DOS POEMAS DE ‘LO QUE LA LUZ DEJE DE TI’, DE ISABEL DAZA

LA SOLEDAD ES POLÍTICA

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxA Jesús Arias

No nos preguntamos
quién conduce
a ese que lleva en el rostro
la más profunda soledad.

¿Quién ha roto sus pasos?
La soledad es política.
¿Quién invade su ausencia?
La soledad es política.
¿Quién ha hurgado, hasta la risa,
en su dolor?

La lógica del beneficio
pide víctimas.
Mas, aunque el goce se inclina,
el deseo no siempre cede a su discurso
y, aun un mundo frívolo,
crea seres cálidos
que caen, que saben
que su soledad también es política.

Y solos se liberan,
ardiendo.

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RESISTENCIA

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxTodo el que quiera nacer tiene que romper un mundo.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxHerman Hesse

La materia
entraña sus misterios
y, a veces, su llamada inapelable
puede encender tu nombre en las estrellas.

—El que quiere nacer
tiene que romper un mundo—.

A lo lejos,
tu rostro brilla
como un lucero que alumbrara la sierra.

Lloro por un sueño, una visión.
Un amor más allá de los obstáculos.
Un amor donde ellos, aún, no hayan terminado de vencernos.

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Daza, Isabel. Lo que la luz deje de ti. Logroño; Ediciones del 4 de agosto, 2022.

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‘OFRENDAS’, DE ANA MARTÍNEZ CASTILLO

OFRENDAS

 

I

ESTÁ claro lo que pasa aquí. Aquí lo que pasa es que son todos unos paletos y unos hijos de puta. Es imposible que se les meta en la mollera que ahora existe un nuevo orden mundial siendo tan catetos y tan cabrones. Míralos, qué asco dan. Jugando la partida y soltando regüeldos, ajenos a los cambios que le esperan a la humanidad. Ajenos al acabose de los tiempos. Si pudiera, los mataba a todos. Pero nada, paciencia, que arrieros somos. Pronto aprenderán a ver tu grandeza, me cago en Dios.

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II

QUE sí, que está ahí, en el corral. Os lo juro. Un bicharraco enorme. Un animalaco que más que conejo parece un gorrino de san Antón. De verdad. Y atiende lo esponjoso y blanco que es el bicho, que no parece hecho sino de algodón, como de peluche.
xxxSe conoce que vino anoche porque ayer no estaba. Me pasé toda la tarde en casa arreglándole el mueble de la cocina a la Merche y asomé varias veces por el corral a buscar alambre, y os digo que el conejo no estaba. Así que tuvo que ser de madrugada cuando vino. Tuvo que ser cuando escuché ruidos afuera, como de gente trajinando. Lo que pasa es que me volví a dormir y me pensé que los ruidos habían sido en sueños. Pero no, tuvo que ser entonces. Luego, cuando amaneció y me fui donde las gallinas, resulta que las gallinas habían desaparecido. Lo que sí había aparecido era el conejo, tan esponjoso y pelusón, hecho un ovillo en el gallinero. De primeras me quedé como petrificado, que pensé «¡¿pero qué puta mierda es esta?!», porque, claro, resulta que el gallinero estaba todo lleno de plumas y de sangre y de cabezas a medio masticar. Creí que se había colado un perro rabioso o algo y que había matado a todas mis gallinas, después supe que había sido el conejo. No había otra. Había sido el conejo porque tenía la boca llena de plumas y los goterones de sangre se le veían resecos en el pelo. Si queréis que os sea sincero, la verdad es que me acojoné. Que me cagué vivo, vaya. Coño, a ver qué hubierais sentido vosotros así de primeras.
xxxEl remate fue cuando el bicharraco movió la cabeza y me miró. Tenía los ojos rojos como todos los conejos, pero en el fondo me pareció que brillaba algún tipo de lucecilla hipnótica o como se diga. Que te atrapaba, el muy cabrón. Quiero decir que el bicho te miraba y era como si te agarrase de los huevos. Desde luego os digo que a mí se me pusieron de corbata, no me he visto en la vida en otra igual y no me oriné encima de milagro. El bicho aquel me miraba y parecía que ya no tuviera que existir nada más en el mundo. Movió las orejas y su naricilla rosada tembló. «Mi nombre es Zghoehsssgha», dijo el conejo, y entonces fue cuando sí me oriné. Lo dijo como en mi mente. Una cosa muy rara. Escuché con claridad su voz ahí entre las cejas, como si me estuviera tocando la frente con un dedo. «Zghoehsssgha». Noté cómo la orina se escapaba y chorreaba por las perneras del pantalón, caliente, mojando la pana hasta llegar a las alpargatas. «Zghoehsssgha». Me cago en la hostia. No podía atender a nada más que no fuera es apalabra. Dicha como la decía el conejo, con una voz metálica que parecía tropecientas voces. «Soy Zghoehsssgha. Y tengo hambre».

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III

MARIANO nos contó que tenía un conejo enorme en el gallinero, en el corral de su casa, y yo no me lo creí. Vamos, vamos, vamos. Habrase visto qué gilipollez más grande. Pero claro, si es que donde no hay mata, no hay patata. Que Mariano es muy cortico, el pobre. Muy simplón. Ve cosas en la tele y luego, claro, se le cruza el cable. Se las cree. Es que Mariano no ha estudiado, no como yo, que estuve dos años en el seminario y algo sé de las cosas. Pero Mariano, nada. Duro de sesera. Como un pedernal. Un conejo enorme, decía. En el corral. Que vino de madrugada, decía. Que parecía que había caído del cielo. Tócate. Si hubiera sido un ovni, pues tira que te va porque esas cosas existen. A mí es que me interesa mucho la ciencia y todo eso. Con lo grande que es el Universo cómo no va a haber más gente. Que no estamos solos, no. Y mira, si lo dicen en el programa este de la tele casi todas las semanas, ese que me gusta a mí tanto. No estamos solos y eso es una realidad. Pero, ¿un conejo? No, hijo, no. Cómo va a tener el mariano un conejo gigante en el gallinero. Y que encima le habla. Qué barbaridad. Si es que, cuando el tonto agarra la linde…
xxxEso le iba diciendo yo al Benito mientras acudíamos casa el Mariano y el Benito me daba la razón. «Que sí, Rómulo, que sí. Que cómo va a tener el Mariano un conejo gigante en el corral». Me daba a mí que el Benito algo se creía. A lo mejor por eso fue al primero al que avisó, porque es un poco crédulo también. Dios los cría y ellos se juntan. Es lo que hay. Pero vamos, que en tal que llegamos a casa del Mariano la cosa cambió. Vaya si cambió. Coño, ¿pues no tenía un conejo gigante de verdad?
xxxLo tenía ahí aovillado en el gallinero y olía fatal. Se conoce que le había estado echando de comer y que el conejo no paraba. Le había echado toda la orza y el animal había devorado los lomos y los chorizos y las morcillas y todo a su alrededor estaba lleno de pringue. Y claro, viéndolo allí delante de nuestros ojos, el Benito y yo nos tuvimos que rendir a la evidencia. «Pero él quiere otra cosa», dijo Mariano. Y entonces nos contó lo de la Merche.
xxxSu mujer es que también es muy borrica y no entiende nada. No entendió lo del conejo. Por lo visto, después de que el bicho ese estuviera hablándole al Mariano telepáticamente, el hombre se metió en su casa y fue a contárselo a su mujer. Y su mujer se pilló un cabreo de mil demonios. Qué conejo ni coneja. A ver qué mierdas hacía un conejo enorme en el gallinero, que qué tontería era esa. Y encima un conejo parlante. Y encima se había comido las gallinas. Y encima parecía que había venido del cielo o vete tú a saber, algo peor, que nunca se sabe de dónde asoman esos bichos. «Saca esa cosa de ahí», le dijo torciendo el morro como lo tuerce la Merche. Porque ya lo decía su madre, que era un desgraciado y un vago, todo el día en el bar y que esto se veía venir. Así que el mariano se había ido al corral a recibir los mensajes arcanos (así los llamaba él, «arcanos». «Mensajes arcanos, Rómulo, arcanos», decía en un susurro) del conejo. Allí es donde lo encontramos y allí es donde nos lo contó. Lo de su mujer. Que iba a matarla y a dársela al conejo. «Zghoehsssgha quiere sangre. Quiere una ofrenda humana y le voy a dar a la Merche».
xxxNunca lo habíamos oído hablar así antes, tan serio. «No sé yo», dijo Benito. «Mira que eso que dices es una empresa muy seria». Pero Mariano seguía erre que erre.
xxxIntentamos quitárselo de la cabeza un rato largo hasta que el conejo algo se debió oler y nos habló. Levantó las orejas y se puso a mirarnos y esa mirada era como una hostia en toda la boca. «Ñgmhtohmd gmuyh Zghoehsssgha gha», dijo el conejo, pero en nuestras cabezas el mensaje sonó en castellano y dejó la cosa clara: no quedaba otra, había que matar a la Merche.

