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LA VIDA TE DA SORPRESAS, SORPRESAS TE DA LA VIDA…

noviembre 30, 2014 Deja un comentario

Hace unos días, pasaba por casa de mi compadre Joseda y, en un momento, le echo un vistazo a la reedición de ‘Cocinar el loto’, de Ángel Manuel Gómez Espada

 

Cocinar el loto

 

y me encuentro de pronto con esta nota al final del libro:

 

Cocinar el loto'

 

…y aún sigo en estado de shock. ¿De verdad le ha servido alguna vez a alguien algo de lo que yo le pueda haber dicho sobre un texto suyo?

En fin, ya les digo, que aún estoy en shock.

 

P.D. Mil gracias por el reconocimiento si el comentario sirvió de algo, señor mala influencia.

 

MÁS LLEGADA A LAS ISLAS

noviembre 28, 2014 Deja un comentario

No me resisto a mostrar algunos poemas más de ‘Llegada a las islas’.

 

Llegada a las islas 1

 

LOS ÚLTIMOS DÍAS DE JUDAS

xxxxxI

Es un camino bien marcado, pero en él
también están previstos los bandazos;
algunos tardan menos, otros más:
la tensión, tan temprano estalla como tarde;
resulta apetecible atacar el señuelo:
si crees que eres paciente se encargarán los otros
de hacer que pases esta prueba,
no es sólo
por tu seguridad, idiota,
sino por la de todos.
Invierte la energía que te dicte costumbre o corazón:

Pasión, no compasión, ¿para qué ser cristiano
si se puede ser cristo?

xxxxxII

No por previsto duele menos,
pues sólo ese dolor es el sentido
que ordena para siempre el resto de las piezas
que aún no te encajaban ‒si intentas hacer trampa
te lo harán ‒te lo haremos (añade en su delirio
esquizo-paranoide) pagar caro:

Antes de su crucifixión mediática vagó por países como Tracia, Siria,
Jonia, y ciudades como Alejandría, donde aprendió sortilegios varios

como la resurrección de los muertos o que te comas tu trabajo, tu castigo,
y sigas el camino de la enésima generación de héroes mandados de vuelta a casa.

 

 

 

 

EN EL CAMINO

Nadie con quien conversar durante días,
penitencias impuestas por costumbres,
periódicos. Viajar porque sí pero hasta dónde,
hoteles improbables como límites o pruebas
en tardes desapacibles, con viajes hasta la terraza
y sueños con libros de páginas tachadas
que acabarán, tarde o temprano, una buena mañana,
aunque sus ojos permanezcan impolutos
de tanto estar abiertos, esperando, ansiando
esta pequeña resurrección o trampilla de salida
en la que alguien venga a darle al fin los buenos días.

 

 

 

 

LOS LADRONES DE TABACO

Las plantaciones ocuparían todo el valle
durante cinco años, como poco.
Por las noches jugaban a los dados y bebían,
fingían otras vidas mientras alguien, cerca,
seguía con su cháchara y una copa en su mano,
observado de cerca por un espejo roto,
haciendo disquisiciones paranoicas sobre los amos de la realidad.

 

 

 

 

IMPOSTURA

Tengo poco interés en seguir con esta impostura, pensó mientras se derrumbaba de sofá en sofá y olvidaba sus deberes, mientras los días se atropellaban para seguir arrojando este agotamiento como un licor caliente y él seguía derrumbándose de salida en salida hasta el final del corredor del edificio en el que, siempre que podía, muy pocas veces, casi nunca, se ocultaba para descansar, descansar y beber. Beber solo, en silencio, ese licor danzante.

En la calle, las carpas se extendían hasta donde alcanzaba la vista. Aguardaban, instaladas, al pequeño payaso que, como acostumbraba, llegaba bebido.

Y se decía: no lo aguanto más.

Llegaba, saludaba.

 

 

 

 

SE HACE

No puedo hablar con nadie, ni verlos ‒a ellos, a ninguno de ellos, pero sé que están ahí, al otro lado, que aguardan resultados, y trabajo: sumo, resto, rehago; me esfuerzo, se me va la vida en ello. Doy por finalizado, y vuelvo a comenzar, ¿el qué? Y vuelvo, sí, ¿pero hacia dónde?

No puedes verlo, es un secreto porque se hace sólo cuando nadie mira. Y se hace solo.

Sencillamente no puedes mirar.

Así, sin tu atención: si nadie atiende o mira. Sin tu ayuda o la mía.

Me enferma y paraliza, me hace arder. Me descompone en el sentido que me altera: me encuentro trastornado. No es ésa la respuesta.

 

 

 

 

POR QUÉ NO ESTOY AQUÍ

Llegué hasta allí y contemplé el camino que me llevó hasta aquí. Quise probar después con todas esas islas, caminos en el agua, senderos sin oxígeno: un recorrido anfibio, abierto por cuchillos.

Pasaron pájaros, cuchillos, más allá. Debía estar la ruta. No fijarla, olvidarla, negarla ante los jueces. No hay un tribunal más allá de ti mismo: caminas, juzgas, sigue caminando.

Sólo si olvidas que has llegado habrás llegado.

Eres juzgado, olvídalo: sé justo, porque sé que no serás benévolo.

 

 

 

 

SERPIENTES DEL PARAÍSO

Salió del trullo, le dio un libro ilustrado de Jack London y un poco de dinero, antes de afeitarse y despedirse.

