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Archive for junio 2018

LOS REGALOS DE LOS AMIGOS (LIX)

Acaba de llegarme ‘El primer animal de lo invisible’, el primer libro de Eugenio Sánchez Salinas, publicado por ediciones liliputienses.
En cuanto pueda les comentaré algo del mismo.

 

 

REYES CANSADOS

 

EL REY DEL CANSANCIO

Soy el rey del cansancio, mis súbditos caminan por aquí: cerca, lejos, dan vueltas, creo, alrededor de mi palacio y de mis torres, mi corte del cansancio y el agotamiento, o a veces creo oírlos, hace tiempo que no les veo, los llamo y nadie viene, les ordeno que se acerquen pero nadie responde, ¿quién se detendría a escuchar una voz tan cansada?

 

 

 

 

PEQUEÑOS REINOS, GRANDES REINOS

El rey está perdido en su palacio gigantesco. Las presencias se multiplican.
xxxSu reino es tan enorme como el mundo, y su salón igual de grande que su reino. Y él, tan educado, saluda a todas las personas con quienes se cruza como si se tratase de reyes misteriosos y lejanos. ¡Lo que son!
xxxLo que siempre quiso ser él.

 

 

 

 

LOS VENCEDORES

Nuestros ejércitos desfilan por campos desolados y por reinos vacíos, por ciudades fantasma: hemos ganado. Pero detrás de este silencio, sospechamos que se mueve todavía algo invisible y gigantesco. Y es la realidad.
xxxInconfesables miedos nos asaltan de noche. Vemos sombras, fantasmas. Nos impiden dormir. Y son ellos los triunfadores.

 

 

 

 

AL FIN CABALLERO

¿Qué mal he hecho al rey, después de todos estos años de leal servicio a su corona? ¿Acaso no he defendido con esfuerzo, con todo mi empeño, nuestro pequeño castillo en el corazón del bosque? ¿Por qué entonces justo hoy, que esperaba mi ordenación como caballero, en vez de apoyar sobre mi hombro su real espada ha atravesado con ella, de parte a parte, mi cuerpo arrodillado frente a él?
xxxToda la corte ha prorrumpido en una larga ovación celebratoria. Aún me han quedado fuerzas para tratar de protestar, pero mi señor ha limpiado su espada con un paño ceremonial y me ha ayudado a levantarme entre los aplausos de su ejército. Todos nos han acompañado hasta la puerta.
xxxDejando atrás el reguero de mi sangre, hemos atravesado el foso exterior. Extraños y delgados castillos de cristal se levantaban hasta perderse entre las nubes, y cientos de caballos metálicos se deslizaban a una velocidad imposible por el aire y sobre la tierra, allí donde antes había un bosque, nuestro bosque. «Por fin has conocido la verdad», me dijo mi señor. Y añadió: «Todos estamos muertos hace mucho, bienvenido».

 

 

 

 

EL CANSANCIO

Todo lo que se interponía entre mi cansancio y yo, la resma de hojas en blanco de mi trabajo académico y las decenas de márgenes de libros anotados a lápiz, con una letra que era la mía pero que me estaba costando un infierno entender, aunque mayor infierno era la desgana, solo la gana de no hacer absolutamente nada, aunque eso tampoco resultase en absoluto satisfactorio: mirar aburrido hacia la hilera de luces en la noche, como la celebración de un nuevo año chino para una China mental y en blanco, el camino de hojas blancas como esperma de pájaro por el camino de los abedules, camino de la pizzería donde cenaría con ella, y no debería haberla llamado, no debería arruinar todo lo que ella también debe hacer, y que estaba haciendo. Ella me mordía la oreja y se reía. «Qué», le dije yo. «Qué», le decía. Y estaba todo oscuro, todo en silencio, regresaba el invierno, el invierno de pronto: todo el frío, y la lluvia. El cansancio, ¿lo ves?

 

 

 

 

LOS SIMPÁTICOS

No puede saberse de qué confín del mundo procedían, ni en qué momento exacto se instalaron entre nosotros. Quizás se trataba de algún país vecino, pero también podía ser alguno lejano, muy lejano, que estuviese inconcebiblemente lejos. Se habían ido introduciendo en nuestras fronteras, acaso sorteando distancias inimaginables, de forma paulatina. No, no, es imposible. ¿Por qué hablan, si no, perfectamente nuestro idioma? Tienen el mismo blando acento que nosotros y comparten nuestra apariencia, así como la forma de vestir. ¿Qué extraña burla es esta?
xxxDe cualquier forma, un día ya estaban ahí. Y eran simpáticos, mucho. Gente encantadora. Traían ideas nuevas, un mundo complejo y fascinante consigo, aunque también necesitaban considerar los puntos de vista de los demás, se notaba que resultaba vital para ellos. Escuchaban a todo el mundo con gran atención y uno se sentía bien porque parecían interesarse de verdad por quien tenían delante, así como por todo aquello que tú pudieses aportarles, tu diferencia.
xxxHubo una época de transición y desconcierto en la que nadie supo a qué atenerse. Si hoy preguntas por aquellos días, todos se encogerán de hombros y te preguntarán de qué estás hablando. Lo harán sin acritud, con una sonrisa franca y amable, y se esforzarán por escucharte aunque acabarán haciéndote ver de forma sutil, como quien elude una amenaza simplemente ignorándola, que no tienes razón. Y que si la tuvieras tampoco importaría gran cosa, que qué más da todo eso ahora porque ellos, los simpáticos, están para quedarse y eso es lo que importa.
xxxMe había demorado en salir de mi propio estado de miedo y confusión, de desconcierto: tardé en darme cuenta. Fue una mañana, de repente; ejerciendo cualquier gesto mecánico y cotidiano, desayunando o afeitándome, no sé, no lo recuerdo, pero sí recuerdo que me asaltó la idea, una intuición.
xxxUna intuición que ha resultado cierta, y es una certeza devastadora.
xxxLa de que aquella simpatía se contagiaba.
xxxY lo sigue haciendo, si no se ha consumado ya el contagio.
xxxCómo no iba a ser así, con ese carácter natural suyo, toda esa simpatía. A quienes no les son afines, les respetan tanto como si lo fueran y ni siquiera les evitan; les escuchan siempre que estos, venciendo sus primeras reticencias, se hacen escuchar. Hasta el individuo más tosco y brutal, sobre todo alguien así, tan solitario, gusta de que lo escuchen.
xxxPuede que no estén de acuerdo en muchas cosas, puede que no lo estén en nada. Pero los simpáticos no van a dejar nunca de escuchar a todo el mundo. Y hacerle ver que, aunque sus distancias parezcan irreconciliables, ellos no van a perder la esperanza que para el futuro supone sentarse los unos frente a los otros y escucharse con gran, gran atención.
xxxEscuchar, sopesar y valorar sus razones.
xxxHuelga decir que hasta la secta de los no afines, bastante numerosa en un principio, ha acabado asumiendo, acaso sin percatarse del todo, pero de forma irrevocable, el saber escuchar de sus contrincantes; un maldito, insensato respeto que ponen luego en práctica con cualquiera que se les cruce en su camino.
xxxY así esta larga cadena de mimetismo se perpetúa en nuestras calles, nuestras tiendas, nuestros trabajos y nuestros hogares, y yo regreso a casa después de días que me resultan largos, muy largos, pero las noches son aún peores pues son noches de miedo y agarrotamiento, noches de pura pesadilla.
xxxSé que no estoy solo, que ahí afuera hay más individuos que, como yo, se sienten al margen de este nuevo mundo de felicidad, esta epidemia laboriosa. No nos cuesta trabajo reconocernos, no se nos puede escapar ese mutuo recelo en las miradas, la manera en que evitamos la luz directa o las avenidas principales. Nos delatamos entre nosotros con los gestos sincopados e inseguros de quien teme, en cualquier momento, ser reconocido. Pero hace tiempo que no hablamos, no nos decimos nada: bajamos la cabeza y seguimos nuestro camino, para qué profundizar, y hundirnos, más allá de esa superficie, de la constatación de que todavía resistimos. Sí sabemos que, tarde o temprano, también nosotros vamos a caer; de poco nos servirá atrincherarnos juntos, relacionarnos entre nosotros conduciría inexorablemente a acabar adoptando las formas de ellos, su saber estar, esa seguridad en el hacer y su admirable asunción del mundo y de su compleja constelación de diferencias.
xxxSu simpatía.
xxxLos últimos que quedan se van transformando también y yo aguardo encerrado en mi pequeño ático mi caída. Al menos, sé que consistirá en una batalla rápida, limpia y sin dolor.
xxxCuando termine, voy a ser alguien bastante mejor.
xxxLlaman a la puerta y mi momento ha llegado, me llaman por mi nombre, no respondo. Frente a mis previsiones, no insisten y se marchan. A los dos días, suena el teléfono y no lo cojo. Tras cinco o seis timbrazos, el aparato enmudece.
xxxY no me vuelven a llamar. ¿Por qué no insisten? ¿Cuánto tiempo llevo encerrado aquí sin que nadie se preocupe por ganarme para la causa? Los días siguen transcurriendo. Y las semanas. Miro a través de la ventana para constatar que afuera hay todo un mundo nuevo que funciona a las mil maravillas prescindiendo de mí. Y siguen sucediéndose sin mí los días, las semanas, hasta que dejo de contarlas. Una mañana salgo a la calle con la misma naturalidad con la que lo hice alguna vez, hace ya tanto que pareciera una vida anterior; abro la puerta de afuera como un gesto que hubiera estado repitiendo hasta ayer mismo, como desayunar, como afeitarme.
xxxNo tardan en aparecer conocidos que me saludan sin sorprenderse, aunque me preguntan que qué he estado haciendo todo este tiempo, que dónde he estado. Y yo, entre lágrimas, mareado y confundido por la luz del sol, por todo ese espacio abierto al fin para mí, abrazo a unos y a otros.
xxxLos abrazo a todos.
xxx—Siempre he estado aquí —confieso—, entre vosotros, con vosotros, ¡siempre he estado aquí!
xxxDigo y río con emoción porque comprendo que ya soy uno de ellos, que estoy al fin salvado.

 

 

 

López, José Óscar. Fragmentos de un mundo acelerado. Cartagena; Ed. Balduque, 2017.

 

HIEROFANÍAS

Como se podía leer aquí, Alfredo Rodríguez reivindica en su nuevo libro, Hierofanías, la poesía como “experiencia casi mística” y “casi metafísica”, dueña de un “espíritu trascendente” que resulta excepcional “en estos tiempos de desacralización”. Publicado por Chaman Ediciones, el poemario abunda en el mensaje de fondo que Rodríguez imprime a todos sus trabajos: “la celebración del misterio de la creación poética, el deseo de la poesía, y la propia conciencia de la misma”. Y va un poco más allá, ya que en este libro es vista “como alimento espiritual, como una especie de salvación”. Lo sagrado está muy presente en esta propuesta; pero no en su acepción religiosa o clerical. “Lo sagrado es lo secreto, lo más íntimo que a veces se presiente, lo real, lo que uno vive aquí y ahora, algo genuino e irreductible, algo que está en la experiencia interior, que es la más profunda e inexpresable de las experiencias”. En ese sentido, lo que quiere plasmar en estas páginas es “la actitud sagrada del poeta ante ese instante mágico en el que se dispone a crear”, y su objetivo último es, quizá, “dar fe de la inconsciencia maravillosa y terrible de escribir poesía”.

 

 

PANTH

Cómo transcribir para la memoria
versos tan antiquísimos
si se dispersan hasta disiparse
para vengar afrentas que han sufrido.
Qué textos valiosísimos
y todo a cambio de fama y fortuna,
oro sobre la hoja de bronce de una daga.
Aprender a leer e interpretar
en un mensaje astral
sus signos escritos sobre tablillas
de arcilla en pictogramas.
Esos versos conocían la esencia
porque eran capaces de transformarla en vida.
Son de un tiempo largamente olvidado,
nos han estado acompañando y seguirán haciéndolo.

