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Archive for mayo 2016

FUNERAL TROPICAL

Pedro Mateo 'Funeral Tropical'

 

VACACIONES

Hordas de despedidas de solteros
zarandean muñecas hinchables en la orilla de la playa,
hordas de despedidas de solteras
sacuden los penes de sus cabezas en la orilla de la playa.

Bolas, raquetas, gente divirtiéndose,
niños persiguiéndose en la orilla de la playa,
besos, masajes, parejas magreándose,
niños sepultándose en la orilla de la playa.

El sol, el mar, las olas rompiendo,
los gritos, las risas, las huellas jugando en la orilla de la playa,
los padres, las madres, los hijos, los jóvenes, los viejos,
comen, beben, fuman en la orilla de la playa.

La Policía, el Samur, los socorristas,
silencios, murmullos, tumultos en la orilla de la playa,
gente corriendo, una camilla escoltada,
un cuerpo en el interior de una bolsa en la orilla de la playa.

 

 

 

 

BENIDORM

I love New York, I love NY, qué más da.
Infinitas camisetas cubren los infinitos torsos
de quienes al menos una vez estuvieron allí,
pero la palabra love no existe, existe el símbolo, el corazón, el bombeo,
la palpitación congelada en esa camiseta plagada de flashbacks y lavadoras
que borran su memoria al igual que la tuya.

Rascacielos, olas, el asfalto casi interminable que las rodea,
coches sin rumbo y gente sin rumbo abarrotan las olas y los rascacielos.
La compra-venta de todo es el laboratorio sónico diurno
y los bombos y cajas el paisaje estroboscópico nocturno.
El sudor amamanta a los fieles en la más imparable de las sectas dionisíacas
mientras el dinero fluye como la sangre y la sangre como los fuegos artificiales.
Vieja y nueva escuela frente a frente fusionándose como el alcohol y el tabaco,
Eros y Tánatos, fármacos y cocaína, todos caminando hacia el mismo túnel de luz.
Allí siempre es Halloween, siempre es Nochevieja,
siempre es la fiesta de graduación o el cumpleaños de todos.
Los caricaturistas, los arquitectos de arena, las vedettes, las gogós,
los vendedores de humo, los cmareros vintage, los magos,
y Mª Jesús… ser tallado en piedra invisible que observa imperturbable
el marchitar y muerte de cuantas generaciones la contemplaron y contemplan
a través del cristal o desde las crujientes sillas del anacrónico bar Arenas
poniendo banda sonora con su inseparable y ornitológico acordeón
a cuantos rituales y pre-funerales que allí se celebran.

El kitsch, ese icono magnético de la ciudad que nunca duerme,
de la urbe autoparódica, suave y despiadada como un jacuzzi cuando se acaba.
La vieja Supernova luce su skyline como un traje de noche
y abre los ojos a los millones, quizá billones de almas
que aterrizan en este mega-terrario de hamacas, sombrillas, colillas,
revistas, kleenex, tuppers y basura en general.
El efecto dub de quien un día fue Julio Iglesias resuena casi opaco
en las cajas de resonancia de Poniente a Levante,
un delay fantasmagórico que recorre las calles, un eco, un aliento, un escalofrío,
puedes sentirlo, es el deambular de las sombras de antepasados olvidados que glorificaron
este país de Nunca Jamás, esta Ciudad Esmeralda, este Xanadú, Twin Peaks en Invierno.
Una fantasía, un estado mental, un paraíso multidimensional, un vórtice espacio-temporal,
todos los coches que allí aparcan son DeLoreans,
todos los viajeros Jack Sparrow y Alfredo Landa.
Allí siempre hay alguien solo sentado en un banco
dispuesto a decirte que la vida es como una caja de bombones,
o un hombre Darth Vader, o una mujer Darth Vader
en el porche de alguna terraza implosionando con cada vodka y cada calada.
Criaturas hechizadas por la utopía de un futuro que va y viene con cada ola,
criaturas lisérgicas que un día fueron humanas y que ahora dicen hola y adiós
a las ráfagas de turistas desde Innsmouth hasta Dunwich pasando por Arkham,
ráfagas de peregrinos que atraviesan el paseo marítimo
en una Babel de camisas pseudohawaianas, selfies y tarjetas de crédito.

Y en la maleta, un imposible Tetris de souvenirs y una camiseta ahogada al fondo,
una camiseta en la que no pone I love New York o I love NY,
sino I love Benidorm.

 

 

 

 

NEVERLAND BEACH

Al alba, un coche recorre la ciudad.
Las calles vacías, los primeros pájaros, las tiendas cerradas, los cafés abriendo
y algún zombie etílico durmiendo bajo las farolas semiencendidas.
Al alba, cuatro hombres recorren la ciudad, cuatro niños, cuatro adolescentes,
ropa interior limpia, tarjetas de crédito rasuradas, nostalgia sonora en la guantera
y diálogos flashback rebotan en las paredes del improvisado Delorean.
Los hermanos Marx, los Cuatro Fantásticos, el Equipo A, los Chicos de Oro,
Mikey, Bocazas, Gordi y Data, los cuatro jinetes cabalgan de nuevo
hacia un paraíso efímero sin mujeres, hijos, hipotecas o contratos basura.
Superfumados, supersalidos y supervitaminados aparcan a las puertas del hotel.
Ya dentro, el aire acondicionado y el escote de la recepcionista
les proporcionan el primer chute antes de entrar al ascensor,
dejar las maletas en la habitación, volver al hall y comprobar, una vez más,
la influencia del aire acondicionado en los pezones de la recepcionista.
Un bingo abarrotado de guiris es su primera parada.
Una ronda, dos rondas, tres rondas, cuatro rondas de pintas
les bastan para precipitar su salida del Bingo.
Una línea, dos líneas, tres líneas, un bingo,
sus carcajadas, balbuceos y gritos impiden la correcta lectura de los números
y un grupo de bárbaros y vikingos les amenazan e invitan a abandonar el pub
con los puños cerrados y espuma en la boca en forma de indescifrables insultos.
Ya en la calle, dirigen sus miradas hacia la zona de discotecas,
no las ven pero las oyen, un zumbido lejano, una Ciudad Esmeralda,
oscura y perversa, todo lo oscura y perversa que su imaginación les permita.
Alex y sus cuatro drugos intentan no desviarse del camino de baldosas amarillas,
persiguen un sueño, un flash, una quimera, un mosquito atrapado en ámbar,
cientos de Dorothys en cada esquina sin prisa por volver a Kansas,
cientos de pócimas secretas esperando a ser comidas, bebidas, fumadas y esnifadas.
Ahogados en sudor y rodeados de gogós, las horas se suceden como en un timelapse.
Bacanales de drogas y neuro-drogas, orgías de espejismos tridimensionales,
la última juerga, el último Shambala, fundido a negro.
Exterior, día, una zombies party de cafés, botellines de agua y bebidas isotónicas
preside la entrada a una terraza, y bajo la sombra de un toldo con vistas al mar
los rostros deformados por la resaca, inmóviles, con la mirada perdida
en algún Topless lejano o en un crepúsculo cada vez más cercano.
Hoy toca relax, hidratarse, comer, coger fuerzas, dormir,
comprarse un helado y caminar, perderse por entre la marea humana,
maridos, mujeres, hijos, hipotecas, contratos basura…
Al día siguiente, una nueva ronda de pintas, otro karaoke virgen del que escapar,
un nuevo fajo en el tanga de alguna stripper, otra discoteca por conquistar…
El tiempo se acaba, el dinero se acaba,
la agenda, los compromisos, las obligaciones, los horarios, la rutina,
el asfalto, la oficina, el estrés, los jefes, las broncas,
el colesterol, el insomnio, la banca, la familia, las broncas,
y como no, el despiadado, insobornable, implacable, caníbal e inhumano
sonido del despertador arrebatándoles, vomitándoles
delo que por un momento creyeron podría haber sido un sueño eterno.

