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POEMAS DE LA VIEJA
POEMAS DE LA VIEJA
La vieja a la sombra susurra
«no tengo dientes, soy vieja»
la vieja en el aire susurra
«mi rostro tiene el esplendor de la pesadilla».
Y el aire tiene miedo de ella.
Y el poeta dice a la vieja
«mañana quemarán tus dientes
y orinaré sobre tu sepulcro
verás que es blanca mi orina
como el rostro de los muertos».
TERCER POEMA DE LA VIEJA
Vieja soy, y al aire espanto
vómito tan sólo que ladra
dicen que los muertos dan asco
pero ser viejo es peor
que la muerte para el mundo
un ruido tan sólo en el cuarto
que escuchan riéndose los jóvenes.
CUARTO POEMA DE LA VIEJA
Vieja soy, el aire inmundo
me devuelve mi figura
escupen sobre mi rostro
los niños al pasar corriendo
y sola, al aire que me borra
le digo «soy vieja y nada»
mátame porque mi cuerpo
desnudo ya no es figura
sino excremento de perro
en el aire sin más nada.
QUINTO POEMA DE LA VIEJA
El calor de mi carne inmunda
sólo a los muertos conviene
pero peor que ser vieja
de cuerpo es serlo de alma,
aún más inmunda que mi cuerpo.
SEXTO POEMA DE LA VIEJA
Me dijo mi amor un día
«sólo sabes ladrar, vieja
ni el demonio en el aire inmundo
es peor que tu figura
que tu pellejo grasiento
que ladra aún sobre el poema».
SÉPTIMO POEMA DE LA VIEJA
Mi alma, más vieja aún que mi cuerpo
sabe mejor que una ciencia
el lenguaje del rencor
el torpor de mi carne arrugada
dice mi única verdad
cuando, al acostarme, me duermo
como un pedo en la oscuridad.
OCTAVO POEMA DE LA VIEJA
Las viejas sólo sabemos alabar al demonio
de los ángeles nos burlamos
pues nos recuerdan nuestros amores.
Carne arrugada y fofa sólo puede ser follada
por el pellejo de una bestia.
Paseando entre las tumbas
gritamos «Pape Satán
Pape Satán Aleppe:» y la muerte nos sonríe
alegre como nuestro último baile.
Por la mañana, cuando el sol
sale a perseguir la manada
bailamos con el diablo, y sin dientes
sonreímos: nada peor que mi sonrisa.
Y así al demonio le ofrezco
esta ofrenda de hojas secas.
NOVENO POEMA DE LA VIEJA
Dijo el demonio a la vieja
desnúdate y baila conmigo
muéstrame tu cuerpo flácido
como una flor se deshoja
también el diablo es viejo
y cual tu culo sonrosado
las lágrimas son de los hombres
porque llorar no es de viejos.
Panero, Leopoldo María. Guarida de un animal que no existe. Madrid; Ed. Visor, 1998.
MANUAL DE INSTRUCCIONES
xxxxxXX-XXI
Convencido el siglo de su benevolencia
cantaba: hemos sido el mejor siglo
de la historia.
Quizás no lo supieran, pero olvidaban
a la historia por un lado,
y a la inmensa mayoría de los hombres
por el otro.
Suárez González, Jesús. Manual de instrucciones. Madrid; Ed. Poesía eres tú, 2008.
FETICHES
El gato es el fetiche de la pobreza (…), el jarrón vivo de la casa sin jarrones.
Umbral, Francisco. Los helechos arborescentes. Barcelona; Ed. Argos Vergara, 1980.
DELFÍN
Saltamos de la cama
con la resignación de quien conoce
el día que le espera
metida en el bolsillo
del pijama.
xxxxxxxxxxSin tiempo,
como los fugitivos,
preparo el desayuno
mientras miras tu rostro,
un poco más cansado
que ayer por la mañana,
bajo la luz del baño,
y los comercios abren
al público sus venas.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxSalimos a la calle
y empieza un día más.
Nos metemos, si hay sitio,
en autobuses llenos
donde se aprieta el odio
por la falta de lluvia.
Te dejo en el trabajo
y es como si tuviese
un esguince gritando
en el tendón del alma.
Los usuarios del metro
fabrican, con miradas
profundas como arpones,
un número impreciso
de espacios virtuales,
arquitecturas falsas,
laberintos de humo
en donde reinventar,
por escasos minutos,
el guión de sus vidas:
mosaico de instantáneas
con propensión al cáncer.
Fuman sus corazones
y el ácido del tiempo
escarba por el álbum
de sus tristes memorias.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxPor mi parte,
cuando llega la tarde,
me pregunto qué harás.
Te imagino ya en casa
tumbada en el sofá
con el pijama puesto
escuchando tus compacts
en el disc-man.
xxxxxxxxxxxxxxMi vida
no es la misma a tu lado.
No se confeccionó
con una miscelánea de retales,
no es la estela apagada
de un buque, ni el andén
caducado del metro.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxEs un timón
que estalla en la tormenta,
una rosa de pólvora,
un verbo musculoso,
textura de diamante.
Entonces llego a casa
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxy tapizamos
nuestras bocas a besos.
Preparamos la cena
guardando las distancias
a la sartén, atentas
a los malabarismos del aceite.
Las horas
xxxxxxxxxparecen
xxxxxxxxxxxxxxxxxminutos.
La jornada no pesa
cuando nuestras miradas
se filman mutuamente,
y me acerco a tu cuerpo
con un poco de luz entre las manos:
erupciones de alondras
nos recorren las venas
y el pulso del amor
golpea la carótida del cuarto.
G. García, Ariadna. Napalm. Cortometraje poético. Madrid; Ed. Hiperión, 2001.
PERO QUÉ HERMOSAS ERAN Y QUÉ RUIDO HICIERON
Las dos últimas canciones que aparecieron en aquel especial de La Plaga sobre Joaquín Sabina fueron:
‘Ruido’, del disco ‘Esta boca es mía’, y que ilustró Koks:
El tema en el que estaban basadas las ilustraciones era éste:
Y el último tema que aparecía en aquel especial era ‘Pero qué hermosas eran’, del disco ’19 días y 500 noches’, y que ilustró Juanjo el Rápido.