 

 

 

 

II

Esta cita secreta que me lleva hasta ti
me reintegra en el Todo por condición divina,
como un héroe dorio caído derrotado.
En dependencia y apego es eterna
esta danza y unión, su antigua ceremonia
caballo de las olas, un séquito de ángeles.
Es el libro de piedra que indica los caminos,
mi conciencia del amor absoluto
desechando la vieja idea de la muerte,
árbol sagrado de lo Femenino
sacralizando el Mundo.

 

 

 

 

VI

Como el candente metal es tu cuerpo,
tiene a veces la índole del fuego,
el fulgor de un relámpago.
Cubierto con un sudario de nubes
al tiempo que inflige dolor
se deja dominar por deseos.
Energía que de la tierra sube
y que del sol baja, confluye en ti.
Oleada de vida tu fluido nervioso,
el pensamiento, la respiración,
emisión seminal en la cadena kármica.

 

 

 

 

IX

Se reconocían, se comprendían
incluso sin hablar, bajaban a la tierra
a través de la experiencia vivida.
Fue gozar de la vida y de la juventud,
luego amar la perfección de las formas.
El Espíritu estaba enterrado en nosotros
como en una gruta, pero no muerto
sino solo escondido
como si no se nos hubiese dado.

 

 

 

 

XII

No tengo miedo si su gracia pueda faltarme
ni deseo alguno de que aumente,
solo me recela su materia y su semilla:
se modela y aplica
con las Leyes eternas de la vida
a la forma y medida de mi alma.
Acechando hasta el último día para hacer
gala de su poder, destruyendo en momentos
lo que en todos mis años había construido.

 

 

 

 

XIV

Bañarás a la amada
igual que se baña la imagen de una diosa
viva en su reino alquímico,
lo mismo que adoras el lugar en que se sienta,
participando de iguales placeres.
La llevabas en brazos
y la depositabas sobre el lecho
pero no la podías conocer.
Aquella a la que creías haber
dicho que amabas en su desnudez
y de la que seguías sabiendo aún muy poco.
Poseías el don de la palabra
bendiciendo cosechas, recitando los mitos.
Tú nombrabas el agua y era agua,
tú nombrabas el viento y era viento.
Solo aquel que te escuchaba sentía
recibir las palabras verdaderas.
Tu vida era como un fuerte cerrojo
tras de la puerta de entrada del Hálito.

 

 

 

 

XVI

Todo esto es Babel. Y la guerra o la poesía
tu forma de vida más hermosa y honorable.
Nada turban tu peculiar equilibrio
disputas de poder.
Entregado a estudios y defensor
de sabios y artistas,
escribe con diligencia y pasión
por conocimiento o por instinto.
Descansa en las fronteras, piensa que cada día
te ha amanecido como el último,
que no sabemos dónde nos espera
el último acto de esta comedia.
Retírate sereno de la vida
como de un teatro cuando no nos agrada.

 

 

 

 

XXIII

Espléndida máscara funeraria
con la uniforme apariencia del Tao.
Tu vida dura el tiempo de un incienso,
el diamantino verso
que se nos ha ofrecido a manos llenas,
plenitud de los sentidos del cuerpo,
el último verano de nuestra juventud.

 

 

 

 

XXIX

No sentimos ninguna sacudida
cuando mueres, juventud, en nosotros.
Qué nos importa el sentido del fin
del mundo. Ceremonia de purificación,
semilla de nuestros padres, del juicio
y de la virtud de donde tú bebes
como las danaides. La vibración
en el aire, la espera de la muerte
no nos resta atrevimiento y valor.
En el rostro apacible con los ojos vivísimos
el arte, la poesía, la música y el amor carnal
son vientos de locura,
las puertas de los cielos, sus montañas de Arcadia.
Enfrentas el destino, la leyenda
que tantas veces acompaña triste
a la historia, la línea de belleza.
Los Sin par, los amantes sin igual,
rinden Alejandría.

 

 

 

 

XLI

La increada, la nonata y eterna
energía de la Naturaleza
en esa nada oscura con la que se hizo el mundo.

 

 

 

Rodríguez, Alfredo. Hierofanías. Albacete; Chamán ediciones, 2016.

 

ALQUIMIA HA DE SER

 

MARIPOSA nocturna,
has venido hasta mí para quedarte
porque estabas conmigo, como punta de plata
en dibujo preciso. Derrotado en la liza,
bella esfera del alma, fuego lunar secreto.

 

 

 

 

AL alma de la alquimia, al aire ardiente
auscultando el destino, las esquinas del cosmos,
salvaje río, al ocaso del sabio,
en la barca de fuego de tu memoria
esperando su mítico retorno.
Claridad y penumbra, esencia y calma,
la forma más perfecta, la sutil quintaesencia
su saber primordial, la mazmorra del cuerpo,
su alimento de ambrosía y de néctar,
oh turbación que ensombrece la vida.
Con la lengua secreta
en sintagmas oscuros,
esforzado y sin tacha
se fabrica en tu mente el oro espiritual.

 

 

 

 

ARRIBAR a los sitios antes de que ningún
mensajero anuncie nuestra llegada;
por caminos enlosados y tierras
bajas, en una estela tallada en que admirar
signaturas eternas,
las ares naturales de este mundo.
y tan sólo esperar, sin signo definido,
el beneficio de una vida hermosa.

 

 

 

 

NO tuvo comienzo ni tendrá ningún fin, forma
ni dimensiones. La prima materia
nodriza de todas las cosas, sus fuego etéreo
bellasombra, de palabra en secreto
con la armonía oculta del poeta.
Una vida en el mundo que despertó el Deseo,
seres antaño puros, envolturas del alma,
su alquimia natural, la verdadera Piedra
en movimiento eterno,
opus consumado.

 

 

 

 

ES el antiguo, el que Todo le hablaba,
lo que gustosamente padecía,
las dos alquimias. Piedras y metales
en idéntico grado de pureza,
magnum chaos, los círculos del Tiempo.
Todo un castigo. Todo recompensa,
un temor reverente,
abstinencia perpetua, la dolencia tan larga.
Como el ágil Mercurio, como olas de luz,
la miríada de flores,
madre de Todo lo vivo contiene
enseñanzas secretas.
Todo lo vivo, de su propio fin la semilla,
el asiento del alma que surgió de la sangre
por la infinita lección del silencio,
la verdadera Alquimia.

 

 

 

 

LUZ divina en la sal.

 

 

 

 

SABED que fuera de la vida solo
la bonanza espera. Su venero de la muerte
dando pábulo a rumores y coplas
principio sea de todo.
La placa de esmeralda que fue hallada en la tumba,
una lámpara de vidrio esmaltado
que alumbra el nombre más antiguo conocido,
el nombre y el renombre dando al través la nave,
flecha de plomo que conseguirá
hacer desaparecer el amor.
La espada en la piedra, su reino como un espejo.

 

 

 

 

AL tránsito de ésta a la otra vida,
sencillez de su culto,
a su brillo aparente
sobre un podio elevado.
Sede de la verdad, mantia de los espíritus,
el arma de la palabra quedó
decidida, dejando tras de sí
una herencia enigmática.
Privaciones y pérdidas,
distinguir lo fingido de lo que es verdadero,
derruir las murallas entregando una flota.

 

 

 

 

SI somos lo que somos, vidas y hechos
con la oportunidad de revivir,
caminos impenetrables de un bosque,
jirones de la niebla.
Con ojos bien distintos no cuesta imaginar
belleza de Estatira,
mujer en fresco arrastrada al suplicio,
su figura tallada,
la presión incontenible en el pecho.
Fue al levantar la máscara,
en la cabeza corona de mirto.

 

 

 

 

SERÁ un último ardid que consuma lo impuro,
con el estímulo de su apetito
las pasiones más bajas,
como un pájaro que vuelve a la Vida,
el azogue que mata, atiza el fuego,
alquimia ha de ser.
Será la perfección o si no, no será nada,
en la quimera de luz y tinieblas,
el espejo de fuego revelado,
el poema será en su doradura,
y de dos cosas, sí, hará una sola,
la esencia de su credo.
Heme aquí, puro, sin tacha de amor
al despuntar el día,
como quien lava suelos con el agua de rosas.
Tengo el poema omega,
alquimia ha de ser.

 

 

 

Rodríguez, Alfredo. Alquimia ha de ser. Sevilla; Ed. Renacimiento, 2014.

 

LOS REGALOS DE LOS AMIGOS (LVIII)

 

Acaban de llegar a casa, como regalo del autor, los dos libros que pueden ver en la imagen: ‘Alquimia ha de ser’ y ‘Hierofanías’, de Alfredo Rodríguez, a quien no puedo más que agradecerle muy sinceramente el envío de los mismos.
En un par de días les cuento.

 

‘LOS SIGNOS DEL DERRUMBE’, DE ANTONIO RODRÍGUEZ JIMÉNEZ (y II)

 

RUINAS

Rostros inexpresivos en la puerta
del comedor. Negocios clausurados
y una tristeza extraña en los colegios.
En los parques del miedo
crece la planta de la indiferencia
y la resignación. ¿Qué te seduce
de este descenso al centro de las ruinas?
Alguien está limpiando los despojos
de la fiesta anterior, un agua turbia
se precipita por el sumidero
con lo que nunca fue,
la espuma de los mitos.
Y de nuevo la calma,
una aparente paz tras la derrota.
Mira cómo se extiende:
Es el silencio azul de la pobreza.

 

 

 

 

AVES MIGRATORIAS

Ya regresan las aves migratorias.
Vuelven de los helados humedales del norte,
de las estepas rusas.
Pero ellas poco saben
de la estela irisada de los barcos
que blanden la amenaza.
No encontraron inhóspitas las tierras
cercadas por la muerte.
Llegan a esta península intermedia
entre África y Europa
y no verán tampoco las señales
de la degradación. Tan solo siguen
las líneas de la costa,
la masa informe de las cordilleras.
Ellas son libertad y cuando ceden
al fin ante el cansancio
nada se altera; no es de nada símbolo
su cuerpo en la caída
hacia lo mineral, con la pureza
de toda finitud.

 

 

 

 

LÍNEA BAEZA-UTIEL

Desde el Guadalquivir hasta la gris Europa
del norte, fabril y turbulenta,
atravesando páramos y valles, la esperanza
de aquel ferrocarril, el sueño breve
de modestas fortunas, del tesón provinciano.
El camino más corto a la prosperidad,
la impronta del progreso.

Aún resisten los puentes, las bocas de los túneles;
aún se ofrecen al sol las estaciones
del color de la tierra.
¿Recordarán los montes el estruendo
de cada voladura,
la tediosa cadencia de los picos
o las vidas perdidas, disueltas en el tiempo?
El tiempo, que transcurre sobre muros de adobe,
sobre pobres techumbres de tejas o de amianto,
sobre generaciones de espaldas a este cauce
inútil y vacío.
No conocen la historia
de este rastro de piedras sin raíles,
de naves solitarias refugio del ganado.

Cuando vieron el tren para marcharse,
siempre sobre otro suelo,
aceptaron sin más la circunstancia
de esta línea dormida
del porvenir.
Un episodio más del triste canto
de lo que pudo ser, de todo lo perdido.

 

 

 

 

RESISTENCIA

Como el pez que ha mordido ya el anzuelo
y no quiere entregarse,
y colea con fuerza y tira y nada
con más brío que nunca
y sigue fuera
hasta quedar inmóvil
bajo el cielo más crudo;
así el poema
se resiste en la página,
sube y baja en la barra del procesador,
deshaciéndose, haciéndose
de nuevo,
dilatando el momento de ser tinta
quieta sobre el papel, aprisionada
en el olvido de las bibliotecas.

