Archivo
LOS REGALOS DE LOS AMIGOS (150)
.
Pues, como pueden ver en la imagen, esta mañana me ha llegado a casa la primera novela publicada por Cristina Morano. Ha salido gracias a la albacetense InLimbo ediciones.
Y, ya saben, en cuanto pueda les contaré algo de la misma.
.
RESUMEN DE NOTICIAS DE 2020
Lo cierto es que no sé muy bien por dónde empezar. Me importa muy poco la pandemia como para hablar de ella aquí; hablaría en todo caso de ciertos comportamientos, pero eso me llevaría demasiado tiempo y sería inútil lo que alguien como yo pudiera comentar.
Este año no saben lo importante que es para mí dar las gracias a todos aquellos que de una u otra manera me han tenido en cuenta. Les contaré, muy por encima; no hay por qué entrar en detalles, al menos de momento: hace unas semanas, tomándome una cerveza con un amigo, me preguntaba por cuestiones laborales y al explicarle lo que necesitaría para poder hacer lo que quiero hacer terminamos hablando, cómo no, de dinero; al contarle lo que había cobrado el mes anterior y preguntarle si así había manera de ahorrar, me respondió que no sabía cómo se podía vivir así. No hay nada como dar números para que se entiendan ciertas cosas. Así que, por eso, quiero agradecer con mayor intensidad, si cabe, que otras veces, que Rubén Pozo y Lichis, Pedro Chillón, Alberto Alcalá, el Manin y Antonio de Pinto me hayan invitado a sus conciertos y/o regalado sus discos, ellos saben de mi devoción por la música. A Joan de la Vega, Luis Sánchez Martín, Joaquín Piqueras, Cristina Morano, Juan López-Carrillo, David Trashumante, Isabelle García Molina, Pepo Paz Saz, Vicente Velasco, Sandro Luna, Víctor Peña Dacosta, Alexis Díaz-Pimienta y David González Lago hayan tenido a bien aumentar la cantidad y la calidad de mi biblioteca particular.
Además, sería impensable este año sin haber tenido a mi disposición las bibliotecas particulares de josé antonio martínez muñoz, José Daniel Espejo y Cristina Morano.
De todo lo que ha caído en mis manos este año, me parece esencial haber descubierto a Marcial, a Hugo Mujica, a Jesús Aguado, a Harkaitz Cano, a Javier Salvago, haber leído a Cavafis traducido por Valente y el ‘Yosotros’ de Raúl Quinto. Léanlos si no lo han hecho (es solo una recomendación).
Gracias a todos.
Seguimos.
NO VOLVERÁS A HABLAR NUESTRA LENGUA -extracto-
Has tenido una revelación
mirando archivos del pasado: el lenguaje
no sirve para esto. Esto, para lo cual
sólo tienes el lenguaje. Entonces,
sales de la nave sanitaria
con las llagas abiertas al aire
amparada en la creencia maternal:
que para curar las heridas
lo mejor es dejarlas al aire.
Avanzas de nuevo,
sin otra opción que seguir dentro
de la grieta-llaga del idioma,
al aire.
Dónde está mi perro,
dice la santa,
balbucea la santa, balbucea y balbucea,
su sangre verdosa ha superado,
metabolizado y asimilado al virus.
Benditos serán sus hijos, mestizos
de ébola y perro.
Con cincuenta y dos grados a la sombra
hasta el colchón de la cama
se inunda de sudor,
un operario te toma la temperatura,
te manda de vuelta a casa,
el charco donde escribes
el amor en forma de Texto,
eres así de trascendente:
cursi de manual,
alcohólica de manual, enferma de libro,
eres así de gilipollas.
Si hubieras entendido
que estás hecha para la palabra
y no para la alegría,
no hubieras enfermado de amor,
serías una más entre todos los sanos,
los fuertes,
los que aúllan de miedo
cuando perciben los virus.
Señales de dientes
en tu puño derecho,
el que golpeas contra el muro
llorando,
llenando de babas tu cuerpo;
cicatriz
de un animal en tu mano izquierda,
que un día volverá a salvarte del tedio.
El amor es una fiebre muy alta,
superior a los treinta y ocho
con seis grados centígrados,
que desencadena un protocolo de contención
con trajes plásticos cerrados
y ambulancias nocturnas.
Hay luces rojas y gente corriendo,
aviones en cuarentena,
camas mojadas donde te meas y lloras.
Se reduce tu identidad
a un charco debajo de tu espalda.
No hay nombres ahí.
