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RECITAL POÉTICO A BENEFICIO DE ‘AVIDA’
Uno abre el portátil poco después de mediodía y, de entre todas las noticias, hay dos que le hacen sentir vergüenza de pertenecer al mismo género que esa pandilla de canallas que mancha los periódicos, las televisiones y las redes sociales de sangre.
Dos noticias que ya son parte de la estadística, sólo números. Una mujer que ha sufrido una brutal violación en Beniaján, y el cadáver de una mujer que ha aparecido en el vertedero de Gádor (¡en un puto vertedero!).
No se me ocurre mejor manera de gritar y maldecir y hacer lo que a cada uno le dé la gana para protestar contra tanto impresentable, que pasarse esta tarde por el recital que se ha organizado a beneficio de la asociación Avida en la cafetería-librería Itaca.
Ya saben: si les apetece, allí nos vemos.
ESTA TARDE, PRESENTACIÓN DEL NUEVO LIBRO DE JOSÉ ÓSCAR LÓPEZ
Esta tarde, a las 20:00 h, en la librería Colette Letras Y Tragos, estará José Óscar López presentando su nuevo libro, ‘Animal fabuloso’ acompañado por Alberto Chessa.
Si pueden, vayan a verlos.
ESTA TARDE, JOSÉ OVEJERO EN MURCIA
Esta tarde, a las 20:00 h, en la librería Colette Letras Y Tragos, estará José Ovejero presentando su ‘Mundo extraño’ en Murcia acompañado por Antonio Ubero.
Si pueden, vayan a verlos.
SERÁ PRECISO
SERÁ PRECISO
Será preciso
considerar el grito, el golpe seco.
Por qué no, la renuncia, dentro de lo probable.
no por gusto, sencillamente es preciso
reconocer que el margen del poema más bello
presenta insinuaciones cancerosas,
apuntala un viejo edificio ruinoso
o viene a ser un tónico casual y lenitivo.
Será, pues, necesario
adivinar en la hoja manuscrita
el vómito en el césped,
el ingenio ortopédico que permitirá a la venus
desperezarse o contar los días.
Pérez Larumbe, Maite. El nombre que me diste. Murcia; Editora Regional de Murcia, 1993.
ESTIGMA
ÉXTASIS DE SANTA TERESA
Abres la boca
como si quisieras
exhalar el último suspiro.
Te elevas,
vaciándote del cuerpo,
llena sólo del etéreo sentimiento.
Has anulado el mundo.
No sufres, no sientes;
disfrutas en ti misma;
contienes a tu amado.
Abrasada en dolor, en deseo,
sin querer despertar de ese ensueño.
Después ya no habrá nada,
sólo sufrimiento al recordar
ese único instante de puro placer.
COMPENSACIÓN
Arrodillada, desnuda, ajada.
Oigo el chasquido
que fustiga mi cuerpo:
en el sitio preciso,
en el momento justo.
Flagelada por cada pensamiento
que aflora hasta mi piel.
Mas el escarnio, el castigo,
no será bastante.
Ansío sufrimiento.
Quiero compensar
tanto delirio, tanto placer,
y no dejar que la vida
elija mi dolor.
CAPRICHO DE SALOMÉ
Por fin entiendo cuál es mi poder,
y lo ejerzo y me divierto con él.
Sé que para Herodes, mi padrastro,
y hasta para el más humilde esclavo
soy la más deseada.
Pero hay un hombre
cuya sobriedad me enerva,
me excita su palabra; es mi amigo,
pero no me ama como yo quisiera.
He sido educada para cautivar.
Puesta por mi madre entre mujeres,
me han enseñado las artes ocultas
como en un juego de niñas;
decorar el pelo con conchas,
con unto y hermosas flores,
que los cascabeles
en los tobillos sonasen a risa
y a agua corriendo;
a mover las caderas en cimbreante
zigzag, sacudiendo los hombros
al ritmo del tantán,
con vaivenes de velos, de cintas
y cuentas. O a pasear desnuda,
orgullosa del cuerpo,
como si llevase
el más bello traje.
Sin miedo, como una Diosa.
Bailo en el salón del trono
ante Herodes y su corte,
desplegando todo mi encanto.
