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YACIENDO EN LA LOBA

 

YACIENDO EN LA LOBA

Caperucita
La noche de niebla
En que te leí
Tu cuento

Aquella luna que fuimos
Pasando una a una
Las sábanas sobre
Tu pecho

Te arrojaste
A mis fauces
Como si tú y no yo
Fueses la Bestia

Me mordiste
Me arañaste
Me azotaste
A tu antojo

Me jodiste como
Sólo sabe joder
Una animal
Loca

Ahora desde ese día
Soy yo todo hambre
Descosido quien aúlla
Por ti dentro de ti

Dispuesto a devorar
A todos mis rivales
En el umbral rojo
Y negro de

Tu coño

 

 

 

Abeleira, Xoán. Animales animales. Madrid; Bartleby editores, 2009.

 

ELOGIO DEL CRÁTER

 

ELOGIO DEL CRÁTER

I

La marea que esparce el volcán
Vuelve la tierra más fértil

Y yo
Tomo todo lo que me das

Permanezco avisado
A la orilla de este cráter
A la espera de la alianza
O de una nueva erupción

Y como todo lo que me das
Sin cuestionar su origen

Igual tu lava hermana mía que toda su ceniza

 

 

II

Ojo del cráter

Quien mira en él se mira
Más allá de él

Labios del cráter

Quien los lame por siempre lame
El nudo de su sed

 

 

 

Abeleira, Xoán. Animales animales. Madrid; Bartleby editores, 2009.

 

FAIRY

 

FAIRY

xxxPor Hélène .se .conjuraron .las .savias .ornamentales
en las sombras vírgenes y las claridades impasibles en el
silencio astral. El ardor del verano .le fue confiado a unos
cuantos .pájaros .mudos, y la indolencia requerida a una
barca .de .lutos .inapreciable .por .ensenadas de amores
muertos y de perfumes abatidos.
xxx— Después .el momento del canto de las leñadoras al
rumor .del .torrente .bajo .la .ruina .de .los .bosques, del
cascabeleo del ganado al eco de los valles, y de los gritos
de las estepas. —
xxxPor la infancia .de .Hélène .tiritaron .los .pelajes y las
sombras, — y el pecho .de los pobres, y las leyendas del
cielo.
xxxY .sus .ojos .y .su .danza, .superiores xincluso .a .los
esplendores preciosos, a .los .fríos .influjos, al placer del
decorado y de la hora únicos.

 

 

 

Rimbaud, Arthur. Illuminations (Trad. Xoán Abeleira). Madrid; Bartleby editores, 2013.

 

ILLUMINATIONS

 

INFANCIA

xxxxxII

xxxEs .ella, .la .pequeña .muerta, .detrás .de .los rosales.
— La joven mamá difunta .baja la escalinata. — La calesa
del primo .chirría en la arena. — El hermano pequeño (¡el
que vive en las Indias!) ahí, ante el ocaso, en el prado de
claveles. — Los viejos enterrados, tiesos del todo, junto a
la muralla de los alhelíes.
xxxEl .enjambre .de .hojas .doradas .circunda .la casa del
general. Sus habitantes se han ido al sur. — Para llegar al
albergue vacío hay que seguir el .sendero .rojo. El castillo
está .en .venta; las persianas, caídas. — El cura se habrá
llevado .probablemente la llave de la iglesia. — Alrededor
del .parque, .las .garitas .de .los .guardas, .deshabitadas.
Los .setos .son .tan altos que tan solo dejan ver las copas
rumorosas de los árboles. De todas maneras, no hay nada
que ver ahí dentro.
xxxLos prados refluyen .hacia .las .aldeas .sin .gallos, sin
yunques. La esclusa está abierta. ¡Oh .cruceros y molinos
del desierto, islas y piedras volanderas!
xxxFlores xmágicas xzumbaban. .Los .taludes .lo .mecían.
Animales xde .fabulosa .elegancia .circulaban .a .su .aire.
Los nubarrones .se .condensaban sobre la alta mar hecha
de una eternidad de lágrimas vivas.

 

 

 

 

CUENTO

xxxUn .Príncipe .estaba .molesto .por .haberse .dedicado
exclusivamente a la perfección de las generosidades vul-
gares. Él, .que .preveía .sorprendentes .revoluciones .del
amor, que intuía en sus mujeres algo mejor que esa com-
placencia adornada .de .cielo .y .de lujo, quería ver la ver-
dad, la hora del deseo y de la satisfacción esenciales.
Fuese o no ese anhelo suyo una aberración piadosa, que-
ría realizarlo. Poseía, al .menos, .bastante poder humano
para conseguirlo.
xxxTodas .las .mujeres .que .lo .habían .conocido .fueron
asesinadas. ¡Qué saqueo del jardín de la belleza! Bajo .el
sable, .ellas .le .bendijeron. Él .ya .no .pidió más mujeres
— Pero ellas reaparecieron.
xxxEl mPríncipe mmató ma xtodos xcuantos xle xseguían,
después .de .la .cacería .o .de .las libaciones. — De nuevo,
todos le seguían.
xxxEntonces xse xrecreó xdegollando .a .los .animales .de
lujo. Ordenó .incendiar .los .palacios. Arremetía .contra .la
gente y la descuartizaba. — Pero la multitud, los techos de
oro, los hermosos animales seguían existiendo.
xxxAh, ¡cómo .puede .uno .extasiarse xen .la .destrucción,
rejuvenecer xmediante xla xcrueldad! xEl .pueblo .no mur-
muró. Nadie dio su parecer.
xxxUna xtarde, xmientras xel xPríncipe xgalopaba xaltiva-
mente .se .le .apareció xun xGenio .de .belleza .inefable,
incluso inconfesable. De su aspecto .y .de .su porte resur-
gía la promesa .de .un .amor .múltiple .y complejo, de un
alborozo .indecible, .incluso .insoportable. El Príncipe .y el
Genio se .aniquilaron .probablemente .en .la .salud .esen-
cial. ¿Cómo no iban a morir .a .causa .de .ello? .Así .pues,
murieron juntos.
xxxPero xaquel xPríncipe .falleció, xen xrealidad, xen .su
palacio, a .una .edad .vulgar .y .corriente. El Príncipe era
el Genio. El Genio era el Príncipe.
xxxLe falta música sabia a nuestro deseo.

 

 

 

 

REALEZA

xxxCierta .hermosa .mañana, .en .un lugar habitado por
un pueblo .muy amable, .un .hombre .y .una .mujer .ex-
traordinarios .gritaban en la plaza: «¡Amigos, quiero que
ella sea reina!» «¡Sí, .quiero .ser .reina!» Ella reía y tem-
blaba. Él hablaba a sus amigos de revelación, .de prueba
concluida. Y ambos desfallecían de dicha, el uno sobre la
otra.
xxxY, en efecto, .fueron .reyes .durante toda una mañana
en la que los tapices carmesíes volvieron .a .relucir en las
casas, y .toda .una tarde en la que juntos se aventuraron
por los jardines de palmeras.

