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DOS POEMAS DE ‘UN PRESAGIO’, DE MIGUEL ÁNGEL SERRANO

EL ENEMIGO DESPLEGADO

Hay una rotura de las cosas
que se anuncia un día
como una nube de otoño,
preñada de agua,
presentido un hielo que vendrá.

Si tuviera un sonido, sería blando,
como de felpa arrojada para herir:
un trueno gastado y lejano
pero en la carne de dentro.

En los pliegues de la piel
se esconde llegar a nada:
si pudiésemos contar
con un tiempo adormecido
todo sería más fácil.

Aceptar la derrota
porque no había lucha.
Sólo un movimiento caótico
pretendidamente lineal y recurrente.

Tantas veces se viaja hacia fuera
como hacia dentro, pero éstos
no pueblan el recuerdo:
se dejan caer como miel fría.

No es en el proceso donde
se dibuja la caída. Ni el pasar de las horas
y el carácter. O en la lenta aceptación
del desconsuelo. Es en el dibujo cruel,
exacto, del último deambular ilusionado.

ENTREANDAR

He salido de noche, como el frío,
a entreandar por las brañas,
dejando al bosque cercarme el aliento
y al espino sitio en mi carne.

No así otros cuantos. Parece aullar
el paisaje la presencia sola
y el día negarse a nacer,
por si no hubiera sombra.

Rebollo y retama y la mirada ciega.
Todo lo que habría podido olvidar
y que vive en mí, agraz en mí solo,
sigue en una oscuridad eterna.

Si volviera la cara hacia dentro
para ver. Sentirme como otro
y eso hace la noche en parte.
No se conquista el baldío ni hay motivo.

Y tras la noche, el amanecer,
insumiso para dar ocasión
a una luz oculta: es herida lo que como tal
se siente, y cicatriza lo que se niega.

Los brazos en alto, ya se apunta
el día obstinado pero también naranja
instante. Siempre invicta la mañana
en su optimismo estúpido.

Será como ayer. Y quemará más
la desdicha prevista que la raja
de zarza, pero lo sabemos y aun
hacemos cuenta de no admitirlo nunca.

Vuelve el joven inepto y ciego
sin memoria. En nada cree el conocimiento
ante el mar de mijo y tanto hastío.
Añoranza de esa nada como estupor.

Serrano, Miguel Ángel. Un presagio. Madrid; Bartleby editores, 2013.

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