Constantemente envías
mensajes cortos de texto desde tu charco,
nadie contesta. El verso es un
no-mensaje corto de texto
no enviado sino ensamblado
con palitos y cuerdas
como juguetes de niño de barrio,
nadie contesta,
se pierde se moja en tu charco,
se deshace y olvída-
se para que en libros menores
la gente sin fiebre
señale la técnica y adore
sus propias lágrimas.
Ah, la locura
que fecunda el arte, la mierda del arte.
Lector que hierves en los bordes del texto:
llénalo de mocos y babas,
llora conmigo, busca mi perro,
mancha esta línea,
fecunda este verso, tridimensiona esta página.
Pudre mi memoria: que brote
del poema otra cosa
que sirva para alguien
que para mí no sirve.
Morano, Cristina. No volverás a hablar nuestra lengua. Cartagena; Ed. La estética del fracaso, 2020.
P.D. Háganse el favor y lean esto.
LOS REGALOS DE LOS AMIGOS (C)
Acaba de llegar a casa el libro que pueden ver en la imagen: ‘No volverás a hablar nuestro idioma’, de Cristina Morano, publicado por la editorial La estética del fracaso.
Se dan muchas casualidades al mismo tiempo: que es el regalo número 100 (en cuanto a música o literatura) que recibo desde que abrí el blog -no podía ser otro libro el que llegara con esta cifra redonda-, que el regalo es más que un regalo y que la amiga es más que una amiga.
Sé, como ha sucedido siempre, que el libro de Cristina me arrasará, pero también sé que poéticamente está a una altura que muchos envidian. De aquí a nada les cuento.
DESPUÉS DEL RECITAL DE HOMENAJE A JUAN LUIS LÓPEZ PRECIOSO
Anoche fue magnífico escuchar en la voz de algunos de los que coincidieron con él a lo largo de su vida, todas las maneras en que Juan Luis López Precioso se fue dando a conocer.
Entre otros, estuvimos leyendo sus poemas Isabelle García Molina, Cristina Morano, Soren Peñalver, Juana J. Marín Saura, Sebastián Mondéjar, Pascual García o un servidor.
Aquí algunas fotos del evento.
LGC1
Hoy dejo aquí algunos poemas que aparecieron en el primer número de la ya extinta revista de poesía La Galla Ciencia.
JOSÉ MARÍA ÁLVAREZ
COMO ASEGURABA KARL KRAUS, PUEDE QUE LA MUJER
SEA UN SATISFACTORIO SUCEDÁNEO DE LA MASTURBACIÓN,
PERO ESO REQUIERE UNA IMAGINACIÓN DESBORDANTE
Y COMO DICE SAINT-SIMON —AUNQUE CREO QUE ÉL
SE REFIERE A LA DUQUESA DE BERRY—, ERA LA SIRENA
DE LOS POETAS, CON TODOS SUS ENCANTOS Y TODOS
XXXXXXXXXXXxxXXXXXSUS PELIGROS
Devórame, hija de la gran puta.
Mientras me corro sentir tus dientes de odio
y esos ojos obscuros como topacios fríos.
Chúpamela con esos labios
párpados de la Muerte.
Que sea lo último que vea.
Devórame así,
sin quitarte esa falda
viciosa, esa bisutería infernal.
Besar tus ojos, oler tu pelo,
esas axilas donde sombrea un vello mal rasurado,
morder ese vientre omnipotente,
esos muslos ambiciosos.
Así, como estás.
Entrar en tu coño
como debieron adentrarse
en la luz de Asia los caballos de Alejandro.
Y entonces te das cuenta:
No le hablas a nadie. Estás hablando
solo. Ella no te escucha.
No huele, no respira, su carne no se estremece.
Es una fotografía.
El cartel de una película.
Pero hay algo en esa fotografía…
Como una mano de hielo que te estrujara
las tripas.
Una belleza nueva. La Belleza de este
siglo.
Brutal. Pero te excita.
Despreciable. Pero la
deseas.
Y ahí está. Esperándote.
Para que te encanalles en la vulgaridad,
busques a ese que también eres tú
en el sabor de lo sucio, lo turbio, lo bestial.
Diosa de polígono
industrial, ninfa de hamburguesería, sirena
de botellón.
Dido de grandes superficies
y parkings monstruosos.
Tan brutalmente hembra te deseo.
Esa Nada de su mirada es hermosa,
sin futuro ni pasado.
Pero Helena de Troya cuando brillan
sus muslos
en la luz de un water de discoteca,
sobre el capó de un coche bajo la Luna.
Ah la Echegui en esa fotografía.
