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Archive for agosto 2017

LAZARUS

 

LAZARUS

xxxxxxxxxxxxxxxLook up here, I’m in heaven
xxxxxxxxxxiixxxxxxxxxxxxxxxxxDavid Bowie

SI TE FASCINA, léelo en mis venas.
Para ti sangran todavía.

Qué haya dentro de la luz,
qué dentro
de este caos transparente,
qué esquirlas sean estas, que el espacio
negro, todo eso
que flota
léelo en mis venas.

Lo he escrito para ti con letras
que solo tú, oh Lázaro, sabrás leer.

Delante de ti pongo todo
lo que he aprendido
y todo lo que ni siquiera sé
aún,
lo que no está.
De tu boca depende
que al fin tenga sentido
lo que no ha estado nunca en mí
pero insisto, a pesar de todo,
en decir
para que resucites.

Que esta invocación,
que esta hermosa ignorancia y la lujuria
que salpica en mis venas sepas tú
leerlas.

Y no haya noche
más allá de esta noche.

 

 

 

García Cerdán, Andrés. Puntos de no retorno. Madrid; Los versos de Cordelia, 2017.

 

TIGRECITOS POR DOQUIER

 

los zapatos de Sam,
el de la casa de putas,
crujen
y se pasea por todo
el patio
crujiendo y hablando con
los gatos.
pesa 165 kilos,
es un asesino
y habla con los gatos.
se ve con las mujeres del salón
de masajes pero no tiene novia
ni coche
no bebe ni se droga
sus mayores vicios son
mascar puros y
dar de comer a todos los gatos
del vecindario.
algunas gatas se quedan
preñadas
y cada vez hay
más gatos por todas partes
y cuando abro la puerta
se cuelan uno o dos
gatos y a veces se me olvida y
se cagan debajo de la cama
o por la noche oigo ruidos
me despierto
y me levanto de un salto navaja en mano
entro en la cocina con sigilo y
veo a uno de los gatos de Sam, el de la
casa de putas, paseándose por
el fregadero o sentado encima
de la nevera.

Sam regenta la casa de citas
de la esquina
y sus chicas esperan en la
entrada bajo el sol
y los semáforos cambian de color,
del rojo al verde, del rojo al verde
y todos los gatos de Sam
tienen tanto sentido
como los días y las noches.

 

 

 

Bukowski, Charles. Gatos. Madrid; Ed. Visor, 2016.

 

LA ILUSIÓN

 

(…) aunque nunca lo reconocería, aunque se diga a sí mismo que no es cierto, le inquietan, no le asustan pero sí le inquietan, los barrios con casas viejas y deterioradas, la ropa tendida en las fachadas, las paredes sucias de pintadas, la venta ambulante, las viviendas sociales, la gente que se sienta en las aceras o que canta por la calle, las familias gitanas, los perros sueltos, los coches desguazados que usan los niños para jugar, los vecinos impúdicos que se peinan en la calle o visten bata; todo eso que celebramos como popular, como expresión de vida, colorido, tipismo, pero que preferimos ver en postales, o desde el autocar descapotable que lleva a los turistas. Y por supuesto las zonas más condenadas, los barrizales ocupados por chabolas, que siguen existiendo en las ciudades aunque ahora queden ocultos a la vista por nudos de autopista, escombreras, muros cubiertos de vegetación, edificios de nueva construcción y todo tipo de decorados que tapan la miseria y extienden entre los vecinos la ilusión de que el chabolismo está erradicado.

 

 

 

Rosa, Isaac. El país del miedo. Barcelona; Ed. Seix Barral, 2009.

 

EL CENZONTLE

 

el cenzontle se había pasado todo el verano
persiguiendo al gato
imita que te imita
provocando, seguro de sí mismo;
el gato se metía debajo de las mecedoras de los porches
dejando entrever la cola
y encolerizado le decía al cenzontle algo
que yo no entendía.

ayer el gato iba sin prisas por el callejón de entrada
con el cenzontle vivo en la boca,
las alas abiertas en abanico, las hermosas alas abiertas e inertes,
con las plumas separadas como las piernas de una mujer,
y el pájaro ya no le imitaba,
rogaba, suplicaba
pero el gato
con el saber de los siglos
no le hacía caso.

lo vi meterse debajo de un coche amarillo
con el pájaro
para rematarlo.

el verano había acabado.

 

 

 

Bukowski, Charles. Gatos. Madrid; Ed. Visor, 2016.

 

EL TIEMPO DEL BAMBÚ

 

EL TIEMPO DEL BAMBÚ

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxA Nuria
xxxxxxxxxxxxxxxxxen el hammam de Molenbeek
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxy a Farida

Entramos y salimos del vapor.

El vapor gotea,
cubre el tiempo vertical.

Pesar menos,
hablar menos

ser lentas
como nuestros cuerpos,
escribir el paso de las estaciones
en aceites de sándalo y almendra.

 

 

 

 

Ellas se ríen, las damas de los baños. Ajenas
a la ciudad de afuera, a su lluvia sólida,
enseñan manos pintadas, idiomas desnudos,
lenguas del sur, tactos de bálsamo móvil
cuellos, brazos, vientres
picor de ungüentos de pimienta y rosa

canela entre nuestros dedos
vapor sobre nuestras vidas

sobre nuestros cuerpos, vapor

 

 

 

 

entramos y salimos del vapor

ser lentas,
hablar menos,
pesar menos

escuchar el tiempo del bambú
y esperar su floración
en ambos mundos
una vez,
cada doscientos años.

 

 

 

Piera, Julia. Puerto Rico digital. Madrid; Bartleby editores, 2009.

