LA PRISA
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1xxxTeníamos la prisa de las navajas.
xxxxDoblábamos la manta en que dormían
xxxxnuestros muertos y alzábamos el vaso
xxxxen honor de algún sol moderno y limpio.
xxxxTeníamos el orgullo,
xxxxla salud y el regalo de la pobreza,
xxxxlas señales y el tiempo de las señales,
xxxxla ignorancia y el brazo de la ignorancia,
xxxxel pan,
xxxxy la buena suerte.
xxxxTeníamos la prisa de las navajas. Eso,
xxxxy una escasa experiencia de lo fría
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2xxxque es la piel de la noche.
xxxxPero hoy de nosotros queda sólo este hombre
xxxxal que el cielo molesta en una mano
xxxxy en la otra la sed. Y que camina
xxxxhacia su verdadera soledad, camina
xxxxhacia donde le espera
xxxxsu espera retrasada,
xxxxsu recibo paciente, su noticia
xxxxsin daño: tu hijo ha vuelto
xxxxa las andadas, tienes
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3xxxque hablar con él.
xxxxY el hombre se pregunta
xxxxsi no será la prisa,
xxxxque aún le sigue los pasos
xxxxdesde su borrachera semanal, su tonto
xxxxoficio, sus deberes
xxxxpaternos; que aún le duele
xxxxel poco imán que queda de los muchos
xxxxidos hacia su odio,
xxxxo vueltos a su amor, pero con toda
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4xxxla luz intacta bajo su fantasma.
xxxxAsí el dolor que permanece puro
xxxxen el miembro amputado. Pero ahora,
xxxxencontrado y despierto, ¿qué respuesta
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5xxxprocura, qué confianza?
xxxxCon las manos guardadas, ¿dónde cree
xxxxque va, si ya no sabe
xxxxvolver a ser el mismo que apostaba
xxxxsu bebida más sabia por la lluvia más fina,
xxxxpor animales bellos, por países
xxxxequívocos? ¿Acaso
xxxxno ha negado hoy también —su pie medido,
xxxxy su flema en la puerta,
xxxxentre cumplidas bolsas
xxxxsin rubor— qué celoso
xxxxasedio le persigue?
xxxxHemos estado
xxxxsin duda demasiado y hemos visto
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6xxxal desierto paciendo sobre los viejos días.
xxxx¿Papá cómo se llevan
xxxxlos paraguas?, pregunta
xxxxla pequeña. ¿Y qué importan,
xxxxla muerte, los paraguas, la maldita
xxxxvelocidad del pensamiento?
xxxx¿Y esta no requerida
xxxxcanción que le acompaña, que perdura
xxxxcomo el dolor perdura
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7xxxen el miembro amputado?
xxxxTeníamos la prisa de las navajas. Pero,
xxxxentre el sello y el molde
xxxxde la evidencia, entre
xxxxla irritación y el libro
xxxxde la temeridad, nos reservamos
xxxxuna despreocupada
xxxxposesión: esa frase
xxxxque quedaba de menos temblando en las palabras,
xxxxjusto antes del dulce
xxxxdeber de la ternura. Lo primero
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8xxxque enterramos casi sin darnos cuenta.
xxxxMira a su hijo, siente
xxxxcrujir el hueso (Al levantarse para
xxxxhuir de esa mirada que hace crujir el hueso).
xxxxEs así porque quiso
xxxxrendir cuenta a una doble cacería:
xxxxganar al ciervo en su huella,
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66xxni siquiera los muertos pueden vivir allí.
xxxxÍbamos al dolor sin desengaño:
xxxxteníamos la prisa de las navajas. Pero
xxxxhoy de nosotros queda sólo este hombre
xxxxque apura su bebida y apaga su pitillo, que se asusta
xxxxde los jóvenes ojos con que el mundo le ignora
xxxxsin más nobleza que su edad, con poco
xxxxmás que su ausencia de juicio para
xxxxganar la parte del león, la parte
xxxxque aligera sus anchas
xxxxcamisas, que perdona
xxxxsus torpes profecías y sus ágiles leyes.
xxxx(¿No podemos ahorrarles
xxxxesta noticia al menos: que nosotros
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67xxextraviamos sin gloria cuanto aún no era suyo?)
xxxxDebe volver a casa, debe hablar con su hijo
xxxxy llamar por teléfono,
xxxxy llegar a la tarde liberal y a la noche,
xxxxy echar las cuentas otra vez y puede
xxxxque inventar algún cuento
xxxxpara dormir princesas:
xxxxHace ya tanto tiempo, cuando cada
xxxxdeseo se cumplía
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Suñén, Juan Carlos. La prisa. Madrid; Ed. Cátedra, 1994.
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