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Archive for septiembre 2017

ASÍ SE FUNDÓ CARNABY STREET

septiembre 30, 2017 Deja un comentario

 

xxxxxVI
LA MATANZA DEL DÍA DE SAN VALENTÍN

King-Kong, asesinado. Como Zapata. ¿Por qué no, Maiacovsky? O incluso Pavese. La maldición. La noche de tormenta. Dies irae. La mentira de Goethe antes de morir. Las treinta monedas. La sombra del patíbulo. Marina Cvetaeva, tu epitafio serán las inmensas praderas cubiertas de nieve.

 

 

 

 

xxxxxXI

EL ESTRENO EN LONDRES DE MARY POPPINS

Los abrigos, las bufandas. El rímel. La salida de los teatros, la salida de los cines: Temed la muerte por frío.

CORO: «Pero temed más bien la ausencia de todo deseo.
xxxxxxxPero temed más bien la ausencia de frío y de fuego»

 

 

 

 

xxxxxXVII
LA METAMORFOSIS (I)

Al llegar a casa, abrió el paquete, que contenía un aeroplano de juguete. Lo besó suavemente. Era Ícaro, le sonreía.

 

 

 

 

xxxxxXVIII

Y aquella tarde que fui al ballet ruso. Mi padre me llevaba de la mano. Su risa se parecía a la muerte. ¿O era él quien se parecía a la muerte? Las cenizas de la marihuana son blancas. Esto, claro, no se aprende en la escuela.

 

 

 

 

Las conversaciones. Vd. puede, si quiere, contar anécdotas. Para ello, hay muchos medios de hacerse con un selecto repertorio. Si no encuentra nada que decir, puede encender un cigarrillo. Hay quienes recurren al alcohol, otros a las drogas. Es necesario poseer una magnífica memoria. Ante todo, lo que Vd. cuente debe interesar al oyente, porque de otra manera, no habría conversación. Evite los silencios prolongados. Pero ¿qué gran conversador no ha tropezado alguna vez con un silencio prolongado?

 

 

 

 

EL RETORNO DEL HIJO PRÓDIGO

¿No ha mirado Vd. nunca dentro del teléfono? Él si lo hizo, y se dio cuenta de que al otro lado estaban las dos latas atadas por un hilo en Juegos y Pasatiempos del Tesoro de la Juventud. Sí, las latas y el hilo de cobre, se introdujo en el auricular como en un portal oscuro, llegó a su casa, algo tarde para merendar.

 

 

 

 

MATARRATOS

Pruebe Vd. a bailar en una habitación a oscuras. O a llegar, a través de la cornisa, a la habitación de al lado. Pruebe a desconectar el teléfono. O a tirarse a la piscina, para sentir el agua helada sobre la piel, y temblar, temblar hasta no ver nada.

 

 

 

 

In Memoriam
Leopoldo Panero Torbado, 1909-1962
La luz del día vence sobre la llama de los cirios.

 

 

 

 

EL ENCUENTRO (III)

Toda su vida esperó al Enano Rojo. Le hablaba, a veces, en sueños. Al fin lo encontró, en una taberna del puerto, frente a un vaso de ron, totalmente borracho, a punto de caerse al suelo.

 

 

 

 

UN ÁNGEL PASÓ POR BROOKLYN

A los dos días fue detenido, y llevado a disposición del juez.
Se trataba de un traficante de marihuana.

 

 

 

 

TELEVISIÓN ANGLO MEJOR QUE LA REALIDAD

La mentira del sol en una habitación a oscuras
que estremecen de pronto los disparos.

 

xxxxx*

 

Oh Flash Gordon, en qué Galaxia tu nave ha encallado…

 

xxxxx*

 

Y como el mar camino, sin armas, sin escudo.

 

xxxxx*

 

El patito feo esperó siempre, acurrucado en un rincón de su pequeña habitación, la llegada del Hombre Amarillo. Y sin embargo, en la escuela le prometieron que, en cualquier encrucijada, el Hombre Amarillo puede tenderte la mano. También le prometieron —sus padres, pobre chico— que algún día llegaría a ser un cisne. Pero sus plumas, perdían, poco a poco, el color, y un buen (?) día desapareció, sin dejar rastro, quién sabe qué habrá sido de él.

 

xxxxx*

 

Llueve, llueve sobre el País de Nunca Jamás.

 

 

 

Panero, Leopoldo María. Así se fundó Carnaby Street. Madrid; Huerga y Fierro editores, 1999.

 

PIEDRA NEGRA O DEL TEMBLAR

septiembre 29, 2017 Deja un comentario

 

xxxxxI

xxxxxxxxxxvenid y seguidnos a nosotros, que no
xxxxxxxxxxtenemos palabras para decir

xxxxxxxxxxxxxxxixxxxxxxxxxxxSaint John Perse

Este árbol es para los muertos. Para nadie más que los muertos.
Crece, todopoderoso sobre la tierra, como un ciprés gigantesco,
como un fantasma al que
niños babeantes abrazarán con frenesí, y gritando como ratas
¡Scardanelli, Scardanelli!
xxxxxxY el recuerdo apesta.
Y la vida apesta, como lo que es, como una mujerzuela
que te mira el momento de acostarse, y ver entre las sábanas su
cuerpo infecto
como una mujerzuela
esperando en una esquina para siempre la muerte
como el encuentro a solas de Jack the ripper
con su recuerdo, en una habitación ia oscuras, sin más recuerdo
de lo humano que una estufa y unos pies y un periódico arrugado.
Y que este encuentro firme este poema,
este feto de ángel, esta excusa
para no terminar hoy con mi vida.

 

 

 

 

xxxxxII

TERRITORIO DEL CIELO

xxxxxxxxxxiixxxxxxxxal misterio de mi madre

Ha nevado lentamente y mi mano
escribe sobre la nieve
muy pronto se deshará mi figura
cuando el sol queme la nieve
y viole
mi blanco sudario con su espuma.
Qué lejos sigue el mar de nosotros
qué lejos el ser.
Como un fantasma blanco en la noche
la mano de mi madre me llama
al misterio que el hombre desprecia
al misterio de la muerte.
Qué importa si eres feliz si tu mano ya no es mi mano
si no bebes ni gimes, porque sólo de la materia del dolor
puede nacer la dicha:
xxxxxxxxxxxxxxxxxxx¿estás triste en el cielo?
¿Qué sentido tiene decir eso?
Pero tiene más sentido tu sombra en el bosque
que estos tristes hombres que recuerdan al zorro,
al lobo y a la aspa
y están condenados para siempre en la campana de la lluvia
y son mártires de la lluvia,
y tienen los ojos cerrados
para no ver detrás del cristal, cómo
en los bosques del estiércol
desfilan lentos los sapos de los muertos.

 

 

 

 

xxxxxIII

ASESINATO

xxxxxxxxxxxxxxxxcuando un hombre no nos deja
xxxxxxxxxxxxxxxxvivir, matarle es un acto de
xxxxxxxxxxxxxxxxdefensa propia.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxLeopolodo María Panero

Yo he sabido ver la realidad de la sombra.
y el horror de Pan en la cercanía del poema.
Porque la palabra del poema es más terrible
que el diablo
que endulza el ser, cuando a la orilla de él hemos caído
y vagamos como una jibia por el tigre
y una voz escupe en nuestros sesos la palabra:
¡giloria! Y una hostia nos devuelve a la caída
y nos hace
señores del water para siempre, amos y principios del retrete
para soñar día y noche con la espada
atroz de Toledo, con la espada
que revela el misterio del estómago
al hundirse en el tuyo sabiamente
para que la sangre nos devuelva la vida.

 

 

 

 

xxxxxV

PIEDRA NEGRA

Señor del mal, ten piedad de mi madre
que murió sin sus dos tetas
y sobre la que yo escupí
y ahora amo
ahora en vano reclamo al país de los muertos
que murió envuelta en víboras y víctima
de una podredumbre que nos hacía mirarnos a los ojos
como dicen que Dios mira a los hombres, con horror
con pena del asesino, con tibia extrañeza
de la jibia que entre sus manos se retuerce
por temor a ser mirada por Dios,
y ver en su luz que no merece
ni mereció nunca la vida: y que él arroja
desde lo alto del cielo a Despeñaperros
diciendo: tan alto subió tu orgullo
mira ahora que cae igual de rápido.
Pero ya voy madre, a encontrarme
con la única mujer que he conocido, y que es la muerte
cuyo cuerpo con vicio tantas veces he tocado
riéndome de todos mis cadáveres!
y que sea la rosa infecunda de la nada
que tantas veces cultivé porque se parecía a la muerte
la que recuerdo mis heces a otros condenados
a escribir y mear, bajo el sol entero
en esta habitación parecida a un retrete
donde la crueldad dora la piedra negra
en que toda vida acaba, y se celebra
tirando de la cadena.

 

 

 

 

xxxxxVI

SUICIDIO

oh mano mía, mano de mi fantasma
mano de Scardanelli que tercamente escribe
la historia al revés (a partir de mi vida
acabada)
háblame otra vez del misterio de la lluvia
que habla sola con el cristal
como invocándome desde el reino de los muertos
como llamándome a esa comunión en el Leteo: porque
qué impura es la noche para el jorobado
y como oscuramente
lo bendice el rocío
y qué lejos está Dios del insecto
que retiene en su ámbar la noche
para no morir y cómo
se vence la mano y cae con ella
cuanto de la noche no es, cuando
termina el poema.

 

 

 

 

xxxxxIX

LECTURA

Yo no hablo del sol, sino de la luna
que ilumina eternamente este poema
en donde una manada de niños corre perseguida por los lobos
y el verso entona un himno al pus
Oh amor impuro! Amor de las sílabas y de las letras
que destruyen el mundo, que lo alivian
de ser cierto, de estar ahí para nada,
como un arroyo
que no refleja mi imagen,
espejo del vampiro
de aquel que, desde la página
va a chupar tu sangre, lector
y convertirla en lágrima y en nada:
y a hacerte comulgar con el acero.

 

 

 

 

xxxxxXII

HAIKU

Figura de Dios:
xxxxxxxxxxxxxxun cerdo
entre las ramas.

 

 

 

 

xxxxxXX

LA FÁBULA DE LA CIGARRA Y LA HORMIGA

xxxxpara Antxon-La Hera, con el afecto y las disculpas de
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxixxxxxxxxxxxxxxxxxxxLeopoldo

El sol alumbra la ropa puesta a secar
—un calzoncillo sucio, una camisa raída—
y un esqueleto se mueve en la cocina.
Si quieres mirar, mira
si has querido hacer un espectáculo de la podredumbre
y gloria del gusano que nunca muere.
Soy un hombre sin vanidad, y de vez en cuando me sueno
con mi soplamocos.
De mí la historia nunca sabrá nada
pero me siento seguro, pues ahí fuera ladrando
desnudo, sus manos agarrando fuertemente los testículos,
tembloroso y lleno de frío
veo el recuerdo de un hombre que tuvo vanidad
y quiso conocer el misterio del mundo.

