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LOS POETAS NO SON GENTE DE FIAR 3

 

ELEONORA FINKELSTEIN

ABISINIA

Aquí vine a fracasar
algunos dicen
que prematuramente.
Pero no es así.
Si vas a fracasar, lo mejor
es que sea lo antes posible.

Y a otra cosa.

 

 

 

 

LUIS EDUARDO GARCÍA

TESTAMENTO

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxA Daniel, Diana, León y Carlos Vicente

Si muero accidentalmente por bala
o acaso
«HOMBRE JOVEN POR GRANADA DESTRUIDO»
dejo listas mis Obras Completas en la carpeta «Poesía»

la contraseña es «poeta judío alemán
rumano
nacido en lo que ahora es Ucrania».

Favor de dejar la pornografía en orden.

 

 

 

 

VÍCTOR LÓPEZ ZUMELZU

FOTOGRAFÍAS

Quedarse a solas en el cuarto de tu chica
cuando ella ya se ha ido
no es precisamente una de las mejores ideas.

Estás ahí en medio de la habitación tirado
observando en la pared fotografías de otros chicos
que posiblemente al igual que tú
estuvieron en esta cama y piensas en algún día de estos
cuando concluya el verano tal vez

Tú también habrás de estar allí adosado
con los ojos detenidos en un punto
que ya no te pertenece

 

 

 

 

BRENDA RÍOS

PRESTACIONES

La mayor aspiración de mi familia,
de mi generación,
de mis amigos
es tener un buen empleo.
Cualquier empleo.
Una plaza fija.
Vacaciones pagadas, prestaciones, café ilimitado, clips metálicos,
fotocopiadora en un cuarto aparte,
persianas de plástico [tiras de algo blanco que permanece]:
qué belleza el pvc fracturado.
No podemos aspirar a más porque no hay más.
Lo sé, lo sabe mi familia, mis amigos, mi generación entera.

Y heme aquí, convertida en una gran empleada,
subida en el autobús del gran sueño de tantos,
dispuesta a gritar cuando los objetos se acercan al borde de la mesa.

 

 

 

 

ELENA ROMÁN

DINÁMICO

Vengo del sur y no toco las palmas,
vivo en el centro pero a un lado.
Ahora que al fin tengo sitio
no sé dónde guardar las cosas
que antes no me cabían:
objetos descatalogados cuya costumbre
era estorbar y que hoy
quisiera destrozar los cajones
en un canto a la libertad dinámico.
De momento, soy feliz
en esta casa que han tenido que pintar
para que no huela a los muertos que la habitaron.

 

DIARIO DE UN ASCENSOR EN UN BLOQUE DE DOS PLANTAS CON AZOTEA

 

IGNORARE

No voy a saber tocarte.
Cuando no tenga que arrancarme las manos
y soldarlas a las alas de los pájaros que más vuelan para poder tocarte,
cuando tu tacto sea rehén y cómplice de mi boca
y estés tan cerca de mí como yo de la ignorancia:
te me romperás, te derretirás, te arrugaré, te…
Siendo tú de aire y yo de plomo, no,
no sé si sabré tocarte.

 

 

 

 

UN DÍA DE ÉSTOS

Un día nos diremos quién eres,
y quizás nos digamos quién soy,
si nos quedan tiempo y ganas.
Entonces, nos invitaremos a pasear.
Yo te pediré que me des la mano
cuando vayamos por esa calle
donde suele haber tanta gente,
porque si no, me pierdo, te pierdo,
me quedo pegada a un chicle.
Pero cuando salgamos de la vorágine,
te pediré que me sueltes, porque mis
manos —y no yo— son rosas malcriadas.
xxxxxxTú no quieras enfadarte.
Sabrás que te seguiría, siempre,
por calles abarrotadas de gente.
Advertiremos nuestros déficits de atención
en cuanto llueva, y dentro de tan abstracta
simpleza, seremos perfectamente sonreídos.
Nos veremos el corazón con sólo abrir la boca.

 

 

 

 

D’ING D’ONG

Si me ibas a llamar, no hace falta que lo hagas, voy en
camino. iY isi ino ime iibas ia llamar y ya que estoy lle-
gando, por favor, haz mucho ruido: itumba el armario,
revuélcate en una ialfombra ide icascabeles, imete iun
trueno en la lavadora y centrifúgalo, aporrea la pared,
taladra un itambor, izapatea, idemuele iuna icampana,
disecciona un allegro vivace con la motosierra, igrítale
a un grito, imete grillos en el altavoz, idispara isilbatos
contra el eco, insonoriza ésta mi llegada sin pasos, sin
jadeos, isin isonido ialguno… Porque paseando he per-
dido las llaves y la tos y las imonedas iy la espontánea
carcajada iy ilos ipasillos iy ilas isuelas y los rumores y
los ipendientes iy iun micrófono y los suspiros y el cin-
turón y las fuentes y las gárgaras y una ibolsa de pata-
tas fritas iy iel mediodía y el latido y un bar y los estor-
nudos y la transmisión de la ihora ipunta ien icualquier
mercado. xPorque ihe illegado ihasta iaquí iescuchando
el xestruendo xde ttu xpiel xy xel xque xile iañadas,
me ihayas illamado io ino, iqué iimporta, si yo ya venía
—sabiendo xque xlo xperdería xtodo xpor iel icamino—
para iauscultar itus icuerdas ivocales iy iacercar el tím-
pano ia itu itiempo iy idecirte ique xquiero iescucharte,
que a lo mejor lo necesito.

 

 

 

 

SIN SODA

Tú quieres frases sueltas
y a mí me sobran discursos después de tu nombre.
Ya no hay ni un trébol en el descampado
y las excavadoras se tragaron las huellas que no tenemos.

Esta vez no diré nada,
no te vas a instalar en el lateral de otro poema.
Pensaré en ti como el vaso en el hielo,
como cualquier cosa que no piense en lo que contiene.

Si uno más uno es dos, ¿qué hacemos con los decimales?
Acércate demasiado es tanto como decir: ven,
pero prometí no decirte nada esta vez… hablando.
Cabiéndome tú sobran el hielo y las palabras.

 

 

 

 

SE SABÍA

Lo que empieza en árbol termina en nube,
por eso tú perforas verde el cielo desde abajo,
donde los perros desentierran felices tristezas
—productos frescos del alma cuando todo se
muda al rostro, tanto el dolor como la ternura—,
hasta donde el sol nos convierte en albañiles de nadie.

Que nada volvería a ser igual, se sabía,
no siendo excusa para no rozarnos las horas
a pesar de que hoy, a cambio, el vacío mida el doble.

Cada vez que me muerda un búho le daré recuerdos para ti:
se los coseré en los ojos para que no se le caigan
junto con cinco vocales que son cinco veces la u.

Pienso destrozar cualquier canción de amor cantándola en la ducha
con una esponja en la boca, y sigo diciendo que es un buen comienzo,
y añado que qué barbaridad, que cuánta raqueta invadiéndome el pecho.

Lo próximo podría ser irme a vivir a un árbol y ponerme
de sombrero su nube y de medias tus lenguas
hasta que dejen de hundírseme las bisagras,
o sea de nuevo sábado y domingo en almíbar
y así sólo importe una persona en un balcón
sin palomas, y otra persona, mirando.

 

 

 

 

EVEUN

Con un nueve por beso,
todo me sabe a ti,
mejora mi lengua,
se riza mi voz,
se endulza mi saliva,
mis rodillas funcionan,
mis manos madrugan,
juran manivelas,
vuelan ladrillos,
tiembla la luz,
te cuento
y me das
seis.

 

 

 

 

ATREZO PARA CASOS PRODIGIOSOS

Si ves que muevo la mandíbula como si masticara un acordeón crudo
y suspiro notas y me pongo unos guantes sobre otros guantes
y chapotean presuntos barbos en uno de los ríos que transitan,
grandes como pequeños mares, las expresiones de mi rostro,
y me echo el pelo hacia atrás, más atrás, hacia ayer,
y un rayo me besa la frente y nieva en las cumbres
y se enciende un foco justo al comenzar a hablar,
significa que voy a mentirte, y a continuación
declamo, maquillada: no te echo de menos.

 

 

 

 

FUJITA, ESCALA DE

Si vas dejando vendavales,
cómo quieres que no me despeine,
si me los encuentro cada vez que abro
este cuaderno, armarios, esa ventana,
cajones, precintos de seguridad.
Cómo no quieres que me despeine,
que se me vayan las piernas para arriba,
que gire en medio de las fuerzas invisibles
que componen temporales no declarados,
que atraviese las paredes y los caminos.
Si vas dejando vendavales por mi cuerpo,
cómo quieres que no ande desnuda,
si me abren el alma, y al abrirla,
me los encuentro dentro, abriéndome.
Cómo no quieres que ande desnuda
buscándote por las paredes y los caminos
para devolverte los vendavales de mi ventana,
cajones, armarios, cuaderno, precintos de seguridad.
Si vas dejando vendavales en los vendavales
que vas dejando en mis piernas,cómo quieres
que no gire hacia ti en medio de fuerzas invisibles.
Cómo no quieres que me abra el alma si me la abres tú,
despeinándomela, desnudándomela, no declarándomela
ni temporal ni compuesta, cómo sujetármela a tu paso.

 

 

 

 

MALETA DESCANSANDO

El día en que mi maleta sea, efectivamente, un objeto inerte,
porque hayamos subido por última vez para quedarnos,
ambas, en la nube de la que a veces bajas,
lo único que quiero es una alfombra y un edredón
—a ti sobre la alfombra, a ti bajo el edredón—
y seguir enlazando tu voz a la música.

Si te pido estar ratos a solas, es porque siempre
lo he estado, y yo no soy yo / sin mi soledad.
Si el día en que tú abrigues todos los días,
dejo mi maleta junto a la cama, no es
desconfianza o inseguridad: es que yo
tampoco soy yo / sin mi equipaje enmaletado.

 

 

 

 

UNA PUERTA

Te pido que te vayas un momento para escribir de ti,
no en las páginas de mi cuaderno sino en las anillas,
xxxxxxcon letra muy pequeña, con tinta espiral.
Compruebo que el alambre es capaz de sostener
cada grupo de palabras con sentido para quitárselo,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxy tacho lo que no procede.

Es que no te das cuenta de que eres la claridad,
de que me retraigo si, al oscurecer, te fustigas
con estrellas que, exprimidas, desprenden latón.
Hoy ha salido el sol y no hemos podido añorarlo,
xxxxxxxxxxxxxasí que hemos peinado a los cactus
y después nos hemos peinado la vida mutuamente,
intercambiándonos púas cortas, recias, invisibles.

Mi soledad me nombra desde el kilómetro que dejo
a mis espaldas por cada kilómetro avanzado.
Tú implicas metáforas y yo implico horarios.
Te contagio mi miopía porque me siento una bomba
vestida de magnolia, porque no quiero que lo sepas.

Es que no entiendo que llames mediocre a lo que es grande,
y yo lo único que necesito es un piso con buenas ventanas,
reaccionar cuando detrás del silencio escucho una puerta
y recuerdo lo que estaba haciendo: rellenar con grafito
mi espina dorsal, serpentear justo en la palabra justa.

 

 

 

 

EN RESUMEN

Y esto es todo lo que necesitaba decirte
en silencio y hasta ahora. Decir más
sería repetirme, y ya lo he hecho.

 

 

 

Román, Elena. Diario de un ascensor en un bloque de dos plantas con azotea. Granada; Diputación de Granada, 2010.

 

CUATRO POEMAS DE ‘DIARIO DE UN ASCENSOR EN UN BLOQUE DE DOS PLANTAS CON AZOTEA’

 

NO SABRÁS

Sabrán los barriles de cerveza
que ya no frecuento tanto los bares
y que, si lo hago, me vengo pronto.
Sabrán las naranjas caídas en mi camino
xxxxxxxxxxxxque ando sin pies y con prisa,
y querrán llamarme pero habrán olvidado,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxpor ejemplo, mi nombre.
xxxxxxSabrá las cal de mis ideas
al golpear mi cabeza contra la pared
de alguien que soñaba y después no.
Sabrá mi cama que apenas duermo;
mi frigorífico, que apenas como;
mi diario, que apenas vivo.
Cuando hablemos por teléfono,
me preguntarás cómo estoy
xxxxxxy te diré que bien,
con el corazón colgando.

