Archivo
PABELLÓN GENERAL PSIQUIÁTRICO
La semana pasada terminó el Mursiya poética de este año. El último de los recitales lo protagonizó Katy Parra, acompañada por Sebastián Mondéjar.
Con motivo del recital se publicó una plaquette que lleva por título ‘Pabellón general psiquiátrico’.
Dejo aquí los dos poemas con los que se cierra la plaquette.
EL ÚLTIMO TANGO
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxNo puedo ahora frenar
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxla rotación inmensa del abrazo
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxpara medir su órbita.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxClaudio Rodríguez
¿Qué quieres que te cuente del amor
alguien que nunca ha escrito en el poema mariposa o abril?
Yo sólo puedo hablarte
de los escorpiones o de las garrapatas,
de la cara de imbécil que tiene mi vecino,
de lo triste que a veces me resulta
escuchar a Coltrane
sin otra compañía que mis gatos
o del abrigo excepcional de los violines
cuando tiemblan y dudan de su música.
Sin embargo, no puedo hablarte del amor.
Ese altivo juglar no me quiso en sus filas
y ahora estoy aquí como un intruso,
escribiéndote a ti que estás leyendo
y mirando el reloj para escaparte de toda esta indigencia,
que tal vez sabes algo de este tipo
y de sus maniobras,
que también —es posible— te haya dado plantón;
a ti, que desconoces mi lado más siniestro,
el tabaco que fumo
o a qué hora inservible
maldigo las canciones y me arrastro
hasta mi habitación sin dignidad
para seguir bebiendo esta indolencia.
¿Qué quieres que te cuente del amor
quien no pudo medir su abrazo ni su órbita?
PABELLÓN GENERAL PSIQUIÁTRICO
Hoy sólo quiero hablar
el idioma de los pájaros,
asirme a la voz de sus orígenes
y recorrer los pasillos deformes,
desde el acceso principal
hasta el Pabellón General Psiquiátrico,
donde reposa el hombre
ajustando las cuentas con su alma.
Hoy quiero destronar a la cigarra
y liberarla de todas las hormigas,
para escuchar su canto sin destino
y ser un participio de su enojo,
pisoteando infiernos
y devorando sombras.
Tal vez no venga nadie.
Las entradas de urgencia se cierran a las cinco.
LECTURA EN EL INSTITUTO ‘JIMÉNEZ DE LA ESPADA’ DE CARTAGENA
Hace un par de meses, gracias al proyecto de Promoción del Libro, la Lectura y las Letras Españolas, estuve leyendo en el Instituto ‘Jiménez de la Espada’ de Cartagena.
Antes de nada quisiera darle las gracias a Mª Luisa Castellón, a Joaquín Piqueras y a Álvaro Jacobo, así como a todos y cada uno de los miembros de la comunidad educativa del instituto, primero por contar conmigo y después por lo fácil que lo pusieron todo.
Y después, agradecerles a los alumnos de las dos clases que asistieron a la lectura su atención durante una hora en la que espero no haberles dado demasiado la chapa, algo que me han comentado los dos profesores responsables de las clases que asistieron que conseguí. Ojalá fuera así y se pueda repetir, porque si hay algo que me gustaría no dejar de hacer es enseñarles a los adolescentes, desde mi experiencia personal, que la literatura es muchísimas veces cualquier cosa menos un aburrimiento.
Y aquí algunas fotos del evento.
LOS REGALOS DE LOS AMIGOS (LXXXV)
Otra vez, gracias a facebook, la grata sorpresa de la literatura portándose bien conmigo.
Todo el envío que pueden ver en la fotografía ha llegado a casa gracias a Javier Gil Martín.
Gracias, gracias, gracias.
DE ‘EL MAR EN LAS CENIZAS’
PASAN los días
y ni una sola palabra escribo,
pero versos y versos
en blanco se suceden,
vacías y hermosas páginas
sin nada que importe
ni que temer.
ESCRIBIR
como si cada golpe de tecla
—cada contacto de la tinta en el papel—
fuera llevar el dedo a la llaga de la vida
para creer en ella una vez más.
¿CON qué palabras
se manda callar al silencio?