Su talento de actriz
+ el rugido de su cuerpo
+ mise en scène por Bigas Luna
+ eso que los arrastraba
más allá de ellos mismos; esa fuerza
letal
de la sexualidad nueva, ese insecto atrapado en ámbar.
Ah la Echegui en ese cartel.
Hija del photoshop que para siempre
así la entrega a nuestros sueños más lascivos.
Neón en vena.
Esa Diosa asesina.
Una fotografía ante la que soñar
con placeres feroces.
Y masturbarse, masturbarse, masturbarse.
Oh sagrado sightseeing.
ROGER WOLFE
MONÓLOGO DE JOHN DILLINGER,
xxxxxATRACADOR DE BANCOS
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxCuando salga de aquí voy a ser el hijoputa más malo
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxque hayáis visto nunca.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxJohn Dillinger
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx(al ser recluido en la cárcel estatal de Indiana)
Si me jalo un par de cajas de pastillas y la palmo aquí dentro,
¿quién le da agua y comida al chuquel
hasta que llegue alguien y me encuentren tieso?
Ni espicharla me deja el perro.
Casa por la ventana, vaciar cuentas bancarias,
o dar un palo gordo. Alguien me habló de Australia.
Pero no dejan fumar ni en el váter. Y además…
El perro, claro. El perro.
Casa por la ventana, vaciar cuentas bancarias,
tiros en la calle, un camino lleno de polvo.
Me llevo conmigo al perro. Dillinger en Villadiego.
Nos veremos en el infierno.
Me gusta hacerle frente al subidón del miedo.
Trepa por el plexo solar comiéndote por dentro
como un atracón de anfetas. Mil veces mejor que un orgasmo,
¡y mucho más intenso!
Abrazar la locura. Puede pasar cualquier cosa.
Da igual, porque es el fin, es el final del mundo.
Ascuas de ira y mala hostia, mala hostia llevo dentro.
Esto acaba de empezar.
Hacedme más daño. ¡Hacedme mucho más daño!
¡Hacedme mucho más daño! ¡Seguro que podéis!
Para que me jodáis y CREZCA LA ESTATURA DE MI ODIO
la estatura de mi odio.
QUERÉIS hijos de puta. ¡Lo pedís a gritos!
No entendéis otro palique. OS GUSTA el horror.
Siempre que no salpique, no salpique demasiado;
ésa es la jodienda conmigo.
El mundo está lleno de enanos que por su cara bonita
creen tener el dominio de la palabra «no».
Pero eso no dura, no dura toda la vida.
Es un mortífero bumerán.
Os lo voy a meter por el recto y enderezarlo.
KATY PARRA
EL ÚLTIMO DISCURSO DE LOS PÁJAROS
Dejarás que se quede sin nombrarla
entre tus soledades y tus libros.
Voy recorriendo calles,
rutas que amortajaron a otros hombres
con el mismo fusil,
contra el triste sudario que heredé
de mi hermano.
Esta ciudad será, posiblemente,
un hermoso lugar para quedarse
a descubrir el mundo,
a explorar su belleza más indómita
bajo la insuficiencia de un paraguas,
sin otra pretensión que resistir
el último discurso de los pájaros.
He llegado hasta aquí para salvarme
—no sé si de morir o seguir vivo—.
La muerte es una amante desquiciada,
adicta a sorprender a su adversario
y sé bien que me aguarda rigurosa
en cada tentación de este otoño afligido,
sobre un papel sin patria.
Ha llegado con tiempo suficiente,
para expoliar la noche con sus ojos
y ser imprescindible,
hermosa, como el beso prometido.
Comienza a ser inútil esta tregua.
Sus buitres, como intrépidos vasallos,
siguen embalsamando la lluvia que no cesa,
la lluvia que envilece a la cigarra
y enciende entre otros muertos la hora de volver.
Voy recorriendo calles, y su sombra
avanza como un hijo bastardo tras de mí,
aullando como un perro.
Me acorrala y después
me deja respirar. Sabe que así
podrá seguir jugando conmigo a la ruleta.
CRISTINA MORANO
EL CORTE INGLÉS
xxxxx1
No todo era perfecto, a veces
no sabíamos qué decir,
se nos quedaban cosas colgando entre los ojos
como cuerdas de ropa puesta al sol.
Otras veces comprábamos comida
en El Corte Inglés los fines de semana
y sus radiantes avenidas
parecían medirse en nuestros pasos.
xxxxx2
Al Corte Inglés yo le he robado
unas gafas de sol color castaño,
libros, una docena de cucharillas.
