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HASTA QUE LA MUERTE NOS SEPARE
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HASTA QUE LA MUERTE NOS SEPARE
xxxEl lo dijo así, suavemente, demorándose a propósito, creyendo en la inocencia de sus palabras. Como saboreando cierta intrepidez de andar por casa. Tal vez jugando a ser otro. De cualquier manera uno anda siempre persiguiendo sombras, queriéndose ver en un espejo que nunca refleja la pose imaginada. Queriendo, sin poder. Y ella, tan apegada a algunas cosas, no contestó. Ella, tan de buenos días por la mañana, exultante, me como el mundo, y qué cansada estoy en las noches celestes, por qué no nos acostamos, venga, no empieces con eso, no, no, ahí justo no, qué bruto eres, podías haber esperado, aguarda, yo lo hago, ya está.
xxxElla, con sus ojos envarados en la nada de ahora, de esta noche que parece ahogarlos con su corsé de cielos rasos y anaranjados, mirando muy lejos, ensimismada en otras tormentas, de repente reparando en sus palabras, dejando la cabeza frente a la suya al oír cómo decía aquello, los codos acomodados al abrazo del sofá, dispuesta la artillería pesada, barruntando el disparate, la voz un poco más alta, el grito que solo puede presagiar el llanto que al fin le dejará donde ya estaba, en tierra yerma, en ese no saber perpetuo que le persigue, sin la posibilidad al menos de aferrarse a los reproches que ella le lanzaría como dardos y buscar una defensa, una salida puede que honrosa para ambos, o solo la excusa para levantarse y abrazarla y pasarle los dedos por la melena, un gesto de consuelo no medido que le recuerda la mano de la madre en su cabeza en los momentos en que el vértigo del miedo podía con sus pequeñas certezas.
xxxÉl lo dijo así, sin intención de; ella lo miró, como quien espera que… Los dos observándose. Quizá en esta ocasión la cosa fuera distinta.
xxxPorque esta vez él había estado jugando con las palabras, seguro de no querer herirla, cómo iba a saberlo, se supone que eran pareja y los códigos tácitos del amor, esos que de niño se sellan con pactos de sangre, las muñecas tatuadas con débiles arañazos, o quedan atados a la más profunda lealtad por objetos mínimos que se atesoran durante meses arrugados en un bolsillo, los códigos decían que no entiende de vanas palabras; que el amor ama como la lluvia se funde con la tierra, inevitablemente, sin desmayo. Ninguno se veía de otra forma, hasta que la muerte nos separe. Puede que fuera la costumbre, ocho años de noviazgo y uno de matrimonio, un magma que, sin embargo, se enfriaba cada vez más aprisa. Pero, todavía, la confianza, las maneras conocidas, el intuir lo que el otro va a decir con unas décimas de segundo de antelación y, poniendo un dedo en los labios, conjurar las palabras.
xxxEl mismo juego que aquella noche lluviosa él había planteado, sin prever el silencio, su respuesta. Desde la ventana del apartamento las cúpulas de los edificios de la Gran Vía parecían rematadas por nubes de yeso compacto, y él soltó al fin ese deseo que le había relampagueado por un momento en la cabeza y que en otras circunstancias ella seguro habría recibido con unas carcajadas acogedoras. Habían ocupado el sofá como si fueran inquilinos de un nido colgado en las paredes de un cañón escarpado. Una pierna allá, «qué cómodo», «espera, me apoyo yo», «déjame, un momento», «así». Parecían una pareja de quinceañeros entregados al deslumbramiento de reconocerse en un banco de la Ciudad Lineal. Ellos y el sofá, de un lado. El mundo, el abismo, del otro. Ella estaba callada. «El trabajo», pensó él. Elegían aquel refugio siempre que necesitaban recurrir al amparo, al calor confidente, a la caricia que tranquiliza, a la voz dulce en el oído. Era su estado de comunión perfecta. Como si intercambiaran pensamientos al contacto de los cuerpos, sintiendo cada escalofrío del otro, el sobresalto del pequeño estiramiento muscular en la pierna, el ronroneo traidor de las tripas, la respiración, «esa tos», «a ver si dejas el tabaco», «no quiero».
