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Archive for junio 2014

LUNAS DE PAPEL

Luna de tarde

 

 

DIONISIA GARCÍA

PATRIAS

Recuerdo aquel lugar donde por vez primera
me besaron la frente.
El sol y las miradas calentaban mis manos,
y el olor a cereales invadía las plazas.
Es una larga historia de huidas y retornos,
de creer en la tierra pisada en los comienzos.

De pueblo en pueblo fui, de casa en casa.
Me siento de los lugares que habito.
Cada día comienzo mis trabajos.
Vivo, sin más, la lucha
entre paredes blancas, entre libros y enseres.
Sueño, puedo soñar. El porvenir espera
con la prestada luz de otros inviernos.

 

 

 

APUNTE GRIS

xxxxxxxxxxxxxxxxxxEn memoria
xxxxxxxxxxxxxxxde Irene Guillén

Se irá en su soledad, porque es invierno,
a un paisaje distinto,
a conocer sin límite el tiempo dela espera,
el vuelo detenido de jardines cercados,
sin ventanas azules;
y sí el milagro de la luz
que invadía la casa.
Erguida su figura,
dirá adiós a la estancia,
a su rincón caliente
que gobernó el recuerdo.
Incansable viajera, en ella viven
países y lugares, con personas amadas
que fueron compañía. Todo fue y está siendo
en su memoria clara de imágenes sensibles,
realidad persistente en sus días de ahora.

 

 

 

 

RAQUEL LANSEROS

SOBRE UNA CAMA HELADA

No es invisible el modo
en que ya no te busco,
ni esta manera nueva, sin fe ni mediodía
de llovernos despacio, -como gotas de hielo-,
xxxxde no ceder un palmo en medio del tornado.

El olvido es azul. Nunca termina
xxxxxxxxde convertirse a golpes en él mismo.
Se mide por ausencias y papeles en blanco.

Tras su paso, el silencio
deja detrás de sí un paisaje de ruinas,
una patria deshecha e inmolada
xxxxxxxxxxxxxxxa los grises fantasmas de la pérdida.

El ánimo rojizo de las uvas maduras
se apodera despacio de la tierra.

Te quise. Me quisiste. Nos quisimos.
Qué fácil es decirlo cuando no queda nada,
cuando ya ni siquiera recordamos
xxxxxxxel tacto de los sueños.

Ahora que la memoria se bate en retirada,
-vencida y silenciosa
xxxxxxxcomo un niño sin cromos-,
y lo único tangible frente a  nosotros mismos
xxxxxxxxxxxxxxes lo que ya no existe.

 

 

 

EL VÍNCULO

Es cierto, nos dijeron muchas veces
que la vida es un juego peligroso.
No la vida de pétalos y estambres
que acunó nuestra infancia. Esta otra vida,
la de las colas y los formularios,
la auténtica existencia, nos dijeron.
En aquel tiempo teníamos nosotros
los ojos rebosantes de futuro
y una impresión confusa del amor.

Qué poco sospechábamos entonces
la lección desasida para la libertad
como un pacto sagrado: la invención de uno mismo.
Y no es casualidad que la raíz
xxetimológica del término invención
xxxxsignifique el encuentro. El mismo encuentro
xxxxxxmantenido en la eterna inmensidad del tiempo
xxxxxxxxcontra todo pronóstico. Como hiciera Penélope.

Hoy hemos aprendido que ser libres
significa luchar, imponerse al destino,
intercambiar sin miedo las identidades.
Y quizá recordar
xxxxque los dioses tiranos desoyeron a Ulises.

Los mismos que tampoco nos oirán a nosotros
el día que decidamos olvidarnos.

 

 

 

BOCETO DE SOMBRAS

Hoy ha debido ser viernes en todas partes.
xxxxVarios ángeles han ido resbalando
xxxxxxxxxxa las aceras desde los tejados.
El viernes no es un día, sino un tiempo compuesto,
subjuntivo, futuro, plural, pluscuamperfecto.
Un puesto de aduana en la frontera
xxxxxxxxxxque separa a los vivos de los supervivientes.

Ha debido de ser viernes
xxxxxxxxy tú no estás conmigo.
Sin embargo he sentido que tu ausencia
se ha ido haciendo viscosa al avanzar la tarde,
xxxxxxxxxxcomo un pesado dique contra el tiempo.

Tu alma está en todas partes, sonámbula, celeste,
decidida a vagar ingrávida en mi eje
xxemergiendo de todo, henchida de las cosas,
xxxxretornando a la nada, ese sinónimo
xxxxxxde una noche de viernes y una cama vacía.

 

 

 

 

JOSEFINA SORIA

[cinco poemas inéditos del poemario ‘ESTA ES MI FIESTA Y LLORARÉ SI QUIERO’]

HORA PRIMA

Un mar lleno de peces me navega.
Abro a la vida sus compuertas altas
y en resplandor me anego.
¡Soy yo la que amanece!
¡Contempladme!
Han nacido palabras en mis labios
soñando hacerse verso.
El viento mañanero
músicas va poniendo en mi garganta.
Es temprano.
Ahora mismo
el horizonte estrena una alborada
de primorosas luces.
A esta hora no se hacen reproches.
Las falaces promesas
no han comenzado a oírse todavía
dispuestas van las horas
a dejarse llenar por la hermosura.

 

 

 

ABRIL

Venid conmigo, entrad. Esta es mi casa.
Sobre el húmedo césped abril camina
adensando el aroma de los pinos.
Quizás queráis llegar hasta el almendro
y preguntarle qué soñó esta noche
o volver a la higuera y convidarla
a una taza de té con yerbabuena.
¿Oís esas palomas cuyo zureo escucho?
Parece que trajeran en sus alas
aromas de azahar.
¡Son hermosas las mañanas de abril!
Contemplad como vienen pintando el horizonte.
Con su perfil convoca gorriones
en el viejo tejado.
Este es el momento de encontrar
esa dicha infinita que buscamos.
Antes que alguno se levante
abra la radio
y preso ponga el tiempo en los relojes.

 

 

 

OIGO TU VOZ

Oigo tu voz y llego
al delirante mundo de las rosas.
Deletreo tu nombre
y las jaras se yerguen
con su salvaje aroma
y florece el aloe
sin memoria de acíbar
y azules se perfilan
los genios de la noche.
Te acercas a llamarme
y se llenan los aires de arrebatadas voces.
El espino permite
que emerja su ternura
y su ruda presencia el cierzo guarda.
Tú y yo nos encontramos
y surge la canción definitiva
su tonada llevando hasta los astros.
Para colmar de gozo
los umbrosos caminos de la noche.

 

 

 

VEHEMENCIA

Y luego, un día
llegaron los deseos
a ceñirme las sienes y tus manos,
tus manos cual magnolias
ocuparon mi sangre.
Estelas que marcaron los caminos
con cauces deslumbrantes.
Qué inusitado gozo fue aprenderte.
Nunca me dijo nadie
que tan hermosa fuera
esta entrega total.
Caminar
sin saber dónde llevan los caminos.
Te seguí fascinada a donde dispusiste.
Donde Dios quiere el mundo
enhebrado en su fuego.
Sin tener más noticia.
Y encontrar que ya era
tan hermoso el amor.

 

 

 

ASALTO A MEDIANOCHE

Cual furiosa avalancha
que invadiera mis sueños
se acerca a despertarme
un alud de palabras.
Se apoyan en mi almohada
sugerentes, impúdicas, soberbias.
Se columpian en mis pestañas.
Danzan ante mis ojos,
que apenas pueden mantenerse abiertos.
Se arrojan en tropel hasta mi frente.
Las nombro levemente
desde mi duermevela. Las acaricio
y ellas se apoyan en mis labios
que arden.
Finalmente me levanto
tomo pluma y papel
y las voy anotando en mi cuaderno.
Ya rendida
las cito para mañana
y lo hago apresurada. Antes
de que alguien despierte
abra la puerta y se pregunte
qué nueva orgía
organicé esta noche.

 

 

 

 

MIGUEL ÁNGEL HERNÁNDEZ-NAVARRO

LO REAL Y SU DOBLE

Siempre me ha costado trabajo despertar de los sueños. Pero de un tiempo a esta parte, no sé si por el estrés, el cansancio o las preocupaciones, lo cierto es que me cuesta horrores entrar en el mundo real. la culpa la tienen una serie de sueños no reparadores, sin sentido alguno, que hacen que me levante mucho más cansado de lo que me había acostado, de modo que el cansancio se acumula y los días se me hacen interminables. Lo peor es que muchas veces los sueños son tan reales que, al despertar, se mezclan con la realidad y me duran casi toda la mañana; en alguna ocasión, incluso todo el día.
Casualmente, a principios de año tradujeron al castellano Travesía nocturna, el diario de sueños de Clement Rosset, donde el pensador francés describe una experiencia muy semejante a la mía, y propone un método para paliar el efecto real de los sueños: escribirlos. Una vez escritos, los sueños, aunque se mezclen con la realidad, no van creciendo con ésta, pues uno sabe en todo momento lo que es real y lo que proviene del sueño.
Desde que descubrí esto, he llenado más de cuatro cuadernos con mis vivencias nocturnas. Todas las mañanas paso entre media hora y una hora escribiendo el sueño. Si no lo hago, el sueño comienza a ganar terreno a mi realidad.
Escribo los sueños ara poder controlarlos, para mantenerlos «a raya», literalmente hablando. Y para que la escritura sea efectiva, he descubierto que es mejor dramatizarlos, relatarlos como si fueran historias. Así logro tomar distancia respecto a lo que pudieran ser mis vivencias personales, y los sueños se van, o al menos dejan de perturbar mi realidad. Además, muchos de ellos los puedo aprovechar para mis relatos. De hecho, este último año, gran parte de los relatos que he ido publicando en revistas provienen, ligeramente modificados, de mi archivo de sueños. Un archivo poblado de pesadillas perturbadoras que apenas puedo soportar, como ese sueño reiterativo en el que comienzo a morder mis manos y por alguna extraña razón que nunca logro encontrar, siento aquello como algo agradable. Me despierto entonces sobresaltado, con los dientes y las mandíbulas doloridas. Y tengo que ir corriendo a escribir antes de que el dolor se me extienda por todo el cuerpo. Si algún día me demoro en la escritura, puedo llegar a morderme realmente.

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx*

Hace algo así como una semana tuve un sueño completamente diferente. Fue el primer sueño reparador en mucho tiempo, como si al final, igual que le sucedía a Clement Rosset, me hubiese recuperado.
Soñé que estaba en una estancia indefinida y que mi cuñada, la hermana de mi mujer, vestida de un blanco inmaculado, aparecía de la nada y me abrazaba con fuerza. Yo me sentía reconfortado con aquel abrazo. Luego, los rostros se rozaban y, después, ella me besaba en la boca.
Confieso que siempre me ha atraído mi cuñada. En general siempre me han atraído mis cuñadas. Primero las mujeres de mis hermanos, y luego, las hermanas de mi mujer. Sin embargo, en el sueño, el beso de mi cuñada no tenía nada de sexual. Era un beso que, sin llegar a ser casto, no pertenecía al espectro de las relaciones sexuales, al menos tal y como las entendemos.
Nunca había sentido un beso así en la realidad, ni había leído ni sabido acerca de un beso de tales características, pues, por lo general, los besos tienen que ver con la falta y no con la plenitud. Los besos acrecientan el deseo, y no lo apagan. Pero el beso del sueño era un beso de plenitud, un beso que apaciguaba todo deseo, un beso gozoso, en el que sentí que se paraba el mundo, en el que sentí condensados todos los besos.
Y lo más importante de todo, el beso del sueño tenía un sabor particular. Un sabor tan intenso que me hizo despertar. Un sabor que todavía, mientras escribo esto, puedo paladear. Eso quizá fue lo más inquietante. Que cuando desperté tenía el gusto en la boca. Sentía realmente que ese beso había tenido lugar, que había una porción de realidad en aquel sueño.
Me costó un trabajo enorme levantarme. Estuve saboreando el beso en la cama durante algún tiempo. Mi mujer ya se había marchado al trabajo y pude quedarme allí un buen rato. El problema vino después, cuando decidí -y creo que esa fue la peor decisión que pude tomar- que no iba a escribir. Había sido el primer sueño reparador en mucho tiempo. Había superado las pesadillas. Además, no recordaba una experiencia de tanta paz y plenitud como la que había vivido esa noche. Pensé que si la escribía se perdería para siempre. Y quise permanecer algún tiempo más con el sabor en la boca.
Recuerdo que esa mañana ni siquiera quise desayunar. El sabor del beso me saciaba, y no quería quitarme el gusto de la boca. Luego, al mediodía tuve hambre, aunque pude resistirlo. Y, conforme avanzaba la tarde, comencé a pensar que lo mejor sería volver a casa y acostarme lo más rápido posible para intentar encontrarme de nuevo con mi cuñada en el sueño.
Cuando llegué, mi mujer me estaba esperando para cenar. Pero yo no tenía hambre, ni quería comer. Tampoco quise besarla. Al ver su rostro de preocupación, le dije que había tenido un día muy duro y que me iba a dormir enseguida.
Intenté soñar de nuevo con mi cuñada, pero fue imposible. El sabor del beso aumentaba cada vez más. Cada vez que paladeaba, lo sentía con más fuerza. No era desagradable. Todo lo contrario. Era tremendamente delicioso. Sin embargo, así como en el sueño el beso colmó todo deseo, en la realidad, su sabor en mi boca acrecentaba la necesidad de repetirlo. La plenitud se transformaba en falta, cada vez con más fuerza, con mayor intensidad. Hasta que, a la mañana siguiente, el deseo ganó la partida a la satisfacción y la sensación se volvió insoportable. Tanto, que no dudé en intentar escribir el sueño. pero ya no era posible. El sabor del beso se había hecho tan fuerte en mí que no podía expresarlo con palabras. Ya era demasiado tarde.
Durante el resto de la semana apenas comí ni dormí. El beso me había quitado por completo el hambre. Y tampoco soñé. por las mañanas me levantaba y no recordaba nada de lo que había soñado. Intenté mil veces escribir el sueño… pero ya no podía describir el sabor ni la sensación. Todo estaba poblado de realidad. Había transcurrido demasiado tiempo. El sueño se había apoderado de la realidad.

