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MI FRACTAL POESÍA 5.0
Cinco años. Cinco ediciones de Fractal Poesía. Cinco años llenando de poesía (en todas sus vertientes) una ciudad como Albacete. Un festival que toda provincia debería tener. Porque Fractal Poesía no se mira el ombligo, fomenta algo que algunos tenemos como seña de identidad: el intercambio cultural; no hay mejor manera de nutrirse. Poesía disfrutada y compartida, mezclada con artes plásticas, cine, música, fotografía y escultura.
Cuando yo llegué ya se habían llevado a cabo la inauguración de la exposición ‘Misterios’ de Chema Arake y el taller impartido por Sergio Delicado. Y la lectura que dieron Javier Lorenzo Candel, leyendo poemas de ‘Juegos de construcción’ y ‘Manual para resistentes’, entre otros; y Matías Miguel Clemente, leyendo algunos de sus poemas en prosa de ‘Dreno’, recién publicado por La Bella Varsovia.
Pero es que también se habían llevado a cabo la lectura de Pedro Mateo ‒que acaba de publicar ‘Funeral Tropical’‒ y José Iván Suárez; y la presentación, la mañana del día que llegaba yo, de ‘Armonía en rebelión’, de José Alfonso Iglesias Huelga, libro ganador del III Premio de Poesía Festival Fractal.
Yo llegué a Fractal a la hora perfecta: la hora de la comida. Compartir alimento y bebida (sí, y tabaco, aunque sea políticamente incorrecto) es uno de los mejores métodos que conozco para entablar conversación. Allí estábamos Andrés García Cerdán, Matías Miguel Clemente, Javier Temprado, David Sarrión Galdón, Javier Sánchez Menéndez, Natxo Vidal Guardiola (con su inseparable José María Román y un par de acompañantes más) y un servidor.
Y a partir de ahí todo fue un no parar. La tarde comenzaba en el espacio artístico y social La Casa Vieja, uno de esos espacios que toda ciudad debería tener. Curioso, entrañable, arriesgado, dedicado a la cultura, a la sociabilización y unas cuantas cosas más.
Lugar con múltiples espacios como pueden ver en las fotos:
En La Casa Vieja, entre una exposición de José Enguídanos y otra a cargo de Rafael Picó y Marta Gómez, que llevaba por título ‘Memorablemente’, se vivieron los dos recitales de la tarde.
El primero fue el de María Moreno y Lucía Plaza. María Moreno acaba de publicar ‘The Woman Under The Mango Tree’, publicado por Polibea tras conseguir el Premio de Poesía Javier Lostalé, y en él se encuentran tanto una serie de inquietudes sociales como su personalísima visión sobre el Caribe, donde estuvo viviendo durante dos años. Lucía Plaza, por su parte, volvió a leer en Albacete poemas de su ‘Lonely Planet’ con un público absolutamente entregado.
Después le tocó el turno a Natxo Vidal Guardiola, acompañado de José María a la guitarra. Natxo leyó poemas de su ‘Ícaros desorientados’, que a veces José María sólo acompañaba y otras se convertían en canciones. Y para afrecer sus poemas en distintas voces, Natxo nos invitó a leer algunos poemas suyos a Javier Temprado, a Matías Miguel Clemente y a un servidor.
Las lecturas sirvieron para que uno se interesara por acercarse a esos libros, a intentar descubrir eso que se escapa en un recital. Porque esa fue una de las mejores cosas de la tarde, ver desde qué anécdotas habían creado algunos de los poemas.
En contra sólo hubo dos cosas. La primera fue que empezar con los autores de casa hace que en cuanto termina el recital de estos, parte del público desaparece, mostrando sólo cierto interés hacia los autores, no hacia la poesía. Y luego la temperatura, porque ese mismo día empezó a llegar el otoño en condiciones a Albacete; y es que aunque el entorno ayudara, el descenso progresivo de la temperatura hizo que se terminara deseando entrar en algún lugar cerrado.
Aun con todo esto último, repito: toda ciudad debería tener un lugar como La Casa Vieja, donde llevar a cabo eventos como el de esa tarde (sí, a pesar incluso del frío), porque muchos llegamos a Fractal Poesía con el anhelo de un calor que no tiene nada que ver con la temperatura y que se dio con creces en aquel espacio.
Después de reponer fuerzas, la noche explosionó en La Leche Militina. Se podría haber bautizado como ‘La noche Siltolá’, porque todo giró en torno a esta magnífica editorial sevillana, en cuyo catálogo se encuentran Isabel Bono, Julián Cañizares, Enrique Villagrasa, Carlos Martínez Aguirre o Kepa Murua, entre otros, en su colección de poesía.
Y digo que se podía haber llamado ‘La noche Siltolá’ porque en La Leche Militina se juntaron el poeta (y responsable de la editorial La Isla de Siltolá) Javier Sánchez Menéndez y tres autores albaceteños publicados en dicha editorial: León Molina, Rubén Martín y Javier Temprado. Todo esto acompañado por canciones propias y ajenas interpretadas por Diego Yturriaga.
Javier Sánchez Menéndez habló de su proyecto editorial y mostró parte de su quehacer poético (magníficos algunos de los poemas inéditos que recitó). León Molina provocó auténticas carcajadas de ingenio con sus aforismos, ámbito en el que se está convirtiendo en un auténtico maestro. Rubén Martín leyó textos de su ‘Arquitectura o sueño’, colección de poemas en prosa de una serenidad, una profundidad y una belleza exquisitas. Y Javier Temprado leyó algunos poemas de su magnífico ‘Los vértices del tiempo’, así como unos deslumbrantes poemas inéditos (no le pierdan la pista, aviso).
El único problema del local fue que, debido a la inmensa cantidad de gente que asistió al recital, muchos se quedaron fuera del espacio habilitado para el mismo (gente quedándose fuera del lugar de un recital, sí, créanselo) y el ruido que subía del piso inferior, el piso donde el negocio funcionaba, dificultaba excesivamente a quienes se habían quedado fuera escuchar a los poetas. Dentro de eso, sigo repitiendo que lo bueno ‒además, claro está, de la presencia de los propios poetas‒ es la cantidad de gente que asistió al recital.
Y luego, pues ya saben, a tomarse algo, que estas cosas dan mucha sed. Y unos dulces típicos.