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IV

YA les dije a estos que la tonta de mi mujer no iba a verlo venir. Estaba muy entretenida con la novela y cuando veía la novela ya podían caer chuzos de punta que le daba igual. A mí se me figuró que lo mejor era pillar el motosierro y atacarla por detrás mientras estaba en el sillón. Un golpe de motosierro así en toda la bocha y se acabó la Merche. Pero a Rómulo, que es un poco tocapelotas y se cree muy listo, no le pareció bien. «Atízale con el martillo, hombre, no seas bruto», dijo el Rómulo y en el fondo llevaba razón. El martillo era lo mejor porque el motosierro al final era muy aparatoso y lo iba a dejar todo pringado. Ya lo usaríamos luego para cortarla en el corral antes de que se la mascara el conejo. Tiempo había para todo.
xxxAsí que nada, me acerqué por detrás con el martillo en ristre, sigiloso, mientras en la tele los recién casados de la novela se decían tonterías de esas de llorar. Me acerqué conteniendo la respiración y le arrimé un martillazo en toda la boche. Pum. Fue como abrir un melón. Pum. Como darle a una nuez. La Merche se desplomó con el cráneo abierto, que se le veía hasta el seso, cosa más desagradable.
xxxUna vez que nos aseguramos de que estaba del todo muerta, entre los tres la llevamos hasta el corral. Zghoehsssgha se debió de dar cuenta de que le llevábamos pitanza y había empezado a lamerse una pata. Benito ya le estaba dando al motosierro. Qué mano tiene, el muy cabrón. En un santiamén la había hecho trocitos. En tal que el conejo lo vio, notamos que se puso muy contento. Y cuando empezó a masticar daba gozo verlo. Olisqueaba con su morrito rosado el cacho de carne sanguinolenta y comenzaba a roerla. Se veía que le gustaba y que estaba disfrutando. Nosotros nos quedamos ahí plantados viéndolo comer. La tarde se estaba poniendo fea. Se había levantado ventolera y olía a lluvia. La guinda del pastel.

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V

SI el Mariano se ha cargado a su mujer, yo quiero cargarme al cabrón del Aurelio y dárselo al conejo. Qué coño. Yo no tengo mujer y el Aurelio de los huevos no para de tocarme las narices con las lindes, mira que es cansino. Que no, joer, que no. Que el bancal es mío y punto. Si el conejo quiere sangre humana la tendrá y la del Aurelio vale como ofrenda igual que cualquier otro. Conque sean humanas ya le vale al animal. Pues eso. Así de claro se lo dije a estos y lo vieron bien. El bicho se había zampado ya a la parienta del Mariano y quería más sangre. Nos lo dijo y de fondo resonaban los truenos. A lo tonto se había formado una tormenta de tres pares y la tarde estaba oscura.
xxxNos metimos en la casa a cambiarnos de ropa, lavarnos un poco y a pensar cómo íbamos a hacer para cargarnos al Aurelio. Rómulo, que tiene muchas luces, determinó que lo mejor era hacer que viniera a la casa. A hablar del bancal. Invitarlo a un chatico vino y pillarlo desprevenido. El procedimiento después era el mismo: martillazo y motosierro. Si una cosa funciona bien, ¿a qué cambiarla? Así que me acerqué a su casa. Me abrió y puso esa cara que pone él, de expresión cejijunta y desconfiada. A veces daba la impresión de que el Aurelio se creía más que nadie y que nos odiaba a todos, que se cagaba en nuestros muertos. Vaya un tío cenizo. Solía ir al bar y mirar a los parroquianos fijamente, como si le tuviera ojeriza a todo el mundo. Teníamos claro que nos ponía a caer de un burro.
xxxEl caso es que me abrió la puerta, me miró y se sacó el palillo de la boca. Traté de ser amable. Le dije que ya estaba bien de la tontería esa del bancal, que éramos personas civilizadas y que las cosas se hablaban. Que Mariano y Rómulo me habían aconsejado zanjar ya ese tema tan desagradable. Que le esperábamos allí, casa el Mariano, para invitarle a un chato vino y tratar el tema. Por cómo me miró, pensaba yo que me iba a echar de allí a patadas, pero no. Ojeó primero el cielo oscuro de tormenta y después el reloj. «Venga. Estaré allí a las ocho», dijo y casi que me cerró la puerta en las narices.
xxxAsí que nada, ahora a esperar a que venga ese cabrón. Que verás qué sorpresa se va a llevar, verás qué sorpresa. Pero oye, mira, que se joda.

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VI

DATE cuenta, maestro, qué hijos de puta. Son unos brutos incapaces de ver tu grandeza. Pero tú vas a arrasarlos a todos cuando llegue la fin del mundo y a hacerlos tus siervos. No veo el momento, de verdad que no lo veo. Porque entonces dará igual de quién eran las viñas y si las lindes están más p’acá o más p’allá. Dará igual todo porque empezará tu reinado. Si mientras tanto quieres ofrendas, yo te daré ofrendas. Sé que soy el elegido porque me hablas y me has contado tu historia, me cago en Dios. Zghoehsssgha de las praderas de Hiperbórea, de antiguo linaje. Hijo de Ktzhedheenporgthuchulu, nieto de Jhatzethu, sobrino de Zhithekkojothavio. El dios verdadero y no la mierda esa a la que le cantan las beatas en la iglesia. Yo es que no soy de misas, ya lo sabes. Una vez le dije al cura que era un hijo de puta y un cabrón y me quedé tan pancho. Y se lo volvería a decir, me cago en Dios.
xxxVoy a llevarte ofrendas buenas, las mejores. Y después te voy a trasladar a mi casa para que estés más cómodo, que mira que materializarte allí, en ese sitio de mierda, cuando podías haber aterrizado en otro lugar más propio de tu grandeza. Pero no importa, tus caminos son inescrutables manque me joda.
xxxA lo que iba. Que ya lo he organizado todo. He quedado con los tres en la casa del Mariano. No se huelen nada. Son tan cortos que ni se lo ven venir, me cago en Dios. Les voy a dar de hostias hasta en el cielo de la boca y después te los llevaré para que te los comas. Como a ti te gusta.
xxxPorque eres grande, coño, Zghoehsssgha, eres grande.
xxxY yo tu servidor.

Martínez Castillo, Ana. Ofrendas. León; Ed. Eolas, 2021.

CINCO POEMAS DE ‘LAS CLAUDICACIONES’

GENERACIÓN

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxA mi hermano

Nada está hecho y ya nosotros
abandonamos la tarea.
Más que luchar, hemos soñado.
De nuestros sueños poco queda.

Más que cantar, es el silencio
nuestro destino y nuestra meta.
Más que vivir, hemos pasado
sobre el cansancio de la tierra.

Más que sembrar, hemos dejado
henchido el surco de tristeza.
Más que morir, hemos vivido
con tanta oscura muerte a cuestas.

Más que llorar, hemos sufrido
nuestra gran lágrima secreta.
Más que los hierros, es la sombra
la interminable cárcel nuestra.

Más que el dolor, es la amargura,
el fruto cruel de la impotencia.
Más que trazar nuestro camino
es el camino es el que nos lleva.

Desde el principio comprendimos
que era imposible la luz nueva.
Sombras tan sólo, se apagaba
nuestra hermosura en las tinieblas.

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COMO EL VIENTO

Así te digo, amigo, como el viento,
de una piedra a otra piedra,
golpeándome, hiriéndome.

De la luz a la sombra,
de la esperanza al miedo,
desde la rebeldía
a la entrega,
desde el grito al silencio,
y siempre
golpeándome, hiriéndome.

Como el viento
una vez y otra vez quedo prendida
entre las ramas verdes;
siego la lluvia, busco
los botones más tiernos;
voy de la flor al fruto,
desde la hoja de oro
a las raíces…
xxxxxxxxxxxxDejo
en todo mi canción interminable,
y siempre
golpeándome, hiriéndome.

Como el viento recorro sin cautelas
los espacios abiertos,
el mar y la sonrisa,
la sangre que reparte
su luz sobre la tierra.
Y siempre
golpeándome, hiriéndome.

Como el viento mi mano sostiene
la frutal alegría que la enjoya un momento;
otras veces empuña,
como objeto sin nombre,
esa larga pregunta que crece minuto a minuto
golpeándome, hiriéndome.