 

 

 

 

xxxxxXXIV

VARIANTE

Mujeres que aparecen ahorcadas al amanecer
¿dejó algún rastro el hombre de las muñecas?
Cuando la mano termina de escribir
hay huellas de sangre en el poema.

 

 

 

Panero, Leopoldo María. Piedra negra o del temblar. Madrid; Ediciones libertarias, 1992.

 

ESTA TARDE: ‘VEINTE PELÍCULAS DE AMOR Y UNA CANCIÓN DE JOHN LENNON’, DE CARMEN PIQUERAS

septiembre 28, 2017 Deja un comentario

Esta tarde, a las 20:00 h., se presenta en el Museo Ramón Gaya el nuevo libro de Carmen Piqueras: ‘Veinte películas de amor y una canción de John Lennon’, publicado por la editorial Raspabook, que comienza este otoño/invierno de publicaciones con los libros de la propia Carmen Piqueras, de Sebastián Mondéjar o de Ángel Paniagua, entre otros.

 

 

Si quieren, esta tarde nos vemos allí.
Yo iré porque, entre otras cosas, sé que hay un texto que Carmen Piqueras nos ha dedicado a José Antonio Martínez Muñoz y a mí. Éste:

 

HIROSHIMA, MON AMOUR

Aunque ien iapenas iunas ihoras iserán iprohibidas, xacusadas
de isocavar ila imoral ide ila ipoblación iy iel iorden ipúblico, la
noche del 31 de octubre de 1940 las salas donde aún se puede
escuchar xjazz xen iTokio iaparecen irepletas, iabarrotadas ide
clientes que bailan, beben y fuman en un intento desesperado
por olvidar el futuro.

No iobstante, inada ipuede iimpedir, iesa inoche, ique xalguien
arranque ide iun ibajo iel idecadente isollozo idel iVals ide xlas
velas, el inminente inicio de una cuenta atrás.

 

 

 

De hecho, en el apartado de dedicatorias se puede leer:

 

 

 

P.D. La canción de John Lennon es ésta.

 

PLACER ADÁMICO

septiembre 27, 2017 Deja un comentario

 

CADENAS

Sentado con un libro y un recuerdo
¿será un engaño lo que escucho y me preocupa?
¿No es cierto que debajo de este sol
primaveral que alumbra los milagros
del espacio y del tiempo se puede distinguir
entre el fragor de los nuevos follajes
mezclado con las charlas sobre el tiempo
o el gobierno o el último partido
un arrastrar quejoso de cadenas
detrás de cada hombre que camina?

 

 

 

 

DIGRESIONES O SILENCIOS LÍBRICOS

xxxxxI

…la tos de Dostoievsky mientras juega al póker
con Verlaine iy iun ijoven irubio que dice haber
vivido en los desiertos, ila ivoz ide Juan Ramón
citando grave el Kempis icon Platero de memo-
ria. Unamuno iescapando de la muerte, Tolstoi
leyendo xel xnuevo xtestamento xsufriendo iun
nuevo iimpulso imoralista. iProust ique mira el
poso del café icon una magdalena entre las ma-
nos. Vallejo dibujando en una celda el rostro de
Miguel tiznado por la pena. Péguy con una rosa
abierta entre las cejas, iVirgilio iplaticando icon
Homero y Freud isentado en frente de Quijano.
En el silencio de esta biblioteca, entre los viejos
anaqueles illenos ide libros que nos miran estu-
diando, cientos de hombres igritan iintentando
educar sus obsesiones…

 

 

xxxxxII

xxxxx…en iesta ibiblioteca de mi casa a pesar del
fingido sosiego de los libros de la aparente calma
de isus ilomos llenos de polvo y luz primaveral y
de las voces ide ilos niños fuera muchos muertos
me abordan cada uno en su turno afablemente…

xxxxx…detrás ide iesta iengañosa mansedumbre
que muchos piensan cierta iun ialuvión de gritos
se oculta ientre ilas ipáginas icentenares de nom-
bres latiendo igual que corazones vivos de mayas
inmolados…

xxxxx…una ivez ihaya iencontrado mi grito seré
fingida calma en un estante…

 

 

 

 

DE PROFUNDIS

Detrás de mi expresión de lunes tormentoso
—y aunque al hablar parezcan mis palabras
los aullidos de un viento lastimero
que se empeña en tumbar nuestra alegría—
hay un hombre inseguro que desea enredarse
contigo como el viento entre las ramas
y que entre tanto escribe en un papel
los besos que le faltan a la noche.

 

 

 

Montiel López, Jesús. Placer adámico. Madrid; Servicio de Publicaciones – Universidad Complutense de Madrid, 2012.

 

LOS REGALOS DE LOS AMIGOS (LI)

septiembre 26, 2017 Deja un comentario

Acaba de llegarme esta joya que ven la imagen. El tercer libro que a Carlos Vitale le publica la editorial Candaya.
Este bonaerense Licenciado en Filología hispánica y Filología italiana ha recibido varios premios por sus traducciones (entre ellos, el Premio «Ángel Crespo» en 2006) y, para mí, es una fiesta cada vez que publica algo.
Su concisión, su densidad, la manera en la que aprovecha las grietas para dejarnos en unos pocos versos una poesía de una potentísima carga de profundidad, hacen que (re)leerlo sea toda una experiencia.

 

 

Aquí tienen una selección de las tres primeras secciones del libro.

 

CUANDO
la poesía
me visitaba

en sueños

siempre
dejaba
alguna huella

muda

 

 

 

 

COSECHA LENTA

Tendré que esperar a una flor
tardía.

 

 

 

 

JORNADA

Tú, de pie, desnuda en la penumbra.
Tu espalda es el arco del conocimiento.
Desde la cama, observo y espero.
Cuando te vuelvas me dirás quién soy.
Sin otra luz que mi deseo.

 

 

 

 

EL ESTADO DE LA CUESTIÓN

Has parado la noche, pero me has negado el día.

 

 

 

 

OTRA VUELTA DE TUERCA

Y nada más que sed
y vasos rotos.

 

 

 

 

PEPE BARROETA DICE QUE NO DICE

El don
de la palabra
no es
un don,
es apenas
arder
en el propio
fuego,
abrasarse
hasta que la mano
dibuje
el vasto
signo
de la desolación.

 

 

 

 

LETANÍA

Una vida
nueva.
Otra,
distinta.
Una vida.

 

 

 

 

LIBÉRAME

Libérame del deseo.
Libérame del deseo
incumplido,
de su inútil carcoma,
de su vana penuria.

 

 

 

 

VUELTA

Pero al fin regresas.
O no te has ido.
O no me he ido.
El hecho es que estás.
Y yo no sé si estoy.

 

 

 

Vitale, Carlos. Duermevela. Barcelona; Ed. Candaya, 2017.

 

BLUES DEL TIEMPO Y EL ESPACIO

septiembre 25, 2017 Deja un comentario

Hace una semana subía los poemas centrales de ‘Guardia nativa’, o quizá debería decir el poema central del libro —la serie de diez sonetos en corona, llamados así porque los sonetos se encadenan por medio de anadiplosis, esto es, el último verso del primer soneto se reproduce en el primer verso del segundo soneto, y así sucesivamente; y que Trethewey extiende a diez sonetos, aunque esta secuencia se componga de siete, para así igualar su número al de las elegías que integran la primera parte de la colección—, el que muestra más a las claras la preocupación de Trethewey por la amnesia histórica, el borrado intencionado o por omisión. Son esos huecos, esas grietas por las que escapan los combates, las pasiones y los anhelos por donde se precisa un ejercicio de rastreo. Habrá, pues, que escarbar en los mitos locales, en las leyendas, en las historias que han pasado a formar parte de la colectividad, así como en el propio legado personal para, de ese modo, abordar los temas del hogar y del exilio, del recuerdo y el olvido, de lo escrito y lo borrado. Es ésa, y no otra, la tarea que Guardia Nativa se ha impuesto.
Así lo leemos en el prólogo, en el que Luis Ingelmo continúa escribiendo: Entiende Michel Focault que la genealogía es «redescubrimiento meticuloso de las luchas y memoria bruta de los enfrentamientos», una amalgama del saber erudito y del saber popular. El momento en que la tiranía de los discursos monolíticos deja paso a los textos marginales, a las investigaciones parciales, es la oportunidad que se abre para la búsqueda de lo presente a través de los hechos extraviados en los relatos acallados. Trethewey (…) lo que persigue es revolverse contra el discurso histórico hegemónico, contra los efectos que éste conlleva sobre las poblaciones y las generaciones venideras, contra el poder que queda centralizado en manos de instituciones pedagógicas, universitarias o científicas, y contra el uso que se le da para silenciar a los que claman por recuperar su ubicación en el complejo entramado de la red histórica. (…) Así pues, liberación del saber histórico parcial, fragmentario, para enfrentarse al discurso dominante, unitario, teórico y sancionado como válido.

 

Y aquí tienen algunos poemas de la primera sección del libro:

 

 

TEORÍAS DEL TIEMPO Y EL ESPACIO

Puedes llegar allí desde aquí, aunque
no sea como ir a casa.

Cualquier sitio al que vayas será un lugar
que no hayas visitado. Haz esto:

coge la Misisipi 49 hacia el sur, kilómetro
a kilómetro las señales irán marcando

un minuto más de tu vida. Síguela
hasta su conclusión natural: callejón sin salida

en la costa, el muelle de Gulfport donde
jarcias de pesqueros son puntos de sutura sueltos

contra un cielo que amenaza lluvia. Cruza
la playa artificial, 40 kilómetros de arena

volcada en el manglar, el terreno
sepultado del pasado. Lleva contigo

lo imprescindible: un tomo de recuerdos
con páginas en blanco al azar. En el muelle

en que embarques hacia Ship Island
alguien te sacará una foto:

la fotografía —quien eras—
te estará esperando a tu vuelta.

 

 

 

 

GENUS NARCISSUS

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxBellos narcisos, amargura sentimos
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxal veros con tanta premura partir.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxRobert Herrick

El camino que de escuela a casa conducía
poblado de árboles y sombras, vera de arroyo,
brillaba con gualdos narcisos, tempranas las

flores en los últimos días del gris invierno.
Supongo que sabía de su crecer silvestre,
no viendo daño alguno en cogerlos. Eso hice,

corté tantos como de sí me dieron las manos
para, en un tarro, ofrecérselos luego a mi madre.
Los puso en el alféizar de la ventana, y cerca

me senté, absorta en la luz curvada en el cristal,
ya el día dando paso a la noche, orgullosa
por haberle regalado a mi madre un detalle.

