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VUELTA E IDA (A PARTIR DE SUSAN HOWE, DZIGA VÉRTOV Y CHRIS MARKER) -extracto-

Hoy mi amigo Ángel Cerviño me aconseja las nubes que pasan y todo eso, y todo eso y además briznas de distracción. Intercalar la historia que ilumine la línea, reduzca horizontal. ¿Sabré hacerlo? ¿Sabré hacerlo hoy?

¿Cómo uno puede recordar la sed?, se pregunta la narradora de Sans Soleil, la célebre película de Chris Marker.
Un día comprendí el azúcar, escribe Mariano de Hossorno un 28 de mayo.
Una ficción sencilla, una apariencia desnuda.
No lo dulce, que ya lo conocía con suficiencia y cierto hastío.
El azúcar.

La escena inicial de los niños a Susan Howe le fascina. Una secuencia aislada de tres niños sin banda sonora. Simplemente paz, no evidencia. Son espíritus. Las imágenes se suceden. Cortes rápidos y cuadros en negro. Howe cree que, llegado este momento, los niños de la introducción caminan en dirección contraria. Escritura epistolar, voz en off e imagen. Una mujer lee y comenta las cartas que recibe de un amigo, un cameraman freelance que recorre Islandia, Guinea Bissau, San Francisco, Japón, L’Ille.
En una de esas cartas escribe: «Mis constantes idas y venidas no son una búsqueda del contraste; son un viaje a los polos de la supervivencia».
El curso episódico sin origen ni centro. El nuevo demiurgo que sostiene los hilos del relato no recuerda en qué lugar de La Mancha.

Seguramente el hilo con que se teje el envés de los alfabetos.

Después llegaron los indefensos y nos obligaron a leer en voz alta los informes definitivos.
El director del documental nos gritaba: «Miren a la cámara, miren a la cámara».

(continuaré)
(continuaré)
(continuaré)
(continuaré)
(continuaré)
(continuaré)
(continuaré)
(continuaré)
(continuaré)

Es el último número que se escribe con una sola cifra.
Diez es el número traidor que impide la soledad,
y no puede ni sabe saltar. Sí sabían los nueve anteriores.

Afirma que el camino hacia arriba y hacia abajo son uno y la misma cosa.
Estamos en 1934. Eliot visita Burnt Norton.
Aún y así lo particular es una especulación y al tiempo mismo un recorrido.
Deshilvanar no conduce, queda en la mano el ocultamiento.
Hay una mujer que llaman miracielos y esa mujer huye de la superficie plana,
la planta carnívora devora sus vocales, y continúa después, sin correspondencia.
Tan solo el centelleo, el relámpago del que me hablaba mi querido amigo Ángel.
El género humano no puede soportar tanta realidad, le dijo el pájaro.

Luego paseó, paseó, paseó y decidió escribirlo alejándose de la vida, como si muriera en el pasado y decidiera volver a vivir al cabo de los años.
Esta es la superficie, aquí no hay ni ida ni vuelta, ni ascenso ni descenso.
La casa fue quemada por su anterior propietario y yo ahora
entiendo por qué el tres es el número más solitario y más tolerante.

(continúo)
(continúo)
(continúo)

Susan Howe está escribiendo un poema: Geppeto y el Hada Azul discuten sobre la evolución espiritual. Pinocho no necesita hilos.

(continúo)
(continúo)
(continúo)

Mi madre vino al cielo a visitarme es la mejor continuación.

Pinocho y su padre salieron de un tiburón. Un tiburón se pudre a veinte metros. En esa profundidad el futuro huye de su lugar, y se hace hierro, llanto y único número. Miracielos se ahoga en algún lugar que es mentira, mentira porque es otra continuación, otra más. Son tantísimas las continuaciones posibles, parecen miles de yemas arrojadas desde un avión.

Uno escribía allá arriba que a ambos lados de la frontera, la palabra «fin». Es una incorrección porque, excepto en el azúcar de Mariano de Hossorno, todo lo que existe tiene partes, lugar y cantidad.

(continué)
(continué)
(continué)
(continué)
(continué)

20 de noviembre de 2021:
¡qué difícil sentir lo que se siente cuando se oye!

A pesar de la cautela la humillación se hizo carne.
Lloraron los viejos. Lloraron los enfermos.
Lloraron los que no caminan.
Lo que duele no es el suceso, sino que duele.
Lo que se escribe no es lo escrito, es lo que se impide.
Antes ciegues que tal veas, se maldecía antiguamente.
Tengo que continuar, tengo que cambiar el número.
Ahora veo que el tres no es el número que más tolera,
pena de daño, penas de sentido.
En lo sucesivo el episodio nunca será simultáneo.
Leo en el diccionario que metafóricamente «risa» se toma
por el movimiento suave de algunas cosas.
No me escribas.
No me escribas.

(continuaré)
(continuaré)
(continuaré)
(continuaré)
(continuaré)
(continuaré)

Diez es el número traidor que impide la soledad,
y no puede ni sabe saltar. Sí sabían los nueve anteriores.

Sólo tú has faltado, entre todos los animales, le dijo Zeus.
Era Quelona, la ninfa. Arrojó al río la causa con ella dentro.
Oigo las risas.
Se presentan los amantes, ojos de coral, ojos de coral:
me llamo Martina, soy Armando,
soy Quelona, era y fui Paula.

Dice Gerardo Deniz:

«¿Las piernas se abren de par
o en par
o
ixpor tal serlo
de ambos modos
-puro asunto del desde cuál preposición?
(cf. El camino de Heráclito)».

Susan Howe admite que está cansada.

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Layna Ranz, Francisco. Vuelta e ida. Madrid; Ed. Cartonera del escorpión azul, 2021.

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