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx*

Mi mujer no hacía más que preguntarme qué me ocurría, por qué no quería comer y, sobre todo, por qué evitaba sus besos. Al final tuve que decirle que había soñado con su hermana, y que el sueño se me había ido de las manos. Le dije también que estaba desesperado. Que ya no aguantaba más, que tenía que saber si ese beso era real o sólo era parte de mi imaginación. Y ella, con su habitual templanza, me dijo que me tranquilizase, que al día siguiente buscaríamos ayuda médica. Y sobre todo que bajo ningún concepto se me ocurriera hacer lo que estaba pensando. Porque ella me conoce bien, y sabía que en ése momento sólo había una idea en mi mente.
El beso me estaba volviendo loco, y tenía que pararlo de alguna manera. Estaba claro que la escritura ya no podía hacerlo. La única solución pasaba por romper la idealización, destrozar la ilusión y caer a lo real: besar a mi cuñada, aunque eso significase poner en peligro mi matrimonio. A esas alturas, mi matrimonio era lo de menos. Después de una semana de delirio, sólo me importaba una cosa, sacar de mi cuerpo aquella sensación. A toda costa.
Ésa misma noche cogí el coche y fui a la casa de mi cuñada, que vivía en un piso de soltera. A las tres de la mañana toqué al timbre. Al verme, se asustó. Pero me invitó a pasar. Yo le conté la situación y le dije que necesitaba besarla. Pero ella se negó. Entonces intenté hacerlo por la fuerza, aunque siempre ella conseguía retirar sus labios. Por fin conseguí besarla, pero de modo muy fugaz, así que no me dio tiempo a saborear el beso. Necesitaba sosiego y calma. Necesitaba saborear su boca. Confrontar sabores. Y eso era imposible de aquel modo. Así que decidí atarla a una silla. Y para que no gritase más, la amenacé con un cuchillo. Incluso tuve que hacerle un pequeño corte en la mejilla para que se tranquilizara. Yo no quería, pero la situación me condujo a eso. Al final, cuando entendió que su vida no me importaba demasiado, accedió a mis peticiones, y logré que me besara con pasión. Probé de todas las maneras. Pero sus besos no recordaban ni de lejos al beso del sueño. Ni siquiera el roce de su rostro. nada era igual. No era ella. No era su sabor lo que yo buscaba. Se había roto la ilusión. Pero eso, lejos de salvarme, fue lo que me condenó. Porque besar a mi cuñada y constatar que no era la mujer del sueño fue como abrir la caja de los truenos, y el beso que llevaba dentro se desencadenó con una violencia tremenda.
Mi cuerpo comenzó a tambalearse de dolor. Y mientras tanto, mi cuñada me miraba con los ojos llenos de lágrimas. Yo le pedí perdón. Pero sabía que había ido demasiado lejos. Si la soltaba, llamaría a la policía. Tampoco me importaba demasiado, así que decidí dejarla allí. Desconecté el teléfono y cerré la puerta con llave. Ya la encontrarían. Todo estaba perdido.
Salí corriendo de la casa y subí al coche. No sabía dónde ir. Pero lo peor era la terrible sensación que se había apoderado de mi cuerpo. Era un dolor tan indescriptible que nunca me acostumbraba a sentirlo. Y se incrementaba cada vez más.
Pasé cerca del malecón, y se me ocurrió, en medio de la desesperación, en probar más besos, los besos más desesperados. Así que subí al coche a una prostituta, y le dije que quería que me besara. Nada más. Fue una experiencia terrible. Luego otra.. y otra más. Creo que esa noche besé a todas las prostitutas callejeras de Murcia. Pero no obtuve respuesta alguna a lo que estaba buscando. El beso cobraba fuerza en mi interior. Era como si me expulsara de mí. Hacía días que no había comido, días que no había dormido, y el beso se había apoderado de toda mi realidad.
No sabía cómo iba a volver a casa después de aquello. Mi cuerpo se entumecía poco a poco. Pero el dolor más terrible lo tenía en la boca. Ya apenas podía saborear. la boca se me había puesto densa, pastosa, como si estuviese mascando algodón. Un algodón húmedo que me envolvía y no me dejaba moverme, como si todos los poros de mi piel se estuviesen saturando. Me ahogaba. Y ya no podía salir a flote.

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx*

Estaba claro que nunca encontraría un beso que pudiera frenar aquella metástasis. Entonces, sumido en la desesperación, decidí que lo mejor era el suicidio. Al menos, podría saber cuándo acabaría.
Conseguí llegar a la casa que mis padres me dejaron en la huerta. Todo acabaría allí. Aquel maldito sueño, aquel maldito sabor. Mi padre siempre guardó una escopeta de doble cañón. Esperaba que también hubiese guardado algún cartucho. Gracias a Dios, así lo hizo. Encontré el arma y la munición, me senté en la cama de mis padres y, alargando el brazo todo lo que pude, me metí la escopeta en la boca e intenté disparar. Juro que lo intenté. Cerré los ojos, apreté los dientes junto al cañón. Pero en el último segundo, no tuve valor para hacerlo. Ni siquiera la desesperación me hizo apretar el gatillo.
Fue entonces cuando de impotencia mordí mi mano con tal fuerza que comencé a sangrar. Y fue también en ese momento cuando sentí algo extraño en el sabor de mi sangre. Un gusto metálico que, extrañamente, se aproximaba bastante al del beso del sueño. Saboreé un poco más. Y, en efecto, mi propia sangre era lo más parecido al sabor del beso.
Cuanto más saboreaba, cuanto más fuerte mordía, más cerca estaba del sabor del beso, como si estuviese afinando un instrumento musical, buscando el tono perfecto. Sentía que a medida que me desangraba y me quedaba sin fuerzas me aproximaba más al sabor del beso. Así que mordí y succioné tanto como pude… hasta que, en un momento, perdí el sentido por completo.

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Cuando mi mujer me encontró ya casi no tenía sangre en mi cuerpo, y la mano izquierda prácticamente me la había comido entera.
Ahora tengo las manos vendadas, pero aun así el médico me obliga a escribir mis sueños. Para que no me ocurra más lo del beso. Para que en la palabra escrita pueda encontrar un saber… un sabor.

 

 

 

 

MANUEL MOYANO

TIEMPO Y CENIZA

He ahí al gran escritor y a su mujer, él repantigado en su butaca preferida y releyendo Tiempo y ceniza, la novela que publicara hace ya más de veinte años, ella viendo la televisión con el volumen muy bajo para no molestar a su marido, quien humedece la yema de su dedo índice con su propia lengua empapada en whisky para así poder pasar de la página 77 a la 78, donde acaba el tercer capítulo de esa obra que algunos críticos acogieron en su día con tibieza -pobres mentecatos-, pero que otros elevaron de modo inmediato a los altares de la literatura y que calificaron de tumultuosa y sublime: «fiel espejo de nuestra época», en palabras de R. S.; «magnífico templo verbal», según la encendida reseña de M. G.; qué importa que Tiempo y ceniza se vendiera poco, piensa el gran escritor, a quien ya empieza a fastidiarle que su mujer lleve varios minutos intentando atraer su atención hacia alguna cosa, la verdad es que le público se alimenta de bazofia, por suerte aún quedan espíritus cultivados que, año tras año, siguen promoviendo su candidatura al Cervantes (recuerda mientras vuelve a decir que no a su esposa con la cabeza) «por haber alcanzado con una sola obra las más altas cimas líricas de nuestra narrativa», recita para sus adentros el gran escritor quien, finalmente, acaba de ver rebasado el límite de su paciencia y, sin apartar la mirada del libro manoseado que tiene en el regazo, le espeta así a su mujer: «yo no pienso ir, estaría bueno. Habíamos quedado en que esta semana la basura te tocaba bajarla a ti».

 

08011

08011

 

 

MANUEL SILVA ACEVEDO

SI ME DIERAN a optar
sería lobo
Pero qué puedo hacer si esta pobre pelleja
no relumbra como la noche negra
y estos magros colmillos no muerden ni desgarran

Si me dieran a optar
sabría acometer como acometo ahora
esta mísera alfalfa, famélica, ovejuna

Si me dieran a optar
los bosques silenciosos serían mi guarida
y mi aullido ominoso haría temblar a los rebaños
Pero qué hacer con mis albos vellones
Cómo transfigurar mi condición ovina.

 

 

¡A LA LOBA!
Gritaron los hombres ya bebidos
La bestia alzó las orejas
y corrió a refugiarse entre mis patas
Me miró a los ojos
y no había fiereza en su semblante
¡A la loba!
Volvió a escucharse el grito ya cercano
Ella agitó la cola
dio un lengüetazo en el agua
y vi sus ojos negros
recortados contra el azul del cielo
Después huyó hacia el monte
entonces yo, la oveja libre de sospecha,
me vi sola ante los hombres
y sus negras bocas de escopeta

 

 

PASA EL REBAÑO en fila funeraria
y atraviesa el pueblo con su fuente
Pasa el rebaño y pasa en seguimiento
de la oveja mayor, la más borrega
Pasa el rebaño en procesión sombría
y tras la huella los lobos cancerberos
van dejando un reguero de saliva
un rastro de sangre y poluciones
Pasa el rebaño y pasa por el puente
Pasan los vagabundos y los trenes
Pasa la loba amarga con sus tetas
Pasa el rebaño y pasa lentamente
Pasa la loba vieja, la más vieja
Pasa la oveja negra a guarecerse
Pasa la noche eterna, nunca aclara
Pasa el rebaño y bala hasta perderse.

 

 

SE DECLARÓ LA PESTE en mi familia
Vi a mis torpes madrastras
gimiendo con la lengua reseca
Murieron resignadas
arrimadas unas contra otras
Yo resistí la plaga
Ayuné, no bebí agua
Rechacé los cuidados
Y una noche a matarme
Vinieron los pastores armados de palos
A matar a la loba
en medio del rebaño diezmado.

 

 

 

 

GUADALUPE GRANDE

PÓRTICO

¿Será hacia esta luz?, «vivir es ver volver», entonces el regreso,
regresar para vivir,
retornar con la pupila de otros días a la mirada de hoy,

como regresan las plantas a sus hojas, como retorna la raíz a la luz, como llega el fruto a la semilla y a su íntima voluntad.

Todos se han ido y sólo queda regresar.

No es el baile de la memoria, no son los pasos
del recuerdo, no es la sombra de lo que ya no está,

es la luz en la que sólo acontece el regreso.

Te veo volver, te escucho en la luz azul del pentagrama.

Sabes que todos se han ido y la mano pequeña se quedó en la grieta del muro cuando guardaba la caja de las últimas cosas, la crisálida de la libélula, la cicatriz de la nieve, la carta que no enviaste, la llave de niebla, la colección de sellos para las amantes del padre, el hilo que guardaba tu madre para el laberinto, las uñas de los gatos muertos, el disco que siempre suena, mateo, mateo, por qué no me supiste esperar, la fotografía de la silla donde te sientas a mirar el mundo, un helecho de cristal, la espiga de oro, y e pico del mirlo y la sombra invisible de la alondra (pétalos secos para el amor, nido de levadura): palabras, tan sólo palabras,
un cuaderno para cada palabra,

y la luz azul de la memoria, «je reviens, je reviens»

y el ángel que te esperaba cada mañana en el autobús del colegio y que sólo ahora puedes ver.

Todos se han ido y sólo queda regresar,
memoria y sombra de la piel, regreso mudo de luz y hierbaroma que atraviesa la infancia y su cicatriz.

Queda en la grieta del muro el pequeño ataúd para tu ano, las últimas cosas en un calidoscopio incesante que gira despacio en la penumbra de los días, humo y sombra en su laberinto de espejos pequeños insectos, últimos gestos de la vida allí fragmentos de rastros, cuadernos para la caligrafía del tiempo.

 

 

LLEGA EL VIENTO  con las venas atadas a la memoria,

parte el barco de no saber y no hay sirenas sino el remoto afilador
en la esfera de la brújula.

Llega el viento con las hojas tendidas sobre la lluvia,

llegan los días del viento,
los aperos de la caligrafía, la suma de los arpones, la redención de Jonás en el bosque de álamos yertos que pudo plantar Akhab,
pero no fue así,
fue sólo el viento, el aire despierto anclado a la orilla de la niñez.

 

 

LLEGA EL ERIZO con una lágrima en cada espina,
viene a verte,
viene del bosque y su cartografía de raíces, de su oculta conversación y su murmullo mineral.
Abre el libro de lectura y marca el sendero con sus minúsculas garras, no lo olvides, no lo has de olvidar:
una lágrima en cada espina, espina de viento, espina de tiempo, espina de sal.

Miras el erizo con una gota de mar en cada espina,
y lo recuerdas bajo el agua y ves la cautela de tu pie,
y observas su oscuridad móvil afilada y quebradiza.
Miras el erizo con una lágrima de ausencia en el hueco de cada espina,
queda el engarce de su alma que ha venido a verte,
su alma violeta como un crepúsculo, su memoria como el firmamento.

Te asomas desde su boca hacia la luz y piensas que la noche ha de ser así,
esa constelación de lágrimas que fueron espinas, de espinas que fueron tiempo, de luz que calcina la herida
y deja esta pequeña joya sobre tu mano infantil.

 

 

 

 

EDUARDO MOGA

SOLILOQUIO PARA DOS  (fragmento)

Dime, alma, qué cincel has empleado
para que yo sea tu forma,
qué sombra subyace en mi sombra,
o qué memoria soy, qué invertebrada
conciencia.
xxxxxxxxxx¿Has moldeado el aire?
¿Asientes a mis volúmenes, a mis ojos?
Acaso sea hijo de tu luz,
y acaso ese resplandor aterido
me rescate de lo inconcebible
y me alimente de lo mortal:
tu fiebre me unce al ser.
¿Qué extraña potencia, alma,
constituyen mis manos?
¿Son las tuyas?
¿Tienes tú manos?
xxxxxxxxxxxxxxxx¿Ven?
Dime, oh, alma, si es tuyo este silencio
o si son los engranajes de mi cuerpo;
dime si dictas tú mi sangre
o es mi sangre la que te articula;
dime si eres mortal
o sólo sucumbes al azar.
¿Existes, alma?
xxxxxxxxxxxxxx¿Existo yo,
o soy un arañazo de la nada?
Te hablo, y no sé a quién.
¿Por qué es tu transparencia
mi opacidad?
xxxxxxxxxxxx¿Por qué desconozco tu idioma,
si en mí converge cuanto hay,
y me iluminan soles dispares,
y recae en mi piel el peso de lo que se aleja?
¿Por qué no te veo, alma,
si advierto las hondonadas celestes,
los remolinos de la fragilidad?
Me oigo anochecer, y morir,
y construirme;
te niego, alma: niego tu azul
y tus guadañas;
xxxxxxxxxxxxxxniego tus células,
en las que cunde lo incomprensible.
Y oigo tu levedad,
que me atenaza; y aquilato
tu soplo homicida,
el fluir de tu ausencia
por mis capilares
y mi ropa.
xxxxxxxxxx¿Eres, alma?
¿Determinas mi latitud y mi penumbra?
¿Coses mis latidos?
¿Me acunas?
xxxxxxxxxxx¿Por qué no recalas
en mis signos, y fotografías mis miedos,
y me ratificas en tu hoguera sin causa,
ajena al tacto, despojada de tildes,
pero que siento en el fondo de mi nombre,
derramada,
derramándose?
xxxxxxxxxxxxx¿Por qué no lloras?
¿Qué mar es el tuyo, alma?
¿Te poseo
xxxxxxxxxo soy yo tu objeto?
¿Qué abstracciones, pájaros,
estragos
son tu carne,
o la mía?
xxxxxxxxDescreo de ti, alma,
porque tengo frío: porque soy.
No estás: no desmientes los espejos,
ni hurgas en las heces del día,
ni te incumbe el horror del mundo;
no resides en lo sido,
ni te sientas a esta mesa en la que escribo
palabras que se esconden en la página,
palabras que son sólo la oscuridad
de ser yo.
xxxxxxxxxNo me habitas, alma,
aunque me construyas.
No te siento,
xxxxxxxxxxxpero estás en mí.
Pesas como el viento, me ahogas
como si me respiraras,
me rocías de tiempo.
¿Vives, alma, en lo que veo?
¿Eres los ojos con que veo,
los ojos con que no comprendo?
¿O te refugias en el pensamiento
y despliegas en sus sinuosidades
tu sonrisa desoxirribonucleica?
¿Eres una red de aminoácidos, alma,
un alboroto de átomos?
¿Eres maleza molecular, rizoma eléctrico
que trepa hasta la cúspide de la idea
y otorga su espesor a los músculos,
su luz a los fonemas?
¿O posees muros,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxfiebre,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxanatomía,
y obedeces, no al mandato de la química,
sino a la persuasión del mito
y al ascua de la voluntad?
Susurras.
xxxxxxxxxSusurras orquedades,
limos que se desprenden de sus hilachas y de sus córneas,
y se transforman en acto,
y condescienden a la soledad.
Pero digo mi nombre, alma,
y me pregunto quién,
qué,
de dónde,
y distingo humo,
xxxxxxxxxxxxxxxxel humo que emana de mí
y en cuyas volutas se imprime un rostro
desconocido,
el humo que es mi colon y mi tristeza,
el humo que procede como la hoz
y rebana la roca
y la rosa,
el yo
xxxxxy su no ser.
¿Es ése también, alma, tu nombre?