 

 

 

 

A UNA RAZÓN

xxxCon un solo golpe de dedo en .el .tambor .descargas
todos los sonidos e inicias la nueva armonía.
xxxCon .un .solo .paso .provocas .el .alzamiento .de .los
hombres nuevos y su avance.
xxxTuerces la cabeza: ¡el nuevo amor! Vuelves la cabeza:
¡el nuevo amor!
xxx«Haz .que .cambie .nuestra .suerte, .criba .las plagas,
empezando por el tiempo», .te .cantan los niños. «Eleva,
hasta donde sea, la sustancia de nuestras fortunas .y de
nuestros anhelos», te suplica la gente.
xxxA ti, que llegas desde siempre e irás a todas partes.

 

 

 

 

FRASES

xxxCuando el mundo .sea .reducido .a .un único bosque
negro para nuestros cuatro ojos atónitos, — a una playa
para dos niños fieles, — a una casa musical para nuestra
clara simpatía, — os encontraré.
xxxCuando .no .quede .aquí .abajo .más .que .un .viejo
solitario, .tranquilo .y .hermoso, .rodeado de un «lujo in-
audito», — estaré a vuestros pies.
xxxCuando yo haya realizado .todos vuestros recuerdos,
— cuando al fin devenga .en .esa que os sabe agarrotar,
— os asfixiaré.

 

xxxxxxxxxxxx——————————————

 

xxxCuando msomos mmuy mfuertes, — ¿quién xrecula?
Cuando estamos muy alegres, — ¿quién cae en la ridicu-
lez? Cuando .somos .muy .malos, — ¿qué podrían hacer
con nosotros?
xxxEngalanáos, xbailad, xreid. — Jamás .podré .tirar .el
Amor por la ventana.

 

xxxxxxxxxxxx——————————————

 

xxx— ¡Compañera mmía, mmendiga, xniña xmonstruosa!
Qué poco te importan estas infelices y estos tejemanejes,
y .mis .apuros. Pero .únete .a nosotros con tu voz imposi-
ble, ¡tu voz!, único ser adulador en esta vil desesperanza.

 

 

 

 

ALBA

xxxAbracé al alba de verano.
xxxNada .bullía .aún .en la frente de los palacios. El agua
estaba muerta. Los ejércitos de sombras no se decidían a
abandonar el .camino .del .bosque. Caminé, despertando
los hálitos vivos y .tibios, y las piedras preciosas miraron,
y las alas alzaron el vuelo en silencio.
xxxMi .primera .conquista .fue, en .el sendero .ya .repleto
de frescos y .pálidos .fulgores, una .flor .que .me .dijo .su
nombre.
xxxSonreí a .la .rubia wasserfall mientras se desmelenaba
a través de los abetos: en la .cima .plateada reconocí a la
diosa.
xxxEntonces .fui .quitándole, .uno .a .uno, los velos. En la
alameda, agitando los brazos. Por la llanura, donde la de-
nuncié .al .gallo. En .la .ciudad, .donde .huía por entre los
campanarios .y .las .cúpulas .mientras yo la perseguía co-
rriendo como un mendigo por los muelles de mármol.
xxxEn .lo .alto .del .camino, .junto .a .un bosque de laure-
les, la envolví con la guilla de sus velos y palpé levemente
su inmenso cuerpo. El alba y el niño .cayeron al fondo del
bosque.
xxxAl despertar ya era mediodía.

 

 

 

 

ANGUSTIA

xxx¿Será .posible .que .Ella .me .haga perdonar las ambi-
ciones .continuamente .pisoteadas, — que xun .final .aco-
modado nos resarza de los períodos de indigencia, — que
un .día .de éxito nos adormezca en la vergüenza de nues-
tra fatídica inhabilidad.
xxx(¡Oh xpalmas!, ¡diamante! — ¡Amor, xfuerza! — .más
alto que todas las alegrías .y que todas las glorias! — de
todas las maneras, en todas las partes, — Demonio, dios,
— Juventud de este ser: ¡yo!),
xxxQue veamos en unos accidentes .de .hechicería cien-
tífica y en unos movimientos de fraternidad social la res-
titución progresiva de la ansiada libertad primigenia?…
xxxPero la Vampira que nos vuelve amables .nos ordena
entretenernos con lo que ella .nos deja o, si no, que sea-
mos más tunantes.
xxxAndar .a .las .heridas, .por el aire fatigoso y el mar; a
los suplicios, por el silencio de las aguas y del aire letales;
a las torturas risueñas, en su silencio .atrozmente encres-
pado.

 

 

 

 

SALDO

xxx¡Compren, .señores, .compren! Lo .que .jamás .ven-
dieron los judíos, lo que nunca degustaron ni la nobleza
ni .el .crimen, lo que ignoran el amor maldito .y la probi-
dad infernal de las masas, .lo que ni el tiempo ni la cien-
cia han de reconocer.
xxxLas .Voces .reconstituidas. El .despertar .fraterno de
todas las energías corales y orquestales, y los múltiples
modos de aplicarlas al instante. ¡La ocasión, única, de li-
berar nuestros sentidos!
xxx¡Compren, .señores, .compren! Los Cuerpos de valor
incaculable, xmás xallá xde xcualquier xraza, xcualquier
mundo, .cualquier .sexo, cualquier descendencia. Las ri-
quezas que brotan a cada paso. ¡Saldo de diamantes sin
control!
xxxLa .anarquía .para .las .masas. La satisfacción irrepri-
mible para los aficionados de gusto superior. La .muerte
atroz para los fieles y los amantes.
xxx¡Compren, señores, compren! Las .habitaciones y las
migraciones. Comedias de magia, deportes y bienestares
perfectos, y el ruido, y .el .movimiento, y el porvenir que
estos propician.
xxxLas aplicaciones de cálculo y .los .saltos .de .armonía
inauditos. Los .hallazgos .y .los .términos insospechados:
¡Entrega inmediata!
xxxEl .impulso .insensato e .infinito para alcanzar los es-
plendores .invisibles, .las delicias insensibles, — y los se-
cretos enloquecedores para cada vicio, — la alegría ate-
rradora para la multitud, que ese impulso propicia.
xxx¡Compren, xseñores, xcompren! xLos xCuerpos, xlas
Voces, la inmensa opulencia incuestionable, lo que nadie
venderá jamás. ¡Vamos, anímense! ¡Los vendedores aún
tienen existencias! ¡Y los viajantes a comisión no han de
rendir cuentas en seguida!

