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EL MONSTRUO DE LAS GALLETAS
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Mirando tus dibujos
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxPara mi hija Ana
Jugabas de mañana, cuando niña,
ante una luz naciente
con la arena y el agua,
deshacías castillos.
Las murallas de Troya
no habían sido aún
ni siquiera pensadas,
niña Homero,
ni imaginado Aquiles,
Esparta, Ulises, Héctor…
Mirando tus dibujos,
cuando escribo,
pienso si yo también,
con tanta devoción,
alguna vez tracé con tan pocos colores
palabras más exactas que ese cielo.
Y si supe escuchar ese galope
yo ya llevaba en mí
ese caballo en llamas más que el sol
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Respiración
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxLas heridas me quemaban como soles.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxFederico García Lorca
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxA Antonio Moreno
La vida no es el pulso,
ni la muerte.
xxxxxxxxxxxxxEs la respiración.
Yo le digo a mi hija que el aire no se coge,
porque es ofrecimiento,
y que la luz se da y nos recibe
en la misma medida
en que nosotros damos lo que es nuestro.
Y ella cierra los ojos —entregada—
y siente —me lo dice riendo— que se eleva,
que se da y se recibe
lo mismo que un columpio.
Qué semillas esparces con tu risa,
los pies a ras de suelo,
limpio tu corazón
y empieza la aventura.
No seré yo,
mi vida,
quien te cuente
el viaje de Ulises.
Que te lo diga el aire
y se te abran los ojos como soles.
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Noche cerrada
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxA Tomás Hernández
Cierro los ojos,
me afeita
la mirada una lágrima.
No podrá la mañana arrebatarme
esta nada que soy.
Yo soy ahora
el solo corazón que late sin sentido.
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Disco rayado
(Howlin’ Wolf)
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxYo soy tú cuando soy yo.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxPaul Celan
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxA Emilio Martín Vargas
Chester Arthur Burnett
nació en White Station, Mississipi,
trabajó de granjero,
hijo del algodón y de la tierra,
del amor y la ira,
de un demonio heredado en la pobreza,
porque los negros sólo heredan cosas negras
para cantarlas luego,
hasta que el cielo adquiere
ese extraño matiz de algunas nubes
que uno contempla absorto
y se deshace en ellas más arriba.
Muchas veces pensó
amarrarse a una cuerda
o clavarse un cuchillo en medio del estómago
o beber la cicuta como el que huye a Portbou.
Pero no se atrevió.
También murió de cáncer.
Me recuerda a mi padre.
Y a mi padre, tal vez,
también le recordara
al bueno de mi abuelo,
que nunca conocí.
Él me dio la pobreza en un disco de blues,
el algodón, la tierra,
la ira y un demonio.
La muerte se anticipa como un mantra.
La aguja se ha encallado
en una vena rota:
un eco lo repite y nos recuerda
ese aullido del lobo y de la luna.
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¿Cómo hacer el nudo de una horca?
xxxxxxxxxx(A medianoche)
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxEl cerebro está oscuro cuando arde.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxCarlos Edmundo de Ory
Mi escritorio soy yo:
una regla sin dueño, cien exámenes,
un verso emborronado, la libreta
de notas, ese lápiz
encima de un dibujo de mi hija,
el cargador del móvil,
un paquete de kleenex,
un vaso de cerveza, el cenicero,
Resurrección de Tolstoi,
un mail en la pantalla,
el Walden de Thoreau como una mariposa
de par en par abierto,
la baraja del Uno aún por barajar,
la impresora encendida,
restos de marihuana, la taza de café
de ayer por la mañana,
los libros de semanas apilados
igual que Il Campanile,
la llamada perdida del amigo al que amo,
lo que busqué en Google la otra noche.
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Ladridos en el laberinto
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxY ya vas tan adentro que a nadie has de encontrarte.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxCésar Simón
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxA Aitor Luna
Sostiene mi cabeza una lucha conmigo
y toda mi atención
se contempla en el ruedo.
En esa arena está lo que más amo,
lo que me da más miedo,
ese sitio al que llegas sólo huyendo
y al que sólo, al huir, puedes llegar.
Y me he quedado allí
convertido en estatua
igual que aquella vez
en el supermercado,
con mis padres,
enfrentado a pasillos
ordenados, asépticos.
Y en esa gran locura de centauros,
de telares urdidos, de leones,
de cadenas y de espadas y de esclavos
se ha escuchado un ladrido.
En la Ítaca que digo sólo Dylan,
este perro faldero y lazarillo,
le pone a mi cabeza corazón,
me lleva con mis padres,
da su mano Penélope.