 

 

 

 

CHUS PATO

(de ‘m-Talá‘)
POEMA 1

cheguei a un lugar onde a dor impide o pensamento, o cerebro funciona como un fábrica de imaxes -ser máis precisa, un mar de corazóns. Moi ben, polo de agora agrándanse, metamorfoséanse en superficies planas, enchen ese mar, ata o horizonte. Poden suxerir grandes follas de plantas tropicais, carnívoras, logo illas-extensión, de San Brandán, floridas, toda esa área rameada sobre do mar
-búscame na dirección das Indias
enormes, inflados globos escarlatas, aboiando no naufraxio (máis tarde pin-ups, os aventais invadeesas augas, ata a liña do confín)

xxxxxxser fiel
xxxxxxnon escribir nunca esas palabras

xxxxxxídolos do corazón

corenta anos mirando para o muro, con cristais, mesmo a grande escala no aeroporto de 
Cartago
para que o aire se esgace
e se coroe

 

 

 

POEMA 1

llegué a un lugar donde el dolor impide el pensamiento, el cerebro funciona como una fábrica de imágenes -ser más precisa, un mar de corazones. Muy bien, por ahora se agrandan, se metamorfosean en superficies planas, llenan ese mar, hasta el horizonte. Pueden sugerir grandes hojas de plantas tropicales, carnívoras, después islas-extensión, de San Brandán, floridas, toda esa área en ramos sobre el mar
-búscame en la dirección de las Indias
enormes, inflados globos escarlata, flotando en el naufragio (más tarde pin-ups, los delantales invaden esas aguas, hasta la línea del confín)

xxxxxxser fiel
xxxxxxno escribir nunca esas palabras

xxxxxxídolos del corazón

cuarenta años mirando el muro, con cristales, incluso a gran escala en el aeropuerto de
Cartago
para que el aire se rompa
y se corone

 

 

 

 

(de ‘Charenton‘)
POEMA 1

para que esta beleza sexa tes que imaxinar un muro [(-¿é grande este muro?) (-extensdo)] de ladrillo con contrafortes que reforzan o ritmo; enfronre unha orla de verdura enmarca un portal destruído polo tempo. Unha poeta maior realiza esta travesía todas as mañás, as súas emocións son bastante / como o edificio que pecha o portón, desmanteladas polo abandono. As dúbidas para ela teñen a textura das engrobas e a respiración tenue dun boca a boca -esto ao respecto do esforzo máis ou menos ¿poético?- non sabe se debe ou non seguir arrastrando este código polos estreitos e serpentinos pasos das montaña ou se debe ou non perseverar cos exercicios extenuantes de salvamento e naufraxio, se debe ou non abandonar o que foi teima e xustificación de vida.

agora coloca diante de ti un verdor moi suave (carriza) que medra ao redor das tapas dos sumidoiros ou xeométrico cuadrangular nas beiras das lousas (é unha beirarrúa, non rfai falta dicilo). Nisto repara esta poeta tan devastada como unha arquitectura (ningún acanto, capitel, fuste, dórico) posiblemente o inmoble -nº 15 da rúa B, nunha vila moi estraña, nun país remoto- foi interrompido por unha desaparición, por falta de ánimo, de proxectos… pola corrosión dos anos. Logo un primeiro campo de xeada.

 

 

 

POEMA 1

para que esta belleza sea has de imaginar un muro [(-¿es grande este muro?) (-extenso)] de ladrillo con contrafuertes que refuerzan el ritmo; enfrente una orla de verdura enmarca un portal destruido por el tiempo. Una poeta mayor realiza esta travesía todas las mañanas, sus emociones son bastante / como el edificio que cierra el portón, desmanteladas por el abandono. Las dudas para ella tienen la textura de un desfiladero y la respiración tenue del boca a boca -esto al respecto del esfuerzo más o menos ¿poético?- no sabe si debe o no seguir arrastrando este código por los estrechos y serpentinos pasos de la montaña o si debe o no perseverar en los ejercicios extenuantes de salvamento y naufragio, si debe o no abandonar lo que ha sido empeño y justificación de vida.

ahora coloca delante de ti un verdor muy suave (musgo) que crece alrededor de las tapas de las alcantarillas o geométrico cuadrangular en el borde de las losetas (es una acera, no hace falta decirlo). En esto repara esta poeta tan devastada como una arquitectura (ningún acanto, capitel, fuste, dórico) posiblemente el inmueble -nº 15 de la calle B, en una villa muy extraña, en un país remoto- fue interrumpido por una desaparición, por falta de ánimo, de proyecto… por la corrosión del tiempo. Luego un primer campo de helada.

 

08010

08010

 

 

CARLOS VITALE

RISAS DE COCODRILO

No te engañes.
El de la foto
tan sonriente
ya era infeliz
(tú lo sabes,
bien que lo sabes).

Contémplalo ahí detrás,
público o comparsa,
borroso
incluso en primer plano.

Sonríe
aunque esté muerto.

Si le pides
que se adelante
no da sombra.

Convéncete:
sólo la sombra
no da sombra.

 

 

JORNADA

Tú, de pie, desnuda en la penumbra.
Tu espalda es el arco del conocimiento.
Desde la cama, observo y espero.
Cuando te vuelvas me dirás quién soy.
Sin otra luz que mi deseo.

 

 

ÍTACA

Y si he llegado,
¿qué haré de mí?

 

 

OTRA VUELTA DE TUERCA

Y nada más que sed
y vasos rotos.

 

 

EL ESTADO DE LA CUESTIÓN

Has parado la noche, pero me has negado el día.

 

 

NEUCHÂTEL

No te fíes
de la alianza del lago.

 

 

LIMOGES

Las ramas
arañan
el río
con dedos
atónitos.

 

 

SOBRE UNA ESCULTURA DE FINA OLIVER

De tallos de metal
florecen alas.

 

 

 

 

BERTA PIÑÁN

IN MEMORIAM

Vienes a mi. Conoces los requexos toos
De la casa, la plenitú del aire cuendo l’hibiernu
aporta y quedámonos solos los que solos llegamos.
De qué estraña provincia, de qué absurda estación
de cenices y lluvia vienes a mi esta nueche,
si la muerte, dicen, nun algama más allá
de la muerte. Al par mio miedres colos años perdíos,
esos años que’l tiempu nos traiciona y nos niega,
y una nueche, esta nueche, regreses,
y das vida a la vida,
tu, que namás sabes de la vida la muerte.

 

 

IN MEMORIAM

Vienes a mí. Conoces los rincones todos
de la casa, la plenitud del aire cuando el invierno
asalta y nos quedamos solos los que solos llegamos.
De qué extraña provincia, de qué absurda estación
de cenizas y lluvia vienes a mí esta noche,
si la muerte, dicen, no alcanza más allá
de la muerte. A mi lado creces con los años perdidos,
esos años que el tiempo nos traiciona y nos niega,
y una noche, esta noche, regresas,
y das vida a la vida,
tú, que sólo sabes de la vida la muerte.

 

 

SENEGALESA

Di-yos que pregunten por mi
na aldea de Thiaroye, ellí conócenme,
saben quién ye mio madre y que-y llamen
Ndiémé, saben quién yé la mio hermana Bebé,
cuála ye la mio casa, ellí conócenme.
Di-yos que pregunten por mi a la vieya Misia
que me vio nacer y que me curó del fiebre
y tuvo una vez na ciudá de Thiés a por un diente d’oru,
que pregunten por mi al mio primu Makalou
que lleva a los turistes na so barca de pesca.
Que pregunten a la mio xente, ellí conócenme.
Dí-yoslo. Nun tengo papeles pero ellí saben quién soi.
ellí conócenme.

 

 

SENEGALESA

Diles que pregunten por mí
en la aldea de Thiaroye, allí me conocen,
saben quién es mi madre y que le llaman
Ndiémé, saben quién es mi hermana Bebé,
cuáles mi casa, allí me conocen.
Diles que pregunten por mí a la vieja Misia
que me vio nacer y que me curó de la fiebre
y estuvo una vez en al ciudad de Thies a por un diente de oro,
que pregunten por mí a mi primo Makalou
que lleva a los turistas en su barca de pesca.
Que pregunten a mi gente, allí me conocen.
Díselo. No tengo papeles, pero allí saben quién soy,
allí me conocen.

 

 

DOS GARCES

Aportaren el sábadu. Vímosles
rápido porque esi día entamó
tamién el fríu y chamos
la mañana comentando del tiempu.
Son dos, y preguntóme qué
desín repentinu les trai
a esti árbol precisu, a esti llugar
exactu nel que’l so tiempu
atraviesa, como un signu confusu,
el tiempu nuestru.
Pela tarde falamos d’elles:
«Esta espera suya, inmóvil, terca -dices-,
nun sé qué extraña, antigua imaxe
traza de la vida».
Después quedamos en silenciu, mirando,
espiando la so perfecta quietú
contra les agües que pasen
del hibiernu, y entós,
per un momentu, resumen
pa nosotres la contemplación
del mundu: esti ríu, estos árboles,
el cielu de seronda, el calor,
el fríu.

 

 

DOS GARZAS

Llegaron el sábado. Las vimos
temprano porque ese día comenzó
también el frío y echamos
la mañana charlando del tiempo.
Son dos, y me pregunto qué
destino imprevisto las trae
a este árbol preciso, a este lugar
exacto en que su tiempo
atraviesa, como un signo confuso,
nuestro tiempo.
Por la tarde hablamos de ellas:
«Esta espera suya, inmóvil, terca -dices-,
no sé qué extraña, antigua imagen
traza de la vida».
Después quedamos en silencio, mirando,
espiando su perfecta quietud
sobre las aguas que pasan
del invierno, y entonces,
por un momento, resumen
para nosotras la
contemplación
del mundo: este río, estos árboles,
el cielo de otoño, el calor,
el frío.

 

 

 

 

VILMA TAPIA ANAYA

UN TAXI me lleva
camino a casa
guardo una baraja
descabal e incierta
en la cartera
Hundida
solitaria
yo (que no me maquillo)
sólo pienso en llegar
y pintarme la boca
de un rojo excéntrico
llamativo

 

 

IBA SIN NADA que la cubriera
llevaba sus otoños
recogidos
en una cesta
Algunas aves a su paso descendieron
levedad que dejó de ser
junto a la de ella
Entre troncos de abedules
el camino era angosto
Su cuerpo y los árboles
delicadas líneas
que llovían sobre el horizonte
En sus ojos se veía claro:
no la dañaba tener los pies
sobre la tierra

 

 

ENTREGADA al rapto
expuesta
me entrego al follaje
de los paraísos
iluminado desde lo alto
Sigo las largas líneas
de las ramas
y me detengo en el verde
rescatado de la noche
Un gato cruza del mío
al otro lado de la calle
En voz alta digo «gato»… lo nombro
para que esté
Se para
yo no sé en qué momento
Gira su cara
me mira
la endereza y sigue
Nuevamente lo nombro:
ratificado
de un salto nos interna
(estoy ya sobre su lomo)
en el blanco triángulo
de la vida

 

 

NO FALTARÁ quien al pasar
se detenga

Con la cara pegada a las rejas
atento
escuchará los cantos
reconocerá los matices
de los plumajes
y hasta el más leve
temblor de las alas

Entonces podrás abrir la puerta
permitir que se pasee
por tu jardín
enseñarle dos o tres modos
de aproximarse a tus pájaros
de cuidar de ellos
de alimentarlos

 

08009

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DEREK WALCOTT

LOVE AFTER LOVE

The time will come
when, with elation,
you will greet yourself arriving
at your own door, in your own mirror,
and each will smile at the other’s welcome,

and say, sit here. Eat.
You will love again the stranger who was your self.
Give wine. Give bread. Give back your heart
to itself, to the stranger who has loved you

all your life, whom you ignored
for another, who knows you by heart.
Take down the love letters from the bookshelf,

the photographs, the desperate notes,
peel your own image from the mirror.
Sit. Feast on your life.

 

AMOR DESPUÉS DEL AMOR

Llegará el día
en que, con entusiasmo, te recibirás
a ti mismo llegando
a tu puerta, a tu espejo,
y uno sonreirá ante la bienvenida del otro.

Y dirás: siéntate, come.
Amarás otra vez a aquel extraño que fuiste tú.
Dale vino. Dale pan. Devuelve tu corazón
a sí mismo, al extraño que te ha amado

toda la vida, al que ignoraste en bien de otro,
aquél que te conoce tan bien;
y baja las cartas de amor de la estantería,

las fotografías y notas desesperadas,
despega tu imagen del espejo.
Siéntate. Celebra tu vida.

 

 

WINDING UP

I live on the water,
alone. Without wife and children.
I have circled every possibility
to come to this:

a low house by grey water,
with windows always open
to the stale sea. We do not choose such things,

but we are what we have made.
We suffer, the years pass,
we shed freight but not our need

for encumbrances. Love is a stone
that settled on the seabed
under grey water. Now, I requiere nothing

from poetry but true feeling,
no pity, no fame, no healing. Silent wife,
we can sit watching grey water,

and in a life awash
with mediocrity and trash
live rock-like.

I shall unlearn feeling,
unlearn my gift. That is greater
and harder than what passes there for life.

 

 

CONCLUSIÓN

Vivo sobre el agua,
solo, sin esposa ni hijos.
He examinado todas las posibilidades
y he llegado hasta aquí:

hasta una morada recóndita sobre aguas grises,
con ventanas siempre abiertas
a un mar estancado. No elegimos nada de esto,

somos aquello que hemos hecho.
Sufrimos y pasan los años,
reducimos la carga pero no la necesidad

de llevar peso. El amor es una piedra
que se decidió por el fondo del mar,
bajo el agua gris. Y ahora ya no pido nada

a la poesía; sólo un sentimiento genuino
y ninguna fama, ningún lenitivo, ninguna piedad.
Esposa callada, sentados mirando el agua gris,

en una vida que anega
la mediocridad y los tumbos
que da la vida, como una roca.

Olvidaré este sentimiento,
olvidaré este don, que es mayor y más fuerte
que lo que pasa por vida allí.

 

 

 

 

MARGA CLARK

(de FRAGMENTOS DE CENIZA)

Te espero en mi tumba
la noche que florezcan las cenizas.

Ven,
uniremos tu recuerdo con el barro
y mi anhelo con tu renacer.

 

 

 

Mi corazón está manchado de muerte,

no dejes que la aurora lo limpie
con su azul velo.

Sólo me llevo tu recuerdo.

 

 

 

No sé por qué hablo contigo
¡Oh muerte!

ahora que soy un despojo
de un gozo antiguo

ahora que he perdido mi nombre
mi sombra
mi destino.

 

 

 

Tu canto antiguo
descubre la hendidura del vacío,

tu vacío ocre
que enciende la llama de mi desconsuelo.

Tu vacío extinto,
descarnado.

Tu vacío derrumbado
en mi atardecer de arenas
y guijarros.

 

 

 

Recojo tu desaliento
en mis manos empapadas
con tu llanto.

El fuego se ha extinguido

pero el viento adolece
y el mar zozobra.

 

 

 

Acércate a mi jardín nublado.

Las flores deshojadas te abrirán la senda
hacia mis manos.

Ve, cobíjate en mis ateridos brazos
y viviremos tu sueño.

No temas,
la muerte ya me ha abandonado.

 

 

 

Vuelve a tu lecho esplendoroso
de saucos y alhelíes.

Borra tu rastro cobrizo
del surco de la tierra.

En la hora más triste
y encumbrada,

tu tumba descarnada
te reclama.

 

 

 

 

RONNY SOMECK

BLOODY MARY

La poesía es la chica de unos gángsters
en el asiento trasero de un coche americano.
Los ojos apretados como un gatillo. El revólver de su pelo dispara
balas rubias deslizándose por el cuello.
Pongamos que se llama Mary, Bloody Mary.
En la boca aprieta las palabras como el zumo del vientre del tomate
al que antes le han partido la cara
en la ensaladera.
Sabes que la gramática es la policía de la lengua
y que la antena del pendiente
identifica de lejos la sirena.
El volante hace girar el coche, de un interrogante
a un punto,
y ella abre la puerta
para quedarse de pie en los márgenes del camino, como metáfora de la palabra
puta.