Vanidad infantil. Debo haberme visto en ellas
de algún modo reflejada: en los finos tallos,
cada corola una cabeza erguida a la espera

de elogios, o gacha para ver su propia imagen.
De camino a casa hace años nada sabía
de Narciso ni del crecer fugaz de esas flores,

cómo, marchitas cual las de las tumbas, susurran
sopladas por el viento, un traicionero silbar
desde el alféizar. Enamórate de ti misma,

me decían a mí; muere joven, a mi madre.

 

 

 

 

BLUES DEL CAMPOSANTO

El día entero llovió cuando allí la enterramos;
de la iglesia a la tumba donde al fin la dejamos.
Los pies absorbidos por barro hueco escuchamos.

Nos llamó el pastor a todos y alcé yo la mano;
quiso presente a un testigo y levanté la mano:
La muerte atasca el cuerpo, el alma es un artesano.

Salió el sol cuando me volvía para alejarme,
con su luz me cubrió dispuesta para alejarme:
di la espalda a mi madre, no podía quedarme.

Llenito de baches estaba el camino a casa,
era todo baches aquel camino a mi casa;
aunque bajemos el ritmo, el tiempo sí pasa.

xxxxxxxEntre muertos y sus nombres deambulo ahora;
xxxxxxxel de mi madre para mí almohada marmórea.

 

 

 

 

LO QUE ES UNA PRUEBA

No los cardenales fugaces que cubría
con maquillaje, oscura mancha cual huella
de telescopio al que con fuerza se pegara
queriendo ver una salida, ni su voz
estremecida que calmaba inclinándose
sobre una olla con huesos al fuego. Ni
aquellos dientes que por los suyos llevaba,
ni aquel documento oficial —emborronados
el sello y su firma— ya amarillo, ajados
los bordes. Ni el rotulador menudo, marca
de fechas y nombre, abstracto como la historia.
Tan sólo el territorio del cuerpo —clavícula
astillada, temporal perforado— huesos
que cada día, como todo, se sedimentan.

 

 

 

 

TRAS TU MUERTE

Saqué primero tu ropa de los armarios,
a la basura tiré la fruta, macada
por el tacto de tu mano, dejé vacíos

tus tarros de conservas. Al día siguiente
oí unos pájaros en los frutales, luego,
al ir a coger un higo maduro y suelto,

lo encontré medio comido, la otra mitad
pudriéndose, o —como otro que arranqué y abrí
al medio— comido desde dentro hacia fuera:

mil insectos lo vaciaban. Llego tarde
de nuevo, otro espacio por la pérdida hueco.
El mañana, el frutero que habré de llenar.

 

 

 

 

AL ANOCHECER

Primero me parece que llama a un niño,
mi vecina, contra el marco de su puerta
al anochecer, el zumbar de farolas
por telón de fondo nocturno. Escucho
luego el retín del arrumaco que hacemos
a los animales que entienden sonidos,
no el sentido de las palabras —misina
misina— ni que a veces se queden cortos.
En otro jardín, donde no alcanza a ver
mi vecina, la gata aguza el oído,
se vuelve hacia la voz, para retornar
hacia la constelación de luciérnagas
que titilan junto a ella. Aún no sabe
si saltar por encima del seto bajo,
la cuidada hilera de flores, y brincar
sobre el porche, en el círculo permanente
de luz, o quedarse donde está: el hechizo
de lo posible —lo que la retendría
lejos de casa— que ante ella revuela.
Oigo a mi vecina, su voz que se apaga.

Desiste por ahora de sus llamadas,
la imagino dentro de casa, esperando,
acaso sentada enfrente de la tele,
o de una habitación a otra, atareada;
quedo pensando que yo también podría
subir la voz, segura de que alguien la oye,
lanzarla por las líneas que suturan
aquí y allá, sabiendo que mis sonidos
bastan para hacer que alguien venga a casa.

 

 

 

Trethewey, Natasha. Guardia nativa (Trad. Luis Ingelmo). Madrid; Bartleby editores, 2006.

 

ANOCHE LLEGÓ EL FIN DEL VERANO

septiembre 23, 2017 Deja un comentario

 

El fin, el fin del verano.
El fin, el fin del verano.

El fin del verano siempre es triste,
aunque entre las mantas pueda hablar de amor.
Del cielo beige al cielo gris, oler castañas
y entre el humo anhelar el calor.

Pero el fin del verano es triste,
aun cuando sabemos que todo es un ciclo
y llegará el día en que sudando
desearemos otra vez el frío enero.

El fin, el fin del verano.

Es el momento de de la lluvia,
las hojas muertas color ocre,
la hora del sueño del lagarto
el fin del verano es triste, querámoslo o no.

Lejos de los ojos guardaremos la piel.

El fin del verano siempre es triste,
aunque entre las mantas pueda hablar de amor.
La noche alarga su jornada
y el día, vago y breve, se escapa.

Abril es el mes más cruel,
alguien lo dijo antes,
pero el fin del verano es triste
y ahora aún soy joven.

 

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SU PRIMER GRITO DE VERDAD

septiembre 22, 2017 Deja un comentario

 

