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Archive for abril 2021

CADA DÍA CONMIGO

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OLVIDO

Siento dolor de mí,
De este olvido
Que llena mi memoria.
Traición al amor que dejara su esencia
En estas hojas secas del aromo.

Cuánta infidelidad
Tan sin querer.

¡Qué endeble el pensamiento del corazón!
Estos tallos secos
Quieren decir algo mío,
Despedida o encuentro.
Lágrimas o risas,
Prisioneras entre las hojas de un libro,
Guardan la emoción de un instante muerto,
Sin que yo me conmueva.

Siento una tristeza fría.

Algo de mí está muerto también.

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HOMBRE ANÓNIMO

Quiso sonreír y no pudo.
Se le habían oxidado los labios.
Menos aún, cantar.
Intentó tararear una canción.
Y se escuchó en un sonido gutural
Desacompasado.
Imposible mirar hacia lo alto.
Rezar no sabía.

La nuca le pesaba como un ladrillo,
Metido a martillazos.
Se sabía hombre de madera y de papel.
Madera carcomida de derribos.
Papeles sucios de envolturas
Que vuelan por las calles.

Creyó que podía resistir
La lluvia y la tormenta.
Cansado de polvo y de caminos,
Arrastraba el yelo de la indiferencia.
De todos ignorado.

Se apoyó en una esquina roída.
Un charco sin reflejos
Lo acogió desplomado.

La noche era oscura, sin cielo
Ni voces compasivas.
Un despojo, una miseria que terminaba.

A sus ojos abiertos, sin mirada,
Se asomaban las estrellas.

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SEMEJANZA

Junto al árbol lejano lleno de pájaros,
A la sombra dorada de sus ramas,
Está cantando un hombre.
Nadie le escucha.

Está cantando y parece que llora,
Nadie se acerca.
Está llorando y parece que canta.

La copla y el llanto se asemejan
Cuando es el corazón quien canta o llora.

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REGRESO

Mírame a los ojos
Por si hallaras aún
El limpio azul que admirabas.

Coge mis manos
Por si conservaran, todavía,
Su cálido, suave, latir.

Quédate a mi lado
Sin palabras y escucha,
El hondo despertar de mi silencio.

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Cegarra Salcedo, María. Poesía completa. Murcia; Editora regional de Murcia, 1987.

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SACRIFICIO

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Centro .o .periferia. ¿Dónde .se .escancia .el .soplo? Todo
centímetro .vive .su .máxima .expresión y en la camilla la
amplitud es materia de reconquista. Centímetro uno. Esta
falange que ayer no emitía señal alguna…
Cada .aguja .un .centro. Agujas .que .hilvanan .para .que
recuerdes que ninguna red podrá sostenerte.
Disponibilidad .de .la .carne .hasta .dónde. .Frontera .que
reescribir hora a hora.
No es un estado, es una condición.
Estar enferma.
Puro centro, puro milímetro donde asentir lo humano.
También la felicidad de esta voz que acompaña.

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xxxxx14

He tenido que llegar hasta aquí para reírme del suicidio de
mis pestañas.

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xxxxx15

Habito en la circunscripción .del .miedo. No se puede pedir
más a esta suma de .átomos .desparramados: una aguja y
su desquite, otra llamada a la puerta, el ímpetu del médico
en su currículum.
Bastaría .con .retroceder .hasta .cuándo, llegar al dónde en
que .comenzó .todo .y .saltar, .serenamente, con la firmeza
del pájaro en extinción.

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xxxxx20

Dilato mis pupilas .para .volver .a .nacer, aunque .a .decir
verdad los niños recurren .a .sus .ojos cerrados porque no
abarcan tanto estímulo. Nacen con las yemas de los dedos
ya .labradas. ¿Las .huellas .iniciales .del .sacrificio? Nacen,
crecen, se .reproducen .y .los .pliegues .primeros .aran .el
cuerpo a golpe de gesticulación. Nacen y crecen y quizá se
reproducen .para .cardar .el .tedio, para .intuir .lo .lineal o
alambrada que trunca. Nacen, como todos, sin migas para
el retorno, cáncer que no supe.

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xxxxx30

El aislamiento y niños pseudoepilépticos con pantallas por
ojos. Pupila .cuadrada, .cerebro .romboide .que .suena .a
robot .infantil .como la de aquel anciano que va olvidando
la escritura. La generación de los selfi se relata a ritmo de
instantánea, construye su maldita biografía .porque quién
es .nadie .para .decirles .que .«no». .Presente .puro .para
narrar .que .están .comiendo xal xsol xen xun xchiringuito
cualquiera xo .que .este .cordero .lechal .está .divino. Las
comisuras del presente y .del .pasado .limadas en un «me
gusta» .porque .aquí .sólo .la .aprobación .de .los .demás.
Rehenes de una tecla. Distopía del viejo examen.