 

 

 

 

NUEVE

1

Pido un deseo
antes de soplar
la última vela:
que se apague la luz.

xxxxxxNunca falla.

 

 

2

Vas a venir
y no tengo sitio.
Vomito mi corazón.
Ahora ya hay sitio, entra.
Ni yo notaré la diferencia.

 

 

3

He cambiado
las pilas del reloj
por anfetaminas.
Soy simbólica.

 

 

4

Las uñas
comienzan
a saberme
a carne cruda.

 

 

5

Escribo tu nombre
alrededor de tu nombre.

 

 

6

Si al tocarme
no me derrito,
xxxxderríteme.

 

 

7

Espero que no te moleste
xxxxxxque vaya a recibirte
con un tenedor en la mano.
Peor sería aparecer con cuchillos.

La cuchara es para ti,
te va a hacer falta.

 

 

8

La cuestión es
qué hacemos
con todo…
¿nada?
Me convence.

 

 

9

Esta vez
no quiero verte llegar
ni después marcharte.
Que se apague la luz.
Voy a soplar y soplo.

 

 

 

 

A PESAR DE LOS ADOQUINES

No es tu labor
tan efímera como la de las piedras;
tú cantas para que yo me rompa.

Vigilante de las intenciones del césped,
saltas desde una rama de un cuatro con ramas
a una nube, y de la nube a la cesta de mi bicicleta,
que corre buscándote por el cementerio, mientras yo
hago sonar el timbre casi frenéticamente, casi.

A pesar de los adoquines, sueñas,
y en sueños me preguntas adónde voy,
y yo no te respondo, pues me enmudece
la manera en que me afecta tu sonrisa.

Tú haces de la soledad un cantar lejano
y del destino cualquier posibilidad.
Yo intento escucharte de pie en el aire,
pero siempre acabo sentada en una piedra.

La delicadeza con la que me matas
me desarticula en vida.

 

 

 

 

AL TÚ DESPERTAR

Abandonas tu cuarto con el pijama
y las legañas puestas; piensas en donuts.
Te vistes, sales, cierras la puerta, ¿se te olvida algo?
(seguro que sí, pero prefieres seguir olvidándolo).

Descubres un rastro de migas en el pasillo.
Sabes que lo he dejado yo porque
conduce hacia el extintor,
es irregular y, sobre todo, es de pan.

Que yo sea crujiente por fuera
y blanda por dentro,
sólo puede tener un sentido: tu boca.
La mía te da los buenos días.

 

 

 

Román, Elena. Diario de un ascensor en un bloque de dos plantas con azotea. Granada; Diputación de Granada, 2010.

 

CAFÉ CON VIOLETAS

 

II

Pero ella fue maravillosa
una vez
hace tiempo
en otro lugar.
Inventaba soluciones
del tamaño de los problemas:
para la oscuridad, comer bombillas;
para el hambre, beber agua;
para la pena, un viaje en caracol
y un pañuelo en la cabeza.
Mucha gente le pedía consejo,
inviernos más cortos.

 

 

 

 

III

Cuando iba a hablar de su hija
sumergía la cabeza
en una cubeta de agua negra
y expulsaba por la boca
pompas fúnebres.
No perdió lo que más quería:
estaba perfectamente localizado
en sus mejores recuerdos.

 

 

 

 

IV

Al hombre que amó
le tocó en el hospital
un viaje al otro mundo.
Le lloró un Atlántico
y una gota.

 

 

 

 

V

Plantó un huerto de corales,
construyó una casa de muñecas tuertas,
escribió un libro de tres plantas,
crió a una libélula
pero nada,
nada,
llenaba el espacio infinito
de las ausencias.

 

 

 

 

VII

Era una mujer anónima,
firmaba en blanco.
Supe algo de su vida
por otra persona anónima,
quien me la entregó para enterrarla
en una falsa tumba de papel.

 

 

 

Román, Elena. Café con violetas. Lucena; Excmo. Ayto. de Lucena – Delegación de la Mujer, 2010.

 

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OCHO PARADAS EN LA ARENA

 

OCASO

El sol viene aquí para
comer y dormir, y aunque
no me lo diga, sé dónde
pasa el resto del día.

 

 

 

 

PARQUE DE JUEGOS

Al final de mis manos he encontrado el final del túnel
que he encontrado al final de mis manos.
Masticando erizos he aparecido, marrón y arisca,
en el parque de juegos, terroarenoso.
Unos niños me pisotean la cabeza sin querer.
Pienso pasar la noche, cuando todos se marchen,
tirándome por el tobogán hasta que me duela un diente.
Cojo una pelota, un botón, un zapato, un muñeco, un catarro.

 

 

 

 

BLANDA LA HUELLA

Es cierto que sobre la arena
quedan marcados todos los pasos,
aunque sus huellas desaparecen pronto.
Hay que morir sepultado por un volcán
y quedarse pegado a él durante siglos
xxxxxxxpara fosilizarse en el recuerdo.
Esta manía de no parar de hacer cosas
es la que nos hace envejecer:
xxxxxxxlo confirman las estatuas.
No hay nada que se mueva más que un crío
y ya me dan igual los insectos,
excepto los que implican aguijón.
Ya que no me paso la vida jugando,
es agradable pasarla viendo jugar.

 

 

 

 

RELOJ DE ARENA

Me he quedado atrapada en la cavidad formada
por la unión de dos triángulos por sus vértices,
dibujando un ocho puntiagudo.
Lo último que recuerdo es un chicle.
Nado en la arena, pero voy siendo
arrastrada hacia el triángulo de abajo,
consumida por las arrugas,
demasiado esquelética.
Y desfallezco, pero entonces
una gran mano con dos alianzas
le da la vuelta a mi estancia
y me encuentro en el triángulo de arriba,
recién nacida, sufriendo por primera vez.

 

 

 

 

LA COMPETICIÓN

El primer golpe suena arriba,
xxxxxxa mi izquierda,
me salpica una sangre.
El segundo golpe suena arriba,
xxxxxxa mi derecha,
salpicándome otra sangre.
Yo nunca he ido más allá
de patadas en la espinilla en mi infancia
y en momentos punkies de mi adolescencia.
No quiero ver cómo se matan
(ya me duelen sus sonidos guturales
entrecortados). Está nublándose
y va a llover más sangre, sudor, saliva,
eso que se dice de la competición.

 

 

 

 

EMPATÍA

Decía competición, y en el otro extremo
una chica de abierta sonrisa me saluda
con la mano; le devuelvo el saludo.
Me invita a ir a hablar con ella
retirando algo de arena con los pies
y con las manos aflojando las cuerdas
de su cuadrilátero: hacia allá voy.
A todo lo que le cuento, me responde
xxxxxxque a ella también le ocurre:
ella también busca el mar y ha estado
en el desierto, en un parque de juegos,
en un reloj de arena y aquí
xxxxxx(pero está cubierta de telarañas);
ella también se ha empadronado cien veces
xxxxxx(pero no sabe especificar dónde);
ella dice ser también morena y tener genes de maleta
xxxxxx(pero es pelirroja y tiene rasgos de árbol).
Continuamente intenta ser amable y empática.
xxxxxxxxxxxxLa conclusión es que bostezo.
Decía competición, pero de su otro extremo
discrepo también y, es más,
discrepo de todo.

 

 

 

 

TREGUA

Estoy bien, pero a veces tengo frío.
Tapono mil agujeros mediante
impulsos incontrolables:
relleno hondas pisadas de dientes,
túneles hechos por y para insectos.
Atisbo un recoveco en mi sistema de alarma,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxme acurruco.
Cuando tengo pesadillas, las olvido pronto;
sin embargo, los buenos sueños
permanecen conmigo los días siguientes.
Es cierto, las mañanas tienen que pasar
todas las tardes por una arriesgada
operación de cirugía.

 

 

 

 

SIEMPRE SON

Aquí la gente no deja ni un segundo
de demostrar sus muchas habilidades;
como los relojes, siempre están funcionando
(no se desenchufan, no se desconectan;
siempre son, son siempre).
A mí me gustaría saber hacer mil cosas
y por eso mismo no sé hacer nada
(o la mejor manera de pasar
desapercibida excepto
para un tábano).

 

 

 

 

BÁSICO

Luego dicen que vivir
conlleva muebles,
cuentas corrientes activas,
vestuario diverso y digno,
tecnología punta versus confort.
Pero aquí hay un gato
que ronronea de puro placer
con sólo madera y arena
y ofrece su lomo
un solo instante
a la conforme caricia.

 

 

 

 

LLEGO

Olisqueo salitre, algas, espuma,
leche solar de protección treinta,
gasoil, colillas, residuos de cocacola,
xxxxxxxxxxxxcolonia y mierda, empanadillas.
Sin duda he llegado, pero de todo lo demás dudo.

Yo no lo soñaba así.
Escupo hacia la lejanía
y le doy de lleno a Dios;
me oculto debajo de una cualquiera
de las ciento tres sombrillas de rayas.

 

 

 

 

MI LIRIO Y YO

El caso es que
aunque precisamente esto
no sea lo que iba buscando,
aquí es donde vive el mar
y sus huelgas a la japonesa.

Una grúa ha aparcado en mi pie;
he aprovechado para plantar un lirio;
me acompaña en nuestra misión:
desplazarnos no hacia delante
sino hacia arriba.

 

 

 

 

TABLERO DE AJETREO

He caminado mucho.
Me he peleado.
He toreado monos mágicos.
Encontré una llave en la calle,
viajé a través de las cerraduras,
hallé mi casa en un bolsillo del espacio.
He corrido bajo la lluvia.
He abrazado, congelada, a un cactus.
He probado los toboganes con bechamel.
He sostenido triángulos,
me han sostenido pupilas felinas.
Es cierto que necesito descansar,
pero no que esté cansada.

 

 

 

Román, Elena. Ocho paradas en la arena. Navarra; Patronato de Cultura de Tafalla, 2009.

 

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PLAZA DE TOROS

 

AL COSO

Queriendo continuar mi camino por mi propio pie,
he prescindido del autostop: qué mala soy, qué egoísta,
qué desagradecida por rechazar un favor, qué independiente,
qué bonito el toro en el campo paciendo, qué bonitos sus pitones
embistiendo a las margaritas, qué bonito su entorno satélite,
qué bonito animal antes de salir a la arena que alfombra
un círculo habitado por sombreros y peinetas,
qué bonita su sangre cuando la tenía dentro,
sin banderillas ni ovaciones.

 

 

 

 

LO REPITO

Vuelvo a decir que no es aquí donde venía,
que no es ésta la arena que busco.
Una montera no es una caracola,
ni un burladero un dique,
ni un rejón un arpón.
Cerca del mar es imposible
la absoluta soledad, aquí no.
Pero esta multitud es diferente:
hablan de religión y de morcillas
con el mismo palpable sentimiento.
Y cuando clavan sus ojos en un toro,
se les queda hondamente clavado, de forma
que ya nunca más pueden cerrarlos.

 

 

 

 

¿CON CONCISIÓN?

A la espera de embarcarme en un nuevo viaje
(ojalá más certero), trato de resumir la vorágine
en mínimos versos, así que empuño una pica con la punta
rebozada en la sangre de una tarde semental a las cinco
y la encamino hacia el revés de un capote.
La concisión tampoco ha venido hoy
(la última vez que la vieron iba a caballo,
xxxxxxevitando tocar todas las cosas).
Alguien debería retirar los flecos de los mantones;
se enredan en los tobillos del que camina entre ellos
pendiente de una nube o una avioneta con pancarta
anunciando una conocida marca de vino
cuyo aroma flota y reflota en el ambiente.
Me he pasado al bando de los pocos normales:
pongo lavadoras por la noche,
vacío los toriles que después incendio.

 

 

 

 

ÚLTIMO AVISO

Me he encargado de rociar con azúcar
la explanada sobre la cual lloro
xxxxxxal tratar de reír.

Me aseguro un fuerte golpe de tos
por parte de la tierra que me sostiene
xxxxxxy ha de llevarme a otro sitio.

Asisto a la destrucción de lo mudéjar,
corro con el viento más veloz que los coches
aunque me nos que las hojas de los árboles.

Avisa una trompeta con lo que le queda
de sonido, que es la hora de solo
xxxxxxalgunos animales libres.

 

 

 

Román, Elena. Ocho paradas en la arena. Navarra; Patronato de Cultura de Tafalla, 2009.