Lo que tengo que hacer esta noche es esconderme en el armario del dormitorio mientras la chica se da una ducha. Luego, cuando ella salga reluciente de sudor, en medio de la atmósfera impregnada de vapor, laca y colonia, saldrá desnuda salvo por un albornoz de encaje. Entonces yo salgo con una media tapándome la cara y unas gafas de sol puestas. La tiro encima de la cama. Le pongo un cuchillo en la garganta. Luego la violo.
xxAsí de simple. La espiral de vergüenza continúa.
xxSolamente hay que preguntarse todo el tiempo: ¿Qué NO haría Jesucristo?
xxLo que pasa es que no la puedo violar en la cama, me dice, porque la colcha es de seda rosa clarito y se puede manchar. En el suelo tampoco porque la alfombra le rasca la piel. Acordamos hacerlo en el suelo, pero sobre una toalla. No una toalla buena para los invitados, me ha dicho. Me ha dejado una toalla vieja en el tocador y yo tengo que extenderla en el suelo previamente para no romper la atmósfera.
xxMe deja la ventana del dormitorio abierta antes de meterse en la ducha.
xxAsí que me escondo en el armario, desnudo y con toda su ropa del tinte pegándose a mí, con la cabeza enfundada en la media, las gafas de sol y llevando en la mano el cuchillo menos afilado que he encontrado, esperando. la toalla extendida en el suelo. La media da tanto calor que se me llena la cara de sudor. El pelo pegado al cráneo me empieza a picar.
xxJunto a la ventana no, me ha dicho. Y tampoco cerca de la chimenea. Me ha dicho que la viole cerca del ropero, pero no demasiado cerca. Que intente extender la toalla en una zona de paso frecuente donde la alfombra no se vea tan gastada.
xxElla es una chica llamada Gwen que he conocido en la sección de autoayuda de una librería. Es difícil decir quién ligó con quién, pero ella estaba fingiendo que leía un libro de terapia de doce pasos sobre la adicción sexual y yo llevaba mis pantalones de camuflaje de la suerte, rondaba a su alrededor con un ejemplar del mismo libro y me estaba preguntando qué más daba otra relación peligrosa.
xxLos pájaros lo hacen. Las abejas lo hacen.
xxNecesito el subidón de endorfinas. Para tranquilizarme. Me muero por la péptido feniletilamina. Eso es lo que soy. Un adicto. Porque, a ver, ¿quién lleva la cuenta?
xxEn la cafetería de la librería, Gwen me dice que consiga una cuerda, pero no una cuerda de nailon porque hace daño. El cáñamo le produce sarpullido. La cinta aislante negra también sirve, pero no en la boca, y que no sea cinta de aluminio para tuberías.
xx—Que te arranquen cinta de aluminio —me explica— es tan erótico como que te depilen las piernas.
xxConsultamos nuestras agendas y el jueves queda descartado. El viernes tengo mi reunión de adictos al sexo. Esta semana nada de recibos. El sábado lo paso en Saint Anthony. Casi todos los domingos por la noche ella ayuda en el bingo de su parroquia, así que quedamos el lunes. El lunes a las nueve, no a las ocho porque ella trabaja hasta tarde y a las diez tampoco porque yo tengo que trabajar temprano por la mañana.
xxY llega el lunes. La cinta aislante está lista. La toalla extendida, pero cuando salto encima de ella con el cuchillo va y me dice:
xx—¿Esas medias que llevas son mías?
xxLe retuerzo un brazo detrás de la espalda y le pongo el filo helado en la garganta.
xx—¡Por el amor de Dios! —dice—. Esto es demasiado. Te dije que podías violarme. No te dije que pudieras estropearme las medias.
xxCon la mano del cuchillo le agarro la parte de delante del albornoz e intento desnudarle los hombros.
xx—Para, para, para —dice, y me da una palmada en la mano—. Déjame que lo haga yo. Te lo vas a cargar. —Se aparta.
xxLe pregunto si me puedo quitar las gafas de sol.
xx—No —dice, y se quita el albornoz. Luego va al armario abierto y lo cuelga de una percha acolchada.
xxPero es que casi no veo.
xx—No seas egoísta —me dice. Desnuda, me coge la mano y me la cierra en torno a una de sus muñecas. Luego se coloca el brazo detrás de la espalda y se gira para apretar la espalda desnuda contra mí. El rabo se me pone más y más duro y la raja cálida y resbaladiza de su culo se me pega. Y me dice—: Necesito que seas un atacante sin rostro.
xxLe digo que me da demasiada vergüenza comprar un par de medias. Un tío que compra medias es un criminal o un pervertido. En cualquiera de los dos casos, es difícil que la cajera te acepte el dinero.
xx—Joder, deja de quejarte —dice—. Todos los violadores con los que he estado se compraban sus medias.
xxAdemás, le digo, cuando miras la estantería de las medias resulta que las tienen de todos los tamaños y colores. Color carne, negro, beige, marrón, negro mate, cobalto, y ninguna es de la «Talla cabeza».
xxElla frunce la cara y gime:
xx—¿Te puedo decir algo? ¿Te puedo decir una sola cosa?
xxLe pregunto qué.
xxY ella dice.
xx—El aliento te huele fatal.
xxEn la cafetería de la librería, mientras elaborábamos el guión me dijo:
xx—Acuérdate de meter el cuchillo en la nevera antes. Necesito que esté realmente frío.
xxYo le pregunté si no podíamos usar un cuchillo de goma.
xxY ella me dijo:
xx—El cuchillo es muy importante para mi experiencia total.
xxY me dijo:
xx—Lo mejor es que me pongas el filo del cuchillo en la garganta antes de que esté a la temperatura ambiente.
xxY dijo:
xx—Pero ten cuidado, porque si me cortas por accidente —se inclinó hacia mí por encima de la mesa, adelantando la barbilla—, si se te ocurre hacerme un arañazo, te juro que estás en la cárcel antes de que te puedas poner otra vez los pantalones.
xxTomó un sorbo de su chai de hierbas, volvió a poner la taza en el platillo y dijo:
xx—Mis fosas nasales te agradecerían que no usaras ninguna clase de colonia, aftershave ni desodorante de olor muy fuerte. Soy muy sensible.
xxEstas adictas al sexo tan salidas tienen una tolerancia altísima. Todo les está bien con tal de que se las follen. No pueden parar, no importa lo degradante que se vuelva el rollo.
xxDios, cómo me gusta ser codependiente.
xxEn la cafetería, Gwen se puso el bolso sobre el regazo y buscó en el interior:
xx—Ten —me dijo, y desenrolló una lista fotocopiada de los detalles que quería incluir. Encima de la lista ponía:
xxLa violación es una cuestión de poder. No es algo romántico. No te enamores de mí. No me beses en la boca. No esperes quedarte después del acto. No uses mi cuarto de baño.
xxEl lunes por la noche en su dormitorio, desnuda y apretada contra mí, me dice:
xx—Quiero que me pegues —dice—. Pero ni demasiado fuerte ni demasiado flojo. Lo justo para que me corra.
xxCon una mano le sujeto el brazo detrás de la espalda. Ella frota el culo contra mí. Tiene un cuerpecillo superbronceado, pero su cara está pálida y tiene textura de cera por culpa del exceso de crema hidratante. En el espejo de la puerta del armario la veo por delante y veo mi cara asomando por encima de su hombro. El pelo y el sudor se le acumulan en el espacio donde están pegados mi pecho y su espalda. Su piel tiene ese olor a plástico caliente de las camas de rayos UVA. Con la otra mano sostengo el cuchillo, así que le pregunto si quiere que la golpee con el cuchillo.
xx—No —dice—. Eso sería apuñalamiento. Pegar a alguien con un cuchillo es apuñalamiento —dice—. Deja el cuchillo y usa la mano abierta.
xxY yo tiro el cuchillo.
xxY Gwen dice:
xx—En la cama no.
xxAsí que dejo el cuchillo en el cajón. Luego levanto la mano para pegarle. Me resulta muy raro desde atrás.
xxY ella dice:
xx—Pero en la cara no.
xxAsí que bajo un poco la mano.
xxY ella dice:
xx—Y no me des en los pechos, porque luego salen bultos.
xxVéase también: mastitis quística.
xxMe dice:
xx—¿Por qué no me abofeteas el culo?
xxY yo le digo que por qué no se calla y me deja violarla a mi modo.
xx—Si eso es lo que te apetece, ya puedes coger tu picha diminuta y largarte corriendo a casa.
xxComo acaba de salir de la ducha, tiene el vello púbico suave y tupido, no aplastado como cuando le quitas la ropa interior a una mujer. La mano libre se la meto entre las piernas y le noto un tacto falso, como de goma y plástico. Demasiado liso. Un poco grasiento.
xxLe digo:
xx—¿Qué le pasa a tu vagina?
xxGwen se mira y dice:
xx—¿Qué? —dice—. Ah, eso. Es un femidón, un condón femenino. Los bordes sobresalen así. No quiero que me contagies nada.
xxDebo equivocarme, le digo, pero yo pensaba que la violación era más espontánea, ya sabes, un crimen pasional.
xx—Eso demuestra que no sabes ni una palabra sobre violar a la gente —dice—. Un buen violador planea su crimen meticulosamente. Ritualiza hasta los pequeños detalles. Esto tendría que ser casi una experiencia religiosa.
xxLo que sucede aquí, dice Gwen, es sagrado.
xxEn la cafetería de la librería me pasó la hoja fotocopiada y me dijo:
xx—¿Puedes aceptar todas estas condiciones?
xxLa hoja decía: No me preguntes dónde trabajo.
xxNo me preguntes si me estás haciendo daño.
xxNo fumes en mi casa.
xxNo esperes quedarte a pasar la noche.
xxLa hoja decía: La palabra de seguridad es GARBEO.
xxLe pregunté qué quería decir «palabra de seguridad».
xx—Si la escena se vuelve demasiado fuerte o no funciona para alguno de los dos —dice—, uno dice «garbeo» y la acción se detiene.
xxLe pregunté si podía correrme.
xx—Si es tan importante para ti… —dijo ella.
xxEstas patéticas adictas al sexo. Todas hambrientas de polla.
xxSin ropa está un poco flaca. Tiene la piel caliente y húmeda y parece que al apretarla vaya a salir agua caliente con jabón. Tiene las piernas tan delgadas que no se tocan hasta llegar al culo. Sus pechos diminutos parecen adherirse a su caja torácica. Sujetándole todavía el brazo detrás de la espalda y viéndonos en el espejo de la puerta del armario, ella tiene el cuello largo y los hombros caídos, como una botella de vino.
xx—Para, por favor —dice—. Me haces daño. Por favor, te daré dinero.
xxLe pregunto cuánto.
xx—Para, por favor —dice—. O gritaré.
xxLe suelto el brazo y retrocedo.
xx—No grites —digo—. Haz el favor de no gritar.
xxGwen suspira, toma impulso y me da un puñetazo en el pecho.
xx—¡Imbécil! —dice—. No he dicho «garbeo».
xxEs el equivalente sexual de «Simón dice».
xxSe da la vuelta para que la agarre otra vez. Luego camina sin soltarse de mí hasta la toalla y dice:
xx—Espera. —Va al cajón y vuelve con un vibrador de plástico rosa.
xx—Eh —le digo—, no intentes usar eso conmigo.
xxGwen se estremece y dice:
xx—Claro que no. Es el mío.
xxY yo digo:
xx—¿Y qué pasa conmigo?
xxY ella dice:
xx—Lo siento, la próxima vez tráete un vibrador para ti.
xx—No —le digo—. ¿Qué pasa con mi pene?
xxY ella dice:
xx—¿Qué pasa con tu pene?
xxYo digo:
xx—¿Cómo encaja en todo esto?
xxSentándose en la toalla, Gwen niega con la cabeza y dice:
xx—¿Por qué hago esto? ¿Por qué siempre elijo a tíos que lo único que quieren es ser amables y convencionales? Lo siguiente que querrás hacer es casarte conmigo —dice—. Por una sola vez me gustaría tener una relación violenta. ¡Por una vez!
xxElla dice:
xx—Puedes masturbarte mientras me violas. Pero solo en la toalla y solo si no me salpicas.
xxElla extiende la toalla alrededor de su culo y da unas palmadas en una zona de toalla que tiene al lado:
xx—Cuando llegue el momento —dice—, puedes dejar tu orgasmo aquí.
xxSu mano da unas palmaditas.
xxAh, vale, le digo, ¿y ahora qué?
xxGwen suspira y me planta el vibrador en la cara:
xx—¡Úsame! —dice—. ¡Degrádame, estúpido! ¡Ultrájame, subnormal! ¡Humíllame!
xxNo tengo muy claro dónde está el interruptor, así que ella me tiene que enseñar cómo encenderlo. Luego vibra tan fuerte que lo suelto. Luego se pone a saltar por el suelo y tengo que atrapar el puto chisme.
xxGwen levanta las rodillas en el aire y las deja caer a los lados igual que se abre un libro. Yo me arrodillo en el borde de la toalla y meto la punta zumbante dentro de los bordes de plástico de su vagina. Con la otra mano me acaricio el rabo. Sus tobillos están afeitados y desembocan en unos pies curvados con pintaúñas azul. Está tumbada de espaldas con los ojos cerrados y las piernas abiertas. Con las manos unidas y extendidas por encima de la cabeza de forma que sus pechos forman cúpulas perfectas, dice:
xx—No, Dennis, no. No quiero esto, Dennis. No. No, no puedes tomarme.
xxYo le digo:
xx—Me llamo Víctor.
xxElla me dice que me calle y la deje concentrarse.
xxYo intento que los dos nos lo pasemos bien, pero ese es el equivalente sexual de frotarse el estómago y rascarse la cabeza. O me concentro en mí mismo o me concentro en ella. En cualquier caso el resultado es tan malo como un trío que no funciona: siempre hay uno que se queda fuera. Además, el vibrador resbala y es difícil sujetarlo. Se está recalentando y empieza a despedir un olor acre a humo como si algo se estuviera quemando dentro.
xxGwen abre un ojo solamente un poco, me ve cascarme el rabo y dice:
xx—¡Yo primero!
xxMe sacudo el rabo. Hurgo dentro de Gwen. Hurgo dentro de Gwen. Me siento menos un violador que un fontanero. Los bordes del femidón no paran de meterse dentro y tengo que pararme y sacarlos con los dedos.
xxGwen dice:
xx—Dennis, no. Dennis, para, Dennis. —La voz le sale de las profundidades de la garganta. Se tira del pelo y traga saliva. El femidón se vuelve a meter dentro y yo ya paso de él. El vibrador lo hunde más y más. Ella me dice que juegue con sus pezones con la otra mano.
xxLe digo que necesito la otra mano. Mis pelotas se tensan, listas para disparar y digo:
xx—Oh, sí. Sí. Oh, sí.
xxY Gwen dice:
xx—No te atrevas. —Y se chupa dos dedos. Clava su mirada en la mía y se mete los dedos húmedos entre las piernas, desafiándome.
xxLo único que tengo que hacer es imaginarme a Paige Marshall, mi arma secreta, y la carrera se termina.
xxUn segundo antes de correrme, en ese momento en que sientes que el ojete empieza a tensarse, justo entonces me vuelvo hacia el lugar de la toalla que me ha indicado Gwen. Sintiéndose estúpidos y tratados como perros amaestrados para hacer sus necesidades, mis soldaditos blancos salen despedidos y, tal vez por accidente, equivocan la trayectoria y aterrizan sobre la colcha rosa. Sobre su enorme y suave paisaje mullido de color rosa. Formando un arco después de otro, llueven goterones calientes de todos los tamaños sobre la colcha, los cubrealmohadas y los faldones de seda rosa de la cama.
xx¿Qué NO haría Jesucristo?
xxGrafitis de semen.
xx«Vandalismo» no es la palabra adecuada, pero es la primera palabra que viene a la mente.
xxGwen está tumbada en la toalla, jadeando con los ojos cerrados y el vibrador zumbando a su lado. Con los ojos en blanco, chorrea entre los dedos y murmura:
xx—Te he ganado…
xxMurmura:
xx—Hijo de puta, te he ganado…
xxMe pongo los pantalones y cojo la chaqueta. Hay soldaditos blancos por toda la cama, las cortinas y el papel de la pared, y Gwen está ahí tumbada, jadeando, con el vibrador sobresaliéndole en ángulo oblicuo entre las piernas. Un segundo más tarde, se le sale y cae en el suelo como un pescado mojado y gordezuelo. Es entonces cuando Gwen abre los ojos. Empieza a incorporarse apoyándose en los codos antes de ver los desperfectos.
xxYa tengo medio cuerpo fuera de la ventana cuando digo:
xx—Ah, por cierto…
xxDigo «garbeo» y oigo ami espalda su primer grito de verdad.

