ya nadie recuerda cómo
hablar al cuerpo. Antaño,
sin embargo, el hombre
hablaba a sus manos;
explicaba a sus dedos
las formas y alcances
de sus sueños, y los dedos
respondían con frases amables
y comprensivas. Con las piernas,
hablaba de encuentros furtivos,
y las respuestas eran breves
y precisas: no son las piernas
los miembros más locuaces.
Así, el diálogo se mantenía,
y el cuerpo estaba seguro
de que su soledad era
la misma de su inquilino;
al final, se hablaba al corazón,
siempre de noche y en susurros.
En mi adolescencia yo solo
hablaba con mi cuerpo;
ahora, ya no recuerdo
en qué idioma hablarle.

.

.

.

.

.

LOS OJOS DEL CUERPO

Los ojos de mi cuerpo, de manera
natural, tienden a la oscuridad,
donde no ven nada ni son capaces
de recordar lo que observan o a quién
dedican sus anhelos. Se desplazan
en la sombra y se ayudan con las manos.

Los ojos de mi cuerpo, sus retinas,
sus humores, rechazan la luz del sol,
no se ocupan de formas y matices.
Sólo desde la altura de tus hombros
pueden mirar, en medio de tus pechos,
el reflejo rosáceo de la aurora.

Los ojos de mi cuerpo empiezan a ver,
y reconocen la lisura anhelada,
su dulzura de higos y turgencias.
La noche cede, el frío ya no se siente
cuando mis labios aspiran tus tibiezas.

.

.

.

.

.

DOBLE DE ESPALDAS

A unos pocos metros delante de mí,
la figura de un hombre que camina
alejándose por una playa de Margarita.

Con su luz vertical, el sol detenido
en el centro justo del mediodía;
un cielo absoluto de pelícanos
suspendido sobre la mar espejeante.

Los únicos a la vista somos esa figura y yo,
una espalda cada vez más familiar,
casi como la mía: hundida en el medio,
ancha, blanca, llena de lunares.

Ahora distingo al hombre claramente,
sus largas piernas, los brazos colgando,
la cabeza llena de canas, grande y redonda.
Aterrado, recuerdo una vieja línea:
«Aquel que ve su doble de frente
debe morir», y me regreso.

.

.

.

.

.

CUANDO EL CUERPO HABLA

He observado cuerpos en las posturas
más extremas. Desde el decúbito desnudo
del paisaje esplendoroso, largo y adormecido,
hasta la contorsión hueca y dolorosa.

A unos los he tenido en mis manos;
a otros, al alcance de un suspiro.
Los he acariciado con mis manos
y los he compadecido con los ojos.

De tanto observar y tocar, puedo decir
que no se comunican con facilidad los cuerpos,
les resulta arduo ponerse de acuerdo.
De pronto, parecen haber perdido

la capacidad de hablar; y, cuando hablan,
no se entienden. Se dicen cosas, es cierto,
pero son palabras que no aparecen
en los diccionarios. Entonces,

los cuerpo sufren y se ocultan.
Pueden pasar años el uno al lado del otro,
sin cruzar verbos ni adjetivos,
limitados a las caricias mudas.

Cuando el cuerpo habla es necesario
hacer silencio, suspender la vanidad
y cubrirse de miel para que los sonidos
sean más claros. Para que la piel aprenda

la vainilla de las vocales, sienta
la canela de los pronombres,
y el monosílabo se extienda por los pliegues
y llanuras del cuerpo esplendoroso.

.

.

.

.

.

A MI CUERPO

Ah, cuerpo mío, mi sangre, mi carne,
¿hasta cuándo vas a creer que tu misión
en el mundo, como una vida en su pérgola,
es entrelazarte con otros cuerpos? ¿De dónde
has sacado que el único sentido de tus manos
es acariciar la piel anhelada? ¿Qué haces
con tus ojos, distraídos del cuaderno o el libro,
ante la primera insinuación de lo femenino?

Es cierto que fuimos privilegiados
con noches espléndidas, con piernas
que se aferraban a las nuestras y pechos
que nos alimentaron generosamente;
gracias a ti, cuerpo mío, las noches
han sido cortas, como el perfume del lirio,
y tibias en medio del invierno. Te debo tanto,
con tus vísceras y huesos, ahora y en la hora.

.

.

.

.

.

PRIMACÍA DEL CUERPO

Escribe Descartes en sus Meditaciones,
que sin cuerpo no es posible el amor,
y nada más cierto. Ahora,
que la niebla baja de la montaña,
no me desvelan la inmortalidad,
ni la pureza blanca del espíritu
si he de vivir sin la luz de tu piel,
y los olores de tu pecho dormido,
independientes del alma que nada
sabe de los aromas de tus miembros.

.

.

.

.

.

PESO DEL CUERPO

El viejo capitán Cousteau, a solas
en las profundidades insondables,
sintió que la gravedad era nuestro
castigo por el pecado original.

De este modo, debería entender
que mis ochenta kilos son parte
de esta censura a todo lo humano;
la pena que me mantiene adherido
a la huella del camino y los tropiezos
del asfalto, la condena que me impide
volar con la elegancia del pelícano
o la inquieta suspensión del colibrí.

Sólo dos veces he logrado superar
el anatema. Al flotar en el océano,
y al extenderme sobre tu cuerpo: «Cuando
estás encima de mí, no pesas nada».

.

.

.

.

Oliveros, Alejandro. Poemas del cuerpo. Valencia; Ed. Pre-textos, 2016.

.

ALGUNOS POEMAS DE ‘EL PAN COTIDIANO’, DE WILLIAM CLIFF

.

ruidos de botelleros y barriles
que escucho resonar desde mi infancia
ruidos que se repiten porque es imprescindible
aplacar toda sed de la humana ralea
tenemos sed queremos aplacar
con cerveza la sed que nunca cesa
servidnos la cerveza como un sacramento
poned en las bodegas botelleros barriles
e id camiones luego por las calles
para que sean saciados más rebaños de esclavos

.