Esa tarde/noche me dieron una noticia de esas que me persiguen últimamente (ya les he dicho aquí en el blog que el libro me está dando una mezcla más que contradictoria de sensaciones). Después de que los editores de Balduque anunciaran que no iban a ir a Fractal, los responsables de la revista La Galla Ciencia, que iban a ser los encargados de presentar la editorial y de llevar ejemplares de mi libro para la lectura que iba a dar el domingo, mandaron un mensaje diciendo que se habían puesto enfermos. Lo dicho, que la noche antes del recital que tenía que dar, me encontraba sin mis editores y casi sin ejemplares del libro que iba a presentar. Así que esa noche dormí con Jimmy, que me protegió de los demonios de la noche.
La mañana del domingo, después de desayunar y disfrutar con Andrés García Cerdán de una mañana de rock and roll entre Surfin’ Bichos y Los Enemigos nos fuimos a recorrer un poco Albacete y a acompañar el recorrido con unas cervecitas. Y casualidad de casualidades, se nos ocurre acercarnos al café El Sur, donde yo leería por la tarde, y nos encontramos allí con Óscar Aguado e Hipólito García «Bolo», que leerían en La Leche Militina a última hora de la tarde, así que nos juntamos con ellos y cayeron las cervezas que tenían que caer y nos fuimos los cuatro a comer juntos. Y creo que así deberían ser las comidas. Divertidas, ingeniosas, serias, mordaces, salpicadas de música y literatura, y con alguna carcajada.
Y el camino al café El Sur salpicado del ingenio que hay en cualquier ciudad.
Poco antes de las cinco de la tarde estábamos en El Sur. Como de todos los que teníamos que estar allí, el único asistente era yo, me propusieron compartir la lectura con David Sarrión, lo que me pareció sencillamente un placer. Así que, tras una presentación hecha por parte de Andrés García Cerdán que nunca le podré agradecer los suficiente, David comenzó con su ‘Breve teoría del desastre’ y fuimos intercalando poemas suyos con versos de mi ‘Cantando en voz baja’.
Nada que añadir aparte de que el lugar es un lujo, que el trato fue exquisito, que el público fue envidiable (de esos que uno quisiera tener en cualquier recital) y que compartir lectura con David Sarrión fue una de las sorpresas más agradables que he tenido en mi relación con la literatura.
Y en cuanto terminamos el evento, otra vez a La Leche Militina, donde se llevaba a cabo el último evento del fin de semana, una lectura compartida entre Andrés García Cerdán (que presentaba ‘Barbarie’), Óscar Aguado (leyendo poemas de su nuevo libro ‘El falso llano’) y «Bolo» (presentando su libro ‘El charro roto de Jorge Negrete’). Y otra vez una asistencia de público envidiable, y el humanismo ocupando aquel espacio. Y uno, que tenía billete de vuelta ya sacado, sólo pudo asistir a los primeros minutos del evento.
No sé, después del torrente de palabras de ese día y medio en Albacete ahora no tengo palabras para expresar la cantidad de sensaciones que me traigo de allí. Como si hubiera vuelto con las pilas puestas. Como si me hubiera enamorado del mundo otra vez. Dos años sin ir a Fractal han ayudado a ver la evolución del mismo. Ver cómo han aumentado en seriedad, en profesionalidad a la hora de plantearse el festival; ver cómo todos los integrantes de Fractal se implican de la misma manera, que nadie sobresale por encima de nadie; ver la cantidad de gente que se implica de manera más o menos indirecta con la organización y con la realización de cada evento es absolutamente envidiable. Y, por supuesto, ver cómo las administraciones públicas no se enteran de la mitad de las cosas que ocurren a su alrededor y cómo los medios tradicionales de comunicación vuelven a centrarse en lo más casposo y a obviar casi por completo los eventos de mayor calado hace que querer a Fractal Poesía sea lo más natural del mundo.
Gracias por el regalo de volver a contar conmigo. Ojalá os lo pueda devolver más pronto que tarde.
P.D. Dos reseñas sobre lo que ha ocurrido en este Fractal Poesía 5.0. Una de Antonio Rodríguez y otra de Andrés García Cerdán.
LOUISE GLÜCK
DE UN DIARIO
Tuve un amante una vez,
dos veces tuve un amante,
fácilmente tres veces amé.
Y entre medio
mi corazón se reconstruyó perfectamente
como una lombriz.
Y también mis sueños se reconstruyeron.
Al cabo de un tiempo, advertí que mi vida
era completamente idiota.
Idiota, malgastada…
Y un poco más tarde, tú y yo
empezamos a escribirnos, inventando
una forma completamente nueva.
¡Profunda intimidad a larga distancia!
Keats a Fanny Brawne, Dante a Beatriz…
No se puede inventar
una nueva forma para
un viejo personaje. Las cartas que envié siguieron siendo
inmaculadamente irónicas, distantes
aunque directas. Mientras tanto, escribía
cartas diferentes en mi cabeza,
algunas de las cuales se convirtieron en poemas.
¡Tanto sentimiento auténtico!
¡Tantas intensas declaraciones
de añoranza apasionada!
Amé una vez, amé dos veces
y de repente
la forma se derrumbó: fui
incapaz de sostener la ignorancia.
Qué triste haberte perdido, haber perdido
toda oportunidad de conocerte de verdad
o de recordarte en el tiempo
como una persona real, como alguien a quien
hubiera podido llegar a unirme estrechamente, tal vez
el hermano que nunca tuve.
Y qué triste pensar
en morir antes de descubrir
nada. Y advertir
qué ignorantes somos casi todo el tiempo,
viendo las cosas
solamente desde la propia ventaja, como un francotirador.
Y hubo tantas cosas
que nunca llegué a decirte sobre mí,
cosas que te podrían haber hecho cambiar de opinión.
Y la foto que nunca te envié, tomada
la noche en que me veía casi espléndida.
Quería que te enamoraras. Pero la flecha
seguía chocando contra el espejo y volviendo a mí.
Y las cartas siguieron dividiéndose
y ninguna de sus mitades era totalmente verdadera.
Y tristemente, nunca te imaginaste
nada de esto, aunque siempre respondías
con tanta prontitud, siempre la misma carta elusiva.
Amé una vez, amé dos veces,
y aunque en nuestro caso
las cosas nunca pasaron a mayores
fue bueno haberlo intentado.
Y, por supuesto, aún tengo las cartas.
Alguna vez me tomaré unos años
para releerlas en el jardín,
con un vaso de té helado.
Y a veces me siento parte de algo
muy grande, profundísimo y ubicuo.
Amé una vez, amé dos veces,
fácilmente tres veces amé.
EL BALCÓN
Era una noche como ésta, al final del verano.
Habíamos alquilado, lo recuerdo, un cuarto con balcón.
¿Cuántos días y noches? Cinco, tal vez… no más.
Hasta cuando no nos tocábamos estábamos haciendo el amor.
