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Archive for agosto 2020

INSUMISAS (y V)

 

ANA PÉREZ CAÑAMARES

 

CAPITALISMO

El hombre seboso y trajeado se cuela en nuestra cama cada noche
después de follarse al universo viene a susurrarnos nanas
su obsesión por nosotros no descansa nunca
en nuestros sueños nos persigue
con su disfraz de perro, de vendedor, de cura
de espiga de trigo, de pistola en el bolsillo
su disfraz de muerte, su disfraz de vida

sé que tú le gustas con ojeras
yo le pongo cachondo cuando estoy cansada
me quiere flaca aunque me tienta con chucherías
y a ti elegante aunque te duelan los huesos

cuando estamos a punto de enfermar por agotamiento
nos premia con unas vacaciones
y nos tiende los billetes como el cazador
lanza un hueso al galgo que ahorcará mañana

dice que mis enemigos son aquellos
que quieren lo mismo que yo
porque no hay bastante
nunca hay bastante para todos

y nos cobra por lo que es nuestro
por el agua de lluvia
por el sol y la arena
por los claros del bosque
y los manantiales

envenena la comida con que me alimenta
me prohíbe fumar mientras engorda mi ansiedad
y me quita los chupetes que podrían consolarme

provoca mi llanto
y después me obliga a maquillar las señales de la tristeza

si me pongo rebelde, ríe paternalista
cuenta que él también pasó por esa época
y mi rebeldía la rebaja a moda
que luce en camisetas los sábados por la mañana
cuando sale a comprar los cruasanes y el periódico

él me da detalle de cada asesinato, de todas las guerras
de las violaciones y los golpes de estado

pero tanta información me deja sorda y ya no escucho
los crujidos ni los llantos en voz baja
las señales del desmoronamiento

y él calla que cada muerto, cada herido
las mujeres violadas y los que sufren torturas
todos recibieron su visita antes de convertirse en lo que son ahora

se zafa de las culpas con promesas
pero yo sé que una palabra suya
bastará para condenarnos

y tengo que darle las gracias porque
¡tú eres una mujer moderna!, grita animoso
de las que habla inglés, trabaja en casa y en la oficina
va al gimnasio y aparenta menos edad de la que dice el dni
tienes nociones de pedagogía aunque apenas veas a tus hijos

y además fuiste bendecida con una vocación
para que puedas sentirte mejor que otras
(y yo callo que yo no quiero ser artista
si eso va a convertirme en diferente
porque ya me siento lo bastante sola
y no quiero competir en más carreras)

de todo me habla pero no de quién recogerá los restos del naufragio
ni en qué lugar nos reuniremos los náufragos para organizarnos
para hacer un fuego, compartir la comida y quitarnos el frío

Un día, no sé cuándo, yo le voy a cobrar
sus cadáveres, las humillaciones
el secuestro de la inocencia
el expolio de los sueños

yo le voy a cobrar, no sé cuándo

y la primera puñalada que le voy a meter
va a ser por las caricias que no nos dimos
por los polvos que no echamos
tú y yo
cada vez que se cuela en nuestra cama
y nos dice que mañana, mañana, mañana
mañana el despertador sonará a las 6.30

y veinte minutos más de sueño
nos harán mejores soldados a su servicio

Te lo juro, mi amor. Una puñalada
por cada polvo que nos robó
y luego ya el resto, por los presos, por los indigentes
por el dolor que no merecemos sufrir ni ver
por los campos arrasados
por los animales que se hacinan
por los niños que trabajan
por los ojos que se cierran por el cansancio y la muerte
por el tiempo que no volverá
por la vida que nos robaron
por la vida
mi amor
por la vida.

 

 

 

 

 

ISABEL PÉREZ MONTALBÁN

 

CLASES SOCIALES

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxLos pobres son príncipes que tienen que reconquistar su reino
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx(Agustín Díaz-Yanes,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxNadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto)

Con seis años mi padre trabajaba
de primavera a primavera.
De sol a sol cuidaba de animales.
El capataz lo ataba de una cuerda
para que no se perdiera en las zanjas,
en las ramas de olivo, en los arroyos,
en la escarcha invernal de los barrancos.
Ya cuando oscurecía, sin esfuerzo,
tiraba de él, lo regresaba níveo,
amoratado, con temblores
y ampollas en las manos,
y alguna enredadera de abandono
en las paredes quebradizas
de sus pulmones rosas
y su pequeño corazón.

En sus últimos años volvía a ser un niño:
se acordaba del frío proletario,
(porque ya era substancia de sus huesos),
del aroma del salvia, del primer cine mudo
y del pan con aceite que le daban al ángelus,
en la hora de las falsas proteínas.

Pero su señorito, que era bueno,
con sus botas de piel y sus guantes de lluvia,
una vez lo llevó, en coche de caballos,
al médico. Le falla la memoria
del viaje: lo sacaron del cortijo sin pulso,
tenía más de cuarenta de fiebre
y había estado a punto de morirse,
con seis años, mi padre, de aquella pulmonía.
Con seis años, mi padre.

 

 

 

 

 

MIRIAM REYES

 

No soy dueña de nada
mucho menos podría serlo de alguien.
No deberías temer
cuando estrangulo tu sexo,
no pienso darte hijos ni anillos ni promesas.

Toda la tierra que tengo la llevo en los zapatos.
Mi casa es este cuerpo que parece una mujer,
no necesito más paredes y adentro tengo
mucho espacio:
ese desierto negro que tanto te asusta.

 

 

Lo tenía todo preparado para hacerte feliz.
Habrías sonreído de placer al ver mi carne sonrosada
apretada y perfumada para ti —a todo te diría que sí—
para dejarte
orgullosa y satisfecha por el trabajo acabado.

Viene de mí, sólida y maciza como este roble —pensarías—
por fin ha aprendido lo que significa ser una mujer.

Mi interpretación sería perfecta.

Lo tenía todo preparado para hacerte feliz
y llegué tarde.

No pude evitar que te fueras sabiendo
que conmigo habías fracasado.

 

 

Mujer ciega
mujer que no sabes reconocer el amor
si no aparece en forma de catástrofe natural
si no te somete a su fuerza.
Háblame de aquel que no quiso dominarte pisándote
al que no se le ocurrió disfrazarse de Humphrey Bogart
para jugar a tenerte en sus manos
como tanto te hubiera gustado
heroína de películas gastadas
de bofetadas giratorias
forcejeos
y apretados besos arrancados.
¿Continúas enamorada de tu John Wayne latino?
monumental macho escupidor
que camina entre eructos
con inmensas espuelas en las botas
para patearte mejor
mi triste pura sangre.

Me lastimo.

Te das lástima.

 

 

Amo a este hombre misógino.
Deseo su sexo descarado que pasea de aquí para allá
que entra donde como y cuando él lo desea
vomita su odio en mí y se va.
Yo, maravillosa artesana,
hago de su asco mi mejor creación:
una réplica suya mejorada.
Del vómito incubado en el más repugnante de los seres
nacerá la criatura que lo iguale en fuerza
y sea capaz de destruirlo por envidia
como yo no pude hacerlo por amor.

 

 

Me he vuelto demasiado sensata
comprensiva abnegada
perfecta hasta la náusea.
Te dejo que te pasees con tu aire de semental
al baño a la cocina a por un poco de agua.
Si me preguntas
te digo que sí para no entrar en detalles
para que duermas tranquilo y rindas en la oficina.
La mentira es a menudo más fácil y espontánea
como estar juntos.
Es cómodo mi cuerpo,
tiene esquinas redondeadas
y formas ergonómicas
(sin hablar de lo mucho que abriga
y lo poco que pesa).
No pide nada, no hace preguntas
prefiere no saber.
Acolchado de amor
hace tiempo que no siente la cabeza.

 

 

 

 

 

ANA VIDAL EGEA

 

HAS DE SABER

La mujer sin hijos, sin casa,
la mujer sin trabajo, sin destino,
de noche y sin sueño, hecha de agua;
que vaga itinerante buscando una tierra
donde quedarse
La mujer que te mira sin prisa,
y sin ropa,
no tiene miedo.

 

 

LA CHICA DEL GUARDARROPA

Deseé que hiciera frío,
hizo tanto que pocos se desabrigaron dentro;
vi desfilar las chaquetas de cuero, los visones;
animales nocturnos resplandecientes como el hambre.
Como un caballo cede al sueño, así,
enloquecen de amor, se vuelven mágicos.
Olvidan el tabaco, los condones, sus nombres;
palpo a oscuras los bolsillos, les doy lo que me piden;
ahora que soy toda piedra,
en un eco salvaje convertida, en la palabra seca,
que existo sólo porque soy armario.

Una de aquellas cenas allí cuesta aquí mi noche entera.
El dinero después del dinero;
restar el café doble, el taxi de ida y vuelta
ennegrecidos los dedos de mis manos
pienso en mi padre.
Contando el puñado de billetes arrugados de un dólar,
pienso en mi padre.

América está hecha de propinas;
¿Se acordarán de mí si les sonrío?
¿Se preguntarán de dónde vengo? ¿Qué necesito?
¿Comprenderán el por qué aquí? ¿El por qué ahora?
De madrugada siempre alguien se acerca,
pregunta «¿eres real?», «¿estás casada?», «¿quién eres?».
Yo sólo prometo cuidar de su abrigo;
Esperaré impaciente su regreso,
gastaré mi última juventud mirándolos bailar,
es la primera película que no termina;
Mi vida está tendida, acaba de empezar el invierno.

 

 

SOCARRAT

Así se llama el amor quemado,
aquí se come a diario.
Los americanos vienen y pagan lo que pedimos.
Yo los recibo de pie, frente a la puerta,
les doy los buenos días,
les ofrezco el menú,
les digo adiós,
les doy las gracias.
Por las mañanas coloco
los rollos de papel higiénico en los baños,
extiendo las alfombras, el toldo,
limpio los cristales,
abro las puertas, saco los menús a la calle;
enciendo el televisor, las luces,
confirmo las reservas, elijo la música.
Eso es lo mejor.
Durante la primera hora
elijo la música.
Después ya sólo miro al frente.
A veces pienso que es lo único
que sé hacer,
que sólo vine aquí para esto.
No puedo sentarme ni leer,
ni escribir, ni usar el teléfono,
sólo me permiten mirar al frente
como los soldados de Buckingham Palace,
con el pelo recogido
«tu pelo suelto nunca».
Si no sonrío,
el manager se acerca
y me pregunta por qué
hago mal mi trabajo.
«No podemos ascenderte a camarera,
después de cinco meses,
aún olvidas estar atenta
a los detalles».
Lo dice sin pestañear, grave,
yo hago cálculos mentales,
lo más rápido posible,
inmediatamente comprendo
que estoy atrapada en este personaje.
A veces entran conocidos a comer,
me repiten «¿Qué haces aquí?».
Los miro
no sé con qué expresión,
pero fijamente,
con Shakira de fondo;
y pienso en las películas de Kaurismaki
que hace tanto que no veo;
en toda la literatura que hay
en ser cajera de supermercado, hostess,
camarera o chica del guardarropa.
Es un experimento delicado;
Jack Nicholson
en Alguien voló sobre el nido del cuco.
El camino. Las curvas. El fango.
Todas esas vidas que parecían lejanas a mí,
esas personas que no eran yo.
Soy una actriz pero la obra no acaba.
Me meto en otro cuerpo, ocupo el espacio,
habito una historia nueva otra vez.
Ese peligro. El del cuento
del castillo de irás y no volverás.
No saber hasta cuándo.