 

 

 

 

AHORA BUSCO EL POEMA DE LOS VERSOS DE FUEGO

Tuve ante mí los libros más hermosos.
Se quedaron temblando en la memoria
con la emoción de todo lo que intenta
permanecer, herirnos para siempre.
Aplaudí la ingeniosa irreverencia,
los hallazgos brillantes del acróbata
que se burla de todo,
y ahora busco el poema de los versos de fuego.
Hubo también mensajes descarnados
que brindaban refugio en la intemperie,
la voz universal de los que nunca
dicen nada;
admiré los felices despropósitos
que el tiempo convirtió en renovadores
moldes de la elocuencia,
y ahora busco el poema de los versos de fuego.
He conocido el éxito en las obras de otros,
los intentos vacíos y las tretas
hábiles del lenguaje.
Y ahora que —más que nunca— cabalgamos
escuchando el ladrido de los perros
y nos cerca el olor de la derrota,
ahora busco el poema de los versos de fuego.

 

 

 

Rodríguez Jiménez, Antonio. Los signos del derrumbe. Madrid; Ed. Hiperión, 2014.

 

LOS ANTIGUOS DOMICILIOS. DIARIO. -Fragmentos-

 

xxxSábado. Si bajo el ritmo, bajo el estrés y me tranquilizo. Para ello es necesario dormir mucho y bien, no tener resaca por un mal vino, y que lo último que hayas vivido la noche anterior no perturbe demasiado. Ayer no me alteró ver en un escaparate del Paseo de Gracia que una gabardina costaba 2.550 euros, y una camisa 2800 euros, solo me impresionó. Que la amenaza nos cubre, es un hecho, pertenece al orden del cosmos y de lo colectivo. Lo único que podemos hacer personalmente es desobedecer los estímulos que nos proporcionan para consumir sin sentido, gozar de buenas amistades y de nuestra inteligencia intuitiva, así como aprender a compartir el saber. Conozco a muchas personas que se lo guardan, como si la tea que no pasa de mano en mano pudiera guardar el fuego. También conozco quienes parece que, al ocultarla, la tienen, pero no la tienen. El taxista me decía que ganaba 2.500 euros brutos, al final se quedaba con unos 800 porque debía descontar en carburantes e impuestos. Algo va a pasar, me decía. Pasábamos por Gran de Gràcia, muchos jóvenes alegres, compartiendo el espacio de la calle a las doce de la madrugada, en el momento en que el viernes se convertía en sábado. Yo pensaba que si todos esos jóvenes pusieran toda su energía durante un tiempo en no disolverla, probablemente los precios de las camisas del Paseo de Gracia no solo bajarían de precio, sino que no serían expuestas. Cuestión de multitudes. Como un gran enjambre de seres, re-territorializando las calles de Barcelona sin necesidad de portar bandera alguna. Agenciándose las aceras, ocupando el espacio rítmico con ritornelos que cambiarían de código en cada calle; al final un ritmo nuevo, una danza diferente. El monstruo retrocedería. (En el Paseo de Gracia, Barcelona)

 

 

 

 

xxxEl grito y la literatura, fue el título de la conferencia que impartió Hélène Cixous en Barcelona. Lo primero que hizo, después de sentarse escrutando el lugar, observando al público, fue dar un grito ante el micrófono. Después habló de su nacionalidad, una nacionalidad literaria: Lispector, Joyce, Bachmann, Shakespeare, Kafka… No hay otra nacionalidad para la escritura —decía—, solo maestros y maestras de la conciencia. La herida se coloca en el grito y escribir desde la herida es la escritura. De cada 100 libros que se editan, 99 no son literatura, aseguraba. Hablaba como pensaba, sin ordenar el discurso desde un logos, desde donde se supone que fluye el saber, como si fuese una fuente y el caño central ocupara la posición principal para que surtan los saberes hechos de palabras. Ella hablaba del recuerdo, del tiempo pasado y focalizaba en el año 1948. Sin saber muy bien cuáles eran los recuerdos certeros o exactos, solo sabía que ella formaba parte de los mismos. Después derivó a hablar del yo, no sabía si el yo era ella, si eran otros escritores, si la infancia era parte de la literatura que también es muerte. O landa, franja, frontera. Resurrección mágica, el libro es un sueño que viene de lejos como el personaje del cuento. ¡Ay, ay, ay! ¿Quién me arranca el grito? Lo vuelvo a tomar. La comunidad nos prohíbe gritar. El diario de Kafka era un grito, un grito al círculo familiar, una salida a su miedo. Miedos, y mientras tanto ella le daba tono, un tono-todo a lo que iba diciendo, como si cosiese hilvanando los pensamientos, daba vueltas hacia atrás, hacia adelante. ¿Quién escribe? ¿Lo hace yo? La literatura es resistente, como nosotros, pero los textos son más fuertes que nosotros. ¡Ay, Ay, Ay! fue el primer motivo de la literatura. Un hombre le preguntó a la filósofa francesa si era igual un grito en francés que en catalán. Si el grito catalán o en otra lengua debería ser distinto. «No, no —le dijo—. Desde Homero a Sófocles ese ¡Ay Ay Ay! es la catástrofe, no se puede escapar de ella. En Alemán es ¡Aggg!, suena distnto, pero en casi todas laas lenguas es ¡Ay, Ay!, en catalán también». El primer grito es el de separación con la madre, el bebé y la madre gritan, es un grito compartido de dolor. En Sófocles resuena la fatalidad de Homero. El grito es antes que el habla. Rilke decía que la voz es una dirección con la cual nosotros gritamos. El logos viene después, cuando intentamos explicar nuestra soledad. (En el CCCB, Barcelona)

 

 

 

 

xxxRecuerdo los zapatos de mi vecina octogenaria. Me enseñaba siempre la misma habitación mostrándome el armario y toda la ropa que tenía dentro. Llevaba años sin tirar nada, la ropa formaba siluetas ventrudas con michelines. Luego me enseñaba el sofá y la foto de su marido cuando era joven. Abría el zapatero y allí estaban todos sus pares de zapatos. Objetos fetiches que me producían un regusto de muerte. La muerte anticipándose en las suelas desgastadas de los zapatos. Me imaginaba a la vecina en su juventud con unos zapatos de tacón altos, instantes después en zapatillas, yendo hacia la cocina para hacerse un café, casi simultáneamente la veía probándose otros zapatos en una zapatería. Se multiplicaban en mi mente los pares de zapatos chocando unos con otros, desangrándose.

xxxElijo este par de zapatos, me los pongo y estoy cómoda mientras doy una vuelta en la zapatería con ellos para probarlos. Salgo a la calle con los que llevaba puestos. Un día estreno los nuevos zapatos y comienzo a caminar. Me duelen los pies. Me lamento pero no me culpo, ya que el trasunto se desarrolla entre un objeto material y yo misma, que estoy hecha de varias hebras y ninguna es un objeto. ¿Qué es equivocarse? Poner el pie donde pensabas que iba a estar la huella; se trata de una lógica donde no puede haber ni un acto fallido. No existe por lo tanto el equívoco, sino el cambio de situación. De un momento a otro suelen suceder: lo que tenías dejas de tenerlo. Acostumbrarse a estos venires.

xxxNo se venden apenas libros, dicen las estadísticas. Cuando las estadísticas dicen algo, están dibujando una situación cambiante e incierta. Puede que el gremio de libreros esté interesado en subrayar que las estadísticas digan que no se lee. ¿Qué saben las estadísticas del libro que dejas sobre la mesilla de noche, o pones en la mochila esperando un momento de calma para entrar en su lectura? Sobran producciones. A quienes nos gusta leer no nos atrae la mayoría de libros que se editan. Una de las profesiones remuneradas que también desaparecerá será la de editor de poesía. En las estadísticas yo también diría que no leo para guardar el secreto.

xxxMás mala, ser peor, la peor de todas, es la fantasía más elevada. Sé que lo que escribo no tiene sentido si no se van descifrando las metáforas: mala, elevada, peor… dada la indeterminación de la realidad puedo decir lo que me dé la gana. (Ante el espejo)

 

 

 

 

xxxLa cuestión del falo como símbolo de poder y fuerza nace ya en la tragedia griega. Freud y Lacan perfeccionarán la trama y dibujarán, para la posteridad, un pasado basado en no asignar a la mujer lugar alguno. El lugar vacío es la mujer como significante. La niña tiene envidia del pene, el niño no tiene envidia de la vagina. Hay que retrotraerse muchos años y llegar a las primeras impresiones de la infancia para cerciorarse, si esa verdad es cierta. En el nombre del padre el lenguaje, la castración, el deseo, la herencia… Si hay un hombre en casa la casa está habitada. «En esta casa no hay hombre», «En aquella casa murió el hombre», «La casa de tal se quedó sin varón», como si ese hecho contuviese una fatalidad cuyo origen provenga de los personajes de la tragedia griega. Incluso el teatro de Shakespeare está atravesado por un exceso de «hombres» que juegan el papel fundamental. (En el bar)

 

 

 

 

xxxHa muerto una —¿antigua?, ¿vieja?— amiga. Desaparecemos del recuerdo de alguien, o simplemente nos vamos borrando. L. tenía una página en el Facebook, una editorial, una gran admiración por Clara Janés y un rincón que era su casa, al que llamaba «en cuevas», sinécdoque de la calle donde vivió desde que la conocí, allá por los lejanos ochenta. Cuevas de Almanzora, situada cerca del barrio de Chamartín, en Manoteras, aal norte de Madrid. Abro la página del face y veo un anuncio de unos grandes almacenes donde dice que a mi amiga le gusta esa página. Siento un escalofrío por la potencia que la virtual noticia me provoca. La página de ella todavía guarda la siniestra despedida horas antes de morir: Qué timo, pero qué timo. Ni estampitas han faltado. Algunos comentarios y varios clics en «me gusta». Hasta siempre. Buen viaje. Eso mismo. Te voy a echar mucho en falta… Un vídeo de Gianna Nannini, y alguien que dice: ¿Cómo hasta siempre? ¿Adónde se va? (En la oficina)

 

 

 

 

xxxCuando nos lo van robando todo, queda la lengua, el lenguaje, patrimonio in-vendible, en constante movimiento. El lenguaje es un elemento mediador (Lacan) que le permite al sujeto obtener reconocimiento del otro. Estructura las leyes sociales y es necesario para el intercambio en el plano imaginario. La lengua puede ser amada o no; la política emplea el lenguaje común porque resulta ser un significante aglutinador de identidades. Sin tener en cuenta el cuerpo, amar la lengua es amar una quimera.

xxxEsta mañana amaba los pájaros que caminaban con sus dos patitas sobre el jardín de los vecinos. De repente se pusieron a volar, eran dos, negroazulados. Sentir amor así, súbitamente, como si el amor formase parte del proceso de una cadena y no pudiera manifestarse hasta la finalización del producto. La cadena se interrumpe si salta un elemento o si falla una pieza. Algo que no estaba previsto ocurrió y me vi envuelta en la perfecta armonía que de tanto en tanto recorre el ser. Ante las sucesivas fallas del sistema, el amor cuenta cada vez cuenta con menos referentes visibles o invisibles para ser notado. Hay que acostumbrarse a mirar fijamente sin esperar nada o esperar algo sin mirar lugar alguno. La rareza que no sucumbe palidece ante mi ventana cuando observo al pajarraco de turno espantar las aves. (En el balcón)

 

 

 

 

xxxLos géneros no hacen que un texto sea mejor o peor, simplemente clasifican, como todo el mundo sabe. En música, por ejemplo, podemos distinguir la ópera del jazz, la balada del mambo, la sinfonía del rock, nadie confundirá un tango con una canción napolitana, ni una sesión de jazz con una zarzuela. Si nos acercamos al mundo de la pintura también distinguiremos el cuadro por su estilo: desde el expresionismo abstracto hasta el surrealismo, la pintura veneciana del siglo XVI, o las hieráticas figuras de DeChirico; nuestra mente prepara un escenario en el momento de pensar en tal pintura u otra, no hay confusión posible a no ser que lo desconozcas. Así no sucede con el poema. Podemos distinguir entre la poesía del siglo de Oro —Góngora, Sor Juana Inés— una jarcha o un romance, un poema arábigo andaluz de un fragmento de la Canción de Rolando. Si nos vamos acercando al siglo XX, la poesía lo es todo. Tanto vale el poema que nos cuenta el desengaño amoroso de un joven narcisista como el padecimiento de una madura mujer cuyo pasado le provoca malestar. El tema, casi siempre, se mueve alrededor del yo. Vale tanto decir que esta fuente se secó y pasan los pájaros sobre las alamedas que un oscuro enigma irrumpiendo en el sueño del poeta. Pero no todo es poesía. Cuando vas a una librería, en la sección de poesía están todos los libros expuestos recién editados, raras veces encuentro secciones dedicadas a los autores, allí es menos difícil perderse. Pero para el profano que no sabe distinguir un mal poema, aunque sí distinguiría un bolero de una samba, y que no tiene herramientas para discernir ante la exposición de poemarios dónde se halla la buena poesía, le recomiendo que se guíe por su olfato y que vaya acostumbrándose a pocos hallazgos.