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xxxxx31

Llega la pieza de fruta. Es la esperada. Exactitud que poco
revela en este espacio de leyes casi granizo .y .mi .cuerpo,
como .una .esponja .de .corcho, extiende una sonrisa que
concibo xmía xporque xdicen xla xprocepción. .Bulto xque
reflexiona.
Depender es tener que dar las gracias permanentemente.

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xxxxx36

Como .reconocía .Pascal, quizá .la .única .manera que tenga
el xmar xde xconocer xla xmuerte xsea x.sentirnos x.en xél,
ahogándonos .sin .saberlo. ¿Ser .testimonio .del .transcurrir
ajeno .xacelera .xsu .xfin? x¿Entonces xlos xhospitales, xsus
anestesias, sus permanentes ceremonias de la confusión? El
marco .se .contamina .del .centro .y .la voz imperiosa en los
pasillos…

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xxxxx39

Agua lustral y mortífera. Bosque de gotas sosteniéndose a
cada .segundo: .cambio .climático. No asusta .el .final y sí
esta cantarina sordera, el sacrificio que .se .creyó liviano e
hizo del hombre su propio salvaje. Jibarizador del segundo
y .tercer .mundo, linfático .balancín .de .otoño. Quizá .sólo
el .cavernícola xsupo xde xla xsangre xpara xel .equilibrio,
tormenta .exacta .del «tienes-te-doy». Colmillo .ancho .de
garra .leve, .tuyo .será .al .final .todo. Falta .léxico, .faltan
letras… Y el mundo era sólo un tanatorio azul…

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xxxxx41

Sólo la idea de poder matarme me .ayuda .a .vivir. Charco
sin agua, luz .que .domina .la .posibilidad .del .ahogo. Luz
blanca que me ayudaste a coger aire y ahora estorbo para
ceder con .ligereza al final, casi .casi .resbalando, por esta
bilis inaudita y ancha sin paréntesis…

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xxxxx46

¿Ir .xdeshaciendo, .xrevocando .xel .xcuerpo .xen .xformas
geométricas, para así suspender el dolor? La rótula circular,
los dientes algo rectangulares, el cuadrado .de .la palma de
la mano y así hasta que Euclides .pudiera explicarnos como
un .mapamundi .sin .huecos. La .idea .me .divierte. ¿Hasta
dónde .llegaría .la .amputación? ¿Qué quedaría de mí .en la
cama del hospital? Sonrío. Las .sábanas .quedan .a un lado,
sobrantes, como todo mausoleo.

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xxxxx48

Cuando morir es una guerra en .la .que todos los bandos
están .de .acuerdo. Momento .azul .que .libera, síndrome
de Estocolmo que se convierte .en .verdad mineral o esta
plaza de rincones accesibles. Así se mitiga el dolor .en su
macabro .tráfico .de .días, así .la .esperanza en su rutina
absurda, .así .la .conciencia .en .su .irracional .comparsa.
Reconocer, entonces, que el minotauro acierta y devuelve
al mar sus muertos de carne galopante.

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Agudo, Marta. Sacrificio. Madrid; Bartleby editores, 2021.

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P.D. Échenle un vistazo a esta crítica que hizo Alberto García Teresa sobre ‘Sacrificio’.

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LOS REGALOS DE LOS AMIGOS (122)

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Acaba de llegarme a casa el nuevo libro que ha publicado Boria ediciones, ‘El arte de mantenerse a flote’, de Eric Luna.
Gracias otra vez a Luis por tenerme siempre en cuenta y, ya saben, de aquí a nada les muestro algo.