 

EL ESTILO DE NUESTRO TIEMPO

 

EL ESTILO DE NUESTRO TIEMPO

No creáis que el hombre que de su vida habla con cruel acento,
áspera palabra y enemigo gesto de sí mismo es un indeseable.
Este hombre, conocido luego, resulta adorable, simpático, generoso.
No diré entrañable, porque le repelen los títulos del populacho.
Son paradojas del estilo de nuestro tiempo, enigmas de la infelicidad
de los que no cabe asustarse sino leerlos con acerada sonrisa.

Dejad que acaricie a vuestros hijos aunque sus libros sean
los de un ingrato, un viejo inmaduro que ultraja lo sagrado de la vida.
No dejéis de nombrarle hijo predilecto de la villa en que nació:
acudirá al acto, comerá con la mujer del alcalde y dirá amables palabras.

Años lleva este hombre en un cuarto sin luz, en una gran ciudad.
Entiende pocas cosas, no es feliz, y como un perro faldero
acepta la caricia de cualquiera, pero Dios, que creó su corazón
en noche desgraciada, le conduce, por mor de las palabras,
al acto sublime de juzgar las cosas y condenarlas en solitaria guerra.

 

 

 

Vilas, Manuel. Las arenas de Libia. Madrid; Ed. Huerga y Fierro, 1998.

 

LAS SIETE ALEGORÍAS

 

LAS SIETE ALEGORÍAS

La primera alegoría
es el puerco con los dientes de estrellas,
los dientes vuelan a su cielo de nubes bajas,
el puerco se extasía riendo de su desdoblamiento.
Al lacón, lacónicas preguntas.

A tan capitosa sentencia eructos de aceituna.
La segunda alegoría
es la Diosa Blanca fornicando con un canguro.
Él le da la hincada absoluta,
con gloria y dolor que es la hincada lasciva.
Lo lascivo son los labios
por un cristal en un rocío de la Navidad.
Sin embargo, el inca no era muy voluptuoso.

Después la otra alegoría, la que se apoya.
La Rueda de Rocío.
El ojo se hace tan transparente
que parece que nos quedamos ciegos,
pero la Rueda sigue agrandando el ojo
y el rocío dilata las hojas como orejas de elefantes.

Otro descansillo lo ocupa la tetralegoría.
Brilla cuanto más se reduce,
cuando ya es un punto es la semilla metálica.
Une el resplandor y la lisura de la superficie.
Se reproduce en gotas de resplandor.
Parir una de esas semillas
justifica la pareja.
Pero ese punto que no se ve y brilla
es el fruto del uno indual.
La lluvia cae sobre un casco romano.
La gota resplandor en el cuenco de la lanza de Palas,
muestra la desnudez de su brazo
y con él penetra en las circunvoluciones de Júpiter.

Saltan las aguas sopladas por la gran boca.
De esa boca sale el espíritu que ordena
la sucesión de las olas.
Es la quinta alegoría,
como otra cuerda de la guitarra.
La alegoría del Agua Ígnea.
Un agua salta,
quema las conchas y las raíces.
Tiene de la hoguera y del pez,
pero se detiene y nombra el aire,
llevándolo de choza en choza,
quemando el bosque después de las danzas
que se esconden detrás de cada árbol.
Cada árbol será después una hoguera que habla.
Donde el fuego se retira
salta la primera astilla del mármol.
El Agua Ígnea demuestra que la imagen
existió primero que el hombre,
y que el hombre adquirirá ¿dónde?
el disfraz final del Agua Ígnea.

Teseo trae la luz,
el sextante alegórico.
La luz es el primer animal visible de lo invisible.
Es la luz que se manifiesta,
la evidencia como un brazo
que penetra en el pez de la noche.
Oh luz manifestada
que iguala al ojo con el sol.
Un grupo de encinas
derribadas oculta las prolongaciones
de la luz sobre la repisa fría
con objetos inmutables.
Es lo primero que se manifiesta
y será lo último manifestado.
Teseo frente al monstruo cuadrado
trae la luz evidente
y la manifestada.
Las repisas brillan
y se hunden a los hachazos.

Volvemos a la tetralegoría,
a la Simiente Metálica.
La luz buscando la raíz
de las encinas.
Buscando la resina como un óleo,
tocado por la respiración manifestada
con la luz manifiesta.
La Simiente Metálica buscada por Licario.
Con la luz resinosa,
regalada por la raíz golpeada por el hacha,
comienza el frenesí de las danzas corales.
La ciudad bailando
en el desfile de las antorchas fálicas.

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxFebrero y 1973.

 

 

 

Lezama Lima, José. Fragmentos a su imán. La Habana; Ed. Letras Cubanas, 1993.

 

TATUAJE

 

TATUAJE

Cuando después de muchos años, por un azar
ingrato, en alguna caja antigua de ti ya olvidada,
te encuentras aquellas fotografías de los años perdidos,
donde aún eras joven y sonreías ilusionado
no sé muy bien por qué o ya no lo recuerdo
(lo que es, sin duda, peor), y comienzas
a pensar que es sórdida y miserable
la experiencia del tiempo como pocas en la vida:
una humillación más, la última que faltaba,
no menos triste y violenta
que las que aún no has olvidado,
seguro que otro crimen sin venganza.
Allí estás en esas fotografías con tipos lamentables,
—darías lo que fuera, tu mano derecha por ejemplo,
por no haberlos encontrado en tu camino—,
con fulanas imposibles, amigas de poetas
que nunca lo fueron, licenciadas en letras,
alguna de las cuales acabó en tu cama.
Todo para mayor escarnio de tu memoria,
porque eso no lo aclara el pie de la fotografía
pero va contigo, allá en tu carne. Desolación
de lo que fui, qué estúpido es el tiempo
y qué inconsistencia, comicidad, burla y agravio
hay en su transcurso, en eso que los metafísicos
llaman, estirados, «el paso del tiempo»,
algo que tú ya no vas a cantar
por la mala vida que has llevado
y por la que aún te queda por llevar.

 

 

 

Vilas, Manuel. Las arenas de Libia. Madrid; Ed. Huerga y Fierro, 1998.

 

GENTE QUE TRABAJA EN LOS TEJADOS

 

BRINDIS

Por la chica que caminando como una yegua empapada
dejaba en la arena huellas de ánsar cojo.
Por las fotos color sepia de nuestros antepasados,
ocultas en cada una de esas huellas.
Por los cuadros de Nikolas Lekuona colgados
en tu apartamento titanlux recién renovado.
Por palabras anaranjadas que, al rozarse,
se convierten en veneno y humo.
Por el vendedor de queroseno,
cuando predicó inspirado que el perdón
no cabía en los relojes.
Por el buscador de la palabra definitiva
—él vino en son de paz agitando una toalla blanca—.
Por el brujo que tras bosquejar un bisonte en la cueva
despellejó al lobo oscuro
y bebió su sangre de un trago.
Por el lobo que bebió después
la sangre del brujo desollado.
Por todos los homo homini y lupus lupi
que se admiraron ante el bisonte pintado,
arte y fin de toda lucha.

Por el emigrante que, encogido en forma de esvástica,
se ocultaba en el piano de Casablanca.
Por el arrepentimiento no expresado
o por la satisfacción inconfesa
del iceberg que chocó contra el barco,
por el joven concertino que abandonó el clarinete y saltó al agua,
por los ojos abiertos de las reses en los mataderos
bautizados Titanic.
Por una rana de la colección de anfibios disecados de Jon Mirande.
Por todos aquellos que, alguna vez, tartamudearon
—aun mentalmente— palabras como
«Espera, espera un momento» o «voy a perder el tren, vida mía».
Por el falso reino en el que, en vez de piedras,
brotan entre los raíles fresas gigantes.
Por los suicidas ahítos de coloradas bocas.
Por una explotación juiciosa
de los derechos de imagen de James Dean.
Por la última calada del Ducados que se fumó un sherpa novato
a seis mil metros de altura.
Por la cama deshecha en la que se sentara Jennifer Jason Leigh
en el cartel de Georgia.
También por Jennifer Jason Leigh, claro.
Por el abrazo tierno e inesperado
que rememora vagamente una catástrofe aérea.
Por el alambre que cada amanecer amordaza
el pico de los gallos.
Por los cobardes equilibristas Philippe Petit
que se escoran en los bares.
Por el niño que no necesita aclararse la garganta
antes de la cálida oración apuntada
por los primeros rayos de luz.
Por el cepillo de dientes de cualquier cantante de blues.
Por aquellos que, sin perder nunca su buen humor,
saben desesperarse.
Por el líquido no identificado de la botella que Raymond Carver
arrojó contra su máquina de escribir,
o por los caballos empapados por la lluvia que el mismo Carver
atrapaba con lazo desde un barco de vapor.

Por todo esto, y por otras razones
que no entran en esta copa,
ni en las diminutas huellas
que tú vas dejando
en la arena,

brindemos.

 

 

 

 

SEÑALES DE HUMO

¿De dónde vendrá multiplicado tanto humo?
Nadie lo sabe. Desde que se llevaron las camas
se hace el amor en los hornos de las cocinas,
a la vez que entran los trenes de mercancía
por ventanas clausuradas.

Aparté tu voz para que no se enfriara el café.
El silencio salía de entre las piedras
mientras el día inauguraba sus alambiques.
Los primeros habitantes de la mañana
traían en bolsas de papel sus caras quemadas.
Enfiladas sobre las aceras se quejaban,
tan vacías como los teatros, las botellas.
La gente se apresuraba como si alguien
hubiese robado a la noche todos sus semáforos.
El amanecer era el rastro de un renco
en la acera cubierta de nieve que es la vida.

¿De dónde vendrá multiplicado tanto humo?
Solo se sabe que,
desde que se llevaron las camas de la ciudad,
se hace el amor
en los hornos de las cocinas.

