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Archive for enero 2024

DOS POEMAS DE ‘QUÍMICAMENTE PURO’, DE ANDRÉS GARCÍA CERDÁN

CHOLUTECA

En el cráter de aquel volcán de Honduras,
después de estar toda la noche a solas
contigo, como si no hubiera nada
más, como si no hubiera un mañana,
con la última botella de ron
dulcísimo y barato todavía en la sangre,
y casi sin vestir, sudando la chaqueta
Adidas que me habías regalado
y que luego perdí en la playa —perdóname—,
con los ojos abiertos a la jungla,
insensato y feliz como un cerdo en el mar,
deseé como nunca apresar una orquídea.
Yo no sé si te acuerdas de aquel día.
Tal vez por eso escribo esto ahora
cuando ya ni sabrás cómo me llamo.
Pequeña, delicada, enraizada
en un suelo árido como la muerte.
Apenas un camino de arena para
los militares. Allí estaba. Les soplaba
a los pétalos muy suavemente
y se cerraban. Si la miraba, se cerraba.
Lo imposible es hermoso y se muere
si lo tocas, pensé. Le puse un dedo
en el corazón verde y se cerró
dejándolo todo cerrado en claridad.

QUÉ CLASE DE ANIMAL

Les echaré a los perros
mi corazón,
pero no se lo comerán.
Ellos aprecian
el vértigo.

Les echaré mi inteligencia,
la que me queda,
y lamerán
y morderán mi nombre
y sin irse se irán
hasta el ladrido que hay en mí.
Lo entenderán
como el que entiende una tormenta,
toda la lluvia viva
y todo el huracán de una tormenta.

Me echarán los perros a mí
su corazón,
su corazón de perro,
toda su música de perros.

Entre las piedras y las nubes,
seremos sólo perros
y amor
y corazón.

Arderán en la noche los ladridos
de nadie.

García Cerdán, Andrés. Químicamente puro. Valencia; Ed. Pre-textos, 2022.

A LA LUZ DEL RELÁMPAGO

van a morir
ni señal sin embargo
cantan cigarras

.

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templo de Suma
escuchando una flauta
que nadie toca

.

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la luna viva
sin embargo los árboles
guardan la lluvia

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sol rojo ardiente
implacable y después
viento de otoño

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los dos la vimos
¿este año es la misma
nieve que cae?

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termina junio
llanto de aves y peces
para mí, lágrimas

.

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ante un relámpago
quien no comprende nada
es de admirar

.

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.

el cuco canta
y canta y luego vuela
siempre ocupado

.

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este camino
no lo ha seguido nadie
tarde de otoño

.

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según creo
el más allá está aquí
tarde de otoño

.

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viajero enfermo
anda mi sueño a solas
por tristes campos

.

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flor de qué árbol
imposible saberlo
mas qué perfume

.

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libre de todo
en medio de los campos
canta la alondra

.

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antigua aldea
nunca ha faltado un caqui
en una casa

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no obstante enfermo
el crisantemo ofrece
sin razón brotes

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este jardín
parece centenario
tanta hoja muerta

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Basho, Matsuo. A la luz del relámpago (Trad. Jenaro Talens y Kayoko Takagi). Madrid; Ediciones del oriente y del mediterráneo, 2021.

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EL ÉXTASIS

EL ÉXTASIS

Aunque podría estar en éxtasis
admirando las auras
y las desproporciones de Gaudí,
estoy aquí
contigo
en un juego salvaje con tus piernas,
que se abren y se cierran
con toda santidad ante los santos.

Me deshago en el aire
de julio. Voy
escribiendo en mi boca
unas pocas palabras que te digan.
Procuro que sean palabras justas.
En su medida exacta
levanto con saliva y aire
este sueño de Barcelona. Y ya
me da igual que bufen los autobuses
o que la tarde vaya diciendo lentamente adiós.

Qué forma de decir que todo acaba
aquel semáforo
en mitad de la nada.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxPero aún
a tus sandalias blancas y a tu pelo dorado,
que se desborda
sobre los hombros sin piedad,
me entrego.

Me estremezco y doy gracias
a la libido
y a esta intimidad de los cielos abiertos.

Hierve el barro en mis ojos esta tarde,
un barro altísimo
y vertical.

Creo que te llevaba dentro
desde el principio,
oh tarde de verano,
que estoy aquí
porque ya había estado antes
y había escrito este poema
y había dicho
la luz
en la que estabas tú desconociéndome,
olvidándome ya
antes de conocernos.