 

 

 

 

PLAYA RADIOACTIVA

Cientos de miles de gaviotas mutantes escapan de playas saturadas por
cientos de miles de gaviotas mutantes que invaden las playas de los resorts y hoteles.
Allí hay demasiada poca basura y demasiadas pocas opciones que llevarse a la boca,
así que inmigran y emigran como homeless de una playa a otra,
ultrajadas y sangrantes, hambrientas y fluorescentes.
Todo empezó aquí, en este falso oasis,
atraídas quizá por el aparente azul del cielo quizá por el aparente azul del mar,
quizá por el aparente olor a crustáceos quizá por la aparente fertilidad terrenal:
volar, comer, beber, anidar…
Lo que estos láridos no saben es que esta playa está habitada desde hace ya mucho tiempo
por un antiguo inquilino, por un asesino invisible, por un depredador letal
cuyo castillo se esconde, en forma de central nuclear,
más allá de las palmeras, en las viejas colinas, cerca de los bungalows vacíos,
bungalows en los que una vez hubo vida, antes de los rayos X y los rayos gamma,
antes de que los contadores Geiger trajesen consigo a los nuevos turistas:
protones, neutrones, electrones, átomos enfermos,
nuevas familias radiactivas nacen, crecen, se reproducen y mueren
sobre las playas de uranio y bajo el sol de plutonio.
Todas esas miles de gaviotas regresan de nuevo dejando tras de sí un rastro de polen mutante
en cada uno de los resorts y hoteles, estambres y estigmas,
nuevas polinizaciones, nuevas aventuras radiactivas
con niños jugando entre semen, sangre y heces de aves subatómicas
que propagan su estela como el ébola en cada grano de arena y en cada gota de agua.
Papeleras colapsadas por enormes pájaros blancos que pelean a muerte
por una nueva porción de basura cuyos intestinos reciclarán en nuevas heces,
heces succionadas por ejércitos de insectos coprófagos que más tarde se posarán
sobre sandwiches y terrícolas cuyos intestinos reciclarán en nuevas heces.
Un bucle, una espiral, una pandemia, el ciclo de la vida.
Bandadas de criaturas nucleares atraviesan el cielo hipnotizadas por el canto de las sirenas,
un nuevo festín de manjares luminiscentes les espera al llegar a casa,
una nueva sobredosis de residuos y vertidos les espera al llegar a casa.
Pero las dosis se agotan, los ojos rojos, el sudor frío, las fauces sangrantes,
yonquis con alas, ángeles enfermos, embriones deformes,
nuevas especies, hijos del cáncer, grifos, hipogrifos, pterodáctilos,
pájaros de fuego en busca de nuevos paraísos artificiales.

 

 

 

Mateo, Pedro. Funeral tropical. Albacete; Fractal poesía, 2015.

 

LONELY PLANET

Lucía Plaza Lonely Planet

 

NO LIFE VEST UNDER YOUR SEAT
(27º 06′ N/ 13º 25′ W/ LAAYOUNE)

Señores Pasajeros
–o más bien sombras–
Recuerden deslizarse en silencio bajo noches sin luna
Recuerden ocupar el mínimo espacio respirar lo justo
No proferir ningún sonido
Aun siendo de dolor miedo o amenaza

Recuerden también pagar con su vida
Este billete sin retorno hacia una herida abierta
Viajando a una velocidad
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxDe unos pocos nudos
A merced de los vientos y corrientes submarinas

Sin salidas de emergencia
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxSin ventanillas
Burlando todo tipo de normas internacionales

Señores pasajeros
xxxxxxxxxxxxxxxxNo olviden
Que viajan con sus sueños como único equipaje
No haciéndose responsable la sociedad ni la empresa
Si éstos aparecen rotos o mojados
Flotando en alta mar
Bajo el amanecer violeta

 

 

 

 

HOSPITAL CENTRAL
(43º 28′ N/ 3º 48′ W/ SANTANDER)

Contemplo la vida a través de mis pies
–de un tiempo a esta parte– contemplo la vida
Por encima de mis dedos desalineados
Más allá de esta cama a voluntad reclinable
Y de las cánulas elásticas que aguijonean mi cuerpo

A partir de este postrado abismo la vida se extiende
Como un vapor luminoso de antiséptico y batas blancas
Como un rumor eléctrico de constantes vitales
En una autopista artificial de desdentados días

Mientras
xxxxixxxxEn la cama de al lado
–como en un rancio motel–
Se sucede la gente en un caos de neuronas fundidas
Tristes sombras que no piensan quedarse
Que vienen y van
xxxxxxxxxxxxxxxxDeshilachando sus vidas

A veces cuando despierto
Seguimos la conversación
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxOtras
Las palabras amanecen cubiertas
Con una sábana blanca

 

 

 

 

MIND THE GAP
(51º 30,43′ N/ 0º 5,17′ W/ LONDRES)

Así que esto es Londres

Un cúmulos de luces ámbar sobre fondo negro
–que se va concretando–
En edificios de ladrillo rojo bautizados con espuma de cerveza
Y un río ahogado por el «Dolby surround»
Del tren de aterrizaje

Así que era esto
«Look right-Look left» en cada paso de cebra
Flashes para el Big Ben
Té con pastas a las cinco

Así que este es el escenario de tu nueva vida
De los besos que repartes en horario nocturno
Sobre cualquier par de labios capaz de recitar
Las canciones de Franz Ferdinand con acento perfecto

Puertas refugiadas en colores
Custodian las especies más exóticas de este zoo cosmopolita
Ventanas sin persianas reflejan hortensias
En los restaurantes «cool» de «Covent garden»

Espérame a las 12 en «Trafalgar Square»

Y a las 12:30
Regresa mi corazón derrotado
–comprimido de dolor–
En la planta superior
De un sarcófago móvil de dos pisos

Así que es aquí donde mueren mis sueños
Donde se vuelven de piedra y forman círculos
Que nadie sabe qué significan
Y se conoce como «Stonehedge»

 

 

 

Plaza, Lucía, Lonely Planet. Albacete; Fractal Poesía, 2015.

 

GOD SAVE THE QUEEN

2

 

GOD SAVE THE QUEEN
(51º 30,43′ N/ 0º 5,17′ W / LONDRES)

Soy la princesa de los bajos fondos

Pantalones pitillo ciñendo mis rodillas huesudas
Boca pequeña pómulos que escalabran
Ritmo
xxxxxxAl caminar

Los mismos pasos que hacían girar cabezas en las callejas de Surrey
Hoy sitúan la delicada curva de mis tobillos
A la altura de los ojos de la Jet

Londres París Milán Nueva York

Noches politóxicas viajando
A través de blancas autopistas
Pasarelas de cristal adicciones químicas
Besos
xxxxxxCon sabor a vodka

Septiembre 2005
Portada de la prensa sensacionalista: Clínica Betty Ford
Y mi caché se dispara
Contratos multimillonarios que no pueden comprar
Un lugar
xxxxxxxxDonde poder llorar a solas
Donde nadie pueda ver
La pena hirviendo en mis ojos enrojecidos

Insuficiente dinero
xxxxxxxxxxxxxxxxxPara poder entender
El mensaje cifrado en las cicatrices desnudas
O de dónde proviene esta tendencia a caer
A dejarme deslizar
xxxxxxxxxxxxxxxxxEntre sábanas prestadas

 

 

 

Plaza, Lucía, Lonely Planet. Albacete; Fractal Poesía, 2015.

 

LOS REGALOS DE LOS AMIGOS (XLII)

Los regalos no tienen por qué ser tangibles. Uno de ellos lo recibí/recibimos ayer. Fue la lectura que dio Andrés García Cerdán en la apertura del mursiya poética de este año, en la que estuvo acompañado de David Sarrión y Cristina Olmedilla.

Ojalá lecturas como la de ayer se grabaran en vídeo.

Qué pena aquellos que no quisieron acercarse a verlos y a disfrutar de una maravilla como la que sucedió anoche en Murcia.

 

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Pero es que si después de un recital como este, en el que los poemas tienen una calidad tan alta y la participación de los músicos sirve exactamente para que el recital alcance un punto más de calidad, a uno le hacen dos regalos como los que se pueden ver en esta última foto, uno se queda sin palabras para agradecer el haber conocido a gente como Andrés, David o Cristina. Ni aun con las cervezas que nos tomamos después del recital (ya saben ustedes la sed que dan estas cosas).

 

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HOY: ANDRÉS GARCÍA CERDÁN EN ‘MURSIYA POÉTICA’

Andrés García Cerdán mursiya poética'

 

Si viven en Murcia y les gusta la poesía, esta noche deberían ir a ver a Andrés García Cerdán, encargado de abrir el ‘Mursiya poética’ de este año.

Andrés presentará poemas de su último libro, ‘Barbarie’, en el que se pueden encontrar joyas como éstas:

 

LA SELVA

Volvíamos la vista a las entrañas
de la selva, esperando
la señal, como nunca
embriagados de excitación.
Era inminente el golpe
que nos derribaría.

A esa pobre quimera de peligro
nos dimos día y noche.
Y ahora está aquí, sobre nosotros,
cayendo sin piedad en nuestra carne,
inundándonos de lujuria y muerte.

Es demasiado tarde ya
y demasiado pronto. Arden,
en nosotros, sin extinguirse,
la terrible ferocidad
y el instinto asesino de los lobos.

Sobre nosotros saltan las palabras,
los daños y los días
con toda su barbarie ilimitada.
En nuestra carne hunden sus colmillos
afilados, su arisca incertidumbre.

 

 

 

19 DE MARZO

Me quedo con mis libros. Hoy tampoco
salgo. ¿Adónde? ¿A qué? Me quedo aquí,
descalzo, en la penumbra,
al lado de Juan Luis y de Giovanni,
entre Williams y Charles, con Félix,
con Miguel, con María, con Vincent. Esta noche
la fiesta es en la casa, entre los muebles
heredados y alguna estantería
llena de corazones
vacíos y de polvo, de aventuras y saltos
sobre la eternidad.
Bailando con Carmina,
fumando cigarrillos con Fray Luis
y el anónimo autor del Lazarillo,
por este río inmenso
de palabras me dejo llevar. Hay en sus márgenes
flores prohibidas. En sus sueños
me hundo,
y una y otra vez salgo a flote,
vomito las algas, alcanzo orillas
inalcanzables.
Porque es de aquí de donde yo procedo,
de donde soy, de donde
realmente he sido y seré y soy.
Me quedo en Jack y en Jorge Luis –él habla
siempre en voz baja– y en Ernesto,
en Kurt, en César, en Fernando, en Friedrich
Wilhelm. Tal vez abra las puertas
y deje que se cuele –también él
sabe leer– el viento
a esta habitación abierta al precipicio
y a este ruido que empieza
y no acaba. Y a esta ciudad
que tampoco hoy duerme.
Aquí me quedo
con Pedro y el poema donde dice
que solo es el hombre delgado
que no flaqueará jamás.