 

EL PAÍS DEL MIEDO

 

xxPero por encima de todos esos miedos pequeños, anecdóticos, autónomos, soportables uno a uno a condición de que nunca coincidan, está el gran miedo, con mayúsculas y letras luminosas, el Big One: el día futuro, sin fecha, ni siquiera seguro en su venida aunque esperable, el día del gran miedo, en que todas las amenazas, pequeñas o grandes, confluyan en un mismo momento y lugar, aquí y ahora, en una de esas ocasiones especiales que el destino nos depara, cuando el orden desaparece temporalmente por motivos excepcionales (una catástrofe natural, una revuelta popular, una guerra, un ataque extraterrestre, cualquier excusa es buena) y toda la violencia se descontrola y explota: llegan los saqueos de tiendas y almacenes, los asaltos a casas particulares, las bandas organizadas que se entregan al pillaje, las violaciones masivas, las cárceles abiertas, el incendio de las comisarías y los hospitales, la falta de suministros básicos, el apagón, el ruido, el estado de emergencia, las tranquilas familias encerradas en sus casas para resistir los ataques contra sus propiedades y contra ellos mismos, prisioneros de nuestra dependencia tecnológica y nuestra incapacidad absoluta para resolver sin ayuda las necesidades más básicas —encontrar comida y agua, calentarnos, comunicarnos, protegernos—; como una desquiciada fiesta de inversión, un carnaval terrorífico en el que nada es controlable y donde vale todo, día idóneo para los ajustes de cuentas pendientes, las venganzas aplazadas, las listas de fusilables que llevaban años amarilleando, el cumplimiento de deseos y apetitos que en otras circunstancias serían imposibles de satisfacer, la materialización de odios, la liberación de los instintos, bellum omnia omnes, los violentos como bestias desatadas, sin control ni represión, sin disimulo ni persecución, barra libre para todos —asesinos, torturadores, violadores, pedófilos—, los meros ladrones convertidos también en violentos para exigir su botín, asaltando hogares, almacenes, sucursales bancarias, ciudadanos; pero también aquellos que creemos inofensivos, los que no son habitualmente violentos ni delincuentes, los normales que pasean, trabajan y van al teatro y que de repente un día, bajo circunstancias excepcionales, se convierten en bestias, lo sabemos por lo sucedido en cada guerra, esos ejemplares padres de familia, vecinos educados y generosos compañeros de oficina que en una situación extraordinaria, empujados por la obediencia o la conformidad grupal, corroboran las conclusiones del experimento de Milgram, o el de Stanford, y se convierten en ejecutores, carceleros, enterradores, torturadores, violadores de proporciones balcánicas, ésos que hoy parecen dormir hasta que llegue el gran día, el gran miedo, la danza macabra, la pesadilla que todos temen aunque pocos podrían nombrarla, el monstruo que enseña las uñas cada poco tiempo (en una región devastada por la naturaleza, en una ciudad conquistada en guerra, en una revuelta por el precio del pan) para recordarnos que está ahí, que no duerme, sólo descansa, respira tranquilo a la espera de su prometida jornada de gloria.
xxCarlos cree que, aunque no lo formulemos, aunque incluso lo ignoremos, todos compartimos ese temor, esa conciencia de fragilidad de nuestra vida, de cómo en cualquier momento pueden venirse abajo las convenciones y restricciones, y desbordarse una violencia hasta entonces contenida, que tiene muchas y diferentes causas, tantas tal vez como ejercientes, como una reunión de millones de pequeñas violencias que, apoyadas unas en otras a la manera de miedos recíprocos, resiste como un dique hasta que algo lo agriete y fluya sin control. él recuerda bien, por lecturas o por memoria personal, muchos momentos en la historia, también en la más reciente, en que ese equilibrio milagroso se ha derrumbado, incluso en entornos tenidos como exquisitamente civilizados y donde una guerra, una protesta ciudadana que degenera, un desastre natural que aísla, resulta en episodios terribles. Y piensa si esa fractura periódica, que cada cierto tiempo nos refresca lo incierto de nuestra normalidad, no es otro mecanismo más del miedo: como esos episodios de violencia policial que cada poco nos recuerdan lo conveniente de temer a la autoridad, también esos momentos de descivilización nos advierten contra cualquier tentación insurgente: no rompáis nada que os acabará doliendo, no cuestionéis la realidad presente porque las alternativas siempre serán peores, las revoluciones generan caos, muerte, destrucción, virgencita que me quede como estoy.

 

 

 

Rosa, Isaac. El país del miedo. Barcelona; Ed. Seix Barral, 2009.

 

LOS MIEDOS SON ACUMULATIVOS

 

