Archivo
LA VIDA TE DA SORPRESAS, SORPRESAS TE DA LA VIDA…
Hace unos días, pasaba por casa de mi compadre Joseda y, en un momento, le echo un vistazo a la reedición de ‘Cocinar el loto’, de Ángel Manuel Gómez Espada
y me encuentro de pronto con esta nota al final del libro:
…y aún sigo en estado de shock. ¿De verdad le ha servido alguna vez a alguien algo de lo que yo le pueda haber dicho sobre un texto suyo?
En fin, ya les digo, que aún estoy en shock.
P.D. Mil gracias por el reconocimiento si el comentario sirvió de algo, señor mala influencia.
MÁS LLEGADA A LAS ISLAS
No me resisto a mostrar algunos poemas más de ‘Llegada a las islas’.
LOS ÚLTIMOS DÍAS DE JUDAS
xxxxxI
Es un camino bien marcado, pero en él
también están previstos los bandazos;
algunos tardan menos, otros más:
la tensión, tan temprano estalla como tarde;
resulta apetecible atacar el señuelo:
si crees que eres paciente se encargarán los otros
de hacer que pases esta prueba,
no es sólo
por tu seguridad, idiota,
sino por la de todos.
Invierte la energía que te dicte costumbre o corazón:
Pasión, no compasión, ¿para qué ser cristiano
si se puede ser cristo?
xxxxxII
No por previsto duele menos,
pues sólo ese dolor es el sentido
que ordena para siempre el resto de las piezas
que aún no te encajaban ‒si intentas hacer trampa
te lo harán ‒te lo haremos (añade en su delirio
esquizo-paranoide) pagar caro:
Antes de su crucifixión mediática vagó por países como Tracia, Siria,
Jonia, y ciudades como Alejandría, donde aprendió sortilegios varios
como la resurrección de los muertos o que te comas tu trabajo, tu castigo,
y sigas el camino de la enésima generación de héroes mandados de vuelta a casa.
EN EL CAMINO
Nadie con quien conversar durante días,
penitencias impuestas por costumbres,
periódicos. Viajar porque sí pero hasta dónde,
hoteles improbables como límites o pruebas
en tardes desapacibles, con viajes hasta la terraza
y sueños con libros de páginas tachadas
que acabarán, tarde o temprano, una buena mañana,
aunque sus ojos permanezcan impolutos
de tanto estar abiertos, esperando, ansiando
esta pequeña resurrección o trampilla de salida
en la que alguien venga a darle al fin los buenos días.
LOS LADRONES DE TABACO
Las plantaciones ocuparían todo el valle
durante cinco años, como poco.
Por las noches jugaban a los dados y bebían,
fingían otras vidas mientras alguien, cerca,
seguía con su cháchara y una copa en su mano,
observado de cerca por un espejo roto,
haciendo disquisiciones paranoicas sobre los amos de la realidad.
IMPOSTURA
Tengo poco interés en seguir con esta impostura, pensó mientras se derrumbaba de sofá en sofá y olvidaba sus deberes, mientras los días se atropellaban para seguir arrojando este agotamiento como un licor caliente y él seguía derrumbándose de salida en salida hasta el final del corredor del edificio en el que, siempre que podía, muy pocas veces, casi nunca, se ocultaba para descansar, descansar y beber. Beber solo, en silencio, ese licor danzante.
En la calle, las carpas se extendían hasta donde alcanzaba la vista. Aguardaban, instaladas, al pequeño payaso que, como acostumbraba, llegaba bebido.
Y se decía: no lo aguanto más.
Llegaba, saludaba.
SE HACE
No puedo hablar con nadie, ni verlos ‒a ellos, a ninguno de ellos, pero sé que están ahí, al otro lado, que aguardan resultados, y trabajo: sumo, resto, rehago; me esfuerzo, se me va la vida en ello. Doy por finalizado, y vuelvo a comenzar, ¿el qué? Y vuelvo, sí, ¿pero hacia dónde?
No puedes verlo, es un secreto porque se hace sólo cuando nadie mira. Y se hace solo.
Sencillamente no puedes mirar.
Así, sin tu atención: si nadie atiende o mira. Sin tu ayuda o la mía.