Todo a las diez de la mañana
cuando los dependientes están de mala hostia,
y aún medio dormidos recorren los pasillos.
Es el mejor momento, más tarde la decencia
o la costumbre del trabajo
convertirán a todos —a ellos y a nosotros—
en perros adiestrados, pero por la mañana,
aún somos, en ayunas,
esas maldescansadas ratas sucias,
libres que todavía saben
descolocar estanterías.
xxxxx3
Cuando mi esposo y yo, el uno junto al otro,
aunque yo levemente adelantada
pues él entre la gente se aturulla,
vamos a hacer la compra al Corte Inglés,
sin rumbo por las caudalosas
arterias de sus plantas, yo le digo:
El aire está lleno de esperanzas.
xxxxx4
El Corte Inglés abarca al mundo,
lo dispersa en sí, lo desfigura,
engulle sus contornos
en sus inabarcables sucursales
con el poder astral de sus muestrarios.
Pero yo soy mayor que él,
mi pobreza es mayor que sus ofertas,
y mi soledad seguirá
perforándose a sí misma
en donde brille el légamo
del fondo del pozo de sus beneficios.
ANA PÉREZ CAÑAMARES
NO soy esta que veis palidecer
bajo el fémur tibio del fluorescente.
Tampoco la mujer que oye dar las tres
como el gong del martillo absolutorio
o la bala de un fusil encasquillado.
Ni la que escribe frases sin amor
y firma igual que quien mata una mosca.
Ocupo mi silla antes de que el sol
me bendiga la frente con un beso
y salgo a la calle infiel y huérfana.
Toso el virus de la resignación
cuando el mar es un rumor clandestino
y los lirios burlas del carcelero.
Soy quien sueña llegar a la vejez
para dejarse adoptar por gallinas
y vivir en la luz de las mañanas
que ahora abandono en la casa de empeños.
ANTONIO PRAENA
COMEBOLSAS
Tampoco en estas cosas es lo mismo:
los ricos, sola y buena;
los pobres, con alcohol y muy mezclada.
Las comebolsas lo saben:
te miran el reloj y los zapatos
y, si encima conduces un buen coche,
se te pegan al cuerpo y no te dejan
hasta que las invitas a unas rayas.
De pasta andan muy cortas,
por eso dejan a los tíos
más chulos en la pista
y se vienen contigo.
Las he visto muy jóvenes
montarse con un viejo en un Mercedes
camino de una noche más oscura.
A mí, concretamente,
las que visten peor me ponen mucho.
Un hotel de extrarradio les parece gran cosa.
Jamás se han visto en otra y es la tuya;
medio gramo y ya vuelan
dos gramos y te dejan medio muerto.
Las puedes encontrar siempre los viernes.
El sábado en la noche y el domingo
lo pasan en el barrio, con su novio,
curándose la culpa y la tristeza.
ANTONIO LUCAS
FUERA DE SITIO
Imagina que el tiempo sólo es lo que amas:
unas pocas palabras, unos seres exactos,
unas horas muy lisas, una playa (quizá)
donde el daño no acecha.
Imagina la vida como no es ahora,
no quiero decir como algo perfecto,
sino un resplandor, cierto abril de muy lejos,
un tributo al azar sin otro destino
que el confín fugitivo de un eco sin rostro.
Y después cualquier cosa.
Con qué precisión va la edad hilvanando el espino.
Y qué extraña la urgencia de ir en pie hasta la ola,
celebrar lentamente que aniquile mi huella,
mi escritura de hombre, mi certeza de surco,
ser la alta misión de lo que nunca concluye
como no cierra el mar su recado en la orilla.
Pero no es estar quieto la razón ni la meta,
sino un querer más pequeño, una conquista más clara:
ver la vida llegar de su noche a tu noche
en un cuerpo ajeno,
pronunciar su silencio,
abrazar su alambrada,
desear su vacío,
delirar sin camino, sin mapa, sin fuego,
hasta el tiempo sin tiempo
del país que no haremos.
ALBERTO CHESSA
TRAS EL ESCAPARATE
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxA Carlos Martín
El maniquí leía Fuga de la muerte tras el escaparate.
Aunque me reconcomen los escaparates, me paré.
Lo observé. Era alto y rubio, atlético. Vestido
A la moda primaveral. Elegante a la fuerza.
De pronto, dejó de leer y me miró él a mí.
Primero despertó mi compasión, aunque tan frágil
Que al instante sentía más bien un cierto terror libidinoso.
Me encontraba a la vez seducido y cautivo.