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Amanecida
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxA Agustín Pérez Leal
La mañana concede una revancha
y su afilada luz,
como una ensoñación,
pero más viva,
otra vez se hace carne en tu interior:
así tomas el cuerpo,
tu ser más vertebrado.
Y abres los ojos.
Qué serán esa nubes que son ya.
Qué tú.
Qué yo.
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Pellizco
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxA José Mateos
Una cerilla da la magnitud de fuego.
Pellizcas su cabeza y una melena ofrece
su corazón al ojo.
Desde el lugar preciso
ningún sol es pequeño.
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Quiere la luz
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxA Vicente Gallego
Mis pies,
todos mis músculos,
las articulaciones,
enfermaron conmigo.
Y mis manos pequeñas se durmieron
las dos sobre mi pecho amargamente.
Las uñas me nacían
ya rotas en el vientre de los huesos
y la piel de mi cuerpo era un campo de escamas sin semillas.
Mis ojos amarillos,
una placenta estéril al mirar
y al respirar se hacía
una grieta en el aire
más grande que este mundo.
El sueño, una prisión.
Mi estómago, una boca ya sin hambre.
El esternón ya roto
era un mástil,
la vela,
la calavera negra,
la vieja arboladura del Pequod,
las monedas,
la muerte,
la barca de Caronte.
Yo me entregué a la muerte igual que un niño
se entrega por completo mientras juega.
Pero quiso la luz abrir mis ojos,
bendecir cada cosa de este mundo
con sus dedos dolientes, darme el don,
de nuevo, de la vida.
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Mirar
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxA mi madre
Todo cabe en los ojos.
Y esa voz que nos calla,
que nos pone tan cerca de nosotros
que casi nos asiste
y ya nos deja
a nuestra suerte y da
la hondura y el perfil,
la levedad y el núcleo…
Mirar es entregarse,
ocupar otro espacio;
es esa casa libre
de nadie y de cualquiera que tú habitas
y le entregas tu don y tu silencio
y en medio de la noche rompe en luz.
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Los lagos de Norteamérica
xxxxx(El olor de la lejía)
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxA José Daniel Espejo
José Daniel Espejo cuando hablaba de los lagos de Norteamérica
no nos decía nada del agua, de ese espejo
de la luz reflejada en la baldosa
que aún huele a lejía,
de ese merecimiento hermoso y trágico
de existir todavía más menudo.
Hablaba de mirarse más adentro.
Porque el amor iguala,
dentro de mí, Martín es hijo mío;
no quiero ese dolor pero me acoge,
me abraza, me recuerda
algo que sé y que ignoro
y que tú me repites en tu libro.
Me haces tomar conciencia.
Desde que sé de ti
mi vida es un futuro incierto de paseos,
un silencio a desgana que canto desde dentro,
una alegría indómita.
Para el que busca a Dios:
¿dónde buscar?
Temprana es esa luz para la muerte.
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xEn el supermercado
(Un paquete de chicles)
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxA Ismael Cabezas
He sorprendido a un niño,
me escrutaban sus ojos tan atentos
que al verse delatado
buscaba mi silencio.
Lo sé porque he mirado
muchas veces así,
buscando ese silencio redentor
con los ojos de un niño.
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La luz del comedor
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxA Carla González y Erika Espinel
Cada noche dejamos
una luz encendida
por si tú despertaras del silencio del sueño
y no supieras dónde,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxy tan aprisa,
poner tus ojos ciegos.
Toma la luz y deja
que ella aliente tu pecho.
No tengas miedo,
niña,
aunque lo tengas;
jamás le des ventaja a ese cobarde,
aunque él la tome y crea
que tú le perteneces.
Tú céntrate en la luz del comedor
igual que cuando estás entre mis brazos.
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El monstruo de las galletas
xxx(Mirando tus dibujos)
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxLos bienes más preciados no deben ser buscados, sino esperados.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxSimone Weil
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxA Paco y Ana, con el amor de un hijo
Quizá por esos cuadros
empezaste a colgar
tus primeras palabras, los dibujos.
Y al lado de La casa giratoria o de El jinete azul
Triki come galletas mientras pende
de su celo precario.
Cuando me fijo en ellos,
esas enredaderas de colores,
tu mano inesperada…
mi fe me avienta, soy
como una gravedad
de luto y de alegría.
Dirige mi deriva
el corazón de un niño.
Ma da la vida un monstruo.
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Luna, Sandro. El monstruo de las galletas. Madrid; Ed. Hiperión, 2020.
