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CANSANCIO

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CANSANCIO

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx«Estoy hasta los cojones de todos nosotros».
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxEstanislao Figueras, presidente I República

Cansancio de ser alguien,
de ser algo,
de llegar a algún sitio,
a la cumbre,
a la meta.
Cansancio de los elogios,
de los honores,
del reconocimiento,
de la fama,
de la gloria,
de los premios,
de los galardones,
de los escalafones,
del éxito,
de los aplausos
y las ovaciones.
De los monstruos sagrados,
de los genios,
de las figuras
y los figurones.
Cansancio de los héroes,
de los mitos,
de las leyendas vivas
y las muertas,
de los divos,
de las estrellas,
de los triunfadores,
de los que se creen
mejores que los otros,
superiores,
divinos,
llamados y elegidos
y con derecho a todo
porque tienen
poder,
riqueza,
fama,
fuerza,
belleza,
talento
—o simplemente
la cara de cemento—.
Porque cantan,
pintan,
interpretan,
escriben,
le dan patadas a un balón,
explotan a los otros,
mienten,
roban mejor
—maestros de la estafa
y de la usura—,
mandan y ordenan,
dicen representar
a Dios en la tierra,
tienen la sangre azul
o negra,
trafican sin pudor
con lo que sea,
arruinan países,
envenenan el planeta,
decretan guerras,
etcétera.
Cansancio
de los que se endiosan
y mucho más
de los que endiosan:
de los fans,
de los hinchas,
de los adeptos,
de los fervientes
admiradores,
de los seguidores
incondicionales,
de los partidarios,
de los secuaces;
de los gregarios,
en suma,
que se sienten rebaño,
borregos
y necesitan pastores,
guías,
faros que los alumbren
e iluminen,
espejos en los que mirarse,
pequeños dioses
a los que adorar
y por los que morir
y matar,
llegado el caso.
Ellos son,
con su babosa
mitomanía,
con su papanatismo,
con su obediencia
ciega,
con su suicida
lealtad
a los caudillos,
a los colores,
a las siglas,
a los credos,
a las banderas,
a las fronteras,
los culpables,
los que mantienen
y permiten
la división del mundo
en clases,
castas,
categorías,
mundos de primera
y de tercera:
los elegidos
y la chusma,
los que mandan
y los que obedecen,
los que viven
y los que malviven,
los triunfadores
y los perdedores,
los protagonistas
y los extras,
los comparsas,
la masa,
el bulto,
la plebe,
la carne de cañón,
el populacho
ávido
de sangre
y emociones fuertes…
Cansancio de los tronos,
de las potestades,
de los principados,
de las dominaciones,
de las abominaciones…
Del que se cree algo,
del que se cree alguien,
de los que necesitan
—sumisos,
zalameros,
aduladores serviles
y rastreros—
adorar a alguien,
adorar algo…
Cansancio
de todo aquel que olvida,
como dijo el poeta,
que, a debida distancia,
cualquier vida
es de pena.

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Salvago, Javier. Variaciones y reincidencias (Poesía 1978-2018). Sevilla; Editorial Renacimiento, 2019.

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EL NÁUFRAGO RESCATADO

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Contra la simplificación, contra la desmemoria (y a favor del olvido), contra el estrechamiento, contra la pertenencia,

contra la crítica utilizada como un cuerpo especial de desactivación de explosivos al servicio (consciente o inconscientemente) de los poderes,

contra la prosperidad colectiva lograda a costa de la miseria individual,

contra la humillación, contra la irrelevancia, contra el ruido, contra la realidad empobrecida y torturada de los telediarios y la política,

contra el imaginario que nos condena a aspirar a únicamente dos o tres modelos de felicidad,

contra la retórica banalizadora, contra las certidumbres, contra el relleno y el atropello de los espacios vacíos, contra la pureza,

contra el falso paternalismo que busca la foto y no la comprensión y el diálogo (que da sin buscar nada a cambio y sin poner en duda sus creencias),

contra la mediocridad como motor de la historia,

contra el orden, contra la tranquilidad, contra la pérdida de densidad, contra la inmunización, contra la domesticación, contra las zonas de exclusión, contra la deshumanización,

contra la teología como bricolage y como aduana (y a favor del misterio y del contrabando),

contra los que fingen ser víctimas y son de hecho verdugos,

contra la apatía y la no participación, contra la acefalia, contra las mayúsculas, contra las cárceles, contra el fundamentalismo, contra la multiplicación asignificativa,

contra el yo como agente provocador infiltrado en uno mismo con el fin de reducirle a lo que diga un informe,

contra la versión oficial,

necesidad de una crítica del salvavidas (o crítica de la razón salvífica),

y de una crítica de la razón ensambladora,

y de una crítica de la razón jerarquizadora,

y de una crítica de la razón institucional,

porque no se pueden dictar normas desde arriba sino sólo desde abajo, desde lo más profundo, desde la arena de las simas y desde las cuevas del fondo de los océanos,

y si no salen palabras sino burbujas, bueno, eso habremos ganado: las burbujas nos obligarán a inventarnos una nueva sintaxis sin pasado sangriento y, por lo tanto, esperanzadora,

el artista como vía de agua: contra los fontaneros,

el barco aparentemente seguro y acogedor esconde peligrosísimas hélices ansiosas de partir en dos a los náufragos,

una variante especialmente interesante del náufrago: el tragado por una ballena; desde Jonás hasta Pinocho pasando por, entre otros, J. Barnes y M. Rodoreda,

Defoe y Golding, Robinson y Martin: los cuatro puntos cardinales del náufrago,

el santo hindú que se arrojó maniatado al agua para morir ahogado pero fue mansamente depositado en la orilla porque nada (ni el agua, ni los peces, ni las rocas afiladas que sobresalían) querían ser cómplices en la muerte de un hombre-dios,

Jesús sobre las aguas en el lago Tiberíades, que muestra que los elementos naturales estarán siempre de parte de los que tienen el corazón puro,

y el mar no existe ya (Apocalipsis, 21, 1):

el Fin del Mundo es, en todas las tradiciones, un mito inventado contra los náufragos,

sólo como náufrago he viajado felizmente por el mar (Zenón de Citio),

a los hijos sólo había que darles aquello que se salvaría en caso de naufragio (Vitrubio sobre Aristipo),

el nacimiento del hombre es como un naufragio. La naturaleza proyecta al niño desde el vientre de la madre al litoral de la luz igual que el navegante es arrojado a la orilla por las furiosas olas (Epicuro),

(gracias a Hans Blumenberg, de cuyos libros Naufragio con espectador y La inquietud que atraviesa el río, he tomado las tres últimas citas),

nadie pierde la vida naufragando ya que el naufragio es, de hecho, el presupuesto existencial que diferencia a los vivos de los que no lo están,

el náufrago denuncia a la tierra firme como responsable de un exceso de estabilidad a causa de la cual los seres humanos confiamos más en verdades sólidas como bloques de granito en vez de en verdades buceables, profundas, cambiantes y experimentables con todo el cuerpo,

el náufrago reclama el derecho a medirse con los elementos naturales sin que nadie ni nada se lo impida alegando principios que le atienden como abstracción y no como individuo,

el náufrago, en consecuencia, no quiere que nadie le rescate sin su consentimiento, sobre todo si quienes pretenden hacerlo están, más o menos solapadamente, al servicio de los poderes,

el náufrago no quiere discutir de política en despachos con aire acondicionado y canapés, porque ya sabe qué clase de decisiones se toman en esas condiciones contra los que nos las disfrutan, sino con el agua al cuello, sin hacer pie, con la resaca haciendo de las suyas, con tiburones rondando, y la noche y la borrasca aproximándose del brazo aullando una canción de borrachos,

el náufrago se considera un resistente, un emboscado, un apátrida, un contrabandista, un fugitivo, un heterodoxo, un superviviente, un polizón, un desertor,

el náufrago invita a un arte atento más a las leyes de las corrientes marinas y las mareas que a las leyes del mercado,

el náufrago no cree en las ideologías pero sí en los símbolos, en la imaginación, en el amor, en la inteligencia,

el náufrago, como los niños, sabe dónde se encuentran las llaves: en el fondo del mar, matarile, lile, lile, en el fondo del mar, matarile, rile, ron,

una vía de agua es siempre más inteligente que el capitán de un barco,

la tierra firme nos obliga a pensar con nuestros pies, ese ir dando un paso detrás de otro que denominamos progreso,

sólo se hunde el que transporta grandes pesos (Seferis),

los flotadores son una crítica a las profundidades y, por lo tanto, un instrumento al servicio de lo superficial en el peor sentido,

las hélices de los transatlánticos de lujo son su cerebro inconfesado,

los icebergs son náufragos antiguos que buscan compañeros jóvenes a los que enseñar sus conocimientos milenarios,

las brújulas dan una apariencia de orden que no engañan al náufrago, ya que éste sabe que no existen direcciones o, mejor, que todas se reducen a una: la pasión de seguir con vida en este punto concreto de los mares,

un náufrago se fía de sus pulmones más que de una carta de navegación,

un náufrago reconoce a otro náufrago por la elegancia con la que acepta la invitación de cada ola,

las simas marinas son los palacios de los náufragos,

un ahogado es un náufrago que realiza una crítica de la supervivencia como motor de la Historia (un náufrago que se ha resistido hasta la muerte a ser rescatado a la fuerza),

los ahogados se disuelven en el agua y, aunque luego aparezcan cabeceando contra un arrecife o flotando hinchados en la orilla, su biografía ya no la cuentan ellos sino los peces y las gaviotas devoraojos, devorabocas, devoradedos,

aunque los ahogados ya no tienen biografía porque se han convertido en paisaje, y su valor es el de las arenas del fondo, las medusas, los caballitos salados, los corales, las algas o las caracolas: quedarse al otro lado del espejo en el que nos miramos los seres humanos,

el mar no recuerda el nombre de sus ahogados porque los ha incorporado al inquieto olvido universal que él simboliza, dispersando a manotazos ese enjambre de deseos que les constituye como vivos,

se ahogan peor los que saben nadar porque se ahogan dos veces: hacia arriba y hacia abajo, hacia el cielo al que claman y hacia las profundidades que tironean de sus tobillos, hacia el relato de su existencia y hacia el fin que lo interrumpe abruptamente,

Alfonsina Storni o Percy B. Shelley se ahogaron por todos nosotros.