xxxAunque aquella noche los cuerpos no comunicaban. La lluvia repiqueteaba en el vano de la ventana, inundando la habitación con un eco sordo, embriagador. El mando a distancia del aparato de música había caído sobre la alfombra. Y, en su pacto del sofá, el suelo era una profunda sima. Imposible alargar el brazo y buscar a ciegas su tacto inerme, se lo habría tragado el precipicio. Él jugaba a dibujar círculos con un dedo en la pierna de ella. Ella, quieta, lejana. «¿Y no quieres tener un niño?», dijo él de sopetón. Otra vez el silencio. «¿Por qué me miras así?, parece que estuviera loco, perdón, ya sabes que no era mi intención molestarte». «Ya hemos hablado de eso antes». «Sí, pero no sé por qué lo preguntas ahora». Ella dijo ese ahora arrastrando una amargura contenida en la voz. Él se desconcertó. El desconcierto de lo inesperado, el mismo que debe aparecer en los ojos del conductor que no imagina la muerte tras la curva siguiente. «Pensé que la maternidad era importante para ti». «Sí, pero». «¿Pero qué?» «Pues que tiene que venir de un deseo común». «Yo lo deseo». «¿Y yo?»
xxxLa cuestión comenzó a dar vueltas por la cabeza de él. El por qué de aquella pregunta. El por qué de la negativa. Y por qué justo aquella noche de aguas calladas que correteaban los bordillos. En el cristal las gotas se juntaban, jugando a dibujar caprichosos senderos antes de perderse en la oscuridad. Se justificó. Sabía que estaba saltándose las normas. Al principio, cuando el amor es totalidad, acordaron escucharse desde la confidencia, nunca desde la justificación. Sin embargo, ahora ya no importaba, situación de emergencia. «No sé, a veces me pasa», dijo él. «Últimamente más, fíjate que el otro día en la oficina le dije a un compañero una tontería que acababa de ocurrírseme. A los dos días le llamaron a un despacho y le propusieron esa misma tontada que yo parecía haber puesto en marcha con mis palabras». «¡Ay, el viejo ánimo zahorí!» «No te burles». «Estoy seria». «No es tu cara, es tu voz». «¿Y qué quieres que haga?» «Abrázame». «No es eso, quita, se me durmió la pierna».
xxx«Uno pregunta para saber», se decía él. El reverbero anaranjado de las nubes iluminaba ahora definitivamente la habitación y el sofá, y sus cuerpos parecían un animal agazapado, indefenso, respirando con lenta tensión. «Uno se pregunta para hallar respuestas cuanto menos», se repetía a sí mismo él, masajeando la pierna dormida de ella. «¿Por qué no buscas el mando a distancia?» «Déjalo», dijo ella, «me apetece este silencio». «Nuestro silencio», pensó él, «hasta aquí hemos llegado». «¿Te duele ahora?» «No, ya no, gracias». «Yo pregunto y ella no me da respuestas, seguro que tampoco las tiene, ella no es de las que callan, nunca lo ha sido, la conozco mejor que a mí, me la he aprendido de memoria», murmuraba para sí él. Un nuevo movimiento de acoplamiento siguió a los cuerpos.
xxxElla recordaba cada instante con la insistencia de una punzada de dolor en un costado. Él desbarató sus pensamientos. «Se está bien así», dijo él. «Sí, anda, calla, ven».
xxx«Hasta que la muerte nos separe», rumiaba dos días antes Marina frente a la puerta blanca de cristales traslúcidos de la consulta. «El ginecólogo dice que no es nada, una sencilla intervención y ya está», se decía para tranquilizarse. Tomó aire y lo fue expulsando despacio, los ojos cerrados, como queriendo que le fueran también por la nariz y la boca las angustias que le atormentaban desde hacía seis semanas.
