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BRAINSTORMING & NEVERMIND
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BRAINSTORMING
Los sábados salíamos
Pero no nos gustaban
Porque siempre se nos iban de las manos.
Los sábados éramos demasiado guapos.
Los viernes eran mejores,
Preámbulo sin expectativas.
Al caer la tarde
Surca las calles del polígono desierto
Un Ford Mondeo.
Pelamos los cables
Que cortocircuitan nuestros cerebros
En el interior.
Vender cobre
Para comprar noches sin sueño.
Tabaco rubio,
Risketos y Pizquillas,
Risas y canciones.
CDs rayados y bolsitas de plástico.
Más tarde volvemos al barrio.
Los viernes marcábamos el compás.
Los sábados solo bailábamos.
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NEVERMIND
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxI’m worse at what I do best
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxand for this gift I feel blessed (…)
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxHello, hello, hello, how low…
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx(Smells like teen spirit, Kurt Cobain, 1991)
Lágrimas de esperma
xxxxxxxManchan el lamento de mis manos
xxxxxxxxxxxxxxxEn la oscuridad de este cuarto.
Escondido en el armario
xxxxxxxxxxxxxxxSe burla de mí
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxUn fantasma.
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Garrido Clemente, Vicente. Temperamentos básicos. Mérida; Ed. Regional de Extremadura, 2022.
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CINCO POEMAS DE ‘EL HUMO DE LOS VERSOS’, DE RAMÓN BASCUÑANA
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PUNTO DE FUGA
La noche teje la desesperación de los suicidas.
Miro por la ventana,
la desesperación a través de la ventana,
el hueco vacío de un ojo ciego,
un punto, una sucesión de puntos
de tinta sobre el folio;
una sucesión de puntos de fuga.
El abismo, la nada,
sus límites exactos, su fijeza,
el hueco vacío de la ventana,
el vértigo siniestro de la vida,
el fondo terminal de la tristeza,
la penumbra, la calle, las astillas,
los añicos del tiempo.
La noche como un punto de fuga sobre el folio.
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MADRUGADA
Pájaro de perfil, la madrugada.
Ave triste posada mansamente
en la decrepitud del horizonte.
Frías flores de escarcha
crecen en el aliento
de los campos que miro
desde la protección de la ventana
que me salva del tiempo y la intemperie.
Ensayo en el cristal
un gesto de esperanza,
pero el cristal refleja
sobre el perfil del pájaro abatido
el rostro del insomnio
y mi cansancio.
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ABULIA
¿Para qué?
Si todo es repetido ¿Para qué?
Se impone la rutina.
Como si atravesásemos la lluvia
descalzos, sin zapatos
que nos protejan. O como si
contásemos estrellas sin mirarlas
y nuestro corazón fuera un desierto.
El poema no justifica el tiempo
que tarda en escribirse.
Hay quien tarda dos vidas
en escribir un verso que merezca la pena
y pueda dar sentido
a lo que no lo tiene
y quien gasta dos versos en escribir su vida.
No preguntes la razón del poema
ni el porqué de la lluvia y las estrellas.
No escuches lo que dice.
Escucha, si puedes, aquello que no dice.
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CUANDO SOLO LA NIEVE
En la brevedad del fulgor del alma,
el equilibrio blanco del silencio.
Cuando solo la nieve
nos protege de ser nosotros mismos.
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EPITAFIO II
En mi lápida
mi última pregunta:
¿Esto era todo?
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Bascuñana, Ramón. El humo de los versos. Álava; Ed. Diputación Foral de Álava, 2016.
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DESNUDO AZUL
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DESNUDO AZUL
1
Sobre el papel,
luminoso, desnudo
y azul, tu cuerpo.
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2
Azul tensión
de tu luz que se inclina:
flor de acuarela.
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3
Arquitectura
de tu dulce flexión
ensimismada.
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4
Suave tropismo
hacia la luz del agua:
azul reflejo.
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5
Arco de sombra
se dibuja tu cuerpo
cuando te inclinas.
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6
Intimidad
transformada en celeste
caligrafía.
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7
Lo cotidiano
se ha vuelto de repente
epifanía.
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xxxxxxxxxxxGeorgia O’Keefe. Desnudo azul.
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Rodríguez de Sepúlveda, César. Oscuro vuelo. Gijón; BajAmar editores, 2022
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LO MÁS OSCURO ANTES DEL ALBA
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LO MÁS OSCURO ANTES DEL ALBA
Voy a hablarles ahora de los gritos del Cuá
xxxxxxxxgritos de mujeres como de parto,
María Venancia de noventa años, sorda, casi cadáver
xxxxxxxxgrita a los guardias no he visto muchachos
la Amanda Aguilar de cincuenta años
xxxxxxxxcon sus hijitas Petrona y Erlinda
xxxxxxxxxxno he visto muchachos
como de parto.
—Tres meses presas en un cuartel de montaña—.
Ángela García de veinticinco y siete menores.
xxxxxLa Cándida de dieciséis años amamanta una niñita
xxxxxxxxxmuy diminuta y desnutrida.
Muchos han oído estos gritos del Cuá
xxxxxgemidos de la Patria como de parto.
Al salir de la cárcel Estabana García con cuatro menores
dio a luz. Tuvo que regalar sus hijos
xxa un finquero. Emelinda Hernández de dieciséis
xxxxxxxxlas mejillas brillantes de llanto
xxlas trenzas mojadas de llanto…
Capturadas en Tazua cuando venían de Waslala
xxxxxla milpa en flor y ya grandes los quequisques
xxxlas patrullas entraban y salían con presos.
xxxxxxxA Esteban lo montaron en el helicóptero
y al poco rato regresaron sin él…
xxxxxxxA Juan Hernández lo sacó la patrulla
una noche, y no regresó más.
xxxxxxOtra noche sacaron a Saturnino
y no lo volvimos a ver… a Chico González
xxxxxtambién se lo llevaron
xxxxxxxeso casi cada noche
xxa la hora en que cantan las cocorocas
con gentes que no conocimos también.
xxxxxxxxLa Matilde abortó sentada
cuando toda una noche nos preguntaban por los guerrilleros.
xxxxxA la Cándida la llamó un guardia
xxxxxxxvení lavame este pantalón
xxxxxpero era para otra cosa
(Somoza sonreía en un retrato como un anuncio de Alka-Seltzer).
xxxxxLlegaron otros peores en un camión militar.
xxxxxxxxA los tres días que salieron parió la Cándida.