 

 

 

CANCIÓN DE AMOR CON UN VENTILADOR EN EL TECHO

Somos las alas de acero de un viejo ventilador.
El tornillo que nos colgó en el techo recuerda
la lengua del destornillador que dio vueltas a sus labios
y el gemido del hormigón en el momento de la penetración.
En un extremo de la habitación la radio está encendida y por el dial
escalan las palabras como obreros de la construcción, de fornidos músculos.
Alguien canta: -Si amarte es un error
no quiero tener razón.

 

 

 

TRIGO

Un campo de trigo se orea en la cabeza de mi mujer y en
la de mi hija.
Qué banal describir de este modo el rubio,
a pesar de todo, ahí crece el pan
de mi vida.

 

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DESPUÉS DEL CONCIERTO DE MUNDO CHILLÓN EN EL CAFÉ DE ALBA

Lo de este viernes pasado fue un auténtico placer: Mundo Chillón presentando su flamante primer larga duración junto a Manu Clavijo (a quien un servidor veía por primera vez).
Así como en el disco la presencia de Manu me parecía excesiva, creo que en directo el tándem es, sencillamente, perfecto. La compenetración de la guitarra de Pedro y el violín de Manu es asombrosa; medido todo hasta el milímetro y dejando a la vez sitio a la improvisación, el muestrario de temas es un lujo…y, si pueden ir a verlos, no duden en pedirles alguno de los temas inéditos que empiezan a mostrar ya sobre los escenarios, porque de ahí surgirán algunos de los próximos pelotazos de la canción de autor en este país (ya ‘De Madrid al suelo’ en una muestra excelente de lo que digo).
Y aquí tienen alguna de las fotos que hice el viernes.

 

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EL 8º PROBLEMA DE YORICK

Yorick 8

 

ELENA ROMÁN

PREONIRIA

Ese sonido como de flauta resfriada no proviene de la tienda de animales, sino de mi barriga. Entré en la tienda para mirar, me compró barata un mosquito, me lo comí, se puso gordo y ahora silba cuando se aburre y me da codazos cuando huele a coñac.
xxSi no se royeran tanto los huesos de cereza, ya habrían brotado en la calle de atrás más de treinta cerezos por centímetro cuadrado, y al mediodía se descansaría. Pero me tengo que conformar con la tundra en el pasillo, con esta selva hasta las rodillas en la que no se me permite enterrar un acordeón al que no haya amortajado antes envolviéndolo en un mono naranja y chispeante. No importa, porque toda eternidad es pasajera y, además, no siempre me apetece inhumar acordeones (no puedo decir lo mismo de los mosquitos).
xxComo hoy es día par, late mi corazón. Lo hará hasta el anochecer, momento en que correrá a juntarse con los tambores. Y yo, intentando reconocer su voz entre otras percusiones, me dormiré abrazada a un listado provisional de afectados por la vida. Luego, al despertar en non, seguirá en su sitio aunque invisible. Con un electroshock le haré salir de su escondite, al norte del mosquito y al principio de un hueso de cereza.
xxLa bengala que llevo clavada en la yugular no me la voy a quitar porque por la noche me gusta abrir los ojos y encontrarme el cuarto lleno de lanchas que me invitan a coñac para reanimarme.

 

 

MUY ACTIVO

Me he venido a la sección de juguetería porque es más popular y menos fría que la mía, y además estoy harto de yogur. hago destacar mi presencia dando saltitos entre Spiderman y Harry Potter, correteando por las baldas, brillando como nuclear, hasta que, al fin, una niña se fija en mí, me señala y les pregunta, encandilada, a sus padres: «¿No es el bífidus activo más bonito que habéis visto en vuestra vida?». Los padres asienten, emocionados, piden ayuda a unos amables reponedores para echarme al carro -pues soy inquieto y espontáneo-, y con el esfuerzo de todos menos el mío soy trasladado a la caja rápida, donde una chica nos recibe con la cabeza y la sonrisa ladeada, y se sincera:»Han hecho ustedes una buena compra. Les felicito. Las correas se pagan aparte. Me llamo Amalia».

 

 

HOMBRE AL AGUA

Al lado de una maleta hay un hombre y a su lado un mar. El taxista con frenillo que lleva al hotel no provoca en el hombre curiosidad alguna. Tampoco llama su atención la hermosa mujer de pelo rojo con la que se cruza en el hall, ella saliendo y él entrando. El hombre mira su reloj, que atrasa; mira el de su habitación, parado. Se asoma a la venta y ve cómo, en el bloque de enfrente, una persiana se convierte en la letrina ocasional de una gaviota. La persona que habita tras esa persiana no advertirá jamás lo ocurrido, porque la mancha se halla en el revés de la persiana y el piso es tan alto que apenas se vislumbra desde la acera. Las gaviotas emiten un sonido como de gallina ladrando o niño soñando (el hombre diría que sus rostros se asemejan a un payaso que murió). No ve gatos porque están en el rompeolas. Está nublado y la playa, prácticamente vacía. En cuanto un rayo de sol se incorpore de una nube y eche a caminar sobre peces ocultos, la gente saldrá corriendo a invadir la arena. En pocos minutos, el agua se llenará de ruido y parejas de ancianos caminarán descalzos por la orilla, casi con prisa. El hombre baja al bar y pide un bocadillo, el número dos. Se queda con hambre y, aunque la pizarra enumere quince tipos de bocadillos, vuelve a pedir el número dos, para qué probar otro, ése le gusta, lomo con queso, otro dos.
xxPiensa acostarse pronto, reponerse del viaje, descansar para no sorprenderse al día siguiente ni el resto de los que completarán su estancia en este lugar. Porque siempre, vaya donde vaya, es el mismo taxista con frenillo el que le recoge y lleva a un hotel en el que se cruza con una mujer a la que no tratará de conocer porque sabe que es imposible, que se perderá calle abajo, que avanzará más rápido que él, una hermosa mujer de pelo rojo y dirección opuesta. Porque en todos los hoteles por los que ha pasado ha visto una gaviota rebozando la persiana de un piso altísimo, así como en todas partes las gaviotas le sugieren gallinas ladrando o niños soñando, y sus rostros le recuerdan a los de una pelota roja de goma muerta. Porque está harto de contemplar cómo se llena una playa para idolatrar a un rayo de sol y, por mucho que lo medite, siempre acaba pidiendo dos bocadillos del número dos. Porque, sea el momento que sea, ningún reloj es fiable y por ello pierde la noción del tiempo. Es el mar quien, en su perenne movimiento, lleva a su encuentro a las mismas personas por los distintos sitios que el hombre visita. Aquí tampoco sacará fotos puesto que lo único que le diferencia de otras ciudades es el color de los edificios y el acento en los bares. El hombre no sabe qué hora es cuando apaga la luz. Al despertar, estará al lado de una maleta al lado de un mar y los gatos en el rompeolas.

 

 

SU PEREZA INTACTA, GRACIAS

Soy una máquina, o eso dicen. Mi labor es la de atender a híbridos de vagos del siglo cuya mayor proeza consiste en introducir unas monedas por la ranura. No les basta con los productos precocinados que sólo hay que calentar un minuto en el microondas. En busca de que se les dé todo hecho, acuden a mí. Hablando de ellos, por ahí viene uno.

xxHola, cariño, ¿cómo estás hoy?, ¿qué te apetece comer?, ¿te frío unos huevos y unas patatas?, ¿o prefieres pollo?

xxQuiere tortilla de patatas. En cinco segundos se la hago, porque soy una máquina. Pero cuando saco mis brazos articulados para entregársela, advierto, por su expresión, que no se conforma con que se la ofrezca. Éste no es un híbrido: es un vago puro, sin mezcla.

xx¿Qué quieres?, ¿que te la parta en trocitos y te los vaya colocando en la boca? ¿Y a que también vas a querer que te mueva la mandíbula evitándote el esfuerzo de masticar?, ¿y que luego te masajee suavemente la barriga para procurarte una buena digestión? Venga, mastica bien: ésta por mamáaa, ésta por papáaaa. ¿Qué? Está rica la tortillita, ¿eh?

xxDice que sí. Es muy feliz. Le doy unas palmaditas en el hombro y aquí terminan mis servicios en función del importe exacto. El eructo lo pone él. Me voy acostumbrando.

 

 

UN PEQUEÑO TROZO DE NOCHE

Milagros ya no trabaja aquí. tenía el turno de noche y, no pudiendo dormir con la luz del día, fichaba agotada, somnolienta. Recibió en su buzón la publicidad de lo que pudiera ser la solución de su problema: se vendían trozos de noche para ventanas de todos los tamaños y diseños. Compró uno pequeño para el ventanuco de su cuarto y no averiguó cuántas estrellas contenía, porque se durmió enseguida. Como siempre es de noche en su cama, no se despierta. Ya no la esperamos. Hemos puesto, en su lugar, una máquina de café. Funciona.

 

 

 

 

ANTONI DEFEZ

ESCALOFRÍO

En la acera, a plena luz
dos cuerpos se funden encarnizadamente,
las bocas juntas,
se comprimen, apenas se ven,
la sangre hierve, quema el tórax,
intercambian saliva, caricias,
las manos que aprietan, los dedos que buscan,
giran un poco, se elevan,
imperceptiblemente crecen,
menguan, suben,
se roban el oxígeno,
respiran uno en el otro,
se devoran,
están a punto de caer.
Se miran perplejos, avaros, confusos.

En el taxi un escalofrío recorre la espalda
de un hombre desconcertado que se esconde
instintivamente en el asiento de atrás
para evitar ser descubierto:
la hija, aún adolescente, se entrega
humeante a aquel macho desconocido.

Y con la boca áspera, sintiendo
todavía el tajo de aquella cuchillada,
el hombre desvía la mirada y ve
el cumplimiento brusco de una naturaleza
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxinexorable.

 

 

 

 

JULIÁN CAÑIZARES

EL ESCRITOR

Este escritor es el más misterioso del mundo.
Ha publicado numerosos libros. Ha tenido buena acogida
por parte de la crítica; también del público.
Los editores se pelean por sus obras. Él lo sabe.
Sus palabras son asequibles. Es cordial con la prensa.
Su vestimenta y sus actitudes son muy normales.
Sin embargo, hay algo misterioso en él,
que lo diferencia del resto del mundo.
En sus libros, en el apartado de biografía, se indica
el año de su nacimiento, y el de su muerte.
Cuando se le pregunta sobre este extraño dato,
él no responde. Sonríe y solicita otra pregunta.
Nadie nunca ha sabido por qué ese extraño dato.
El año de su muerte con tanta exactitud,
cuando todavía está vivo, y con un margen amplio.
Hace unos días se ha terminado el año.
El de la muerte. La suya. Y hoy, en la televisión,
se le ha visto asistir a la presentación de un libro.
Después ha presentado su nueva obra. ¿Por qué?
¿Qué es exactamente lo que hay después de ese año?
¿Qué podemos preguntarle a partir de hoy?

 

 

MITOLOGÍA

Se citó a un jugador de billar y a un jugador de baloncesto.
En medio de la pista de baloncesto se situó una mesa de billar.
Se cerró la puerta del pabellón. Y desde el exterior
se les dijo: ¡jugad! El jugador de billar abrió su partida.
El jugador de baloncesto sacó de fondo. Tres segundos después,
o quizá cuatro, los dos pararon. ¿Cuánto tiempo
tendremos que hacer esto?, se preguntaron los dos jugadores.
La canasta con su red, la mesa con sus troneras. El vacío.
No sabían que en el exterior no quedaba nadie.
Se habían alejado en un monoplaza de fórmula 1, veloces,
hacia el norte más lejano. ¿Seguimos jugando?, se preguntaron.
Y cada uno volvió a su juego, a la carambola y al enceste.
Cada uno con la sensación de hacer un partido inocuo;
rezando, implorando, deseando que los de ahí fuera volviesen.
Sin saber que aquellos monoplazas podrían tener, en cualquier momento,
un accidente. Sin saber que a lo mejor ya no regresarían.

 

 

 

 

ISALÓ GÓMEZ

SOBREVIVIR NO FORMA PARTE DEL ESPECTÁCULO

I

Yo era como uno de esos viejos almendros
que, en la verja de atrás junto al brocal del pozo
hechos al sol maleducado,
por ímpetu, por presunción, o simplemente
por la más pura demostración de estupidez
florecen en enero;

como si no lo supieran;
como si en años y años de pasar siempre lo mismo
no supieran
que un hielo tonto en marzo
da al traste con el trabajo del invierno.

Yo era como ellos,
con un único afán:
añadir cada año un anillo a mi corteza
y da igual la esencia de la flor,
la dulzura, el amargor del fruto.

 

II

(No tiene por qué quedar
esta sensación de poema inacabado)

Digamos que los árboles, a veces,
disfrutan del reinado del verde de la hierba,
de las amapolas a sus pies,
de las avispas horadando su centro.

Digamos que él, que se había ido,
volvió a mi casa,
a danzar en mi patio,
a sentarse en mi sombra.
Digamos que llegó como un tornado de violetas.

Se hizo de día.
Se hizo de noche.
Y aún estoy aquí,
encadenando escalofríos de por vida.

 

 

 

 

FRANCISCA GATA

A UNA MUJER QUE BARRÍA EL BALCÓN DESNUDA EN LA PLAZA DEL DEPÓSITO DEL SOL

Ayer, hermosa, venía por la plaza, andaba cabizbajo, reflexivo,
rumiando el pan de un pensamiento,
callando mi verdad de estar tan vivo, pues que inútil mortal,
consideraba que no hay mayor prodigio,
y no es derroche, para sentirse ledo,
que una cama bien hecha, con sus sábanas
y una pájara pinta, tan pintada, que de churretes
te tiña la almohada. La tarde olía a palomas mensajeras,
a muchas, defecando, a turbamulta,
y el sol se defendía a mamporrazos
con la cruel y díscola penumbra.
Y fue que, por observar tan singular batalla,
noté ganas de alzar ojos y cejas,
también elevé un poco la cabeza, lo justo
nada más, lo imprescindible.
Y al mirar perdí los imperdibles, pues te vi, hermosa mía,
sin más prenda que una villana escoba
que barría, accionada por tu impulso,
qué de polvo soltaba tu impereza,
parecía que barrieras el desierto y al tiempo,
mujer limpia, liberada,
meneabas los labios con el gesto
de cantar las canciones más ansiadas,
para ser animales en el lecho.
Sólo un mendigo poblaba la placita y al mirarme mirar
miró conmigo y pensó, ya ves tú si no es delirio
que, o bien el tinto tetrabrik estaba malo
o se había pasado en el ingesto.
Qué nalgas, dije yo, y él sin dudarlo mencionó
que el demonio tiene cuerpo y es cuerpo como el tuyo, relicario
aunque despida fuego, mas transforma la vida
en algo muerto. Qué pechos, qué plumón,
quién fuera sueño para entregarse loco
al edredón, a la marea de caderas tan noblemente sanas,
morder, obviando el daño, esa manzana
y así pasar los años o los días.
Quién fuera palo de escoba, aquel palo,
para ser mujer por ti agitado
que, aunque levante polvo,
no te produzca alergia ni prurito,
comparados los polvos con la paja
que en este ojo ajeno se ha clavado.
Y el mendigo: «Hay que ver, yo es que no salgo
seco de este asombro», y más vino y eructos en mis hombros.
El mendigo era un cerdo
y mendigaba para pagar su casa en la playa.
Eso me dijo el muy, muy, muy ladino,
y mecachis, si por Dios, no le aticé,
porque yo estaba, y es fácil de creer,
con una erección que me alarmaba,
porque al verte de lejos, tú barrías,
porque aunque trempara y trepara,
no eras mía, quizás en esa torre secuestrada
tenía algún señor tu lozanía.
Y mis ingles reclamaban oro puro,
de tu piel el chorreo de ambrosía,
de esa boca que adiviné perlada,
quería desprender otras palabras,
las que el amor disfraza de poesía.
Y así estaba que no estaba
cuando noté un calentor en mis pisadas,
oh, terror, era el mendigo que en mis huellas
sin tiento vomitaba mientras yo con los ojos te comía.
Ay qué asco y que dulzura y qué ansia de volar
a tus macetas y libar como abeja, como mosca chupar,
como mendigo seco, el sudor que escapaba de tus piernas.
Pero me fui, porque salió tu madre y me vio tan salido
y tan manchado que al borracho y a mí levantó mano,
como si fuera un acta levantada,
para advertir que venía soldadesca,
que a la guardia civil había llamado,
policía nacional y guardia urbana.
Le faltó por llamar a los bomberos.
¡Joder con esa madre!, no descansa.
Claro que si das a menudo en barrer
el balcón de tus amores, sin blusa, sin enagua,
sin, yo qué sé, un velo que te cubra,
tu madre habrá costumbre de llamada
y habrá costumbre de acudir muy presto,
pues no todos los días te agasajan
con salvar damisela desnudada,
barredora, cuerpo enhiesto, que te pone tan tonto
que tonteas y se te salen los ojos de los cestos
y te dejas vomitar cual papelera,
porque tienes en el cuerpo tanto gusto
que crees que eres tú quien se derrama
contemplando las gracias de la gracia.
Adiós, mujer, ya volveré mañana,
dile a t madre que se introduzca el dedo
de marcar, en esa parte
ideal, si lo que quieres es sentarte,
o darte al ventoseo cuando hay necesidad
o hay cachondeo o pretendes calentar el frío hogar.
En fin, lozana, no barras sin un chal,
no ves que matas, que estás como ese AVE
que dijeron vendrá a Albacete un día de estos.
Adiós preciosa, ponte ropa interior u
otra cosa, no sea que te resfríes y te mueras
y el mástil de mi bandera se me tronche,
qué haré los sábados, si salgo por la noche,
si mi ejército asedia algún fortín,
ridículo estratega pareciera y tú,
mi bien, desnuda calavera.