 

 

 

Palahniuk, Chuck. Asfixia (Trad. Javier Calvo Perales). Barcelona; Ed. Debolsillo, 2007.

 

«INCORREGIBLE» NO ES LA PALABRA ADECUADA

septiembre 21, 2017 Deja un comentario

 

xxLas mismas leyes que nos mantienen a salvo nos condenan al aburrimiento.
xxSin acceso al caos verdadero, nunca lograremos la paz verdadera.
xxA menos que todo empeore, nada puede mejorar.
xxTodas estas cosas le decía la mamaíta.
xxLe decía:
xx—La única frontera que te queda es el mundo de lo intangible. Todo lo demás es demasiado restrictivo.
xxEstá aprisionado por demasiadas leyes.
xxCuando decía lo intangible se refería a internet, las películas, la música, los relatos, el arte, los rumores, los programas informáticos, cualquier cosa que no fuera real. Las realidades virtuales. Los rollos fantásticos. La cultura.
xxLo irreal es más poderoso que lo real.
xxPorque nada es tan perfecto como uno lo imagina.
xxPorque solamente duran las ideas intangibles, los conceptos, las creencias y las fantasías. La piedra se resquebraja. La madera se pudre. La gente, en fin, se muere.
xxPero las cosas tan frágiles como un pensamiento, un sueño, una leyenda, pueden continuar para siempre.
xxSi puedes cambiar la manera en que piensa la gente, le decía. La forma en que se ven a sí mismos. La forma en que ven el mundo. Si lo haces, puedes cambiar la forma en que la gente vive su vida. Y esa es la única cosa duradera que puedes crear.
xxAdemás, en algún momento, solía decirle la mamaíta, tus recuerdos, tus relatos y tus aventuras serán lo único que te quede.
xxEn su último juicio, antes de ir a la cárcel por última vez, la mamaíta se puso en pie ante el juez y dijo:
xx—Mi meta es ser un motor de excitación en las vidas de la gente.
xxSe quedó mirando fijamente a los ojos del niño estúpido y dijo:
xx—Mi propósito es darle a la gente historias gloriosas que explicar.
xxAntes de que los guardias se la llevaran por la puerta de atrás de la sala, con las manos esposadas, gritó:
xx—Encerrarme sería redundante. Nuestra burocracia y nuestras leyes han convertido el mundo en un campo de trabajos forzados limpio y seguro.
xxY luego gritó:
xx—Estamos criando una generación de esclavos.
xxE Ida Mancini volvió una vez más a la cárcel.
xx«Incorregible» no es la palabra adecuada, pero es la primera palabra que viene a la mente.

 

 

 

Palahniuk, Chuck. Asfixia (Trad. Javier Calvo Perales). Barcelona; Ed. Debolsillo, 2007.

 

«LIBERTAD» NO ES LA PALABRA ADECUADA

septiembre 20, 2017 Deja un comentario

 

xxLa cuestión es que el sexo no fue la parte de la pornografía que enganchó al niño estúpido. Fue la confianza. El valor. La falta total de vergüenza. La comodidad y la sinceridad genuina. La franqueza que permitía a alguien ser capaz de salir allí y contarle al mundo: Sí, así es como yo decido pasar una tarde libre. (…)
xxY no me importa el aspecto que tengo. Ni lo que vosotros penséis.
xxAsí que apañaos como podáis.
xxAl insultarse a sí mismo estaba insultando al mundo.
xx(…) De la misma forma que todas las películas porno implican a una veintena de personas fuera de plano, cosiendo, comiendo bocadillos y mirándose el reloj mientras otra gente está desnuda y tiene relaciones sexuales a unos pocos metros de distancia…
xxPara el niño estúpido aquello fue una iluminación. Llegar a estar en el mundo tan cómodo y lleno de confianza sería el nirvana.
xx«Libertad» no es la palabra adecuada, pero es la primera palabra que le viene a la mente.

 

 

 

Palahniuk, Chuck. Asfixia (Trad. Javier Calvo Perales). Barcelona; Ed. Debolsillo, 2007.

 

DEAD KENNEDYS, ‘BEDTIME FOR DEMOCRACY’

septiembre 19, 2017 Deja un comentario

Repasando apuntes antiguos (muy antiguos) de inglés, me encuentro conque en su momento me apunté las letras de varias canciones del disco ‘Bedtime for democracy’, de los Dead Kennedys.
No sé por qué en estos momentos, en este país, me han aparecido las letras de estas canciones. Pero me ha gustado mucho reencontrarme con ellas.
Aquí las tienen.

 

 

HOP WITH THE JET SET

I say, come on!
To pleasures unknown
Where we fly to when we are all bored
C’mon for the ride
And hop with the jet set tonight
We’ll sun ourselves red down in Montego Bay
Hotel-hired guards keep the natives away
We want to save the whales
We’ll go watch them feed,
Buzz around them in boats
‘Til they won’t breed
Just here for the ride
Then we hop with the jet set tonight
Check out them Indians’ ancestral art
Some of that would look cute up on our walls
Yeah, suit it just fine
When you hop with the jet set tonight
We’ll hire out some poachers to go steel their dolls
Who cares if they’re sacred-they look awful cute
National Geographic found a stone age tribe
Let’s feed them their first hot dogs on film
Won’t that be a prize
To show the jet set tonight
«Aren’t they cute, aren’t they pure…»
Muse subscribers back home
Next weekend the junta exterminates them
Back home by the sea at our outdoor cafe
Our chameleon tongues catch the flies in the air

 

 

 

 

DEAR ABBY

Dear Abby,
xxGot a problem. I’m a decent, underpaid, hardworking county coroner. It’s
important that my family eat meat at least three times a week. But we just can’t
afford to with the prices the way they are. So I bring home some choice cuts from my
autopsy subjects. Just mix in the Tuna Helper…and ta-da!
xxThe whole family thinks my new meals are delicious. They ask me what’s my
secret. Abby, I think they’re getting suspicious. My smart-ass eight year-old keeps
asking, «Where’s all the meat? The red dye number two kind that’s kept in the fridge.»
xxIf they find out the truth I don’t think they’ll understand. Abby, what do I tell my
family?
xxDEAR REAGANOMICS VICTIM: Consult your clergyman. Make sure the body’s
blessed and everything should be just fine

 

 

 

 

RAMBOZO THE CLOWN

Got a deadly toy
To brainwash your boy
An egocentric muscle thug
Kicks butt on screen like a brat out a hell
Bullshitter in the Indochina shop
Pull the string in his back, we win the war
That we never should have started at all
A cabbage patch terrorist to call our own
Who rewrites history with a machine gun
Don’t think about it — KILL IT
That’s what we teach your child
RAMBOZO
RAMBOZO
RAMBOZO the clown
To draft age kids
It sure looks like fun —
«kill ‘em all
And let god sort ‘em out.»
Like video games — no mess
Just fuel for a mass lapse of common sense
You can be don Quixote
We’ll dice you with our windmill blades
Brawn over brain
Means a happy ending
G.i. Joe in the cereal bowl
Grey shrapnel-flavored chewing gum
Mass murder ain’t just painless
Now we’ve made it cute
RAMBOZO
RAMBOZO
RAMBOZO the clown
War is sexy
War is fun
Iron Ego
Red Dawn
Be a wolverine. You’ll rule the hills
Just get some guns and Cheerios
Any kid can conquer Libya
Just steal a fighter plane.
Look who came home in a wheelchair
V. A. Hospital, they don’t care
«We’re the machine
You’re just a tool».
Who fell for the myth of Rambozo the Clown.

 

 

 

 

TRIUMPH OF THE SWILL

Life can only get better
All you need to do is fall in love
Everyone else has fun but you
Buy that fun you’ll fit in too
Dance your problems away xxxxxxxxxxxxxxxxxxGOVERNMENT MUSIC
Cheap escape to that mind-control beat xxxxxxxGOVERNMENT MUSIC
Mellow out-Life’s too hard
You don’t even want to think
See the macho cock-rock metal heroes
Vomit fire out of their big mouths
Shake your fists obediently
Make Leni Riefenstahl real proud
See the Aryan bozo with the red guitar
Parachute on the White House lawn
Gonna bomb the commies with his air guitar
So dumb he can’t drive 55
Like Bing Crosby before them xxxxxxxxxxxxxxxxGOVERNMENT MUSIC
Too idiotic to be real xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxGOVERNMENT MUSIC
You want it loud?
We’ll make sure it goes nowhere
So you won’t get ideas
Triumph of the swill
Triumph of the swill
Triumph of the swill
Triumph of the swill
Music is banned in Khomeini’s Iran
On the grounds that it stimulates the brain
We’ve done him one better in the land of coke & honey
Using music to put people’s brains to sleep
Ever wonder why commercial radio’s so bad?
It’s ‘cause someone upstairs wants it that way
If the Doors or John Lennon were getting started now
The industry wouldn’t sign ‘em in a million years
So what do we get xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxGOVERNMENT MUSIC
Christian censorship and taxed blank tapes
Shoppers strung out on our false hopes
Will flock to obey
Triumph of the swill
Triumph of the swill
Triumph of the swill
Triumph of the swill

 

 

 

 

MACHO INSECURITY

Name one thing on earth lower than a tough guy
Who talks with his fists instead of using his head
Who beats the shit out of anything it can’t understand
Behind the muscle mask is a scared little boy
Called macho insecurity
Macho insecurity
Macho insecurity
Cause you can’t stand yourself
Got a bitch with me?
Why won’t you say it to my face?
It’s so easy to mouth off to others
But where’s your proof?
Maybe we can talk if you’d just drop your act
Nothing’s ever solved by making childish threats
That’s macho insecurity
Called macho insecurity
Macho insecurity
Macho insecurity
Cause you can’t stand yourself
Why do you want people to be so afraid of you?
Why are you so scared of anything that’s different?
No one’s ever there when you need friends
You wonder why:
It’s ‘cause you take yourself so seriously
But being such a clown
Gives the rest of us the right to laugh
At your macho insecurity
Cause you can’t stand yourself