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Aguado, Jesús. Heridas. Sevilla; Ed. Renacimiento, 2004.

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FRAGMENTOS DEL DIARIO DEL POLIZÓN

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Subir a bordo no fue difícil. No utilicé la escalerilla, ni gusaneé por la maroma, ni rompí un ojo de buey, ni me oculté en uno de los contenedores de la carga… No estoy tan desesperado como para confiar en las cosas. Cuando coincidí en una de las tabernas del puerto con el capitán esperé a que éste, ebrio y desfeliz y locuaz como un tifón ya viejo, contara una de sus historias. Entonces me acurruqué entre dos frases: me encajé a presión entre sucesos de la vida y los viajes de otro.

xxMi corazón borbotea por miedo a que me descubran en medio de palabras extrañas que nos entrevén con desconfianza. pero, por ahora, no pueden dar la voz de alarma porque se han quedado mudas. Son guardianas fuera de servicio, tripulación olvidada que sestea en los camastros atornillados de un compartimento maloliente de la sentina. Procuro no moverme, hacerme insignificante e invisible: como un acento, como una chinche en las mantas, como el cabeceo del barco, como la tos de los motores.

xxEscucho risas, el tintineo de unos vasos, canciones rudas. Sin poder estirar los miembros, con la circulación de la sangre estrangulada (viajera asaltada por la noche en un camino o joven suicida por motivos amorosos), me imagino dando largos paseos por esas canciones, buceando en los licores, estallando en sus risas.

xxEl chirrido al abrirse y el estruendo al cerrarse de una escotilla me han despertado. Soñaba que era un salvavidas pudriéndose en una playa desierta. El sueño no era más que eso: la acción del tiempo sobre el salvavidas: los microorganismos, las estaciones, los picotazos y el guano de las aves, la sal. El nombre rotulado sobre mí ya se había borrado pero aún estaba muy lejos de la nada.

xxEl hambre y la sed empiezan a hacerme preguntas para las cuales sólo hay una respuesta: no. Como no tengo fuerzas para pronunciarla, insisten, me acucian desde sus borrosos y merodeadores ojos de rata, se instalan en mi cabeza como tambores golpeados por el granizo.

xxSi al capitán se le ocurriese repetir la historia en la que me he agazapado, al caer yo, un ovillo raído desenrollándose de pronto por el corredor de su nostalgia, el asombro y la rabia que sentiría al hallarme (y el posterior castigo que sin duda me inflingiría: los grilletes, los tiburones, el látigo, el embudo, la horca…) no serían nada comparados con el hueco que mi presencia habría abierto en sus recuerdos. El vacío, que navega de polizón en el seno de ese otro polizón que soy yo, pero que no es tan pusilánime, caería sobre él y le aplastaría. Si el capitán me descubriera ambos estaríamos perdidos.

xxNo sé a dónde nos dirigimos ni me importa. Elegí este destino al azar porque, en el fondo, todos los destinos son el mismo para un polizón: borrarse, desaparecer de la vista, tacharse sin renunciar a ser. Un polizón no piensa en los lugares sino en el gesto que los obliga a desvanecerse. un polizón se encoge y se deja desllevar, literalmente, a donde sea. Donde sea: el único punto en el que un polizón no teme que lo sorprendan.

xxTodos nos hemos quedado en silencio. Quizás un albatros gigante nos tenga en su buche y esté decidiendo si tragarnos o no. Quizás un mäelstrom de piedra nos esté digiriendo. Quizás las anclas, amotinadas, nos hayan abandonado en un islote. Da igual. Por fin podré descansar un poco.

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Aguado, Jesús. Heridas. Sevilla; Ed. Renacimiento, 2004.

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MENDIGO

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MENDIGO

xxxxxI

Si no te pido nada.

O sí:
que dejes intocada mi intemperie.

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xxxxxII

Monedas de vacío
para comprar la muerte

antes de que la muerte
me compre en la subasta.

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xxxxxIV

Tú eres mi enfermedad.
Tú eres el hambre de mis hijos.
Tú eres mi no trabajo.
Tú eres mi compañera triste.
Tú eres el frío y el calor.

Cualquier cosa tuya no bastará
para salvarnos.

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xxxxxVI

Harapos.
xxxxxxxxSuciedad.

Me duelen las rodillas.

Espero una limosna verdadera:
que alguien me cambie el sitio.

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xxxxxVII

¡Esa mosca, esa mosca!

Ah no,
xxxxxxque era una mano
arrojándome tiempo en calderilla.

Siempre igual:
me dan lo que ya tengo.

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xxxxxVIII

El mendrugo y el vino peleón:

el cubo de basura es más humano
que los hombres.

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xxxxxIX

En el portal:

las palabras de amor de los cartones.

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xxxxxX

Dos granitos de arroz
se alimentan de mí.

¿Se quedarán con hambre?

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xxxxxXI

El cuenco entre nosotros:

el pozo donde el tengo
se ahoga en el no tengo.

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xxxxxXIII

No me ves cuando pasas a mi lado.

Tu ceguera es mi pan.

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xxxxxXIV

El aguacero.

Dos gatitos maúllan.

Toldo de plásticos.

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xxxxxXV

Llegar al vertedero
con la sonrisa limpia

como un escalador
xxxxxxxxxxxxxxxxxa una cumbre nevada

y rebuscar, para el descenso,
los pasos y el oxígeno desechados por otros,
la muerte usada.

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xxxxxXVI

Me está grande el jersey.
Me están pequeños los zapatos.

Ni yo soy de mi talla.

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xxxxxXXIV

Mi propia hambre
xxxxxxxxxxxxxxxxinatendida:

cuando duermo una rata
sale de mí
y me lame los labios
xxxxxxxxxxxxxxxxxxen busca de miguitas
de pan o leche seca.

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Aguado, Jesús. Heridas. Sevilla; Ed. Renacimiento, 2004.

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HERIDAS

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HERIDAS

xxxxxI

Lanceoladas. Oblongas. Espirales.
Arborescentes. Oceladas.

Se van probando formas en mi piel,
se van probando el mundo
en mis ojos y brazos, en mi luz, en mis sueños.

En raspaduras. En jirones.
A bocados.
xxxxxxxxxxEl mapa
de mis montañas y mis ríos:
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxyo.

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xxxxxIX

ESCARIFICACIONES:

por ellas
te reconoceré
cuando te olvide.

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xxxxxX

ESCARIFICACIONES:

por ellas
me reconoceré
cuando me olvides.

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xxxxxXIII

La piel se llena de preguntas
que de pronto ya nadie te quiere responder.

Eso quema.

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xxxxxXV

Las que viven adentro
darían lo que fuera por salir
y las superficiales por hundirse:

Que al alma la trataran como a un cuerpo
y al cuerpo lo olvidaran en el hueco de un árbol.

Entonces
se curarían sin nosotros,
ajenas a una historia,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxa un rostro,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxa una pasión.

Ésas se curarían tan perfectas
que nunca habrían existido.

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xxxxxxXVI

Heridas que se curan solas:

mi utopía.

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POR QUÉ

Por qué.

Dime por qué me abriste esas cavernas,
esos bostezos de hipopótamo

si me amabas.

Por qué me desarmaste
con caricias, promesas y milagros
y me invitaste al juego
de la luna, las velas, la mina y los caminos.

Por qué
si, apenas desarmado,
me clavaste alfileres en los ojos,
me desollaste lenta,
me aplastaste los huesos
usando ese almirez que llamas corazón

si me amabas.

Por qué,
si me amabas,
dejas que me desangre solo,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxsolo
y a merced de voraces sentimientos-hormiga,
sólo como un planeta
estallando en el tiempo,
solo como el cadáver de una espiral estrangulada con alambre de espino,
solo, muy solo, solo
xxxxxxxxxxxxxxxxxxx(¿no me sientes, ya no?)

si me amabas.

Por qué.

Por qué me desarmaste
si pensabas matarme aunque me amabas.

Por qué tantas heridas,
esas bocas de pozo, esos volcanes tristes,
por qué tantas heridas

si me amabas.

Por qué me desnudaste
con sonrisas, con manos, con música, con luces,
con licores y especias, con la tierra y la luna,
por qué me desnudaste
y me invitaste al sueño real de nuestra vida
para luego dormirme de un hachazo infinito

si me amabas.

Dime por qué me desarmaste con mentiras
que me dejaron indefenso
ante tu humor borroso y sanguinario

si me amabas.

Dime por qué me amabas
sin valor para amarme

y me sacrificaste en un altar al que accedí engañado
pensando que era el tiempo y la alegría
y que eras tú con los brazos abiertos.

(Yo, que fui confiado a nuestro amor
como un fuego a sus llamas,
como un mar a sus olas,
que me entregué a tu entrega
y dormí al centinela que vigila
la entrada al corazón,
me vi de pronto muerto de una muerte
que aullaba con mi voz que era la tuya.

Si me amabas

por qué.

Dime por qué me amabas si me amabas
sin valor para amarme
como el monte a sus rocas,
como el sol a su luz.)

Dime por qué me amabas si me amabas
para acabarme así, de cualquier modo,
permitiendo que me desangre
en un lugar oscuro
mientras tiemblo y sollozo y me asfixio despacio
y a tientas
xxxxxxxxxxcuando tú
no me sientes, ya no,
y por eso no sabes
lo solo que estoy muerto.

Si me amabas

por qué.

Dime por qué me amabas si me amabas.