Hermosa adolescente,
les haces una última foto a las cúpulas
y guardas el teléfono
y te vas otra vez.
Pero antes te levantas
y vienes y me besas en la boca.
Así te desvaneces por la calle
como una burbuja
y yo ya sólo leo tu desaparición.

.

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García Cerdán, Andrés. Químicamente puro. Valencia; Ed. Pre-textos, 2022.

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‘LÍRICA INDUSTRIAL’, DE RUBÉN MARTÍN DÍAZ

TRAYECTO

Cada tarde regreso
a mi puesto en la fábrica.
He besado a mis hijos,
también a mi mujer,
y he cerrado la puerta del hogar
con el gesto apacible de quien lanza
al aire una moneda
y sabe que la suerte le es propicia.
Después, en el trayecto hacia el polígono,
me busco en pensamientos. Reflexiono.
Contemplo el horizonte de mis días
en las cosas de siempre,
que hoy lucen como nunca.
Dibujo con el dedo
el contorno de un pájaro en el aire
que, al fin, desaparece
con esa extrema urgencia
de lo efímero.

MÁS ALLÁ DEL RUIDO

El ruido de las máquinas
no deja oír la luz ni contemplar
el silencio del bosque;
todo lo que no está, pero es presencia
en la escucha intuitiva del poeta.

Los compresores,
los rodillos girando sin parar,
la vibración eléctrica de un cuadro
que rebosa de cables,
no son en absoluto
la melodía libre de los pájaros
volando en desbandada hacia poniente
con la huida del sol.

Aléjate en la noche de tu adentro
convencido de ti,
de que en cada rincón de tu existencia
hay un árbol que crece,
una pequeña rama
de vida,
un río, el viento, un valle distanciado
de todo,
aunque el ruido furioso de las máquinas
destroce al animal
que ha llegado sediento hasta tu mano
para beber el agua de la lluvia.

POLÍGONO INDUSTRIAL

Amaneció con lluvia en el polígono;
la luz de las farolas descolgándose
en hilos infinitos,
como hojas de palmera
bajo el sol vertical del mes de agosto.
Pero no era verano, sino invierno.
Y sin duda llovía en esas calles.
El alba derramaba contra el mundo
—un mundo con sus prisas, sus atascos—
los oscuros depósitos del cielo
a la manera de las ubres duras,
rebosantes y líquidas
de una vaca vaciándose despacio
en la boca sedienta del ternero.
Me detuve en silencio a contemplar
los dones ignorados;
vi mares derrumbarse sobre mí:
mi cuerpo bajo el agua,
los ojos conmovidos de pureza.
Pensé que en el repique de la lluvia
contra el suelo de asfalto,
también contra el tejado de las fábricas,
lo vivo festejaba su existencia:
el triunfo natural de lo absoluto
sobre el marco impostado de los hombres.

INSTRUCCIÓN TÉCNICA

La escafandra y los filtros
para no respirar el aire envenenado
de química, los guantes de látex
y la escasa y muy básica herramienta:
martillo de teflón, escoba, bridas
y bolsas de basura.

Mi compañero y yo
hurgamos en las tripas de la máquina;
golpeamos con martillo,
rascamos las paredes interiores
vaciando su depósito de polvos:
ese agente implacable
que bien podría inocular en vena
la semilla de un cáncer.

Acumulamos el sobrante en bolsas
que sellamos con bridas.
Ubicamos las bolsas en depósitos.
Después, adecentamos
el suelo y la herramienta.
Nos quitamos del cuerpo
la escafandra, los filtros y los guantes.
Y ponemos en juego nuestra vida
en el último verso del poema.

EL LUGAR DE UN POETA

Es sábado, de noche,
y estoy solo en la fábrica.
Para matar el sueño
tomo un café y releo
poemas incompletos
desde el móvil.
Después, desmonto y limpio
el filtro de una bomba,
reviso las calderas
y ajusto los sensores
de una puerta automática.
A veces reflexiono,
trabajo de memoria
mis poemas,
y comparto el silencio
de las máquinas
mientras hago labores
programadas.
¿Quién diría que es este
el lugar de un poeta?
¿Quién podría negarlo?
Estoy solo en la fábrica,
confinado en su noche,
pero empiezo a temblar
en las palabras
y el poema desciende
poderoso,
doblegado ante mí,
como si un dios hincara
las rodillas
ante una mustia flor
para poder sanarla.

GORRIONES

En soledad,
aunque no lo precise,
he puesto mi mirada entre las cosas
que todos tienen cerca
y nadie ve

Extraño es contemplar la realidad
sin prisas,
sin lamentos ni agobios,
seguro de alcanzar lo perdurable,
lo que queda —en esencia—
desnudo al despojarlo de su cáscara.