 

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A PROPÓSITO DE LOS CUERPOS

 

TENGO MANOS

xxxSoy la mujer sin manos. La que en vez de limarse las uñas se abrillanta los muñones. Porque nací sin manos he tenido que salir a buscarlas y luchar por ellas. Todas las noches cavo con los dientes la negra tierra de los cementerios. Porque no tenía manos, tengo ahora no dos ni cuatro sino tantas como he necesitado. Abro un cajón del armario, introduzco los brazos hasta los codos, tengo manos; unas manos blancas de finísimos dedos, suaves, manos para un piano. Abro otro cajón y me pruebo las manos marrones, llenas de callos y heridas, sin uñas o rotas; son las manos de trabajar. En ese cajón guardo las manos anchas y rosas, calientes, que huelen a caricias y a postres, manos de madre, madre… Pero si hay unas manos con las que me identifico plenamente y con las que quisiera morir, son éstas que llevo puestas: manos sin dedos, palmas estériles, cinco vacíos. La posibilidad de coger algo (tengo manos). La imposibilidad de retenerlo (no tengo dedos).

 

 

 

 

ÉRASE UN PELO

xxxÉrase un pelo en un lavabo público.
xxxÉrase un calvo preguntándose de quién sería ese pelo.
xxxSe trataba de un pelo negro, largo y rizado. Podría pertenecer a una hermosa mujer con una cabellera cayéndole en cascada petrolífera sobre los hombros. O a un joven con coleta, poco amigo de las tijeras y mucho de las selvas. Podría pertenecer a alguien que sólo tuviera un pelo, alguien que en estos momentos estaría llorando desconsolado su recién contraída viudez capilar. Podría ser el pelo de una eminencia, o el de un psicópata, o el de una peluca. Podría ser un pelo de pubis de una criatura inmensa: un dragón hermafrodita, una diosa, una guerra.
xxxÉrase un alambre humano observado por un humano inalámbrico.
xxxÉrase un pelo en un lavabo público. El grifo le llovió a cántaros y el desagüe se lo tragó. Con él, todas las historias. Sin él, un calvo.

 

 

 

 

SEXO Y SEXO

xxxAl otro lado del mar hay una playa donde se pasean los sexos de lunes —oscuros e impersonales, comedores de escarabajos, ungidos con salitre—, sexos con labios y sexos con uñas, sexos imberbes y sexos náufragos. No hay nada entre ellos y el sol (y el agua, y el aire, y una toalla raída y descolorida…).
xxxCuentan que una vez llegó a la playa un sexo de hombre sin hombre y se quedó a vivir en una enorme vagina de arena. Afirmaba que, pegado a su clítoris, podía escuchar palabras de caracola recitadas por la muy aguardentosa voz del mar.

xxxAl otro lado del otro lado del mar hay un camping donde reposan los sexos de viernes —erectos y/o hinchados, amorosos o funcionarios, juntos e internos, masturbados desde siempre—, sexos hartos de orinar veleros, sexos brillantes tan brillantes, sexos que tras pasear desnudos bajo el sol se acuestan vestidos sobre la luna.
xxxCuentan que una vez llegó al camping un sexo de mujer sin mujer y se quedó a morir en un inmenso falo de sal. Aseguraba que su glande emanaba una luz blanca y espesa que podía verse desde el otro lado del camping del otro lado del mar.

 

 

 

 

PECAS CON LUNARES

xxxTodo lo que rozaba lo llenaba de pecas y lunares. Intentaba recordarlo siempre, pero a veces se le olvidaba y cogía el teléfono para llamar a Tokio, debiendo desistir del intento al contagiarse las teclas, el auricular, el cable,  incluso la voz de la operadora, de un sarpullido hermoso, sí, pero difícil de manejar por la carnosidad o el tumulto. No podía arrancar una flor, tocar la flauta, abrazar; aquello que acariciaba se confundía con la varicela. El día de su fusilamiento nacieron cien jaguares. Al extender las palmas contra el muro a cuyos pies debía deteriorarse del todo, la cal se vio invadida por una flota de galaxias. Las balas no supieron dónde incrustarse, desaparecido el objetivo detrás de una tupida acumulación de pigmentos, y se invirtieron por el efecto boomerang; y por herir, ya que habían sido disparadas. Se fue a vivir a una barca y se pasaba las noches palpando el cielo.

 

 

 

 

LA BOCA

xxx…se abre, a la espera de recibir la hostia consagrada, y se cierra para que no entren moscas. Se sorprende por algo y por todo y se oiza o se ocea o se oece o se convierte en vocal autóctona de labios. Suspira. Bebe agua de la fuente. Da una calada a un cigarro y regala al aire anillos para un gigante. Eructa. Escupe. Vomita. Tiembla de dientes. Palidece de encías. Calla. Miente. Besa y muerde creyendo que besa. Imprime susurro en nuca. Retiene en caricia de lengua el glorioso pene o el jugoso clítoris e ingiere su calor en salsa. Jura, conjura y perjura. Enarbola un flemón. Malcría herpes y piorreas. Hace maquetas de dirigible con pompas de chicle rosa. Salivea o salivifica o salivunta o derrama saliva cuando el resto del rostro y el cuerpo sestean y la mente vuela. Silba y sorbe y sirve de soporte al grito. Es una y son todas. Todas las bocas son la boca que es la Boca. Y dice amén. Y dice amén. Y dice amén.

 

 

 

 

PECHO NUESTRO

xxxTu pecho izquierdo sabe de la existencia de tu pecho derecho. Tu pecho derecho sabe a gloria. Entre tus pechos caben los míos, acoplados perfectamente como piezas de Lego blandas, rosas, más redondas, más obvias. Mi pecho izquierdo no quiere separarse de tu pecho derecho, el que sabe a gloria. Mi pecho derecho confunde tu pecho izquierdo con el derecho, y sabe que le sabe a gloria. Me gusta ver tu sujetador y el mío juntos, tirados por el suelo o en una silla, henchidos de este amor de Wonderbra, manchados de pezón y nimbo, acoplados perfectamente como vidas de Lego suaves, blancas, más bordadas, más novias.

 

 

 

 

POR NARICES

xxxMañana amanecerá nariz. Aparecerán brumas matinales en forma de mucosidad variable a lo largo y ancho del tabique, que se irán despejando hasta desaparecer por completo tras el segundo café. En el norte y noroeste nasal, las temperaturas irán en ascenso ligero a moderado, y ligero en el resto del bulbo olfativo. Soplará un viento del W moderado de coana a coana, con intensidad fuerte en la pituitaria. Se esperan precipitaciones débiles a mitad del día, chubascos y estornudos en el área del Estrecho. [Manojitos de fibras, venillas, ventanas que son herraduras, caballete sin cuadro, esponjoso hueso, vómer nuestro de cada día, bendita pilosidad que evita la penetración de los cuerpos extraños]. Los chubascos se extenderán al tercio sur de las narinas, acompañados de tormentas de intensidad variable, según la cantidad de cocaína que haya sobrevivido a la última fiesta, oculta entre cartílagos, produciéndose intervalos de amargura. Habrá una apertura de claros en la vertiente este a última hora de la tarde. Temperatura máxima prevista a 1.500 metros: 13º. Temperatura mínima prevista a 1.500 metros: 7º. El ambiente será agradable.

 

 

 

 

A HINCAR LOS CODOS

xxxA ese niño le han insistido tanto en la importancia de hincar los codos que, hoy por hoy, lleva un pupitre incrustado del que no logra despegarse, y a causa del cual no puede estirar los brazos, manteniéndolos siempre doblados hacia dentro. Y le duelen ya. Y le pesa el mueble. Y no puede tocar las palmas. Ese niño sabe de reyes, de logaritmos y de madera taladrada, de reyes de madera, de logaritmos taladrados, de tener madera entre los taladros. Y sufre. Y se siente aislado. Y se aburre porque no es admitido en los parques acuáticos ni en los cines ni en los juegos de los otros niños, ni mucho menos en el del escondite, ya que es muy fácil descubrirle: le delata el pupitre. Le delata el derrame de astillas al hablar por los codos. Le delata la maderería.

 

 

 

 

PORQUE LOS CUERPOS

xxxPorque los cuerpos seguirán vistiendo a la mente por los siglos de los siglos. Porque son lo primero y lo último que recordamos de los seres que nos habitaron. Porque gracias a ellos las almas se pueden tocar y los álbumes de fotos tienen sentido. Porque son nuestras herramientas de vivir. Porque es blandísima su belleza y durísima su impiedad. Porque son los nuestros.

 

 

 

Román, Elena. A propósito de los cuerpos. Béjar; Littera Libros, 2008.

 

DAGUA

 

ISTMO

APUNTO EN MI BRAZO IZQUIERDO LO QUE DICE LA FUENTE
mientras todo en la piedra habla en mi oído.
Dejas caer el lenguaje sobre tus rodillas.
Es para ti este istmo, te abrazo.
Deslizo iglesias bajo tus suelas.

Tengo sed de tu sudor:
agua con sal
que me da más sed:
el cometa que se muerde la cola.

Hablando de brazos, echas los tuyos
hacia atrás, y me preguntas
en qué mano tienes el velero.
xxxxxxxxxxxxCreo que lo sé.

 

 

 

 

LLUVIA

SE TE HA DESABROCHADO EL CORAZÓN,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxcorazón,
y yo, que desempeño labores de rastreo,
introduzco la mano por la abertura,
xxxxxxxxxxxbuscando la lluvia,
porque tú fuiste el último en verla
y así lo firmaste en mi piel de celulosa
que me recubre de un extremo a otro,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxde la mano al tacto,
mano que, al ir a abrochar tu corazón,
indaga si es ahí donde sestea la lluvia,
sale de la abertura como papel mojado
y cuando voy a sonreír, sonríes.

 

 

 

 

AL SURF

SON ESAS MANERAS TUYAS DE PONER LOS OJOS EN BLANCO
al pronunciar la frase a la que tu boca vuelve verso,
al echarte el pelo hacia atrás como un incendio,
al nombrarme en sueños para que yo en sueños te conteste,
las que me hacen zozobrar en sandalias de goma.
xxxxxxxxxxxxxxxxSi me bebiera tu cara,
tendría que subirme a la cresta de tus rodillas
ni más ni menos que en tabla de surf
y gritar en idiomas portuarios cómo enloquezco
si no puedo apreciar qué bien te sienta la existencia.
xxxxxxxxxxxEn tu pecho resbalan tu sudor y el mío.
xxxxxxxxxxxEn mi pecho resbalan los hidroaviones.

 

 

 

 

SUPERFICIE

ME CONSTA,
al verte atarte el latido
con las cuerdas de tu guitarra,
que una nota resbaladiza no impide la canción,
que la siguiente nota borra el anterior sonido.

El naufragio que resume mi vida mide
xxxxxjusto lo que mide tu lado convexo.
Al fin un poema equivale a la inspiración,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxvale lo mismo: todo.

Sobre tu acto de sacar mi escafandra a la superficie,
mi interpretación es que no quieres que nade contigo,
cuando lo que tratas de pedirme es que lo haga desnuda.

Sé que acabas de salir porque
la puerta está en llamas.
Sé que volverás pronto
porque no arde.

 

 

 

 

NIEVE

CIERRA LOS OJOS, PORQUE
tienes al invierno detrás;
su aliento compone cubitos de hielo
y no lo has escuchado llegar, ya que
sus pisadas son de nieve, luego mudas.
He recogido flores con caras pícaras:
son tu breve ausencia,
tu cerrar de ojos,
mi alma externa,
raíces flotantes.

 

 

 

 

MANANTIAL CON FARO

SI ERES TAN AMABLE
alcánzame ese faro para iluminar esta página,
xxxxxxese océano para fregar el desierto.
Y perdona que no hable mientras piense.

Si eres tan amable, que lo eres,
acércame esa antípoda y acércate,
porque tú me recuerdas al manantial que abrigas.
Y perdona que no hable cuando no hablo.

 

 

 

 

ROPA MOJADA

VAMOS A ESPERAR A QUE SE SEQUE LA ROPA MOJADA
y así podremos volver a vestirnos de lo que queramos.
xxxxxxxxxxxxxOpina el mediodía que no es necesario
que pasemos la lengua también por el tendedero.
Entre las cosas que se balancean y no se caen,
gracias a las pinzas, destaca el color
del suavizante, pendiendo a chorros.
No cabemos por el desagüe, ternura de pan,
o no cabemos o cabemos juntos.
Cuando el otoño termine
añoraremos la azotea
solamente.