 

 

 

 

xxx«Paseemos cerca del mar», le digo a M. «Disfrutemos del azul intenso y de las nubes chocantes.» Llegamos en coche hasta la zona de restaurantes de la Avenida Icaria y vemos que no podemos aparcar si no dejamos unas monedas en el tragadero que pone el Ayuntamiento, señalizando la zona en color azul. Si quieres pasear debes pagar. Han alargado la zona hasta los confines. Continuamos avanzando y buscando un hueco libre de pago; por suerte hoy se juega un partido entre dos equipos rivales y la gente ha dejado algunos huecos, así que cerca del Paseo de Poble Nou dejamos aparcado el coche. Estamos cerca del cementerio. Del viejo barrio apenas quedan cuatro paredes tapiadas de las que todavía se lee que hacían «bocatas» hace unos años. Nos adentramos en una cervecería vacía y consumimos un par de cervezas a precio de oro. Mientras tanto, comienza a llover. Es un placer pasear por el barrio casi vacío. Advertimos que han vuelto a cambiar los antiguos chiringuitos y en su lugar hay dos uniformados locales exactamente iguales regulados a unos metros, según la normativa. El césped de los alrededores está tan verde y recortado que parece irreal. La normativa dice que aquí debe estar el banco donde sentarse y allí la escultura que forma una vieja popa oxidada, tan bien colocada que hace daño. A lo lejos los hoteles muy caros. Durante el paseo me he sentido atropellada por una horda de patinadores rubios que gritaban histéricos. Un poco más de caminata y decenas de ciclistas se cruzaban con nosotras a menos de cuarenta centímetros, sin duda su habilidad me ha causado cierto estupor. Han desaparecido los ciudadanos para dar paso a los turistas. Ya no hay hombres maduros mirando furtivamente los cuerpos de jóvenes, ni viejas prostitutas solitarias ensimismadas en sus pensamientos, tampoco nos hemos cruzado con quienes residen en el barrio. Ni olor a pescado frito, ni familias modestas buscando donde sentarse para tomar un vino sin pagar un precio por estar frente a su mar. Ésta es la ciudad, éste es el territorio. Una mujer, calles adentro, hurgaba en la basura del supermercado masticando alimentos hallados en los cubos abandonados. La ciudad adquiere un perfil siniestro. Evoco la lejanía y recitamos un verso de Alejandra Pizarnik: Cómo decir en palabras de este mundo que partió un barco de mí llevándome. (En Poble Nou, Barcelona)

 

 

 

 

xxxParece que hay edades para la tristeza y una edad para la toma de conciencia de que la tristeza no depende siempre del sujeto que la padece: nos llega del ambiente, de un aire que sopla sobre nuestras almas desestabilizando la armonía. Las calles del barrio de Gracia están sucias. Las persianas de los comercios pintarrajeadas con feos trazos dibujados por despechados adolescentes. La proliferación de comercios chinos o hindús donde puedes encontrar todo tipo de mercancía, casi siempre vacíos, ante la mirada vigilante de quienes los regentan, invaden las calles. También ellos están tristes. Los restaurantes, que antes eran alegres puntos de reunión entre los vecinos, ahora son frías salas salpicadas de algunos comensales que no se han visto nunca. Los más de siete mil visitantes diarios al parque Güell suben perezosamente la calle Larrard, flanqueada por tiendas abarrotadas de souvenirs; todas son iguales vendiendo lo mismo. La entrada principal del parque, que proyectó Gaudí para el disfrute de las clases altas barcelonesas a principios del siglo XX, siempre está abarrotada de gente que nunca se volverá a encontrar. Haciéndose fotografías, todos sonríen cuando posan. Los quioscos de prensa están desapareciendo porque la crisis está arrasando un estilo de vida que nadie puede sostener. La crisis no es más que el nombre que se le ha puesto a este despedazamiento de nuestra sociedad. La imagen de un líder político, con el brazo alzado y los dedos posicionados de tal manera que pretende indicar el camino a seguir, entristece todavía más la calle. (En Gracia, Barcelona)

 

 

 

 

xxxOye sin escuchar. Se sitúa tras la pequeña barra que cada tarde convierte en un púlpito, sin dejar de mirar la hoja de papel donde anota los asientos contables correspondientes a la consumición de cada parroquiano. Ayer hablaba del fin del mundo, y sentenciaba el inmediato final de varias relaciones amorosas porque Júpiter iba a poner el ojo en todo lo que se puede destruir para provocar la desaparición de lo estable. El otro día vaticinaba sobre la caducidad del amor y se reía de quienes andaban emparejados. Sin dejar de contar las monedas, miraba de soslayo a quienes entraban en el local con aspecto apesadumbrado. Habla del amor sin conocer ese sentimiento y la carencia le ha dibujado un rictus de bebé insatisfecho, como si la madre le hubiese retirado el pezón de golpe y ahora, décadas después, conserva el signo de esa ausencia en una boca amarga donde las sentencias caen en cascada formando un montículo de desagradables emociones alrededor de sí mismas. Estos nuevos agoreros del mal agüero confunden codicia y deseo; lealtad con fidelidad; monedas con amor; el futuro con el presente; toman el tiempo por rígidos instantes de vacío; trocan la amistad en intercambio; la conversación en monólogo; y las relaciones las confunden, asimismo, con un impenetrable solipsismo. (En el bar)

 

 

 

 

xxxNos da la sensación de que «este» presente es todo el tiempo que tenemos y este espacio ocupa todos los lugares posibles, porque el miedo nos acoge con sus brazos protectores. Si no tuviésemos miedo abriríamos la puerta con un gesto nuevo, saldríamos a la calle con ganas de vivir, tendríamos entre la lista de emociones aquellas que nuestra naturaleza, en los momentos felices, tiende a desarrollar; pero el miedo es poderoso, no es ficción, da paso a estados de ánimo enfermizos, contagia a nuestros semejantes, y nos olvidamos que somos, fundamentalmente, tiempo. Adquirimos conciencia de nuestro valor cuando el cuerpo no responde, o la vida se convierte en un sinfín de compromisos absurdos porque no sabemos estar solos, no sabemos gozarnos. Recordar que todo es movimiento, como el viejo haiku que dibuja perfectamente la simultaneidad: Mientras cae la nieve/ la falda de la montaña apenas puede verse/ ¡Ya atardece! (En el autobús)

 

 

 

 

xxxEl amor es preciso; ni se queda, ni se cuida, ni exige la voluntad de nadie. El amor requiere la absoluta libertad de amar, pero tenemos demasiados modelos, ideas, pensamientos que bloquean el amor. El amor: esencia incapturable. Lo encerramos en las cajas de las casas en pareja y, sin embargo, choco, me doy de bruces, aun sabiéndolo buscamos esa casa.

xxxAlgo así, algo así, mueve el mundo.

xxxCuando te enamoras, en el tiempo de la duración, el Ser se completa. Se completa porque su sed de completud se ha calmado. Pero la sed es persistente y regresa.

xxxRegresa cuando no lo esperas porque no eres nadie en medio de esas sensaciones.

xxxRegresa después de un tiempo.

xxxEs un ciclo. Quien sepa vivir en el curso de ese ciclo y conozca las desventuras de la caída sin moverse del sitio, probablemente aprenda a ser ágil para ocasiones verdaderas.

 

 

 

 

xxxDe pronto me dejaron de interesar. Cada día me cruzaba en el pasillo con la desagradable X. Me saludaba haciendo un gesto con la cabeza y sonreía exhibiendo el aparato dental que tanto afeaba su expresión facial. Después se introducía en su despacho y cerraba la puerta de golpe. Yo seguía caminando por el largo pasillo hasta llegar a mi oficina. Tres administrativas con buen aspecto también se cruzaban conmigo en mi camino hacia la sede de la Administración. Una de ellas era alta y tenía una extraña fealdad que dejaba escapar mientras te miraba; no es que fuesen sus rasgos desproporcionados, todo lo contrario, sin embargo carecían de la armonía necesaria para considerar que un rostro resulte especialmente interesante. Su cara me provocaba un vivo rechazo y por eso evitaba mirarla. Pero era aún peor la presencia en mi propio despacho de la subjefa, quien se encargaba de que el presupuesto encajara en aquel organismo oficial construido hacía más de cien años. Era muy delgada, parecía poseída por un mal que dejaba sus ojos sin brillo si la mirabas atentamente; no es que estuviese enferma, pero al parecerlo su semblante adquiría una extraordinaria palidez de aspecto cadavérico. Su máxima preocupación, durante todas las mañanas, consistía en que encajasen los números en el presupuesto, y aturdía a los demás para que semejante tarea se realizase con diligencia y presteza. Una mañana me quedé mirando hacia las nubes que dejaba ver el marco del ventanal. Pasó la hora del desayuno y yo no había terminado la lista de gastos que se había generado durante el último semestre en material de oficina. La vida se me hizo pequeña. El bolígrafo se escapó de mis dedos. La subjefa se acercó para decirme con sequedad que no era posible la suma que le había proporcionado dos días antes. Me señaló con el dedo el error y lo repitió en voz alta. Me desasosegué. Las miré a todas. Adquirí una conciencia que me desveló la inutilidad de aquel vacío que se llenaba de una ira paciente, una ira desentrañante de tantos años inútiles. Sentí rencor. Alcé la vista y la miré. Aquellos ojos carecían de los mínimos destellos de vida. La ausencia de rocío en el lacrimal, la opacidad del blanco de aquellas retinas, el iris ligeramente visible marcando una doble circunferencia oscura que contrastaba con el también oscuro fondo del cristalino. Pensé en las pinturas de Malévich. Blanco sobre blanco. Negro sobre negro. Un pozo oscuro que me conducía al pasillo donde me cruzaba cada mañana con todas ellas, en lo negro de cada vida que se empeñan en sostener, no sé por qué. Recuerdo que lo último que hice fue levantarme, ir al baño para lavarme las manos; un gesto absurdo, sin duda. Me giré y pasé de largo todas las puertas. Al llegar a la calle me quedé mirando el edificio. Durante mucho rato lo estuve mirando. (En la oficina)

 

 

 

 

xxxNadie puede forzarme a amar a otro. Mucho menos amar un país. Ah, pero Montevideo… (Tomando un vermut)

 

 

 

 

xxxMe dormí y a la una volvía a despertar, tengo prisa porque pasen los días, sé que algo me empuja a que sea así, como si este tiempo fuese el envés de otro y, mientras tanto, la existencia forma otra ola en el arrastre de la anterior y, en el comienzo de esta nueva, estoy.

xxxSe van personas, llegan otras, se van intereses, me vacío de ellos, conquista de la libertad a fuerza de no desear casi nada. El horizonte no es brumoso sino que está cambiando su lejanía y diviso algo y aún no sé qué es.

xxxEs razonable que muchos poemas escritos hace un siglo ahora no se sostengan. Hay demasiado del ambiente del afuera, de las modas, de la retórica impuesta. Cuanta menos subjetividad del autor, más impreciso en el tiempo y más lejano.

xxxUna se ha vuelto como todo el mundo, pero precisamente estoy haciendo de ese todo-el-mundo un devenir; me quiero volver imperceptible, clandestina.

 

 

 

García, Concha. Los antiguos domicilios. Sevilla; Ed. La Isla de Siltolá, 2015.