Y este es el tema que ilustra:
LA DEL PIRATA COJO CANTANDO EL BLUES DE LO QUE PASA EN MI ESCALERA
Sigo repasando las canciones de Joaquín Sabina que aparecieron ilustradas en el especial de La Plaga.
Después de las cuatro que ya he mostrado, las dos siguientes fueron:
‘La del pirata cojo’, tema perteneciente al disco ‘Física y química’, y que fue ilustrado por Guibo:
Este es el tema que se ilustraba:
Y ‘El blues de lo que pasa en mi escalera’, perteneciente al disco ‘Esta boca es mía’, y que ilustró David López.
Y aquí tienen el tema en cuestión:
PACTO ENTRE CABALLEROS PARA UNAS MEDIAS NEGRAS
En la publicación de la que hablaba ayer, las dos siguientes canciones que aparecían ilustradas eran:
‘Pacto entre caballeros’, del disco ‘Hotel, dulce hotel’, que fue ilustrada por Alex Cullell.
Las ilustraciones están basadas en esta canción:
Y el siguiente tema ilustrado era ‘Medias negras’, perteneciente al disco ‘Mentiras piadosas’, y las ilustraciones corrieron a cargo de Arturo Mahiques.
Y el tema en el que están basadas las ilustraciones es éste:
EL MANUAL PARA HÉROES Y CANALLAS DEL CIUDADANO 0
En el año 2001, la editorial La Plaga sacaba a la calle un especial en el que ocho autores ilustraban canciones de Joaquín Sabina.
La portada, llevada a cabo por Homs, era ésta:
La primera de las canciones ilustradas era ‘Manual para héroes y canallas’, tema perteneciente al disco ‘Malas compañías’. La ilustración del tema corría a cargo de Santos de Veracruz.
El tema en el que están inspiradas las ilustraciones es éste:
La segunda de las canciones ilustradas era ‘Ciudadano 0’, perteneciente al disco ‘Juez y parte’. La ilustración del tema corría a cargo del mismo autor que realiza la portada: Homs.
Y el tema que ilustra es éste:
EL AROMA DEL TACTO
INVESTIGACIÓN FRENTE A UN CALENDARIO
Han pasado los años y yo, ausente,
los he dejado ir, sin darme cuenta.
(Ella murió una tarde, hacia las ocho,
desde entonces no sé nada de mí).
Mis recuerdos son planos,
no sobresale un grito,
ni una fecha.
Y he pensado: el placer, tal vez las bocas
que alguna vez besé
sepan decirme dónde, en qué personas
viví, cómo he llegado
a tener estos años que no entiendo.
Pero un millar de labios vagabundos
no son una respuesta.
Nadie duerme detrás de su silencio:
cuerpos sin señas, frías
pieles que no lograron
quedarse en mi deseo.
He revuelto la casa buscando alguna imagen
antigua donde hallarla o donde hallarme.
(Y en estas viejas fotos
la cámara ha fijado sin saberlo
el verdadero rostro de la ausencia.
Porque estos ojos neutros que me miran
sin verme, esa palabra
que ya no está en la boca y ese gesto
tan conocido: todos
estos fragmentos juntos la retratan,
pero no son un rostro).
Y este dolor inmóvil que brota del vacío,
este dolor sin bocas y sin tacto,
este dolor
que habita cada pérdida,
es tan rotundo, duele
con tanta intensidad, quema tan hondo,
que sólo buceándolo podría
recuperar ‒pensé‒
estos años perdidos.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxY he colgado
el mapa del dolor en la pared vacía
que tengo ante mi mesa.
Entonces he fijado el calendario:
llevo diez años muerto.
LOS OBJETOS Y LAS MANOS
Esta pluma obediente no sabe lo que escribe,
no comprende el lenguaje,
no inventa las palabras.
Esta pluma es un arma u otro objeto inocente:
escribe como el hacha
tala un árbol,
sin odio.
(Son las manos y el gesto
quienes matan. Las manos
y no el cuchillo, quienes
se cortarán las venas).
Sucede, sin embargo, que esta pluma,
aquel cuchillo, el hacha,
con su perfil de muerte,
‒como toda materia
humanada‒, son tacto
y memoria. Si callan
es por piedad.
xxxxxxxxxxxxx(Un hombre
puede mentir; el filo
de su hacha, jamás).
Los objetos no mienten.
Los objetos perduran y recuerdan.
Los guantes, los cuchillos, las plumas y las hachas
son las manos del tiempo.
Por eso es necesario dejar que el tacto hable
cuando las bocas callan.
LOS DÍAS PRESCINDIBLES
A veces creo adivinarte, noto
tu presencia invisible en un murmullo,
o en un haz luminoso que se filtra
por la persiana inmóvil
y se queda flotando entre dos sombras.
Pero nunca eres tú, sino esta casa
vieja que gime y, como yo, se siente
carcomida de pérdidas.
Todo aquello que juntos levantamos
con la inocencia azul de los años sin miedo,
en una sola tarde fue abatido.
Lejanamente sé que hubo una vida
anterior a tu nombre, y luego tú
brotándome.
xxxxxxxxxxxxDespués,
nada más que los días prescindibles.
ISLAS DEL JABALÓN
Llueve como aquel año.
La luz es también gris. La tarde invade
la mesa donde busco tu memoria
frente a un mapa que cuelga
de la pared y el miedo.
Escribo para huir o para verte.
Hay días que no encuentro tu camino
y hay tardes, como ésta,
en que cada palabra es un billete
de invitación al viaje.
El folio se hace bosque y ya no sé
si lo que estoy mirando es una hoja
de papel, o es un pozo
de donde mana el tiempo regresado.
Cada página esconde su propia tentación.
A veces vuelvo allí, sin que lo sepa nadie,
‒viajar en un papel es muy sencillo‒,
corto un lirio silvestre, hundo las manos
en la espesura agraz,
bebo del mismo río
que se llevó tu boca, miro el fondo
de las aguas que suben a su origen,
y en esta isla fluvial soy la memoria
aún no escrita de mí.