Con el valor que no tenía, me giré, le di la espalda.
Iba ya a reanudar mi camino cuando un ruido me detuvo.
El ruido propio de los pelotones de fusilamiento.
No quise darme otra vez la vuelta.
No quise mirar de frente.
Tan sólo recordé que era invierno y que el maniquí
(Qué cosas) es probable que tuviera frío.
JOSÉ ALCARAZ
LAS MÁSCARAS DEL VIAJERO
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxA Alejandro Hermosilla
Sólo quien se desnuda está viajando,
quien arroja sus máscaras al suelo
y, al contrario, parece llevar más,
porque al final de sí descubre a todos
y de todos arrastra las facciones,
de todos, desvestido ya, los pliegues.
Son las máscaras las que se refugian
tras él, ojos ajenos los que cubren,
nublados, su semblante, mientras mira
cómo el viento lo empuja, de qué forma
levanta polvaredas, escondiéndolo
del resto, despejando los caminos.
ELENA MEDEL
UN CUERVO EN LA VENTANA DE RAYMOND CARVER
Nadie se posa en el alféizar —son veintiocho años
de espacio adolescente—,
pero qué ocurriría si el pájaro sobre el que he leído
en todos los poemas
se colara por el patio de luces y asomara
por el alféizar de mis veintiocho años,
un pájaro,
mi habitación adolescente.
Y qué ocurriría si yo escribiese aún
—si me preguntan, respondo que ya no—
y un pájaro cualquiera, ninguno de los pájaros sobre
los que haya leído en todos los poemas,
un cuervo o una de las palomas negras que asoman en la
oficina,
interrumpiese en la escritura
como el que se posó en la ventana de Carver.
¿Ganaría su lugar en el poema?
¿Dejaría de ser pájaro?
Alza el vuelo. Ya no hay
habitación en el alféizar.
BEATRIZ MIRALLES
EN ESTE POEMA mi cuerpo será la orilla
de tu cuerpo. La desnudez sobre mi piel
cubrirá tu piel, el tacto y la memoria.
Así ocurrirás dentro de mis manos,
lo anoto,
como si al fin pudieras sucederme.
TINO MOLINA
PUZLE INACABADO
Aquel torrente
cesó con tan inocente arma.
Como niños, en el suelo buscábamos
el color acertado, la misma curva
en cada pieza. Nada más había.
Tú lo compraste
esa misma mañana en la que el tedio
nos vino a visitar
y, ya cumplida su función,
no volvimos a distraernos
con su inocente juego.
Quedó tendido sobre el tapiz verde.
Con las piezas extendidas, ahí sigue,
todavía, esperando
las manos que atrapen su contorno.
Extraño dios de la tristeza,
a veces no lo vemos,
pero qué ligero es tu afán
entre los hombres,
qué vanos son tus negocios
si con un puzle nos basta
para firmar el armisticio.
GÜNTER EICH (Traducido por Jorge de Arco)
PRUDENCIA
Los castaños ya florecen.
Lo tengo en cuenta,
pero me abstengo de opinar.
C. K. WILIAMS (Traducido por Miguel Merino)
OLMOS
Llevan los tres hombres la mañana entera derribando los olmos
xxxxxenfermos que bordean las amplias aceras.
Las despiadadas sierras mecánicas plañen tenazmente variaciones de
xxxxxsus lacerantes escalas operísticas
y en la calle las cuchillas a gasoil despedazan los desbrozos
xxxxxresoplando febrilmente y sin cesar.
Uno tras otro cargan los camiones con los someros despojos,
xxxxxuniformados e inertes, de duramen,
de pequeñas ramas y hojarasca, y pronto queda el tronco desbrozado.
xxxxxEs como si hubieran cercenado el espejismo de la realidad.
Las filas de desnudos edificios de enfrente lo observan pensativos, sus
xxxxxdivagaciones más acuciantes de lo habitual:
«La espiral del tiempo», piensan, cargado el misterio de una tímida
xxxxxclaridad. «Es la espiral del tiempo…»
Toda la tarde, hasta entrada la desolada noche, las agitadas mentes
xxxxxrumian: «Es la insolente y desmesurada espiral del tiempo…»
PAULO LEMINSKI (Traducido por Aníbal Cristobo)
NADA tan común
que no pueda llamarle
mío
nada tan mío
que no pueda decirle
nuestro
nada tan blando
que no pueda decirle
hueso
nada tan duro
que no pueda decir
puedo
DESPUÉS DE LA PRESENTACIÓN DE ‘LA ZARZA Y LA CENIZA’
Ayer presentaba Manuel Pujante su primer libro, ‘La zarza y la ceniza’; publicado por la cartagenera editorial Balduque. Acompañanado a Manuel Pujante estaban Cristina Morano y José Óscar López.