 

‘LOS SIGNOS DEL DERRUMBE’, DE ANTONIO RODRÍGUEZ JIMÉNEZ

 

LOS SIGNOS DEL DERRUMBE

Sus días son azules
o negros cuando el frío entumece los miembros
o rojos si las úlceras apremian con su aullido.
El tiempo es sucesión de sensaciones plenas
y cada hora el triunfo de la supervivencia.
Ha encontrado un periódico y lo mira
indiferente, examinando el tacto
del papel. No lo irritan los últimos caciques
en avivar la fe de los esclavos.
No intentéis explicarle los signos del derrumbe.
La libertad prefiere ungir solo a unos pocos
príncipes de los márgenes.
Solo los despojados y los dueños de todo
han probado las mieles del desprecio absoluto.
Libre de indignación, como un faisán
henchido de egoísmo,
coloca los papeles en el banco y se duerme
sobre la podredumbre de este mundo.

 

 

 

 

PARAJE DE CIUDAD REAL

Mira los tallos secos de los cardos,
las espinas que apuntan hacia quién,
hacia dónde,
la dureza solar de su flor muerta.
Una lengua de asfalto cuarteada se extiende
buscando un río distante
o imposible. Las nubes
ignoran la llamada
de la torre sin nadie, contra el viento.
Se diría que nunca dejaron las cigarras
de vibrar en la hierba, que los pájaros
no temieron jamás que se quebrara
este cielo vacío.
Ignora la hojarasca las letras en desorden
que alguna vez formaron la palabra aeropuerto.

 

 

 

 

NACIMIENTO EN SIRIA

Canta la buena nueva. Ya ha nacido.
Sin señales, sin esperar siquiera
la alineación propicia de los astros
ni el rumbo de su estrella. Sin que el poder
lo tema, ya ha nacido,
en la antigua ciudad de Emesa,
el esperado, el hijo
de mujer, que entre escombros
derramará su sangre sin que a nadie
le importe. Ya ha nacido
entre miseria y miedo, entre jjirones
de civilización. Ahora cantemos
sus alabanzas, fruto de la vida
que será cercenada inútilmente,
una vez más, en medio del silencio
sepulcral de la Historia.

 

 

 

 

EN LAS CAVERNAS

En Camerún están matando a un hombre
por declararse a otro en un mensaje.
Escribiría je t’aime o unas pocas palabras
en su lengua materna. Solo que para el resto
del mundo se enterara
de que a pesar de hallarse en el lugar erróneo
había elegido amar, vivir sin miedo.
Y ahora lo están matando.
El odio es el refugio de los desamparados,
y en las estrechas celdas de la fe y la barbarie
amar alarma siempre mucho más que un cadáver.

 

 

 

 

ÉXITO

Ahora eres una efímera promesa.
En Facebook resplandece tu mirada,
con Nueva York de fondo y un poema
sexual y vigoroso que enamora
a las hipnotizadas internautas.
La suerte te sonríe a cada paso;
hay lecturas y fiestas que terminan
de madrugada en camas diferentes.
A tu lado se tienden las metáforas
como animales dóciles; te buscan
vacías y brillantes, cegadoras,
con la banalidad de sus imágenes.
Siempre hay una canción que te acompaña,
junto a ese look casual y descuidado;
y las palabras flotan en el aire
de los bares marcando tu aureola.
Encantador y hermoso te sumerges,
te entregas a la alegre inconsistencia.
La marca de ginebra que ahora bebes
sabe a éxito y tiene los aromas
de la felicidad. Es tu momento
y en él no caben otras distracciones:
las tenaces preguntas de la vida,
la amenaza terrible de la nada.

 

 

 

 

INVISIBLE

llevo días oculto entre estos muros
esperando que vengan a buscarme.
No sé cuántos serán ni cuánto tiempo
tendré hasta que me encuentren.
Mientras tanto,
tecleo este poema que puede ser el último
y que no leerá nadie.

Sé que es un acto inútil,
pero sigo escribiendo
para llenar el aire de una casa
a la que nadie llega,
en la que no aparecen señales de peligro.

Quizá no vengan nunca.
Tal vez, todo este tiempo
haya sido invisible.

 

 

 

 

METAPOEMA

Mis últimos poemas hablan sobre el lenguaje,
sobre la trascendencia del signo y los intentos
de crear realidades intangibles
mediante la belleza.
Escribo mientras silban las balas en las calles
de Kiev y de Caracas.
Un grupo de personas intenta protegerse
de una lluvia de fuego.
Los he visto caer, uno a uno, abatidos
como las piezas de una cacería.
Los he visto caer y desangrarse sobre los adoquines
en muy pocos segundos.
Los he visto morir.
Alguien pudo grabar el horror en un móvil
para que yo lo viese.
Yo, que he estado escribiendo
sobre la validez de la memoria
y la naturaleza de las pérdidas.
Yo, que estoy preguntándome
cómo sigue el poema,
cómo sigue la vida.

 

 

 

 

EL DOLOR DE VERDAD

Definir la tristeza.
Escribir las palabras dolor, angustia, duelo,
incluso en varias lenguas.
Y todo sería en vano.
El dolor de verdad no tiene nombre.

 

 

 

Rodríguez Jiménez, Antonio. Los signos del derrumbe. Madrid; Ed. Hiperión, 2014.

 

LA CONSTRUCCIÓN DIARIA DEL AMOR & CATÁLOGO DE PATOLOGÍAS

 

VIDA EN LOS CUADERNOS

El joven que quiere ser escritor escribe en su cuaderno «una mujer desnuda» y la novia del joven siente, al leerlo, una vergüenza instantánea: sabe que es ella misma quien yace allí, desnuda, en el cuaderno.

 

 

 

 

EN SU CASA

Me la encontré desnuda en la puerta de su edificio, parecía buscar algo en el suelo y también en las paredes de la calle. Me dijo que había bajado a sacar la basura, me dijo que hacía mucho calor pero yo repuse que estábamos en diciembre, ella dijo que se alegraba de verme porque no había nadie en la ciudad, que todo estaba desierto desde hacía días y que creyó que se iba a volver loca. Pero había gente en su calle, como queriendo ahorrarme la necesidad de explicarle; nos miraban con alarma, la hice pasar al edificio y subimos hasta su casa.
xxxLa senté en el sofá y cubrí su cuerpo con una manta. Encendí las calefacciones y fui a la cocina para calentar agua y hacer té. Cuando volví al salón se había vestido y había encendido la televisión. Dijo que estaba hambrienta, que tenía frío. Subí la temperatura de las calefacciones y con el agua del fuego hice sopa. Mientras ella tomaba la sopa en silencio, absorta en la televisión, yo sentí calor, mucho calor: aún no me había quitado el abrigo. Pero lo hice y seguía teniendo calor. Me quedé en camiseta y después en ropa interior. Ella me preguntó si quería un té o un café. Le dije que no quería nada, miré la televisión y fui quedándome embobado con aquello que podía verse en la pantalla, gente hablando en torno de una mesa, gente hablando al mismo tiempo y gritándose entre sí, y un moderador que gritaba, a su vez, a todos ellos y también hacia el público.
xxxFue a la cocina y volvió al rato con un café, yo me sorprendí a través de su sorpresa cuando ella comprobó que me había quedado desnudo. Trató de entablar conversación conmigo pero de forma infructuosa, yo seguía absorto en aquel programa aunque sin enterarme de lo que sucedía, quizás más pendiente de mis pensamientos, fueran los que fueran. Le respondía apenas con monosílabos, por lo que se sentó delante de su ordenador y empezó a escribir, primero despacio pero después más animada y febril, se embebió tanto y disfrutó de tal forma con lo que escribía que empezó a reír. Al programa que yo veía le llegó su pausa para la publicidad y me levanté del sofá, con una enorme erección. Reí contagiado con la risa de ella, dejándome arrastrar, al fin, por ella.
xxx«Ahora yo soy la dueña del relato», me dijo triunfante, arrebatada por el ritmo de las ideas que tecleaba. Y siguió riendo, y yo reí con ella.

 

 

 

 

GENTE QUE CAE

Alguien cayó al suelo y me asusté. Tan largo como era, pero demasiado despacio. Como ofreciendo mucha resistencia al aire y a la gravedad, en su caída. Cuando aquel cuerpo terminó de derrumbarse, mi alarma fue aún mayor: quedó desarticulado como un guiñapo. Una o dos de sus torsiones finales me confirmaban la monstruosidad de lo que estaba presenciando.
xxxAunque estaba quieto ya, temí acercarme. Debajo de la ropa, ese cuerpo se desinflaba. Como si se desintegrara. Cuando por fin me aproximé, comprendí que aquello era, en realidad, solo un montón de ropa. No hubo nunca un cuerpo, allí debajo.
xxxSiempre que quede claro que se trataba de ropa sin gente, debo decir que continuó cayendo gente alrededor, bastante tiempo. Mucha gente, ropa sin gente. Qué ilusión más absurda, la de mi percepción. Pero me sorprendí afirmando —aferrándome a— mi verticalidad respecto todo lo demás: aquello que me rodeaba.
xxxMe repetía: no, no estoy cayendo. Después palpé mis ropas para comprobar que yo aún estaba ahí. Pero descubro que no tengo ropa puesta: estoy desnudo.
xxxAunque estoy solo, ahí en la calle, tengo un ataque de pudor. Considero un instante si coger algunas de esas prendas y cubrirme. Pero mi vergüenza crece, ahora me siento culpable. Y me alejo corriendo.

 

 

 

 

ADELGAZAR PARA PATRICIA

Siempre quise acostarme con Patricia. Patricia la monumental, el espectáculo ambulante, la catedral con piernas de la lascivia concebida como devoción. Carnes fantásticas en su turbadora prodigalidad, una materia ágil y bamboleante, eternamente en movimiento: huyendo siempre lejos, siempre más allá de mi alcance. ¿Cómo no iba a desearla? Pero a ella le gustaban los hombres delgados, muy delgados, todo lo contrario que yo.
xxxPor lo que me puse a dieta, estricta como mi deseo. En mis largas noches de hambre y de deseo, yo soñaba con ser merecedor, al fin, de su abrazo. ¡Lo iba a conseguir!, pensaba en mi delirio, porque ese no comer me sumía en un mundo muy leve donde nada pesaba. Era otra dimensión. Perdiendo toda esa carne y alejándome de la materia, empezando por mi misma carne —más leve, menos obvia cada vez—, había descubierto la espiritualidad. El tiempo y el espacio se me difuminaban mientras yo la buscaba todavía, acaso por inercia, en los mismos bares y discotecas. Hasta que una noche se me acercó. Me contemplaba, admirativa. Y sí, me señaló. Era mi turno. Me temblaban las piernas de pura inanición, más que de nervios o deseo. Se me acercó y allí, en la barra, nos besamos.
xxx—Chico, qué ímpetu —me dijo.
xxxLa callé reanudando mi demorado beso. Antes de darme cuenta, seguíamos besándonos y devorándonos dentro de un coche: mi debilidad física hacía del tiempo una sustancia maleable sobre la que yo flotaba alígero. Enfebrecido como estaba, tuve que esforzarme por volver a la realidad, reconocer un tiempo fijo, estable en mi percepción, para la noche en la que, al fin, ella se me rendía.
xxxEscupí un trozo de labio y los colores de la noche regresaron a mí. En esa oscuridad. Colores teñidos de sangre.
xxxComencé a comprender.
xxxEn mi boca tenía aún un pedazo grande y carnoso de ella, la mitad de su boca. Me retiré espantado de su abrazo, un abrazo inerte que me atenazaba solo por el peso de su cuerpo muerto. Miré a mi deseada: uno de sus pechos había desaparecido hacía rato, así como la mayor parte de su abdomen: sus costillas afloraban bajo la indudable marca de mis mordiscos.
xxxOjalá todo aquello fuese lo primero que de ella devoré, así habría muerto sin la injusta demora que le habría impuesto el hecho de que comenzara a comérmela por la pierna y el brazo que le colgaron, solo cubiertos a medias por hilachos de carne también mordisqueada, cuando abrí la puerta del coche. Solo ahora, oficial, que han vuelto a alimentarme con regularidad en mi celda, tengo la posibilidad de ser consciente de mi crimen. Y créame que lo detesto. Patricia, ¡oh, Patricia! Detesto cómo ahora ya eres carne de mi carne y me atas a esa materia de la que he querido huir. Ya no seré nunca el espíritu ligero que me enseñaste a ser, no voy a serlo nunca más.