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HIMNO A LA VIDA -extracto-

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HIMNO A LA VIDA

El viento posa su mejilla en la tierra y siente su frescor húmedo
y levanta la cabeza con pequeñas ramas y briznas de hierba seca
pegadas a ella como la arena que te quitas al levantarte
en la playa. El día es fresco y dice «Sólo me quedaré hasta mañana».
El mundo está lleno de música y, entre la música,
y alternando con el silencio, toda suerte de sonidos, naturales y humanos:
se oye un avión, algunos coches, gansos que graznan, y, no aquí, pero tampoco
lejos, un grito tan desgarrador que oírlo supone no ser
ya el mismo nunca más. «Vaya, esto parece el infierno». Surgen aquí, de la tierra
que emana muerte, emblemas de inocencia, amarilis que se empeñan con soltura
en vivir e inclinar su blanco esmalte hacia la tierra, y entre la hierba amarillenta
hay pequeños azafranes silvestres de los montes a los que las cabras han llevado
casi a la extinción. Los bulbos que llegaron por correo, ya plantados, hacen
lo que mejor saben: vivir, vivir. Debe ser tan difícil y tan natural para los tallos verdes
—por muy difícil que parezca— atravesar el barro medio congelado e insistir
en que, al igual que la semilla de maleza de la que ya apunta la radícula,
también ellos van a vivir. Las hojas se ensanchan, el brote aparece y se amplía, su
semilla engorda y cae, el tallo verde se vuelve amarillento y, al marchitarse,
yace sobre el suelo. En Washington, las magnolias ya tenían brotes. En
Charlottesville los bulbos ya asomaban entre la tierra mugrienta, animándola. Mañana
empieza otra primavera. nadie consigue tener muchas, o no a la vez, como la carta
que se espera largo tiempo y que un día por fin llega. Pero puede que no diga lo que deseas
o que, ya despreocupado, no pueda significar lo que antes había supuesto para ti. Llega
la primavera, pero el tiempo invernal, aquí, logra quedarse. Es así de arbitrario, como
la planificación de Washington D. C. Avenidas y rotondas en su tela de araña
de asfalto y nadie se hace más joven, lo que no es cierto para los jóvenes, que descubren
nuevas libertades a los veinte años, qué alivio no ser ya un adolescente. Uno de nosotros
tenía almorranas, otro líquido en la rodilla, otro una hernia —una hernia estrangulada es
una de las noticias menos agradables que se pueden dar— y sólo uno
a los veinte años se movía con facilidad por todas las galerías para conseguir
dormir sin píldoras. Bueno, no todo está tan mal. La luz del sol me da en la mano
y la miríada de líneas que se cruzan y entrecruzan cuentan la historia de casi cincuenta
años. Lo siento, es demasiado largo de contar. Una vez, cuando era joven, me
desperté al alba y me senté en una mecedora a ver salir el sol por detrás
de las casas del otro lado de la calle. Otra vez, permanecí junto a la baranda
de un trasatlántico y miré la estela que dejaba girar y volver
a girar sobre sí misma. En otra ocasión me desperté y en una botella
encima de una cómoda el precavido doctor había dejado mis amígdalas. No
las conservé. El giro del orbe no resulta tan real para nosotros
como el giro de las estaciones y los días que emanan de la grisalla de sus principios
—el mundo es un recortable en ese momento— y se desliza o desciende resuelto
por las pendientes de nuestra vida hasta donde las emociones y las necesidades brotan. «Te necesito»,
árbol, que domina este patio, con cintura ancha, con su altura y sus ramas
retorcidas. Su corteza se descascara como aquello que olvidamos:
el dolor, una invitación a una fiesta, lo que pasó exactamente hace incontables
años, o días, u horas. Y el mismo arrendajo azul vuelve, o quizás
sea otro. Todos los arrendajos me parecen iguales. Pero el sol no, siempre con cada
amanecer parece nuevo, como si durante la noche representase su muerte y resurrección,
igual que las flores. Las rosas este junio serán rosas distintas
aunque cortes un ramo y entres diciendo «aquí tienes las rosas»,
como si los capullos mismos hubiesen vuelto, con su blanco listado de rojo
y su fuerte perfume. O una rama cortada del peral florece antes de tiempo,
«con florecimiento provocado». El tiempo nos lleva a nuestro florecer y esperamos, atareados,
pero sin dejar de esperar el espontáneo flujo de palabras, de intimidad, de sueño compartido
y sueños en los que el pasado parece anunciar un futuro que es sólo más
vida cotidiana. El gato tiene una oreja rasgada. Se pelea, no para de pelearse con todos
los gatos machos todo el tiempo. Hay gotas de sangre en un asiento de terciopelo.
Se limpian bien, pero estas gotas rojas en un libro de Stifter, ¿me acordaré
en el futuro y diré «ah, sí, ése fue el día en que Hodge trajo la oreja rasgada
y sangró sobre el tapete de jugar a las cartas?» Pobre Hodge, maltratado
como un coche viejo. El silencio se cuela en mi mente. Ya es
primavera. También sigue siendo invierno. No es un día en el que se pueda decir
«qué estupendo día de primavera». Un día como una tarde o un crepúsculo
en los que te dices «voy a contemplar cómo se pone el sol». Y entonces empieza
a llover. «Tienes que estar», dice el tendero, «preparado para aceptar las cosas
como vengan». Una ventana que da al sur ha aceptado en su superficie
gotas de lluvia que, al aplastarse con la persiana, forman jeroglíficos
indescifrables. Una historia por contar: tantas cosas sin comprender:
una mirada, un vislumbre, y tú prosigues, a juicio de cada día otro día es mera subjetividad, y su número
total lo dan los días en que uno la vive. El día nos vive y, a cambio, nosotros
lo vivimos: tras el tiempo de las bolas de nieve, tras un mes, marzo, de falsos comienzos, de vientos
y lluvia, llegan indicios de primavera y el invierno se retrasa en el pago. El tiempo pasa
factura al mal tiempo, como en una discusión en un hotel de Washington, «No voy a discutir
pero yo no he hecho ninguna llamada local». Extraña ciudad, amplia y desoladora, con monumentos
encabritados y oficinas como monumentos y multitudes que hacen cola para ver
el interior de la Casa Blanca. «Fuimos a ver la Casa Blanca. Fue estupendo».
Pero no tan extraña como el cementerio con sus velitas vacilantes y las tumbas
de almirantes y generales con lápidas más grandes que los don nadies enterrados
debajo de la casa del general Lee, con sus columnas de mármol de imitación y ese interior tan
común, en cada habitación el chal abandonado en una silla, en las camas,
no hacía pensar que el lugar pudiese ser habitado. Algo que sí consiguen las vincapervincas,
en arriates bajos con flores de azul violáceo, flores algo reservadas que tanto estiman, según
parece, los muertos, presentes muy a menudo donde éstas se congregan. Una cita
de Esquilo: se me ha olvidado. Todo, todo se termina olvidando y uno
duda si estas ideas que parecen pasar de mano en mano sin más son ahora las que fueron antes.
Una idea puede mutar como una planta, y lo que una vez se consideró una verdad indudable
puede ser ahora una banalidad, como decir «¿Plantamos alguna vez vincapervincas allí
al lado del arbusto? Son plantas en las que se puede confiar». El viento sacude la persiana
y todas las gotas de lluvia fluyen y se suman imitando tallos. Ya hace más frío.