Y es la pura verdad, que me golpea.
Y es tan cierto que duele.

Alguien dijo que un pájaro
tan pobre como lo es
un sencillo gorrión de la ciudad
no canta,
que no puede cantar,
que es este un don de largo inmerecido
para un ave discreta.

En mis poemas, sin embargo,
los gorriones elevan su conciencia
por encima de todo,
entonan melodías sorprendentes
que propagan sus límites
y despejan el aire revelado
del humo de vehículos y fábricas.

En el ciclo latente de la vida
y en el propio poema,
no todo está perdido ni es real
lo que real parece.

ACCIDENTE LABORAL

Prendió en llamas la ropa
puesta en el técnico,
mojada en acetona.
Fuego azul como nunca
se había visto
subiéndole del pecho a la garganta,
abrasando la piel,
mordiendo las entrañas y los gritos
del hombre que,
con prisas y pesares,
no lograba romperse la camisa
ni sacarla de cuajo;
lo impedía una máscara con filtros
y unas gafas que, al menos,
protegían sus ojos.
El hombre al suelo, revolcado,
haciendo por vivir, pataleando,
rogando por favor
y por la vida,
rogando por su vida
que lo apaguen,
que le quiten de encima a ese demonio.
Y el fuego espeso, arrinconado,
rosigando su carne,
ganando cada palmo de terreno,
conquistando la herida,
buscándole la muerte, y no la encuentra,
buscando sobre todo
su dolor.

LA LLAMADA

Soñé que en el idioma de las máquinas
el poema se hacía cuerpo,
y que vibraba,
y era pura emoción
la palabra no escrita, la palabra sin letras,
tejida con estímulos,
obrada con humanos sentimientos.

Me acerqué, puse cerca del autómata
mi oído,
y pude percibir
el vértigo de su reclamo,
la pura desnudez
del canto,
como vida brotando de la máquina:
un torrente impreciso pero cierto.

Su artificiosidad
cobró forma de luz,
cegó mis ojos
y pude ver con la intuición;
sentir, al otro lado de la piel,
la palabra que vino a convocarme.

Algo habló para mí
desde un lugar remoto, inaccesible,
en un instante que, a su vez,
podría simular cualquier instante
o, por contra, ninguno.

Y fue honesto y hermoso.
Y no encuentro razón. Y fue verdad.

MANTENIMIENTO CORRECTIVO DE UNA MÁQUINA

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxLas máquinas podrán sentir emociones

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx(Revista Muy Interesante)

He tomado conciencia de tu acción sobre mí;
un poco de cordura en el instante
de tus manos expertas
entrando en la materia de mi cuerpo:
la calidez del tacto y su virtud
al explorar rincones escondidos,
ciertamente olvidados.

De manera que, ahora,
sumido en el trabajo de palparme,
estudias mis entrañas bajo el hierro,
su frío malestar,
la zona en la que le duele esta avería
por cese o por carencia de atención,
hoy prestada a la fuerza.

Si hay algo parecido a la lujuria
o puede que al deseo
—humana tentación de lo prohibido—
en mis viejas costumbres renovadas,
ya florece al encuentro con tus manos
incansables de amar.

Te noto entre mis pliegues,
mis cables y circuitos;
los fluidos derramados por el suelo
en señal de mi entrega.

Y en el acto consciente de explorarme
allá donde tus hechos
han devuelto el sentido a mi razón de ser,
a costa del afecto que demuestras,
ya soy parte de ti.

A TRAVÉS DE LA NOCHE

Como si un golpe limpio de emoción
me tocara de lleno,
y como si ese golpe abriera brechas
nuevas, desconocidas, en la noche,
así la inmensidad del arco de la luna
cuando paso por él.
La carretera vuelve sobre sí:
traza un bucle infinito.
Soy el mortal jinete montado a lomos
de una bestia de hierro.
Es el apocalipsis. Ya desciende
el ángel de la oscuridad.
Y, sin embargo, hoy estallo en ascuas
donde el fénix renace volador.
Me siento poderoso, como el pájaro
de luz contra la noche.
Prendido en llamas corre por mi sien
el universo.
Y a fuego se desliza este automóvil;
sobre el asfalto,
a más de ciento ochenta
kilómetros por hora,
le rompe al aire su columna estrecha
y de cristal.
Me recorre un temblor, que es absoluto.
Los astros, sumergidos
tras el negro brocal del firmamento,
entonan una ciega melodía.
Piso a fondo el pedal. No se detiene
mi bólido. Ya no.
Más oscuro es mi gozo que la noche.