 

 

 

 

LA CENA

Me costó bastante adelgazar, aproximadamente nueve meses de verdura y ensaladas, de gazpacho, alguna pequeña rebanada de paté de vez en cuando, muy de vez en cuando. Cuando por fin lo conseguí, solo me quedaba lanzarme a por una mujer. Que encontré casi en el mismo momento en que decidí que ya estaba físicamente preparado. Fue en la calle, prácticamente bajo mi casa. Se me quedó mirando de forma descarada: normal, me había estado cuidando mucho. Quedamos esa noche, le dije que si para cenar, por recurrir al tópico, ¿qué otra cosa podía proponerle?, nunca tuve mucha imaginación. Lo importante es que ella respondió que sí, que por supuesto. Se me comía con la mirada, creo.
xxxY así llegamos hasta ahora, que estamos en este restaurante italiano. Ella no deja de pedir un plato tras otro y yo me aflojo la corbata por el calor, ¿no hay aire acondicionado en este maldito sitio? Miro a mi alrededor: los adolescentes que nos rodean no parecen sufrir menoscabo alguno por la temperatura y devoran ufanos, sin asomo de sudor alguno en sus rostros, sus trozos de pizza, sus ensaladas césar, sus raviolis. «Este solomillo te va a encantar», aventura ella, que tampoco parece sudar, que hace sonar sus carcajadas estentóreas una y otra vez, también mientras la camarera hace sitio para el solomillo, para los tomates con mozzarella, para el provolone, desalojando los otros platos ya vacíos.
xxxPaso de nuevo la servilleta por mi frente, también me seco la nuca; ¿nunca cesarán estos ríos de sudor? Pronto aflojaré mi cinturón. hago esfuerzos por tragar, por sonreír. Antes de que la camarera termine de salir del comedor, mi compañera de mesa le grita que unos gnocchi, que unos tallarines, que un poco más de parmesano. Los adolescentes nos miran. Yo, por si acaso, sonrío.
xxxCreo que voy a desvanecerme, pero prefiero no pensar en ello; aprieto mi servilleta bajo la mesa con el puño, sin que nadie pueda verme. Con la otra mano agarro mi tenedor, lo aprieto entre mis dedos; miro a mi comensal, sonrío: sigo comiendo.

 

 

 

 

SOFÍA Y YO

Lo cierto es que me había enamorado de Sofía, y por mucho que sopesara todas las dificultades a las que nuestra relación debía enfrentarse, no tenía más remedio que lidiar con ellas y salir adelante. Pues Sofía era presentadora de televisión y, por lo que a mí respecta, vivía dentro del aparato.
xxxElla no debía tener nada que ver con la persona de carne y hueso que, a cientos de kilómetros de distancia, la encarnaba en pantalla. Si mi Sofía era elegante y cuidadosa al dar las noticias más terrbles o anodinas, la Sofía real bien podía tratarse de alguien zafio y brutal; si daba el parte meteorológico con sofisticado humor y distinguida dicción, la Sofía real bien podía jurar y maldecir como un camionero, no distinguir una isobara de una alambrada en un estado de excepción. Si su sonrisa pixelada era seductora, cálida y franca sin ocultar su último misterio, su carácter real bien podía ser destemplado y caprichoso en el peor sentido; mezquino, insoportable.
xxxCompro en su día el aparato del día; consigo cables, parabólicas, antenas nuevas. Y renovamos a menudo su carcasa: el último modelo siempre. Sí, estaba enamorado. Y estaba dispuesto a proclamarlo más allá de las paredes de nuestro hogar, entre las calles y el pasmo de nuestros vecinos. Para que nos diese el aire, sacaba el aparato sobre una mesa con ruedas y lo arrastraba adonde quiera que nos apeteciese prolongar nuestros paseos románticos. Lo que durase nuestra batería de luz. No nos importaba que nos mirasen raro en las confiterías y las terrazas, que susurrasen a nuestras espaldas mientras recorríamos los pasillos de grandes almacenes y bulevares. Sofía brillaba para mí, hablaba para mí, solo a mí me dedicaba sus hipnóticas miradas.
xxxEstoy enamorado de Sofía. Los que no nos entienden son los que fueron ciegos siempre. Encienden su receptor y creen matar con ello el tiempo, sin saber que así lo crean, que sucede ante ellos sin que puedan pasmarse ante el milagro. Por esa razón, de entre los millones de personas que la ven, solo a mí me habla, para mí son todos los mensajes de amor secretos, las claves que descifro con paciencia, aquellas que hablan de un mundo en el que finalmente todos nuestros semejantes habrán desaparecido, incluida la Sofía real. Y la verdadera Sofía, la del televisor, dejará que arrastre el carrito que porta el aparato a través de las ruinas de un mundo antiguo, que feneció por no entendernos.
xxxNo estoy loco, quizás el mundo no acabe nunca. En ese caso, con suerte, acabaré yo antes que ella. y si es ella quien lo hace, el día que se apague para siempre, en mi vida quedará tan solo nieve y un ruido monocorde de estática final y sin sentido.

 

 

 

 

FIN DE LA JUVENTUD

Salí pero no para emborracharme, aunque lo hice. Para que me diese el aire, aunque acabé confinado en sucesivos tugurios de viciado aire: luces estroboscópicas, ruidos atronadores. Cuando se me acercó Patricia pensaba en todo eso, en cómo me aburría después de una juventud desperdiciada entre los espejismos de la juventud y también en que, al fin y al cabo, no se estaba tan mal envuelto en ellos.
xxxSiempre tuve un sentido protocolario, en última instancia rutinario, con carácter de obligación social, de la salida y del alcohol. No hay muchas más opciones, acaso, para una juventud sin imaginación en una ciudad pequeña. De cualquier forma se acercaba el final de mi juventud, pensé exageradamente. Y allí estaba ella: me puse firme, o fingía no estarlo para estarlo más que nunca. Pensaba en la juventud al mirarla y era como si todos mis boletos perdedores hubiesen revalidado de un golpe de mano su curso legal, tras sus derrotas del pasado, para volver a probar suerte. La miré y ella me sonrió, o quizás fue al revés. Después nos fuimos juntos.
xxxSi le preguntáis negará que nos conociésemos de esa forma. Vivimos en una casa enorme, una casa enorme en una ciudad pequeña. Aún no esperamos hijos, todavía creo ser joven. Ella aún espera su golpe de suerte y yo, a ratos, siempre a sus espaldas, echo algún que otro trago.

 

 

 

López, José Óscar. Fragmentos de un mundo acelerado. Cartagena; Ed. Balduque, 2017.

 

EVA TENDIENDO LA ROPA

Comentaba hace un par de días que me había llegado ‘Eva tendiendo la ropa’, de Sandro Luna; que el autor había tenido el detallazo de enviármelo. Un libro con el que obtuvo el XXVIII Premio Internacional de Poesía «Antonio Oliver Belmás», en cuyo jurado estaban Luis Alberto de Cuenca, Eloy Sánchez Rosillo, Blanca Andreu y Vicente Gallego.

El libro muestra cómo Sandro Luna es de esos poetas que tiene el don de transformar el desasosiego por el significado en objeto de consideración poética. Esa búsqueda constante del significado se vuelve incesantemente pregunta a lo largo de todo el libro de una manera casi obsesiva, una búsqueda que desemboca en el convencimiento de que el sentido de las cosas, su salvación (como afirma aquí Jesús Párraga) no es algo privado, sino que pertenece al mundo.

 

 

 

 

Y aquí tienen algunos poemas del libro.

 

 

MADRE HIERBA

¿De qué luz puesta en flor
es este vencimiento?

¿Qué palabra se dice y no se dice
y nos mantiene puros?

Si yo pudiera,
madre,
con tan poco decirte.

 

 

 

 

QUÉ SABRÁ

¿Qué sabrá de la luz la luz del sol,
de la respiración el aire vivo?

 

 

 

 

YO ME CANTO A MÍ MISMO

xxxxxxxxxxxxxxxxA Walt Whitman

Corre el aire en la hierba,
por mi pecho,
sencillo y misterioso.

Tengo mi corazón
despierto como un faro.

Dentro de mí,
la noche.

Y todo se celebra.

 

 

 

 

LA PALOMA Y EL MENDIGO

Yo dejo que me robes.

¿Quién podría
quitarme lo que es mío?

 

 

 

 

TUMBADO EN LA HIERBA

Porque no deben nada,
los pájaros no vuelan,
son el aire.

 

 

 

 

FIEBRE

xxxxxxxxxxxxxxxA Agustín Pérez Leal

¿Qué gloria hay en el aire?

¿Qué sol de los milenios?

Volar con los jazmines y morir.

 

 

 

 

AGUA

Esta sed no se encuentra,
sobreviene.

Un cántaro la lleva,
y está roto.

 

 

 

 

PARECÍA
(Hojas de hierba)

xxxxxxxxxxxxxxxA Josep y María

Parecía en el humo vagar mi corazón.

Junté toda la hierba
y la deshice.

¿Dónde
la gravedad,
si nada pesa?

 

 

 

 

FLORECIMIENTO

Teniendo ya una rosa,
¿qué rosa codiciaba?

 

 

 

 

MADRUGADA DE PRONTO

xxxxxxxxxxxxxxxA Quique Vergara

Donde termina el sol pongo mi casa,
tan adentro
que ya no sé siquiera qué es la hondura.

Qué vergüenza mirar
y no ver nada.

 

 

 

 

AMANECE
(Un blues para mi hija)

xxxxxxxxxxxxxxxA Rubén de Jesús y Juan Aranda

¿Qué me enseña este pájaro?

Tan temprano y ya late
conmigo en la mañana
su corazón de nadie.

 

 

 

 

MIRAR ADENTRO

xxxxxxxxxxxxxxxxA Leonard Cohen

He visto sin ser visto.

Sólo había belleza.

Y yo la alimentaba con mi muerte.

 

 

 

 

SEÑALES

Mañana moriré
y estoy como la hierba,
renaciendo.

Me he perdido en mí mismo
y todo lo que encuentro me señala.

 

 

 

 

LA CASA ENCENDIDA

xxxxxxxxxxxxxxxxA Eva,
xxxxxxxxxxxxxxxxverdadera y sencilla,
xxxxxxxxxxxxxxxxamiga fiel y grácil.

Como el sol que se posa entre los pétalos
te acercas a mi casa
en esta luz de nadie sin ahora.

¿Qué podría engañarnos?

Vivamos siempre aquí,
en la blanca llama.

 

 

 

 

EVA TENDIENDO LA ROPA

Algo despierta en mí:
el movimiento eterno
de unas manos que tienden.

 

 

 

 

PIEDRA

xxxxxxxxxxxxxxxxA Miguel Ángel Velasco,
xxxxxxxxxxxxxxxxsiempre vivo

Si el viento la ha movido,
si la ha mojado el agua.

¿Qué dirá de nosotros
que la hemos contemplado?

 

 

 

Luna, Sandro. Eva tendiendo la ropa. Valencia; Ed. Pre-textos, 2015.

 

LOS REGALOS DE LOS AMIGOS (LVII)

 

Acaba de llegarme el libro con el que Sandro Luna obtuvo el XXVIII Premio Internacional de Poesía ‘Antonio Oliver Belmás’.

En un par de días les comento.

 

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PRESENTACIÓN DE ‘EL PRIMER ANIMAL DE LO INVISIBLE’, DE EUGENIO SÁNCHEZ SALINAS

 

Ediciones Liliputienses acaba de publicar el primer libro de Eugenio Sánchez Salinas. El libro se presenta esta tarde a las 19:30 en la Universidad de Murcia.

A mí me pilla fuera de Murcia, así que todos los que podáis acercaos a verlo, descubriréis a un poeta por el que algunos apostábamos hace ya años.

