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ASÍ SE FUNDÓ CARNABY STREET
xxxxxVI
LA MATANZA DEL DÍA DE SAN VALENTÍN
King-Kong, asesinado. Como Zapata. ¿Por qué no, Maiacovsky? O incluso Pavese. La maldición. La noche de tormenta. Dies irae. La mentira de Goethe antes de morir. Las treinta monedas. La sombra del patíbulo. Marina Cvetaeva, tu epitafio serán las inmensas praderas cubiertas de nieve.
xxxxxXI
EL ESTRENO EN LONDRES DE MARY POPPINS
Los abrigos, las bufandas. El rímel. La salida de los teatros, la salida de los cines: Temed la muerte por frío.
CORO: «Pero temed más bien la ausencia de todo deseo.
xxxxxxxPero temed más bien la ausencia de frío y de fuego»
xxxxxXVII
LA METAMORFOSIS (I)
Al llegar a casa, abrió el paquete, que contenía un aeroplano de juguete. Lo besó suavemente. Era Ícaro, le sonreía.
xxxxxXVIII
Y aquella tarde que fui al ballet ruso. Mi padre me llevaba de la mano. Su risa se parecía a la muerte. ¿O era él quien se parecía a la muerte? Las cenizas de la marihuana son blancas. Esto, claro, no se aprende en la escuela.
Las conversaciones. Vd. puede, si quiere, contar anécdotas. Para ello, hay muchos medios de hacerse con un selecto repertorio. Si no encuentra nada que decir, puede encender un cigarrillo. Hay quienes recurren al alcohol, otros a las drogas. Es necesario poseer una magnífica memoria. Ante todo, lo que Vd. cuente debe interesar al oyente, porque de otra manera, no habría conversación. Evite los silencios prolongados. Pero ¿qué gran conversador no ha tropezado alguna vez con un silencio prolongado?
EL RETORNO DEL HIJO PRÓDIGO
¿No ha mirado Vd. nunca dentro del teléfono? Él si lo hizo, y se dio cuenta de que al otro lado estaban las dos latas atadas por un hilo en Juegos y Pasatiempos del Tesoro de la Juventud. Sí, las latas y el hilo de cobre, se introdujo en el auricular como en un portal oscuro, llegó a su casa, algo tarde para merendar.
MATARRATOS
Pruebe Vd. a bailar en una habitación a oscuras. O a llegar, a través de la cornisa, a la habitación de al lado. Pruebe a desconectar el teléfono. O a tirarse a la piscina, para sentir el agua helada sobre la piel, y temblar, temblar hasta no ver nada.
In Memoriam
Leopoldo Panero Torbado, 1909-1962
La luz del día vence sobre la llama de los cirios.
EL ENCUENTRO (III)
Toda su vida esperó al Enano Rojo. Le hablaba, a veces, en sueños. Al fin lo encontró, en una taberna del puerto, frente a un vaso de ron, totalmente borracho, a punto de caerse al suelo.
UN ÁNGEL PASÓ POR BROOKLYN
A los dos días fue detenido, y llevado a disposición del juez.
Se trataba de un traficante de marihuana.
TELEVISIÓN ANGLO MEJOR QUE LA REALIDAD
La mentira del sol en una habitación a oscuras
que estremecen de pronto los disparos.
xxxxx*
Oh Flash Gordon, en qué Galaxia tu nave ha encallado…
xxxxx*
Y como el mar camino, sin armas, sin escudo.
xxxxx*
El patito feo esperó siempre, acurrucado en un rincón de su pequeña habitación, la llegada del Hombre Amarillo. Y sin embargo, en la escuela le prometieron que, en cualquier encrucijada, el Hombre Amarillo puede tenderte la mano. También le prometieron —sus padres, pobre chico— que algún día llegaría a ser un cisne. Pero sus plumas, perdían, poco a poco, el color, y un buen (?) día desapareció, sin dejar rastro, quién sabe qué habrá sido de él.
xxxxx*
Llueve, llueve sobre el País de Nunca Jamás.
Panero, Leopoldo María. Así se fundó Carnaby Street. Madrid; Huerga y Fierro editores, 1999.
PIEDRA NEGRA O DEL TEMBLAR
xxxxxI
xxxxxxxxxxvenid y seguidnos a nosotros, que no
xxxxxxxxxxtenemos palabras para decir
xxxxxxxxxxxxxxxixxxxxxxxxxxxSaint John Perse
Este árbol es para los muertos. Para nadie más que los muertos.
Crece, todopoderoso sobre la tierra, como un ciprés gigantesco,
como un fantasma al que
niños babeantes abrazarán con frenesí, y gritando como ratas
¡Scardanelli, Scardanelli!
xxxxxxY el recuerdo apesta.
Y la vida apesta, como lo que es, como una mujerzuela
que te mira el momento de acostarse, y ver entre las sábanas su
cuerpo infecto
como una mujerzuela
esperando en una esquina para siempre la muerte
como el encuentro a solas de Jack the ripper
con su recuerdo, en una habitación ia oscuras, sin más recuerdo
de lo humano que una estufa y unos pies y un periódico arrugado.
Y que este encuentro firme este poema,
este feto de ángel, esta excusa
para no terminar hoy con mi vida.
xxxxxII
TERRITORIO DEL CIELO
xxxxxxxxxxiixxxxxxxxal misterio de mi madre
Ha nevado lentamente y mi mano
escribe sobre la nieve
muy pronto se deshará mi figura
cuando el sol queme la nieve
y viole
mi blanco sudario con su espuma.
Qué lejos sigue el mar de nosotros
qué lejos el ser.
Como un fantasma blanco en la noche
la mano de mi madre me llama
al misterio que el hombre desprecia
al misterio de la muerte.
Qué importa si eres feliz si tu mano ya no es mi mano
si no bebes ni gimes, porque sólo de la materia del dolor
puede nacer la dicha:
xxxxxxxxxxxxxxxxxxx¿estás triste en el cielo?
¿Qué sentido tiene decir eso?
Pero tiene más sentido tu sombra en el bosque
que estos tristes hombres que recuerdan al zorro,
al lobo y a la aspa
y están condenados para siempre en la campana de la lluvia
y son mártires de la lluvia,
y tienen los ojos cerrados
para no ver detrás del cristal, cómo
en los bosques del estiércol
desfilan lentos los sapos de los muertos.
xxxxxIII
ASESINATO
xxxxxxxxxxxxxxxxcuando un hombre no nos deja
xxxxxxxxxxxxxxxxvivir, matarle es un acto de
xxxxxxxxxxxxxxxxdefensa propia.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxLeopolodo María Panero
Yo he sabido ver la realidad de la sombra.
y el horror de Pan en la cercanía del poema.
