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Archive for marzo 2018

‘EL MURO DE MANDELSHTAM’, DE IGOR BARRETO

 

REPENTINA NEVADA

En el gueto de Ojo de Agua
ha nevado
en honor a Mandelshtam.
Ocurre que con tantas muertes
y tráfico atolondrante
no habíamos tenido ocasión
de mirar a lo alto.
Es un milagro que unió al cielo con la tierra.
¡Ha nevado!
Y alguien sostiene un libro
en la mano izquierda,
mientras palpa con la diestra
los minúsculos copos de nieve.
Todas las casas fueron pintadas
gratuitamente de blanco
y mucha de la pobreza se escapó
por esa loza quebrada
de un cielo encapotado.
Mandelshtam impartió lecciones sobre el frío
a una anciana recién llegada
de un desierto con cabras
de la remota frontera norte.
Los copos de nieve cayeron de un árbol
cuajado de flores:
fueron modestos lirios blancos
y pétalos de margaritas.
Pero en la calle principal del gueto,
el barro se apelmazaba gélidamente.
Era un lodazal cobrizo
donde rechinaban las ruedas
de los automóviles
derrapándose por la cuesta.
¡Pobres perros del barrio!
Las familias han debido
refugiarlos en sus casas
porque mueren como esculturas acurrucadas
contra el dorso de los escalones en la vereda.
Y los gatos congelados
caen de las cornisas
y se parten como un simple jarrón.
No hay pájaros…
pero no importa,
porque la nieve es algo nuevo.
Total
en las muchas fotos
que enviamos por correo,
somos los únicos testigos
de este enigma.

 

 

 

 

MANDELSHTAM

Mandelshtam es un animal
en el centro de un círculo
que unos hombres han hecho armándose con palos.
Es el poste de luz que en esa esquina
tiene la cúpula apagada
por una lámpara rota,
peligrosamente cortante.
No olvidemos que el poeta
es un factor potencial
en la dinámica
iluminatoria.
Mandelshtam es la vereda con escalones,
un venoso pasadizo de obreros
y de «algunas» dispuestas a todo.
Fue también un hombre
dentro de una bolsa negra de plástico:
cara de rata y cola de rata,
un malandro tibio que tal vez resulte
el único hermano de Filippo el Árabe.
Porque todo Mandelshtam provoca en mí
un miedo básico,
la visión e un extraño monumento.
Aún más en este país
donde la ternura
es una frecuente dificultad.

 

 

 

 

SOBRE LA UTOPÍA (EN VENEZUELA)

xxxxxI

Decía el sabio Ángel Rosenblat:

Porqué escribes «pretencioso» con «c»
y no con «s»
¿acaso no viene de «pretensión»?

Cierto, maestro, se trata de un galicismo cultural.

¿Y tú crees que «arribista» viene de «arribar»?
Pues ¡No!: «arribista»,
viene de «arriver».

Y pienso entonces
que la raíz de lo que ansiamos decir,
aquello que en verdad somos
suele estar
en otra parte.

 

xxxxxII

«El invierno trae caballos blancos
que resbalan en la helada.»
He ahí un verso para nosotros imposible.
Pertenece a Jorge Teillier, un poeta de Temuco,
al sur de Chile.
Así que ese verso suyo me parece la clave de todo:
«El invierno trae caballos blancos
que resbalan en la helada.»
Esto es imposible a 40º a la sombra. Y solo en ello
consistió la trampa: enamorarse líricamente de lo «otro»
y ser, de pronto, cómo decirlo: un añorante.

 

 

 

 

ES DE NOCHE Y HABÍAMOS BEBIDO TANTO LICOR DE ANÍS.
MANDELSHTAM PRETENDÍA ORINAR EN UN RINCÓN.
MIENTRAS, OCURRÍA ENTRE NOSOTROS ESTE DIÁLOGO.

Mandelshtam —¿Has ioído ihablar ide eso que llaman Deus
ex machina?

Igor —Claro, se trata de un Dios que pilotea un carro a gran
velocidad.

Mandelshtam —¿Sabes si será un carro lujoso o isi iDios vie-
ne con hombres armados para hacer justicia?

Igor —A ife imía, ieste Dios de la frase latina, no es un hom-
bre sino un robot.

Mandelshtam —Pero (…) i¿A iti iqué ite iimporta? Total, vie-
ne a salvarnos.

Igor —No lo creo. Esto que somos no tiene remedio.

 

 

 

 

LOS VERDADEROS POBRES

Hoy viernes
llegaron al gueto de Ojo de Agua
los verdaderos pobres:
las bellas cajeras del supermarket,
los albañiles con overoles tiznados
y sus manos rajadas por la cal viva,
los vendedores de imitaciones
y aquellos que existen gracias
a la pensión de invalidez.
Darle a cualquiera de ellos
una oportunidad, o no dársela,
es lo mismo.
Todo termina la tarde del domingo
donde la rueca los vuelve a dejar sin nada
y el lunes
el autobús más económico
los retorna al centro de la ciudad.

 

 

 

 

HOMBRE BASURA

Por la calle

ellos (los del Aseo Urbano) recogían:
pilas,
pirámides,
verdaderos muros
de bolsas negras de plástico
que se rompían y desunían
y la basura
era juntada de nuevo
y arrojada al interior del camión
que se la tragaba
llevándola a una prehistoria
futura.
Yo los vi tomar un bulto
tan pesado,
tan pesado,
que dos de Ellos
tuvieron que halarlo por los extremos.
Pero… lo que vi realmente
era que trataban de poner en pie a un amigo.
Porque el camión blanco y mugriento de la basura
no espera.
La basura
está hecha de un presente que no espera.

 

 

 

Barreto, Igor. El muro de Mandelshtam. Madrid; Bartleby editores, 2017.

 

JOSÉ LUIS PIQUERO

 

RESPUESTA DE LÁZARO

No merece la pena, no te empeñes.
Yo ya he cumplido e iba a disolverme, tan contento.
¿A qué viene esto ahora?
¿Otra vez los afectos y sudar por las noches y bregar
y la sed y el dinero? (Sobre todo el dinero).
No, gracias. Eso ya son cosas vuestras.

Se estaba bien aquí. Los gusanos no son muy exigentes.
Uno delega en ellos los detalles.
Por lo demás, me gusto. No es que huela muy bien
pero puedo estar solo. La gente es tan extraña…
Años llevo intentando comprenderla.
Aquí no hay amenazas, ni preguntas, ni se espera de ti
algo distinto a una quietud insólita.

¿Miedo a vivir? Lo mismo que vosotros,
pero sin aspavientos.

El mundo es más difícil: hacer lo mismo una y otra vez,
y encima Dios, que no te quita ojo,
diciendo «Has hecho daño» y «No te esfuerzas».
Yo no hago daño a nadie. Podrido estoy más limpio
de lo que he estado nunca.

Conque puedes coger tu pequeño milagro y esfumarte.
Terrazas soleadas, inútiles banquetes.
Yo soy perfecto. Busca
a otro infeliz que aún se haga ilusiones.

 

 

 

 

EL DÍA LIBRE DEL DIABLO

Lo malo es que no tengo ningún hobby
ni sé hacer otra cosa que diabluras.
¿Cómo voy a llenar un día tan largo?

me pongo una sonrisa, manos en los bolsillos,
con el aire jovial
de alguien que saborea la manzana del mundo.
Pero enseguida se me van los ojos:
a ese tipo podría decirle algo al oído
o esperar a esa vieja en un portal
y apalearla.
Unos novios se besan; aquí lo tendría fácil:
soy bueno en lo que hago.

¿Pero qué estoy pensando? Hoy es mi día libre
y no estoy de servicio.
¡Vamos, a pasear, a no hacer nada!
La mañana es inmensa y el sol es un regalo.
Me detengo en un kiosko, leo los titulares.
Reconozco mi firma casi en cada noticia, y me sonrío
con legítimo orgullo de artesano.

¡Otra vez el trabajo! ¿En qué me he convertido, en un maldito
funcionario del mal?
¿Un dominguero con antecedentes?

Ah, no siempre fue así.
Hubo un tiempo en que el odio era la poesía
oscura de la tierra, su savia, su alimento.
Y yo amaba en el daño con el ardor fanático
de un solitario adolescente.
Me daba como un padre y estos eran mis hijos. No sabían
que es el amor quien mata.

Luego aprendes tus mañas y todo se limita
a un aburrido truco de aquelarre,
y la vida y la muerte son un juego de niños.

Ya sé quién soy ahora: el que ha olvidado
su secreto: el fervor.

Adiós al heroísmo y al poema.
Seré puntual mañana en la oficina
a administrar la muerte con fría diligencia de burócrata.
Infamias rutinarias, papeles por firmar.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxMerecería
en vez de altares una paga extra.

 

 

 

 

POST MORTEM

Te amaré una vez muerta, quieta como una cama,
tu aliento detenido. Te habrás quedado atónita,
y yo te diré cosas y todo lo que diga será justo
lo que quieres oír.

Dará tu rigor mortis fe de tu consistencia —yo no quiero fantasmas—
y, como un bebé grande, te dejarás hacer.
Un amor que no exige y que no obliga:
no lo habrás conocido más puro y generoso.

Duerme, duerme, no temas, mi pequeño cadáver,
mi trocito de muerte con los ojos abiertos,
mientras te doy el goce
de aquellos que ya lo han perdido todo.

Y que la vida quite sus pezuñas
de nuestro amor.

 

 

 

 

NOLI ME TANGERE

Los hombres que vinieron a arreglar la nevera.
Tan fuertes, y sabían dónde estaba el enchufe.
Sólo hablaban lo justo: frases que no se aprenden en la universidad.
Se le había parado el corazón.
Sus ojos escrutaban, comprendían
su corazón de máquina. Y hacían malabares con las manos.

Qué precisión. Uno nunca sabría ser tan fuerte y tan claro ni decir cosa alguna de interés.
Me odiarían. Son demasiados libros. Y demasiado pijo. Por todo el mundo hay gente
con algo que decir. Sólo yo estoy muy lejos, no sé dónde.
Y me muero de miedo ante la gente que hace cosas útiles.
Yo no hago nada útil.