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Schuyler, James. Himno a la vida (Trad. Mario Jurado). Madrid; Ed. Galería Luis Burgos, 2006.

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LA VIDA EN VILO

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Ayer se presentaba en la Universidad de Murcia el libro que obtuvo el XVIII Premio de Poesía Dionisia García: ‘Anatomía de una sombra’, de Alberto Chessa.

Qué pena que no pudieran estar ayer por la tarde escuchando a Alberto.

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Aquí dejo algunos poemas de la primera sección del libro, la que lleva por título La vida en vilo.

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xxxxx(V)

Claro que miro con amor tu nuevo cuerpo.
¿Acaso no es amar temer también lo amado?

Eres tus cicatrices,
el taimado tumor que se resiste a dar relevo.

Déjame verte así: desnuda.
Debo aprenderte otra vez en esta hora,
cuando la noche zamarrea a los vivos.

Yo acabo donde empieza al fin tu cuerpo

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xxxxx(XIII)

Uno —es sabido— empieza a verle
los dientes al invierno
el mismo día en que a su vida de héroe
se le va derritiendo ya la cera.

Cállate, pues. Deja de hacer memoria.
Cállate ya, o te vas a volver loco.

No escribas en voz alta.
Calla, calla

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xxxxx(XV)

¿Hay en tu herida voz para mi herida?

Me duele, sí, tu huérfana ponzoña de baladre.
Me duele tu dolor.

Pero ¿de qué manera deslacrar
los silencios que muerden como muerde un ladrido

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xxxxx(XVI)

Qué cerca que estuvimos, amor, de desamarnos.
Qué cerca del rebato y del asedio

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xxxxx(XXIV)

Lleva tu nombre escrita la alianza
que nos ha hecho invencibles hasta ahora
en esta sonochada atroz.

Estamos casi ya
al otro día de la desmemoria,
al otro haz de nuestra luz dichosa

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xxxxx(y XXV)

¿Debería enseñarte estos poemas?

Estos versos son tuyos,
toquen o no las yemas de tus dedos su límite,
seas o no testigo.

Antaño te los leería. Hoy
solo espero el deshielo

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Chessa, Alberto. Anatomía de una sombra. Murcia; Editum, 2021.

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DESVARÍO Y FÓRMULAS

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xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxA mis compañeros
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxen la ilusionada tarea
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxde la enseñanza.

He sido
una sencilla profesora de química.
En una ciudad luminosa del sureste.
Después de las clases contemplaba el ancho mar.
Los dilatados, infinitos horizontes.
Y los torpedos grises de guerras dormidas.

He quemado mis largas horas en la lumbre
de símbolos y fórmulas. Junto a crisoles
de arcilla al rojo vivo hasta encontrar la plata.

No he descubierto nada.
No tengo ningún premio.
A Congresos no asistí.
Medallas y diplomas
nunca me fueron dados.

