POEMAS DE MANUEL ALTOLAGUIRRE
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LAS ISLAS INVITADAS
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HOMBRES INMÓVILES
Hombres inmóviles
decorando jardines junto al mar,
y flores paseantes,
árboles de negocios
y plantas comerciales
recorriendo el asfalto
en confusa rutina;
tropel que perseguía
a un árbol grande en fuga,
acusado de no sé qué delito
contra la propiedad.
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ESPEJO Y ECO
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¿POR QUÉ?
¿Por qué no tiene memoria
el acantilado aquel
que tan bien me repetía
tus gritos de colegiala?
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VIAJE
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SU MUERTE
¡Qué golpe aquel de aldaba
sobre el ébano frío de la noche!
Se desclavaron las estrellas frágiles.
Todos los prisioneros percibimos
el descoserse de la cerradura.
¿Por quién? ¿Adónde?
El sol su página plisada
entró por la rendija oblicuamente,
iluminando el polvo.
Descorrió su cortina el elegido,
y penetró en los ámbitos sonoros
del Triángulo y la espuma.
Nos dejó la burbuja de su ausencia
y la conversación de sus elogios.
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EL AGUA
El agua se borraba de la tierra
—aviadora y subterránea,
alma y cuerpo—
después de reflejar lo transeúnte
y el árbol florecido a su derecha.
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DUARNTE TODA LA MAÑANA
Durante toda la mañana estuve
delante de su espejo.
Yo esperaba que apareciera su figura
tan acostumbrada a verse repetida
en la realidad de ella,
inexistente ya.
(El pez chino en la fuente,
entre las verdes piedras de corazón mojado
se ocultaba y no salía.)
Y yo sí estaba allí,
dentro del agua clara del espejo.
Ese yo ahogado,
cuando yo al irme lo deje en libertad,
buscará loco
en el mundo sin tacto del espejo,
la imagen deseada,
alborotando todo lo reflejado.
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HISTORIAS
CALLE
Tu casa frente a mi casa.
Tu balcón frente al mío.
Entre tu casa y mi casa
una página del frío.
Mi mirada cose al viento
estancado de la calle.
Tu aliento empaña el cristal
cuadrado de tu ventana.
Entre tu aliento y mis ojos
encuadernamos la página
amarilla y fría del viento.
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FUERA DE MÍ
Cuando volví de acompañarte,
en el lugar de nuestro encuentro
me vi aislado, hecho luz.
Me tropezaban personas sin espíritu.
Los planos de mi esencia navegados
por la compacta multitud.
Me recogí a mí mismo
aprisionando con mi forma
lo derramado y olvidado,
antes de verte,
y me fui a casa
donde volví a probarme
el amplio traje de mi soledad.
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POEMAS DE ASEDIO
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SEPARACIÓN
Mi soledad llevo dentro,
torre de ciegas ventanas.
Cuando mis brazos extiendo
abro sus puertas de entrada
y doy camino alfombrado
al que quiera visitarla.
Pintó el recuerdo los cuadros
que decoran sus estancias.
Allí mis pasadas dichas
con mi pena de hoy contrastan.
¡Qué juntos los dos estábamos!
¿Quién el cuerpo? ¿Quién el alma?
Nuestra separación última,
¡qué muerte fue tan amarga!
Ahora dentro de mí llevo
mi alta soledad delgada.
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DESVELO
Imposible se alzaba
la negación austera.
Esperaba tu voz entre las voces
múltiples que se oían,
tus bajos pasos
o tu elevada risa.
Fuera del cuarto todo podía pasar.
Mas no fue fuera donde al fin te halle.
Yendo al pasado,
que a tan poca distancia
se encuentra de mi vida,
íntimamente te volví a ver.
Y un yo dentro de mí contigo hablaba.
Y al veros a los dos en el diálogo,
me transformé en estancia silenciosa.
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ESCARMIENTO
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FUGA
Al ver por dónde huyes
dichoso cambiaría
las sendas interiores de tu alma
por las de alegres campos.
Que si tu fuga fuera
sobre verdes caminos
o sobre las espumas,
y te vieran mis ojos,
seguirte yo sabría.
No hacia dentro de ti,
donde te internas,
que al querer perseguirte
me doy contra los muros de tu cuerpo.
No hacia dentro de ti,
porque no estemos:
tú, pálida, escondida,
yo como ante una puerta
ante tu pecho frío.
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SOLEDAD SIN OLVIDO
¡Qué pena ésta de hoy!