xxAprendemos a tener miedo. Existe toda una pedagogía que desde el nacimiento nos enseña a qué debemos temer. Hay miedos heredados, claro, inscritos en la información genética tras milenios de evolución, como los polluelos que al salir del cascarón ya saben distinguir el graznido de alerta, o los renacuajos que reconocen y evitan el hábitat de su predador antes de haber sufrido su ataque. En efecto, hay temores que parecen innatos, por ejemplo la oscuridad, un ruido fuerte, una luz cegadora, un rostro furioso que provoca el llanto de un bebé. Hay otros de transmisión cultural, asimilados, como memes que todos compartimos, que a todos inquietan por igual: ser encerrados, nadar en aguas profundas, ciertos animales de mala reputación, algunos insectos y reptiles, y muchos de los lugares del miedo en la ciudad y en el campo. Hay miedos atávicos, históricos, que acompañan al hombre desde hace milenios. Hay cosas que ya no dan miedo, que lo dieron antes, a generaciones pasadas. Hay miedos nuevos, aunque tan arraigados que parecieran haber estado siempre ahí. Pero la mayor parte de nuestros miedos, aquellos que nos acompañarán de por vida, son resultado de un proceso educativo, los aprendemos.
xxCarlos encuentra la mejor explicación en un cuento clásico: Juan sin miedo. El protagonista del relato, el pequeño Juan, no ha experimentado nunca el miedo, no sabe lo que es, no se asusta ante los fantasmas y amenazas que hacen huir a sus vecinos. Juan quiere saber qué es el miedo, y pide que se lo enseñen. Quiere, en efecto, aprender a temer, como su medroso hermano. Tal sería el caso de alguien que hubiese pasado toda su vida aislado, sin recibir información alguna, y cuyos miedos serían escasos, los básicos, los innatos ya comentados. A diferencia del protagonista del cuento, Carlos sí sabe lo que es el miedo, ha aprendido a tenerlo, ha recibido desde su infancia todo tipo de estímulos que han terminado por configurar su personalidad y enseñarle a qué debe temer. Algunos de esos miedos le permiten tomar precauciones, evitar situaciones de riesgo; pero otros le parecen exagerados, desproporcionados, por lo que supone que en su aprendizaje ha habido errores.
xxSu educación miedosa comenzó en la niñez, como la de todos, como la de Pablo. Piensa que los cuentos infantiles son una de las principales herramientas pedagógicas en esos años en lo que a miedos se refiere. Hay otras, claro: noticias que un niño no debería conocer, un fragmento de película entrevisto por descuido de los adultos responsables. Y hay también, piensa, un ambiente familiar en el que se transmiten los temores de padres a hijos, ese exceso de celo protector que hace que el hijo perciba el mundo como un lugar peligroso para caminar solo. Pero lo esencial en ese momento tal vez sean los cuentos, clásicos o nuevos, inventados o de autor, orales, leídos o adaptados al cine. Una versión infantil del mundo que actúa como transmisor de ideología y moral, que educa en determinados valores, que muestra como natural la forma de sociedad que habitamos, que nos construye una visión de la realidad nada inocente. Y de la misma forma que los cuentos infantiles perpetúan estereotipos y esquemas de interpretación, y nos hacen creer que el bien siempre triunfa, que el amor todo lo puede, que no hay barreras sociales infranqueables pues basta un golpe de suerte, un poco de magia o una demostración de audacia para que un sastrecillo se convierta en rey o una campesina en princesa; de la misma forma que los cuentos nos hacen sentir ternura por unos animales y aversión hacia otros, también nos construyen el miedo, actúan como ilustración de normas de comportamiento, reglas de supervivencia. No hables con desconocidos, por ejemplo, desconfía de los extraños, pues sus intenciones pueden ser aviesas: el simpático lobo que asalta a la niña en el bosque y cuya sonrisa disimula su propósito de devorarla; la viejecita que ofrece una sabrosa manzana a la que antes inyectó veneno; el vecino bonachón que promete una deliciosa merienda en su castillo de cuya mazmorra ningún niño sale jamás. Si llaman a la puerta y estás solo en casa, no abras bajo ningún concepto, y no te fíes de la voz dulce ni de la patita blanca y suave mostrada bajo la puerta. Obedece, cumple las reglas, cómetelo todo, no mientas, que a los niños malos se los lleva el coco, el hombre del saco, la bruja. Con toda claridad lo refleja la moraleja que Perrault coloca al final de la historia de Caperucita: «Aquí se ve que los niños, sobre todo las niñas, bonitas y gentiles, hacen mal en escuchar a toda clase de gentes, y no es extraño que haya a quienes se come el lobo. Los hay de carácter afable, sin ruido, sin hiel y sin fiereza, que afectuosos, complacientes y dulces, siguen a las jóvenes, hasta las mismas casas y ellas lo saben, ay, que esos melosos lobos son los más peligrosos de todos.»
xxTales enseñanzas, que en la infancia tienen un sentido instructivo a modo de lección a seguir, perviven en la edad adulta, adaptadas. La desconfianza ante los desconocidos, el miedo al extraño, al mundo exterior como una amenaza, no desaparece jamás, y las calles oscuras nos devuelven siempre a aquel bosque con lobo, de la misma forma que el último pederasta, el secuestrador de niños, es la enésima reencarnación del ogro que recorre las aldeas raptando chiquillos para luego devorarlos en su cueva; y a su vez el enfermo que se hace pasar por jovencita en un foro de Internet para concertar una cita con su próxima víctima es aquel lobo que engañaba a los inocentes cabritillos haciéndose pasar por su madre. Según crecemos, la educación del miedo continúa, aunque los materiales empleados serán otros: todo tipo de historias, reales o ficticias, que escucharemos, leeremos o veremos a lo largo de nuestra vida; noticias, relatos personales, ficciones literarias y cinematográficas, rumores, leyendas o pesadillas, que harán más grande el edificio de nuestro temor, pues cada nuevo ladrillo se coloca sobre los anteriores, los miedos son acumulativos, los viejos nunca desaparecen.

 

 

 

Rosa, Isaac. El país del miedo. Barcelona; Ed. Seix Barral, 2009.

