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LA VOZ DE CLAUDIA EN EL CONTESTADOR AUTOMÁTICO
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LA voz de Claudia en el contestador automático. Voz de niña crecida, voz muy femenina, con ese fondo de dulce ronquera que es todo el erotismo de una voz de chica. Deja su recado para el que llame, y lo deja con velocidad, con pueril urgencia, pero con claridad y gracia, con la seguridad de los pocos años. Ah ese laconismo juvenil, esa seguridad que luego se pierde con la timidez, que en realidad es cosa de adultos.
xxClaudia tiene lo que llamaríamos una voz de Serrano, pero es de provincias y nunca ha vivido en Serrano. Más que un estilo local debe ser un estilo generacional de hablar. A partir de su voz puedo reconstruir su cuerpo, hacer paleontología de su alma y su persona. Claudia es alta y bella, de una perfección casi tópica, parecida a todas las modelos de todas las revistas. Pero no es verdad, no hay dos seres iguales y es preciso conocer a Claudia demoradamente para ir viendo cómo se siluetea su personalidad y ella no tiene nada que ver con nadie. Sólo existe lo único. Lo colectivo es una ilusión óptica, aunque el siglo XX haya hecho tanta filosofía colectivista, para bien y apara mal.
xxLo que más personaliza a Claudia son sus ojos azules y claros, en los que de pronto se entorna una sombra de lujuria intensa y perezosa. Miro a los hombres directamente, por la calle, y un día me confesó —no era una confesión, no era nada secreto para ella— que le gustaría pasar por la experiencia lésbica. Otro día, paseando por el Retiro, pasamos por delante de uno de esos conjuntos juveniles, de ropa desvariante, que se avecindan en un banco cualquiera, chicos y chicas, y hacen música para el público, dejando un pañuelo rojo en el suelo para recibir las monedas.
xxLa vocalista, digamos, era una chica más bien gorda con un micrófono en la mano, que se agitaba mucho. Claudia la miró largamente y la otra le hizo obscenidades e invitaciones con la lengua. Claudia se cogió de mi brazo como para recuperarme, casi como una esposa mirada osadamente por un militar antiguo. Pero de ella había partido la provocación. Yo creía que sólo a Marcel Proust le había sido dado asistir a escenas de lesbianismo, y, proustianamente, mi mayor escándalo silencioso fue la dulzura cínica con que Claudia se acogía a mí, como niña asustada. «Me ha hecho cosas horribles con la cara», dijo. Y en seguida me hizo cruzar hacia el estanque, en cuya orilla los patos empezaban a dormir de pie, en un atardecer lleno de paz y luz plata. Después del atrevimiento procaz, el recurso a la ingenuidad blanca de los patos, que sabe que a mí me gustan. Los contemplé enternecido, como siempre, pero ella estaba purgando su pecado.
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Umbral, Francisco. Un ser de lejanías. Barcelona; Ed. Planeta, 2001.
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CIELO HA MUERTO
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LAS mismas palabras, los mismos
entierros.
xxxxxxxxxLo yermo, el silencio. Todo
lo irreconocible saliendo de la boca.
Lo que ya esperábamos pasado y sigue listo,
como todas las imágenes
frente a los espejos en los que nunca estaremos.
El mundo haciéndose nuestro
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxa nuestras
espaldas.
xxxxxxxxxA mi pesar, la vida haciéndose
mía.
Borracho, con las mismas palabras
creas el mundo
que un día tu lucidez destruyó.
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LO que hay entre
las dos paredes de un filo
envenena el primer
aliento. Adiós sólo se
puede decir con las manos.
¿Qué pide tu cuello? ¿Qué hermoso
bosque fue tu pecho? ¿Dónde
emigraron todas las miradas
de aquel 15 de septiembre? Hola
está brotando siempre en la lengua.
Soy un niño muerto y vengo
hasta aquí por verme. Por deslumbrarme.
¿Quién quiere arrancarme los ojos?
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OTRO pétalo deshojo
en tu lengua.
xxxxxxxxxxxxEs de noche
en todas las camas. Siempre
está agotado. Trata a tus días
como a hombres.
xxxxxxxxxxxxxOtro laberinto.