Haberlo dicho todo,
volcando por completo
lo que pesaba tanto,
y ver luego que todo
se queda siempre dentro,
que las palabras fueron
espejos engañosos,
cristales habitados
por fantasmas sin vida;
que todo queda dentro
con sus negras presencias,
insistentes, doliendo.
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LO INVISIBLE
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NO ME HAS QUERIDO
No me has querido y huyes por tus años,
dejándome el recuerdo permanente
de una durable juventud perfecta.
Otros verán tu vida deshacerse.
Yo conservaré siempre en mi memoria
lo que mis ojos no tendrán en suerte.
Dejarás de ser tú aunque no mueras;
aunque no vivas te tendré en mi frente.
Siempre joven serás en mi recuerdo.
Esto gané, mi vida, con perderte.
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SOMBRAS
No te puedo ver. Me engañas.
Te encubres. No te puedo ver.
Quítate esas sombras, quítate
eso que enturbia tu piel,
que me hace odiarte, que hace
que ahora no te pueda ver.
Navegué mucho contigo,
y no eres quien debes ser.
No es el sol quien te ha quemado,
ni el mar quien doró tu tez.
Esa oscuridad te nace
de adentro. No eres ya aquel
claro amigo iluminado
con quien tanto navegué.
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HELADA CÁRCEL
Helada cárcel mi silencio tuvo
en tus palabras. Prisionero y triste
contra los límites de vidrio
apretaba su pecho agonizando.
Su mano en el cristal liso se abría
como un párpado de cinco largas flechas.
Te desmentí por fin. Todo era falso.
Sólo existía tu desconfianza.
Y esas palabras tuyas, cárcel fría,
urnas de mi silencio y de mi espanto,
como globos de espuma se extinguieron.
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A UNA MUCHACHA QUE SE LLAMABA NIEVES
Rojo dará su luz cuando la aurora
negra de tus miradas ilumine
tu bello despertar de primavera;
cuando tus grandes ojos sean las nubes,
tu corazón un sol, tu piel la tierra
sonrosada de un mundo de rubores;
cuando el amor tu nombre frío deshiele
sin que por eso pierda su blancura;
cuando un hombre te quiera y tú, queriéndole,
escuches su silencio con tu boca.
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UN DÍA
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MUJER SOLA
No querías dar a luz. Te ensombrecías.
Ni alimento ni sol dabas al cuerpo.
La rienda larga que te unía a tu ausente
se atirantaba a punto de quebrarse.
El fecundo reflejo que en tu carne
honda maternidad de ti imploraba,
otra rienda interior, firme tirante,
con igual fuerza íntima gemía.
Amante ausente. Hijo abandonado.
Entre los dos caminos de aire y sangre
tu soledad tristísima dudaba,
y para quedar libre de este sueño,
rompiendo los cordeles lastimosos,
madre no fuiste, mientras te borraban
tus padres de la vida, injustamente.
Sin oriente, sin sur, sin norte alguno,
sin amante, sin hijo, como huérfana,
sola en la blanca soledad desierta,
maldecida, maldices, calumniada.
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RECUERDO
La tierra te devuelve a mí.
Si tú no hubieras muerto,
ni las aguas sin venas,
ni las frutas con piel,
ni los volcanes,
en su frescor, sabor y fuego,
me darían tu presencia.
Me sería indiferente
este globo erizado
que expulsa de su entraña
las vidas y los árboles,
para que lo rodeen
de color y ternura.
La tierra sabe bien
que el sol y las estrellas
son miradas de seres que no existen.
Sólo creo en ti, planeta donde muero,
donde murió quien siempre me acompañaba.
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LA VOZ CRUEL
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LA VOZ CRUEL
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxA Octavio Paz
Alzan la voz cruel
quienes no vieron el paisaje,
los que empujaron por el declive pedregoso
la carne ajena,
quienes debieron ser almas de todos
y se arrancaban de ellos mismos
cuerpos parásitos
para despeñarlos.
Mi muertos de sus vidas brotaban,
mil muertos solitarios
que miraban desde el suelo,
durante el último viaje,
la colosal estatua a la injusticia.
No eran muertos,
eran oprimidos,
seres aplastados,
ramas cortadas de un amante o de un padre,
seres conducidos por un deseo imposible,
topos del vicio
que no hallarán la luz
por sus turbias y blandas galerías.
Alzan la voz cruel
quienes no vieron este paisaje,
los que triunfaron
por la paz interior de sus mentiras.
¡Oh mundo desigual!
Mis ojos lloren
el dolor, la maldad:
la verdad humana.
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Altolaguirre, Manuel. Poesías completas. Madrid; Ed. Cátedra, 1982.
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