 

 

 

 

GITANOS

Aquellos gitanos siempre
bailando sobre los tejados planos de las casas;
algo incomprensible,
porque aquellas casas no tenían por dónde subir,
ni siquiera tenían tejados.

Los gitanos vivían en Urbate,
al otro lado del cementerio de bicicletas,
acaracolados entre los esqueletos raquíticos
de los edificios.
Las obras llevaban paralizadas muchos años,
meras estructuras grises que dejaban entrever
cajas de escalera, vigas al vuelo, pilares retranqueados.
Todas las noches encendían la hoguera,
y llegaba hasta el pueblo
el olor a camisa de labor y a neumáticos calcinados.

Un amigo nos dijo una vez que sudaban oscuro,
que el sudor de los gitanos era como la tinta,
descendientes como eran de los caníbales.
Nosotros lo creímos.

Contaban las malas lenguas
que eran diablos a cientos, aves de rapiña que la alcaldesa
había traído al pueblo para ganar de nuevo las elecciones,
dándoles cobijo contra la tormenta a cambio de sus votos.
Parían a sus hijos al otro lado del cementerio de bicicletas,
allí enterraban a los muertos de noche
en grescas afiladas con puñal y espada;
allí enterraban a los hijos de los muertos,
que tenían los mismos nombres que sus hijos vueltos,
allí los enterraban, en un cuadrilátero de ceniza,
a espaldas del mundo, entre ladridos y sueños
de perro.

Nosotros los temíamos.
Robaban nuestras bicicletas
y las pintaban de un negro caníbal,
para que ya nunca más pudiésemos volver
a reconocerlas.

Eran Los Gitanos.

Había uno llamado Federico García,
al que sin embargo todos llamaban Agoacao,
y quería ser bailarín de claqué.

Había otro de carrillos rojizos, conocido
como Tonetti,
y también otro, de mirada esquiva, que se hacía llamar
El Malasnoticias,
porque esa era su forma de saludar:
—Amigos, traigo malas noticias—,
bien para añadir a renglón seguido entre sollozos:
—Pronto la va a diñar el hermano Pepe—,
o bien para decir preso de enajenada alegría:
—Se va a casar la Carmencita, vayámonos de romería.

Empecé a quererlos
(demasiado tarde, lo reconozco)
cuando El Malasnoticias, calado hasta los huesos,
se acercó despacio hasta mí
y preguntó, tras aquel traigo malas noticias de rigor,
si era yo de verdad el payito de la zapatería.
Así le habían dicho, así había oído.

Era un día lluvioso
y El Malasnoticias quería un par de zapatos
para enterrar al Agoacao.

—Para que los perros no le muerdan los sueños, payito.

Para que los perros no le muerdan los sueños.

 

 

 

 

ELOGIO AL CONTRABAJISTA

Ni arco ni flechas: la nobleza obliga a las manos.

Mingus decía que lo tenían por menos que a un perro.
Amarillo, humilde, discreto, segundón.
Pero créeme: un contrabajista daría la vida por ti.
El bueno de Charles afirmaba que aprendió a tocar con la funda puesta:
«Una vez que puedes hacerlo así, sin funda es un juego de niños».

Momento de epifanía: muchacha atraviesa en bicicleta la ciudad
acarreando a hombros su contrabajo.

El contrabajista que deambula jamás va solo.

El contrabajo, único instrumento que, como la cucaracha, sabe caminar.
Camina con los talones bien firmes: no pendonea como el piano
—tan aéreo y autosuficiente—,
capaz de pegártela con cualquiera a la primera de cambio.

«Ven conmigo, cielo», tienta el contrabajo al piano,
«yo te mostraré las puñaladas de las afueras,
las cloacas del alma y las de las fábricas derruidas,
la seca humedad de la colada al viento, el temblor de los cables de alta tensión,
la puerta trasera de cabarés sin champán regados por rancia sidra;
tugurios en los que incluso las lluvias de estrellas apestan a orines.
Conocerás el mundo real si me acompañas.
Entiéndelo de una vez, chaval:
en la vida no tendrás tantas opciones como teclas tienes.
Bien mirado, cuatro cuerdas son muchas,
y una sola basta para ahorcarse».

 

 

 

 

BOOKFACE

Incluso en el caso de los literatos,
el físico importa.
Que no existiesen Facebook ni Instagram
cuando Rimbaud se instaló en la eternidad
desafiando con la pajarita torcida
a la impostura y al buen gusto.
Que Marguerite Duras fuese el retrato
salvado in extremis
de una adolescente que alguien arrugó
para tirar a la papelera demasiado pronto.
Que Harold Pinter recibiese a la prensa
con una tirita en la ceja
cuando le dieron el premio Nobel.
Beckett, su frente y sus mejillas de nuez intacta.
Sontag y el magisterio congelado de su pelo.
El lacio desaliño de Houellebecq,
entre escéptico y descreído,
traicionado solamente por su fe
en las ingenuas artes novelescas.
Paul Auster: un Kafka guapo que pudo
envejecer en América.
Salinger y la furia en su única foto robada.
Saramago y su sabiduría de tortuga sapiens.
El cráneo rapado de Maiakovski,
recordatorio de tantas calaveras que reivindican
su sitio en la historia de la literatura.
Y, por supuesto, Highsmith, felina y perversa,
siempre en compañía
de gatos para despistar. O la barba
de Walt Whitman, donde hubo enjambres.
O Lorca y su sonrisa a juego con la chaqueta de lino.
Anne Sexton y sus maldiciones de lisa belleza.
Cheever, anunciando relojes de pulsera en revistas,
tras haber medido el tiempo en la escala
de las botellas.
Qué decir de Bukowski
y de su barba descuidada, esa laca y esa gomina
de marca blanca.

Incluso en el caso de los literatos,
el físico importa:
pues pocos leerán tus poemas, mas
muchos escrutarán tu rostro para decir,
«yo le entiendo: su cara
ya era un poema».

 

 

 

 

LA PRIMA DE SYLVIA PLATH

Caminabas segura de ti misma,
confiando en el suelo que pisabas,
también tu forma de vestir era radiante, enérgica,
pura felicidad: chaqueta chillona, pantalones holgados.
Me despedías desde el balcón
cuando me veías marchar al trabajo.
Hombro que sujetaba nuestro ánimo decaído,
siempre dispuesta a un café si te llamábamos,
tan agradecida con todo lo concedido por la vida
como lo arrebatado por ella.
Nunca nos restregabas tus problemas,
nunca vi asomo de queja en tus labios.
Rostro alegre, relajado;
en tus ojos, una candidez que duraba desde la prehistoria.

¿Y sabes qué es lo que más me fastidia?
Que son aquellos como tú quienes, al final,
levantan el codo y recogen en aros
la soga para rescatar a los náufragos,
para con esa soga
ahorcarse en lo alto de una rama.

 

 

 

 

LOS MEJORES AÑOS DE NUESTRA VIDA

Retrasa alguna certeza.
Impulsa la inercia de alguna mentira.
Siembra un manojo de intuiciones.
Deja que tu valentía ruede cuesta abajo.
Confía ciegamente en ese amor.
Desactiva alguna que otra duda.

Fuma, emborráchate, vacía tu rabia a puro trote.

Y que entre las manos nada te explote.

 

 

 

Cano, Harkaitz. Gente que trabaja en los tejados. Badajoz; Fundación Ortega Muñoz, 2019.

 

INSUMISAS (IV)

 

MARÍA ÁNGELES MAESO

 

PRIMAVERA NUEVAMENTE

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxLa flor señala el crimen
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxcon callado rubor
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxBlanca Varela

Hora a hora el suelo se está abriendo.
Lo saben la piel del alma y la de un zapato.
Lo saben en las afueras de Madrid y en Barcelona
y aquí, cada labrador lo sabe.

Vamos, vemos que obstinadas hierbas
y nervios diminutos,
entre un corazón de roca, abren su senda.

Hora a hora, un insignificante tallo
se atreve cada marzo
a mirar de abajo arriba,

atraviesa el granito o el asfalto,
sortea la metralla, el peso del tractor
y el de las terribles miradas…

Simplemente asoma,
y en el aire deja su denuncia y su convocatoria.

Vamos, vemos que sucede a cada hora.

Solo es el imperio quien desprecia cuanto ignora.

 

 

 

 

 

ALICIA ES. MARTÍNEZ

 

LOS SEÑORES DE LA TIERRA

Los señores de la tierra
son señores vulgares
hacen cola detrás de ti en el supermercado
llevan chanclas, como tú
y pasean su perro al atardecer

Los señores de la tierra
viven en tu mismo edificio
te los cruzas en el ascensor
y hablas con ellos del tiempo

Los señores de la tierra
te dan los buenos días
mientras con la boca de la nuca
te quitan el pan, te bajan el sueldo
te suben el alquiler

Los señores de la tierra
Te arreglan cerraduras
Mientras te descerrajan la esperanza

Sientan sus culos en el mismo bar que tú
y parecen no hacer nada
todo el día con la parroquia
jugando al dominó
con nuestras vidas

Son los más amables en la frutería
Te preguntan por tus hijos
y hasta te sostienen la puerta
con su media sonrisa

Su jornada comienza muy temprano
Recorren despacio las calles
de su coto privado de caza
Vigilan que vayas a trabajar
para cerciorarse de que pagas el diezmo
religiosamente

No olvides tu condición:
él es un señor de la tierra
tú, su puto esclavo

Hubo un tiempo en que a los señores de la Tierra
Ay! perdón… que somos pacifistas

 

 

EL SILENCIO no se mide en minutos

Se mide en niños muertos

en mujeres muertas

por segundo

 

 

 

 

 

ERIKA MARTÍNEZ

 

ABOLIRSE

Se podría afirmar: yo soy mi cuerpo.

Sin embargo, si perdiera la pierna derecha en una batalla
xxxxxo huyendo de la batalla o más bien en un estúpido
xxxxxaccidente doméstico, seguiría siendo yo.

También seguiría siéndolo si perdiera las dos piernas, o
xxxxxincluso todos mis miembros.

¿Cuánto cuerpo tendría que perder para dejar de ser yo?

Quizás una mínima parte de mí representaría al resto por
xxxxxsinécdoque. O quizás mis restos me convertirían
xxxxxen otra.

Cortarte las uñas te modifica existencialmente.

 

 

PRUEBAS CIRCULARES

Jugar a las muñecas supone la primera performance de tu
xxxxxvida. Diferentes mujeres representando dentro de ti
xxxxxlas mismas escenas, renuncias, caídas de párpados.

¿Desde cuándo se repite lo femenino?