Como el viento quebrando mis tallos,
desgarrando mi débil vestido,
dejando mi piel acuñada de barro y de sombra,
los ojos repletos de arena sedienta.

Como el viento te digo.
Y siempre,
irremediablemente,
golpeándome, hiriéndome.

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DESTINO

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxA Blas de Otero

Sólo sombras me dieron.
Con semilla de sombra fecundaron el vientre,
la cárcava sumisa
donde tuve mi origen de sombra.

Me arroparon con sombra. Me dieron
pan de sombra amasado
por manos de sombra y condena.

Fui creciendo anegada de sombra,
ahogándome en mares de sombra,
pisando caminos de miedo y de sombra,
llevando en los labios
una dura señal de sombra y de silencio.

A mi voz opusieron densas sombras, cegando
la plural hermosura que a mi boca afluía.
Largo trago de sombra acudió a mi garganta,
a mi sed insaciada.

Con pedradas de sombra derribaron mis manos,
abatieron mis ramos celestes.
Un látigo de sombra golpeó mi alegría,
dejó el aire vacío de rosas,
apagó las estrellas, el beso, la sangre.

Con un lienzo de sombra envolvieron la clara,
rebelde sonrisa.
Me poblaron de sombra la frente y los párpados.
Una llave de sombra cerró para siempre
las puertas del alba.

Y con muros de sombra me hicieron la casa.
Y amueblaron de sombra y de espanto
la alcoba nupcial, asediando
mi cuerpo,
cercando de sombra furiosa mi vientre…

Y vinieron, cubiertos de sombra,
mis hijos.

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DE PRONTO AQUÍ, EN LA NOCHE…

¿Qué estoy haciendo aquí,
como recién llegada al borde de la noche,
como recién nacida
de la entraña acosada de la noche?

¿Qué estoy haciendo aquí,
bajo el párpado indiferente de la sombra,
mientras pasan autobuses azules y muchachas,
y hombres de paso urgente,
y niños desvelados,
y un viento interminable de tristeza
que estremece los árboles?

¿Qué estoy haciendo aquí,
mirando absorta las estrellas,
límite inesperado y puro de la lágrima?

¿De qué soy símbolo o noticia sencilla?

Decidme qué hago aquí,
en esta ciudad sumergida en la noche,
levantada
piedra a piedra en la noche.

Decidme qué hago aquí, junto a ese río
que atraviesa la noche con su pena sonora,
larga, como la sangre por los siglos
—espada, viento, lluvia de la noche—,
contenido sollozo
sonándome en el pecho
a soledad plural y sostenida,
a mar amotinando sus espumas,
a relincho lejano.

Río de la noche, sombra amarga,
murmullo donde se ahogan el pájaro y el viento,
¿qué estoy haciendo en tus orillas?
¿Por qué tus aguas
descubren el espanto de mis ojos?

Yo no sé a qué he venido.
Yo no sé si he venido.
Veo la ciudad en la noche.
Veo el río en la noche.
Veo los quietos jardines de la noche.
Los hombres
con sus fríos corazones en la noche,
con sus labios enmudecidos en la noche,
con sus manos como un humo perdiéndose en la noche,
con sus ojos como conchas vacías en la noche.

Estoy con ellos. Hablo.
Mi voz es una leve campana remotísima
que nadie escucha.
Siento sobre mis manos las alas del sollozo
y un último latido de paloma
que muriera de pronto.

Y no sé lo que espero.
Acaso un día encuentre
la palabra que busco,
reveladora y pura, que me explique
mi razón y mi nombre.
La razón y el nombre de las cosas
que mi alma no entiende.

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NÁUFRAGO

Eres, de entre todos los náufragos,
aquel que más me duele.

Alguna tarde, cuando rasga
el viento mi tristeza
como si fuera un harapo;
cuando siento
caer sobre las piedras,
una a una,
viejas palabras,
larvas delincuentes que eligieron la muerte;
o cuando oigo, distantes,
los ecos de tu canción inútil,
golpeando
el cristal de los días
como dedos ateridos,
mendigos de calor,
entonces,
náufrago, amigo mío,
siento tu cansancio en mi mano
igual que un fruto anochecido.

Yo conozco tu corazón, viajero
en la palma del viento,
infortunada flor de desarraigo
sin más camino
que la niebla.
Y sé que nunca podría sosegarse
en la plena realidad de la entrega,
en el ancho tributo
que el hombre exige con angustia.

Palmo a palmo
mido tu luz cobarde
que se derrama sobre los surcos de la injuria,
cercenando el relámpago del trigo,
desgarrando el labio fugaz de la amapola.

Qué acido el pan que amasas
y comerás un día,
cuando estés solo y sientas
en tu mano el vacío,
en tu párpado, el barro que elegiste,
en tus cabellos,
la húmeda sombra del desdén…
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxEntonces
qué poco importará la mínima
hoja de laurel que ansías,
la música que apaga
tu corazón
cuando quiere alumbrarte el pecho
como un grito celeste.

Qué cerrada será la isla
que te acoja,
qué feroces las aguas
que se ciñan en torno a ti,
soñándote
habitante de su abismo,
náufrago o suicida.

Y sé que entonces será inútil
que mi mano te busque,
tan inerme en su ternura,
en su pecado de querer asirte
todavía y llevarte
allá donde la luz no te acongoje.

Tú sabes
que de todos los náufragos me dueles
más que ninguno, que eres
como una herida que soporto
y por donde huye, a cada instante,
un hilo de mi altiva esperanza.

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Gatell, Angelina. Sobre mis propios pasos (Poesía completa. Vol. I). Madrid; Bartleby editores, 2023.

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VUELTA E IDA (A PARTIR DE SUSAN HOWE, DZIGA VÉRTOV Y CHRIS MARKER) -extracto-

Hoy mi amigo Ángel Cerviño me aconseja las nubes que pasan y todo eso, y todo eso y además briznas de distracción. Intercalar la historia que ilumine la línea, reduzca horizontal. ¿Sabré hacerlo? ¿Sabré hacerlo hoy?

¿Cómo uno puede recordar la sed?, se pregunta la narradora de Sans Soleil, la célebre película de Chris Marker.
Un día comprendí el azúcar, escribe Mariano de Hossorno un 28 de mayo.
Una ficción sencilla, una apariencia desnuda.
No lo dulce, que ya lo conocía con suficiencia y cierto hastío.
El azúcar.

La escena inicial de los niños a Susan Howe le fascina. Una secuencia aislada de tres niños sin banda sonora. Simplemente paz, no evidencia. Son espíritus. Las imágenes se suceden. Cortes rápidos y cuadros en negro. Howe cree que, llegado este momento, los niños de la introducción caminan en dirección contraria. Escritura epistolar, voz en off e imagen. Una mujer lee y comenta las cartas que recibe de un amigo, un cameraman freelance que recorre Islandia, Guinea Bissau, San Francisco, Japón, L’Ille.
En una de esas cartas escribe: «Mis constantes idas y venidas no son una búsqueda del contraste; son un viaje a los polos de la supervivencia».
El curso episódico sin origen ni centro. El nuevo demiurgo que sostiene los hilos del relato no recuerda en qué lugar de La Mancha.

Seguramente el hilo con que se teje el envés de los alfabetos.

Después llegaron los indefensos y nos obligaron a leer en voz alta los informes definitivos.
El director del documental nos gritaba: «Miren a la cámara, miren a la cámara».

(continuaré)
(continuaré)
(continuaré)
(continuaré)
(continuaré)
(continuaré)
(continuaré)
(continuaré)
(continuaré)

Es el último número que se escribe con una sola cifra.
Diez es el número traidor que impide la soledad,
y no puede ni sabe saltar. Sí sabían los nueve anteriores.

Afirma que el camino hacia arriba y hacia abajo son uno y la misma cosa.
Estamos en 1934. Eliot visita Burnt Norton.
Aún y así lo particular es una especulación y al tiempo mismo un recorrido.
Deshilvanar no conduce, queda en la mano el ocultamiento.
Hay una mujer que llaman miracielos y esa mujer huye de la superficie plana,
la planta carnívora devora sus vocales, y continúa después, sin correspondencia.
Tan solo el centelleo, el relámpago del que me hablaba mi querido amigo Ángel.
El género humano no puede soportar tanta realidad, le dijo el pájaro.

Luego paseó, paseó, paseó y decidió escribirlo alejándose de la vida, como si muriera en el pasado y decidiera volver a vivir al cabo de los años.
Esta es la superficie, aquí no hay ni ida ni vuelta, ni ascenso ni descenso.
La casa fue quemada por su anterior propietario y yo ahora
entiendo por qué el tres es el número más solitario y más tolerante.