Ésta es la historia de los gritos del Cuá
triste como el canto de las cocorocas
la historia que cuentan las campesinas del Cuá
xxxxxque cuentan llorando
como entreviendo tras la neblina de las lágrimas una cárcel
xxxxxy sobre ella un helicóptero.
xxxxxxxxxxxx«Nosotras no sabemos de ellos.»
Pero Sí han visto
xxxxxxxxxxsus sueños son subversivos
barbudos, borrosos en la niebla
xxxxrápidos
xxxxxxxpasando un arroyo
ocultos en la milpa
xxxxxxxapuntando
xxxxxx(como pumas)
xxxxxxx¡saliendo de los pajonales!
pijeando a los guardias
xxxxxxxxxxxxxxxxviniendo al ranchito
xxxxxx(sucios y gloriosos)
xxxxxxla Cándida, la Amanda, la Emelinda
en sus sueños muchas noches
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx—con sus mochilas—
xxxxxxsubiendo una montaña
xxxxxxxxcon cantos de dichoso-fui
la María Venancia de noventa años
xxxxxxxlos ven de noche en sueños
xxxxxxxxxxxxxxxen extrañas montañas
muchas noches
xxxxxxxxxxxa los muchachos.
Bajamos del avión y vamos nicaragüenses y extranjeros
revueltos hacia el gran edificio iluminado —primero
Migración y Aduana— y voy pensando al acercarnos
pasaporte en mano: el orgullo de llevar yo
el pasaporte de mi patria socialista, y la satisfacción
de llegar a la Nicaragua socialista —»Compañero»…
me dirán— un compañero revolucionario bien recibido
por los compañeros revolucionarios de Migración y Aduana
—no que no haya ningún control, debe haberlo
para que no regresen jamás capitalismo y somocismo—
y la emoción de volver otra vez al país en revolución
con más cambios cada vez, más decretos de expropiaciones
que me cuenten, transformaciones cada vez más radicales
muchas sorpresas en lo poco que uno ha estado fuera
y veo gozo en los ojos de todos —los que quedaron
los otros ya se fueron— y ahora entramos a la luz
y piden el pasaporte a nacionales y extranjeros
pero era un sueño y estoy en la Nicaragua somocista
y el pasaporte me lo quitan con la cortesía fría
con que me dirían en la Seguridad «pase usted»
y lo llevan adentro y ya no lo traen (seguramente
estarán telefoneando —seguramente a la Seguridad
a la Presidencial o quién sabe a quién—) y ahora
todos los pasajeros se fueron y no sé si voy a caer preso
pero no; regresan con mi pasaporte al cabo de una hora
la CIA sabría que esta vez yo no fui a Cuba
y estuve sólo un día en Berlín Oriental
por fin yo ya puedo pasar al registro de Aduana
sólo yo de viajero en la Aduana con mi vieja valija
y el muchacho que me registra hace como que registra
sin registrar nada y me ha dicho en voz baja «Reverendo»
y no escurca abajo en la valija donde encontraría
el disco con el último llamado de Allende al pueblo
desde La Moneda entrecortado por el ruido de las bombas
que compré en Berlín Oriental o el discurso de Fidel
sobre el derrocamiento de Allende que me regaló Sergio
y me dice el muchacho: «Las ocho y no hemos cenado
los empleados de Aduana también sentimos hambre»
y yo: «¿A qué hora comen?» «Hasta que venga el último avión»
y ahora voy a ir hacia la tenebrosa ciudad arrasada
donde todo sigue igual y no pasa nada pero he visto
los ojos de él y me ha dicho con los ojos: «Compañero».
La luna sangrienta sale del horizonte.
Es decir parece que saliera del horizonte.
El campo un solo gran algodonal como si estuviera nevado.
¿Y qué sembraban?
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxSembraban su maicito
xxxy frijoles y ayotes y pipianes
pero ahora alguien tiene una plantación de algodón.
Las huertas aradas por aquellos hermosos bueyes —yendo y viniendo—
han desaparecido
y las carretas que traqueteaban cargadas de mazorcas
en tiempo de tapizca, han desaparecido.
Y ya no hay palos. Sólo el sol sobre el algodonal.
Se sembró algodón hasta en la falda de los cerros.
Salen al monte con los perros a buscar garrobos,
palomas, cusucos, pero han escaseado los animales
ya es difícil coger un conejo, las palomas son ariscas.
Cuando no hay qué comer van al monte a buscar guayabas
a solares ajenos a cortar mangos verdes.
En esos potreros habían jocotales y jocotales
que daban jocotes y sombra en los potreros
y ya no hay jocotes y ya no hay potreros
sólo algodonales algodonales y los polvazales
de los tractores y los camiones cargados de algodón.
Al mediodía parten con los perros a cazar codornices
tratar de cazarlas en la falda de los cerros.
Allá en aquel cerro en su ranchito de palma
los Martínez cenan cada tarde tortilla con sal.
Los frescos chagüites amigo ya se acabaron
las alforjas repletas de elotes tiernos son desconocidas
el grito arriando el ganado ya no se oye
ni hay el trajinar de madrugada yendo a traer los bueyes
a los potreros para sembrar maíz frijoles ayotes ay
xxxxxxamigo ya no hay potreros le digo
sólo las filas de hombres y mujeres y niños y ancianos
cada madrugada entre los polvazales
cargando el calabazo con agua y el manojo de sacos
xxxxxxxal algodonal.
Por las noches se ven en los cerros sus lucecitas pobres
como estrellas. Se apagan y sólo quedan las estrellas.
La luna se pone tras los cerros.
Es decir parece que se pone tras los cerros.
Y ya no hay estrellas.
Después la represión de septiembre. Y el llamado Viernes Negro.
Lo más oscuro de la noche antes del alba.
Dije un discurso en Bogotá ante el Congreso, Sesión Plenaria,
el 25 de octubre de 1978 (está en los Anales del Congreso).
xxxxxSeñores Senadores y Diputados…
Y no sólo congresistas sino unos miles en las galerías.
A quienes conté de unas viejas callejas de León
donde ojos llorosos asomaban por las puertas y ventanas.