Porque la palabra del poema es más terrible
que el diablo
que endulza el ser, cuando a la orilla de él hemos caído
y vagamos como una jibia por el tigre
y una voz escupe en nuestros sesos la palabra:
¡giloria! Y una hostia nos devuelve a la caída
y nos hace
señores del water para siempre, amos y principios del retrete
para soñar día y noche con la espada
atroz de Toledo, con la espada
que revela el misterio del estómago
al hundirse en el tuyo sabiamente
para que la sangre nos devuelva la vida.
xxxxxV
PIEDRA NEGRA
Señor del mal, ten piedad de mi madre
que murió sin sus dos tetas
y sobre la que yo escupí
y ahora amo
ahora en vano reclamo al país de los muertos
que murió envuelta en víboras y víctima
de una podredumbre que nos hacía mirarnos a los ojos
como dicen que Dios mira a los hombres, con horror
con pena del asesino, con tibia extrañeza
de la jibia que entre sus manos se retuerce
por temor a ser mirada por Dios,
y ver en su luz que no merece
ni mereció nunca la vida: y que él arroja
desde lo alto del cielo a Despeñaperros
diciendo: tan alto subió tu orgullo
mira ahora que cae igual de rápido.
Pero ya voy madre, a encontrarme
con la única mujer que he conocido, y que es la muerte
cuyo cuerpo con vicio tantas veces he tocado
riéndome de todos mis cadáveres!
y que sea la rosa infecunda de la nada
que tantas veces cultivé porque se parecía a la muerte
la que recuerdo mis heces a otros condenados
a escribir y mear, bajo el sol entero
en esta habitación parecida a un retrete
donde la crueldad dora la piedra negra
en que toda vida acaba, y se celebra
tirando de la cadena.
xxxxxVI
SUICIDIO
oh mano mía, mano de mi fantasma
mano de Scardanelli que tercamente escribe
la historia al revés (a partir de mi vida
acabada)
háblame otra vez del misterio de la lluvia
que habla sola con el cristal
como invocándome desde el reino de los muertos
como llamándome a esa comunión en el Leteo: porque
qué impura es la noche para el jorobado
y como oscuramente
lo bendice el rocío
y qué lejos está Dios del insecto
que retiene en su ámbar la noche
para no morir y cómo
se vence la mano y cae con ella
cuanto de la noche no es, cuando
termina el poema.
xxxxxIX
LECTURA
Yo no hablo del sol, sino de la luna
que ilumina eternamente este poema
en donde una manada de niños corre perseguida por los lobos
y el verso entona un himno al pus
Oh amor impuro! Amor de las sílabas y de las letras
que destruyen el mundo, que lo alivian
de ser cierto, de estar ahí para nada,
como un arroyo
que no refleja mi imagen,
espejo del vampiro
de aquel que, desde la página
va a chupar tu sangre, lector
y convertirla en lágrima y en nada:
y a hacerte comulgar con el acero.
xxxxxXII
HAIKU
Figura de Dios:
xxxxxxxxxxxxxxun cerdo
entre las ramas.
xxxxxXX
LA FÁBULA DE LA CIGARRA Y LA HORMIGA
xxxxpara Antxon-La Hera, con el afecto y las disculpas de
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxixxxxxxxxxxxxxxxxxxxLeopoldo
El sol alumbra la ropa puesta a secar
—un calzoncillo sucio, una camisa raída—
y un esqueleto se mueve en la cocina.
Si quieres mirar, mira
si has querido hacer un espectáculo de la podredumbre
y gloria del gusano que nunca muere.
Soy un hombre sin vanidad, y de vez en cuando me sueno
con mi soplamocos.
De mí la historia nunca sabrá nada
pero me siento seguro, pues ahí fuera ladrando
desnudo, sus manos agarrando fuertemente los testículos,
tembloroso y lleno de frío
veo el recuerdo de un hombre que tuvo vanidad
y quiso conocer el misterio del mundo.
xxxxxXXIV
VARIANTE
Mujeres que aparecen ahorcadas al amanecer
¿dejó algún rastro el hombre de las muñecas?
Cuando la mano termina de escribir
hay huellas de sangre en el poema.
Panero, Leopoldo María. Piedra negra o del temblar. Madrid; Ediciones libertarias, 1992.
ESTA TARDE: ‘VEINTE PELÍCULAS DE AMOR Y UNA CANCIÓN DE JOHN LENNON’, DE CARMEN PIQUERAS
Esta tarde, a las 20:00 h., se presenta en el Museo Ramón Gaya el nuevo libro de Carmen Piqueras: ‘Veinte películas de amor y una canción de John Lennon’, publicado por la editorial Raspabook, que comienza este otoño/invierno de publicaciones con los libros de la propia Carmen Piqueras, de Sebastián Mondéjar o de Ángel Paniagua, entre otros.
Si quieren, esta tarde nos vemos allí.
Yo iré porque, entre otras cosas, sé que hay un texto que Carmen Piqueras nos ha dedicado a José Antonio Martínez Muñoz y a mí. Éste:
HIROSHIMA, MON AMOUR
Aunque ien iapenas iunas ihoras iserán iprohibidas, xacusadas
de isocavar ila imoral ide ila ipoblación iy iel iorden ipúblico, la
noche del 31 de octubre de 1940 las salas donde aún se puede
escuchar xjazz xen iTokio iaparecen irepletas, iabarrotadas ide
clientes que bailan, beben y fuman en un intento desesperado
por olvidar el futuro.
No iobstante, inada ipuede iimpedir, iesa inoche, ique xalguien
arranque ide iun ibajo iel idecadente isollozo idel iVals ide xlas
velas, el inminente inicio de una cuenta atrás.
De hecho, en el apartado de dedicatorias se puede leer:
P.D. La canción de John Lennon es ésta.
PLACER ADÁMICO
CADENAS
Sentado con un libro y un recuerdo
¿será un engaño lo que escucho y me preocupa?
¿No es cierto que debajo de este sol
primaveral que alumbra los milagros
del espacio y del tiempo se puede distinguir
entre el fragor de los nuevos follajes
mezclado con las charlas sobre el tiempo
o el gobierno o el último partido
un arrastrar quejoso de cadenas
detrás de cada hombre que camina?
DIGRESIONES O SILENCIOS LÍBRICOS
xxxxxI
…la tos de Dostoievsky mientras juega al póker
con Verlaine iy iun ijoven irubio que dice haber
vivido en los desiertos, ila ivoz ide Juan Ramón
citando grave el Kempis icon Platero de memo-
ria. Unamuno iescapando de la muerte, Tolstoi
leyendo xel xnuevo xtestamento xsufriendo iun
nuevo iimpulso imoralista. iProust ique mira el
poso del café icon una magdalena entre las ma-
nos. Vallejo dibujando en una celda el rostro de
Miguel tiznado por la pena. Péguy con una rosa
abierta entre las cejas, iVirgilio iplaticando icon
Homero y Freud isentado en frente de Quijano.