Y pensar,
cuando se agota el depósito
de mi bolígrafo,
que las palabras invisibles
con que araño el papel
son más reales
que estas de tinta.
COMO relojes de sol, en el suelo
las sombras que arrojamos
señalan nuestra hora:
recuerdan que partimos de la luz
camino de lo oscuro.
Alcaraz, José. El mar en las cenizas. Madrid; Ed. Rialp, 2019.
LOS REGALOS DE LOS AMIGOS (LXXXIV)
Ya comenté hace un par de días que ayer estaban Ángel Manuel Gómez Espada y Víctor Peña Dacosta presentando sus dos últimos libros en Murcia.
De Ángel Manuel Gómez Espada ya he subido unas cuantas cosas al blog. De Víctor Peña Dacosta he subido poemas de sus dos primeros libros, pero hoy me apetece añadir un par de cosas más.
La primera es agradecerle que me haya dado un ejemplar de su último libro, ‘Obsolescencia programada’.
La segunda es agradecerle públicamente que se haya portado conmigo mejor de lo que lo ha hecho mucha gente que conozco desde hace años.
Cuando supo que iba a venir a Murcia me envió el libro por mail para que le echara un vistazo y me propuso que en la presentación leyera alguno de los poemas. La mañana de la presentación me releí el libro y marqué diecinueve (!!) poemas, así que no fue sencillo elegir uno.
Aquí dejo algunas fotos de la presentación.
Y aquí dejo los cinco poemas que más me han gustado tras la segunda lectura del libro.
LA CAZA
Fuiste poderoso hace no tanto,
las sonrisas se helaban al oír tu nombre.
Hoy te sabes solo y viejo,
con una mujer que no te quiere
y amigos que te dan la espalda.
Resisten apenas algunos fieles
y restos de stock a buen resguardo.
Poca cosa. Han olido sangre.
Quedan escapadas esporádicas,
putas caras y sirvientes que cumplen
el contrato: decadente ocaso
de un imperio que parecía eterno.
La dinastía acabó en aborto.
Acaricias la escopeta.
La cacería ha comenzado.
DESHABITUACIÓN
La lección más valiosa llega
normalmente demasiado tarde:
un alcohólico solo puede
desengancharse si confía
en otro alcohólico.
Es como fugarse de la cárcel
en una de aquellas malas películas:
coge tu alma y corre.
(En fin, tú ya lo sabes:
casi siempre te sobran los amigos,
porque hablan demasiado.
Y tú necesitas cómplices.)
La adicción en la mayoría
de los casos es una enfermedad
con la que naces. Otras
veces se desarrolla.
La alimentas con tu sangre
como a una planta carnívora.
Pero una vez la has contraído serás
adicto toda la vida. Bebas o no,
te drogues o no, adicto.
Para siempre. No lo olvides.
Vivirás siempre solo
donde la ebriedad.
Notarás a veces un vacío,
como de nihilismo o hambre
atrasada. Pero es sed.
Aprende a distinguirlo
y mimarlo: es más tuyo
que ninguna otra cosa.
De lo demás, puedes olvidarte:
nadie te comprende. Y acéptalo:
nadie te va a querer hasta que aprendas
a quererte solo.
Solo una.
LA REVANCHA
Perdimos la Guerra Civil. Perdimos
la Transición, perdimos elecciones,
la vergüenza y el neocapitalismo.
A ver si ahora al menos ganamos
aunque sea la luz o el relato.
TRÍPTICO ESPAÑOL
Mi suegra va a misa cada domingo
y a mí me gustaría creer, al menos,
en Pablo Iglesias. Pero apenas me queda
esperanza en las propiedades
curativas de la cerveza y en las faltas
escoradas al borde del área.
Mi abuela iba a misa de vez en cuando
o la veía por la tele desde la cocina.
La pobre creía en Azaña y Felipe
y cada vez que votaba se ponía nerviosa
por haber aguantado callada
cuarenta años de miedo.
Sería gracioso si no diera pena.
Vivió más que de sobra para enterarse
de que Azaña se volvió loco en Francia
e iba por los pasillos buscando papeles
que no existían con los que hacer gestiones
imposibles que, de todas formas,
llegaban demasiado tarde.