Así que huyo a mi estudio, lleno de los poemas, los recuerdos
que me llevan matando desde los veinte años.
Me acuerdo de la chica, por ejemplo, que bailaba de noche ante una hoguera
y de nosotros mismos bañándonos desnudos.
Eones han pasado,
y ahora soy un extraño, un eremita.
Alguien está viviendo en mi lugar.

Y mientras tanto arreglan la nevera, y se marchan por fin,
porque tendrán que hacer otro milagro en alguna otra parte.
Y yo me quedo aquí con lo que soy,
como si todos esos libros
fueran a devolverme lo que fui,
una especie de magia.
No consigo fijar en la memoria
las caras y los cuerpos de los que nos bañábamos.
No me acuerdo de nada y, sin embargo,
no poder olvidar algunas cosas, eso es mucho peor.

No me retengas.
Hay algo que me espera en algún sitio, pero aún no sé qué es.
Y no son los poemas, y no es mi juventud.
Es algo útil.

Como poner en marcha
un corazón parado dentro de un cuerpo frío.

 

 

 

 

NOLUGAR

¿Quién anda ahí? ¿Es Dios?
¿O Supermán?
Algún extraño, en cualquier caso; nadie
viene ya por aquí. ¡Sal a la luz!

Ah, no, me he confundido: le conocemos bien,
aunque no sé si es hombre o es animal doméstico
o práctico utensilio, o mejor una idea que ya se nos había ocurrido antes,
un sueño tumultuoso.
Pero, en fin, aquí está, y es como de la casa.

Bienvenido, llevábamos un tiempo sin visitas,
hoscos, ensimismados, sin hablar,
no viviendo los días: aventándolos lejos
como arrugadas bolas de papel.
Ya no suceden cosas y es mejor que así sea,
conque no te hagas muchas ilusiones
de venir a hacer cambios. ¿Para qué?

Todo empezó hace tanto tiempo que ni me acuerdo.
No empezó con tormentas ni cielos ominosos; nada de numeritos.

En realidad no sé cómo empezó. Ni sé lo que empezó. Nadie lo sabe.
Pasemos ese punto.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxPoco a poco
fuimos acostumbrándonos, ¿quién va a morirse de eso?
Hay momentos mejores y momentos peores; relevante ninguno.
Con un poco de suerte, sólo se trata de irse consumiendo.

Por lo demás, no hay que explicarlo todo:
se arruina el chiste y tú
no eres ningún extraño para que nos pongamos a aburrirte con líos
que conoces de sobra.

Mejor cuenta tú algo. ¿Ya te vas?

Se me olvidó decírtelo: te quedas.

No montes un escándalo. Eso, arrímate ahí.
Y empieza a no hacer nada.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxEn el fondo esto es justo
lo que toda tu vida sabías que iba a pasar.

Yo me vuelvo a mi puesto.

¿Quién anda ahí? ¿Es Dios…?

 

 

 

 

EL INMORTAL

No seré de la muerte.
Su pestilencia
no rozará mi piel, que ha conocido manos temblorosas.
No iré si no es a rastras, maldiciendo; no cerraré los ojos.

Combatiré a los dioses. Yo soy más.
En su reino de mudas prohibiciones
fundaré una república de los felices
con un precepto único: vivir,
y mi lema: Non serviam.

Poco a poco
olvidaré quién soy.
Esa música lenta la he escuchado en un sueño.
No conozco las caras pero lo he conseguido.
Puede que esté borracho
del único elixir que nunca sacia.

Y ahora se abre la puerta.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx¿Quién es Esa?

 

 

 

Piquero, José Luis. Tienes que irte. Sevilla; Ed. La Isla de Siltolá, 2017.

 

EUSEBIA SARMIENTO

xxxxxxxxxxixxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxEusebia Sarmiento

xxxxxxxxxxxxxxxxxxx(26 de mayo 1952 – 2 de julio 2002)

xxOye caminante, soy una mujer de raza negra que por desgracia ahora no ves. En la calle principal del gueto de Ojo de Agua arrendé un quiosco donde ofrecía bollos de carne y panecillos de maíz. Cuando me pagabas con un billete de alta denominación permanecía mirándolo; y si no pedías el dinero del cambio, me apartaba en silencio sin decir nada. Mis ojos querían poseer completamente aquel trozo de papel moneda, hasta que el reclamo tuyo me despertaba de manera tan brusca que aun en la muerte siento demasiada vergüenza.

 

 

 

Barreto, Igor. El muro de Mandelshtam. Madrid; Bartleby editores, 2017.

 

O – Z

 

Oblicuo. Ella pensaba que él sería rico y famoso. Él es pobre y desconocido. Ella piensa que él la ha engañado.

 

 

 

 

Olvídate del cuento de la lechera: ¡ya no te quedan cántaros!

 

 

 

 

Opones la ironía a las balas. Así te va.

 

 

 

 

Piensas cuál elegirías, como si tuvieras alguna elección.

 

 

 

 

Porque te acostumbres no deja de doler.

 

 

 

 

Prestigias las editoriales a las que llevas a la quiebra.

 

 

 

 

Puente de plata. El amigo huye. El enemigo, en casa.

 

 

 

 

¿Qué clase de elección es aquella en que no te dan todas las posibilidades?

 

 

 

 

Querías ser reina o zángano, y no has pasado de obrera.

 

 

 

 

Reconoces a un desgraciado en cuanto te ves.

 

 

 

 

Salvador Dalí, Ernesto Sábato y Vincent van Gogh tuvieron hermanos, con su mismo nombre, muertos antes de su nacimiento. Estremece evocar a los niños Salvador, Ernesto y Vincent visitando la tumba de los niños Salvador, Ernesto y Vincent.

 

 

 

 

Se canta por las grietas.

 

 

 

 

Ser extranjero es para siempre.

 

 

 

 

Siempre hay una manera más sencilla de decirlo, pero no es sencillo encontrarla.

 

 

 

 

Solo te quedan las ocasiones perdidas.

 

 

 

 

Sorprende que algunos te desdeñen por lo que otros te admiran.

 

 

 

 

Te ha transformado en lo que eres, y ahora no le gusta el resultado.

 

 

 

 

«Tu poesía es breve, pero buena.» ¿Pero?

 

 

 

 

Ya es la hora. Ponte la máscara y sal a escena.

 

 

 

Vitale, Carlos. Duermevela. Barcelona; Ed. Candaya, 2017.

 

DOS POEMAS DE ‘PUERTO DE SOMBRA’ DE JOSÉ LUIS MARTÍNEZ VALERO

 

Ayer noche presentaba José Luis Martínez Valero su último libro, ‘Puerto de sombra’, publicado por la murciana editorial La Fea Burguesía.

 

 

De los poemas que pudimos escuchar me gustaría dejar aquí el doble homenaje particular del poeta aguileño a Edgar Lee Masters.

 

 

HOMENAJE A EDGAR LEE MASTERS 1915-2015

xxxxxI
Jean Louis Maritaine Gilbert

Aseguré ser hijo de un barón francés.
Por la pereza de mis compatriotas,
no indagarían sobre el origen.

Con los ahorros de mi madre compré
una vieja espada, siempre he dicho
que de mi padre la heredé.

Al ser alto, rubio y de ojos azules,
pensarían que decía verdad.

Me adscribí al partido monárquico
y en Basilea grité: ¡Viva el rey!

Mi vida ha sido la de un paria,
me abandonaron mujer e hijos,
Pedro Rodríguez es mi nombre,
soy hijo de padre desconocido,
mi madre lavaba la ropa de otros.

 

 

xxxxxII
Angustias Moreno Ruiz

Hija de Ángel Moreno, el Rojo
y de Paloma Ruiz,
que llegó a esta ciudad
cuando las bombas caían sobre Madrid
y desunieron miles de familias.

Mi padre era hombre de derechos,
mi madre una niña asustada.

Realicé el bachiller en el Saavedra Fajardo,
Instituto Nacional de Enseñanza
Media, femenino, junto a la iglesia del Carmen.

Me licencié en filología románica
fui buena alumna.

Me casé, me divorcié, no tuve hijos,
he sido profesora.

Un día olvidé la llave,
al día siguiente extravié el monedero,
más tarde estuve perdida unas horas
en el pasillo de mi casa.

Ahora por fin sí me he encontrado,
mis huesos reposan bajo esta lápida,
que dicen lleva mi nombre.

 

 

 

Además, quiero dejar constancia pública del detalle que tuvo el autor regalándome un ejemplar del libro, el que utilizó para la lectura (en el que iba la selección de poemas que tenía prevista leer).

 

 

ESTA NOCHE SE PRESENTA ‘PUERTO DE SOMBRA’, DE JOSÉ LUIS MARTÍNEZ VALERO

 

Esta noche, a las 21:30, se presenta ‘Puerto de sombra’, el nuevo libro de José Luis Martínez Valero (Águilas, 1941).

Este profesor de Lengua y Literatura, con media docena de libros a sus espaldas, además de ciclos de lecturas poéticas llevados a cabo en la ciudad de Murcia durante varios años, guionista de documentales, aguafuertista e ilustrador, presenta este ‘Puerto de sombra’, calificado de metafísico, metapoético y a veces surrealista, porque trata sobre el misterio de la sombra, a menudo más real que el objeto mismo, donde descubrimos aquella caverna, cuyo testimonio son las palabras.

 

Si les apetece, nos vemos en la presentación.

 

KELVER CORDERO

 

xxxxxxxxxxxxixxixxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxKelver Cordero
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx(28 de julio 1981 – 2 de febrero 2005)

Extranjero, detente solo un segundo. En vida no quise ser juzgado por el precario lugar de donde venía. Fue por eso que gané la beca para estudiar leyes en la prestigiosa Universidad Católica. Apenas llegué, unas hermosas compañeras del primer año de Derecho me invitaron a un lujoso club. Recuerdo los salones enchapados en madera caoba y una piscina olímpica con fondo de mosaico azul. Era un azul incandescente, cuyos destellos se confundían con la nerviosa vibración de la superficie acuática. Todos (incluso ellas) traíamos nuestros bañadores debajo de la ropa, así que entre risas sensuales, nos desnudamos a un tiempo. Ellas se demoraron elogiando sus cuerpos, mientras yo caminaba solitario por el borde de la alberca. Nadie se dio cuenta, ni tan siquiera el salvavidas, pero caí sin saber nadar en la parte más honda, y descendí con los brazos abiertos hasta el fondo, donde mis ojos descubrieron una moneda tal vez lanzada para pedir algún deseo. No ofrecí ninguna resistencia. No podía sentir miedo en aquella habitación tibia y luminiscente; vi que ascendían algunas esferas de aire exhaladas por mis pulmones, y escuché las risas de mis amigas ausentes de la tragedia que acontecía. Se me ocurrió entonces que todo era algo «circunstancial». Y regresé al único pensamiento auténtico que en ese momento gobernaba mi alma: mi condición de pobreza.