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Aguado, Jesús. Heridas. Sevilla; Ed. Renacimiento, 2004.

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UN POEMA DE ‘SI PREGUNTAN POR MÍ’

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PAN Y CEBOLLA

Te quiero, vida mía,
le dije enamorado junto al río,
cogiéndola del talle,
abrazándola
y buscando sus labios de cereza.
La tarde descendía
como una flor de oro sobre el mundo.
Ella sintió que el aire
le traía el perfume de la vida,
que la música hermosa del amor sonaba
tan sólo para ellos.
Pasó la primavera. Y el verano.
Y la dicha que ambos compartían
parecía que nunca llegaría a su fin.
Los sueños y los hijos pasaron como sombras.
El otoño. El invierno. Otra vez el verano.
La vida comenzó a enseñarles los dientes.
El aire se hizo viento
que golpeó ventanas, tejados y desvanes.
El pan y la cebolla
cedieron su lugar a las ortigas.
El dios de la rutina hizo el resto.
Voy a acabar contigo, mala puta,
le dijo con rencor en la cocina,
cogiéndola del pelo,
arrastrándola.
Y de nada sirvieron los llantos, las palabras
que exclamaron sus labios de cereza.
La tarde descendía
como un sudario oscuro sobre el mundo.

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Barat, Juan Ramón. Si preguntan por mí. Sevilla; Ed. Renacimiento, 2021.

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GUILLERMO DE AQUITANIA

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xxxxxV

Haré un poema, pues tengo sueño,
y camino, y me paro al sol.
Damas hay con malos propósitos,
y sé decir cuáles:
las que desprecian el amor
de caballero.

No peca mortalmente la dama
que ama a caballero fiel;
pero si ama a monje o clérigo
sinrazón hace:
por derecho se la debería quemar
con un tizón.

Por Alvernia, más allá de Lemosín,
iba yo solo, con esclavina,
cuando topé con la mujer de Garín
y con la de Bernardo.
Llanamente me saludaron
en el nombre de San Leonardo.

La una me dijo en su latín:
«¡Dios os salve, don peregrino!
De muy buen sitio parecéis,
en mi opinión,
pero vemos ir por el mundo
a demasiados insensatos.»

Ahora oiréis lo que respondí;
no le dijo ni oste ni moste,
ni menté hierro ni madera,
sino tan sólo:
«Babariol, babariol,
babarián.»

«Hermana —dijo Inés a Ermesinda—,
hemos encontrado lo que buscábamos.»
«Hermana, por amor de Dios, alberguémoslo,
que es cabalmente mudo,
y a través de él nunca se sabrá
nuestro propósito.»

Me tomó la una bajo su manto
y me llevó a su cuarto, junto a la lumbre;
sabed que me encontré en la gloria,
y el fuego era bueno,
y con gusto me calenté
al amor de los gruesos leños.

Me dieron de comer capones:
sabed que obtuve más de dos;
y allí no había cocinero ni marmitón,
sino sólo nosotros tres;
y el pan era blanco, y el vino era bueno,
y la pimienta, abundante.

«Hermana, por si este hombre está fingiendo
y no habla por causa nuestra,
traigamos a nuestro gato bermejo
al instante,
que a buen seguro le hará hablar,
si en algo nos está mintiendo.»

Inés fue en busca del odioso:
era grande y tenía largos bigotes.
Y yo, cuando lo vi entre nosotros,
me espanté tanto
que por poco no perdí el valor
y el coraje.

Cuando hubimos bebido y comido,
me desnudé a su voluntad;
me pusieron detrás al gato
malvado y desleal,
y una de ellas me lo extendió desde el costado
hasta los talones.

La otra, al punto, le tiró al gato
de la cola, y él arañó;
me hicieron más de cien heridas
aquella vez,
pero yo no me habría movido
aunque me hubiesen matado.

«Hermana —dijo Inés a Ermesinda—,
está muy claro que éste es mudo.»
«Hermana, preparémonos para el deleite
y para el goce.»
Ocho días, y aún más, estuve
en aquel horno.

Las follé tanto como vais a oír:
ciento ochenta y ocho veces,
que por poco no rompí mi equipo
y mi arnés;
y no os puedo decir la enfermedad
tan grande que cogí.

Monet, por la mañana irás de mi parte,
con este poema en el zurrón,
derecho a la mujer de Garín
y a la de Bernardo,
y les dirás que, por mi amor,
maten al gato.

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de Aquitania, Guillermo. Poesía completa. Sevilla; Ed. Renacimiento, 2007.

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LAS CONDICIONES DEL PÁJARO

 

QUE YO ME HE DE ENTREGAR DE OTRA MANERA

A qué vienes en medio de la noche
tan sobrado de gracia,
mi pájaro atrevido, insinuándote,
persiguiendo mi carne que te ansía;
mi carne desbravada y otoñal
que en tu presencia arde y reverdece,
despertando a la luz de tu belleza.
Por qué vienes ahora a desarmarme
y a hostigar mi deseo
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxcon tu clara hermosura.

Qué pretendes de mí, visitante inoportuno,
que alborozas la vida sin razón
y enciendes esta piel que se estremece
si pienso la caricia de tus plumas.
Qué haces, di,
xxxxxxxxxxxxxqué haces recubriendo de seda
las paredes ajadas de mi cuarto
y esparciendo en mi cuerpo tu fragancia.

Qué exaltación aviva tu aleteo en el aire
que al saberse prendido se extasía,
y así respiro yo
xxxxxxxxxxxxxxel prodigio elevado
que mana de tu canto preciosísimo
y llama a los placeres y a la ofrenda.

Pájaro soñador, qué frívolo te ofreces
y qué ambición indigna —impropia de tu nombre—
persigues al venir a cortejar
a quien aún defiende sus virtudes
y es honesto contigo.

Refrena tus ardores
y no inquietes mi mundo, enardeciéndome,
que yo me he de entregar de otra manera.
No me hagas infringir
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxmis votos que juré
y, en la renuncia,
son promesa que nunca traicionará tu vuelo.

Ay pájaro imprudente,
qué anhelo insatisfecho solicita cumplirse
mientras lucho, callado, por negarte
y temo que me embauque la pasión
que, en un desliz, acceda a complacerte.

Aunque tal vez no es cierto cuanto veo
—porque todo sea engaño, fantasía
de quien no reconoce su impureza—,
y en verdad no eres tú, estoy soñándote,
y, lejos de que puedas afligirme,
no eres sino aquel que, a mí rendido,
por siempre ha de quererme de otro modo
y le basta tan sólo con mirarme.

 

 

 

Aniorte, Ginés. Las condiciones del pájaro. Sevilla; Ed. Renacimiento, 2012.

 

9 POEMAS DE JAVIER SALVAGO

 

AÑO NUEVO

Como las cosas no podían
ir a peor —escribió Kafka,
en su Diario—, mejoraron.

Cómo me gustaría, ante este negro
e inhóspito horizonte que se abre,
ante mí —como un año más,
o como un año menos—,
poder decir lo mismo.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxPero siento
que no he tocado fondo,
que hay más miseria, más dolor, más tedio
más adelante, que las cosas
pueden empeorar.
Que lo peor, como quien dice,
aún está por llegar.

 

 

 

 

DIVINO TESORO

La juventud pasó.
Bien está lo que acaba.
No volvería a ser joven
ni aunque me lo pagaran.

¿Echar a andar de nuevo
por la senda trillada
de los sueños ilusos
y las verdades vagas?

¿Empezar otra vez
con las viejas batallas
y sus viejas heridas?
¿Volver a las andadas,

a la noche, al infierno,
al gusto por la mala
vida? ¿Hacer de todo,
lo que es comedia, un drama?

¿Volver a alimentarme
de mitos y falacias,
de modas y movidas,
de palabras gastadas?

¿Llevar sobre los hombros
la fastidiosa carga
de ser interesante,
original?… ¡Qué lata!

¿Confiar, como ayer,
en la vana esperanza
de que todo será
mejor en el mañana?

¿Tener toda la vida
por delante —tan larga—,
con lo que uno ha pasado
para ir medio pasándola?

La juventud se fue.
Bien está lo que acaba.
No volveré a ser joven,
a Dios gracias.

 

 

 

 

CERCA DEL CIELO

A aquella tabernucha la llamaban
«Cerca del cielo», por los altos techos
que cobijaban a los parroquianos.
Misterios del azar: al tabernero
lo apodaban «El tío de la nube»,
por la mancha del ojo.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxSi ahora vuelvo
hacia allá la mirada, puedo ver
a mi padre, feliz, cerca del cielo
—sólo por el poder que tiene el vino
de pintar de colores lo que es negro—,
apoyado en la barra, rodeado
de amigotes juerguistas y risueños,
cantando por fandangos y alegrías,
sin respetar la noche ni el letrero
de «se prohíbe el cante».
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxY puedo
verme también a mí, sentado
sobre un alto barril —apenas tengo
ocho inocentes años—,
tiritando de frío,
muerto de hambre y de sueño,
avergonzado,
cerca del infierno.

 

 

 

 

IMÁGENES

Para María sigo siendo aquel
adolescente, tímido y callado,
que no encontraba nunca la ocasión
ni la manera de coger su mano.

Para Carmen —que, para su sorpresa
y sin remotamente sospecharlo,
fue la tumba de mi virginidad—,
una curiosa anécdota y un chasco.

Para Manuela, nadie —yo no creo
que me recuerda—. Un cerdo, para Amparo,
que jugó con su joven corazón
a romperlo en pedazos.

Para Marta, supongo que el peor
amante que ha tenido. Un mamarracho,
para Julia, que tras jurarle amor
eterno, se marchó a comprar tabaco

y no volvió. Para Marisa, el sueño
de alguna que otra noche de verano.
Una estrella fugaz, para Teresa,
que en su pequeño cielo brilló un rato.

