ESPINA, LINCE, CONFESIÓN E INSTRUCTIVO
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LAS ESPINAS DE LA MANDRÁGORA
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxOjos bellos los de la belleza
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxsi los tuviera.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxEduardo Milán
La noche antes del futuro, el trece de noviembre de mil novecientos uno, las estrellas fumaban Lucky Strike apoyadas en los miradores marinos. Bajo los párpados centelleaban linternas de piedra y en el horizonte flotaba una góndola con lágrimas de vaca. La mismísima muerte se quedó boquiabierta. Fíjate, Belleza, cómo se van a reír los del Departamento de Literatura Comparada cuando le requisen los cuadernos al espontáneo. Les falta levita a estos botones y las norias del aprendizaje prefieren el birrete a la raspa de espinas. Un creyente ha de demostrar de antemano sus dioses, del mismo modo que las transformaciones de un tábano merodean amigablemente la colina del camello. Qué haremos con el delirante, a qué cubeta arrojaremos las espuma impertinente del aprendiz. Se puede restaurar un himno con malaquita y ranúnculos, se puede obturar el agujero de salida de la oda eufórica, se puede achicar el agua mineral de las elegías. Pero un ojo que se ha dado la vuelta y marcha sin pagar mejor darlo por muerto. Si insistes en la desavenencia te cortan las manos, te ensartan la lengua. Para qué vamos a poner ejemplos: los niños mártires Justo y Pastor, los estructuralistas de la edad moderna en la Iglesia del Reciclaje. Primero te abrazan, luego se ensañan con el boxeador noqueado hasta el último round. Huelo las cátedras a cuarenta zancadas de platino iridiado, distingo su luto riguroso con las persianas bajadas. Preferible la Lírica y su batuta de gorjear cuando el mar se va de vacaciones y comienza el adoctrinamiento de los limpiabotas del corazón. En un poeta se da por supuesto un crítico, en un crítico se da por supuesto la Virgen María. Hasta los fisgones con sangre de loro pueden ganarse la vida como mentalistas. Está demostrado que escribir por mera gentileza es desde todo punto de luz innecesario. No hay que ser gerente de una compañía eléctrica para oscurecer más las cosas, han pasado cien años y seguimos igual, eligiendo Cardos de la Sabiduría para la Academia de los Nenúfares.
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LINCE IBÉRICO
Por Júpiter, camaradas, algo debemos haber hecho mal para que la gente sensible se aburra ya de escucharnos. ¿O es que acaso deberíamos tirar confeti en los recitales? Se acabaron los buenos tiempos cuando éramos multitudinarios. Ahora hay que ser gladiadores para salir en televisión. Nos tildan de cachivaches. Hay tanto botarate suelto. Por cierto, bien poco se nos agradece tamaño esfuerzo platónico. Se ignora que somos los inmortales en su versión resumida. Quién recuerda tantos elogios y loas, aquellos atajos al infinito cada Miércoles de Ceniza. No creo que tengamos manía persecutoria, pero aseguran que las encuestas dan ganadores a los cantantes. Adiós para siempre a las becas, good bye a los lectorados. Fastidia ver a los ciclistas corriendo más que nosotros. Nos sobra bibliografía y como simples picapedreros bordamos los epitafios. Por simple delicadeza el Consejo de Ministros nos tendría que declarar una reserva estratégica. Oye tú, deberíamos callarnos si queremos llegar a viejos. Ya sabes que a estos sitios los cuatro gatos que vienen sólo lo hacen para criticar.
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LA CONFESIÓN
Padre, sé que he prometido enmendarme, pero confieso que los ricos me siguen poniendo furioso y mi opinión sobre la timocracia es irrefutable a todas luces. Mi aprecio por los apellidos de buena familia es semejante al interés que demuestro ante un hueso de aceituna. Los nobles me dan patadas en las canillas aunque el merengue de las marquesas me hace la boca agua. Mi respeto por los títulos heráldicos es comparable al que siento por una boñiga del caballo de Troya. Preferible ser un camello ante el ojo de una aguja a tener asegurado el porvenir en Jauja. Comprenda que no es fácil pasar ante el vellocino de oro sin ponerse las botas de goma para cruzar el Éufrates. Tal vez sea un resentido de primera clase pero la comodidad no está reñida con el proletariado. Usted dirá si esto se puede arreglar con un par de alibabás y cuarenta jaculatorias. No lo olvide, su propina es mi sueldo.
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INSTRUCTIVO PARA LLAMAR AL TELÉFONO MÓVIL DE LA ETERNIDAD
Pulse asterisco. Espere a oír el evangelio de estas rosas en la nada. Marque el cero seguido de eclipse con oxígeno. Aguarde a oír su confidencia en la catedral de las ballenas. Marque luego el siete. Diga la palabra grillo y oiga al grillo. La voz del espectáculo le preguntará qué quiere. Deletree lápida para comunicarse con Bernini. Medite despacio en lo despacio, hay desierto. Apriete almohadilla para que se tumbe agosto como león de circo. Tenemos todas las líneas ocupadas. Pero responda crepúsculo si busca una psicoanalista para lágrimas. Nada, no diga nada si solicita eternidad esbelta metro setenta caja de pino. Manténgase atento al aparato. Ya no hay rosas en la academia de las rosas. Hay un reloj floreciendo en cada tiesto, nubes en las uñas, hay fracaso. Gracias por su llamada, no cuelgue. Ponga su sombrero sobre la cama, le atenderemos en ningún momento.
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Mestre, Juan Carlos. La casa roja. Madrid; Ed. Calambur, 2008.
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