 

 

 

 

ARTURO TENDERO

C/ HERMANOS GIMÉNEZ, 27

La paja no es mejor contenedor
para las relaciones
humanas que el ladrillo
aunque entre nuestros genes haya briznas
de paja distraídas
durante los furtivos escarceos.
Al final te acostumbras a vivir
lejos de la incomodidad
donde creciste, a ver
una torre de pisos
en el mismo solar donde estaba la casa
que ni siquiera logras recordar
con detalle, aunque la lleves dentro
porque en ella aprendiste a percibir.
La calle era de tierra,
eran otros los ruidos. Si te asomas
a la ventana
del pasado en busca de asideros,
encuentras una vaga sensación
tan pegada a la piel, que es la piel misma,
un indicio que sólo a ti te sirve.
Y se han ido muriendo los testigos.
Te tienes solo a ti, no tienes nada,
hombre de paja. Ni siquiera
sabías de qué era la estructura
hasta que, en el derrumbe,
cayeron a tus ojos los cascotes,
las vigas mezcladas
con la piel de tu infancia.
Y eso eres,
ciudad que ya no existe,
sensación que deambula
como un fantasma
por debajo del hombre que parece
desenvolverse bien entre ladrillos.

 

EL 7º PROBLEMA DE YORICK

Yorick 7

 

 

ELENA ROMÁN

TE DIJE QUE ELIMINARÍA TODAS LAS HUELLAS

xxBarriendo, parece que la casa adelgace. Ya he llenado tres bolsas de basura con sombras, y eso que sólo he terminado con el dormitorio y el salón.

xxLa cocina no la limpio: la exorcizo, y así se marchan los espíritus de las ratas y los vapores de los alimentos caducados.
xxEl espejo de la entrada no me refleja como soy, sino como era la última vez que lo limpié, con una sonrisa de más y una ausencia de menos. Paso el trapo por encima y me enfrento a mi imagen actual. No me gusta. Vuelvo a pasar el trapo, desaparezco.
xxLa alfombra de bienvenida está tan sucia que el polvo ha cambiado sus letras; ahora dice «Adiós». Al levantarla, descubro un beso, intenta huir, lo aplasto, se derrama en rojo y lo borro haciendo bailar las tiras de la fregona sobre él.
xxA través del pasillo, el rastro de agua con detergente se trenza, como arco iris mate.

xxEstoy encerrada en el cuarto de baño. Poco a poco he ido quedándome sin espacio. Comparto la última baldosa con el cubo de agua, de puntillas, agarrada al palo. Hace frío. A mi alrededor, todo es humedad con aroma a pino. Tardará en secarse. Escucho gotear un grifo, pero no sé cuál es, no puedo moverme para ir a cerrarlo y el sonido cada vez es más fuerte, más cercano, más rápido. No lo soporto. Gota a gota forma una palabra: «Desinfección».
xxLo he limpiado todo. Sólo queda una baldosa: ésta, la mía, yo.

xxSin mover los pies, levanto en vilo el cubo de agua. Estirando el brazo, alcanzo a colocarlo dentro de la bañera.

xxMe introduzco en el inodoro y desde ahí friego la baldosa.
xxAhora sí está todo limpio.

xxMe como la fregona.
xxBajo la tapa y anochece sobre mi cabeza.
xxTiro de la cadena.

 

 

 

PARADA EN VERSO

Eva se levanta, se viste, se restaura, se toma un café mientras se peina. Coge el bolso y las llaves, se le escurren, se le caen y, en mitad del descenso, a Eva se le ocurre un verso. Retira la mano que estaba destinada a coger las llaves, imagina que su dedo índice es un bolígrafo y escribe el verso a la inversa en el espejo, mientras un ruido de metales golpea el suelo sin violencia.
xxEva recoge las llaves, abre y cierra la puerta, baja las escaleras de dos en dos, sale a la calle y…la exagera. Lo que es gris lo pinta de azul, lo que es negro, de blanco, lo que es marrón, de rojo, lo que es silencio…de verso, que apunta esta vez en su ombligo, y lo acaricia y lo arruga y se sonríe y se sorprende, pero alguien le increpa y ella se entretiene en no responderle. Se esconde el poema bajo la camiseta, se marcha, y como un eco se eleva, Eva.
xxEstán esperando a Eva. La recibe un hombre a rayas, muy serio, muy tenso, poco generoso, que cuando ella le da los Buenos Días, él tan sólo se los presta. Quiere saber su edad, conocimientos y experiencia. Y entonces Eva se bloquea, y divaga, y suspira, y se emociona, y recuerda en voz alta los felices días de su infancia, y se pregunta qué es poesía, sino la vida misma, y asegura ser Licenciada en Arte y Confección de Versos, haber cursado estudios de Diseño Trágico, y poseer un don innato para la Decoración de Interiores. De pronto, Eva se muerde la lengua, mira al techo, resopla, comprende, y, amablemente le pregunta si podría repetirle la pregunta. Al hombre a rayas se le queda la cara a cuadros, le quita los Buenos Días y la despide, empujándola hacia la puerta con los ojos.
xxEva se va. Eva está triste. Eva se sienta en un jazmín y le sobra la mitad de los pétalos para cubrirse la cabeza y tener la sombra perfecta donde escribir un poema. El poema en el que Eva se hace poema, se levanta, se viste, se restaura, y sale a buscar trabajo en días de lino y prosas.

 

 

 

 

ARTURO TENDERO

TRAIDOR

Siento extraña la tierra
que fue para mis muertos
el único lindero concebible.
Qué viento es este
que contra el rostro afila su cuchillo.
El campo, sus olores,
todo es ajeno a mí.
Sólo vengo a cambiar
la piel de mis problemas,
no a exponer los sentidos
al clima y su amenaza.
Si mi abuelo labrase aquí
delante, con mi edad,
curtido, sudoroso,
cómo reconocernos,
qué recelo feroz,
qué lejos me han traído
los años y los libros,
esta paz mentirosa.

 

 

REGRESO

Está el camino a veces y otras no,
se desanima. Y hemos de buscarlo
en la costumbre, en signos que lo guardan,
como esa vieja casa de campo hecha cascotes,
tomada por insectos, ortigas y reptiles,
antiguos moradores del lugar
que lo han recuperado tras un exilio breve.
Buscamos de reojo algún vestigio
de los que aquí vivieron, de su extinta rutina
sin duda comparable con la nuestra:
olor a pan, sudor, chisporroteo de lumbre…
Y todo lo que hallamos son ciertas presunciones,
inexactas sin duda. Qué fácil se recicla
nuestra compleja trama:
pasiones y hasta hogares que parecen tan firmes
caben en los anillos de una encina.
No es erigir acaso lo que importa,
es mantener en pie lo que encontramos,
aprender a vivir en las antiguas casas,
vestir viejas costumbres, desbrozar el camino
que lleva del que fuimos al que somos.

 

 

 

LEÓN MOLINA

SOY EL HOMBRE ÁCIMO QUE SE ALIMENTA DE LOS MAPAS OLVIDADOS.
El maquis de mi derrota.

 

 

Miro con otoño la chopera que desnuda al viento.
Recuerdo el amarillo que promete.
Las estaciones cumplidas  se recuestan a mi lado, lamiendo la inexistencia que me
envuelve como una placenta.
El tiempo es un gigante perdido en la memoria.

 

 

Soy el almuédano que me llama a una oración que desconozco.
Palabras que quedaron atrapadas en el ámbar del tiempo.
Ciego de su luz, hablo en una lengua extraña.

 

 

El aguacero resuena en el parche de mi memoria. Los truenos son el ruido
de otros mundos que tropiezan con el nuestro. Grandes olas de silencio rumoroso
se estrellan contra la casa. Preparo el café como si fuera a salvarnos.
No hay dolor ahora en no decirnos nada.

 

 

Pero ese cándalo que lanza sus preguntas como fuegos de artificio, consume
las últimas nubes que me he inventado.
La noche encara las bombillas del callejón. Regreso a mi lectura.
Abro de nuevo el libro por la misma página en que tú no estabas.

 

 

Las zarzas esconden muebles desahuciados entre las ruinas.
La aldea muerta.
Sobre un viejo arado convoco a los grillos.

 

 

 

MIGUEL ÚBEDA

LA MUERTE DE SÉNECA

Amante de los ínfimos placeres;
estoico convencido, consejero
y preceptor del príncipe que había
mandado -nada menos- la muerte de su madre.
Disfruta de la cena, en su retiro
cercano a la ciudad, entre fuentes veloces
y pino perfumado, entre rosas,
donde huía el dolor considerado
en tantas ocasiones compañero.
Junto a él, a la mesa, lo acompañan
un par de amigos fieles y su esposa Paulina:
ríen, recuerdan gratos momentos que el verano
ardentísimo en Roma les había ofrecido
al cobijo de aquellos muros frescos,
las veladas pasadas en buena compañía,
los rigores alegres de aquella juventud.

Cae la tarde: afuera va naciendo
la oscuridad plomiza, sin estrellas,
y el cuerpo del anciano se estremece.
Ha oído cómo piafan los caballos,
el choque pretoriano del metal
que rodea la villa como la misma noche.
El tribuno regresa. Nerón le ha ordenado
a Séneca que debe darse muerte.
Un grito en el silencio impenetrable
de la sombra, y el anciano se aterra:
Paulina llora y se desgarra las mejillas.

CASI INCERTIDUMBRES DE JEANNETTE L. CLARIOND

Alga 62

 

 

En otro de los números de la revista ‘Alga’, el número 62 (publicado en otoño de 2009), la revista se abría con dos poemas de Jeannette L. Clariond pertenecientes al libro inédito ‘Casi incertidumbre’. Éstos son los dos poemas:

 

MIRANDO LO MIRADO

Sobre el muro el reflejo.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxNada es lo mirado.
Vivimos entre el resplandor de la dorada copa y asumimos
que todo
follaje
es comienzo, como si al caer el sol
alumbrara
lo no tocado o percibido sino en llana oscuridad.

Lo que importa, después de todo, es la forma, la extensión
que se entreteje entre las piedras deteniendo el líquido
pasaje de una a otra nervadura.

El árbol visto en su redondez, luz en el atrio,
embriagado peregrino.

El amor, como la fronda, oscila acorde con el viento. Álamo
y sangre. Álamo, sangre.
Tengo y no tengo la línea en la palma de mi mano, el liquen
que brilla en el envés, pez de lenta corriente.

Bajo el agua las piedras pulen la transparencia. Bajo el agua
los pies se alejan de la realidad.

 

 

 

SOBRE LA FRONDA Y LA MEDIDA

Cada nombre encierra una discordia
en la raíz
que hunde y alza nuestros pensamientos

hacia la historia de los nardos.

A veces me pregunto si el paisaje
entrega sus frondas para resguardar
o para sumergirse en el fondo del ojo.
(Lo supo Monet, también Magritte.)

Espejeante como río
la verdad
hunde su bruma en el agua:

La luz es en sí misma ausencia.

Y no hay camino que lleve sin tropiezo al punto.
Las palabras, como las notas, envuelven
una doble oscuridad, destellos de un resplandor
buscando abrirse paso.

 

EUGENIO MONTALE TRADUCIDO POR CARLOS VITALE

Alga 58

 

 

Repasaba mi colección de revistas de poesía (y literatura) y me he encontrado con el número 58 de la revista Alga, número que se abría con una selección de poemas de Eugenio Montale traducidos por Carlos Vitale y que forman parte del libro ‘Las ocasiones’, publicado en Barcelona en 2005 en edición bilingüe por la editorial Igitur y que supuso para Vitale la obtención del  IX Premio de traducción Ángel Crespo.

Aquí tienen los poemas que aparecían en la revista.

 

BARCAS EN EL MARNE

Felicidad del corcho abandonado
a la corriente
que diluye a su alrededor los puentes invertidos
y el plenilunio pálido en el sol:
barcas en el río, ágiles en el verano
y un murmullo estancado de ciudad.
Sigue con los remos el prado si el cazador
de mariposas llega con su red,
la arboleda sobre el muro donde la sangre
del dragón se repite en el cinabrio.

Voces en el río, detonaciones en las riberas,
o rítmica escansión de piraguas
en el crepúsculo que se filtra
entre las copas de los nogales, pero dónde está
la lenta procesión de estaciones
que fue un alba infinita y sin caminos,
dónde está la larga espera y cuál es el nombre
del vacío que nos invade.

El sueño es éste: un vasto,
interminable día que refunde
entre los diques, casi inmóvil, su resplandor,
y en cada curva el buen trabajo del hombre,
el mañana velado que lo horroriza.
Y algo más era el sueño, pero su reflejo
detenido sobre el agua en fuga, bajo el nido
del pájaro moscón, aéreo e inaccesible,
era el silencio altísimo en el grito
acorde del mediodía y una mañana
más larga era el atardecer, el gran fermento
era el reposo.
xxxxxxxxxxxxxxAquí…el color
que resiste es el del ratón que ha saltado
entre los juncos o, con su salpicadura de metal
venenoso, del estornino que desaparece
entre los humos de la ribera.

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxOtro día,
repites – oh, ¿qué repites? ¿Y adónde lleva
esta boca que hormiguea en un solo
chorro?

xxxxEl atardecer es éste. Ahora podemos
descender hasta que se encienda la Osa.