 

NO ESTÁN PARA PROTEGERNOS

 

xxNos retiramos a recintos seguros, donde el miedo (…) aún no logra tirar la puerta. Nos refugiamos en el interior protegido, frente al exterior amenazado por la incertidumbre, por los otros, los desconocidos, los extraños. Buscamos techo y paredes, potente luz artificial, controles de acceso, derecho de admisión, vigilancia, cámaras. Así los centros comerciales, simulacro de calle a cubierto, de calle idealizada, donde encontrar todo lo que ofrece la vía pública —tiendas, bares, gente, entretenimiento, puntos de encuentro—, pero sin esas molestias que son propias del espacio urbano: sin pobres, por ejemplo, sin nadie que te suplique dinero o te espere a la salida de la boutique, sin mujeres con bebés en brazo que piden comida; y sin incertidumbre, sin desorden, allí dentro todo está regulado, todo es previsible, hay unas escaleras que suben y otras que bajan, la entrada y la salida están diferenciadas, las limpiadoras barren la basura apenas toca el suelo, los escaparates brillan bajo los focos y los guardias evitan que nadie moleste, que nadie escandalice, no se puede gritar, cantar, correr, manifestarse, es una calle ideal, aproblemática, limpia, limpiada. Nadie nos dará una paliza ni nos enseñará una navaja, confiamos en que los guardias nos defenderían, aunque sabemos que en realidad no están para protegernos, sino para proteger el recinto, el comercio, la mercancía, para protegerlo de nosotros.

 

 

 

Rosa, Isaac. El país del miedo. Barcelona; Ed. Seix Barral, 2009.

 

UN FOTÓGRAFO CIEGO

 

DECONSTRUCCIÓN

Como ocurre a políticos
y otras celebridades,
tú también tienes una hemeroteca
que te desdice cuando se le antoja.
Nunca podrás quemarla.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxVive en ti.
Y morirá contigo.

 

 

 

 

PLANTA DE ONCOLOGÍA [SALIDA]

Camino muy deprisa.
Voy buscando mi cara entre los muertos
de batallas perdidas.
Las gitanas me ofrecen su romero,
lo rechazo, me insultan, me maldicen,
pero su juramento no conmueve
a quien le acaban de asignar verdugo.
No saben del temblor ante un diagnóstico,
lo que ya me dijo el espejo ayer,
la analítica de hace unas semanas.

Me consuelo con la vieja verdad:
todo es cuestión de tiempo,
todo arde y es inútil.

El miedo cuelga de mi cuello como
la correa de un perro extraviado.

 

 

 

 

SÍSIFO

Bebe con ansia y dolor.
Escribe en una servilleta y termina su cerveza.
Es un fantasma entre la neblina y los transeúntes.
Pocos saben de él.
No hay pretensión de ser nadie.
Solamente vive su camino a la muerte.

 

 

 

 

ROMANA

Esa estudiante —no llega a veintiuno—
está sorbiendo un gajo de naranja
tras una exposición al aire libre,
descansando en cuclillas sobre un banco,
ciñendo el pantalón por esa grieta antigua.
Una donna limpiándose el sudor
del cuello en un tranvía hacia el Trastévere
acaba de admirar
la estatua de Laocoonte
torciendo su cintura milenaria.
La has perseguido, por eso lo sabes.
Compraste antes manzanas verdes en el mercado
y has buscado ejemplares de Calasso
en los estantes de la Tombolini,
aroma de eucalipto en el escote
de esa anciana librera, pechos evaporados,
leves como mentiras infantiles.

Tu móvil vibra. Cógelo.
Te excitaría ver este mensaje
de una desconocida:
«los escritores no sabéis follar».

 

 

 

 

VOLUNTAD

No he conocido el hambre ni el terror.
No he estado solo, ni preso, ni loco.
No conozco Calcuta, sólo en documentales.
No me avergüenzo, sino que agradezco.
Sí, tengo por misión agradecer
para jamás pasar al otro lado.
Algo sé del dolor, amor y alrededores.
Poco, si comparamos. Y sin embargo, no
nos conviene olvidarlo. El dolor, digo.

 

 

 

 

ÚLTIMO CLIENTE

—La historia sagrada es del todo falsa.
La última paloma que liberó Noé
veinte días después de cesar el diluvio
no regresó jamás.
Se quedó al otro lado de la tierra
picoteando cadáveres,
arañando sus ojos con las patas,
comiéndose sus lenguas,
órganos de pecado.

—No me ha dicho aún su nombre, caballero.

—Todos me llaman Sísifo.

 

 

 

 

LOCUTOR

Cualquier economista lo asegura:
«Todo lo que Aristóteles Onassis
sacrificó fue en vano».
Los teólogos concluyen:
«Los dioses nunca lloran».
Y un sociólogo dice:
«Estamos vivos porque nos mentimos»
—¿qué coño es un sociólogo, por cierto?—.
Un profesor de métrica protesta:
«Nos convendría que regresase otro
Calígula y quemara a los poetas
que yerran en un verso».
Por último, el filósofo vuelve a hacer que asintamos:
«Nuestro cuerpo es un modo de existir».

Y ahora, las noticias.

 

 

 

 

PIGMALIÓN

Chupas un helado a cámara lenta.
Me has leído unos versos de Rimbaud.
Ahora tus dedos hacen
ceder mi cremallera.
Estoy a punto de asaltar tu vientre.
El corazón se rompe desde dentro.
Desnúdate,
xxxxxxxxxxxniña.

 

 

 

 

MUBAM

Miro en una exposición
los rostros humillados de mujeres
musulmanas.
Hay algunas ciegas, con las mejillas quemadas,
calvas, con un ojo vacío.
Ellas
aún no se atreven a levantar el mentón
hacia la cámara.
Probablemente no se atreverán nunca.
Yo
veo su dolor
infinito.
Mi libertad de gusanos en el estómago
se abraza a su cárcel de pozo seco.