Como si el tiempo hostil, la vida en tierra
extraña, no me hubieran sucedido,
reconozco el olor de aquellas tardes
brotadas de tus manos, su luz rota,
el sabor de tu abrazo
y tu abandono…
Y así llega la noche
a las islas del río y a esta mesa
donde te estoy buscando.
Y una voz que no es tuya,
aunque salga del mismo dormitorio,
grita ven a acostarte, ya mañana
seguirás escribiendo…
(Viajar es tan sencillo que podría
volver de aquella isla en este instante
si tuviera por qué).
UN GUANTE
Lo encontré esta mañana, es cuanto queda
de un regalo fallido: un guante solo,
sin mano, sin calor, sin compañero.
Un guante que conozco como el dolor que sube
de su vacío a mi vacío, y llena
la habitación de invierno
igual que una noticia inesperada.
Un guante es la traición del tacto, toca
pero no siente (tú
me lo dijiste), aísla
mucho menos del frío que del brazo
donde esa mano amordazada busca
refugio a su temblor.
Un guante es la frontera
del tacto ‒me decías‒. Ya no es sólo
que impida entrar el frío
en los dedos, impide entrar el mundo.
Son la piel de la muerte.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxY me pusiste
las manos en el rostro
para que lo entendiera.
No supe entonces responder. Y ahora,
cuando tal vez pudiera decir algo
que no fuera lo siento, te quejabas
tanto del frío, tú
no estás para escucharlo.
Morales, José Luis. El aroma del tacto. Madrid; Ayuntamiento de San Sebastián de los Reyes, 2000.
EL RUMOR DE LOS CHOPOS
DE OTRAS PRIMAVERAS
Llegan mis hijas, y en la oscuridad
del comedor
les hablo de mi infancia.
Hace ya muchos días que atardece.
El sol llena de sombra los tejados.
xxxxxxDe pequeño ‒les digo‒,
yo era un duende
o un pequeño lagarto: sólo sé
que bailaba con los ruiseñores
cuando la tarde caía. Y ahora sueño
con mis padres comiendo sobre el hule
migajas de rocío, y mis hermanos
lloran conmigo
junto al resplandor
triste y anaranjado de los chopos.
Digo a mis hijas, también,
que fui en las ovas del arroyo
una trucha mágica,
y ellas quieren cogerme, y mi niñez
se escurre azul,
entre sus dedos de agua.
EL PICAPEDRERO
Por la rosada penumbra,
vuelve Juan:
subido en el rumor de las adelfas
que se doblan, junto a la languidez
de la tarde estival que ya oscurece.
Sola queda la cantera de granito,
llena de sombras y ortigas. Mi silencio
conoce el brillo
de esa vida humilde y gris
que lleva Juan. Tiemblan ya los astros
sobre el sendero dormido,
y en los chopos
oscurecidos canta la oropéndola.
xxxxxMi sangre espera
la llegada del tío Juan,
a la entrada del pueblo, en los ejidos.
Lloro con él, por la pobreza añil
que cubre nuestras casas. Me alimenta
la serena penumbra de sus ojos,
astillados de nube y desaliento;
¿qué agrio dolor tizna las pupilas
del tío Juan,
al entrar en casa?
Viene cansado,
polvoriento y gris,
herida su alma de humo, cuarzo y mica.
Mi abuelo lo contempla
en un rincón
del corral, bajo la lenta luna.
Y mi niñez
siente junto a ellos
toda la luz de la desesperanza.
xxxxxEllos hablan de la emigración,
del granito miserable,
del silencio
que se respira en la orilla de los chopos,
sintiendo el beso de la silicosis.
Yo me alejo,
despacio,
y entro, al fin,
en los pasillos de mi adolescencia.
El abuelo se muere,
y el tío Juan
llora bajo los astros,
y envejece.
ELEGÍA DE AGOSTO
Tarde roja de estío,
vuelvo a hundir
mi memoria de agua en la cintura
de tu campo amarillo,
en la quietud
anónima y azul de tu silencio.
Devuélveme aquella soledad
de tus suaves rastrojos,
la inocencia
de los vencejos rodeando el sol
como mágicos dardos de lignito.
xxxxxHoy vuelvo a hundir
en tu luz mi corazón,
tarde roja de estío,
y las muchachas
me roban suaves voces de vainilla,
y yo aspiro la albahaca de sus pechos.
Hoy vuelvo a herirme en tus zarzas,
tarde azul
de un agosto infantil:
tiendo mi nombre
sobre la paz amarilla de tus campos.
Tarde de agosto, en ti brota mi aliento.
López Andrada, Alejandro. El rumor de los chopos. Madrid; Ayuntamiento de San Sebastián de los Reyes, 1996.
CHISPAS (101 MICROCUENTOS)
XXXV. VARIEDAD
xxCuando se casó en segundas nupcias todos sus amigos pensaron que repetía el mismo tipo de mujer de la que acababa de divorciarse. Sin duda, los mecanismos inconscientes habían actuado de la misma manera que en la primera elección. Pero él lo negaba tajantemente y aducía que su esposa actual no era rubia como la primera.
XLIV. LA MÁSCARA
xxEn el sueño intentó quitarse la máscara. Tiraba, arañaba, rasgaba. Entonces se dio cuenta de que no era una máscara sino su propia cara. Sólo que él no se identificaba con ella.
XLIX. EL SUEÑO
xxEn la madrugada, en su dormitorio, se oyó una voz como de ultratumba:
-¡No despertarás!
xxPero, si alguien se creía que se iba a inquietar por ello estaba equivocado. A él lo que le gustaba era dormir. Una mueca feliz se dibujó en su rostro al oír aquellas palabras.