 

ESTA NOCHE, ALBERTO ALCALÁ EN EL CAFÉ DE ALBA

 

Esta noche, parando unos días en el proceso de grabación del que será su segundo disco, Alberto Alcalá estará tocando en Murcia.
Yo de ustedes, no me lo perdería.

 

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ASÍ ME QUEDÉ SIN CONVERSACIÓN

 

LA FRASE

Se me había ocurrido una frase fantástica. La puse en las redes sociales y en algunos foros de Internet. Mi éxito fue instantáneo, ¡nunca nada dicho por mí había gustado tanto, ni fue tan celebrado ni citado o compartido por extraños! La cosa no terminó ahí, poco más tarde me reuní con los compañeros de trabajo durante el almuerzo y aguardé el mejor momento para decir mi frase. Como si se tratase de algo que se me acababa de ocurrir, y tratando de no darle mayor importancia. ¡Menuda sensación la que provoqué! Todos me miraban impresionados y celebraban mi ocurrencia. De vuelta a los despachos, caminaba por los pasillos que forman las mesas envuelto en un silencio augusto, muy solemne, mientras mi frase se repetía junto al nombre de su autor, es decir yo, como un eco en boca del resto del personal.
xxxEsa tarde llamé a mis amigos, uno tras otro, por teléfono. Después de preparar el terreno con menudencias, soltaba mi frase. Luego llamé a mi familia, ¡ay, qué poco les llamo! También en la cola del supermercado, con aire distraído y para que me oyeran bien cajeras y clientes; en las ventanillas de los funcionarios, como broma casual; mientras el autobús nos llevaba a todos aquellos desconocidos y a mí a alguna parte mucho menos lustrosa que mi frase… Fueron tres o cuatro días de inaudita alegría, acaso la cumbre de mi vida social.
xxxMi inteligencia nunca me había llevado tan lejos, pensé. Pero pensé también: ¿volverá a hacerlo en el futuro? ¿Será capaz de brindarme otra frase así? Porque todos conocen ya mi frase, mi famosa frase. ¿No debería poner manos a la obra, para encontrar otra y prolongar, así, mi éxito?
xxxY lo intenté.
xxxPero no se me ocurría nada.
xxxSigue sin ocurrírseme. Y mira que lo intento, todavía.
xxxTodos, de cualquier forma, parecen haber olvidado el alborozo que mi frase les causó. ¿Es posible que se haya apagado, junto con su alegría y su admiración, el recuerdo de mi frase? Acaso, de forma periódica, pudiese repetirla y regresar al éxito y la consideración de los demás, de vez en cuando. Pero no ha funcionado: algunas sonrisas forzadas y un progresivo, un creciente aire de hastío es todo lo que consigo generar a mi alrededor.
xxxAsí que desisto de repetirla. Lo conseguí una vez, pienso tratando de animarme para seguir nadando en medio de este océano de días repetidos, toda esta indiferencia. Insisto: he desistido de ella, trato de olvidarla. He vuelto a mis frases banales, tan corrientes. Y he regresado, sobre todo, a mi silencio. Réplicas anodinas, en el mejor de los casos, para las conversaciones en que logro deslizarme y en las que, a duras penas, me dejan participar.

 

 

 

 

UN GORRIÓN EN MI CARTERA

Tengo un gorrión en la cartera. Lo cuido, lo alimento, y él jamás se va aunque siempre dejo la cremallera abierta. Hay espacio suficiente, hace tiempo que no llevo otra cosa, en mi cartera, más que mi gorrión. Cuando salgo de casa meto al pájaro dentro de la bolsa, la cuelgo de mi hombro y voy con ella a todas partes.
xxxMiro a menudo en su interior y el ave me devuelve la mirada. Solo sufro en las aglomeraciones, con cualquier empellón que alguien me propine en la cola de alguna caja o en los bares, en el metro, camino del trabajo…; en toda circunstancia donde pueda sufrir daño mi pequeño gorrión.
xxxSé que resulta extraño. Me cuesta, aquí y ahora, confesarlo. Hubo un tiempo en que creí que era normal, que todos ocultaban y llevaban encima alguna clase de animal, un diminuto ser en sus mochilas o en sus bolsos, sus maletas, incluso en sus bolsillos. Por eso alojé a mi pequeño gorrión en mi cartera. Cuando me di cuenta de que nadie, en realidad, llevaba ningún animal encima, era tarde: le había tomado cariño, no podía deshacerme de él. Solo le rogaba que fuese silencioso para que mantuviéramos en secreto su presencia constante, junto a mí; que por ejemplo no cantase —odio que me evidencien y llamar la atención— y que aguardara a que estuviésemos solos para salir, cantar y aletear sin obstáculos.
xxxPero tardé, como digo, en saber la verdad. Porque creía que los otros manejaban este asunto con gran discreción, yo los imitaba. Trataba de conducirme con sigilo, o así lo intenté, al menos, hasta aquel día. Pero ese día hubo un imprevisto. Me cazaron. Siento gran repugnancia al relatarlo, pero quizás sirva a alguien y a un futuro, espero que mejor, esta tragedia. Alguien se me acercó en el andén del metro, dispuesto a resolver de manera directa la sospecha que a todas luces y por su expresión le corroía. «Qué lleva usted en esa bolsa», me espetó. Negué con la cabeza. Dije no, oh no, ¡no llevo nada!
xxx—¡Usted está mintiendo! —proclamó asiendo mi cartera de repente. Traté de liberarme de su presa, mientras el resto de gente nos observaba. ¡Todos provistos de carteras y bolsas, de mochilas, maletas! ¡Y los asían muy cerca de sí, yo aún creía que con ánimo protector!
xxx—Por favor, no lo haga —rogué inútilmente, porque aquel hombre seguía forcejeando con gran violencia para arrebatarme la cartera—, ¡es solo un pajarillo inofensivo, una bestia inocente como aquella que ustedes esconden para sí!
xxxY mientras me revolvía y lloraba, todos pudieron escucharlo. ¡Ponían cara de estar en presencia de un loco! ¡Incluso muchos se reían!
xxxAh, ja, ja, ja, qué pobre loco, pensaban ¡Podía oírlos! ¡Oír sus pensamientos!
xxx¡Es solo un animal!, repito entre sollozos mientras el tipo estruja mi cartera sin ningún miramiento. ¡Y mi gorrión pía desesperado! ¡Este señor lo está matando con sus empujones! ¿Pero es que no lo oye?, me lamento tratando de hacerle comprender.
xxxEs demasiado tarde. Todo ha sucedido rápido. Mi pájaro debe de estar muerto. La cinta para el hombro de mi cartera se ha roto, y el señor la arroja con furia al suelo. Porque la llevo abierta, todos esperan con sorna a que mi pajarillo salga volando o, más probablemente, que emerja moribundo.
xxxMi pequeño gorrión.
xxxNada de eso sucede. Y el desprecio burlón con el que me miraban se ha transformado en lástima y en incomodidad, después de que hayan comprobado el alcance de mi desconsuelo. ¡Lo han matado! ¡Ustedes lo han matado!, rujo, y ellos palpan, por una absurda inercia, sus carteras y bolsos, sus maletas, sus mochilas; incluso el agresor.
xxxLa incredulidad de todos es absoluta, cuando comprueban que hay sangre en sus manos. La misma sangre que gotea de sus bolsos y forma charcos en el suelo.
xxxHay sangre en sus manos y en el suelo y hay horror en sus rostros, mientras yo continúo sollozando sin consuelo posible.

 

 

 

 

IMAGINABA UN LAGO

Imaginaba un lago y le faltaba oxígeno.
xxxSus familiares subían la escalera a toda prisa y corrían hacia su dormitorio, alertados por sus gritos y por un ruido extraño, inexplicable allí dentro, como de chapoteo.

 

 

 

 

NO, NO ERA DIVERTIDO EN ABSOLUTO

Puso un estado en Facebook muy gracioso, o al menos a mí me lo parecía, no podía parar de reír, tardé un rato en dejar de hacerlo. Fui a darle al emoticono de medivierte, pero vi que nadie lo había hecho antes que yo: decenas de megusta, muchos, muchos meencanta, pero ningún medivierte. Y esto, claro, me hizo dudar. Pero, ¿por qué había de dudar? ¿No me había reído muchísimo? ¿Qué podían tener de malo todas esas risas mías, tan reparadoras y llenas de una sana franqueza? ¿Por qué, sin embargo, a nadie le pareció gracioso antes que a mí? Me retiré de la pantalla del ordenador, desorientado, y le di vueltas a todo aquello. Básicamente, volví a considerar aquel estado, era tan… Sí, lo era: gracioso, muy gracioso. Traté de recordar las palabras exactas y acabé regresando al ordenador. Lo releí y, antes de darme cuenta, ya estaba otra vez riendo, riendo sin parar. Me limpié las lágrimas que bañaban mis ojos de tanto reír y le di al medivierte sin pensarlo más. Después actualicé la página y traté de leer los nuevos estados de la gente, las nuevas noticias que los demás enlazaban y comentaban, las nuevas bromas y ocurrencias, las nuevas reflexiones al hilo de la actualidad o del azar en las vidas de mis contactos. Pero no podía dejar de pensar en ese estado. ¿Y si a los demás no les parecía gracioso? Una pregunta fuera de lugar, nadie había indicado que le divirtiese. Pero, ¿por qué? Busqué de nuevo aquel estado, quizás mi medivierte había animado a alguien más a secundarme. No, nadie lo había hecho. Algún nuevo megusta, creo, se había añadido al marcador inferior. Tampoco puedo estar seguro. ¿A qué se debía esa tensión que, de pronto, parecía formarse en torno al estado? Pero se trataba de otra pregunta ociosa, pues ¿trataba de considerar que mi medivierte era responsable de alguna clase de tensión? Estaba llevando demasiado lejos mi imaginación, a todas luces delirante. Cerré definitivamente la página de facebook y me levanté de la mesa dispuesto a enfrentar algunas de mis responsabilidades para el resto de la tarde. Las hice como pude. Sí, las hice. Pero sin dejar de pensar en aquel estado, en mi respuesta, probablemente inadecuada, a aquel estado. Más que inadecuada, fuera de lugar. Irresponsable, inaceptable, acaso monstruosa.
xxxSon ya más de las tres de la mañana y sigo aquí delante del ordenador. Con la página de Facebook abierta por aquel estado en cuyo marcador mi mirada vidriosa sigue fija, esperando inútilmente la llegada de otro medivierte, siquiera de alguna otra reacción más ajustada a su verdadera intención, más normal, que reanude la actividad de unas palabras que solo yo debo de haber malentendido y, por lo tanto, arruinado. Pero sigue pasando el tiempo y nada de esto sucede. Pasan ya de las cuatro de la mañana. De hecho, queda muy poco para que el reloj marque las cinco. Tal y como ha ido desarrollándose la madrugada, sé que pronto serán las seis, las siete de la mañana. Y llegará así el momento de marcharme al trabajo, y no habré dormido nada. ¿Cómo podré explicar allí el motivo de mi desazón, que me haya presentado hoy en estas condiciones lamentables? Seguramente llevaré marcados en la cara los motivos de mi vergüenza y mi ignominia, aquella a la que he arrastrado al inocente autor de ese estado y también al resto de sus contactos que, inadvertidos, reaccionaron ante él con despreocupación, según el verdadero sentido de aquellas palabras, antes de que yo haya destruido para siempre, como en un juego de fichas de dominó terrorífico, su crédito y sus vidas. Dudo que nadie vaya a perdonar la monstruosidad en la que voy a vivir sumido a partir de ahora, después de haberle dado de forma tan irresponsable, tan irreparable, a ese estúpido y lamentable, sonriente y demoníaco emoticono.