Fuera, en un lugar oculto a los demás,
está el «Bautista».
Observo su mirada;
inmensos ojos de amor,
ojos glaucos y traslúcidos.
Pero su boca no me habla a mí
sino a otro amor aún mayor,
al que se entrega
con tal pasión que anula
cualquier carnalidad.
He oído hablar
de la más alta comunión en el amor:
el beso.
Para probarlo,
le he pedido a mi padrastro
la dulce cabeza
de mi amigo el profeta:
quiero, aunque sea sólo una vez,
posar mis labios en los suyos.
Vicente, Teresa. Estigma. Sevilla; Ed. Renacimiento, 2016.
DÍA INTERNACIONAL DE LA BISEXUALIDAD
FRANCISCO UMBRAL Y QUEVEDO
¿Y qué mundo de borratajos verían sus ojos ciegos cuando estaba sin gafas? Seguramente mucho de lo que escribió, turbio de luces, genial, lo había visto, quizás en aquella casa, cuando miraba el mundo sin sus quevedos.
Porque mirando así, se ve más verdad, la conciencia miope de la vida, la mentira de los límites, el reino indeciso de las sombras, los bultos y los pasos por el aire de los muertos. Eso sólo está en él, el más vivo y emocionante español de por siempre jamás amén.
Umbral, Francisco. Los helechos arborescentes. Barcelona; Ed. Argos Vergara, 1980.
MAYAKOVSKI — POEMAS 1.913-16
LA REBAJA
Ronde la calle a una mujer
o mire apenas a un transeúnte,
todos con recelo sujetan del bolsillo.
¡Imbéciles!
A los pobres
¿qué les puedes robar?
Con los años se enterarán:
aspirante a dos metros de la morgue municipal,
yo
soy infinitamente más rico
que un Pierpont Morgan.
Dentro de equis años,
en fin, no muchos,
—palmaré de hambre
o me encararé a una pistola—,
a mí,
al pelirrojo actual,
me estudiarán profesores, pieza por pieza.
Cómo,
cuándo,
dónde apareció.
Desde la cátedra
un idiota frontudo
me catalogará de ángel malo.
La muchedumbre se inclinará
adulona,
pueril.
No me reconoceréis
—seré distinto a mí—.
Pintará en mi testa calva
cuernos o aureolas.
Todas las colegialas
antes de ir a la cama
ellas
no dejarán de pasmarse, leyendo mis versos.
Pesimista,
sé
que será eterna
la colegiala en la tierra.
Oigan,
todo lo que posee mi alma,
imposible calcular sus tesoros,
el esplendor
que adornará mi paso a la eternidad
y aun mi propia eternidad,
que, patullando por los siglos,
convocará la dieta mundial de los postrados,
todo eso, ¿aceptan?,
ahora mismo lo cambio
por una sola palabra
cariñosa
humana.
¡Gentes!
Pisando calles, hollando centeno,
venid de todos los confines.
Hoy
en Petrogrado,
en la Nadézhdinskaya,
por menos de un bledo
se vende una preciosa corona.
Por una palabra humana.
Barato, ¿verdad?
Anda,
prueba
a encontrarla.
¡Que si quieres!
OIGAN
Oigan:
si encienden las estrellas
es porque alguien las necesita, ¿verdad?,
es que alguien desea que estén,
es que alguien llama perlas a esas escupitinas.
Resollando
entre tormentas de polvo del mediodía
penetra hasta Dios,
teme haber llegado tarde,
llora,
le besa la mano carniseca,
implora
que pongan sin falta una estrella,
jura
que no soportará ese tormento inestelar.
Y luego
anda preocupado,
aunque aparenta calma.
Dice a alguien:
¿Ahora no estás mal, eh?
¿a que ya no tienes miedo?
Oigan, si encienden
las estrellas
es porque alguien las necesita, ¿verdad?
Es indispensable
que todas las noches
sobre los tejados
arda aunque sea una sola estrella.
LILICHKA
xxxxxEn vez de carta
El humo del tabaco resquemó el aire.
El cuarto, un capítulo en el infierno kruchonijiano.
¿Te acuerdas?,
tras esa ventana,
por vez primera,
acaricié, frenético, tus manos.
Hoy estás
con el corazón acorazado.