Empezaron a salir, tímidamente, diciendo al reportero:
xxxxxxxx«En esa casa vivían dos.»
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx«Allí vivía uno.»
xxxxxxxxxxxxx«En esa esquina sólo quedaron las mujeres y los niños.»
Dos muchachas contaron lo que pasó:
A un joven del barrio le hallaron una pistola,
y ya no registraron más.
Apartaron a las mujeres, los viejos y los niños.
A los jóvenes los acostaron en el suelo.
Ellas tenían tres hermanos en el suelo;
un guardia les ordenó mirar para otro lado.
Tras los disparos vieron los cuerpos retorciéndose en el suelo.
Sobre los cuerpos pasaron un tractor.
El tractor después los amontonó, una sola masa roja.
xxxxxxEran los muchachos del Callejón».
De 21, de 20, de 19, de 18, de 17 años.
Allí se reunían a jugar beisbol o platicar.
Los muchachos que ya nunca se reunirían en el «Callejón».
La periodista del Times vio al muchacho sacado de su casa,
un guardia apuntándolo con el rifle en la cabeza.
Había lágrimas en sus mejillas. Sabía que iba a morir.
Ordenaron retirarse a la periodista del Times.
xxxxxxxSeñores senadores, señores diputados:
llevaron 21 jóvenes con sus madres a las afueras de León.
Apartaron las mujeres, y los mataron en la carretera.
Robaron sus relojes, obligando a las madres a lavarlos.
Los perros arrancaban trozos de brazos y pies mal enterrados.
Las madres enterraron lo que quedaba en un algodonal.
O es el caso de Doña Socorro de Martínez, en León,
con unos pedazos de camisas de su esposo y de su hijo.
O Josefa Pérez que está loca: abre los ojos al vacío y delira:
«Róger, amor mío, Róger, vení… ¿Dónde está Róger?»
En el barrio indio de Subtiava siete jugaban beisbol callejero,
xxixxde 24, 22, 20, 18, 17, 16, 14,
llegó una patrulla y se corrieron,
y murieron allí mismo en la calle de sus juegos.
Un muchacho asomó a la calle la cabeza con gorro rojo,
lo sacaron, y le quebraron las piernas antes de matarlo.
Los vecinos oyeron que él pedía clemencia,
y la guardia: «Roji-negro jodido hijueputa.»
En Catarina fusilaban a dos jóvenes cada noche.
xxxxxMatados de dos en dos.
Imaginen el terror de las madres al acercarse la noche.
xxxxxA riesgo de serles aburrido:
En Managua tres camiones cargados de muchachos,
llevados a un comando y ya no se supo de ellos.
La embarazada con el vientre abierto por una bayoneta,
el niño saliendo vivo. La bayoneta en el niño.
xxxxxxxx«¡Un sandinista menos!»
Señores senadores y señores diputados:
xxxxAquella entrada de la noche en Masaya
sin saberse quiénes amanecerían muertos.
En muchas partes del país comenzaban a morir al atardecer
después del toque de queda.
xxxxxxxxLa esperada de la hora de aquel toque de queda.
Combatían contra mujeres y niños drogados con dexedrín.
Había órdenes en inglés, traducidas al español.
xxxxxxxxY en Estelí lo de las Mariposas de la Muerte.
A sus aviones los llamaban en clave «Mariposas».
Revoloteando desde que había luz hasta el anochecer.
Y por la noche entraban los tanques.
xxxxxxxxNo queriendo alargarme demasiado.
Contaban de una llamarada de luz como platinada.
Y los oían pedir por radio más fósforo blanco.
En la gran insurrección no hubo presos, sólo asesinados.
Concluyo con lo que una vendedora de ropa del mercado de Chimandega
dijo al reportero del diario La Prensa:
«Hijito, ojalá todas estas muerte no hayan sido en vano»
y la contestación de otra vendedora:
«Señora, esté segura que los mejores tiempos están por venir.»
xxxxxxAcabado mi discurso. Acabada la sesión.
Con la gran ovación en las galerías esa noche.
«¡Copelá!… ¡Copelá!… ¡Copelá!», decía el chino.
Les cortaba pedazos de carne a los campesinos,
la freía y los hacía comérsela.
(El chino tal vez no era chino sino vietnamita o coreano.)
«Cuando el hoyo estaba abierto los ponían hincaditos en el fondo,
y allí los balazos.»
xxxxxxxNoche a noche los balazos.
«Llegaban los helicópteros al campamento con campesinos.
Todos bajaban amarrados como garrobos.»
Macho Negro llamaba por radio desde el monte pidiendo bolsas.
Ya sabían que eran bolsas plásticas para los muertos.
«A los perros amaestrados daban carne cruda, jamás cocida.
Una vez vi al chino darles carne de los mismos presos.»
Noches de los balazos y el Macho Negro diciendo «mandame bolsas».
Ya están cantando los gallos.
xxxxxxxxYa ha cantado tu gallo comadre Natalia
xxxxxxxxxxya ha cantado el tuyo compadre Justo.
Levántense de sus tapescos, de sus petates.
Me parece que oigo los congos despiertos en la otra costa.
Podemos ya soplar un tizón —botar la bacinilla.
xxxxxxxxTraigan un candil para vernos las caras.
Latió un perro en un rancho
xxxxxxxxxy respondió el de otro rancho.
Será hora de encender el fogón comadre Juana.
La oscurana es más oscura pero porque viene el día.
xxxxxxxLevantate Chico, levantate Pancho.
Hay un potro que montar,
xxxxxxxxhay que canaletear un bote..
Los sueños nos tenían separados, en tijeras
tapescos y petates (cada uno con su sueño)
xxxxxxxxpero el despertar nos reúne.
La noche ya se aleja seguida de sus ceguas y cadejos.
Vamos a ver el agua muy azul: ahorita no la vemos. —Y
esta tierra con sus frutales, que tampoco vemos.
Levantate Pancho Nicaragua, cogé el machete
hay mucha yerba mala que cortar
xxxxxxxxcogé el machete y la guitarra.
Hubo una lechuza a medianoche y un tecolote a la una.
xxxxxLuna no tuvo la noche ni lucero ninguno.
Bramaban tigres en esta isla y contestaban los de la costa.