Me enferma y paraliza, me hace arder. Me descompone en el sentido que me altera: me encuentro trastornado. No es ésa la respuesta.
POR QUÉ NO ESTOY AQUÍ
Llegué hasta allí y contemplé el camino que me llevó hasta aquí. Quise probar después con todas esas islas, caminos en el agua, senderos sin oxígeno: un recorrido anfibio, abierto por cuchillos.
Pasaron pájaros, cuchillos, más allá. Debía estar la ruta. No fijarla, olvidarla, negarla ante los jueces. No hay un tribunal más allá de ti mismo: caminas, juzgas, sigue caminando.
Sólo si olvidas que has llegado habrás llegado.
Eres juzgado, olvídalo: sé justo, porque sé que no serás benévolo.
SERPIENTES DEL PARAÍSO
Salió del trullo, le dio un libro ilustrado de Jack London y un poco de dinero, antes de afeitarse y despedirse.
Las tardes son largas en los aeropuertos, desde entonces.
REALIDAD 19
La rueda de los días avanza inexorable,
la noche se deshace entre sus dedos.
Los ángeles de la mañana bostezan en las paradas de autobuses.
AMIGOS IMAGINARIOS
xxxxx1
Conocí a un viejo poeta en Estambul, en los años 50. Quería ser futurista y leía la Historia de la Filosofía de Bertrand Russell. Tenía sesenta años y bebía bastante, lo frecuenté un tiempo ero al cabo lo dejé: no podía seguir su ritmo. Una noche me dijo: “¿Tienes idea de los años que me ha costado dejar de ser un poeta romántico?”.
Conocía a un novelista de Totana que afirmaba escribir desde la Luna: tenía una casa en un calvero desértico al que llamaba la Luna. Durante el día dormía en una pensión con aire acondicionado, en el pueblo, y con la benignidad nocturna del clima se trasladaba al calvero y escribía. Me lo encontré sólo un par de veces, en el estanco de la estación, sobre las nueve o nueve y media. Era difícil verlo. Me dijo: “Hablo con la Luna y es mi musa, la llamo virgen de la roca y también piedra de la que surge el manantial”.
Conocí a un piloto comercial que componía en su cabeza relatos de aventuras sobre aviadores, durante sus paseos recreativos. Me refirió algunas, y eran buenas: breves y buenas. Sólo una vez me relató una historia larga, demasiado larga: bastante aburrida, en realidad. Tomábamos café junto a una catedral barroca, y me decía: “Las mejores son aquellas en las que se habla tanto del cielo como de la tierra y el enemigo sólo habla o reflexiona, y ve pasar el tiempo, así, mientras la guerra es librada sobre un inofensivo tablero de ajedrez antiguo”.
xxxxx2
Fui al desierto para no quedarme, aunque me quedé dormido. Dejé mi mente en blanco, vacía: eso lo explica todo. Me encontraba cansado, me cansaba la gente, las ideas, las cosas, los deberes: en todo, en general, sólo encontraba agotamiento. Aburrimiento. Así que probaré, me dije, a encontrarme a mí mismo. A hablar conmigo mismo.
Fui a inventar alguna historia, una novel, algún poema: quise escribir y construir, y construirme sin saberlo, a través de lo que imaginase. Iba a hacerlo todo en mi cabeza: no me llevé papel, piedras, tijeras, nada. Ahí estaba yo, era lo único que iba a construir. Pero finalmente no construí ni escribí nada.
No yo: lo hizo todo el sueño.
Si hubiese podido, habría ido desnudo. Pero soñé que estaba desnudo. No recuerdo más del sueño.
xxxxx3
Soñé que dormía, y dormí.
EL ÚNICO POEMA REAL DE ESTE LIBRO
Era mi hora de guardia en el patio, una hora que salía ser tranquila, era un buen instituto. Me atrajo el clásico arremolinamiento de chicos que anuncia pelea, pero al llegar no había tal, sólo un chico llorando y otro que le había pegado. Alrededor de ambos, sus compañeros respectivos: los del primero estupefactos, como él, aunque no estuviesen llorando; los del segundo con medias sonrisas y expresión de desafío, retirándose con tranquila impunidad hacia uno de los rincones que formaba el viejo edificio en el patio.