 

 

 

 

DEVOCIÓN

xxxA .mi .hermana .Louise .Vanaen .de .Voringhem: — .su
toca .azul .vuelta .hacia .el .mar .del .Norte. Para .los .náu-
fragos.
xxxA .mi .hermana .Léonie xAubois xd’Ashby. xBaou — .la
hierba de verano zumbadora y apestosa.
xxxA .Lulu —demonio, — a .quien .le .siguen .gustando .los
oratorios .de .la .época .de .Les Amies .y .de .su .educación
incompleta. ¡Para los hombres! — A la señora * * *.
xxxAl .adolescente .que .fui. A .ese .santo .anciano, ermita
o misión.
xxxAl espíritu de los pobres. Y a un altísimo clero.
xxxAsimismo, .a .todo .culto .en xcualquier xlugar xconme-
morativo de culto .y .sea .cuales .sean .los acontecimientos
a los que haya que rendirse, .siguiendo .o .bien .las .aspira-
ciones del momento, o bien nuestro propio, serio vicio.
xxxEsta xnoche, xa xCicerto .de .los .altos hielos, grasienta
como el pescado y .colorada .como .los .diez .meses .de .la
noche roja — (su corazón ámbar y spunk). — Para mi única
plegaria, .muda .como .estas .regiones de noche y previa a
unas bravuras más violentas que este caos polar.
xxxA .cualquier .precio .y .con .cualquier .aire, .incluso .en
viajes metafísicos. — Pero más entonces.

 

 

 

Rimbaud, Arthur. Illuminations (Trad. Xoán Abeleira). Madrid; Bartleby editores, 2013.

 

‘ILLUMINATIONS’, DE ARTHUR RIMBAUD

Qué maravilla la traducción y las notas que muestran parte del trabajo que Xoán Abeleira llevó a cabo para traducir las ‘Illuminations’ de Rimbaud.
Es ésta una maravillosa edición bilingüe que cualquiera debería tener en su biblioteca particular.

 

 

VIDAS

xxxxxIII

xxxEn un granero donde me iencerraron ia ilos doce años
conocí iel imundo, iilustré ila icomedia ihumana. xEn iuna
bodega aprendí historia. En alguna farra nocturna de una
ciudad xdel xnorte ime itopé con todas las mujeres de los
pintores antiguos. En iun iviejo ipasadizo ide iParís me en-
señaron ilas iciencias iclásicas. iEn una morada magnífica,
cercada por el Oriente entero, iconcluí imi iinmensa iobra,
pasé mi ilustre retiro. iBraceé imi isangre. iAhora ya estoy
exento de imi ideber. Ni siquiera debo pensar más en ello.
Soy realmente de ultratumba, así que nada de encargos.

 

 

 

 

MAÑANA DE EBRIEDAD

xxx¡Ah imi iBien! ¡Ah imi iBeldad! ¡Fanfarria xatroz xen xla
que ya no trastabillo! ¡Potro ifeérico! ¡Hurra xpor xla xobra
inaudita iy ipor iel icuerpo imaravilloso! ¡Hurra ipor ila ipri-
mera vez! Esto empezó ibajo iel sonido ide ilas risas de los
niños iy iconcluirá icon iél. iEste iveneno ipermanecerá ien
cada iuna ide inuestras venas aun cuando, al tornar la fan-
farria, iseamos idevueltos ia ila xantigua xinarmonía. i¡Ah!,
ahora inosotros, itan idignos ide itales itorturas, recojamos
fervientemente esta promesa sobrehumana ihecha ia nues-
tro cuerpo y a nuestra alma icreados: ¡esta promesa, esta
demencia! ¡La xelegancia, xla iciencia, ila iviolencia! La pro-
mesa de que el iárbol idel ibien iy idel imal iserá ienterrado
en ila isombra, de que las honestidades tiránicas serán des-
terradas, a ifin ide ique inosotros iaportemos inuestro purí-
simo iamor. iEsto xempezó xcon xuna xcierta xrepulsión, y
acaba — ya que no podemos asir en el acto esta eternidad
— con una desbandada de perfumes.
xxxRisa xde xlos xniños, discernimiento xde xlos iesclavos,
austeridad de las vírgenes, ihorror ia ilas figuras y a los ob-
jetos de aquí: ique iel irecuerdo de esta vigilia os consagre.
Esto empezó con la mayor zafiedad, iy iacaba icon ángeles
de llama y de hielo.
xxxBreve xvigilia xde xebriedad, ¡santa!, iaunque isolo isea
por las máscaras con la que nos has gratificado. ¡Nosotros
te iafirmamos, imétodo! Nosotros ino iolvidamos ique ayer
glorificaste itodas xnuestras xedades. xNosotros xtenemos
fe ien iel iveneno. iNosotros isabemos idar ila ivida ientera
cada día.
xxxHa llegado el tiempo de los Asesinos.

 

 

 

 

CIUDAD

xxxSoy iun iefímero iy ino idemasiado idescontento ciuda-
dano de una metrópolis ique ipasa ipor iser imoderna ide-
bido ia ique, itanto ien iel mobiliario y en el exterior de las
casas como en el trazado de la ciudad, sus habitantes elu-
dieron icualquier igusto iconocido. Aquí ino ihallaréis ives-
tigios ide iningún imonumento ia la superstición. La moral
y la lengua ihan isido ireducidos, ¡por fin!, ia isu expresión
más sencilla. Estos imillones ide iindividuos ique ino preci-
san iconocerse ientre iillevan de manera tan uniforme la
educación, iel itrabajo iy ila ivejez ique el transcurso de su
vida idebe ide iser imuchísimo imenos ilargo xde xlo xque
apunta cualquiera de esas locas estadísticas con respecto
a los pueblos del continente. Así, idesde imi iventana, veo
nuevos espectros errando por entre la espesa y eterna hu-
mareda xde xcarbón —¡nuestra xsombra xde ilos bosques,
nuestra noche de verano!,— nuevas Erinias ante esta casa
de icampo ique ies imi ipatria iy imi ientero icorazón, dado
que todo ise iasemeja ia iél iaquí, — veo ia ila imuerte isin
llanto, inuestra iactiva idoncella xy xservidora, — xveo un
Amor xdesesperado, xy xun iCrimen imuy ibonito gimote-
ando en el fango de la calle.

 

 

 

 

GUERRA

xxxDe xniño, xciertos xfirmamentos xafinaron imi ióptica:
todos los icaracteres matizaron imi ifisionomía. iLos iFenó-
menos se activaron. — Ahora ila iinflexión ieterna ide ilos
momentos y el infinito ide ilas imatemáticas me acosa en
este imundo idonde ipadezco xtodos xlos xlogros xciviles,
donde gozo del respeto de la niñez extraña y recibo enor-
mes muestras de afecto. — Sueño icon iuna iGuerra, legí-
tima o forzosa, de lógica bien imprevista.
xxxTan sencillo como una frase musical.