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RESUMEN DE NOTICIAS DE 2020
Lo cierto es que no sé muy bien por dónde empezar. Me importa muy poco la pandemia como para hablar de ella aquí; hablaría en todo caso de ciertos comportamientos, pero eso me llevaría demasiado tiempo y sería inútil lo que alguien como yo pudiera comentar.
Este año no saben lo importante que es para mí dar las gracias a todos aquellos que de una u otra manera me han tenido en cuenta. Les contaré, muy por encima; no hay por qué entrar en detalles, al menos de momento: hace unas semanas, tomándome una cerveza con un amigo, me preguntaba por cuestiones laborales y al explicarle lo que necesitaría para poder hacer lo que quiero hacer terminamos hablando, cómo no, de dinero; al contarle lo que había cobrado el mes anterior y preguntarle si así había manera de ahorrar, me respondió que no sabía cómo se podía vivir así. No hay nada como dar números para que se entiendan ciertas cosas. Así que, por eso, quiero agradecer con mayor intensidad, si cabe, que otras veces, que Rubén Pozo y Lichis, Pedro Chillón, Alberto Alcalá, el Manin y Antonio de Pinto me hayan invitado a sus conciertos y/o regalado sus discos, ellos saben de mi devoción por la música. A Joan de la Vega, Luis Sánchez Martín, Joaquín Piqueras, Cristina Morano, Juan López-Carrillo, David Trashumante, Isabelle García Molina, Pepo Paz Saz, Vicente Velasco, Sandro Luna, Víctor Peña Dacosta, Alexis Díaz-Pimienta y David González Lago hayan tenido a bien aumentar la cantidad y la calidad de mi biblioteca particular.
Además, sería impensable este año sin haber tenido a mi disposición las bibliotecas particulares de josé antonio martínez muñoz, José Daniel Espejo y Cristina Morano.
De todo lo que ha caído en mis manos este año, me parece esencial haber descubierto a Marcial, a Hugo Mujica, a Jesús Aguado, a Harkaitz Cano, a Javier Salvago, haber leído a Cavafis traducido por Valente y el ‘Yosotros’ de Raúl Quinto. Léanlos si no lo han hecho (es solo una recomendación).
Gracias a todos.
Seguimos.
FUEGO DE SAN TELMO
CIGARRA
Bajo la luz del sol
me ha prendido el cantar de la cigarra.
Amar,
amar así.
Ardiendo con la luz
en pura nada.
CONCIENCIA
Hoy me habla una voz que parece muy vieja.
Es igual que una nube, que la primera nube
que cruzó el universo
y atravesó la luz.
Esa gota de aceite, el pan que digo,
me recuerda a mi padre y a mi abuela
y al silencio del cielo antes de hacerse.
TIERRA PROFUNDA
He cerrado los puños.
Tu rostro está en mis manos.
Tierra profunda, dime:
¿Adónde van los muertos?
ROCÍO
Entonces no entendía
lo hermoso de la muerte.
¿Cómo puede la muerte ser hermosa?
Pero vi la belleza
cuando cerré tus ojos.
Si antes amé,
fue nada.
EL FRUTO QUE CAE
Qué hermoso es este cuento,
esta vida de nadie.
Y son así las cosas,
como magia.
No me engaña la muerte,
solamente sucede
igual que esa naranja a media tarde.
Luna, Sandro. Fuego de San Telmo. Valencia; Ed. Banda Legendaria, 2020
LOS REGALOS DE LOS AMIGOS (110)
Acaba de llegarme esta pequeña joya a casa y no podía esperar a contarlo.
Un millón de gracias, Sandro.
LLEGADAS
Este año han llegado a casa varios libros y algunos discos, y quiero dejar constancia públicamente del agradecimiento hacia quienes han hecho que mi biblioteca y mi discoteca particulares hayan aumentado en cantidad y calidad.
Gracias por sus libros a Vicente Velasco, a Carlos Vitales, a José Luis Martínez Valero, a Ramón Bascuñana, a Natxo Vidal, a Manuel Rico, a Eugenio Sánchez Salinas, a Alfredo Rodríguez, a Sandro Luna, a Óscar Navarro, a Luis Sánchez, a Javier Sánchez Menéndez, a la editorial El Sastre de Apollinaire, a Joaquín Calderón y a Pedro Gascón.
Además, no quiero olvidarme de los regalos musicales que me han hecho Paco Cifuentes y Lichis.
Por supuesto, también a Alberto Alcalá, a Ferrán Exceso, al niño de la hipoteca, al Kanka, al Manin y a Álvaro Ruiz, por contar conmigo cada vez que pasan por Murcia y traen su música a esta ciudad.