Pero por suerte se murió antes
de saber cómo acabó González.
Yo supongo que moriré demasiado tarde:
sin iglesias, felipes ni hazañas.
Sin patria, suegra ni abuela.
Solo como una vieja, avergonzado
de haber aguantado callando
tantos años el miedo.
SUSPIRO
He visto a varios de mi generación destruidos
por el precariado, el miedo y la envidia,
deseando que los amigos fracasen en sus negocios,
exámenes o matrimonios para no quedarse solos.
Como los mendigos que arrancan
los ojos de sus perros.
Y los acarician.
MAÑANA, VÍCTOR PEÑA DACOSTA & ÁNGEL MANUEL GÓMEZ ESPADA EN MURCIA
PANTALONES LARGOS
PANTALONES LARGOS
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxCaía la niebla sobre París […]
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxEl Sena se asfixiaba en el amarradero […]
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxLa niebla entraba en la boca, en los pulmones,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxcomo si el aire llorara.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxAdam Zagajewski
xxxAl abrir la puerta, una nubecilla de humo me esperaba en la escalera. Detrás, el gesto torcido de Ray antes de salir a escena.
xxxLos actores necesitan trabajar con un conflicto. Si no hay conflicto, no hay nada. Ni guion. Ni personajes. Ni escena. Nada. Eso lo sabe Ray aunque no es actor. O tal vez sí lo sea. Tal vez en la medida en que lo somos todos. Tal vez más. A mí me recuerda a Johnny Depp o a Skeet Ulrich. ¿No? Sí. Es clavado a Skeet Ulrich. Al menos en aquella época. También os puede recordar a una estrella del rock. O a un artista serbio. O a un fotógrafo de modelos. O a un modelo de fotografías. Al menos en aquella época. Me temo que Ray podría haber sido todo eso y más. Pero decidió ser escritor. Y guionista. Y director. Y venir a mi casa a aquellas horas de la noche porque, por lo visto, no estaba dispuesto a pasar por alto aquel agravio.
xxx—No has venido a la presentación.
xxxShhhh. Lo agarré del antebrazo con tal fuerza que —pensé— le iba a arrancar los tatuajes y le tapé la boca. Por nada del mundo quería que el renacuajo se despertara. Después tiré de él hacia el salón y lo empujé dentro con rotundidad. Se me antojó poca cosa. Cayó de rodillas y se golpeó la cabeza contra el sofá. Cerré la puerta de una patada y corrí las cortinas. Parecía bebido.
xxx—No has venido a la presentación —repitió.
xxxClaro que no, Ray. No he ido a tu maldita presentación. Ya sé que eres una leyenda viva y todo eso. Maldita sea. Esos pantalones negros tan ceñidos dicen que eres una leyenda. Y esos jodidos botines. ¿Son de color vino? Joder, Ray, ellos también dicen que eres una leyenda. Mis amigos dicen que eres una leyenda. De hecho, muchos te seguían como verdaderos fanáticos. Les molaban tus novelas y tu rollo. No sé si por ese orden. Lo de Christina lo entendían menos pero les encantaba el apellido. Venga, tío. No me mires así. Qué esperabas que hiciese. Tengo al crío enfermo y no podía dejarlo con nadie. Además, no te voy a mentir. Hoy echaban en la tele un reportaje que me interesaba mucho. ¿Sabías que en Tokio combaten la soledad con cafés en los que uno puede alquilar gatos por horas y jugar con ellos allí mismo? ¿O que tienen un nombre para la muerte por excceso de trabajo?
xxx—Karoshi.
xxxSí, Karoshi. Ya sé que te fascina Tokio y toda esa mierda, Ray. A mí también, joder. No te sientas tan especial. ¿Sabes cuántas novelas o películas llevan la palabra «Tokio» en su título? Leí ese libro, por cierto. No te voy a mentir. Me dejó tibio. Y luego, leí Héroes. Y luego, Caídos del cielo. Y luego, Ya solo habla de amor. Y luego, casi me suicido. Y, con todo, luego leí El hombre que inventó Manhattan. Y entre tanto vi La pistola de mi hermano, Teresa, el cuerpo de Cristo y La mujer del anarquista. Si hasta me vi la puta Master Class esa sobre improvisación que diste. ¿No la recuerdas? Sí, hombre, en aquel programa de televisión modernito de la 2. Joder, Ray, pero en qué estabas pensando. Me da igual que fuese por hacerle (o devolverle) el favor a algún amigo. Fue como ver agonizar una trucha en el suelo de un tiovivo. Por Dios. A mí también me flipa el patinaje sobre hielo y William Carlos Williams pero… Quién es de Algete ¿En serio? Bah. Bah.