La presentación de Cristina Morano fue, sencillamente, excepcional. Y aquí dejo parte de la presentación en cuestión, que es el prólogo que se puede leer en el libro:
«No conozco al poeta. Conozco al que escribe: un tipo delgado, con el pelo largo color castaño que vive en mi barrio. Me pregunta cosas, por eso yo creo que es un ser curioso, de una cierta madurez, que quiereaprender aún más, que indaga y cuestiona. Pero después de mis respuestas me dice siempre: «Pero ¿por qué?» Entonces, me parece que es casi un niño.
xxA veces yo no tengo respuestas para sus preguntas y ahí nos quedamos los dos, un poco como se quedan los críos, pensando, callados, mirando al frente. Ambos quisiéramos, en esos momentos, tener delante un bosque o algún tipo de horizonte arbolado, pero tenemos un edificio de ladrillo o una plazuela con sillas de bar de plástico. (…)
Desconozco la razón (…) por la que un contemporáneo mío elige una imagen bíblica para explicar su desazón y a eso contrapone, para distorsionarla o añadirle contradicción, el caballo o el ciervo. Animales no bíblicos, o no completamente en esa tradición: ni el caballo ni el ciervo prosperan en los desiertos donde se gestó el oema que ahora llamamos Biblia, libro de libros.
xxAsí describe su edad:
xxxxlos caballos airados
xxxxque se ataban a un hombre
xxxxcorrían en distintas direcciones
xxxxhasta despedazarlo.
Porque es la edad del desasosiego. Y nos destrozamos en esa época, destruimos todo lo tranquilo que haya podido tener la infancia. (…)
El libro de Manuel —y, al enunciar esto, resuena una cierta manera bíblica— despliega una voz mezcla de muchas cosas, presenta un argumento, como gustan de decir muchos críticos, oscuro. Hay citas antiguas, hay imágenes prestadas, hay quiebros en el lenguaje, hay sufrimiento y hay, sobre todo, expiación.
xxEn el libro de Manuel expiamos una culpa que nadie salvo nosotros mismos ha puesto a nuestras espaldas. Una culpa primigenia, que parece nacer, casi, con cada uno de nosotros.Que vuelve nuestras acciones más inocentes, pecados, ofensas contra nosotros mismos.
xxY he usado la palabra pecado.
xxEntonces debe ser que tampoco yo estoy lejos de la tradición judeocristiana, esa que dice que el que desobedece al padre (que luego será la autoridad legal, o estatal, o como queráis llamarla) comete un delito, y que este delito no se expiará públicamente, con el castigo, sino que le perseguirá en la memoria el resto de la vida. (…)
Pero ¿de qué tenemos culpa?
Si lo único que hacemos es construir una vida, tratar de ser felices.
xxY para eso, ¿tenemos que abandonar familias, ciudades, países? De qué huimos cuando huimos de lo que nos hace. Por qué la madurez supone siempre —en el occidental blanco, de clase media, sano— un momento de rebelión antes de la normalización en uno u otro grupo social. La edad de la adolescencia, la primera juventud, se conforma como un tiempo de sacudirse las riendas de las leyes, buen gusto, lazos sociales, relaciones. (…)
Al que atraviesa la culpa y en ella no se reconoce y lucha, y huye, o trata de huir, le llamamos joven poeta. El autor de este libro me ha pedido un prólogo. Pero yo le conozco.
xxNo es tan joven.
Habla de su historia, pero no para ponerla en claro; no necesita eso. Él ya sabe lo que pasó. Lo escribe para ponerlo en oscuro. Para mezclarlo, diluirlo, ponerlo en abismo —y qué exacta es aquí esta cita de Gide, que no solo alude al abismo o vértigo, sino al punto central de la composición de un escudo, el sitio donde perdemos pie y a la vez re-componemos, re-ubicamos los datos—.
xxDecía la Pizarnik: «Para mí el jardín o el bosque es sobre todo el silencio». El ciervo, rey del bosque, representa la frescura de ese silencio. Y me gusta encontrar dentro del frescor de los árboles, la palabra cura. (…)
Lo malo es que aunque Manuel se cure seguirá diciéndome: «Pero ¿por qué?». Y yo: «Busca un trabajo». Porque soy una adulta, ya estoy acostumbrada a esa lucecita incómoda.
xxxxEsta luz velocísima
xxxxque alumbra con su histeria
xxxxrincones que querrías
xxxxdejar en sombra siempre
xxxxtambién está en constante
xxxxhuida de sí misma.