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LOS hombres no tenemos dedos, la piel
es un recuerdo. Las caricias son la estúpida lectura
de los ciegos. Todo nos obliga, nos urge.
Los segundos se espinan,
los terceros se igualan a los primeros.
Nada nos salva.
Perdemos en la victoria definitiva. Perdemos.
Donde cielo vivió todo es árido.
Despertamos en una huella. Hay sombra
y dos pájaros
de los que queda el recuerdo
de su vuelo y es imposible
olvidar los sueños. Yo soy mi único
consuelo y me muero.
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LO que realmente han querido decir
las palabras, las mismas palabras
frente a las mismas palabras
quisieran decir otras cosas.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxLo que se ha dicho
hoy en el mundo. Todas las palabras de Jesús
con su orden exacto. Todas las palabras de mi madre
el día de su boda, en la última hora, en los rincones
de su casa. El silencio
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxes el último poema.
El primer verso.
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Algora, Sergio. Celebrad los días. Poesía completa. Albacete; Chamán ediciones, 2017.
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CON ESE BRILLO DE POSIBLE AMISTAD
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HOY me ha mirado un perro como preguntándose por mí. Era un perro negro, grande, ya un poco viejo, sin otra nobleza que la edad. Un perro de alguien, sin duda, un perro de otro, que repentinamente se ha interesado por mi persona. Quizá es el perro de un amigo y eso basta para que él me considere continuación difusa e interesante de su amo.
xxQué dulce curiosidad en la mirada del perro, qué añosa gravedad, qué dignidad de persona que no tienen las personas. Nunca otro humano nos mira así. Entre los hombres sólo nos cruzamos miradas furtivas, o de momentánea alegría, miradas de superficie, más o menos mentidas. Miradas inquisitivas. Al perro, en cambio, se ve que le interesa todo de mí. Me mira a los ojos largo tiempo y espera que yo le corresponda con una mirada igualmente honesta, honrada, profunda, interesada, curiosa, digna. Con una mirada perruna.
xxNo hay entre las especies, y menos en la humana, un ser capaz de mirar así, con tan respetable interrogación, con ese brillo de posible amistad que hay al fondo de sus ojos negros. Quizá piensa el perro si soy digno de él, de su cariño o de una relación de hombre a hombre, de perro a perro.
xxMe ha conmovido la mirada del perro, su distante y profunda observación. Ahora comprendo que nadie me había mirado así jamás, y estoy al final de mi vida, como él, quizá, de la suya. Del fondo vil del hombre jamás puede nacer una mirada semejante. «Ya no se mira así», dirían los nostálgicos. Pero nunca se ha mirado así.
xxHace falta mucha humanidad dentro para mirar como un perro.
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Umbral, Francisco. Un ser de lejanías. Barcelona; Ed. Planeta, 2001.
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SE VIENEN COSITAS
Pues acaba de salir nuevo single de Lichis. Se llama ‘Se vienen cositas’ y aquí tenéis la canción, mezcla de The Beatles y mala uva, y la letra.
Que la disfrutéis.
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Observo las estrellas a través
Del techo de cristal
Dejo caer
De forma aleatoria las manos
Sobre el piano
Me tomo la medicación
Como quien se calza una chaqueta de entretiempo
Escucho por curiosidad
Por Spotify
Qué cantan ahora los chicos
Y pienso en ti
Se vienen cositas
He vuelto de entre los muertos
No ha sido para tanto
Me pides que te grabe
Una felicitación para tu novio
Es su cumpleaños y es tan fan
De aquella canción mía que detesto
Y yo que siempre fui un rarito
Es de sobra conocido en el mundillo
Ya no me hace daño
Que seas inmensamente feliz en tu día
Y pienso en ti…
Y los chicos son tan idiotas
Como lo fuimos tú y yo
Escriben sus cartas de amor
Sobre papel de lija
En los premios, en los castigos
Todos merecidos, todos excesivos
Todos
Nos mentimos, aprendimos.
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ASÍ SE HICIERON PLAGA
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Vio
cómo el
mar
rompía
contra
las rocas
y
me dijo:
—Este
mar
tiene la
rabia—.