xxx—Ésta te va a gustar.
xxxMira, Ray, no te lo tomes a mal. Me la suda el New York Times. Escribes bien y todo eso. Pero te he dado muchas oportunidades y no te perdono que me hayas aburrido tanto. Estamos en época de pantalones largos, ¿recuerdas? La vida es corta y tengo un millón de problemas encima. Y debajo. Y en la habitación del fondo. Especialmente en la habitación del fondo.
xxx—Hazme caso. Parece que no esté escrita por mí. Te gustará —repitió.
xxx¿No me estás escuchando? Te digo que tengo una vida muy jodida y poco tiempo para leer. Tengo una mujer enfermiza, un perro epiléptico y un niño que vomita cada quince minutos. Y lo peor es que no saben lo que tiene. ¿Me explico? Así que cuando me pongo a leer quiero que sea bueno. Quiero que sea cojonudo. No espero que lo entiendas.
xxx—Te entiendo.
xxxQué vas a entender tú. Estoy hasta la polla de ti y de los tuyos, joder. Que si leo seis periódicos. En inglés. Que si no tengo móvil. Que si ahora voy a traducir un escrito prepúber de Thomas Bernhard. Que si ahora me obligan a hacer el chimpancé. Oh. Qué putada. Oh. Pobrecito. Oh. Que estoy de promoción. Que si me van a traducir al hebreo. Que si cómo has podido vivir ignorando a Walter Benjamin. Que si tienes que leer a este. Que si tienes que leer a aquel. Harto. Me tenéis harto. Además, ¿por qué carajo escribís libros de trescientas, cuatrocientas y seiscientas páginas? ¿Tan importantes os creéis? ¿No sabéis contar una puta buena historia en doscientas? ¿Qué ha sido del Ray que prefería hablar de otros escritores antes que de él?
xxx—Sigue aquí.
xxxPues eso, Ray, qué cojones haces aquí. ¿No ha ido bien? Lo dudo mucho. Habrá ido mucha gente con ganas de aprender la diferencia entre rendición y derrota. Ya sabes, gente interesante. Gente del tipo que, cito, está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo, gente que nunca bosteza ni habla de lugares comunes, sino que arde, arde como fabulosos cohetes amarillos explotando igual que arañas entre las estrellas. Ya me entiendes.
xxx—Ahora es diferente. Lo que quiero es volver al hotel y descansar.
xxxShhhh. Calla. ¿Oyes eso? Es mi hígado retorciéndose. ¿Tú estás cansado? No me jodas, Ray. ¿Cuántas horas has dormido en esta última semana, eh? ¿Cuántos kilómetros llevan tus piernas? ¿Y tus brazos, cuánto peso han cargado? ¿Tu jefe te humilla? ¿Te ha rechazado tu mujer? ¿Cuántas veces? ¿Has ido a urgencias, quizás? ¿Has temido por la vida de tu hijo? ¿Él también vomita y tienes que inyectarle metoclopramida? No me jodas, tío. Descansar.
xxx—No voy a pedir perdón por mi suerte. ¿Lo haces tú por tus desgracias? Solo creo que te gustaría. La novela, digo. Te oigo y cada vez lo tengo más claro. ¿Puedo fumar?
xxxNo, no puedes fumar, Ray. En esta casa antes se fumaba. Y se follaba. Y se bailaba al ritmo de la Hot 8 Brass Band. Pero ahora mi mujer tiene los bronquios delicados y un sueño muy ligero. No te costará visualizar mi día a día. Me gustaría decirte que siento no haber podido asistir a la presentación de tu maldito libro. Me gustaría decirte que me encanta tu obra. Pero no puedo, Ray. No puedo. No digo que no seas bueno, solo que no eres mi tacita de té. ¿Recuerdas?