Salgo llorando.
Ha vencido el fotógrafo.

 

 

 

 

¿DÓNDE ESTABAS TÚ?

El día en que murió David Bowie yo estaba
preparando un examen sobre el Renacimiento
mientras hacía guardia en el trabajo,
a las ocho en punto, en la biblioteca.
Entró la limpiadora y lo anunció
con la inercia de la curiosidad:
«Lo he escuchado en la radio.
Esta mañana ha muerto David Bowie».

Un tiro en la cabeza. Por la espalda.

Seguimos conversando de política
local y nacional, de estrellas negras,
saxofones abstractos, nuestros hijos,
sus notas, cómo crecen,
look up here, I’m in heaven.
Y cada uno volvió a sus asuntos.

En el aula, después, repartí los exámenes
y me coloqué aposta en una esquina
durante las dos horas que duró.
Dejé que se copiasen los alumnos.
No quería que me viesen llorar
por una tontería.

 

 

 

 

VICTORIA

Elige:
ríndete
todos los días
o ríndete ya.

Piénsalo bien.
Ya no queda más cobijo
que una burbuja
o una pistola.

 

 

 

García, Juan de Dios. Un fotógrafo ciego. Cartagena; Ed. Balduque, 2017.

 

ÁRTICO

 

BENJAMÍN

Venimos de la nada
y a la nada llegamos,
eso dijo mi madre en el entierro.
No lo leí en Albert Camus ni en Sartre,
lo dijo madre, negro riguroso,
mirando un crucifijo tachonado
en el ataúd blanco de mi hermano.

 

 

 

 

FOOTBALL IS OVER

El secuestro de Quini por la tele,
pan, aceitunas, queso, mortadela,
los cromos de la liga con olores,
plastilina, cacao, sudor, viruta,
N’Kono en el España 82,
Rincón en el 12-1 contra Malta.
Regresando del pueblo en el Ibiza
mientras un locutor pierde salud,
vapor en los cristales del domingo,
pasan semanas, cursos y partidos,
Camus y el Deportivo Montpensier,
la bufanda culé, la milanesa,
elegir entre un derbi y esa rubia,
entre la Supercopa y el examen
de Crítica Moderna y Comparada,
cabeza de cerdo a los pies de Figo,
papá llorando porque baja el Cádiz
en la sala de espera para quimio.

 

 

 

 

I’LL BE YOUR MIRROR

El hombre que se mira demasiado
en el espejo está buscando muertos.

 

 

 

 

MEMORIA

Memoria es el país
de donde llega siempre la tristeza.
No lo esperas y vuelve el bumerán,
golpea por la espalda, caes al suelo,
te giras. Aún no hay nadie.
Miras atravesando a gente, buscas
algo que no te dan.
Sueño con flores,
pero despierto amontonando hojas secas.

 

 

 

García, Juan de Dios. Ártico. Alzira; Ed. Germanía, 2014.

 

LA MIRADA INSISTENTE

 

xxxxx16

La esperanza no es una fórmula mágica, sino preferir que no se rompa todo.

 

 

xxxxx21

Alcanzar ciertas formas de verdad no está reservado a mentes preclaras, sino a quienes lo intentan con honradez y perseverancia.

 

 

xxxxx33

La muerte, otra verdad que hemos de admitir sin entenderla.

 

 

xxxxx34

Motivo de suicidio: que el mundo fuera, sin más, lo que se ve.

 

 

xxxxx45

No desfallezcamos. El mundo sigue siendo hermoso por la otra cara.

 

 

xxxxx59

Para encontrar el sentido de la vida hay que escarbar.

 

 

xxxxx61

La naturaleza clama si le hacemos preguntas.

 

 

xxxxx65

Hemos venido a poco a este mundo. Esperemos, algún día, saber para qué.

 

 

xxxxx84

De las humanas limitaciones: ¿«Quién me dará alas de paloma, de modo que me levante y despegue de la tierra»? Exclama Petrarca.

 

 

xxxxx89

Admiro a quienes pueden llegar al alto pensamiento, y a la vez son cotidianos.

 

 

xxxxx93

Amemos el silencio, y algo se oirá.

 

 

xxxxx94

La lluvia me parece un milagro, y no quiero que me lo expliquen.

 

 

xxxxx103

La utopía de por vida, sean buenos o malos tiempos.

 

 

xxxxx105

Si fuéramos eternos no habría quien nos aguantase.

 

 

xxxxx129

Pasaban las voces y las he detenido para saber qué dicen. No sé si ha merecido la pena.

 

 

 

García, Dionisia. Voces detenidas. Sevilla; Editorial Renacimiento, 2004.

 

EN TORNO A LA ESCRITURA

 

xxxxx1

Ya lo decía Boileau: antes de escribir aprender a pensar.

 

 

xxxxx3

Todas las palabras pueden contar con un lugar en la escritura, el problema es encontrarlo.

 

 

xxxxx4

Si el poema roza demasiado la anécdota puede convertirse en otra cosa.

 

 

xxxxx7

Los textos de Simone Weil atraen como seda y golpean como piedra.

 

 

xxxxx8

Traducir un poema es cambiarlo de sitio, a veces para mejorar.

 

 

xxxxx20

El poeta que mucho tiene que decir suele expresarlo despacio.

 

 

xxxxx26

Enaltecer en exceso a un poeta que comienza es contribuir a su óbito.

 

 

xxxxx27

Un libro puede ser nuestro yo multiplicado.

 

 

xxxxx28

Poetas que se desprenden de libros, y referencias propias prescindibles para verse más claros, y presentarse ordenados a la posteridad.