 

 

 

Barreto, Igor. El muro de Mandelshtam. Madrid; Bartleby editores, 2017.

 

CONTEMPLANDO EL CUADRO EL GRITO, DE EDWARD MUNCH

 

CONTEMPLANDO EL CUADRO EL GRITO, DE EDWARD MUNCH

El grito de Edward Munch
es la ausencia de grito.
En el centro del cuadro
está el pequeño orificio
de una boca
donde no vemos dientes:
lo que deja al descubierto
a un ser vacío
que es mera silueta.
El puente y el riachuelo
viven
de la insinuación cromática.
Así como las ráfagas de aire
y el fiordo oscuro-azul
son meros trazos gestuales.
No existe ningún reclamo laboral
en esta imagen
por el supuesto ascensor que baja
directo al sótano de tantos años.
Ni tan siquiera una protesta
por la idiotez de las chisteras
y los sombreros de las damas.
En fin, del gran tema
de El grito de Edward Munch
lo que ha quedado,
es el vaciamiento:
la materia que se escapa,
la que no quiere cuerpo,
la sin mí.

 

 

 

Barreto, Igor. El muro de Mandelshtam. Madrid; Bartleby editores, 2017.

 

DESCORTESÍA DEL SUICIDA

 

DESCORTESÍA DEL SUICIDA

En la estación de Can Boixeres una mujer protestaba por la detención de los trenes. En la estación de Sants un hombre se había arrojado a las vías. En la estación de Can Boixeres una mujer protestaba por los constantes suicidios en las horas de máxima afluencia de público.

 

 

 

 

ES CURIOSO

Curiosamente, todo imbécil tiene alguien que lo ama, que, curiosamente, no siempre es imbécil.

 

 

 

 

CAMALEÓN

Sin duda, nuestra vecina de arriba tiene un amplio gusto musical. Este eclecticismo que, en otras circunstancias, podría considerarse extremadamente positivo, en realidad no lo es, ya que se limita a amoldarse a las aficiones de los sucesivos y variados novios que su indiscutible belleza le permite. Por fortuna, su repertorio es, así, muy heterogéneo y no excluye algunas épocas y autores de nuestro agrado, si bien no podemos de ninguna manera aprobar una cierta tendencia a reservar sus mejores piezas para altas horas de la noche.

 

 

 

 

DEMASÍA

¿Cómo es posible que todos los años hayan sido el peor año de mi vida?

 

 

 

 

BORGES Y YO

La primera vez que vi a Jorge Luis Borges fue en el año 1971, en Buenos Aires. Se trataba de un homenaje a Dostoievski en el ciento cincuenta aniversario de su nacimiento. Estaban, entre otros, la escritora Marta Lynch y el embajador de la Unión Soviética. Cuando le tocó su turno, Borges empezó diciendo que a él no le interesaba Dostoievski sino Dante, de modo que hablaría de Dante. Para horror del embajador y regocijo del auditorio.

 

 

 

 

DIPLOMACIA

No teníamos dónde caernos muertos. Nos habían invitado a cenar en casa de un editor y llevamos, con gran sacrificio de nuestro magro bolsillo, una botella de vino. Al verla, el editor dijo con una sonrisa: «¡Qué bien, es justamente la marca que compramos nosotros cuando no queremos gastar mucho!».

 

 

 

 

MOEBIUS

A los once años comprendí que nunca sería un gran pintor. A los catorce, que nunca sería un gran futbolista. A partir de entonces he estado abierto a toda clase de decepciones.

 

 

 

 

TELÉFONO

Cada vez que estoy a punto de entrar o acabo de salir de casa me parece que suena el teléfono. Sin embargo, basta que abra la puerta para que inmediatamente deje de sonar. Sólo me llaman cuando no estoy.

 

 

 

 

METEOROLOGÍA

¿Dónde se ocultan en invierno las mujeres de la primavera?

 

 

 

 

LA SONRISA DE DRÁCULA

El candidato sonríe a los desmemoriados.

 

 

 

 

EL TIEMPO DETENIDO

En el reloj de la esquina del correo son siempre las doce. A veces es demasiado temprano y a veces demasiado tarde.

 

 

 

Vitale, Carlos. Descortesía del suicida. Barcelona; Ed. Candaya, 2008.

 

UNIDAD DE LUGAR

 

UNIDAD DE LUGAR

Nada ha cambiado

Sólo el sitio
en que mi cuerpo cae

 

 

 

 

FÁBULA FUE

Fábula fue

Como oculto fue el misterio de esa boca

La desierta edad de los sentidos
invoca su razón

Pero no basta

Nada basta al que espera una palabra

Lengua de destrucción

Cuerpo del mundo
que apenas comprendo

 

 

 

 

CORONACIÓN

Sentada en una silla
que la sobrevivirá
la mujer observa
los patios interiores

Círculos inquietan
la superficie del agua

El balcón es un mundo
ínfimo y seguro
y ella fija en ella
la mirada infinita

La soledad no reconoce límites

 

 

 

 

MI VECINO CENA BAJO LA GRAN LÁMPARA

Cena solo bajo la gran lámpara.
Mucha luz y poca compañía.

 

 

 

 

VUELA MÁS UN OJO

Con un ojo invento pájaros
que con los dos no puedo hacer volar.

 

 

 

 

CASTILLA EN RUTA

Ocre metafísica.

 

 

 

 

ENTRE MAR DEL PLATA Y BUENOS AIRES

Cuando el tren
atraviesa la noche
poco importa
país o destino.

 

 

 

 

LA NOCHE ES EL DÍA

Poblado
de noches
el día
insomne.

 

 

 

 

AJUSTE DE CUENTAS

He tenido mi parte
de nada.

 

 

 

 

TIRANÍA DE LOS ESPEJOS

Todas las mujeres que he imaginado tenían tu rostro.
Todas eran tú a su manera.
También yo era tú a mi manera.

 

 

 

Vitale, Carlos. Unidad de lugar. Barcelona; Ed. Candaya, 2004.

 

PRESAGIO PARA EL FINAL DEL INVIERNO

 

PRESAGIO

Ha de ser este encuentro
fugaz como un relámpago,
y en todo semejante a la belleza
de las rosas.
xxxxxxxxxxxIntensa
es la dicha que ofrece tu presencia
porque no ha de durar
la gloria de su reino.

De estos días de amor que me consumen
en la hoguera reciente de tus brazos,
quedará el imposible milagro de tu cuerpo
anclado para siempre en mi deseo,
el rumor de los besos ya sin tiempo.

Y la memoria en llamas de tu nombre,
transformada en espinas
y dando fe de cuanto ahora somos.

 

 

 

 

FE

Vendrás, lo sé, por devolver el orden
a mi vida perdida,
y dar luz a mis noches. Llegarás
sin nada, con la entera desnudez
del pájaro que trae
los sueños en su vuelo,
y, como yo, se sabe herido
por el tiempo y los días
que rozaron sus alas.
Y aquí estaré. Ya espero
con la mirada fija en el fijo horizonte,
tras los montes aquellos tan lejanos
que esconden la ventura
de este dulce presagio.

Y aunque, tal vez, sea tarde
para colmar de antiguas emociones
mis manos que ya alcanzan
a ser sombra y otoño,
merecerá la pena tu llegada.

Allí donde creciera la esperanza
hay un jardín, y entre las rosas
invisibles que habitan en sus lindes,
anida, misterioso, el amor ensoñado
que nos vale la vida.

 

 

 

 

HOMO SAPIENS

Aunque abrace la suerte de habitar esta dicha,
y apenas sí me inquieten los designios del cielo,
—sabedor de la sombra que acecha en mis palabras—
no me dejo cegar por la luz del destino,
pues fácil es saber que el fulgor de esta rosa
que hoy anida en mis ojos durará sólo el tiempo
de soñar una vida.
xxxxxxxxxxxxxxxxxY si bien el azar
quiere ahora premiarme con tan gratos favores,
y los astros me brindan la gracia de su lumbre,
desde el mar del olvido el pasado me dice
cuán efímera y frágil es la gloria del mundo.

 

 

 

 

DESPUÉS DE LA TORMENTA

Han pasado los días más amargos,
y hoy por fin es de nuevo aquel que conocimos.

Vuelto en sí ya es capaz
de darse a la costumbre de vivir
al lado de sus libros más amados,
dormir en paz, vencido en brazos del sosiego,
rendirse a su trabajo, y ser el que antes fuera
y siempre trasegaba los afanes
que la vida concede a quien los busca.

Con los amigos habla cordialmente.
Le divierten las chanzas, y a las fiestas asiste.
Flirtea en el amor y en los placeres,
y se interesa, incluso, por los mundos ajenos.

Pero ay de él. No habrá de esperar hasta el próximo
otoño para hundirse
otra vez en el fango y, como ayer,
dejarse seducir por la corriente
de una lluvia imprevista y torrencial.

Quien lo conoce sabe que, en su vida,
las estaciones todas son propicias
para abrazar la sombra y el desastre.

 

 

 

 

EL TIEMPO QUE ME DISTE

El tiempo que me diste es una hondura
en el alma, y es luz
que, sin brillo, deslumbra.
La noche toda cabe
en la sombra que arroja hacia este día,
y aunque sólo es memoria,
acaso nada, acudo
a su fuente con sed y con angustia,
por llevarme a los labios
la humedad olvidada de un río recobrado
que cruzara la vida,
y ahora se confunde
en la oscura quietud de un mar sin fondo
que soy yo cuando pienso
el tiempo que te diera
y que me diste.