(continúo)
(continúo)
(continúo)

Susan Howe está escribiendo un poema: Geppeto y el Hada Azul discuten sobre la evolución espiritual. Pinocho no necesita hilos.

(continúo)
(continúo)
(continúo)

Mi madre vino al cielo a visitarme es la mejor continuación.

Pinocho y su padre salieron de un tiburón. Un tiburón se pudre a veinte metros. En esa profundidad el futuro huye de su lugar, y se hace hierro, llanto y único número. Miracielos se ahoga en algún lugar que es mentira, mentira porque es otra continuación, otra más. Son tantísimas las continuaciones posibles, parecen miles de yemas arrojadas desde un avión.

Uno escribía allá arriba que a ambos lados de la frontera, la palabra «fin». Es una incorrección porque, excepto en el azúcar de Mariano de Hossorno, todo lo que existe tiene partes, lugar y cantidad.

(continué)
(continué)
(continué)
(continué)
(continué)

20 de noviembre de 2021:
¡qué difícil sentir lo que se siente cuando se oye!

A pesar de la cautela la humillación se hizo carne.
Lloraron los viejos. Lloraron los enfermos.
Lloraron los que no caminan.
Lo que duele no es el suceso, sino que duele.
Lo que se escribe no es lo escrito, es lo que se impide.
Antes ciegues que tal veas, se maldecía antiguamente.
Tengo que continuar, tengo que cambiar el número.
Ahora veo que el tres no es el número que más tolera,
pena de daño, penas de sentido.
En lo sucesivo el episodio nunca será simultáneo.
Leo en el diccionario que metafóricamente «risa» se toma
por el movimiento suave de algunas cosas.
No me escribas.
No me escribas.

(continuaré)
(continuaré)
(continuaré)
(continuaré)
(continuaré)
(continuaré)

Diez es el número traidor que impide la soledad,
y no puede ni sabe saltar. Sí sabían los nueve anteriores.

Sólo tú has faltado, entre todos los animales, le dijo Zeus.
Era Quelona, la ninfa. Arrojó al río la causa con ella dentro.
Oigo las risas.
Se presentan los amantes, ojos de coral, ojos de coral:
me llamo Martina, soy Armando,
soy Quelona, era y fui Paula.

Dice Gerardo Deniz:

«¿Las piernas se abren de par
o en par
o
ixpor tal serlo
de ambos modos
-puro asunto del desde cuál preposición?
(cf. El camino de Heráclito)».

Susan Howe admite que está cansada.

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Layna Ranz, Francisco. Vuelta e ida. Madrid; Ed. Cartonera del escorpión azul, 2021.

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‘NO (TAN) ÁNGELES’, DE ELENA ROMÁN

PARA COMENZAR, EL FIN DEL MUNDO

Un lunes más, representan el fin del mundo.
Se arañan la cara. Sus gritos son terroríficos.
Le abren la jaula a un aguacero que,
descontrolado y sembrando el pánico,
salta al patio de butacas desde el escenario.
Los espectadores vienen preparados:
han acudido a la función con paraguas amarillos.
El director de la obra sacude la cabeza de un lado a otro.
La representación no convence a nadie,
la gente abandona el recinto mofándose.
El director se enfada con los ángeles,
dice que son pésimos actores
y les prohíbe pisar la tierra.
No es justo —se quejan, porque primero
les prohibió caminar por el aire,
luego caminar sobre el agua
y ahora pisar la tierra.
Ya sólo les quedan dos verbos:
volar y desobedecer.

ESE JUSTO INSTANTE

Un ángel le preguntó la hora a otro ángel.
El segundo ángel miró su muñeca; no tenía reloj. Los dos se echaron a reír.
Acto seguido, el segundo ángel dijo la hora exacta que efectivamente era.
El primer ángel, sorprendido, le preguntó cómo lo sabía si no tenía reloj.
El segundo ángel le señaló el cielo:
de las tonalidades que se sucedían en las alturas,
el color de ese justo, justo, justo instante
sólo podía ser el de esa hora concreta.
El cielo era como la identidad, convinieron,
conteniendo las ganas de llorar.

IMPACIENTES

Una mano fina y traslúcida —sin duda de ángel—
abre un Libro de familia
por la página donde la expresión de una mujer,
en blanco y negro (como su precipicio),
parece no sospechar que morirá (y murió)
con cuarenta y tantos años.
Sale de un portal un niño llorando enrabietado,
casi arrastrado por sus impacientes padres;
grita el nombre de su abuela como si fuera
la última vez que fuera a verla, pues los niños
no distinguen un adiós de un hasta luego
y temen no volver a ver a quienes les importan.
Tienen más razón ellos que sus ángeles,
que les prometen, mirando hacia otro lado,
que mañana todo seguirá igual.

Román, Elena. No (tan) ángeles. Madrid; Ed. Cartonera del escorpión azul, 2021.

‘CIERVA COMO MI MUERTE’, DE EVA YÁRNOZ

PASOS HACIA EL SOL

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paso tercero

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déjame esta piedra loca que me abruma sin contenidos. deja que esté y rompa la vertiente contenida del llanto. deja que no contenga la compuerta abierta, la caída sin fin del agua en la laguna negra. hoy no sé si compartir con la letra la luz que decía entreabierta. no sé la letra que sangra, ni la luz sostenida por la lengua que me abrasa.

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hoy sólo quiero vibrar con Tu silencio.

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aúna ahora las perlas del suelo. muerto el animal quedó su cuerpo negro. quedó negro su cuerpo, con la concha abierta en el suelo abierto. no contengo más la palabra que conduce a la duna que baja. no bajo más por las vertientes del llanto que dice la sal amarga y el conato. no aviso más con los nombres puestos gritando. ciega me muevo en el silencio que no hallo. no hallar la vacua calidad del aire invisible que respiro. no yacer incontenible en el silencio con que me bato. no negar más la voz sola que conduce a los parajes bellos. no contener sin avisar la luz última que decías, antes de consumir Tus alimentos.

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no sabe el agua que ondula, su baile incontenible ni su moldura. no sabe con la luz apretando los confines del hábito solemne.

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no sabes la luz abierta con el nombre. no sabes la contención ridícula que te conduele. no conviertas más los amarillos del sopor en las tardes ciegas del moribundo. no conviertas más la hez bella que contienen los campos de raíces.

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, dije aún con la niebla, dije aún con la voz que se quiebra. dije

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ahora con los dedos ahora

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la luz generosa la luz tibia

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no sé dos ojos vibran amarillos, ciegan la incertidumbreúltima.

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dos ojos ciegan amarillos, vibran y sacuden los confines que me contienen. quiero expandir el territorio del hambre. que la abruma sacuda la hiel inerme y produzca Nombres Simientes.

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solloza la simbología de los términos. no conmutan ni convencen. enrarecen con su fiebre la sed que recorres, y no dicen.

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padeces la soledad del término.

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paso cuarto

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para consolidar los amarres de los nombres, díctame blanda la ruptura. díctame ahora la rendición segura en los patios vacíos que no se visualizan. en los lugares vacíos del llanto contenido, abraso con la fiebre la última comida.

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dejo que digas Tú que resbalas como pendiente vacía. dejo que los lugares solos se definan. resbalo por los confines del nombre y me derrumbo sola en la colina. no consolido más sin decir la pértiga pertinaz que me alza, ni la verdad a medias que se sabe escondida. no contengo más, con la fiebre ahora, la pertinaz lluvia que decían, para sofocar los fuegos de la frente.

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CIERVA

tan no cosa hierve la ira, lame la rama que no se sabe qué color alcanza cuando se eleva hasta un reino de alaridos y rompe con lanzas amarillas. la piedra es arrojadiza. en carne viva mis manos. porque vi a las aves levantar el vuelo hacia algún espacio vacío donde podían respirar. pulmón de fiebre, rápido llanto de volteo metálico. cierva como mi muerte. en el arroyo no alcanzas la colina. si pudieras escuchar tu música y decir de una vez por todas la verdad que no es rosa pulida ni llanto.

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JINETE

prisión cervical donde el llanto ausculta las paredes del útero. coge ahora el cabo y arranca la ligadura. si ves lejos la voz ausente que se ríe y aumenta su poder en ti, huye.

te persigue ahora en amarillos de la tarde. oscura la tentación de permanecer. pero duele ya el placer de esperar los caldos que no templan. los caldos fríos quedaron para verte sola ahora con las riendas en la mano. riendas sueltas sin caballo. no golpees más su hocico porque ni razones ni texturas ni manos en sus manos. no hay más cabos sueltos, ni mundos y cosas, o cosas y espacio. sólo tú ahora arrancas el paso. sin riendas, con camino, rompe con tu espalda las ligaduras.