 

 

xxxxx35

Obviedad: De no conseguir en la escritura iluminar la realidad, mejor abandonar el intento.

 

 

xxxxx44

Un libro puede ayudar a vivir.

 

 

xxxxx47

A Empédocles se le desconoce en Agrigento, y pretendemos los recién llegados que se nos califique.

 

 

xxxxx51

En un mundo tan acumulado, el poeta tiene que afilar la mirada.

 

 

xxxxx64

Todavía se considera que la novela «da la talla» y no otro género literario. Eso quisieran.

 

 

xxxxx65

Dudosos los poetas que eligen tema, y son fieles a él y a su «oficio» en cada uno de los poemas del libro proyectado.

 

 

xxxxx71

Por más que nos empeñemos, al escribir no salimos de nosotros mismos.

 

 

xxxxx72

Sabe el creador que tiene los días contados, y que sólo el oficio le permitirá sobrevivir.

 

 

xxxxx74

Desear que el que aspire a la fama la alcance y disfrute. Otra posibilidad es conformarse con un lector bueno.

 

 

xxxxx75

Demasiados poetas, y el poema tan solo.

 

 

xxxxx76

Cuando el poeta sale de su casa, llena la mochila de vanidades, ¡y a mucha honra!

 

 

xxxxx77

La obra artística, si consigue serlo, es más libre que las épocas.

 

 

xxxxx79

Sorprenden los escritores que se miran en su propio espejo, y no quieren más.

 

 

xxxxx80

El artista no verdadero suele gritar para que se le oiga. La excelencia de una obra no precisa clamores.

 

 

xxxxx81

El poema difícilmente podrá sustentarse desde la emoción, si ésta no pasa por la reflexión.

 

 

xxxxx87

«Un poeta que no se entiende carece de interés para mí». ¿No sería conveniente la prudencia ante las variables del Arte?

 

 

xxxxx88

Temblorosamente se abre por primera vez un libro propio (experiencia).

 

 

xxxxx91

Escribir es un proceso de averigüación.

 

 

xxxxx93

En la escritura la memoria necesita de la imaginación, entre otras cosas, para llenar los huecos cegados por el tiempo.

 

 

xxxxx96

Si el escritor está de acuerdo con su época, malo.

 

 

xxxxx97

Algunos poetas jóvenes dicen desentenderse de la tradición, y me echo las manos a la cabeza.

 

 

xxxxx98

Novelistas que no tienen reparo en pasarse de páginas.

 

 

xxxxx100

No nos asustemos de lo mucho que se publica; algo quedará.

 

 

xxxxx101

Cuando un poeta pone el dedo en la llaga hasta puede curar.

 

 

xxxxx103

Un escritor que al leerse, satisfecho, se complace, está en peligro.

 

 

xxxxx106

Siempre he apreciado la palabra corta, y múltiple la sugerencia.

 

 

xxxxx107

Páginas excelentes y olvidadas hasta que les llegue el turno, o no.

 

 

xxxxx110

La escritura no perdona: a más libros más riesgo.

 

 

xxxxx111

No hay que ir contra el escritor soberbio; con él lleva la penitencia.

 

 

xxxxx116

El poema es a veces descreído con su autor, sobre todo, si éste titubea.

 

 

xxxxx117

Se acusa a poetas de trabajar a cincel los poemas, acusación vana porque sólo cuentan los resultados.

 

 

xxxxx118

Si el poema no alumbra, mejor dejarlo apagado.

 

 

xxxxx119

En los últimos tiempos algunos poetas jóvenes, y menos jóvenes, se han aplicado, y quieren llegar pronto a cualquier parte.

 

 

xxxxx121

Amar es dar la llave… Escribe Kathleen Raine.

 

 

xxxxx122

La transcripción real de un acontecimiento no se vincula al hecho literario, obviamente.

 

 

xxxxx124

El crítico se quejaba de un autor que siempre estaba a vueltas con el pasado. Me rebelo.

 

 

xxxxx130

El chasquido de una palabra puede anunciar que el discurso se tambalea.

 

 

xxxxx131

Narradores adosados a la cibernética, sin dar tiempo al tiempo de la imaginación.

 

 

 

García, Dionisia. Voces detenidas. Sevilla; Editorial Renacimiento, 2004.

 

AL COMPÁS DEL TIEMPO

 

xxxxx1

Pensar no es creerse cierto sino estar capacitado para perseguir certezas.

 

 

xxxxx2

Los malvados afinan sus herramientas constantemente, no duermen ni sosiegan, se miran en el espejo antes de actuar, y éste no les devuelve la imagen.

 

 

xxxxx3

Un inmortal es el que se sale de la fila.

 

 

xxxxx4

Si la fama no es otra cosa que «ser olvidados un poco después» ¿por qué gastar la vida en un empeño inútil?

 

 

xxxxx5

Seguro que Homero era el muchacho de su barrio que cantaba siempre la misma historia.

 

 

xxxxx6

La guerra debería ser impedimento para seguir hablando de otras cosas.

 

 

xxxxx9

La parquedad es medida que solo molesta al escaso.

 

 

xxxxx10

Más de temer a quienes tienen ideas cojuelas que a los sin ideas.

 

 

xxxxx17

¿Quién recuerda la última noche de juventud?

 

 

xxxxx19

Qué obsesión de estadística, cuando sólo importa que somos uno.

 

 

xxxxx25

El progreso nos beneficia y nos hace pedazos.

 

 

xxxxx27

La palabra puede ser el dardo más feroz, a veces, afecta físicamente, y quienes son maestros, en esa manera de utilizarla, ni lo advierten.