En el silencio de esta biblioteca, entre los viejos
anaqueles illenos ide libros que nos miran estu-
diando, cientos de hombres igritan iintentando
educar sus obsesiones…
xxxxxII
xxxxx…en iesta ibiblioteca de mi casa a pesar del
fingido sosiego de los libros de la aparente calma
de isus ilomos llenos de polvo y luz primaveral y
de las voces ide ilos niños fuera muchos muertos
me abordan cada uno en su turno afablemente…
xxxxx…detrás ide iesta iengañosa mansedumbre
que muchos piensan cierta iun ialuvión de gritos
se oculta ientre ilas ipáginas icentenares de nom-
bres latiendo igual que corazones vivos de mayas
inmolados…
xxxxx…una ivez ihaya iencontrado mi grito seré
fingida calma en un estante…
DE PROFUNDIS
Detrás de mi expresión de lunes tormentoso
—y aunque al hablar parezcan mis palabras
los aullidos de un viento lastimero
que se empeña en tumbar nuestra alegría—
hay un hombre inseguro que desea enredarse
contigo como el viento entre las ramas
y que entre tanto escribe en un papel
los besos que le faltan a la noche.
Montiel López, Jesús. Placer adámico. Madrid; Servicio de Publicaciones – Universidad Complutense de Madrid, 2012.
LOS REGALOS DE LOS AMIGOS (LI)
Acaba de llegarme esta joya que ven la imagen. El tercer libro que a Carlos Vitale le publica la editorial Candaya.
Este bonaerense Licenciado en Filología hispánica y Filología italiana ha recibido varios premios por sus traducciones (entre ellos, el Premio «Ángel Crespo» en 2006) y, para mí, es una fiesta cada vez que publica algo.
Su concisión, su densidad, la manera en la que aprovecha las grietas para dejarnos en unos pocos versos una poesía de una potentísima carga de profundidad, hacen que (re)leerlo sea toda una experiencia.
Aquí tienen una selección de las tres primeras secciones del libro.
CUANDO
la poesía
me visitaba
en sueños
siempre
dejaba
alguna huella
muda
COSECHA LENTA
Tendré que esperar a una flor
tardía.
JORNADA
Tú, de pie, desnuda en la penumbra.
Tu espalda es el arco del conocimiento.
Desde la cama, observo y espero.
Cuando te vuelvas me dirás quién soy.
Sin otra luz que mi deseo.
EL ESTADO DE LA CUESTIÓN
Has parado la noche, pero me has negado el día.
OTRA VUELTA DE TUERCA
Y nada más que sed
y vasos rotos.
PEPE BARROETA DICE QUE NO DICE
El don
de la palabra
no es
un don,
es apenas
arder
en el propio
fuego,
abrasarse
hasta que la mano
dibuje
el vasto
signo
de la desolación.
LETANÍA
Una vida
nueva.
Otra,
distinta.
Una vida.
LIBÉRAME
Libérame del deseo.
Libérame del deseo
incumplido,
de su inútil carcoma,
de su vana penuria.
VUELTA
Pero al fin regresas.
O no te has ido.
O no me he ido.
El hecho es que estás.
Y yo no sé si estoy.
Vitale, Carlos. Duermevela. Barcelona; Ed. Candaya, 2017.
ANOCHE LLEGÓ EL FIN DEL VERANO
El fin, el fin del verano.
El fin, el fin del verano.
El fin del verano siempre es triste,
aunque entre las mantas pueda hablar de amor.
Del cielo beige al cielo gris, oler castañas
y entre el humo anhelar el calor.
Pero el fin del verano es triste,
aun cuando sabemos que todo es un ciclo
y llegará el día en que sudando
desearemos otra vez el frío enero.
El fin, el fin del verano.
Es el momento de de la lluvia,
las hojas muertas color ocre,
la hora del sueño del lagarto
el fin del verano es triste, querámoslo o no.
Lejos de los ojos guardaremos la piel.
El fin del verano siempre es triste,
aunque entre las mantas pueda hablar de amor.
La noche alarga su jornada
y el día, vago y breve, se escapa.
Abril es el mes más cruel,
alguien lo dijo antes,
pero el fin del verano es triste
y ahora aún soy joven.
SU PRIMER GRITO DE VERDAD
Lo que tengo que hacer esta noche es esconderme en el armario del dormitorio mientras la chica se da una ducha. Luego, cuando ella salga reluciente de sudor, en medio de la atmósfera impregnada de vapor, laca y colonia, saldrá desnuda salvo por un albornoz de encaje. Entonces yo salgo con una media tapándome la cara y unas gafas de sol puestas. La tiro encima de la cama. Le pongo un cuchillo en la garganta. Luego la violo.
xxAsí de simple. La espiral de vergüenza continúa.
xxSolamente hay que preguntarse todo el tiempo: ¿Qué NO haría Jesucristo?
xxLo que pasa es que no la puedo violar en la cama, me dice, porque la colcha es de seda rosa clarito y se puede manchar. En el suelo tampoco porque la alfombra le rasca la piel. Acordamos hacerlo en el suelo, pero sobre una toalla. No una toalla buena para los invitados, me ha dicho. Me ha dejado una toalla vieja en el tocador y yo tengo que extenderla en el suelo previamente para no romper la atmósfera.
xxMe deja la ventana del dormitorio abierta antes de meterse en la ducha.
xxAsí que me escondo en el armario, desnudo y con toda su ropa del tinte pegándose a mí, con la cabeza enfundada en la media, las gafas de sol y llevando en la mano el cuchillo menos afilado que he encontrado, esperando. la toalla extendida en el suelo. La media da tanto calor que se me llena la cara de sudor. El pelo pegado al cráneo me empieza a picar.
xxJunto a la ventana no, me ha dicho. Y tampoco cerca de la chimenea. Me ha dicho que la viole cerca del ropero, pero no demasiado cerca. Que intente extender la toalla en una zona de paso frecuente donde la alfombra no se vea tan gastada.
xxElla es una chica llamada Gwen que he conocido en la sección de autoayuda de una librería. Es difícil decir quién ligó con quién, pero ella estaba fingiendo que leía un libro de terapia de doce pasos sobre la adicción sexual y yo llevaba mis pantalones de camuflaje de la suerte, rondaba a su alrededor con un ejemplar del mismo libro y me estaba preguntando qué más daba otra relación peligrosa.
xxLos pájaros lo hacen. Las abejas lo hacen.
xxNecesito el subidón de endorfinas. Para tranquilizarme. Me muero por la péptido feniletilamina. Eso es lo que soy. Un adicto. Porque, a ver, ¿quién lleva la cuenta?
xxEn la cafetería de la librería, Gwen me dice que consiga una cuerda, pero no una cuerda de nailon porque hace daño. El cáñamo le produce sarpullido. La cinta aislante negra también sirve, pero no en la boca, y que no sea cinta de aluminio para tuberías.
xx—Que te arranquen cinta de aluminio —me explica— es tan erótico como que te depilen las piernas.
xxConsultamos nuestras agendas y el jueves queda descartado. El viernes tengo mi reunión de adictos al sexo. Esta semana nada de recibos. El sábado lo paso en Saint Anthony. Casi todos los domingos por la noche ella ayuda en el bingo de su parroquia, así que quedamos el lunes. El lunes a las nueve, no a las ocho porque ella trabaja hasta tarde y a las diez tampoco porque yo tengo que trabajar temprano por la mañana.