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RÍO QUIETO

ahora que el río está quieto y no circula, ahora que el agua se estanca y las aves no vuelan, estoy aquí con la pluma del barro, entramada con las hojas.

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ESCRITURA

deshaz lo escrito en la nieve pura.

convierte ahora, si sabes, los sonidos leves en lo solo que no se escribe.

en el suave deletrear, con las letras que distinguen los perfiles de la escritura, hay un blanco socorrer de las letras.

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Yárnoz, Eva. Cierva como mi muerte. Madrid; Ed. Cartonera del escorpión azul, 2023.

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VARIACIÓN SOBRE EL RECORDATORIO DE LOS CUATRO ELEMENTOS -extracto-

No puede ser más verde ni contener tanta historia rocambolesca este nocturno lugar, cerca del órgano y la vela, el mantel de hilo y la conversación acelerada únicamente por el corazón de la pausa.
Siento paz, casi nadie es mi enemigo en este instante, estoy en el espejo junto a mí, ¡y a nadie le importa lo más mínimo ni mi tristeza de siglos ni mi veladura! Ser sincero es lo más sencillo de este mundo.
¡Absorbamos la genial embestida de los sentimientos difíciles, creados para contrariar a las fuerzas medianas! ¡Demos el salto hasta el cristal sin medida, para sufrir después por alguna consideración ajena! Lo importante:

xxxxxxxxxHay que escribir bien
xxxxxxxxxporque alguien nos escucha.
xxxxxxxxx¿Cómo no vas a querer, entonces,
xxxxxxxxxla perfección? Al menos
xxxxxxxxxtapar lo que puedas tapar —nada—,
xxxxxxxxxy siempre con el bien
xxxxxxxxxporque es fuerte y no por ningún dado.

xxxxxxxxxLo antiguo es antiguo por sabio,
xxxxxxxxxno por uso abyecto
xxxxxxxxxo química imprecisa.
xxxxxxxxxLa voz camina en todos no por ser tan útil
xxxxxxxxxsino porque, después de comenzar,
xxxxxxxxxacabar es imposible.
xxxxxxxxx(Hay más leyes, inventarlas es difícil.)

xxxxxxxxxCuando escribes, alguien lee
xxxxxxxxxtu mente es un paisaje
xxxxxxxxxdonde cada signo cuenta
xxxxxxxxxel avance o el grave error.
xxxxxxxxxTen cuidado entonces, y justo
xxxxxxxxxhaz de todo algo exacto
xxxxxxxxxporque no tienes el lujo de estar solo.

Todo se hace y se convoca para alguien. El más solo es, además del más triste, el más cómico, pues es imposible. Aunque parezca que hay espacios, cuartos, ventanas con patios y demás catálogos pensando para dos pulmones, todo es mínimo para cuatro: ¡de ahí tu madre! No basta con ser silencioso, calmar la ira o hacer que caminas melancólico, ya que todo viene de alguien y hacia alguien se dirige. En este sentido, las palabras son un modo de reunión, y el único silencio que existe es aquel producido después de atravesar todo el conjunto de las palabras. ¡Cualquier otro silencio es falso! Por eso escribir es conquistar la paz, pero no sin antes ser el mayor de los salvajes. No creo en ningún otro tipo de investigación, y me dan miedo los que van hacia el silencio sin plantearse qué es el sonido, qué es callar y qué los distingue. Qué es, en definitiva, la soledad.

* * *


Los raíles cruzan en ambos sentidos unas calles empedradas hacia el gris. No es común la alegría a menos que se abra la charla. Caballos duermen para siempre detrás de los kioskos, a los que les atraviesa un cajero. Todas las botellas de agua tienen memoria, y el algodón es pasajero para los cristales gruesos. Sitios de cambio de dinero, cafeterías con velas y puentes sobre el Vístula sirven de ofrenda al escritor histórico. Giran, con ellos, las cervezas cálidas, antes de bajar por las escaleras de la trompeta. Todo alude a la lógica, al posible cambio de la gramática ceñida. Decir que no, tan tarde, para abandonar el ámbar, cuando haya desaparecido. Sin camino paralelo, lejos el doble irreal. Abandonado, como digo, al viaje, que es tutor:

xxxxxxxxxxxxDetrás de la nieve
xxxxxxxxxxxxla música es lenta
xxxxxxxxxxxxpara el fácil morir,
xxxxxxxxxxxxuntado de sol seco.

xxxxxxxxxxxxHay un golpe d guante
xxxxxxxxxxxxen la bufanda de la plaza,
xxxxxxxxxxxxa la que atento observo
xxxxxxxxxxxxcon alma de lechuza.

xxxxxxxxxxxxVarias veces marginaron
xxxxxxxxxxxxa mi fuerza, por completa,
xxxxxxxxxxxxpero mi orden satisface
xxxxxxxxxxxxhasta al tímido y violento.

xxxxxxxxxxxxSiempre estarás conmigo,
xxxxxxxxxxxxconfianza, en el café
xxxxxxxxxxxxo en el desván último
xxxxxxxxxxxxrodeado de libros ciegos.

Mirar hacia donde no queda, porque por donde se ha caminado todo es recuerdo, más veloz o más calmo. Como si hacer algo una sola vez bastara para que el mundo se dé por completado, y tengamos que salir del mapa para imaginar. ¡Qué cansancio de otros ecos! ¡Qué de palabras provenientes de un lugar que yo ya sé! Dame, mundo, una ruta nueva, ya que yo cumpliré intuitivamente los senderos, los caminos, tus paisajes.

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Guijarro, Álvaro. Cuaderno de Cracovia. Madrid; Ed. Cartonera del escorpión azul, 2023.

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LOS REGALOS DE LOS AMIGOS (202)

Hace unos días me llegaba a casa la colección de libros-catálogos o catálogos-libros publicados por la Galería Luis Burgos que pueden ver en la imagen. Además de los pintores, entre los poetas están Eduardo Moga, Olga Novo, Jenaro Talens, Vicente Valero, María José Flores, Sergio Gaspar o Yaiza Martínez.
Quiero dejar aquí mi agradecimiento público a Jordi Doce por haberme facilitado estas joyas.
Y ya saben, en cuanto pueda iré dejando muestras de ellos.

Y EL TIEMPO ARRUGÁNDOSE BAJO NUESTROS PIES

UNA enseñanza insospechada. Comienzo a saber disfrutar
de la satisfacción del deber no cumplido.

NO te lleves a engaño. Vamos en la misma dirección,
no por el mismo camino.

CUANDO no sé de dónde vienen ni adónde van, ¿cómo
pretender que estos fragmentos sean de mi propiedad?

TANTO correr para no movernos de aquí, y el tiempo
arrugándose bajo nuestros pies como una alfombra.

LE decepciona que los hechos le respalden. Creía tener más
imaginación.

LAS palabras: trenes que pasan una y otra vez
ante lo que no tiene nombre.

PERDER el tiempo, multiplicarlo.

DA igual si sus razones no son reales. Su odio sí lo es.

NO olvida nada. Nada lo suelta. No se mueve.
Siempre es el mismo.

SI una cosa no te lleva a otra, olvídala.

ESCRIBIR lo que importa, eso, lo que a nadie importa
que escribas.

NO ya la sensación de estar asistiendo desde fuera
a la película de mi vida, sino de haberme equivocado
una y otra vez de plató, de rodaje, de sala.

NO esgrimas tu sinceridad como un arma.
Tendré que mentir para defenderme.

ESCRIBE páginas y más páginas, y el libro verdadero corre
tras él con la lengua fuera, incapaz de alcanzarle.

LA página escrita y su tercera dimensión, el lector.

NO te hagas ilusiones, escribir tampoco te permitirá salirte
con la tuya.

YA son demasiados los que, luego de cruzarte con su lanza,
te reprochan haberla manchado de sangre.

FRASES que portan sus mensajes como filas de hormigas
volviendo al hormiguero. Ese olor a carroña.

EL único lugar donde es imposible saber la hora exacta:
una relojería.

ES preciso conocernos a nosotros mismos como se conoce
a un enemigo. Con una diferencia: aquí se llega al enemigo
desde el conocimiento.

LA extraña metamorfosis que convierte el camino de cabras
de la escritura en una autopista para la lectura.

EL satírico. Ante todo se odia, pero no hasta el punto
de no escribir.

NOTICIAS, noticias, noticias… Lo peor de tanta abundancia:
que hemos dejado de preguntar.

A alguien que le congratulaba por su .regreso .a .la .vida .pú-
blica le respondió:
xxxxx—Yo no he dejado de hablar, tal vez es que usted no es-
cuchaba.