Las tardes son largas en los aeropuertos, desde entonces.

 

 

 

 

REALIDAD 19

La rueda de los días avanza inexorable,

la noche se deshace entre sus dedos.

Los ángeles de la mañana bostezan en las paradas de autobuses.

 

 

 

 

AMIGOS IMAGINARIOS

xxxxx1

Conocí a un viejo poeta en Estambul, en los años 50. Quería ser futurista y leía la Historia de la Filosofía de Bertrand Russell. Tenía sesenta años y bebía bastante, lo frecuenté un tiempo ero al cabo lo dejé: no podía seguir su ritmo. Una noche me dijo: “¿Tienes idea de los años que me ha costado dejar de ser un poeta romántico?”.

Conocía a un novelista de Totana que afirmaba escribir desde la Luna: tenía una casa en un calvero desértico al que llamaba la Luna. Durante el día dormía en una pensión con aire acondicionado, en el pueblo, y con la benignidad nocturna del clima se trasladaba al calvero y escribía. Me lo encontré sólo un par de veces, en el estanco de la estación, sobre las nueve o nueve y media. Era difícil verlo. Me dijo: “Hablo con la Luna y es mi musa, la llamo virgen de la roca y también piedra de la que surge el manantial”.

Conocí a un piloto comercial que componía en su cabeza relatos de aventuras sobre aviadores, durante sus paseos recreativos. Me refirió algunas, y eran buenas: breves y buenas. Sólo una vez me relató una historia larga, demasiado larga: bastante aburrida, en realidad. Tomábamos café junto a una catedral barroca, y me decía: “Las mejores son aquellas en las que se habla tanto del cielo como de la tierra y el enemigo sólo habla o reflexiona, y ve pasar el tiempo, así, mientras la guerra es librada sobre un inofensivo tablero de ajedrez antiguo”.

xxxxx2

Fui al desierto para no quedarme, aunque me quedé dormido. Dejé mi mente en blanco, vacía: eso lo explica todo. Me encontraba cansado, me cansaba la gente, las ideas, las cosas, los deberes: en todo, en general, sólo encontraba agotamiento. Aburrimiento. Así que probaré, me dije, a encontrarme a mí mismo. A hablar conmigo mismo.

Fui a inventar alguna historia, una novel, algún poema: quise escribir y construir, y construirme sin saberlo, a través de lo que imaginase. Iba a hacerlo todo en mi cabeza: no me llevé papel, piedras, tijeras, nada. Ahí estaba yo, era lo único que iba a construir. Pero finalmente no construí ni escribí nada.

No yo: lo hizo todo el sueño.

Si hubiese podido, habría ido desnudo. Pero soñé que estaba desnudo. No recuerdo más del sueño.

xxxxx3

Soñé que dormía, y dormí.

 

 

 

 

EL ÚNICO POEMA REAL DE ESTE LIBRO

Era mi hora de guardia en el patio, una hora que salía ser tranquila, era un buen instituto. Me atrajo el clásico arremolinamiento de chicos que anuncia pelea, pero al llegar no había tal, sólo un chico llorando y otro que le había pegado. Alrededor de ambos, sus compañeros respectivos: los del primero estupefactos, como él, aunque no estuviesen llorando; los del segundo con medias sonrisas y expresión de desafío, retirándose con tranquila impunidad hacia uno de los rincones que formaba el viejo edificio en el patio.

No hubo pelea, se necesitan dos, dicen. Sólo un empujón, una provocación gratuita que ni siquiera respondió el chico de las lágrimas, las que ya le goteaban por la barbilla y caían al suelo. No responder a la provocación no le libró ni de un bofetón ni de un puñetazo, así como de las amenazas y humillaciones verbales de los comparsas del provocador.

Estaba solo, mis compañeros de guardia andaban por otras zonas del patio, era un recinto grande. El chico y sus amigos me contaban lo sucedido; sus lágrimas seguían goteando hasta estrellarse contra el suelo. “Están ahí todavía”, me dijo una chica, “riéndose y fumándose un porro”. Fui hacia allá. “Es que me ha vacilado”, responde el agresor sin esconder su sonrisa. “Menudo miedo”, añade sonriéndome otro de los agresores.

Volví con el chico agredido; ya digo que estaba solo, no debía abandonar el lugar, le pedí que fuese a jefatura o dirección mientras yo esperaba allí. “¡Para qué!”, respondió alterado, arrojando al suelo su libreta. “¿Acaso van a hacer algo?”. Sus lágrimas seguían goteando, caían muy despacio. ¿Qué puede hacer cualquiera?, pensé.

En mi idioma, un poema. En el suyo, un lodazal.

 

 

 

 

MUJER FATAL

Me esperaba como el secreto mejor guardado
de los días de lluvia.
xxEra un diamante
en el lodazal, un misterio
abandonado en un vaso de vodka;

neón envuelto en medias de rejilla,
en leotardos de múltiples colores,
brillando como saben hacerlo los problemas.

Ajena a las metáforas manidas,
al aguardiente más barato,
xxme miró,
sonreía, y yo, pobre de mí, ni siquiera
temblé.
xx“Ando buscando mi porción
de buena suerte”, me dijo, y también:
“Estoy sola, aburrida, llévame a alguna parte”.

