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DOS POEMAS DE ’18 CIERVAS’, DE ROSANA ACQUARONI

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxSi ahora estoy viva entonces muerta he estado.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxSylvia Plath

COMPRENDES QUE HAS VIVIDO
negándote tu cuerpo
xxxxxxxxixxxxxde espaldas a tu nombre.
Llevas
la bondad aprendida en los zapatos,
con tu andar para siempre en el alambre.

La mochila que cargas
va repleta de escombros.
La arrastras sin descanso,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxmi infatigable Sísifo.

El cartero, me dices,
siempre llama dos veces.
Sylvia Plath te responde en su atalaya:
Si ahora estás vivo…—.

Tú la oyes respirar dentro de ti
—esa deuda pendiente
xxxixxque te asalta de noche—
como prófugo escucha a la carcoma
perforar la bodega
del barco en el que huye.

Mi viajero nocturno,
conservas la belleza
de un niño que pregunta.

En un mundo mezquino
únicamente el sueño
hace justicia con los pobres.

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AL RETIRAR LOS MUEBLES DE UNA CASA
el espacio que vemos
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxnos parece pequeño.

He regresado al piso
donde viví con él veintiocho años.

Nada que nos estorbe.

Hay un peso en el aire
de objetos que no vuelven,

hologramas sin luz
mi mano los recorre
xxxxxxxy el polvo se levanta.

Atravieso el vestíbulo
xxxxxxxespío a una mujer
que ya no reconoce el eco de sus pasos.

En el patio de luces
las palomas se posan
xxxxxxxxxxxxxen la ropa olvidada.

Mira
cómo se van borrandoxxxxxlas estancias
y desfilanxxxxlos rostros
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxy los nombres
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxque una vez conociste—.

Quiénes sois
a qué venís ahora

Entra en el dormitorio de tu hijo—.

Bajo el dintel están todas sus marcas
de crecimiento.

Cuántas veces
le atusé aquel flequillo con el lápiz
sintiendo la impaciencia
de un cráneo que crecía
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxy suturaba
las tiernas fontanelas
con que saldar su infancia.

Se está haciendo de noche.

Una casa vacía ya en penumbra
se convierte en un templo—.

Hay una cierva blanca en mitad de la alcoba.
Le pregunto qué busca
me señala el sillón
xxxxxxxxxxdonde él se arrellanaba.

Tendrás que recordarlo—.

Hay cal enmohecida y nieve amontonada.
Alguien sigue temblando en los armarios.

Busco
como busqué una vez en otra casa
el cuerpo ya sin vida
xxxxxxxxxxxxxxxxxde mi padre.

El sexo desvalido
xxxxxxxxxxxxcon su sábana intacta
envoltorio que esconde el caramelo
que jamás te atreviste a descubrir—.

Quizás llegue hasta él
huyendo
xxxxxxde la muerte.

Y ahora quiero decirles
xxxxxxxxa los nuevos propietarios
que las marcas de un hijo no se venden.
Arrancaré las jambas,
desarmaré pestillos,
me llevaré las tardes en que ordenábamos juguetes
al volver del colegio.

Hizo falta vaciar toda la casa
para acallar las voces—.

Voy
xxxxa cerrar
xxxxxxxxxxxxla puerta.

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Acquaroni, Rosana. 18 ciervas. Madrid; Bartleby editores, 2023.

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