Minúscula sapiencia para tan grandes sueños.
Pequeñez agobiante para inquietudes tantas.
Y rebelde ha surgido, como agua en desierto,
el manantial jugoso, intenso, apasionado,
—dulce herencia entrañable— que tiene la riqueza
de llenar de poesía tan honda desolación.

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¿Qué idea te hizo mentir
para no examinarte?
¿Qué pensamiento de artistas y cuchillos
te empujó hacia el teléfono y enfermar a mi madre?
Me dieron la noticia falsa y salí enloquecida
por el rayo de voz que me empujaba.
Mi casa estaba en paz, sana mi madre,
pero ya no hubo examen como tú deseabas.

Se levantó la polvareda de la culpa.
Todos te delataban despiadados.
Todos me defendían compasivos.
El delito crecía como río sin orillas,
amargo, desbordado.
Se buscaron castigos.
Salieron reglamentos.
Claustro que se reúne.
Derechos y deberes.
Artículo primero, segundo, tercero…

Tú no volviste a clase.
Yo te recordaba.
Tu ausencia me dolía
como la quemadura de un hierro candente
que dejara una incurable llaga.

Si estas líneas te encuentran, ven a verme
en la calma de ahora donde nada me espera.
Y cuéntame tus cosas…

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Estudiante que dejaste los libros
para ingresar en un «grupo musical».
Un júbilo estallante, luminoso,
te arrebataba feliz y sin descanso
a un mundo dilatado de armonías.
Tirabas decidido, entusiasmado,
los programas, horarios, disciplinas,
la regla de cálculo inservible
para medir músicas, emociones.
Los cuadernos son las ruedas dentadas
triturando silencios, soledades.
Los símbolos químicos convertidos
en notas, compases, melodías.

El viento arrebatado de tu marcha
derribaba la calma, el trazado seguro;
bebiendo sueños, despertando ansias.
Vivías la primera fiel demencia,
la virgen rebeldía de escapar.
Consejos, advertencias,
un futuro apacible.
Todo quedaba en gozoso abandono,
en desprecio humillante.

Te dije adiós con la cabeza vuelta.
No podía mirarte.
Temí que descubrieras que yo te comprendía.

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¿Dónde están los cielos de estos cinco mineros
enterrados en vida?
¿Quién soltó las amarras de la tierra corcada?
El suelo se hizo trizas,
bocas desmesuradamente abiertas,
tragándose a los hombres.
La tierra crece, se revuelve, amontona.
No pueden rescatarles.
Estarán en pie con los ojos abiertos,
pero ciegos,
metida en las pupilas la oscuridad final,
muro de eternidades.
Los brazos extendidos buscando un asidero

¡Qué ahogo tan macizo el ahogo con tierra!
¡Qué dura la asfixia con paredes de polvo!

Imposible estar vivos.
La esperanza es absurda superior a todos los milagros.
Sería mejor dejarlos descansar en parcela de vivos
— camposanto imprevisto —
entre amapolas de sílice y los trigos de sus respiraciones.
Las familias esperan confiadas
deseando limpiarles con besos y algodones.
Entre tantas cosas como no gozaron
¿se han perdido sus cielos también?
Se oye el silencio de Dios
sobre el ruido de las cinco muertes.

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Tengo un ancla sin mar y sin navío
apoyada en una esquina de mi casa.
Es presencia de agua verdeazul,
arenas, lunas, horizontes,
y un doloroso olvido de andaduras.

Con sus puntas —toro agónico—
embiste al aire, sin fondos donde anclar.
Ni barca que le espere.
Ni susurros de olas…

Pero algo detiene, impalpable, invisible.
Algo sujeta su inercia de esqueleto.
Entre paredes blancas
emerge de su atlántida en ahogados silencios,
sosteniendo los sueños de mi casa.

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Necesito arena.
Un poco nada más.
La que cabe en la palma de la mano.
Pero ha de ser limpia, suave, seca.
Sin conocer orillas ni mareas.
Ignorando pisadas y desnudos.
Sin voces ni ruídos.
Que no sepa de peces ni de ahogados.
Ni del rumor de caracolas.
Sin tortura de ramblas.
Blanca y pura arena,
recogida con cuidado.
Sola.

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Busco mi alegría.
No sé si la perdí aquella madrugada
de lágrimas y luto.
O en el dolor de la guerra.
O si se la llevó el niño siempre cansado
que un día ya no estaba.

Será el oscuro silencio quien la guarda.
La soledad profunda quien la esconde.
Acaso el tiempo alevoso, cruel,
que hiere sin que salte la sangre
y deja huellas cada vez más hondas,
donde sólo cabe el desaliento.

Hallarla no es posible.
Quien la roba se oculta.

Soy yo misma y no me encuentro.