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En ..el .Reino ..lo
que xxxxxxxxnos
encantaba, .tenía
menos xiiadeptos
que .aquello .que
n xxxxxoi xxxxxs
m xa xt x.a xb xa
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—La
casualidad
es hipnótica
y
esa
mujer que
olvidaré
era
mi
norte—
dijo
al ver por
segunda
vez
a
la
que
luego
sería
la
otra
reina.
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Algora, Sergio. Celebrad los días. Poesía completa. Albacete; Chamán ediciones, 2017.
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COMO LOS DESNUDOS URBANOS DE DELVAUX
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EL automóvil atraviesa el bosque, hacia la ciudad, a marcha moderada. Cientos de mulatas negrean entre los árboles. Van desnudas, con mínima lencería blanca sobre su piel ceniza. Sus pechos casi rozan los cristales del coche. Están ahí noche y día esperando al cliente, esperando el dinero de la droga, que las llevará a más droga y más prostitución. Son como ánimas de ese Purgatorio que ahora dice el Papa que no existe. Están entre los árboles, con bolsero y tacones altos, insólitas como los desnudos urbanos de Delvaux.
xxLa ciudad crece en medio de un bosque. La capital de la libertad crece dentro de un anillo oscuro de esclavitud y enfermedad. La libertad que el hombre otorga al hombre, y a la mujer, no pasa de las afueras. No va más allá del casco urbano. Somos ciudadanos de la libertad en nuestros altos pisos con moqueta. La moqueta crea un silencio igual a sí mismo que nos parece el clima perfecto y conseguido de la civilización y la cultura. Pero tres kilómetros más allá está la esclavitud, el infierno de la mujer en ridícula y patética de desnudo ciudadano. En plena libertad sexual la sexualidad busca estos aliviaderos. En la raíz profunda de los rascacielos hay un bosque —todo el bosque es raíz— de miseria, carne triste, droga sucia, prostitución y sangre.
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Umbral, Francisco. Un ser de lejanías. Barcelona; Ed. Planeta, 2001.
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NO HABÍAN NACIDO
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AFERRADO a mi propia mano
reconozco en el último suspiro
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxmi sitio natural.
La noche no tiene noche
xxxxxxxxxxxxni el consuelo rostro.
No se puede gozar ni un solo instante
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxdel placer de no estar aquí.
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VEDME lleno por mi culpa
y aún me cabe un sol
donde el nombre se hace
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxsombra.
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PARA el cansancio del hombre
no existe noche ni lecho
pues se nace en el último lugar
y la hiel es el manjar que demanda
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxvida cada día.
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NOSOTROS, los que abastecemos los claros
y vosotros, los que asistís a la doma
de la desaparición hasta el fondo
y hacéis de ella vuestro espejo.
Algún día tendremos que callar.
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SOY vuestro Rey
y sólo puedo daros
amores no soñados
y banquetes sin cielo.
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MI paciencia es infinita
no puedo recordar todos los instantes
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxque he vivido
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TODOS los latidos de mi vida
una mascarada
o lo que es peor
único testimonio de ella.
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LA incomprensión no es mi escudo
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxes mi puerta.
Cuando me abran encontrarán
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxla noche cerrada.
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EN el pecho del recién nacido
ya oímos los primeros pasos de la muerte.
En el primer amor
deberíamos ver
la insoportable hondura de nuestra esterilidad.
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Algora, Sergio. Celebrad los días. Poesía completa. Albacete; Chamán ediciones, 2017.
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HAGAMOS LA EXPERIENCIA UNA VEZ MÁS
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¿LLEGA el escritor a odiar la literatura? No lo sé, pero hay días de hastío, de cansancio, de sobresaturación. ¿Por qué no abandonar el pensamiento y las palabras, si ya has escrito tanto, para vivir la vida que te queda?
xxLa noche, las mujeres, el alcohol, las desnudez y la fiesta, el cuerpo, el cuerpo. Hagamos la experiencia una vez más. Así como hay un sobre/trabajo —plusvalía— que es denunciable, hay un sobre/pensamiento que es ya un estéril pensar el pensar. Parece fascinante arrojarse hacia fuera del cuerpo, arrojar el cuerpo hacia fuera de su sistema de costumbres, rutinas y compromisos. Todavía restan unos años de fuego y sexo, de velocidad y risa.