.

.

.

.

teniendo en cuenta el raro privilegio
del que disfrutas desde hace tanto
no has de sentir rencor alguno por la trampa
dorada que ha atrapado a tus competidores
si ellos logran reunir mucho dinero
a ti te basta algo diferente
y por esta razón que causa alguna
no te desvíe nunca de tu ruta
sigue siendo el apóstol apacible
del privilegio atroz que te conduce

.

.

.

.

.

si quiero enderezar mi caja torácica
me haría falta un corazón más fuerte
y el mío está cansado esto se explica
por carreras sin fin todo el trabajo
que oí que debía hacerme fe-
lis finalmente en esta tierra
esta caja torácica no puede practicar
un enderezamiento que le vendría bien
porque mi corazón está harto de estar
en esta tierra exhausto para nada

.

.

.

.

.

tras una noche entera sin dormir
(salvo por la mañana cuando hay que levantarse)
salimos de la cama para una nueva entrega
a las cosas inútiles del día
la perspectiva que se nos entrega
de dura penas por sufrir no hace
sino aumentar las dichas del terruño
finalmente el vacío del buzón
muestra qué lleno está el mundo de esperanza
y en realidad no quiere sino darnos de lado

.

.

.

.

.

¿se ha puesto acaso enfermo el mundo entero?
¿es que está reventando en sus cuatro tablones?
¿o tal vez tiene miedo de enseñar sus potajes?
¿los cuatro granos que mete en su panza?
¿dónde estáis hombres oh mi recompensa
la búsqueda constante de toda mi soledad?
¡venid aquí a hechizar mi temerario estudio
y a confirmar la esperanza que os doy!
mas por mucho que grite y grite la extensión
me muestra que no hay nadie ahí afuera

.

.

.

.

.

Bruselas el refugio de exiliados
que sepultan en ella su existencia
Bruselas la ciudad donde se reúne
del mundo entero toda una humana calaña
que querría volver a darle algún sentido
a una vida cortada de sus raíces
Bruselas gran redil al que se encaminan
desde todas las lenguas todas las religiones
gente cuyo engranaje misterioso
busco uno nuevo con obstinación

.

.

.

.

.

ha gritado él mi nombre en la tormenta
y y he fingido no escuchar
ha subido él la cuesta de la calle
para rápidamente desandar el camino
y volver a gritar mi nombre yo no pude
continuar con mi sucio simulacro
y en lugar de invitarlo a acompañarme
a un café para hablar junto a una copa
inventé no sé qué pretexto insípido
para plantarlo en medio del descenso

.

.

.

.

.

sí es para deshacernos de una carga
por lo que no paramos de huir por el camino…
¿pero qué carga es esa que socava la espalda
y es tan pesada que hay que rechazarla?
¡eh! ¡amigo mío! ¡no entendemos nada
sólo que hay que partir siempre de nuevo!
con frecuencia la gente nos tortura
porque detesta lo que somos
y a veces hay que huir de nosotros mismos
por el «nosotros mismos» que se ha vuelto un veneno

.

.

.

.

.

una vez que se ha sido muy amado
debe volverse a una existencia simple
y cumplir las tareas destinadas
a limpiar el carbón que se incorpora
a todos y cada uno de los trastos
domésticos que usamos día tras día
porque el carbón se adhiere a los adornos
y objetos de la vida cotidiana
sin tregua hay que luchar por que el amor
recobre su cerúlea belleza

.

.

.

.

Imberechts, André. El pan cotidiano (Trad. Rafael-José Díaz). Valencia; Ed. Pre-Textos, 2010.

.

SÓLO EL AZAR

.

4

Cantar el peso muerto que mi corazón arrastra,
extirpar de mi entraña el quiste de la ruina,
decir los nombres de cada muerto que me habita,
nombrar la llaga.

.

.

.

.

.

5

A tientas,
tratando de agarrarlo todo
—manera única—
tortura de la visión que la palabra evade,
dislocación de tentaciones,
volver siempre,
obstinado,
a la palabra que te saca de ti.

.

.

.

.

.

12

Sólo el azar
llamado aquí destino,
sólo el azar,
un camino ya trazado que ignoro.
Nombro como caos lo que no comprendo:
la confusión está aquí, debajo de la piel,
en el pulso y la mirada,
en mis maneras de nombrarme.

.

.

.

.

.

14

Sólo el azar me dio la piel que amé
y sólo el azar —o el cansancio—
extinguió el fuego.
Lo que siguió no fue el azar,
es lo que sigue siempre,
la lenta pesadilla del olvido
y luego cierto desprecio
por ese que fui yo y que amaba
y también por el que soy ahora,
el mismo que no sabe por qué amó.
Sólo la carne se equivoca.

.

.

.

.

.

15

Como un cable diseñado para menos voltaje,
acaso mi cuerpo no resiste la claridad.
Mientras la materia sea mi sustancia
las tinieblas serán la vocación de la carne,
ese pedazo de noche que le cabe a cada cuerpo.

.

.

.

.

.

19

Aprendo a oír escuchando mi silencio
y ese rumor variable que es el ritmo del tiempo:
las certezas son móviles
y cada lugar no es el mismo en cada instante.
Permanece mi estupor.

.

.

.

.

.

24

Sólo el azar nos dará luz,
sólo el azar o algún designio que ignoro.
Me pregunto si es la luz lo que busco
o busco lo más oscuro de lo oscuro.
¿Acaso las tinieblas serán semilla
de visiones más altas,
de nunca merecidos apacibles silencios?

.

.

.

.

Jaramillo Agudelo, Darío. Sólo el azar. Valencia; Ed. Pre-Textos, 2011.

.

ARREGLO DE CUENTAS MÁS UN EPÍLOGO

.