Salíamos a nuestro pequeño balcón en la noche de verano.
Y lejos, en algún lugar, los sonidos de la vida humana.
Éramos monarcas que pronto serían coronados,
con la mejor disposición hacia nuestros súbditos. Debajo,
el sonido de una radio, un aria que entonces no conocíamos.
Alguien muriendo de amor. Alguien a quien el tiempo le había quitado
la única felicidad, que había quedado sola,
empobrecida, sin belleza.
Las arrobadoras notas de un dolor insoportable, de aislamiento y terror,
las lentas frases de la melodía ascendente, figuras casi imposibles de sostener,
flotaban sobre el agua negra
como un éxtasis.
Un error tan pequeño. Y muchos años más tarde,
lo único que quedó de esa noche, de las horas en esa habitación.
EROS
Había acercado la silla a la ventana del hotel, para mirar la lluvia.
Estaba en una suerte de sueño o trance…
enamorada, y sin embargo
nada quería.
Tocarte parecía innecesario, volver a verte.
Sólo quería esto:
la habitación, la silla, el sonido de la lluvia al caer,
hora tras hora, en la tibieza de la noche de primavera.
No necesitaba nada más; estaba completamente saciada.
Mi corazón se había vuelto pequeño, se colmaba con muy poco.
Miré la lluvia que caía en una densa cortina sobre la ciudad oscurecida…
Nada de esto te concernía: podía dejarte vivir
tal como necesitaras vivir.
Al amanecer cesó la lluvia. Hice las cosas
que se hacen de día, me puse en movimiento,
pero como una sonámbula.
Había bastado y ya no era cosa tuya.
Unos pocos días en una ciudad desconocida.
Una conversación, el roce de una mano.
Y después, me quité mi alianza de matrimonio.
Eso era lo que quería: estar desnuda.
EL ARDID
Se sentaban muy separados
deliberadamente, para experimentar, a diario,
el placer de verse mutuamente
a gran distancia. Entendían
instintivamente que la pasión erótica
crece con la distancia, ya sea
real (uno es casado, uno
ya no ama al otro) o
espuria, engañosa, un ardid
que remeda la subordinación
de la pasión a las convenciones sociales,
pero un ardid, que no demostraba
el poder de las convenciones sino más bien
el poder de eros para aniquilar
la realidad objetiva. El mundo, el tiempo, la distancia
agostándose como un campo seco ante
el fuego de la mirada…
Nunca antes. Nunca con nadie más.
Y después los ojos, las manos.
Experimentados como una gloria, como consagración…
Dulce. Y después de tantos años,
absolutamente imposible de imaginar.
Nunca antes. Nunca con nadie más.
Y después todo el asunto
repetido exactamente con otra persona.
Hasta que finalmente resultó obvio
que la única constante
era la distancia, sierva de la necesidad.
Que era usada para alimentar
el fuego, cualquiera haya sido, que ardía en cada uno de nosotros.
Los ojos, las manos… eran menos importantes
que lo que creíamos. Finalmente,
bastaba la distancia, por sí misma.
NOCHE DE VERANO
Metódicamente, por el hábito de muchos años, mi corazón sigue latiendo.
De noche, cuando me despierto, lo escucho por encima del leve zumbido del aire acondicionado.
Como solía escucharlo por encima del corazón del amado, o
de sus diversos corazones, ya que fueron varios.
Y mientras late, sigue estimulando una emoción ridícula.
¡Tantas cartas apasionadas que nunca se enviaron!
Tantos viajes urgentes concebidos en noches de verano,
visitas sorpresivas a hombres que eran casi perfectos desconocidos.
Los billetes que nunca se compraron, las cartas nunca despachadas.
Y el orgullo a salvo. Y la vida, en cierto sentido, jamás vivida por completo.
Y el arte siempre en riesgo de volverse repetitivo.
¿Por qué no? ¿Por qué no? ¿Por qué mis poemas no deberían imitar mi vida?
Cuya enseñanza no es la apoteosis sino la serie, cuyo significado
no radica en el gesto sino en la inercia, la ensoñación.
El deseo, la soledad, el viento sobre el almendro en flor…
con seguridad esos son los grandes temas, inagotables,
a los que mis predecesores sirvieron como aprendices.
Los escucho como un eco en mi propio corazón, disfrazados de convencionalismo.
Bálsamo de la noche de verano, bálsamo de lo normal,
majestuosa dicha y pena de la existencia humana,
lo soñado y también lo vivido…
¿qué podría ser más caro que esto, dada la cercanía de la muerte?
Glück, Louise. Las siete edades (Trad. Mirta Rosenberg). Valencia; Ed. Pre-textos, 2011.
LAS SIETE EDADES
RAYO DE LUNA
Se alzó la niebla con un sonido ahogado. Como un golpe seco.
Que era el latido del corazón. Y se alzó el sol, diluido por un rato.
Y después de lo que parecieron años, volvió a hundirse
y la penumbra bañó la orilla y se hizo más profunda.
Y de la nada salieron los amantes,
gente que aún tenía cuerpo y corazón. Que aún tenía
brazos, piernas, boca, aunque de día fueran
amas de casa y empresarios.
La misma noche produjo también gente como nosotros.
Eres como yo, te guste o no.
Insatisfecho, meticuloso. Y tu hambre no es hambre de experiencia
sino de comprensión, como si se pudiera comprender en abstracto.
Entonces otra vez amanece y el mundo vuelve a ser normal.
Los amantes se arreglan el cabello, la luna reanuda su fútil existencia.
Y la playa es otra vez de misteriosos pájaros
que pronto aparecerán en los sellos postales.
Pero, ¿qué hay de nuestra memoria, la memoria de los que dependen de imágenes?
¿No sirve de nada?
Se alzó la niebla, borrando toda prueba de amor.
Sin la cual sólo tenemos el espejo, tú y yo.
JUVENTUD
Mi hermana y yo en los dos extremos del sofá,
leyendo (supongo) novelas inglesas.
La televisión encendida; diversos libros escolares abiertos,
o marcados en ciertos sitios con hojas de cuaderno.
Euclides, Pitágoras. Como si hubiéramos explorado
los orígenes del pensamiento y preferido las novelas.
Tristes sonidos de nosotras, creciendo…
una penumbra de violonchelos. Ni rastro
de una flauta, de un piccolo. Y entonces parecía
casi imposible concebir que algo de eso
fuera a cambiar o fuera maleable.
Tristes sonidos. Anécdotas
que eran en realidad naturalezas muertas.
Las páginas de las novelas que van pasando;
los dos perros que roncan suavemente.
Y desde la cocina,
los sonidos de nuestra madre,
olor a romero, a cordero que se asa.