 

 

 

 

LAS TRES PARTES

Eres la espalda atroz
o el secreto puñal
que divide mis días en tres partes:
cuando no eras sino ausencia
o presagio, la vida en vano ardía;
tu llegada supuso ignorar el peligro,
y arrojarse a los brazos
de un dios fugaz que fue la hoguera del amor
arrasando los años;
después de ti, la nada
de un mundo calcinado,
o mis labios besando
el filo del puñal
o de la espada.

 

 

 

 

ÚLTIMA VOLUNTAD

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxA Dionisia García

Que hoy los dioses consigan eclipsar
el pasado aquí escrito y del que soy,
y que una estrella nueva tan brillante
como los ojos que ayer quise
se cruce en mi camino, y sepa conducirme
a través de los bosques de la vida
por los que siempre vagarán
mis pasos.

xxxxxxxxxxHe aprendido a no pedir
nada, y por eso nada espero
sino perderme en días iguales, y avivar
la llama exigua que preserve el fuego
durable y necesario de mis noches
para seguir viviendo.

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxDe nuevo buscaré
el misterio olvidado de las cosas
en el fulgor de su comienzo,
y ofrecimientos nuevos me darán
otra razón de ser, distinta a ésta
que es vestigio y ceniza de otro tiempo.

Y así, con la secreta certidumbre
de que la vida ofrenda
su heredado cansancio,
en paz me iré de estos recuerdos,
mientras la noche, sigilosa, viene
a mí para llevarme hasta tus brazos,
que preludian la luz de un mismo afán
donde habrá de iniciarse el mismo sueño.

 

 

 

 

EL FINAL DEL INVIERNO

Ahora, fiel a tu deseo,
cuando concluyas estos versos,
abandona la pluma
hasta que un nuevo invierno
te devuelva, en el tedio de sus días,
el afán por soñar
la vida en tus poemas.

Aquí se extingue el tiempo
que te fue concedido
para decir aquello que en tu mundo
ha sido sombra o luz
que habitara el silencio.

Y te preguntas si valió la pena
darte a la poesía,
si servirá de algo publicar
estos versos, a cuántos gustará
esta manera tuya
de transcribir el canto de las cosas.

No muchos ejemplares
alumbrará la imprenta,
y sólo tus amigos y algunos seguidores
de este oficio olvidado,
se acercarán al libro que hoy concluyes.
Así pues, nada temas.
Poco puedes perder en este asunto.

Y puesto que la tarde te reclama
en esta primavera ineludible
que tanto has esperado,
acude a la ciudad,
y entrégate a sus calles bulliciosas
con la alegría propia de tus años,
no sin presagiar antes
que volverás, sin duda,
a este oficio tan grato
que procura el destino,
para buscar alivio en lo que escribas,
y poder expresar, desafiante,
cuanto olvidaste o no supiste
decir en estas páginas.

 

 

 

Aniorte, Ginés. Cuanto quise decir. Sevilla; Editorial Renacimiento, 2004.

 

SIDERMITAS & BALBUCEOS

 

De SIDERMITAS

 

Eran una
sola resonancia
de infinitas voces
retumbando en el caos.

Labios vendados / almas
vendadas

y en la boca-túnel
la herida.

 

 

 

 

Un hilo se soltó
allá lejos
y una inquietante disonancia
golpeó el espacio

y era túnelxxxxxxxxxxluego grutaxxxxxxy túnel
otra vezxxxxxxxxiixxxy
penetraste enxxxiixxxaquella oscuridad

 

 

 

 

Mira, ya oscureció, dijo.
Era de madrugada.

Esperaba que el pánico acudiese
pero no. No hubo interrupción.
El músculo seguía latiendo
con un ruido sordo como de piedras
que al caer en la boca —ahora tan estrecha—
del túnel
cegaba la abertura.

 

 

 

 

Eran las bocas sin bocas de los muertos
que enfurecidos aullaban
Eran sus manos sin manos
las que nos abatían
Tan incierto el arraigo xxxxtan roja la pizarra

 

 

 

 

Vendados pies y manos.
Cuerpo como lanzadera.
No nos han preparado para este juego.

 

 

 

 

Éramos diez
o veinte
o ciento veinte —es difícil contar
con la sangre en los ojos—
Les temblaban las manos
al apuntar.

xxxxxxxxxxxNo dictaban las reglas
un dios ni un hombre sabio sino
una simple alambrada.

 

 

 

 

Un día
tan sólo xxxxxxxha durado
la historia de los hombres.

x
Si el amor fuese eterno
si al menos el
x
xxxxxxxxxxx—¿amor?

 

 

 

 

Y he aquí que el mar — animal
bondadoso — hendidura dúctil —
devuelve a las orillas
nuestros cuerpos desnudos.

 

 

 

 

Tenéis el alma herida xxxxxla savia
se os escapa xxxxxxxpor los siete
orific
xxixxios

Haz un nudo en la carne / Haz
un nudo-universo
sobre el miedo.

La brecha abre al núcleo

¡Suéltala, sidermita! Suelta
la cuerda. T
xxxxxxxxxxorna

al oscuro principio
de la llaga.

 

 

 

 

BALBUCEOS

 

EN una de las que serían sus últimas noches de libertad, Friedrich Nietzsche sale de su alojamiento en el número 20
de la calle Milano. Es enero en Turín, y hace frío. Aprieta el nudo de la bufanda en torno al cuello de su abrigo. Va a cruzar la calle cuando, ante él, un caballo se desploma. El cochero, impaciente, lacera a latigazos el lomo del animal, que no puede tirar de la carga. El filósofo corre hacia él, se abraza a su cuello y, llorando, le pide perdón en nombre de la humanidad.

La Historia considera este episodio como uno de los síntomas de su locura.

 

 

 

 

RECLUIDO en un torreón a las orillas del río Neckar, en los últimos años de su vida, Friedrich Hölderlin, según se cuenta, a cualquier pregunta que se le hiciese, contestaba invariablemente «pallaksch, pallaksch», una expresión con la que se remeda el balbuceo de los niños pequeños. Celan alude a ello en el poema «Tubinga. Enero»: Si viniera, / si viniera un hombre, / si viniera un hombre al mundo, hoy, con / la barba de luz de / los patriarcas: / debería, / si hablara de este / tiempo, / debería / sólo balbucir y balbucir, / siempre-, siempre- / asíasí. («Pallaksch. Pallaksch.») Era un mes de enero cuando los altos mandos de las SS se reunieron en tubinga para decretar el exterminio del pueblo judío. Hay épocas, en efecto, en que la boca de un sabio no podría sino balbucir. Pero

¿y en qué época no? ¿La historia de la humanidad no es acaso toda entera, desde sus inicios, la historia de un crimen? Las naciones europeas no cesan de recordarse mutuamente el holocausto judío, pero ¿fue éste el único? ¿En qué ciudad se decretó el genocidio de Namibia (1904-1908)? ¿En qué mes el de Armenia (1915-1923), el de Ucrania (1929), el de España (1936-1975), el de la Franja de Gaza? ¿Lo recordamos?

Tan sólo en los últimos sesenta años, con implicación directa o indirecta de los gobiernos de Occidente, fueron masacrados

siete millones de vietnamitas
dos millones de camboyanos
dos millones de kurdos
quinientos mil serbios
un millón doscientos mil argelinos
setenta mil haitianos
ochocientos mil tutsis y hutus
doscientos mil guatemaltecos
trescientos mil libaneses
un número aún creciente de palestinos

x
¿los recordamos?

x

Y aunque así fuese, ¿nos sentiríamos concernidos? Cuanta más alta sea la cifra más espectacular será el suceso y, por lo tanto, menos habrá de implicarnos: el dolor siempre acude en singular. Sumamos y redondeamos como para ajustar la tasa de sufrimiento. ¿Puede acaso sumarse el sufrimiento? ¿Será más el dolor de todo un pueblo que el de cada uno de sus miembros? ¿Cómo sufre «un pueblo»? ¿Existe el Pueblo o la Nación independientemente de su gente? Y

cada uno de los seres que padecen ¿no será siempre el mismo, una y otra vez, infinitamente?

Ahora, cuando todo es aquí, irremediablemente aquí y ahora, ante la permisión del horror yo digo:

Si viniera,
si una mujer viniera, ahora,
si una mujer viniera al mundo con
la espiga de luz de
las matriarcas: debería
si hablara de este
tiempo
debería
tan sólo balbucir, balbucir
y así tal vez
tal vez así
asíasí
tal vez

 

 

 

 

SOBRE el puente Mirabeau, Celan se inclina. Contempla las aguas oscuras. Sus remolinos. A finales de abril la noche aún es fría. El metal de la baranda le abrasa las manos. Dice Algo sobrevivió en medio de las ruinas. Algo accesible y cercano: el lenguaje

¿Que lenguaje?

La lengua tiembla al imaginar cómo se sirvieron de ella nuestras naciones para programar el exterminio de las tribus africanas. Qué palabras justificaron durante el segundo Reich las primeras alambradas y los primeros experimentos étnicos con los pueblos nama y herero. Con qué discursos celebraron los belgas la usurpación de los territorios congoleños y la masacre de su gente. Qué silencios encubrieron las mutilaciones, las torturas y vejaciones que infligieron los británicos a kikuyus y masáis y qué argucias emplearon para desplazarlos en masa de Kenia y de Tanzania.

Pallaksch. Pallaksch.

¿Cómo narrar la actual desolación de las costas de Ghana, de Benín, de Liberia, donde el aire dibuja con plomo y mercurio, sobre un mar sin peces, manzanas envenenadas?

¿Cómo contar la matanza de Odioma (2006) en el delta del Níger sumergido bajo el manto hediondo del petróleo holandés?

En 1995 Ken Saro-Wiwa fue ahorcado por alzar la voz en defensa del pueblo ogoni. Desde su celda se le oía cantar.

¿Cuántos cantaron que no se oyeron? ¿Cuántos cantan ahora, en este instante?

x
La lengua inventa expresiones, lugares comunes: «genocidio», «exterminio», «masacre», «desastre» para disimular en el concepto lo que de ella se desborda.

La lengua falsea. La lengua miente.

En el mes de enero del año 2011 Susana Chávez fue asesinada en Ciudad Juárez. Su cuerpo mutilado. Su cabeza introducida en una bolsa de basura. A salvo sus poemas.