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Esta tristeza que llevo tan amiga
y guardo y disimulo calladamente,
me empaña los ojos con firme insistencia
y en mi alma se arropa como en un nido.

Esta tristeza que tanto me acompaña,
no quiero perderla aunque me duela.
Es una tristeza singular y distinta.
Apagada bebida que me conforta.

Alrededor está la primavera, el otoño,
flores, frutos, voces, mares, corazones…
La tristeza sobre todas las cosas,
fiel y constante, sin color ni sonido,
con su extraña belleza me sostiene.

Que no me falte nunca esta tristeza,
tan mí, grande, honda.
Tan de verdad amiga.

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Cegarra Salcedo, María. Poesía completa. Murcia; Editora regional de Murcia, 1987.

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MÚSICA

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COMETAS

En las paredes de los edificios
hay un mapa de lágrimas errantes,
una frontera de hollín,
unas ramas de encina.

Llorar en la ciudad
es un negocio inútil.

Huir al extrarradio,
un sueño de cometas.

Has mirado hacia atrás:
el sol es la cabeza
de un caracol gigante.

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PANORAMA

Los ojos
en la boca del metro:
un hombre juega con el móvil,
una madre tose,
hay un perro con jersey.

La anestesia del humo
no les basta.

Lloran porque esperar
es una herida en espirales
y jamás cicatriza.

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POEMAS A ELEGIR

Te libera el silencio.
Poco a poco construyes
la cárcel del lenguaje.
Al final,
la mordaza absoluta
del poema acabado.

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xxxxxx. . . . .

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Te condena el silencio.
Poco a poco respiras
el aire del lenguaje.
Al final,
el espacio infinito
del poema acabado.

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NOCTURNO

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxDormir es regresar.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxMaría Zambrano

Quien duerme confía en el futuro,
arroja la conciencia
en otra realidad también borrosa
donde no es necesario
juntar más de una pieza
para sentir el cuerpo.

Quien duerme regresa
donde no hay nada hecho,
ni alfabeto ni engaño.

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PADRE

Un hombre en gabardina
ha regresado.

Trae consigo el cansancio
desde la juventud.

Va dejando
pedacitos de pan en la escalera
y así recordar el camino de ida.

Su olor
a embutido y trastienda
nunca ha muerto del todo.

No logro juntar trozos de su vida
en una sola frase que conjure el vacío.

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LA NOCHE DUPLICADA

xxxxxIII

No hay descanso para los lentos de corazón,
máquina para los agotados,
olvida la flema endurecida,
la cima del desorden,
los huecos de la infelicidad,
el despeñadero de la indecisión,
olvídalos, finge en tu maleta sin fondo,
descoloca los libros,
estira tus dedos de pasillo sin luz,
quema tu casa para salvar el mundo.

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MÚSICA

xxxxxIV

Aquí el paisaje es atonal, .cada .casa .tiene .su .hundimiento, los
xxxxxinstrumentos, .una .tecla .migratoria, un .arpa .en .el .pico,
xxxxxcada mano, una concertina para cortar el aire.

Detrás .del .hierro .y .de .la .fe .hay .animales .que .brillan, .cada
xxxxxmetal .tiene .su .almanaque, las .cruces, su .cuero, la .parti-
xxxxxtura, el vinagre y las moscas.

Aquí nada se repite, cada persona tiene un corredor para marchar-
xxxxxse, cada sombra una puerta, un .carcelero .desnudo rezando
xxxxxque .pide .un .tenedor .para .los .suicidas y un corcho en los
xxxxxdesagües.

Detrás de cada mueble hay .otro .mueble .con .que .hacer inventa-
xxxxxrio, un pájaro que entona una liturgia de cristal.

.

.

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xxxxxVI

Desde .este .ventanuco .hay .cuatro .formas .de .hacer .sonar .la
xxxxxnieve.

El chelo, con tres cuerdas, ordena .las .pisadas .de los pájaros, el
xxxxxpiano de .teclas .sumergidas .resuena .a .cobertizo .que .se
xxxxxhunde, el .clarinete .olvida .el .color, el hambre, la vergüen-
xxxxxza, entra la corriente por los pasillos y se templa el violín.

Aquí se hace sonar la nieve hasta el fin de los tiempos.

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Martín Coble, Pablo. Música. Madrid; Ed. El sastre de Apollinaire, 2021.

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DEJADLO

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Este poema no dice nada.
No encuentro sus palabras.
Es tan pequeño, tan sencillo, tan humilde, tan callado.

No es para vosotros.
Es mío solamente.
Están en él mi padre, mi madre, mi otro hermano.
Es un nudo de sangre caliente y apretado.

—No se sabrá nunca
lo que va por dentro de la sangre,
sus ríos de otra cosa—

Este poema no admite palabras.
No puede leerse.
Es tan hondo.
Dejadlo.