 

 

 

 

GONE WITH MY WIND

Wake up, get down here quick
The president’s had too much to drink
His days of power are about gone
He’s been talking to paintings in the hall
He says «I’m finished, so what the hell?
My life is ruined, what matters now?
I’ve always itched for that last great thrill
If I die, all of you should too!»
Gone with my wind, out with a bang
I’m gonna end it all right now
Gone with my wind, out with a bang
You’re coming with me, oh wow
My bombs will rain down on D.C.
We’ll nuke our enemies while they’re asleep
We’ll be safe in the ground below
And laugh and drink ‘til the cows come home
So come on John, what do you say?
It’s been dancing in my head for years
What’ll happen if I push this button?
Let’s start World War III for fun
Gone with my wind, out with a bang
I’m gonna end it all right now
Gone with my wind, out with a bang
You’re coming with me, oh wow
Mr. President, just sit down
We should talk a little while, I’ll pour another round
What about your memoirs’ TV rights?
Sit tight and watch the fire
Let go of me, do you think I’m mad?
To tell the truth, sir, I’d rather not say
Just keep your paws inside your pockets
And planet Earth will be okay
But you reached for the button anyhow
I had no choice but to knock you out
That’s just last night’s bump on your head
On to the next crisis, it’s another day
Gone with my wind, out with a bang
I’m gonna end it all right now
Gone with my wind, out with a bang
You’re coming with me, oh wow

 

‘GUARDIA NATIVA’, DE NATASHA TRETHEWEY

septiembre 18, 2017 Deja un comentario

 

GUARDIA NATIVA

xxxxxxxxxxxSi esta guerra fuera a olvidarse, en el nombre de lo más sagrado
xxxxxxxxxxxme pregunto, ¿qué habrán de recordar los hombres?
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxFrederick Douglas

Noviembre de 1862

La verdad sea dicha, no quiero olvidar nada
de mi vida anterior: del paisaje el canto esclavo,
endecha en la garganta del río, allí se agita
al desembocar en el Golfo, el viento en los árboles
ahogados por parras. Pensé en llevar conmigo
el deseo de libertad aun siendo ya libre,
no es un recuerdo permanente la memoria.
Sí: esclavo nací, en temporada de cosecha,
en la Parroquia de la Ascensión, los treinta y tres
he cumplido con la historia de alguien que más joven
fue y llevo grabado en la espalda. Uso ahora tinta
para apuntar, un libro cerrado, no el señuelo
del recuerdo —falaz, mudable— que hace ver suave
el látigo al amo y para el esclavo agudiza.

 

 

Diciembre de 1862

Tener un amo al esclavo agudiza el doblarse
para el trabajo, tal como para la instrucción
—de tropas revista— el sargento instruye y dirige
al batallón. Mas unidad de apoyo nos llaman
—no infantería— y por eso cavamos trincheras,
para el ejército cargamos bultos, pesados
como los de antaño. Oí al coronel llamarlo
trabajo de negros. Las medias raciones lo hacen
todo familiar. De las casas abandonadas
de los confederados lo urgente nos llevamos:
sal, azúcar, aun este diario, con las palabras
de otro casi repleto, solapadas ahora,
bajo las que yo he sombreado. En cada página
se entrecruza su relato con el mío propio.

 

 

Enero de 1863

Ah, y cómo se entrecruza la historia, mi propia
litera en un barco conocido como Estrella
del Norte, y me abro entonces a una vida nueva,
el Fuerte Massachusetts, una gran ironía:
tanto senda como destino de libertad
que no había osado recorrer. Ahora, aquí,
hasta los tobillos metido en la arena, por
insectos picado, asfixiado de calor, puedo
aun ver el Golfo y contemplar las olas que rompen,
sacuden los barcos, mecidos los cañoneros
por las aguas. ¿Y no somos acaso lo mismo,
esclavos en manos de ese gran amo, el destino?
Cielo nocturno, rojo, el augurio de fortunas,
alba, rosa igual que carne joven: sana suelta.

 

 

Enero de 1863

Hoy, un rojo alba de peligro. Pertrechos sueltos
que apilamos al desembarcar, hasta la playa
barridos por una tormenta que en un instante
—desprevenidos— se levantó. Al trabajar, luego,
me uní al grave canto que alguien había empezado
para marcar el ritmo y en la faena un lazo
oculto sentí. Entonces un hombre la camisa
se quitó, expuestas sus cicatrices, sombras como
los renglones cruzados de este diario en su espalda.
Fue él quien apuntó que al romperse en la arena como
látigo suenan las cuerdas, nos hizo estudiar
la furiosa danza al viento de una tienda floja.
Observamos y aprendimos. Cual sagaces amos
sabemos hoy atar lo que retener queremos.

 

 

Febrero de 1863

Sabemos que es nuestro deber tener retenidos
a hombres blancos, soldados rebeldes, aspirantes
a amos. Estamos todos aquí encadenados,
unos a otros. La libertad ha sido para ellos
su cautiverio. Nosotros, por voluntad propia
alistados, carceleros de quienes esclavos
aún nos tendrían. Son cautos, nuestra presencia
les aterra. Algunos ni leer ni escribir saben,
muy bajo han caído y otras palabras no tienen
para enviar sino las que les doy. Mas de un negro
que escribe recelan, del que sus cartas transcribe.
Una X les liga al papel, un símbolo mudo
cual sobre una tumba la cruz. Sospecho que temen
que les escucho pero en tinta otra cosa escribo.

 

 

Marzo de 1863

Escucho, con tinta escribo lo que bien sé que
se afanan por decir con sus silencios, mayores
que las palabras: aprensión por seres queridos
Amada mía: cómo te las vas apañando
qué fue de sus pequeños terrenos de cultivo
¿habéis cosechado suficiente para ahorrar?—.
Anhelan la comodidad de su anterior vida
hoy te veo allí, diciéndome adiós con la mano—.
Algunos envían fotos, un retrato en caso
de que el cuerpo no regrese. Otros dictan las
verdades de la guerra: Un aire caliente arrastra
el hedor de miembros podridos hasta los huesos.
Vuelan negras nubes de moscas. Hambre y flaqueza.
Al morir un hombre nos comemos su ración.

 

 

Abril de 1863

Al morir un hombre nos comemos su ración
tratando de no recordar sus cuencas vacías,
mejillas cosidas de gusanos. Enterramos
hoy al último de los muertos de Pascagoula,
y a los que murieron en retirada hacia el barco:
los marineros blancos de azul nos dispararon
como si fuéramos el enemigo. Creí
la batalla concluida, mas a un hombre caer
vi a mi lado, de hinojos como rezando, luego
otro, brazos extendidos tal que si estuviera
en la cruz. El humo que ascendía de los rifles,
como almas dejando este mundo. El coronel
dijo: un desafortunado incidente; sus nombres,
dijo, adornarán esta página de la historia.

 

 

Junio de 1863

Esta página de la historia adornarán como
grabados en piedra algunos nombres. Otros no.
Llegó ayer el rumor de tropas de color muertas
tras la batalla en Port Hudson; que decir se oyó
al general Banks Entre esos muertos no hay ninguno
mío y allí, sin reclamar, los dejó. Anoche
soñé con sus ojos aún abiertos, nublados
como los de peces arrastrados a la orilla,
mas su mirada fija en mí. Siguen viniendo otros
deseosos de alistarse. Macilentos, llegan
demacrados, traen noticias de tierra firme.
Famélicos, sufren como nuestros prisioneros.
Moribundos, suplican lo que dar no podemos.
La muerte a todos nos iguala: es un justo amo.

 

 

Agosto de 1864

Dumas un justo amo fue para todos nosotros.
A leer y escribir me enseñó: criado de mi amo
era, mas digno. Mi trabajo me permitía
estudiar lo silvestre: toda clase de plantas,
aves que hoy en mi cuaderno dibujo, chochín,
zarapito, garceta, colimbo. Al atender
los jardines sólo quise estudiar seres vivos,
nunca pensé que de los muertos sabría tanto.
Hoy cuido en Ship Island de tumbas, cual dunas túmulos
que mudan y desaparecen. Registro nombres,
envío a las familias breves notas, el cómo
y cuándo tan sólo: mi deber cumplo. Me han dicho
que es mejor prescindir de los detalles, mas sé
que cosas hay de las que cuenta se debe dar.

 

 

1865

Son éstas cosas de las que se debe dar cuenta:
matanza aun con bandera blanca de rendición
—masacre negra en el Fuerte Pillow—; nuestro nuevo
nombre, Cuerpo d’Afrique —palabras que el estatuto
de nativos nos roba—; viejales y libertos
—exiliados en su patria—; enfermos, lisiados,
miembros perdidos, lo que queda —dolor fantasma,
recuerdos que persiguen una manga vacía—;
aquellos que en Gettysburg devoraron los cerdos,
en tumbas sin nombre; cartas muertas, sin respuesta;
historias sin contar de hombres que enmudecerá
el tiempo. Bajo los campos de batalla, hoy verdes,
se agusanan los muertos, andamiaje de hueso
pisado y olvidado. La verdad sea dicha.

 

 

 

 

ELEGÍA POR LOS GUARDIAS NATIVOS

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxAhora que la sal de su sangre
xxxxxxxxespesa el leteo aun más salado del mar…
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxAllen Tate

Mediodía y dejamos Gulfport; gaviotas siguen
la estela del barco —serpentinas y charanga—
hasta arriba a Ship Island. Allí se distingue
primero el fuerte, un refugio, de hierba el tejado
—mínimo recuerdo de soldados que sirvieron—,
de muertos selectos cenotafio erosionado.

Aun con tantas prisas que por bajar a la playa
tenemos, al guarda forestal dentro seguimos.
Menciona tumbas bajo el Golfo, que azotada
por el huracán Camille en dos se partió la isla,
nos muestra casamatas, cañones, tienda de
recuerdos, señas de una historia largo sepelida.

Han colgado aquí una placa, a la entrada del fuerte,
las Hijas de la Confederación con los nombres
de cada soldado confederado en relieve
de bronce. No hay nombres para los Guardias Nativos:
Segundo Regimiento, la Unión, falange negra.
¿Qué monumento su legado mantiene vivo?

Cartelas de tumbas, lápidas toscas, ya todas
anegadas. Los peces entre los huesos nadan
mientras oímos el recitado de las olas.
Queda sólo el fuerte, más de cuarenta pies de alto,
circular, truncado, expuesto al cielo: viento y lluvia
—los elementos— de Dios el ojo empecinado.

 

 

 

Trethewey, Natasha. Guardia nativa (Trad. Luis Ingelmo). Madrid; Bartleby editores, 2006.