EL TOPO

xxxxxEstaba ahí,
acorralado en el ruedo de los curiosos. Sus garras
escarbaban inútilmente el cemento de la vereda,
xxxxxy sangraban. No avanzaba,
sólo esponjaba y contraía su cuerpo
xxxxxxxxxxxxsegún su miedo. Y con su hocico,
rosado y móvil, husmeaba,
xxxxxxxxxxxxlejos de sus oscuras galerías,
el aire soleado de los hombres.

Jamás habíamos visto un topo.
Habían capturado un mito, un animal
de bestiario. Por eso
nuestra mente demoraba, se estremecía,
xxxxxxxxxxxxno podía creer
que bajo la realidad estridente del sol
hubiera otro animal
xxxxxde carne lastimada como la nuestra.

.

.

.

.

.

EL PAN

Perdonen que lo diga sin pudor,
pero mi madre y yo vivíamos en un pueblo
xxxxxxxxxxxxxxxxxxde hambrunas.
Las carencias
nos llevaban a todos a una especie de inocencia,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxa un vivir
en el centro puro de nosotros mismos.
Así es cuando ya no queda nada, salvo
la postura orgullosa de mi madre
xxxxxxxxxxxxxxxque dormía como saciada.

Cada cierto pasaban profetas
que repetían monsergas en nombre de un dios
xxxxxxxxxxxxxxxprometedor, pero cruel.
Ninguno trajo lluvia sobre los campos yermos
xxxxxxxxxni hizo el milagro de una simple lechuga.

Una tarde se asomó a nuestra puerta
un extranjero de mirada llameante, otro agorero,
pero no supimos quién ardía en él, si su dios
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxo su demonio.
Dijo llamarse Elías y tenía gran hambre como nosotros.
xxxxxxxxxSe quedó mirando a mi madre
que en la artesa mezclaba un puñado de harina Santa Rosa
xxxxxxxcon una cucharada de manteca sin nombre.

Estoy haciendo un pan para mi hijo y yo. Lo comeremos
y después, con la dignidad de los pobres satisfechos,
nos moriremos de hambre, dijo mi madre
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxen Reyes 17:12

.

.

.

.

.

EN ESA CASA…

En esa casa, a puerta cerrada,
xxxxxxxxxxxmataban chanchos.
Ver muertes y destripes
nos hubiera sido más benigno:
xxxxxxxxxxxya habríamos olvidado.

Pero no: sentados en la vereda rota
xxxxsólo oíamos gritos desesperados,
largos vagidos de agonía. Nuestra imaginación
xxxxxcreó un animal casi humano.

Los ruidos de la muerte venían por el aire.
xxxxxxxxxxxNo respires, dijo alguien.
¿Fui yo el que habló? No lo sé, pero todos intuimos
que esa agonía
entraba en nosotros
xxxxxxcomo un oscuro veneno
que algún día tenemos que devolver.

.

.

.

.

.

EL MIEDO

El burro hace girar la rueda del molino
y a cada vuelta cierra
xxxxxxxxese círculo vicioso
que durante años ha hollado en la tierra.

El polvillo blanco de la molienda
flota en el ambiente. Se asienta
en todo,
pero en las pestañas del burro
xxxxxxxxxes toda la tristeza
xxxxxxxxxxxxxxy la condena.

Me alejo silbando del molino, silbando
para disimular
el temor de poner el pie
xxxxxxxxen una huella sin esperanza.

.

.

.

.

.

HE DICHO

Qué rico es ir
de los pensamientos puros a una película pornográfica
y reír
xxxxxxxxxdel santo que vuela y de la carne que suda.

Qué rico es estar contigo, poesía
de la luz
xxxxxxxxxen la pierna de una mujer cansada.

.

.

.

.

Watanabe, José. La piedra alada. Valencia; Ed. Pre-textos, 2005.

.

LA PIEDRA ALADA

.

LA PIEDRA DEL RÍO

Donde el río se remansaba para los muchachos
se elevaba una piedra.
No le viste ninguna otra forma:
xxxxxxxxxxxsólo era piedra, grande y anodina.

Cuando salíamos del agua turbia
trepábamos en ella como lagartijas. Sucedía entonces
algo extraño:
xxxxxel barro seco en nuestra piel
acercaba todo nuestro cuerpo el paisaje:
xxxxxxxxxxxel paisaje era de barro.
En ese momento
la piedra no era impermeable ni dura:
xxxxxera el lomo de una gran madre
que acechaba camarones en el río. Ay poeta,
otra vez la tentación
xxxxxxxxde una inútil metáfora. La piedra
era piedra
y así se bastaba. No era madre. Y sé que ahora
asume su responsabilidad: nos guarda
en su impenetrable intimidad.

Mi madre, en cambio, ha muerto
xxxxxxxxxxxy está desatendida de nosotros.

.

.

.

.

.

LA PIEDRA ALADA

El pelícano, herido, se alejó del mar
xxxxxxxxy vino a morir
sobre esta breve piedra del desierto.
Buscó,
durante algunos días, una dignidad
para su postura final:
acabó como el bello movimiento congelado
xxxxxxxxxxxxxxxde una danza.

Su carne todavía agónica
empezó a ser devorada por prolijas alimañas, y sus
xxxxxhuesos
blancos y leves
resbalaron y se dispersaron en la arena.
xxxxxxxxxxxxxxxExtrañamente
en el lomo de la piedra persistió una de sus alas,
sus gelatinosos tendones se secaron
y se adhirieron
a la piedra
xxxxxcomo si fuera un cuerpo.

Durante varios días
xxxxxel viento marino
batió inútilmente el ala, batió sin entender
que podemos imaginar un ave, la más bella,
xxxxxxxxxxxxpero no hacerla volar.

.

.

.

.

.

JARDÍN JAPONÉS

xxxxxLa piedra
entre la blanca arena rastrillada
no fue traída por la violenta naturaleza.
xxxxxFue escogida por el espíritu
de un hombre callado
xxxxy colocada,
no en el centro del jardín,
sino desplazada hacia el Este
xxxxxxxxxtambién por su espíritu.