De niña me pidieron que escribiera las instrucciones de
xxxxxuna yincana y solo me salían pruebas circulares
xxxxxporque jugaba por defecto al aro o a la comba.

No es lo mismo ir de un sitio a otro, como el balón a la
xxxxxmeta, que permanecer en el centro de un giro. A
xxxxxquién no le gustaba proyectarse,lanzar una peonza.

Si insistes muchas veces en un solo movimiento, se produce
xxxxxun exceso que rompe el círculo o genera un aura de
xxxxxpolvo: aquello que rebasa concierne a la lírica.

 

 

 

 

 

MARÍA MONJAS CARRO

 

Hay que aguantar
rezaba la Guía de la Buena Esposa
que estudiaba la bisabuela.

¡Hay que aguantar!
le repetía la abuela a tu madre
con absoluta convicción.

Hay que aguantar…
te confesaba tu madre
entre susurros.

Y ahora tú
aguantas
con el alma entre los dientes
y la sonrisa bien instalada
no vaya a ser que tu hija
en cualquier descuido
acabe descifrándote la historia
y sus malditos remiendos.

 

 

 

 

 

PATRICIA OLASCOAGA

 

SERÍA POÉTICO SI NO FUERA

El fallecimiento de la percebeira de Oia en un incidente en el que
el helicóptero Pesca I tardó alrededor de 40 minutos en acudir
ha desencadenado una oleada de indignación. La Cofradía de A
Guarda emitió ayer un comunicado en el que informa que han
decretado dos días de luto por el fallecimiento de Mercedes Veiga,
«unha compañeira que tiña unha experiencia intachable e que
exercía esta profesión dende hai varias décadas». Los pescadores
presentarán una queja formal ante la Consellería do Mar por el
retraso en el operativo de rescate. La agrupación de percebeiros
celebró una reunión horas después del incidente en la que
mostraron su profundo malestar sobre cómo se desarrollaron los
hechos, porque están convencidos de que con una respuesta eficaz
la percebeira podría haberse salvado.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx(Vigo / La Voz, 14 de diciembre de 2012)

sería poético
poder contar tu historia
diciendo que un brazo de mar
ciñó tu cuerpo de treinta y cinco años
yendo cada mañana al lugar donde en
las rocas
gruñe o lame o lame y ruge
el cantábrico
salpicando el tesoro de tus manos
el tesoro que tus manos agrietadas
junta en las cestas hasta llegar al kilo de percebes
frescos del día para meses exigentes.
sería poético poder decir
que el mar enamorado se lleva tu vida
una vida en su abrazo gigantesco
y que tus cincuenta minutos de lucha y pánico y lucha y vida
valieron por lo menos para una nueva plaza tahim
para una nueva primavera como aquellas manzanas rodando
con la vida de aquel chico de túnez
y que tus percebes y tú
tuvieran más de su minuto en la historia
en el noticiero de las dos en sucesos
en la página de nacional:
«en la costa gallega una percebeira de 57 años muere al ser absorbida
por el mar»
sería poético
si no fuera
por setecientos al mes
por tus nudillos enrojecidos de frío
por tu aliento llena de miedo
por tus ojos desorbitados mirando la orilla
a los ojos desorbitados
de tus compañeras mirando al cielo
implorando
mientras aprietan los
delantales
implorando al cielo que venga
abrazadas entre llantos.
sería poético
si no fuera
porque esos cincuenta minutos en la ola
fueron los que tardó
el helicóptero en llegar a tu costado
en la costa
cuando ya no estaban tus ojos atónitos mirando al cielo.
cuando romper el silencio con las hélices
cincuenta minutos después
fue la diferencia entre la vida y la muerte
y sólo depende de nueva orden:
el personal de salvamento no permanecerá en la base y hará las guardias
en sus casas
a la espera de la llamada de la señorita de la central de llamadas
de la empresa privada de salvamento de la costa gallega.
sería poético
si no fuera

 

CUENTAVENTANAS

 

CUENTAVENTANAS

Uno, cinco, catorce, veintiocho.
Bien entrada la noche, cuentas las ventanas de tu barrio.
Solamente las que están encendidas.
Crees luego distinguir las razones de los desvelos;
turbias razones, luminosas, carnales.
El sentido de sus diálogos, el eco de sus monólogos.
«¿Prevalece el duelo o el éxtasis?»
—tienes tu propia teoría, te la guardas con celo—.
¿Cuántos habrán encendido la luz solo para cerciorarse
de que el interruptor sigue funcionando,
sintiéndose en el interior de un frigorífico cuya luz se apaga al cerrar?
¿Cuántos brindarán con una copa
a la salud de aquellos que perdieron la salud y el vino?

Uno, cinco, catorce, veintiocho…

Imposible completar el puzzle: las ventanas encendidas
ni de lejos alcanzan para un troquel que alumbre.

¿Era solo eso la soledad?
¿Que desde las ventanas encendidas que tú cuentas
nadie te cuente ya?

 

 

 

Cano, Harkaitz. Gente que trabaja en los tejados. Badajoz; Fundación Ortega Muñoz, 2019.

 

INSUMISAS (III)

 

NIEVES CHILLÓN

 

ESPIGADORAS

Otras mujeres con un hijo
dentro pisaron esta tierra

hace décadas recogían las espigas
con su hijo y su saco

hace siglos recogían las espigas
con su hijo y su saco y la muerte
agachada también
cerrándoles el cuerpo

la muerte en el ceño
la muerte en el puchero
el perfil de la casa
en el saco de las espigas
triunfante.

 

 

 

 

 

TXUS GARCÍA

 

¡Cuidado!
Las locas venimos en masa,
las locas sacamos las uñas
y, zas,
te arañamos la otra mejilla.

¡Cuidado!
Las locas, las desviadas
cuecas, maricas, travelas,
torcidas, feas y extrañas,
te pegamos con el bolso,
pisoteamos tus valores,
te escandalizamos entera.

¡Cuidado!
Las locas invadimos,
tenemos negocios,
somos tus doctoras,
maestras y monjas,
estamos por todas partes,
nos casamos y adoptamos,
estropeamos a tus niñas huérfanas.

Te vendemos el pan,
amasado con manos
de culo, de pecado,
de sida, de noche.
Te rozamos en el metro,
te pagamos el sueldo,
te limpiamos las camisas,
te miramos en los baños.

¡Cuidado!
Las locas somos todas y estamos cabreadas,
las locas te arañamos, te pegamos y escupimos,
te mostramos nuestros Queer-pos, te tocamos el falito,
te sobamos las ideas, rompemos tus esquemas.

¡Cuidado!
Que va a ser que ahora no tememos a tus perros,
a tus porras, a tus palabras, a tus condenas,
o a estar presas.
Porque ya hemos estado ahí mucho tiempo,
generaciones de exilios, condenas, cárceles, campos,
palizas, sangre, dolor, lágrimas, ¡travesti de mierda!,
maricón, bollera, contranatura, vergüenza ajena.

¡Cuidado!
Las locas contagiamos,
te pegamos cualquier cosa, te volvemos rarita,
sin quererlo.

¡Cuidado!
Las locas contagiamos
la fuerza, el coraje,
las ganas de luchar
y el poder vivir por fin,
sin miedo.

 

 

DOCUMENTO NACIONAL DE IDENTIDAD

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxYo era el niño que ardía en mis ojos
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxAgustín Gutiérrez

Aquí estoy. Me llamo Txus y soy transgénero.
Llevo siglos siéndolo.
Fui niño bollera y niña gay.

Madre me trans-vestía como una señorita:
manoletinas, braguitas y encajes, lacitos,
un parche en el ojo vago, gafas.
Plantillas correctivas. Pelo largo moreno, muy liso.
Hice la comunión trans-vestida de blanco.
Era una pequeña y folclórica gordita.
Era marika.

Adivinad qué papel me pedía en el juego tonto ese de
apapásyamamás
Crecí seducida por pelis de romanos, duelos al sol y
hombres de hojalata.
Yo era Tarzán o Guillermo, el Travieso.
En mi bola de cristal amaba a Alaska
(cuando todavía podía ser Olvido
Gara).
Y leía Mujercitas y era Jo. Leía Los Cinco y era Jorge.
Engullía libros de la Blyton y suplicaba a mis padres poder
vivir en un estricto internado inglés, sólo para chicas.
Tomaría cerveza de jengibre y pasteles por la noche.
Podría cabalgar a lomos de la masculina señorita
Roberts…
Mmmmm.

Una vez una niña me besó en un baño y me dijo que me
parecía a Superman.
Ese fue uno de los días más felices de mi vida.
Un día perfecto en Transylvania.

 

 

…ERAT VERBUM

Y entonces vi lo que había hecho
y vi que estaba bien y que era cómodo
la de vivir en un pareado con piscina,
esperar complaciente a tu maridito,
pasar por la Minipimer criadillas,
cambiar pañales, vomitar papillas,
lavar calzoncillos con zurraspas…

Que se te llene la bañera y la cama
de santos viriles pelos negros rizados,
que te huela el salón a sudor macho,
que haya siempre una bella gotita
de pipí en la taza.

Es
justo y necesario,
es nuestro deber

y vuestra salvación.

 

 

 

 

 

BELÉN GARCÍA NIETO

 

MEMORIAL

El primero ocurrió al cuarto día de empezar el año,
era lunes.
Despierto con la desgana de inaugurar un año
al que no elijo dar comienzo.
Se llamaba Mariana,
fue estrangulada por su marido.

El segundo ocurrió al quinto día de empezar el año,
era martes.
No hay nada distinto al día anterior,
sólo más frío y el puño más cerrado.
Se llamaba Silvia,
fue apuñalada por su ex pareja.

El tercero ocurrió al séptimo día de empezar el año,
era jueves.
Entrecruzo mi pelo para una trenza,
es difícil que sea el rostro el que hoy dibuje mi sonrisa.
Se llamaba Mirella,
fue asesinada por su ex pareja.

El cuarto ocurrió al undécimo día de empezar el año,
era lunes.
Mis oídos zumban.
No distingo la hierba que permanece con vida.
Se llamaba Isabel,
fue apuñalada por su marido.

El quinto ocurrió al décimo tercer día de empezar el año,
era miércoles.
Al corazón le faltan latidos, se deshace en el perfil del ojo.
Cada día mis brazos recogen la misma leña.
La lengua rota.
Se llamaba Lucinda,
fue asesinada a tiros por su ex marido.

El sexto ocurrió al vigésimo primer día de empezar el año,
era viernes.
Se extiende bajo mi piel el fuego que congela los músculos.
No sé qué haré hoy,
se apagan las noches tan rápido.
Se llamaba María,
fue degollada por su marido.