 

 

 

 

PARAGUAS

COMO SE NOS HA HECHO UN POCO TARDE
porque a mí se me ha enredado en el pelo una medusa
y a ti te han entretenido los mordientes tritones desdentados
y no habiendo puerta en la puerta de la puerta,
xxxxxxxxxxxhemos saltado por la ventana
y la gente miraba hacia arriba y decía:
xxxxx«Mira, caen dos aguaceros».
El espacio tiene la voluntad del que lo habita,
xxxxxxxxxxxnosotros lo hacemos grande
y acogemos bajo las varillas bitácoras,
torpedos, lontananzas, flotas, un cocodrilo.
La gente se cambia de acera al vernos, y dice:
xxxxx«Mira, dos aguaceros bajo el aguacero».
Qué risa, qué gracia, qué gusto me da
empuñar contigo el mismo tejado.

 

 

 

 

BUZO

SÉ DONDE ESTAMOS SIN ABRIR LOS OJOS.
Que se aparte la música y sus tapas aceitosas,
que la metan en un barril y la sirvan muy fría,
que nos llenen las jarras: brindemos
porque en tus bares se habla de Madrid,
mientras en los míos de la nueva depuradora,
aunque en todas partes haya servicios inundados.
Me pongo mis talones después de prestártelos
y ahora debo detenerme para vaciarlos de algas.
Me pongo mi camino después de prestártelo
y encuentro dentro de tu astronáutica vocación de buzo.

 

 

 

 

EL BAÑO

FÍJATE EN EL AGUA, QUE NI VIENE NI VA,
xxxxxxxxxxxxxxxxxque nunca es la misma,
que a estas horas parece por fuera
el espejo de plata de la calma
y por dentro nuestro videojuego.

A mí me apetece nadar, tú
prefieres quedarte en la orilla, yo
xxxxxdebo recordar que detrás de ti
hay una casa naranja, y a tu lado
una sombrilla del color de un nueve.

Mi biquini mojado se seca justo al sentarme contigo.
Sueñas que sueñas delfines, yo aleteo.

 

 

 

Romás, Elena. Dagua. Donostia; Ed. Bermingham, 2007.

 

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DIVA DE MIERDA (II)

septiembre 8, 2016 Deja un comentario

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ARTURO GUTIÉRREZ PLAZA (Venezuela, 1962)

POÉTICA DEL EGÓLATRA

No soy lo que escribo,
sin embargo me parezco tanto a ello
que he optado por leerme.

 

 

 

 

ITZÍAR MÍNGUEZ ARNAIZ (España, 1972)

CASTING

Entre la admiración de pocos
o la envidia de muchos
lo segundo

entre el ego lleno
o el estómago vacío
lo primero

entre el verso soñado
o la palmada en la espalda
lo último

si esas son tus respuestas
el papel de diva es tuyo

si no
dedícate a la poesía

 

 

 

 

ELÍAS MORO (España, 1959)

DIVAS DE MIERDA

Genio
Era un escritor tan bueno —había quien lo tildaba de genio— que algunas veces decía exactamente lo que quería decir antes de ponerse a escribirlo.

 

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Con la absurda idea de que así le daba una sustancia que nunca tendría («De donde no hay no se puede sacar», sentencia la máxima popular con acierto), adornaba su pensamiento y su discurso con toda clase de piruetas y tirabuzones verbales.
Igual que las montañas rusas en los parques de atracciones: mucha velocidad y estruendo para terminar, al cabo, exhausto y sudoroso en el punto de partida sin haber avanzado ni un ápice hacia ningún sitio, condenado a repetir inútilmente un trayecto en espiral que no lleva a ninguna otra parte que no sea el punto de partida. Una vez tras otra.
Y para más inri, aburriendo a los pasajeros, sin ninguna gana ya de repetir el viaje.

 

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Escritor, olvídate de la inmortalidad. Ella no te corresponde en absoluto; es más, ya se ha olvidado de ti.
Y eso que ni siquiera te recuerda, que no has llegado todavía.

 

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Cuando un escritor declara el esfuerzo titánico, doloroso, que le ha supuesto escribir ese volumen buscando que apreciemos —y le agradezcamos, de paso, comprando su libro a mansalva— su tremenda contribución a la historia de la literatura, parece que le estuviera haciendo un favor decisivo e imperecedero a la cultura universal.
Se nota, pienso yo después de adentrarme en el libro también con esfuerzo y dolor, sudando la gota gorda y perdido en sus farragosas páginas como un explorador decimonónico tirando de machete y fusil en selvas ignotas para abrirse un mínimo y practicable camino hasta el río en medio de tribus hostiles.
Porque semejante engendro es completamente incomprensible.

 

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El poeta que se dice a sí mismo que lo es incurre en abominable arrogancia.

 

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Maniático de la pulcritud y de la higiene, se lavaba las manos con jabón veinte veces al día, iba rasurado al milímetro, las uñas pulidas con sumo esmero, el pañuelo de algodón perfectamente doblado e inmaculado, los zapatos lustrados a más no poder; lo que se dice un pincel, un figurín, un paradigma de la elegancia y el buen gusto.
Pero en cuanto cogía la pluma o se ponía al teclado y pergeñaba unas líneas cualesquiera,la ortografía, la sintaxis, la gramática entera, acobardadas en un rincón del desastre, se lanzaban a llorar a moco tendido, con un desconsuelo tan atroz que su lamento podía oírse verso a verso, entre capítulo y capítulo, una página tras otra sin desmayo.
Por no hablar de cuando intentaba echar mano de la oratoria y endosarnos alguna de sus insustanciales proclamas; entonces las palabras, las frases, con su prosodia maltrecha, se declaraban en rebeldía con todas las de la ley, se resistían con uñas y dientes a ser masacradas sin más por una causa inútil.

 

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Se sospechaba que era poeta, no por sus versos publicados —todavía tiritaba de inédito*— sino porque siempre iba por la calle sonándose y enseñando metáforas, sin recato ni vergüenza algunas.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx*Rafael Pérez Estrada

 

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Los poetas —todos— deberíamos ser menos fatuos y presuntuosos de lo que acostumbramos, tener presente en todo momento y seguir humildemente aquello que decía Fray Luis: «Siempre estoy en sazón de recibir».

 

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Podría haberme estado calladito —mejor me hubiera ido—, pero me puede el impulso de insultar a gritos a las palabras que me abandonan en mitad del acto. De escribir, aclaro.
A ellas, es obvio, no les importan un pimiento las injurias y amenazas que les lanza este inútil: siguen cantarinas y danzantes su camino y me dejan como herencia de su paso un poema huérfano, cojo, disminuido para siempre de fondo y forma.
Y así me va.

 

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Por mucho que te empeñes en ello, por mucho que las halagues o acaricies, por mucho que las saques de paseo por la página con oropeles de pluma y adjetivos, si ellas —hablo de las palabras—, y por lo que quiera que sea no quieren, olvídate del poema.

 

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El texto propio, como la fruta que compramos, hay que ponerlo un tiempo en el frutero, en la cestita, cabe decir en el cajón o la papelera.
Y a ver qué pasa; no vaya a ser que a las palabras, que tan lustrosas y apetecibles nos parecen en el momento de escribirlas (¡Es que me las comería!, me digo, glotón y satisfecho, en el calentón del momento), les suceda como a esas frutas, que a los pocos días empiezan a salirles mataduras en la piel y poco después se pudren para acabar de mala manera,y oliendo apestosamente, en la bolsa de los desperdicios.

 

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Para todos los que escribimos —o intentamos— poesía, en el recuento final de la obra de cada uno, un par de buenos poemas ya sería una cosecha considerable, una justa recompensa al esfuerzo empleado.
Pero la vida, ay, no siempre es justa ni recompensa así como así.

 

 

 

 

CARLOS RÍOS (Argentina, 1967)

CADA LIBRO MÍO

es
un tratado sobre la patria
un tratado sobre la política
un tratado sobre la filosofía
un tratado sobre el amor

un libro para lectores exigentes
una exigencia para lectores pasivos
un libro para lectores audaces

la realización más brillante y prometedora
del panorama literario contemporáneo

un libro ineludible
un libro conmovedor
un libro colectivo

una delicada pieza de orfebrería
una prosa que indaga sin respiro

un cross a la mandíbula
un gancho al hígado
un mazazo en la cabeza

y la muestra
de una escritura inflamable
de una escritura indeleble
de una escritura indomable
de una escritura increíble

un diamante de impecable ejecución técnica

un ready made
un exquisito collage
un trampantojo

tiene
algo de fábula sarmientina
algo del primer espronceda
algo del morbo lugoniano

un compendio de lo mejor del género
un thriller existencial que te deja sin aliento
un tratado sobre la insumisión y el deseo

un impulso inédito
una bocanada de aire
una fábula original

también
un libro insuperable
un libro increíble
un libro inesperado

un caos memorable
un croquis inusual
una apuesta salvaje

una radiografía social cáustica e hilarante
una satírica versión del arte contemporáneo
un golpe de gracia a las tripas del mercado

una máquina absurda
un artefacto explosivo
un dispositivo serial

y
last but not least
cada uno de mis libros es
el destino de una estética
a minutos del final

cada uno de mis libros
cada uno de mis libros
cada uno de mis libros

es todo eso
es todo eso
es todo eso
es más
que
eso

y es un error
y es una pena
y es una pérdida
y es una injusticia

que todavía
no se hayan
dado cuenta

 

 

 

 

JUAN PARDO VIDAL (España, 1967)

MALA CONCIENCIA

xxEs muy fácil abandonar a tu vanidad en una carretera secundaria. Le pides amablemente a empujones que se baje del coche y la dejas ahí tirada, en medio del campo, sin nadie a quien poder meterle cizaña. No debes ser blandengue si te pone ojitos, porque a ella en realidad le importas un bledo, lo único que quiere es asistir a encuentros poéticos, a presentaciones indies y a conciertos grooppies en los que poder criticar la vacuidad del arte oficialista. Baja la ventanilla del coche, hazle una peineta y lánzale al San Cristóbal del salpicadero a la cabeza. La vanidad es muy cabezota, tiene la cabeza tan, tan gorda, que seguro que le aciertas de pleno. Y no te preocupes, pues a ella no le duele el impacto. Ni se inmuta. Se queda muy quieta en el arcén, como un gato de escayola, sin echar ni una gota de sangre, no sufre porque se cree que siempre tiene la razón y está segura de que vas a volver, así que no se altera. Para hacer tiempo, seguro que se pone a recitar a Cavafis y a tararear una melodía de Arvo Pärt que no recuerda bien e improvisa sobre la marcha.
xxNo tiene que darte mala conciencia deshacerte de tu vanidad, es mala, trabaja en El tren de la bruja literaria, da miedo y da risa, de patética que es. Es verdad que está contigo desde que te salió vello púbico, te acompaña desde aquel primer verso púbico, pero no por eso tiene que darte mal rollo dejarla tirada, porque ella también te ha abandonado a ti muchas veces cuando estabas en una reunión de gente más joven que tú y con barba trendy. En realidad, eres consciente de que tu vanidad está contigo porque no tiene otro autor de más éxito con el que estar, aunque es evidente que te pone los cuernos cada vez que tú dudas de tu propia obra. O al revés, no estoy seguro del orden de los factores, tal vez pueda aplicarse la propiedad conmutativa y tal vez no.
xxQue no te tiemble el pulso, abandónala en una carretera secundaria y no te preocupes si sufre, porque ella, además de indolente, es un poco pamplinas.
xxSi te fijas bien, la palabra «vanidad» tiene las mismas letras que «navidad», en realidad son conceptos gemelos, ambos esconden algo perverso. Tu vanidad en navidad no se pone nerviosa si la abandonas porque tiene poderes y en esa época del año suelta un polvo (con perdón) como el que está adherido a las alas de las hadas. Si te cae ese polvo en la cabeza, te pones chulito, vuelas, te vienes arriba y estás seguro de que eres el mejor poeta incomprendido y no premiado del mundo. La verdadera fuerza de la vanidad radica en tu mala conciencia, sabe que tú no eres nada sin ella, que la necesitas para defenderte en esta jungla de antologías, que ella es tu Capitán América que te protege de las vanidades de otros superpoetas con superamigos, (la Masa, la Cosa, la Mujer elástico, Lobezno, ¿quién no tiene un amigo poeta con patillas?). Eso te hace volver a recogerla. La necesitas. Te arrepientes de haberla abandonado y, diez kilómetros después de haberte largado, dices «me cachis», o «mierda», según te pille, y te das la vuelta y la subes de nuevo al coche. —Venga sube, anda, sube. Recuerdas las palabras del poeta: «Vanidad, divino tesoro».
xxY así se sale con la suya. De regreso te da la chapa todo el camino con que ella es muy sencilla, que parece mentira que no la conozcas bien después de tanto tiempo juntos, que ella es una vanidad de andar por casa, no como otras que yo me sé, y que si de algo puede presumir, es de modesta. Luego, harta de dar la brasa, se queda dormida sobre tu hombro y te molesta tanto al conducir que te pegas una hostia con el coche y te quedas manco como Cervantes o Valle-Inclán, y ella tan contenta. Viene la Guardia Civil y, encima, te multa, y quiere que firmes la denuncia con el brazo sano, porque la benemérita la tiene más grande que tú, la vanidad, digo. No abandones a tu perro, pero sí a tu vanidad, ella haría lo mismo por ti.