LA BESTIA

Los fines de semana
por la noche
—apagadas las luces
de la nave,
a excepción de una línea
que ilumina un pasillo entre las máquinas—
escucho los quejidos
de válvulas girando en automático,
los escapes del aire
con presión,
y antiguas tuberías que aún resisten
los embates del tiempo, como huesos
de un viejo con reúma:
ruido de tripas digiriendo
el trabajo de toda una semana.
La fábrica, en penumbra,
solitaria y tranquila
en mitad de un polígono industrial
del extrarradio,
se perfila en la noche
como una bestia hambrienta agazapada
añorando otra presa que cazar.

AL FINAL DEL TURNO DE NOCHE

Fuera ya de la fábrica,
el tibio deambular
del agua de la lluvia
por las calles sedientas,
la luna gris y limpia
dispersa en las entrañas
de un silencio absoluto,
y el olvido de ti.

(Luz de un relámpago).

Cuando llegas a casa
le robas a la noche este poema
como un ladrón de sombras
a las puertas del sueño.

Martín Díaz, Rubén. Lírica industrial. Madrid; Ed. Rialp, 2023.

LOS REGALOS DE LOS AMIGOS (197)

Pues acaba de llegarme a casa el nuevo libro de Ginés Aniorte, el que pueden ver en la imagen.
No quiero dejar de agradecer públicamente que Ginés haya tenido el detalle de mandarme un ejemplar de este volumen del que, en un primer vistazo, ya he comprobado la densidad de sus casi trescientas páginas, así que denme tiempo antes de que pueda mostrar algo en el blog.

‘CANTO FENICIO’, DE JUAN DE DIOS GARCÍA

La Unión

Es .mediodía .y xandan xya xrecogiendo xlos xpuestos
del mercadillo. En .una .glorieta .se .van .congregando
jóvenes gitanos, moros, mestizos .y .payos .adictos .al
oro, con .ropa .deportiva, .mallas .ajustadas, gorra .de
béisbol xy xKawasaki xtrucada. Comen xpipas, xbeben
cerveza de litro, hacen, pasan .y .acaban .porros .a .la
velocidad de la luz.
Cualquiera .los .miraría .como vulgares animales exóti-
cos. Yo también lo hago .mientras .paso .con mi coche.
Por el tráfico, me voy alejando .con .lentitud, pero qui-
siera echar xel .freno .de .mano, porque la más melan-
cólica de esas chicas acaba de arrancar de su garganta
una creencia antigua y su .primo .templa .una .taranta
oscura.
Trémolo, pulgar, .alzapúa, .tonos .que .huelen .a .mina.
Toque de Levante. Memoria .y .anarquía .de .vieja can-
taora.
Parece que nombran la libertad.

.

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Acrobacia

Como .el .terrorista xmás xinteligente, xaprendo xlos
usos y costumbres del enemigo.
Y entonces, cuando nadie, .absolutamente .nadie .pu-
diera guardar la más mínima sospecha sobre mi com-
portamiento, cuando todas las almas .que .rodean mi
trabajo, mi barrio .y mi familia estén sosegadas y ha-
yan fijado en mí la imagen del hombre xmás .pacífico
que hayan conocido .jamás, solo entonces apretaré e
botón.
Solo entonces.

.

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Umer, el Escribano

Huele .a .fiesta .terminada xhace .siglos. El .hacha go-
tea sobre la .tierra .seca. Fumo frente a la chimenea y
me fundo con la xleña .ardiente. Me haré un caldo con
los huesos de esta civilización.

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García, Juan de Dios. Canto fenicio. Albacete; Chamán ediciones, 2022.

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UN POEMA PARA JUAN CARLOS ARGÜELLO

JUAN CARLOS ARGÜELLO «MUELLE»

Las putas y los yonquis
solo viven de noche.
Después, durante el día,
sus cuerpos melancólicos habitan
una muerte precoz,
un sueño incompatible con el mundo
en la tierra de nadie.
Seres faltos de luz
como cenizas lánguidas,
esparcidas, llevadas por el viento
de un lado para otro.
Cadáveres, sin rostro y sin pasado,
que apenas saben nada
salvo el nombre completo de la sombra
que en las noches sin luna de Madrid,
después de su jornada de trabajo,
aparca su vespino y se desliza
a tientas por las calles
mientras vierte su firma en la pared,
en vagones de un tren de mercancías,
en el metro, los parques
y las fábricas.

