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LA MUERTE NO ES EL FIN

 

UN BOSQUE

Revuelvo entre mis libros más viejos, estos días, para llevar a mis alumnos de bachiller ejemplos de procedimientos narrativos. Después de años, sacarlos de sus estantes, hojearlos en el tren, llevarlos hasta el centro, mostrarlos ante los chicos… Es como devolverlos a la luz que no ven salvo aquella que tímidamente reciben en el encierro de casa, para que yo los relea de vez en cuando o, en muchos casos, que al fin los lea.
xxxPero algo me llama la atención en todos ellos, y es la forma en que el papel ha envejecido. Haciéndose más oscuro, regresan a su origen; como quiso de todas las cosas Anaximandro. Vuelven a la madera de la que una vez partieron. Pienso en mi casa, cuyas paredes van forrándose de libros desde hace años, desde que mi padre me inoculara, cuando yo era niño, el respeto y el amor por los libros, y pienso que todos estos años he estado construyendo un bosque muerto a mi alrededor, una tumba en la que yo acabaré poco a poco, espero que lo suficientemente despacio.
xxxMadera vieja, una cobertura. Como una barrica en la que el vino de la imaginación y el pensamiento ajeno envejece despacio para uno; para que uno lo deguste, y enmiende en parte, en lo posible, la insuficiencia de la imaginación y el pensamiento de uno.
xxxNo seré enterrado aquí. Pero, con suerte, sí lo hará mi inteligencia: irá desvaneciéndose, espero —poco a poco, ojalá— en esta tumba de madera que va siendo mi casa desde siempre, en esos libros que van siendo mi hogar. En esta tumba que es también un bosque, senderos abiertos, caminos de madera. El bosque multiplicado en el que quiero seguir perdiéndome, y envejeciendo.

 

 

 

 

REENCARNACIÓN

Quizás el rigor en mis ideas y en mis métodos es algo exagerado. Hace un tiempo, tuve la mala fortuna de dar con mis huesos en una pequeña ciudad donde todo el mundo creía que la muerte no era el fin: paraísos etéreos como estaciones de paso a reencarnaciones sin fin animaban sus fantasías y sus conversaciones. Mi rigor argumentativo me llevó a tratar de hacerles entrar en razón, pero el encono de estas gentes en su error no conocía límites. Pues bien, iban a disipar por sí mismos las neblinas de sus absurdas fantasías: decidí asesinar de una manera ejemplar a los oradores más exaltados.
xxxSupe entonces que aquí todos eran, además, fervientes defensores de la idea de que no existía el crimen perfecto: aguardaban que el asesino fuera pronto descubierto. Un nuevo error de todos ellos, pensé: en una suerte de reencarnación negativa, seguí asesinando impunemente, con mi rigor acostumbrado. Nunca fui descubierto.
xxxEl problema es que ahora estoy solo, he acabado con todos los habitantes de la ciudad que me acoge. Ya no me queda nadie con quien discutir. Me planteo si mudarme de ciudad, para seguir tratando de hacer entrar en razón a nuevas almas descarriadas. Pero ya soy viejo y apenas tengo fuerzas; me sobrecoge, entonces, el anhelo que halla asiento en mí: necesitaría, para ello, de una segunda vida.

 

 

 

 

LA FECHA EN LA PIZARRA

Cuando escribo la fecha en la pizarra, a principio de clase, a veces dudo con el año y pregunto a mis alumnos, más que nada por hacerlos reír. Pero hoy me ha asaltado cierto pánico al considerar que, un día, mis alumnos puedan decirme una fecha cuarenta años en el futuro y yo sea ya un anciano; o aún peor, que los chicos pronuncien una fecha sesenta o cien años en el futuro y yo lleve de repente mucho tiempo muerto, y sea solo un espectro encerrado en todos estos días repetidos tantas veces, alguna vez, de mi vida; en esta aula, entre estas viejas paredes, tiza en mano, para la eternidad.

 

 

 

 

LA MONTAÑA

Me dormí en los aledaños de la pendiente que daba comienzo a la montaña, y allí soñé que coronaba su cima. Al despertar sentí una felicidad que me duró hasta comprender que no puedes culminar una ascensión sin ascender. Caído en la cuenta empecé a subir, mas la ilusión me faltaba: ya estuve ahí hacia donde iba.
xxxTuve que dejar otra vez la cumbre a mis espaldas, regresar sin su secreto.

 

 

 

López, José Óscar. Fragmentos de un mundo acelerado. Cartagena; Ed. Balduque, 2017.

 

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