El séptimo ocurrió al vigésimo tercer día de empezar el año,
era sábado.
Deshilacho las sábanas,
abrazo el cuerpo que duerme conmigo.
Enero cubre de hielo todos sus días, parecen nada.
Se llamaba Lisa,
fue estrangulada por su marido.

El octavo ocurrió al vigésimo séptimo día de empezar el año,
era miércoles.
Parece que este mes fuera eterno, no termina,
y aún quedan once más.
Se llamaba Ascensión,
fue asesinada a golpes por su marido.

El noveno ocurrió al cuadragésimo segundo día de empezar el año,
era jueves.
Me pesan los restos de horas invisibles,
las que no soy frente a un teclado escondiendo las sombras.
Se llamaba Ana,
fue asesinada de un tiro por su pareja.

El décimo ocurrió al cuadragésimo cuarto día de empezar el año,
era sábado.
Me asomo a la ventana antes de salir de casa,
los pájaros picotean como escarcha la frente.
Se llamaba Francisca,
fue estrangulada y acuchillada por su marido.

El undécimo ocurrió al quincuagésimo tercer día de empezar el año,
era lunes.
Comienzo la semana con la fuerza suficiente para encarar febrero
pero se queda entre las manos, perdida,
como agua que se cuela entre las grietas.
Se llamaba Soraya,
fue asesinada a tiros por su ex novio.

El duodécimo ocurrió al septuagésimo primer día de empezar el año,
era viernes.
El mundo se queda sin brazos,
sin pupilas que alcancen,
sin hueco para esconder las lágrimas.
No es posible esconder más lágrimas.
El mundo se queda con la muerte.
Se llamaba Victoria,
fue asesinada por su pareja.

El décimo tercero ocurrió al septuagésimo cuarto día de empezar el año,
era lunes.
Pierdo la cuenta de mi pulso,
de los cañones a golpes contra mi cuerpo.
Tantas son las bocas calladas hasta ahora,
tantas las figuras destrozadas,
las manos que las atraviesan,
como tantos los cómplices,
ausentes en este silencio.
Y aún no asoma la primavera.
Se llamaba Silvia,
fue apuñalada por su marido.

En el centésimo tercero se llamaba María del Carmen.
En el centésimo quinto Cristina.
En el centésimo octavo Yolanda.
En el centésimo trigésimo segundo María Candelaria.
En el centésimo trigésimo tercero Nombre no conocido.
En el centésimo quincuagésimo Lucía.
En el centésimo quincuagésimo tercero Jana.
En el centésimo sexagésimo tercero Aranzazu.
En el centésimo sexagésimo quinto Johana.
En el centésimo  octogésimo cuarto Teresa.
En el centésimo nonagésimo segundo Karla.
En el centésimo nonagésimo tercero Alexandra.
En el centésimo nonagésimo noveno Benita.
En el dos centésimo segundo Krisztina.
En el dos centésimo quinto Arantzazu.
En el dos centésimo vigésimo primero Xue.
En el dos centésimo trigésimo quinto Jane.
En el dos centésimo quincuagésimo noveno Flori.
En el dos centésimo sexagésimo primero Ada.
En el dos centésimo octogésimo Mónica.
En el dos centésimo nonagésimo Estefanía.
En el dos centésimo nonagésimo cuarto Isabel.
En el tres centésimo segundo Jacqueline.
En el tres centésimo sexto Yolanda.
En el tres centésimo vigésimo Celia.
En el tres centésimo vigésimo primero Juana.
En el tres centésimo vigésimo octavo Alia.
En el tres centésimo quincuagésimo segundo Ana.
En el tres centésimo quincuagésimo tercero Elena.
En el tres centésimo quincuagésimo tercero Mari Carmen.
En el tres centésimo quincuagésimo cuarto Victoria.

Y ahora, ¿quién se atreve a borrar sus nombres?

 

 

 

 

 

ALBA GONZÁLEZ SANZ

 

TEORÍA DE LA LITERATURA

II.

Pronunciaste casa.
Sus muros se cayeron.
Dijiste amor para instalar
el asco hacia tu cuerpo.
Apretaste tu garganta en el intento
de extinguir la agonía.

Vestida con tus ruinas,
sales de la ciudad.
Nada de lo que hiciste
te sostiene.

La voz, sin embargo,
deja de doler.

 

III.

Te atragantas con cosas sencillas.

El cristal que se rompe. El descuido de grasa en ciertos
platos. Una bola de polvo atravesada en medio del salón.

Cosas sencillas.

La memoria albergada en cada libro. Los disparos. El
ruido que disuelve en la espesura la fuerza de los nombres.

Escupes aquí.

 

 

ROJAS

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx(A la manera de Olga Novo)

Querida abuela muerta por quistes hidatídicos,
abundan en Castilla los pueblos con falange y con iglesia.
Te moriste a mi edad y con dos niñas, tan niñas entonces, luego solas,
a merced de los siglos de tareas, deberes, devociones,
las horas que pasan de violencia y silencio.
Te moriste y venías de bando masacrado:
a tu padre, ya sabes, las hostias de cuartel, cada día antes del campo y
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxx[la faena, la venganza del perro.
Te casaron al alba.
Querida abuela muerta por quistes hidatídicos,
tus nietas estudiamos, somos hijas amadas. Follamos con varones escogidos
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxx[después del necesario desacierto. Vivimos y viajamos,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxx[coche, empleo, palabras, nuestro coño en las manos a
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxx[manera de ofrenda. Honramos tu memoria.
Intentamos ser dignas.
Querida abuela muerta, a tu cuerpo incorrupto tu nieto le anuda un lazo tricolor.
Querida abuela roja casada con un hombre de familia delictivamente azul:
hoy ha muerto tu único marido.
Hoy siento pena histórica y el llanto de mi madre siempresiempresiempre huérfana.
Querida abuela muerta por quistes hidatídicos, no me olvido: a tu primera hija
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxx[la llamaste Amor.
Moriremos por amor o por el cáncer, por un extraño ataque terrorista. Tus nietas
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxx[moriremos en aviones, un poquito, sólo un poco, de piadoso
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxx[seconal.
Mi primer lexatín me lo dio la doctora titular que trabaja conmigo en el congreso.
Oh, representación; oh, democracia.
Querida abuela roja, cada día, cruzo un arco de fusiles con tu miedo y tu risa
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxx[en los talones.
Tú también entras.

Pero en cada noche, en cada huir, vibra tu cuerpo roto y rojo.

 

 

 

 

 

INMA LUNA

 

DUDAS

Me preguntaba si tendrían pelo debajo de las tocas,
si sus manos podían ensuciarse,
si alguna vez dirían palabrotas,
si pensarían en hombres,
si mascarían chicle cuando nadie las viera
o darían volteretas en sus camas, a solas.
Me preguntaba si tendrían pelo debajo de las tocas,
si habría algún latido, algo vivo y real, debajo de sus hábitos.

 

 

EL PATIO

Emparejadas como bueyes
salíamos al patio.
Al principio había yerbas, amapolas,
algunas briznas insólitas de trigo,
semillas que brotaban sin deber.
Luego,todo se hizo cemento
de aquel que lastima las rodillas.
El campo despertaba
demasiados instintos.

 

 

EJEMPLOS DE LA PEREZA CASTIGADA

Tanto rato riendo, así, como una boba
vagando de un lado para otro
como si de verdad creyeses
que hay algo digno de ser encontrado,
que hay algo que ¡tú! pudieras descubrir.
Ve a casa,
aleja la pereza,
limpia los orinales,
ayuda a la familia,
haz tus deberes,
restas y divisiones,
no entornes los ojos
cuando te hablo,
no pierdas el tiempo
una vez más
pensando.

 

CONEY ISLAND NIGHTMARE

 

CONEY ISLAND NIGHTMARE

Algo te echaron al vino mientras mirabas sus ojos.
Una casa enorme y blanca.
Un cuarto de baño claustrofóbico en el que te encerraste,
escurriendo una y otra vez tu camisa empapada de sangre.
Buscabas con los dedos la herida, pero nada te dolía.
Palpabas en vano tus costillas, con ansia.
No faltaba ninguna.
La camisa, empapada de sangre,
por mucho que la escurrieses,
no parecía posible limpiarla.

Amaneciste tirado en el paseo de Coney Island.
Una galería de lisiados giraba
alrededor de la noria de freaks de la playa.
La euforia te invadió por estar vivo.
Por no haberte despertado
sumergido en una bañera entre cubitos de hielo,
acaso en un hotel suburbial,
con una despedida de carmín en el espejo y una cicatriz en la ingle.

No era tu sangre ni la de otro:
simplemente, vestías una camisa roja.

Eso era todo.

Era incomprensible, pero habías pasado por alto aquel detalle.

Algo te echaron al vino mientras mirabas sus ojos.

 

 

 

Cano, Harkaitz. Gente que trabaja en los tejados. Badajoz; Fundación Ortega Muñoz, 2019.

 

LAS RENEGADAS

 

LA OTRA

Una en mí maté:
yo no la amaba.

Era la flor llameando
del cactus de montaña;
era aridez y fuego;
nunca se refrescaba.

Piedra y cielo tenía
a pies y a espaldas
y no bajaba nunca
a buscar «ojos de agua».

Donde hacía su siesta,
las hierbas se enroscaban
de aliento de su boca
y brasa de su cara.

En rápidas resinas
se endurecía su habla,
por no caer en linda
presa soltada.

Doblarse no sabía
la planta de montaña,
y al costado de ella,
yo me doblaba.

La dejé que muriese,
robándole mi entraña.
Se acabó como el águila
que no es alimentada.

Sosegó el aletazo,
se dobló, lacia,
y me cayó a la mano
su pavesa acabada.

Por ella todavía
me gimen sus hermanas,
y las gredas de fuego
al pasar me desgarran.

Cruzando yo les digo:
—Buscad por las quebradas
y haced con las arcillas
otra águila abrasada.

Si no podéis, entonces
¡ay! olvidadla.
¡Yo la maté, Vosotras
también matadla!

 

 

 

 

TODAS ÍBAMOS A SER REINAS

Todas íbamos a ser reinas,
de cuatro reinos sobre el mar:
Rosalía con Efigenia
y Lucila con Soledad.

En el Valle de Elqui, ceñido
de cien montañas o de más,
que como ofrendas o tributos
arden en rojo y azafrán.

Lo decíamos embriagadas,
y lo tuvimos por verdad,
que seríamos todas reinas
y llegaríamos al mar.

Con las trenzas de los siete años,
y batas claras de percal,
persiguiendo tordos huidos
en la sombra del higueral.