xxPero la gente exterior dice refranes, apiña las uñas para decir que la fiesta estaba así, ha resuelto con tópicos las cuestiones más apasionantes del pensamiento como juego. De pequeño, si querías merienda en la excursión, tenías que llevarla tú. Ahora, si quieres ingenio en la gran cena, tienes que ponerlo tú. El oro es aburrido, el lujo es letárgico, la abundancia sin gracia no es más que mercancía.
xxNo hay salida.
xxVa uno aguantando, pero antes o después tendrás que volver a los libros, a tus odiados intelectuales, a vivir la carne como una huida del texto y a gustar el texto como el verdadero reposo del guerrero. Aparte el episodio amoroso, la vida social es un carrousel vacío donde los muertos más populares giran inmóviles, envejecidos. Realmente, su muerte es vulgaridad, su vulgaridad viene de que siempre han estado muertos. La única autopista al futuro es una vagina joven. Y luego vuelta a las ideas, ya sin la esperanza de pensar nada nuevo, de escribir nada estupefaciente, sino como refugio, choza del intelectual en el bosque urbano de la vulgaridad bien educada.
xxDe momento, trabajo en este libro. Escribir un libro es una aventura interior. No importa el final ni la salida. Importan las maniguas recalentadas que uno va cruzando, el pensamiento selvático y la espera inconsciente de una llamada femenina de paso hacia el crepúsculo.
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Umbral, Francisco. Un ser de lejanías. Barcelona; Ed. Planeta, 2001.
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CIRCO DE TRES PISTAS
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Y CUANDO DESPERTÓ EL PAYASO, EL CIRCO YA SE HABÍA IDO
Entraremos así: bajando de un carrito
inverosímil.
Todo lo numeroso cabe
en lo minúsculo.
Sólo seremos tres, perfectamente
inútiles
para apagar incendios de cartón y rescatar elefantes
xxxxxxx/que se encuentran,
al mismo tiempo,
en baby doll y en peligro
de extinción.
¡Hemos venido aquí para salvar el día!
Y llegamos de noche,
por supuesto.
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Ángel Ortuño
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HOMBRE BALA
Soy el hombre bala.
Un proyecto de muerte
certera
hacia el centro de qué diana,
otro día respondo a la insidiosa pregunta
sobre el proyecto de vida:
yo necesito morirme al aire libre
para que me aplauda la parentela
mientras me estrello contra Saturno.
¿Objetivos en la vida?
¡Bah! ¡Supercherías!
¡Catapúltenme al anonimato!
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Manolo Marcos
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JUEGOS MALABARES
Aros o anillos, mazos
y bastones
del diablo, platos
chinos.
Casi cualquier objeto suspendido en el aire
parece una palabra.
Esa es nuestra barata maravilla.
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Ángel Ortuño
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TRAMPOLÍN HACIA EL DESPEÑADERO DEL ÉXITO
El artista lamenta
comunicarles
que la fama no es
lo
que
él
se
imaginaba.
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Manolo Marcos
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EL PAYASO TARTAMUDO
Oh, circo pobre;
un payaso tartamudo guía
a los nombradores que cruzan
el desierto:
elefantes y hormiguitas,
palomas inasibles
y serpientes hablantinas;
he aquí la promesa:
ya pronto será sábado,
buen día para abandonar
la poesía.
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Ramiro Lomelí
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SI AMANECE MAÑANA
Se apaga el foco de la primera pista,
luego el de la segunda
y por tercero, callo
con la cara blanca de nardos tristes.
Una extraña complicidad
me cuenta al oído
un vacío que me devuelve al poso del café.
El público se aleja de esta carpa filosófica
bajo luces de farolas distantes
rememorando con premura ciertas
emociones, y yo me pregunto:
¿Si amanece mañana, qué hacer
bajo el yugo implacable del tiempo?
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Manolo Marcos
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Marcos, Manolo; Ortuño, Ángel; Lomelí, Ramiro. Circo de tres pistas. Madrid; Ed. Cartonera del escorpión azul, 2021.