LIII. RUPTURA
-¡Sinvergüenza! ‒me dijo.
xxEra una gran avance. Mi futuro suegro nunca me había dirigido la palabra hasta ese momento. Pero cuando entró en el salón de su casa y vio a su hija con la falda remangada casi por completo y con los dos pechos al aire, pensó lo peor y me lanzó el insulto antedicho. Yo, la verdad, no sabía lo que hacer ni lo que decir. No se me ocurría ninguna excusa, como que estaba revisándole un hematoma o algo parecido. Entonces dije lo primero que se me vino a la cabeza. Dije: «quiero a su hija y deseo casarme con ella y que sea mía».
xxYo, en realidad, ni la quería ni la dejaba de querer, pero pensaba que le debía esta reparación aunque, al hacerla, hipotecara mi vida. Mi futura suegra, que entró en ese momento en la estancia, aprovechó la coyuntura y me dijo que contaba con su bendición si era formal y responsable con su hija. Pero, mi futuro suegro seguía sin apearse del burro.
-¿Este formal y responsable? ‒dijo. Éste lo que es es un indeseable.
xxHubiera podido convencerlo; soy bastante persuasivo y la hija no tenía tantos pretendientes. Pero pensé en qué era lo que podía causarle más daño y creí que serían las recriminaciones de la madre y de la hija (no sé por cuánto tiempo) por no haberme cogido la palabra. Se imponía, pues, una ruptura sin paliativos.
-Es usted un hijo de puta que ha truncado mi futuro ‒dije. Y salí orgullosamente de la casa para no volver jamás.
LXVII. NOCHEBUENA
xxEra Nochebuena, y el anciano, solo en su pequeño apartamento, se sentía sobrecogido por sus recuerdos íntimos: sus padres, ya fallecidos, sus hijos, desperdigados por el mundo, sus amores, de los que ya ni se acordaba. Pensaba en la pobreza del mundo, en las enfermedades o la decrepitud de algunos amigos, y se decía que él era un privilegiado. No es que estuviera bien del todo, pero tampoco estaba rematadamente mal. Tenía comida para esa noche y un techo, pero no se le ocurría llevarse nada a la boca, salvo el güisqui doble que se había servido a media tarde. Hubiera podido quedar con algún amigo y compartir su frugal cena con él, pero a todos les puso como pretexto que estaba invitado esa noche. Lo que quería era estar solo. Quería llorar sin que nadie lo viera. Una Mala Noche la tiene cualquiera.
LXXI. LA TEMPESTAD
xxMi amigo Pedro y yo habíamos salido a dar un paseo en barca como hacíamos algunas tardes. Sin darnos cuenta nos fuimos alejando de la costa, aunque en una ocasión mi amigo, que apenas sabía nadar, me rogó que diésemos la vuelta pues el tiempo parecía empeorar. En efecto, el cielo se ensombreció con rapidez, comenzó a llover de pronto con bastante intensidad y las olas fueron aumentando de tamaño. Pronto la ligera barca experimentó los embates de las agresivas olas, fue remontada a la cresta de una de ellas y volcó. Yo pude reaccionar con presteza y conseguí cogerme a la quilla para salvaguardarme del oleaje, pero Pedro cayó varios metros más allá y gritaba pidiéndome ayuda. Nadé hacia él remolcando la barca, alargué el brazo, y cuando creía que iba a darle la mano me desperté.
xxAl salir del sueño me encontraba bañado en sudor recordando las imágenes que acababa de sentir. Cuando me tranquilicé procuré borrarlas de mi mente y la primera reacción fue telefonear a casa de mi amigo. Se puso su madre que me dijo que estaba preocupada porque Pedro le había dicho que iba a dar un paseo en barca conmigo y tenía miedo de la tormenta que había. Supe de inmediato la peligrosa tarea que me esperaba: tenía que volver al sueño, salvar a mi amigo y luego salvarnos los dos de la borrasca. Sin muchos ánimos, me eché de nuevo a dormir.
LXXXIV. EL ASESINO
xxEscribió un cuento policíaco perfectamente estructurado, lógico, como si fuese un puzzle en el que todos los detalles parecían encajar para que el lector dedujese quién era el asesino. Eran, además, sólo tres personajes, de los cuales uno era la víctima, asesinada en la primera página, con lo cual la resolución del caso parecía simple. No obstante, el cuento acababa sin descubrir al culpable y el autor cortaba por lo sano con la fórmula de que el caso no había podido ser resuelto.
xxPero, para mí, estaba claro quién era el asesino: era el autor del cuento. De hecho, el relato, más que un cuento era una confesión que podía inculpar perfectamente al escritor. Para llevarlo ante los tribunales sólo faltaba un requisito: descubrir el cadáver.
XCVI. LA LLAMADA
xxEstaba solo en la casa y echaba de menos algún cariño. Cogió el teléfono y la llamó.
xx-¡Qué alegría oír tu voz! ‒dijo él.
xx-A mí también me alegra oír la tuya. Llevo un día malo, apenas sí he hablado con alguien…
xx-Echo de menos también el roce de tu cuerpo, tus labios, tus pechos…
xx-Todo eso lo tendrías si estuvieras conmigo. Acabo de salir del baño y estoy solamente con bragas y sujetador que, por cierto, tengo que comprarme otro; el que tengo se me ha quedado pequeño y los pechos parecen querer salirse de la tela. Tengo los pezones muy sonrosados y erectos, quizás por efecto de tu llamada.
xx-Hazme el favor de sacarte una teta y acariciarla en mi nombre.
xx-Que me saque ¿qué?
xx-Una teta; aunque yo no pueda verla me la imaginaré.
xx-Bueno, ya la tengo en la mano, pero apenas sí me cabe de lo grande que es ¿qué hago con ella?
xx-Acaríciala suavemente, pellízcala, retuerce un poco los pezones…
xx-Oye, tengo la obligación de decirte que la llamada telefónica es a un euro el minuto. Me supongo que lo sabrás, que lo habrás leído en el anuncio.
xx-Lo sé, sigue, sigue…
CI. LACONISMO
xxCuando se puso a escribir, decidió extenderse dos o tres páginas sobre el tema. Pero sólo escribió el título ‒»cansancio»‒ y confió en que el resto lo sobreentendería el lector inteligente.
Ayala, José Antonio. Chispas (101 microcuentos). Murcia; Editora Regional de Murcia, 2005.