No hubo pelea, se necesitan dos, dicen. Sólo un empujón, una provocación gratuita que ni siquiera respondió el chico de las lágrimas, las que ya le goteaban por la barbilla y caían al suelo. No responder a la provocación no le libró ni de un bofetón ni de un puñetazo, así como de las amenazas y humillaciones verbales de los comparsas del provocador.
Estaba solo, mis compañeros de guardia andaban por otras zonas del patio, era un recinto grande. El chico y sus amigos me contaban lo sucedido; sus lágrimas seguían goteando hasta estrellarse contra el suelo. “Están ahí todavía”, me dijo una chica, “riéndose y fumándose un porro”. Fui hacia allá. “Es que me ha vacilado”, responde el agresor sin esconder su sonrisa. “Menudo miedo”, añade sonriéndome otro de los agresores.
Volví con el chico agredido; ya digo que estaba solo, no debía abandonar el lugar, le pedí que fuese a jefatura o dirección mientras yo esperaba allí. “¡Para qué!”, respondió alterado, arrojando al suelo su libreta. “¿Acaso van a hacer algo?”. Sus lágrimas seguían goteando, caían muy despacio. ¿Qué puede hacer cualquiera?, pensé.
En mi idioma, un poema. En el suyo, un lodazal.
MUJER FATAL
Me esperaba como el secreto mejor guardado
de los días de lluvia.
xxEra un diamante
en el lodazal, un misterio
abandonado en un vaso de vodka;
neón envuelto en medias de rejilla,
en leotardos de múltiples colores,
brillando como saben hacerlo los problemas.
Ajena a las metáforas manidas,
al aguardiente más barato,
xxme miró,
sonreía, y yo, pobre de mí, ni siquiera
temblé.
xx“Ando buscando mi porción
de buena suerte”, me dijo, y también:
“Estoy sola, aburrida, llévame a alguna parte”.
HISTORIAS DE UN VERANO
xxxxx1
Después de varios días de labor continua, te encuentras
con uno o dos días, bastantes horas sin nada que hacer,
¿no era eso lo que siempre ansiaste, un pequeño cielo
o modesto jardín, de dicha no muy grande y manejable
para plantar flores casuales a la espalda de la biblioteca
que propicien las gracias que los dioses que inventaste
para uso privado dispensan cuando el tiempo aparenta
esta concordia maltrecha pero suficiente, sublime a ratos,
que trenza en tus sienes, lentamente, el modesto fruto?
xxxxx2
Luces que pasan junto al borde un instante,
y luego se agrandan; pájaros que llevan consigo
sus huecos para aquellos que los observan desde abajo,
que atraviesan el instante una y otra vez,
plenos de movimiento y canto,
variables como contradicciones,
colores cambiantes en un océano de aire,
sombras que se colman de azul mientras alguien
se acerca y las toca, imagina un orden para ellas
como un arquitecto que acomete
su trabajo sin la carga de que nadie
tenga que vivir allí, aunque luego lo haga
y, después de todo, aquello brille.
xxxxx3
Grillos y caléndulas giran en ensayo de orquesta
con el resto de las cosas y su crujir, entre perros
que ladran y el movimiento despacioso de gentes
que vienen o van de un extremo a otro, la carretera
queda cerca pero pasan pocos coches, el lebeche
opera como cada tarde en las ramas y los alambres
de las pérgolas, el sol en alguna parte, su calor en todas,
pájaros y gatos también ensayan su estancia y su ser,
todo sucede alrededor y es tan cierto afirmar que de uno
en uno como que con su cierto sentido y casuística, como
un hechizo, o acaso quien observa, quien escucha, es quien
lo aporta casi todo: chorros de agua aislados y un poco
de luz basta entonces, ahora, siempre,
en un instante.
CARRETRA Y MANTRA
Momentos dorados junto al toldo, restallar
de los pasos en las piedras del mercado,
el río en el día de colada, aquellas tardes
junto al faro, a la noche en algún cine,
una historia inventada y un amor duradero:
la tierra es un gigante a nuestra semejanza
si no a nuestra medida; se curvan los caminos,
telones en la noche, en el veril naranjas
y avanzando despacio entre el gentío
o entre nosotros, solos, junto al eco
de aplausos y de risas, saludos, despedidas,
palabras que aligeren la carga
en el coche y de vuelta a casa,
a través de los juncales, a tanto de tanto,
hasta hace un momento.