xxxLa falta de un mes, el test comprado en la farmacia, el vértigo impaciente de la espera, la respuesta presentida y negada. «Hay un dos por ciento de posibilidades, siempre», las palabras del doctor repitiéndose en su cabeza, esgrimiendo razones científicas de la infalibilidad truncada en su cuerpo. «¿Y por qué a mí?» Tan solo esa pregunta sin respuesta, una y otra vez. «¿Por qué a mí y no a cualquier otra?, ¿por qué siempre me toca estar en el por ciento de los derrotados? Y justo ahora que la relación se está escabullendo como se filtra la arena entre los dedos de una mano».
xxxDespués, la decisión de hacerlo. Perder el feto. La doble audacia de hacerlo y no contárselo a él. No querría entenderlo. Ni tampoco podría. Una sencilla intervención y ya está. «Mi hermana vendrá conmigo. Un viernes, le digo que estoy con la familia». Sin complicaciones.
xxxAunque desde entonces le acompañe ese desamparo interior, el sentirse por vez primera sola, de una manera distinta, desconocida. No unas palabras explicando una sensación, sino la percepción dura de su soledad infinita. Sola y queriendo llorar. No le importa tenerle ahora acunándola, susurrándole que la quiere muy quedo. «La muerte ya ha empezado a separarnos», pensó ella mientras franqueaba, tumbada en la camilla, las puertas del quirófano. Al fin, el mundo era verde, verde. Y no vio más.
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Paz Saz, Pepo. Las demás muertes. Madrid; Ed. Demipage, 2018.
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LOS REGALOS DE LOS AMIGOS (124)
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Pues acaba de llegarme a casa ’15 filos’, de Olga Muñoz Carrasco, publicado por la Editorial Cartonera del Escorpión Azul.
De aquí a nada les muestro algo del libro en cuestión.
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LA VOZ DE MALLICK
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Wataksi
ráfaga japonesa
xxxxxxxxxxxxxxxxte quiero
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxporque llevas
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxla toalla
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxal toallero
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxy el cuchillo
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxal corazón del enemigo
xxxxxxxxxxxxxxxxxxM. 4.
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A mi celda azul y soltera
llega la mansedumbre
del cantar de los esclavos negros.
Los esclavos abren sus bocas para pedir pan
y su hambre
xxxxxxxxxxxxse disfraza
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxde música:
xxxxxxxxxxxxxxxxxxM. 6.
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ooh Señooor
xno nos olvides:
xxhaz que el lunes
xxxlos látigos de nuestros amos
xxxxnos acaricien
xxxxxcon dulzura de mujer cansada y satisfecha:
xxxxxxhaz también
xxxxxxxque las gabardinas Burberry
xxxxxxxxheredadas de nuestros
xxxxxxxxxamados abuelos
xxxxxxxxxxduren otro invierno:
xxxxxxxxxxxxxxxxxxM. 7.
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siempre ofrecen la otra mejilla
xy es el Señor quien los hiere
xxcon dardos y saliva y gemidos y muerte
xxxmíralos
xxxxcantando mejor que los ángeles
xxxxx¿por qué no gritan una ira santa?
xxxxxx¿por qué no maldicen al Señor?
xxxxxxx¿por qué no blasfeman
xxxxxxxxpara hacerle bajar a Ookunohari?
xxxxxxxxx¿por qué no roban el oro de Su trono?
xxxxxxxxxx¿por qué no golpean al Señor
xxxxxxxxxxxpara ver si ofrece la otra mejilla?
xxxxxxxxxxxxxxxxxxM. 10.
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mira a los hombres negros
xya no tienen mejillas que ofrecer
xxmíralos
xxxmañana
xxxxllegarán a los campos de algodón
xxxxxcuando las estrellas más despistadas o perezosas
xxxxxxno hayan abandonado aún el cielo
xxxxxxxellos
xxxxxxxxbajas sus cabezas rizadas
xxxxxxxxxlas manos juntas como arañas copulando
xxxxxxxxxxensangrentarán los campos con sudor
xxxxxxxxxxxporque ya no tienen sangre
xxxxxxxxxxxxxxxxxxM. 11.
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pocos instantes después de haber proferido
tu Palabra maldita:
xManarán de ti
xxnubes de murciélagos que anidaban en tu espíritu
xxxy centenares de espantapájaros de oro
porque aquellos que como tú
son en vida fuentes de pecado
serán fuentes de horror a la hora de la muerte.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxM. 25.