 

ESTE VIERNES: ANDRÉS GARCÍA CERDÁN EN ‘MURSIYA POÉTICA’

Andrés García Cerdán mursiya poética

 

Mañana comienza el mursiya poética de este año y lo hace de la mano de Andrés García Cerdán, que continúa presentando su último libro: ‘Barbarie’.

Aquí dejo dos poemas del libro.

 

RAYMOND CARVER

Al otro lado del teléfono, alguien
está gritando con un ímpetu
que no es esperaría de un cuerpo tan delgado.
Como si estuviera apurando todas
las fuerzas que le quedan, grita.
Desde la cocina. No grita por nada
especial. Es solo un dolor oscuro,
algo que necesita contarle a alguien.
Se oye de fondo el baile de los platos,
el trasiego de las cucharas, el choque
de los refrescos en el frigorífico.
Suenan como si ya no fueran para nadie.
También un gato, cuyo agrio maullido
se pierde en las terrazas. Y se oyen
también las lágrimas y la tristeza.
Aunque sea largo este hilo telefónico,
aunque haga milagros la fibra óptica,
nada puede decir lo que sucede
en ese rincón de la casa. Y sigue
gritando y ahora llora o se lamenta
de la letra pequeña de un anuncio
y de las ediciones baratas de poemas
y de algunos amigos muertos. Saltan
en las tiendas del barrio todas las alarmas.

 

 

 

EN LA INFANCIA DE YORICK

xxxxxxxxxxxxxxJeremy spoke in class today
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxPearl Jam

Yorick, pequeño cisne dislocado,
oculto en un baúl, mirabas a los príncipes
pasar con sus halcones soberbios en el brazo,
y a los blancos caballos de los príncipes
pasar en su leyenda, a las princesas
masturbarse en silencio ante el espejo mágico,
gemir entre las sábanas, aferrarse a la noche.
No eras ni una sombra. No eras las palabras
felices ni los sueños. Solo el pobre muchacho
que se escondía en un baúl vacío,
en el baúl sin máscaras, consciente
de que no alcanzaba hasta allí la sangre.
Aunque sí los ultrajes y las burlas,
sí la mutilación y la angustia, la herida.
¿Hacia dónde mirar? ¿Hacia qué lugar ir,
Yorick, pequeño cisne dislocado? ¿Hasta dónde
se extendían tus reinos sin reino, tus dominios?
Eras el niño hambriento del que nadie
se acordaba, la estrofa reventada por dentro,
el verso tragicómico. Tú, Yorick,
sí, tú que no sabías ni siquiera llorar
y en la boca tenías, siempre desencajada,
una última sonrisa a punto de morirse.

 

25 CENTÍMETROS

Se puede leer en la contraportada de ’25 centímetros’, editada por la añorada DVD ediciones, el siguiente texto escrito por Manuel Vilas: «Esta novela de David Refoyo es puro sexo. Es sexo y política. Sexo y destrucción. Sexo y complejidad social. Sexo e Internet. Sexo y alienación. Sexo y terror. El escritor se cuela en los intestinos de la industria del porno. El porno aquí es un símbolo del deterioro de la civilización occidental. Casi todo el libro demuestra que nuestro tiempo ha convertido a la pornografía en el último animal tecnológico. Se folla mucho en esta novela. Actores porno, prostitutas, emigrantes, mujeres desesperadas, gigolós, convierten esta primera novela de David Refoyo en una orgía tipo «Walk On The Wild Side» de Lou Reed. Es una novela coral, pensamientos de mucha gente que cuelgan del aire postindustrial. David Refoyo ha escrito una novela original y distinta, también valiente, y tal vez todo ello signifique que estamos circulando ya por las nuevas avenidas de la literatura española del siglo XXI, lugares del futuro, porque esta novela revela que España es ya un país globalizado. 25 centímetros es una narración de terror. Me gusta este libro. Me he leído este libro con pasión, y he pasado miedo, miedo auténtico. Me gusta pensar que España tiene ahora escritores diferentes, nuevos escritores.»

 

Asia Argento

 

Aquí tienen algunos capítulos del libro.

 

xxxxxI

xxRamoncín no tiene ni idea.
xxEn realidad, poca gente tiene idea de qué va todo esto. La SGAE se dedica a llorar, es lo único que sabe hacer: llorar. Supongo que con algunos de sus representados a poco más puede aspirar. La crisis cultural a la que se refieren estos tipos va mucho más allá. Mucho más. Sí, podemos llegar a estar de acuerdo en los aspectos negativos del top manta, podemos estar de acuerdo en muchas cosas, pero sólo hay dos realmente claras. Meridianas. Una es que no apostaron a caballo ganador. Mientras todo fue de color de rosa se convirtieron en seres inmovilistas. Cuando Napster avisaba del cambio, de la verdadera revolución, se lanzaron al cuello del Sub Comandante Napster pero no pudieron ver que el verdadero problema estaba en discos de plástico malo, productos de usar y tirar, limusinas en las puertas de los hoteles. Alfombras rojas donde exponer el glamour incierto de anoréxicas niñas de diecisiete años.
xxEl otro, el más importante, el que afecta a muchas más industrias que a la musical, es Internet. Internet como amenaza y no como oportunidad.
xxRamoncín, el Rey del Pollo Frito: El Chuli. Aquel que salió del barrio buscando la gloria. Aquel que se agarró al cheque de los derechos de autor para seguir viviendo. La falsa rebelión de los setenta. La transición no fue a la democracia, fue al capitalismo. Ése era el verdadero negocio. Ramoncín lo sabía. Sabía que tenía que colocarse en la fila. Ya llegaría el tiempo de entrar. El rombo negro alrededor del ojo. El pelo corto. Las palabras soeces y malsonantes. Las canciones inspiradas en las afueras. Las provincias se convirtieron en la prolongación radial de la capital. En la Deep Spain. Marginalidad.
xxRamoncín no se entera de nada. Si Internet ha acabado con algo, ha sido con la industria del porno. Cientos de mujeres operadas, oh reinas de silicona, hundidas en la más absoluta miseria. Acostumbradas a recibir por todas partes, una más tampoco se nota demasiado. El paro. El desempleo. Las colas en el INEM. Noventa, sesenta, noventa. Nadie puede luchar contra la democratización de la cultura. Ni tú, Ramoncín, ni yo mismo. El Emule, los vídeos caseros, Hungría, Indonesia, Puerto Rico.. ¿No sabes todavía nada de la deslocalización? ¿No has oído hablar de la crisis? Cuando crece tanto la oferta y la demanda se mantiene, algo va a terminar explotando. El P2P se encarga de satisfacer esa demanda. Gratis. Por una suscripción mensual que va, en un porcentaje poco definido, a los mismos que nos vendían aquellos cd’s de dudosa calidad. Todo queda en las mismas manos.
xxLa propiedad de estos 25 centímetros es mía. De nadie más, pero Ramoncín no sabe de qué va la película. Todavía.

 

 

 

 

xxxxxVIII

xxEran otros tiempos. Está claro. Ahora nadie cruza una frontera para comprar revistas eróticas, para ver películas de sexo explícito. Internet, kioskos, libertad de prensa. Ahora tenemos decenas de canales de televisión, algunos de ellos de pago, que emiten contenidos para adultos. El porno está en la vida cotidiana. El porno es parte de nuestra cultura.
xx
En los años setenta sí, España estaba llena de curioso y los viajes al extranjero eran una práctica muy arraigada. El movimiento hippie, el Mayo francés del 68, el destape. España eran Ozores y Esteso. Los Bingueros, Benidorm, Ibiza. Marisol enseñando las tetas en la portada de Interviú. Aquí no hicieron falta tanques ni soldados para dinamitar la vida pública. La revolución llevada al extremo. Ya sabes a lo que me refiero: el nudismo, el culto a lo prohibido. La transgresión como forma de vida. Bastaba con tener un poco de arrogancia y un poco de desvergüenza para ir contra lo establecido. Había tan pocas cosas establecidas que parecer rebelde era demasiado fácil. ¿Crees que Kaka de Luxe habría triunfado veinte años después?
xx
La Reserva Espiritual de Europa se venía abajo. Franco estaba en las últimas. El blanco y negro estaba a punto de ser coloreado por Dalí o cualquier otro. Los futbolistas con melena, huyendo de los tiempos del macho ibérico. Huelgas de hambre, encierros en la Universidad. Revueltas. Todo está cambiando deprisa. Todo había acabado de la peor forma posible: en pelotas y blasfemando.
xx
La Industria del porno comenzó a crecer. Los americanos y algunos europeos vieron en aquella España la posibilidad de crear un negocio. No fue fácil establecerse, empezar de cero, ir a contracorriente pese a todo. España como cantera del porno internacional. Paisajes idílicos, más horas de sol y un grupo de consumidores potenciales muy por encima de los países del entorno. Llegaron las productoras, los castings, las discográficas, los grupos musicales.. Todo llegó de repente y la tarta, a golpe de talonario, se fue para Norteamérica.
xx
Penélope Cruz, Antonio Banderas, Pau Gasol… siempre ha habido fuga de talentos hacia la industria del ocio norteamericano. También con la pornografía, el sexo y el erotismo. España se subía al carro de Occidente enseñando sus tetas al mundo y creando su propia industria. Más pequeña. Más limitada. Menos filosófica. Producto español para el hombre español. La publicidad nacionalista vigente desde los años cuarenta volvía a ponerse de moda, sólo faltaba seguir creyendo en el concepto. Que todos creyeran. Decenas de cuentas corrientes en Suiza. Dinero. Campañas de publicidad. Marketing. Contratos suculentos. Mass Media.