En su torreón sobre el río Neckar, Hölderlin balbucea.
Tiene sesenta y tres años y el aliento corto.
Es enero en Tubinga. Hace frío.

Pallaksch, pallaksch—. También la lengua tirita.

 

 

 

 

DIEZ millones.
Un número.
Un número tan sólo
para diez
millones
de casas incendiadas
de cuerpos mutilados
de gritos
silenciados
uno
a
uno
en boca que arde y
no entiende.

1
0

o
0
0

0
0
0

siete
veces
el signo de la nada sobre
diez
millones
de historias
que nunca contará
la lengua de los otros.

Dos palabras.
Cuatro sílabas.

Un globo que soltamos
al final de la fiesta.
La piñata que espera
el golpe de una mano
nunca
inocente.

 

 

 

 

PERO he aquí que diez
millones de tigres
elefantes
y ballenas
de aves
y de lobos de
reptiles
diez millones
por diez
millones de panteras
de seres voladores
animales que duermen
con los ojos abiertos
insectos, musarañas
y grandes paquidermos
diez millones por diez
millones de hormigas,
de abejas y de búfalos,
diez millones de seres
unidos por un fin
en la tregua del hambre
barrieron los humanos
como si fuese arena
y empujándoles hasta
los confines del mundo
devolvieron
al caos
lo que le pertenece.

(Sobrevivió una anciana.
Viste la piel de un perro vagabundo.
Sin luces, balbucea.
No tiene descendencia.)

 

 

 

 

¿QUE qué pasó? Señora, eso aquí nadie lo pregunta.
El diablo se escapó y anduvo por los poblados.
Durante cien días anduvo entre nosotros con
el machete afilado.
No, Señora, aquí nadie pregunta.
Quien no aprende a perdonar
no tendrá paz dentro de sí.

x

xxxxxxxxxxxxxxxx(le respondió a la periodista la
xxxxxxxxxsuperviviente de un genocidio).

 

 

 

 

LA superficie no resiste. Huyo hacia delante llevando el dolor cosido a los talones. Ninguna acequia en la que ahogarlo, ninguna huella en la que perderlo. Decido enfrentarlo como se enfrenta al cielo la llanura: a descubierto.

Habré de perderme a mí ya que en el se aloja todo dolor. Digo dolor para nombrarlo, exorcizarlo, y en el nombre me digo para exorcizar al . Escribo el para que ruede hacia la página, pero se me pega a los dedos y no acierto, no acierto a diluir en la tinta el llanto. A sacudidas me digo, a sacudidas la letra y luego

contra lo irremediable me alzo.
Alzo el grito.
Contra lo irremediable.

Vago por el mundo dejando un rastro de gritos. Cada saludo un grito, cada sonrisa un grito. Mi sonrisa oculta el primer grito del mundo, el único, el mismo, aquel que brota en el final, cuando ya nada importa.

Intrusa de mi mundo y del ajeno, no hallo lugar para el descanso.

La fe de los comienzos, no.
El perdón
no.
xxxxxxxxxxxxSólo
xxxxxxxxxxxxel balbuceo.

La salvación
no.
xxxxxxxxxxxxSólo
xxxxxxxxxxxxel balbuceo.

Después del grito
el balbuceo.

Asolada
el balbuceo.

Mis pasos doblándose hacia dentro.
La mente desposeída de estrategias.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxSólo
el balbuceo.

Dolor, ni tan siquiera —palabra sin sentido—. No abro las cortinas. Ninguna cortina. La habitación a oscuras. Málaga, Damasco, Delhi, en todas las ciudades la vida me es ajena. Todas las ventanas son la misma ventana. Todas las aceras reciben el mismo cuerpo. La misma soledad cayendo, excesiva. Morir es un exceso. Me ex-

cedo. Balbuceo.

Sigo alimentándome tan sólo para poder decir el exceso.
A contra-vida.
Abajo.

Y a nadie que esté vivo ha de importarle lo que digo.
No es más que un murmullo soterrado, apenas inquietante.

 

 

 

 

EL campo de Kobe, al sudeste de Etiopía.
Los campos saharauis de Tinduf.
Los campos de Saklepeha, en Liberia.
Los campos de Bahai, Ereba, Guerida, Forshana Goz-
Beida y Nigrana, Djabal y Goz Amer, en el Chad.
Los campos de Kibati, Bulenbgo, Buhimba y
Mugunga, en la República congoleña. Los de Mweso y
Masisi.
El campo somalí de Dadaab, al nordeste de Kenia. Los
de Hagadera, Ifo, Dagahale, en su frontera.
El campo de Domeez, en el Kurdistán iraquí.
El campo sirio de Za’atari, en Jordania. El de
Muraiyeb al Fohud y el de Anmar al Hmud.
La Franja de Gaza.

Mientras tanto Europa, la esclarecida Europa,
duerme como aquel monje su sueño de
trescientos años oyendo cantar a un pájaro.
Otros pájaros, oscuros, habrán de despertarla.

 

 

 

 

A LOS CAMPOS provisionales de Chhattisgarh, de Bhairamgarh, de Gedam, de Bijapur no se llega huyendo de otra gente, sino empujado con violencia por la propia para que no se estorbe o se entorpezca el beneficio de unos cuantos. Desiertos e piedra estéril a cambio de las tierras confiscadas, de los que si se sale será para acabar en otros guetos: zhopadpatti, shanty towns, slums, bustees, poblados de detritus y hojalata que atraviesan las ciudades bordeando las vías de los trenes, zona franca de miseria de la que no se escapa.

Vi una fogata. Y a una niña oscura en brazos de su padre. Ella le sonreía mientras él la miraba. Y las llamas ardían más rojas y más vivas en los ojos del padre que en la propia hoguera. Yo pasaba en un coche.

 

 

 

 

HOCICOS temblorosos. Sacudidas. Uno de los cautivos trepa por los barrotes. Suspendido atraviesa la jaula y baja y vuelve a trepar. Dos paseantes se detienen. —El trapecista, dice él acercando los dedos al hocico. —Qué artista, dice ella. Y se alejan torciendo la boca en una sonrisa cómplice. El pequeño animal ha cruzado la jaula por la parte inferior, donde sus compañeros, ovillados, tiritan unos contra otros, y ha vuelto a subir royendo frenéticamente los barrotes. Pienso angustia, pienso libertad. Sin libertad, ¿qué nos impulsa a seguir vivos sino el deseo de esa misma libertad?

Por sobrevivir, cualquier animal embiste las paredes de su celda, atraviesa continentes, camina hasta extenuarse, desplaza a otros, se defiende y mata. Ninguno, sin embargo, esclaviza a otro por provecho o diversión, ninguno encarcela a otro para contemplar las piruetas que da tratando de hallar salida. La crueldad no son las fauces del tigre en el cuello de una gacela, no, la crueldad es moral, y la moral es humana. La estupidez también.

 

 

 

 

NO nos enseñaron a desconfiar de los buenos.

La tierra yerma se estremece. Bajo su piel el pueblo de las ratas huye en desbandada.

 

 

 

 

NUNCA suficientemente desolados para tocar fondo y arañar el lodo. Tan sólo acariciarlo con la punta de los pies quebrados, huesos Egon Schiele, suspendidos. Levitación en ciernes. Detenida ascensión y vuelo tan sólo permitidos en la fase más leve del sueño.

Soportados por millones de esclavos que arrojados al frío olvidaron su origen y sus cuentos para no recordar el trayecto de ser otro a ser nadie, ¿qué haremos con la vigilia?

Breve temblor de vasos en la mesa. Los pájaros emigran.

Quién tuviese aún tatuada en la piel la segura trayectoria de las aves y la suerte de morir en vuelo, sin sorpresa, sin un grito. Quién pudiese aún vivir en la inocencia, sin preguntas, sin temor y sin vergüenza.

 

 

 

 

DESANDAR lo andado. Aspirar a encontrar un pueblo sabio, un pueblo antiguo, un pueblo elefante, cuya fuerza no estuviese al servicio de la agresión, la conquista o el poder, que tan sólo exigiese que se respetara su derecho de paso: el camino sagrado por el que la manada atraviesa los territorios sin dañarlos.

Hallar un pueblo sabio. Desear salvar la tierra si tan sólo se hallase uno.

 

 

 

Maillard, Chantal. La herida en la lengua. Barcelona; Tusquets editores, 2015.

 

ESPAÑA, APARTA DE MÍ ESTE CÁLIZ

 

xxxxxHIMNO A LOS VOLUNTARIOS DE LA REPÚBLICA

¡Voluntario de España, miliciano
de huesos fidedignos, cuando marcha a morir tu corazón,
cuando marcha a matar con su agonía
mundial, no sé verdaderamente
qué hacer, dónde ponerme; corro, escribo, aplaudo,
lloro, atisbo, destrozo, apagan, digo
a mi pecho que acabe, al bien, que venga,
y quiero desgraciarme;
descúbrome la frente impersonal hasta tocar
el vaso de la sangre, me detengo,
detienen mi tamaño esas famosas caídas de arquitecto
con las que se honra al animal que me honra;
refluyen mis instintos a sus sogas,
humea ante mi tumba la alegría
y, otra vez, sin saber qué hacer, sin nada, déjame,
desde mi piedra en blanco, déjame,
solo,
cuadrumano, más acá, mucho más lejos,
al no caber entre mis manos tu largo rato extático,
quiebro contra tu rapidez de doble filo
mi pequeñez en traje de grandeza!
Un día diurno, claro, atento, fértil
¡oh bienio, el de los lóbregos semestres suplicantes,
por el que iba la pólvora mordiéndose los codos!,
¡oh dura pena y más duros pedernales!,
¡oh frenos los tascados por el pueblo!
Un día prendió el pueblo su fósforo cautivo, oró de cólera
y soberanamente pleno, circular,
cerró su natalicio con manos electivas;
arrastraban candado ya los déspotas
y en el candado, sus bacterias muertas…

¿Batallas? ¡No! ¡Pasiones! ¡Y pasiones precedidas
de dolores con rejas de esperanzas,
de dolores de pueblo con esperanzas de hombres!
¡Muerte y pasión de paz, las populares!
¡Muerte y pasión guerreras entre olivos, entendámonos!
Tal en tu aliento cambian de agujas atmosféricas los vientos
y de llave las tumbas en tu pecho,
tu frontal elevándose a primera potencia de martirio.