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LOS REGALOS DE LOS AMIGOS (151)
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Pues acaba de llegarme a casa, gracias a la generosidad de Jordi Doce, la nueva publicación que ha salido de la galería Luis Burgos. Bajo el título de ‘Revelación de las formas’, se juntan textos de Francisco León, Marta Agudo, Álvaro Valverde, María Ángeles Pérez López, Ada Salas y Tomás Sánchez Santiago, junto a fotografías de Ai Futaki, Cano Erhardt, José R. Cuervo-Arango, Eduardo Momeñe, Isabel Muñoz y Raúl Urbina.
Ya saben, en cuanto pueda mostraré por aquí una pequeña selección de esta pequeña joya.
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HIRIERON Y RIERON
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MI amor es un espejo
en un mundo deshabitado.
El amor está
pero sin nosotros.
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TODAS las mujeres paren desconocidos.
Ya nadie puede desaparecer ni perderse.
De noche se oye el mecánico discurrir
de la sangre insomne de los hombres.
Algún comensal borracho arrastra sus pies
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxsobre mis venas.
Todas las camas están recién hechas.
Cada mañana el amor de mi vida
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxacaba de fallecer.
Cada noche levanto la cubierta para acostarme
y sobre la blanca sábana hay un sistema
xxxxxxxxxxxxxxxxxxcirculatorio en movimiento.
Odian al recién llegado.
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ALIADO de mi herida,
la que desde mi sangre no me reconoce.
Allí donde nuestra ausencia
xxxxxxse pregunta por nosotros
y lo que se queda en blanco
está encadenado a una boca
que habla de las heridas como de huéspedes
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxque han venido a quedarse
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxpara siempre.
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SENTADOS a esperar que ante nosotros
xxxxxxxxxxxxxxpase el filo
para echar a andar sobre él.
Hemos llegado a un lugar donde el silencio
ya causa bastante terror
xxxxxxxxxxxxxxpara seguir.
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MARÍA
EL silencio me liberó de mi boca
y cuando ya estaba a punto de abandonar
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxla celda
xxxxxxxxxxxxxxxel amor me encadenó a estos labios.
¿Habré de morir sin verme envejecer
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxen su saliva?
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ALGUIEN me está atravesando
para desvalijar mi último aliento.
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LA luna sin remos
Dios ha fabricado un único beso
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxy yo, hoy, no recibo visitas.
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NO puedo ser yo
cerca de estas palabras.
Pero tampoco puedo darme a tu luz
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxen el silencio.
Yo, que he nacido para ser amado
xxxxxxxxxxxxxxun segundo,
no sé cuándo
xxxxxxxpuedo ser tu trueno.
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UN desconocido con cada una de las estrellas
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxhace familia.
Un desconocido encuentra en la luz cegadora
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxsu intimidad.
Tiene una voz en la que ha estado el sol
y el sol le ha dado
una voz de otro blanco
que parte las noches como se parte
hacia un lugar desconocido.
Un desconocido que como yo
es el único que no se ama
y al que tu ausencia hace de otro blanco
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxel hielo
de otro blanco su lecho
de donde hasta tu ausencia se ha ido.
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EN el caracol del oído
atesoré la sangre y los años.
Al día le respondí
que no podía vivirlo por completo.
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Algora, Sergio. Celebrad los días. Poesía completa. Albacete; Chamán ediciones, 2017.
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COMARCA MÍNIMA
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Morir, cercados,
por el miedo a la lepra
o a los soldados.
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El cuerpo, herido
por la ciudad innoble:
su desvarío.
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Brújula rota.
El desierto se extiende
hasta la boca.
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Sierpe y abismo.
La palabra mujer.
Roto bisílabo.
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Ronco alfabeto.
Al nombrar Ciudad Juárez
arde el silencio.
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Eje de sombra.
Ni cartabón ni escuadra.
Solo derrota.
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Tránsito y cambio.
Lo eternamente igual.
El desamparo.
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Cuartel de invierno.
Compasión y coraza
contra los vientos.
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Cartografía
del lenguaje y la nieve.
Melancolía.