 

 

 

 

ADA SALAS (España, 1965)

SER
poeta no tiene
que ver
con saber
de poesía.
Ni con saber
de nada.
Con saber de la nada
tal vez
pueda tener que ver.
Pero sólo un poquito.

 

 

 

 

CRISTINA RAMÍREZ (Costa Rica, 1986)

PRIME TIME

Sentía un enorme respeto por aquellos que practicaron el harakiri, por Yukio, por Dazai, pero pensaba que estaba a salvo viendo a través de la tele, mientras otros jugaban a ser salvajes. En ocasiones se imaginaba a sí mismo recitando un discurso de agradecimiento por aquel o este premio, al tiempo que lo invadía una sensación de vértigo tremenda. Una vida contraria a ésta solo le hubiese servido para manifestar esa hostilidad que sentía hacia todos aquellos que habían logrado algo. Sabía perfectamente que si nadie lo conocía estaría a salvo de la condena del olvido.

 

 

 

 

VÍCTOR PEÑA DACOSTA (España, 1985)

xxEl ponente, cincuentón de marcado acento argentino con un mechón de pelo que le cae, cada momento, sobre los ojos y que ha de apartarse a cada momento de un manotazo, diserta casi con violencia sobre la importancia de Vargas Llosa en la ensayística contemporánea ante la indiferencia más absoluta del auditorio. En una de esas, se le caen varios papeles al suelo y los mira compungido, dudando si agacharse y tratar de ordenarlos o proseguir su conferencia sin ellos. Una de las azafatas, auxiliares o como quiera que se llamen, con gafas de pasta y un culo inmenso, cultivado con avaricia y muy probablemente en los solitarios años del doctorado, se acerca solícita y bamboleante al estrado, pero él la detiene mediante un gesto vehemente del brazo: vade retro, parece querer decir, Vargas Llosa y yo nos valemos y nos bastamos. Luego continúa, firme e incoherente, con su parlamento

xxEl ímpetu del último orador es tan desacostumbrado que resulta cuando menos sorprendente, pienso mientras consumo, sin ganas pero sin pausa, mi segunda cerveza del descanso, alejado de los corrillos concentrados en la entrada del sobrio bar caoba de la siniestra Facultad de Filología castellanoleonesa. Sin embargo, al intentar recordar alguna frase o idea concreta, llega la nada rebozada en silencio y compruebo que no por eso resulta más efectivo. Finalmente, concluyo tragando la croqueta incluida como raquítico pincho, dentro de un rato saldré yo con menor vehemencia, dejaré un recuerdo igual de vago y se quedarán los pájaros cantando. Debería al menos tirar también los papeles, perderlos incluso si es necesario, para levantar aunque sea una compasiva mirada mínima de la camarilla de compañeros que vagan entre la individualidad y el autismo.

xxEl «IV Congreso Mediterráneo de Jóvenes Escritores del Siglo XXI: La Generación Facebook»(sic de nuevo) parece no diferir mucho de todos los demás congresos, rumio tras recordar los dos a los que asistí previamente, hace nueve y trece meses, (uno es un autor joven o, más bien, novato): «Última Narrativa Española» y «Relatadores: Vivir del Cuento». Al fin y al cabo, tal y como serán todos de aquí al final, especulo mientras garabateo en un folio fingiendo tomar apuntes: una disimulada autopromoción y un claro elogio a las cuentas pendientes con maestros que están muertos o en camino. Si acaso, si, tal vez, dentro de unos años, cuando me aburra en uno similar, recuerdo este sobre el resto, será porque el absurdo carácter internacional que se le ha querido otorgar y la obligada condición de lanzadera de «promesas que debieran ser ya realidades» (o algo así, también sic) hace que casi ninguno nos conozcamos entre nosotros y casi todos nos miremos con sospecha. Lo que acaba resultando divertido.

xxAún así, o quizá por eso, la prensa ha acudido en buen número y a lo mejor acaba mereciendo la pena. Falta, pues, ver si Perifáñez, simpático agente merodeador de una editorial mediocre que me interesa mucho, cumple su promesa del primer día y me invita a una copa para «hablar en serio». Puesto en la hipótesis, no sé cómo tendría que comportarme: ¿una copa con un editor viene a ser como una entrevista de trabajo? ¿Si me sugiere una cifra por un libro debo rechazar siempre la primera oferta? Es mejor, no obstante, no hacerse excesivas ilusiones: seguro que con ademán y verbo parecido ya se ha dirigido a dos de cada tres eternas promesas y postergadas realidades. De hecho, creo que por eso nos llaman así: porque no oímos más que promesas (ya sé que es muy malo, pero insertado en la ponencia creo que queda un poco mejor). En fin, como primer resumen amargo anoto en mi libreta que los escritores venimos a los congresos a aburrirnos a cambio de intentar sacar algo y los editores a intentar sacar algo sabiendo que, al menos, van a divertirse con nuestros anhelos y nuestras ansias. Es como un circo romano pero con una tensión sexual ligeramente menor, que no se puede ir de culto y de salido al mismo tiempo si estamos a plena luz del día. Pero, en fin, recapacito mirando alrededor, quizá tras las dos novelitas de juventud y el libro de relatos algo menos infame pueda hallar mi hueco entre todos estos hijos de puta muertos de hambre.

xxEs entonces cuando descubro que el tipo sentado a mi derecha, un tío bastante gordo y algo calvo, pugna por aguantarse la risa tapándose la boca con una mano. Me pregunto si me he perdido algún chiste pero estoy casi seguro de que el resto del auditorio ha permanecido tan impasible como yo. No puedo evitar indignarme divertido: ¿será posible que todo el mundo esté haciendo garabatos o recreando su propio cuento de la lechera? Así va la literatura, conducida por egocéntricos aislados en campanas de cristal. La sorpresa hace que intente prestar atención: igual este ponente no está tan mal. Miro para adelante y, mientras escucho una voz tan pausada como nerviosa, observo que sí hay algunos compañeros prestando o simulando prestar atención. Y que no se ríen. Mi compañero de la derecha, en cambio, sigue risueño mientras el conferenciante (reconozco que no le conozco, reconozco no haber leído nada suyo y reconozco no tener la menor intención de hacerlo) un joven mexicano con larga melena, delgado y pálido habla (y es, como mínimo, el cuarto) sobre Roberto Bolaño. La charla, prolija en bibliografía y datos, no parece especialmente divertida, pero de nuevo distingo la risa ahogada de mi camarada, como la de un dibujo animado de hace tiempo. Busco entonces alrededor algo que pueda ser la causa de su hilaridad y al final acabo mirándole de nuevo sin respuesta. Así se cruzan por primera vez nuestras miradas y le veo intentar ponerse serio y lograrlo, con esfuerzo, solo un momento, hasta que le vuelve a zarandear un espasmo nervioso, incontenible, que le sacude como a un flan epiléptico y que casi me hace romper a reír con él. Desde luego hay gente a la que no se puede sacar de casa. Todavía convulsionado se inclina un poco hacia mí y yo, como si fuera su reflejo, hago lo propio. Entonces me dice entre risas:

xx—Jaja, lo siento, es que…, me he…jaja colado.

xx—¿Disculpa?

xx—Que… me he colado… yo, jaja, no soy… escritor ni jaja, nada.

xxDice que se llama José Antúnez y que trabaja en una empresa de extintores. Que cuando vio lo del Congreso se le ocurrió la travesura de intentar colarse a ver cómo era eso de la literatura desde dentro. Y que aquí está. Que se lo está pasando bien. Todo eso dice mientras tomamos una cervecita en el descanso. Le pregunto que cómo es posible, que qué identidad está suplantando, de hecho, simultáneamente me inclino hacia su solapa para comprobarlo por mí mismo. José Antúnez, pone. Eso es lo mejor, me dice con una sonrisa de oreja a oreja, como un niño orgulloso de una gesta trivial, como copiar en un examen o matar un pájaro, yo llegué aquí y desenvuelto les dije que era José Antúnez, que me había llegado la invitación y la reserva de hotel, que tenía preparada mi conferencia pero que no me veía en el programa. Se organizó un lío de mil pares de cojones, me dice riéndose de nuevo, hubo voces, carreras y disculpas. Tanto que pensé que podían echar a alguien por mi causa y que tendría que confesar, que yo no quería molestar a nadie ¿eh? Pero al final nada, un poco de nervios, más disculpas, una tarjetita como la vuestra y aquí estoy. Como uno más. Pienso si no será un escritor que me esté gastando una broma (aunque he de confesar que, por no tener, no tengo ni enemigos literarios) pero Antúnez lo niega con frenesí: «quita, quita, yo no me he leído un libro en mi vida». Miro a Perifáñez al final de la barra, seguramente alentando vanamente a algún iluso o dejándose pagar las cervezas, y pienso lo divertido que sería que intentara fichar a Antúnez, la auténtica revelación del congreso.

xx—Bueno, ha sido un placer —me dice José interrumpiendo mis elucubraciones— pero creo que me voy a ir yendo.

xx—¿Y eso? ¿Te has hartado de jugar a los escritores?

xx—Qué va, si estoy aprendiendo un montón pero es que ahora me toca a mí dar la conferencia y no sé muy bien qué contaros, jejeje…

xxCasi me atraganto con la chistorra.

xx—¿Que te toca a ti ahora?

xx—Claro, por eso me daba la risa floja, es que me estaba poniendo nervioso. No sabía si al final iba a haber descanso entre medias o si tendría que salir corriendo. Pero al final me ha salido bien la cosa. Sin escándalos y con cañita —dice brindando lozano—.

xxMiro el reloj. Compruebo que de la hora de descanso (Antúnez, el muy hijo de puta, no solo interviene, sino que inaugura cambio de bloque) han transcurrido apenas diez minutos. La vida es una cosa extraña, ustedes ya lo sabrán. Las oportunidades y encrucijadas, el destino, los augurios y los azares, todos promiscuos amantes infieles. La gloria y el fracaso, vanos alientos en la nuca, frágiles caricias en el alma, casquivanas amantes intangibles. Vislumbro entre la grasa del platillo los augurios lóbregos como aceite de colza y en la espuma de la cerveza (tal ver por ser la quinta de la mañana) la posibilidad inconcreta de una redención. Quizá, incluso, un guiño improbable del abismo, la amenaza recóndita de la nada. Soy consciente de encontrarme en uno de esos momentos que exigen tomar una decisión. No hay, pues, tiempo que perder. Apuro la caña y pido la cuenta con un gesto expeditivo. Cojo a Antúnez por la solapa y lo llevo hacia la salida. En el medio se planta la sonrisa amarilla de Perifáñez y sus suaves ademanes de diplomático de república bananera educado en colegio bilingüe.

xx—Hombre, a ti te andaba yo buscando…

xx—Lo siento Perifáñez, ahora no tengo tiempo —digo con la satisfacción con que se cierra la puerta a un testigo de Jehová. Y le palmeo el hombro con fuerza—. Ya hablaremos.

xxEmpujo a Antúnez y salimos.

