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NUBES. FINES. POEMAS.

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NO HAY MUERTE

No hay muerte ni principios.
Sólo hay un mar donde estuvimos y estaremos,
un mar de peces que son como nosotros,
que vuelan cuando nacen,
que se hunden cuando mueren;
peces voladores
que saltan a la luz
sin llegar a ser ángeles.
Sólo hay un mar
y los alegres saltos de la vida.
Esta curva en el aire,
tan lenta a veces,
sobre ese mar tan codicioso,
no es un arco iris
después de la tormenta,
no es un puente
por donde pueda pasar nadie.
Nuestra vida dibuja
su ascensión y descenso
sobre ese mar humano,
donde la humanidad
realmente vive.
No hay muerte ni principios.
Sólo hay un árbol grande
que sacude sus hojas
para nutrirse de ellas
cuando caigan al suelo.

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NUNCA MÁS

Las ausencias,
los grandes huecos,
el enorme vacío dibujado
por los recuerdos insistentes,
todo está aquí
como cenizas de un gran fuego.
Y dudo de mi vida,
temo ser un rescoldo,
entre tantas miserias
que ni siquiera existen.
Mi soledad,
en esta luz de espanto,
es un nuevo fantasma
sin materia;
es un simple contorno
sin un mínimo alambre o esqueleto.
Todo es gris.
Nada existe.
Las míseras ruinas
de una triste memoria
que se pierde,
están ante mi vida sin futuro.
Dice una voz remota
que borra el panorama
con su niebla:
«Nunca más. Nunca más.»

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ELEGÍA A FEDERICO GARCÍA LORCA

Me olvido de vivir si te recuerdo,
me reconozco polvo de la tierra
y te incorporo a mí, como lo hace
las parte más cercana de tu tumba,
esa tierra insensible que suplanta
el amoroso afán de tus amigos.

Acabada tu vida, permanece
con su total contorno dibujado:
no hay puerta que te lleve a lo futuro.

El árbol de tu nombre ha florecido
en una incalculable primavera.

La muerte es perfección, acabamiento.
Sólo los muertos pueden ser nombrados.
Los que vivimos no tenemos nombre.

Los míticos honderos de la fama
tiran los cantos de tu nombre al mundo
y el lago de la vida abre sus ojos
con párpados de vidrio interminable:
No hay montaña, no hay cielo, no hay llanura,
que en círculos concéntricos no agrande
el eco de tu nombre esclarecido.

No es dolor fraternal, no es pena humana,
es parte, mi pesar, del sentimiento
que hace de las estrellas pensativas
flores sobre la noche que te cubre.
Te escribo estas palabras separado
del cotidiano sueño de mi vida,
desde un astro lejano en donde sufro
tu irreparable pérdida llorando.

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MEMORIA

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxA Juan de la Cabada

¿Dónde están los recuerdos si has quedado
como un desierto olvido, tú que eras
vergel o bosque, campo de batalla?

Si hay ojos que te vieron, que guardaron
la imagen de tu muerte y tu ruina,
derramen su memoria en las arenas:
sangre, metal y fuego confundidos.

Escenario de muerte condenado
a no gozar futuras primaveras,
al menos reproduce la agonía
de tanta juventud sacrificada.

Memoria: labra en aire las figuras
de los enardecidos combatientes,
y las antiguas frondas sean rivales
de este recuerdo, en tan desierto olvido.

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HERIDO EN EL BOSQUE

Te pregunté por mí, parado río,
agua muerta, dormida;
te pregunté por mí, cuando cansado
me liberté del bosque en tus orillas,
yo que sobre tus aguas, tantas veces,
alegre juventud multiplicaba.
¿Has podido olvidarte de aquel tiempo
para pintarme así bajo otras nubes?
Mi nueva edad y el cielo gris me dicen
que olvida el agua tanto como el hombre.
Aunque temo que no, que ya no olvides
esta mi nueva forma ensangrentada.

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ES LA TIERRA DE NADIE

No es color turbio, ni perdida forma,
ni luz difusa, débil, la que parte
la inmensidad del campo, su hermosura.
No es un otoño entre el calor y el frío,
no se ve ni se siente, no se sueña
la fatídica franja divisoria.
Pero allí está, como un reptil, inmóvil:
es la tierra de nadie, de mi España.

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MI VOZ PRIMERA

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxA Pablo Neruda

Entre alaridos se sostiene
su débil rama,
entre escombros de guerra,
viva en mi corazón endurecido,
como una flor sencilla
entre las piedras del pasado,
está mi voz primera,
la inocente palabra de mis versos,
esperando que se retiren los fantasmas,
se ordenen los quebrados edificios,
se cierren las trincheras.