No más alta que tu rodilla,
la piedra te pide silencio. Hay tanto ruido
de palabras gesticulantes y arrogantes
que pugnan por representar
xxxxxxxxxxxxsin majestad
las equivocaciones del mundo.

Tú mira la piedra y aprende: ella,
xxxxxxxxcon humildad y discreción,
en la luz flotante de la tarde,
representa
xxxxxuna montaña.

.

.

.

.

Watanabe, José. La piedra alada. Valencia; Ed. Pre-textos, 2005.

.

EN LAS AGUAS TERMALES

.

EN LAS AGUAS TERMALES

Las aguas termales afloran
entre bocanadas de vapor blanco y denso.
xxxxxxxxCuando se disipa
deja ver las piedras que rodean la fuente, caprichosas
formas erosionadas por el agua hirviente
xxxxxxque sólo se muestran un instante,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxy luego
como un grupo de seres extraños
xxxxxvuelven
a su territorio brumoso.

El agua desciende burbujeando hacia los baños,
se entibia en canales y pozas
donde ancianos adormecidos y tullidos
xxxxxxxxxxsueñan un nuevo vigor.

Aquí arriba, en la fuente,
yo vivo otro engaño: los vapores
me permiten entrever la silueta de una mujer,
no bíblica
xxxxxxsino de bien moldeado culo (ay nostalgia),
xxxxxxxxxxxxpero ya se desvanece
entre el humo y mi doliente memoria.

.

.

.

.

Watanabe, José. La piedra alada. Valencia; Ed. Pre-textos, 2005.

.

SERÁ COMPLETA

.

No se me verá, en mi última hora (escribo en mi lecho de muerte), rodeado de curas. Quiero morir acunado por la ola del mar tempestuoso, o erguido sobre la montaña… con los ojos hacia lo alto, no: sé que mi destrucción será completa.

.

.

.

.

Ducasse, Isidore. Los cantos de Maldoror (Trad. Ángel Pariente). Valencia; Ed. Pre-textos, 2000.

.

ESE SUBLIME ESPECTÁCULO

.

Un día, con los ojos vidriosos, mi madre me dijo: «Cuando estés en tu lecho y escuches a los perros ladrar en la campiña, escóndete bajo tu manta, no te burles de lo que hacen: tienen sed insaciable de infinito, como tú, como yo, como todos los humanos de largo y pálido rostro. Te permito, incluso, colocarte ante la ventana para contemplar ese sublime espectáculo».

.

.

.

.

Ducasse, Isidore. Los cantos de Maldoror (Trad. Ángel Pariente). Valencia; Ed. Pre-textos, 2000.

.

CUATRO POEMAS DE PATRICK KAVANAGH

.

HISTORIA DE DOS CIUDADES

Las calles de Londres no se asfaltan con oro,
las calles de Londres se asfaltan con fracasos,
se levantan y andan cuando el alcohol los llena,
igual que en Dublín. Ayer en Fleet Street
conocí a uno en el bar. Me dio la mano
y estaba lleno de ponzoñosa camaradería
cuando me miró a los ojos:
que me tomase un whisky doble,
yo era de Dublín, el mejor lugar de la tierra.

¿Cómo están Harry Kelly, Jack Sullivan y Brady,
y Galligan, el mejor dublinés?
Te diré el nombre del mayor poeta vivo, murmuró,
vive cerca de Manchester, se oirá hablar de él.
¿Y Auden?, le interrumpí. No me hizo caso,
Yeats era un segundón, nada que ver con Higgins…
Regresé a Dublín al escucharle.

Sí, debes tomar otro whisky, gritó
con lágrimas de patriotismo
y agarró de nuevo mi mano
y dijo que no hay lugar como Dublín.
Su amistad hería, pero no osé quejarme,
parecería grosero. Y sin embargo
esa bondad insincera ya me dañaba en Dublín.
Humor sardónico de un hombre a punto de ser colgado.
Pero Londres no lo cuelga; lo tiende horizontal
para que sueñe los libros que escribió en licor.
Algún día regresará a Dublín,
y pasará inadvertido entre fracasos,
feliz en los bares, hablando de antiguos ingenios
y de cómo usa George Moore el punto y coma.

.

.

.

.

.

ÉPICA

He vivido en lugares importantes,
tiempos en que se decidían grandes hechos: de quién
eran esos palmos de roca, tierra de nadie
rodeada por quejas armadas de horcas.
Oí a los Duffy gritar «Tus muertos»
y al viejo McCabe, desnudo hasta la cintura,
pisar el lugar desafiando el hierro forjado:
«Así se avanza sobre las piedras de hierro».
Fue el mismo año que el jaleo de Múnich.
¿Qué fue más importante? Me inclinaba
a perder mi fe en Ballyrush y Gortin
cuando el espectro de Homero vino a susurrarme:
Yo hice la Ilíada de una riña local,
como ésta. Los dioses crean su propia importancia.

.

.

.

.

.

UN VERANO HÚMEDO

Otro verano, otro julio,
gente en vacaciones, mujeres con ropa ligera.
Con qué celos temía por ellas
cuando se movían bajo su algodón,
lánguidas, sumisas a las caricias de cualquiera.

Tendría una para mí,
y como los demás haría comentarios cínicos
sobre los riesgos que corren y nunca temería el verano
ni lo que ocurre al cobijo de los parques.

Por eso elogio la lluvia
que limpia el día de fiesta y sus riesgos morales.
No es agradable, pero lo condicionan las circunstancias
y una niñez desviada por moralistas cristianos.

.

.

.

.

.