xxA veces preguntarse por qué actuamos de una determinada forma no es más que un entretenimiento absurdo. En realidad, actuamos y punto. No se dejen engañar: no estamos movidos por subconscientes, traumas, ni tan siquiera por impulsos arrebatados: mentimos, matamos y nos acostamos entre nosotros porque sí, y luego nos alegramos o arrepentimos según cómo hayan salido las cosas. El resto es filosofía o, lo que es peor, literatura. El caso es que Antúnez y yo hemos llegado a tiempo y ahora está en el estrado leyendo mi conferencia. Bastante desenvuelto. Y solo me ha costado hacerle tragar un par de chupitos de hierbas mientras eliminaba las alusiones a mi bilbiografía en un bar un poco más alejado. Estoy orgulloso de mi obra (me refiero, por supuesto, a Antúnez, no a las dos novelitas sonrojantes y al libro de relatos algo menos infame). Miro a mi alrededor y no parece que nadie se dé cuenta del ardid. Incluso algunos asienten con la cabeza sus afirmaciones. Como monos hipsters. Como alumnos que creen que poner buena cara, qué demonios, tiene que influir de alguna manera. Aunque, ahora que me fijo, el impostor parece demasiado seguro. Vuelvo a dudar, ¿no será un escritor gracioso que me ha gastado una broma o que, tahúr taimado, no ha querido prepararse una puta conferencia? Nota mental: debería leer más a mis contemporáneos. O al menos mirar las solapas. Mandaría pelotas que a Perifáñez le gustase y, dentro de un rato, se acercara a ofrecerle «hablar en serio», ¿se imaginan? Pero qué más da. Quién sabe si el mensaje (mi mensaje), sin zarandajas ni revestimientos, también es válido: sí, el mensaje permanece por encima del autor porque es óptimo o porque nadie lo escucha, eso no importa. Entonces quizá está de más participar en el circo de la elegancia y la humareda de las vanidades. Fantaseo con crear un auténtico alter-ego, llevarme a Antúnez a todos los Congresos a los que me inviten en un futuro, siempre con un par de chupitos a las espaldas, para leer ingrávido y osado mis frivolidades plagiadas entre alguna clarificadora pero sutil cita de Pessoa o de Cañeque, para cubrirme las espaldas si alguien me pillara. Pero,¿qué digo? Está visto que ya he bebido demasiado: ¿quién va a un congreso a escuchar?

xxAntúnez está ahora con lo del humor como escudo y la amargura como arma (que, bien mirado, resulta de una simplicidad intolerable). Está pues, concluyendo. Empiezo a reír sin poder evitarlo, en espasmos que, a diferencia de los de Antúnez, me sacuden como si, y perdonen la licencia, condujera una furgoneta renqueante hacia un precipicio. Miro el programa para certificar las sentencia ineludible: ahora me toca a mí y Antúnez está leyendo mi plática. La verdad que es para partirse. Noto cómo, la risa transmutada en materia, me caen lágrimas de los ojos y siento la mirada censora del tío de mi izquierda. Intento sobreponerme pero la situación me hace aún más gracia. Se me escapa una carcajada que, a duras penas, retengo con las manos y aspirando con la garganta. Vuelve a mirarme, entre atónito y, casi, muy a su pesar, ligeramente divertido. Como malamente puedo, imagino que rojo y risueño como un niño acribillado a cosquillas, me inclino hacia él para disculparme entre intermitentes carcajadas incontenibles:

xx—Es que… jaja… me he…jaja… colado…

 

 

 

 

ELENA ROMÁN (España, 1970)

SÚPER POESÍA

Osea,
esto es una poesía súper chula
sin rimas ni significados ocultos,
¿sabes?,
en la que aparecen, porque sí,
Maneki-neko y Tarta de fresa,
Leticia Sabater y sus mierdas,
en las que oso juntar las palabras
hez-contemplativa-para-nada-hosca,
en la que increpo a Dios
por, enresumidas cuentas,
no haberme creado más divina,
y me esmero en recitarla súper bien
para que me aplaudan mis iguales,
pero soy única.

 

 

 

VV. AA. Diva de mierda. Una antología alrededor del ego. Cáceres; Ed. liliputienses, 2014.

 

EL 8º PROBLEMA DE YORICK

Yorick 8

 

ELENA ROMÁN

PREONIRIA

Ese sonido como de flauta resfriada no proviene de la tienda de animales, sino de mi barriga. Entré en la tienda para mirar, me compró barata un mosquito, me lo comí, se puso gordo y ahora silba cuando se aburre y me da codazos cuando huele a coñac.
xxSi no se royeran tanto los huesos de cereza, ya habrían brotado en la calle de atrás más de treinta cerezos por centímetro cuadrado, y al mediodía se descansaría. Pero me tengo que conformar con la tundra en el pasillo, con esta selva hasta las rodillas en la que no se me permite enterrar un acordeón al que no haya amortajado antes envolviéndolo en un mono naranja y chispeante. No importa, porque toda eternidad es pasajera y, además, no siempre me apetece inhumar acordeones (no puedo decir lo mismo de los mosquitos).
xxComo hoy es día par, late mi corazón. Lo hará hasta el anochecer, momento en que correrá a juntarse con los tambores. Y yo, intentando reconocer su voz entre otras percusiones, me dormiré abrazada a un listado provisional de afectados por la vida. Luego, al despertar en non, seguirá en su sitio aunque invisible. Con un electroshock le haré salir de su escondite, al norte del mosquito y al principio de un hueso de cereza.
xxLa bengala que llevo clavada en la yugular no me la voy a quitar porque por la noche me gusta abrir los ojos y encontrarme el cuarto lleno de lanchas que me invitan a coñac para reanimarme.

 

 

MUY ACTIVO

Me he venido a la sección de juguetería porque es más popular y menos fría que la mía, y además estoy harto de yogur. hago destacar mi presencia dando saltitos entre Spiderman y Harry Potter, correteando por las baldas, brillando como nuclear, hasta que, al fin, una niña se fija en mí, me señala y les pregunta, encandilada, a sus padres: «¿No es el bífidus activo más bonito que habéis visto en vuestra vida?». Los padres asienten, emocionados, piden ayuda a unos amables reponedores para echarme al carro -pues soy inquieto y espontáneo-, y con el esfuerzo de todos menos el mío soy trasladado a la caja rápida, donde una chica nos recibe con la cabeza y la sonrisa ladeada, y se sincera:»Han hecho ustedes una buena compra. Les felicito. Las correas se pagan aparte. Me llamo Amalia».

 

 

HOMBRE AL AGUA

Al lado de una maleta hay un hombre y a su lado un mar. El taxista con frenillo que lleva al hotel no provoca en el hombre curiosidad alguna. Tampoco llama su atención la hermosa mujer de pelo rojo con la que se cruza en el hall, ella saliendo y él entrando. El hombre mira su reloj, que atrasa; mira el de su habitación, parado. Se asoma a la venta y ve cómo, en el bloque de enfrente, una persiana se convierte en la letrina ocasional de una gaviota. La persona que habita tras esa persiana no advertirá jamás lo ocurrido, porque la mancha se halla en el revés de la persiana y el piso es tan alto que apenas se vislumbra desde la acera. Las gaviotas emiten un sonido como de gallina ladrando o niño soñando (el hombre diría que sus rostros se asemejan a un payaso que murió). No ve gatos porque están en el rompeolas. Está nublado y la playa, prácticamente vacía. En cuanto un rayo de sol se incorpore de una nube y eche a caminar sobre peces ocultos, la gente saldrá corriendo a invadir la arena. En pocos minutos, el agua se llenará de ruido y parejas de ancianos caminarán descalzos por la orilla, casi con prisa. El hombre baja al bar y pide un bocadillo, el número dos. Se queda con hambre y, aunque la pizarra enumere quince tipos de bocadillos, vuelve a pedir el número dos, para qué probar otro, ése le gusta, lomo con queso, otro dos.
xxPiensa acostarse pronto, reponerse del viaje, descansar para no sorprenderse al día siguiente ni el resto de los que completarán su estancia en este lugar. Porque siempre, vaya donde vaya, es el mismo taxista con frenillo el que le recoge y lleva a un hotel en el que se cruza con una mujer a la que no tratará de conocer porque sabe que es imposible, que se perderá calle abajo, que avanzará más rápido que él, una hermosa mujer de pelo rojo y dirección opuesta. Porque en todos los hoteles por los que ha pasado ha visto una gaviota rebozando la persiana de un piso altísimo, así como en todas partes las gaviotas le sugieren gallinas ladrando o niños soñando, y sus rostros le recuerdan a los de una pelota roja de goma muerta. Porque está harto de contemplar cómo se llena una playa para idolatrar a un rayo de sol y, por mucho que lo medite, siempre acaba pidiendo dos bocadillos del número dos. Porque, sea el momento que sea, ningún reloj es fiable y por ello pierde la noción del tiempo. Es el mar quien, en su perenne movimiento, lleva a su encuentro a las mismas personas por los distintos sitios que el hombre visita. Aquí tampoco sacará fotos puesto que lo único que le diferencia de otras ciudades es el color de los edificios y el acento en los bares. El hombre no sabe qué hora es cuando apaga la luz. Al despertar, estará al lado de una maleta al lado de un mar y los gatos en el rompeolas.

 

 

SU PEREZA INTACTA, GRACIAS

Soy una máquina, o eso dicen. Mi labor es la de atender a híbridos de vagos del siglo cuya mayor proeza consiste en introducir unas monedas por la ranura. No les basta con los productos precocinados que sólo hay que calentar un minuto en el microondas. En busca de que se les dé todo hecho, acuden a mí. Hablando de ellos, por ahí viene uno.

xxHola, cariño, ¿cómo estás hoy?, ¿qué te apetece comer?, ¿te frío unos huevos y unas patatas?, ¿o prefieres pollo?

xxQuiere tortilla de patatas. En cinco segundos se la hago, porque soy una máquina. Pero cuando saco mis brazos articulados para entregársela, advierto, por su expresión, que no se conforma con que se la ofrezca. Éste no es un híbrido: es un vago puro, sin mezcla.

xx¿Qué quieres?, ¿que te la parta en trocitos y te los vaya colocando en la boca? ¿Y a que también vas a querer que te mueva la mandíbula evitándote el esfuerzo de masticar?, ¿y que luego te masajee suavemente la barriga para procurarte una buena digestión? Venga, mastica bien: ésta por mamáaa, ésta por papáaaa. ¿Qué? Está rica la tortillita, ¿eh?

xxDice que sí. Es muy feliz. Le doy unas palmaditas en el hombro y aquí terminan mis servicios en función del importe exacto. El eructo lo pone él. Me voy acostumbrando.

 

 

UN PEQUEÑO TROZO DE NOCHE

Milagros ya no trabaja aquí. tenía el turno de noche y, no pudiendo dormir con la luz del día, fichaba agotada, somnolienta. Recibió en su buzón la publicidad de lo que pudiera ser la solución de su problema: se vendían trozos de noche para ventanas de todos los tamaños y diseños. Compró uno pequeño para el ventanuco de su cuarto y no averiguó cuántas estrellas contenía, porque se durmió enseguida. Como siempre es de noche en su cama, no se despierta. Ya no la esperamos. Hemos puesto, en su lugar, una máquina de café. Funciona.

 

 

 

 

ANTONI DEFEZ

ESCALOFRÍO

En la acera, a plena luz
dos cuerpos se funden encarnizadamente,
las bocas juntas,
se comprimen, apenas se ven,
la sangre hierve, quema el tórax,
intercambian saliva, caricias,
las manos que aprietan, los dedos que buscan,
giran un poco, se elevan,
imperceptiblemente crecen,
menguan, suben,
se roban el oxígeno,
respiran uno en el otro,
se devoran,
están a punto de caer.
Se miran perplejos, avaros, confusos.

En el taxi un escalofrío recorre la espalda
de un hombre desconcertado que se esconde
instintivamente en el asiento de atrás
para evitar ser descubierto:
la hija, aún adolescente, se entrega
humeante a aquel macho desconocido.

Y con la boca áspera, sintiendo
todavía el tajo de aquella cuchillada,
el hombre desvía la mirada y ve
el cumplimiento brusco de una naturaleza
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxinexorable.

 

 

 

 

JULIÁN CAÑIZARES

EL ESCRITOR

Este escritor es el más misterioso del mundo.
Ha publicado numerosos libros. Ha tenido buena acogida
por parte de la crítica; también del público.
Los editores se pelean por sus obras. Él lo sabe.
Sus palabras son asequibles. Es cordial con la prensa.
Su vestimenta y sus actitudes son muy normales.
Sin embargo, hay algo misterioso en él,
que lo diferencia del resto del mundo.
En sus libros, en el apartado de biografía, se indica
el año de su nacimiento, y el de su muerte.
Cuando se le pregunta sobre este extraño dato,
él no responde. Sonríe y solicita otra pregunta.
Nadie nunca ha sabido por qué ese extraño dato.
El año de su muerte con tanta exactitud,
cuando todavía está vivo, y con un margen amplio.
Hace unos días se ha terminado el año.
El de la muerte. La suya. Y hoy, en la televisión,
se le ha visto asistir a la presentación de un libro.
Después ha presentado su nueva obra. ¿Por qué?
¿Qué es exactamente lo que hay después de ese año?
¿Qué podemos preguntarle a partir de hoy?