 

 

xxxxx34

«Convivimos» con quienes partieron de este mundo; el olvido nos llevaría a menospreciar parte de nuestra vida, de esa vida que va siendo equipaje.

 

 

xxxxx46

La esclavitud está vigente: servidores y servidos. La sociedad lo impone, y se acepta de buen grado. Para que unos brillen, otros han de encender la candela.

 

 

xxxxx47

El pensamiento reflexivo requiere quietud. Imaginemos a un pensador emitiendo sus postulados mientras danza, corre o se traslada.

 

 

xxxxx49

Asoman ideas a la mente que no llegan a cuajar, de ahí que a veces se funcione a medio gas.

 

 

xxxxx50

El suicida suele hacer bien cuanto antecede al paso decisivo.

 

 

xxxxx53

Los simples sólo perciben el primer plano.

 

 

xxxxx54

De amores múltiples, coincidentes, alguien sale mal parado.

 

 

xxxxx57

Marguérite Yourcenar obliga: para leerla hay que contar con la necesaria lucidez, y un afilado instinto.

 

 

xxxxx59

Las siglas son palabras transeúntes, sin embargo, se graban en el cerebro como signos de primera.

 

 

xxxxx63

Quien se instala en el silencio tiene asegurado el propio beneficio.

 

 

xxxxx64

Vivimos de milagro, y todavía nos parece poco.

 

 

xxxxx65

La vejez, esa dama irrespetuosa que entra sin llamar, invade las estancias, y cada día alerta con novedades insospechadas.

 

 

xxxxx66

Quien guarda demasiadas distancias está bien provisto de inseguridades.

 

 

xxxxx69

Precisa la amistad dosificar los encuentros, de lo contrario, tarde o temprano se tambaleará.

 

 

xxxxx73

La envidia es a veces tan sutil y escondidiza, que el afectado parece que nos quiere.

 

 

xxxxx80

Quienes reciben el día de mal humor son más propensos a cometer villanías.

 

 

xxxxx92

El envidioso, en el mejor de los casos, no celebra el bien ajeno.

 

 

xxxxx96

Confiar en los otros supone gratificación; si no responden, allá ellos.

 

 

xxxxx104

Dar la razón no es dejar de tenerla, sino aceptar las razones del otro y renunciar al turno de exponer las propias. Ejercicio saludable que no viene mal.

 

 

xxxxx109

Mirar a los anteriores no es desandar el camino, sino saber por dónde andamos.

 

 

xxxxx113

Los necios suelen ser osados, y a veces les sale bien.

 

 

xxxxx116

El humano tiende a agruparse; el problema es atinar con quién.

 

 

xxxxx126

Para avanzar, mirar de soslayo el mundo en el que estamos inmersos, y escuchar el propio.

 

 

xxxxx127

Con la melancolía nos llevamos bien; la tristeza nos derrota.

 

 

xxxxx128

Llegar a nuestro interior es tan difícil que podemos dejar este mundo sin haberlo conseguido.

 

 

xxxxx129

El olvido es inherente al ser humano, de lo contrario pereceríamos por acumulación.

 

 

xxxxx131

Cuando queremos rectificar lo andado ya no hay camino; cuando lo había no caíamos en la cuenta.

 

 

xxxxx132

A veces las personas y las cosas precisan de secreto; al desvelar, la intensidad decae, ya sea en el discurso o en la convivencia de cada día.

 

 

xxxxx135

A pesar de las dificultades para conseguirlo, ya sé como soy, pero no piensen ustedes que lo voy a contar.

 

 

xxxxx137

Lo inesperado en el poema, lo inesperado en el amor y en la amistad. El encanto de las cosas que no han sido y llegan sin llamar.

 

 

xxxxx144

En ocasiones, nuestras renuncias son motivo de aprecio, como si se nos estimara por lo que no hacemos.

 

 

xxxxx146

El tiempo no selecciona, su levedad pasa arrasando.

 

 

xxxxx147

Si alguien dice que es feliz lo miro con sospecha.

 

 

xxxxx151

Tan rica es la vida en matices y sugerencias, que hemos de conformarnos con las aproximaciones.

 

 

xxxxx154

Inventemos cómo ser libres. Nunca es tarde.

 

 

xxxxx155

Desde que las cancelas desaparecieron, el horror puede estar detrás de cada puerta.

 

 

xxxxx158

En el acto de adquirir un libro puede observarse si el libro va a ser leído, o sólo se pretende su posesión.

 

 

xxxxx161

La contradicción nos salva de nosotros mismos, de lo contrario seríamos insoportables.

 

 

xxxxx175

No se avergüenza la realeza de las fórmulas reverenciales, ni quien se inclina. El dato está tomado del S. XXI.

 

 

xxxxx176

El hombre quiere perdurar, caiga quien caiga.

 

 

xxxxx177

La lucidez nos capacita para la lucha, lo único fiable.

 

 

xxxxx182

P. R. Picasso devoraba la vida. Su genialidad no se nutría de lo invisible.

 

 

xxxxx185

Auschwitz: una voz mantenida, por si acaso.

 

 

xxxxx188

Sí, sí, somos agua, pero menos claros.

 

 

xxxxx194

Si atendemos a cuanto se emite, la capacidad de discernimiento será casi imposible, y nos meteremos en la boca del lobo.

 

 

xxxxx195

La fuerza de gravedad nos mantiene medio arreglados.

 

 

xxxxx200

Al morir un poeta su voz queda en el aire.

 

 

xxxxx201

La ironía se pone de fiesta si el talento del interlocutor lo merece.