Un mundo en proceso
de cambio, de construcción o desaparición,
y sin embargo no era así como vivíamos;
todos vivíamos nuestras vidas
como la simultánea promulgación ritualizada
de un gran principio, algo
sentido sin entender.
Y los comentarios que hacíamos
eran como parlamentos de teatro,
dichos con convicción pero no por decisión propia.
Un principio, un aterrador mandato familiar
que implicaba oponerse al cambio, a la variación,
un rechazo incluso a hacer preguntas…
Ahora ese mundo empieza
a cambiar y a girar a nuestro alrededor, sólo ahora
que ya no existe más.
Se ha convertido en el presente: interminable y sin forma.
REUNIÓN
Descubren, después de veinte años, que se agradan mutuamente,
a pesar de las enormes diferencias (uno psiquiatra, uno funcionario municipal),
diferencias que podrían haber sido, que fueron, predecibles:
diferencias de gustos, inclinaciones y, ahora, de riqueza
(uno literario, uno absolutamente práctico y sin embargo
deliciosamente irónico; las dos esposas cordiales y con mutua curiosidad).
Y este descubrimiento es, también, descubrimiento del yo, de nuevas capacidades:
son, en esta conversación, como los grandes sabios,
los filósofos que solían leer (nunca juntos), hombres
de logros en el mundo y de sabiduría, hablando
con todo el encanto y la efervescencia y la franqueza entusiasta
que hacen tan injustamente famosa a la juventud. Y a eso se ha añadido
una vasta tolerancia y generosidad, un alejamiento de cualquier clase de desdén o de recelo.
Es un placer, ahora, hablar de la manera en que sus vidas
se han desarrollado, semejantes en algunos aspectos, en otros
profundamente diferentes (aunque cada una con su núcleo de dolor,
manifiesto o implícito): hablar de la diferencia ahora,
hablar de todo lo que fue, antes, parte
de una suerte de terror al acecho, es hacer valer su derecho a un tema. En tanto
el tema crece y engendra diálogo, provoca en ellos (dada su grandeza)
una amabilidad y buena voluntad que ninguno hasta entonces
parecía poseer. El tiempo ha sido bueno con ellos, y ahora
pueden reunirse a hablar de eso, por así decirlo, desde adentro,
cosa que, antes, no habrían podido hacer.
CUMPLEAÑOS
Parece mentira, pero puedo mirar atrás
y ver cincuenta años. Y allí, al final de la mirada,
un ser humano ya completamente reconocible,
las manos apretadas en el regazo, los ojos
clavados en el futuro con la mezcla
de terror y desesperanza de alguien que espera su aniquilación.
Completamente familiar aunque todavía, por supuesto, muy joven.
Mirando ciegamente hacia adelante, con la expresión de alguien que clava los ojos en la más completa oscuridad.
Y pensando: algo que significaba, lo recuerdo, los esfuerzos de la mente
por impedir el cambio.
Familiar, reconocible, pero más profundamente sola, más abatida.
En su opinión, no cumple con la definición
de niña, una persona que puede esperarlo todo del futuro.
Eso es lo que aparentan los otros; eso es, por lo tanto, lo que son.
Constantemente amistosos
con la cámara, muchos de ellos sonríen realmente,
con verdadera convicción…
Recuerdo esa edad. Plagada de inseguridades, de disgusto por sí misma,
y al mismo tiempo inundada
de desprecio hacia lo común y corriente; eternamente
relegada a la soledad, al oscuro solaz de la percepción, a un futuro
completamente dominado por lo trágico, en el que la inmensa voluntad de vivir
sólo es algo a rechazar…
Ese es el problema del silencio:
una no puede poner a prueba sus ideas.
Por que no son ideas, son la verdad.
Todas las defensas, la rigidez espiritual, la insistencia
en desenmascarar lo cotidiano para revelar lo trágico,
eran en realidad inocencia del mundo.
Es decir de lo parcial, lo cambiante, lo mudable…
todo eso que el absoluto excluye. Me senté a oscuras, en la sala.
El cumpleaños había terminado. Pensaba, naturalmente, en el tiempo.
Recuerdo cómo, casi en el mismo instante,
mi corazón daba un brinco, exultante, y caía
en la desolación y la angustia. El brinco exultante ‒la mitad sin importancia‒
era la felicidad; eso era lo que significaba la palabra.
DURAZNO MADURO
xxx1
En una época,
sólo la certeza me daba
alegría. Imagínense…
la certeza, una cosa muerta…
xxx2
Y después el mundo,
la experimentación.
La boca obscena
famélica de amor…
es como el amor:
la abrupta, dura
certeza del final.
xxx3
En el centro de la mente,
el duro carozo,
la conclusión. Como si
la fruta misma
nunca existiera, sólo
el fin, el punto
a mitad de camino entre
la expectativa y la nostalgia…
xxx4
Tanto miedo.
Tanto terror del mundo físico.
La mente frenética
protegiendo el cuerpo de
lo pasajero, lo provisorio,
el cuerpo dándole batalla…
xxx5
Un durazno sobre la mesa de la cocina.
Una réplica. Es la tierra,
la misma
dulzura que se pierde
alrededor del contorno de la piedra,
y como la tierra
a nuestro alcance…
xxx6
Una ocasión
para la felicidad: no podemos
poseer la tierra
sólo experimentarla. Y ahora
la sensación: la mente
silenciada por la fruta…
xxx7
No están
reconciliados. El cuerpo
aquí, la mente
aparte, no
un guardián tan sólo:
tiene sus propias alegrías.
Es el cielo nocturno,
las estrellas más intensas son sus
inmaculadas distinciones…
xxx8
¿Puede sobrevivir? Acaso hay luz
que sobreviva al final
en el que el impulso de la mente
sigue viviendo: el pensamiento
volando por el cuarto,
sobre el cuenco de fruta…
xxx9
Cincuenta años. El cielo nocturno
colmado de estrellas fugaces.
Luz, música
a lo lejos… Debo de estar
casi muerta. Debo de ser
piedra, dado que la tierra
me circunda…
xxx10
Había
un durazno en una canasta de mimbre.
Había un cuenco de fruta.
Cincuenta años. Tan larga caminata
desde la puerta hasta la mesa.
MEMORIA
Nací prudente, bajo el signo de Tauro.
Crecí en una isla, próspera,
en la segunda mitad del siglo veinte;
la sombra del Holocausto
apenas nos rozó.
Tuve una filosofía del amor, una filosofía
de la religión, ambas basadas
en mis primeras experiencias de familia.