 

 

MITOLOGÍA

Se citó a un jugador de billar y a un jugador de baloncesto.
En medio de la pista de baloncesto se situó una mesa de billar.
Se cerró la puerta del pabellón. Y desde el exterior
se les dijo: ¡jugad! El jugador de billar abrió su partida.
El jugador de baloncesto sacó de fondo. Tres segundos después,
o quizá cuatro, los dos pararon. ¿Cuánto tiempo
tendremos que hacer esto?, se preguntaron los dos jugadores.
La canasta con su red, la mesa con sus troneras. El vacío.
No sabían que en el exterior no quedaba nadie.
Se habían alejado en un monoplaza de fórmula 1, veloces,
hacia el norte más lejano. ¿Seguimos jugando?, se preguntaron.
Y cada uno volvió a su juego, a la carambola y al enceste.
Cada uno con la sensación de hacer un partido inocuo;
rezando, implorando, deseando que los de ahí fuera volviesen.
Sin saber que aquellos monoplazas podrían tener, en cualquier momento,
un accidente. Sin saber que a lo mejor ya no regresarían.

 

 

 

 

ISALÓ GÓMEZ

SOBREVIVIR NO FORMA PARTE DEL ESPECTÁCULO

I

Yo era como uno de esos viejos almendros
que, en la verja de atrás junto al brocal del pozo
hechos al sol maleducado,
por ímpetu, por presunción, o simplemente
por la más pura demostración de estupidez
florecen en enero;

como si no lo supieran;
como si en años y años de pasar siempre lo mismo
no supieran
que un hielo tonto en marzo
da al traste con el trabajo del invierno.

Yo era como ellos,
con un único afán:
añadir cada año un anillo a mi corteza
y da igual la esencia de la flor,
la dulzura, el amargor del fruto.

 

II

(No tiene por qué quedar
esta sensación de poema inacabado)

Digamos que los árboles, a veces,
disfrutan del reinado del verde de la hierba,
de las amapolas a sus pies,
de las avispas horadando su centro.

Digamos que él, que se había ido,
volvió a mi casa,
a danzar en mi patio,
a sentarse en mi sombra.
Digamos que llegó como un tornado de violetas.

Se hizo de día.
Se hizo de noche.
Y aún estoy aquí,
encadenando escalofríos de por vida.

 

 

 

 

FRANCISCA GATA

A UNA MUJER QUE BARRÍA EL BALCÓN DESNUDA EN LA PLAZA DEL DEPÓSITO DEL SOL

Ayer, hermosa, venía por la plaza, andaba cabizbajo, reflexivo,
rumiando el pan de un pensamiento,
callando mi verdad de estar tan vivo, pues que inútil mortal,
consideraba que no hay mayor prodigio,
y no es derroche, para sentirse ledo,
que una cama bien hecha, con sus sábanas
y una pájara pinta, tan pintada, que de churretes
te tiña la almohada. La tarde olía a palomas mensajeras,
a muchas, defecando, a turbamulta,
y el sol se defendía a mamporrazos
con la cruel y díscola penumbra.
Y fue que, por observar tan singular batalla,
noté ganas de alzar ojos y cejas,
también elevé un poco la cabeza, lo justo
nada más, lo imprescindible.
Y al mirar perdí los imperdibles, pues te vi, hermosa mía,
sin más prenda que una villana escoba
que barría, accionada por tu impulso,
qué de polvo soltaba tu impereza,
parecía que barrieras el desierto y al tiempo,
mujer limpia, liberada,
meneabas los labios con el gesto
de cantar las canciones más ansiadas,
para ser animales en el lecho.
Sólo un mendigo poblaba la placita y al mirarme mirar
miró conmigo y pensó, ya ves tú si no es delirio
que, o bien el tinto tetrabrik estaba malo
o se había pasado en el ingesto.
Qué nalgas, dije yo, y él sin dudarlo mencionó
que el demonio tiene cuerpo y es cuerpo como el tuyo, relicario
aunque despida fuego, mas transforma la vida
en algo muerto. Qué pechos, qué plumón,
quién fuera sueño para entregarse loco
al edredón, a la marea de caderas tan noblemente sanas,
morder, obviando el daño, esa manzana
y así pasar los años o los días.
Quién fuera palo de escoba, aquel palo,
para ser mujer por ti agitado
que, aunque levante polvo,
no te produzca alergia ni prurito,
comparados los polvos con la paja
que en este ojo ajeno se ha clavado.
Y el mendigo: «Hay que ver, yo es que no salgo
seco de este asombro», y más vino y eructos en mis hombros.
El mendigo era un cerdo
y mendigaba para pagar su casa en la playa.
Eso me dijo el muy, muy, muy ladino,
y mecachis, si por Dios, no le aticé,
porque yo estaba, y es fácil de creer,
con una erección que me alarmaba,
porque al verte de lejos, tú barrías,
porque aunque trempara y trepara,
no eras mía, quizás en esa torre secuestrada
tenía algún señor tu lozanía.
Y mis ingles reclamaban oro puro,
de tu piel el chorreo de ambrosía,
de esa boca que adiviné perlada,
quería desprender otras palabras,
las que el amor disfraza de poesía.
Y así estaba que no estaba
cuando noté un calentor en mis pisadas,
oh, terror, era el mendigo que en mis huellas
sin tiento vomitaba mientras yo con los ojos te comía.
Ay qué asco y que dulzura y qué ansia de volar
a tus macetas y libar como abeja, como mosca chupar,
como mendigo seco, el sudor que escapaba de tus piernas.
Pero me fui, porque salió tu madre y me vio tan salido
y tan manchado que al borracho y a mí levantó mano,
como si fuera un acta levantada,
para advertir que venía soldadesca,
que a la guardia civil había llamado,
policía nacional y guardia urbana.
Le faltó por llamar a los bomberos.
¡Joder con esa madre!, no descansa.
Claro que si das a menudo en barrer
el balcón de tus amores, sin blusa, sin enagua,
sin, yo qué sé, un velo que te cubra,
tu madre habrá costumbre de llamada
y habrá costumbre de acudir muy presto,
pues no todos los días te agasajan
con salvar damisela desnudada,
barredora, cuerpo enhiesto, que te pone tan tonto
que tonteas y se te salen los ojos de los cestos
y te dejas vomitar cual papelera,
porque tienes en el cuerpo tanto gusto
que crees que eres tú quien se derrama
contemplando las gracias de la gracia.
Adiós, mujer, ya volveré mañana,
dile a t madre que se introduzca el dedo
de marcar, en esa parte
ideal, si lo que quieres es sentarte,
o darte al ventoseo cuando hay necesidad
o hay cachondeo o pretendes calentar el frío hogar.
En fin, lozana, no barras sin un chal,
no ves que matas, que estás como ese AVE
que dijeron vendrá a Albacete un día de estos.
Adiós preciosa, ponte ropa interior u
otra cosa, no sea que te resfríes y te mueras
y el mástil de mi bandera se me tronche,
qué haré los sábados, si salgo por la noche,
si mi ejército asedia algún fortín,
ridículo estratega pareciera y tú,
mi bien, desnuda calavera.

 

 

 

 

ARTURO TENDERO

C/ HERMANOS GIMÉNEZ, 27

La paja no es mejor contenedor
para las relaciones
humanas que el ladrillo
aunque entre nuestros genes haya briznas
de paja distraídas
durante los furtivos escarceos.
Al final te acostumbras a vivir
lejos de la incomodidad
donde creciste, a ver
una torre de pisos
en el mismo solar donde estaba la casa
que ni siquiera logras recordar
con detalle, aunque la lleves dentro
porque en ella aprendiste a percibir.
La calle era de tierra,
eran otros los ruidos. Si te asomas
a la ventana
del pasado en busca de asideros,
encuentras una vaga sensación
tan pegada a la piel, que es la piel misma,
un indicio que sólo a ti te sirve.
Y se han ido muriendo los testigos.
Te tienes solo a ti, no tienes nada,
hombre de paja. Ni siquiera
sabías de qué era la estructura
hasta que, en el derrumbe,
cayeron a tus ojos los cascotes,
las vigas mezcladas
con la piel de tu infancia.
Y eso eres,
ciudad que ya no existe,
sensación que deambula
como un fantasma
por debajo del hombre que parece
desenvolverse bien entre ladrillos.

 

EL 7º PROBLEMA DE YORICK

Yorick 7

 

 

ELENA ROMÁN

TE DIJE QUE ELIMINARÍA TODAS LAS HUELLAS

xxBarriendo, parece que la casa adelgace. Ya he llenado tres bolsas de basura con sombras, y eso que sólo he terminado con el dormitorio y el salón.

xxLa cocina no la limpio: la exorcizo, y así se marchan los espíritus de las ratas y los vapores de los alimentos caducados.
xxEl espejo de la entrada no me refleja como soy, sino como era la última vez que lo limpié, con una sonrisa de más y una ausencia de menos. Paso el trapo por encima y me enfrento a mi imagen actual. No me gusta. Vuelvo a pasar el trapo, desaparezco.
xxLa alfombra de bienvenida está tan sucia que el polvo ha cambiado sus letras; ahora dice «Adiós». Al levantarla, descubro un beso, intenta huir, lo aplasto, se derrama en rojo y lo borro haciendo bailar las tiras de la fregona sobre él.
xxA través del pasillo, el rastro de agua con detergente se trenza, como arco iris mate.

xxEstoy encerrada en el cuarto de baño. Poco a poco he ido quedándome sin espacio. Comparto la última baldosa con el cubo de agua, de puntillas, agarrada al palo. Hace frío. A mi alrededor, todo es humedad con aroma a pino. Tardará en secarse. Escucho gotear un grifo, pero no sé cuál es, no puedo moverme para ir a cerrarlo y el sonido cada vez es más fuerte, más cercano, más rápido. No lo soporto. Gota a gota forma una palabra: «Desinfección».
xxLo he limpiado todo. Sólo queda una baldosa: ésta, la mía, yo.

xxSin mover los pies, levanto en vilo el cubo de agua. Estirando el brazo, alcanzo a colocarlo dentro de la bañera.

xxMe introduzco en el inodoro y desde ahí friego la baldosa.
xxAhora sí está todo limpio.

xxMe como la fregona.
xxBajo la tapa y anochece sobre mi cabeza.
xxTiro de la cadena.

 

 

 

PARADA EN VERSO

Eva se levanta, se viste, se restaura, se toma un café mientras se peina. Coge el bolso y las llaves, se le escurren, se le caen y, en mitad del descenso, a Eva se le ocurre un verso. Retira la mano que estaba destinada a coger las llaves, imagina que su dedo índice es un bolígrafo y escribe el verso a la inversa en el espejo, mientras un ruido de metales golpea el suelo sin violencia.
xxEva recoge las llaves, abre y cierra la puerta, baja las escaleras de dos en dos, sale a la calle y…la exagera. Lo que es gris lo pinta de azul, lo que es negro, de blanco, lo que es marrón, de rojo, lo que es silencio…de verso, que apunta esta vez en su ombligo, y lo acaricia y lo arruga y se sonríe y se sorprende, pero alguien le increpa y ella se entretiene en no responderle. Se esconde el poema bajo la camiseta, se marcha, y como un eco se eleva, Eva.
xxEstán esperando a Eva. La recibe un hombre a rayas, muy serio, muy tenso, poco generoso, que cuando ella le da los Buenos Días, él tan sólo se los presta. Quiere saber su edad, conocimientos y experiencia. Y entonces Eva se bloquea, y divaga, y suspira, y se emociona, y recuerda en voz alta los felices días de su infancia, y se pregunta qué es poesía, sino la vida misma, y asegura ser Licenciada en Arte y Confección de Versos, haber cursado estudios de Diseño Trágico, y poseer un don innato para la Decoración de Interiores. De pronto, Eva se muerde la lengua, mira al techo, resopla, comprende, y, amablemente le pregunta si podría repetirle la pregunta. Al hombre a rayas se le queda la cara a cuadros, le quita los Buenos Días y la despide, empujándola hacia la puerta con los ojos.
xxEva se va. Eva está triste. Eva se sienta en un jazmín y le sobra la mitad de los pétalos para cubrirse la cabeza y tener la sombra perfecta donde escribir un poema. El poema en el que Eva se hace poema, se levanta, se viste, se restaura, y sale a buscar trabajo en días de lino y prosas.