Hoy la flor del almendro
conoce las abejas de la muerte,
el insecto que anida en los fusiles,
y el agua del remanso, que se daba
a la caricia de algún pie desnudo,
sufre durante todo el largo día
un desfile de botas militares.

No buscan los tesoros de las minas
los insistentes golpes de los picos,
ni los profundos cráteres, abiertos
por los disparos de la artillería,
son para repoblar de selva el monte.

Es la guerra, mi voz acostumbrada
a cantar el amor y el pensamiento,
llora esta vez el odio y la locura.
Fuera de sí mi voz llora el ardiente
delirio de un incendio apasionado,
llora su rojo fuego vengativo.

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VOCES

Oigo en sueños palabras defensoras
del daño que a mi vida sigo haciéndole,
mi vida, que tal vez no sea tan mal
como me dicen mis remordimientos.

No es maternal la voz que me defiende,
ni es infantil la voz de mi conciencia;
es el amor el campo de esas voces,
las de mi confesión y tu consuelo.

La voz que me defiende es de unos labios
que me han besado mucho. ¡Quién pudiera
besarlos y olvidarme de mi vida
para poder seguir viviendo!

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EL POLVO

Porque estamos distantes,
nos sentimos pequeños.
Camina hacia ti, hombre,
camina más adentro.
Cuando te des alcance,
tendrás entre tus dedos
una leve arenilla
de verdades y sueños.

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EL HOMBRE

Mide la sal nuestro gusto,
mide el temblor nuestra oreja,
mide el calor nuestra mano,
miden mis ojos tu ausencia.

Eso es ser hombre: medir.
¿Para quién toda esta cuenta
de distancias? ¿Para quién
esta división de fechas?

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PARA ALCANZAR LA LUZ

Dicen que soy un ángel
y, peldaño a peldaño,
para alcanzar la luz
tengo que usar las piernas.

Cansado de subir, a veces ruedo
(tal vez serán los pliegues de mi túnica),
pero un ángel rodando no es un ángel
si no tiene el honor de llegar al abismo.

Y lo que yo encontré en mi mayor caída
era blando, brillante;
recuerdo su perfume,
su malsano deleite.

Desperté y ahora quiero
encontrar la escalera,
para subir sin alas
poco a poco a mi muerte.

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DOLOR

Tras unos ojos negros,
dentro de una mirada,
ira y desorden ciegos
deseaban volcarse
para dañar mi vida.

Pero ¿qué son los sucios
charcos de otras conciencias?
¿Qué son y adónde alcanzan?

Yo, que hubiera querido
sentirme niño siempre
bajo la protección de aquellos ojos,
ahora sólo me importa
no pisar su destello
entre tanta miseria
como a mis pies existe.

Crecí sin saber cómo.
Hay dolor en la altura
del bien y el desengaño.

Hubiera preferido,
a esta soledad fría,
una ignorancia cómplice,
al nivel de la tierra.

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PIEDRAS

Ya sé por qué estoy contento:
alguien le dijo a mi alma
que los malos pensamientos
no nacen en mí, que vienen
contra mí desde muy lejos.

Son piedras contra la luz,
contra el amor que te tengo.

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EL BOSQUE ALEGRE

Árbol que me señalas
el lugar de la cita,
te recuerdo no tanto
por tu sombra y tus luces,
cuanto porque señalas
el sitio en que ella estuvo.

Árboles crezcan siempre
donde el amor no puede
dejar signos de tránsito.
Aquí fue, porque el árbol
lo grita hoja por hoja,
se lo dice a los vientos
con sus verdes palabras.

En mi memoria, un árbol
en cada sitio en donde
la tuve entre mis brazos.

Y en este bosque alegre
cuando cierro los ojos
multiplico la dicha
que ahora con ella tengo.

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VEN A BUSCARTE

Tiene mi amor la forma de tu vida.
Nunca el olvido le cerró los labios
a la estela ni al cauce, ni a la gruta
que atravesabas tú; límite era
que se quedaba estático afirmando,
contra el tiempo engañoso, una perenne
honda oquedad tan fiel a tu persona
que más que ausencia un alma parecía.

Ven a buscarte. Tengo yo la entrada
de tus recuerdos, quietos, encerrados
en mis caricias:
tiene mi amor la forma de tu vida.

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FIN DE UN AMOR

No sé si es que cumplió ya su destino,
si alcanzó perfección o si acabado
este amor a su límite ha llegado
sin dar un paso más en su camino.