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Pérez López, María Ángeles. Comarca mínima. Madrid; Ed. Cartonera del escorpión azul, 2021.
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HAY UN DOLOR ERRANTE POR MI CUERPO
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LA cabeza se deshoja, el esqueleto es todo dentadura, los riñones laboran en la noche, la garganta duele en un ladrido mudo, los ojos arden llamas interiores, hay un dolor errante por mi cuerpo, se me desprenden las manos, se quedan aferradas a cualquier cosa que intento sujetar, mis oídos son caracolas tristes de una tormenta que me va por dentro, canta la orina en la vejiga, más las enfermedades que imagino, enfermedades no inventadas aún, que en mí se inician.
xxHay un día en que la vejez se junta con la enfermedad. Ya no se sabe si duelen los años o si consisto en mis enfermedades. Los males son rotatorios y me rondan todo el cuerpo. Como cuervos merenderos, cada día se posan en una rama del fino árbol de sangre. Pero entre tanta negrura variada y venidera, veo con lucidez que envejecer es recuperar el presente. De niño se vive en el presente. Luego, de hombre, abandonamos aquella tarde de vencejos y campanas, aquellos juegos, y nos vamos una temporada, esa momentánea ausencia, esa llamada urgente de la vida, que llama como una mujer (a lo mejor son la misma cosa), resulta que es la existencia entera. De viejo se ve, de pronto, que ahí, allí, allá, nos dejamos todo el calendario desbaratado de nuestra biografía.
xxDías, dineros, viajes, mundos que no son el mundo, políticas, lluvias y ferrocarriles, siempre con la cabeza baja, leyendo, mintiendo, fornicando, pensando confusamente en quiénes somos.
xxHasta que un día, ayer o anteayer, vuelve uno a levantar la cabeza, mirar al cielo largamente, tras una ausencia de más de cincuenta años. Y de pronto recuperamos aquello, reanudamos aquella tarde que dejamos a medias cuando nos llamó nuestra madre para un recado urgente, para una noticia sospechosa: el colegio, el trabajo, el estudio, yo qué sé.
xxPero aquella tarde estaba ahí, situada en su cielo, como entonces, esperando mi vuelta, con sus campanas y sus vencejos, con su luz de un otoño que tiene el oro quieto de la vida. He perdido mi vida viviendo. Ahora soy un rebaño de enfermedades, pero recupero lentamente el presente, el ahora mismo, tanta belleza no atendida como olvidamos a través de la vida.
xxA lo más que ha llegado uno es a sustituir los crepúsculos salvajes y hermosos del cielo por los crepúsculos tipográficos de los poetas. Qué sinsentido, qué juego «adulto». Pero el presente existe, es el mismo de la infancia y tiene una segunda epifanía en la vejez. El hombre es ser de lejanías, como dijera el filósofo, porque vive del proyecto del pasado o la memoria del futuro, que sólo es el revés de lo mismo. (Y luego, la definitiva lejanía de la muerte.) El presente existe, digo, y está ahí a la vista. Son las mismas luces matinales, la misma cultura de oros de la tarde que dura. El presente existe y lo desatendemos toda la vida, llevados de la urgencia falsa de vivir. He envejecido y tengo enfermedades porque aquella tarde de la infancia/adolescencia me escapé del paraíso o de mi barrio. Hoy he vuelto a ser rehén de la luz, quieto en lo quieto, y se reanuda para mí, visible y hermosa, la elipse de los cielos, la nada mitológica, el viento mismo, el mismo viento, la luz que siempre vuelve en figura actualísima y ociosa de tarde con vencejos, de gran noche.
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Umbral, Francisco. Un ser de lejanías. Barcelona; Ed. Planeta, 2001.
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BRINDIS
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ANTEBRAZO invento
invento óvulo
enllamo mis astas
ardo sin daño
también, mujo en silencio
también mamo tu linfa.
Amo por borrar huellas.
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ROEDURA cuyo alarido en cruz
con brazos
cae
sobre un color tirado
en las arrugas
de mis manos sin palmas.
Soy peldaños.
Soy párpados.
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ESTRAGOS en un pelo
que envejece dentro.
Tanto bullicio
cuesta carne.
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INVITADO a las venas come
y después duerme.