JOSÉ ANTONIO AYALA
II. SODOMA Y GOMORRA
xxLo de Sodoma era un escándalo. Cuando dos de los ángeles que la visitaron estuvieron a punto de ser violados (o sea, sodomizados) maldijeron la ciudad y prometieron destruirla por mandato divino. A mí me llegó esta noticia a través de la mujer de Lot que era medio parienta mía y me la tomé muy en serio. Así que empaqueté mis objetos de más valor y acompañado por mis hijos y criados salimos en silencio de la ciudad. La verdad es que no estaba seguro si el rumor sería cierto o no, pero, en el peor de los casos, mi familia y yo estábamos a salvo, camino de Gomorra.
VIII. TODA UNA VIDA
xxAhora, después de muchos años, viejo y cansado, se daba cuenta de que todos los retazos dispersos de su formación tenían un sentido. Nunca antes fue plenamente consciente de por qué hacía las cosas y por qué ponía tanto empeño en perfeccionarlas. El caso es que se había pasado más de media vida estudiando, había hecho dos oposiciones, obtenido el doctorado en su materia, escrito algunos libros… Todo ello, por fin, tenía una aplicación práctica en su jubilación: resolvía, relativamente bien, los crucigramas de su periódico diario.
XI. A TOPE
xx-Estoy contento pero agotado, cariño ‒le dijo él cuando estaban en la cama.
xx-Yo también me he quedado al límite de mis fuerzas.
xx-Es estupendo esto para la circulación.
xx-Y los pulmones se hiperventilan a tope.
xx-¡Qué bien has llevado el ritmo!
xx-Tú sí que lo has llevado bien, aunque ha habido un momento que pensé que te ibas solo y a mí me dejabas en la estacada.
xx-¿Cómo iba a hacer yo eso, amor? Tú sabes bien que siempre te espero.
xx-Los hombres es que os adelantáis. Las mujeres, en cambio, dosificamos más nuestras fuerzas o a lo mejor es que no resistimos impulsos tan fuertes.
xx-Bueno, me río yo de la resistencia masculina cuando una mujer dice aquí estoy yo.
xx-¡Tonto! Tú sabes que aunque yo me entregue a fondo no corro como tú.
xx-Debíamos practicar esto del footing todos los días después de cenar. Dormiríamos mejor y estaríamos más sanos.
xx-Lo que pasa es que después te quedas sin ganas de hacer nada más.
xx-Eso es verdad.
XII. EL SUEÑO DEL PROFESOR
xxEra un sueño recurrente, repetitivo. Nada extraño tratándose de un profesor universitario sometido a la intensa presión de hablar diariamente en público ante un auditorio numeroso y no siempre atento a sus palabras. Soñaba el profesor que, de pronto, en una clase, se quedaba mudo, en silencio, sin saber qué decir, mientras observaba las caras, mezcla de extrañeza y de burla, de decenas de alumnos que ocupaban el aula. Buscaba entonces en su cartera las fichas, los guiones que siempre acostumbraba a llevar, para seguir un orden o recordar un dato o una fecha, pero las fichas tampoco estaban. Echaba sobre la mesa papeles y más papeles que se referían a otras cuestiones ante las atentas miradas de los alumnos. Los comentarios adversos de estos comenzaban a subir de tono. Algunos muchachos se ponían de pie y hacían el gesto de marcharse. El sudor resbalaba por la cara, y por todo el cuerpo, del profesor y sentía que la angustia le atenazaba.
xxLa congoja del sueño persistía cuando el profesor despertaba. Se levantaba entonces e iba a buscar su cartera de clase a su despacho. Allí estaban las fichas sobre el tema. Podía seguir durmiendo tranquilo.
xxDispuesto a evitar al menos esa segunda parte de levantarse y cerciorarse de que tenía las fichas, bien molesta a veces porque no siempre lograba conciliar de nuevo el sueño, decidió colocar en la cabecera de la cama un pequeño letrero que decía «estoy jubilado». Pero ni por esas.
XIII. MATRIMONIO DURADERO
xx«¡Qué error! ¡Qué inmenso error!», se dijo a los quince días de casarse. Pero era un hombre bastante indolente y, por unas cosas o por otras, tardó treinta años en rectificar.
XXIII. 21 GRAMOS
xx-Este cadáver está desmejorado ‒le dijo al funerario. En efecto, no sólo ese cadáver, sino todos, está científicamente comprobado que adelgazan veintiún gramos de peso en el momento de morir. Y no porque se le pese con chaqueta o sin chaqueta, con zapatos o sin zapatos, etc, sino desnudo.
xxLa cuestión ideológica se plantea a partir de esta constatación. ¿A qué elemento del cuerpo humano corresponde esta aminoración del peso? No es, desde luego, al oxígeno que no se respira y que pesa menos; tampoco a la desecación de los órganos que necesitan más tiempo para convertirse en polvo… Entonces ¿qué es? La pregunta es trascendente y también lo es la respuesta posible: para algunos, 21 gramos es el peso del alma que escapa del cuerpo del muerto.
xxHabida cuenta de este exiguo peso, uno no sabe muy bien por qué hay gente que dice que no puede con su alma.
XXVIII. EL SECRETO DE LA CHAQUETA
xxEra un diputado a Cortes perpetuo. Tanto si gobernaban unos como si gobernaban los contrarios, siempre salía electo por la mayoría. Encima se ufanaba de que él siempre era el mismo, en una palabra, que no se cambiaba de chaqueta. Y tenía razón: en una ocasión en que se quitó la chaqueta porque hacía mucho calor, todo el mundo pudo ver que su chaqueta era reversible, de manera que unas veces se la ponía de un color y otras de un color diferente. Esta estabilidad indumentaria sirvió de ejemplo a muchos de sus colegas.
XXXI. FRATERNIDAD CRISTIANA
xxMe produce lástima el prójimo si tengo que amarlo como a mí mismo. Por lo tanto, el mejor favor que le hago es no amarlo.
XXXII. EL PECADOR
xxNo era un pecador corriente. Se ufanaba, una y otra vez, de que su pecado era el original y amenazaba con llevar ante los tribunales a los imitadores.