Un joven grafitero punk
que oculta su tendencia al vandalismo,
cuya muerte temprana y cuyo estilo
manejando el color
de los espráis
lo harán alzarse al cielo
de su propia leyenda.

Martín Díaz, Rubén. Lírica industrial. Madrid; Ed. Rialp, 2023.

‘DEL PRIVILEGIO DE LA INGRAVIDEZ’, DE RAFA GARCÍA JOVER

enero 23, 2024 1 comentario

INTROITO

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx¿Por qué puedo entenderlo todo si no puedo hacer nada?
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxMircea Cărtărescu

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxpuesto que puedo verte, ¿por qué no te dejas ver?
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxMircea Cărtărescu

puedo entender
la arquitectura del caballo
el oficio republicano
el retrato de la mujer
xxxxxxxxxxxxxxxen el castillo
el cadáver que nunca huele mal
el sermón tras la manifestación
la escenificación de las ruedas de los caminos
xxxxxxxxxxxxxxxen los garajes
el 8º episodio de la serie
la reproducción de las tres sillas
el estudio del mago en la tercera planta
el interior del centro
el trozo de cabeza que yace bajo el santo
xxxxxxxxxxxxxxxen la iglesia
el falso mito del águila que sobrevuela
xxxxxxxxxxxxxxxel rascacielos
lo directamente proporcional de la deforestación
xxxxxxxxxxxxxxxde la amazonía con el aumento de piras
xxxxxxxxxxxxxxxpara la quema de cuerpos del pecado
el desnudo violento de las ventanas
xxxxxxxxxxxxxxxen los museos
las piedras que tropiezan a mis pies y caen
xxxxxxxxxxxxxxxde la torre al mar
xxxxxxxxxxxxxxxpatéticas
lo plano como proceso de sostenibilidad
la proliferación de la búsqueda difusa.

¿por qué puedo entenderlo todo si no puedo decir nada?

.

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ABRID LAS ZANJAS

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxSiempre dije que mientras me quedase voz, gritaría
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxpor ellos, pero se me está apagando… He pasado
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxmi vida buscándolos. Se trata de mis padres.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxPronto partiré y no quiero dejarlos en la cuneta.

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx(Hilda Farfante, hija de maestros republicanos
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxasesinados el 8 de septiembre de 1936)

.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxMientras me quede voz
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxno han de callar mis muertos.

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxMarisa Peña

que la voz que nos narre
no sea una voz ajena
una voz en off
sino nuestra propia voz
con su propia lengua
saliva propia pegajosa
que resbale y gotee
hasta sacar de su paso
al miedo.

inspirar
espirar
xxxvolver a nombrar
xxxy salvar
xxxnuestra imagen en el
xxxespejo de la herencia ajena
inspirar
espirar
xxxvolver a nombrar
xxxy redimir de la penuria
xxxcomo quien dice adiós
xxxal extranjero.

como los niños
nacer de las tripas
de la madre
herida para tener voz
y evitar la muerte del hermano.

aprender a nombrar
desde los cimientos
y que la voz nunca dependa
del miedo con el que se mira.

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REMEMBRANZA

estos muros
xxxque no se sujetan a sí mismos
ni sujetan el tiempo en el
xxxxxxque viven
murmuran
el olvido es un pasado
xxxxxxsin esqueleto
xxxque no se sujeta a sí mismo
ni sujeta el tiempo en el 
xxxque vives

advierten
el olvido
xxxvolver la vista atrás
y convertir en estatua de sal
todo lo que se toca
roca en su origen
xxxdesprendida de la rueda
xxxapartada del tiempo.

el olvido que la corroe
hasta convertirla en un eco de
rotundidad neumática
y la deja hueca vaciada cóncava.

castigo de los dioses bajo la bóveda.

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INSTRUCCIONES PARA EL SUICIDIO
(DE GRETL TRAKL)

1. llegar al borde
por querer quedarse fuera
xxxxxxxxxxxde la furia
cuando tu sombra no te persigue
sino que vas hacia ella
2. hacer pie hasta que duela
también por fuera.

quién sabe
lo duro que es crearse una conciencia propia
imposible de mantener a flote / el tipo
imposible el precio de la distancia
hasta 4. llegar
xxxxxxxxxxxxxxa la salvación por el sufrimiento
xxxxxxxxxxxxx(eso nos enseñaron)
3. cruzar la zona desmilitarizada
el escaso y ridículo trozo de soga
que separa esos dos nudos de mi garganta

.

.

.

.