El mundo exclama: «¡Cosas de españoles!» Y es verdad. Consideremos,
durante una balanza, a quema ropa,
a Calderón, dormido sobre la cola de un anfibio muerto
o a Cervantes, diciendo: «Mi reino es de este mundo, pero
también del otro»: ¡punta y filo en dos papeles!
Contemplemos a Goya, de hinojos y rezando ante un espejo,
a Coll, el paladín en cuyo asalto cartesiano
tuvo un sudor de nube el paso llano
o a Quevedo, ese abuelo instantáneo de los dinamiteros
o a Cajal, devorado por su pequeño infinito, o todavía
a Teresa, mujer, que muere porque no muere
o a Lina Odena, en pugna en más de un punto con Teresa…
(Todo acto o voz genial viene de pueblo
y va hacia él, de frente o transmitido
por incesantes briznas, por el humo rosado
de amargas contraseñas sin fortuna).
Así tu criatura, miliciano, así tu exangüe criatura,
agitada por una piedra inmóvil,
se sacrifica, apártase,
decae para arriba y por su llama incombustible sube,
sube hasta los débiles,
distribuyendo españas a los toros,
toros a las palomas…
Proletario que mueres de universo, ¡en qué frenética armonía
acabará tu grandeza, tu miseria, tu vorágine impelente,
tu violencia metódica, tu caos teórico y práctico, tu gana
dantesca, españolísima, de amar, aunque sea a traición, a tu enemigo!
¡Liberador ceñido de grilletes,
sin cuyo esfuerzo hasta hoy continuaría sin asas la extensión,
vagarían acéfalos los clavos,
antiguo, lento, colorado, el día,
nuestras amados cascos, insepultos!
¡Campesino caído con tu verde follaje por el hombre,
con la inflexión social de tu meñique,
con tu buey que se queda, con tu física,
también con tu palabra atada a un palo
y tu cielo arrendado
y con la arcilla inserta en tu cansancio
y la que estaba en tu uña, caminando!
¡Constructores
agrícolas, civiles y guerreros,
de la activa, hormigueante eternidad: estaba escrito
que vosotros haríais la luz, entornando
con la muerte vuestros ojos;
que, a la caída cruel de vuestras bocas,
vendrá en siete bandejas la abundancia, todo
en el mundo será de oro súbito
y el oro,
fabulosos mendigos de vuestra propia secreción de sangre,
y el oro mismo será entonces de oro!

¡Se amarán todos los hombres
y comerán tomados de las puntas de vuestros pañuelos tristes
y beberán en nombre
de vuestras gargantas infaustas!
Descansarán andando al pie de esta carrera,
sollozarán pensando en vuestras órbitas, venturosos
serán y al son
de vuestro atroz retorno, florecido, innato,
ajustarán mañana sus quehaceres, sus figuras soñadas y cantadas!

¡Unos mismos zapatos irán bien al que asciende
sin vías a su cuerpo
y al que baja hasta la forma de su alma!
¡Entrelazándose hablarán los mudos, los tullidos andarán!
¡Verán, ya de regreso, los ciegos
y palpitando escucharán los sordos!
¡Sabrán los ignorantes, ignorarán los sabios!
¡Serán dados los besos que no pudisteis dar!
¡Sólo la muerte morirá! ¡La hormiga
traerá pedacitos de pan al elefante encadenado
a su brutal delicadeza; volverán
los niños abortados a nacer perfectos, espaciales,
y trabajarán todos los hombres,
engendrarán todos los hombres,
comprenderán todos los hombres!

¡Obrero, salvador, redentor nuestro,
perdónanos, hermano, nuestras deudas!
Como dice un tambor al redoblar, en sus adagios:
¡qué jamás tan efímero, tu espalda!
¡qué siempre tan cambiante, tu perfil!

¡Voluntario italiano, entre cuyos animales de batalla
un león abisinio, va cojeando!
¡Voluntario soviético, marchando a la cabeza de tu pecho universal!
¡Voluntarios del sur, del norte, del oriente
y tú, el occidental, cerrando el canto fúnebre del alba!
¡Soldado conocido, cuyo nombre
desfila en el sonido de un abrazo!
¡Combatiente que la tierra criara, armándose
de polvo,
calzándote de imanes positivos,
vigentes tus creencias personales,
distinto de carácter, íntima tu férula,
el cutis inmediato,
andándote tu idioma por los hombros
y el alma coronada de guijarros!
¡Voluntario fajado de tu zona fría,
templada o tórrida,
héroes a la redonda,
víctima en columna de vencedores:
en España, en Madrid, están llamando
a matar, voluntarios de la vida!

Porque en España matan, otros matan
al niño, a su juguete que se para,
a la madre Rosenda esplendorosa,
al viejo Adán que hablaba en voz alta con su caballo
y al perro que dormía en la escalera.
¡Matan al libro, tiran a sus verbos auxiliares,
a su indefensa página primera!
Matan el caso exacto de la estatua,
al sabio, a su bastón, a su colega,
al barbero de al lado —me cortó posiblemente,
pero buen hombre y, luego, infortunado;
al mendigo que ayer cantaba enfrente,
a la enfermera que hoy pasó llorando,
al sacerdote a cuestas con la altura tenaz de sus rodillas…

¡Voluntarios,
por la vida, por los buenos, matad
a la muerte, matad a los malos!
¡Hacedlo por la libertad de todos,
del explotado y del explotador,
por la paz indolora —la sospecho
cuando duermo al pie de mi frente
y más cuando circulo dando voces—
y hacedlo, voy diciendo
por el analfabeto a quien escribo,
por el genio descalzo y su cordero,
por los camaradas caídos,
sus cenizas abrazadas al cadáver de un camino!

Para que vosotros,
voluntarios de España y del mundo vinierais,
soñé que era yo bueno, y era para ver
vuestra sangre, voluntarios…
De esto hace mucho pecho, muchas ansias,
muchos camellos en edad de orar.
Marcha hoy de vuestra parte el bien ardiendo,
os siguen con cariño los reptiles de pestaña inmanente
y, a dos pasos, a uno,
la dirección del agua que corre a ver su límite antes que arda.

 

 

 

 

xxxxxII xBATALLAS

Hombre de Extremadura,
oigo bajo tu pie el humo del lobo,
el humo de la especie,
el humo del niño,
el humo solitario de los trigos,
el humo de Ginebra, el humo de Roma, el humo de Berlín y el
de París y el humo de tu apéndice penoso
y el humo que, al fin, sale del futuro.
¡Oh vida!, ¡oh tierra!, ¡oh España!,
¡Onzas de sangre,
metros de sangre, líquidos de sangre,
sangre a caballo, a pie, mural, sin diámetro,
sangre de cuatro en cuatro, sangre de agua
y sangre muerta de la sangre viva!

Extremeño, ¡oh, no ser aún ese hombre
por el que te mató la vida y te parió la muerte
y quedarse tan sólo a verte así, desde este lobo,
cómo sigues arando en nuestros pechos!
¡Extremeño, conoces
el secreto en dos voces, popular y táctil,
del cereal: ¡que nada vale tanto
como una gran raíz en trance de otra!
¡Extremeño acodado, representando al alma en su retiro,
acodado a mirar
el caber de una vida en una muerte!
¡Extremeño, y no haber tierra que hubiere
el peso de tu arado, ni más mundo
que el color de tu yugo entre dos épocas; no haber
el orden de tus póstumos ganados!
¡Extremeño, dejásteme
verte desde este lobo, padecer,
pelear por todos y pelear
para que el individuo sea un hombre,
para que los señores sean hombres,
para que todo el mundo sea un hombre, y para
que hasta los animales sean hombres,
el caballo, un hombre,
el reptil, un hombre,
el buitre, un hombre honesto,
la mosca, un hombre, y el olivo, un hombre
y hasta el ribazo, un hombre
y el mismo cielo, todo un hombrecito!

¡Luego, retrocediendo desde Talavera,
en grupos de a uno, armados de hambre, en masas de a uno,
armados de pecho hasta la frente,
sin aviones, sin guerra, sin rencor,
el perder a la espalda
y el ganar
más abajo del plomo, heridos mortalmente de honor,
locos de polvo, el brazo a pie,
amando por las malas,
ganando en español toda la tierra,
retroceder aun, y no saber
dónde poner su España,
dónde ocultar su beso de orbe,
dónde plantar su olivo de bolsillo!

Mas desde aquí, más tarde,
desde el punto de vista de esta tierra,
desde el duelo al que fluye el bien satánico,
se ve la gran batalla de Guernica.
¡Lid a priori, fuera de la cuenta,
lid en paz, lid de las almas débiles
contra los cuerpos débiles, lid en que el niño pega,
sin que le diga nadie que pegara,
bajo su atroz diptongo
y bajo su habilísimo pañal,
y en que la madre pega con su grito, con el dorso de una lágrima
y en que el enfermo pega con su mal, con su pastilla y su hijo
y en que el anciano pega
con sus canas, sus siglos y su palo
y en que pega el presbítero con dios!
¡Tácitos defensores de Guernica!,
¡oh débiles!, oh suaves ofendidos,
que os eleváis, crecéis,
y llenáis de poderosos débiles el mundo!

¡En Madrid, en Bilbao, en Santander,
los cementerios fueron bombardeados,
y los muertos inmortales,
de vigilantes huesos y hombro eterno, de las tumbas,
los muertos inmortales, de sentir, de ver, de oír
tan bajo el mal, tan muertos a los viles agresores,
reanudaron entonces sus penas inconclusas,
acabaron de llorar, acabaron
de esperar, acabaron
de sufrir, acabaron de vivir,
acabaron, en fin, de ser mortales!

¡Y la pólvora fue, de pronto, nada,
cruzándose los signos y los sellos,
y a la explosión salióle al paso un paso,
y al vuelo a cuatro patas, otro paso,
y al cielo apocalíptico, otro paso,
y a los siete metales, la unidad,
sencilla, justa, colectiva, eterna!