VERSOS ESCRITOS EN UN BANCO DEL GTAN CANAL, DUBLÍN
«Erigido en memoria de la Sra. Dermod O’Brien»

Conmemórame, donde haya agua,
agua de canal, a ser posible,
tan calma y verde en el hondo verano.
Hermano, conmemórame así, bello,
junto a una esclusa donde ruge un Niágara
de cascadas para el tremendo silencio
de quien se sienta a mediados de julio. No hablará sin prisa
quien encuentre el camino a estas islas-Parnaso.
Un cisne inclina la cabeza con sus muchas disculpas,
la fantástica luz cruza ojos de puentes…
Y, mirad, una barcaza llega llena de mitos
de Athy y de otras villas remotas.
Conmemórame sin tumbas de héroes bravos,
basta un banco en el canal para el paseante.

.

.

.

.

Kavanagh, Patrick. La hambruna y otros poemas (Trad. Fruela Fernández). Valencia; Ed. Pre-textos, 2011.

.

UN POEMA DE ‘LA HAMBRUNA’, DE PATRICK KAVANAGH

.

THE GREAT HUNGER

XIII

The world looks on
And talks of the peasant:
The peasant has no worries;
In his little lyrical fields
He ploughs and sows;
He eats fresh food,
He loves fresh women,
He is his own master
As it was in the Beginning
The simpleness of peasant life.
The birds that sing for him are eternal choirs,
Everywhere he walks there are flowers.
His heart is pure,
His mind is clear,
He can talk to God as Moses and Isaiah talked —
The peasant who is only one remove from the beasts he drives.
The travellers stop their cars to gape over the green bank into his fields: —

There is the source from which all cultures rise,
And all religions,
There is the pool in which the poet dips
And the musician.
Without the peasant base civilization must die,
Unless the clay is in the mouth the singer’s singing is useless.
The travellers touch the roots of the grass and feel renewed
When they grasp the steering wheels again.
The peasant is the unspoiled child of Prophecy,
The peasant is all virtues — let us salute him without irony
The peasant plughman who is half a vegetable —
Who can react to sun and rain and sometimes even
Regret that the Maker of Light had not touched him more intensely.
Brought him up from the sub-soil to an existence
Of conscious joy. He was not born blind.
He is not always blind: Sometimes the cataract yields
To sudden stone-falling or the desire to breed.
The girls pass along the roads
And he can remember what man is,
But there is nothing he can do.
Is there nothing he can do?
Is there no escape?
No escape, no escape.

The cows and horses breed,
And the potato-seed
Gives a bud and a root and rots
In the good mother’s way with her sons;
The fledged bird is thrown
From the nest — on its own.
But the peasant in his little acres is tied
To a mother’s womb by the wind-toughened navel-cord
Like a goat tethered to the stump of a tree —
He circles around and around wondering why it should be.
No crash,
No drama.
That was how his life happened.
No mad hooves galloping in the sky,
But the weak, washy way of true tragedy —
A sick horse nosing around the meadow for a clean place to die.

.

.

.

LA HAMBRUNA

XIII

El mundo se queda mirando
y habla del campesino:
el campesino no tiene inquietud,
en sus líricos campos ara y siembra;
tiene comida fresca,
ama frescas mujeres, es su propio señor
como fue en el Principio
de la sencilla vida campesina.
Los pájaros le cantan como coros eternos,
allí donde camina hay siempre flores.
Su corazón es puro, Su mente es limpia,
puede habar con Dios igual que hablaban Moisés e Isaías,
el campesino que está sólo a un paso de las bestias que guía.
Los viajeros detienen sus coches para mirar sorprendidos las orillas verdes:

ésta es la fuente de todas las culturas,
de todas las religiones,
éste es el manantial para el poeta
y el músico.
Sin el campesino, la civilización mezquina deberá morir,
si no hay barro en la boca la canción es inútil.
Los viajeros rozan raíces y se sienten nuevos
cuando retoman los volantes.
El campesino es el hijo intacto de la Profecía,
el campesino es todo virtud — saludémosle sin ironía,
campesino, labrador que es a medias vegetal,
que responde al sol y a la lluvia y que a veces incluso
lamenta que el Hacedor de la Luz no le haya tocado con más fuerza.
No le haya sacado del subsuelo hacia una existencia
de gozo consciente. No nació ciego.
No siempre es ciego: a veces la catarata cede
a la piedra que cae repentina o al deseo de engendrar.
Las chicas recorren los caminos
y él puede recordar qué es un hombre,
pero no puede hacer nada.
¿No puede hacer nada?
¿No puede escapar?
Sin escapada, escapada.

Engendran caballos y vacas,
la semilla de patata
da brotes y raíz y pudre
como la buena madre con sus hijos;
el ave emplumada debe dejar el nido
para estar sola.
Pero el campesino en sus acres está atado
al vientre de madre por el cordón umbilical
que el viento refuerza,
igual que la cabra amarrada a un tocón de árbol
da vueltas y vueltas sin saber dónde ha de estar.
Sin estrépito, sin drama.
Así ocurrió su vida.
Sin pezuñas locas galopando en el cielo,
sólo la vía débil, tenue de la tragedia real:
un caballo enfermo que olfatea el llano buscando un lugar limpio en que morir.

.

.

.

.

Kavanagh, Patrick. La hambruna y otros poemas (Trad. Fruela Fernández). Valencia; Ed. Pre-textos, 2011.

.

CINCO POEMAS DE ‘EL PULSO DE LAS NUBES’, DE JAVIER LOSTALÉ

.

HASTA VOSOTROS…

Hasta vosotros hoy llego
tan indigno que no merezco
ni el sonido de mi nombre.
Ya mi vida es una sorda y ciega transparencia
donde se deshabita hasta el mismo olvido.
A vosotros hoy os convoco
para todavía suplicaros
una última mirada piadosa,
consciente de que víctima de mi propia soledad
sustituí el temblor por la mentira de un sueño,
frío esqueleto de niebla de unas cuantas monedas.
En el largo camino sin nadie de mi vida
vuestras sombras me acusan
con el puñal de plata de su mirada fija,
y por su filo resbalo hacia el rostro desierto
de lo que nunca alumbré.
Allí me detengo para besar la nada,
y abrazado a su corazón de ceniza
un instante amanecer,
antes de la oscuridad definitiva,
iluminado por vuestro perdón.