Y si cuando escribí sólo usé unas pocas palabras
fue porque el tiempo siempre me pareció corto,
como si pudieran arrancármelo
en cualquier momento.
Y mi historia, de todos modos, no era única
aunque, como todo el mundo, tenía una historia,
un punto de vista.
Unas pocas palabras fueron todo lo que necesité:
nutrir, sostener, atacar.
Glück, Louise. Las siete edades (Trad. Mirta Rosenberg). Valencia; Ed. Pre-textos, 2011.
DESPUÉS DE LA PRESENTACIÓN DE ‘ANFITRIONES DE UNA DERROTA INFINITA’ EN MURCIA
Pues eso, que ayer tarde nos juntamos en la FNAC de Murcia para presentar el nuevo libro de Joaquín Juan Penalva, ‘Anfitriones de una derrota infinita’, y para mí fue un absoluto placer compartir la mesa con él y con Luis Bagué.
Dibujé una pequeña trayectoria del autor que decía más o menos: «No estamos aquí por el Joaquín Juan persona (que también), estamos aquí por el poeta, puesto que estamos en la presentación de su nuevo libro: ‘Anfitriones de una derrota infinita’, título bastante esclarecedor del poeta que tengo a mi lado. Pero vayamos por partes.
Hace ya una década que conocí a este poeta, cuando con Luis Bagué vinieron a presentar el libro que ambos habían escrito y que fue merecedor del accésit del V Premio de Poesía ‘Dionisia García’ de la Universidad de Murcia.
Aunque su poesía bebe de todas las artes, el cine comienza siendo su principal fuente de inspiración. De hecho, la cita que abría aquel libro, perteneciente a José María Álvarez, y que aún influye en la escritura de Joaquín Juan Penalva, decía: “He visto muchas cosas en mi vida/ Algunas increíbles y magníficas/ Pero ninguna tan hermosa/ Tan fabulosamente grande y loca/ Como esta insólita aventura/ Del cinematógrafo.”
Pero es que para llegar ahí, nosotros aún deberíamos dar un paso más atrás, justo para ver ‘El último vuelo del halcón milenario’, para certificar que Hans Solo y la Princesa Leia han envejecido; que Chewbacca es una atracción de feria para los comerciantes de Tatooine; que George Lucas, como antes Leone, Spielberg y Scorsese, escribe su versión del Nuevo Testamento. En ese último vuelo del halcón milenario escuchamos a Yoda espetarle al Emperador: “Podrá dioses no haber…,pero siempre habrá Olimpo”, y contemplar cómo éste le replica: “Tus palabras son aire y van al aire, tus victorias humo y van a la ceniza”. Qué mala cosa es haber hecho un decorado demasiado pequeño mientras una sombra recorre Gotham City y se desvanece en los cráteres lejanos de Kriptón. Éste es el camino que conduce a Oz; más allá sólo existen los sueños.
Alguien se despierta y bosteza; comprueba con horror que no hay pasta de dientes y que han cortado el agua por impago. No le queda dinero para la hipoteca y lo único que llegan son facturas. “Perra profesión la de poeta”. Sin embargo -llámenlo giro inesperado de los acontecimientos-, el poeta acaba de ver la luz: en los anaqueles de la biblioteca, un antiguo futurista ruso sonríe con barbas proféticas: “Creo en la Fuerza Todopoderosa. Creo en los Jedis de la Antigua República. Creo en las irisaciones de una espada de luz. Creo que el Imperio es aburrido y derrelicto, y Palpatine, su Sumo Pontífice, un sátrapa irredento. Creo en Darth Vader y su único hijo varón, que camina sobre los cielos y, en tiempos de Han Solo, descendió a los infiernos y robó el Fuego Oscuro. Creo en el Reverso Tenebroso, señor y dador de dudas, de todo lo eterno y lo inmutable, de todo lo perdido en el hiperespacio. Creo que debe existir una nueva esperanza y que siempre nos quedará la galaxia. Ave, Skywalker, los que van a navegar te saludan”.
Es esta lectura la que le hace desenfundar la capucha mordida de su bic, que aterriza sobre la superficie de una página en blanco: “¡Más cuartillas, que es la guerra!”. El Halcón Milenario remonta su vuelo y en este viaje todos los pasajeros muestran su tarjeta de embarque. Encontramos, entre otros, a Ed Wood y a Antoine Doinel, a Christopher Lee y a Spiderman, a Morfeo, a Ennio Morricone, al Corto Maltese, a Jackie Chan, a Marilyn, a los hermanos Coen, al Joker, a Walt Disney… La nave va surcando el celuloide: Casablanca, la Torre de Londres, Matrix… Sobre el papel se cierne el rastro de una estela perpetua al que da igual qué nombre darle: ‘Una habitación con vistas’, ‘Las vírgenes suicidas’, ‘Acordes y desacuerdos’… Más aún, da igual en qué movimiento categorizarlo, da igual si es cine negro o ciencia ficción, si es cine de terror, dogma o nouvelle vague, porque el poeta, con las manos manchadas de tinta, barba de tres días y el cabello despeinado, asiste de incógnito a un brindis privado entre Frankenstein y King Kong, entre Peter Pan y Caperucita Roja, entre Moriarty y Poirot: “He aquí la vida, quien la probó lo sabe”. Y todo esto ocurre en mitad de Babilonia, mon amour, mientras suena de fondo Charlie Parker.
Y es en esta Babilonia donde, con Luis Rosales, sabemos que jamás nos hemos equivocado en nada, salvo en las cosas que más queríamos y hallamos la tristeza de los sabios (el título del segundo libro de este poeta que les estoy presentando). Esa tristeza conoce a la vez el lugar que eligen los gatos para la hora de su muerte y la mucha intimidad que se comparte en una suite nupcial. A los que no poseemos la tristeza de los sabios, esa que procede de haber leído todos los libros, lo que nos queda es ir dejando marcas de los leves pasos que vamos dando mientras Hitchcock nos muestra unos personajes como una galería de fantasmas y la banda sonora de Vangelis ayuda a Vidocq a darle su verdadero nombre a Belle de Jour.
Es en este ‘La tristeza de los sabios’ donde Karmelo Iribarren nos recuerda que ‘Ser libre/ no es igual que ser feliz’ y a raíz de él, Luis Bagué nos explica que “al hablar de películas, lecturas o videojuegos, [Joaquín Juan] no deja de hablar de sí mismo. Utiliza elementos de la mitología popular para hacerlos trascender a la propia experiencia.”