.

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Cegarra Salcedo, María. Poesía completa. Murcia; Editora regional de Murcia, 1987.

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EN OCASIONES LOS PÁRPADOS

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SACRIFICIO

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He tenido que llegar hasta aquí para comprender que en
ocasiones los párpados no quieren cerrarse.

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Agudo, Marta. Sacrificio. Madrid; Bartleby editores, 2021.

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Categorías: Poesía Etiquetas: , ,

CRISTALES MÍOS

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BIOGRAFÍA

El 3 de mayo, día de las cruces de flores, naciste. Y tu
vida fue una pasionaria —flor de cruces— que
subyugaba y conmovía.

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Tú, madre, siempre tan callada, avara de sufrimientos, ni
suspirar quieres para que no se pierda un átomo de tu
dolor.

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El horizonte ha venido hacia mí; por esto no puedo
moverme. Estoy circuncidada, oprimida por la limitación.
No existe el espacio. Los pies junto a la tierra, la cabeza
pegada al cielo.

Llevando el mundo dentro y los ojos vacíos se puede
soñar y cantar.

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Madre, ¿es éste tu rostro? ¿Aquél de luz y de risa y el
perenne cantar en los labios?

No te pareces, madre.

Tienes ahora la cara ensombrecida y llevas el andar
cansino, y si me apoyo en tu hombro no me sostienes, y
si te hablo, lloras amargamente.

No te pareces, madre, no te pareces.

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¿No me viste saltar el viento y romper la noche?

Iba transparente y fuerte, como una realidad exprimida.

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REACCIÓN

Todo el día será amanecer, claridad recién despierta, sol
nuevo, voces cansadas. Nadie sabrá de mí, porque
estaré cantando.

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Ya no hacen falta puertos. Que quiten las banderas de
luz de los faros, y encierren los navíos. El mar ha
estrechado su inmensidad, y sólo queda una angostura
para que pase mi espíritu.

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RENACER

¡Cuánto tiempo que no oigo tu voz!

Por escucharte, canto. Por saber de tí, he inventado este
falso renacer.

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Cegarra Salcedo, María. Poesía completa. Murcia; Editora regional de Murcia, 1987.

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IGNORANCIA

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IGNORANCIA

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxComprender cansa.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxJoan Margarit.

Es mejor no entender,
quedarse en la intuición
de tres o cuatro cifras,
mirar tu cuerpo abstracto,
no pensar en las leyes
que juntan las moléculas,
tenerte fragmentada, dibujar
una tangente de ignorancia.

Comprender no sirve para amarte.

Ni unas letras cansadas
para escribir tu nombre.

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Martín Coble, Pablo. Música. Madrid; Ed. El sastre de Apollinaire, 2021.

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POEMAS – WILLIAM CARLOS WILLIAMS

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ESTO ES SOLO DECIR

Me he comido
las ciruelas
que estaban en
la hielera,

las cuales
probablemente tú
guardabas para
el desayuno.

Perdóname,
estaban ricas,
tan dulces
y heladas.

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LA CARRETILLA ROJA

tanto depende
de

una carretilla
roja

reluciente de gotas
de lluvia

junto a las gallinas
blancas.

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RETRATO PROLETARIO

Una joven alta sin sombrero
con delantal

Su pelo recogido atrás parada
en la calle

Un pie en calcetín la punta
en la acera

Su zapato en la mano. Mirando
atentamente adentro

Le saca la plantilla de papel
para dar con el clavo

Que la ha estado lastimando.

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MAÑANA DE ENERO

FRAGMENTO

xxxxxI

yo he descubierto que la mayor parte de
las bellezas del viaje se deben a
las horas extrañas en las que vemos:

las cúpulas de la iglesia de
los Padres Paulinos en Wechawken
contra un alba humeante —el corazón agitado—
son bellas como las de San Pedro
divisadas después de años de anticipación.

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xxxxxXV

Todo
Todo esto—
xxxxxxxxxxxxxfue por ti, vieja.
Quise escribir un poema
que tú pudieras entender.
Porque ¿a mí de qué me sirve
si tú no lo entiendes?
xxxxxxxPero tienes que esforzarte—
Pero—
xxxxxxxBueno, ¿tú sabes cómo
las muchachitas retozan riendo
en Park Avenue de noche
cuando debieran estar en casa acostadas?
Bueno,
es lo mismo conmigo en cierta manera.