De los cuatro reinos, decíamos,
indudables como el Korán,
que por grandes y por cabales
alcanzarían hasta el mar.

Cuatro esposos desposarían,
por el tiempo de desposar,
y eran reyes y cantadores
como David, rey de Judá.

Y de ser grandes nuestros reinos,
ellos tendrían, sin faltar,
mares verdes, mares de algas,
y el ave loca del faisán.

Y de tener todos los frutos,
árbol de leche, árbol del pan,
el guacayán no cortaríamos
ni morderíamos metal.

Todas íbamos a ser reinas,
y de verídico reinar;
pero ninguna ha sido reina
ni en Arauco ni en Copán.

Rosalía besó marino
ya desposado con el mar,
y al besador, en las Guaitecas,
se lo comió la tempestad.

Soledad crió siete hermanos
y su sangre dejó en su pan,
y sus ojos quedaron negros
de no haber visto nunca el mar.

En las viñas de Montegrande,
con su puro seno candeal,
mece los hijos de otras reinas
y los suyos no mecerá.

Efigenia cruzó extranjero
en las rutas, y sin hablar,
le siguió, sin saberle nombre,
porque el hombre parece el mar.

Y Lucila, que hablaba a río,
a montaña y a cañaveral,
en las lunas de la locura
recibió reino de verdad.

En las nubes contó diez hijos
y en los salares su reinar,
en los ríos ha visto esposos
y su manto en la tempestad.

Pero en el Valle de Elqui, donde
son cien montañas o son más,
cantan las otras que vinieron
y las que vienen cantarán:

«En la tierra seremos reinas,
y de verídico reinar,
y siendo grandes nuestros reinos,
llegaremos todas al mar».

 

 

 

 

CANCIÓN DE LAS MUCHACHAS MUERTAS

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxRecuerdo de mi sobrina Graciela

¿Y las pobres muchachas muertas,
escamoteadas en abril,
las que asomáronse y hundiéronse
como en las olas el delfín?

¿Adónde fueron y se hallan,
encuclilladas por reír,
agazapadas esperando
voz de un amante que seguir?

¿Borrándose como dibujos
que Dios no quiso reteñir
o anegadas poquito a poco
como en sus fuentes un jardín?

A veces quieren en las aguas
ir componiendo su perfil,
y en las carnudas rosas-rosas
casi consiguen sonreír.

En los pastales acomodan
su talle y bulto de ceñir
y casi logran que una nube
les preste cuerpo por ardid;

Casi se juntan las deshechas;
casi llegan al sol feliz;
casi rompen la nuez del suelo
y van llegándose hasta mí;

Casi deshacen su traición
y caminan hacia el redil.
¡Y casi vemos en la tarde
el divino millón venir!

 

 

 

 

LA DICHOSA

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxA Paulina Brook

Nos tenemos por la gracia
de haberlo dejado todo;
ahora vivimos libres
del tiempo de ojos celosos;
y a la luz le parecemos
algodón del mismo copo.

El Universo trocamos
por un muro y un coloquio.
País tuvimos y gentes
y unos pesados tesoros,
y todo lo dio el amor
loco y ebrio de despojo.

Quiso el amor soledades
como el lobo silencioso.
Se vino a cavar su casa
en el valle más angosto
y la huella le seguimos
sin demandarle retorno.

Para ser cabal y justa
como es en la copa el sorbo,
y no robarle el instante,
y no malgastarle el soplo,
me perdí en la casa tuya
como la espalda en el forro.

Nos sobran todas las cosas
que teníamos por gozos:
los labrantíos, las costas,
las anchas dunas de hinojos.
El asombro del amor
acabó con los asombros.

Nuestra dicha se parece
al panal que cela su oro;
pesa en el pecho la miel
de su peso capitoso,
y ligera voy,o grave,
y me sé y me desconozco.

Ya ni recuerdo cómo era
cuando viví con los otros.
Quemé toda mi memoria
como hogar menesteroso.
Los tejados de mi aldea
si vuelvo, no los conozco,
y el hermano de mis leches
no me conoce tampoco.

Y no quiero que me hallen
donde me escondí de todos;
antes hallen en el hielo
el rastro huido del oso.
El muro es negro de tiempo
el liquen del umbral, sordo,
y se cansa quien nos llame
por el nombre de nosotros.

Atravesaré de muerta
el patio de hongos morosos.
Él me cargará en sus brazos
en chopo talado y mondo.
Yo miraré todavía
el remate de sus hombros.
La aldea que no me vio
me verá cruzar sin rostro,
y sólo me tendrá el polvo
volador, que no es esposo.

 

 

 

 

LA DANZADORA

Está bailando a la orilla
del mar, doblando pastos
de praderas que no vemos.
Sin ropas baila y sin carne,
toda luz, teniendo y dando.

Está negando a la piedra,
al árbol, a las moradas,
a cuanto es duro, y sufre, y muere,
a los cuerpos de los dormidos,
a los esclavos y a los muertos.

Baila sin su nacimiento
y sin su vida y su tragedia.
Y no nos ve y no nos sabe,
liberada de la tierra
y de nosotros
por un aire que a turnos
es de albatros y gaviota.

Y ahora ya no es ni el viento
ni la pasión, que es la Tierra
volando segura y ciega,
liberada de toda cosa,
cogiendo y dejando su ruta,
y queremos que nos lleve,
que no se suelte de nosotros,
eternos como ella misma,
desatados, liberados,
idos con ella, sin regreso,
solo siguiéndola y siguiéndola.

 

 

 

 

LA PRESA

Miro su cara por los barrotes
y veo su frente rayada
y también ella me cuenta
ocho rayas en la cara.
Su mirada me da hierro
y cae hierro de su habla.

¿Cómo serás sin barrote,
cómo serás tú sentada,
tejiendo lana, comiendo uvas
o con unos niños sobre la falda?

Cuando a la luz salgas libre,
y yo mi puerta te abra,
llegarás entera, hermana,
me mirarás con tu rostro,
me bailarás con tus plantas.
Y entonces veré tu edad,
oiré tu culpa, sabré tu Patria.

 

 

 

 

LUTO

En sólo una noche brotó de mi pecho,
subió, creció el árbol de luto,
empujó los huesos, abrió las carnes,
su cogollo llegó a mi cabeza.

Sobre hombros, sobre espaldas,
echó hojazones y ramas,
y en tres días estuve cubierta,
rica de él como de mi sangre.
¿Dónde me tocan ahora?
¿Qué brazo daré que no sea luto?

Igual que las humaredas
ya no soy llama ni brasas.
Soy esta espiral y esta liana
y este ruedo de humo denso.

Todavía los que llegan
me dicen mi nombre, me ven la cara;
pero yo que me ahogo me veo
árbol devorado y humoso,
cerrazón de noche, carbón consumado,
enebro denso, ciprés engañoso,
cierto a los ojos, huido en la mano.

En una pura noche se hizo mi luto
en el dédalo de mi cuerpo
y me cubrió este resuello
noche y humo que llaman luto
que me envuelve y que me ciega.

Mi último árbol no está en la tierra
no es de semilla ni de leño,
no se plantó, no tiene riegos.
Soy yo misma mi ciprés
mi sombreadura y mi ruedo,
mi sudario sin costuras,
y mi sueño que camina
árbol de humo y con ojos abiertos.

En lo que dura una noche
cayó mi sol, se fue mi día,
y mi carne se hizo humareda
que corta un niño con la mano.

El color se escapó de mis ropas,
el blanco, el azul, se huyeron
y me encontré en la mañana
vuelta un pino de pavesas.

Ven andar un pino de humo,
me oyen hablar detrás de mi humo
y se cansarán de amarme,
de comer y de vivir,
bajo de triángulo oscuro
falaz y crucificado
que no cría más resinas
y raíces no tiene ni brotes.
Un solo color en las estaciones,
un solo costado de humo
y nunca un racimo de piñas
para hacer el fuego, la cena y la dicha.

 

 

 

 

PAISAJES DE LA PATAGONIA

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxA Don Juan Contardi

I. DESOLACIÓN

La bruma espesa, eterna, para que olvide dónde
me ha arrojado la mar en su ola de salmuera.
La tierra a la que vine no tiene primavera:
tiene su noche larga que cual madre me esconde.

El viento hace a mi casa su ronda de sollozos
y de alarido, y quiebra, como un cristal, mi grito.
Y en la llanura blanca, de horizonte infinito,
miro morir inmensos ocasos dolorosos.

¿A quién podrá llamar la que hasta aquí ha venido
si más lejos que ella sólo fueron los muertos?
¡Tan sólo ellos contemplan un mar callado y yerto
crecer entre sus brazos y los brazos queridos!

Los barcos cuyas velas blanquean en el puerto
vienen de tierras donde no están los que son míos;
sus hombres de ojos claro no conocen mis ríos
y traen tufos pálidos, sin la luz de mis huertos.

Y la interrogación que sube a mi garganta
al mirarlos pasar, me desciende, vencida:
hablan extrañas lenguas y no la conmovida
lengua que en tierras de oro mi pobre madre canta.

Miro bajar la nieve como el polvo en la huesa;
miro crecer la niebla como el agonizante,
y por no enloquecer no cuento los instantes,
porque la noche larga ahora tan sólo empieza.

Miro el llano extasiado y recojo su duelo,
que vine para ver los paisajes mortales.
la nieve es el semblante que asoma a mis cristales;
¡siempre será su albura bajando de los cielos!

Siempre ella, silenciosa, como la gran mirada
de Dios sobre mí; siempre su azahar sobre mi casa;
siempre, como el destino que ni mengua ni pasa,
descenderá a cubrirme, terrible y extasiada.

 

 

 

 

EL IXTLAZIHUATL

El Ixtlazihuatl mi mañana vierte;
se alza bajo mi casa bajo su mirada,
que aquí a sus pies me reclinó la suerte
y en su luz hablo como alucinada.

Te doy mi amor, montaña mexicana;
como una virgen tú eres deleitosa;
sube de ti hecha gracia la mañana,
pétalo a pétalo abre como rosa.

El Ixtlazihuatl con su curva humana
endulza el cielo, el paisaje afina.
Toda dulzura de su dorso mana;
el valle en ella tierno se reclina.

Está tendida en la ebriedad del cielo
con laxitud de ensueño y de reposo,
tiene en un pico un ímpetu de anhelo
hacia el azul supremo que es su esposo.

Y los vapores que alza de sus lomas
tejen su sueño que es maravilloso:
cual la doncella y como la paloma
su pecho es casto pero se halla ansioso.

mas tú la andina, la de greña oscura,
mi Cordillera, la Judith tremenda,
hiciste mi alma cual la zarpa dura
y la empapaste en tu sangrienta venda.