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MIENTRAS tuve .contrincantes concretos, localizados, trabajé
con más ahínco. La urgencia y la ira allanaban el camino.
xxxxxxNo tener enemigos es otra forma de soledad, tal vez la
más estéril.
xxxxxxEsto no es fácil de decir.

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AQUEL hombre no podía pisar dos veces el mismo camino.
Aprendió a volar.

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EL tiempo cura las heridas, tal vez, pero a costa
de anestesiar todo cuanto las rodea.

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SIEMPRE es tarde para lo que importa.

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CREEMOS conocer a alguien, pero es solo aquello
que responde a nuestra presencia.

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HETERONIMIAS por delegación. Si al salir a la calle nos
cruzáramos con las representaciones que los demás hacen
o han hecho de nosotros, no nos reconoceríamos.

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EN poesía, la simple corrección es incorrecta.

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EN ciertos asuntos, ir al comienzo es ya una forma
de conclusión.

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FRASES como pértigas, para saltar por encima de uno mismo.

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A decir verdad, en mis travesías del desierto me han sido
muy útiles los espejismos.

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PÁGINAS que al ignorarlas te saltan a los ojos.

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TODO huye hacia otro lugar. Y ese lugar está en nosotros,
y no lo vemos.

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A los sueños hay que ir buscando preguntas.

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CUANDO vivir no es más que una insistencia.

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¡QUÉ felicidad, ser todo lo que nadie espera de mí!

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LO que es invisible de tan grande. Eso, lo que el poema ve.

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NO basta con tener razón. Hay que aparentar no tenerla.

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SOLO cuando me juzgo duramente soy incapaz de juzgar
a los demás. El desaliento masoquista es, en mi caso,
la primera condición de la tolerancia.

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Doce, Jordi. Perros en la playa. Madrid; Oficina de Arte y Ediciones S. L., 2011.

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TRES POEMAS DE ‘ESA OSCURA PALABRA’, DE ANGELINA GATELL

PATRIA

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxA mis hijos

Esta es la tierra, digo. Este es el llanto
que pisaréis un día.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxEsta es la lluvia,
la vertical dulzura que os codicia,
que os llueve, poseyéndoos.

La lluvia, digo, hijos, Llanto, tierra.
Esta es la patria, el vientre que os asume
sin esperanza, sin ternura,
devastado, ofendido…

Alzad esta tristeza en vuestras manos
como me alzáis el nombre algunas veces,
para evitar el tacto con la pena
que nos cubre de cieno.

Esta es la patria, hijos.
Este rumor caliente que os cabalga la lengua
como un lento jinete de amargura.

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RAMBLA

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxPara Sofía Nöel

No lo intentéis siquiera. No hay vasija posible,
capaz para mis ansias. Os digo que es inútil.
Yo soy la rambla inmensa, troquelada de espuma
huyendo eternamente…

Podéis hundir las manos en mis sendas heladas;
podéis beber sin tasa hasta quedar ahítos;
podéis sentir la tersa caricia que derramo,
sentirme, viva y ágil, por vuestra piel, cayendo.

Podéis, en esas tardes ardientes del estío,
acercar presurosos vuestra sed a mi orilla.
Podéis, gozosamente, llamarme en vuestra fiebre,
pronunciarme despacio, con goloso deleite.

Podéis, os lo repito. Aquí estoy a la espera.
Acudiré cantando, saltando entre los riscos.
Dejaré mis cabellos, como hierba amorosa,
prendidos en las piedras que custodian mi paso.

Pero dejadme libre, indócil en mi huida.
Yo no puedo quedarme dormida en un paisaje.
Me llama el mar, el viento, las dulces amapolas,
lo caminos lejanos que nadie ha transitado.

No intentéis aquietarme. Yo tengo mi destino.
Criatura en movimiento, plural, multiplicada.
En cada gota mía un mundo nuevo brilla
sustancial y bellísimo…

Bien sabéis que es inútil. Contened vuestro empeño.
Además ¿qué os importa? Una mujer no es nada.
En cambio esta brazada espumosa de sueños
bien pudiera serviros alguna vez, hermanos.

Dejadme. Necesito precipitar mis aguas,
tumultuosas y firmes, camino del misterio.
No extendáis vuestras manos, me deslizo entre ellas
imposible y lejana.

Y me voy. Escuchadme. Acaso alguna noche
me pese haber huido. Es posible que grite
mi pesadumbre humana, que golpee con ansia
en las cerradas puertas que celan vuestro sueño.

Pero esto no os importe. Antaño ya lo hice
y contestó el silencio a todas mis llamadas.
Ahora todo es bueno. Mis aguas luminosas
agitan sus espejos con un saludo largo.

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TREGUA

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxA María de Gracia Ifach

No. No quiero saberlo.
Perdonadme. Tal vez sea pecado
desertar un momento… Mas no quiero
renunciar a estas aguas que me acogen,
—unas extrañas aguas de bondad
casi olvidadas—.

No quiero preguntar por el culpable
y encontrarme de pronto entre los dientes
algo que maldecir junto al silencio
que hermosea la tarde.

Sólo quisiera ahora
tener entre los labios el nombre generoso
de la luz y del viento,
de la tierra mojada,
del florido naranjo…

(Si vosotros supierais
cómo huele aquí el aire…
Limoneros redondos,
apretados azahares,
y estos árboles
que vigilan atentos mi ventana…
Si vosotros supierais
cómo huele aquí el aire,
cómo se extiende, tierno y verde
—prolongación de mi criatura—
el campo…).

Sólo por eso os digo
que no quiero saberlo.

Dejadme…

Quiero olvidar que hay hombres
que gimen por las calles de la ciudad en sombra,
y esos niños que miran tristemente, en la esquina,
el vuelo silencioso de los pájaros.
Y esas palabras duras que golpean las bocas
de las agrias mujeres sin lágrimas.
Y ese oscuro presagio prendido en el viento
que ronda la tierra, callando…

(Sostengo entre las manos
un terso aroma de naranjas.
Si vosotros supierais
cómo huele aquí el aire…).

Dejadme.

Quiero olvidar el humo
que enluta ciegamente los espacios.
Quiero olvidar las voces
que cruzan los caminos
a pedradas…

Quiero olvidar ahora tantas cosas:
mi niñez repitiéndose
eternamente por las calles;
la humillación de todos y la mía
en mí y en cada uno.

Quiero olvidar que el hombre
está solo y cansado.
Quiero olvidar el miedo
profundo y animal que nos abate.

Dejadme.

Es tan sólo un momento.
Un espacio pequeño
donde el gozo se logre plenamente,
donde sentir la vida
como una llaga dulce, inesperada…

Porque vosotros no sabéis ahora
cómo huele aquí el aire.
(Limoneros redondos, apretados azahares,
y esos árboles
que vigilan atentos mi ventana…).

Sí, lo sé.
Y junto a todo esto,
la injusticia acechando…

Pero ahora dejadme.

No quiero preguntar por el culpable.

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Gatell, Angelina. Sobre mis propios pasos (Poesía completa. Vol. I). Madrid; Bartleby editores, 2023.

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UN POEMA DE ‘FUERA DEL DÍA’, DE ROSA LENTINI

xxxxxREMANDO HACIA LA LUZ
(MUJER ACECHANDO EN EL PASILLO)

Una cuna, un bebé
xxxxxxximpoluto y babeante
xxxxxxxxxxxxxy un cuerpo de niña no mucho mayor
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxsirviéndole de escudo

…no está mal como lenguaje de una deriva cotidiana,
en la naturaleza de un sueño, cómplice
del pecado fue la inocencia,
mientras el río de la noche corría afuera, corría,
xxxxxxxxxxxxxrío serpiente que todo lo arrastra
xxxxxxxincluso la certeza de un innoble deseo
xxxxxxxxxxxxxy la larga culpabilidad que nunca
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxlo atrapa, incluso la duda
de si la mujer no escucharía
xxxxxxxlas infantiles voces al otro lado de la puerta

…ni siquiera las cómplices estampas de santos
disculpaban la larga complacencia
xxxxxxxde un hombre-mancha como un animal al acecho,
xxxxxxxla sombra de un enano nocturno
xxxxxxxxxxderribador de puertas
xxxxxxxxxxxxxtras las que buscar refugio al final de la escapada

xxxxxxxY para que ese cuerpo de niña
xxxxxxxcumpliera su papel
xxxxxxxxxxxxxla mujer acechante le supuso
xxxxxxxxxxxxxxxxxdeseos de adulta,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxestrategias de ramera…

xxxxxxx…aún así la mente inmadura solo buscaba
xxxxxxxxxxxxxal único que se ocupaba de ella,
xxxxxxxxxxxxxxxxxel único con quien compartir secreto y culpa

…ni siquiera las estampas
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxinanes de los santos

presagiaban
xxxxxxxxxxxxla larga complacencia
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxde un hombre-mancha al acecho,
como la sombra de un enano
xxxxxxxque derriba puertas
xxxxxxxxxxxxxy muros en un intento
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxde escapar de sí mismo,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxese desconocido…

No la idea del cuerpo de la niña
sino el cuerpo mismo le entregó ella
cuando escuchaba tras la puerta
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx…y nadie lo sabe

ni el río que se inclinaba
ni las tropas de familiares enredándose
xxxxxxxunos en otros y celebrando,
xxxxxxx¿qué celebraban?… ni aquel ojo sideral
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxque a todos los salvaría
xxxxxxxa la hora de la penitencia futura
xxxxxxxxxxxxxconfiada en el reclinatorio
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxdesde donde suben
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxlas almas al cielo

xxxxxxxNunca hubo Dios, solo una mano
xxxxxxxsellando con lacre la botella y confiándola a la corriente

digámoslo así
xxxxxxx…como si su mensaje algún día
xxxxxxxxxxxxxxxpudiera importar a alguien

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Lentini, Rosa. Fuera del día. Madrid; Bartleby editores, 2022.