xxY llega el lunes. La cinta aislante está lista. La toalla extendida, pero cuando salto encima de ella con el cuchillo va y me dice:
xx—¿Esas medias que llevas son mías?
xxLe retuerzo un brazo detrás de la espalda y le pongo el filo helado en la garganta.
xx—¡Por el amor de Dios! —dice—. Esto es demasiado. Te dije que podías violarme. No te dije que pudieras estropearme las medias.
xxCon la mano del cuchillo le agarro la parte de delante del albornoz e intento desnudarle los hombros.
xx—Para, para, para —dice, y me da una palmada en la mano—. Déjame que lo haga yo. Te lo vas a cargar. —Se aparta.
xxLe pregunto si me puedo quitar las gafas de sol.
xx—No —dice, y se quita el albornoz. Luego va al armario abierto y lo cuelga de una percha acolchada.
xxPero es que casi no veo.
xx—No seas egoísta —me dice. Desnuda, me coge la mano y me la cierra en torno a una de sus muñecas. Luego se coloca el brazo detrás de la espalda y se gira para apretar la espalda desnuda contra mí. El rabo se me pone más y más duro y la raja cálida y resbaladiza de su culo se me pega. Y me dice—: Necesito que seas un atacante sin rostro.
xxLe digo que me da demasiada vergüenza comprar un par de medias. Un tío que compra medias es un criminal o un pervertido. En cualquiera de los dos casos, es difícil que la cajera te acepte el dinero.
xx—Joder, deja de quejarte —dice—. Todos los violadores con los que he estado se compraban sus medias.
xxAdemás, le digo, cuando miras la estantería de las medias resulta que las tienen de todos los tamaños y colores. Color carne, negro, beige, marrón, negro mate, cobalto, y ninguna es de la «Talla cabeza».
xxElla frunce la cara y gime:
xx—¿Te puedo decir algo? ¿Te puedo decir una sola cosa?
xxLe pregunto qué.
xxY ella dice.
xx—El aliento te huele fatal.
xxEn la cafetería de la librería, mientras elaborábamos el guión me dijo:
xx—Acuérdate de meter el cuchillo en la nevera antes. Necesito que esté realmente frío.
xxYo le pregunté si no podíamos usar un cuchillo de goma.
xxY ella me dijo:
xx—El cuchillo es muy importante para mi experiencia total.
xxY me dijo:
xx—Lo mejor es que me pongas el filo del cuchillo en la garganta antes de que esté a la temperatura ambiente.
xxY dijo:
xx—Pero ten cuidado, porque si me cortas por accidente —se inclinó hacia mí por encima de la mesa, adelantando la barbilla—, si se te ocurre hacerme un arañazo, te juro que estás en la cárcel antes de que te puedas poner otra vez los pantalones.
xxTomó un sorbo de su chai de hierbas, volvió a poner la taza en el platillo y dijo:
xx—Mis fosas nasales te agradecerían que no usaras ninguna clase de colonia, aftershave ni desodorante de olor muy fuerte. Soy muy sensible.
xxEstas adictas al sexo tan salidas tienen una tolerancia altísima. Todo les está bien con tal de que se las follen. No pueden parar, no importa lo degradante que se vuelva el rollo.
xxDios, cómo me gusta ser codependiente.
xxEn la cafetería, Gwen se puso el bolso sobre el regazo y buscó en el interior:
xx—Ten —me dijo, y desenrolló una lista fotocopiada de los detalles que quería incluir. Encima de la lista ponía:
xxLa violación es una cuestión de poder. No es algo romántico. No te enamores de mí. No me beses en la boca. No esperes quedarte después del acto. No uses mi cuarto de baño.
xxEl lunes por la noche en su dormitorio, desnuda y apretada contra mí, me dice:
xx—Quiero que me pegues —dice—. Pero ni demasiado fuerte ni demasiado flojo. Lo justo para que me corra.
xxCon una mano le sujeto el brazo detrás de la espalda. Ella frota el culo contra mí. Tiene un cuerpecillo superbronceado, pero su cara está pálida y tiene textura de cera por culpa del exceso de crema hidratante. En el espejo de la puerta del armario la veo por delante y veo mi cara asomando por encima de su hombro. El pelo y el sudor se le acumulan en el espacio donde están pegados mi pecho y su espalda. Su piel tiene ese olor a plástico caliente de las camas de rayos UVA. Con la otra mano sostengo el cuchillo, así que le pregunto si quiere que la golpee con el cuchillo.
xx—No —dice—. Eso sería apuñalamiento. Pegar a alguien con un cuchillo es apuñalamiento —dice—. Deja el cuchillo y usa la mano abierta.
xxY yo tiro el cuchillo.
xxY Gwen dice:
xx—En la cama no.
xxAsí que dejo el cuchillo en el cajón. Luego levanto la mano para pegarle. Me resulta muy raro desde atrás.
xxY ella dice:
xx—Pero en la cara no.
xxAsí que bajo un poco la mano.
xxY ella dice:
xx—Y no me des en los pechos, porque luego salen bultos.
xxVéase también: mastitis quística.
xxMe dice:
xx—¿Por qué no me abofeteas el culo?
xxY yo le digo que por qué no se calla y me deja violarla a mi modo.
xx—Si eso es lo que te apetece, ya puedes coger tu picha diminuta y largarte corriendo a casa.
xxComo acaba de salir de la ducha, tiene el vello púbico suave y tupido, no aplastado como cuando le quitas la ropa interior a una mujer. La mano libre se la meto entre las piernas y le noto un tacto falso, como de goma y plástico. Demasiado liso. Un poco grasiento.
xxLe digo:
xx—¿Qué le pasa a tu vagina?
xxGwen se mira y dice:
xx—¿Qué? —dice—. Ah, eso. Es un femidón, un condón femenino. Los bordes sobresalen así. No quiero que me contagies nada.
xxDebo equivocarme, le digo, pero yo pensaba que la violación era más espontánea, ya sabes, un crimen pasional.
xx—Eso demuestra que no sabes ni una palabra sobre violar a la gente —dice—. Un buen violador planea su crimen meticulosamente. Ritualiza hasta los pequeños detalles. Esto tendría que ser casi una experiencia religiosa.
xxLo que sucede aquí, dice Gwen, es sagrado.
xxEn la cafetería de la librería me pasó la hoja fotocopiada y me dijo:
xx—¿Puedes aceptar todas estas condiciones?
xxLa hoja decía: No me preguntes dónde trabajo.
xxNo me preguntes si me estás haciendo daño.
xxNo fumes en mi casa.
xxNo esperes quedarte a pasar la noche.
xxLa hoja decía: La palabra de seguridad es GARBEO.
xxLe pregunté qué quería decir «palabra de seguridad».
xx—Si la escena se vuelve demasiado fuerte o no funciona para alguno de los dos —dice—, uno dice «garbeo» y la acción se detiene.