Ya se ha ido el pocoyo que dice: Jodido, Jodido.
Después el zanate clarinero cantará en la palmera,
xxxxxxxxxcantará: Compañero
xxxxxxxxxxxxxxxxCompañera.
Delante de la luz va la sombra volando como un vampiro.
xxxxxxLevantate vos, y vos, y vos.
(Ya están cantando los gallos.)
xxxxxxxxx¡Buenos días les dé Dios!
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Cardenal, Ernesto. Cántico cósmico. Madrid; Ed. Trotta, 1992.
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‘PIEDRAS’, DE JAVIER GARCÍA CELLINO
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La poesía es pólvora
que se enfrenta siempre a la pólvora.
Quien narra el poema es un niño
que sujeta el cielo con una mano.
No basta con admirar la excepcional belleza
de la eternidad.
Metamorfosis del poema:
el segador cantará a las provincias
con rostro de cordero.
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Este tiempo no es de muerte dócil,
sino de sufrimiento.
Pasos, siempre pasos a su espalda.
A veces el futuro es un fruto ácido.
Pasos, siempre pasos a su espalda.
Ella sabe que va a morir,
que no verá más los ojos del carnero joven
que amamantaba en su tienda,
que ya no podrá disponer herencias
ni pedirle a su Dios
que apresure las flores del almendro.
Se mira en el espejo de la fatiga y llora.
Después recuerda que su madre
y su abuelo eran poetas y llora.
Pasos, siempre pasos a su espalda.
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Un niño que llora es un incendio
en la boca del sol.
Veo Jerusalén devastado,
las avenidas de Jerusalén devastadas,
no hay tiempo, al fusil se le hace muy larga la espera,
me agarro a la mano de mi madre muerta
y no camino,
me agarro a la mano de mi abuelo muerto
y no camino,
entonces me doy cuenta
de que entre las imprecaciones y las dudas
siempre habrá piedras.
¿A quién rezar
xxxxcuando las montañas
xxxxxxxxdejen de ser sagradas?
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Nadar en el verano
de las promesas incumplidas.
Ser pacientes con el enemigo. Acariciar
a los pájaros ciegos.
Dime, ¿cuánto tiempo durará este poema blanco
antes de caer al mar?
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Oslo es un paisaje blanco sobre fondo blanco,
una autopista rodeada de flores en el desierto.
Cae una lluvia de medusas sobre el camino,
caen piedras que se agarran al aire
en busca de su identidad,
detrás del relato dominante siempre hay más muertos.
Y patria, siempre patria en los muros cubiertos
de ceniza, en los salmos vacíos de las iglesias,
en los cuerpos mutilados que bailan para librarse
xxxxxxxxxxxxdel miedo.
Hay un dedo manchado de sangre que señala
el horizonte. Hay un asentamiento para las madres
que lloran a sus hijos.
Hay nubes por todas partes.
Di amor,
xxxxintifada,
xxxxxxxxsueños clandestinos.
Y patria, siempre patria.
No digas acuerdos de paz,
expropiación de tierras,
asentamientos de colonos.
En Picasso hay un niño
abrazado a un olivo muerto.
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PRISON (1982)
xxx(Pintura de Sliman Mansour, escritor y pintor
considerado como uno de los artistas de la Intifada)
Nadie en el cielo. El vértigo de los obuses es nadie,
la llama en el papel es nadie,
la matriz de un cáncer nocturno
es nadie hasta que desaparece.
En la precaria eternidad,
cinco hombres esposados contra la pared son nadie.
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(Pasos, siempre pasos a su espalda:
xxxxixxxsoldados israelíes)
Camina…
Abrázate más a la tierra…
No hagas versos inútiles
como tu madre y tu abuelo.
Camina…
Camina…
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(Coro de animales: Final)
La kufiya que lleva al cuello es poesía.
Los olivos encendidos también son poesía.
Camina. Sigue caminando.
Se confunde ya con la tierra.
Después el miedo borra la poesía
hasta convertirla en un Mar Muerto.
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García Cellino, Javier. Piedras. Gijón; BajAmar editores, 2022.
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OSCURO VUELO
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OSCURO VUELO
Danzan los estorninos:
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxnegras constelaciones
en busca de una forma,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxnubes
movedizas de tinta,
xxxxxxxxxxxxxxxxxenjambre
que juega a dispersarse y a reunirse,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxsuma
de lo insignificante, muchedumbre
que alza y desmorona
sucesivos alcázares impresos
en la luz del instante.
Expresionismo abstracto. O no: contornos
de imaginados monstruos. O mensajes
que requieren ser
descifrados,
palabras en el tiempo y en el aire,
confusos ideogramas,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxlaboriosa
escritura celeste.
Esa trama que ahora
se esfuma y reaparece,
esta coreografía
de músculos y alas y tantos corazones
unánimes latiendo,
xxxxxxxxxxxxxxxxx¿quién
la dispuso
sobre el azul exacto de los cielos?
¿Para qué? ¿Para quién? ¿En los ojos
de qué dios misterioso
se cumplirá el designio de esta danza?
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AMBISTOMA MEXICANUM
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxAhora soy un axolotl.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxJulio Cortázar
¡Qué raros sois, en cárcel de aire presos,
sin agua que os conceda ligereza,
al suelo encadenados con firmeza,
arrastrando, abrumados, vuestros huesos!
¡Qué deleite espiar vuestro embeleso,
veros penar porque con cruel largueza
se os ofrece a la vista mi belleza
y el cristal, riguroso, frustra el beso!
Dulce tributo son vuestras miradas,
pero cumple a los dioses la distancia:
el tumulto malogra el señorío.
Con mi presencia, vuestra irrelevancia
sentid, con aterrado escalofrío,
y volved, si podéis, a vuestras vidas.
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LUCIFER 4 A.M.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxPara Luis Martínez de Merlo
Era hermoso Luzbel entre los ángeles.
Más de un querubín bebía los vientos
por sus ojos de fuego.
Pero harto de la eterna
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxrutina,
de su aburrida, inútil sinecura
en los coros angélicos,
hastiado de adular continuamente
y revolotear en torno al amo,
inventó (de la nada,
no había precedentes)
la disconformidad, el desacato,
la rebelión y la desobediencia.