 

 

 

 

HISTORIAS DE UN VERANO

xxxxx1

Después de varios días de labor continua, te encuentras
con uno o dos días, bastantes horas sin nada que hacer,
¿no era eso lo que siempre ansiaste, un pequeño cielo
o modesto jardín, de dicha no muy grande y manejable
para plantar flores casuales a la espalda de la biblioteca
que propicien las gracias que los dioses que inventaste
para uso privado dispensan cuando el tiempo aparenta
esta concordia maltrecha pero suficiente, sublime a ratos,
que trenza en tus sienes, lentamente, el modesto fruto?

 

xxxxx2

Luces que pasan junto al borde un instante,
y luego se agrandan; pájaros que llevan consigo
sus huecos para aquellos que los observan desde abajo,
que atraviesan el instante una y otra vez,
plenos de movimiento y canto,
variables como contradicciones,
colores cambiantes en un océano de aire,
sombras que se colman de azul mientras alguien
se acerca y las toca, imagina un orden para ellas
como un arquitecto que acomete
su trabajo sin la carga de que nadie
tenga que vivir allí, aunque luego lo haga
y, después de todo, aquello brille.

 

xxxxx3

Grillos y caléndulas giran en ensayo de orquesta
con el resto de las cosas y su crujir, entre perros
que ladran y el movimiento despacioso de gentes
que vienen o van de un extremo a otro, la carretera
queda cerca pero pasan pocos coches, el lebeche
opera como cada tarde en las ramas y los alambres
de las pérgolas, el sol en alguna parte, su calor en todas,
pájaros y gatos también ensayan su estancia y su ser,
todo sucede alrededor y es tan cierto afirmar que de uno
en uno como que con su cierto sentido y casuística, como
un hechizo, o acaso quien observa, quien escucha, es quien
lo aporta casi todo: chorros de agua aislados y un poco
de luz basta entonces, ahora, siempre,
en un instante.

 

 

 

 

CARRETRA Y MANTRA

Momentos dorados junto al toldo, restallar
de los pasos en las piedras del mercado,
el río en el día de colada, aquellas tardes
junto al faro, a la noche en algún cine,
una historia inventada y un amor duradero:
la tierra es un gigante a nuestra semejanza
si no a nuestra medida; se curvan los caminos,
telones en la noche, en el veril naranjas
y avanzando despacio entre el gentío
o entre nosotros, solos, junto al eco
de aplausos y de risas, saludos, despedidas,
palabras que aligeren la carga
en el coche y de vuelta a casa,
a través de los juncales, a tanto de tanto,
hasta hace un momento.

 

 

 

 

REPTIL DEL AIRE, DUDA

Veo las nuevas formas que se extienden
más allá de la clínica
al pasear más lejos, cada vez,
de la cancela
por la que debo regresar.

Como en viejos tebeos, puedo verte:
reptil del aire, duda,
sigo la narración.
Dibujo círculos
para habitar en ellos, más allá
de los dibujos que no entiendo.

Mientras cierro los ojos, es como respirar:
olvidas que lo haces y lo sigues haciendo.
He dicho círculos,
también los imagino.
Más grande cada vez: inabarcables.

Nombro despacio todo aquello
a lo que debo regresar.

Regreso a la cancela, de momento.

Con lentitud de sanatorio, las palabras
han regresado: me acompañan
en silencio.

No voy a delatarlas.

 

 

 

 

EL RÍO

Habían pasado muchos años, quizás ya habíamos muerto. Me acerqué hasta el borde de la balaustrada de metal para mirar el curso del agua debajo, no sé qué tiempo estuve abstraído en la espuma y los remansos, en su puro fluir, pero en un momento dado vi que ella, cerca de mí, apoyada también en la barandilla, observaba el río.

No dije nada, estaba harto de las palabras y tampoco quise mirarla demasiado, no iba a molestarla: llevábamos demasiado tiempo sin saber nada el uno del otro y, a esas alturas, sólo podíamos resultarnos unos perfectos desconocidos. Durante un instante, sentí que se giró para observarme. Deseé que así fuese, que se apercibiera un instante, sólo un instante, de mi presencia, y después que se volviese, que siguiera mirando el agua.

 

 

 

 

ESCLUSAS

xxxxx2

Ríos

Si la herencia que el demonio de Laplace ‒aquel
que reside en todo espacio y tiempo, bajo cualquier
posibilidad‒ o el fantasma de la polisemia transforman
en márgenes con trampas virtuales que se quieren necesarias
para el alma y a conciencia, o así lo quiere el genio ‒¿pero quién
y cómo, dónde?‒ del lugar, daimon del habla ‒ponle
nombre, y juega tú también: atrévete‒,
provocando más daño, los recuerdos y ese juego estúpido
no son al fin, del todo, aquella broma
que puedes practicar cuando desees,
¿adónde huir si allí donde prefieres huir
a quedarte atrapado, todo consistiría en hablar
de la lluvia como si todo eso tuviese algo que ver
con aquel que ahora habla y que no es nadie salvo aquel
que desaparece con ella, intentando otra cosa?

 

 

 

 

RECAPITULACIÓN DE UN VIAJE

No es que me guste equivocarme.
Es que, sencillamente, me equivoco.

Mientras tú te burlabas de mi torpeza habitual
y de mi tontería, ¿qué podía hacer yo
más allá de insistir?
No estoy cantando, ¿no lo ves?
Sólo trato de hablar de cómo hacerlo.