Ayala, José Antonio. Chispas (101 microcuentos). Murcia; Editora Regional de Murcia, 2005.
M.G.
El 18 de agosto siempre será su día. Fue él el que decidió venirse con nosotros y lo cuidamos lo mejor que pudimos desde el final de aquel invierno hasta aquel 18 de agosto, en el que tras unos días administrándole Valium 10 y Brupenorfina no aguantó más.
Tengo aún las palabras que nos envió un amigo con motivo de su muerte y ojalá alguna vez pueda convertirlas en un poema. Todavía se lo debo.
DONDE YA NUNCA NADIE
Dice Ángel Luis Prieto de Paula en el prólogo de este libro:
«En Donde ya nunca nadie, un título que concuerda con otros varios suyos respecto a los que acentúa su negatividad, el poeta se ha apropiado definitivamente de la tradición vigente en su obra anterior, que ahora está personalizada y es tanto menos detectable, y ha incorporado tradiciones nuevas. Antes era perceptible el tour de force entre las corrientes estéticas en que se inscribía ‒si sirve la simplificación, más Otero al comienzo, más Cernuda después‒ y una personalidad que rompía las costuras de la tradición heredada, lo que en ocasiones provocaba un zarandeo de la voz poética que le impedía sentirse cómoda en el cauce escogido. Ahora obra con mayor libertad en la configuración imaginística, y ensaya una dicción cuya plétora pudiera recordar la respiración poderosa de Saint John Perse, pero arrastra sedimentos de un simbolismo telúrico que hemos visto en Antonio Gamoneda. Pero más allá de cualquier homenaje a las poéticas de las que bebe, la poesía de Bascuñana se enfanga en los detritos de la existencialidad, recorre las mazmorras del ser, y a menudo deja ver las cicatrices, no siempre bien cerradas, del sufrimiento. Todo eso estaba allí y está también aquí. Ahora, sin embargo, nos encontramos ante un libro ‒para mí, sin duda el mejor de los suyos‒ en su sazón literaria, que se alimenta de la vida pero no resulta abrumado por ella. A esta armonización de vida y literatura contribuye el que los versos se hayan desprendido de los rigores del metro. Los poemas se configuran como una sucesión de versículos que a veces tocan la prosa, en un encadenamiento salmódico donde las reiteraciones, las obsesiones temáticas y las confesiones fluyentes de una intimidad atormentada consiguen dar cuerpo a la pesadumbre, sobre las pausas rítmicas de un tamtam donde campan por sus respetos el amor ‒perdido‒ y la muerte en lontananza. Ésta va a la zaga del autor hocicando en sus cosas, introduciéndose por los entresijos de sus días, contabilizando sus fracasos y mostrando un rostro que sería aún más intraquilizador si no formara ya parte del paisaje.
xxLas palabras, y en general las imágenes del libro, no tienen una validez por entero autónoma, sino que se ensamblan en la sucesión de los poemas y sólo en ese continuum adquieren todo su sentido, como las letanías de un rosario. No es éste, en fin, un libro de poemas exentos, sino un poema diría que casi convencionalmente troceado y articulado en unidades que son fragmentos de la totalidad, esquirlas que se recomponen en este conjunto. Frente a un referencialismo cerrado, de significados unívocos y enseguida reconocibles, Donde ya nunca nadie se nos ofrece con una apariencia desarticulada, mediante metáforas y comparaciones que fluyen en borborigmos tropezándose unas con las siguientes, y sin renunciar a ocasionales irracionalismos que desanudan las ataduras del naturalismo ramplón.»
Y aquí dejo algunos poemas del libro.
EL VENDEDOR de misericordia se ahoga en su propia
xxxxxcodicia.
El vendedor de misericordia recorre los mercados del arte y las
xxxxxsacristías de las iglesias y profana el silencio con sus
xxxxxpalabras,
tiene un ojo puesto en la verdad y otro que mira los bordes de
xxxxxla luz,
tiene una mano que acaricia la cabeza de los pobres de espíritu
xxxxxy otra que pide a las puertas de los templos del placer,
tiene un pie que dirige sus pasos al exilio y otro que busca
xxxxxrefugio al amparo de las leyes no escritas del perdón,
pero el vendedor de misericordia, como la muerte, conoce
xxxxxtodos los trucos de su profesión y sabe que la rosa más
xxxxxbella esconde la espina más dolorosa y que el amor es tan
xxxxxsólo una forma de la mentira.
El vendedor de misericordia calla cuando le escuchan los
xxxxxdueños del miedo, habla cuando el provecho es inútil,
y en su boca las palabras adquieren el sabor del metal
xxxxxherrumbroso.
Cada palabra que pronuncia es un latigazo en la espalda del
xxxxxconsuelo.
Cada palabra es un crimen premeditado.
En cada palabra el dolor es como el tañido de una campana de
xxxxxplata, como el vaivén de las olas acunando los restos de un
xxxxxnaufragio en los ojos de un ahogado, como una piedra que
xxxxxduele si tocas la herida.
En cada palabra hay un hombre sin respuestas
que viaja por el país de la perplejidad.
Es difícil no tropezar en las escaleras del corazón, no sentir que
xxxxxel rumbo equivocado es, en verdad, el acertado,
el único posible para escapar de los acertijos de la memoria
y de la traición de los recuerdos.
Es difícil no confiar en la traición de las palabras,
en su dulce traición que empapa todo cuanto toca con sus
xxxxxdedos húmedos de nostalgia, de vino barato y de negra y
xxxxxfúnebre tinta.
Las palabras, como sombras que cruzan el puente de los
xxxxxsuspiros de los labios feroces, acaso de tus labios,
como manos que hurgan en el tímido huracán del pensamiento
xxxxxen penumbra,
en el desván de los momentos que pasaron desapercibidos y
xxxxxahora son como antorchas que iluminan el dolor de
xxxxxentonces,
el dolor de mañana y de pasado mañana,
el dolor de estar vivo en carne viva, sangrando sílabas de agua y
xxxxxde fuego, y arrepentimiento y culpa.