¡Málaga sin padre ni madre,
ni piedrecilla, ni horno, ni perro blanco!
¡Málaga sin defensa, donde nació mi muerte dando pasos
y murió de pasión mi nacimiento!
¡Málaga caminando tras de tus pies, en éxodo,
bajo el mal, bajo la cobardía, bajo la historia cóncava, indecible,
con la yema en tu mano; tierra orgánica!,
y la clara en la punta del cabello: todo el caos!
¡Málaga huyendo
de padre a padre, familiar, de tu hijo a tu hijo,
a lo largo del mar que huye del mar
a través del metal que huye del plomo,
al ras del suelo que huye de la tierra
y a las órdenes, ¡ay!,
de la profundidad que te quería!
¡Málaga a golpes, a fatídico coágulo, a bandidos, a infiernazos,
a cielazos,
andando sobre duro vino, en multitud,
sobre la espuma lila, de uno en uno,
sobre huracán estático y más lila,
y al compás de las cuatro órbitas que aman
y de las dos costillas que se matan!
¡Málaga de mi sangre diminuta
y mi coloración a gran distancia,
la vida sigue con tambor a tus honores alazanes,
con cohetes, a tus niños eternos
y con silencio a tu último tambor,
con nada, a tu alma,
y con más nada, a tu esternón genial!
¡Málaga, no te vayas con tu nombre!
¡Qué si te vas,
te vas
toda, hacia ti, infinitamente toda en son total,
concorde con tu tamaño fijo en que me aloco,
con tu suela feraz y su agujero
y tu navaja antigua atada a tu hoz enferma
y tu madero atado a un martillo!
¡Málaga literal y malagueña,
huyendo a Egipto, puesto que estás clavada,
alargando en sufrimiento idéntico tu danza,
resolviéndose en ti el volumen de la esfera,
perdiendo tu botijo, tus cánticos, huyendo
con tu España exterior y tu orbe innato!
¡Málaga por derecho propio
y en el jardín biológico, más Málaga!
¡Málaga en virtud
del camino, en atención al lobo que te sigue
y en razón del lobezno que te espera!
¡Málaga, que estoy llorando!
¡Málaga, que lloro y lloro!

 

 

 

 

xxxxxIII

Solía escribir con su dedo grande en el aire:
«¡Viban los compañeros! Pedro Rojas»,
de Miranda de Ebro, padre y hombre,
marido y hombre, ferroviario y hombre,
padre y más hombre. Pedro y sus dos muertes.

Papel de viento, lo han matado: ¡pasa!
Pluma de carne, lo han matado: ¡pasa!
¡Abisa a todos compañeros pronto!

Palo en el que han colgado su madero,
lo han matado;
¡lo han matado al pie de su dedo grande!
¡Han matado, a la vez, a Pedro, a Rojas!

¡Viban los compañeros
a la cabecera de su aire escrito!
¡Viban con esta b del buitre en las entrañas
de Pedro
y de Rojas, del héroe y del mártir!

Registrándole, muerto, sorprendiéronle
en su cuerpo un gran cuerpo, para
el alma del mundo,
y en la chaqueta una cuchara muerta.

Pedro también solía comer
entre las criaturas de su carne, asear, pintar
la mesa y vivir dulcemente
en representación de todo el mundo.
Y esta cuchara anduvo en su chaqueta,
despierto o bien cuando dormía, siempre,
cuchara muerta viva, ella y sus símbolos.
¡Abisa a todos compañeros pronto!
¡Viban los compañeros al pie de esta cuchara para siempre!

Lo han matado, obligándole a morir
a Pedro, a Rojas, al obrero,al hombre, a aquel
que nació muy niñín, mirando al cielo,
y que luego creció, se puso rojo
y luchó con sus células, sus nos, sus todavías, sus hambres, sus pedazos.

Lo han matado suavemente
entre el cabello de su mujer, la Juana Vázquez,
a la hora del fuego, al año del balazo
y cuando andaba cerca ya de todo.

Pedro Rojas, así, después de muerto,
se levantó, besó su catafalco ensangrentado,
lloró por España
y volvió a escribir con el dedo en el aire:
«¡Viban los compañeros! Pedro Rojas».

Su cadáver estaba lleno de mundo.

 

 

 

 

xxxxxIV

Los mendigos pelean por España,
mendigando en París, en Roma, en Praga
y refrendando así, con mano gótica, rogante,
los pies de los Apóstoles, en Londres, en Nueva York, en Méjico.
Los pordioseros luchan suplicando infernalmente
a Dios por Santander,
la lid en que ya nadie es derrotado.
Al sufrimiento antiguo
danse, encarnízanse en llorar plomo social
al pie del individuo,
y atacan a gemidos, los mendigos,
matando con tan sólo ser mendigos.

Ruegos de infantería,
en que el arma ruega del metal para arriba,
y ruega la ira, más acá de la pólvora iracunda.
Tácitos escuadrones que disparan,
con cadencia mortal, su mansedumbre,
desde un umbral, desde sí mismos, ¡ay! desde sí mismos.
Potenciales guerreros
sin calcetines al calzar el trueno,
satánicos, numéricos,
arrastrando sus títulos de fuerza,
migaja al cinto,
fusil doble calibre: sangre y sangre.
¡El poeta saluda al sufrimiento armado!

 

 

 

 

xxxxxIMAGEN ESPAÑOLA DE LA MUERTE

¡Ahí pasa! ¡Llamadla! ¡Es su costado!
¡Ahí pasa la muerte por Irún:
sus pasos de acordeón, su palabrota,
su metro del tejido que te dije,
su gramo de aquel peso que he callado ¡si son ellos!

¡Llamadla! ¡Daos prisa! Va buscándome en los rifles,
como que sabe bien dónde la venzo,
cuál es mi maña grande, mis leyes especiosas, mis códigos terribles.
¡Llamadla! Ella camina exactamente como un hombre, entre las fieras,
se apoya de aquel brazo que se enlaza a nuestros pies
cuando dormimos en los parapetos
y se para a las puertas elásticas del sueño.

¡Gritó! ¡Gritó! ¡Gritó su grito nato, sensorial!
Gritará de vergüenza, de ver cómo ha caído entre las plantas,
de ver cómo se aleja de las bestias,
de oír cómo decimos: ¡Es la muerte!
¡De herir nuestros más grandes intereses!

(Porque elabora su hígado la gota que te dije, camarada;
porque se come el alma del vecino).

¡Llamadla! Hay que seguirla
hasta el pie de los tanques enemigos,
que la muerte es un ser sido a la fuerza,
cuyo principio y fin llevo grabados
a la cabeza de mis ilusiones,
por mucho que ella corra el peligro corriente
que tú sabes
y que haga como que hace que me ignora.

¡Llamadla! No es un ser, muerte violenta,
sino, apenas, lacónico suceso;
más bien su modo tira, cuando ataca,
tira a tumulto simple, sin órbitas ni cánticos de dicha;
más bien tira su tiempo audaz, a céntimo impreciso
y sus sordos quilates, a déspotas aplausos.
Llamadla, que en llamándola con saña, con figuras,
se la ayuda a arrastrar sus tres rodillas,
como, a veces,
a veces duelen, punzan fracciones enigmáticas, globales,
como, a veces, me palpo y no me siento.

¡Llamadla! ¡Daos prisa! Va buscándome,
con su cognac, su pómulo moral,
sus pasos de acordeón, su palabrota.
¡Llamadla! No hay que perderle el hilo en que la lloro.
De su olor para arriba, ¡ay de mi polvo, camarada!
De su pus para arriba, ¡ay de mi férula, teniente!
De su imán para abajo, ¡ay de mi tumba!

 

 

 

 

xxxxxCORTEJO TRAS LA TOMA DE BILBAO

Herido y muerto, hermano,
criatura veraz, republicana, están andando en tu trono,
desde que tu espinazo cayó famosamente;
están andando, pálido, en tu edad flaca y anual,
laboriosamente absorta ante los vientos.

Guerrero en ambos dolores,
siéntate a oír, acuéstate al pie del palo súbito,
inmediato de tu trono;
voltea;
están las nuevas sábanas, extrañas;
están andando, hermano, están andando.

Han dicho: «¡Cómo! ¡Dónde!…», expresándose
en trozos de paloma,
y los niños suben sin llorar a tu polvo.
Ernesto Zúñiga, duerme con la mano puesta,
con el concepto puesto,
en descanso tu paz, en paz tu guerra.

¡Herido mortalmente de vida, camarada,
camarada jinete,
camarada caballo entre hombre y fiera,
tus huesecillos de alto y melancólico dibujo
forman pompa española, pompa
laureada de finísimos andrajos!
Siéntate, pues, Ernesto,
oye que están andando, aquí, en tu trono,
desde que tu tobillo tiene canas.
¿Qué trono?
¡Tu zapato derecho! ¡Tu zapato!

Varios días el aire, compañeros,
muchos días el viento cambia de aire,
el terreno, de filo,
de nivel el fusil republicano.
Varios días España está española.

Varios días el mal
moviliza sus órbitas, se abstiene,
paraliza sus ojos escuchándolos.
Varios días orando con sudor desnudo,
los milicianos cuélganse del hombre.
Varios días, el mundo, camaradas,
el mundo está español hasta la muerte.

Varios días ha muerto aquí el disparo
y ha muerto el cuerpo en su papel de espíritu
y el alma es ya nuestra alma, compañeros.
Varios días el cielo,
éste, el del día, el de la pata enorme.

Varios días, Gijón;
muchos días, Gijón;
mucho tiempo, Gijón;
mucha tierra, Gijón;
mucho hombre, Gijón
y mucho dios, Gijón,
muchísimas Españas ¡ay! Gijón.

Camaradas,
varios días el viento cambia de aire.

Aquí,
Ramón Collar,
prosigue tu familia soga a soga,
se sucede,
en tanto que visitas, tú, allá, a las siete espadas, en Madrid,
en el frente de Madrid.

¡Ramón Collar, yuntero
y soldado hasta yerno de tu suegro,
marido, hijo limítrofe del viejo Hijo del Hombre!
¡Ramón de pena, tú, Collar valiente,
paladín de Madrid y por cojones; Ramonete,
aquí,
los tuyos piensan mucho en tu peinado!

¡Ansiosos, ágiles de llorar, cuando la lágrima!
¡Y cuando los tambores, andan; hablan
delante de tu buey, cuando la tierra!

