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LOS REGALOS DE LOS AMIGOS (103)
El editor de Boria ediciones sigue cuidándome y me acaba de mandar a casa los dos últimos títulos que ha publicado.
De aquí a nada les cuento.
UN DÍA TRISTE
HORÓSCOPO
LOS REGALOS DE LOS AMIGOS (102)
Acaba de llegarme a casa el primer libro de poesía en catalán de Juan López-Carrillo. De verdad que uno no sabe cómo agradecer estos detalles.
Hay una cosa que sí puedo hacer, y es recomendaros encarecidamente que lo leáis, os lo vais a pasar como críos leyendo a alguien que sabe mucho de poesía.
LUNES Y 69
LOS RESTOS DEL NAUFRAGIO
POESÍA PERDIDA 1969-1999
TODO
para poder comprender
el perpetuo silencio de tu cuerpo
TAN sólo una
palabra tuya una
sola y
estoy de nuevo
hundido hasta
los labios en
tus labios
MUERTE DE JORGE GUILLÉN
Ni abstracciones violentas ni sol.
Desprestigio del día. Lo hecho
está ya muerto. Olas amarillas
sobre cuartos antiguos. Noviembre
en los rincones. Luz caída.
Sombra de orín, el viejo que contempla
viejas fotografías. Agua en ruinas.
xxx¡El tiempo, la cosecha
xxxabultada del tiempo!
VEINTE AÑOS DE FRÍO
Llegué tarde al papel marchito de la poesía,
al templo edificado frente al mar
que guardaba sobre un ara de mármol
el libro de la vida, vuelto cuento de polvo.
Yo no tengo ya más que el sol amargo
de los que edificaron su casa
en piedra de soledad
y su vida en la perfección de la tristeza.
Ahora ya, con sólo veinte años,
he de sufrir mi sol, a mi tímido sol.
ÚLTIMO REFUGIO
Esconderse en los libros, los secretos lugares
por otros solitarios construidos,
como si todo un día cupiera en sólo un verso
y los besos dejaran en la carne enfrentada
frescas huellas de tinta.
Cómo te reconozco, bajo el amor caído,
hombre joven o viejo, desnortado, buscando
la fresca vecindad de las mesas de mármol
en los cafés antiguos, donde las tardes pierden
poco a poco sus horas.
Tras la camisa usada, sobre el ángulo
marchito de la piel se derrama
una luz apagada, envolviendo tu cuerpo
como la sábana de tus noches de lástima,
lento deseo insomne, sepultado en lecturas.
Siempre quedan los libros, las barajas marcadas
donde buscar la luz vertiginosa
que redima la pena, la tristeza común
oculta tras los labios desollados.
El dudoso prestigio de la sombra,
poblada de infalibles verdades ocultas,
esconde por el resto de una vida
al niño que algún día todos dejaron solo,
al hombre que en profundo vencimiento
contempla la deriva de los días,
la densidad desnuda, próxima, de la muerte.
Nada oculta la vida que pueda descubrirse.
ANIMAL DE FONDO
Tu amigo, no quiero serlo.
Mientras guarde el recuerdo
de tu cuerpo dormido junto al mío,
mientras viva en mi boca
el salado sabor de tu secreto
y mi piel se estremezca
como al minuto ya de haberte ido,
la civilización toda me sobra,
soy sólo un animal que espera.
El amor no es gentil. El deseo
no es amable. La pasión envilece.
La tuya sobre todas. Te odié
antes de amarte. Y he de odiarte más
si consigo olvidarte.
POETA Y MAR
El poeta mira
el mar perfectamente azul
tras los cristales del bar.
Su alma vibra
como el alcohol de su copa
entre los cubos de hielo.
Pero esta forma de inspiración
—frecuentada desde la Antigüedad—
sigue siendo incomprendida.
CANCIÓN DEL MENOS MAL
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxA Manuel Machado
Hay una playa cerca a la que no voy nunca.
Sigo comprando libros que no pienso leer.
Una mujer que pasa, me mira: indiferencia.
Mis dos hijos ya duermen. Día echado a perder.
Hay ciudades, países donde no haré turismo.
Hay amantes, las hubo, cuyo nombre olvidé.
Archivo afectos viejos sin gran melancolía.
Sufro el dolor prestado del que empeñó su ayer.
Menos mal que aunque sigo levantándome tarde
el sol acude al alba con fiel puntualidad.
Menos mal que aunque ahora ya no salgo de noche,
la luna —eso me han dicho— no dejó de brillar.
LECTURA DE LA VIRGINIDAD,
xxDE WITOLD GOMBROWIC
«Pero es que precisamente se trata de ese hueso de la basura —gritó con
impaciencia, pateando—. Roerlo a espaldas de la cocinera.»
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxW. G.