Y llegamos al tercero de los pasos que ha dado Joaquín Juan (literariamente hablando, entiéndanme): hace dos años publicó con la editorial ‘Frutos del tiempo’ el libro hiberna, hibernorum; un libro con un magnífico y sorprendente proemio de Luis Bagué. Aquí el poeta vuelve a mostrarnos su galería de obsesiones; valga como ejemplo una de las citas con las que abre el libro: dice Mel Brooks: “No pueden bailar como Fred Astaire,/ pero pueden soñar que bailan/ con Ginger Rogers como Fred Astaire”. Otra vez el imaginario mitológico popular, pero esta vez aparecen ligeras diferencias con respecto a sus dos libros anteriores, porque su vena filológica disecciona términos de manera poética hasta su raíz; así: “El vocablo rival/ deriva de un antiguo/ adjetivo latino/ que, etimológicamente,/ procedía de la voz riuus,/ acequia, canal, río,/ arroyo, corriente, caudal;/ al principio, un riualis/ era aquel con quien se compartía/ el canal de riego […] Y yo me pregunto,/ ¿acaso no somos todos/ rivales?,/ ¿no compartimos todos/ el mismo río de la vida,/ este ancho mar repleto/ de naufragios,/ de sueños rotos,/ de derrotas infinitas?” Lo que nos lleva a la -creo yo- otra gran diferencia con sus anteriores libros: la profundidad de la visión derrotista (o desesperanzada) que se deja entrever ya en varios versos, visión realista la llamarían otros. Aparece ya en este libro esa sensación de desasosiego similar a la de esas noches en las que todo parece tranquilo…hasta que llega la mañana, o al que se siente frente a esos poemas en los que se vierte “lo que ya no sirve/ más que como lastre.”, esa manera de convertir las derrotas en poemas.
Joaquín Juan ya muestra en este hiberna, hibernorum su historia personal de la lectura, pero con el tono que comentaba hace un momento recuerda el tiempo en el que le gustaba leer sin más, porque sí, para nada… -ese placer- Sin embargo, cuando está escribiendo el libro, el poeta nos cuenta que ya no recordaba aquellos días, perdidos entre las reseñas, los informes, las pruebas de imprenta y los artículos inacabados. Pero no crean que todo queda ahí, porque aparecen destellos de un magnífico humor ácido, como cuando el poeta escribe: “Un profesor de ESO/ es como un actor/ de monólogos/ en función continua,/ pero, a diferencia/ del público del actor/ de monólogos,/ el del profesor/ no ha elegido/ estar allí.” (logse).
Contra el tono pesimista del libro: “algo va mal/ en mi vida,/ y creo que soy yo.” llega a escribir, el poeta sabe que nos bastan paraísos modestos y en uno de esos paraísos busca su asidero para participar de la felicidad. En el epicentro de ese asidero están, por ejemplo, sus hijos; sus hijos, risueños y sonrientes, son los que inauguran el día. El progreso de sus hijos, su curiosidad permanente, su sorpresa constante, son el mejor antídoto contra los versos que cierran este tercer libro: “Al final,/ ¿habrá algo de todo esto/ que nos haga pensar/ que ha valido la pena? [son magníficos los cierres de todos sus libros]
Ese libro anticipaba el que estamos presentando hoy. Si no ¿cómo explicar esta cita, entre las que abren el libro, de Borges: “La derrota tiene una dignidad/ que la ruidosa victoria no merece.”. Entre los poemas de este ‘Anfitriones de una derrota infinita’ descubrimos que lo elemental no está reñido con las reflexiones de tipo filosófico. Aquí Joaquín Juan, ya dije que su anterior libro ponía muchas de las bases de éste, escribe sobre la frustración, sobre la frustración creadora y aquella que se vive siendo un tipo normal que intenta hacer realidad sus sueños. Sólo una cierta distancia consigue que a través de la poesía el poeta pueda sacar alguna lección de esos reveses que nos sacuden a todos.
La casi nula ornamentación adjetival nos muestra a un poeta sencillo inmerso en la preocupación del tiempo que se le/nos escapa. Al fracaso de no poder retener el tiempo (y a alguno más) le pone Joaquín Juan un frontispicio de versos de Ramón Bascuñana: “Por eso este poema,/ donde doy fe de todas mis derrotas”. Pérdida, desastre, fracaso…todo un vocabulario del acabamiento general (un motín tendrá como resultado una alfombra de cadáveres señalando el camino hacia el lugar que “tienen asignado” los dirigentes) o personal (uno deja de ser uno mismo cuando ha renunciado ya a todos los sueños, o cuando el tiempo ha arrasado al que fuimos). Las imágenes que van apareciendo a lo largo del libro son ruinas de una arquitectura sentimental que tienen como referente un cementerio de vagones de tren, o de una guerra que será una nueva derrota, otra batalla perdida. Y así, aunque sepamos que siempre quedará otra batalla que perder, el poeta nos recuerda que a veces el monólogo de un loco puede ser el camino más directo hacia la verdad.
Pero, aunque en dosis más pequeñas que en sus libros anteriores, aún surge algún destello que nos hace plantearnos la importancia de la palabra: “La vida enseña/ (…) que una carta puede/ cambiarlo todo.” O nos topamos con la ironía en su punto más álgido cuando el autor amenaza con que “pronto Venecia tendrá/ su Calatrava”.
Ya les dejo con el poeta, a eso han venido. Y si quiere, que les lea los dos poemas con los que cierra este ‘Anfitriones de una derrota infinita’. Es otra de las cosas que destacaría de él, la potencia con la que cierra sus libros.»
Y aquí tienen algunas fotos del evento.
PRESENTACIÓN DE ‘ANFITRIONES DE UNA DERROTA INFINITA’ EN MURCIA
Pues eso. Que esta tarde se presenta ‘Anfitriones de una derrota infinita’ en la FNAC de Murcia y que, acompañando a Joaquín Juan Penalva, estaremos Luis Bagué y un servidor. Ya saben: si quieren, nos vemos allí.
MARCA BLANCA
NI altezas ni hacendados
pero cuidado con nosotros:
somos la marca blanca
entre tanto poeta consagrado
y a poco que nos dejen
vamos a reventarlo todo.
Vidal, Natxo. Ícaros desorientados. Murcia; Ed. Raspabook, 2015.
LOS REGALOS DE LOS AMIGOS (XXXVIII)
CAMINO A FRACTAL POESÍA 5.0
A uno le da por donde menos se lo espera. A mí me dio ayer por fotografiar con el móvil el cielo durante varios momentos del trayecto Murcia-Albacete. En serio, la semana que viene les cuento cómo está yendo la parte de Fractal Poesía que estoy viviendo.
FRACTAL POESÍA 5.0
Cinco ediciones ya de Fractal Poesía, ese oasis poético en Albacete que lleva cinco ediciones sin ningún tipo de ayuda pública.