¡Ramón! ¡Collar! ¡A ti! ¡Si eres herido,
no seas malo en sucumbir; ¡refrénate!
¡Aquí
tu cruel capacidad está en cajitas;
aquí,
tu pantalón oscuro, andando el tiempo,
sabe ya andar solísimo, acabarse;
aquí,
Ramón, tu suegro, el viejo,
te pierde a cada encuentro con su hija!

¡Te diré que han comido aquí tu carne,
sin saberlo,
tu pecho, sin saberlo,
tu pie;
pero cavilan todos en tus pasos coronados de polvo!

¡Han rezado a Dios,
aquí;
se han sentado en tu cama, hablando a voces
entre tu soledad y tus cositas;
no sé quién ha tomado tu arado, no sé quién
fue a ti, ni quién volvió de tu cabello!

¡Aquí, Ramón Collar, en fin, tu amigo!
¡Salud, hombre de Dios, mata y escribe!

 

 

 

 

xxxxxPEQUEÑO RESPONSO A UN HÉROE DE LA REPÚBLICA

Un libro quedó al borde de su cintura muerta,
un libro retoñaba de su cadáver muerto.
Se llevaron al héroe,
y corpórea y aciaga entró su boca en nuestro aliento;
sudamos todos, el ombligo a cuestas;
caminantes las lunas nos seguían;
también sudaba de tristeza el muerto.

Y un libro, en la batalla de Toledo,
un libro, atrás un libro, arriba un libro, retoñaba del cadáver.

Poesía del pómulo morado, entre el decirlo
y el callarlo,
poesía en la carta moral que acompañara
a su corazón.
Quedóse el libro y nada más, que no hay
insectos en la tumba,
y quedó al borde de su manga, el aire remojándose
y haciéndose gaseoso, infinito.

Todos sudamos, el ombligo a cuestas,
también sudaba de tristeza el muerto
y un libro, yo lo vi sentidamente,
un libro, atrás un libro, arriba un libro
retoño del cadáver ex abrupto.

 

 

 

 

xxxxxINVIERNO EN LA BATALLA DE TERUEL

¡Cae agua de revólveres lavados!
Precisamente,
es la gracia metálica del agua,
en la tarde nocturna en Aragón,
no obstante las construidas yerbas,
las legumbres ardientes, las palabras industriales.

Precisamente,
es la rama serena de la química,
la rama de explosivos en un pelo,
la rama de automóviles en frecuencia y adióses.

Así responde el hombre, así, a la muerte,
así mira de frente y escucha de costado,
así el agua, al contrario de la sangre, es de agua,
así el fuego, al revés de la ceniza, alisa sus rumiantes ateridos.

¿Quién va, bajo la nieve? ¿Están matando? No.
Precisamente,
va la vida coleando, con su segunda soga.

¡Y horrísima es la guerra, solivianta.
lo pone a uno largo, ojoso;
da tumba la guerra, da caer,
da dar un salto extraño de antropoide!

Tú lo hueles, compañero, perfectamente,
al pisar
por distracción tu brazo entre cadáveres;
tú lo ves, pues tocaste tus testículos poniéndote rojísimo;
tú lo oyes en tu boca de soldado natural.

Vamos, pues, compañero;
nos espera tu sombra apercibida,
nos espera tu sombra acuartelada,
mediodía capitán, noche soldado raso…
Por eso, al referirme a esta agonía,
aléjome de mí gritando fuerte:
¡Abajo mi cadáver!… Y sollozo.

Miré el cadáver, su raudo orden visible
y el desorden lentísimo de su alma;
le vi sobrevivir; hubo en su boca
la edad entrecortada de dos bocas.
Le gritaron su número: pedazos.
Le gritaron su amor: ¡más le valiera!
Le gritaron su bala: ¡también muerta!

Y su orden digestivo sosteníase
y el desorden de su alma, atrás, en balde.
Le dejaron y oyeron, y es entonces
que el cadáver
casi vivió en secreto, en un instante;
mas le auscultaron mentalmente, ¡y fechas!
lloráronle al oído, ¡y también flechas!

 

 

 

 

xxxxxMASA

Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: «¡No mueras, te amo tanto!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Se le acercaron dos y repitiéronle:
«¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando: «¡Tanto amor y no poder nada contra la muerte!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: «¡Quédate hermano!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Entonces, todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver, triste, emocionado;
incorporóse lentamente,
abrazó al primer hombre; echóse a andar…

 

 

 

 

xxxxxREDOBLE FÚNEBRE A LOS ESCOMBROS DE DURANGO

Padre polvo que subes de España,
Dios te salve, libere y corone,
padre polvo que asciendes del alma.

Padre polvo que subes del fuego,
Dios te salve, te calce y dé un trono,
padre polvo que estás en los cielos.

Padre polvo, biznieto del humo,
Dios te salve y ascienda a infinito,
padre polvo, biznieto del humo.

Padre polvo en que acaban los justos,
Dios te salve y devuelva a la tierra,
padre polvo en que acaban los justos.

Padre polvo que creces en palmas,
Dios te salve y revista de pecho,
padre polvo, terror de la nada.

Padre polvo, compusto de hierro,
Dios te salve y te dé forma de hombre,
padre polvo que marchas ardiendo.

Padre polvo, sandalias del paria,
Dios te salve y jamás te desate,
padre polvo, sandalias del paria.

Padre polvo que avientan los bárbaros,
Dios te salve y te ciña de dioses,
padre polvo que escoltan los átomos.

¡Cuídate, España, de tu propia España!
¡Cuídate de la hoz sin el martillo,
cuídate del martillo sin la hoz!
¡Cuídate de la víctima apesar suyo,
del verdugo apesar suyo
y del indiferente apesar suyo!
¡Cuídate del que, antes de que cante el gallo,
negárate tres veces,
y del que te negó, después, tres veces!
¡Cuídate de las calaveras sin las tibias,
y de las tibias sin las calaveras!
¡Cuídate de los nuevos poderosos!
¡Cuídate del que come tus cadáveres,
del que devora muertos a tus vivos!
¡Cuídate el leal ciento por ciento!
¡Cuídate del cielo más acá del aire
y cuídate del aire más allá del cielo!
¡Cuídate de los que te aman!
¡Cuídate de tus héroes!
¡Cuídate de tus muertos!
¡Cuídate de la República!
¡Cuídate del futuro!…

Padre polvo, sudario del pueblo,
Dios te salve del mal para siempre,
padre polvo español, padre nuestro.

Padre polvo que vas al futuro,
Dios te salve, te guíe y te dé alas,
padre polvo que vas al futuro.

 

 

 

 

xxxxxESPAÑA, APARTA DE MÍ ESTE CÁLIZ

Niños del mundo,
si cae España —digo, es un decir—
si cae
del cielo abajo su antebrazo que asen,
en cabestro, dos láminas terrestres;
niños, ¡qué edad la de las sienes cóncavas!,
¡qué temprano en el sol lo que os decía!,
¡qué pronto en vuestro pecho el ruido anciano!,
¡qué viejo vuestro 2 en el cuaderno!

¡Niños del mundo, está
la madre España con su vientre a cuestas;
está nuestra maestra con sus férulas,
está madre y maestra,
cruz y madera, porque os dio la altura,
vértigo y división y sumas, niños;
está con ella, padres procesales!

Si cae —digo, es un decir—, si cae
España, de la tierra para abajo,
niños, ¡cómo vais a cesar de crecer!,
¡cómo va a castigar el año al mes!,
¡cómo van a quedarse en diez los dientes,
en palote el diptongo, la medalla en llanto!
¡Cómo va el corderillo a continuar
atado por la pata al gran tintero!
¡Cómo vais a bajar las gradas del alfabeto
hasta la letra en que nació la pena!

Niños,
hijos de los guerreros, entretanto,
bajad la voz, que España está ahora mismo repartiendo
la energía entre el reino animal,
las florecillas, los cometas y los hombres.
¡Bajad la voz que está
con su rigor, que es grande, sin saber
qué hacer, y está en su mano
la calavera hablando y habla y habla,
la calavera, aquella de la trenza,
la calavera, aquella de la vida!

¡Bajad la voz os digo;
bajad la voz, el canto de las sílabas, el llanto
de la materia y el rumor menor de las pirámides, y aún
el de las sienes que andan con dos piedras!
¡Bajad el aliento, y si
el antebrazo baja,
si las férulas suenan, si es la noche,
si el cielo cabe en dos limbos terrestres,
si hay ruido en el sonido de las puertas,
si tardo,
si no veis a nadie, si os asustan
los lápices sin punta, si la madre
España cae —digo, es un decir—,
salid, niños del mundo; id a buscarla!…

 

 

 

Vallejo, César. Poesía completa. México D. F.; Premià editora, 1978.

 

LOS REGALOS DE LOS AMIGOS (LVI)

Hace diez días, cuando estuvo aquí presentándolo, Paco Cifuentes me regaló una copia del que ya es su cuarto disco, ‘Más allá’.

 

 

Claro que hay muchas cosas destacables, pero no dejaré de recomendar los dos últimos cortes: ‘A salvo de mí’ y ‘Despacio’.

El vídeo de la segunda de esas dos canciones es éste:

 

 

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POLVO DE AVISPAS

 

Dex P O L V O X D E X A V I S P A S

Me llamo Desamparo
Duermo de pie como las bestias

 

*

 

Cada mañana
junto a las alpargatas
mi vida

 

*

 

De esta oscuridad a otra oscuridad
un camino de piedras

*

 

Prolongado invierno. La espalda
tan encorvada y lenta.

 

*

 

Ya todo es sombra
Hago hatillo de pérdidas

 

*

 

La mano helada
busca refugio en el bolsillo
El mí a la intemperie

 

*

 

Caminar aventando el miedo
sin apenas pasado entre las alas

 

*

 

Arañas tenebrosas asoman en mis manos
Ayer resplandeció el erial que tengo por dominio

 

*

 

Abejas zumbando en la flores de olivo
¿Quién necesita un mantra?

 

*

 

Viento nocturno
Si lo real es permanencia
nada es real

 

 

 

Maillard, Chantal. La herida en la lengua. Barcelona; Tusquets editores, 2015.

 

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