Aún le miro subir, de donde vino,
a la alta cumbre donde ha terminado
su penosa ascensión. Tal ha quedado
extático un amor tan peregrino.

No me resigno a dar la despedida
a tan altivo y firme sentimiento
que tanto impulso y luz diera a mi vida.

No es culminación lo que lamento.
Su culminar no causa la partida,
la causará, tal vez, su acabamiento.

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SONETO A UN CÁNTICO ESPIRITUAL

Cruzó el césped tu sombra y presuroso
alcé la vista por seguir tu vuelo,
mas la alegría del azul del cielo
me hizo olvidarte, pájaro piadoso;

hasta que arriba comenzó armonioso
tu canto a dar señales de tu celo,
notas tan dulces y amorosas que lo
hicieron ser el centro de un glorioso

ámbito de cristal, donde domina
más que la luz la música extremada.
Alcé la vista para oír tu canto

que en el azul alegre me ilumina.
Sombra y canto movieron mi mirada
y la movieron largamente al llanto.

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CONTIGO

No estás tan sola sin mí.
Mi soledad te acompaña.
Yo desterrado, tú ausente.
¿Quién de los dos tiene patria?

Nos une el cielo y el mar.
El pensamiento y las lágrimas.
Islas y nubes de olvido
a ti y a mí nos separan.

¿Mi luz aleja tu noche?
¿Tu noche apaga mis ansias?
¿Tu voz penetra en mi muerte?
¿Mi muerte se fue y te alcanza?

En mis labios los recuerdos.
En tus ojos la esperanza.
No estoy tan solo sin ti.
Tu soledad me acompaña.

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MARIPOSA

En el fuego o en la rosa
estás perdiendo la vida.
Buscas la luz
y te vuelves ceniza.
Vas por aroma
y te hiere la espina.

Abre tus alas
que quiero leer tus heridas.

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ELEGÍA AL POETA ANTONIO MACHADO

Dejé la vida y me vestí de olvido
recorriendo la muerte por buscarte
sin que tu sombra hundida en otras sombras
reconociese mi furtiva noche.
En el dolor de España te he sentido
confundiendo mi llanto con tu llanto
en el aire tu voz sobre la mía
dándose sombra y luz, y un mismo fuego.
Suspiro, llanto, ardor, bien se acordaron
no el polvo que seré con tus cenizas.
Falté a la cita con la madre patria
donde tantos valientes te acompañan.
Los numerosos muertos que oscurecen
el presente pasado ignominioso
montañas son de luto para el hombre.
Desde sus negras cumbres se divisa
un ayer y un mañana diferentes.
Pecho alterado que hasta el cielo gimes
vientre fecundo, puente clamoroso
de la garganta oscura, frente altiva,
son mi suelo de sangres y tinieblas.
Ellas me elevan para ver el día.
Pronto seré vencido por la aurora.

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ELEGÍA A MIGUEL HERNÁNDEZ

A contra vida, remontando el fuego,
voy por tus años entre dos riberas,
hasta llegar a la soberbia encina
que aun llueve ramos para la victoria.
Por ser breve tu edad quedó ese río
hecho puñal, no espada, ante la muerte,
mas sus lentas orillas tan delgadas
he de cruzar despacio, recordándote.
Quisiera ser el mar que tu agua hiere
y el cielo que acaricias con tus nubes,
ser de tu cuerpo tumba y ser la gloria
de tu alma grande como la de un niño.
Pero tan sólo soy un navegante,
a contra fuego, de tu hermosa vida,
bajo la luna que verá tu cauce
como un rayo tendido que no cesa
de dar su lumbre y señalar caminos.
Bajo la luna llegaré hasta el prado 
donde fuiste pastor, niño yuntero,
donde cambiastes un sudor por otro
como se cambia el rico sus vestidos.
Voy por tus años entre dos riberas
las anchas alas de tu fantasía
quemándome la fe de tu memoria
su duro fuego ya cristalizado.
Y me detengo ante la luz primera
de tu rebelde juventud nacida
para ejemplo de tantas juventudes.

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POEMAS CUBANOS

XII
EL BAILE

Cante la luz, que la forma
un ritmo oculto insinúe,
que la voz pinte, que tome
cuerpo, figura, dibujo;
que yo perciba la línea
secreta de los sonidos
y que mis ojos escuchen
músicas claras, visibles.
Esto es vivir y temblar,
temer, esperar, sentir,
hasta que el sueño o la muerte
borren música y contorno
porque todo lo profundo
se haga ciego y sordo en mí.

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Altolaguirre, Manuel. Poesías completas. Madrid; Ed. Cátedra, 1982.

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