 

 

 

 

H

xxxTodas ilas imonstruosidades iviolan ilos igestos atroces
de Hortense. Su isoledad ies ila imecánica ierótica; su lasi-
tud, xla xdinámica xamorosa. Bajo ila imirada vigilante de
toda una infancia, xella xfue, ien numerosas épocas, la ar-
diente higiene de las razas. Su puerta está abierta a la mi-
seria. xEn xella, xla xmoralidad xde xlos iseres actuales se
descorpora en su pasión o en su acción. — ¡Ah, el terrible
escalofrío de los amores novicios, ien iel suelo ensangren-
tado y al claror del hidrógeno! Encontrad a Hortensia.

 

 

 

 

DEMOCRACIA

xxx«La ibandera imarcha ihacia iel ipaisaje iinmundo, iy
nuestra jerga ahoga el tambor.
xxx»En ilos icentros ialimentaremos ila imás icínica pros-
titución. Aniquilaremos las revueltas lógicas.
xxx»¡Ea, ia los países especiados y embebidos! — al ser-
vicio ide ilas iexplotaciones iindustriales iy imilitares más
monstruosas.
xxx»Adiós ia ieste ilugar, ino iimporta iadónde. iReclutas
de la buena voluntad, nuestra guía será la filosofía feroz;
demasiado ignorantes para la ciencia, idemasiado iroda-
dos ipara iel ibienestar; la muerte en nombre del mundo
que marcha. Este ies iel verdadero avance. ¡Vamos, ade-
lante!»

 

 

 

Rimbaud, Arthur. Illuminations (Trad. Xoán Abeleira). Madrid; Bartleby editores, 2013.

 

NO DESPERTÉIS A LA SERPIENTE

 

FANNY GODWIN

Su voz tembló al separarnos,
mas no noté que provenía
de un corazón roto, y partí
sin atender a sus palabras.
Miseria, oh Miseria,
cuán vasto es este mundo para ti.

 

 

 

 

OZYMANDIAS

Topé con un viajero de un antiguo país
que me dijo: «Dos piernas de piedra colosales
se yerguen sin su tronco en medio del desierto.
Junto a ellas se encuentra, semihundido en la arena,
un rostro hecho pedazos cuyo ceño fruncido
y sonrisa de burla, de arrogante dominio
confirman que su autor comprendió esas pasiones
que, grabadas en piedras inertes, sobreviven
a la mano que supo copiarlas con desprecio
y al mismo corazón que las alimentara.
Y sobre el pedestal se leen estas palabras:
«Mi nombre es Ozymandias y soy el rey de reyes.
Considerad mis Obras; rabiad ¡oh Poderosos!»
Nada queda a su lado. Más allá de las ruinas
de este enorme naufragio, desnudas e infinitas,
solitarias y llanas se extienden las arenas.»

 

 

 

 

SONETO

No levantes el velo pintado que los vivos
llaman Vida, aunque formas irreales represente,
imagen engañosa de aquello en que creemos,
con colores dispersos. Detrás acechan Miedo
y Esperanza, Destinos gemelos que entretejen
sus sombras en la sima sombría y encubierta.
A un hombre conocí de corazón sensible
que levantó ese velo buscando algo que amar,
pero no encontró nada, ni tampoco las cosas
que contiene este mundo podían agradarle.
Ignorado vivía; era luz en las sombras,
una mancha brillante en esta escena turbia,
un Alma que luchaba por la verdad y nunca,
como el Predicador, la pudo hallar en nada.

 

 

 

 

A UNA VIOLETA MARCHITA

xxxxxI

La flor ha perdido el aroma
que alentaba igual que tus besos.
Su color ya se ha diluido
tras brillar solamente en ti.

 

 

xxxxxII

Su forma muerta, enjuta, hueca,
yace en mi pecho abandonado
burlando al corazón ardiente
con su quietud fría y callada.

 

 

xxxxxIII

Mis lágrimas no la reaniman.
Mis suspiros no la reviven.
Su suerte muda y resignada
debiera ser ahora la mía.

 

 

 

 

EXHORTACIÓN

Vive el camaleón de luz y de aire.
Amor y fama nutren al poeta.
Si en este vasto mundo de ansiedades,
con el esfuerzo mínimo de aquél,
pudiera hallar la misma recompensa,
¿cambiaría el poeta de color
igual que el camaleón ante la luz,
adecuándose a todos sus matices,
veinte veces al día?

Vive el poeta en esta tierra fría
como es más propio del camaleón:
oculto desde el mismo nacimiento
en una gruta oscura bajo el mar.
Cambia el camaleón ante la luz:
ante el desamor lo hacen los poetas.
La fama es sólo amor que se disfraza;
si unos pocos alcanzan una u otro,
no es extraño encontrar a los poetas
merodeando en torno.

No manchéis con poder y con riqueza
el alma del poeta, libre, angélica..
Si engullera el brillante camaleón
otra cosa que rayos y tormentas,
crecería de un modo tan mundano
como las lagartijas, sus hermanas.
¡Hijos de un astro mucho más radiante!
¡Espíritus allende de la luna!
¡Rechazad toda dádiva!

 

 

 

 

CANCIÓN A LOS INGLESES

¡Ingleses!, ¿por qué aráis la tierra
para los amos que os someten?
¿Por qué tejéis con arduo esmero
la ropa que ostenta el tirano?

¿Por que vestís y alimentáis
desde la cuna hasta la tumba
a esos zánganos tan ingratos
que os chupan sudores y sangre?

¿Por qué, Abejas de Inglaterra,
forjáis armas, fustas, cadenas
para que esos cobardes roben
el fruto de vuestro trabajo?

¿Acaso os sobran paz y ocio,
cobijo, amores y alimento?
O, ¿qué conseguís de valioso
con tanto sufrimiento y miedo?

Otros recogen vuestra siembra.
Otros guardan vuestra riqueza.
Otros visten lo que tejéis.
Otros empuñan vuestras armas.

Sembrad,  mas no para el tirano.
Cread vuestra propia riqueza.
Tejed, mas no para holgazanes.
Armáos en defensa vuestra.

Si no, ¡quedáos en vuestras celdas!
¡Que otros habiten los salones!
¿Para qué romper las cadenas
si os amenazan con la espada?

¡Con telar, azada y arado
trazad y cavad vuestra tumba!
¡Tejed vuestra propia mortaja
hasta que Inglaterra os sepulte!

 

 

 

 

EL TIEMPO

¡Océano insondable, cuyas olas son años!
¡Mar del Tiempo en cuyas aguas desconsoladas
va disuelta la sal de lágrimas humanas!
Tú, riada sin márgenes, que en tu flujo y reflujo
los límites encierras de la mortalidad,
y, saciado de víctimas, bramando aún por más,
vomitas tus naufragios sobre su playa inhóspita;
traicionero en la calma, terrible en la tormenta,
¿quién podrá navegarte, Océano insondable?