Sí, han vuelto a invitarme. A la vuelta les cuento.
LOS REGALOS DE LOS AMIGOS (XXXVII)
Hace un par de semanas se presentaba en Murcia la nueva novela de Javier Moreno y otra vez (gracias, gracias, gracias…) Javier ha tenido a bien regalarme un ejemplar.
Con el maravilloso comienzo que tiene la novela, sé que pronto subiré algún extracto aquí.
HABLA CON MEDUSAS
Hace también un mes, más o menos, se presentaba públicamente ‘Habla con medusas’, el nuevo libro de José Daniel Espejo.
El libro es una recopilación de los textos que ha ido publicando en el espacio que tiene en La Galla Ciencia.
De los textos que aparecen en el libro les dejo aquí el enlace en el que un servidor, junto a Cristina Morano, formamos parte del comienzo de la historia sobre la que habla José Daniel. Sobre antólogos caraduras y demás timos.
Por cierto, si están interesados en el libro, han de saber que la edición se agotó la noche de la presentación. De hecho, se hizo una pequeña reedición para los que no pudimos conseguir el libro aquella noche y es más que probable que no se reedite más. Así que es un lujo tener este ‘Habla con medusas’ en casa.
LOS HIJOS DE ULISES (de Ángel Manuel Gómez Espada)
Hace algo más de un mes se presentaba en Murcia ‘Los hijos de Ulises’, de Ángel Manuel Gómez Espada.
Dice Pilar Adón en el prólogo del libro que ‘Los hijos de Ulises’ es un poemario de esta época, del aquí y el ahora, en el que cada verso es un reflejo del atropello y la indefensión que salpican el paisaje de seres perdidos que lo recorren. Un poemario que es el fruto maduro de un tiempo de sometimientos pero también de rebeliones. De reveses y de descubrimientos. De aplastamientos y de reinvenciones. Que alza la voz para reclamar lo prometido. Para protestar y reivindicar lo que nos fue ofrecido años atrás a cambio de empeño, de sacrificios y renuncias, aunciando que ya se recorrió ese sendero, el del esfuerzo, pero que la recompensa anunciada no ha llegado.
Añade que en el libro nos podemos encontrar con una visión que se recrea en los escenarios de la realidad y que se ve impulsada por ellos, por la cotidianidad más cercana, matizada por la enérgica voz de una queja que surge de lo más profundo. De lo más visceral. Y que nos recuerda que estamos en la hora de llorar. En la hora de mentir a los padres para que no sufran por los infortunios de sus hijos. En la hora de la precariedad. La hora del desengaño.
Si esto no les pareciera suficiente, aquí tienen lo que publicó José Daniel Espejo sobre el libro.
La presentación del libro fue uno de esos acontecimientos a los que, si uno está interesado en la poesía, no debería faltar.
Y aquí dejo algunos poemas del libro.
LAS NIETAS DE LAS COSTURERAS
Como solo ellos saben hacerlo, nos fueron usurpando cualquier poder.
Con la misma pauta que cuando aprenden a pedirnos la sal con un golpe de mirada seco.
Nos taparon la boca, de nuevo.
Eran los tiempos nuevos, había que plegarse.
Cedimos.
Siempre acabamos cediendo para sostener el equilibrio del Mundo.
Cedimos para que no se fuera todo al carajo.
A su manera, nos castigaron por habernos atrevido a quitarnos el velo.
Nos castigaban por empuñar las palabras como antaño ellos empuñaron las cimitarras.
O las espadas.
O las ballestas.
O el arco.
O la piedra afilada.
Por la noche, Penélope nos leía historias ancestrales.
Nos enseñaba el arte de la costura, la estrategia del paciente.
Mientras nos íbamos limpiando la sangre.
Mientras mirábamos cómo cauterizaban las heridas.
No era para tanto.
Morderse los labios un poco más fuerte y ya.
Era lo primero que nos enseñaban nuestras abuelas.
A cantar mientras cosías.
A cantar mientras llorabas.
A cantar mientras sangrabas.
La Historia de la Humanidad se sostiene por los cantos de las nietas de las costureras.
Si todo esto sigue en pie, al fin y al cabo, es porque nosotras aprendimos a coser.
Por mucho que les duela.
Por mucho que nos duela.
CURRÍCULUM VITAE
Tres másteres.
Dos en lenguas eslavas y uno en psicología criminalística.
Un doctorado en Teoría de la Lengua.
Dos licenciaturas.
Cinco idiomas con fluidez.
Doce artículos en publicaciones internacionales especializadas.
Simposios por toda el ala oeste de la geografía nacional.
Ponencias y congresos en tres continentes.
En definitiva, mano de obra barata.
Cambiar de país cada tres o cuatro años para probar fortuna.
Mentiras a la familia cada vez que te llama.
Todo va perfectamente, mamá.
Ya sabes, papá, de aquí para allá, como un tunante.
Soy culo de mal asiento, siempre me lo habéis dicho.
No, mamá, me las apaño.
No me hace falta dinero.
Recordad que sé decir bigmac, chips y coca-cola en cinco idiomas diferentes.
Recordad también que he pasado por diecisiete McDonald’s distintos, con cuatro franjas horarias entre alguno de ellos.
Aunque esto último nunca se lo dije.
FUMADORES DE OPIO
Somos los fumadores de opio.
Vivimos en las cavernas que horadaron con sus uñas nuestros ancestros en busca de agua.
El Ministerio nos proporcionó una paga vitalicia para que no saliéramos de esta isla en cien años.
La Oposición tampoco vio nunca con buenos ojos nuestra presencia por las calles de la Metrópolis.
También nos puso un embarcadero y canoas.
Accedimos a todo esto a cambio de no ultrapasar nunca las boyas.
Las boyas, límite amarillo reflectante de nuestra frontera.
Pero llegó la crisis.
Y las presiones de las multinacionales.
Y adentraron las boyas quinientos metros hacia nuestra costa.
Una noche de invierno vinieron a por las canoas.
Dejaron inservible el embarcadero.
Ahora somos los olvidados.
El último peldaño de la sociedad, muy por debajo del umbral de la pobreza.
En algunos medios locales comienza tímidamente a escucharse la palabra «genocidio».
En la isla calculamos que en unas semanas se acabarán las provisiones.
Mucho nos tememos que se abrirá entonces la veda para el canibalismo.
Desde el otro lado del mar solo nos llega hedor y silencio.
Se lleva peor lo primero.
Pero el silencio asusta más, aunque nadie se atreva a decirlo.