Poetas españoles asomados a sus ventanas
perfil sólo nariz y labios agrios
tras largas largas noches
sin saber a qué parte de la cama
o de la mesa quedarse
cuántos días de perder los papeles
para nada
la página se hace menos clara
xxxxxxxxxla luz se va
NADIE
xixquizás nunca el paisaje estuvo fuera
xixfue creciendo en lugar de este vacío
que voy a ser, que soy, que acaso he sido
YA NO
icuando piso la arena de la playa
voy aprendiendo a no mirar atrás
xxxixxsé que no dejo huellas
Jiménez Losantos, Federico. Poesía perdida 1969-1999. Valencia; Ed. Pre-textos, 2001.
SOBRAS
SOBRAS
Mucha alegría,
muchas risas
por las mañanas,
mucho darme
los buenos días
y siempre,
mi sueño amoroso
e imposible mío,
siempre,
cuando el trabajo,
por fin, se acaba,
mucho gesticular,
mucho agitar
con alegría
las suaves
y bellas manos
que nerviosas
y con cariño
me despiden,
pero no me la meneas a mí
sino al imbécil de tu novio.
López-Carrillo, Juan. Poemax. Tarragona; Rotoarco ediciones, 1999.
25 AÑOS DE ‘PEDRÁ’
Hoy hace 25 años que vio la luz esta maravilla.
RÉQUIEM
liber scriptus
centímetro a centímetro
el océano de cristal
es sacudido hasta el derrumbe.
en su inútil policromía
la física concede una respuesta:
.
el vacío
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx(11-S)
ingemisco
en la inmensa caja de la tierra
nuestros cuerpos desnudos
descansan y miran las nubes.
todas las herramientas
están dispersas por el suelo:
no quedan fuerzas
para asumir un día más
el hambre y el trabajo
que lentamente nos diseca.
.
no somos más que ratas encerradas,
por mucho que excavemos
no habrá salida sino tumba.
lacrimosa
respiración sin fin del fondo
donde la tierra se levanta
con sus ojos de cruz.
los cánticos inundan cada veta
con lágrimas de hiel:
que este lugar no nos devore.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxx(Ciudad Juárez)
Salvador, María. El origen de la simetría. Barcelona; Ed. Icaria, 2007.
AGUA QUE FLUYE Y SUEÑA
DERECHOS A SE ACABAR
Como el río que a un tiempo fluye y sueña
en su azar sin minutos, mi destino
avanza a tragos largos, serenísimo
entre la sinrazón de su existencia.
Los légamos, los topes que el camino
halla en su devenir, la brusca peña
o el hondo precipicio, la evidencia
son de que es el vivir empeño altísimo.
Y luchar, desatino,
inútil resistencia.
CARA AL MAR
Se me desploma el mar en la mirada,
no abarca la pupila tanta lumbre
de azul, tanta belleza henchida.
Todo duele en la carne, hasta mirar aturde.
Y no puedo
prescindir de mirar, bebiéndome a ojos llenos,
embebida en el llanto.
DESDE EL PROMONTORIO
Veo
la infinitud del mar, la toco con las manos,
me atraviesa los ojos
hasta donde resiste la mirada.
Se pierde el horizonte, se confunde en el mar,
ya es todo mar sin lucha, sin estela,
en su imposible mar embebecido.
RESPIRAR SAL
Ya no me reconozco en los límites de un mar
que nunca ha sido mío.
Su respiración no es mi respiración, su escama no es mi escama.
La mirada se centra en su tersura,
la boca en el lenguaje de los siglos
que aprendo a comprender sin desvelar del todo.
Para que mi piel vibre,
mi piel lo absorba como si fuera el aire que no llega,
estrellas de salitre para azuzar los labios hasta lamer dolor.
¿A qué reconocerse, bucearse
cuando basta con ser?
LA LLUVIA DE LAS COSAS
Ven a mi mano a ver
—travesía de helechos y de juncos—
cómo cae la lluvia sobre el pasado,
así,
tan levemente hermosa,
con tanta suavidad como sólo el recuerdo
es capaz de imprimir en sus labios de niebla.
LA MALA HORA
No sé ir desnudamente
del todo a la partícula mínima e infinita.
En su acre trayecto pierdo luz
—fracasa el navegante
que no lee en el viento,
que no lame la sal en sus orígenes,
que en círculo extravía su destino—.
NEVERMORE
Después de la amargura, en la noria sin tiempo,
fuiste nómada de horizontes anchos,
de camino sin surco. No cruzabas
los valles, los consumías todos
en una sinrazón de extenuados árboles
y rumbo a la deriva.
Largas como la huella del paso eran las horas
tiznadas del destino.
En sus cartas marcadas aparecía solo tu nombre.
Se diría
que nunca llegarías al final.
No hay final,
solo un hueco sombrío que se traga
la corriente invisible de la vida,
que absorbe el manantial en nacimiento inverso.
Y eso era todo. Respirar el pantano.
¡Tú que pensaste disolverte en la luz!
CAMINOS DE AGUA
No esperes más camino que el de la mente,
la finitud escrita desde el origen
—línea de horas y agua—.
Y con ella, el silencio
y la culminación.
DENTRO DE GILGAMESH
Aquel que vio el abismo, que llegó a lo más hondo con sus ojos
y proyectó a la luz su aliento consumido
—¿quién sobreviviría a un viaje interior
perdido de esperanzas y de brújula?—.