xxLe pregunté si podía correrme.
xx—Si es tan importante para ti… —dijo ella.
xxEstas patéticas adictas al sexo. Todas hambrientas de polla.
xxSin ropa está un poco flaca. Tiene la piel caliente y húmeda y parece que al apretarla vaya a salir agua caliente con jabón. Tiene las piernas tan delgadas que no se tocan hasta llegar al culo. Sus pechos diminutos parecen adherirse a su caja torácica. Sujetándole todavía el brazo detrás de la espalda y viéndonos en el espejo de la puerta del armario, ella tiene el cuello largo y los hombros caídos, como una botella de vino.
xx—Para, por favor —dice—. Me haces daño. Por favor, te daré dinero.
xxLe pregunto cuánto.
xx—Para, por favor —dice—. O gritaré.
xxLe suelto el brazo y retrocedo.
xx—No grites —digo—. Haz el favor de no gritar.
xxGwen suspira, toma impulso y me da un puñetazo en el pecho.
xx—¡Imbécil! —dice—. No he dicho «garbeo».
xxEs el equivalente sexual de «Simón dice».
xxSe da la vuelta para que la agarre otra vez. Luego camina sin soltarse de mí hasta la toalla y dice:
xx—Espera. —Va al cajón y vuelve con un vibrador de plástico rosa.
xx—Eh —le digo—, no intentes usar eso conmigo.
xxGwen se estremece y dice:
xx—Claro que no. Es el mío.
xxY yo digo:
xx—¿Y qué pasa conmigo?
xxY ella dice:
xx—Lo siento, la próxima vez tráete un vibrador para ti.
xx—No —le digo—. ¿Qué pasa con mi pene?
xxY ella dice:
xx—¿Qué pasa con tu pene?
xxYo digo:
xx—¿Cómo encaja en todo esto?
xxSentándose en la toalla, Gwen niega con la cabeza y dice:
xx—¿Por qué hago esto? ¿Por qué siempre elijo a tíos que lo único que quieren es ser amables y convencionales? Lo siguiente que querrás hacer es casarte conmigo —dice—. Por una sola vez me gustaría tener una relación violenta. ¡Por una vez!
xxElla dice:
xx—Puedes masturbarte mientras me violas. Pero solo en la toalla y solo si no me salpicas.
xxElla extiende la toalla alrededor de su culo y da unas palmadas en una zona de toalla que tiene al lado:
xx—Cuando llegue el momento —dice—, puedes dejar tu orgasmo aquí.
xxSu mano da unas palmaditas.
xxAh, vale, le digo, ¿y ahora qué?
xxGwen suspira y me planta el vibrador en la cara:
xx—¡Úsame! —dice—. ¡Degrádame, estúpido! ¡Ultrájame, subnormal! ¡Humíllame!
xxNo tengo muy claro dónde está el interruptor, así que ella me tiene que enseñar cómo encenderlo. Luego vibra tan fuerte que lo suelto. Luego se pone a saltar por el suelo y tengo que atrapar el puto chisme.
xxGwen levanta las rodillas en el aire y las deja caer a los lados igual que se abre un libro. Yo me arrodillo en el borde de la toalla y meto la punta zumbante dentro de los bordes de plástico de su vagina. Con la otra mano me acaricio el rabo. Sus tobillos están afeitados y desembocan en unos pies curvados con pintaúñas azul. Está tumbada de espaldas con los ojos cerrados y las piernas abiertas. Con las manos unidas y extendidas por encima de la cabeza de forma que sus pechos forman cúpulas perfectas, dice:
xx—No, Dennis, no. No quiero esto, Dennis. No. No, no puedes tomarme.
xxYo le digo:
xx—Me llamo Víctor.
xxElla me dice que me calle y la deje concentrarse.
xxYo intento que los dos nos lo pasemos bien, pero ese es el equivalente sexual de frotarse el estómago y rascarse la cabeza. O me concentro en mí mismo o me concentro en ella. En cualquier caso el resultado es tan malo como un trío que no funciona: siempre hay uno que se queda fuera. Además, el vibrador resbala y es difícil sujetarlo. Se está recalentando y empieza a despedir un olor acre a humo como si algo se estuviera quemando dentro.
xxGwen abre un ojo solamente un poco, me ve cascarme el rabo y dice:
xx—¡Yo primero!
xxMe sacudo el rabo. Hurgo dentro de Gwen. Hurgo dentro de Gwen. Me siento menos un violador que un fontanero. Los bordes del femidón no paran de meterse dentro y tengo que pararme y sacarlos con los dedos.
xxGwen dice:
xx—Dennis, no. Dennis, para, Dennis. —La voz le sale de las profundidades de la garganta. Se tira del pelo y traga saliva. El femidón se vuelve a meter dentro y yo ya paso de él. El vibrador lo hunde más y más. Ella me dice que juegue con sus pezones con la otra mano.
xxLe digo que necesito la otra mano. Mis pelotas se tensan, listas para disparar y digo:
xx—Oh, sí. Sí. Oh, sí.
xxY Gwen dice:
xx—No te atrevas. —Y se chupa dos dedos. Clava su mirada en la mía y se mete los dedos húmedos entre las piernas, desafiándome.
xxLo único que tengo que hacer es imaginarme a Paige Marshall, mi arma secreta, y la carrera se termina.
xxUn segundo antes de correrme, en ese momento en que sientes que el ojete empieza a tensarse, justo entonces me vuelvo hacia el lugar de la toalla que me ha indicado Gwen. Sintiéndose estúpidos y tratados como perros amaestrados para hacer sus necesidades, mis soldaditos blancos salen despedidos y, tal vez por accidente, equivocan la trayectoria y aterrizan sobre la colcha rosa. Sobre su enorme y suave paisaje mullido de color rosa. Formando un arco después de otro, llueven goterones calientes de todos los tamaños sobre la colcha, los cubrealmohadas y los faldones de seda rosa de la cama.
xx¿Qué NO haría Jesucristo?
xxGrafitis de semen.
xx«Vandalismo» no es la palabra adecuada, pero es la primera palabra que viene a la mente.
xxGwen está tumbada en la toalla, jadeando con los ojos cerrados y el vibrador zumbando a su lado. Con los ojos en blanco, chorrea entre los dedos y murmura:
xx—Te he ganado…
xxMurmura:
xx—Hijo de puta, te he ganado…
xxMe pongo los pantalones y cojo la chaqueta. Hay soldaditos blancos por toda la cama, las cortinas y el papel de la pared, y Gwen está ahí tumbada, jadeando, con el vibrador sobresaliéndole en ángulo oblicuo entre las piernas. Un segundo más tarde, se le sale y cae en el suelo como un pescado mojado y gordezuelo. Es entonces cuando Gwen abre los ojos. Empieza a incorporarse apoyándose en los codos antes de ver los desperfectos.
xxYa tengo medio cuerpo fuera de la ventana cuando digo:
xx—Ah, por cierto…
xxDigo «garbeo» y oigo ami espalda su primer grito de verdad.