Otro día más,
y me expulsarás
abrumándome de injurias.
En la turbia antesala no acierta
con la manga la mano quebrada de temblor.
Huiré,
arrojaré el cuerpo a las calles.
Arisco,
enloqueceré
tajado de desesperación.
¿Para qué eso?,
querida,
piadosa,
déjame decirte ¡adiós!
Aunque no quieras
es mi amor
lastre que arrastrarás
adonde vayas.
Deja que llore en el último grito
el amargor del desaire.
El buey cansado de trabajar
va
y se tumba en las aguas frías.
Para mí
no hay otro mar que tu amor,
y tu amor no concede descanso.
Si quiere calma el elefante agotado
se acuesta majestuoso en la arena encendida.
Para mí
no hay otro sol que tu amor,
y yo no sé dónde estás, ni con quién.
Si atormentaran así a un poeta,
él,
por dinero, cambiaría a su amada y la fama,
pero a mí
no me alegra otro sonido
que el sonido de tu nombre entrañable.
No me arrojaré al patio,
no beberé veneno
ni podré apretar el gatillo en la sien.
En mí,
aparte de tu mirada,
no manda el filo de las navajas.
Olvidarás mañana
que te coroné,
que abrasé en el amor el alma florida,
y el carnaval agitado de los días vanos
aventará las páginas de mis libros.
Las hojas secas de mis palabras
¿harán detenerte
y respirar con ansiedad?
Déjame
que con mi última ternura alfombre
tus pasos que se van.
Mayakovski, Vladimir. Poemas 1.913-16 (Trad. José Fernández Sánchez). Madrid; Ed. Visor, 1972.
SOY COMO PUEDO
EL HOMBRE Y EL PERRO
Mi padre tiene un perro. Un perro
que ha criado y educado con mano
firme, exigiéndole obediencia y entrega.
El animal renunció lo justo a ser fiera
y entendió al hombre.
Se entienden en los desayunos,
en las noches de calor insomne
y cuando ambos se enroscan:
el uno, por frío; el otro, por miedo. La vida
al hombre le mostró los dientes
que el animal se guardó.
Un día se irá el perro o se irá el hombre.
Y el que quede estará perdido.
LA ÚLTIMA PALABRA
Sé que El Quijote termina con la palabra «vale».
Lo sé, lo puedo afirmar. Estoy seguro.
En un concurso, en una apuesta,
en una conversación pedante podría
incluso impresionar a alguien
fácilmente impresionable.
Pero puede también que sólo sepa eso. Que finaliza así.
Con un «vale». Directo a la última página.
Un atajo habitual. Un camino corto
y muy efectista.
Ahora sólo se trata de esperar
el momento de encajarla. Y eso espero
desde hace un tiempo, instalado en el silencio.
Que nadie sepa mi trama ni mi recorrido
ni de dónde vengo y poder decir,
aunque sólo sea para mí,
la última palabra.
Calderón, Joaquín. Soy como puedo. Sevilla; Ed. Renacimiento, 2018.
EL PEREGRINO APASIONADO – XII
Leyendo el libro que se puede ver en la imagen de arriba, me encuentro con este poema tan divertido.
EL PEREGRINO APASIONADO
xxxxxXII
Vejez y juventud vivir juntas no pueden:
la juventud es goce, la vejez, inquietudes;
una, estival mañana; la otra, viento de inviernoo
una, esplendor de estío, la otra, invierno desnudo.
Esparcimiento es una, corto aliento es la otra,
xxxla juventud vivaz, la vejez coja.
Una es audaz y ardiente, la otra débil y fría:
xxxsalvaje juventud, vejez domada.
Vejez, yo te aborrezco; juventud, yo te adoro:
xxx¡oh, mi amor, mi amor es joven!
Vejez, yo te desprecio. Dulce pastor, ve aprisa,
xxxcreo que te has quedado mucho tiempo.
Shakespeare, William. Venus y Adonis. Poemas diversos. Buenos Aires; Ed. Losada, 2007
EL ESPÍRITU DEL VINO
EL ESPÍRITU DEL VINO
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxA Albert Hofmann
Una gota del caldo
de la abundancia,
de la cuba del mundo, del espíritu
del vino del Grial precipitado
en una uva, no, en una pepita
de una pepita.