El amor de su vida, y de la mía,
mientras duró, para Isabel. Un raro,
para Cristina. Para Elisa, el tipo
que despertó su piel, en cuyos brazos

descubrió los secretos del placer
y los misterios del amor profano.
Para Pilar, un chulo que se hartaba
de beber a su costa. Para Charo

—que caminó conmigo, cuando andaba
cuesta abajo y sin freno—, un desahuciado…
Para todas, igual que para mí
cada una de ellas, alguien, algo

que ya no existe más que en el recuerdo,
un plano congelado del pasado
que no cambia, madura, ni envejece,
por el que pasa el tiempo sin tocarlo.

Imágenes ya muertas del que fui,
según las circunstancias y los años,
que aún perduran, borrosas y amarillas,
como viejos retratos.

 

 

 

 

CANCIÓN DEL OLVIDO

El color de los ojos de aquel amor de niño.
El calor del primer beso, que no consigo
recordar, aunque sé que debió de haber sido
inolvidable. Tantos compañeros y amigos
de colegio o de farra, que un día fueron íntimos.
El latín. Tantos nombres de montañas y ríos.
Tantas duras lecciones. Tantos y tantos libros,
con pasión devorados, siempre abiertos, leídos
y olvidados, igual que olvidamos caminos,
propósitos, heridas, afectos y cariños,
paisajes y rostros que el tiempo ha diluido.

Cuando la vida pasa, son tantos los olvidos.

 

 

 

 

LA VENGANZA DE CASANOVA

He arrasado tu cuerpo, como un bárbaro.
Después de mí, nadie hallará una gruta,
un monte, un recoveco, un pliegue,
ni un solo poro virgen en tu piel.

 

 

 

 

HAIKU

Cayó la noche,
pesada como un fardo,
sobre nosotros,

y vimos las estrellas.

 

 

 

 

AQUELLOS MARAVILLOSOS AÑOS

Que la vida dolía
yo lo aprendí muy pronto.
Quizá por eso anduve tantos años
huyendo de la vida, como loco;

ciego, para no ver lo que sabía
que iba a ver nada más abrir los ojos;
borracho, para no mirar de frente
su impenetrable rostro.

Para poder vivir en paz, sin miedo,
para animarme, me lo bebí todo.
—Sólo así conseguí, en algún momento,

ser feliz y gozar la vida a fondo.—
Pero el sueño de la razón es sueño
y engendra monstruos.

 

 

 

 

LOS SUEÑOS

No nos dejan vivir y no se dejan
ser vividos.
xxxxxxxxxxLos sueños
miden y empequeñecen
la realidad: no hay rostro,
caricia o paisaje
que puedan compararse
con los soñados.
xxxxxxxxxxxxxxxxNada
satisface al que sueña.
Rodeado de frutos, como Tántalo,
el soñador se muere de hambre y sed.

 

 

 

Salvago, Javier. Variaciones y reincidencias (Poesía 1977-1997). Sevilla; Ed. Renacimiento, 1997.

 

LOS MEJORES AÑOS

 

ÚLTIMO RETRATO DE JUVENTUD

Hace casi tres años que no escribo
poemas, me abandono, apenas leo;
no me cultivo ni me informo. Siento
dentro de mí una especie de vacío

que avanza —y no me asusta— como un río
de lava; o mejor, como un desierto
que va ganando más y más terreno
al calcinado bosque, ayer tan vivo.

Sueño poco. Deseo lo necesario.
No tengo nada, y nada extraordinario
espero en adelante. No disfruto

del placer de vivir. Miro la vida
con reserva y distancia. Cada día
me consienten los años menos humos.

 

 

 

 

IMAGEN DEL DESENGAÑO

Con el dinero justo siempre,
sin poder y sin gloria, más bien harto
del poder y la gloria, de versitos
bonitos, de la vida y sus trabajos
—de contarle a un papel lo que ha vivido
en lugar de olvidarlo—,
de ser hombre, de ser poeta lírico,
de vivir, de saber que el arte es largo.

 

 

 

 

LIBROS

Palabras, sueños, humo, sombras,
literatura, vida muerta
almacenada en los estantes
de librerías, bibliotecas.

Por ellos supe algunas cosas
que me inquietaron la existencia.
En ellos quise dejar algo
de mi verdad y mi experiencia.

Pequeñas muertes, desengaños,
caricias, golpes, sordas guerras
contra uno mismo… ¿A quién le importan?
¿A quién divierten o aprovechan?

 

 

 

 

DESPUÉS DE LA BATALLA

Todo lo que perdí
—la juventud, su brillo…—
a cambio de este acuerdo
de paz conmigo.

 

 

 

 

OTRA EDAD

Se me pasó la edad de ser poeta
porque todo se pasa, es ley de vida;
aunque siga, por vicio o por querencia,

hablándole a un papel, la poesía
ya no es mi patria, ni mi territorio.
Sólo regreso a veces, de visita,

como quien vuelve a donde fue dichoso.

 

 

 

 

SOBRE EL TAPETE VERDE DE LA VIDA

Nos pasamos la vida de farol,
temiendo que nos cojan y descubran
que no llevamos juego,
que no sabemos nada
de nada…

xxxxxxxxxxNos pasamos
la vida calibrándonos, cubriéndonos,
con la guardia bien alta.

Todos fingiendo y todos con las mismas
o parecidas malas cartas.

 

 

 

 

POEMA DE AMOR

Mi madre, que me encuentra más delgado
y se preocupa porque tengo ojeras.

Mi padre, cada día más distante,
y, sin embargo, cada vez más cerca.

Mi hijo, que aparece con sus ganas
de vivir, y me rompe los esquemas.

Y, aunque lo dudes, tú,
que me soportas o que te rebelas

cuando reniego o callo, que compartes
mi mal humor y mis miserias.

Y poco más… Es todo lo que puedo
llamar amor a los cuarenta.

 

 

 

 

LOS PRIMEROS PLACERES

Más lejos cada vez, cuanto más besas,
de aquel dulzor de los primeros besos;
mucho más lejos, mientras más escribes,
de la emoción de los primeros versos.

 

 

 

 

A UNA JOVEN QUE PREGUNTÓ EN UNA LECTURA

También yo me pregunto
por qué esta especie de desprecio
(siendo poeta y estando obligado
a poetizar)
xxxxxxxxxxpor lo poético.

¿Por qué parece que odio la poesía,
que no me tomo en serio
sus lánguidos suspiros ni sus vagos
y etéreos pensamientos?

No creas, porque sonrío,
que para mí es un juego.
En el fondo, es lo único
con lo que no bromeo.

 

 

 

 

MI GENERACIÓN

Paseo con alguno; de otros, sólo
recibo alguna carta o algún libro
dedicado con frases amistosas.
Son mi generación.

xxxxxxxxxxxxxxxxxxCuando mañana
no vivan para verlo, algún lector
futuro, algún futuro
aprendiz de poeta
—con la misma emoción con la que ellos
se acercaron a Bécquer, a Cernuda,
a Juan Ramón, a Borges…—
tal vez se les acerque.

En viejas librerías, buscará
primeras ediciones de estos libros,
aún con olor a imprenta
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx—«Autorretratos»,
«Vieja amiga», «Las tardes», «Sombras», «Juegos
para aplazar la muerte»…—,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxque hoy escriben
compañeros o amigos que se enfrentan,
en soledad sonora, con la nada
de sus folios en blanco,
para crear con el humilde polvo
de la palabra frágiles criaturas
que resistan al tiempo.

Si alguno lo consigue
xxxxxxxxxxxxxxxxxxx—Juan Luis,
Abelardo, Fernando, Paco, Eloy…—
se habrá justificado
nuestra generación.

Por él sabrán qué clase de hombres fuimos
y algo de nuestra lucha y nuestros sueños.

 

 

 

 

HAIKU

Como nubes de agosto, todo pasa.
La vida nos demuestra
que se puede vivir sin casi todo.

 

 

 

 

UNA HISTORIA TRIVIAL

Inquieto, como un pájaro al que le abren la jaula,
con tu cartera al hombro, a las cinco abandonas
el colegio y, corriendo, llegas a casa. Piensas
en tu madre. Le llevas una buena noticia
—algo que has olvidado, y que en aquel momento,
al menos para ti, fue importante—. La buscas
en la sala de estar, en su oloroso cuarto
de costura. La llamas. Entras en la cocina.
Sobre la mesa, hay un rescaño crujiente
de pan y algunas onzas de chocolate. Tomas
la merienda y prosigues la búsqueda: en el patio,
en el desván… Empujas la puerta de la alcoba
y, de pronto, tus ojos se iluminan.
Cuando ya has empezado a correr hacia ella
suena un grito a dos voces que te detiene en seco
lo mismo que un autómata.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxConfundido y nervioso,
sin comprender, observas: tu madre y, a su lado,
tu padre; ambos te miran, desde la cama, hostiles,
sobresaltados. Sientes que algo, dentro, se ha roto
para siempre, que ya no podrás mirar nunca
con tus ojos de antes, que jamás volverás
a correr a unos brazos sin que un torpe y ridículo
fantasma se interponga.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxAbochornado, bajas
la cabeza y le pides que te trague a la tierra.

 

 

 

 

VERANO Y HUMO

Un olor repentino, como un soplo,
me devuelve el aroma de una tarde
de verano —el último verano
de mi niñez—. Se anima la memoria
con el alegre paso de unos niños
que surgen de lo oscuro y se recuestan
sobre la grata hierba de un arroyo.