Lo cual, si bien le atrajo
la cólera divina,
agregó a sus encantos, ya invencibles
de por sí,
una rara nobleza,
xxxxxxxxxxxxxxxel aura
de superioridad desconcertante
que a la hermosura añade la derrota.
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EXCALIBUR
Entrechocar de hierros y caballos que piafan.
Despunta el alba apenas, y aún la niebla
impide distinguir los estandartes.
Se agolpan los guerreros para ver el prodigio.
En el centro un muchacho desmañado
siente que lo atraviesan las miradas
expectantes u hostiles.
De él se espera un gesto. Avanza. Solo un paso.
Y se queda mirando como en trance
el resplandor extraño de la piedra.
Pone
su mano sobre el pomo de la espada
y, entonces, como un rayo, lo ve todo:
los altos chapiteles,
la espada, el cetro, el trono y, en la sala
más grande del castillo,
la mesa
de la fraternidad:
los nobles caballeros relatando por turno
sus brillantes hazañas. La aventura.
La búsqueda incesante.
El mejor compañero en la batalla.
El amor
de la dama más bella.
Y también
la traición de su amigo y de su amada,
el hijo monstruoso que reclama su muerte,
la espada quebrantada,
la luna enrojecida por la sangre,
los años de dolor y sufrimiento.
Y ante la flor y nata
de la caballería,
se aparta de la piedra,
suelta la espada el niño y renuncia a la Historia.
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FALSE START
Acabado el poema. Por si acaso,
revisas, y no cuadra un adjetivo.
No puede ser, no es esto, hay que cambiarlo:
queda mejor así… no sé, no acaba
de sonar bien… y truecas
el verbo, que no encaja… pero entonces
se pierde aquel matiz… Con otro giro
tal vez quede más claro y elegante.
No, no se entiende el verso, es que no hay forma.
Tachas, añades, mueves,
cortas y coses, unes y troceas,
y le das cien mil tajos al poema,
que se va desangrando a borbotones.
No tiene ya remedio el pobrecillo,
no hay rayo que le pueda dar la vida,
oh doctor Frankenstein, a tu fracaso.
Apiádate de él: haz de la hoja
arrugada mortaja, dile adiós,
que encuentre al fin reposo
en el olvido y en la papelera.
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REFUGIO
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxPara Alfonso Brezmes
Tú no sabes quién soy
ni yo quién eres tú.
Nos reúne el azar en esta
cabaña de palabras,
xxxxxxxxxxxxxxxxxel poema.
Alrededor, la cegadora nieve.
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REGRESO AL FUTURO
Aquel adolescente que esquiva mi mirada
desde el álbum de fotos,
ancho de hombros, fuerte, desgarbado,
con sus brazos larguísimos caídos con desgana
a lo largo del cuerpo,
nada puede saber de mis domingos,
de mi lenta mortaja de costumbre,
de los días cayendo uno tras otro,
del tiempo que se borra, de este arar
en el agua del tiempo que es la vida.
Nada puede saber. No, no es por eso
que elude mi mirada.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxNo sabe que cuarenta
años después yo lo estaré esperando.
Aunque viendo su rostro tan triste y tan sombrío
su difícil angustia, la actitud
de quien se sabe fuera de lugar,
esos ojos tan tristes,
viene a veces la duda
de si alguien le habrá ido con el cuento.
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ÍTACA
Las manos agrietadas y vacías.
En la memoria el mar,
veinte años de muertes y naufragios.
De mi infelicidad y mis traiciones,
en el manso oleaje del hexámetro,
aprenden, aplicados, los aedos.
Yo prefiero olvidar.
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DESPEDIDA
—Te esperé muchas veces.
De niño te temía vagamente.
Luego, me despertaba sudoroso
en mitad de la noche.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxSoñaba
nombres de enfermedades o demonios
que venían por mí.
xxxxxxxxxxxxxxxxPero tú no llegabas.
Vivo seguía, y temiéndote.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxTú siempre
visitabas a otros,
en camas de hospital o entre los hierros
violentados de un coche…
A mí me respetabas,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxpermitiste
que fuera envejeciendo,
hasta hoy…
—Te equivocas. No vengo
a buscarte.
xxxxxxxxxSiempre he estado
contigo. Es al revés:
xxxxxxxxxxxxxxxxxxaquí nos separamos,
hoy vengo a despedirme.
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Rodríguez de Sepúlveda, César. Oscuro vuelo. Gijón; BajAmar editores, 2022.
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HACIA EL AGUA
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xxxxx3
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxA Yuki, Dickran, Minsu, Bill, Billy y los demás…
La luz de una película japonesa
baña mi rostro y mi nariz,
y trae consigo
brisas más frescas
de apartamentos desordenados
que quisiera volver a recorrer,
fumar en los balcones
y hacer fotografías
en las bañeras rotas.
Quisiera que volviéramos
a desplomarnos
sobre todas nuestras camas,
mientras la noche y el sueño
se apoderan de nuestras palabras
y de nuestra risa.
Quisiera volver a tumbarme en esas camas otra vez
mirando al techo
junto a vosotros.
Pero la película aún no ha terminado.
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xxxxx14
Cuando Madrid se acababa
estabas tú,
una inmensa extensión de ti,
cálida y luminosa,
abarcándolo todo con sus pequeños brazos,
rodeando los hombros encogidos de los oteadores
y los videntes,
en las horas más jóvenes del nuevo mundo,
pero, sobre todo, crecías acurrucado en mi pecho,
como una destrucción total y cegadora.
Y aun así esta noche
también se ha acabado Madrid
y parece que aún quedan muchas horas
hasta que amanezca.
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LA CIUDAD MÁS BELLA DEL MUNDO
Íbamos a vivir
en la ciudad más bella del mundo.
Íbamos a escapar
a la ciudad
donde las raíces alimentan el cristal,
donde los mediosoles
brotan en los arcenes y en los alcorques,
donde la luna siempre es naranja
y nunca mengua
y donde no
existen los retales perdidos.
Íbamos a vivir
en la ciudad más bella del mundo.
Íbamos a huir
de las entrañas sucias y confortables
de la matriz madre
que escupe mentes inescrutables como coágulos
xxxxxxxxxxxxdeformes, calientes, de constelaciones aún no vistas,
y de todo lo que nos arrulla
las orejas por las noches.