xxx—Podré vivir con eso.
xxxApuesto a que sí, Ray. De verdad. No es nada personal. Pero no puedo con los autores cuyas vidas intuyo más interesantes que sus novelas. Una biografía tuya sí que me leía, ¿ves?
xxx—Pero no si la escribo yo.
xxxExacto. Biografía. No autobiografía. Venga, Ray. Qué es lo que quieres saber realmente. Se está haciendo tarde. ¿Quieres saber los gustos literarios de este insignificante escritor? ¿El libro que tengo en la mesilla de noche? Pues la verdad es que ninguno. No puedo leer en la cama porque despierto a mi mujer y no quiero molestarla. Y durante el resto del día me es totalmente imposible. Así que me meto en el baño en torno a las cinco de la madrugada y no salgo hasta las seis y media. Me gustan los rusos y Roque Dalton. Me gustan Lorca, Luis Rosales, Cheever, Flanney O’Connor, Fitzgerald, Pound. Me gustan Whitman, Emily Dickinson, Cernuda y Gil de Biedma. Hemingway, Houellebecq, Nothomb, Rimbaud. No sé, me gustan Rilke, Dylan Thomas, Fante, Conrad, Wilde, Shakespeare. Me gustan Idea Vilariño y Ángel González, Cavafis y esa poeta polaca de nombre impronunciable. Luego están Olivier Adam, Stendhal, Pavese, Kobayashi, algunas cosas de MUrakami, Alberto Olmos y casi todo lo de Iván Onia y José Pedro García Parejo. Estos te digo ahora. Dentro de un rato pueden ser otros.
xxx—No conozco a los dos últimos.
xxxSon autores locales, Ray. Si es que eso existe. Y no van por ahí lamiendo culos. Ya los conocerás, espero. Es cuestión de tiempo. Muchas gracias por la visita pero a menos que me quieras contar un cuento mientras me duermo, ha llegado la hora de que te vayas.
xxxVenga, pero qué hostias haces. Lo decía de broma. ¿Vas a contarme el cuento de verdad? Bueno, si insistes, toma, léeme alguno de Cheever. Deja que me ponga el pijama y me tumbe en el sofá. Es agradable que te lean a media voz. Mi padre lo hacía. No solo antes de ir a dormir. También por las tardes, al volver del colegio. En fin, Ray, no te voy a mentir. En aquellos tiempos ya prefería la voz de una mujer caliente. Y ahora también.
xxx—Cierra los ojos de una puta vez y déjate llevar.
xxxDe acuerdo, Ray. Ya voy. Léeme El tren de las cinco cuarenta y ocho.
xxx—Okey, amigo. Dice así:
xxxNuestro optimismo no está justificado, no hay señales que nos animen a pensar que algo pueda mejorar. Crece solo, nuestro optimismo, como la mala hierba, después de un beso, de una charla, de un buen vino, aunque de eso ya casi no nos queda.
Torrero, Carlos. Lejos del champagne. Palma de Mallorca; Ed. Sloper, 2019.
LOS REGALOS DE LOS AMIGOS (LXXXIII)
Hace un par de semanas se presentaba en Murcia el fanzine ‘Mirada periférica’, plasmación gráfica de parte del colectivo Bálamo del arte.
Siempre es buena noticia que aparezcan nuevas publicaciones poéticas, así que desde este blog se le da la bienvenida a este nuevo proyecto que surge en la región de Murcia.
Participan en el fanzine Mª Consuelo Palazón Imperial, Álvaro Sáez, María Marín, Elena Trinidad, David Martínez López de Silanes, Jesús Sanmartín Pérez, Jesús R. T (Toribio), José Rodríguez, Helena Pagán, Anabel Úbeda, Teresa Canales, Isabel Mª Cazorla y Alejandro Garrido.
De todos los textos me apetece muchísimo dejar aquí el que firma María Marín, éste:
TODOS
He estado pensando en
que todos los animales de las películas
que solía ver cuando aún me daba igual
mancharme los zapatos
están muertos.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxTodos.