Lo sé, lo sé, aquí hay no nadie.

Allí, a años luz, arriba, lejos,
muy lejos de cualquier planeta habitado,
a mil kilómetros por hora, un corazón
no es un corazón:
yo fui esa velocidad,
encarné lo que huía
para quedar siempre detrás de mí.

¿Puedes imaginar qué significa
cruzar todo ese espacio?

¿Puedes imaginar lo que supone?

Dame tu rostro un nuevo día, sálvame
en todos estos rostros sucesivos
mientras, despacio, voy amontonando
tierra: lo hago con mis manos.

Campos color de lápiz de color,
¿puedes imaginar mi soledad
a tres kilómetros por hora,
absorto entre montañas?

¿Puedes imaginar mi soledad
mientras creaba el mundo?

 

 

 

 

VEN

Paseo por la casa que todos abandonan.
Las nubes hacen roscos con las plantas.

Bailo con la tragedia que no pesa,
no todavía.
Pero todo se mueve, la verdad:
comienza a hacerlo.

Te juro que es mejor estar aquí, dudando.

Voy a decirlo de otra forma:
ven.

 

 

 

 

WU WEI

Te despistas
un momento y
cae el invierno
sobre las co-
sas. Limitas
tu confronta
ción a un transcu-
rrir donde lo
que importa se ha-
ce solo, en u-
na intercesión
mecánica en
la que todo
fluye como
debiera y sin
poner espe-
cial empeño,
aunque lo pon-
gas.

Un día
sales para
descubrir que
ha cambiado
sin necesi-
dad de pala-
bras o gestos;

hace la rea-
lidad al tiempo
que ésta muta,
lenta meta-
morfosis que
constata el flu-
jo, la preocu-
pación que tam-
bién, a ratos,
te tranquili-
za.

 

 

 

 

LLEGADA A LAS ISLAS

Bajo cielos semejantes los mismos santuarios y el comienzo de un sendero que conduce siempre a un centro así, dispuesto a perdurar el tiempo necesario, como si alguien imaginara los valles de un paisaje para hacerlo suyo, más próximo cuanto más lejano, más real cuan irreal,

los mapas de lugares que no hacía falta inventar pues ya existían en el corazón, un valor no siempre en alza, lejos de las zonas de exclusión donde las sombras dejaron de tener nuestro rostro, rostro que mira hacia el cielo,

el cambio y la visión como principio de ¿todas las cosas o sólo de aquellas que al fin aprendemos a nombrar, siquiera cuando al fin callamos

y añadimos que si no hace fotografías al océano una y otra vez debiera hacerlo,

para después desdecirse y pensar en otra cosa, ya no hay diamantes en las aceras salvo en el iter-sopena, escuchó, y también: he rezado pero sólo el diccionario quiere tenerse en pie‒,

escribir es abrir los ojos mientras siguen cerrados,

los límites del mundo son los muros de la celda, sentidos que quisiste volcar durante demasiado tiempo al otro lado de ti mismo?

Dijiste miedo: así cruzaste los valles y montañas que aún te separaban de ti mismo,

abrir los ojos a los ojos que se abren por ti, mientras los tuyos, al fin, pueden estar cerrados y dejar de ser tuyos, sólo así son tuyos y están abiertos,

sintiéndose al final de un largo viaje a partir del cual nunca más estará solo, ves las islas, están a tu alcance y esconden su amor tras sus invernales ventanas, varadas en la niebla,

ella estaba a mi lado todavía y en alguna playa distante hacíamos el amor, desconocidos y dichosos, salvados de alguna forma si es que alguna vez lo estuvimos,

a lo largo del cielo de la tarde hendida como un fruto ‒o es un alma infinita de la cual todas formamos parte, y vida y muerte son orillas del mismo surco‒, y dicho todo esto y por llegar de algún modo a un punto y final que sea simultáneamente un principio, que es lo mismo que decir el medio, aquel que no es una media sino, al contrario, el sitio por el que las cosas adquieren velocidad,

en la verdad, el bien y la belleza de estos paisajes mentales,

con cables de la luz y bandadas de aves en fuga al fondo; o como cuando le dijeron que todas las historias han de tener un principio, un desarrollo y un final y él respondió impertérrito: pero no necesariamente en ese orden, yo repito todo eso ahora, despacio como un mantra mientras espero un mejor cerebro para mis nervios como rosas, hablemos de lo que hablemos cuando hablamos de yo o de él, de ella, de ti, de mis no-necesariamente-en-ese-orden”: no tengo personalidad, sólo soy un hombre nervioso,

la música está fuera, no mañana ni ayer: ahora; las obscenas lecciones del corazón; Paddy, qué fantástico abismo mortal: díselo a los otros;

extraños cuando nos encontremos,

podrían ser bares con música rock de los años cincuenta, algunos viernes, y una casa repleta de libros y de gatos mientras suena para el resto de la semana un cello disonante y el silbido de la cafetera; abrir y cerrar y volver a abrir las ventanas a las calles tomadas por palmeras emergidas de la infancia y del sueño, junto a edificios del siglo dieciocho que pareciera que siempre fuesen a estar ahí, imperturbables ante el avance de tranvías de principios del veinte y de los monorraíles futuristas que se mezclan, en su velocidad, a la de los jardines románticos

esa necesidad infantil de querer participar de la representación de la realidad cuando uno se siente al margen de la realidad‒,

mientras podrían evadirse de los días venideros el miedo y la rutina, la muerte calculada con paciencia de uno mismo: así llegan los fines sorpresivos, no esperados, con ella en mi cabeza si ya no está en mi cuerpo