Y yo te llevo cual tu criatura.
Te llevo aquí en mi corazón tajeado,
que me crié en tus pechos de amargura
¡y derramé mi vida en tus costados!

 

 

 

 

VOLVER, NO

No quiero volver a la tierra
donde tuve cuchilla y duelo.
Cuando en mis sueños hago camino
y allá me llevan, yo me devuelvo.
Ya viví en ella, ya la supe,
ya le quebré con la mano
la rama helada, el fruto seco.

No quiero volver a cruzarla
sola y con rostro dado e indefenso
la calma ni la borrasca,
las salinas ni espacios hueros.
Sus esponjas de mar y su niebla
para mi memoria deseo.

No me sirven para ella,
no me valen si yo vuelvo,
el cuerpo por diferente,
el amor por extranjero.
Dios da tierra, la da entera
y ancha como el estremecimiento.
No quiero ir donde dicen
en vano el Padrenuestro.

Las casas son muchas, pocas las puertas,
la troje grande, las manos angostas.
Una diviso y otra hace señas
y otra acostada va en el pecho.
No quiero ir donde me acuerde
y llore sangre mi cuerpo
y sea paja el mundo desabrido
como las motas del desierto,
y mi pobre alma solo sea
orfandad, desvalimiento.

No quiero, no, la baya huera,
el aire sin voces y el Cristo muerto.
Quede atrás; vayan los otros,
árabe, curdo, samoyedo,
y no tengan ni una noche de sed
ni jornada con hambre y desaliento
y les vele Jesús en los umbrales,
la sangre, el candil y el lecho.

 

 

 

Mistral, Gabriela. Las renegadas. Barcelona; Ed. Penguin Random House, 2019.

 

CONTRA LA GORDURA

 

 

 

Bono, Isabel. Cahier. Tenerife; Ed. Baile del Sol, 2014.

 

15 DE AGOSTO

 

Nos miran desde las piscinas privadas, disfrutando de la vida en mitad de este caos mundial. Y nos miran a nosotros. Y se ríen de nosotros, los que aun trabajando no tenemos más que para el desayuno.
Mientras, rezamos entre dientes esperando que les llegue la broma que algún día deberían recibir.

 

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CUADERNOS DE MÚSICA

 

PIEZAS PARA PIANO

xxxxxVII

xxx1

Si la lluvia cantara
sonaría como este piano lento
que da vueltas en torno a un solo motivo.
Pero la lluvia no canta.
La lluvia es silencio desde el piso doce.
Y sólo percute contra el vidrio cuando el viento la empuja
y ella suena susurrante o brusca.
Casi siempre la lluvia pasa en silencio frente a mi ventana
y yo intuyo que lleva ganas de cantar un canto triste,
un canto de piano sin palabras posibes.

 

xxx2

Yo no soy.
Soy las cosas que pasan,
la lluvia bendita.
Si algo soy, soy alguien que ve llover,
que oye llover,
soy un oído entre la música del viento,
una piel entre el frío del viento,
alguien que yace
mientras afuera hay una ciudad que no conozco,
que apenas olfateo.
Soy ese perfume que desconocía.

 

xxx3

Apunto palabras que acomodo entre dos notas.
Soy un bálsamo.
Palabras como alondra o jacaranda
que vuelan o florecen entre mi libreta.
Las letras de mi jacaranda son negras,
pero la palabra tiene el color de la jacaranda florecida.
Las letras de mi alondra están quietas,
pero la palabra alondra vibra
como el cuerpo vivo de la alondra,
como su canto vibra.

 

 

 

 

SOME PRESENT MOMENTS OF THE FUTURE
xxxxxxxxxx—PRIMERA VERSIÓN—

xxx1

Faltan doce horas para nuestra cita.
Mis manos están a doce horas de tu piel y ya tiemblan ansiosas.
Y mi lengua saborea tus pezones a medio día de distancia.
Desde ya mis dedos codician acercarse a tus abismos,
insinuar con dulzura el asalto,
ahora mismo te devoro anticipadamente,
yo tu caníbal y tu presa.

 

xxx2

Arden los relojes en la espera de tu cuerpo.
Cada minuto es una gota más de ti,
cada segundo acerca más tu piel a mis poros.
Me anticipo enamorado:
siento que me tocas aquí y me incendio.
Diez horas faltan para la locura de mis labios,
diez horas menos este instante,
menos este otro.

 

xxx3

Van a pasar ocho horas y será de día afuera
y aquí dentro tendremos nuestra noche.
Desde ya te acaricio a ocho horas de distancia
en este insomnio gozoso de una piel que espera el calor del paraíso.
Vamos a volar y vamos a llegar a Cabo Verde, a la luna,
a la casa de encima.

 

xxx4

Será dentro de ti el sabor de los mangos,
será nuestro campamento en las estrellas,
sin oír la música que escogiste,
ebrios de nuestro galope interminable,
gimnasia del néctar, sábanas en desorden,
huida hacia la ducha en el intermedio húmedo de acrobacias y risas,
retorno a la glotonería de los cuerpos,
te muerdo la nalga derecha, ardemos. Será.

 

xxx5

Euforia santa de esta espera gozosa,
colmado de ti por años, desbordado,
aniquilado por ti.
Bendita espera con los ojos cerrados,
ebrios de ti.

 

xxx6

Vendrá un ángel por ti
y caerás hacia arriba.

 

 

 

Jaramillo Agudelo, Darío. Cuadernos de música. Valencia; Ed. Pre-Textos, 2008.

 

CONSTANTES VITALES

 

PUNTO FINAL

Sabiendo que el olvido
es el punto final de todo empeño,
empeñarte en crear
la vida al lado de la vida
sólo te llevará a morir dos veces.

 

 

 

 

SEGÚN SE ESCRIBE

Habla la tinta
del amor y la muerte,
yo sólo tiemblo.

 

 

 

 

GANAR TIEMPO

Me juego lo que resta
a la carta ilustrada
con la vieja metáfora
del azar y el destino.
Todo o nada es la apuesta
de esta lenta partida
perdida de antemano.
Tan sólo está en mi mano
contar lo que descuento día a día,
ganarle tiempo al tiempo
doblando lo vivido,
y existir y escribir con la conciencia
de jugarme la vida cada instante
y la resurrección en cada línea.

 

 

 

 

DE OCASOS Y EPITAFIOS

Anuncia el día el fin de su espectáculo
ensangrentando todo el escenario.
Para volver mañana, cuánto escándalo.

Los que encuentran la noche de verdad
se despiden sin más
que unas pocas palabras
y dos fechas grabadas
con posterioridad.

 

 

 

 

IN MEMORIAM R.

Cada día una vida en miniatura
que, muerto de cansancio,
le enterraba en la cama cada noche.

Su vida fue una dura
jornada de trabajo
con derecho a unas solas vacaciones.

 

 

 

 

 

MEMORIA VIVA

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxa partir de Nahum Tate

No te preguntes por lo que sufrí
ahora que descanso del camino.
Si me quisiste, acuérdate de mí,
y olvida como yo nuestro destino.

 

 

 

 

LA TRAMA

El miedo de la mosca
que ha concebido un dios
de mi tamaño
no imagina que un dios
mayor me aplastará
como a una mosca,
un dios viejo y cansado
que, a estas laicas alturas de la historia,
debe andar con la mosca tras la oreja.

 

 

 

 

CUENTO GÓTICO

Un rescoldo de luna
brilla entre la ceniza de la noche.
La niebla humea
en los restos del día
dispersando la luz
que vela en las farolas.
El sol mañana mentirá de nuevo
un resurrección.

 

 

 

 

AGUAS MIL

La que ensucia la arena de Cartago.

La que escribe, retórica,
una oda en cursiva a la tormenta.

La que pone entre rejas a este torpe
merodeador nocturno.

La que deambula errática
por todas las ventanas
y va dejando migas a su paso.

La que baja en riadas,
bulliciosa, a la fiesta
de las alcantarillas.

La que pisa los charcos
como un niño implacable.

La que disfruta
xxxxxxxxxxxxxxel tobogán
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxde mi paraguas.

La que brilla a mis pies:
el rocío metálico
de las aceras.

La que chisporrotea en las farolas
como un cortocircuito.

La poesía del agua
esta noche de perros.

 

 

 

 

RETRATO

Mi infancia son recuerdos rencorosos
de un apático patio
de recreo, la abuela
—que era mucho más vieja que ella misma
porque era la memoria de otro tiempo—
y sus turbias historias
donde nos asomábamos
al pozo de la noche.
Rebeldes, arbitrarios y ruinosos,
a los años mejores
siguió una vida estable en el establo
de la mansa rutina,
seguí el camino que otro recorrieron
en la torpe espesura cotidiana,
dejé la misma huella que no dejan
aquellos que caminan sobre huellas.
A veces, sin embargo, fui feliz,
o quién sabe, tal vez lo fui por eso,
por haber renunciado de antemano
a la felicidad.
No le debo al amor
más dicha compartida
que avergonzada soledad.
Y he aguardado sin miedo,
después de tantos años,
la muerte irrenunciable.
A cierta edad la vida no se pierde,
ya no está en juego
como cuando apostábamos por ella.
Es tan sólo el recuerdo,
humillado y confuso,
de una vieja partida que perdimos
en un tiempo propicio a la victoria.

 

 

 

 

EL ARQUERO INFALIBLE

Me empujaron al mundo al tiempo
que el arquero infalible liberaba
la tensión de la cuerda al otro extremo.
De ese dardo preciso
soy el blanco perfecto,
la inercia de la vida
me conduce a su encuentro.
Pero ignoro los pasos que aún me quedan
hasta caer al suelo
y el preciso lugar donde esa fecha
me quitará de en medio.

 

 

 

 

RISOTERAPIA

La alegría se aprende, no es un don
sino una disciplina
de puro asentimiento.
Levanta la cabeza,
desentraña el sentido
que tiene la caída
y, a ras de suelo, alienta.
Ríete de tu sombra.
Lee la buena ventura en un destino
de muerte inevitable y gloria incierta:
la dicha de estar vivo
es para hoy. Persevera
en la luz, aun a tientas,
pero buscando siempre un equilibrio.
Evita en la bonanza
pecar de euforia,
sonríele al mal tiempo,
y si ahora es más difícil
sabiendo lo que sabes,
recuerda las lecciones de la infancia,
sé feliz de memoria.