También los que fotografiábamos
en viajes y nos quedábamos mirando
como si nunca hubiéramos visto un gato
o un perro con la lengua fuera y moviendo el rabo.
Y puede que no recuerde el nombre
de todos los lugares a donde he ido,
pero recuerdo cada gato tomando el sol,
recuerdo cada pájaro posado en la ventana,
recuerdo a esos perros jugando en la hierba
de aquel jardín sin nombre.
Y en este momento odio a mi memoria,
por recordar solo lo efímero del mundo,
y hacer que me duela pensar
que podría volver a aquellos sitios,
y probablemente estarían igual,
pero no habría ningún gato blanco y gris tumbado al sol
esperando que le acariciaran la cabeza.
CÁLCULO DEL FRÍO
CÁLCULO DEL FRÍO
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxY ahora, cuando estamos a punto de acabar,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxtal vez usted pueda decirme
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxpor qué se queda a oscuras la ciudad
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxcuando el sol cae oblicuo
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxcomo una lanza,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxy es verano.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxChantal Maillard
xxx«¿Quiere respuestas antes de que pregunte?», dijo Google.
xxxPues sí. Odio los perros y los perros me odian. Dígame por qué. Dígame, también, por qué hay tanto
cretino por metro cuadrado en esta ciudad. Por qué tienen hijos que a su vez tienen hijos igual de cretinos. Dígame por qué sueño con mulatas francesas de ojos verdes y pechos como zepelines que huelen a champú. Dígame por qué nos ha tocado a nosotros. Dígame —por el mismo precio— por qué nadie lo vio venir. O por qué hay tantos silencios. O por qué un poema se abandona. Sí, dígame por qué.
xxxDe repente el ordenador hiperventiló por última vez. Y murió. Me quedé con la mirada raptada durante unos minutos. La pantalla en negro. Puro vacío. Ceros y unos, qué se puede esperar.
xxxDespués recogí los restos de tarta y confeti. Y decidí echar un vistazo a las habitaciones. Bajé por las escaleras sorteando los globos que aún habían sobrevivido al culo de tía Angelines y me asomé, primero, a la que una vez fue nuestra habitación de matrimonio. Se diría que Sara dormía profundamente gracias al Diazepam. Sin embargo, me pareció que balbuceaba algo. Algo que al principio me pareció imposible descifrar. Lo repetía como un mantra.
xxx—La minano niee
xxx—Naa minna no nnenea
xxx—Lamina no niee
xxx—Naaminna nonnenea
xxxMe acerqué más. Casi tenía mi oreja en sus labios.
xxx—La niña no sonríe
xxx—La niña no pestañea
xxx—La niña no sonríe
xxx—La niña no pestañea
xxxUna y otra vez. Y, en efecto, fue así como comenzó el infierno.
xxxRetrocedí unos metros hasta sentarme en la mecedora que una vez fue mi armario. Y no pude evitar recordar la noche en que Sara y yo nos conocimos. Nuestra historia no es la típica historia de chico conoce chica mayor que él. Chica se deja palpar las tetas por encima del bañador mojado. Chico se enamora de chica. Chica dice «yo te esperaré». Chica no espera. Chica se casa con el amor de su vida que es higienista dental, habla cinco idiomas, practica artes marciales y toca el piano. Chica se divorcia. Chica es moderna y ya no necesita un hombre. Chica empieza a votar a partido animalista. Chica accidentalmente se descubre canas en los bajos y dice «Oh». Y dice «Oh, Dios». Y dice «Oh, Dios mío». Chica vuelve en verano a la playa de su infancia. Chico está allí, contra todo pronóstico, esperando como el jodido Noah, diario de. Chico también peina canas pero ahora tiene bigote, gafas Persol de cristal ahumado y mandíbula modelo Viggo Mortensen. Chica sonríe. Chico va a casa de su futura esposa. Chico conoce a suegro. Suegro lo recibe con una mano en la Biblia y —en la otra— una escopeta. Y una cabeza de ciervo boquea sobre la chimenea. Y suegra no habla. Y cuñados no hablan. Y chico sale corriendo a los quince minutos.
xxxYo me quedé.