‒es un templo la idea que de ella me he formado, un templo que ella prende, devastándolo a diario, mientras yo conservo a ambos‒,

sale de ti mismo el viajar, y así el vivir no importa,

se trata de pasar de cero a cero ‒y eso era la vida‒,

cero más cero: innumerable,

sólo procura no mojar con agua, a medianoche, y hasta el amanecer, los frutos que arrojaron tus cuidados,

sale al fin el shinkansen

y ahí va Camilo Camaleón, camino del país sin colores, dispuesto a descansar, mientras Krazy Kat le espeta: “Lo debéis de pasar muy mal sobre una falda escocesa”,

sinceramente creo que ha llegado el momento de que te detengas y te replantees todo esto,

no resultará más difícil hacerlo que todas esas pruebas por las que ya has pasado para llegar hasta aquí,

no estás cansado en el fondo, ¿verdad?, le dije: lo suponía, no te preocupes: era fácil suponerlo y los comediantes pasarán de largo, no te alcanzará por tanto el agua de los aspersores,

tómate tu tiempo pero no tardes, puede que ya sea el día, podrían ser tu hogar.

 

Llegada a las islas 2

 

 

 

López, José Óscar. Llegada a las islas. Tenerife; Ed. Baile del sol, 2014.

 

LLEGADA A LAS ISLAS

noviembre 23, 2014 Deja un comentario

Ayer se presentaba el nuevo libro de José Óscar López, su último libro de poemas, publicado por la editorial Baile del Sol, y que lleva por título el de la entrada de este post.

 

llegada-a-las-islas

 

La presentación corrió a cargo de Diego Sánchez Aguilar y de Cristina Morano. Diego llegó a definir la poesía de José Óscar como noise poetry, y me parece una definición acertadísima sobre lo que hace.

Aquí tienen algunas fotos de la presentación.

Presentación 'Llegada a las islas' 1

Presentación 'Llegada a las islas' 2

Presentación 'Llegada a las islas' 3

Presentación 'Llegada a las islas' 4

 

Aquí pueden leer el texto que aparece en la contraportada del libro.

Llegada a las islas 3

 

 

Y aquí tienen algunos poemas.

 

 

CALÍOPE

Quilhas, mastros e velas, rodas do lem, cordagens
y una pequeña caja imaginaria de roble donde brilla
el oro de un instante, ausencia llena,
xxequiparable a un haz de luz
que dejara de lado aquel envés abierto de su danza
aquí, alrededor, por todas partes.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxRodea con un círculo
las palabras que importan todavía y
respira de una vez.
xxDéjalo estar, siéntate aquí,
pudo haber sido un buen final: aquí, al menos
las avenidas siguen dando al mar, así que vuelve a intentarlo,
construye tu camino, constrúyelo consciente,
dótalo de sentido,
porque nunca lo olvidaste sé que ya lo estás haciendo,
que mañana lo seguirás haciendo como hasta ahora.

Estoy aquí para ayudarte, me dijo, y también
deja de preguntar si he venido a ayudarte.

 

 

 

 

LAS VENTANAS SIGUEN A MEDIA ALTURA

Pasaban cielos como escualos sin dientes, una fauna rabiosa y torpe
en la que participabas a tu manera, ni mejor ni peor o quizás peor,
¿cómo saberlo? Los días de sol duraban una eternidad y a veces llovía,
¿cómo predecirlo? Veías todas esas películas y eran como ventanas
a media altura donde, a veces, se colaban escenas apropiadas
para narraciones infinitas, pero no ilimitadas, y el hilo de saliva
y esa música, ¿no era así como todo se parcelaba algunas veces,
como ideas como nubes y en un mar que nos comprende,
tareas por hacer cuando, de alguna forma, todo ya estaba hecho
o en vías de resolverse, con días y paisajes como cielos
donde apenas restan torres que añadir, ballestas cargadas
para un cuadro saturado antes de acometerlo, ingenios que percuten
sobre el ruido de fondo de una juventud como una guerra contra nadie?
¿Y si, después de todo, esta nada apacible, hospitalaria, constituyese
una nueva y paranoide Eneida, formulación nueva y a la vez antigua
de vistas fulgurantes bajo el cuádruple atardecer de Star Wars
mientras tú, sencillamente, la estabas jodiendo ‒que es lo mismo que decir
que te preocupabas en vano, tontamente‒ todo el rato?

 

 

 

 

NO SUPE SI BAILAR O SUICIDARME

(Trampa de arrastre para fichas de dominó)

xxxxxIII
El músico y el diablo

Se conocieron una noche en el desierto, en un club de jazz del Sáhara,
ella vestía Dolce & Gabbana y él seguía muy bien los pasos de su baile,
aunque después de una terrible discusión él iría a tocar solo esa noche
y no le importó, porque ese es el destino de los músicos ambulantes
o eso tuvo entendido durante demasiado tiempo como para ignorarlo,
las teclas y los vientos sonaron como antaño, y todo funcionaba, así,
con esa misma melodía improvisada, con pequeñas diferencias,
y en todas ellas él
estaría dispuesto a viajar sin ella todo lo lejos que fuese necesario
con la seguridad de verla alguna vez, y de que todo
volviese a funcionar, sin más, un día, de repente,
pero también llegaba, de repente,
una tristeza infinita y las últimas páginas
de un cuaderno donde su historia empezaba una y otra vez
y en todas esas veces se llegaba,
tarde o temprano, a un cruce de caminos
donde era como si, pareciera que no fuese a verla nunca más.