 

 

 

 

MUTABILIDAD

xxxxxI

La flor que hoy sonríe
mañana morirá.
Lo que ahora anhelamos
incita y luego escapa.
¿Y el gozo de este mundo?
El relámpago engaña
con su breve fulgor
a la noche sombría.

 

 

xxxxxII

¡Qué frágil la virtud!
¡Qué escasa la amistad!
Amor vende su dicha
a cambio de la angustia.
Y aunque pronto sucumben,
nosotros pervivimos
a su goce y a todo
lo que llamamos nuestro.

 

 

xxxxxIII

Mientras los cielos brillen,
mientras las flores rían,
mientras aquellos ojos
que cambian con la noche
alegren la mañana,
o se deslice el tiempo,
sueña y luego despierta
sólo para llorar.

 

 

 

Shelley, Percy Bysshe. No despertéis a la serpiente (Trad. Juan Abeleira y Alejandro Valero). Madrid; Ed. Hiperión, 1997.

 

COÑO ANCHO COMO UN ESTUARIO

 

Coño ancho como un estuario
Donde mi reflujo
Amoroso va a morir
Tienes el sabor venenoso
El olor de la polla y el culo
El fresco tufo baticoanal.

Mujer oh vagina inagotable
Cuyo recuerdo me la endurece
Tus tetillas reparten el maná
Tus muslos ah qué voluptuosos
Inclusos tus menstruos sangrantes
Son un licor violento

La rosa de té de tu prepucio
Se expande junto a mí
Parece un viejo boyardo ruso
La picha de venas hinchadas
Cuando en el culmen de la orgía
Mi boca deviene en una ventosa en tu glande

 

 

 

Apollinaire, Guillaume. Zona y otros poemas de la ciudad y el corazón (Trad. Xoan Abeleira). Madrid; Ed. Bartleby, 2011.

 

TÚ ODIABAS ESPAÑA

tu-odiabas-espana

 

TÚ ODIABAS ESPAÑA

xxxxxxxxxxxxxxxxEspaña te atemorizaba. España
Donde yo me sentía como en casa. La luz cruda, sanguinolenta,
Los rostros color anchoa, los perfiles negroafricanos
De todas las cosas te atemorizaban. En cierta manera,
Tu educación escolar había obviado España.
La reja de hierro forjado, la muerte y el tambor árabe.
Desconocías el idioma, tu alma estaba vacía
De signos, y la luz fundidora
Te agostaba la sangre. El Bosco
Te tendió su pata de araña y tú la asiste
Tímida como una colegiala estadounidense.
Observaste detenidamente la mueca fúnebre de Goya
Y la reconociste, y luego retrocediste estremeciéndote
Igual que tus poemas en su escalofrío, igual que tu pánico
Volvía a aferrarse al college, a Estados Unidos.
Como buenos turistas asistimos a una corrida,
Toros aturdidos, sacrificados en una torpe carnicería,
El matador de cara gris, en la barrera
Justo debajo de nosotros, enderezando el estoque
Y vomitando su miedo. Y el cuerno
Que fue a ocultarse en el vientre del moscardón
Del picador caído ya perforó entonces
Lo que aguardaba por ti. España
Era la tierra de tus sueños: el cadáver rojo-polvo
Con el que temías despertar, los costurones de las amputaciones
Que ningún curso de literatura había podido embellecer.
La tierra del yuyu tras tus labios africanos.
España era aquello de lo que intentabas despertar
Y no podías. Aún puedo verte, bajo la luz de la luna,
Paseando por el muelle vacío de Alicante
Igual que un alma esperando el ferry,
Una nueva alma que aún no comprende lo que le pasa,
Pensando que sigues en tu luna de miel
En el mundo feliz, y que tienes toda tu vida por delante,
Feliz, y todos tus poemas por hallar.

 

 

 

Hughes, Ted. El azor en el páramo (Trad. Xoán Abeleira). Madrid; Bartleby editores, 2010.

 

‘CHAUCER’, DE TED HUGHES

diciembre 30, 2016 Deja un comentario

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CHAUCER

«Whan that Aprille with his shoures soote
The droghte of March hath perced to the roote…»
A pleno pulmón, balanceádote en la escalerilla de una cerca,
Con los brazos alzados — un poco para equilibrarte, un poco
Para sujetar las riendas de la forzada atención
De tu imaginaria audiencia — empezaste a recitar a Chaucer
A un prado de vacas. El cielo de la Primavera lo había propiciado
Con su colada al viento, el flamante esmeralda
De los espinos, el espino blanco, el espino negro,
Y una de aquellas copas repletas de champaña
Que agarraste en un arrebato de pura dicha.
Tu voz cruzó los campos hacia Grantchester,
Sonando quizá como perdida. Pero las vacas primero
Te observaron, luego se acercaron: les gustaba Chaucer.
Y tú seguiste y seguiste. Había una, varias razones
Para recitar a Chaucer. Al llegar al pasaje de la Comadre de Bath,
Tu personaje favorito de la historia de la literatura,
Estabas extasiada. Y las vacas, embelesadas.
Se empujaban, se daban empellones entre sí, formando un círculo
Para mirarte la cara, soltando de vez en cuando algún bufido
De admiración, avivados su asombro y su atención,
Prestando oídos para captar cada una de tus inflexiones,
Aunque manteniéndose a dos metros de reverente distancia
De ti. Tú estabas pasmada, apenas podías creerlo
Ni tampoco parar. Pues ¿qué sucedería
Si te callases de golpe? Podrían atacarte,
Asustadas por el brusco silencio, o porque quisiesen más.
Por eso seguiste. Y seguiste —
Ante una veintena de vacas hipnotizadas por ti.
¿Cómo diablos lograste parar? No recuerdo
Que lo hicieses. Supongo que las vacas se fueron
Dispersando, bamboleándose, poniendo los ojos
En blanco, como atraídas por el forraje.
O quizás las espantase yo, no lo recuerdo. Pero
Tu interpretación en sostenuto de Chaucer
Ya era una obra eterna. Lo que ocurrió después
Me pilló desprevenido, con la mente demasiado ocupada,
Y debió de caer nuevamente en el olvido.

 

 

 

Hughes, Ted. El azor en el páramo (Trad. Xoán Abeleira). Madrid; Bartleby editores, 2010.

 

EL RÍO

diciembre 28, 2016 Deja un comentario

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EL RÍO

Caído del cielo, yace
En el regazo de su madre, roto por el mundo.

Pero el agua seguirá
Manando del cielo.

En su mudez profiriendo el fulgor del espíritu
Con la boca partida.

Dispersas en un millón de pedazos, bajo tierra
Sus tumbas secas se rajarán al surgir una señal en el cielo,

Al rasgarse los velos.
El río se alzará, subirá en un tiempo posterior a los tiempos,

Tras haberse tragado la muerte y la fosa
Volverá inmaculado

A liberar este mundo.
Pues el río es un dios

Hundido hasta las rodillas entre los juncos, observando a los hombres,
O colgado de los talones en la puerta de una presa

El río es un dios, y un dios inviolable.
Inmortal. Y algún día se lavará todas sus muertes.