En una sola gota de apretado
rocío pero en ella
está el sol con su rosa de estallido,
el cedazo en turbión de la intemperie;
y en esa gota pura desembocan
los caudalosos ríos
de la tierra, las savias
de salvias y yuremas y beleños,
el recio jugo de la damajuana
del cactus cimarrón,
el aceite que enciende el candelabro
del estramonio, la saliva
abrasadora de la belladona
y el fermento del sueño, su hondo lúpulo.
Y allí puja el espíritu que amasa
la espora del portento.
El que fragua tronante en el caldero
su conjuro de miel y profecía.
El que en la selva oscura nos enseña
por boca de anaconda
desde la amarga liana de los muertos.
Velasco, Miguel Ángel. Pólvora en el sueño (Alfredo Rodríguez ed.). Albacete; Chamán editores, 2017
CRÓNICAS DE MOTEL
Recuerdo cuando intentaba imitar la sonrisa de Burt Lancaster después de haberle visto con Gary Cooper en Veracruz. Durante muchos días estuve practicando en el patio de atrás. Serpenteando por entre las tomateras. Riendo con todos los dientes al desnudo. Riéndome de esa risa. Alzando el labio superior para descubrir los dientes. Después de practicar esa sonrisa durante unos cuantos días intenté utilizarla ante las chicas de la escuela. Ellas no parecían ni enterarse. Forcé mi interpretación hasta que empezaron a producirse extrañas reacciones entre mis compañeros. Miraban fijamente mis dientes, y asomaba a sus ojos una expresión asustada. Ya no me acordaba de lo feos que eran mis dientes. De que uno de ellos lo tenía podrido, de color pardo y montado encima del diente roto que estaba a su lado. De hecho, había llegado a estar convencido de que era poseedor de una hilera de perfectos y perlados dientes como los de Burt Lancaster. Como no quería asustar a nadie, dejé de reír en cuanto me di cuenta de lo que pasaba. Sólo lo hacía cuando estaba solo. Poco después dejé de hacerlo incluso a solas. Volví a mi cara vacía.
x
25/4/81
Homestead Valley, Ca.
3’30 de la madrugada
¿Es un gallo
o una mujer que grita a lo lejos?
¿está negro el cielo
o a punto de ponerse azul oscuro?
¿Es una habitación de motel
o la casa de alguien?
¿Está mi cuerpo vivo
o muerto?
¿Estoy en Texas
o en Berlín Occidental?
Y de todos modos,
¿qué hora es?
¿hay algún pensamiento
que sea mi aliado?
Rezo pidiendo que se suspenda
todo pensar
Absoluta suspensión
espacio en blanco
quiero ir por la carretera
sin pensar en nada
sólo una vez
No estoy suplicando
No me pongo de rodillas
No estoy en condiciones de pelear
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9/12/80
Fredericksburg, Texas
xxxTim Ford y yo robamos una vez un coche en San Bernardino. Uno de aquellos Austin Healey antiguos, con capota plegable de cuero rojo y llantas de radios. Lo encontramos aparcado con las llaves puestas detrás de un quiosco de Refrescos A and W.
xxxAl principio no queríamos más que dar una vueltecita con él y dejarlo luego al otro extremo del pueblo, pero terminamos dirigiéndonos a México. A Tim se le ocurrió que necesitábamos obtener alguna tarjeta de identidad falsificada para entrar en los bares y comprar cerveza en las tiendas de bebidas alcohólicas sin que se metieran con nosotros y nos echaran. Dijo que conocía a un tipo de Tijuana que falsificaba la fecha de nacimiento en los permisos de conducir, y que lo hacía tan bien que parecía auténtico. Dijo que, además, salía muy barato.
xxxNo recuerdo ningún coche tan divertido de conducir como aquel Austin Healey. Cómo gruñía. Respondía como un animal a cualquier insinuación. Desaceleraba cuando reducías, saltaba maravillosamente de una marcha a otra, volaba en directa…, hacía todo lo que te diera la gana. Tomaba las curvas como una Pantera. Era imposible volcarlo.