 

 

 

 

xxxxxXII

xxTengo la necesidad de encontrar nuevos estímulos. Mirar más allá de las ventanas. Comprender otro concepto de espacio-tiempo. Olvidar la lenta limpieza étnica a la que sometemos nuestros cuerpos con alcohol de garrafa. Una generación, quizá dos, condenada a la aniquilación y al abandono. Lo tenemos todo, dicen nuestros padres. Tenemos un iphone, un ordenador portátil con pantalla táctil, una televisión de plasma pegada a la pared. Hemos viajado a Londres, tenemos camisetas de marca, estudios subvencionados por nuestros padres y el Estado en una combinación que destrozaría cualquier concepto de la solidaridad. Lo tenemos todo pero, a veces, tengo la sensación de que me falta algo. Quizá es que no viniste a la fiesta. Quizá me falte el éxito social que proporciona el beso público. No sé exactamente qué es, pero yo me miro en el espejo y ya no veo a Kurt Cobain, ya no veo a aquel bebé buceando sobre el Nevermind. Veo chinos que pretenden lanzarse al espacio. Chinos que quieren venderme cervezas. Chinos inferiores a todos nosotros. Nuestras ojeras ya no pertenecen al grunge. El grunge murió. Nuestras ojeras son todas aquellas noches en las que esperábamos la casualidad en un bar. Tal vez fuera un exceso de responsabilidad y nos señalaron con el dedo para liderar algo que no sabemos muy bien de qué se trata. Alguien que creyó darnos una oportunidad y nos entregó una losa inamovible. Nuestro miedo a fracasar hizo el resto. Aquí y ahora no hay nada. Sólo queríamos que papá aplaudiera nuestros goles desde la grada, que tu hermana llegara por sorpresa a la graduación. Queríamos una foto en la portada de una revista, una placa recordando aquellos momentos que creímos perfectos. Especiales. Somos la generación técnicamente mejor preparada. La más competitiva. La más guapa. La generación de hombres y mujeres incapaces de levantar la voz. Vivimos en la era de la comunicación, de las pastillas de diseño. La que se deja seducir por cualquier estímulo que nos ponga una sonrisa, puede que artificial, sin el peso de la exigencia. Somos la generación a la que le tiembla el pulso por las mañanas. Somos la generación perdida. Papá, tú lo sabías,
xxy no hiciste nada por evitarlo.

 

 

 

 

xxxxxXXVII

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxEl marketing viral o la publicidad viral son términos emplea-
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxdos para referirse a las técnicas de marketing que intentan ex-
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxplotar redes sociales preexistentes para producir incrementos ex-
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxponenciales en «conocimiento de marca» (Brand Awareness),
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxmediante procesos de autorreplicación viral análogos a la ex-
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxpansión de un virus informático.

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxhttp://es.wikipedia.org/wiki/Marketing_viral

xxLa mayor parte de los negocios no suelen ser estáticos, salvo en el caso de las antigüedades y cosas del estilo. El sexo mueve millones de euros al día, a nivel global. El sexo es consumido en diversas franjas de edad y satisface gustos dispares. En la agencia sólo trabajan con hombres. El público es indiferente. No tratan de vender sexo sino de aportar un valor añadido. Un plus. Venden compañía de calidad. Manejan una gran cartera de clientes y un buen servicio, profesional, que cumplen chicos jóvenes y no tan jóvenes. Educados. Correctos. Formales. Responsables. Un servicio a la altura de las circunstancias. En principio, no admiten extranjeros. El trabajo es relativamente fácil. Consiste en recoger al cliente, generalmente mujer, y acompañarlo a cenar, al cine, al teatro… Darle conversación. Ser dulce si es dulzura lo que busca. Se trata, simplemente, de ofrecer lo que pide, sin más. Aquí no corre dinero en metálico. Todo se negocia mediante la agencia, que gestiona todos los planes y sus respectivos gastos. Organiza las citas y guarda una exquisita confidencialidad. Se guarda un porcentaje de cada negocio. Con o sin factura. Cumple escrupulosamente con la ley. Si el cliente sólo demanda sexo tampoco hay problema. La carta de servicios es amplia. El muestrario de hombres, también. Lo importante es que la clientela quede conforme. Se trata de un buen negocio. Apenas existe competencia y el deseo de un acompañante se repite tanto en ciudades grandes como pequeñas. La sede de la agencia está en una ciudad periférica, de provincias. Gracias a internet trabaja a nivel nacional. No dejan rastro. La profesionalidad se cuida con cada detalle, por ínfimo que parezca.
xxNo venden prostitución masculina. En absoluto. La agencia no es un club, carece de un lugar físico donde practicar sexo. Ponen en contacto a una serie de hombres bien dotados con personas que demandan sus servicios. No se trata de modelos sin cabeza, porque las mujeres gustan de una buena conversación por encima de todo. Cobran sumas elevadas de dinero porque el cliente se siente seguro invirtiendo en este tipo de compañía. Hay chicos muy jóvenes que tienen que pagarse un piso y una carrera universitaria sin el sustento económico de sus padres. Hay hombres maduros que trabajan en el ministerio y, sin embargo, de vez en cuando, aceptan un trabajo de la agencia. Se cuidan, se mantienen en forma. Están bien cualificados físicamente y mentalmente. La agencia no hace ningún tipo de publicidad convencional. Poca gente sabe que la agencia existe. El boca a boca y un servicio adecuado es lo que permite alcanzar el éxito. Los chicos trabajan bien y por un par de contactos al mes pueden pagar un alquiler en el centro de cualquier ciudad. Es un buen trabajo, sí. La agencia no mira cómo son los clientes. Sólo exige limpieza y dinero. Lo demás corre a cuenta de los chicos. Son altos, fuertes, ágiles, apuestos, interesantes, listos. Y, además, tienen el suficiente estómago como para hacérselo contigo.
xxY con cualquiera.

 

 

 

 