Sudorosos, después de haber jugado
a sus juegos de siempre, los contemplo
desde la lejanía de los años:
algún gesto de hombre, los silbidos
a esas chicas que ríen y se alejan,
el brillo de sus ojos cuando escuchan
al bribón que relata,
entre risitas y codazos cómplices,
que sorprendió a su hermana, en un descuido,
desnuda en la bañera;
entre el jolgorio general, se atreve
a hablar de ciertos toques y caricias,
del placer que producen —y que él nombra,
con precisión de experto—.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxPasan
las horas sin oírse;
muy despacio, anochece. Ya, en el pueblo,
los vecinos sacaron a la calle
las sillas, y las puertas se han llenado
de curiosos que ven correr, monótona,
la vida ante sus casas.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxLas primeras
estrellas se iluminan, cuando tiendes
la mano, que reprime y disimula
un ingenuo temblor,
y tomas el mojado cigarrillo,
que va de boca en boca.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx—Fiel y mudo
testigo, las afueras
presienten que dejáis de ser niños—.

Sin el temor de que cualquier intruso
os descubra y delate, mientras cae
la sombra de la noche sobre el campo
y ladran más los perros, la amistad
se hace entrañable, íntima. Soñáis
despiertos: el futuro es una playa
de suave arena en la que vais alzando
fantásticos castillos.

—¿Qué habrá sido de éste que ahora toma
la palabra y os dice, tan seguro,
que de mayor será famoso y rico?
¿En qué taller o fábrica se pudre,
miserable y anónimo?—

En un momento de abandono, miras
confiado a la luna, como si ella
supiese lo que piensas cuando callas.
Y su limpia mirada te protege
y te sigue, serena, cuando alguno
recuerda que es muy tarde. Y regresáis,
enlazados los hombros, bien unidos,
juntos como una hermosa piña humana.

Y suenan, como doce avisos, graves,
en la noche las doce campanadas.

 

 

 

 

CADA TARDE, A LAS CINCO

Alegre, la campana anunciaba el final
de otro día de escuela. Y, como sombras
de un sueño, hasta mañana,
atrás se iban quedando humillaciones,
pupitres y tinteros,
mapas, pizarras…
xxxxxxxxxxxxxxxxFuera
te aguardaba la vida, sonriente y amable,
para jugar contigo antes de que llegara,
con su espada de tiempo,
el ángel que nos echa del paraíso.

 

 

 

 

PRIMAVERA

Otra vez el Deseo
y sus ejércitos
de rubias tentaciones.

 

 

 

 

SEVILLA

Como a la antigua amiga,
a la que el tiempo maduró y descubres,
después de algunos años, una tarde,
distinta, entre la gente;
como a esa amiga que te habla,
con orgullo de madre, de sus hijos,
que no añora el pasado, ni desea
volver a comenzar ninguna historia,
así, serenamente,
en paz con la memoria,
me acerco a ti y te vivo.

Como a la antigua amiga
que olvida la distancia que los años
marcaron, y te llama
y te inquieta con citas a deshoras;
como a esa amiga que se obstina
en revivir recuerdos de otro tiempo
—que ya no es tuyo ni lo quieres—,
así, te huyo cuando llegas
con los ojos brillantes, perfumada
de naranjos en flor y primavera,
removiendo rescoldos.

 

 

 

 

DIEZ AÑOS DE SU VIDA

Aún me saluda gente por la calle
que no conozco: tipos que han bebido
conmigo, que me hablan de lugares
en los que no recuerdo haber estado,
que me cuentan historias de mí mismo
que mi memoria ignora.

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx—Acuden, mientras trato
de ordenar los fragmentos, entre niebla,
imágenes perdidas:
xxxxxxxxxxxxxxxxxxveo coches
que me siguen el paso. Escucho el eco
de voces que alborotan. Alguien,
amenazante, muestra una cadena.
Dispara al aire un policía.
Me despierto, después de haber dormido
sobre una losa en un rincón
del cementerio.
xxxxxxxxxxxxxxUn exhibicionista
se baja el pantalón y muestra el culo:
Me echa de un bar un camarero.
De un empujón me arrojan a una celda.
Me despierto, después de haber dormido
en el banco de un parque, en una gran
ciudad que desconozco. Me pregunto
cómo he llegado allí. Una fulana
me estruja entre sus tetas…—

Andaba con la luna
sin ver fríos reflejos de navaja,
miradas de odio o de esquinado y turbio
deseo. Sin ver siquiera
aquel rostro violento,
desencajado: el rostro de aquel otro
que era mi foto en negativo,
mi Mr. Hyde, mi William Wilson;
capaz de todo lo que yo podía
temer o aborrecer, capaz de todo
por una última copa.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxCuántas noches
recorrí esta ciudad, hasta que el alba
vencía las tinieblas,
buscando ocasionales compañeros
—a ser posible, con dinero alegre—
para seguir la juerga.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxCuántas noches
las consumí en tabernas mal cerradas,
bebiendo con extraños, con oscuros
pájaros de lo oscuro,
en efusiva camaradería
que casi siempre terminaba mal.

—…Como en una película, alguien rompe
una botella, que usa como arma.
Salta la luna de un escaparate.
Me despierto en mi cama sin memoria,
ensangrentada y sucia la camisa.
¿Con quién estuve, Dios, qué hice?…—

No fue el infierno, pero algunos saben
que debe andarle cerca.
No fue el Edén y, sin embargo, tuvo
algo de paraíso.

 

 

 

 

LA TENTACIÓN

El leve roce de su pelo negro
al mover la cabeza, sofocada.
El roce de su mano, en un descuido,
sobre mi mano, en la sudosa barra.
El roce de su cuerpo, en una curva.
Sus pechos, al cargar en la parada
el autobús. El roce de sus muslos
casi desnudos… Sin palabras,
bajamos. Por caminos diferentes
nos fuimos alejando, y no hubo nada.

 

 

 

Salvago, Javier. Variaciones y reincidencias (Poesía 1977-1997). Sevilla; Ed. Renacimiento, 1997.

 

MÁS VARIACIONES, MÁS REINCIDENCIAS

 

EPÍGRAFE

Me gustaría saber qué es lo que buscas,
qué intentas encontrar,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxpor qué has cogido
—sin demasiada fe, supongo—
este libro.

Yo no sé nada que tú ya no sepas,
que no nos puedan enseñar los años.
No hago juegos de magia.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxNo deslumbro.
Hablo sin vanidad de mis asuntos.

(A lo sumo, acompaño).

 

 

 

 

FÁBULA

Era un muchacho inteligente
que prometía. En el colegio
sacaba nota y no era raro
que alguna vez fuera el primero.

Luego le dio por la bohemia,
la mala vida y por los versos.
Quiso probarlo todo y tuvo
hasta pasión de aventurero.

Durmió en las calles, vio países,
amó y le amaron como un juego.
Pasó de largo sin fijarse
ni preguntar si había regreso.

Trató a la vida a latigazos
como si todo fuera eterno:
la juventud, las esperanzas,
las fantasías y los sueños.

Sin darse cuenta de que nadie
iba detrás, siguió corriendo.
Se quedó solo, dando tumbos
en la frontera entre dos tiempos.

 

 

 

 

PASEO POR EL RECUERDO

Más que la infancia, acaso, mi patria fue aquel tiempo
del que ya sólo queda un puzzle de recuerdos.
La soledad. La lluvia. Las muchachas. Las calles.
El deseo. La noche. Los cines y los bares.
Las primeras caricias. El tacto de otro cuerpo
debajo de la ropa. Las piernas y los pechos.
La rebeldía sin causa. Los primeros problemas
familiares. Los pelos largos y la protesta.
El alcohol, todavía amistoso y discreto,
que me enseñaba cómo disimular el miedo.
El alcohol y los libros. Las primeras palabras
escritas en cuadernos, sin oficio y sin maña.
Todos los viejos mitos y nombres de la época.
Los amigos. Las broncas. La fimosis. La yerba.
La pasión extranjera. La mochila. El viaje.
Los trenes. Los intentos de auto-stop. El paisaje.
La primera aventura que terminó en la cama
y la primera noche de amor, casi de drama.
El trago inevitable de la comisaría
cuando se va de ave nocturna por la vida.
La palidez del alba. El despertar confuso.
Las dos primeras copas para templar el pulso.
El alcohol, ya con todas sus miserias, sin máscara…

Pero ésa es otra historia, que contaré mañana.

 

 

 

 

ULISES

Como el amor, el arte, los deseos,
los sueños, la aventura o la batalla,
la vida —este viaje sin retorno—
lo es todo mientras dura,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxy luego nada.

 

 

 

 

LA HORA NUEVA

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxSí, la hora nueva es, por lo menos, muy severa.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxArthur Rimbaud

Junto con el amor a las palabras,
entre otras muchas cosas, he perdido
interés por saber si la existencia
se alarga más allá de esa otra puerta.
—Siempre y eternidad ya no son tiempo
cuando se está viviendo en el mañana—.

Me conformo con ver otra mañana
y con seguir usando las palabras
para nombrar lo propio de este tiempo;
para nombrar también lo que he perdido,
sin remedio, detrás de alguna puerta
que marcaba el final de su existencia.

Hoy me sobra con dar a mi existencia
realidad de presente. Aunque mañana,
al cruzar el umbral, tras otra puerta
deba cambiar de rostro y de palabras.
No es la primera vez que me he perdido
en este callejón que llaman tiempo.

A fuerza de ir dejando en cada tiempo
partes de mí que fueron mi existencia,
de restar y añadir a lo perdido
noches que va enterrando su mañana,
ya sé que todo, incluso las palabras,
muda de contenido en cada puerta.

Y no es cuestión de andar de puerta en puerta
buscando una verdad que venza al tiempo;
ni de esperar, sin fe, que las palabras
le encuentren su sentido a la existencia;
ni de pedir, en vano, a otra mañana
que nos devuelva lo que se ha perdido.

No todo, sin embargo, está perdido.
Mientras la vida dure, habrá una puerta
de par en par abierta a su mañana.
Cada edad es un mundo. Cada tiempo
juzga de otra manera la existencia
y exige otra actitud y otras palabras.

Porque palabras hay que ya han perdido
su razón de existencia tras la puerta
de un tiempo que, hasta ayer, era el mañana.