Palabras como garfios clavados en la retina,
como lanzas clavadas en el costado,
como anclas que fondean en la fiebre de la pupila dilatada y en
xxxxxla quietud de los verbos.
Palabras que sólo pronuncian los académicos y los exquisitos,
y los poetas que imparten conferencias en los hemiciclos de la
xxxxxlujuria barroca o en los púlpitos del mediodía cuando los
xxxxxmeses cruzan la distancia que separan nuestras calles y
xxxxxnuestros cuerpos,
cuando el sacristán del carnaval anuncia las fechas del insomnio
xxxxxy la noche da el sí quiero y acaricia el lóbrego cabello de la
xxxxxaurora,
cuando el amor reparte sus dones sin pensar en las posibles
xxxxxconsecuencias
y la mujer de los pechos de nácar visita los imposibles museos
xxxxxdel caos y la concupiscencia con un libro de poemas que
xxxxxsólo ella comprende porque habla de tu ausencia y todavía
xxxxxno ha sido escrito por nadie,
ni para nadie,
ni contra nadie,
porque la poesía corta las cuerdas de la realidad y nos sujeta a la
xxxxxrueda de piedra del molino del tiempo,
porque la poesía multiplica los ejércitos de liberación, pero
xxxxxtambién multiplica las batallas contra nosotros mismos,
porque la poesía es la emoción que no se siente cuando se
xxxxxsiente la emoción y el tiempo rueda boca abajo por la
xxxxxpendiente de la intransigencia,
porque las doncellas etílicas y los héroes mayestáticos en
xxxxxgeneral son muy malos lectores de poesía, pésimos lectores
xxxxxde novela y execrables amantes de una noche,
porque a pesar de la plata y la porcelana de los domingos, del
xxxxxaroma que enfría los paseos matinales y la delgadez afilada
xxxxxde los cuchillos para cortar el cuello de los cisnes,
porque a pesar de todo
y pese a todo
mi alma moribunda se inclina en los arroyos del verso y bebe
xxxxxhasta embriagarse del prohibido licor de los frutos
xxxxxcallados.
Y ASÍ nunca.
La geometría del silencio articula el discurso de los dictadores y
xxxxxlas plegarias de los evangelizadores.
La geometría sirve para trazar los mapas de la desolación en el
xxxxxojo de aguja de la rabia por donde pasa el camello de la
xxxxxpaciencia.
No alces la mano contra el enemigo porque del enemigo es la
xxxxxpalabra y sus ataduras de saliva. No alces la mano ni tires la
xxxxxpiedra de la verdad sobre tu propio tejado.
Una y mil veces no.
Una y mil veces acepta el desafío de los conjurados,
acata las órdenes que nadie ha osado acatar,
descifra los manuscritos secretos y aprende los idiomas
xxxxxprohibidos,
analiza tu corazón con la lupa de la sabiduría,
ama el camino que pasa por el deseo y luego renuncia a la
xxxxxvergüenza y al oprobio.
Es difícil, lo sé.
Es difícil no sentir la tentación de los números, no caer rendido
xxxxxbajo el hechizo del pudor,
no rendirse a la evidencia del loco de diciembre.
Renunciar es difícil para el hombre que escribe en las servilletas
xxxxxde los recuerdos versos que cortan como navajas,
versos que se hunden como manos, como lenguas, como
xxxxxespuelas en la débil carne de la esperanza continua,
versos que no se tragan el orgullo y beben aguardiente como
xxxxxbeben los marineros la lentitud del horizonte que se aleja.
Es cuestión de palabras y de tiempo.
Es cuestión de pudor y de tardes esdrújulas como estrellas.
Es cuestión de mirar al niño que encerramos en el armario de la
xxxxxclaustrofobia.
Es cuestión de mirar a la muerte a la cara y preguntarle dónde
xxxxxhabitará el hombre después del hombre, si ha de perdurar
xxxxxla sangre de la sangre.
RILKE continúa hablando del dios fluvial de la sangre mientras
xxxxxescribo sobre los alimentos de la emancipación y sobre el
xxxxxvendedor que se ahoga en su propia codicia.
Son propicios los días para arrancarle las alas a la garza del
xxxxxotoño.
Son propicios los días para colocar el dolor en un pañuelo de
xxxxxseda y mostrarlo al mundo como un trofeo otorgado en
xxxxxreconocimiento a los servicios prestados.
La mitad de mi vida sólo vale lo que la otra mitad de mi vida
xxxxxquiera pagar por ella.
La mitad de mi vida son tus ojos que nunca leerán los versos
xxxxxque escribo en lugar de los versos que nunca escribiré.
La mitad de mi vida es una maleta y un piano y una tarde de
xxxxxoctubre tumbada boca arriba. Y las tabernas de la duda y el
xxxxxjardín de la prudencia,
y el cementerio donde descansa mi adolescencia,
y la brújula que marca un norte de diamante inalcanzable para
xxxxxun perdedor,
y la profanación de los altares donde una casta sacrílega recita
xxxxxlos poemas de Eliot como si fuesen poemas de Rilke,
y la parte oscura de la noche.
Puedo mirar atrás.
Puedo mirar atrás y comprender.
Puedo mirar atrás y comprender que hay un ayer que nunca fue
xxxxxmío, como hay un presente que tampoco lo es.
Puedo mirar atrás y comprender que la mitad de mi vida no
xxxxxcabe en una maleta ni en un piano ni en una tarde de
xxxxxjunio tumbada boca abajo ni en las tabernas de la certeza
xxxxxni en el jardín de la imprudencia.
Puedo mirar atrás y remontarme a los mitos primigenios para
xxxxxexplicar por qué los hombres escriben versos que cortan
xxxxxcomo navajas y queman como el aguardiente de la
xxxxxlujuria.
Puedo mirar atrás, a través de la parte oscura de la noche y
xxxxxvislumbrar por qué sobre tu cuerpo es posible morir de
xxxxxmil maneras; de mil y una maneras; de todas las maneras.