xxxxxXXXI

xxLas chicas cenaban alrededor de una piscina iluminada con un toque artístico. Luces cálidas. La típica noche de agosto. Las invitadas aparecían vestidas de forma elegante y adecuada. Algunas se habían bañado antes de cenar. Otras lo harían después. Había muy buen ambiente. Esperaban pasar una noche inolvidable alejadas de los hombres. Celebraban la despedida de soltera de Valentina, una espléndida joven que se casaba dentro de dos semanas. Las amigas habían alquilado la casa en las afueras. Contrataron un servicio de catering que les sirviese la cena. Un menú con algunos entrantes para picar y pescado o carne como segundo plato. Se trataba de una cena ligera. Después de cenar vinieron los regalos. Habían comprado regalos un poco picantes: ligueros, bragas, tangas… alguna un poco más lanzada le regaló un consolador. Valentina estaba muerta de vergüenza, pero todas reían sin parar. Luego vendrían los regalos serios y los deseos para el futuro.
xxValentina, entra en la casa a buscar la tarta. Está preparada sobre la encimera. Valentina fue a buscarla. Supuso que la tarta tendría alguna inscripción o sorpresa. Y sí, tenía una sorpresa. Un grupo de hombres con el torso desnudo la esperaba junto al postre. Valentina se llevó un buen susto al verlos. Después de que los hombres se presentaran y le dijeran unas cuantas cosas, la acompañaron hasta el jardín. Las demás invitadas comenzaron a chillar y a silbar. Alguien puso música muy alta. Una música de pista de baile. Los tipos empezaron a bailar. Primero bailaban junto a las invitadas. Rozándose. Haciéndolas sentir una vergüenza enorme. Luego se quitaron los pantalones, con tan solo tirar de ellos. Eran profesionales. Y eso se notaba. No se olvidaban de jugar con ninguna de las presentes. La temperatura fue subiendo. Algunas de las invitadas se dejaban llevar y sobaban a los bailarines. Y de qué manera. Ellos no le hacían ascos a ninguna. Se dejaban tocar. Algunos de los chicos jugaron con toallas insinuando que se desnudaban por completo. Luego, las chicas se lo pidieron. Los hombres seguían con el baile y se iban quitando la ropa, hasta quedarse sin ella. Algunos se tiraron al agua. La piscina, con su iluminación efectista, resultaba un marco incomparable. Algunas mujeres saltaron al agua. Besaban a los chicos. Deseaban tocarles todo cuanto alcanzaba la vista. Las mujeres querían guerra. Los hombres sólo seducirlas, animar la fiesta con sus bailes y juegos.
xxValentina no dejaba de beber. Algunas amigas habían ido al baño a esnifar cocaína. Un día es un día. Volvían pletóricas. Querían más. Y los hombres estaban dispuestos a servirles en lo que quisieran. Es un negocio que se paga muy bien. Grupos de dos y tres mujeres agarraban a alguno de los boys y comenzaban a besarlos, masturbarlos e incluso a practicarles felaciones. Los hombres estaban en su salsa. Dispuestos a llegar hasta el final de una orgía no planificada. Valentina, tras la sorpresa y el deseo del principio, empezó a asustarse al sentirse penetrada por uno de los tipos. Era una de las últimas noches de soltera, pero las dudas la asaltaron inmediatamente. Nunca nadie la había follado así, ni siquiera su futuro marido, después de doce años de noviazgo. El streapper la follaba sin descanso. A una velocidad brutal. Valentina trató de ocultar sus pensamientos y decidió disfrutar de lo que estaba viviendo. Como hacían sus amigas. Llegó al orgasmo, presa de un deseo que no había experimentado hasta entonces. Primero fue con un hombre. Luego con dos. Después con tres. Se sentía bien, deseada por muchos hombres, como esas mujeres que salen en las películas. Esas mujeres que salen en las revistas y en los programas de noche. Disfrutaba mucho, quería aprovechar el final de esta etapa, previa al matrimonio, aunque nunca se le había pasado por la cabeza.
xxLas amigas reían. Reían y hacían lo mismo. El alcohol, las drogas y unos profesionales del deseo que sabían manejar estas situaciones. Algunas amigas casadas follaban enloquecidas. Otras miraban. Un par de ellas comenzaron a montárselo juntas. Chicas serias, con trabajo y parejas estables. Una escena grotesca.
xxSobre la mesa de la cocina, sonaba un teléfono móvil. Eran las cuatro de la mañana y alguien más quería participar en la fiesta. Era el móvil de Valentina. En la agenda de su Nokia E65 aparecía Emilio, churri. En la pantalla: tres llamadas y una esposa perdidas.

 

 

 

 

xxxxxXXXVIII

xxLa industria de la pornografía es una secta con su corporativismo, sus dueños, sus inversores, sus gurús y sus mitos. Celebran cada año decenas de reuniones. Reuniones en las que, y no literalmente, se miden el tamaño de sus respectivas pollas. Intentando ver a dónde pueden llegar. Hay grandes productoras que han absorbido el negocio serio del cine y las revistas. Los medios tradicionales. En esas reuniones siempre se aborda un apartado inamovible: Internet. Lo que antes era una seria amenaza para la Industria ahora se ha convertido en una oportunidad de negocio. Empezó con los vídeos amateurs. Una chica se pone frente a su webcam y se graba mientras se desnuda. Una pareja folla delante de la cámara para que otros usuarios lo disfruten on-line. Siempre una idea anónima puede abrir una puerta que estaba cerrada. Ahora, la Industria se ha diversificado. Ha contratado amateurs y ha hecho de sus anteriores megaproducciones una cosa más casera. Se trata de que lo normal, lo de la calle, llegue a la gente, porque la gente no quiere actrices famosas ni tetas de silicona. Busca chicas jóvenes, delgaditas, con sus defectos… chicas con las que se tropezarían en la calle y con las que fantasear resulta más interesante. Las tetas de silicona y las mujeres rubias de bote con figuras perfectas siguen ahí. Realizan grandes producciones que se venden y distribuyen como siempre. La única diferencia es que el reparto de estas películas no cobra las sumas millonarias que se cobraban en los años ochenta. Aunque sigue siendo un oficio bien pagado. Las mejores fiestas, las mejores compañías: políticos, deportistas de élite, la magia de EEUU, empresarios con mucho dinero… las grandes estrellas de la Industria no necesitan más de siete u ocho películas al año para vivir a todo trapo. Para marcar la línea que separa a una actriz porno de una pornstar. Lo mismo pasa con los actores. Sin embargo, la piratería está haciendo mucho daño. Muchas empresas han optado por la estrategia de pocos-muchos. Es decir, cobrar una suma pequeña de dinero, pero diario, a millones de personas que quieren ver a través de su pantalla a chicas que actúan sólo para ellos. Y ellas. Sería un error pensar que la pornografía afecta sólo a los hombres. El mecanismo es fácil. Un usuario paga con tarjeta de crédito a través de una web poco más de un dólar diario y tiene acceso a chicas normales que ofrecen un show de streapper, masturbación y a veces sexo en vivo con otros hombres y mujeres. La webcam posee la facultad de ofrecer cierto anonimato a quienes actúan, porque la resolución no es demasiado alta. Son muchos los amateurs que trabajan en esto. Chicas que quieren pagar sus estudios, mujeres que se aburren de un matrimonio convencional, hombres que buscan sacarse un dinerillo extra. No resultarán grandes ingresos si no fuera porque dispone de un público potencial de decenas de millones de clientes. En todo el mundo. Además, las webs más visitadas reciben dinero por ingresos publicitarios.
xxEs seguro que todo esto se termine un día, tal vez pronto, pero mientras dure, la delgada línea entre la pornografía y la prostitución llevará código html para descifrarla.

 

 

 

Refoyo, David. 25 centímetros. Barcelona; DVD ediciones, 2010.

 

FRACTURAS

Rubén Martín 'Fracturas'

 

OTOÑO

A menudo me empleo en escribir poemas
a resguardo del viento o de la lluvia.
El otoño ha llegado con un pan bajo el brazo
y la solemnidad del que busca un culpable
para justificar el ciclo indiferente de la vida.
Yo acepto el mundo tal y como viene
y recojo las migas que ese rayo de sol
arranca de las nubes y vierte en transparencia.
Apenas ya recuerdo la estela del verano
en el aire viciado de símbolos hostiles.
En mis versos se escriben los restos de una huida.

 

 

 

 

FOTOGRAFÍA

En la fotografía aparezco sentado.
Seguramente, pienso: París era una fiesta
y Hemingway me gusta menos que sus novelas.
Pienso, también, en ese instante muerto
del clic que hace la cámara en las manos
de una joven mujer
xxxxxxxxxxxxxxxxxx(la observo
con ojos generosos).
Detrás, algunos libros colocados sin orden
preceden a la entrada de la tienda:
Shakespeare and company,
la antigua librería en el margen del Sena.
Asoman las palabras, unas cuantas ideas.
La tarde era una historia que merece contarse
y, sin embargo, apenas la recuerdo.
En la degradación del pensamiento
van las horas de todo cuanto he borrado,
de todo cuanto he sido.
¿Quién es aquel que mira más allá del silencio?
Está sentado. No responde a mi nombre.

 

 

 

 

VACÍO

Hay un vacío extraño sobrevolando el llano:
noviembre blanco
en el lomo de un ave que no existe.

 

 

 

 

PEQUEÑA PIEDRA

Pequeña piedra,
a ti, sola materia que retienes
la luz en el instante de mirarte,
luz en la luz, desnuda
se muestra tu belleza, sola tú
en la senda del mundo,
flor obrada de arena, no te inclines
bajo la lluvia,
agua en el agua, tú,
no seas menos, dulce piedra, dulce
brevedad del poema,
tú estás en mí al mirarte, y es por eso
que te escribo, palabra,
pequeña piedra,
piedra obrada de letras.

 

 

 

 

EL LUGAR SE HACE EXTRAÑO

1.

El lugar se hace extraño,
incluso para mí:

ya se trenza la noche
con alambre de espinos,

la luna es un balcón
que da la espalda al día,

el bosquejo de sombras
arde como una lámpara
de aceite.

 

2.

La memoria es un nido
atestado de avispas.

En mi mente cultivo
un panal de recuerdos
que me niega el rechazo
de todas las tormentas
que han sembrado mi vida.

 

3.

Con la intención de un niño
transito los senderos
que anteceden al hombre
y a su estirpe,

bajo al fondo de un tiempo
que no nos pertenece,

me asomo a la pregunta
que es todas las preguntas
de la historia del miedo
y la incredulidad.

 

 

 

Martín Díaz, Rubén. Fracturas. Murcia; Ed. Nausícaä, 2016.