Íbamos a vivir
en la ciudad más bella del mundo.
Íbamos a caminar
de puntillas
entre el vacío del universo,
sobre las elipses sin resolver.
Íbamos a vivir en la ciudad más bella del mundo.
Estoy
frente a la ciudad más bella del mundo
y no veo a nadie.
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Me he perdido tal vez
en los demás,
en sus miradas y sus risas,
entre la muchedumbre.
He esparcido mi ser
sobre los cabellos de la gente.
Me he desparramado
como una cascada
de pequeñas
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxy naranjas
xxxxxxxxxxxxcanicas
apedreando con fuerza el suelo
y las piernas desnudas
de la masa.
Ya no puedo recomponerme,
pero he rodado a sus pies
y les dolerán
al pisarme descalzo
y sin sospecharlo.
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Berlín ya no es un lugar seguro.
No lo es desde hace tiempo
y hemos seguido pululando por sus calles
con la cabeza llena de ríos
que desembocan en acequias lejanas.
Ya no es un lugar seguro
y nos hemos paseado
mostrando nuestros torsos negros
y una cresta de plumas en la cabeza.
No es un lugar seguro
para todos los que llevamos
purpurina en la nariz y noche
en los zapatos y dejamos rastro
con nuestros vientres en los adoquines,
para todos los que habitan
en alguna parte entre
la soledad y la primavera,
para aquellos
que nunca han llorado por un laberinto
o por un pequeño cabello arrancado de la nuca.
Berlín ya no es un lugar.
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Quiero fundirme con la lluvia
para caer sobre los rostros
de todos los que amé,
ser lo que les hace sentirse vivos
y vivir,
lo que les hace vivir
vivir en paz…
Y luego irme,
escurrirme por sus manos hasta la alcantarilla,
ver el mar
y no volver.
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xxxxx49
También hay belleza
en la baldía estepa de un mar en calma,
no solo en las regurgitantes olas,
en las afiladas barcas
que como garras las montan
o en la mano de espuma, arrancadora de vidas;
también hay belleza en su monótono azul
fundiéndose monótonamente con el monótono cielo
aunque resulte inquietante.
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Arnaiz, Julia L. Hacia el agua. Gijón; BajAmar editores, 2022.
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LOS OJOS FRÍOS DEL VALS
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NOSTALGIA PRIMERA O AMANECER
Esta tristeza de violín
desenroscada por los ojos,
estas rosas marchitas,
la claridad de un nuevo día
manchando mis refugios,
deslumbrando,
buscándome.
xxxxxxxPor dentro de la muerte
xxxxxxxsolo se escucha
xxxxxxxnuestro propio silencio.
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NO ES POSIBLE QUE NO QUEDE NADIE
He aprendido muy pronto
el mecanismo de la ausencia.
Estar triste consiste
en inventar un bosque
al que poder marcharnos
cuando no quede nadie,
cubrirlo de leones y de besos
y de todos los cuentos
que un día nos contaron
para poder dormir.
He empujado la puerta muy despacio
con la esperanza de encontrarme
a alguien que me esperara.
Entre la lluvia y yo solo estaba tu cuerpo.
xxxxxy esta melancolía que me abrasa
xxxxxy los racimos de leones
xxxxxque olvidaste plantar a orillas de mi llanto.
Alguien canta a lo lejos y me recuerda que la muerte
es una casa dócil con paredes azules
donde pronto olvidamos
xxxxxxxxxxlas razones del miedo.
Nada de esto es posible, ¿lo comprendes?
Aún no he aprendido
el mecanismo de la ausencia.
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SOROLLA, EL VERANO
Regresa igual que un cosquilleo
la flor azul de mis veinte años,
playa de la Caleta, el corazón aún en pleamar.
Aquel antiguo balneario nos hacía soñarnos
personajes de un cuadro de Sorolla.
El cielo desmembraba
islas de sol en mi cabello.
Nos sentamos allí, junto a la orilla,
burlándonos del tiempo
y buscando en las nubes
mundos desconocidos poblados de libélulas.
El poema, dijiste, no cabe en una lágrima.
Estoy pensando en ti mientras escribo,
en aquel balneario
y en el vestido blanco de un cuadro de Sorolla.
Estoy pensando en ti
desde el mundo desconocido de tu ausencia,
burlándome del tiempo como hubieras querido,
guardándome las nubes y las islas de sol
—también tu corazón—
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxen el poema.
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HE HEREDADO EL COLOR DE SU MIRADA
Alguien cruza el espejo cuando lloro
y se detiene aquí a mi lado
para hablarme de sueños envejecidos
y de ciudades rotas cerca del mar.
Reconozco sus ojos, la tristeza que habita
sus hondas galerías,
como súbita luz en los cristales
cuando ya no esperamos
nada más que la sombra.
Después alza la voz,
se ríe gravemente de la muerte,
me canta una canción
que nos pertenecía
y queremos marcharnos,
pero nunca sé dónde.
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EVERYBODY’S TALKING AT ME
Carretera, verano del 97,
urgencia delicada de atardeceres.
Desde el asiento trasero del Peugeot,
el universo no entendía aún
la dirección precisa del futuro.
Cómo hablar de aquel tiempo.
Hoy,
caravanas de autómatas
emigran a la noche
y la presencia absurda
de algún polígono industrial
del horizonte
me despierta una sed feroz
de llover a lágrima viva.
Carretera,
xxxxxxxxxverano.
En la mecánica del viento
pienso en tus manos multicolores,
en la verdad indómita de tu mirada.
Como en aquella canción de Nilsson,
todo el mundo está hablando,
pero no escucho una palabra.
xxxxxxxxLlegará el día en que también
xxxxxxxxañoraremos este tiempo.
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1936
Devolvedles la voz a aquellos muertos.
A los hombres que aúllan debajo de la tierra,
a los huesos sin nombre, a los naufragios.
A una flor blanca malherida por un fusil:
ese rostro que salvajemente se asoma a la noche
y nos increpa igual que si lo conociéramos.
Lo separamos en dos mitades: la nuestra
y la del mundo de los desaparecidos.
Escucho las sirenas, los disparos que tiemblan
frente a las barricadas: vuelven con el atardecer
a taparnos la boca, a convocarnos
junto a los muros de cal del cementerio
y yo no puedo
darme la vuelta como un verdugo
y yo no quiero
invocar al olvido
y están tan solos esos hombres
en sus tumbas anónimas.