 

 

 

Hughes, Ted. El azor en el páramo (Trad. Xoán Abeleira). Madrid; Bartleby editores, 2010.

 

CUERVOS

diciembre 25, 2016 Deja un comentario

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CUERVOS

Mientras cruzábamos la puerta de la valla para echar un vistazo a los nuevos corderos
Sobre el horizonte suave, terso de hierba,
Un cuervo se disparó al aire desde el centro del campo
Y se alejó deslizándose bajo los duros destellos, rastrero y culpable.
Las ovejas mordisqueando, hincando las rodillas para mordisquear la hierba, reacia
xxxa que la sigan mordisqueando.
Las ovejas escrutando, parando un momento para pensar y luego volviendo a mascar,
Volviendo a parar. Por allí se ve un cordero nuevo
Intentando erguirse, topetando el morro de su madre
Mientras ella mordisquea el azúcar que lo recubre,
Con los jirones de la bandera de su triunfo ondeando y pingando de su vulva.
La madre estornuda y un haz de agua centellea en su vulva.
Así, una y otra vez, hasta vaciarse.
Luego continúa analizando su nuevo regalo para ver cómo va.
Por allí hay algo más. Pero tú sigues interesado
En ese nuevo, en su nuevo chispazo de voz,
En su pequeñez.
Hasta que por allí, por donde andaba el cuervo,
Otra cosa reclama tu atención. Un cordero que nació muerto
Hace una hora o dos, retorcido como una bufanda,
Con el amasijo de viscosidades, transparencias, carmesíes,
Hilachas y tejidos que conformaban sus entrañas arrancado
En tiras rectas, como las cuerdas de una tienda de campaña,
De su vientre abierto boca arriba como una pantufla de lana de cordero,
La fina anatomía de sus costillas plateadas y su cavidad a la vista,
La cabeza también vaciada a través de las cuencas de los ojos,
Los lanosos miembros vendados con restos de amnios, aunque es imposible
Decir ahora cuál de las vejas que pacen tranquilamente en este campo
Lo parió. Te explico
Que murió al nacer. Deberíamos haber estado aquí, para ayudarle.
Pero no: murió al nacer. «¿Y gritó?», me gritas.
Levanto la carga oscilante, grasienta, agarrándola por las pezuñas, tan blandas aún
xxxcomo las almohadillas de los perros,
Pues tan sólo han hollado el agua del amnios,
Y sus fibras desgajadas por el cuervo van pendiendo, a rastras,
Su cabeza inerme bamboleándose, y «¿Gritó?», me gritas de nuevo.
Sus patas de dos dedos se dilatan bajo la piel debido a la presión,
Entre mis dedos y mi pulgar. Y, mira, ahí hay otro,
Recién nacido, todo negro, desplegando su trípode, yendo de puntillas nuevas
Hacia su madre, y ensayando la primera nota
Que descubre en su boca. Pero tú tan sólo tienes ojos ahora
Para el bulto hecho jirones del cordero desechado.
«¿Gritó?», sigues preguntando, con una insistencia de tres años de edad
A campo abierto y penetrante. «Oh sí», te digo, «claro que gritó».

Aunque éste fue bastante afortunado, teniendo en cuenta
Que intentó nacer bajo un viento cálido
Y que su primer día de muerte fue cálido y azul,
Que las urracas se marcharon apacibles con doméstica felicidad,
Que las alondras no se preocuparon por nada,
Que el endrino brotó lleno de confianza
Y que el horizonte de colinas, tras millones de años arduos,
Se asentó suavemente.

 

 

 

Hughes, Ted. El azor en el páramo (Trad. Xoán Abeleira). Madrid; Bartleby editores, 2010.

 

CANCIÓN DE NOVIOS OCULTOS

diciembre 21, 2016 Deja un comentario

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CANCIÓN DE AMOR

Él y ella se amaban
Los besos de él le succionaban todo su pasado y su futuro o eso intentaban al menos
Ella era lo único que a él le apetecía
Ella lo mordía lo roía lo chupaba
Quería tenerlo entero dentro de sí
Sano y salvo por siempre jamás
Los pequeños gritos de ambos revoloteaban entre las cortinas

Ella lo escrutaba procurando que nada se le escapase
Clavándole con sus miradas las manos las muñecas los codos
Él la asía con fuerza para evitar que la vida
Pudiese arrastrarla desde aquel instante
Quería que el futuro cesase de golpe
Quería desmoronarse abrazado a ella
Precipitarse desde el borde de aquel instante en la nada
En la eternidad o en lo que hubiese
El abrazo de ella era una inmensa prensa
Con la que lo imprimía en sus huesos
Las sonrisas de él eran los desvanes de un palacio de fábula
Adonde el mundo real jamás llegaría
Las de ella eran picaduras de araña
Y él aguardaba inmóvil acostado a que ella tuviese hambre

Las palabras de él eran ejércitos de ocupación
Las risas de ella intentos de asesinato
Las miradas de él eran balas dagas vengativas
Las de ella fantasmas agazapados en la esquina con horribles secretos
Los murmullos de él eran látigos y botas de montar
Los besos de ella abogados escribiendo constantemente
Las caricias de él eran los últimos anzuelos de un náufrago
Las artimañas amorosas de ella el chirrido de unos cerrojos
Y los profundos gemidos de ambos se arrastraban por el suelo
Como un animal acarreando un enorme cepo

Las promesas de él eran un separador quirúrgico
Las de ella le quitaban la tapa de los sesos
Con la que anhelaba forjarse un broche
Él con sus votos le arrancó los tendones
Para enseñarle a hacer un nudo de amor
Ella con los suyos le arrancó los ojos para conservarlos en formol
En el fondo de su cajón secreto
Los chillidos de ambos se clavaron en la pared

Mientras dormían sus cabezas se quebraron como las dos mitades
De un melón partido, pero el amor es algo imposible de parar

En sus sueños entretejidos intercambiaron brazos y piernas
Sus cerebros se tomaron mutuamente como rehén

Al amanecer cada uno lucía el rostro del otro

 

 

 

 

LA NOVIA Y EL NOVIO YACEN OCULTOS TRES DÍAS

Ella le da unos ojos que ha encontrado
Entre algunos escombros, entre algunos escarabajos

Él le da una piel nueva
Como si acabase de arrancársela al aire para recubrirla mientras
Ella solloza de miedo y de asombro

Ella ha encontrado unas manos para él y se las ha encajado en las muñecas,
Y las manos flamantes, pasmadas de sí mismas, se apresuran a sentirla, se lanzan a recorrerla