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LO POR VENIR / CARTA DEL PADRE

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxApenas recuerdo ya nada de nada, pero alguna vez
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxme asomo a algún espejo y a las rayas de mi mano
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxa ver si en ellos me veo el porvenir.

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxConcha Méndez (Sinsombrero)

yo ya no me acuerdo de nada
de nada excepto
cuando me asomo
xxxxxxxal espejo de los surcos
y reflejado me adviertes
xxixdesde el azogue de las lenguas.

.
(es entonces cuando
xxxxxxxxxxxxxxxme asombro
y recuerdo
que más que la sal en la herida
xxixtemo al polvo entre los dientes)

.

.

.

.

García Jover, Rafa. Del privilegio de la ingravidez. Murcia; Boria ediciones, 2023.

.

‘DONDE LA NIEVE, AHORA’, DE PEDRO TERUEL

AGUACERO

Están las cornisas de los tejados
proyectando su habitual sombra
en la que sobrevivo de vuelta a casa.

Como no llueve en semanas,
finjo empaparme
y encojo los hombros
para evitar los imaginarios
trozos de cristal líquido.

Mi cara mojada de nada
tuerce el gesto al encontrarse
con el periódico de la mañana:

Una nueva ola de calor
azota la Península.

Decido refugiarme en un portal.

MADRE

En el baño del hospital
me escondía, irresponsable y
triste, a fumar mientras tú
te ibas apagando —mujer madre,
madre amiga—. Traté de esconderme
mientras aquella habitación
blanca y limpia —tu piel ya casi
desaparecida— se iba convirtiendo
en la habitación de tu infancia y,
la cama articulada de hospital
era entonces tu cuna donde,
adormilada —madre niña—,
bramabas aquel nombre
que un día dieron
los dioses
al milagro:

Mamá, gritaste.
Yo lo escuché en el baño,
donde rompí a llorar
en el silencio que sólo ofrecen
las noches tristes;

Mamá, gritaste.
Y en ese instante
habría dado toda mi existencia
—hijo destrozado, hijo en ruinas—
por haber sido capaz de
acurrucarte —madre niña—
con el amor que tus
labios gritaron
aquella noche
xxxxxxxxxxxxxpor última vez.

BASURA

Hoy, abandonando los muebles
al lado del container,
—delinquiendo los recuerdos,
convirtiéndolos en basura—
una familia de extraños
ha hecho acopio de nuestras
sartenes, de nuestro sofá,
de la mesa negra del salón.

Todo el amor ha quedado
al lado del container
convertido en basura,
poniendo fin a nuestra historia,
hundiéndose en la obsolescencia.

Un montón de basura
que ya es un tesoro
para esos extraños.

Teruel, Pedro. Donde la nieve, ahora. Murcia; Boria ediciones, 2023.

FIEBRE Y COMPASIÓN DE LOS METALES

[Tijeras que no]

Tijeras que soñaron con ser llaves
acercan su metal hasta la llama
y lloran aleación incandescente,
el filo en que florecen las heridas
sobre el silbido agudo del acero.
En su silueta par, en su desdoble
de dedos que saltaron por el aro
como animales tristes y obedientes,
las tijeras se niegan al destino
de amputar la memoria de la lana
y el cordón que nos ata a los relámpagos.

Ellas cortaron días y raíces,
el estupor carnoso en las cerezas
con su gota de luz para encender
la boca de los pájaros, el hilo
que sostiene prendidas las palabras
dignidad, avellana, compañero
y el vientre del pescado en que se oxida
la llave de los vientos y el fulgor.
Tijeras que cortaron los mechones
de pelo de los niños en la inclusa
y el fino filamento del wolframio
que amparaba la noche de zozobra.
Tijeras que no quieren ser tijeras
y acercan hasta el fuego su pesar
para romperse ardiendo contra el yunque
y al disolver su nombre en los rescoldos,
abrir el corazón y sus ventanas.

[Cuchillo]

El carnicero afila su cuchillo.
Despliega el sucio mapa del despiece,
la palabra animal y su temor,
sus sílabas cortadas con certeza
como si se pudiera destazar
un sustantivo (cerdo, pollo, vaca)
sin que la sangre cubra las paredes.
Como si se pudiera estar pensando
en la dulce armonía de la esfera,
en el amor al número y al cosmos
mientras se hunde el cuchillo para abrir
incisión y templanza entre la carne.