Devolvedles la voz
para que no se mueran.
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LO QUE SUCEDE
El paisaje me sueña como un lobo dormido.
A veces
me cuestiono la realidad de mi existencia.
Mientras,
el amor se acurruca en las fotografías,
es una criatura mitológica
que me recuerda un tiempo
en el que no me conformaba
con sobrevivir.
Ahora,
despeino con un gesto de cansancio
los cabellos del miedo,
abandono la máscara sobre la mesa
y comprendo que esto que sucede
es todavía
xxxxxxxxxxxxla vida.
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Casado, Marina. Los ojos fríos del vals. Gijón; BajAmar editores, 2022.
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DOS POEMAS DE ‘LAS ALAS DE LAS POLILLAS’
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ANTROPOFAGIA V
Y así, para el alivio sintomático
de no haber vivido bastante
y curarme el miedo al bostezo
y la dulce niña bonita,
quise mezclarme con ellos. Con esos hombres
de ingenio y verbo ágil
y cabezas envidiables, más o menos,
y volubles de moral
que te dicen lo que ya sabes
xxxxxxxaunque no lo sabes todavía
y tú ríes, turbada por sus ocurrencias.
Sin humos ni farmacia,
sin tanto que lamentar al término de la obra.
Como la chica-poema de Simic
en su misteriosa fiesta: llegar y besarlos a todos.
Ahora que renazco y ellos envejecen
saludo despacio como las princesas
y prometo, desde mi torre de mármol,
que muy pronto tendré hambre
y me verán de vuelta a sus pies, postrada,
mordiéndoles con fuerza las rodillas.
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CULTURA GENERAL
Todos hablamos de Freud como decimos «sublime»
y «platónico» y «dantesco», «pantagruélico»
y nos creemos lo que cuentan sobre Dios
y el movimiento obrero.
Y pensamos que aquello lo dijo Marx
y es de Voltaire esa frase tan bonita sobre la libertad,
y no sabemos dónde acaba el camino de Kerouac
y empieza el de Gardel,
pero igual lo citamos, lo destrozamos,
apartamos a la masa de un empujón orteguiano.
Sonreímos.
Así se compone la cultura general,
de residuos: lo que no dijeron otros
o dijeron sin querer.
Por eso en verdad da lo mismo
si construimos sobre imprecisiones,
como castillos en el aire contaminado.
Y menos importa a quién se atribuyan
los méritos y las culpas;
si son verdad o mentira las mil interpretaciones
y vivencias de la misma historia.
La distancia entre quererse y la enorme carcajada
creo que se llama traducción libre.
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Sorokin, Amanda. Las alas de las polillas. Gijón; BajAmar editores, 2022.
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ALGUNOS POEMAS DE ‘LA CACERÍA’, DE JULIO ÁNGEL OLIVARES MERINO
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Desamparo
Queda un responso de catecismo tan puro
como un espectro de cejas albinas,
rondando los sumideros y el frío;
una gran fosa de ecos y una herida,
una llave atascada bajo los párpados
y el color del ahogo que se descose.
Hay un gemido que el intestino desordena,
como un credo teñido de niebla y sal,
una gota soñada a través del hierro,
cayendo desde el cadalso del garfio hediondo,
desde el grifo de las yemas gélidas y el ayer,
desde el miedo en carne viva que la ausencia dicta.
¡Qué frío el de los niños sin faz ni pájaros en seno!
El de aquellos sin huellas ni costuras del día a día,
el de quienes fingen estar y duermen la muerte,
descalzos.
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Hilos
Se duele la oscuridad, de tan opaca y muda;
se viene encima, con sus branquias añosas,
sus paredes de eco esclavo, de polvorienta lana.
Vano cubil de la memoria, deserción y herida.
Pliegues en su piel muerta, pliegues como ríos de sed,
raíces hueras y sereno sin llaves al alivio.
Así luce, así sueña y se duele la oscuridad.
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Desheredad
Existe un umbral y existe porque silba la ventisca,
silba y talla ponzoña sobre la piel del bufón,
ese cuya mueca es de antaño, pero contagiosa,
porque es de molde cínico y cenefa en desgarro,
y no es burla sino verdugo, tal vez o quizás.
De cerdas está hecho su sayo, de entrañas su júbilo.
Existe la quilla del viento y arrecia cuando lame el portón,
ese espectro del sostenido, que también respira,
ese que repite nombres y la aldaba no toca sin helar.
Existen las enredaderas de infancia, los soles marchitos,
las ubres termita del tiempo, lechosas de horror;
existen los ecos maniacos entre el terciopelo,
los celos del cariño que se presiente, pero caduca.
Y entre los visillos de la intuición, enloquece esa perla,
un resplandor romo, sin esquinas, turbio y malquerido,
cruz sobre el boceta de una caja serena y su manantial.
Sobre una arista de polvo, sobre una sonrisa fantasma,
sobre sus pliegues de lino y su pompa de expirar,
se duele una cerradura sin edad ni gozne preso.
Es un tesoro de ecos, de lágrimas, aurora y lunas,
un costurero de momias sin botones, cosidas a su reposo.
Los labios del abismo besan allí dentro y hay hadas de color;
susurran lo allegado, con cruel letanía, desnudez y hambre.
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El huésped
Desperté, me vi y temblé; lo sé;
fue el relámpago del fantasma,
la histérica arruga de su hábito.
Tan áspero y cenizoso, tan nadie.
Sé que me vi, amanecido y yerto,
aunque él no llegó a sentir que lo intuía.
Soñó en mis brazos, eso, yo o ambos,
una vez más, henchido y lóbrego,
fiel bajo las vetas del lago.
Lo fueron izando las luces y el gris,
el gris que sueña con ser senda.
Fue un ritual de herrumbre y breve.
Había larvas de lágrima en la huella,
la terrible huella del agua y los días.
Entonces, mecí, mecí y mecí el estanque,
buscando la vida, su son de pétalos,
y una momia de nieve y esparto,
desde el alud, hiló sus dedos,
desde las catacumbas del soslayo,
desde el talco del nacer y aquel color primo
desde el origen hasta el ayuno de mí…
…hasta aquí…
Nos palpamos y tres ondas burlaron
las cuentas de otoño, las nanas de antaño.