 

 

 

 

ARTURO TENDERO

TRAIDOR

Siento extraña la tierra
que fue para mis muertos
el único lindero concebible.
Qué viento es este
que contra el rostro afila su cuchillo.
El campo, sus olores,
todo es ajeno a mí.
Sólo vengo a cambiar
la piel de mis problemas,
no a exponer los sentidos
al clima y su amenaza.
Si mi abuelo labrase aquí
delante, con mi edad,
curtido, sudoroso,
cómo reconocernos,
qué recelo feroz,
qué lejos me han traído
los años y los libros,
esta paz mentirosa.

 

 

REGRESO

Está el camino a veces y otras no,
se desanima. Y hemos de buscarlo
en la costumbre, en signos que lo guardan,
como esa vieja casa de campo hecha cascotes,
tomada por insectos, ortigas y reptiles,
antiguos moradores del lugar
que lo han recuperado tras un exilio breve.
Buscamos de reojo algún vestigio
de los que aquí vivieron, de su extinta rutina
sin duda comparable con la nuestra:
olor a pan, sudor, chisporroteo de lumbre…
Y todo lo que hallamos son ciertas presunciones,
inexactas sin duda. Qué fácil se recicla
nuestra compleja trama:
pasiones y hasta hogares que parecen tan firmes
caben en los anillos de una encina.
No es erigir acaso lo que importa,
es mantener en pie lo que encontramos,
aprender a vivir en las antiguas casas,
vestir viejas costumbres, desbrozar el camino
que lleva del que fuimos al que somos.

 

 

 

LEÓN MOLINA

SOY EL HOMBRE ÁCIMO QUE SE ALIMENTA DE LOS MAPAS OLVIDADOS.
El maquis de mi derrota.

 

 

Miro con otoño la chopera que desnuda al viento.
Recuerdo el amarillo que promete.
Las estaciones cumplidas  se recuestan a mi lado, lamiendo la inexistencia que me
envuelve como una placenta.
El tiempo es un gigante perdido en la memoria.

 

 

Soy el almuédano que me llama a una oración que desconozco.
Palabras que quedaron atrapadas en el ámbar del tiempo.
Ciego de su luz, hablo en una lengua extraña.

 

 

El aguacero resuena en el parche de mi memoria. Los truenos son el ruido
de otros mundos que tropiezan con el nuestro. Grandes olas de silencio rumoroso
se estrellan contra la casa. Preparo el café como si fuera a salvarnos.
No hay dolor ahora en no decirnos nada.

 

 

Pero ese cándalo que lanza sus preguntas como fuegos de artificio, consume
las últimas nubes que me he inventado.
La noche encara las bombillas del callejón. Regreso a mi lectura.
Abro de nuevo el libro por la misma página en que tú no estabas.

 

 

Las zarzas esconden muebles desahuciados entre las ruinas.
La aldea muerta.
Sobre un viejo arado convoco a los grillos.

 

 

 

MIGUEL ÚBEDA

LA MUERTE DE SÉNECA

Amante de los ínfimos placeres;
estoico convencido, consejero
y preceptor del príncipe que había
mandado -nada menos- la muerte de su madre.
Disfruta de la cena, en su retiro
cercano a la ciudad, entre fuentes veloces
y pino perfumado, entre rosas,
donde huía el dolor considerado
en tantas ocasiones compañero.
Junto a él, a la mesa, lo acompañan
un par de amigos fieles y su esposa Paulina:
ríen, recuerdan gratos momentos que el verano
ardentísimo en Roma les había ofrecido
al cobijo de aquellos muros frescos,
las veladas pasadas en buena compañía,
los rigores alegres de aquella juventud.

Cae la tarde: afuera va naciendo
la oscuridad plomiza, sin estrellas,
y el cuerpo del anciano se estremece.
Ha oído cómo piafan los caballos,
el choque pretoriano del metal
que rodea la villa como la misma noche.
El tribuno regresa. Nerón le ha ordenado
a Séneca que debe darse muerte.
Un grito en el silencio impenetrable
de la sombra, y el anciano se aterra:
Paulina llora y se desgarra las mejillas.

FRACTAL 2012

noviembre 5, 2012 4 comentarios

El viernes y el sábado no subí nada al blog porque Cris y yo estábamos en Albacete, disfrutando de la segunda edición Festival Fractal de Poesía Joven. Es cierto que nos perdimos la presentación de la antología publicada para esta segunda edición y el primero de los recitales (el que dieron Maurice Chandler, María Moreno y Javier Temprado el jueves en el Café Época), pero asistimos a todo lo que desde Fractal estaba previsto durante el viernes y el sábado.

Una de las razones por la que fuimos al Festival Fractal fue porque el año pasado Cris y yo participamos en él y fuimos incluidos en la primera de las antologías que han publicado (una antología en la que compartíamos espacio con poetas de la talla de Pablo García Casado, Joaquín Pérez Azaústre, Elena Medel, Javier Moreno, Ben Clark, Ángel Paniagua, Alberto Chessa, Raquel Lanseros, Alberto Santamaría, Raúl Quinto, Ana Gorría o Luna Miguel); la otra razón es que uno de los organizadores y su compañera nos insistieron tanto que no pudimos negarnos a estar con ellos un par de días.

 

 

El cartel de este año, que demostraba que Fractal quería mayor fusión entre las distintas disciplinas artísticas, ha corrido a cargo de Chema Arake y era éste:

 

 

Y la antología publicada este año, y preparada por Rubén Martín Díaz, incluye a Jesús Bernal, Mercedes Díaz Villarías, Juan Andrés García Román, Sara Herrera Peralta, Javier Lorenzo Candel, Luis Martínez-Falero, José Martínez Ros, José Ignacio Montoto Mariscal, Antonio Praena, David Eloy Rodríguez, Elena Román, Basilio Sánchez, Estelle Talavera, Javier Temprado y Arturo Tendero.

 

 

Fue genial asistir a la inauguración de la exposición conjunta de fotopoesía, escultura y libros de artista albergada en el Museo Provincial de Albacete; digo que fue genial porque quedó demostrado que los políticos son iguales en cualquier parte del territorio nacional: un cúmulo de excusas baratas, tópicos y demagogia  de supermercado; y fue genial porque algunas de las fotografías y las esculturas nos parecieron absolutamente geniales, así como muchos de los poemas visuales creados por alumnos de la Escuela de Arte de Albacete. Aquí tienen a Andrés García Cerdán dando paso a la inauguración de la exposición:

 

 

Por la noche, en el Viktor’s Café asistimos al recital que ofrecieron Matías Miguel Clemente y Javier Moreno. Matías Miguel Clemente fue un descubrimiento del que habíamos oído hablar y que nos impresionó con su búsqueda de los límites. De Javier Moreno, que leyó poemas de su último libro, ‘Cadenas de búsqueda‘, no puedo decir nada en este blog que no sea que Javier me parece uno de los mejores poetas que hay en este país (a la misma altura que su vertiente de escritor). Aquí los tienen en acción.

 

 

 

 

 

Y aquí dejo un poema de cada uno de ellos:

 

predolor

no quiero hablar del dolor para eso ya están las agujas y los pies
descalzos y los padres y alguna materia viscosa no quiero hablar
sino del predolor de lo anterior  de  la  hacienda  de  lo  pretallado
y de lo que hizo al  hierro  volverse  amarillo  y  pudrirse  debajo
de las manos aquellas que labraron a golpes de cuello una savia
que no absorbe y quiero hablarlo desde una silenciosa caravana
de cometas que amenace con cumplir su neura de mudanza
aleteando desde el  cielo con lámparas de infierno  y peregrinos

hablaré desde allí de lo que se hizo antes del dolor lo haré
y lo haré bien  porque  la piel desertizada  sabe lo que pasa antes
lo que inaugura lo que predestina y rige la piedra y su chispa

 

(Matías Miguel Clemente)

 

 

LUBINA SALVAJE

Fui al mercado, caminando deprisa a través del frío
de diciembre hasta la pescadería. Allí pregunté por la lubina
y, a pesar del precio, opté por la salvaje
Me gustó la reciedumbre de sus escamas
su color oscuro, como si todavía guardase algo de la profundidad
del mar pegada a su piel. Y salí del mercado con mi lubina
bajo el brazo, y al llegar a casa me di cuenta de que no
cabría de ninguna manera en la vaporera
Así que me puse manos a la obra, tomé el cuchillo
más grande de casa y me dispuse a trocearla
Era una tarea de pescadero. Algo difícil abrirla
longitudinalmente, hacer que el filo
hendiese la carne tangente a la espina
cortar la cabeza
Tuve que ayudarme del mazo del mortero
para seccionar la enorme cola
Las escamas parecían de acero
Comenzaba a sudar, a pesar del frío
Entendí que ser salvaje era una cualidad de algunos cuerpos
una resistencia a ser atravesados por personas
que leen y hacen versos
Y entonces sentí por un momento envidia de aquella lubina
de aquel ser salvaje

 

(Javier Moreno)

 

 

 

El sábado por la mañana empezaron a torcerse las cosas (visto desde fuera por alguien que ha asistido los dos años seguidos al Festival). Y es que una de las mejores ideas del Festival, las ‘Cañas poéticas‘ –un evento en el ‘Shangri-Lá Bar’ en el que los asistentes leen poemas que no sean suyos y a ser posible que se encuentren en la antología que publica Fractal mientras se remoja todo en cerveza– fueron este año un caos organizativo, un evento deslabazado al que sólo asistió durante todo el evento uno de los organizadores…sí, lo han adivinado: Andrés García Cerdán.

Ya por la tarde, en el Café Indiano, asistimos a la presentación de tres libros premiados en el último año de tres autores albaceteños (Antonio Rodríguez, Javier Lorenzo Candel y Rubén Martín Díaz), que junto a Arturo Tendero ofrecieron una lectura poética excesivamente reposada a mi parecer. Después, una Mesa Redonda bajo el título ‘Poesía y crisis’ que moderó la poeta Cristina Morano, mostró a unos autores que se fueron demasiado por las ramas ante preguntas directas como el planteamiento de los temas clásicos en la poesía actual que los poetas de la mesa contestaron refugiándose en los autores clásicos y en la tradición y sin contestar a la pregunta de si el planteamiento debe cambiar o no.

 

 

 

Y casi para terminar el Festival llegó la bomba del mismo, un evento ante el que los amantes y los curiosos de la poesía deberían estar haciendo cola, un acto en el que se pudo palpar lo que cierto amigo dice que le falta a la mayoría de la poesía española actual: volar. Pues bien, si hubieran visto el recital que se llevó a cabo como penúltimo evento de este Festival Fractal, habrían escuchado, visto y sentido en cada poro de su piel cómo la poesía puede volar hasta cotas insospechadas. El recital en cuestión lo dio Juan Carlos Mestre y sé a quién se le saltaron las lágrimas viendo a este poeta que este país ignora enciclopédicamente. Joder, qué amor a la palabra, qué lucha a brazo partido ante quienes pretenden robarnos el significado de los más altos términos, qué musicalidad en la sabiduría…joder, qué gustazo haberlo visto, haberlo escuchado y haberlo disfrutado como pude hacerlo el sábado en Albacete.

 

 

 

 

 

La despedida definitiva se llevó a cabo en el ‘Torito Bar’ y corrió a cargo de La Cooperativa DJ. Esa es una de las mejores maneras de terminar una fiesta como Fractal Poesía (no se imaginan la sed que dan estas cosas).

Eso sí, aunque fue un placer reencontrarse con Luis Merino, con Antonio Rodríguez o con Constantino Molina, y conocer a jóvenes poetas como Javier Temprado, esperamos que el año que viene se solventen hechos como que de todos los organizadores sólo uno estuviera en todos y cada uno de los eventos (no como ocurrió el año pasado), porque si no es así, el evento podría terminar muriendo de agotamiento por culpa de muchos de los males que aquejan al mundo poético español. Desde aquí espero que todo se solucione y vaya mejor el año que viene, porque es este un festival que merece la pena.

 

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