 

COMIDA DE EMPRESA

Sex & Snow

 

xxJosé Luis tiene una erección tremenda. Damián le ha susurrado que se fijara en Cristina, ¿qué Cristina?, la de tu izquierda, la nueva, mira, no lleva bragas. Mirando con disimulo hacia su izquierda, ha comprobado que, efectivamente, la fina tela de su vestido no transparenta marca alguna. Por un instante, el mundo a su alrededor, entendido como un conjunto coherente de imágenes y conceptos, desaparece. Lo sustituye un febril e imaginario torrente táctil, que mezcla esa caricia ajena de la tela sobre las nalgas desnudas de Cristina con la soñada caricia de sus propios dedos deslizándose bajo el vestido, sin encontrar ningún obstáculo entre la cara interior de sus muslos y el calor húmedo de ese coño desconocido.
xxJosé Luis tiene 39 años. Ahora mismo está borracho, además de erecto. La cantidad de alcohol que ha ingerido es la siguiente: dos cañas, tres copas de vino tinto, un chupito de licor de hierbas y un gintonic de Bombay Saphire. Su nivel de alcohol en sangre es de 0.45 gramos. A su derecha, en la larga mesa que el restaurante ha preparado para el grupo, se encuentra Damián, el subdirector de su oficina, con quien comparte afición por el golf. Esto lo convierte en su mejor amigo de la oficina, puesto que garantiza un tema de conversación cuando no tienen nada más que decirse. Es, además, el único compañero con el que ha quedado alguna vez fuera del trabajo, también a través de su común afición golfista. A su izquierda se sienta Cristina, que tal vez no lleva bragas. Cristina es una cajera con contrato de prácticas que lleva dos semanas en la sucursal y con la que apenas ha hablado. Nunca se había fijado en ella hasta esta noche, hasta que Damián la ha desnudado con su comentario susurrado como un pequeño demonio de dibujos animados flotando junto a su oído. Un pequeño demonio de halitosis y vapores de alcohol mal metabolizado.
xxJosé Luis ha planeado su situación en la mesa haciendo que parezca azarosa. Ha tomado las cañas previas en la barra con Damián, asegurándose de que este no se dispersara demasiado entre el resto de compañeros. Sobre todo, José Luis no quería acabar sentado al lado del Director, como le sucedió el año pasado. Esta vez no estaba dispuesto a soportar otra sesión de Intereconomía y La Gaceta. Le había salido bien la jugada: esta noche era Ignacio quien, como uno de esos perritos de juguete que antes se veían en los Simcas, en los Seat Ritmo, asentía mecánicamente junto al director, sin atreverse a levantar la mirada, jugueteando con las migas de pan junto a la servilleta arrugada, intercalando monosilábicas afirmaciones de coaccionada conformidad. Le dio un poco de pena Ignacio, pero no hizo nada para rescatarlo. Nadie lo rescató a él el año pasado.
xxEn el restaurante suena una canción que José Luis reconoce porque su hija de nueve años la canta en casa al compás de la música de su smartphone. Apenas puede oírse sobre el murmullo que se eleva desde las mesas del restaurante. Más que un murmullo, es una masa compacta y heterogénea a la vez, una densa nube de contaminación acústica que parece descender del techo y hace imposible que pueda escuchar lo que Cristina le está diciendo a Javier, sentado a la izquierda de esta. Desde su lado derecho, Damián le está contando cómo se la follaría, a Cristina, ahora mismo, ahí, en los aseos, y como ella disfrutaría de sus acometidas. José Luis le pide que baje la voz y levanta mucho las cejas para recalcar la cercanía de la aludida por tan grosero comentario. Sobre el mantel blanco hay una mancha de café que no puede dejar de mirar, un semicírculo perfecto. El aliento de Damián huele a ginebra o a colonia y le provoca un malestar en el estómago que se confunde con un miedo indeterminado en el que no indaga más. De la oreja izquierda de Damián sale una frondosa mata de pelo canoso como un pequeño jardín abandonado a su suerte. Ahora Cristina está riendo y él no sabe por qué. De repente le entran ganas de empujar a Damián, de tirarlo al suelo, de dejar de ver sus entradas ceñidas por hilos de grasiento pelo negro. José Luis se mete la mano en el bolsillo y encuentra su erección todavía ahí, tras el forro del bolsillo. Le pregunta a Damián si podrá jugar al golf la semana que viene. No puede, le tocan los niños. Hizo un cambio con su exmujer para poder venir a la comida. Piden otra ronda de gintonics. José Luis está a punto de preguntarle a Cristina si quiere algo, pero está completamente girada sobre su silla, dándole descaradamente la espalda, hablando sin cesar con Javier. Se queda mirando la curva de su espalda y la estrechez de su cintura. Calcula que debe de tener unos quince años menos que él. Le pregunta a Damián que cuántos años más o menos tendrá Cristina. Damián se ríe y bebe y luego clava sus ojos en el culo de Cristina sin ningún disimulo, inclinando su cuerpo sobre los codos apoyados en la mesa y girando su cabeza. José Luis mira a los demás compañeros con el temor de que se estén dando cuenta de la atenta observación lasciva de su amigo. Parece que solamente Ignacio puede haber notado algo. Pobre Ignacio, mataría por estar aquí mirándole el culo a Cristina. O tal vez no, es muy raro este Ignacio, siempre tan callado. Es el único de los veteranos, de los que están en la oficina desde que él llegó, con el que no tiene ninguna relación. Siempre solo. Llega, hace su trabajo y se va. Solamente interviene en las conversaciones sobre fútbol, y siempre haciendo unas precisiones técnicas que no interesan a nadie, que fastidian la conversación, en realidad. Es muy raro. A lo mejor es maricón. José Luis le pregunta a Damián si alguna vez ha pensado que Ignacio era maricón. Pues claro, más claro agua. Si vive con su madre. Pero le gusta el fútbol. Es verdad. Bueno, será para ver piernas. Pues claro. El ventanal del fondo del comedor se ha teñido de pronto de un color azul oscuro, como si el cielo pesara veinte toneladas y estuviera a punto de caer. José Luis siente ese peso en algún lugar indeterminado entre su erección y su esternón, y conlleva cierto grado leve de asfixia o de insuficiencia respiratoria. Mira su reloj. Las seis y cuarto. Llevan ya casi cuatro horas sentados en esa mesa. Mañana es Nochebuena. No quiere pensar en la cena de mañana. En sus silenciosos suegros, siempre fuera de lugar con su familia. En su madre llorando en la cocina, cómo se echa de menos en estas fechas a tu padre. El ventanal sigue oscureciéndose. Los coches empiezan a pasar con los faros encendidos. Mirar, desde ese lado de los ventanales, ese mundo silencioso y pesado de ahí fuera se parece a mirar una televisión sin voz en el rincón de un bar, en la que dan una película que reconocemos vagamente pero cuyo título hemos olvidado. Ignacio se ha levantado para ir al aseo. El Director aprovecha para llamar al camarero y pedir la cuenta. Cristóbal, otro de los históricos de la empresa, aprovecha para bromear. Paga la empresa, paga la empresa. Cristina lo mira y sonríe desde el fondo de la conversación con Javier, moviendo solo la cabeza hacia Cristóbal, dejando el cuerpo todavía girado hacia aquel, el culo ligeramente levantado para los ojos de José Luis, la semicircunferencia doble de sus nalgas sin bragas suspendida un centímetro sobre la madera de la silla. El Director se ríe, como hizo el año pasado, la crisis, la crisis, ya me gustaría, antes sí que eran cenas de empresa, pero ya se sabe, pero treinta por cabeza, treinta. José Luis pone cincuenta, Damián pone un billete de diez sobre el de cincuenta y le da uno de veinte a José Luis. El susurro de los billetes suena por un instante sobre las conversaciones que han hecho un paréntesis y la música que ha cesado como si pidiera respeto al sagrado momento del dinero. Damián dice que crisis los cojones, trece por ciento más de beneficio este año. José Luis asiente con cansancio. Tras el cristal todo es negro pese a las luces navideñas en las farolas. Un color negro recién nacido del azul oscuro, como el anuncio de una mala digestión.
xxEn la puerta del restaurante empieza la ronda de besos y despedidas. Se encienden los cigarros, me estaba fumando vivo. Mientras se despide de Ignacio, que murmura feliznavidad con la cabeza baja, sin mirar a los ojos, José Luis mira la cristalera y ve el interior del restaurante, los camareros recogiendo la mesa en la que hace un momento estaba él y estaba Cristina; los camareros de camisa blanca moviéndose como a cámara lenta bajo la luz blanca de los halógenos, cogiendo de tres en tres las copas que no hacen ningún ruido. Damián dice que la penúltima en el 21 ¿no? Lo dice junto a José Luis, pero elevando la voz con la intensidad suficiente para que Cristina pueda oírlo. José Luis piensa en el 21, en su interior oscuro, en su música atronadora e incomprensible para él, en toda la gente de su edad, separados o casados, alargando esa costumbre adolescente de reunirse en bares-de-marcha hasta más allá de toda caricatura y de repente un cansancio enorme le recorre las piernas convirtiéndolas en mantequilla. En su bolsillo ya no hay erección. Tiene frío. El sofá y una película, su mujer y su hija en pijama, se convierten en un paraíso cercano y accesible. Cristina pregunta qué es el 21. Damián responde eres demasiado joven, jovencita, es un sitio de gente bien, con categoría, hacen unos gintonics que no los has probado en otro sitio. José Luis dice el 21 es un coñazo y me voy a mi casa. Cristina lo agarra del brazo y le canta aquí no se va nadie, navidad, navidad… José Luis vuelve a sentir indicios de una erección. Cristina se ha puesto guantes de lana que han apretado su brazo izquierdo como el mordisco de un delicioso animal sin dientes. Una serpiente de peluche. José Luis mira la cara de Cristina, a unos centímetros de la suya, y se da cuenta de que la está viendo por primera vez. No es demasiado guapa, pero tiene la nariz roja y pequeña como en las comedias románticas americanas y en los ojos un brillo que su vida ha sepultado en un rincón casi inaccesible. Apenas le llega al hombro, y su pelo huele a pelo de chica, como olía antes el pelo de las chicas.
xxLos escaparates están llenos de nieve artificial en spray, de renos de peluche, de enormes ampliaciones de la estructura microscópica de un copo de nieve colgando de sedales que deberían ser invisibles. Los escaparates están llenos de productos que José Luis sabe que tiene que comprar entre hoy y mañana, por amor a sus familiares y seres queridos. El regalo de su mujer costará 100 euros, 70 el de la niña, 50 el de su madre, más o menos como el año pasado, a pesar de la bajada de sueldo.