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DANZA RUSA

Si yo cuando mi esposa está dormida
y el bebé y Catalina
están dormidos
y el sol es un blanco disco de fuego
entre nieblas de seda
sobre árboles brillantes,—
si yo en mi cuarto norte
danzara desnudo, grotescamente
ante mi espejo
agitando mi camisa alrededor de mi cabeza
y cantando bajo para mí mismo:
«Estoy solo, solo.
Nací para estar solo,
y estoy mejor así!»
Si yo admiro mis brazos, mi cara,
mi hombros, flancos, nalgas
contra las amarillas persianas corridas,—
¿Quién diría que yo no soy
el feliz genio de mi hogar?

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Williams, William Carlos. Poemas (Trad. José Coronel Urtecho y Ernesto Cardenal). Madrid; Ed. Visor, 1985.

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DEFINICIÓN DE AURA

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PRIMER MOMENTO

Lo más extraño del viaje
es no saber hacia dónde se regresa.

Acaso diría Walter Benjamin
que en esos lugares parece haber pasado todo
lo que aún nos espera.

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VUELTA A MONSANTO

Bordeas la casa
y sientes cómo te pertenece,
como si cada paso por el jardín
que la rodea fuera una nueva estancia.
Las habitaciones recuperan el fulgor
al observarlas desde lejos,
bien entrado en el camino.
Y escribes, entonces, un poema,
poco antes de partir y abandonarla.

Con la esperanza de encontrar un verso,
una palabra,
que advierta a otros viajeros: seré, por fin,
lo que he olvidado.

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DESVIACIONES

Esta mano construyó una casa. Pero no existe la mano.
Tampoco una casa recién edificada. Sin embargo, su cobijo
es una presencia real, un hueco profundo en el interior de un
bosque. Como una mano ficticia o una habitación. Como la
poesía que, al final de la tarde, los acaba nombrando.

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LOS MUERTOS

Atraviesan esta línea los que desaparecen, sin dejar una huella
que identifique su tránsito de un sitio a otro. No caminan
como sombras, porque apenas hay luz que les preceda. No
existe oscuridad, ni una línea que los separe de nosotros.

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DEFINICIÓN DE AURA

No llegas a un lugar, llegas al momento exacto de una historia, a su
momento clave. El tránsito no es hacia un territorio concreto, sino
a la suma de voces que te preceden para que tú también puedas
preceder a alguien.

No estás aquí para ser. Estás aquí para que la vida siga sucediendo.
Para que otros se acerquen. Para que recuperen contigo el impulso
perdido en los días previos. Estás aquí para que cada comarca de la
tierra no se agote y te haga creer, por un momento, que todo lo que
te rodea merece narrarse.

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Chico, Álex. Definición de aura. Madrid; Ed. Galería Luis Burgos, 2021.

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DEDICACIÓN DE UN LOTE DE TERRENO

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DEDICACIÓN DE UN LOTE DE TERRENO

Este lote de terreno
frente a las aguas de esta ensenada
es dedicado a la viviente presencia de
Emily Dickinson Wellcome
que nació en Inglaterra, se casó;
perdió a su marido y con
su hijo de cinco años
se embarcó para New York en un velero;
fue llevada a las Azores
llegó al garete a los bancos de Fire Island,
se halló a su segundo marido
en una pensión de Brooklyn,
se fue con él a Puerto Rico
tuvo tres hijos más, perdió
a su segundo marido, vivió una vida dura
por ocho años en Santo Tomás,
Puerto Rico, Santo Domingo, siguió
a su hijo mayor a New York,
perdió su hija, perdió al «tierno»,
cogió los dos muchachos del
mayor de su segundo matrimonio
hizo de madre— estando ellos
sin madre— peleó por ellos
contra la otra abuela
y las tías, los trajo aquí
verano tras verano, se defendió
aquí contra los ladrones,
tormentas, sol, incendios,
contra las moscas, contra las
que venían a husmear, contra
sequías, contra malezas, crecidas del mar,
vecinos, comadrejas que robaban sus pollos,
contra la debilidad de sus propias manos,
contra la creciente fuerza de
los muchachos, contra el viento, contra
las piedras, contra los transgresores,
contra las rentas, contra su propio juicio.

Ella cavó esta tierra con sus manos,
fue mandona en este tramo de hierba,
insolente con el mayor hasta que
lo hizo comprarlo, vivió aquí quince años, alcanzó
una final soledad y—

Si no puedes traer a este lugar
más que tu carroña, vete de aquí.

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Williams, William Carlos. Poemas (Trad. José Coronel Urtecho y Ernesto Cardenal). Madrid; Ed. Visor, 1985.

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LOS REGALOS DE LOS AMIGOS (121)

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Pues acaba de llegarme a casa una de las novedades de la editorial El Sastre de Apollinaire, ‘Música’, de Pablo Martín Coble.

Lo primero es darle las gracias a la editorial. Y ya saben, de aquí a nada intentaré contar o mostrar algo del libro.

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