REPTIL DEL AIRE, DUDA
Veo las nuevas formas que se extienden
más allá de la clínica
al pasear más lejos, cada vez,
de la cancela
por la que debo regresar.
Como en viejos tebeos, puedo verte:
reptil del aire, duda,
sigo la narración.
Dibujo círculos
para habitar en ellos, más allá
de los dibujos que no entiendo.
Mientras cierro los ojos, es como respirar:
olvidas que lo haces y lo sigues haciendo.
He dicho círculos,
también los imagino.
Más grande cada vez: inabarcables.
Nombro despacio todo aquello
a lo que debo regresar.
Regreso a la cancela, de momento.
Con lentitud de sanatorio, las palabras
han regresado: me acompañan
en silencio.
No voy a delatarlas.
EL RÍO
Habían pasado muchos años, quizás ya habíamos muerto. Me acerqué hasta el borde de la balaustrada de metal para mirar el curso del agua debajo, no sé qué tiempo estuve abstraído en la espuma y los remansos, en su puro fluir, pero en un momento dado vi que ella, cerca de mí, apoyada también en la barandilla, observaba el río.
No dije nada, estaba harto de las palabras y tampoco quise mirarla demasiado, no iba a molestarla: llevábamos demasiado tiempo sin saber nada el uno del otro y, a esas alturas, sólo podíamos resultarnos unos perfectos desconocidos. Durante un instante, sentí que se giró para observarme. Deseé que así fuese, que se apercibiera un instante, sólo un instante, de mi presencia, y después que se volviese, que siguiera mirando el agua.
ESCLUSAS
xxxxx2
Ríos
Si la herencia que el demonio de Laplace ‒aquel
que reside en todo espacio y tiempo, bajo cualquier
posibilidad‒ o el fantasma de la polisemia transforman
en márgenes con trampas virtuales que se quieren necesarias
para el alma y a conciencia, o así lo quiere el genio ‒¿pero quién
y cómo, dónde?‒ del lugar, daimon del habla ‒ponle
nombre, y juega tú también: atrévete‒,
provocando más daño, los recuerdos y ese juego estúpido
no son al fin, del todo, aquella broma
que puedes practicar cuando desees,
¿adónde huir si allí donde prefieres huir
a quedarte atrapado, todo consistiría en hablar
de la lluvia como si todo eso tuviese algo que ver
con aquel que ahora habla y que no es nadie salvo aquel
que desaparece con ella, intentando otra cosa?
RECAPITULACIÓN DE UN VIAJE
No es que me guste equivocarme.
Es que, sencillamente, me equivoco.
Mientras tú te burlabas de mi torpeza habitual
y de mi tontería, ¿qué podía hacer yo
más allá de insistir?
No estoy cantando, ¿no lo ves?
Sólo trato de hablar de cómo hacerlo.
Lo sé, lo sé, aquí hay no nadie.
Allí, a años luz, arriba, lejos,
muy lejos de cualquier planeta habitado,
a mil kilómetros por hora, un corazón
no es un corazón:
yo fui esa velocidad,
encarné lo que huía
para quedar siempre detrás de mí.
¿Puedes imaginar qué significa
cruzar todo ese espacio?
¿Puedes imaginar lo que supone?
Dame tu rostro un nuevo día, sálvame
en todos estos rostros sucesivos
mientras, despacio, voy amontonando
tierra: lo hago con mis manos.
Campos color de lápiz de color,
¿puedes imaginar mi soledad
a tres kilómetros por hora,
absorto entre montañas?
¿Puedes imaginar mi soledad
mientras creaba el mundo?
VEN
Paseo por la casa que todos abandonan.
Las nubes hacen roscos con las plantas.
Bailo con la tragedia que no pesa,
no todavía.
Pero todo se mueve, la verdad:
comienza a hacerlo.
Te juro que es mejor estar aquí, dudando.
Voy a decirlo de otra forma:
ven.