Él le ha ensamblado una espina dorsal, limpiando cada vértebra cuidadosamente
Y colocado en perfecto orden
Es un puzzle sobrehumano, pero el hombre está inspirado
Ella se recuesta revolcándose de un lado al otro, girando el espinazo, riéndose incrédula

Luego, ella le trae unos pies, se los conecta de tal modo
Que todo el cuerpo de él se ilumina de pronto

Él le ha creado unas caderas nuevas que le sientan de maravilla
Con todos sus accesorios y todos sus recodos perfectamente hechos,
Brillantemente engrasados,
Puliendo pieza a pieza, incluso a él le cuesta creerlo

Los dos prosiguen sacándose el uno al otro a la luz, comprueban que les resulta muy fácil
Probar cada nueva cosa a cada nuevo paso

Y ahora ella le pule, le asienta unas placas craneales
Tan bien que las junturas no se perciben
Y ahora él le une la garganta, los pechos y la boca del estómago
Con un simple alambre

Ella le pone unos dientes, atando las raíces al eje central de su cuerpo

Él le graba unos círculos en las yemas de los dedos

Ella le cose el cuerpo aquí y allí con un hilo de seda color púrpura metálico

Él le lubrica los delicados engranajes de la boca

Ella le incrusta la nuca con unos pergaminos bien cortados

Él le inserta en su sitio la parte interior de los muslos

Y así, jadeando de dicha, gritando de júbilo, maravillados
Como dos dioses de barro
Revolcándose en el suelo, pero con infinito cuidado,

Los dos se llevaron uno al otro a la perfección.

 

 

 

Hughes, Ted. El azor en el páramo (Trad. Xoán Abeleira). Madrid; Bartleby editores, 2010.

 

‘EL AZOR EN EL PÁRAMO’ DE TED HUGHES

diciembre 19, 2016 Deja un comentario

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CÓMO PINTAR UN NENÚFAR

Una capa verde de hojas de nenúfar
Techa la cámara del estanque y pavimenta

La furiosa arena de las moscas: estudia
Esto, las dos mentes de esta dama.

Observa primero el caballito del diablo aéreo
Que come carne, pasa como una bala

O se detiene en el espacio para afinar la puntería.
Otros, igual de peligrosos, peinan el zumbido

Bajo los árboles. En este lugar por todas partes
Hay gritos de guerra y gemidos de muerte

Pero inaudibles, de modo que los ojos se admiran
Al ver los colores de estos insectos que forman arcos

Iris mientras vuelan, chispean o se posan
Refrescándose como gotas de metal fundido

En el espectro. Piensa cuán peor ha de ser
Lo normal en el lecho del estanque:

Épocas prehistóricas endragonadas
Se arrastran por esa oscuridad con nombres latinos;

Allí no evolucionaron nada, tienen
Mandíbulas en lugar de cabezas, la mirada fija,

Ignoran tanto la edad como la hora.
Y ahora pinta el nenúfar de esbelto cuello

Que, hundido en ambos mundos, puede estar
Quieto como un cuadro, sin apenas temblar,

Aunque el caballito del diablo se pose en él
Y sea cual sea el horror que impulsa su raíz.

 

 

 

 

LUCIOS

Lucios, ocho centímetros de largo, perfectos
Lucios en todo, color dorado entigrecido con rayas verdes.
Asesinos desde el huevo, con su eterno y malévolo rictus
Danzan en la superficie, por entre las moscas,

O bien se deslizan, asombrados de su propia grandeza,
Sobre un lecho de esmeralda: siluetas
De submarina delicadeza y horror.
En su mundo miden un centenar de metros.

En las lagunas, bajo los nenúfares abatidos por el calor —
El lóbrego pesar de su quietud:
Apiñados sobre las hojas negras del año pasado, mirando hacia arriba.
O suspendidos en una caverna ambarina de algas

Ya que no pueden mudar en esta época del año
La abrazadera en forma de gancho ni los colmillos de su mandíbula;
Toda su vida depende de ese artilugio; las agallas,
Los pectorales amalgaman tranquilamente sus sustancias.

Un día encerramos tres tras un cristal,
En una jungla de juncos: uno de ocho centímetros, otro de diez
Y otro de doce: los cebamos con alevines —
Y de pronto había dos: Al final, sólo uno,

Con el vientre abombado y el mismo rictus con el que nació.
Pues los lucios, ciertamente, no perdonan a nadie. Recuerdo
Otros dos, de tres kilos cada uno, unos sesenta centímetros de largo,
Secos y muertos bajo una adelfilla —

Uno, embutido hasta las agallas en el garguero del otro:
El único ojo que sobresalía, observaba: como te engancha un vicio —
La misma mirada férrea de siempre
Aunque la muerte hubiese contraído su membrana.

Otro día estuve pescando en una laguna de cincuenta metros
Cuyos nenúfares y cuyas tencas musculosas
Habían sobrevivido a todas las piedras aún visibles
Del monasterio donde los habían plantado:

Su profundidad inmóvil es legendaria,
Tan profunda como la propia Inglaterra. La laguna
Albergaba un lucio demasiado grande para moverse,
tan inmenso y viejo
Que no me atrevía a pescar después del anochecer.

Pero lancé la caña y pesqué
Con el cabello erizado de miedo
Imaginando lo que podía surgir, la mirada que podía surgir.
El chapoteo amortiguado en la laguna oscura,

Los búhos, acallando a los maderos flotantes con un ulular
Que resonaba en mis oídos, me prevenían acerca del sueño
Que lo oscuro bajo lo oscuro de la noche había liberado
Y que venía emergiendo, escrutando, lentamente hacia mí.

 

 

 

 

LA LUNA LLENA Y LA PEQUEÑA FRIEDA

Una tarde fresca, arredrada ante el ladrido de un perro y el ruido de un cubo —

Y tú escuchando.
La tela de una araña, tensa por el roce del rocío.
Un balde izado, calmo y rebosante — espejo
Tentando a la primera estrella para que tiemble.

Las vacas vuelven a casa por el sendero, enlazando los setos con las orlas calientes
de su aliento —
Oscuro río de sangre, mar de guijarros,
Leche balanceándose sin llegarse a verter.
«¡Luna!», gritas de repente, «¡Luna! ¡Luna!».

La luna da un paso atrás igual que una artista contemplando asombrada una obra

Que a su vez la señala asombrada.