 

 

 

 

LOS SILENCIOSOS

Los vemos acercarse y sentimos un odio natural y consecuente contra ellos, los silenciosos. Con su conducta incomprensible no hacen más que evidenciar el ruido constante y desagradable en que vivimos envueltos y que imponemos de manera abusiva a quienes nos rodean.
xxxPedantes del demonio, malditos pretenciosos. ¿Qué buscan con todo ese silencio, hacerse los interesantes?
xxxPrimero se trató de una modalidad igualmente siniestra, aunque algo atenuada todavía, de una falta absoluta de locuacidad. Pero pronto ingresaron en el silencio hermético que les caracteriza.
xxxHemos de suponer que hablan con cierta prodigalidad en la más estricta intimidad, para resolver de esta forma sus asuntos. Son parcos al manifestarse en público, cuando lo hacen. Hemos de suponer que entre los suyos, en privado, se extienden en largas conversaciones que a los demás quedan vedadas; reservan sus asuntos más íntimos para los pocos próximos, ¿por qué los sienten tan decisivos, tan importantes se consideran? Qué poco natural tendencia es esa, qué siniestra conspiración, ¿acaso no tienen futilidades para compartir con los desconocidos, equivocadas opiniones —por vergonzosas que resulten— que los expongan a ser, simplemente, humanos y falibles?
xxx¿Por qué solo nosotros debemos ser ridículos?
xxx¿Y ellos van a hacernos creer de esa manera cobarde y silenciosa que les caracteriza que son mejores que nosotros?
xxxUno de estos nuevos pretendidos aristócratas del estar ahí callados, tan callados, se atrevió no hace mucho a rogar a sus compañeros de viaje en un autobús, con desfachatez indecente, más inaudita aún en su infame mascarada de cortesía exquisita, que moderaran el volumen de sus voces y sus móviles. Y una señora, muy acertadamente, le recordó aquel viejo dicho italiano de la maldad de los que hablan bajito.
xxxFue así puesto en su sitio ese silencioso entrometido, que volvió a cerrar la boca derrotado.
xxxHubo un tiempo en que fueron mayoría y esos estúpidos cantamañanas que sacan conclusiones con palabras altisonantes para dárselas de sabios y filósofos decían que por fin había llegado el momento en que nuestro país, tradicionalmente atrasado e incluso intratable, empezaba —siempre según ellos— a civilizarse. La entropía social, que difumina, cuando se dan, sus estiradas formas; la que nivela de una forma deseable tales formas y nos constituye en sana y vulgar, coloradota y muy ruidosa fraternidad, ha mermado mucho sus filas. Pero todavía quedan muchos, demasiados.
xxxAvanzan por las calles ufanos, con esa tranquila, pretendidamente santa falta de estropicio. Y no hay cacofonía que los manche. Como Jesucristo sobre las aguas, ellos caminan sobre la superficie de cualesquier coprolalias. No, noli se tangere. Y a nosotros nos gustaría arrastrarlos hasta el fondo de nuestra cháchara para restregarles sus rostros impolutos, por no decir inexpresivos, en el fango de la palabra que no cesa de decir lo que quiere decir, que no es más que cualquier cosa: nuestras ganas de que se nos oiga en cualquier momento o lugar, nuestra inacabable estupidez.
xxxAfortunadamente, todo regresa al lugar que le corresponde. Nuestro futuro, dijo alguna vez un sabio muy antiguo, reside en nuestro origen. Esa es la esencia de las cosas y emerge aún más terca cuando más trate uno de ahogarla, de ocultarla. Y nuestra esencia es el ruido, el ruido, un incesante ruido. Una civilización de puro ruido. Voces que se elevan y gritan sin porqué, jamás para escucharse entre ellas, que en todo caso solo lo hacen soliviantarse y encender la excitación bronca que nos constituye y nos gusta.
xxxNosotros ocupamos los vagones de tenes y de metros charlando de forma estentórea a dos, tres, cinco, siete bandas; proclamamos nuestros asuntos, nuestras opiniones y nuestras fobias, nuestras preocupaciones y también nuestras intimidades, con la sana franqueza de quien no tiene nada de lo que avergonzarse.
xxxNo, no tenemos nada, absolutamente nada que esconder.
xxxHablamos a gritos por nuestros móviles en las salas de espera de hospitales o despachos de la administración; nuestros móviles que nos avisan de nuestra constante hermandad con otros semejantes mediante músicas estruendosas y a todo volumen, que no se avergüenzan de la sagrada misión que llevan a cabo: permitir que estemos conectados todo el tiempo para contarnos nuestras cosas, hasta las más nimias —sobre todo las nimias, las banales, y también las ofensivas, las gratuitamente ofensivas—, con la pasión de quien dirime el destino del mundo.

 

 

 

 

UN NUEVO Y REVOLUCIONARIO MÉTODO PARA LA ENSEÑANZA DE IDIOMAS

Pertinaz se ha mostrado nuestra amada nación a lo largo de su historia, siempre que hubo que aprender el idioma extranjero. Pero, ¿acaso no aprendemos todos nuestras lenguas respectivas sin aparente dificultad, en nuestros primeros meses y años, de manera natural y de nuestros padres? ¿No habrá mejor forma para que todos nosotros, tercos torpes en el jardín global babélico, reticentes al idioma extraño pero necesario, lo aprendamos más que siendo reducidos de vuelta a nuestra infancia primerísima?
xxxYo pienso dar fe porque fui partícipe del experimento pionero que habrá de terminar con esta maldición, nuestra torpeza idiosincrática. Al principio me resistí, pero pronto me sorprendí sintiéndome muy cómodo en mis nuevas circunstancias. Hace ya dos o tres horas que hemos sido abandonados a nuestra suerte, en el jardín de juegos, yo y mis nuevos compañeros: un calvo y muy grueso jefe de ventas de una empresa de gazpacho envasado; una antipática y muy estirada directora de una red nacional de gabinetes psicopedagógicos; un prematuramente envejecido profesor de economía de universidad; un sociable y también muy gordo tornero fresador… Vale, solo he empezado a fijarme en los más gordos, quizás porque yo soy muy flaco. Llega hasta la sala infantil otra remesa de estudiantes del idioma y ya parecen todos ser flacos, como yo. No hablamos entre nosotros más que con balbuceos y muy infantiles empellones, tal y como hemos sido conminados.
xxxEl tiempo comienza a pasar de manera distinta, supongo que como debe de transcurrir para la percepción inmediata, cuasi animal, de los bebés. Los gorjeos dan paso a algún llanto aquí y allá, entre mis compañeros. Se trata de parejas jóvenes, o al menos jóvenes según nuestros nuevos estándares en los que la juventud dura hasta la repentina ancianidad: cuerpos esbeltos, muy delgados, que confunden la elegancia con la malnutrición deliberada, y que a continuación harán un gran contraste cuando la cabeza se gire y ese cuerpo de apariencia adolescente se muestre monstruoso con su rostro cuarentón o cincuentón.
xxx—¿Cómo pudimos empezar de manera tan torpe nuestra casa por el tejado? —preguntó de repente uno de aquellos flacos envejecidos, de cuerpo pseudoadolescente, señalando su ajada testa. Ha contravenido las reglas al hablar, y alguien propina un collejón en su cabeza; es una de las madres, que empiezan ya a entrar y ocupan su lugar en la sala.
xxxNuestros papás y mamás impostados acarician nuestras cabezas con amor y nos persiguen de la misma forma que nosotros los perseguimos a ellos: a cuatro patas, muy ronroneantes y amorosos.Uno de los papás comienza a hablar y su locuacidad parece tímida y forzada, un defecto inherente al carácter primerizo, inédito del método. También debe tratarse de su incredulidad, contemplando a todos esos adultos que se comportan como bebés. Pero nuestro progenitor supuesto se sobrepone pronto y nos canta hermosas nanas en la perseguida lengua, aderezadas con más rudimentarias frases dotadas ya del acento extranjero, a pesar de ser primigenias: nos suenan a maná en el idioma deseado que pronto será nuestro desde su misma y secreta raíz:
xxx—Mamá, mamá, mamá me mima. Amo a mamá, ama a mamá, mamá y papá. Papá, papá. Gu-gu, gu-gú, gu-gúuuuu…
xxxPorque yo me resistía, la amable pareja que iba a encargarse de mí tuvo que servirse de recursos un poco más extremos; ella, en concreto, extrajo de su blusa uno de sus pechos y, sosteniéndolo con dos dedos cual pinzas alrededor del pezón, me lo ofreció para que me sirviese de él.
xxxY yo enrosqué como pude mi desmañada estatura sobre su regazo, y así mamé, gozoso e infantil, propiamente un bebé, de su pecho.
xxxNo sé si puedo calificar de agradable tal experiencia, pero sí supe entonces que el idioma que siempre se me había resistido iba a manar feraz y nutritivo muy pronto, igual que aquella leche, hacia mi boca.

 

 

 

 

SOLDADITO DE PLÁSTICO

Un muñequito soldado permanece en pie, prácticamente imperceptible por sus dimensiones, en medio de la calle. Solo, lejos del regimiento de plástico al que pertenece, se siente al fin salvado. No pueden acusarle de desertor, ha sido el enemigo quien lo ha arrojado aquí, en medio de la acera. La guerra que mantienen es inútil, hace tiempo que lo sospecha: acechar cada noche, siempre muy lentos, demasiado, al enemigo mientras duerme, ¿de qué les ha servido? Jamás lograron sorprenderlo, siempre se les adelantó el amanecer. Ha visto cómo han caído, uno a uno, tantos compañeros… Fundidos por el fuego de una estufa o de un mechero, deformados a mordiscos, decapitados por los dedos gordezuelos de ese niño cruel y sus amigos… ¿No debiera él, ahora, dar gracias por haber sido olvidado lejos del campo de batalla? Pero había oído hablar de otros muñecos y juguetes abandonados a su suerte, sujetos al desgaste y otras tragedias azarosas, más terribles, causadas por ese otro enemigo no menos fabuloso: la intemperie.
xxxAsió su fusil como, de hecho, ya lo estaba haciendo, como siempre lo hizo. Permaneció en su posición, altivo, rígido, con el orgullo que nunca le abandonó. Dispuesto, sí, a librar aquella nueva guerra.

 

 

 

López, José Óscar. Fragmentos de un mundo acelerado. Cartagena; Ed. Balduque, 2017.

 

MARCOS ANA

 

Después de leerme la autobiografía de Marcos Ana, que lleva por título ‘Decidme cómo es un árbol’, dejo aquí el poema del que está sacado el título del libro.

 

LA VIDA

¿La vida?

Decidme cómo es un árbol.
Decidme el canto de un río,
cuando se cubre de pájaros.

Habladme del mar. Habladme
del olor ancho del campo.
De las estrellas. Del aire.

Recitadme un horizonte
sin cerradura y sin llaves
como la choza de un pobre.

Decidme cómo es el beso
de una mujer. Dadme el nombre
del amor: no lo recuerdo.

¿Aún las noches se perfuman
de enamorados con tiemblos
de pasión bajo la luna?

¿O sólo queda esta fosa,
la luz de una sepultura
y la canción de mis losas?

Veintidós años… ya olvido
la dimensión de las cosas,
su color, su aroma…

Escribo a tientas: el mar, el campo…
Digo bosque y he perdido
la geometría de un árbol.

Hablo por hablar de asuntos
que los años me borraron.

(No puedo seguir: escucho
los pasos del funcionario).

 

 

Y así apareció la versión del poema en la prensa inglesa a principios de los años 60:

 

LIFE

Tell me what a tree is like.
Tell me of the song of a river
When the birds lie upon it.

Speak to me of the sea, speak to me too
Of the smell of the fields,
Of the stars,
Of the air.

Talk to me of the horizon
Without bolts and without keys,
Like the simple cottage of a poor man.

Tell me what the kiss of a woman
Is like, Find me the word
For love: I have forgotten it.

Are the nights still perfumed
With the passion of lovers
Trembling under the moon?

Or is there only this pit,
The lights of a grave
And the music of steps on stones?

Twenty-two years… I have forgotten
The size of things, their colour, their smell,
I write

Falteringly — ‘sea’, ‘fields’,
I say ‘woods’, and I have lost
The geometry of a tree.

I speak only to speak of the things
That the years have washed away.

 

 

P.D. Cada vez que recuerdo este poema siempre es junto a este tema de Extremoduro.

 

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