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DOS POEMAS DE ’18 CIERVAS’, DE ROSANA ACQUARONI

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxSi ahora estoy viva entonces muerta he estado.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxSylvia Plath

COMPRENDES QUE HAS VIVIDO
negándote tu cuerpo
xxxxxxxxixxxxxde espaldas a tu nombre.
Llevas
la bondad aprendida en los zapatos,
con tu andar para siempre en el alambre.

La mochila que cargas
va repleta de escombros.
La arrastras sin descanso,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxmi infatigable Sísifo.

El cartero, me dices,
siempre llama dos veces.
Sylvia Plath te responde en su atalaya:
Si ahora estás vivo…—.

Tú la oyes respirar dentro de ti
—esa deuda pendiente
xxxixxque te asalta de noche—
como prófugo escucha a la carcoma
perforar la bodega
del barco en el que huye.

Mi viajero nocturno,
conservas la belleza
de un niño que pregunta.

En un mundo mezquino
únicamente el sueño
hace justicia con los pobres.

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AL RETIRAR LOS MUEBLES DE UNA CASA
el espacio que vemos
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxnos parece pequeño.

He regresado al piso
donde viví con él veintiocho años.

Nada que nos estorbe.

Hay un peso en el aire
de objetos que no vuelven,

hologramas sin luz
mi mano los recorre
xxxxxxxy el polvo se levanta.

Atravieso el vestíbulo
xxxxxxxespío a una mujer
que ya no reconoce el eco de sus pasos.

En el patio de luces
las palomas se posan
xxxxxxxxxxxxxen la ropa olvidada.

Mira
cómo se van borrandoxxxxxlas estancias
y desfilanxxxxlos rostros
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxy los nombres
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxque una vez conociste—.

Quiénes sois
a qué venís ahora

Entra en el dormitorio de tu hijo—.

Bajo el dintel están todas sus marcas
de crecimiento.

Cuántas veces
le atusé aquel flequillo con el lápiz
sintiendo la impaciencia
de un cráneo que crecía
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxy suturaba
las tiernas fontanelas
con que saldar su infancia.

Se está haciendo de noche.

Una casa vacía ya en penumbra
se convierte en un templo—.

Hay una cierva blanca en mitad de la alcoba.
Le pregunto qué busca
me señala el sillón
xxxxxxxxxxdonde él se arrellanaba.

Tendrás que recordarlo—.

Hay cal enmohecida y nieve amontonada.
Alguien sigue temblando en los armarios.

Busco
como busqué una vez en otra casa
el cuerpo ya sin vida
xxxxxxxxxxxxxxxxxde mi padre.

El sexo desvalido
xxxxxxxxxxxxcon su sábana intacta
envoltorio que esconde el caramelo
que jamás te atreviste a descubrir—.

Quizás llegue hasta él
huyendo
xxxxxxde la muerte.

Y ahora quiero decirles
xxxxxxxxa los nuevos propietarios
que las marcas de un hijo no se venden.
Arrancaré las jambas,
desarmaré pestillos,
me llevaré las tardes en que ordenábamos juguetes
al volver del colegio.

Hizo falta vaciar toda la casa
para acallar las voces—.

Voy
xxxxa cerrar
xxxxxxxxxxxxla puerta.

.

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Acquaroni, Rosana. 18 ciervas. Madrid; Bartleby editores, 2023.

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POEMAS TONTOS DE AMOR

MATCH

Le puso un corazón
a mi foto.
Le puso humor
a sus mensajes.
Le puso atención
a mis respuestas.
Concertó una cita.
Llegó tarde
pero puntual.
Pidió un vino.
Me habló de libros
con entusiasmo.
Me contó
sus años fuera.
Me mostró
el timbre
de su voz.
Me sostuvo
la mirada.
Hizo que la tarde
pasara volando.
Se levantó.
Se despidió.
Dobló la esquina
agitando la mano.
Dejó que la echase
de menos
un tiempo
pero volvió.
Entonces
me eché a quererla.

Y en ello estoy.

SÍNTOMAS

No sé cómo va esto
porque no tengo experiencia
pero el caso es que hoy el aire
de la madrugada no duele
ni me molesta la cremallera rota.
Que me siento feliz, vamos.

Como siento la necesidad de contártelo
supongo que tú tendrás algo que ver.
Si observas algo raro dímelo,
que tengo cita el lunes con el especialista.

INVITACIÓN AL EXTRARRADIO

Vivo en los arrabales de la Vía Láctea
dentro de un sistema solar de mala muerte,
en la superficie de un planeta sin importancia,
ni siquiera en la capital de un país menor,
sino en las afueras de un pueblo
cuya historia es tan irrelevante
que no merece ni lindes,
cerca del lugar donde abandonan perros
y aparecen muertos ancianos con Alzheimer
tras interminables días de búsqueda.

Mi casa no es ni pequeña ni grande.
Desde una de sus ventanas se puede ver
una amplia porción de cielo;
un cielo mal enfocado,
de protección oficial
con mala distribución
que da para sustentar aviones,
unos pájaros precarios,
polen, polución y poco más.

El suelo no es mucho mejor
pero nos dejará bailar sobre él
—se lo he preguntado—,
ponerle encima las sillas y la mesa
donde cenaremos juntos el sábado
—si aceptas esta invitación—
y trataremos de buscarle
—prenda más, prenda menos—
un sentido a todo esto.

EL BESO

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxHoy se ha inventao
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxen este bar el beso.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxJosele Santiago

Hubo un beso primigenio,
uno que dio origen a todo:
el que sin duda vertebró la vida.

Es posible que saliera del mar,
que reptase sobre un manzano,
fuese fruto científico de la evolución,
y de incontables combinaciones labiales
a lo largo de millones de años
o uno de chiripa y a la primera.
O que naciese como un dios
durante una noche de tormenta
en una cueva llena de monos.

No importa el origen
si no el prodigio de saber
de la gravedad de unos labios
que atraen a otros a su superficie
a través del espacio y del tiempo,
esa magia que no existe pero que es.

Aunque he dudado de su existencia
por el vértigo ante lo infinito,
sé que vive entre nosotros
porque hoy delante de mí
y de todo el bar
se lo has dado a otro
que acto seguido,
desdeñando su importancia,
su brutal carga afectuosa, poética y sexual
se ha puesto a ver el fútbol
el muy imbécil.

DECIR «TE QUIERO»

Hay algo revolucionario en decir «te quiero».
Siembra confianza en quien lo escucha
y serenidad en quien lo pronuncia.

Decirlo es comenzar una reacción en cadena:
el paciente cero contagia al uno y al dos,
que a su vez lo transmiten al tres y al cuatro,
a los que no conoces y seguro también lo merecen.

Así, exponencialmente y en poco tiempo,
tu «te quiero» ha alcanzado a media humanidad
y con suerte tenemos una epidemia
de gente confiada y serena compartiendo el planeta.

Decir «te quiero» es lanzar una bomba atómica
en la estructura molecular del mal,
por eso no hay que banalizar el acto
hasta que acabe sonando a «el café está frío».
Hay que decirlo al ritmo que dicte tu corazón,
lentamente, como quien dona sangre.

Decir «te quiero» cambia el curso de la historia
y crea un vínculo eterno
entre los que aún no saben decirlo
y los que ya no pueden escucharlo.

POEMA DE AMOR UN POCO ASÍ

No me quiero dormir hoy sin contarte
que agradezco, que disfruto y que soy,
que estoy, que ya he llegado y que aún voy
donde quieras, las verdad por delante.