Aquel que sabe todo y el destino maneja
con látigo implacable, con decisión de fuego.
Aquel que sobre ti determina tus pasos,
inclina tu vejez y los ramos marchita.
Aquel que sin edad lleva el tiempo en su alforja
te indica que el camino,
ese que ve por ti llorar sus manantiales,
no conduce a ningún
lugar.
Todo está inmóvil
y está en ti. Míralo. Ya el navío es distancia
y la niebla del sueño es dogal de la muerte.
Blanco, Pilar. Agua que fluye y sueña. Valencia; Institució Alfons el Magnànim, 2013.
LA SOLEDAD ME SALVA DE ESTAR SOLO
LOS PULMONES se ensanchan,
la vida nace abierta —nunca más vida a trompicones,
a arañazos—,
emana de las piedras,
sonríe en la palpitación
vegetal del instante.
Es hora de dejarse
fluir,
de volverle la espalda al desvarío,
de aventar la tristeza.
ES ÉSTE EL FIN de todos los principios:
no hay mañana
que llevarse a la boca invocando palabras
grandiosas de mentira.
La épica huyó, huyeron los clamores
y sólo queda el miedo proclamando su aroma,
su congoja animal, su afán acorralado.
Y un hombre, un hombre solo
vertido en su pregunta
frente a la incuestionable soledad de sus células
se dirá —nos dirá—:
¿A quién hemos vendido la inocencia?
La inocencia no existe. No hay dilema,
sólo pozos de olvido donde hundir lo que amamos
y aun así comprendemos que es extraño, que nunca
dejará de ofrecernos la ajena voz del otro.
La inocencia es un truco de actor,
no hay compromiso,
sólo altares de fango donde sacrificar
nuestra fe de individuos,
nuestro orgullo insensato
de almas irrepetibles, insolidarias, solas.
TAMPOCO ES MI CIUDAD esta que abarcan
los pies. Abajo, arriba,
la hostil arquitectura de lo que no pasó,
de lo que dejó nada
(años húmedos, lejos).
Tampoco ésta mi gente ni sus ojos los ojos
que guardan mis paisajes en su secreto a voces.
(Mi gente, al interior,
pájaros muertos.)
HACE TIEMPO
de todo ya. Huyó el fulgor de los astros
que un día
poblaron nuestros mitos y tiñeron de plata
el agua del estanque, la pulpa de los dedos que acarician,
la saliva del amante olvidado
que me enseñó a besar.
Ya pasó. Su rescoldo
entibia ahora mis sábanas, la piel de mi memoria,
la espuma que en mi casa
enlució las paredes y detuvo la prisa.
Y si el tiempo pasó, su huella detenida
permanece inmutable, cimiento de mis sueños,
sombra recuperada cuando el cuerpo ha caído
y nada reconforta ni colma su oquedad.
Hace tiempo
de todo ya. El zumo de las horas
deja un regusto amargo en la garganta. Vamos
camino del olvido, de la extinción, del fuese.
Y nunca más amar
y nunca más dormir para olvidar zozobras.
COLMILLOS de ancha duda me socavan,
inciden en mi piel sus inquietudes,
su rastro es arañazo de preguntas,
el futuro, su aliento adelantado.
—La nuca se estremece, apura el golpe,
los poros se contraen, la sien cesa
ya de pensar—. Llega la noche; abraza
con sábanas de olvido.
YA NO LO VEO CLARO, la claridad
se espesó, se hizo sima, honda implosión del alma,
quebró la voluntad y nació otro principio
—un mundo en cada duda, distinta creación
cada vez que nos fallan el soporte o la máscara,
cada vez que sentimos que no hay nada que hacer,
que hemos perdido el paso y la intuición o el mito—.
Y al volver nuestros ojos a la mañana nueva
que resplandece allá, en su altar de montañas,
al respirar los poros el aroma surgido
de la unión milagrosa del rocío y la hierba,
creemos sumergirnos otra vez en la calma,
bañar en nitidez nuestros músculos yertos,
haber vencido al vértigo, al grito del abismo,
creemos, insensatos, que el renacer existe.
Ciegos por mirar luz, por buscarla allá arriba
donde no admite el sol intrusos ni rivales,
mutilado el impulso, sólo queda ser cripta.
NUNCA LA VOZ hallé, al cabo de los años,
de quienes susurraron a mi oído palabras
y el alivio instantáneo de una piel que se ofrece,
que mezcla con la mía el zumo de sus poros.
Nunca reconocí, tras la distancia rota,
los ecos del ayer, la mirada que un día
puso fuego en mis dedos y, ardiendo toda entera,
cumplí años y olvidé. El tiempo es asesino.
Hoy me miras disuelto —viejas fotografías
con sed de atardecer, melancolía y lluvia—
y ya no sé tu nombre, ni tu rastro me altera
ni tu llama me incendia ni tu silencio mata.
Blanco, Pilar. A flor de agua. Madrid; Ed. Visor, 2000.