xxxÉl y yo asumimos la personalidad de los dueños de coches de este tipo. Nos desabrochamos la camisa y dejamos que el viento nos golpeara en el pecho. Nos pusimos las gafas ahumadas que encontramos en la guantera. (Tenían la montura roja, con unos brillantes en las esquinas.) Adelantamos volando a las mujeres que conducían por la carretera, o nos acercábamos tanto a sus coches que podíamos abrirles la puerta y oírlas gritar. Cuando paramos a comer en un restaurante nos instalamos en un cubículo que estaba junto a la ventana, para poder contemplar el coche desde dentro. La parrilla del radiador. Soñamos que recorríamos Europa con él y empezamos a utilizar palabras de la jerga automovilística como «los boxes» o «el rally» para que nos oyeran los que estaban cerca. Ese Healey nos gustaba tanto como si fuese nuestro.
xxxNos pasamos el día entero en Tijuana esperando a que aquel tipo revelara las fotos que nos sacó para la documentación falsificada. Era un hombrecillo hosco y silencioso que llevaba un manchado jersey gris. Anduvimos errando por toda la ciudad, y pasando por su oficina cada media hora. El hombrecillo abría bruscamente la puerta y nos echaba de allí agitando secamente la mano, como si fuésemos mendigos o algo así. Yo tenía la sensación de que la falsificación de documentos era la menos grave de sus actividades ilegales. Pero al final resultó que había valido la pena esperar tanto tiempo. Los nuevos permisos de conducir eran impecables y soportaron la prueba en la frontera cuando la poli nos pidió que los sacáramos de la cartera.
xxxBebimos ríos de alcohol en San Diego, donde exhibíamos nuestros nuevos permisos ante las narices de los barmans de toda la ciudad. Compramos botellas de vino para el viaje de regreso a casa. No paramos ni para vomitar. Asomábamos la cabeza un poco y subíamos el volumen de la radio.
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11/9/80
San Francisco, Ca.
La gente de aquí
se ha convertido
en la gente
que finge ser
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27/7/81
Los Angeles, Ca.
A ver si lo entiendo
¿Dices
Que te tortura el no poder escribir
O que
No puedes escribir porque estás torturado?
¿Dices
Que estos tiempos te han convertido en un escéptico
O que
Estos tiempos confirman tu escepticismo?
Mira, voy a decirte una cosa
Preferiría tener que echarles el lazo a las reses
Que hablar de política contigo
Preferiría caer borracho perdido
Debajo de un camión con remolque
Tu desesperación es más aburrida
Que el Merv Griffin Show
Tu gimoteante lloriqueo
Tus grandes soluciones baratas para la delincuencia
Levanta el culo y ponte a cocinar
Haz con tu tiempo
Lo que quieras
Pero no malgastes el mío
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2/80
Santa Rosa, Ca.
Dicen que en días muy calurosos
la mayonesa podría matarte
eso decía mi tía
también me dijo
que nunca saliera de casa sin la cartera
por si me mataban
y había que identificar el cadáver
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26/4/81
Homestead Valley, Ca.
sudan y se llaman «cariño» el uno al otro
contratan adivinas que mienten
enmarcan fotos de los niños a los que han mandado lejos
tutean al viejo camarero negro
contratan orquestas de R & B descafeinadas y les piden que toquen con guitarra acústica
ponen expresiones ceñudas si alguien habla de bañarse desnudo
se confiesan ante todo aquel que quiera escucharles
todos tienen su «más antiguo y querido» amigo
que generalmente es aquel con quien más se han confesado
detestan que les digas «feliz cumpleaños»
les encanta que haga tantísimo tiempo que no te habían visto
inmediatamente se van con el siguiente
su soledad está cubierta de muecas sonrientes
su soledad se ahoga bajo un círculo de «amistades»
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25/7/81
Hollywood, Ca.
xxxLa noche que llegaron a Oaxaca había un apagón. Los vestíbulos de los hoteles estaban iluminados con velas. No quedaban habitaciones libres.