 

‘POEMAS DE GUERRA’, DE WILFRED OWEN

septiembre 17, 2017 Deja un comentario

 

AMOR MAYOR

No es tan intenso el rojo de unos labios
como el de aquellas piedras que besan nuestros muertos.
El dulce lamentar de plañideras
sólo inspira vergüenza a su amor puro.
¡Oh, Amor, tus ojos pierden todo encanto
cuando veo otros ojos, por mí ciegos!

Tu exquisita figura no retiembla
como retiembla un cuerpo apuñalado
que cae allí donde parece
que a Dios ya no le importa,
hasta que el fiero amor que lleva dentro
lo apretuja en un túmulo de muertos.

Tu voz, aunque yo pueda compararla
al viento que murmura en los tejados,
aunque amada por mí, no es tan amable,
tan clara y delicada como aquella
de los hombres que ahora nadie escucha
pues la tierra ha acallado el ruido de sus toses.

Corazón, corazón, no has sido nunca
grande como el que recibe un disparo.
Y, aunque tu mano sea pálida,
lo son aún más aquellos que secundan
tu carrera a través de llamas y alaridos.
Puedes llorar, pues no puedes tocarlos.

 

 

 

 

«APOLOGIA PRO POEMATE MEO»

También yo he visto a Dios por entre el barro
que restalla en el rostro de un hombre sonriente.
La guerra dio a sus ojos más gloria aún que sangre
y a sus risas más gozo que el que estremece a un niño.

Qué alegría reír allí en donde
la muerte se hace absurda, y más aún la vida,
pues nuestro era el poder, mientras todo asolábamos,
de no sentir remordimiento por los muertos.

Yo también he dejado a un lado el miedo
muerto, al igual que mi escuadrón, tras la barrera
y, alzándose, mi alma ha pasado ligera
sobre el alambre donde yace la esperanza.

Y he visto a hombres exultantes:
los rostros que fruncían siempre el ceño
se encendían de pronto de entusiasmo,
como ángeles un punto, aunque ángeles sucios.

Y también he hecho amigos
de los que nadie habla en canciones de amor.
Porque no es el amor quien enlaza los labios
con los ojos sedosos que añoran al ausente

por la alegría, cuyo lazo se suelta,
sino la herida de la guerra, con alambres y estacas;
es ella quien enlaza con un vendaje usado
atado en la correa de un fusil.

He hallado a la belleza
en esos juramentos que el coraje confirma.
He oído música entre el estruendo del combate
y he hallado paz donde las bombas escupían fuego.

Pero sólo si compartís con ellos
la sombría tristeza del infierno,
con ellos cuyo mundo es un relámpago
y cuyo cielo es el camino de las balas,

no oiréis su risa nunca.
No dejarán mis chanzas que creáis
que han sido bien felices. Merecen vuestras lágrimas.
No merecéis vosotros su alegría.

 

 

 

 

LA PARÁBOLA DEL JOVEN Y EL ANCIANO

Se alzó pues Abraham, cruzó los bosques.
Llevó consigo fuego y un cuchillo.
Y mientras caminaban ambos juntos,
preguntó así Isaac, el primogénito:
«Padre, veo que llevas hierro y fuego,
pero ¿el cordero para el sacrificio?».
Abraham ató al joven con cordajes
y construyó trincheras, parapetos…
Al sacar su cuchillo, de repente,
un ángel lo llamó del Cielo y dijo:
«Retira ya tu mano del muchacho,
no le hagas ningún daño. Hay un carnero
que es presa de ese arbusto por los cuernos;
ofrécelo mejor en sacrificio».

Pero el viejo rehusó, mató a su hijo
y, uno a uno, a los jóvenes de Europa.

 

 

 

 

EL CENTINELA

Hallamos un refugio de los boches.
Nos dio mucho trabajo: los cañones
lo rozaban de cerca, sin darle una de lleno.
En cascadas de fango la lluvia, hora tras hora,
llevaba la crecida hasta nuestra cintura
y hacía impracticable la escalera.
El aire que quedaba adentro era apestoso,
amargo como el humo y el olor de los hombres
que allí habían vivido dejando su destino
o su cuerpo.
xxxxxxixxxxxY allí nos refugiamos de las bombas
hasta que al fin dio con nosotros una
que apagó nuestro aliento y las velas. Después,
tropezando en el fango y su diluvio,
cayó por la escalera el cuerpo inerte
del centinela, y luego el rifle, algunos restos
de viejas bombas alemanas y más barro.
Lo dábamos por muerto hasta que habló:
«¡Señor, mis ojos! ¡Estoy ciego, ciego!».
Lo calmé y encendí el mechero ante sus ojos,
dije que si veía algún atisbo
de luz, no estaba ciego; era cuestión de tiempo.
«Nada», gemía. Y esos ojos como platos
todavía me miran en mis sueños.
Lo dejé allí, pedí unas parihuelas
y seguí a trompicones a otro puesto
y otra misión, bajo el aullido de aquel aire.
Aquellos pobres que sangraban, vomitaban,
o aquel otro que prefería haberse ahogado…
Intento ya no recordarlos nunca.
Pero por esta vez dejemos que el horror regrese:
escuchando los golpes y sollozos
y el rechinar salvaje de sus dientes
cuando las explosiones golpeaban sobre el techo
y el aire del refugio, al centinela
lo oímos a través de aquel estruendo:
«¡Veo una luz!». Pero la mía estaba ya apagada.

 

 

 

 

LAS POSIBILIDADES

La noche antes del jaleo—m’acuerdo bien—
le dimos al palique y así nos enteramos.
«Amigo—dijo Jimmy, que sabía lo suyo—,
sólo pueden pasarte cinco cosas:
te desmayas, te hieren—grave o leve—
te tumban o te salvas con tu miedo».

A uno de nosotros lo partió un cañonazo.
A otro lo acertaron y perdió las dos piernas.
Un tercero—en palabras que usan los hipócritas—
quiso el azar que lo pillara Fritz.
Yo no tuve un rasguño, a Dios sean dadas,
pero más le daré si otra vez cae una herida.
En cambio, el pobre Jim no está vivo ni muerto.
«Una de cinco», nos decía; él tuvo todas:
herido, muerto, prisionero, todo el lote
le tocó de una vez. Jim está loco.

 

 

 

 

DISCAPACITADO

En su silla de ruedas esperaba la noche,
tembloroso en su obsceno traje gris
cortado por los codos y sin piernas.
Las voces de los chicos, como un himno,
corrían en sus juegos por la tarde
hasta que el sueño fue alejándolos.

La ciudad, a esa hora, solía estar alegre:
florecían las lámparas en los azules árboles
y, en esa tenue luz, las chicas sonreían.
Aquellos viejos tiempos, cuando aún tenía piernas…
Ya nunca sentirá qué fina es la cintura
de una muchacha, ni qué cálida su mano.
Todo el mundo lo toca como un desecho obsceno.

Hace tan sólo un año él era un joven
de rostro aún más joven y más tonto.
Ahora es un anciano. Su espalda no se dobla
y ha perdido su sangre en un lugar lejano,
la ha vertido en los cráteres hasta secar sus venas.
La mitad de su vida la pasó en la carrera
y en el chorro rojizo que brotaba del muslo.

Esa sangre en su pierna, al ser llevado a hombros
después de un buen partido, le gustó en una época.
Un día, tras el fútbol, bebiéndose una pinta,
se decidió a alistarse. Aún no sabe por qué.
Creyó que en kilt parecería un dios.
También lo hizo quizá por complacer
a su chica, eso es, a las muchachas.
Por eso se alistó. No tuvo que insistir
con su mentira: «Diecinueve», escribieron.

No pensó en alemanes ni en austríacos,
le daba igual su culpa. Aún no tenía
miedo al miedo: pensó en las ricas joyas
de las empuñaduras de una daga,
en el marcial saludo, el cuidad de un rifle,
los permisos, las pagas, los ingenuos reclutas.
Lo llamaron a filas con tambores y vítores.

Algunos celebraron su regreso,
pero no con el gozo con que se canta un gol.
Uno le dio las gracias, le preguntó por su alma.

Ahora pasará seis años de hospitales,
hará cuanto las normas establecen
y aceptará la compasión que toque en suerte.
Hoy ha advertido cómo los ojos de las chicas
lo abandonaban por los hombres completos.
Es tarde y hace frío. ¿Por qué tardan
en venir a acostarle? ¿Por qué tardan?

 

 

 

Owen, Wilfred. Poemas de guerra (trad. Gabriel Insausti). Barcelona; Ed. El acantilado, 2011.

 

INSTRUCCIONES PARA FRACASAR MEJOR

septiembre 16, 2017 Deja un comentario

Es éste uno de esos libros con los que uno disfruta como un crío a través de sus páginas.
El repaso que hace Miguel Albero a las etimologías de la palabra ‘fracaso’, su conexión con el mismo término en diferentes idiomas y cómo se ha visto el fracaso en diferentes ámbitos, desde la literatura al cine, pasando por la filosofía o la economía, hacen que el libro sea un viaje liviano gracias al humor con el que el autor va salpicando una tras otra las páginas de estas ‘Instrucciones para fracasar mejor. Una aproximación al fracaso’.

 

 

Aquí tienen un ejemplo de lo que les cuento:

 

«(…) lo más sorprendente de la literatura y del cine sobre el Titanic no es curiosamente lo posterior al suceso sino lo anterior, pues en 1898, es decir, catorce años antes del rápido descenso involuntario, un autor de nombre Morgan Robertson publicó un libro con el título Futility on the wreck of the Titan, un libro que tiene como argumento la tragedia de un barco que se cree insumergible, lleno de pasajeros ricos, un barco que se hunde por el choque con un iceberg. ¿Les suena? No he podido hacerme con el volumen, cuyo contenido inquieta y mucho, algo así como si alguien escribiera La Eneida antes de la Guerra de Troya.
xxY es este estrépito anterior y posterior, muestra del interés despertado, lo que convierte a Titanic en un género en sí mismo, y a su nombre en un sinónimo de naufragio. Y si ya sin aditivos este naufragio es uno de los ejemplos clave de la Historia del buen fracaso, en su indudable vocación de fracasar mejor guarda además otra historia dentro como una muñeca rusa sin salvavidas, una historia que lo convierte probablemente en el más bello, lo dota de una riqueza estética que también ha dejado huella para pasar a formar parte del lenguaje común. Y esa pieza preciosa, ya lo intuyen, es la famosa orquesta de la que sabemos todo, desde el nombre del chelista —Roger Bricoux— hasta por supuesto el del director, Wallace Hartley, cuyo cadáver fue rescatado, a cuyo entierro acudieron miles de personas, y cuyo antiguo y último empleador, la naviera del Titanic, White Star Line, le cobró a la familia un dinero por el coste de la pérdida de su uniforme, algo que escandalizó al personal en su momento pero que visto ahora con perspectiva y sin la emoción del deceso, se nos antoja de todo punto lógico. Al fin y al cabo, un director de orquesta lo reemplazas en un día, pero un uniforme hecho a medida es una pérdida irreparable, el que nos ocupa debió quedar en un estado que no permitía ni reciclarlo con algún arreglito de Singer.»