Llovieron aquellos crespones ariscos,
más allá del tímpano del viento.
Mis manos eran esclavas sin ser,
tendidas al remanso del recuerdo.
Cubrí su faz con la nostalgia y el ámbar.
Y, así, con tenue precisión de gaviota,
posó su muerte en los lacios ecos,
en los sones del sol y su helado badajo,
allá en la laguna, yacente y solícito.
Extendí los brazos y deshice el cristal.
A tientas, destejí la mortaja, sus ojos forcé;
abrirlos, sinceros, al tacto del limbo.
Y mientras caían y caían el péndulo
y la tarde, caían y caían, desangrados,
desnudando fui, sin contención ni entonces,
al niño que solía ser, al fugaz príncipe,
a la fe intacta, al comulgar de mayo,
tan lejos de mí… el niño sin garganta
que no gritó al morir ni de viejo fue llanto.
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La nana del muerto
Te sangran las nubes del recuerdo y los labios,
madre, se te descose el alma a la deriva,
se te hielan las palabras en los párpados;
se duermen y encallan las luciérnagas,
esa luz con dientes primerizos, tan efímeros.
Se te escurre entre los soslayos, madre,
el tierno solaz y el oro de tu vientre,
se te queman los mechones de un hijo,
sus hoyuelos, donde anidan las arañas.
A contraluz, madre, abro en ti una zanja,
me tiendo en ella a existir, a morir cierto,
a desasirme infiel y pacientemente de ti.
Encanecen los callejones de tu mirada,
se te desprenden, frágiles, las mandíbulas.
Sí, madre, madre, sí, sí, sí, madre, así.
Yo también me mustio y me encorvo.
Lo sabes, querías olvidarlo, pero lo sabes.
Tal vez, me creíste madera sin veta,
hierro firme sin lenguarada de óxido,
agua sin neblina, sequedad o veneno.
Tal vez, me enmarcaste eterno, madre,
pero ahora que has presumido de tacto,
ahora que el costurero has tocado y sangras,
ahora comprendes que no hay remiendo
para el desgarro que en un grito cava el nacer
y, ya para siempre, hereda y arrastra su hedor.
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La condición del rompeolas
Si llovió a destiempo, mientras dormía,
si aquel se deshizo entre mis huellas,
si el corredor fue eco, tazón y sed,
si arranqué las raíces del descalzo a solas,
si su baraja lamió la nodriza de cera,
si en mi osario se abrieron las ventanas del silencio,
sobre el blanco sal, entre dinteles de infancia,
a trazo y suspiro, a vuelo disperso de tragaluz;
si el tiempo sorbió los ojos que consentían,
si existió aquel antes y nació este después,
si con ojos de muda se fue la claridad,
si desnudo, sentí alas y ruego,
si la costilla y su eco varó mi inocencia,
si así he de tensar cometas en la nada,
entre suspiros de tiza y remiendos de lágrima,
como el ave de paso que arde al persistir;
si se abrasa sin retiro donde serenar ceniza
sin arcón para astillar su calambre de lana;
si he de llorar en el descobijo de las brujas,
si todo acontece en mueca sin muda,
será cierto lo que Madre decía de soslayo:
hay un cuervo en cada estampa devota,
una boca con flemas y puntas retorcidas,
una centinela que devora migajas de ilusión,
que te hará estar solo en la cáscara del infiel;
hay un labio amargo y un suspiro,
una larga lengua envenenada
que madruga para masticar el sol y desteñirlo,
para ser la noche, bordarla a ti con desapego,
morirse tiritando a tu lado y pedirte luto,
engrasar el invierno en tus pupilas y, aun así, quererte,
para cegar tu respiración y dejar tus ojos en blanco ternilla.
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Paladas
El viento, la luz y el rumor.
Ninguno queda, pero fueron,
peinándote, cegándote.
Y con el susurro a pulso…
Quietud, oscuridad… silencio.
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Baba
Tienes un río en las manos, un fantasma de cauce,
un milagro de tendones que se retuercen y hablan;
un telar de lava y un corazón de dunas tienes,
la saliva del expósito, el grito del envés.
Sientes que esa llama no germina entre tus témpanos,
que una tumba encanece y se oxida
con colonia de nube en sobremesa,
mientras desesperan sus patas de pollo
y sobresalen como estigmas de muerto.
Un sepulcro bien curtido, agria y frágil cuerna.
Es de alguien que a sal sabe y respira sin resuello
como la piedra que el hambre no desmiga
ni el hálito anega, pues no hay baza ni propuesta,
no hay acequia ni raíz, ni lengua de cielo que hurte
frutos, savia o paladar a los muertos del espejo.
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(Sótanos)
Cuando lo que queda y espera es el surco,
cuando ya pasaste por el lugar y aconteció,
cuando el anzuelo y el temporal salivan,
es la inmundicia en cada labio de tus uñas
la que te ignora y serena mientras escarba,
ajuar en tierra mordiente y tímidos tallos,
allá donde la brisa es recuerdo y veneno,
donde los cerrojos del silencio te amamantan;
allá es un alma que enfiló el escalón del tiempo
y hay estrías y bocetos de un chirrido a solas,
de las puertas que ya no son ni se dejan mirar.
La casa de infancia duerme o muere,
se abandona y aúlla, salta al vacío.
Y somos, allá, el vaho sobre los espejos del sueño,
los zapatos huérfanos, los pies de cicatriz y espasmo,
los pájaros resecos, con ojeras y salitre,
el calambre del vagar, el arpegio sin sus días,
la telaraña, allá, sobre las huellas y el vello materno;
los ecos, allá, sobre el triste destello del padre,
que no resuella, que no te mira, que no regaña.
Allá donde fuimos, allá, aquí donde no somos.
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Olivares Merino, Julio Ángel. La cacería. Albacete; InLimbo ediciones, 2022.
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ESTA TARDE, EN EL IV CONGRESO INTERNACIONAL DE ARTES Y DIVERSIDAD
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Esta tarde participaré en el IV Congreso Internacional de artes y diversidad, compartiendo mesa con Ilu Ros, Manuel Madrid y Raúl Real.
Si les apetece, nos vemos en el MUBAM a las 19:00h.
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