 

 

 

 

UN POCO MÁS SABIOS, UN POCO MÁS CIEGOS

Cuando uno ya no es joven, se convence
de que el diablo sabe más por viejo,
y admite que los años nos enseñan
a distinguir la realidad del sueño.
Y, acaso, no. Quizá la vida sólo
se nos muestra una vez —cuando tenemos
ojos para apreciarla— y luego vamos
olvidando su rostro y su secreto.

 

 

 

 

HOMENAJE A MANUEL MACHADO

Errores en la vida los comete cualquiera.
Lo mismo que un mal verso puede hundir un poema,
supongo que habré dado una porción de pasos
que prestan al conjunto sensación de fracaso
—gajes del que se arriesga a saltar del trapecio
sin red y a veces paga, por nada, un alto precio—.
Soñé, viví, me amaron, he amado y he bebido,
aunque no solamente por el placer del vino.
Quizá creí que el fondo de la dorada copa
guardaba algún secreto o encerraba otra cosa.
No me puedo quejar, y no me quejo. En suma,
lo que sembré cosecho. Pero queda una duda,
la pregunta de siempre, cierto regusto amargo:
la sombra del que pude ser y se me ha escapado.

 

 

 

 

BLUES DEL VIEJO UNIFORME

El viejo jean, las botas, la chaqueta
de pana, la ilusión…, viejo uniforme
que cubría del frío de otro invierno
la integridad de un corazón más joven.
Ya no dice lo mismo, aunque lo siga
colgando de una percha cada noche,
como un hombre de Lee que se resiste
a entender que ganó la guerra el Norte.

 

 

 

 

BUENAS NOCHES

Estoy cansado de zurzir
cada mañana este disfraz
de hijo de un tiempo que no da
—aunque se estire— más de sí.

Estoy cansado de seguir
sin ilusión tras el cristal
del desencanto existencial,
socio-político y viril.

Estoy cansado de exprimir
los mismos temas, de jugar
al mismo juego, de girar
como un Long Play de viejos hits.

 

 

 

 

SALA DE ESPERA

Nos consumimos
en una espera
de absurdos trenes
que nunca llegan

o que se escapan.
Al fin y al cabo,
¿vivir no es esto:
esperar algo?

Esperar siempre,
sin fundamento,
algún milagro.
Mientras el tiempo,

repleto de horas
vanas y muertas,
nos va cerrando
todas las puertas.

Hasta que el tiempo
nos deja a oscuras
en una larga
noche sin luna.

 

 

 

 

CORRECCIONES

La vida se parece a esos poemas
que brotan, en principio, interminables,
retóricos, grandiosos y banales.

Luego vas corrigiendo hasta dejarlos
en lo poco que importa, en los dos versos
que dicen lo que todos ya sabemos.

 

 

 

 

POEMA DE UNA NOCHE

La lectura de algún libro
de esos a los que volvemos,
para tratar de entendernos
cuando nos hemos perdido.

La corrección de un poema
que anoche nos parecía
un prodigio de poesía,
y ahora nos da cierta pena.

Las largas horas, delante
del blanco papel, en blanco:
sin convicción, esperando
que un par de líneas nos salven.

Las vueltas sobre lo mismo,
las eternas variaciones,
las vanas complicaciones
buscando el tiempo perdido.

Dos paquetes de tabaco,
media docena de tazas
de té. Y lo de siempre: nada
digno de ser recordado.

Un día, como otro día,
cuyo final no se siente.
Otro día que se vierte
en el vacío, y se olvida.

(Sobre las cuatro, a la cama:
el sueño y, a ser posible,
que tarde en llegar mañana.)

 

 

 

 

VOY CONTRA MI INTERÉS AL CONFESARLO

Me quité del alcohol, y cualquier día
me quitaré de la poesía.

Comienzo a estar cansado de problemas,
de arriesgar demasiado en un poema
para sacar tan poco.

Estoy harto de andar, igual que un topo,
siempre escarbando dentro
—cada paso más cerca del infierno—,

mientras la vida pasa,
sobre mí, como un tren que se me escapa.

 

 

 

 

JAVIER SALVAGO (jr.)

Javier Salvago tiene por delante la vida.
El mundo le sonríe, y él lo observa,
lo toca y lo escudriña,

con sus pringosas manos, con sus ojos atentos,
como un explorador infatigable
para el que todo es nuevo.

Javier Salvago sale zumbando de la cama,
cuando el sol ni siquiera se ha quitado
del todo las legañas.

Le espera la aventura de inventar algún juego.
Hay tanto que buscar, que romper, tantos
inocentes secretos,

tantas cosas que pueden resultar divertidas,
importantes, grandiosas y hasta mágicas
si él las toca y las mira.

Javier Salvago vive, como un gato, a su aire,
haciendo todo eso que los otros
dicen que no se hace.

Protesta si se aburre o si alguien lo fastidia.
Si tiene sueño, duerme, y no le importa
si es de noche o de día.

Como todos los dioses, es voluble y tirano.
Exige, no se humilla… Es una fiera,
según Manuel Machado.

Sin embargo, esa fiera es un profundo espejo
que me devuelve la mejor imagen
que acaricio y conservo.

 

 

 

 

LA SOLEDAD DEL ESCRITOR DE FONDO

Escribir —como todo— no es nada,
pero importa. No pocos se arriesgan
a estrellarse por esa bobada
de dejar unos cuantos poemas.

Porque importa, uno sigue adelante
contra viento, marea y mareo,
aunque sepa que no escucha nadie,
aunque no se lo tomen en serio.

Uno sigue adelante, aunque a veces
se pregunta si vale la pena,
para nadie y por nadie, exponerse
a amargarse el café y la existencia.

 

 

 

 

UN POETA INSOLVENTE SALE A PROBAR FORTUNA

He aprendido, a lo largo de los años,
a capear el temporal de dentro.
Los asuntos del alma
—y no es por presumir— los sobrellevo
con cierta dignidad.
La duda existencial,
la soledad, el desamor, el miedo
o la angustia vital
no tienen para mí secretos.
Los sufro y los tolero
bastante bien.
xxxxxxxxxxxxxxSoy fuerte
en lo que se refiere
a ese intangible mundo.
Hasta la muerte
me trata con un tono familiar.
Lo que venga después puede esperar.
No me quitan el sueño
ni el cielo ni el infierno.

Pero,en cambio,
me acuso de ser algo
torpe para las cosas de la vida
—sobre todo, si son las añadidas
por la mano del hombre—.

No sé cuándo ni cómo
hacer lo que otros, no más sabios, hacen.
A todo llego tarde
o no llego. Se cierran
ante mí algunas puertas
por las que muchos pasan sin conflicto.

Será que yo no pido
nada, que no me creo demasiado
las reglas de este juego,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxque el tinglado
de la moderna y de la antigua farsa
no me asombra, aunque a veces sí me espanta.

 

 

 

 

SENTADO AL BORDE DEL CAMINO

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxUna vida lograda es un sueño de adolescente
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxrealizado en la edad madura.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxVigny

Aunque no sea demasiado,
tengo lo que me he buscado.

Nunca pretendí que fuera
mi vida ninguna fiesta.

Siempre he tenido muy claro
que existir no es un regalo,

sino una especia de lucha
o, cuando menos, de busca.

Tiré por este camino
haciendo caso al instinto,

sin importarme siquiera
que llevara o no a la meta,

sabiendo que me exponía
a llegar aquí algún día:

la noche, un papel borrado
y un hombre insomne, velando,

discretamente dolido
con todo, pero en su sitio.

Al fin y al cabo, mi sueño
se parecía mucho a esto.

 

 

 

 

MONSIEUR SALVAGO, POETA

Poeta, usted lo ha dicho, no doctor de la lengua
—aunque sea compatible— ni erudito ni oscuro
ratón de biblioteca.

Un hombre que ha vivido lo suyo, como todos,
y que lo ha ido contando para entenderse un poco.

No un poeta mayor, de la talla del Dante
—eso es mucho pedir en tiempos como éstos
de prisa y vanidades—.

Un poeta menor que, si no grande, al menos
peleó a su manera para intentar ser bueno.

 

 

 

Salvago, Javier. Variaciones y reincidencias (Poesía 1977-1997). Sevilla; Ed. Renacimiento, 1997.

 

VARIACIONES Y REINCIDENCIAS

 

AMAR EN CUERPO Y CALMA

Vivo en un piso de alquiler con una
mujer a la que quiero,
a pesar de que no siempre encontramos
la forma de entendernos.

El amor, como todo, cuando deja
de ser una palabra
y toma cuerpo en otro cuerpo y vida,
tiene sus horas bajas:

sus momentos de agobio, de fastidio,
de tedio, de violencia,
de soledad; sus caras destempladas,
ridículas y feas.

El amor, como todo, cuando deja
de ser una palabra,
un tema socorrido y vago, pierde
la ceguera y las alas.

 

 

 

 

EVOCACIÓN Y ELEGÍA

Miradas
curiosas.
Dichosas
veladas.

Espadas
pringosas.
Sabrosas
tostadas.

Relatos
pausados.
Vagancia.

Zapatos
mojados:
infancia.

 

 

 

 

RESUMEN

Vuelvo otra vez la vista, pero ya sin nostalgia,
sin grandes sentimientos, sólo como el que pasa
las hojas del diario y lee los titulares
porque el resto no importa o, si importa, se sabe.

Como todos los niños, fui niño. Como todos
los jóvenes, fui joven: es decir, algo bobo.
Me apunté voluntario a bailar con la fea
y hasta llegué a sacarle su jugo a la tristeza.
Como todos, un día descubrí que este mundo
lo estaban decorando sin contar con mi gusto.
Y lo que fue una historia feliz, una mañana,
casi sin darme cuenta, desembocó en un drama.
Sólo el amor podía devolverle a la tarde
el esplendor perdido y su frescura al aire.
Sólo el amor podía devolverme de nuevo
el placer de estar vivo y la emoción del juego.