WU WEI
Te despistas
un momento y
cae el invierno
sobre las co-
sas. Limitas
tu confronta
ción a un transcu-
rrir donde lo
que importa se ha-
ce solo, en u-
na intercesión
mecánica en
la que todo
fluye como
debiera y sin
poner espe-
cial empeño,
aunque lo pon-
gas.
Un día
sales para
descubrir que
ha cambiado
sin necesi-
dad de pala-
bras o gestos;
hace la rea-
lidad al tiempo
que ésta muta,
lenta meta-
morfosis que
constata el flu-
jo, la preocu-
pación que tam-
bién, a ratos,
te tranquili-
za.
LLEGADA A LAS ISLAS
Bajo cielos semejantes los mismos santuarios y el comienzo de un sendero que conduce siempre a un centro así, dispuesto a perdurar el tiempo necesario, como si alguien imaginara los valles de un paisaje para hacerlo suyo, más próximo cuanto más lejano, más real cuan irreal,
los mapas de lugares que no hacía falta inventar pues ya existían en el corazón, un valor no siempre en alza, lejos de las zonas de exclusión donde las sombras dejaron de tener nuestro rostro, rostro que mira hacia el cielo,
el cambio y la visión como principio de ¿todas las cosas o sólo de aquellas que al fin aprendemos a nombrar, siquiera cuando al fin callamos
y añadimos que si no hace fotografías al océano una y otra vez debiera hacerlo,
para después desdecirse y pensar en otra cosa, ya no hay diamantes en las aceras salvo en el iter-sopena, escuchó, y también: he rezado pero sólo el diccionario quiere tenerse en pie‒,
escribir es abrir los ojos mientras siguen cerrados,
los límites del mundo son los muros de la celda, sentidos que quisiste volcar durante demasiado tiempo al otro lado de ti mismo?
Dijiste miedo: así cruzaste los valles y montañas que aún te separaban de ti mismo,
abrir los ojos a los ojos que se abren por ti, mientras los tuyos, al fin, pueden estar cerrados y dejar de ser tuyos, sólo así son tuyos y están abiertos,
sintiéndose al final de un largo viaje a partir del cual nunca más estará solo, ves las islas, están a tu alcance y esconden su amor tras sus invernales ventanas, varadas en la niebla,
ella estaba a mi lado todavía y en alguna playa distante hacíamos el amor, desconocidos y dichosos, salvados de alguna forma si es que alguna vez lo estuvimos,
a lo largo del cielo de la tarde hendida como un fruto ‒o es un alma infinita de la cual todas formamos parte, y vida y muerte son orillas del mismo surco‒, y dicho todo esto y por llegar de algún modo a un punto y final que sea simultáneamente un principio, que es lo mismo que decir el medio, aquel que no es una media sino, al contrario, el sitio por el que las cosas adquieren velocidad,
en la verdad, el bien y la belleza de estos paisajes mentales,
con cables de la luz y bandadas de aves en fuga al fondo; o como cuando le dijeron que todas las historias han de tener un principio, un desarrollo y un final y él respondió impertérrito: pero no necesariamente en ese orden, yo repito todo eso ahora, despacio como un mantra mientras espero un mejor cerebro para mis nervios como rosas, hablemos de lo que hablemos cuando hablamos de yo o de él, de ella, de ti, de mis no-necesariamente-en-ese-orden”: no tengo personalidad, sólo soy un hombre nervioso,
la música está fuera, no mañana ni ayer: ahora; las obscenas lecciones del corazón; Paddy, qué fantástico abismo mortal: díselo a los otros;
extraños cuando nos encontremos,
podrían ser bares con música rock de los años cincuenta, algunos viernes, y una casa repleta de libros y de gatos mientras suena para el resto de la semana un cello disonante y el silbido de la cafetera; abrir y cerrar y volver a abrir las ventanas a las calles tomadas por palmeras emergidas de la infancia y del sueño, junto a edificios del siglo dieciocho que pareciera que siempre fuesen a estar ahí, imperturbables ante el avance de tranvías de principios del veinte y de los monorraíles futuristas que se mezclan, en su velocidad, a la de los jardines románticos
