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LOS VÉRTICES DEL TIEMPO

Javier Temprado

 

ARISTAS

xxxxxIII

La última frontera contra lo inabarcable,
Lisboa. El engaño del jazz,
un instante de espaldas al mundo.
Lisboa te mordía el cuello y la risa,
sonabas a Caetano Veloso.
Sonabas. Você é linda.

Y qué queda de las calles y los tranvías.
Qué de la piedra sorda del anochecer.
¿Acaso las mismas manos?

¿Qué queda?
Pessoa y sus pasos.

Un cielo nublado de mediados de siglo
y una decadencia sin memoria.

 

 

xxxxxIV

Ejecuta sin temor,
no conoce la diferencia,
ni su carácter perpetuo.

Prevalece su dinastía
y su descendencia voraz,
cada vez más avara,
más ágil, más masa.

La suma es un montón de cadáveres
sin principio, ni memoria.

El resto son los huesos caídos
de las soluciones.

La economía reverdece
bajo la negra estela,
un rastro de sangre con cifras.

El motor del cambio, lo llaman algunos.

 

 

xxxxxV

xxxxxxxxxxxxxxxxxx«Y judío alemán negro argentino chino francés árabe indio
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxsean palabras que se usaban
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxen la Edad Media que acabó a finales
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxdel siglo veinte»
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxJulio Cortázar

Se calzó sus zapatillas de ante
egipcio, con suela de caucho
argentino,
con textiles ingleses
diseñados en Estados Unidos
con máquinas y ordenadores
Made in China.

Llegó al congreso
y habló sobre la pureza y las esencias
y los pueblos y las patrias

Y otros esqueletos de agua.

 

 

xxxxxVII

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx«Porque ninguna tierra /posees
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxporque ninguna patria /es ni será jamás la tuya»
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxÁngel González

Las calles vuelven a tener memoria,
me dicen los viejos,
ante la mirada atónita de un niño.

Yo las recorro con paso lento,
con una falsa calma
de violines.
Las engullo, las relamo
como quien sabe
de la incertidumbre del primer sabor.

Y me pregunto
cuántas pieles de cemento
caben en unos zapatos.
Cuántas luces proyectaron
sombras cristalinas.

Cuanta ceniza.

Ya sentado me vuelvo a mirar
atónito, pero con la calma
de aquel que comprende.

Sólo asfaltamos la calle
con nuestra memoria.

 

 

xxxxxIX

Cruzas la noche
con el cerebro gris
y lees las noticias en internet.

Exhiben cuerpos sin vida,
deshechos de sombras a plena luz,
sangre habitando con la suciedad.

Circulan tus ojos por el mundo,
Tombuctú, Alepo, El Cairo, Gaza,
Newtown, São Paulo.
Nombres sin imágenes, mancillados
de olvido y portadas.

Click y cierras la página.

Clausuras el dolor, ignoras sus nombres.
Su memoria desparece
entre el fuego de la muerte.

Y a ti no te importa ni lo más mínimo.

 

 

 

Temprado Blanquer, Javier. Los vértices del tiempo. Sevilla; Ed. La Isla de Siltolá, 2015.

 

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