BENEFICIOS DE LAS CICATRICES
Hay cicatrices que son obras maestras de la literatura.
Si posas los dedos sobre ellas, podrás leer
La cara oculta de las estrellas, el misterio,
La ideología de las tormentas, las culpas
De los dioses, la tetralogía de la hiel;
Podrás saber dónde se encuentra
Todo aquello que siempre quisiste.
Cicatrices que valen su peso en oro.
Que muestran el camino interestelar,
Que nos obligan a no mirar atras.
Los hombres que se pierden en su laberinto,
Consiguen cruzar el bosque, atraviesan
La noche más negra y fría de cualquier hemisferio.
No lamentan el esfuerzo.
No reniegan nunca de la hendidura.
Bendicen el momento del tajo.
Bienaventurados los cicatrizados.
Porque tendrán todo de su parte,
Porque nunca tendrán miedo a las sombras.
SOLILOQUIO DE UN JOVEN VOTANTE DE LA DEMOCRACIA
A veces me pregunto si no estaríamos mejor bajo el gobierno de Darth Vader.
Él infundía respeto y daba miedo, pero no tenía la sonrisa permanente de la hiena.
No ejecutaba las hipotecas de los inocentes.
Si ideaba algo, era para darle un uso determinado y bien definido.
Como la Estrella de la Muerte, por ejemplo.
Y no para abandonarlo como a un Resort o a una autopista de peaje tras haberse llenado las alforjas de la capa con comisiones millonarias.
Sus seguidores le temían, sí.
Pero al menos sabían de qué palo iban.
No como estos.
Que da lo mismo que les bailes el agua o les des coba como que le tires un zapato en una rueda de prensa.
Ni se les inmuta la sonrisa cínica.
Él, al menos, nunca habló de democracias ni de salvar a nadie.
Iba a lo suyo.
Conquistaba planetas.
Según corriera el viento, los colonizaba o los destruía.
Si estabas con él, sobrevivías.
Si te ponías contra él, eras destruido por la Fuerza.
Pero no te prometía nada y luego te dejaba tirado en la cuneta.
No te engatusaba para acompañarle en la victoria y luego te quitaba el trabajo y la morfina.
De hacerlo, al menos te daba la oportunidad de defenderte con una espada láser.
No como estas hienas, que esperan pacientemente a que termines de desangrarte para rebuscar entre los restos de tus fauces.
Pero es una pena. Darth Vader no se presenta en estas elecciones.
Tenemos que conformarnos con lo que tenemos.
Pero algún día.
Y entonces.
THE OTHER SIDE IS THE SAME SHIT
xxxxxxxxxxxxxxxxxxx«El que derrota al monstruo / y ocupa
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxsu lugar / se vuelve el monstruo»
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxixxxxxxxxxxxJosé Emilio Pacheco
Entonces, dígame.
Estamos de acuerdo en eso, al menos.
Todo lo que usted me reprocha es a lo que aspira.
Forma mi patrimonio parte de sus sueños.
Repítame de nuevo, pues, si es usted tan amable,
En qué nos diferenciamos.
Eso mismo me había parecido a mí.
LOS REGALOS DE LOS AMIGOS (XXXVI)
Hace unos días, el poeta Joaquín Juan Penalva me enviaba un ejemplar de su último libro, ‘Anfitriones de una derrota infinita’, publicado por Huerga&Fierro editores.
Aquí dejo algunos poemas del libro.
DESDE EL TREN
En Alcázar de San Juan,
junto a la vía,
hay un cementerio
de vagones de tren
abandonados,
viejos, rotos…
En Alcázar de San Juan,
junto a la vía del tren,
hay un cementerio
de historias
‒cada vagón
guarda la suya,
cada asiento,
cada litera,
la nuestra‒;
esta es una de ellas.
CUANDO PERDÍ EL ADONAIS
Ha sido un día duro
en su ida,
en su regreso,
en el futuro que dejo atrás,
en el pasado conforme
y en el presente despierto.
Ocurre lo que debe,
lo que es,
lo que fue…
Tengo ganas de llegar
a mi casa
y a mi costumbre,
y hacer de esta última guerra
una nueva derrota,
otra batalla perdida.
BIOBIBLIOGRAFÍA
(HISTORIA PERSONAL DE LA LECTURA #1)
Recuerda lo que había antes de haberlo aprendido todo.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxÁngela Álvarez Sáez.
Hoy,
al leer un artículo
sobre las traducciones
de Sir Walter Scott
en España,
me he recordado
a mí mismo
leyendo Ivanhoe,
hace muchos años,
en el piso de la Glorieta,
en el cuarto de la infancia,
quedando boquiabierto,
sorprendido y desconcertado
por las elucubraciones
de Wamba.
A veces,
el monólogo
de un loco
puede ser
el camino más directo
hacia la verdad.
Pero si es que eso no fuera bastante, como Joaquín Juan me ha pedido que lo presente a él cuando venga a presentar su libro en Murcia, le pregunté si había posibilidad de localizar su anterior libro y al poco recibía en casa ‘hiberna, hibernorum’, publicado por la editorial Frutos del tiempo.
Y de ese libro dejo aquí algunos poemas.
RIVALIS, RIVALE
(perteneciente a las aguas, márgenes o riberas)
El vocablo rival
deriva de un antiguo
adjetivo latino,
riualis, riuale,
que, etimológicamente,
procedía de la voz riuus,
acequia, canal, río,
arroyo, corriente, caudal;
al principio, un riualis
era aquel con quien se compartía
el canal de riego,
antes de significar
adversario, enemigo,
contrario, antagonista,
competidor…
Y yo me pregunto,
¿acaso no somos todos
rivales?,
¿no compartimos todos
el mismo río de la vida,
este ancho mar repleto
de naufragios,
de sueños rotos,
de derrotas infinitas?
EL SUEÑO DE CORTÉS
Quemar todas las naves,
hundir todos los sueños
y quedarnos aquí,
en este lado del mundo,
varados, anclados,
náufragos
de una vida pasada,
sin la menor esperanza
de regreso,
sin la ilusión
del retorno,
abocados a sobrevivir
con lo puesto,
con lo dicho,
con la infamia.
LOGSE
Un profesor de ESO
es como un actor
de monólogos
en función continua,
pero, a diferencia
del público del actor
de monólogos,
el del profesor
no ha elegido
estar allí.
HASTA PRONTO
¿Cuál será
la última película,
el último libro,
la última sonrisa?
¿A dónde iremos
en nuestro último viaje
juntos?
¿De quién será
la última conversación,
el último recuerdo,
el último abrazo?
Al final,
¿habrá algo de todo esto
que nos haga pensar
que ha valido la pena?