 

 

xxxxx202

Hablar de personas (no siempre para bien) en lugar de elegir pequeños o grandes temas, es costumbre que nos empobrece.

 

 

xxxxx203

Si el padre Brown, de nuestro mal recordado Chesterton, se asomara a la realidad presente, se precipitaría de nuevo a sus páginas, al no poder aclararse entre tanta barbarie.

 

 

xxxxx205

En cualquier situación acompaño al que pierde.

 

 

xxxxx206

Seamos serios: la mujer sigue siendo silenciada en muchas listas.

 

 

xxxxx210

Le huyo a los «pelmazos», sin saber si lo soy.

 

 

xxxxx211

El rostro de los desfavorecidos parece interrogar ¿por qué?

 

 

xxxxx221

Llueva o truene, los desamparados siempre son los mismos.

 

 

xxxxx234

Tras decir adiós a nuestro yo, podemos encontrarnos con gratas sorpresas.

 

 

xxxxx259

Aislados somos menos peligrosos.

 

 

 

García, Dionisia. Voces detenidas. Sevilla; Editorial Renacimiento, 2004.

 

PUERTO RICO DIGITAL

 

Hay apartamentos vacíos en ese caserío. iAlgunos ihabitan-
tes encienden ila iradio por la noche y bailan con los ausen-
tes. Otros tapian la única terraza de su apartamento para no
ver los icondominios imedio-burgueses ique ilos circundan.
Y alquilan un telescopio roto para mirar las ventanas abier-
tas. iEn Navidad compran luces de colores y las instalan en
la fachada. iHay una cancha de baloncesto cubierta, ideste-
ñida, idestartalada, idonde ijuegan ilos diez niños que que-
dan, idía iy inoche, solo. Una tarde, a la caída del sol, se es-
cuchó un balazo.

Sólo un violento puede asomarse al balcón.

 

 

 

 

Trabaja entre edificios de hormigón
hasta dejar de dormir. Ojos abiertos
sin una palabra. Y ese bloque gris
que engulle hormigas y aplasta lo que ve
sin devolver nada
arranca la pregunta insomne: ¿y tú?

 

 

 

 

Coloca una planta cactácea
a un lado del ordenador. El papel secante
absorbe radiaciones. Con el paso de las mañanas
come el silencio e irradia perfiles de espinas
xxxxxpoco a poco, al picar el teclado,
xxxxxxxxxxnace en su carne un falso esqueje.

 

 

 

 

como un Google Earth inmóvil
inserta dimensiones en la imagen
agujeros táctiles y radicales
«no quiero ser otra frase más», resuelve el mantengo.

Bitácora cancelada,
un tembloroso vuelo de avatar retrovisor
acuña el dólar que vislumbra el colapso,

en la esfera,
dos rostros

xxxxxxxxxxxse derrumban convencidos

xxxxxxxxxxxxxxx«raspe el mar
xxxxxxxxxxxxxxxmientras nazca el Edén»

 

 

 

Piera, Julia. Puerto Rico digital. Madrid; Bartleby editores, 2009.

 

MIÉRCOLES, 17

 

xxEl invierno, Rimbaud, tú lo recuerdas, ha sido aquel café con música de jazz y con cianóticos, el muchacho que se sacaba la cabeza, la ponía a un lado, y tenía otra debajo y seguía hablando, el anciano de harapos y conceptos que se dejaba presidir por el reloj socrático del lunes, la luz de las tortillas, la pipa de Magritte aún no especificada por Foucault, homosexuales de jersey muy rojo, con el vello asqueroso, nemoroso, por el mentón infiel, tan inseguro, o la larga noche de café irlandés, que nos rebordeaba el corazón de espuma y nos llenaba la memoria de nata y amargor. El invierno, Rimbaud.
xxLa flamboyante claridad de media noche, cada cual en su globo, cada cual con su mono, un vendedor de cabezas cortadas, sangre de acuarela, anilinas proféticas de una bohemia ya con otro nombre, el que dice unos versos de amor sin convicción, y la pamela negra, de gran fieltro, de la muchacha bella, armoniosa de ignorancias, y el que estaba en el retrete, con el pantalón ni subido ni bajado, escribiendo hijo de puta, estás cojonuda, Celia, políticos de mierda, y la A de acracia, que metía en un redondel insuficiente, encerrando su noche, su destino, el mal pulso ya eterno de su corta vida, en ese redondel definitivo, del que la A se le escapaba como una mariposa que se vuela del cazamariposas del más tonto.
xxMariposas de tiempo en torno del frondor de los relojes, que orientaban la noche como brújulas equivocadas, el que tenía una pierna sobre el mostrador, descoyuntada, para cogerla luego a la salida, como si fuese una muleta, y el jazz en la tarima, naciendo muerto del piano hueco, de la trompeta ciega, del gran violón que un funcionario tocaba sin quitarle la funda, pasándole el arco, adivinatoriamente, por encima. Qué música enfundada, qué música tan a oscuras daba el cello, o como eso se llame.
xxEl invierno, Rimbaud, amor, tú lo recuerdas, ha sido ese café, ese patio con guardias y con drogas, esa plaza de maderamen de oro, ese refugio lento en que cupimos, tú tan llena de música y de miedo, yo tan sordo a la música, pero escuchando musicalmente el miedo, que nacía del piano, de la hora, de la pipa/Magritte, del Foucault no leído, en el bolsillo de los guardias, el invierno, Rimbaud, fue todo eso, nuestras manos cogidas debajo del sarcófago azul de la cerveza.

 

 

 

Umbral, Francisco. La bestia rosa. Barcelona; Libros y Publicaciones Periódicas 1984, S. A., 1984.

 

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