 

 

 

 

VERANOS

La luz desmenuzada de la arena
que iluminó la edad de los castillos.
Los montes temerarios.
Nicanor, que aún vivía
sin miedo al puñetazo de la muerte
y no esperaba el lento
veneno que esperaba en su futuro.
La testaruda y torturada
tos de su achatarrada furgoneta.
Sonia en el laberinto londinense
que hoy me vuelve a cercar, en el que he entrado
—esta vez solo— por la puerta falsa
de la nostalgia,
xxxxxxxxxxxxxxy que no es más que otra
galería de ese otro laberinto
donde perdido busco
un rumbo que no encuentre la salida.
Aquella vez que hicimos una fiesta,
pero no las besamos
al final,
xxxxxxxy la fiesta
fueron días que hablamos de la fiesta.
Entonces éramos
felices y ridículos,
xxxxxxxxxxxxxxxxahora
ya no somos felices.

En esta turbia
tarde de julio
tan sólo brilla el sol de otros veranos.

 

 

 

 

FÁBULA DEL DRAGÓN APAGADO

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxa partir de Shel Silverstein

En la cueva segura
un dragón solitario
husmea melancólico y sensual
la escamosa armadura
que es ahora el osario
de quien fuera su acérrimo rival.

 

 

 

 

POR NO HACER MUDANZA EN SU COSTUMBRE

Abandonó por fin
aquel piso embrujado
donde no era feliz
para irse a un adosado.

En la estancia vacía
no quedaron fantasmas.
La soledad que había
se ha mudado de casa.

 

 

 

 

ESTO ES VIDA

Apócrifos recuerdos de la infancia,
futuro edén que lo ignoraba todo
de sí mismo, que estuvo en el principio
como aquel otro incierto paraíso,
para invocar en la memoria el sueño
del cielo prometido.
Aquella incomprensible
tristeza sin testigos,
la turbia soledad adolescente
que lloraba intuyendo
apenas los motivos.
El tiempo de la lenta
paciencia ante las puertas
cerradas del jardín.
Las horas en su sola compañía,
consciente plenitud amenazada,
felices en voz baja, de puntillas,
para no despertar a la desgracia.
Los esfuerzos perdidos
en poner lo mejor
de ti lejos de ti
y a la usura del tiempo darle sólo
la prenda que se cobre al desnudarte.
El desconcierto de la lucidez,
la derrota y condena
de no saberse más
que un puñado de tierra reflexiva
antes de ser ya tierra sin sentido.

 

 

 

 

AL MARGEN DE LA VIDA

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxa partir de Federico García Lorca

Quiero este quieto instante repetido
a la orilla del río que nos lleva
y ver pasar el agua que se queda
esperando mi tácito cadáver.

Quiero dormir,
esconder la cabeza
tras la almohada del mundo,
suspender la vigilia de la vida
en un sueño consciente de sí mismo.

Quiero dormir un rato,
un rato, un minuto, un siglo,
y que el tiempo, ese viejo que cojea
en los relojes, deje de marcar
a todas horas
el norte de mis días.

Quiero dormir un rato,
un rato, un minuto, un siglo,
pero que todos sepan que no he muerto,
que sólo me he ausentado de la casa
para sentir nostalgia del infierno.

 

 

 

Almuzara, javier. Constantes vitales. Madrid; Ed. Visor, 2004.

 

INSUMISAS (II)

 

LAURA CASIELLES

 

DESCENTRALIZACIONES (IV)

Reivindico mi mitad mora, la parte goda
de mi genoma,
basta ya
de dioses griegos que no riegan mi sangre.

Reivindico
un viejo primate casi en las costas de África,
un pueblo que vivía aquí antes.
Amo
a Ariadna y Helena, sí,
pero ya basta:
¿qué ha pasado
con las tres mil mujeres sabias de la corte andalusí?

No reivindico a Pelayo, no reivindico a Isabel,
no vencí
en ninguno de los Triunfos De La Historia.
No sé si habrá héroes en mi estirpe, mi memoria instintiva
se detiene
en un loco y una hereje que llenaron los huecos de mi
genealogía
en el tramo que se pierde en los siglos oscuros.

Reivindico
los obreros que pueblan mi escudo de armas
y las lenguas que mataron antes de que yo las pudiera
aprender.
Basta ya de vírgenes de óleo y de rosa y de rosae,
ya hemos tenido bastante
derecho romano.

No fueron mis antepasados los culpables
del saqueo de El Dorado, de las casas
quemadas en Brunei.

Reivindico
a quienes emigraron hasta aquí
y a quienes al desertar por amor me salvaron del limbo.

Dejad ya de pintarme
un pasado de grandes avenidas
(inconfundibles, rectas, limpias),
dejad ya de decidirme
apellidos ilustres.

Mi memoria rastreará mi linaje
enredando callejas.
Rehilará cien recuerdos escogidos
para un futuro justo.

 

 

 

 

 

SOFÍA CASTAÑÓN

 

AL DESPERTAR, LOS GIGANTES DE HIELO…

Ellos siempre han ido
a por otros.
No es
nada nuevo.

Nunca somos ni tú ni yo.
Quizá sí la cara de las fotografías,
pero es una cara vieja, que no
se mueve y su dueño está muerto.

Siempre han ido
a por otros. A ti, a mí, nos
llega la tragedia doméstica.
El pelo que se cae, el
páncreas que se deshace,
el altercado, el golpe
seco.

Nunca van hacia nosotros.
Para ellos no
somos.
Como mucho, molestamos.

En mitad de la calle
tapamos sus objetivos.
Señorita, no
se vista así.
¿No ve que casi pensamos
que era una mendiga
una terrorista una holgazana
y la habríamos golpeado
sin ni siquiera preguntarle…?

 

 

 

 

 

OLALLA CASTRO HERNÁNDEZ

 

CUANDO TODO HAGA BOOM

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxEl viento llega demasiado tarde.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxPedro Garfias

Será muy tarde ya para culparse
cuando todo haga Boom.
Preocupados como estábamos
por leer en los posos del café
nuestro futuro,
olvidamos las huellas
y el barro en los zapatos.

Esta miseria es lo más nuestro
que hemos sabido conservar,
después de todo.
Brindemos —chinchín—
por los cadáveres que desfilan
detrás de nuestras espalda.

Delicioso el blablablá
que nos deja seguir
cuando quiere imponerse
el runrún de lo negro.
Si algo aprendimos
después de tantos siglos
fue a ignorarnos,
a extraviar la verdad en parloteos.

Qué fácil fue, a la postre,
aplazar el runrún, los cadáveres,
lo negro.
Y creer que más tarde, que siempre,
que mañana
estaremos a tiempo de culparnos.

 

 

DICEN QUE EL REY ES JUSTO

El cetro del rey golpea el suelo
a ritmo cuaternario.
Los hay que llaman música a esta herida.
Bailan los siervos de palacio
adornando con yugos sus vestidos.
El rey es bueno, dicen,
porque nos deja asistir a sus banquetes
y, a veces, lanza al aire una moneda
para librar a un hombre de la horca.
Olvidan los siervos a los muchos
que la monda encerró en los galeones.
Olvidan los cuellos cercenados
por no postrarse a tiempo ante su alteza.
Dicen que el rey es justo
sólo porque ellos aún conservan,
intactas, sus cabezas.

 

 

ARDIMOS JUNTAS

Nos quemaron por miedo a nuestros ojos,
a la Verdad punzante que trepaba
por muslos, senos, vientres y caderas.
Ardimos juntas,
de todo padre huérfanas,
aullando de libertad a plena luna.
Y ni en el último instante,
cuando un dolor atroz
nos quemaba las sienes,
dudamos del poder de nuestras bocas.
Fuimos brujas.
Engendramos los verbos insurgentes
y bailamos sin música ni oídos.
Removimos mejunjes que podían
devolvernos la voz, los pies, las alas.

Y ellos,
postrados ante sus cruces milenarias,
temblaron.
Vestidos con sus túnicas de jueces,
temblaron.
Subidos a sus púlpitos de mármol,
temblaron.
Sobre nuestros cuerpos desnudos,
al forzarnos,
temblaron.
El miedo, que rompe todo cuanto encuentra,
atravesó sus huesos
duros como rocas
y no cedió hasta que fuimos ceniza,
polvo, ascua.

Fuimos brujas. Amantes. Compañeras.
Y ardimos juntas, mientras ellos temblaban.

 

 

 

 

 

BIBIANA COLLADO CABRERA

 

TRAJES AMARILLOS

I

Mi madre tomó la primera comunión
con un traje amarillo,
el único recuerdo que queda de su infancia.

Aquel día no hubo familia,
ningún acompañante,
tan solo los niños solos

junto a las monjas que los invitaron
a una taza de chocolate
en la alegría torpe y áspera
de una salita sin ventanas.

Los hijos de los cabreros
son una masa huérfana,

para borrarles la miseria
xxxxxxxpor un rato,
les borraron los padres
xxxxxxxy las chozas.

 

II

Al cumplir catorce años
decidieron bajar del cerro.

La pobreza refundada en la llanura.
La alegría parca de la supervivencia.
La nostalgia de mercurio urdiéndose
en las palabras de los recién llegados
a las bondades afiladas del pueblo.

Catorce años y doce horas al día
remachando bolsos en una fábrica
junto a otras tantas muchachas casaderas.
El fragor de la espera amortiguado
por el golpear de las planchas de acero.

Y un breve paseo los domingos
hasta la confitería de la plaza
donde comprarse un dulce de merengue
que allí llamaban «libertad».

Después vendría la boda sin fotógrafo,
las nuevas mudanzas, las vendimias,
los camiones al amanecer, los hijos
con que resarcirse del hambre
y los padres que envejecen
y, en delirios, creen haber regresado
a lo alto del cerro.
Pero todo eso será después.

Entonces, con aquellos catorce años y doce horas
todavía notaba un sobresalto
al oír las campanas repicar tan cerca.
Y el trazado de las calles agolpadas a sus ojos
la sorprendía en la búsqueda del horizonte.

Entonces, que no se engañe nadie,
no eran felices sino jóvenes.

Aturdidos por el zumbido del origen
en algún momento dejaron de escucharlo.

Cuando la hija del patrón comulgó por primera vez,
les dieron libres unas horas
y participaron, mesa aparte, del banquete.

Sumergida y ajena, a la vez, en el festejo
mi madre decidió
no recordar su traje amarillo.

 

 

 

 

 

ESTHER GARBONI

 

Y dejo aquí mi ropa, mi costumbre,
el peso de mi nombre,
el cristal de mi infancia,
la piel que visto,
el tacto del poema,
la sed, el hambre, el timbre
de mi palabra.
Dejo la casa que fue mía:
los jazmines, la siesta en sombra,
la parra fresca, la belleza.
Dejo la puerta abierta…
Entrad, mirad, buscad…
No queda lo que fui:
queda la jaula.

 

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