xxx—Soy abogada —me dijo. Y normalmente, eso me hubiera hecho perder el interés. Pero continuó con un «no soy de esa clase de mujeres». «No de las que cambia el rumbo para ver flores, atardeceres y caballos». «No de las que te untan la tostada de mantequilla y te acarician el pelo». «No de las que sale con escritores perdedores que se llaman a sí mismos escritores perdedores». «En definitiva, no de las que se dejan dar por culo».
xxxY, claro, me enamoré.
xxxOnce años más tarde Sara dice que es una mala madre. Sara dice que se quiere morir. Sara dice que si pudiera volver atrás… Sara dice que quiere escapar. Yo digo lo mismo, solo que lo vuelco en poemas de mierda y eso me ayuda.
xxxSalí de la habitación y entré en la de Carlota. la arropé, le limpié las babas, hundí mi nariz en su pijama y recé para que el día siguiente fuese mejor. Mejor para todos.
xxxSubí a la cocina y me eché un trago de ron miel con un par de hielos que olían a pescado. Mientras paladeaba aquel veneno, reparé en la puerta del frigorífico.
xxxBajo un panfleto de comida para llevar, justo entre el imán de Nueva York y el de Kiev, asomaba un trozo de papel. Lo cogí y fui hacia el salón. Me senté en el sofá, que a la vez es mi cama, y me puse las gafas.
xxxQuerida hija, tal vez lo ignores o —más probablemente— jamás lo recuerdes, pero a tu corta edad ya has cumplido muchos de los sueños que obsesionan a gran parte de los hombres que conozco. Esto es: te pasas las mañanas asustando gaviotas, vuelves de la playa en volandas a casa con el delicioso traje de la desnudez. He visto cómo te abandonabas al tintineo de los mástiles y a tomar el pecho. A demanda.
xxxCréeme. Muchos matarían.
xxxJoder, pensé. Es como sumergir la cabeza en una palangana con jarabe de azúcar invertido. Debo escribir más. tal vez mañana. Siempre mañana.
xxxCogí el ordenador portátil, lo enchufé a la pared para evitar disgustos y segundos después ya estaba navegando por la red. Se hacía tarde y debía, como cada noche, seguir indagando en el síndrome de Moebius y sus malditos silencios. Sara me lo agradecería. Sin embargo, decidí que un paseo por http://www.chocoylatinas.com me vendría mejor. Por la mañana, nos esperaba otro maratón de pruebas y hospitales inútiles.
xxxCon el trabajo hecho, miré a mi alrededor. Había restos de papel regalo por todas partes y colgando del techo —en letras mayúsculas de colores—: FELIZ CUMPLEAÑOS CARLOTA.
xxx«Confirme que es usted humano», dijo Google.
xxxPues sí. Pero dígame por qué.
Torrero, Carlos. Lejos del champagne. Palma de Mallorca; Ed. Sloper, 2019.
LOS REGALOS DE LOS AMIGOS (LXXXII)
Esta mañana ya estaba en casa el último disco de Mundo Chillón, ‘Pobre triunfador’, después de que lo presentara anoche en Murcia.
El concierto de presentación de este nuevo disco —igual de irónico que los anteriores y, probablemente, su disco más político— fue absolutamente soberbio y deberían haber visto al público coreando todas las canciones del nuevo disco, a pesar de que lleva apenas tres meses en la calle. Lo que empieza a tener Mundo Chillón se parece a una legión de seguidores del nivel de los primeros seguidores de Javier Krahe o Javier Ruibal. Pero es que, además, esos seguidores ya han decidido cuáles son algunos de los grandes éxitos de sus discos anteriores; el modo en el que sonaron anoche ‘Qué bonito es ser un loser’, ‘De Madrid al suelo’ o ‘La venganza del frutero’, presagia que el crecimiento de Pedro Chillón será lento, pero seguro.
Y como guinda, algo que yo no recuerdo haber visto en Itaca (donde se presentaba el disco): más de dos tercios de los asistentes terminaron de pie aplaudiendo a Mundo Chillón.
Avisados quedan: la próxima vez que vengan (o que vayan cerca de donde vivan) no se los pierdan.