Cicatriza la sal sobre esa herida
y así el hambre conserva el desconsuelo
de ampararse en la limpia tajadura,
en la hoja de metal y de papel
que se salpica en todos los oficios
y es la degollación del inocente.
Tiembla la mano que ha de ser exacta.
Si escribe carnicero. Si inocente.

xxxxxxxxxxxxxxxcon Federico, todavía

[Canción de acero]

El hacha silba su canción de acero
y amputa la memoria, el silabario,
la mano en que se escriben las palabras.
Caen los dedos como vocales de aire
y deja de girar la bicicleta
en que pedaleó el afilador
su canto de hojalata empobrecida.
Cae la mano como un árbol cortado
y el resplandor ardiente del metal
empapa en sosa cáustica las hojas,
las alas mutiladas de las aves,
el mineral untuoso del grafito
que estalla al golpearse contra el suelo.

El hacha silba su canción de agravio
y detiene los trenes, los rotores,
las ruedas impaciente de la bici
en que canturreaba el panadero
su entrega —melodía y cereal,
amor más absoluto que el del trigo—.

Contra el filo cortante, contra el tajo
opone el alfabeto sus alfiles,
sus veintisiete piezas extenuadas,
resecas como hollejos que pisaron
los pies de la vendimia y la belleza,
y en los que aún se destila la alegría.

xxxxxxxxxxxxxxxcon Juan Carlos Mestre

[La cuchilla]

La cuchilla se eleva en el insomnio.
Parece un animal inofensivo
pero en la noche sueña con cristales,
con vallas levantadas para el miedo.

La que rasura al hombre lentamente
y recorre su rostro, cicatriz
de la mañana abierta en diminutas
flores de sangre roja y perfumada.

La que duerme en silencio en su cajón
como un verbo desnudo e inocente
pero luego destroza la sintaxis,
las manos cuando intentan alcanzar
la valla que prospera en la estrechez.

Siete metros de lava y de ceniza
izaron en Pompeya la desgracia.
Son seis los que atormentan esas manos
cuando en Melilla sangran las vocales,
falanges que fracturan el presente
y lloran rojas letras de papel.
Su tinta azuza el agua y la envenena.

[El desierto]

El desierto es un cuerpo, el agua un cuerpo
que recuerda su condición anfibia,
el cielo un ancho cuerpo que zozobra
cuando arden los abetos y los robles
y doblan, derrotada, su cerviz
en el castigo airado del rebenque
—culebra y cicatriz de los relámpagos—.

El agua envenenada de mercurio
baja también como si fuera un cuerpo,
una arteria agostada en su toxina
que sueña desnudarse en los oasis
pero al llegar la mar, mancha las percas,
el ancla y maderamen de los barcos,
los dientes afilados de las redes.
Como un latido enfermo y pegajoso
contamina la arena, el tiempo, el aire,
las dunas que espejean al moverse
y tiemblan en la fiebre de la sed.

Pero igual que los ciervos cada año
mudan su cornamenta y la amplifican,
así también todos los cuerpos piden
el brío que se impone en el vivir,
estallido de amor, testosterona.
En cada nuevo anillo, el roble escribe
la altísima palabra del deseo
que asciende para dar al vuelo alcance.

xxxxxxxxxxxxxxxcon Agustín Fernández Mallo

Pérez López, María Ángeles. Fiebre y compasión de los metales. Madrid; Ed. Vaso roto, 2016.

UN POEMA DE ‘EN TANTO QUE MUJERES’, DE CRISTINA MORANO

Pamplona, 2016

1.TRANQUILA,

A mirar hacia atrás nos enseñaron.
A beber con cuidado la copa
del amor o la de la fiesta;
vigilantes: que un golpe menor
podría deshacernos; intranquilas
en la casa y en el trabajo,
con la tensión del centinela
durmiendo alertas en los sueños,
las cuidadosas vamos.

2. HERMANA,

Cuando estamos en riesgo
pocos acuden, cuando acuden
es para acusarnos.

—No vuelvas sola, coge un taxi,
no estudies tanto, ponte un vestido,
no escribas eso, no es memorable.
Hacer que la ternura suene como un reproche:
el triunfo de la violencia.

3. AQUÍ

Cuando una mujer entra en una sala
localiza primero las salidas,
luego ajusta su bolso o sus zapatos
y pasa registrando las posibles
rutas de huida hacia lo salvo.

Y hemos permitido construir
nuestra cultura entera
con estos patrones de terror
sobre nuestras hijas.
Y no se nos cae la cara de vergüenza,
y todavía hay quien levanta la mano
contra las supervivientes.

4. ESTÁ

Las lectoras y los lectores
deberán completar este poema
con su propia respuesta a la violencia
del juicio público y del sesgo.

5. TU MANADA

A ellos les enseñan
que con atravesarnos nos acaban.