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xhombres inocentes y hombres asesinos
xxtodos somos el mismo hombre
xxxy todos confesamos crímenes atroces:
xxxxlos esclavos negros
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxconfiesan que conservan
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxla fe
y yo confieso
xxxxxxxxxxxxxque quemé la fe
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxy luego vendí sus cenizas
xxxxxxxxxxxxxxxxxxM. 35.
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me compadecí de mis ojos
y suspiré
y poco tiempo después
xx(una era más tarde en el reloj de mi hambre renacida)
mis ojos agradecieron mi compasión
distinguiendo allá en lo alto del cielo
un brillante COMETA
xxxxxxxxxxxxxxxxxxM. 57.
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al instante
xreconocí en el cometa
xxla SEÑAL que ya no esperaba
xxxy supe que iba a indicarme
xxxxla meta
xxxxxde mi salvaje peregrinación por la nada más vacía
una tiniebla
que ahondaba en mí
huyó del alba
antes de que el alba viniera
xxxxxxxxxxxxxxxxxxM. 58
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Casariego Córdoba, Pedro. Poemas encadenados. Barcelona; Ed. Planeta, 2020.
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HIELO SECO
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la única certeza
Yo sé que hay un árbol que me espera en algún bosque.
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regrets
Ojalá perdonar a los vivos fuese tan fácil como perdonar a los muertos.
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hotel sweet hotel
Pisar moqueta es pisar tierra de nadie. La felicidad vive en habitaciones de hotel. En las habitaciones de hotel se ordena la vida.
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salitre siete
En mi casa el silencio se abría paso entre el silencio mismo, la luz no encontraba obstáculos, tampoco la lluvia. Mis manos no detenían nada, en mis manos no cabía el silencio, la luz, ni la lluvia.
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souvenir del vértigo
A veces me acuerdo de cosas que nunca pasaron, y esos recuerdos me hielan la sangre.
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beckett, mon amour
Cuando vivía en casa de mis padres, todo aquel que entraba en mi cuarto me preguntaba si aquel viejo era mi abuelo. Y yo decía que sí.
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un bocado a media mañana
Voy a lanzar esta media manzana al paraíso, por si queda alguien allí.
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la trampa del ruido
Hay días bellos y aterradores. Brillantes, veloces y ruidosos como plateadas panzas de aviones. Y ninguna música es capaz de acallarlos.
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días de astronauta
Una tierra ajena y ningún propósito.
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escala de richter
Te despides con un abrazo sísmico. Búscame mañana entre los escombros.
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que entre la lluvia
Olvidé hacer la cama y teñirme el pelo. También olvidé la palabra níspero. Es abril y tengo frío. No pienso defenderme.
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los días, las cosas
Hay días en que las cosas, juntas, parecen un tesoro. De una en una, nada.
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devuelta
Sin corazón, sin valor, sin cerebro. Descalza.
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el mal del matemático
Cuando los días sin sol sólo sirven para calcular la frialdad de algunas palabras.
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demasiado silencio
A veces me gustaría que la luz hiciese ruido. No que me hablase, sólo ruido.
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calles poco transitadas
La luz sobre las cosas, nombrándolas, despertándolas.
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extrañas compañías
Si me quedo sin este dolor, ¿me quedo sin nada?
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un dolor razonable
Nostalgia de no haber vivido en una ciudad y pensar que ya es demasiado tarde para hacerlo.
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intentar no volver a arruinar algo hermoso
El deseo sincero de volver a ver a un amigo, viajar durante horas y al llegar el momento del encuentro, buscar una excusa, no ir.
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el corazón del mono
Tener la certeza de que uno es otro después de contar su vida.
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sweet dreams
Pensar, al meterte en la cama, en cuántas personas se alegrarían de tu muerte. Contarlas con los dedos, dormirte pensando en ellas.
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por definición
El beso, es inevitable o no es.
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la joie de ne pas savoir
Alguien dijo que la felicidad sólo se encuentra en uno mismo. No se me ocurre nada más triste que saber dónde acaba uno mismo.