Palahniuk, Chuck. Asfixia (Trad. Javier Calvo Perales). Barcelona; Ed. Debolsillo, 2007.
«INCORREGIBLE» NO ES LA PALABRA ADECUADA
xxLas mismas leyes que nos mantienen a salvo nos condenan al aburrimiento.
xxSin acceso al caos verdadero, nunca lograremos la paz verdadera.
xxA menos que todo empeore, nada puede mejorar.
xxTodas estas cosas le decía la mamaíta.
xxLe decía:
xx—La única frontera que te queda es el mundo de lo intangible. Todo lo demás es demasiado restrictivo.
xxEstá aprisionado por demasiadas leyes.
xxCuando decía lo intangible se refería a internet, las películas, la música, los relatos, el arte, los rumores, los programas informáticos, cualquier cosa que no fuera real. Las realidades virtuales. Los rollos fantásticos. La cultura.
xxLo irreal es más poderoso que lo real.
xxPorque nada es tan perfecto como uno lo imagina.
xxPorque solamente duran las ideas intangibles, los conceptos, las creencias y las fantasías. La piedra se resquebraja. La madera se pudre. La gente, en fin, se muere.
xxPero las cosas tan frágiles como un pensamiento, un sueño, una leyenda, pueden continuar para siempre.
xxSi puedes cambiar la manera en que piensa la gente, le decía. La forma en que se ven a sí mismos. La forma en que ven el mundo. Si lo haces, puedes cambiar la forma en que la gente vive su vida. Y esa es la única cosa duradera que puedes crear.
xxAdemás, en algún momento, solía decirle la mamaíta, tus recuerdos, tus relatos y tus aventuras serán lo único que te quede.
xxEn su último juicio, antes de ir a la cárcel por última vez, la mamaíta se puso en pie ante el juez y dijo:
xx—Mi meta es ser un motor de excitación en las vidas de la gente.
xxSe quedó mirando fijamente a los ojos del niño estúpido y dijo:
xx—Mi propósito es darle a la gente historias gloriosas que explicar.
xxAntes de que los guardias se la llevaran por la puerta de atrás de la sala, con las manos esposadas, gritó:
xx—Encerrarme sería redundante. Nuestra burocracia y nuestras leyes han convertido el mundo en un campo de trabajos forzados limpio y seguro.
xxY luego gritó:
xx—Estamos criando una generación de esclavos.
xxE Ida Mancini volvió una vez más a la cárcel.
xx«Incorregible» no es la palabra adecuada, pero es la primera palabra que viene a la mente.
Palahniuk, Chuck. Asfixia (Trad. Javier Calvo Perales). Barcelona; Ed. Debolsillo, 2007.
«LIBERTAD» NO ES LA PALABRA ADECUADA
xxLa cuestión es que el sexo no fue la parte de la pornografía que enganchó al niño estúpido. Fue la confianza. El valor. La falta total de vergüenza. La comodidad y la sinceridad genuina. La franqueza que permitía a alguien ser capaz de salir allí y contarle al mundo: Sí, así es como yo decido pasar una tarde libre. (…)
xxY no me importa el aspecto que tengo. Ni lo que vosotros penséis.
xxAsí que apañaos como podáis.
xxAl insultarse a sí mismo estaba insultando al mundo.
xx(…) De la misma forma que todas las películas porno implican a una veintena de personas fuera de plano, cosiendo, comiendo bocadillos y mirándose el reloj mientras otra gente está desnuda y tiene relaciones sexuales a unos pocos metros de distancia…
xxPara el niño estúpido aquello fue una iluminación. Llegar a estar en el mundo tan cómodo y lleno de confianza sería el nirvana.
xx«Libertad» no es la palabra adecuada, pero es la primera palabra que le viene a la mente.
Palahniuk, Chuck. Asfixia (Trad. Javier Calvo Perales). Barcelona; Ed. Debolsillo, 2007.
DEAD KENNEDYS, ‘BEDTIME FOR DEMOCRACY’
Repasando apuntes antiguos (muy antiguos) de inglés, me encuentro conque en su momento me apunté las letras de varias canciones del disco ‘Bedtime for democracy’, de los Dead Kennedys.
No sé por qué en estos momentos, en este país, me han aparecido las letras de estas canciones. Pero me ha gustado mucho reencontrarme con ellas.
Aquí las tienen.
HOP WITH THE JET SET
To pleasures unknown
Where we fly to when we are all bored
C’mon for the ride
And hop with the jet set tonight
Hotel-hired guards keep the natives away
We’ll go watch them feed,
Buzz around them in boats
‘Til they won’t breed
Just here for the ride
Then we hop with the jet set tonight
Some of that would look cute up on our walls
Yeah, suit it just fine
When you hop with the jet set tonight
Who cares if they’re sacred-they look awful cute
Let’s feed them their first hot dogs on film
Won’t that be a prize
To show the jet set tonight
Muse subscribers back home
Next weekend the junta exterminates them
Our chameleon tongues catch the flies in the air
DEAR ABBY
important that my family eat meat at least three times a week. But we just can’t
afford to with the prices the way they are. So I bring home some choice cuts from my
autopsy subjects. Just mix in the Tuna Helper…and ta-da!
secret. Abby, I think they’re getting suspicious. My smart-ass eight year-old keeps
asking, «Where’s all the meat? The red dye number two kind that’s kept in the fridge.»
family?
xxDEAR REAGANOMICS VICTIM: Consult your clergyman. Make sure the body’s
blessed and everything should be just fine
RAMBOZO THE CLOWN
To brainwash your boy
Kicks butt on screen like a brat out a hell
Bullshitter in the Indochina shop
Pull the string in his back, we win the war
Who rewrites history with a machine gun
Don’t think about it — KILL IT
That’s what we teach your child
RAMBOZO
RAMBOZO the clown
To draft age kids
It sure looks like fun —
«kill ‘em all
And let god sort ‘em out.»
Like video games — no mess
Just fuel for a mass lapse of common sense
You can be don Quixote
We’ll dice you with our windmill blades
Means a happy ending
G.i. Joe in the cereal bowl
Grey shrapnel-flavored chewing gum
Mass murder ain’t just painless
Now we’ve made it cute
RAMBOZO
RAMBOZO the clown
War is sexy
War is fun
Iron Ego
Red Dawn
Be a wolverine. You’ll rule the hills
Just get some guns and Cheerios
Any kid can conquer Libya
Just steal a fighter plane.
V. A. Hospital, they don’t care
«We’re the machine
You’re just a tool».
Who fell for the myth of Rambozo the Clown.
TRIUMPH OF THE SWILL
All you need to do is fall in love
Everyone else has fun but you
Buy that fun you’ll fit in too
Cheap escape to that mind-control beat xxxxxxxGOVERNMENT MUSIC
Mellow out-Life’s too hard
You don’t even want to think
Vomit fire out of their big mouths
Shake your fists obediently
Make Leni Riefenstahl real proud
Parachute on the White House lawn
Gonna bomb the commies with his air guitar
So dumb he can’t drive 55
Too idiotic to be real xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxGOVERNMENT MUSIC
You want it loud?