‒esa necesidad infantil de querer participar de la representación de la realidad cuando uno se siente al margen de la realidad‒,
mientras podrían evadirse de los días venideros el miedo y la rutina, la muerte calculada con paciencia de uno mismo: así llegan los fines sorpresivos, no esperados, con ella en mi cabeza si ya no está en mi cuerpo
‒es un templo la idea que de ella me he formado, un templo que ella prende, devastándolo a diario, mientras yo conservo a ambos‒,
sale de ti mismo el viajar, y así el vivir no importa,
se trata de pasar de cero a cero ‒y eso era la vida‒,
cero más cero: innumerable,
sólo procura no mojar con agua, a medianoche, y hasta el amanecer, los frutos que arrojaron tus cuidados,
sale al fin el shinkansen
y ahí va Camilo Camaleón, camino del país sin colores, dispuesto a descansar, mientras Krazy Kat le espeta: “Lo debéis de pasar muy mal sobre una falda escocesa”,
sinceramente creo que ha llegado el momento de que te detengas y te replantees todo esto,
no resultará más difícil hacerlo que todas esas pruebas por las que ya has pasado para llegar hasta aquí,
no estás cansado en el fondo, ¿verdad?, le dije: lo suponía, no te preocupes: era fácil suponerlo y los comediantes pasarán de largo, no te alcanzará por tanto el agua de los aspersores,
tómate tu tiempo pero no tardes, puede que ya sea el día, podrían ser tu hogar.
López, José Óscar. Llegada a las islas. Tenerife; Ed. Baile del sol, 2014.
LLEGADA A LAS ISLAS
Ayer se presentaba el nuevo libro de José Óscar López, su último libro de poemas, publicado por la editorial Baile del Sol, y que lleva por título el de la entrada de este post.
La presentación corrió a cargo de Diego Sánchez Aguilar y de Cristina Morano. Diego llegó a definir la poesía de José Óscar como noise poetry, y me parece una definición acertadísima sobre lo que hace.
Aquí tienen algunas fotos de la presentación.
Aquí pueden leer el texto que aparece en la contraportada del libro.
Y aquí tienen algunos poemas.
CALÍOPE
Quilhas, mastros e velas, rodas do lem, cordagens
y una pequeña caja imaginaria de roble donde brilla
el oro de un instante, ausencia llena,
xxequiparable a un haz de luz
que dejara de lado aquel envés abierto de su danza
aquí, alrededor, por todas partes.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxRodea con un círculo
las palabras que importan todavía y
respira de una vez.
xxDéjalo estar, siéntate aquí,
pudo haber sido un buen final: aquí, al menos
las avenidas siguen dando al mar, así que vuelve a intentarlo,
construye tu camino, constrúyelo consciente,
dótalo de sentido,
porque nunca lo olvidaste sé que ya lo estás haciendo,
que mañana lo seguirás haciendo como hasta ahora.
Estoy aquí para ayudarte, me dijo, y también
deja de preguntar si he venido a ayudarte.
LAS VENTANAS SIGUEN A MEDIA ALTURA
Pasaban cielos como escualos sin dientes, una fauna rabiosa y torpe
en la que participabas a tu manera, ni mejor ni peor o quizás peor,
¿cómo saberlo? Los días de sol duraban una eternidad y a veces llovía,
¿cómo predecirlo? Veías todas esas películas y eran como ventanas
a media altura donde, a veces, se colaban escenas apropiadas
para narraciones infinitas, pero no ilimitadas, y el hilo de saliva
y esa música, ¿no era así como todo se parcelaba algunas veces,
como ideas como nubes y en un mar que nos comprende,
tareas por hacer cuando, de alguna forma, todo ya estaba hecho
o en vías de resolverse, con días y paisajes como cielos
donde apenas restan torres que añadir, ballestas cargadas
para un cuadro saturado antes de acometerlo, ingenios que percuten
sobre el ruido de fondo de una juventud como una guerra contra nadie?
¿Y si, después de todo, esta nada apacible, hospitalaria, constituyese
una nueva y paranoide Eneida, formulación nueva y a la vez antigua
de vistas fulgurantes bajo el cuádruple atardecer de Star Wars
mientras tú, sencillamente, la estabas jodiendo ‒que es lo mismo que decir
que te preocupabas en vano, tontamente‒ todo el rato?