Luego entré en una nube de la que me ha costado
salir. Pero he salido, aunque un tanto quemado.
Mi ilusión no es la misma. No diré que soy viejo
porque, a mi edad, cualquiera pensaría que miento.

 

 

 

 

TANKAS

I. DEL TIEMPO

Todo lo da.
Como el mejor amigo,
todo lo ofrece.
Hasta que se convierte
un día en tu enemigo.

 

 

II. DE LA CLARIDAD

La claridad
se agradece y se aprecia
como un tesoro,
cuando se ha visto turbio
y oscuro tantas veces.

 

 

 

 

LA NOVELA DE UN LITERATO

Pude haber puesto
mis ilusiones,
para evitarme
complicaciones,

en otras metas
más inmediatas
y, sobre todo,
mucho más prácticas.

Pero había algo
que me atraía
—supe más tarde
que era poesía—

en las palabras
de aquellos hombres
de oscura vida
y claro nombre.

Sólo quería
ser como ellos,
pasar sus hambres,
sentir sus miedos.

Vivir, en suma,
en carne propia
sus emociones
y sus historias.

Dispuesto a todo,
bajé al infierno,
a mi inocencia
le puse cuernos.

Reté a la vida
para que fuera
dura conmigo
y me curtiera.

En esto, al menos,
fue generosa
la vida: palos
me dio de sobra.

 

 

 

 

LA POESÍA

Llega —y quién se resiste—
ofreciéndote un mundo,
y tú le abres la puerta.
Y empiezas a ser suyo.

Se va haciendo la dueña
de la casa. Te impone
sus locas exigencias,
sus duras condiciones.

Le entregas los mejores
años, y te lo paga
con monedas que incluso
los mendigos rechazan.

Y, sin embargo, sabes
que si en el fondo tiene
algún valor tu vida,
en parte, se lo debes.

 

 

 

Salvago, Javier. Variaciones y reincidencias (Poesía 1977-1997). Sevilla; Ed. Renacimiento, 1997.

 

ESA CHICA SE HA ENAMORADO DE TI

 

PRÓLOGO

Le he contado mi vida,
le he jurado mil veces
que me espera el fracaso
en más de siete frentes.

Que, por alguna causa,
mantengo con la gente
una discreta guerra.
Y dice que me quiere.

Puede que no sea ciego
el amor, pero es sordo.
(Al menos, éste).

 

 

 

 

UNO

Nos sorprendía el alba con los ojos abiertos,
después de haber dejado que hablaran nuestros cuerpos

—sin entenderse a veces, porque a veces consigo
complicarme la vida sin causa ni sentido—.

Cómo explicarle a nadie ciertas intimidades:
esa extraña manera de amar, que tú ya sabes.

 

 

 

 

DOS

Es curiosa la vida. Hace sólo unos meses
no sabía de ti ni que existías.
Ahora quién niega que te he visto siempre.

Es curiosa la vida. La exprimes, te la bebes
y cuando piensas que ya estás de vuelta
de casi todo, llega y te sorprende.

 

 

 

 

TRES

Me recosté en tu cuerpo, mientras tú preparabas
la comida. El contacto de tu piel bronceada

me despertó los tigres, dormidos un momento,
y sentí que sus uñas me arañaban por dentro.

Aunque era mediodía, nos fuimos a la cama.
Luego la casa olía a lentejas pegadas.

 

 

 

 

CINCO

Alguna vez me has dicho: «Soy como un libro abierto».
Perdona si no logro todavía
descifrar ciertas páginas del texto.

Perdona si traduzco mal o si me equivoco.
Avísame si no te va mi marcha,
si hay que frenar o acelerar a fondo.

 

 

 

 

SIETE

Desde que te marchaste no consigo que vuelva
a reír el naranjo, en cuyas ramas
ponías a secar mínimas prendas.

Pálidas las paredes del salón, aún se acuerdan
de otras tardes, de ti, de otras mañanas,
de otras noches más allá de la regla.

Desde que te marchaste se ha quedado de piedra
esta casa de campo, donde fuimos,
sin pretenderlo, escándalo de viejas.

 

 

 

 

DIEZ

Enciendo un cigarrillo.
La casa está serena.
Se ilumina el recuerdo
y revivo esa escena

cálida, en la que estamos
tú y yo, sobre la cama,
despiertos y abrazados.
Interior. Madrugada.

El campo sigue fuera
más oscuro y más vivo
quizás. Es la primera
vez que te has atrevido

a decirme te quiero.
Y aunque finja que paso,
detrás de mi silencio,
te miro emocionado.

 

 

 

 

ONCE

¿Qué tienes tú que otras, antes, no hayan tenido?
Sé que no eres más guapa que Bodil. Me imagino

que tampoco le ganas a ninguna en destreza
para amar. Sin embargo, es tu turno y tú cuentas.

Ni siquiera eres rica. Será que me has cogido
con la guardia muy baja y aún estoy sorprendido.

 

 

 

 

DOCE

Serán los nueve años que te llevo de vida
la secreta razón por la que a veces,
entre nosotros, todo se complica.

Yo andaba ya de vuelta por algunas esquinas
cuando tú todavía te peinabas,
para ir al cole, al clarear el día.

Serán los nueve años de vida que te llevo
la secreta razón por la que a veces
nos arañamos con rabia por dentro.

 

 

 

 

TRECE

Me ha picado esta noche
la mosca de los celos en la oreja
y quisiera saber si estás en casa
o con otro, corriéndote una juerga.

Aunque andes de puntillas,
se despierta la fiera
y uno que es liberal y no le importa
lo que hagan con la vida, si es la ajena,

se vuelve suspicaz, mezquino, espía,
ve visiones, se amarga y se atormenta.
Es el amor que pasa.
Pues que llame a otra puerta.

 

 

 

 

EPÍLOGO

Cómo podría odiarte… Entre otras muchas cosas,
me has devuelto, en mi estado, alguna tarde
el gusto por la vida y por la alcoba.

Aunque mañana cambies, o cambie yo, te debo
una noche sin duda inolvidable,
diez días de incertidumbre y estos versos.

 

 

 

Salvago, Javier. Variaciones y reincidencias (Poesía 1977-1997). Sevilla; Ed. Renacimiento, 1997.

 

LA DESTRUCCIÓN O EL HUMOR

 

NO DESPIERTES AL PÁJARO DORMIDO

La escuela nacional con cara al sol
y queso americano incluidos,
los pantalones cortos, los soldados de plomo,
los chupasangres, el hombre del saco,
Roberto Alcázar y Pedrín, Diego Valor,
papá y sus recuerdos de la guerra,
mamá y sus peroles, sus misas,
sus rosarios, sus zurcidos,
Julio Verne, las pedradas, los nidos,
la abuela y sus historias de fantasmas,
los dolores de muelas, las castañas asadas,
el cisco reventando en el brasero…
Sí, tu niñez, ya fábula de fuentes.
No despiertes al pájaro dormido.
Cuando yo era pequeño,
todos los niños éramos franceses
(concretamente, de París).

 

 

 

 

HAI-KAIS

xxxxxI

La misma ausencia.
Como calcada de otra,
llega la noche.

 

 

xxxxxII

Atiza el fuego.
El alma, como siempre,
abriga poco.

 

 

xxxxxIII

Quemas la vida
y el humo del recuerdo
te hace llorar.

 

 

 

 

TANKAS

xxxxxI

Juro que es bella,
aunque sólo la he visto
devuelta a casa,
borracho, sucio y ciego,
y alguna vez de niño.

 

 

xxxxxII

El sol de otoño
es como una caricia,
y se agradece.
Los jóvenes perdemos
siempre la misma guerra.

 

 

 

 

HOMENAJE A THE BEATLES

Aquel viejo colegio,
los primeros guateques,
el primer cigarrillo
y los castos amores.
Todavía la inocencia
soñando disparates
—rebeldías con regusto
a pan y chocolate—.
Señor, cómo nos mata
el tiempo. Cómo vamos
quedándonos desnudos
y solos, como fríos
esqueletos de otoño.
Pero no te preocupes,
corazón, no me llores.
Si anochece y no hay nadie,
let it be.

 

 

 

 

HOY COMO AYER

Cuando una tarde
se pide al camarero lo de siempre:
una taza de té, porque el alcohol
nos enseñó los dientes.

Cuando se vuelve a los recuerdos
para huir del presente
—porque también la vida
nos enseñó los dientes—…

Lo discreto sería no levantarse,
quedarse en cama, solo y bien tapado,
y decirle a la muerte, cuando venga:
—Llegas con unos años de retraso.

 

 

 

 

NADA

Nada que avive el apagado ritmo
de este invernal anochecer.
Escenas de interiores, propias
para algún film de arte y ensayo.

El agobiante clima de la estancia.
Sobre la mesa, libros
y un cenicero abarrotado.

Lentamente, la noche viene entrando
a través del cristal de la ventana.
Nadie enciende la luz.
No hay que ver nada.

 

 

 

 

LOS BUENOS PROPÓSITOS

Mi decisión es firme:
quiero cambiar de traje,
darme un baño de luz
y marcharme a los parques,
dispuesto a que las flores
murmuren a mi paso:
—Ahí va la crema
de los desheredados.

Mi decisión es firme:
quiero llenar mis horas
de nobles sentimientos,
blancos como palomas,
quiero mirarlo todo
con ojos de inocencia.
Pero hay tantos mosquitos
aquí, que no me dejan.

 

 

 

 

SOLEDADES

xxxxxI

Si me tengo que morir,
¿por qué no me lo advirtieron
antes de venir aquí?

No sé qué tiene la vida
que, a ratos, se me atraganta
como si fuera una espina.

¿A qué jugarán los hombres
de aquí para allá, sin tregua,
de la mañana a la noche?

 

 

xxxxxII

Dejar que la vida siga
o poner un cartelón
y escrito con letra clara:
«Cerrado por defunción».
Mejor decido mañana.