Para siempre la pérdida
xxxxxxxxxxxxxxen sus labios.
Un desagüe de besos donde el beso.
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LEJOS
teniendo el pulso en vilo
—algo que lo tenga todo—
murmuraba Irene.
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PALADA palada palada
palada palada palada
palada palada palada
xxxxxxxxxxxxxxxxxxy ella aún gritaba.
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Algora, Sergio. Celebrad los días. Poesía completa. Albacete; Chamán ediciones, 2017.
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UN MIEDO MUDO QUE NUNCA NOS DIRÁ NADA
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TENGO miedo. El miedo está en mi vida, en mi no/vida. No es un miedo fijo, frío, quieto, sino un miedo que va y viene por mi cuerpo y mis sueños, por mis despertares. ¿Miedo a qué, miedo de qué? Miedo al miedo.
xxMiedo del miedo. La vejez, la enfermedad, el fracaso —¿el fracaso a estas alturas?—, la soledad, el dolor, no sé. Es un miedo móvil, un miedo que a veces duele en la espalda, en la cabeza, que brujulea por los sueños, que se fija en un ojo y parece que ya está acorralado, explicado, pero luego desparece, lo olvido, y reaparece a la noche siguiente en cualquier otro sitio. Necesitamos el día para vivir sin miedo. La luz es una lanza. El miedo no es que venga de noche, sino que en la noche se deja ver, como un animal nocturno, como una inmóvil y destellante iguana.
xxEl miedo, como el dolor, desaparece con la luz, se hace soluble en los ademanes de mi vida, en el ballet de la escritura. ¿El miedo es el dolor? El miedo se experimenta como un dolor, pero es otra cosa. El dolor se experimenta como un miedo, pero es más fácil de cercar, de limitar, de curar. El miedo duele donde no debiera, sólo la noche lo ilumina con diafanidad y entonces es un miedo populoso, con mucha gente y muchos recuerdos, un miedo habitado, pero otras veces es un miedo solitario, sólo miedo, un miedo fijo que nos mira, un reúma del alma, una idea que viaja sombría por todo el cuerpo, el miedo de seguir, el miedo de parar, el frío efluvio de todos esos miedos juntos.
xxYa sé que para siempre, desde ahora, me acompañará ese miedo, este miedo, que es el arrepentimiento de haber vivido, el arrepentimiento de no haber vivido, el odio que mi yo, ese desconocido, reparte por mi vida, la tristeza y el escepticismo de lo vivido, lo viviente y lo por vivir. El miedo, quizá, no sea sino el olor de la muerte, como huele a tierra podrida y buena a medida que nos vamos acercando a un cementerio.
xxEs muy fácil razonar contra la muerte, el animal racionante que somos puede hacer la muerte soluble en palabras. Pero el otro animal, el verdadero, el instintivo, sólo percibe la muerte como miedo, un miedo mudo que nunca nos dirá nada. Nos salvamos por la palabra, y por eso el miedo no habla.
xxNo hay salvación.
xxA medida que escribo sobre el miedo se me pasa el miedo. La escritura, que me ha dado tantas cosas, me da también consuelo. El miedo y hasta el dolor se curan escribiendo. El miedo no lo cura la noche, sino que se introduce en el sueño. A veces pruebo a escribir mentalmente, sobre la almohada, por conjurar el miedo. Pero no hay sino elegir entre el miedo despierto y el miedo dormido.
xxCon la primera claridad escribo cosas. Con el día ya hecho escribo artículos. La actualidad es tiempo en acto. La actualidad me sana. Dicen que es una escritura fugaz, pero es la más curativa, como esas saludadoras que sanan sólo con su paso.
xxTengo miedo de no haberlo dicho todo sobre el miedo. Pienso que arrojando palabras se arroja el miedo. Sé que no es verdad. Pero el sol de diciembre, tan claro, tan evidente, en complicidad con la escritura, van diluyendo el miedo de mi cuerpo bajo el beneficio del día, la quietud de la hora, esa cordillera de cosas cotidianas y sabidas que es la realidad.
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Umbral, Francisco. Un ser de lejanías. Barcelona; Ed. Planeta, 2001.
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