NO SUPE SI BAILAR O SUICIDARME
(Trampa de arrastre para fichas de dominó)
xxxxxIII
El músico y el diablo
Se conocieron una noche en el desierto, en un club de jazz del Sáhara,
ella vestía Dolce & Gabbana y él seguía muy bien los pasos de su baile,
aunque después de una terrible discusión él iría a tocar solo esa noche
y no le importó, porque ese es el destino de los músicos ambulantes
o eso tuvo entendido durante demasiado tiempo como para ignorarlo,
las teclas y los vientos sonaron como antaño, y todo funcionaba, así,
con esa misma melodía improvisada, con pequeñas diferencias,
y en todas ellas él
estaría dispuesto a viajar sin ella todo lo lejos que fuese necesario
con la seguridad de verla alguna vez, y de que todo
volviese a funcionar, sin más, un día, de repente,
pero también llegaba, de repente,
una tristeza infinita y las últimas páginas
de un cuaderno donde su historia empezaba una y otra vez
y en todas esas veces se llegaba,
tarde o temprano, a un cruce de caminos
donde era como si, pareciera que no fuese a verla nunca más.
Ψυχη θεραπεια
(PSYCHE THERAPEIA)
xxxxx1
Me gustaba verla mear, acuclillada, entre los coches.
Nos queríamos mucho, sobre todo en verano:
viajábamos de playa en playa
haciendo autoestop.
No nos despegábamos.
Pero lo que mejor recuerdo de aquel tiempo
era cuando ella decía: tápame, voy a mear,
y yo le decía: déjame, quiero verte.
Ponía cara de esfuerzo, de chica buena,
de bueno, ésta soy yo, meando,
y yo la miraba, acuclillada, meando.
xxxxx2
No conocí jamás la torre, pero oí
el canto de la torre y
ya no pude olvidarlo.
¿Y ahora qué?, le pregunté
a la sombra de un mimo,
a una sombra que huía,
y la sombra croó diluvio y fue diluvio:
inundación
en los tugurios.
Alguien decía: “Un hombre
no ha de ser tan alto
como la torre que construye”,
y, construyéndola,
crecí
hasta llegar a estas visiones.
“Conduce mi automóvil a través del océano”,
“carga tu arma y trae a tus amigos”:
eran canciones que escuchábamos.
Ah no sentir nostalgia alguna,
delicada Talía, impasible Melpómene:
seguid cantando,
xxxxxxxxxxxxxxxxrecordadme
esa felicidad
que atesoramos todavía.
Pues fue la confusión de la metáfora
origen de las noches pterodáctilas,
eso y canciones que regresan
para quedarse, no prescriben: “Psychocandy”,
“One Hundred Years” ‒”no importa si todos
tenemos que morir…”, “Ghost Rider,
uh, superhéroe”.
Difícil asunción de lo sencillo
y simple: estoy llegando.
Música punk autista,
hilos de baba.
Guitarrazos, guitarrazos.
CINE NEGRO
Todo empieza con un chisporrotazo
y unos golpes; así empieza el final:
pronto la policía tirará
la puerta abajo.
Vinimos hasta aquí, señor, en busca
de nuevas esperanzas para una vida
semejante a aquel borracho que, viscoso,
venía al autocine a molestarnos
mientras tratábamos de ver nuestra película.
Buscamos solamente el agujero
de esta bañera sucia, sumidero
en el que vaciar para siempre estas botellas
de ajenjo y gasolina.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxLa locura
de mi madre, la tuya es una santa,
ciertas cartas marcadas
en el anverso de nuestra desdicha.
Días lentos como tardes de lluvia
que van a terminar con carreras furiosas
por todo el medio oeste hasta Kentucky.
Tanto tiempo duró la revisión y puesta a punto
de nuestra maquinaria móvil y danzante
que fue nuestro destino natural
el cementerio de automóviles.
Un día me pregunté si aún te amaba, pero no
le di importancia. Los días pasan y a nosotros
nos gustaría quedarnos. Así,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxhoy todo
parecía en orden: afuera pasa el camión
de la basura
y en la televisión alguien cuenta una historia demasiado
parecida a la nuestra.
xxEl flexo que se cae, sonidos de disparos,
alguien corre hacia aquí
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxmuy deprisa.