Un poco de algo nuestro, pedimos. Tenernos.»
El libro, que para mí tiene momentos muy altos, tiene su punto fuerte en el cierre: dos poemas de magnífica factura y de una gran altura poética, sobre todo el último: un endecasílabo para quitarse el sombrero. Aquí dejo una selección de los mismos (incluidos los dos últimos, por supuesto).
Con su recomenzar,
su claridad de círculo,
todo el polvo y su danza
de muerte sobre el soplo
de luz que la persiana
entrecerrada enhebra,
cada mañana
toda la mañana
se hace nudo.
IGUAL que se abre fuego o como se abre
una grieta o un hueco o una herida,
cada mañana hay algo que se abre
por encima del sueño
y que un instante espera,
desdibujado, ciego,
a que un rayo
quebrado
de memoria
ordene en su regazo sin aristas
las sombras de los árboles,
el eco de su forma,
disuelva en la torpeza de los ojos
su distancia y sus nombres
para asumir el bosque,
para decir
xxxxxxxxxxYo soy
con toda la ceniza del mundo en la garganta.
INCLUSO los remotos
relatos del origen
ya recogen la trampa:
se nos hizo de barro
para habitar diluvios.
QUISE cegar al ciervo
de una vez para siempre,
que el punzón en sus ojos
limpiara de los míos
el fractal oscuro.
Y decirme en la luz,
en una luz distinta.
Después se aprende ardiendo
que el fuego que se afana
en arrasar el bosque,
sus ecos y sus sombras,
se extingue con el bosque
y al final solo quedan
caminos de ceniza.
La zarza ardió,
hay ceniza en lo que fue la voz de nuestro padre y un campo inmenso
xxxxx[de higueras sin fruto y de semillas muertas por exceso de luz.
No quiero pozos dentro de los pozos, conozco bien el sótano del
xxxxx[sótano del sótano:
la noche ocupa oscura como música litúrgica el aire y lo enrarece con
xxxxx[ese olor a muerte del jabón en los ancianos.
ADEMÁS, a diario
la blanca calma fúnebre
inunda con su luz
espesa, macilenta,
el silencio e inflama
el recuerdo del fuego.
Esa calma angustiosa
del rostro del cadáver,
esa calma de muerto
que lenta nos impregna
como entumece el polvo
las cortinas, despacio.
CON ese vuelo roto
del pájaro lisiado,
otro
xxxxdía.
LAS lenguas de fuego
dejaron un día
de sobrevolarnos,
de arder,
se apagaron.
Volvió renacido
aquel miedo sordo
que trajo el silencio
la noche remota de la primera muerte.
DE la zarza
solo sobrevivieron al incendio
las espinas.
DICHOSOS
los que enfrentan la noche
con los ojos cerrados
pues es suya
y no de afuera
la oscuridad que abrazan.
QUIEN tenga oídos
para oír
que huya.
Pujante, Manuel. La zarza y la ceniza. Cartagena; Ed. Balduque, 2018.
CRISTINA MORANO. CONTRA.
Hace aproximadamente tres meses estuve subiendo algunos de los poemas que forman parte de ‘Contra. Poesía ante la represión’, antología publicada por la Coordinadora anti-represión de la Región de Murcia.
El libro, que ha sido diseñado por Cristina Morano, tiene algunas ilustraciones hechas por ella basadas en versos de algunos de los autores que participan en la antología en cuestión. Aquí tienen algunas de ellas.
(P.D. Se me olvidó subirlas en su momento, pero ¿no creen que hoy es un día magnífico para subir estas ilustraciones al blog?)
CANCIONES PARA BEBER
Acaba de publicar la vasca El gallo de oro los rubaiyat de Pessoa.
Khayyam es uno y muchos, como Homero, como el propio Pessoa. Y estos rubaiyat nos muestran lo poliédrico del autor lisboeta, tomando como referente al poeta iraní.
La maravillosa edición bilingüe que ha llevado a cabo la editorial vasca por mano de Beñat Arginzoniz cuenta, además, con una soberbia portada diseñada por la poeta y diseñadora Cristina Morano, a partir de unos azulejos portugueses.
Aquí tienen una selección de los poemas.
EL FINAL del largo e inútil día se apaga.
La misma esperanza que hubo se derrumba,
generosa… La vida es un mendigo ebrio
que extiende la mano a su propia sombra.