.

.

.

.

.

ESPEJO

No hay acto tan solitario
como el de mirarse al espejo.
No hay olvido más profundo
que el de su respuesta,
pues en sus ojos de retina quemada
sólo un silencio blanco nos refleja.
Con la humildad del despojado,
como una mariposa sin alas,
por su frío corazón resbalamos
hasta ser el centro
de nuestro sueño más desconocido.
Consuelo no ofrece a la tristeza,
pues sin nadie habita
en su helada quietud.
Extraño ante él
se vuelve un desnudo,
pasión sola sin dueño.
Y cuando se torna conciencia
más oscuros huimos.
En su engañoso palacio
busca refugio la belleza
para allí brillar sola
sin sombra de dolor.
Un espejo en pedazos
metafísica es del amor,
el corazón lo sabe
pero en la eternidad de su anhelo
de una imagen rota hace su dios
aunque nunca llegue el amanecer.

.

.

.

.

.

INMORTAL

Si tras las muerte
pudiera aun sin mí
seguir habitando tu imagen,
entregaría toda mi vida
al pensamiento más puro
de la desaparición,
al lugar donde mi sueño contigo
ruede como luna solitaria
por el desnudo ardiente de tu sombra.
Si tras la muerte
doble sepultura encontrara en tu memoria
hasta brillar en su cielo vacío,
entregaría toda mi vida
a un lento olvidarme en ti
para más allá del deseo
sentirte presencia inmortal.
En el resplandor de no esperarte
resurrección será la nada.

.

.

.

.

.

ETERNIDAD

Saber que ya no estás
ahondará tu memoria
en la noche serena
de ser contigo
sin hora de lugar:
sólo pensamiento puro
que en su estrella solitaria
albergase tu eternidad.
Vencedor desde tu ausencia,
en sueño tuyo
mi alma se arrodilla
sin otra patria donde renacer.
Breve fue tu existencia
que no supe con amor salvar,
por eso si ahora
dentro de mí te resucito
no es para de nuevo crearme en ti,
sino para decirle al mundo tu verdad,
y así, olvidado en el anónimo
recibirte de los otros,
hundirme sin término
en el latido ciego
de la desaparición.

.

.

.

.

.

LLAVE DE NIEBLA

En la vida todo lo abriste
con una llave de niebla,
por eso leerla hoy no puedes
borrado en su latido de humo.
Presa de tus propias palabras
viviste sellado al engaño de un sueño,
y de todo lo amado
sólo el pulso de una sombra quedó.
Nunca de una mirada
creaste biografía,
pues no hubo en ella
temblor de cobijo
sino ojo seco
de tanta ausencia.
Nunca estuviste
dentro de lo nombrado
hasta hacerlo
en tu lengua florecer,
por eso tus labios brillan
con el fuego pálido
de lo no nacido.
De un cuerpo abrazado
sólo supiste
su vértigo anónimo,
y de cada beso
su amanecer de olvido.
El mismo día fue tu vida,
el mismo horizonte sin nadie,
mientras un corazón abrasado
abre aún lo que no existe
y escucha su última respiración de ceniza.

.

.

.

.

Lostalé, Javier. El pulso de las nubes. Valencia; Ed. Pre-textos, 2014.

.

LA TIERRA NOS AGOBIA

septiembre 27, 2022 Deja un comentario

.

UNIÓN

Ya conoce la viga
xxxde la que ha de colgarse,
y el barranco matriz
xxxen que han de caer sus cenizas.

Le dice a ella:
—Ojalá te ahorres la soga
xxxy te juntes conmigo.

Le dice ella:
—La unión de las cenizas en un valle
xxxno ve salir el sol.

.

.

.

.

.

LOS OJOS QUE LLORABAN ESTRELLAS FUGACES

Enamorado de la tiña de una muchacha
que vive en una casa sin cristales.

El día que llegues a eso,
Ícaro envidiará tus alas, Apolo tu voz, Fausto
comerá de tu plato.

.

.

.

.

.

PUNTOS DE HECHO SOBRE LOS QUE VERSA LA PRUEBA (QUE ARDA LA BIBLIOTECA)

De vuelta a la ciudad tras un año en el campo, su biblioteca no estaba en orden.

Ella le había ido llevando al campo los libros que él le pedía.

Al desnichar los volúmenes, habían surgido huecos, a veces delgados, a veces ostensibles.

La invasión secular del polvo se había completado.

Los volúmenes no estaban más amarillos (su ausencia los había mantenido en penumbra) pero recordaba ahora que estaban amarillos.

Lo que antes se amurallaba en el suelo, había tomado las mesas. Las antaño tiesas ringleras se abrían como acordeones.

Umbilical, fronterizo, el pasillo le llevó al cuarto de ella.

Repasó sus libros, las estanterías vencidas, el archivo despintado, las gafas que descansaban sobre un libro abierto

como sobre un salmón abierto.

Aun divididos en habitaciones, creyó que los libros de ambos eran un todo. «Todo lo uniremos, excepto los libros», era una vieja idea.

Los de ella, escritos en un alfabeto que él no podía descifrar.

Los suyos, que a ella no le interesaban lo más mínimo, frívolos, mezclaban varias lenguas enfermas.

Encontró también sus poemas, que ella prefería no leer, que ella nunca deseaba leer, en la mesilla.

No eran exactamente una lectura de cabecera, sino una ausencia de cabecera, como una horquilla olvidada.

El volumen no estaba muy leído, pero carecía de la virginidad rasposa de lo intacto.

(Poesía, eres homeopatía,
Bustrófedon, are tu reja ambidextra
el barbecho del sí, el barbecho del no.)