(Barcas en el Marne, dominicales, a la carrera
en el día de tu fiesta)

 

 

 

 

NOTICIAS DESDE EL AMIATA

El fuego de artificio del mal tiempo
será murmullo de colmenas al anochecer.
El cuarto tiene vigas
carcomidas y un olor a melones
penetra por el tabique. Las humaredas
suaves que remontan un valle
de elfos y de hongos hasta el cono diáfano
de la cima me enturbian los cristales
y te escribo desde aquí, desde esta mesa
remota; desde la celdilla de miel
de una esfera lanzada al espacio –
y las jaulas cubiertas, el hogar
donde explotan las castañas, las venas
de salitre y de moho son el marco
donde muy pronto irrumpirás. ¡La vida
que te fabula es aún demasiado breve
si te contiene! Entreabre tu icono
el fondo luminoso. Afuera llueve.

xxxxx*****

Y si contemplaras las frágiles arquitecturas
ennegrecidas por el tiempo y el carbón,
los patios cuadrados que tienen en medio
el pozo profundísimo; si contemplaras
el vuelo arrebujado de las aves
nocturnas y al fondo de la sima el resplandor
de la Galaxia, la franja de todo tormento.
Pero el paso que resuena largamente en la oscuridad
es el de quien va solitario y no ve más
que esta caída de arcos, de sombras y de recovecos.
Las estrellas tienen pespuntes demasiado sutiles,
el ojo del campanario se ha detenido a las dos,
hasta las trepadoras son una ascensión
de tinieblas y su perfume duele, amargo.

¡Regresa mañana más frío, viento del norte,
parte las manos antiguas de la arenisca,
desordena los libros de horas en los altillos,
y que todo sea lente tranquila, dominio, prisión
del sentimiento que no desespera! ¡Regresa más fuerte
viento de septentrión que haces gratas
las cadenas y sellas las esporas de lo posible!
Son demasiado estrechas las calles; los asnos negros
que cocean en fila echan chispas,
desde el pico escondido responden llamaradas de magnesio.
¡Oh el goteo que desciende lentamente
desde las casuchas oscuras, el tiempo hecho agua,
el largo coloquio con los pobres muertos, las cenizas, el viento,
el viento que tarda, la muerte, la muerte que vive!

 

DESPUÉS DEL ÚLTIMO CONCIERTO DE CARLOS CHAOUEN EN MURCIA

Fue un gustazo volver a ver a Carlos hace un par de semanas después de una buena temporada, y aún más si por quien viene acompañado es por un grupo de bandoleros entre los que se incluyen Enrique de Juan y Juan Medina.
El concierto, en general, fue un auténtico gustazo y, del disco nuevo, además de que el single me parece magnífico, aún estoy intentando asimilar un temazo como ‘Quiero vivir’, en el que se hace acompañar por J. L. Campuzano «Sherpa».
Espero que esto se repita pronto, bro.

 

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Chaouen y yo - 2014

 

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OTOÑO DE 2013

Manifiesto 14

 

 

Y aquí tienen algunos textos del número 14 del Manifiesto Azul.

 

ANDRÉS GARCÍA CERDÁN

ELLA SUEÑA CON NUBES

[Karmina Ramírez]

Ella sueña con nubes altas, sueña
con Joe Strummer, con Londres ardiendo,
con las noches del punk. Sueña que Joe
le regala un banjo y que pesa tanto
que no puede llevárselo a casa: se le cae
siempre. Despierta. Traza, con los trazos
de una niña, increíbles escaleras,
siluetas urbanas, muñecos apresados
en una habitación verde, ventanas
abiertas al vacío, chicas de pelo largo.
Sueña que toca el banjo con joe Strummer.
En las cristaleras de todas las tiendas viven
matriuskas y juguetes de segunda mano,
clicks muy antiguos. Sueña con Malta:
allí la esperan ejércitos de olas.
Bajo un cielo absolutamente azul,
con suavidad cruzado por dos o tres islas
blancas, la veo volar sobre esas olas
y comprarse un vestido transparente.
En secreto la oigo cantar una canción
para que no se acabe nunca el sueño.
Quiere despertar para siempre en brazos
de un guerrero de plástico irrompible.

 

 

JOAQUÍN PIQUERAS

ENSEÑAR A LOS CLÁSICOS

Y mostrando la mejor de sus sonrisas,
confesó la alumna de Filología Hispánica
a su profesor de Literatura:

-Si hay algo que humedece mis ojos
y hace palpitar mi cuidado hasta hundirme
en las entrañas de la tierra
es aprender literatura hincada de rodillas,
porque no hay, no existe placer
más grande que tu enhiesto
surtidor de sueños iniciándome
en el suculento sabor de los clásicos,
sentir a través de su plectro sabiamente meneado
a berceo tocándome la campanilla
con su alejandrino cesurado;
al Arcipreste templando mis cuerdas vocales,
al tiempo que susurra entre espasmos
«sírvela, no te canses, sirviendo el amor crece»;
a Manrique con sus ríos que van a dar a mi boca,
a se acabar e consumir;
a Fray Luis, enfurecido león cuando
frecuenta la escondida senda de mis labios;
a San Juan, hiriendo mi cuello,
dejándome despeinada y sin sentido;
a Garcilaso, que de sí mismo él se corre agora;
a Cervantes, Góngora, Lope, Quevedo,
cuatro glandes a mi lengua pegados,
¿y Calderón?, ay, infelice de mí,
apurar a todos los clásicos pretendo.

 

 

NOELIA ILLÁN CONESA

BILBO

xxxxxxxxxxxxxxxxxContigo he descubierto
xxxxxxxxxxxxxxxxxque soy un tipo débil.
xxxxxxxxxxxxxxxxxCarlos Ann

Imagíname borracha por esas calles,
con un vaso apurado en la mano,
buscando el taxi que me lleve al hotel
porque no recuerdo el camino de vuelta.
Imagíname con el pantalón a medio abrochar,
con el rímel esparcido y tecleando el móvil a tientas
para mandarte un mensaje.
Imagíname así,
perdida en la ciudad de las siete calles,
entre Sondica y Zamudio,
testigo del libertinaje más obsceno que puedas,
con los ojos abiertos al júbilo
y la palabra certera de una noche poética.
Y ahora, cuando tengas esa imagen clara,
nítida,
imagínate tú ahí,
inmerso en la noche norteña,
camino del hotel de mala muerte,
militante de mi cuerpo luego,
si encontramos, claro, un taxi de vuelta.

 

 

DIEGO SÁNCHEZ AGUILAR

HIDROCARBUROS

Tenía ganas de pasear. no podía soportar otra noche frente al televisor. Ese parloteo estridente de películas donde hombres y mujeres se afanan en tramas sin sentido. Qué tenían ellos que ver conmigo. Qué tenía yo que ver con sus amores, sus celos, sus crímenes avariciosos. Desde pequeño me ha pasado. No sentirme parte de este mundo, ver a todas las personas como a través de un grueso cristal; observar cómo, desde su mundo extraño y luminoso, etéreo, mueven sus labios, gesticulan.
El ascensor abrió sus puertas en medio del silencio del edificio. Todos los vecinos estaban encerrados en sus cuevas a esta hora, tras sus puertas con mirilla. Entré en la cápsula, dentro de su zumbido y su luz reveladora. La luz del ascensor sabe exactamente quién soy, lo susurra en un zumbido apenas audible. Fue una inmersión larga; tuve tiempo de pensar. No pensé nada salvo en mi respiración simétrica. Por fin se abrieron las puertas y salí a la madrugada.
Las calles estaban desiertas. Los semáforos vigilaban un tráfico fantasma, invisible, que recorría en silencio el asfalto más negro de la ciudad, respetando estrictamente el sincronizado ritmo rojo y verde de las luces. Seguí caminando y desaparecieron las calles. Luego pasé el río, los caminos de la huerta y los ladridos de los perros sondeando las constelaciones, hasta que ya no se veían más que algunas luces lejanas. Era una noche húmeda, costaba respirar ese aire mojado. Los pies se hundían en una especie de fango suave y viscoso.
Cuando mis piernas se cansaron de luchar contra la porosidad del fondo, decidí tumbarme. Encendí un cigarro y, bajo la luz del mechero, la noche se hizo tan alta que me aplastó como a un luminoso pez abisal. A varios miles de metros sobre la brasa de mi cigarrillo, el viento peinaba la superficie del mar.
A mi lado, otros esqueletos blanqueados por la noche y el tiempo reposaban en el fondo, con sus espinas y sus cabezas sin ojos y los pequeños dientes afilados de sus bocas. Mi espalda empezaba a ser engullida por el limo. No puedo expresar con palabras la infinita alegría que me inundó cuando me imaginé en una fosa oleaginosa de hidrocarburos, descomponiéndome entre el carbono inmortal de ballenas, de dinosaurios, de otros peces abisales que encendieron sus lucecitas hace milenios y que serán extraídos junto a mis restos negros y serán luego convertidos en gasolina, que moverá los coches que, allá arriba, empiezan ya a circular, un poco antes de que amanezca.

 

 

NATXO VIDAL

LOLITA

Hay cosas que no puedes decirle nunca a tu mujer. Dicen. Por ejemplo me gustan tus cartucheras. Aunque sea cierto. O esa papada me pone como loco. Aunque te ponga. O desde que estás más rellenita me gusta más cogerte. Aunque te guste. Hay cosas que no puedes decirle nunca a tu mujer. Yo estaba a punto de decirle una. Escuché cómo metía el coche en el garaje, cómo, con el motor apagado ya, dejaba terminar la canción que estaba escuchando y cómo, apenas un minuto después, apagaba el equipo, bajaba del coche, cerraba la puerta y subía las escaleras, con ese ruido de tacones que, últimamente, yo ya no soportaba. Luego abrió la puerta que unía la cocina con el garaje, dejó las llaves dentro del frutero, colgó la chaqueta de la percha y se quitó los zapatos. Hay cosas que no debes decirle nunca a tu mujer. Aunque sean ciertas. Aquella tarde, además, todo apuntaba a que su estado no era el idóneo para encajar según qué cosas. Alerta de fuego. Nivel rojo. En realidad, su estado nunca era óptimo para encajar según qué cosas, para ser rigurosos. Concretamente, nunca lo era desde que atravesamos la barrera de los diez años de casados. Pero aquel día, especialmente, entró en el garaje con el volumen demasiado alto, tardó en cerrar la puerta demasiado tiempo, subió las escaleras a un ritmo demasiado lento, lanzó las llaves dentro del frutero demasiado fuerte, colgó al ropa en una percha demasiado alta y comenzó a quitarse los zapatos demasiado tarde. Demasiados presagios. Me gustan tus cartucheras. Esa papada me pone como loco. Desde que estás más rellenita me gusta más cogerte. Dime que has hecho algo interesante, me dijo. Yo la miré como miran los niños a la noria, sin saber muy bien dónde mirar, exactamente. He sacado Lolita de la biblioteca. Me gustan tus cartucheras. Esa papada me pone como loco. Desde que estás más rellenita me gusta más cogerte. He sacado Lolita de la biblioteca. Si tu vida sexual no es satisfactoria no debes decirle a tu mujer que has sacado Lolita de la biblioteca. Yo la miraba sin mirarla. Dime qué has hecho tú, cariño. ¿Lolita? Puedes llamarla Lo, si quieres. O Dolores. Estás enfermo. ¿Enfermo? ¿Por sacar un libro de la biblioteca? No. Por sacar un libro de la biblioteca no. Por sacar un libro de la biblioteca donde un cuarentón como tú se lo monta con una niña de doce años y un metro y medio de estatura. Debo reconocer que lo del metro y medio de estatura me sorprendió. Muchas de nuestras amigas no miden mucho más de metro y medio de estatura y no creo que por eso sus maridos, goteando deseo por ellas, sean unos enfermos, como tú dices. Lo de los doce años, vale. Aunque en España las relaciones sexuales consentidas con adultos son legales desde los trece años. Las mujeres de nuestros amigos no tienen doce años. Lo de los doce años, vale. Ya te lo he dicho. Pero no entiendo lo del metro y medio de estatura. Estás enfermo. ¿Enfermo? ¿Y todos estos que han sacado el libro antes que yo? (le enseñaba la hoja pegada a la solapa donde se registran los préstamos del libro) ¿También están enfermos? También. Peri so no los conoces. Me da igual. Enfermos. La gente sólo quiere leer, ¿lo entiendes? Enfermos. Nadie quiere montárselo de verdad con una doceañera de metro y medio por leerse un libro. No seas exagerada. Me gustan tus cartucheras. ¿Y cómo se te ha ocurrido? ¿Has salido a la calle, esta mañana, y has pensado voy a sacar Lolita de la biblioteca? Imbécil. Y a partir de ese momento hizo hacia atrás todo lo que antes había hecho hacia delante. Volvió a ponerse los zapatos, descolgó la chaqueta de la percha, cogió las llaves de dentro del frutero, abrió la puerta que unía la cocina con el garaje, bajó las escaleras con ese ruido de tacones que, últimamente, yo ya no soportaba, subió al coche, puso la música a todo volumen y se fue. Y yo me quedé a solas con Lolita. Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo.Li.Ta. Era Lo, sencillamente Lo, por la mañana, un metro cuarenta y ocho de estatura con pies descalzos. Era Lola con pantalones. Era Dolly en la escuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos era siempre Lolita. Hacía tiempo que la sangre no se me agolpaba en la entrepierna tan deprisa. Me gustan tus cartucheras. Esa papada me pone como loco. Seguro que lo has hecho por motivos literarios. Imbécil.

 

 

MIGUEL ÁNGEL HERNÁNDEZ-NAVARRO

NOCHE DE FIESTA

Sales algo mareado de la fiesta. Apenas logras tenerte en pie. Un regusto amargo recorre tu garganta y casi no puedes contener el vómito. Necesitas aire. Juras no volver a meterte esa mierda. Son las cuatro de la mañana y no hay un alma en las calles. Tampoco hay nada en tus bolsillos. La opción del taxi queda descartada. pero no importa. Son cuarenta minutos. No es tanto. Además, te viene bien andar. Quizá así logres despejarte un poco por el camino. Sólo debes tener cuidado. Como siempre lo has tenido. Cuidado y ya está. Evita el callejón. Y ya está. Hay que rodearlo. Es más largo así, es verdad. Se tarda más. Pero es mejor ser cuidadoso. Sin embargo, esta noche te sientes diferente. Esta noche eres valiente. Esta noche no tienes miedo. Qué puede pasar. Es sólo un callejón. Oscuro y estrecho, sí. Pero un callejón al fin y al cabo. Así que decides atravesarlo. Se escucha un murmullo a lo lejos. Deberías alejarte. Pero esta noche eres valiente y sigues caminando. Entonces ves la escena: cinco adolescentes acorralan a un mendigo al final del callejón, justo debajo de una farola. En silencio, observas cómo se ríen de él, lo tiran al suelo y comienzan a darle patadas y puñetazos. Todos a la vez, sin ningún tipo de orden. Violencia en estado puro. Percibes los golpes secos y se te revuelve el estómago. El vómito agrio casi vuelve a subir por tu garganta. Y entonces te quedas paralizado. Odias la injusticia, no toleras lo que está ocurriendo. Pero ahora no sabes qué hacer ni cómo actuar. Así que intentas pasar desapercibido y volver por donde has venido. En ese momento uno de los jóvenes se da cuenta de tu presencia y te grita algo en un idioma que no entiendes. Es rumano, piensas. Luego, todos te miran y comienzan a reírse de ti. no te persiguen, ni te vuelven a gritar, sólo se ríen. Te hacen gestos y se ríen. Y eso es lo que te descoloca. Y sin saber exactamente por qué, comienzas a correr hacia los jóvenes lleno de rabia, con la cara desencajada y con los puños en alto. Pero cuando llegas a su altura, en lugar de abalanzarte sobre alguno de ellos, gritas algo cuyo significado ni siquiera tú puedes entender y golpeas con toda tu fuerza al mendigo, que emite un alarido que se te clava en los oídos. Entonces, sin pensarlo demasiado, comienzas a darle patadas en el estómago con tal intensidad y violencia que los jóvenes se asustan y salen corriendo. El hombre llora y pide clemencia. Tú quieres parar. Por supuesto que quieres parar. Pero hay algo dentro de ti que no te deja frenar. Esta noche eres valiente. Esta noche es diferente. El indigente consigue evitar una patada y te mira fijamente a los ojos implorando piedad. Y es en ese instante cuando descubres que su rostro te es familiar. Demasiado familiar, piensas. Ves en él los ojos de tu padre. Tu padre anciano, que lleva varios años desaparecido. Te estremeces por completo. ¿Es posible que este mendigo sea el hombre que tanto tiempo has estado buscando? ¿Es ése tu padre? Y la formulación de esta pregunta te hace pegarle aún con más fuerza. Le pisoteas la cabeza una y otra vez hasta que consigues desfigurarle el rostro, hasta que la sangre salpica tus pantalones. Sin embargo, cuanto más le desfiguras el rostro, cuanto más fuerza ejerces con tus pies sobre su cráneo, más se parece a ti. Y su rostro se convierte en un espejo. Un espejo en el que te ves reflejado y que acaba poseyéndote. El rostro eres tú. Quizá por eso poco a poco comienzas a sentir un tremendo dolor en el costado y en la cabeza. Y entonces te detienes súbitamente. Pero el dolor, en lugar de aminorar, se hace más fuerte. Y la única solución para paliarlo parece seguir pegándole, haciéndote un daño terrible, sintiendo su dolor en todos los rincones de tu cuerpo. Hasta la extenuación. hasta extraviarte por completo. Hasta no saber dónde acaba él y comienzas tú. Hasta perder el sentido.
No sabes el tiempo que dura esta locura. Pero ahora, al salir el sol, te sorprendes dando puntapiés a una pared, con los zapatos rotos, los pies llenos de sangre, y una masa de personas mirando fijamente hacia el lugar en el que estás. Te vuelves hacia ellos y preguntas por el indigente. Nadie te contesta. Algunos dejan caer unas monedas cerca de ti.