 

 

 

Albero, Miguel. Instrucciones para fracasar mejor. Una aproximación al fracaso. Madrid; Abada Editores, 2013.

 

EL PADRE

septiembre 15, 2017 Deja un comentario

 

LA FOTOGRAFÍA QUE QUIERO

En blanco y negro, cuadrada, barnizada
como la instantánea de una cámara antigua.
Él: sentado, sobre el gran sofá,
un hombre fuerte reducido por el cáncer.
En el cuello abierto de la camisa,
los nódulos más grandes
presionan hacia fuera
como un calcetín relleno de cosas.
Su cabeza inclinada
descansa en la mía que descansa en su hombro,
mi rostro tan cerca del primer tumor
como los labios de un bebé dormido
del pecho materno.
La luz es fuerte, las sombras marcadas,
la edad ha dejado huellas en nuestros rostros.
Descansamos con los ojos cerrados,
casi dormidos, uno en el otro.

 

 

 

 

QUERER

Esperé en el pasillo mientras su mujer
preparaba todo para la noche,
ajustaba el goteo, limpiaba la saliva
seca de las comisuras de sus labios,
comprobaba que la escupidera estuviera cerca,
el timbre prendido a la sábana,
como una chupador a la cuna.
Mientras, yo pensaba en el goteo,
en la manivela de acero de la cama,
en el timbre, la taza, la luz. Siempre lo supe
un objeto en un mundo de objetos.
Y es que no hablaba, a veces, por una semana,
se limitaba a hacer esas señas suyas:
si abría y cerraba los dedos como un pico,
mujeres parloteando; si se golpeaba la frente,
la estupidez de las mujeres te destruye.
Yo había dejado de esperar que me hablara
con sinceridad antes de morir. Aguardé
junto a la enfermería, donde las madres dejan
las flores cuando se llevan sus bebés a casa.

Cuando ella salió de su habitación estaba radiante:
él le había tomado las manos, le había agradecido
cuanto había hecho por él durante veinte años,
y después le había dicho, Quiero dedicarte
el resto de mi vida.

 

 

 

 

ASOMBRO

Cuando llama para decir que mi padre morirá hoy
o mañana, recorro el pasillo, la boca abierta,
los ojos fijos. Su cabeza era un planeta navegando
sobre mi cuna y yo no lo podía entender.
En el lago, se acercaba caminando sobre las ágatas,
el pelo de su pecho ascendía como raíces.
Yo lo veía y no entendía.
Yacía tras la puerta de vidrio biselado,
junto a la garrafa de cristal,
aún intactos esos haces verticales
que después él haría añicos.
Y cuando se sentaba junto a la piscina
evitaba nuestra mirada,
sus iris, una sustancia lustrosa,
volátil, desconocida.
Sólo empezó a buscarnos cuando enfermó,
brillaba al hundirse.
Acerqué mis labios a su rostro resplandeciente
y él se inclinó hacia mí, como un meteoro
de luz hundiéndose en la cuna.

Y ahora va a morir. Recorro el pasillo
cara a cara con esa verdad
como si fuera un gran calor.
Me siento como uno de los niños pastores
cuando la estrella se posó sobre el tejado.
Pero estoy acostumbrada, conozco este asombro.
Si me hubiera atrevido a imaginar un cambio
quizá hubiera deseado cambiar mi vida
por la de alguien criado con amor,
pero ¿cómo podría alguien criado con amor
soportar esta muerte?

 

 

 

 

CARRERA

Llego al aeropuerto, corro al mostrador,
compro un pasaje y diez minutos después
cancelan el vuelo: los médicos dicen
que mi padre no pasa de esta noche
y cancelan el vuelo. Un hombre
de bigote me habla de un vuelo sin escala:
sale en siete minutos. ¿Ve ese ascensor?
Baje un piso, doble a la derecha,
coja el autobús amarillo, baje en el segundo terminal,
dice. Y yo, que carezco de toda orinteación,
corro exactamente hacia donde debo, un pez
deslizándose contra la corriente del río,
hábilmente, como si supiera. Salto del autobús,
las maletas llenas de cualquier cosa
me sacuden de lado a lado
como si quisieran demostrar
que también yo sucumbo a las leyes de lo físico.
Y yo, que siempre voy al final de la fila,
corro hacia un hombre de flor blanca en el pecho,
y le digo, Ayúdeme. Mira mi pasaje, me mira a mí,
y dice: Doble a la izquierda, después a la derecha,
suba las escaleras mecánicas y, después,
corra. Vuelo escalera arriba y ahí, al final, veo el pasillo,
respiro profundo, le digo Adiós a mi cuerpo,
adiós a la comodidad y corro, corro
como si pudiera apostarlo todo,
gastar para siempre las piernas y el corazón que él me dio,
todo para tocarlo una vez más en esta vida.
He visto fotos de mujeres corriendo,
sus pertenencias atadas con bufandas
asidas a los puños. Bendigo
las piernas largas que él me dio y abandono mi corazón
a su único propósito: llegar a la Puerta 17.
Cerraban la del avión cuando llegué.
Entonces, como quien no es demasiado rico,
me deslicé a través del ojo de la aguja
y recorrí el pasillo que me llevaba hacia mi padre. El avión
iba repleto, el cabello de los pasajeros brillaba,
una bruma de endorfinas doradas llenaba la cabina.
Lloré como lloran quienes entran al cielo,
con un alivio colosal. Despegamos
de un lado del continente
y no paramos hasta posarnos
sobre la otra orilla. Entré a su habitación
y vi su pecho ascender despacio
y bajar de nuevo. Toda la noche
estuve mirándolo respirar.

 

 

 

 

LOS OJOS DE MI PADRE

El día antes de morir, permaneció echado
hora tras hora con los ojos abiertos
y la mirada terca, cansada.
En sus iris nacieron manchas doradas
como si hubiera cambiado su esencia,
trozos de agua o de cielo injertados
en su cuerpo mineral.
Cada vez que pestañeaba, la poderosa
onda de sus pestañas atravesaba mi cuerpo
como si fuera Dios quien pestañeaba,
todo un mundo deshecho en el salto de un párpado.
Dijeron que quizá no veía nada,
que la esfera material de su ojo
estaba simplemente abierta a las cosas del mundo.
Pero a medida que avanzaba la tarde
sus ojos parecían buscar mi voz o la de su mujer.
Y una vez, cuando se movió intentando
estirar el brazo, me agaché
y volvió su iris borroso hacia mí,
su pupila se contrajo por un instante
y me recibió: era mi padre mirándome.

Fue apenas un segundo, como la repentina chispa
del deseo que brilla de pronto entre dos personas.
Después, su vista se hundió de nuevo
y sólo dejó un globo ocular,
y al día siguiente el alma huyó
y ahí ya sólo dejó a mi padre.
Pensé en esa última mirada,
una mirada sin amor ni esperanza,
su mirada de reconocimiento.

 

 

 

 

EL CUERPO MUERTO

No soportaba dejarlo solo en la habitación
después de que murió. Durante meses
siempre hubo alguien con él, estuviera dormido,
despierto, en coma, siempre alguien, pero después
nos quedábamos fuera y él dentro,
solo: como si lo único importante fuera su conciencia,
ese hombre que tuvo tan poca conciencia, que fue
90% cuerpo. Yo no soportaba
esa forma de tratarlo como basura, íbamos a quemarlo,
como si sólo importara el alma. Quién era ése
si no él, tirado ahí, seco y abandonado.
Me enfrentaría a quienquiera
que no respetara ese cuerpo: que viniera
un estudiante de medicina y se atreviera a hacer un chiste sobre su hígado
y lo derribaría. Hubiera sido tan bueno tener a quien derribar.
Y si lo íbamos a quemar,
quería quemarlo entero, no ver
su brazo mañana en el cuerpo de alguien
en Redwood City, o que le arrancaran
la lengua para transplantarla, o ese ojo renuente.
Y qué si su alma ya no estaba,
yo lo conocí desalmado toda mi infancia, lo veía
acostado en el rincón más oscuro de la sala
con la boca abierta en el sofá
y ahí no había nada más que su cuerpo.
Así que en el hospital, me quedé a su lado,
acaricié sus brazos, su cabello,
no pensaba que estuviera ahí
pero igual ése era el hombre que yo había conocido,
un hombre hecho de sustancia espesa,
un hombre crudo, como esos seres primitivos
que poblaban el mundo antes de que Dios tomara
su peculiar arcilla y creara
a su propia gente.

 

 

 

 

DESPUÉS DE LA MUERTE

Lo último, en el hospital,
fue dejar en la habitación a su mujer sola
con él. La muerte había ocurrido,
pequeño, frágil, el último suspiro
había escapado de su boca,
y ella había hablado, oradora ardiente,
desde los pies de la cama. Yo los había dejado un momento
y me quedé en un rincón, presionando mi frente
en el ángulo correcto, el pastor había llegado
con su estola fúnebre, el estetoscopio había sido
guardado en el bolsillo del médico,
las mujeres se habían sentado una a cada lado y
acariciaban sus brazos, había uno para cada una.
Y el que estaba en la cama yacía, demacrado,
deseado como siempre,
pero no temido ya. Después salimos todos,
pastor, médico, enfermera, hija,
sólo quedó su mujer, y la puerta se cerró.
Era el centro del final. Nos quedamos
en el pasillo, protegiendo la entrada,
callados, como si Dios estuviera
deshaciendo un mundo ahí dentro. Mi mente estaba vacía.
Sólo semanas después me pregunté
si se habría acostado sobre él, quizá no,
tan frágil. ¿Se habrá arrodillado junto a la cama,
habrá sostenido su mano, abierto la sábana
para mirarlo una última vez,
habrá besado sus pezones, el ombligo, su pene
muerto y tibio? El hombre en sí estaba a salvo,
esto era lo que él había descartado.
Yacía entre ellos como fruto de su amor.
¿Volvería a cubrirlo con la sábana
como a un recién nacido
una noche de verano?
Abrió la puerta y salió, su rostro húmedo
resplandecía, nunca la había visto tan en paz.

 

 

 

Olds, Sharon. El padre (Trad. Mori Ponsowy). Madrid; Bartleby editores, 2004.

 

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