xxxPor fin encontraron un sitio llamado Hotel Nacional, en la parte norte. Las puertas de las habitaciones estaban hechas de barrotes metálicos verticales, como las celdas del cuartelillo de un pueblo de Montana que él había visto cuando pasaba por allí. Cuando subían las escaleras cargados con el equipaje, pudieron ver a través de los barrotes a los ocupantes de las habitaciones. La mayor parte de ellos parecían ruinas humanas y alcohólicos: unos estaban tendidos en el suelo; a otros les colgaba la mitad del cuerpo fuera de los manchadísimos colchones, o estaban desplomados en los rincones, mirando fijamente el piso de cemento.
xxxCerraron apresuradamente la puerta una vez dentro de la habitación, escondieron las maletas debajo de la cama y buscaron angustiadamente el retrete. No había retrete. Sólo un lavabo en una esquina. Por turnos, se encaramaron al fregadero y dejaron que se escurriera de sus cuerpos toda la «Venganza de Moctezuma» que se habían bebido. La situación les movió sorprendentemente a risa, pero pensaron que lo mejor sería no hacer ruido porque los demás, sufriendo cada uno en su celda, podían pensar que estaban riéndose de ellos.
xxxDurante toda la noche, y sin posibilidad de otra solución, estuvieron turnándose: uno de ellos descansaba sobre el colchón mientras el otro se arrastraba hasta el lavabo. A veces uno de ellos vomitaba mientras el otro trataba de contenerse. A veces vomitaban juntos, y eso les hacía reír más incluso, hasta el punto de que temieron asfixiarse con sus propios vómitos.
xxxToda la noche mantuvieron encendida la vela en la ventana. Abajo, en la calle, estallaban petardos. Oían las carreras de los críos. Los gritos de los quetzales desde las palmeras. Los clientes del hotel gemían u gritaban en castellano, sin dirigirse a nadie en especial.
xxxAl cabo de un buen rato dejaron de reír y se quedaron tendidos en el colchón, el uno al lado del otro, mirando el viejo enlucido. Zonas húmedas en los sitios donde las tuberías rezumaban. Les dio la temblequera a ambos. Ninguno de los dos habló. Él pensaba en un garito de juego, Julian’s, de la Calle Catorce. Ella tenía miedo de morirse.
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6/9/80
San Rafael, Ca.
xxxRocío en la tapadera del bidón de las basuras. Sorprende a mi mano. Algún sueño en el que estaba metida mi cabeza.
xxxTramposo tiempo. Primera inundación. Falsa Primavera. Y ahora esta helada. Menos mal que no he sembrado ya las judías. Como pensaba hacer.
xxxPor suerte he sacado el pestazo de la casa. Fuera lo que fuese, estaba podrido. Olía a Brécol muerto.
xxxProbablemente los negros lo volcarán por la noche. Menos mal que tenemos perros.
xxxNoche sobrenatural. Sin sirenas. La calle en silencio. Prácticamente sin viento. Buena noche para robar gasolina.
xxxNo, mejor no probar. Demasiado frío. Con un tiempo así, la piel se pega al acero.
xxxHoy llevaba la camiseta de manga corta. ¿No iba en camiseta? ¿No era hoy? De hecho, hoy he salido una vez al aire libre en camiseta.
xxxSobrenatural. Tiempo atómico. Probablemente terremotos. Probablemente significa que ha habido terremotos.
xxxAunque parece que los perros enloquecen. Se ponen a correr en círculos. Vomitan. Señales de éstas.
xxxQuizá ha reventado alguna cosa en la Central. Eso que hay en el núcleo del Reactor. Fisión nuclear o algo así. Fisión o fusión. Algo así. Allí donde se desboca. La una es lo contrario de la otra. No sé cuál es cuál.
xxxA estas alturas ya lo estarían diciendo por la radio. Pero no tengo radio. Lo estarían diciendo por la radio de algún vecino. Y ese vecino me telefonearía. Pero no tengo teléfono. Y no conozco a ningún vecino.
xxxDa igual. Si queréis que os diga la verdad, prefiero no enterarme. Prefiero tomarlo como venga. Y librarme de todo el miedo. Si voy a disolverme, me disuelvo. no importa. Prefiero disolverme en paz.
xxxAunque dicen que no ocurre de repente. Dicen que es bastante lento. Como una tortura. Resirar duele horrores.
xxxMaravillosas ideas. Y sólo había salido a tirar la basura.
x
2/80
Homestead Valley, Ca.