 

VERANO DE 2012

Manifiesto 12

 

Aquí tienen algunos textos del número 12 del Manifiesto Azul.

 

NOELIA ILLÁN CONESA

ALGO DE ESTRUENDO

Sí, por qué negarlo.
Buscamos a veces los labios vacíos de amor,
algo que no tenga trascendencia.
Y nos basta, sí, eso nos basta:
el machaque de gusto,
el colarnos entre las piernas de un muchacho
y bebérnoslo por puro pasatiempo.
Y que nos dé igual el «luego».
Luego, ¿qué? No importa.
Comer por comer, por el puro placer del comer,
casi como un capricho para el cuerpo,
que seas tan puta como el otro que está en tu cama,
o en tu coche,
o en un portal.
Que te duela el alma o la entrepierna,
que no puedas sostenerte más tiempo a cuatro patas
ni tu piel pueda ya rezumar más sudor.
A veces sí, se necesita:
nada de amor y algo de estruendo.

 

 

INMA LUNA

BOCABAJO

Trasnochar con la ternura de Together
y luego darle vueltas a la cama
comiéndome los números más rojos del reloj.
Me inquieto con cuidado para no despertarte,
me respiro los nervios como un caracol,
haciendo y deshaciendo la almohada,
sacando los pies por la azotea,
subiendo con sigilo hasta la lámpara
y cayendo después en el sueño poblado del Lorazepan.
Madrugar.
Caminar por los mismos adoquines de antes
al son del ritmo silencioso de tacones de goma,
como si por allí nunca hubiera pasado,
haciéndome la nueva,
haciéndome la fresca.
Llegar al sitio que me espera
con su eco caliente de papeles y máquinas dormidas.
Enterarme de noticias grandiosas,
informaciones trascendentes
como que hoy mi padre saldrá y verá la calle
por vez primera en lo que va de año
y que ya cuenta chistes
aunque aún no se acuerde de qué ha comido hoy.
Llegar a casa,
que me estés esperando con la puerta entreabierta
y unos besos de viernes bienvenido.
Cortarme el dedo mientras cocino pollo congelado,
que nos sabe a manjar con un vino que raspa
y nos tinta la boca.
Entusiasmarnos con pisos grandes y terrazas
que nunca podríamos pagar.
Tomar cerveza, visitar a mi hermana,
mirar la cartelera, darnos la piel
como si todo fuesen vacaciones
en un país extranjero,
como si todo fuesen tulipanes,
como si fuésemos capaces de cambiar este mundo
aprendiendo a vivir de otra manera.

 

 

ANTONIO PÉREZ ABRIL

HIJO, CUANDO TE LANCES A LA VIDA…

Sé un buen chico los domingos
Y no le hagas ascos a la sopa.
Recibe alguna hostia,
Lávate los dientes y si te aburres
Lee un libro o hazte una paja.
Ten sueño los lunes
Y ansiedad los martes.
Acaricia la prosperidad de las cosas.

Pero no las hagas tuyas todavía.
Baja alguna vez a los infiernos
Y masca bien las brasas que te dejen.

Solidarízate con el dolor:
Compra algún geranio
Y empuja con gracia el carrito por el super.
Vuelve luego a casa y pégate una ducha.
Pero pase lo que pase, no olvides nunca

Atravesar esa puerta y defraudarlos a todos,
Defráudalos tanto como puedas,
Hasta borrar cualquier imagen que tengan de ti
Y tú mismo dudes de tu existencia.

 

 

JOSÉ DANIEL ESPEJO

BALAÑIANA

Con tono de sarcasmo me preguntan
si intento transformar el mundo con poemas.
Casi nunca respondo o lo hago con metáforas
de feroces Quimeras que es hermoso confrontar
pero que siempre te tragan. Mas yo sé
que cada vez que algún adolescente
se sienta enamorado y elige la poesía
y afila su navaja para hundirla en la coraza
de piedra del Enigma, somos más
contando de este lado, Y sois menos del vuestro,
y aunque bien es verdad que este país no es soleado
ni dispone de ejército ni las aguas son puras,
nuestras palabras no son inocuas. Y pesamos.

 

 

DAVID LÓPEZ SANDOVAL

VINTAGE

A lo mejor resulta que las cosas
envejecen también y que la misma
lealtad a lo que una vez mostraron
les procura esa sensación, que es marca
de la casa, de andar algo perdidas.
Recuerda, por ejemplo, aquellos discos
de Dylan que tu padre te dio, cuántas
veces los escuchaste convencido
de tener un tesoro; y sin embargo
ahora ya no sabes en qué caja
los metiste o, lo que es peor, siquiera
eres capaz de oírlos con agrado.
Mira, si no, estos cuadros de familia,
o incluso las primeras ediciones
de Valle o de Baroja, date cuenta
qué poco dicen hoy a quien se muere
por salir de la jaula de sí mismo.
Y sin embargo, ¿no es esto una excusa?
Porque en realidad, después de todo,
sucede que las cosas van ganando
galones casi tan rápidamente
como tú vas perdiendo facultades,
y que aunque tú no seas ya capaz
de amarlas, ellas tienen confirmada
la eternidad y un día en el amor
que los otros, sin duda, han de otorgarles.
Y eso es una verdad como un templo.
Y otra verdad es, nunca has de olvidarlo,
que ahora, a estas alturas de tu vida,
matarías por ser igual que ellas.

 

 

JOSÉ ÓSCAR LÓPEZ

NUEVA ZELANDA

Arranqué pedazos de mi alma, los cocí e hice ladrillos con ellos. Muchos ladrillos: había material de sobra. Con los ladrillos hice un muro, un muro no: otra cosa, no sé qué, ocupé con ella la plaza de mi pueblo y seguí construyendo para hacer más grande eso, lo que fuese eso. cada vez más y más grande. No sabía qué podía ser, salvo que era grande, podía subirme encima y me subí: seguía mi labor desde allí, no paré hasta ver pequeños los pájaros, la gente, las nubes, los aviones, las azafatas de los aviones me saludaban al pasar, al parecer me había convertido en una celebridad, no, eso no, deliro: pero es que una me enseñó los pechos. Salí del país, del continente, vi la tierra y el mar, se separaban debajo y yo era un Moisés geoestacionario, no por nada, es que los satélites geoestacionarios circulaban como locos a mi alrededor, arremolinándose como moscas en el frío verano de las playas del espacio exterior, la línea de costa del cosmos, pero no había dúplex ni resorts, menos mal, ¿menos mal? la Tierra y el Sol, con mayúsculas, por ejemplo: una vez vi una escena parecida en Superman, pero yo prefería pensar en satélites, todo menos heroico y más mecánico: podía haber sido uno de ellos, pulular como una mosca programada por ahí arriba y emitir zumbidos hacia abajo, burlarme de mis receptores, ronronear en el regazo de sus máquinas, también hacia el sol, a ratos, pero decidí seguir mi camino, seguir con mis ladrillos, no podía parar, ¿por qué iba a hacerlo, si tenía la opción de seguir subiendo incluso hasta ese punto en el que subir o bajar son la misma cosa, dos correas para el mismo perro, los dos pechos de la misma azafata, pechos que brincan a mi paso, que vibran a cámara lenta en mis noches más calientes? A un lado o al otro ya no era más que continuar o dejarlo y dejarlo era de idiotas, así que seguí añadiendo ladrillos, cociendo más y más pedazos de mi alma para hacer ladrillos con ellos, tenía alma para rato, no acababa de sacar pedazos nunca, una suerte de reino de Jauja, maná moral cayendo del cielo de mí mismo, y hablando del cielo: pasé Marte y Júpiter y después Plutón, ese pobre, estúpido ex-planeta. Ahorraré detalles: llegué al fin del universo y vi el rostro de Dios padre. No, no el rostro de Dios. Vi el final. No hay final. Quiero decir que empecé otra vez de cero. ¿Hola? ¿Alguien ahí? En mi pueblo me miran raro, mientras cuezo ladrillos, después de saludar: me queda alma para rato. Empiezo la ascensión aunque esta vez quizás me quedé a esta parte de la órbita geoestacionaria, orbitando aquellos fulgurantes senos que entreví una vez, dedicados para mí, que la azafata guardará esta vez para sí misma, acaso ya en la otra parte del planeta, en las mimas antípodas.
Por lo que tengo una idea: sigo excavando, pero también ahora en la tierra. Construyo un túnel, no, un túnel no. ¿Aparecería en Nueva Zelanda, vería algún día el rostro verdadero de mi alma?
ya fuera de bromas, ¿existe Nueva Zelanda?

 

 

NATXO VIDAL

MILLÁS NO ESCRIBE NADA BUENO

Hacía tiempo ya que me sentía mal. Al principio fueron síntomas sin importancia: dolores de cabeza, tos, molestias en el cuello. Luego empecé a encontrarme peor: me dolían las tripas, vomitaba, me temblaban las piernas y veía el cielo gris todas las tardes. Y los domingos se me caían las cosas de las manos. Después vinieron las pesadillas y el insomnio, las supuraciones, la hipertensión y hasta la halitosis; empecé a perder pelo y las uñas dejaron de crecerme.
Entonces decidí leer a Millás, pensando que me ayudaría. Sabía que él habitaba un mundo donde nada es lo que parece, lleno de fantasmas y de dolores lumbares, de vértebras desencajadas tras el primer sueño, de suegras muertas que se aparecían… No me fue bien y, además, me aficioné al gintonic.
En sus textos hablaba de psicoanalistas y psiquiatras. Ahí debe de estar la solución, pensé. Escribí a su editorial y pregunté cuál era el suyo. Dirección, teléfono y tarifa, dije. Me lo contaron todo.
Fui un miércoles por la mañana. Me recibió una señorita con orejas grandes y desnuda de cintura para abajo, con un cartel colgado de la blusa: no creas siempre lo que tus ojos digan. nada es lo que parece, y más abajo doctora Lucía martín. me acomodé en el diván. vengo de parte de Millás, le dije al otro médico; y luego les conté el problema.
Todo empezó hace unos doce años, dije. Dolores de cabeza, molestias en el cuello. Y así hasta hoy, los nervios, la hipertensión, la caída del cabello, los vómitos o la halitosis. Su problema es que se empeña usted en ver la realidad, me dijo. Cierre los ojos. Imagine que su mujer le quiere. Que su trabajo le hace feliz. Que sus hijas le consideran un buen padre. Imagine que España es una república con políticos capaces, que la justicia cumple, que la vergüenza existe, que la escuela pública es reconocida como se merece, que la iglesia hace lo que debe y que el mundo gira cada día seguro de sí mismo, camino de un futuro mejor. ya lo veo, dije. Entonces conserve esa imagen y no abra los ojos mientras se los sacamos. Entró a la sala la misma señorita que me había recibido (lo supe por el olor) y me arrancó los ojos mientras me susurraba cosas bonitas al oído. Ahora verá sólo lo que quiera, dijo. Se sentirá mejor. La próxima semana le extirparemos los oídos. Y a la otra le prohibiremos la lectura. A partir de entonces, dijo mientras cogía mi dinero, será, sin duda, el hombre más feliz del mundo.
Debí haber escuchado los consejos de mi padre. No leas a Millás, me dijo. No escribe nada bueno.

 

 

ÁLVARO PINTADO GONZÁLEZ

AUTODEFINIDO

1984. The Doors. Izquierda Unida. Eduardo Lago. Confederación General del Trabajo. 1.100 euros al mes. Periodista. Cerveza fría. Soltero. El show de Truman. El Principito. Ateo. No me gustan las etiquetas.

 

VACÍO 2.0

En apenas 10 minutos y después de varios golpes de teclado borró su identidad para siempre. Había decidido eliminar su correo de hotmail, su cuenta en badoo, su perfil de twitter y facebook. Vacío de contenido, vacío de vida 2.0 y de esperanza, aquella mañana se arrojó naturalmente desnudo al mundo. Había decidido retomar su vida. Fue más fácil de lo esperado.

 

OTOÑO DE 2011

Manifiesto 11

 

 

Aquí tienen algunos textos del número 11 del Manifiesto Azul.

 

ANTONIO PÉREZ ABRIL

LETRAS DE CRÉDITO

Ahora sé que la vida tiene ese rumor alborotado
De hojarasca, de lluvia, de acordeones y nostalgias.
Quizás la noche dé sentido a las cortinas,
O un aliento a la nuca más anónima.
Pero yo salgo de clase con los bolsillos vacíos
De aulas verdes e imposibles,
Donde a las cuatro en punto de la tarde
Da comienzo la sutil violación a la palabra,
La búsqueda del ser en su prostitución literaria.
Y siento el cuerpo ligero, como de querer volar
Con estas hojas que ahora se levantan con la brisa
En su danza de cópula y serpientes,
Acariciando el sudor de los cuerpos,
O el deseo de las calles, un deseo de poema,
De poema que empiece por la palabra amor o silencio.
Y así, con el cuerpo manso, como de huir con las hojas,
Voy camino de casa atravesando bares cerrados
Hacia la guarida de llaves en su cuenco,
De abrigos en las perchas y sábanas deshechas
Escondiendo alguna soledad definitiva.
Y antes de doblar la última esquina,
Con los pájaros ya dormidos en sus pupilas de ceniza
Veo levantarse a mi espalda
Unas letras blancas sobre fondo negro,
Unas letras de crédito con la palabra fin
Mientras abro la puerta de casa y desaparezco.

 

 

DAVID LÓPEZ SANDOVAL

LECCIONES DE LA VIDA

Si nescis, oculi sunt in amore duces.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxPropercio

No ceses de hablar nunca, joven Cintia.
Y déjame que ahora recupere la presencia del dios.
Y que me eche a reír cuando tú ríes.
Y que adopte esta pose de interés
ante anécdotas que, por edad, ya he superado.

Habla, habla y no te importe adiestrarme en las cosas de este mundo.
Cuanto en ti veo me recuerda lo que he sido;
eso es precisamente lo que buscan los hombres como yo
en cuerpos como el tuyo.

Habla, amor mío, mientras en tus ojos me sumerjo,
y en sus aguas, tan mansas como un músculo en reposo,
hago como que escucho lo que dices
y sobre mí desnuda te imagino
dándome todas tus lecciones de la vida.

 

 

JOSÉ ÓSCAR LÓPEZ

IMAGINABA UN LAGO

Imaginaba un lago y le faltaba el oxígeno.
Sus familiares subían la escalera a toda prisa y corrían hacia su dormitorio, alertados por sus gritos y por un ruido extraño, inexplicable allí dentro, como de chapoteo.