Y, por último, quiero agradecerle a María Marín que contara conmigo para presentar su primer libro.
Gracias a todos.
EVA TENDIENDO LA ROPA
Comentaba hace un par de días que me había llegado ‘Eva tendiendo la ropa’, de Sandro Luna; que el autor había tenido el detallazo de enviármelo. Un libro con el que obtuvo el XXVIII Premio Internacional de Poesía «Antonio Oliver Belmás», en cuyo jurado estaban Luis Alberto de Cuenca, Eloy Sánchez Rosillo, Blanca Andreu y Vicente Gallego.
El libro muestra cómo Sandro Luna es de esos poetas que tiene el don de transformar el desasosiego por el significado en objeto de consideración poética. Esa búsqueda constante del significado se vuelve incesantemente pregunta a lo largo de todo el libro de una manera casi obsesiva, una búsqueda que desemboca en el convencimiento de que el sentido de las cosas, su salvación (como afirma aquí Jesús Párraga) no es algo privado, sino que pertenece al mundo.
Y aquí tienen algunos poemas del libro.
MADRE HIERBA
¿De qué luz puesta en flor
es este vencimiento?
¿Qué palabra se dice y no se dice
y nos mantiene puros?
Si yo pudiera,
madre,
con tan poco decirte.
QUÉ SABRÁ
¿Qué sabrá de la luz la luz del sol,
de la respiración el aire vivo?
YO ME CANTO A MÍ MISMO
xxxxxxxxxxxxxxxxA Walt Whitman
Corre el aire en la hierba,
por mi pecho,
sencillo y misterioso.
Tengo mi corazón
despierto como un faro.
Dentro de mí,
la noche.
Y todo se celebra.
LA PALOMA Y EL MENDIGO
Yo dejo que me robes.
¿Quién podría
quitarme lo que es mío?
TUMBADO EN LA HIERBA
Porque no deben nada,
los pájaros no vuelan,
son el aire.
FIEBRE
xxxxxxxxxxxxxxxA Agustín Pérez Leal
¿Qué gloria hay en el aire?
¿Qué sol de los milenios?
Volar con los jazmines y morir.
AGUA
Esta sed no se encuentra,
sobreviene.
Un cántaro la lleva,
y está roto.
PARECÍA
(Hojas de hierba)
xxxxxxxxxxxxxxxA Josep y María
Parecía en el humo vagar mi corazón.
Junté toda la hierba
y la deshice.
¿Dónde
la gravedad,
si nada pesa?
FLORECIMIENTO
Teniendo ya una rosa,
¿qué rosa codiciaba?
MADRUGADA DE PRONTO
xxxxxxxxxxxxxxxA Quique Vergara
Donde termina el sol pongo mi casa,
tan adentro
que ya no sé siquiera qué es la hondura.
Qué vergüenza mirar
y no ver nada.
AMANECE
(Un blues para mi hija)
xxxxxxxxxxxxxxxA Rubén de Jesús y Juan Aranda
¿Qué me enseña este pájaro?
Tan temprano y ya late
conmigo en la mañana
su corazón de nadie.
MIRAR ADENTRO
xxxxxxxxxxxxxxxxA Leonard Cohen
He visto sin ser visto.
Sólo había belleza.
Y yo la alimentaba con mi muerte.
SEÑALES
Mañana moriré
y estoy como la hierba,
renaciendo.
Me he perdido en mí mismo
y todo lo que encuentro me señala.
LA CASA ENCENDIDA
xxxxxxxxxxxxxxxxA Eva,
xxxxxxxxxxxxxxxxverdadera y sencilla,
xxxxxxxxxxxxxxxxamiga fiel y grácil.
Como el sol que se posa entre los pétalos
te acercas a mi casa
en esta luz de nadie sin ahora.
¿Qué podría engañarnos?
Vivamos siempre aquí,
en la blanca llama.
EVA TENDIENDO LA ROPA
Algo despierta en mí:
el movimiento eterno
de unas manos que tienden.
PIEDRA
xxxxxxxxxxxxxxxxA Miguel Ángel Velasco,
xxxxxxxxxxxxxxxxsiempre vivo
Si el viento la ha movido,
si la ha mojado el agua.
¿Qué dirá de nosotros
que la hemos contemplado?
Luna, Sandro. Eva tendiendo la ropa. Valencia; Ed. Pre-textos, 2015.
LOS REGALOS DE LOS AMIGOS (LVII)
Acaba de llegarme el libro con el que Sandro Luna obtuvo el XXVIII Premio Internacional de Poesía ‘Antonio Oliver Belmás’.
En un par de días les comento.