Puedo hundir mis manos en el rigor del invierno y encender los
xxxxxcuatro números del candelabro de la muerte.
Porque la muerte sólo asusta a los que no creen en ella.
Puedo hundir mis ojos en los muslos de marzo y adivinar cómo
xxxxxserán los hijos de mis hijos y los hijos de los hijos de mis
xxxxxhijos.
Puedo adivinar qué flores crecerán junto a mi tumba.
No sólo eso, también puedo adivinar por qué ahora mismo el
xxxxxinstante se pudre al pronunciarlo dos veces seguidas en
xxxxxun mismo presente y por qué la poesía es un arma de dos
xxxxxfilos.
POR MI BOCA habla Tristan Tzara.
Por mi boca, pájaros que bordean el agua del río y campanas
xxxxxque suenan y hombres que cantan bajo los puentes con la
xxxxxvoz repleta de poemas incestuosos.
Por mi boca, el peligro de los desfiladeros.
Por mi boca, la tuya, y las bocas de todos los demás.
Por mi boca ascienden las escaleras glaciales que llevan al muelle
xxxxxdel resentimiento, porque mi boca es el resumen de todos
xxxxxlos gritos de protesta, porque mi boca filtra el veneno de las
xxxxxsemillas de la montaña mágica y la sombra de los árboles
xxxxxque vegetan en los alrededores de la mitología.
Por mi boca enero se vuelve un demente que mendiga a las
xxxxxpuertas del desdén y el guardián de las etiquetas del decoro
xxxxxy de las tumbas profanadas escribe largas cartas de amor a
xxxxxlas flores marchitas,
a las flores que la viuda nostálgica coloca con primor en los
xxxxxbúcaros de la soledad,
a las flores que la antiquísima doncella de los ojos artúricos
xxxxxcorta con presteza,
a las flores que duermen en los diccionarios de idiomas de la
xxxxxprimera adolescencia, que siempre es la única adolescencia
xxxxxque recordamos.
Enero se vuelve un demente y Tristan Tzara habla con el brillo
xxxxxconfuso de un corazón que nidifica en la memoria del vino
xxxxxgangrenado.
Enero es Rilke disfrazado de lluvia y de abanicos de plumas que
xxxxxrepiten el gesto infinito de la desidia, el infinito gesto del
xxxxxamor derrotado donde bailan los lobos del odio y cabalgan
xxxxxlos álamos del deseo.
Yo mismo soy enero y la lluvia disfrazada y el brillo demente de
xxxxxtu corazón consumido por la ausencia.
Yo mismo soy la tumba y el cadáver que yace en la tumba y el
xxxxxepitafio que cierra la luz de los pétalos.
Yo mismo soy yo mismo ahora que las cartas de la muerte alzan
xxxxxsu voz desde los púlpitos de las oficinas de correos y las
xxxxxsalas de conferencia de las entidades bancarias donde los
xxxxxpoetas de renombre leen poemas, pequeños poemas que
xxxxxcomienzan con la palabra domingo.
Domingo es la primera página del calendario de la devastación.
Domingo son los bueyes que duermen en el establo del mar, y
xxxxxtambién el cansancio y la fe, y la fuerza de la costumbre
xxxxxque nos invita a beber un café tras otro, a encender un
xxxxxcigarrillo tras otro mientras los versos aniquilan nuestra
xxxxxvoluntad.
Domingo son las manos de mi madre tejiendo sudarios de lino
xxxxxpara sus hijos muertos, las manos de mi madre tocando a
xxxxxLizst al piano, las manos de mi madre lavando las heridas
xxxxxde la rutina.
La vida es un domingo que empieza siempre con misa de doce
xxxxxy se prolonga en tus labios y en los periódicos atrasados
xxxxxque sirven para envolver los crisantemos el día de todos los
xxxxxsantos,
los crisantemos que tiñen la vigilia de los celadores del
xxxxxmanicomio de la iniquidad,
los crisantemos que depositamos con un gesto de reverencia y
xxxxxadmiración en las tumbas de los muertos anónimos,
los crisantemos que se pudren el miércoles de ceniza en los
xxxxxdormitorios de la soprano tuberculosa y en los labios de la
xxxxxescritora comprometida.
La vida es un domingo y un ramo de crisantemos y mi madre
xxxxxtejiendo con sus pálidas manos sudarios de lino y Tristan
xxxxxTzara que habla por mi boca.
NINGUNA biblioteca albergará el canto del pájaro que anida
xxxxxen los almendros de enero.
Está escrito.
En el agua, en el fuego, en tus ojos.
Está escrito y los traductores lo omiten al traducir el mensaje.
Está escrito en las cartas que la muerte, o lo que yo pienso que
xxxxxes la muerte, o lo que yo denomino la muerte aunque no
xxxxxlo sea, me envía cada cierto tiempo.
Nombro la muerte y el olvido con nombres que no sé si se
xxxxxmerecen.
Incluso tu nombre es impronunciable detrás del brillo del
xxxxxmetal de las condecoraciones.
Tu nombre tiene la forma de mi mano y el aliento de un
xxxxxescorpión debajo de una campana de cristal.
Tu nombre es tu cuello cada vez que me das la espalda siempre,
xxxxxnunca, y a veces.
Siempre, nunca, y a veces, debajo de la campana de cristal y
xxxxxdetrás del brillo del metal de las condecoraciones hay un
xxxxxmuerto con nombre y apellidos y una madre que agoniza
xxxxxen la espera y una novia sacrificada.
Siempre, nunca, y a veces, mis párpados se tiñen con la luz de
xxxxxotros ojos, quizás de los tuyos, con el rubor clandestino de
xxxxxpétalos y espinas, con el tono cansado que la vida concede
xxxxxa los suicidas.
A veces, también, tiñen mis párpados aquello que miran, los
xxxxxversos donde busco, con ahínco y denuedo, la vida, la
xxxxxesencia de la vida, el paisaje interior de una mirada que
xxxxxvuelve siempre al origen primero,
siempre a la palabra.
Bascuñana, Ramón. Donde ya nunca nadie. Alicante; Universidad de Alicante, 2007.