xxEn los escaparates está también Cristina, un fantasma sin peso reflejado sobre todos los adornos y colores. Suelta el leve mordisco de su brazo y se detiene frente al escaparate de una tienda de ropa. Damián y Javier les alcanzan y bromean. Elige el que quieres y te lo regalo, dice Damián. Los Reyes son los padres, canturrea Javier. José Luis sugiere avanzar y buscar refugio, hace frío ¿es que no tenéis frío, joder? Cristina ya no se agarra a su brazo cuando vuelven a caminar. Javier se ha situado al lado de Cristina y le ha preguntado algo que José Luis no ha podido oír. Damián pasa la mano sobre el hombro de José Luis. Esta noche triunfas, cabrón, he visto cómo te cogía el brazo, y luego vas de mosquita muerta. José Luis sonríe. No quería sonreír. Se ha convertido en un niño pequeño sofocado de vanidad y de vapores de ginebra. Vamos. Aprieta el paso. Pero si es una cría. Aparenta buen humor. Está de buen humor. La cabeza le da vueltas, ligera, agradablemente. La gente que se cruza con ellos lleva la cara tapada con bufandas. Parecen pequeños. El tiempo cuenta para todos. Nunca volverás a ver esas caras. Estás solo en medio del tiempo y eso está bien. Es agradable caminar dentro del frío, deslizarse bajo las luces con que el Ayuntamiento ha adornado las calles, el gasto, el gasto. Dentro de su largo abrigo lleno de parches de colores, Cristina también se desliza junto a Javier. El guante de Cristina agarra el brazo derecho de Javier. José Luis siente de nuevo el mordisco leve y punzante de la serpiente, aunque no sea su brazo el elegido, como en un brazo amputado. Ella se da la vuelta y les sonríe, les pregunta si hay que girar ya. Damián imita la voz de un GPS. En la próxima intersección gire a la derecha. Se ríe. Se ríen.
xxDamián coge del brazo a José Luis. No una serpiente de peluche: un profesor que te va a hablar de tu futuro, un compañerismo obligatorio. Vamos al aseo. Esta noche lo petamos. Saca una bolsita con cocaína. José Luis lo había sabido desde que le agarró del brazo. Igual que el año pasado. José Luis piensa que no son tan amigos. En realidad no son amigos. Los únicos amigos son los que se hicieron en la adolescencia, luego todo es pereza, cálculo y compromiso. José Luis no quiere meterse la raya. No quiere la ansiedad, el insomnio, las arritmias. Hace ya muchos años que dejó de tomar drogas, por pura pereza, en definitiva. Desde la Universidad. Entonces sí, de todo, pero con sus amigos a los que ya casi no ve. Con ellos era divertido y era un verano largo en el que siempre está a punto de amanecer. Ahora, en este mismo instante, le apena haber dejado prácticamente de ver a sus amigos. Casi nunca le importa. Qué fácil fue perderlos. El aseo huele profundamente a orina por encima y por debajo del perfume de los ambientadores. Nadie mea dentro de la taza más de un 60% de lo que sale de sus penes fláccidos y ebrios. Damián se apoya en el borde del lavabo y prepara las rayas. La música, dentro del aseo, suena amortiguada y mucho más grave, revelando así una falsedad esencial que el volumen atronador trataba de encubrir. José Luis sabe que se meterá la raya porque no sabe decir que no. Porque Damián le da un poco de pena. Porque no sabe decir que no. Porque Damián le sonríe exageradamente haciendo muecas con todos sus músculos faciales y le considera su amigo. Porque la primera vez que quedó con él fuera del trabajo, José Luis lo admiró como a un hermano mayor y pensó que serían grandes amigos. Porque no sabe decir que no. Porque Damián sigue pensando que José Luis es su amigo débil al que él debe enseñar a divertirse. Porque José Luis, para impresionarlo aquella primera vez, le contó todas las drogas que había tomado. Porque se siente culpable. Porque sabe que Damián está muy solo desde el divorcio, y no quiere la responsabilidad y el esfuerzo de ser su mejor amigo. Porque está mirando a Damián y sintiendo un poco de asco. Joder, qué buena es. Ya verás. Se le duerme el paladar. La saliva se llena del sabor de la Universidad. La luz es más brillante. Mira a Damián y su sonrisa que espera el veredicto, su sonrisa quétehabíadicho, su sonrisa somoslahostia. Mira a través de Damián y se da cuenta de repente de que está buscando lugares en el aseo en los que podría follarse a Cristina, levantar ese vestido sin bragas. Porque se siente culpable, pregunta a Damián si cree que Cristina llevará el coño rasurado. Pues claro que sí, José Luis, joder, qué pardillo eres. Todas las de menos de treinta se lo afeitan. Te lo digo yo. La camaradería masculina. Qué bonita es, en los aseos de los bares de cuarentones. José Luis piensa en el tacto del coño depilado de Cristina bajo su lengua y vuelve a notar la erección. La luz no deja de subir de intensidad. Los músculos de la mandíbula hacen movimientos extraños que no sabe si se notarán desde fuera. En el espejo están los dos reflejados, José Luis y Damián, se miran, se pasan los brazos por encima de los hombros, como si posaran para una foto hecha desde el otro lado del espejo. Se ríen.
xxLa música le golpea en la base del cráneo y en la médula, como si tuviera los ojos cerrados. El bar está oscuro y lleno de cabezas y cuerpos que obedecen a movimientos regidos por una lógica sin instrucciones de uso. José Luis ve a Cristina y a Javier apoyados en la barra. Llega hasta ellos atravesando un mar de rostros semiconocidos. Abogados, funcionarios, maestras, empleados de bancos, médicos de ciudad pequeña antes de nochebuena, bocas que dicen cosas que no puede escuchar. Bocas que quieren estar en sexos de otras personas y que están ahora hablando entre hilos que se cruzan y que él rompe al pasar. Historias de divorcios y custodias. De regalos y de cunas. De maxicosis y pádel. De colegios concertados. De golf. De crisis. De corrupción. De dinero. De fútbol. Nadie habla de sexo. José Luis no mira hacia atrás. No quiere saber si Damián le está siguiendo o no. Desea que no. Cristina ha mirado de lado, mientras habla con Javier. Le ha mirado a los ojos y, girando un poco su cuerpo, crea un espacio para su llegada, un espacio virtual con su nombre, hacia el que se dirige rápidamente. La música sigue percutiendo en órganos que no están hechos para recibir sonidos. José Luis se convierte en una sonrisa y un gintonic. José Luis se convierte en una vida que entra en el espacio de Cristina-Javier como una gaviota cayendo en picado sobre la superficie del mar. Debajo del mar todo está oscuro y brillan las pequeñísimas manos sin guantes de Cristina. Debajo del mar, el tiempo no tiene límites sino corrientes, y todas van hacia alguna parte, todas se pierden en lejanías musicales de sirenas. José Luis no quiere sacar la cabeza. Quiere entrar en todas las corrientes. Quiere entrar en la corriente de Cristina, en los ojos de Cristina, que le miran. En la boca de Cristina, que le dice algo que no escucha. Y acerca su cara a la de ella para oler sus palabras y le roza la mejilla. José Luis tiene problemas con el equilibrio y la verticalidad. Debajo del mar, el suelo se mueve demasiado. José Luis encuentra un taburete y se sienta. Cristina está delante, de pie. Pequeña y borracha. Damián se ha encontrado con una divorciada con la que se acuesta cuando ni uno ni la otra tienen algo mejor que hacer. Javier está saludando a un antiguo compañero de la facultad de Económicas. Ríen. Todos ríen. Cristina está contando una historia y también se tambalea, como una sirena al borde de una roca. La boca de Cristina se mueve y José Luis solo escucha la música y es feliz. Debajo del mar, no hay nochebuena ni mañana ni navidad; no hay hogar sino fluidos. Cristina es pequeña y agarra el vaso de tubo lleno de ron cola con las dos manos, como si fuera lo único que la mantiene de pie. José Luis consigue escuchar a Cristina: le está contando aalgo sobre profesores de la facultad. José Luis tiene anécdotas de probada eficacia sobre cada uno de los nombres que ella va dejando caer, y encuentra gran placer en volver a contarlas a alguien que nunca las ha escuchado y las celebra con carcajadas que hacen peligrar el contenido de su copa. La camarera mira con desgana cuando Cristina suelta la carcajada; levanta la vista de su móvil un instante y vuelve a teclear. La camarera lleva un gorro de Santa Claus y una chaqueta roja y blanca que deja ver su ombligo. Cristina se tambalea con la última carcajada, se recupera, pero refuerza su verticalidad bípeda con un apoyo inesperado. Su pubis descansa ahora sobre la rodilla derecha de José Luis, que sigue sentado en el taburete. José Luis siente todo el peso de Cristina sobre su rodilla. Todo el leve peso de ese pequeño cuerpo concentrado en el centro de su pubis y transmitido en ondas y corrientes marinas desde su rodilla hasta el resto de su cuerpo. Entre su rodilla y el pubis rasurado de Cristina solo una fina tela manufacturada en China para una multinacional textil. Las manos de las obreras explotadas a miles de kilómetros de aquí nunca supieron que toda la energía del mundo, que todas las corrientes de la realidad, pasarían por esos centímetros de tela cosidos en algún minuto indistinto dentro de su infinita jornada laboral. José Luis siente ahora la erección con toda la fuerza añadida de la dilatación vascular de la cocaína. La sonrisa de Cristina cae cada vez más del lado del alcohol y la languidez. Se mece sobre las palabras y la música. Aprieta su cuerpo contra la rodilla como una niña que o sabe masturbarse todavía. A través de la ruda tela vaquera de su pantalón, procesada por las torpes y ciegas terminaciones nerviosas de su rodilla, José Luis puede sentir la mayor suavidad que nunca hubiera imaginado en un pubis femenino. Una duna cálida por la que deslizarse hacia dentro del mar. Cristina está ahora hablando del futuro. De la brevedad de la vida. Del sentido de las hipotecas. Está definitiva, filosóficamente, borracha. José Luis imagina con su rodilla el peso de ese cuerpo levantado por sus brazos. José Luis imagina ese peso cálido sentándose sobre su erección, encajando en su erección con un suspiro definitivo. Javier llega cantando, poniendo sus manos sobre el costado de Cristina, obligándola a una parodia de baile. El peso de Cristina desaparece de la rodilla de José Luis, dejando un frío y enorme vacío. Cristina le dice a Javier que necesita tomar el aire. Se van fuera. José Luis se queda sentado. Se toca la rodilla, sin pensar en nada. Está caliente. La camarera mira desde detrás de su barra como un dios burlón. La música vuelve a ser insoportable. Damián ha conseguido un gorro de Santa Claus. Ve su cabeza adornada pasear por el fondo de la sala. Está bailando como un cuarentón borracho, siendo rechazado con asco o con simpatía por todas las mujeres a las que acerca su alegría química y consentida por la empresa y el calendario laboral. José Luis se levanta. Se pone junto a Damián. Le quita el gorro y comienza un grotesco baile navideño con los dedos índices levantados mientras su cuerpo gira sobre sí mismo.