 

 

 

 

Ψυχη θεραπεια

(PSYCHE THERAPEIA)

xxxxx1

Me gustaba verla mear, acuclillada, entre los coches.
Nos queríamos mucho, sobre todo en verano:
viajábamos de playa en playa
haciendo autoestop.
No nos despegábamos.

Pero lo que mejor recuerdo de aquel tiempo
era cuando ella decía: tápame, voy a mear,
y yo le decía: déjame, quiero verte.

Ponía cara de esfuerzo, de chica buena,
de bueno, ésta soy yo, meando,
y yo la miraba, acuclillada, meando.

 

xxxxx2

No conocí jamás la torre, pero oí
el canto de la torre y
ya no pude olvidarlo.

¿Y ahora qué?, le pregunté
a la sombra de un mimo,
a una sombra que huía,
y la sombra croó diluvio y fue diluvio:
inundación
en los tugurios.

Alguien decía: “Un hombre
no ha de ser tan alto
como la torre que construye”,
y, construyéndola,
crecí
hasta llegar a estas visiones.

“Conduce mi automóvil a través del océano”,
“carga tu arma y trae a tus amigos”:
eran canciones que escuchábamos.
Ah no sentir nostalgia alguna,
delicada Talía, impasible Melpómene:
seguid cantando,
xxxxxxxxxxxxxxxxrecordadme
esa felicidad
que atesoramos todavía.
Pues fue la confusión de la metáfora
origen de las noches pterodáctilas,
eso y canciones que regresan
para quedarse, no prescriben: “Psychocandy”,
“One Hundred Years” ‒”no importa si todos
tenemos que morir…”, “Ghost Rider,
uh, superhéroe”.

Difícil asunción de lo sencillo
y simple: estoy llegando.

Música punk autista,
hilos de baba.

Guitarrazos, guitarrazos.

 

 

 

 

 

CINE NEGRO

Todo empieza con un chisporrotazo
y unos golpes; así empieza el final:
pronto la policía tirará
la puerta abajo.
Vinimos hasta aquí, señor, en busca
de nuevas esperanzas para una vida
semejante a aquel borracho que, viscoso,
venía al autocine a molestarnos
mientras tratábamos de ver nuestra película.
Buscamos solamente el agujero
de esta bañera sucia, sumidero
en el que vaciar para siempre estas botellas
de ajenjo y gasolina.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxLa locura
de mi madre, la tuya es una santa,
ciertas cartas marcadas
en el anverso de nuestra desdicha.
Días lentos como tardes de lluvia
que van a terminar con carreras furiosas
por todo el medio oeste hasta Kentucky.
Tanto tiempo duró la revisión y puesta a punto
de nuestra maquinaria móvil y danzante
que fue nuestro destino natural
el cementerio de automóviles.
Un día me pregunté si aún te amaba, pero no
le di importancia. Los días pasan y a nosotros
nos gustaría quedarnos. Así,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxhoy todo
parecía en orden: afuera pasa el camión
de la basura
y en la televisión alguien cuenta una historia demasiado
parecida a la nuestra.
xxEl flexo que se cae, sonidos de disparos,
alguien corre hacia aquí
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxmuy deprisa.
Estoy herido. Vete tú.
Otro chisporrotazo más pero esta
vez de sentimiento, estoy
bien jodido esta vez.

 

 

 

 

 

LA COMUNIDAD DE LA FIEBRE

Un payaso, esta tarde, ha debido de estrellar
su rostro contra el cielo: la noche apenas borra
el rastro que han dejado sus pinturas.
Salíamos
del cine, era de noche y éramos mercurio
alígero, confusos serviríamos
para cualquier temperatura,
también enumerábamos las cosas
por un cierto sentido del esfuerzo
y de la disciplina:
la neblina emborrona la luz de los neones
por la que descendemos hasta el mar,
jacarandás en flor y abrigos con el cuello levantado

(levantando el esfuerzo de escapar,
de este descenso),

el agua del océano cubría las llantas de los coches
y de las caravanas de los gofres.
Y un índice de grasa satura el horizonte,
xxseñalándolo,
mientras proclama “Tierra”, que “A la vista”.

Otra vez esa música
que invita a prolongar nuestro paseo
allá donde el país de los payasos tristes
emerge y toma forma,
se deforma
una vez más. Y se sumerge.

Y un tipo con orejas puntiagudas nos instaba a volar.

 

 

 

 

 

EL PASEO

xxxxx1

Te he estado buscando durante horas y la ciudad estaba vacía, una ciudad fantasma. Cuando he comprendido que ya no iba a encontrarte era de noche, y sólo entonces me he dado cuenta de que me rodeaban cientos, miles de personas; aparecían poco a poco, uno a uno, y habían estado ahí todo el tiempo: de un lado para otro, ajetreados y febriles, sumidos en sus propias pasiones y sus ruedas, sus locuras privadas, en sus risas, en su olvido.

