CIEN AÑOS. O LOS QUE SEAN.
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CIEN años de Borges, o los que sean. Borges nos fascina porque le resta toda utilidad a la cultura y la deja en juego, lo que realmente es. Se soportan las erudiciones de Borges porque no pretenden probarnos nada, sino resolverse en una sonrisa.
xxBorges ha escrito uno de los mejores castellanos del siglo, pero siempre en contra del castellano. Es una contradicción dandy que los opacos le rechazan. A uno le apasiona asistir a la lucha de Borges contra un tigre de palabras que pretende desbaratar, pero que le hechiza como todos los tigres. Su lirismo es tan intenso que hace pasar por narración lo que no son más que metáforas. Así cuando crea ciudades imaginarias: «Torres de sangre, tigres transparentes.» No ha construido nada sino dos hermosas metáforas, que yo prefiero, desde luego, a la épica de los constructores de ciudades y los constructores de novelas.
xxBorges es un escéptico irónico y dicen que el escepticismo es de derechas. Pero lo contrario del escepticismo, el fanatismo, es fascista. Borges es un genio absoluto porque es capaz de quemar un concepto en una sonrisa. Esto cabrea mucho a los filósofos de escalafón, pero es lo que el escritor —Voltaire, Montaigne, Cocteau, D’Ors, Borges— tiene sobre los demás hombres: la caligrafía de la sonrisa.
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Umbral, Francisco. Un ser de lejanías. Barcelona; Ed. Planeta, 2001.
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