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escapa si puedes
Saber que todo lo que brilla es espejismo. Y, aún así, no poder dejar de mirar.
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el año del caballo, dicen
La felicidad se parece mucho a no tener planes ni retos por cumplir. A dejarse mecer como quien hace el muerto en la orilla, procurando no arañarse demasiado con los erizos.
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tener la posibilidad de
Libertad no es sinónimo de tener capacidad de elegir, sino de que nada ni nadie nos impida la posibilidad de elegir.
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cuando todo es cansancio
Recordar aquellas palabras del viejo Sam, cuando decía que lo único que tenía en contra de la muerte era no poder disfrutarla. Entonces, atarnos una etiqueta con nuestro nombre y descansar durante un rato de la soledad y de la estupidez que nos rodea.
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perspectiva en ayunas
Si los sentidos nos engañan, entonces, ¿este vacío, este crujir de ramas rotas bajo el esternón, es mentira?
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Bono, Isabel. Hielo seco. Sevilla; Ed. La Isla de Siltolá, 2015.
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AQUÍ EMPIEZA EL FELIZ MUNDO CONOCIDO
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AQUÍ EMPIEZA EL FELIZ MUNDO CONOCIDO
Ser conscientes del tiempo que perdimos desplazándonos de un cuerpo a otro cuerpo. Reconocer que no dejaron huella, sólo asco. Arrepentirse del dolor y hasta de la risa, si la hubo. Volver limpios y ligeros a nuestras propias y luminosas sombras.
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Bono, Isabel. Hielo seco. Sevilla; Ed. La Isla de Siltolá, 2015.
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POR AQUÍ PASÓ UN RÍO
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qué manso el tiempo en que fuiste
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xxxxxxxxxxxxxxqué cruel el tiempo en que no
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pienso
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en nuestra casa vacía
en la urna con tus cenizas
en el balcón con tus plantas muertas
en nuestro perro aprendiendo a estar solo
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xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxtiemblo
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me llama entre lágrimas
abrió su armario
y encontró dos camisas nuevas
que le compró antes de ponerse enferma
aún no las había estrenado
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un nudo en la garganta
y los dos en silencio
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pasó
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el tiempo del escalofrío
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in
ter
mi
ten
te
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xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxa mi padre
el dolor en tus ojos
no hice preguntas
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xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxEncontrarás en medio un gran cofre, con un perro sentado
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxsobre él. El animal tiene los ojos tan grandes como tazas
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxde té, pero no has de temerlo.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxHans Christian Andersen
todo lo que queda
es eco
xxxxxxxxxxxxxxxxxxla casa
tus cuadros
xxxxxxlos libros
y un perro
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xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx¿Lo recuerdas aún, qué era una casa?
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxCasa, un bolsillo en el abrigo
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxde enero para la tormenta…
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxAdam Zagajewski
septiembre
fuiste a urgencias y te tocaron «algo en la cabeza»
comenzó un tiempo de daños, de fugas
una familia antes del hundimiento no se hace preguntas
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xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxHuida al bosque, la hija
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxse alimenta de animales silvestres.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxDuerme, bebe.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxRespira como un pez.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxSepara los labios. Baila en círculos.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxCansadas las piernas, reposa.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxAnhela temas sutiles, sensatos.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxUn más allá del universo negro.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxNo ser árbol
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxni permanecer.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxEscondites, Pilar Adón
hubo un tiempo
xxxxxxxxxxxxxtuve una casa
xxxxxxxxxxxxxxxxxxy fuimos una familia
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xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxSolo importa saber cuándo cruzar.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxIr o venir y siempre:
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxestar.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxNatalia Carbajosa
—¿mamá, cómo me río?
Se había caído mi primer diente y me daba vergüenza reírme
con la boca abierta dejando ver el hueco
—ríete como tú te ríes
no pasa nada
me mirabas con ternura
en el único estudio fotográfico que había en el pueblo
en la foto mi sonrisa grande ya muestra una ausencia
y no pasa nada
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Carnacea, Ángeles. por aquí pasó un río. Murcia; Ed. Raspabook, 2021.
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