Habían pasado horas, quizás toda una vida. Asustado, he vuelto a casa.

xxxxx2

En el desvalimiento de bicicletas rotas se escondía alguna pesadilla nuclear, la fusión de los polos, la desaparición de aves y peces; estanques y tendidos de la luz, avenidas, rotondas; tensadas para nadie. La soledad de los comercios. Donde elijo perderme, y nunca compro nada.

Todo lo imaginé. Luego llegué corriendo aquí, y vine a transcribirlo: todas esas palabras, esas luces que jamás existieron. Porque se sostenían en tu ausencia y durarán, incomprensibles, para siempre.

Quiero decir: creo que no vas a volver.

 

 

 

 

 

ULRIKA

Con un ejemplo basta para ver los confines
donde todo brillaba entonces ‒los detalles:
té de piedra, hachís y hierbabuena
prendida en los tazones y en el fondo
de sus ojos.

Practica a Wittgenstein y estudia zen.

Penumbra congelada en raíces de aloe
y algunas cartas del tarot dispuestas en la mesa,
la Papisa en el centro.

Una pintura de Friedrich. Tarkovskij, Stalker.

Fumar mierda, sentirme en la película.

Solamente los actos expresan un sentido
y yo te amé con todo lo que tuve.

 

 

 

 

 

ZARZA

Era fácil vivir aquellos días,
me pregunto cómo era y puedo verlo:
doy vueltas por la casa, iluminando
con esa luz vacía que es todo lo que tuve
y que aún me conserva, algunas veces:
borracho de palabras, como entonces
febril y agradecido,
lejos de mí, hablando por hablar,
brillando para nadie.

 

 

 

 

 

LA PÉRDIDA DE BRITANIA

En batallas libradas en el tiempo propicio
en el que la supervivencia, parca,
espera a las afueras de Camelot,
creerse la historia, soñar
una sola espada y una mano sobre ella
mas no perdonarla, volver sin ella,
¿no era peor que el infierno?

 

 

 

 

 

TERSITES

Debimos arrojarlo por la borda
entonces que tuvimos ocasión;
con su cháchara estúpida, insensata,
afrenta a Menelao y a Agamenón
y a todos nuestros dioses inmortales,
es feo como un demonio y hasta Homero
cargó las tintas crudo al describirlo.

 

 

 

López, José Óscar. Llegada a las islas. Tenerife; Ed. Baile del sol, 2014.

 

PLAZA DE BELLUGA & LA ISLA

noviembre 15, 2014 Deja un comentario

Libros de José Luis Martínez Valero

 

 

De ‘Plaza de Belluga’

 

La escritura como los pasos
requiere a alguien que la guíe.
Nada está escrito, todo se borra
en la plaza, mientras caminas.
¿Cómo sabré de los que han sido?
Apenas sombras en la noche
que caminaron entre sombras.
Las piedras no tienen memoria,
la carne no tiene memoria,
huesos son y ceniza aquellas sombras,
sólo la luz que de tan clara dice
sostiene la palabra.
¿Dónde la claridad aquella?
El pasado por un instante se acerca,
va a surgir de entre la niebla,
luego se desvanece,
no ha sido sino un reflejo
sobre el estanque quieto de las horas.
De su fondo vuelve la sombra
como única respuesta.

 

 

 

 

No siempre el grito es de todos,
a veces ocurre que alguien,
especialmente dotado, clama
al cielo o a los hombres
y hace un recorrido por el infierno,
o bien, bajo palio, formula
insostenibles argumentos,
porque como buen orador vence
a los enemigos de un país imaginario
al que llama por su nombre,
aunque, sólo los otros son el pecado,
la mentira, la falsedad…
Otra vez el grito, otra vez el silencio.

 

 

 

 

Estanque de piedra,
muralla que defiende frente al tiempo,
siempre a punto de ser vencida,
te tambaleas, pero no caes.
Te mantienes erguida como una joven
que bailara en medio de la plaza.
Y no es la piedra, no el conjuro
de los santos, ni el número
que dejó escrito el arquitecto,
no la esperanza en otro mundo,
sino el resuelto deseo de permanecer,
porque estás,
nube reflejada en la piedra
como imagen del hombre, vacía.

 

 

 

 

El paraíso no tiene puertas,
es una plaza.
El paraíso es sólo una esperanza
de trabajo.
Pero sin papeles no hay paraíso,
sin papeles, sólo albergue,
ropero y comedor.
No te dejaremos morir,
pero tampoco vivir.
‒¡Policía, identifíquese!
‒Playa Paraíso,
vengo de playa Paraíso.

 

 

 

 

De ‘La isla’

 

LA ISLA

Imagínate que, de pronto,
tu país se hace isla,
y tú quedas en medio del océano,
a merced de las olas.
Imagínate que tu país,
ahora isla, es sólo acantilado,
farallón gigante,
siempre cercado por las aguas,
y que, desde allí,
en lo más alto de la roca,
todos sus habitantes
sueñan románticos sueños,
y en ellos se dejan caer,
resbalando lentos al abismo,
mientras ven, instante último,
la espuma entre las rocas
y el latido verde de la ola.
Imagínate días después:
la soledad de la isla,
el acantilado,
su sueño y el suicida.