¿Por qué pienso
«Este tipo está completamente loco»
Sentado en un bar de pueblo
Vestido con un traje de terciopelo negro, con chaleco
Oliendo a Marica de la Calle Catorce
Con un tic nervioso en unos ojos pardos
En los que casi no se ve la pupila?
¿Por qué pienso
«Este tipo está chiflado»
Cuando pregunta si ha nevado alguna vez en San Francisco
Si Herb Alpert toca a veces música clásica?
¿Por qué pienso
«Este tipo está majara»
Cuando me dice que tiene muchísimo talento
Pero le falta tiempo para desarrollarlo?
¿Por qué pienso
«Este tipo está como una chota»
Cuando coge la jarrita de la leche
Y la llama «Esta vaquita tan mona»?
Sé por qué
Porque no oculta
La desesperada distancia que le separa de la gente
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12/79
San Anselmo, Ca.
xxxHabía penetrado profundamente en las treinta y dos hectáreas de pastos que acababan de brotar y la cabeza no paraba. Podía ver a través de las verdes hojas las marcas dejadas por el tractor en su última pasada. Las profundas depresiones de las huellas del ganado en los sitios en donde el suelo estaba embarrado y se lo habían comido todo y sólo quedaba un corto rastrojo amarillo. Más o menos cuando atajaron el incendio. Oía a mi cuerpo que quería irse y tenderse, pero mi cabeza no le hacía caso. Vi que aquí, al aire libre, era mucho más fácil determinar la hora. Todo aquí entendía íntimamente que el sol se estaba yendo. Hasta los balcones lo dejaban para el día siguiente.
xxxSeguí pensando que allá en el establo había alguien que me llamaba. Oía en realidad su voz y me volví a irar. No había nadie.
xxxMe volví hacia la extensión de tierras y me pregunté hasta dónde ir. Exactamente la misma pregunta que me hice antes, cuando nadaba en el océano. ¿A partir de qué lugar empieza a ser peligroso seguir alejándose? Y comprendí que uno se lo pregunta cuando ya empieza a creer que ha ido demasiado lejos.
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18/12/79
Petaluma, Ca.
Shepard, Sam. Crónicas de motel (Trad. Enrique Murillo). Barcelona; Ed. Anagrama, 1989.
ACERCA DE LAS HERIDAS DE LOS HÉROES
ACERCA DE LAS HERIDAS DE LOS HÉROES
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxA Agustín García Calvo
En La Ilíada nos prende
esa intención precisa en la manera
de describir el daño. Cuántas veces
se demora el hexámetro en el sitio
de la quebrantadura,
en el fiel inventario del estrago:
el lugar que desgarra la espada, cómo hiende
la carne y desmorona ese cartílago;
donde triza el pedrusco
el hueso, el recrujir de sus astillas;
la trayectoria exacta del venablo
que atraviesa las chapas del escudo,
la coraza de bronce.
Y el estruendo que hace al derrumbarse
la torre del guerrero.
Y no hay buenos ni malos, todos son
feroces alimañas que se ceban
en la carne ensartada,
que la agonía infaman del contrario
con palabras de burla,
y que después arrojan los despojos
al festín de los perros.
Y en esa pulcritud, en el registro
de la calamidad va una plegaria
por la carne solar, por el milagro
precario de este cuerpo.
La cálida estructura bien trabada
que en la danza aligera su destino,
que se hace esclarecida geometría,
claro esquema en el nado, esa otra danza.
El delicado cuerpo
que reverbera en luz cuando lo anima
el ritmo del amor o el del poema.
Porque no hay canto alguno
sin el humor del cuerpo, aunque destile
ese licor amargo de la pérdida.
De Sófocles nos dicen que era diestro
en el baile, y que Byron
gustaba de medirse
a menudo en el pulso de las olas.
Y de Tolstoi que sólo sonreía
después de nadar hondo en un brío de sábanas,
porque tras la liturgia de los cuerpos,
en contra del proverbio, no hay tristeza.
Velemos por su gracia,
porque el cuerpo es un templo mientras arde
el resplandor de su desnuda gloria.
Velasco, Miguel Ángel. Pólvora en el sueño (Alfredo Rodríguez ed.). Albacete; Chamán editores, 2017