CINCO POEMAS DE ‘LAS CLAUDICACIONES’
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GENERACIÓN
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxA mi hermano
Nada está hecho y ya nosotros
abandonamos la tarea.
Más que luchar, hemos soñado.
De nuestros sueños poco queda.
Más que cantar, es el silencio
nuestro destino y nuestra meta.
Más que vivir, hemos pasado
sobre el cansancio de la tierra.
Más que sembrar, hemos dejado
henchido el surco de tristeza.
Más que morir, hemos vivido
con tanta oscura muerte a cuestas.
Más que llorar, hemos sufrido
nuestra gran lágrima secreta.
Más que los hierros, es la sombra
la interminable cárcel nuestra.
Más que el dolor, es la amargura,
el fruto cruel de la impotencia.
Más que trazar nuestro camino
es el camino es el que nos lleva.
Desde el principio comprendimos
que era imposible la luz nueva.
Sombras tan sólo, se apagaba
nuestra hermosura en las tinieblas.
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COMO EL VIENTO
Así te digo, amigo, como el viento,
de una piedra a otra piedra,
golpeándome, hiriéndome.
De la luz a la sombra,
de la esperanza al miedo,
desde la rebeldía
a la entrega,
desde el grito al silencio,
y siempre
golpeándome, hiriéndome.
Como el viento
una vez y otra vez quedo prendida
entre las ramas verdes;
siego la lluvia, busco
los botones más tiernos;
voy de la flor al fruto,
desde la hoja de oro
a las raíces…
xxxxxxxxxxxxDejo
en todo mi canción interminable,
y siempre
golpeándome, hiriéndome.
Como el viento recorro sin cautelas
los espacios abiertos,
el mar y la sonrisa,
la sangre que reparte
su luz sobre la tierra.
Y siempre
golpeándome, hiriéndome.
Como el viento mi mano sostiene
la frutal alegría que la enjoya un momento;
otras veces empuña,
como objeto sin nombre,
esa larga pregunta que crece minuto a minuto
golpeándome, hiriéndome.
Como el viento quebrando mis tallos,
desgarrando mi débil vestido,
dejando mi piel acuñada de barro y de sombra,
los ojos repletos de arena sedienta.
Como el viento te digo.
Y siempre,
irremediablemente,
golpeándome, hiriéndome.
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DESTINO
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxA Blas de Otero
Sólo sombras me dieron.
Con semilla de sombra fecundaron el vientre,
la cárcava sumisa
donde tuve mi origen de sombra.
Me arroparon con sombra. Me dieron
pan de sombra amasado
por manos de sombra y condena.
Fui creciendo anegada de sombra,
ahogándome en mares de sombra,
pisando caminos de miedo y de sombra,
llevando en los labios
una dura señal de sombra y de silencio.
A mi voz opusieron densas sombras, cegando
la plural hermosura que a mi boca afluía.
Largo trago de sombra acudió a mi garganta,
a mi sed insaciada.
Con pedradas de sombra derribaron mis manos,
abatieron mis ramos celestes.
Un látigo de sombra golpeó mi alegría,
dejó el aire vacío de rosas,
apagó las estrellas, el beso, la sangre.
Con un lienzo de sombra envolvieron la clara,
rebelde sonrisa.
Me poblaron de sombra la frente y los párpados.
Una llave de sombra cerró para siempre
las puertas del alba.
Y con muros de sombra me hicieron la casa.
Y amueblaron de sombra y de espanto
la alcoba nupcial, asediando
mi cuerpo,
cercando de sombra furiosa mi vientre…
Y vinieron, cubiertos de sombra,
mis hijos.
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DE PRONTO AQUÍ, EN LA NOCHE…
¿Qué estoy haciendo aquí,
como recién llegada al borde de la noche,
como recién nacida
de la entraña acosada de la noche?
¿Qué estoy haciendo aquí,
bajo el párpado indiferente de la sombra,
mientras pasan autobuses azules y muchachas,
y hombres de paso urgente,
y niños desvelados,
y un viento interminable de tristeza
que estremece los árboles?
¿Qué estoy haciendo aquí,
mirando absorta las estrellas,
límite inesperado y puro de la lágrima?
¿De qué soy símbolo o noticia sencilla?
Decidme qué hago aquí,
en esta ciudad sumergida en la noche,
levantada
piedra a piedra en la noche.
Decidme qué hago aquí, junto a ese río
que atraviesa la noche con su pena sonora,
larga, como la sangre por los siglos
—espada, viento, lluvia de la noche—,
contenido sollozo
sonándome en el pecho
a soledad plural y sostenida,
a mar amotinando sus espumas,
a relincho lejano.
Río de la noche, sombra amarga,
murmullo donde se ahogan el pájaro y el viento,
¿qué estoy haciendo en tus orillas?
¿Por qué tus aguas
descubren el espanto de mis ojos?
Yo no sé a qué he venido.
Yo no sé si he venido.
Veo la ciudad en la noche.
Veo el río en la noche.
Veo los quietos jardines de la noche.
Los hombres
con sus fríos corazones en la noche,
con sus labios enmudecidos en la noche,
con sus manos como un humo perdiéndose en la noche,
con sus ojos como conchas vacías en la noche.
Estoy con ellos. Hablo.
Mi voz es una leve campana remotísima
que nadie escucha.
Siento sobre mis manos las alas del sollozo
y un último latido de paloma
que muriera de pronto.
Y no sé lo que espero.
Acaso un día encuentre
la palabra que busco,
reveladora y pura, que me explique
mi razón y mi nombre.
La razón y el nombre de las cosas
que mi alma no entiende.
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NÁUFRAGO
Eres, de entre todos los náufragos,
aquel que más me duele.
Alguna tarde, cuando rasga
el viento mi tristeza
como si fuera un harapo;
cuando siento
caer sobre las piedras,
una a una,
viejas palabras,
larvas delincuentes que eligieron la muerte;
o cuando oigo, distantes,
los ecos de tu canción inútil,
golpeando
el cristal de los días
como dedos ateridos,
mendigos de calor,
entonces,
náufrago, amigo mío,
siento tu cansancio en mi mano
igual que un fruto anochecido.
Yo conozco tu corazón, viajero
en la palma del viento,
infortunada flor de desarraigo
sin más camino
que la niebla.
Y sé que nunca podría sosegarse
en la plena realidad de la entrega,
en el ancho tributo
que el hombre exige con angustia.
Palmo a palmo
mido tu luz cobarde
que se derrama sobre los surcos de la injuria,
cercenando el relámpago del trigo,
desgarrando el labio fugaz de la amapola.
Qué acido el pan que amasas
y comerás un día,
cuando estés solo y sientas
en tu mano el vacío,
en tu párpado, el barro que elegiste,
en tus cabellos,
la húmeda sombra del desdén…
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxEntonces
qué poco importará la mínima
hoja de laurel que ansías,
la música que apaga
tu corazón
cuando quiere alumbrarte el pecho
como un grito celeste.
Qué cerrada será la isla
que te acoja,
qué feroces las aguas
que se ciñan en torno a ti,
soñándote
habitante de su abismo,
náufrago o suicida.
Y sé que entonces será inútil
que mi mano te busque,
tan inerme en su ternura,
en su pecado de querer asirte
todavía y llevarte
allá donde la luz no te acongoje.
Tú sabes
que de todos los náufragos me dueles
más que ninguno, que eres
como una herida que soporto
y por donde huye, a cada instante,
un hilo de mi altiva esperanza.
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Gatell, Angelina. Sobre mis propios pasos (Poesía completa. Vol. I). Madrid; Bartleby editores, 2023.
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