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EN LA ORILLA DE LAS COSAS

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En la orilla de las cosas

Cuando niña navegué en un lago insomne
en ese espacio vasto y sombrío donde la noche se sueña a sí misma
atendí geografías pobladas por el ojo vigilante del vestíbulo
disfrazado de candiles o de abrigos mustios.

Cuando niña acaricié el frío del suelo
ahí desfilaron ejércitos de sombras retorcidas
y la impotencia de no poder curarlo a él
—murmullos—
y la certidumbre de que algo alguien
los rarámuris o los demonios o la suerte
me habían señalado complacidos
en ese destino que no atinaba descifrar

Cuando niña trencé con cabellos lisos
la melodía que brotó del piano
el silencio después de cada nota
y la sombra que dejó la tarde
en la orilla de las cosas

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Una vez tuve once

Los años se me salieron de las manos
diez dedos no eran suficientes
para retener la vida
los demonios de la infancia
alargaron sus tentáculos de insomnio
la cicatriz de mi padre no era de bala
mi hermano jamás se curaría
ella no podría perdonarme
mi tío tenía otra mujer
dos hijos del silencio
del alcohol
de las ganas

Las palabras que importaban no se decían
que él mató a un hombre
los silencios eran timón
el amor se guardaba entre vejestorios
dentro de arcones con cartas
amasadas en basureros
estiércol vidrios rotos

Mi mejor amiga creyó que su papá tuvo cáncer
me hicieron guardar silencio
su padre tenía sida
varios rostros fiestas de culos y pelucas
yo me reclinaba en su lecho
lo besaba en la mejilla
no quería contagiarme de sangre enferma
de su ejemplo de buen padre
con hijos y esposa fiel
y pensaba en esas fiestas
en sus hijas con listones lindos

Guardé su secreto veinte años
una promesa absurda
un peso enorme que no me cupo
aprendí que la traición a veces salva
y bajé la mirada cada día
tarde
noche

La muerte es el sonido de una flauta
que no conduce a ningún lado

Una vez tuve once
y supe que vivo suspendida
en una grieta de espacios sin tiempo

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Subsuelo

Hace años me encontré contigo
sin saber que en mi subsuelo serías
el manto más antiguo
xxxxxxsobre el que hoy me sostengo construyo
xxxxxxxxxxxxarremeto furiosa cuando mi Tierra tiembla

Tus palabras de mar —tu silencio—
cambiaron el orden de mis horas
mi geografía pasó a ser tu mueca el mechón de tu frente
el espacio entre tu mirada y mi pensamiento
la distancia de tu risa a mi oído

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Frontera

Suspendidos en la madrugada nos dimos cuenta
nunca habíamos salido del jardín
la ciudad postrada sobre la noche
intercalaba dedos luminosos entre grietas
el otro rostro máscara mutante
ciudad bestia nocturna
su rugido era el pacto fraguado años atrás
era preciso reinventarla
reconocernos en ella

Avenidas lustrosas perfilaron nuestra partida
la nostalgia de los padres
jirones de luna recorrían la ciudad
la noche anudaba mi garganta
afuera del jardín sólo existías tú

Nunca habías estado tan cerca
aunque sólo estuvieras allí mirando a través de la ventana
enmudecido por la partida o el cansancio o mi presencia
o las voces que habían quedado atrás

El auto y la madrugada nos conducían a ese nuevo mundo
pregonado en sermones en publicidad
mientras nos alejábamos del bullicio
un tumulto de recuerdos arbotantes
rostros de niños peatones mendigos
desfilaron por las ciudades internas

La ventana olía a amanecer asperjando nuestros cuerpos
sobre hijos nietos aún inexistentes
el jardín pendiendo de la terraza
alcobas con juguetes tersos
el callejón que conducía a la casa de los padres
la habitación de la otra
amanecer extendido sobre el ancla de tu mano amante
el universo transformado en una palma quieta
en espera de la mía
para descender del auto
cruzar la frontera

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Fuerza centrífuga

Afuera hay un marasmo
de máscaras bailando al son de la hipocresía
mujeres que exhiben su intimidad en conversaciones
cafés que se repiten en todas las ciudades
machos de medio siglo fuman puros
se carcajean junto a trofeos de caza
con la mirada desnudan mujeres varones
esposas hijas hijastros amantes de clóset
como el alcohol lo artesanal es exclusivo
de marca de firma de autor de etiqueta
burbujas que se elevan contenidas en sí mismas
yuppies volátiles como la bolsa de valores
oscilan sobre salas lounge
hacen tierra cuando la burbuja estalla
hipsters revestidos de filosofía barata
vidas estoqueadas en redes sociales
miles de seguidores centenares de likes
niñas que fotografían su desnudez
surcan heridas que no tienen cura
abusos bullying violencia
en una primaria un suicida dispara
contra los otros dentro de sí mismo
cadenas de oración ingenuidad a borbotones
los deprimidos y sus frases kitsch
elucubraciones mágicas de fanáticos
pululan metrosexuales en boutiques antros
amigos héroes felices para siempre

Adentro no hay nadie
adentro no hay con quien dialogar
si no se quiere ser el apestado hay que sonreír
—para que no te lean la mirada—
conducir a la oficina conciliar mafias
rellenar alacenas refrigeradores
ser anfitrión de cenas reuniones almuerzos
festejar callar sonreír desvelarse sonreír callar

Adentro no hay nadie
sólo recuerdos
ciudades y vidas no elegidas
adentro hay un páramo de tedio
con los años se vuelve uno invisible
la voluntad se erosiona
hay que ceder una vez y otra más
poner la mejilla izquierda
despojarse del tiempo propio
bienaventurados los pobres de espíritu
se vuelven necesarios las religiones el psicoanálisis
la meditación la quimioterapia
desprenderse de los gustos
hacer sólo lo que marcan el reloj y convenciones
lo que otros esperan el deber puntual
y permite que el engrane siga su cauce
un esfuerzo descomunal
para que nadie note nada

Afuera hay un marasmo
adentro no hay nadie

.

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Riveros, Gabriela. En la orilla de las cosas. Madrid; Editorial Vaso Roto, 2019.

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