We’ll make sure it goes nowhere
So you won’t get ideas
Triumph of the swill
Triumph of the swill
Triumph of the swill
On the grounds that it stimulates the brain
We’ve done him one better in the land of coke & honey
Using music to put people’s brains to sleep
It’s ‘cause someone upstairs wants it that way
If the Doors or John Lennon were getting started now
The industry wouldn’t sign ‘em in a million years
Christian censorship and taxed blank tapes
Shoppers strung out on our false hopes
Will flock to obey
Triumph of the swill
Triumph of the swill
Triumph of the swill
MACHO INSECURITY
Who talks with his fists instead of using his head
Who beats the shit out of anything it can’t understand
Behind the muscle mask is a scared little boy
Macho insecurity
Macho insecurity
Cause you can’t stand yourself
Why won’t you say it to my face?
It’s so easy to mouth off to others
But where’s your proof?
Maybe we can talk if you’d just drop your act
Nothing’s ever solved by making childish threats
That’s macho insecurity
Macho insecurity
Macho insecurity
Cause you can’t stand yourself
Why are you so scared of anything that’s different?
No one’s ever there when you need friends
You wonder why:
It’s ‘cause you take yourself so seriously
But being such a clown
Gives the rest of us the right to laugh
At your macho insecurity
Cause you can’t stand yourself
GONE WITH MY WIND
Wake up, get down here quick
The president’s had too much to drink
His days of power are about gone
He’s been talking to paintings in the hall
He says «I’m finished, so what the hell?
My life is ruined, what matters now?
I’ve always itched for that last great thrill
If I die, all of you should too!»
Gone with my wind, out with a bang
I’m gonna end it all right now
Gone with my wind, out with a bang
You’re coming with me, oh wow
My bombs will rain down on D.C.
We’ll nuke our enemies while they’re asleep
We’ll be safe in the ground below
And laugh and drink ‘til the cows come home
So come on John, what do you say?
It’s been dancing in my head for years
What’ll happen if I push this button?
Let’s start World War III for fun
Gone with my wind, out with a bang
I’m gonna end it all right now
Gone with my wind, out with a bang
You’re coming with me, oh wow
Mr. President, just sit down
We should talk a little while, I’ll pour another round
What about your memoirs’ TV rights?
Sit tight and watch the fire
Let go of me, do you think I’m mad?
To tell the truth, sir, I’d rather not say
Just keep your paws inside your pockets
And planet Earth will be okay
But you reached for the button anyhow
I had no choice but to knock you out
That’s just last night’s bump on your head
On to the next crisis, it’s another day
Gone with my wind, out with a bang
I’m gonna end it all right now
Gone with my wind, out with a bang
You’re coming with me, oh wow
‘POEMAS DE GUERRA’, DE WILFRED OWEN
AMOR MAYOR
No es tan intenso el rojo de unos labios
como el de aquellas piedras que besan nuestros muertos.
El dulce lamentar de plañideras
sólo inspira vergüenza a su amor puro.
¡Oh, Amor, tus ojos pierden todo encanto
cuando veo otros ojos, por mí ciegos!
Tu exquisita figura no retiembla
como retiembla un cuerpo apuñalado
que cae allí donde parece
que a Dios ya no le importa,
hasta que el fiero amor que lleva dentro
lo apretuja en un túmulo de muertos.
Tu voz, aunque yo pueda compararla
al viento que murmura en los tejados,
aunque amada por mí, no es tan amable,
tan clara y delicada como aquella
de los hombres que ahora nadie escucha
pues la tierra ha acallado el ruido de sus toses.
Corazón, corazón, no has sido nunca
grande como el que recibe un disparo.
Y, aunque tu mano sea pálida,
lo son aún más aquellos que secundan
tu carrera a través de llamas y alaridos.
Puedes llorar, pues no puedes tocarlos.
«APOLOGIA PRO POEMATE MEO»
También yo he visto a Dios por entre el barro
que restalla en el rostro de un hombre sonriente.
La guerra dio a sus ojos más gloria aún que sangre
y a sus risas más gozo que el que estremece a un niño.
Qué alegría reír allí en donde
la muerte se hace absurda, y más aún la vida,
pues nuestro era el poder, mientras todo asolábamos,
de no sentir remordimiento por los muertos.
Yo también he dejado a un lado el miedo
muerto, al igual que mi escuadrón, tras la barrera
y, alzándose, mi alma ha pasado ligera
sobre el alambre donde yace la esperanza.
Y he visto a hombres exultantes:
los rostros que fruncían siempre el ceño
se encendían de pronto de entusiasmo,
como ángeles un punto, aunque ángeles sucios.
Y también he hecho amigos
de los que nadie habla en canciones de amor.
Porque no es el amor quien enlaza los labios
con los ojos sedosos que añoran al ausente
por la alegría, cuyo lazo se suelta,
sino la herida de la guerra, con alambres y estacas;
es ella quien enlaza con un vendaje usado
atado en la correa de un fusil.
He hallado a la belleza
en esos juramentos que el coraje confirma.
He oído música entre el estruendo del combate
y he hallado paz donde las bombas escupían fuego.
Pero sólo si compartís con ellos
la sombría tristeza del infierno,
con ellos cuyo mundo es un relámpago
y cuyo cielo es el camino de las balas,
no oiréis su risa nunca.
No dejarán mis chanzas que creáis
que han sido bien felices. Merecen vuestras lágrimas.
No merecéis vosotros su alegría.
LA PARÁBOLA DEL JOVEN Y EL ANCIANO
Se alzó pues Abraham, cruzó los bosques.
Llevó consigo fuego y un cuchillo.
Y mientras caminaban ambos juntos,
preguntó así Isaac, el primogénito:
«Padre, veo que llevas hierro y fuego,
pero ¿el cordero para el sacrificio?».
Abraham ató al joven con cordajes
y construyó trincheras, parapetos…
Al sacar su cuchillo, de repente,
un ángel lo llamó del Cielo y dijo:
«Retira ya tu mano del muchacho,
no le hagas ningún daño. Hay un carnero
que es presa de ese arbusto por los cuernos;
ofrécelo mejor en sacrificio».
Pero el viejo rehusó, mató a su hijo
y, uno a uno, a los jóvenes de Europa.
EL CENTINELA
Hallamos un refugio de los boches.
Nos dio mucho trabajo: los cañones
lo rozaban de cerca, sin darle una de lleno.
En cascadas de fango la lluvia, hora tras hora,
llevaba la crecida hasta nuestra cintura
y hacía impracticable la escalera.
El aire que quedaba adentro era apestoso,
amargo como el humo y el olor de los hombres
que allí habían vivido dejando su destino
o su cuerpo.
xxxxxxixxxxxY allí nos refugiamos de las bombas
hasta que al fin dio con nosotros una
que apagó nuestro aliento y las velas. Después,
tropezando en el fango y su diluvio,
cayó por la escalera el cuerpo inerte
del centinela, y luego el rifle, algunos restos
de viejas bombas alemanas y más barro.