VENIMOS de la nada sin saber hacia dónde,
preguntamos, y nada nos responde.
La verdad y la mentira son hermanas:
¿Qué es lo que lo evidente nos esconde?
CADA día me trae con qué esperar
lo que ningún día podrá dar.
Cada día me fatiga la esperanza…
Pero vivir es esperar y no descansar.
QUÉ noble venganza contra el hado
me da el verso para decirla, y el dado
ha rodado bajo la mesa. Oculta su cifra
no lo buscó el jugador cansado.
PARA unos el Hado es maestro, para otros niño.
Nadie sabe lo que hace o de lo que es digno.
Toma agradecido lo que cae de las manos del azar,
y mira con firmeza tu fatal destino.
NO pienses, no medites, no emplees
un solo esfuerzo en lo que niegues o ames.
Nada es nuestro ‒ni nosotros‒, un Hado extraño
manda. No vas por el camino: sólo lo sigues.
ES inútil del todo decir lo que se piensa.
La frase floja es nada, y es vana si es intensa.
Cada uno comprende sólo lo que siente,
y entre alma y alma la estupidez es inmensa.
LO que fue Troya y lo que fue mi perro
en la misma tierra la misma cosa son.
Cuanto fue son despojos, y lo que es hoy
en los despojos sustenta la ilusión.
LOS sonidos de la campana graves son.
Me entran ganas de pedir perdón,
pero no es a Él a lo que recuerdan estos sonidos:
Es otra cosa la que busco sin solución.
¡SERÍA bueno si la infancia se pudiera guardar!
¡Sería bueno si la vida se pudiera parar!
Pero bueno sin sería sólo es el vino que se bebe
sin ninguna intención de tener o de estar.
NO digas que, enterrado, ya no siente
el cuerpo, o que el alma vive eternamente.
¿Qué sabes tú de lo que no sabes? ¡Bebe!
Sólo tienes por todo la nada del presente.
DESCANSA de ti, alégrate de tener,
al menos, mundo externo para ver.
Pan para la boca, vino para el alma
Y unos versos que recuerde quien los lee.
SIN deseo o esperanza, amor o fe,
la vida se colma de rechazo, hasta que
llegue la hora de recoger los juguetes
e ir a la cama. Todo es lo que no es.
HAS muerto y lloro, lloro porque sé
de qué saudade lloro y lloraré.
No es la saudade de lo que ya no eres:
Es la saudade de cuanto no seré.
EN Naishapur las voces son hermosas.
Hay fiesta donde hay felices. Dichosas,
las carcajadas hierven en los grupos.
Y cae la noche sin saber de las rosas.
APENAS te veo, de embriagados que siento
el alma y el cuerpo en que me miento.
Pero tu figura es de una gracia que quisiera
si el querer en mí quisiese. El vino es tinto.
DEVOTO de lo que de mí he ignorado
me dirigí al templo de buen grado.
Y vi que el templo era una taberna.
Y allí me quedé: por la fe embriagado.
NO seas curioso del amplio mundo.
Tiene menos de extenso que de hondo.
Y lo que tú no sabes ni sabrás nunca:
Eso es lo más real y lo más profundo.
VIENDO el tumulto inconsciente en que anda
la humanidad girando de una a otra banda…
¿No te entran grandes ganas de dormir?
¿No crece tu desprecio por quien manda?
DOS veces al año, dice quien lo sabe,
en Nishapor, donde mi mundo cabe,
florecen las rosas. ¡Que sobre mi sepulcro
ese doble milagro nunca acabe!
ESPERAR cansa. Pensar no cansa menos.
Y corren monótonos, serenos,
sin pensar ni esperar, los días nulos,
cada vez más fatales y más pequeños.
EN el azul del cielo no está establecido
si he de ser feliz o desgraciado.
Es sólo un color que pinta un vacío inmenso.
Igual que mis versos son lo que no he realizado.
HABLO mucho. Ya es tarde. Pero mira
que mi inútil voz nunca termina.
¡Qué placer poder hablar a solas!
Embellece la vida lo que no es vida.
DICEN que Khayyam yace donde las rosas
de Naishapur son saludables y hermosas.
Mas quien yace allí no es Khayyam,
es aquí donde yace; y él es las rosas.
TU magia, oh Khayyam, es tanta
que tu voz aún ahora nos encanta.
Aunque no diga aquello que dijiste,
por ti el ruiseñor aún canta.
Pessoa, Fernando. Rubaiyat. Canciones para beber (trad. Beñat Arginzoniz). Bilbao; Ediciones El Gallo de Oro, 2015.