Los vecinos de al lado, los vecinos de abajo, dejaban oír su estancia en la tierra, muy poco pascalianamente. Sentían el infinito en un perro, en un periodista de la tele.

La nevera padecía gigantismo. Las sartenes raquitismo.

Donde no había celulosa, había más color: verdes, un azul-manantial.

Vieira da Silva seguía en la pared componiendo rojos, negros, marrones. El tapiz iraquí seguía en la pared componiendo rojos, negros, marrones.

Lo que allí vio tenía la naturaleza doble de Hermafrodito, si bien de un Hermafrodito disléxico.

Se asomó al balcón: la casa era el centro de una catacumba. Vio las covachas amarillentas, la floreciente lepra del aluminio, las ratas que circulaban nerviosas, con reflejos vidriados, deponiendo su grasa, haciendo sonar sus cláxones.

Contra toda costumbre, el hígado aventuró un dorremí.

Contra toda costumbre, el dátil llenó la boca, un arroyo limpió la garganta.

Leyó en los huecos de los libros como en el cielo, como en los posos el café.

«Amor mío —dijeron los dos al unísono—, démonos un largo beso sabático, la poesía y la ciencia pueden esperar».

.

.

.

.

.

PAÍS

Dos mujeres hablan
en una esquina
a la luz rosada del mundo menor.

Huele a paño gris, a perro
callejero.
Huele a monda de mandarina.

Hablan y escrutan
la lluvia inminente, la lluvia
de esquejes
del corazón del cielo.

Percuten en sus vibráfonos.
Ponen de pie sus ataúdes
en la esquina de un mundo vaciado.

El frío destaza la carne,
el viento la hace serrín.

La plaza halla muerte
de futbolín abandonado.

Ambas llevan gafas.
Una inquiere con ojos de pan.
La otra con ojos de vino.

Dos mastines hablan
con la glotis fría
de su pastor.

Dos cuerpos jóvenes
follan
a la luz de una vela.

Pan duro
y vino en los ojos.

Bailan montes en la pared.

Los sordos lamen los ojos de los ciegos.

Ella es tabardo.

Amor de hiato, amor de simetría.

.

.

.

.

.

VIDA DE AL-MAARRI -extractos-

Es la paternidad un crimen.
Lo cometió mi padre.
No yo.

.

xxxxx*

.

El Que Envía
y el enviado

dos pobres inteligencias

.

xxxxx*

.

El mundo es una tumba
Le das todo Nada
devuelve
Siquiera oyes La lápida al
cerrarse

.

xxxxx*

.

/ un templo
y un burdel

la misma cosa

/ el laconismo
el mutismo

son grandes predicadores

/ el viernes
el sábado
el domingo

los tres
balbucean

.

xxxxx*

.

Tantos afirman
mirar a Dios
a la cara.
Nada saben de Dios:
Dios mora
en la pata alzada
de un perro.

.

xxxxx*

.

Todos los hombres muertos son mis hermanos.

.

.

.

.

.

INHUMACIÓN

Podría esconder tus cenizas en la nevera,
entre los tarros de mostaza y de chutney.
O bebérmelas, como hacían
los antiguos.

Son dos declaraciones
de amor eterno.

.

.

.

.

Gimeno, Jorge. La tierra nos agobia. Valencia; Ed. PreTextos, 2011.

.

NADA EXTRAORDINARIO

septiembre 23, 2022 Deja un comentario

.

UNA BOTELLA DE VINO A LAS DOS DE LA MADRUGADA

Se escuchó el lloriqueo de unas llaves,
como cuando alguien vuelve tarde a casa,
pero después no sucedió nada.
Tal vez, afuera, la noche se quitó sus perlas
y se tumbó boca arriba en una plaza,
mirando al cielo que empezaba a derramarse
fuera de la olla donde hervía el agua.

La plaza probablemente estaba desierta
a esas horas, o había uno o dos mendigos
intentando dormir envueltos en cartones.
El frío debía ser horrible y hermoso
a la vez, algo así como la letra de un médico
en una nota que certifica una enfermedad
de la que ya nunca podrás librarte.

Pero dentro de la casa todo estaba tranquilo
excepto por la oscuridad bulliciosa
de tus huesos chocando entre sí
cada vez que decidías recorrer el pasillo
tratando de encontrar la linde del bosque.

Justo desde donde se puede ver el anochecer
y el amanecer y todo está claro
como un avión que une los extremos del cielo,
haciendo mucho más pequeño y predecible el mundo.

.

.

.

.

.

OTROS SOLES MEJORES

Es terrible la soledad
de los coches aparcados en invierno.
El mar cuenta sus cosas
mientras la noche se llena de nada.

El maquillaje es un refugio, dices,
algo así como un parque para un niño.

Yo te digo que me gustan
los espacios vacíos, las plazas por ejemplo,
su inmensidad sin nadie,
y el aire cargado de algunas pinturas.

Poco a poco la noche nos sobrepasa.
El olor del mar se queda colgado
de la ropa. Y el sol sale,
sus pensamientos todavía desteñidos.

.

.

.

.

.

ALGO, UNAS PALABRAS

Los pinos oscuros, el colador de plata de la luna,
la tarde vino y la tarde se marchó.
El invierno se instala en las carrocerías de los coches,
en el desguace de ruidos de la casa,
en la vajilla sucia de los tejados y los puentes.
Alguien nos dijo que la noche es un caballo derrumbado,
su cuerpo enorme junto a una carretera centelleante.

No te cabe la luz en la lámpara encendida,
el barco que parte en la tormenta sin saber
si alcanzará puerto, el jardín que acaba sus colores
antes de morderse el labio la madrugada.
Miras el vulgar insomnio del televisor,
yo dormito recostado en el sofá mientras fuera,
en la vieja cabina telefónica, brillan algunas últimas palabras.
Y los pinos, más lejos, hablan sobre algo
que desde aquí no conseguimos entender.