José Luis llega a casa intentando no hacer ruido. La cocaína ha desaparecido de su cerebro, pero no de su organismo, convertida ahora en erección priápica. Todo está en silencio. La niña duerme en su habitación. Ninguna luz se advierte en la rendija de la puerta tras la que duerme su mujer. Camina hacia la cocina sin encender ninguna luz salvo la que emana el interior de la nevera cuando la abre para beber varios vasos de agua fría. Se sienta a oscuras en el sofá del salón con una servilleta de papel en la mano. Se desabrocha el pantalón y, cerrando los ojos, intenta recuperar el tacto del pubis de Cristina. Su imaginación se esfuerza en recordar el baño del 21, a Cristina apoyada contra la pared de ese baño, a él levantando el vestido para encontrar su culo sin bragas. Quiere sentir la caricia de sus manos sobre esa piel que ha estado toda la noche junto a él. Pero las sensaciones se pierden. El rostro de Cristina se desvanece. No hay imagen fiel que pueda devolverle esa visión que nunca ha tenido de levantar el vestido y encontrar su coño como un manantial. Coge el iPad que está sobre la mesa baja de sofá. Abre Youporn. Busca rasuradas. Busca el vídeo protagonizado por la chica de cuerpo más leve. Las imágenes ginecológicas del miembro penetrando el coño inmaculado de la chica actúan de inmediato.
xxEn el momento del orgasmo, mientras preparaba la servilleta sobre su pecho para que la eyaculación cayera pulcramente dentro, le fue revelada la visión del rostro del placer de Cristina, claramente, como si fuera ella la actriz. Vio, como un relámpago, el gesto de Cristina, el que ella hubiera tenido si él la hubiera llevado al baño del 21 y se hubiera corrido en sus brazos. José Luis sintió, brevemente, un gran amor, un gran alivio. Luego se quitó los zapatos y, con el sigilo de los calcetines sobre el suelo de madera, tiró la servilleta en el cubo de la basura y se metió, completamente a oscuras, en su habitación. Su mujer no se despertó cuando él se metió en la cama por el otro lado, intentando no hundir el colchón, manteniéndose lo más lejos posible de su cuerpo, mirando fijamente el techo que era una mancha negra sobre un fondo negro.

 

 

 

Sánchez Aguilar, Diego. Nuevas teorías sobre el orgasmo femenino. Cartagena; Ed. Balduque, 2016.

 

DESPUÉS DE LA LECTURA EN LA MONTAÑA MÁGICA

Hace diez días leía en la librería ‘La Montaña Mágica’, en Cartagena. La librería que hace poco abrió el poeta Vicente Velasco.

Fue un sábado complicado para que hubiera público, así que me concentré desde el principio en las cosas que estaban a mi alcance. La primera, disfrutar del hecho de que vuelva a haber una librería en una ciudad de 220.000 habitantes, una ciudad que ha perdido las que tenía porque, seguramente, no se las merecía; esperemos que esta tenga una larga vida. La segunda, la de volver a encontrarme con algunos amigos que hace años que no veía. Y la tercera, la de disfrutar como un crío de la presentación de José Antonio Martínez Muñoz, que ha sido el primero en encontrar y hablar de una vertiente que no es la lírica en mi ‘Cantando en voz baja’.

Gracias a todos por todo.

 

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OSCURA DEJA LA PIEL SU SOMBRA

Beatriz Miralles

 

Otro libro de poesía de la editorial Balduque. Libro de Beatriz Miralles. Con poemas de esta intensidad.

 

 

 

no es invocación:

escribo
para conocer la oquedad de la sombra

 

 

 

 

 

escribo hasta perder el rostro
sólo aquel que ya no soy
puede decirme

 

MURSIYA POÉTICA 2016

Mursiya Poética 2016

 

Ya está disponible el cartel del Mursiya Poética de este año. Si vives en Murcia y te gusta la poesía (no si dices que te gusta, si te gusta de verdad) es obligatorio asistir a las tres primeras lecturas. De la última no puedo pronunciarme, pero las tres primeras son, lo repito, o-bli-ga-to-rias.

 

SÁBADO DE COINCIDENCIAS

Pep Mirambell definitivo'''''

 

Paco Cifuentes - Café de Alba

 

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EXPOSICIÓN-HOMENAJE A PACO MIRANDA

La galería Progreso 80 anuncia la exposición que se inaugura esta tarde en homenaje a Paco Miranda con el siguiente texto: «Paco Miranda amaba la belleza en todas sus formas, sobre todo la literatura, también le apasionaba la plástica y sus porqués. Quizás amaba el arte porque tenía muchos amigos artistas, o tenía amigos artistas porque amaba el arte».

Bajo el título La cabra tira al monte, Javi Alcázar, Claudio Aldaz, Corporación Bacilö, Eduardo Balanza, Manolo Belzunce, Alicia Bernal, Pedro Camacho, Pablo Carbonell, Francisco Cascales, Ángel Mateo Charris, Equipo ESC, Ricardo Escavy, Alfonso Escudero, Javier García Herrero, Antonio García Jimenez, Pedro González, Pedro Guirao, Ángel Haro, Ana Martínez, Juan Martínez Lax, Marta Menacho, Lola Nieto, Pedro Noguera, Manuel Páez y Rubén Zambudio le recuerdan con cuadros y esculturas, retratos del escritor y composiciones con numerosas referencias literarias y al mundo que rodeaba al autor de Pantanosa.

Aquí tienen una reproducción de la obra de Charris.

 

Ultramarp

 

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LOS REGALOS DE LOS AMIGOS (XLI)

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Hace unos días, David Refoyo (el autor del libro que pueden ver en la imagen) comentaba vía facebook que tenía previsto dar una sorpresa con varios ejemplares de su ’25 centímetros’. No me lo pensé dos veces y le pedí uno, ahora que cualquiera de los libros de la extinta editorial dvd es una joya en sí misma.

A David, que tuve la suerte de conocerlo en Madrid, y con quien compartí unas maravillosas cervecitas en la Plaza del 2 de mayo de Madrid, sólo puedo darle las gracias por este regalo.

Lo devoraré en cuanto pueda y subiré algún texto aquí.

Gracias, gracias, gracias. No sabes las ganas que tenía/tengo de leerlo. Gracias.

 

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