Estoy herido. Vete tú.
Otro chisporrotazo más pero esta
vez de sentimiento, estoy
bien jodido esta vez.
LA COMUNIDAD DE LA FIEBRE
Un payaso, esta tarde, ha debido de estrellar
su rostro contra el cielo: la noche apenas borra
el rastro que han dejado sus pinturas.
Salíamos
del cine, era de noche y éramos mercurio
alígero, confusos serviríamos
para cualquier temperatura,
también enumerábamos las cosas
por un cierto sentido del esfuerzo
y de la disciplina:
la neblina emborrona la luz de los neones
por la que descendemos hasta el mar,
jacarandás en flor y abrigos con el cuello levantado
(levantando el esfuerzo de escapar,
de este descenso),
el agua del océano cubría las llantas de los coches
y de las caravanas de los gofres.
Y un índice de grasa satura el horizonte,
xxseñalándolo,
mientras proclama “Tierra”, que “A la vista”.
Otra vez esa música
que invita a prolongar nuestro paseo
allá donde el país de los payasos tristes
emerge y toma forma,
se deforma
una vez más. Y se sumerge.
Y un tipo con orejas puntiagudas nos instaba a volar.
EL PASEO
xxxxx1
Te he estado buscando durante horas y la ciudad estaba vacía, una ciudad fantasma. Cuando he comprendido que ya no iba a encontrarte era de noche, y sólo entonces me he dado cuenta de que me rodeaban cientos, miles de personas; aparecían poco a poco, uno a uno, y habían estado ahí todo el tiempo: de un lado para otro, ajetreados y febriles, sumidos en sus propias pasiones y sus ruedas, sus locuras privadas, en sus risas, en su olvido.
Habían pasado horas, quizás toda una vida. Asustado, he vuelto a casa.
xxxxx2
En el desvalimiento de bicicletas rotas se escondía alguna pesadilla nuclear, la fusión de los polos, la desaparición de aves y peces; estanques y tendidos de la luz, avenidas, rotondas; tensadas para nadie. La soledad de los comercios. Donde elijo perderme, y nunca compro nada.
Todo lo imaginé. Luego llegué corriendo aquí, y vine a transcribirlo: todas esas palabras, esas luces que jamás existieron. Porque se sostenían en tu ausencia y durarán, incomprensibles, para siempre.
Quiero decir: creo que no vas a volver.
ULRIKA
Con un ejemplo basta para ver los confines
donde todo brillaba entonces ‒los detalles:
té de piedra, hachís y hierbabuena
prendida en los tazones y en el fondo
de sus ojos.
Practica a Wittgenstein y estudia zen.
Penumbra congelada en raíces de aloe
y algunas cartas del tarot dispuestas en la mesa,
la Papisa en el centro.
Una pintura de Friedrich. Tarkovskij, Stalker.
Fumar mierda, sentirme en la película.
Solamente los actos expresan un sentido
y yo te amé con todo lo que tuve.
ZARZA
Era fácil vivir aquellos días,
me pregunto cómo era y puedo verlo:
doy vueltas por la casa, iluminando
con esa luz vacía que es todo lo que tuve
y que aún me conserva, algunas veces:
borracho de palabras, como entonces
febril y agradecido,
lejos de mí, hablando por hablar,
brillando para nadie.
LA PÉRDIDA DE BRITANIA
En batallas libradas en el tiempo propicio
en el que la supervivencia, parca,
espera a las afueras de Camelot,
creerse la historia, soñar
una sola espada y una mano sobre ella
mas no perdonarla, volver sin ella,
¿no era peor que el infierno?
TERSITES
Debimos arrojarlo por la borda
entonces que tuvimos ocasión;
con su cháchara estúpida, insensata,
afrenta a Menelao y a Agamenón
y a todos nuestros dioses inmortales,
es feo como un demonio y hasta Homero
cargó las tintas crudo al describirlo.
López, José Óscar. Llegada a las islas. Tenerife; Ed. Baile del sol, 2014.
HALLAZGO
Hace unas semanas, paseando de vuelta a casa, M y yo nos encontramos con lo que pueden ver en la imagen.
¿No les parece que hace ya una vida de esa marca?…