.

.

.

.

Bello Sánchez, Juan. Nada extraordinario. Valencia; Ed. PreTextos, 2016.

.

CINCO POEMAS DE ‘LA BESTIA IDEAL’, DE ERIKA MARTÍNEZ

.

TRABAJO VIVO

COCINAR para tu gente no da ningún trabajo: es un acto de
xxamor. Y, sin embargo, las moléculas exactas de este cocido

puestas sobre la mesa vulgar de un restaurante son doce euros.
xxQuerer a quienes quieres te convierte en su riqueza. 

Un poema es un acto de amor. A cambio de sus versos, cada
xxpoeta se imagina juntando una suma delirante de capital

erótico, cuya unidad mínima tiene algo de sílaba o golpe de
xxcadera. Con ellos trastoca los ritmos del mundo: hace política

y sigue insistiendo en lo real (que algo de esclavo tiene, aunque
xxeso nos ponga como furias). Pero el siglo veintiuno,

el siglo veintiuno, el siglo veintiuno separa nuestras manos, y
xxaquello fue imposible, o eso dicen para quien se lo trague.

¡Mira! Entre tu idea del amor y mi idea del amor se ha abierto
xxun surco donde está creciendo la hierba.

Reñimos a menudo y siempre la regamos. Sabemos que la vida
xxno puede acumularse.

.

.

.

.

.

UN CAMBIO DE POSTURA

ESCRIBIMOS separados: hoy quieres sexo en el marco de la
xxpuerta. Porque la puerta pertenece y no pertenece a dos
xxespacios. Lo hacemos

cambiando de postura, como un tronco de olivo o un verso
xxencabalgado, para volver después a la palabra y su deber
xximpar con el deseo

de ser mientras se escribe otros cualquiera.

.

.

.

.

.

UNÍSONO

UN silencio empecinado es norma entre familias y enemigos.
xxDesafío para el monje. Insolencias de niña.

Son pocas las orquestas que sostienen con huelgas su silencio.
xx¿No hacen unísono también quienes se niegan a sonar?

El alcalde ha vaciado la piscina para sentarse al fondo con su
xxradio y escuchar cada nota con más eco. En nombre de la
xxcausa,

hay gente que camina cubriendo con tapones sus oídos. Y mientras
xxtanto la música, ah la música, siempre insistiendo ahí en su
xxvertical.

Camino al auditorio, la concertino ensaya su vibrato con cuerdas
xxvirtuales y el aire hace reproches de amor al oboísta.

Pero la orquesta viene a no tocar. Se sube al escenario y, con los
xxinstrumentos tumbados en las sillas, finge que aplaude fuerte
xxhacia el palco vacío.

.

.

.

.

.

TRÍPTICO ELEMENTAL

UN cuerpo que duerme y se mira desde fuera produce su
xxfantasma. Algo queda también de los enseres.

El inventor en desgracia se despierta y cruza la salita esquivando
xxun escritorio que hace mucho jubiló. Se peina en el espejo

invisible de la entrada, como si allí no hubiera una humedad
xxcreciente y parecida al mapa

de su culpa. Rezonga por la calle hasta el laboratorio y, antes de
xxconfinarse entre sus aparatos, consulta el exreloj de su muñeca.

Val del Omar buscando un sonido de cuatro dimensiones. Val
xxdel Omar inventando una luz que te levante de la silla.

Val del Omar sorprendiéndose a sí mismo con los guantes posados
xxsobre el aura de un objeto.

.

.

.

.

.

CODA (O FORMAS DE SER)

ESPAÑA es el cadáver seco de una paloma. España es Francisco
xxBrines hablando a través de la güija con Luis Felipe Vivanco.
xxEspaña es una paloma que resucita. España es Pere Gimferrer
xxhablando con José María Fonollosa. España es una paloma
xxno muerta. España es María Zambrano hablando con María
xxZambrano. España no es una paloma. España no es una
xxgüija. Santiago no es España.

.

.

.

.

Martínez, Erika. La bestia ideal. Valencia; Ed. PreTextos, 2022.

.

Daftar Harga Mobil Bekas

Literatura, música y algún vicio más

El lenguaje de los puños

Literatura, música y algún vicio más

Hankover (Resaca)

Literatura, música y algún vicio más

PlanetaImaginario

Literatura, música y algún vicio más

El blog tardío de Elena Román

Literatura, música y algún vicio más

El blog de Ben Clark

Literatura, música y algún vicio más

DiazPimienta.com

Literatura, música y algún vicio más

El alma disponible

Literatura, música y algún vicio más

Vicente Luis Mora. Diario de Lecturas

Literatura, música y algún vicio más

Las ocasiones

Literatura, música y algún vicio más

AJUSTES Y OTRAS CUENTAS

Literatura, música y algún vicio más

RUA DOS ANJOS PRETOS

Blog de Ángel Gómez Espada

PERIFERIA ÜBER ALLES

Literatura, música y algún vicio más

PERROS EN LA PLAYA

Literatura, música y algún vicio más

Funámbulo Ciego

Literatura, música y algún vicio más

pequeña caja de tormentas

Literatura, música y algún vicio más

salón de los pasos perdidos

Literatura, música y algún vicio más

el interior del vértigo

Literatura, música y algún vicio más

Luna Miguel

Literatura, música y algún vicio más

VIA SOLE

Literatura, música y algún vicio más

El transbordador

Literatura, música y algún vicio más

naide

Literatura, música y algún vicio más

SOLIPSISTAS DEL MUNDO

Literatura, música y algún vicio más

MANUEL VILAS

Literatura, música y algún vicio más

El fin de las siestas

Literatura, música y algún vicio más

Escrito en el viento

Literatura, música y algún vicio más

un cántico cuántico

Literatura, música y algún vicio más

Peripatetismos2.0

Literatura, música y algún vicio más

Hache

Literatura, música y algún vicio más