 

 

xxxxxIII

Con los años, se complica
cada vez un poco más
el misterio de la vida.

¿Sobra la justa distancia
para ver que todo sigue
su curso, como si nada?

Los niños —y así les va—
no han aprendido que todo
tiene principio y final.

 

 

xxxxxIV

Conviene no olvidarlo:
por esta senda,
que llaman vida, todos
vamos a tientas,

igual que ciegos.
En ceniza terminan
todos los fuegos.

 

 

xxxxxV

En política y amor
no faltará quien se venda
al mejor postor.

 

 

 

 

ACHAQUES DE SOLITARIO

He pasado de largo casi siempre
ante el amor, y eso algún día se paga.
Cuántas veces me he dicho:
—No hay prisa,
ya le abriré mañana.

Pero mañana es hoy, y ahora sucede
que cae la noche y sé lo que me aguarda:
mi habitación, la soledad y el frío.
¿Comprende usted por qué sonrío?
Sólo el humor me salva.

 

 

 

 

SIN VOCACIÓN DE ASCETA

A fuerza de vivir, como un mendigo
de besos, en la más casta miseria,
aprendí del amor que no lo es todo,
pero ayuda y endulza la existencia.

Ciento ochenta y tres noches de abstinencia
—sin vocación de asceta—, con sus días,
dan para cavilar sobremanera.

 

 

 

 

NO ES BUENO QUE EL HOMBRE ESTÉ SOLO

Ahora que estamos solos,
déjame que te abra
un poco el corazón y que te diga
lo que quizá no dije con palabras.

Ahora que estamos solos
—solos en la distancia—
y la palabra amiga
me sabe a intimidad y buena charla:

ven a verme.
Serás bien recibida.

 

 

 

 

NO ES NADA, PERO DUELE

La soledad no existe.
Dicen que es sólo un tema
que pone el tono triste
en algunos poemas.

Me he plantado mi abrigo
mejor, frente al espejo,
y he salido a la tarde
con un corazón nuevo.

¡Tanta gente…! Imposible
que alguien pueda dudarlo.
La soledad no existe
nada más que en los tangos.

En la mesa vecina
del café, una enfermera
le cuenta a sus amigas
detalles de una juerga.

Pasan dos quinceañeras
y en sus ojos hay algo
de gatitas en celo
con la fiebre del sábado.

La soledad… ¡Mentira!
La niegan las parejas
que en los bancos del parque
se muerden y se estrechan.

La soledad no existe.
Dicen que es sólo un tema
que pone el tono triste
en algunos poemas.

 

 

 

 

TE RECUERDO COMO ERAS

Hoy estarás casada, serás madre y esposa,
y puede que un amante hasta te ofrezca rosas.

Pero yo sé que alguna noche habrás sonreído
recordando aquel cuarto que nos hizo más íntimos.

Al final, casi siempre, del amor sólo quedan
postales que el olvido retoca a su manera.

 

 

 

 

LA TENTACIÓN DEL RETIRO

Después de todo, ¿a quién puede importarle
mi vida? —Esta afición a contar cuentos
de dudoso interés—. Tal vez sería
preferible olvidarse de los libros
y aprender del amigo Arthur Rimbaud
el noble oficio de contrabandista.

Si puede ser de armas, aún mejor.

 

 

 

 

UN LUGAR EN LA TIERRA

Esta ciudad, donde te vas volviendo
cada día más viejo, aunque no quieras
dar a torcer tu brazo y te resistas
a dejar de ser joven
y puro, a tu manera.

Esta ciudad —sus calles, sus rincones,
sus jardines, su río, sus tabernas—
forma parte de ti, es todo eso
que algunos llaman patria:
un lugar en la tierra.

 

 

 

Salvago, Javier. Variaciones y reincidencias (Poesía 1977-1997). Sevilla; Ed. Renacimiento, 1997.

 

VARIACIONES. ACLARACIONES. MITOS.

 

VARIACIONES SOBRE UN VIEJO TÓPICO

Los violines de Verlaine.
Los soñados caminos de la tarde, de don Antonio.
Un viejo olor a campo.
Un viejo olor a lápices y a cuadernos.
El cielo gris.
El viento entre los árboles.
La caricia de las primeras lluvias.
La tristeza sin causa.
La soledad sonora.
La noche, cada vez más oscura y más larga.
Un cigarrillo que de pronto te sabe al primer cigarrillo.
Una antigua canción que te devuelve tus quince años.
Toda tu vida en imágenes, que acuden atropelladamente
xxxxcomo en una película mal montada…

Ha llegado el otoño.

 

 

 

 

TEDIO

Está detrás de todo, en el fondo de todo,
xxxxestropeándolo y manchándolo todo con sus
xxxxtorpes manos.
Como una araña gigante e invisible que al menor
xxxxdescuido te atrapa en su viscosa tela, vive
xxxxsiempre al acecho.
Si te ve feliz, te pone trampas.
Si te ve luchar, te sonríe con malicia y te pregunta:
¿Para qué?
Aparece en cualquier momento y en cualquier lugar.
Llega con su mirada vacía, con sus palabras vacías,
xxxxcon su vacía existencia, y trata de seducirte y
xxxxde convencerte de que nada, absolutamente
xxxxnada merece la pena.

Lo grave es que casi siempre lo consigue.

 

 

 

 

ACLARACIÓN DE INTENCIONES

No era la gloria, porque yo en la gloria
qué pinto. Ni siquiera era la fama.
Siempre fui tímido y le tuve siempre
un cierto horror al público y las cámaras.

Tampoco el oro, porque el oro exige
otra estrategia y otras artimañas.
—Mi ambición es llegar a no tener
más ambiciones que las necesarias—.

A estas alturas, si me asomo al fondo,
presiento que quizás lo que buscaba
era escribir, sobre mi propia vida,
mi versión de la vida retirada.

 

 

 

 

FIN DE FIESTA

Al fin solos, vida. Terminó la fiesta
y no queda nadie que pueda obligarnos
a forzar sonrisas, ni a inventar molestas
mentiras piadosas. Todos se han marchado.

Vete desnudando sin miedo. Conozco
las tristes arrugas de tu vieja carne.
Las he acariciado. Sé lo que tu rostro
oculta debajo de ese maquillaje.

Al fin solos, vida. La casa en silencio
y tú y yo desnudos, callados y ausentes
—juntos por rutina, más que por deseo—
como dos amantes cansados de verse.

 

 

 

 

A MEDIA LUZ

Vivir así: sin angustiosos sueños,
con los deseos justos y contados,

sin prisa por llegar a ningún sitio,
sin esperar de nada demasiado…

tal vez no sea vivir. Pero es mi vida
(o, al menos, lo que de ella va quedando).

 

 

 

 

SUPERVIVENCIA Y DEGENERACIÓN DEL MITO

Abrir los ojos a otro viejo día,
a un mundo viejo y demasiado usado.
Darle los buenos o los malos días,
entre bostezos, a la vieja vida
xxxxxsin entusiasmo.

Hacer lo mismo. Repetir las mismas
palabras huecas y los mismos pasos
para lo mismo. Soportar las mismas
humillaciones con las mismas miras
xxxxxy el mismo pago.

Subir la misma roca por la misma
penosa cuesta, como escarabajos,
igual que ayer, un día y otro día.
Subir la cuesta y al llegar arriba,
xxxxxde vuelta abajo.

Y abrir los ojos a otro viejo día
y no poder (y no querer) cerrarlos.

 

 

 

 

PRÓLOGO – EPÍLOGO

¿De qué sirve ahora
pasarle la cuenta
al mundo, si el mundo
gira y ni se entera?

La vida es la vida:
se nace, se muere…
No hay trampa. Su juego
fue siempre y es ése.

¿A qué atormentarse
y luchar con uno,
si uno —como todos—
hizo lo que pudo?

 

 

 

 

AQUÍ Y AHORA

No te engañes, lector. Si hablo de cosas
triviales, de inocentes experiencias,
si me encierro en el mapa de una vida
limitada y estrecha,

es porque estoy aquí y hasta que llegue
mi hora y me releven,
éste soy yo y éste es mi tema.

No te engañes, lector. no soy tan pobre
como aparento.
xxxxxxxxxxxxxxxxYo también he visto
mi otro rostro, sin rostro, en un espejo
sin marco e infinito.

 

 

 

 

LA CORISTA

Alguna vez llegaba la pueblo algún teatro
de varietés, como el que acude a mi memoria.
En la explanada de una plazoleta
levantaba su mísero tinglado
y, a la noche, ofrecía
sus atracciones para mayores con reparo.

En las tardes de fiesta
daba funciones infantiles,
con payasos y rifa de pelotas.

Fue una de aquellas tardes.
Vestido de domingo,
con mi rebelde remolino casi
domado por la mano de mi madre,
feliz y deslumbrado bajo la deslucida lona,
reía las sonoras bofetadas,
los zapatones, las caídas,
la música estridente de charanga…

Recuerdo vagamente su sonrisa,
el vuelo de su falda y unas piernas
alegres y desnudas.
Y luego un hambre nueva y misteriosa,
una necesidad
de algo, cuya falta apretaba y dolía.

 

 

 

 

LAUTRÉAMONT, POR EJEMPLO

Cómo puede olvidarse
lo que nos conmovió en algún momento,
todo lo que en su tiempo
fue importante.
—Y no hablo del amor,
sólo del arte—.

Lautréamont, por ejemplo.
¿Qué queda ya
de aquel deslumbramiento?
Apenas nada.
No podría citar, sin releerlo,
ni una sola palabra.

De aquellas horas, ya sólo recuerdo
que hacía auto-stop en una carretera
y que escribí, más tarde,
un plagio de Los Cantos
que terminó en la papelera.

 

 

 

Salvago, Javier. Volverlo a intentar. Sevilla; Ed. Renacimiento, 1989.

 

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