Se creen que algo cambia,
que la estructura muta
al irrumpir adentro de los órganos.
Se creen que hacen cosas,
se creen que nos importan,
se creen que se merecen
respeto por su fuerza.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxSe lo creen.

Nosotras hemos visto
sus armas, sus cordajes,
los secretos enigmas que la sangre
y el deseo trastornan
entre sus piernas y su orgullo.

Y ellos solo han visto nuestro llanto.

.

.

.

.

Morano, Cristina. En tanto que mujeres. Madrid; Ed. La Imprenta, 2023.

.

TONOS

TONOS

Las tardes mudan .sus .tonos .rojos hasta apagarse en un
suave violeta. El instante en .que .todo .lo .nefasto .de .la
jornada .se .esfuma, el preciso .instante .que .no .puedes
compartir .porque .no .tiene .palabras; cuando xadviertes
que algo se escapa entre tus ojos y apenas duele, apenas,
porque la piel aún es tersa y el sexo responde.

Ginés, Antonio Luis. Picados suaves sobre el agua. Madrid; Bartleby editores, 2009.

DOS POEMAS DE ‘ORIGEN DE LOS MERIDIANOS’ DE PAUL BÉLANGUER

Esta es la luz traída por otra voz
forjada en el silencio de un fuego
sin fondo ni principio
inexplicable como este movimiento
de los labios tras la interrupción

Ahora andas paseando
hacia ese monte imposible
de escalar, la senda
es sombría
y sin embargo

cada grano de vida
se vuelve más fraterno.

Bélanguer, Paul. Origen de los meridianos (Trad. Jesús Belotto). Alicante; logos ediciones, 2010.

GIRL

GIRL

Te .gustan .los .hombres .de .una vez, esos que antes de
preguntarte cómo te llamas, han metido su mano debajo
de .tu .falda. Hombres xque xte xprometen xsólo xplacer,
noches que .merezcan .la .pena y consigan salvarte de la
miseria xdel xtrabajo, xlos xgritos xde xtus xpadres, xlas
prohibiciones. Hombres que visitan .tu cama cada noche,
cada una, hasta el fin
de tu existencia.

Ginés, Antonio Luis. Picados suaves sobre el agua. Madrid; Bartleby editores, 2009.

DOS POEMAS DE ‘OFFICIUM DEFUNCTORUM’, DE RAÚL HERRERO

enero 12, 2024 1 comentario

IV OFFERTORIUM

1 DOMINE

Al habitar en el más profundo centro
los elementos de apariencia sólida,
los lances, los olvidos,
las tierras silentes o
fértiles, todas esas potencias
se comprenden como aspecto:
ascuas incendiadas por un reflejo. Se nos
entrega el aspecto para olvidar lo
esencial, se nos muestra
con orgullo la gloria
del metal para que dejemos
en el olvido la fortaleza del esfuerzo.
Ruego al vientre siempre vivo
que me libre de caer en ese ardid torpe
de las sugerencias consentidas,
que me libre de la frialdad de la ausencia
de lo trascendente,
de entregarme a la lucha
sin entendimiento, de mezclarme
con la infame distracción.
Porque una vez la noche
se acomoda en los hombros,
dando obscuridad de mamar y de comer ligereza,
la insipidez se instala en el hígado
y en la cabeza para siempre.
En río de ángeles me saciaré
alejado de las tinieblas insignificantes,
alejado de las cenizas de lo aparente;
¡que todo lo valioso nos traspase
aunque su ímpetu nos destruya!
En la quietud se elimina lo común,
se derrama un perfume sin origen,
el descanso, al fin, tras la carga ineludible.
…y nada más terrible que una muerte viva.

VI BENEDICTUS

El vivir entre agua, barro, humo
y fuego produce el calor
y la ceguera.
Queda a salvo quien
convive con el mundo
sin ahogarse en él.
Recibe los dones quien
renuncia,
sin despreciar
las enseñanzas de lo
corpóreo.
Primero fue necesaria
la forma
para huir de ella,
al igual que el humo libre
precisó de la combustión
de la materia.
¿Cuando cae la lluvia
se mezcla el agua con el aire?
Así quedamos
fuera de los actos,
en perfecto estado, sin lacra
tras el dolor, los lutos
y las estancias confusas.
Las ofrendas se
materializan en
la serenidad,
en el reposo
frente a la desolación;
fluir hasta cesar.
El río camina
aunque las impurezas
lo emponzoñen.

Herrero, Raúl. Officium defunctorum. Alicante; logos ediciones, 2010.