Lo dábamos por muerto hasta que habló:
«¡Señor, mis ojos! ¡Estoy ciego, ciego!».
Lo calmé y encendí el mechero ante sus ojos,
dije que si veía algún atisbo
de luz, no estaba ciego; era cuestión de tiempo.
«Nada», gemía. Y esos ojos como platos
todavía me miran en mis sueños.
Lo dejé allí, pedí unas parihuelas
y seguí a trompicones a otro puesto
y otra misión, bajo el aullido de aquel aire.
Aquellos pobres que sangraban, vomitaban,
o aquel otro que prefería haberse ahogado…
Intento ya no recordarlos nunca.
Pero por esta vez dejemos que el horror regrese:
escuchando los golpes y sollozos
y el rechinar salvaje de sus dientes
cuando las explosiones golpeaban sobre el techo
y el aire del refugio, al centinela
lo oímos a través de aquel estruendo:
«¡Veo una luz!». Pero la mía estaba ya apagada.
LAS POSIBILIDADES
La noche antes del jaleo—m’acuerdo bien—
le dimos al palique y así nos enteramos.
«Amigo—dijo Jimmy, que sabía lo suyo—,
sólo pueden pasarte cinco cosas:
te desmayas, te hieren—grave o leve—
te tumban o te salvas con tu miedo».
A uno de nosotros lo partió un cañonazo.
A otro lo acertaron y perdió las dos piernas.
Un tercero—en palabras que usan los hipócritas—
quiso el azar que lo pillara Fritz.
Yo no tuve un rasguño, a Dios sean dadas,
pero más le daré si otra vez cae una herida.
En cambio, el pobre Jim no está vivo ni muerto.
«Una de cinco», nos decía; él tuvo todas:
herido, muerto, prisionero, todo el lote
le tocó de una vez. Jim está loco.
DISCAPACITADO
En su silla de ruedas esperaba la noche,
tembloroso en su obsceno traje gris
cortado por los codos y sin piernas.
Las voces de los chicos, como un himno,
corrían en sus juegos por la tarde
hasta que el sueño fue alejándolos.
La ciudad, a esa hora, solía estar alegre:
florecían las lámparas en los azules árboles
y, en esa tenue luz, las chicas sonreían.
Aquellos viejos tiempos, cuando aún tenía piernas…
Ya nunca sentirá qué fina es la cintura
de una muchacha, ni qué cálida su mano.
Todo el mundo lo toca como un desecho obsceno.
Hace tan sólo un año él era un joven
de rostro aún más joven y más tonto.
Ahora es un anciano. Su espalda no se dobla
y ha perdido su sangre en un lugar lejano,
la ha vertido en los cráteres hasta secar sus venas.
La mitad de su vida la pasó en la carrera
y en el chorro rojizo que brotaba del muslo.
Esa sangre en su pierna, al ser llevado a hombros
después de un buen partido, le gustó en una época.
Un día, tras el fútbol, bebiéndose una pinta,
se decidió a alistarse. Aún no sabe por qué.
Creyó que en kilt parecería un dios.
También lo hizo quizá por complacer
a su chica, eso es, a las muchachas.
Por eso se alistó. No tuvo que insistir
con su mentira: «Diecinueve», escribieron.
No pensó en alemanes ni en austríacos,
le daba igual su culpa. Aún no tenía
miedo al miedo: pensó en las ricas joyas
de las empuñaduras de una daga,
en el marcial saludo, el cuidad de un rifle,
los permisos, las pagas, los ingenuos reclutas.
Lo llamaron a filas con tambores y vítores.
Algunos celebraron su regreso,
pero no con el gozo con que se canta un gol.
Uno le dio las gracias, le preguntó por su alma.
Ahora pasará seis años de hospitales,
hará cuanto las normas establecen
y aceptará la compasión que toque en suerte.
Hoy ha advertido cómo los ojos de las chicas
lo abandonaban por los hombres completos.
Es tarde y hace frío. ¿Por qué tardan
en venir a acostarle? ¿Por qué tardan?
Owen, Wilfred. Poemas de guerra (trad. Gabriel Insausti). Barcelona; Ed. El acantilado, 2011.
INSTRUCCIONES PARA FRACASAR MEJOR
Es éste uno de esos libros con los que uno disfruta como un crío a través de sus páginas.
El repaso que hace Miguel Albero a las etimologías de la palabra ‘fracaso’, su conexión con el mismo término en diferentes idiomas y cómo se ha visto el fracaso en diferentes ámbitos, desde la literatura al cine, pasando por la filosofía o la economía, hacen que el libro sea un viaje liviano gracias al humor con el que el autor va salpicando una tras otra las páginas de estas ‘Instrucciones para fracasar mejor. Una aproximación al fracaso’.
Aquí tienen un ejemplo de lo que les cuento:
«(…) lo más sorprendente de la literatura y del cine sobre el Titanic no es curiosamente lo posterior al suceso sino lo anterior, pues en 1898, es decir, catorce años antes del rápido descenso involuntario, un autor de nombre Morgan Robertson publicó un libro con el título Futility on the wreck of the Titan, un libro que tiene como argumento la tragedia de un barco que se cree insumergible, lleno de pasajeros ricos, un barco que se hunde por el choque con un iceberg. ¿Les suena? No he podido hacerme con el volumen, cuyo contenido inquieta y mucho, algo así como si alguien escribiera La Eneida antes de la Guerra de Troya.
xxY es este estrépito anterior y posterior, muestra del interés despertado, lo que convierte a Titanic en un género en sí mismo, y a su nombre en un sinónimo de naufragio. Y si ya sin aditivos este naufragio es uno de los ejemplos clave de la Historia del buen fracaso, en su indudable vocación de fracasar mejor guarda además otra historia dentro como una muñeca rusa sin salvavidas, una historia que lo convierte probablemente en el más bello, lo dota de una riqueza estética que también ha dejado huella para pasar a formar parte del lenguaje común. Y esa pieza preciosa, ya lo intuyen, es la famosa orquesta de la que sabemos todo, desde el nombre del chelista —Roger Bricoux— hasta por supuesto el del director, Wallace Hartley, cuyo cadáver fue rescatado, a cuyo entierro acudieron miles de personas, y cuyo antiguo y último empleador, la naviera del Titanic, White Star Line, le cobró a la familia un dinero por el coste de la pérdida de su uniforme, algo que escandalizó al personal en su momento pero que visto ahora con perspectiva y sin la emoción del deceso, se nos antoja de todo punto lógico. Al fin y al cabo, un director de orquesta lo reemplazas en un día, pero un uniforme hecho a medida es una pérdida irreparable, el que nos ocupa debió quedar en un estado que no permitía ni reciclarlo con algún arreglito de Singer.»
Albero, Miguel. Instrucciones para fracasar mejor. Una aproximación al fracaso. Madrid; Abada Editores, 2013.