Que cuando vienes tú tiembla el misterio,
aparco la neura, estoy muy distinto;
ni siquiera importa si blanco o tinto
o no queda priva. Lo digo en serio.

Es que se me hace el culo pesicola
cuando estás en mi casa, y si no escucha:
tengo un pasado, camino de dos
pero nunca tuve en esta chabola
nada como tus pelos en la ducha,
que viva la virgen, me cago en dios.

Ramos, Pepe. El cielo de las cajeras. Alicante; Ed. Mankell, 2023.

LOS REGALOS DE LOS AMIGOS (201)

Hace unos días me llegaba a casa el último libro de Alfredo Rodríguez, ‘Dragón custodiando el misterio’, publicado por Chamán ediciones. Muchísimas gracias, Alfredo, por seguir contando conmigo para poder leerte.
Y, ya saben, en cuanto pueda mostraré algunos poemas.

ALGUNOS POEMAS DE LA SEGUNDA SECCIÓN DE ‘JUNTO AL POZO DEL VIVIR Y EL VER’, DE CHARLES REZNIKOFF

3

¿Le haría el favor de escribir una carta por él?
Un tipo poco agraciado, los años le pesaban.
Tenía acento al hablar,
pero no pude identificarlo
y supuse que habría llegado a este país
en su juventud
y se habría puesto directamente a trabajar.
«Por supuesto».

«Tengo papel y sobre;
dos, por si uno se estropea».
Sonrió, sacó papel de carta y un sobre de su bolsillo
y fuimos a uno de los mostradores de correos.
Tomé un bolígrafo.
La carta iba dirigida a una muchacha llamada Sadie
en un pueblo en algún lugar
de Connecticut o Pensilvania.
Escribí el nombre completo y la dirección en el sobre
mientras él me observaba.
«Bueno, ¿qué quiere que ponga?».

«Querida Sadie», comenzó, «Te quiero.
¿Lo tiene?». «Sí. Continúe».
«Te quiero».
«Ya lo ha dicho. ¿Qué más?».
«Te quiero. Vuelva a escribirlo».
«Muy bien. ¿Qué más?».
«Te quiero».
Le miré. «¿No tiene más que decir?».
«Sí».
Se quedó un rato pensando y dijo:
«Te quiero mucho. ¿Lo tiene?».
«Ahora ponga…». Estuve tentado de decir
Te quiero,
pero no quería reírme de él.
«Escriba: Por favor perdóname, Sadie».

«Es que, mire usted», me dijo, volviéndose hacia mí,
«se fue con otro
y yo la llamé ‘puta’, ‘zorra’,
y ahora no quiere verme.
Escriba: Por favor perdóname, Sadie. Te quiero».

Pensé en un pájaro común y corriente con solo dos o tres notas
trinando allá en un árbol en invierno.

15

Iba en el autobús con dos hombres sentados a mi lado:
bien vestido, de buen comer; entre cuarenta y cincuenta años;
miembros respetados de su comunidad, desde luego;
hablaban con calma,
como hablan los hombres bien educados y de buena posición social,
y el idioma sería griego o italiano.
Lo poco que lograba oír me impedía decidirme.
De pronto, una mujer que estaba sentada justo detrás de ellos
levantó la voz:
«¿Por qué no hablan americano?
Viven aquí, ¿no?
¡Se ganan la vida aquí,
pues hablen americano!».

Uno de los hombres se giró para echarle un vistazo
y luego los dos siguieron hablando en griego o en italiano,
con calma, muy serenamente,
aunque de vez en cuando la mujer prorrumpía,
«¿Por qué no hablan americano?».

Si estos hombres fueran judíos, pensé,
qué incómodos se sentirían;
lo sabríamos por sus semblantes.
Uno de ellos hasta le diría a la mujer,
si su inglés fuera lo bastante bueno,
«Estamos en un país libre, ¿no?».
Y habría una discusión a gritos.
O bien guardarían silencio.
Sin embargo, aquellos dos hombres siguieron charlando
como de costumbre
y ninguno se giró hacia la mujer
ni mostró con gestos o muecas
que la habían oído.
Por fin, ella se incorporó y fue a sentarse a mi lado.
«¿Qué le parecen esos tipos?», me preguntó.
«¿Por qué no hablan americano?
Viven aquí, ¿no?
¡Se ganan la vida aquí!».

«Tenga usted paciencia», le dije.
«El inglés no es un idioma fácil de aprender.
Además, si ellos no lo aprenden, sus hijos lo harán;
tenemos buenos colegios, ¿sabe?».
Me miró con recelo
y, cuando el autobús se detuvo, se apeó a toda prisa,
huyendo de nuestra contaminación.
Entonces uno de los hombres se volvió hacia mí y me dijo con calma,
en un americano impecable sin rastro de acento extranjero:
«Esa mujer está algo chiflada, ¿no cree?».

17

Era un restaurante agradable
con un fuego chisporroteando en el hogar
—no real, sino de adorno—
y bonitas chicas negras atendiendo las mesas.
En la mesa un anciano bien parecido
con el rostro rubicundo y el pelo cano
charlaba con sus compañeros; les hablaba con voz suave
sobre los refugiados judíos que entonces llegaban a este país
desde la Alemania nazi
y se oponía con buenas maneras
a que se les permitiera entrar;
y su rostro nunca perdía la sonrisa
al considerar la necedad de los políticos.

Personas inocentes —hombres, mujeres y niños—
a las que se les ordenaba salir de sus camas en mitad de la noche
y que eran arrastradas por callejas laterales para no perturbar el sueño de los ciudadanos arios,
y que luego esperaban con sus bultos en andenes de estaciones
a que los trenes de mercancías se los llevaran
¿adónde?
Nosotros que sobrevivimos a ese tiempo finalmente lo supimos.
Y esta gente con rostros inteligentes y tranquilos
en restaurantes y cuartos acogedores
hablando contra ellos sin perder la ecuanimidad
con rostros sonrientes y voces joviales y bien educadas.

18

Lo vi una noche, caminando lentamente
con una bandeja de chicles y caramelos:
un muchacho judío de quince o dieciséis años
con grandes ojos negros y el semblante dulce.
Se metió furtivamente en una taberna,
pero supongo que no tardaron en echarlo
porque salió poco después
por la puerta batiente.

Me pregunté qué estaría haciendo
tan lejos de un barrio judío
(me conocía las calles secundarias
y a los gamberros que hacían tiempo en las esquinas y las escaleras frontales).
¡Menudo premio, este niño desgarbado con su bandeja!
Me acerqué a avisarle
de que no se apartara de la avenida bien iluminada.
Me escuchó sin desviar la mirada y siguió su camino con calma.
Lo miré con asombro
y pensé: ¿es que nada te da miedo?

¿Ni la captura de Jerusalén a manos de los babilonios, los romanos, los cruzados?
¿Ni los progromos en Rusia?
¿Ni los campos de exterminio nazis en Alemania?
¿Cómo puedes ir por ahí con tanta calma?

24

De vez en cuando compro un periódico alemán
por el placer que aún me depara el idioma:
en realidad, es una lengua de soldados
o más bien de sargentos:
un trabalenguas de consonantes, acentuadas y crujientes;
el inglés de Hengist y Horsa.

Me gustan los anuncios de periódico:
son un atisbo de cómo la gente vive
y se gana la vida.
Esta vez —en un periódico alemán publicado en este país—
leo bajo SE NECESITA PERSONAL FEMENINO:
«¡He aquí el puesto que estaba buscando!
Buena paga, bonito apartamento, un niño,
poco trabajo doméstico, comidas sencillas:
¡un buen hogar para una persona con suerte!».
«¡Una persona con suerte!».
¡A qué norteamericano se le ocurriría decir a una criada
que tiene la «suerte» de serlo,
por buena que fuera la paga y sencillo el trabajo!

26

La enfermera que venía de trabajar toda la noche
se subió al autobús. Zapatos blancos y medias de seda blanca;
cuerpo esbelto y manos grandes y fuertes;
una mujer hermosa todavía
con su cabello rubio bien peinado.
Son poco más de las seis esta mañana de mayo
y la luz del sol, que brilla en los coches aparcados junto al bordillo
y en los adornos cromados de los escaparates,
ilumina su rostro.

Pero hay arrugas en su garganta y líneas de expresión en su frente;
de vez en cuando el cansancio le hace cerrar los ojos
y doblar discretamente sus fuertes manos sobre el regazo.
Cuando se baja del autobús tiene los hombros encogidos:
ni rastro, en su cabeza y en su cuerpo, del porte orgulloso
con que se subió al autobús… y a la vida.

Reznikoff, Charles. Junto al pozo del vivir y el ver (Trad. Jordi Doce). Barcelona; Ed. Kriller71, 2023.