 

 

 

 

CALA DORADA

Hay una playa de arenas doradas
apenas visitada por turistas,
alejada de toda
comodidad,
cubierta por los despojos que arrojan
los barcos.
Restos de viejas
pateras sobresalen de la arena,
testigos de tiempos mejores,
cuando esta tierra fue un paraíso
para algunos desheredados.
La cercan montes,
que impasibles contemplan la espuma
del agua sobre la arena,
entre tanto crecen romeros,
palmitos y el esparto
sobre sus lomas abiertas
por cientos de pozos,
que recuerdan el trabajo penoso
de miles de hombres.

 

 

 

 

AGUA

Aunque esta isla carece de ríos,
sin embargo, conserva la huella
del agua que durante siglos
ha caído
desgastando rocas, abriendo fosas,
arrasando fértiles tierras.
Los hombres siempre tienen sed
y al cielo levantan la cabeza
para preguntar por una lluvia,
que nunca llega.
La isla, expuesta al sol,
tiene ese color amarillento
de esponja gigante y reseca
que un día volverá al mismo mar
de donde la sacó aquel dios,
torpe y borracho.

 

 

 

 

CREENCIAS

Unos rindieron culto al caballo,
otros al sol y a la luna, también a las montañas,
más tarde fue al Crucificado,
aunque no todos comprendieron
aquello de la hermandad y la pobreza,
el reino de éste o el otro mundo,
luego fue Alá y su profeta,
para después continuar
aquellas disputas que terminaban
con algún creyente a la parrilla.
Es natural que esta isla
conserve cierto fanatismo,
fueron muchos sus inquisidores.

 

 

 

 

EXTRANJERO

Dialogo con los isleños a veces,
gente amable en contraste con la tierra
donde han nacido,
gustan de la palabra
y aman las fiestas populares,
se aferran a creencias entrañables,
educan a sus hijos
y cuidan los escasos árboles,
los pequeños huertos,
las alegres casas
que heredaron de sus antepasados.
Me siento uno de ellos,
paseo por los caminos polvorientos,
poblados de matas espinosas,
contemplo el mar oscuro de la tarde
y vuelvo a casa triste
sin que conozca bien por qué.
Esta tierra convierte en extranjeros
a quienes han nacido en ella.

 

 

 

 

SILENCIO

Los padres callaron demasiado
tiempo, sobre todo las madres
No se recordaba un silencio
tan prolongado.
Algunos afirmaban:
es la fuerza de la costumbre,
para que se olvidase la causa,
y así atravesamos aquel tiempo
de espaldas a los tiempos.

 

 

 

 

ADOLESCENTE

Escapas como un adolescente
para que no te aplasten
los últimos pétalos de la tarde,
para que no te atrapen
las primeras sombras de este bosque.
Como si estuvieses perdido,
gritas y sin sentido
atacas lo que tienes a tu alcance.
Tú siempre quieres la primera vez,
por eso protestas, por eso huyes,
y te hundes en el parque
o desesperadamente bebes,
porque has deseado mucho,
porque ahora es de noche
y todo va quedando vacío.

 

 

 

 

UN BARCO

Ayer un barco
encalló sobre la roca,
se han perdido muchas vidas,
otras se han salvado.
Los isleños se lanzaron al agua
en sus pequeñas embarcaciones
para rescatarlos,
unos volvieron con ropas,
otros con relojes y anillos.
Todos tenían el mismo gesto
de ahogados
cuando despertaron a la mañana
siguiente.

 

 

 

 

GRITO

Pese a que Bécquer
fuera partidario del susurro,
aquí siempre predominó el grito.
Para ello no se necesita
azar la voz,
basta un cierto matiz de rabia,
dejar a un lado la cabeza,
de modo que la angustia
interior que a todos nos habita
pueda manejarse con facilidad
y, una vez en la mano,
impulsarla con toda nuestra fuerza
contra aquel otro,
que ajeno en su exterior descansa plácido.

 

 

 

 

PASADO

La conversación gira
sobre el pasado,
nunca especulan sobre el futuro,
si acaso trata de los hijos.
Conocer a alguien
es conocer su pasado.
A menudo cuentan sobre la guerra,
un pasado sin guerra sería insólito.
Aunque no lo confiesen
todos están marcados
por ese cataclismo
que dejaba a los muertos
apresuradamente en las cunetas.

 

 

 

 

PALABRAS

Al final permanece
sobre la lengua una palabra amarga,
destila sabor agrio,
extendida sobre la acera
semeja la sombra cansada,
aún caliente, de la multitud
que vuelve a casa,
tras una jornada sin trabajo.
Sin duda es un aviso,
me preguntas cuál es esa palabra,
pero es imposible saberlo,
sé que tiene el color de algunas dudas,
y ese tedio que impide
a la sorpresa alumbrar la mañana.
He abierto la ventana
por si descubriese la primera
letra sobre el paisaje,
pero es tarde oscura lo que veo,
también la lluvia apaga mis sentidos
y se adormecen en los diccionarios
sílabas sin sentido.

 

AYER FUERON 43

noviembre 11, 2014 Deja un comentario

43

 

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HALLAZGO

Airtel

 

Hace unas semanas, paseando de vuelta a casa, M y yo nos encontramos con lo que pueden ver en la imagen.

¿No les parece que hace ya una vida de esa marca?…

 

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