 

 

DAVID MORENO

VIDA POSTIZA

Se miró al espejo. Se quitó la peluca y los pendientes, limpió su rostro de los restos de maquillaje y guardó raudo y veloz los zapatos de tacón en el armario. Seguidamente cogió una cerveza de la nevera y se sentó en el sofá para poner un partido de fútbol en la televisión. Su mujer estaba a punto de llegar.

 

 

JOSÉ DANIEL ESPEJO

LA PLAYA DE TODOS LOS DOMINGOS

xxA los niños domingueros se les reconoce, cómo no, por el corte de la camiseta de tirantes que llevan de lunes a sábado. Son los reyes de la playa un rato, de tres y media a cinco y media, pero su reinado no es total ni siquiera en esas dos horas, porque tienen prohibido bañarse debido a los cortes de digestión. Luego vuelven al agua, pero ya están allí esos otros niños, con quienes jamás se mezclan. Empiezan infinitos castillos de arena y no los terminan, porque son las siete y mamá los llama a gritos para que recojan los trastos. Tienen demasiados trastos que deben ser lavados uno a uno. Hay más gritos, después, porque papá no quiere ver ni un grano de arena en esos pies que están a punto de subir al coche. Siempre salen tarde, enfadados, agotados y tristes, y en eso se parecen a sus padres, que finalmente se resignan a largas retenciones en el camino de vuelta.
xxPero no vuelven de vacío. Llevan consigo mucha arena. No en los pies, es cierto. En el culo. Como de contrabando. La verá mamá más tarde en el baño y no podrá creerlo, como todo domingo playero. Hará algún comentario despectivo, pero luego dará sus besos y encenderá el ventilador del techo y cantará una canción que los transportará hacia el sueño.
xxY saben qué. También están las manadas de adolescentes domingueros, que no cargan con sombrilla ni mobiliario plegable, sino apenas una mochila que contendrá: una toalla, un bocadillo de tortilla envuelto en papel de aluminio (de plata), crema solar, un reproductor de mp3 y una botella templada de tinto de verano Sandevid. En el mp3: techno, Estopa, Platero y tú y Lady Gaga. Hay dos chicas a las que los demás no hacen mucho caso, para las que ya es hermoso haber sido invitadas por la pandilla de la pedanía. Una tiene un poco de sobrepeso, la otra apenas rellena el bikini con los pechos, y no saben qué decir. Participan de soslayo en los juegos de pelota y las aguadillas. Miran y sonríen a los machos alfa del grupo, pero no les dirigen la palabra. La chica espigada recibe una aguadilla de uno de ellos, no se sabe cómo. A ciegas, tratando de sacar la cabeza del agua, palpa los músculos de David y se rinde a una extraña sensación de indefensión sexual que la deja excitada y confundida el resto del día. La escena no se repite para ella (para las otras, para las tetonas y descaradas, se repite muchas veces, e incluso el gallito las premia con una erección que es celebrada con risas y deseo). Las chicas impopulares suben las primeras al autobús y el resto del grupo se sienta más atrás, desde donde no se distinguen las conversaciones. Ellas no hablan de nada mientras anochece en el camino de vuelta. Pero también traen arena de contrabando. En el vello púbico, en los pliegues de los labios de la vagina y en el ombligo. Aparecerá después, durante la ducha caliente que las espera en casa, mientras llaman a la puerta del baño para que se den prisa.
xxToda esta arena va un lugar. Pasa por el desagüe de la ducha pero no entra a los conductos sépticos. Es filtrada. Alimenta la Playa de Todos los Domingos, cuyas arenas son míticas por su blancura y su suavidad. Donde los niños no son llamados a recoger los trastos y elevan torres defensivas hasta que se hace de noche. Donde brillantes bicicletas los esperan para ir a jugar después de eso y sus hermosas madres los acogen en el regazo bajo la luz de las estrellas. Donde las adolescentes desmadejadas y prepúberes ayudan a los chicos a encender hogueras, y beben y fuman marihuana y tienen historias que contar y se bañan desnudas a medianoche y abrazan y besan en el agua a muchachos súbitamente desinteresados por el mundo del tuning. Y también los solipsistas del mundo que sólo registran y escriben los pormenores de este paraíso vacacional tienen permitida la entrada, porque trajeron tanta arena en sus inadecuados zapatos, de contrabando, el domingo en el camino de vuelta.

 

 

PEDRO PUJANTE

NOCHE DE ESPEJOS Y AMORES PÓSTUMOS

Se miraron lentamente en la penumbra grisácea del cuarto. La lluvia furiosa golpeaba los cristales. Un frío silencio, un hombre y una mujer poblaban la estancia. El espejo les devolvía la imagen nítida pero improbable de dos amantes que ya lo habían perdido todo. Ella improvisó un guiño, sin palabras y el enjugó su llanto amargo. Era una tácita despedida. El silencio lo decía todo. Pero la casa era aún de ambos. Los finales no ocurren tras el punto y final. Y sin preámbulos a un destino distinto e incierto comprendieron que todo había acabado. El amor había desfallecido. O ellos lo habían matado. Ya daba igual. Abandonaron la estancia. Se distanciaron como nubes de otoño zarandeadas y rotas por la tormenta. La noche cayó como un párpado arrugado y ceniciento. Ella durmió en la cama y él buscó refugio en el exiguo sofá. Pero en la obscura tibieza de la madrugada algo se movió en el espejo. Una sombra se irguió en el tenue cristal. El reflejo de él, aún enamorado e inverso, se desplazó por ese otro mundo de contrarios e imágenes intercambiadas. Buscó el reflejo de ella. Lo encontró. Yacía en el espejo del dormitorio. reflejando aún a su dueña que dormía embriagada en el dolor de las febriles y póstumas jornadas. Mientras, en este lado los amantes destruidos por la rutina dormían. La abrazó sin ruidos. La amó en el murmullo quedo de la noche que se fraguaba detrás del espejo. Pero un leve crujido asistió al silente momento. Ella, la real, despertó y encendió la luz. Contempló horrorizada el espejo. Sin comprender. Sólo desazón o desvarío. No vio su acostumbrado rostro. En el insólito cristal su reflejo postergaba el sueño y la caricia con el reflejo de él. No era posible. Será un sueño intenso. Intentó despertar en vano. No soñaba. Vocalizó un rotundo grito con el nombre del que había amado tanto tiempo. Éste despertó asustado en el solitario sofá. Surgió veloz en el umbral de la alcoba y, junto a ella, contemplo el obsceno reflejo. Los amantes del espejo retozaban ausentes en el reflejo de la cama. Sintió amor o celos de sí mismo. Una angustia inusitada acudió a su garganta. Ella le miró. Sintió deseos o envidia de la otra pareja que moría de pasión en el cóncavo espejo. Juntaron sus tímidas manos. Contemplaban absortos la escena. El miedo cedió lentamente. No se dijeron lo que ambos ya sabían. Y comprendieron que aún los rescoldos de sus vidas exhalaban los vestigios inciertos de otra primavera. Otra primavera. tal vez la última. Pero otra más. Se fueron a la gélida cama y solaparon de nuevo sus cuerpos errabundos y anhelantes a la imagen díscola del reflejo. Recobraron la normalidad. Y se amaron otra vez. Y volvieron a poseer tenues reflejos que imitaban sus suspiros y sus besos de una forma lógica y rotunda. Al alba, otra vez enamorados, temieron que le espejo no fuese fiel a la costumbre.

 

OTOÑO DE 2009

Manifiesto 8

 

 

Aquí tienen algunos de los textos que aparecieron en el número 8 del Manifiesto Azul.

 

 

REME PERNI

DESNUDEZ

CORAZÓN. Esta palabra vale para toda clase de movimientos y de deseos, pero lo que es constante es que el corazón se constituya en objeto de donación -aunque sea mal apreciado o rechazado.
(Roland Barthes, Fragmentos de un discurso amoroso)

El ser humano es un animal cubierto de ropa.
Surge, a veces, en la chica, la necesidad de quitársela. Vivir, dijo Luis, es plegar banderas. Por qué no también doblar toda tela y dejarla a un lado. No puede, la chica, por mucho que quiera, desvelar su piel. Busca quien la desentrañe como quien busca una canción que cure. Quiere revelarse como papel fotográfico y al final descansar con la sensación de haber conseguido algo sin adjetivo. Entregarse es lo contrario a una rendición. Desnudos los cuerpos, comprenderemos que todos guardan un mismo rasgo. Y después la pregunta, qué es íntimo.
El lenguaje funciona como un escaparate lleno de cosas brillantes. Entre ellas y tú, el cristal. Pero mis palabras -piensa la chica- ojalá fueran un martillo. Escribe, la chica, como quien se baja la cremallera del vestido, cada oración es un tirante que se desliza, camisetas tiradas en el suelo, las botas solas en una esquina de la habitación y los pies volando al otro lado de la ventana. Quién eres tú para desnudarte, se duda a sí misma, esas cosas no se hacen. Y sin embargo, no puede evitar seguir confiando en que se debe a la desnudez.

(Y, algún día, mostrar el lunar que nadie tiene y que nadie ha visto.)

 

 

DAVID LAGMANOVICH

LA TRADUCCIÓN

Aterrado, soñaba con bérquidos, con moltunes, con fastenados. No conseguía librarse de las persilviguas, aunque recibía algún alivio de las brumiscas y mordigeras que encontraba a su paso. Cuando le pudo contar sus sueños al analista, éste le sugirió que intentase una traducción.

 

REGRESAR

Le costaba mucho regresar a la vigilia. Allá, en el sueño del soñar, se sentía bien. Era un exilio gozosamente aceptado. Pero cuando por fuerza quedó del otro lado, descubrió dentro de sí un sentimiento distinto: la nostalgia por lo que había dejado atrás.

 

CONQUISTADOR

Su ambición era simple: conquistar el mundo, según la estrategia que elaboraba cada noche. En un sueño agitado surgió el plan que juzgó perfecto. Al día siguiente lo expuso en el consejo vecinal de su aldea, pero ninguno de sus colegas lo entendió.

 

DÍA DEL PADRE

Éramos una multitud y celebrábamos el Día del Padre. Todos éramos hijos e hijas, pero no había padre alguno: los habíamos exterminado mucho antes. Fue una hermosa fiesta.

 

 

PEDRO GUILLERMO VARA

LA AMENAZA

xxEnciendo el computador, un cigarrillo, acomodo mi café e inicio la rutina de revisar lo que he escrito la noche anterior. Luz, me digo, necesito luz y descorro la cortina de la ventana que da al patio.
xxBusco un archivo y de pronto siento una presencia tras la ventana. Levanto la vista y lo veo: su mano derecha sostiene una lanza que se pierde en lo alto; en su testa, un casco con una visera movible que protege sus ojos, las mandíbulas, la nuca y que remata en un penacho con una cola que onde al viento; un peto de cuero dibuja sus músculos del tórax; un manto de piel de cabra cae desde sus hombros; un escudo en el brazo izquierdo; una espada al cinto; un arco y un carcaj terciados a su espalda.
xxEl centinela barre con su mirada el infinito, más allá de los muros. Desde la explanada Aquiles, desnudo, como loco, le hace gestos exhibiendo sus testículos. No le hace caso, el soldado está acostumbrado a estas obscenidades después que Aquiles perdió a Patroclo en la última batalla.
xxUna barba de días cubre el rostro ceñudo del centinela. Adivino que observa a los Aqueos que acampan en lontananza en este largo asedio que se prolonga por diez años.
xx¡Mierda!, murmuro, aprieto la tecla «Suprimir» y el Troyano desaparece.

 

 

DIEGO KOCHMANN

COLABORADORES

…y en esta extensa pradera descansan los valientes que le permitieron a Guillermo Tell adquirir la experiencia suficiente para poder presentar su espectáculo en público.

 

DRAMA ESCOLAR

La niña lloraba sin consuelo en el patio de la escuela. había entendido que fue víctima de una broma cruel, nada de cierto había en las cartas de amor que había encontrado en su mochila, nada real en ese encuentro tan anhelado al lado del árbol durante el recreo. Pobrecita, ¿cómo podía imaginarse que otros ojos también lloraban desde el aula de sexto grado, en el primer piso, que lloraban y no se animaban a bajar?

 

 

ESTEBAN DUBLÍN

ABORDAJE

No crean, para mí tampoco fue fácil eso. Verla tan bonita y llorando, como suplicándome un minuto más. Al menos un abrazo más. Se iba a España y sabrá Dios si algún día vuelva. Tal vez nunca la vea de nuevo. Sollozaba, como si no hubiera remedio posible y yo, claro, que no soy de palo, pues me quebré. Porque tal vez muchos crean que soy un insensible, pero no, soy un hombre de carne y hueso. Nadie sabe lo que sufro yo en momentos como esos. «Siga, señorita», fue lo último que le dije mientras le devolvía el pasaporte para atender al siguiente pasajero.

 

SECRETO

Cerré la puerta sin hacer ruido y fui a acostar a los niños. Por ningún motivo podía dejar que se enteraran de qué había en el sótano. Siempre esperaba a que estuvieran lejos, sacaba el plato de lentejas y lo bajaba sigilosamente. Me aseguraba de que no entraran cerrando con doble llave y colgándome las llaves como un collar. En todo caso, a pesar de las precauciones que tomé, un día les ganó la curiosidad y me siguieron. Cuando descubrieron lo que pasaba, no tuve más remedio que dejarlos ahí con su padre.

 

HÉROE

Cansado de injusticias, ideó una revolución. Pero al querer desenvainar su espada, el mármol que lo cubría de pies a cabeza lo detuvo en seco.

 

INVIERNO DE 2008

Manifiesto 6

 

 

Aquí tienen tres microrrelatos que salieron publicados en el número 6 del Manifiesto Azul.

 

JOSÉ EDUARDO MORALES

AQUELLA LENGUA

xxAquella lengua era, sin duda, la más experta que jamás se le había metido dentro. Qué dominio, qué precisión, qué maestría. Se movía lenta y se arrastraba con una delicadeza inaudita, sorprendente, fabulosa.
xxLas lenguas anteriores habían sido bruscas, inexpertas, rudas, pero aquella lengua… Aquella lengua le estaba proporcionando un placer sublime, un gozo extraordinario, unas expectativas supremas: sentía cómo incidía aquí y allí, y más acá, y más adentro, porque era larga aquella lengua, y eso le encantaba, que le llegase al fondo y le acariciase allá en lo profundo con una sensualidad tan exquisita, y que se lo chupase todo aquella lengua tan lúbrica de aquella libélula cuya cara ya estaba empapada de néctar.

 

 

SANTIAGO EXIMENO

DESEO

xx¿Te has lavado las manos? No dejaré que me toques así, te lo advierto. No yazgo indefensa ante ti, abierta impúdicamente, para que me trates de esa forma. No, no permitiré que roces con tus sucios dedos, que hace un instante acariciaron tu lengua.
xxNunca habías venido a buscarnos, nunca nos habías necesitado. Te bastaba con tu mujer, con tus hijos, con tu trabajo. ¿Por qué has venido? ¿Tanto tiempo has tardado en reunir el valor para entrar aquí? Antes te burlabas de los que venían a este lugar, antes vilipendiabas a aquellos que buscaban solaz en nosotras.
xxNo te entiendo. No entiendo que, entre todas ellas, me hayas escogido a mí, la más vieja. Careces de criterio, pues nunca nos sentiste entre tus manos, pero antes de tocarme, dime una cosa.
xx¿Qué ha hecho que, entre todas las novelas de esta biblioteca, me hayas elegido a mí?

 

 

BASILIO PUJANTE

VERDADERO AMOR

Le pidió que no mirara a otra mujer y se sacó los ojos.

Le pidió que no hablara con sus amigas y se cosió la boca.

Le pidió que no deseara a nadie más y se cortó el pene.

Harta de que no la mirara, harta de que no le dijera que la quería y harta de que no la follara, lo dejó.

 

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