 

 

 

 

WODWO

¿Qué soy yo? Husmeando aquí revolviendo las hojas
Siguiendo un débil rastro en el aire hasta la orilla del río
Me meto en el agua. Qué soy yo para hender
El cristalino grano de agua alzando la vista veo el lecho
Del río sobre mí invertido tan claro
¿Qué hago aquí en mitad del aire? ¿Por qué encuentro
esta rana tan interesante mientras inspecciono su secreto
más recóndito y lo convierto en el mío propio? ¿Estos juncos
me conocen se refieren a mí con qué nombre
me han visto alguna vez encajo yo en su mundo? Parezco estar
separado de la tierra desenraizado caído
de la nada por casualidad no tengo lazos
que me aten a nada puedo ir donde me plazca
como si alguien me hubiese otorgado la libertad
de este lugar pero entonces ¿qué soy yo? Recogiendo
pedazos de corteza de este tocón podrido no experimento
ningún placer de nada me sirven así que por qué lo hago
yo y por qué ambas cosas casan de manera tan extraña
Y qué clase de ser soy el primero de los míos
pertenezco a alguien qué forma tengo soy qué
forma tengo soy inmenso si llego
al final por este camino paso estos árboles paso estos otros
hasta cansarme voy a dar con uno de los muros que me limitan
por el momento si me siento tranquilamente cómo todo
se detiene para observarme supongo que soy el centro exacto
pero ahí está todo eso qué es eso raíces
raíces raíces raíces y aquí está el agua
de nuevo tan extraña pero yo voy a seguir mirando

 

 

 

 

INTERROGATORIO ANTE LA PUERTA DEL ÚTERO

¿A quién pertenecen esas patitas esmirriadas? A la Muerte.
¿A quién pertenece esa cara hirsuta y como chamuscada? A la Muerte.
¿A quién pertenecen esos pulmones que trabajan sin descanso? A la Muerte.
¿A quién pertenece ese servicial abrigo de músculos? A la Muerte.
¿A quién pertenecen esas tripas indescriptibles? A la Muerte.
¿A quién pertenecen esos supuestos sesos? A la Muerte.
¿Toda esa sangre revuelta? A la Muerte.
¿Esos ojos tan poco eficientes? A la Muerte.
¿Esa pequeña lengua viperina? A la Muerte.
¿Este desvelo ocasional? A la Muerte.

¿Dado, robado o pendiente de juicio?
Pendiente.

¿A quién pertenece toda la tierra lluviosa y pedregosa? A la Muerte.
¿A quién todo el espacio? A la Muerte.
¿Quién es más fuerte que la esperanza? La Muerte.
¿Quién es más fuerte que la voluntad? La Muerte.
¿Más fuerte que el amor? La Muerte.
¿Más fuerte que la vida? La Muerte.

Pero, ¿quién es más fuerte que la Muerte?
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxYo, obviamente.

Pasa, Cuervo.

 

 

 

 

CÓMO EMPEZÓ A JUGAR EL AGUA

El agua quería vivir
Llegó al sol volvió llorando
El agua quería vivir
Llegó a los árboles ardieron volvió llorando
Se pudrieron volvió llorando
El agua quería vivir
Llegó a las flores se marchitaron volvió llorando
Quería vivir
Llegó al útero halló la sangre
Volvió llorando
Llegó al útero halló el cuchillo
Volvió llorando
Llegó al útero halló el gusano y la podredumbre
Volvió llorando quería morir

Llegó al tiempo cruzó la puerta de piedra
Volvió llorando
Llegó al espacio lo recorrió todo buscando la nada
Volvió llorando quería morir

Hasta cesar el reguero de su llanto

Ahora yace en el fondo de todas las cosas

Absolutamente agotada absolutamente clara

 

 

 

 

ABEL CROSS, CRIMSWORTH DENE

Donde las madres cabalgan
A galope en sus almas

Donde los aullidos del cielo
Llueven a mares, se precipitan
Sobre la tierra buscando cuerpos
De pájaros, animales, gente

Una dicha surge de pronto, secreta y salvaje,
Como el canto de una alondra apenas audible
Oculto en el viento

Un gozo callado y maligno
Como la piedra de un astro quebrado
Que sabe que nada más puede sucederle
En su cuna-sepulcro.

 

 

 

 

EL DÍA EN QUE ÉL MURIÓ

Fue el día más sedoso del año naciente,
El primer acto de reconocimiento de la primavera real,
El primer acto de confianza del sol.

Fue ayer. Anoche heló.
Tanto como en cualquiera otra noche de cualquier invierno.
Marte, Saturno y la luna pendían arracimados
Del cielo plagado y duro.
Hoy es el Día de San Valentín.

La tierra, tostada, crujiente. Los copos de nieve, chafados.
Los tordos escupiendo sus gorjeos. Las palomas lustrando
Cuidadosamente sus voces en medio de un frío punzante.
Los cuervos chirriando, torpemente
Desaforados.

Los campos resplandecientes parecen alucinados.
Su expresión ha cambiado
Como si hubiesen estado en algún lugar espantoso
Y hubiesen vuelto sin él.
Las vacas confiadas, con el lomo cubierto de escarcha,
Aguardando el heno, aguardando algo
De calor en este nuevo vacío.

A partir de ahora, la tierra
Tendrá que apañárselas sin él.
Pero aún duda, bajo esta lenta realización de la luz,
Como una niña, demasiado al descubierto, bajo un sol frágil,
Con las raíces cortadas
Y una inmensa laguna en su memoria.

 

 

 

 

AQUELLA MAÑANA

Fuimos allí donde había tantísimos salmones
Tan constantes, tan espaciados, tan orientados desde tan lejos
Por su mapa interior, que Inglaterra podía añadir

Tan sólo el crepúsculo tiznado del sur de Yorkshire
Orlado con la zozobra zumbadora de los Lancaster
Para que el mundo pareciera irse a pique despacio.

Qué solemne, estar allí de pie, bajo la luz polen,
Hundidos hasta la cintura en el poderoso, salvaje vaivén de los salmones
Amontonados como por la mano de Dios. Allí el cuerpo

Escindido, dorado e imperecedero,
De su dudoso pensamiento — un espíritu-faro
Iluminado por el poder de los salmones

Que seguían y seguían llegando sin cesar
Elevándonos, como si volásemos despacio, con sus formaciones
Hacia alguna suerte de pasmosa, deslumbrante bendición,

Y que un mal pensamiento podría oscurecer. Como si el mundo
Caído en desgracia y el salmón se hubiesen acabado para siempre. Como si éste
Fuese el pez imperecedero

Que hubiese dejado morir al mundo…

Allí, bajo una luz malva de lupinos, los salmones
Colgaban del aire, rebosaban de las manos ahuecadas de las montañas

Hechas de hormigueantes átomos. Finalmente, había ocurrido.
Luego, como una señal de que estábamos allí donde estábamos,
Dos osos dorados bajaron a nadar como hombres

A nuestro lado. Se sumergieron como niños.
Se irguieron en el agua profunda como en un trono
Despedazando y comiendo salmones con sus garras.

Así llegamos al final de nuestro viaje.
De pie, sabiéndonos vivos en el río de la luz,
Criaturas de la luz entre las criaturas de la luz.

 

 

 

 

CANCIÓN DEL BALLENATO

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxPara Charles Causley

¿Qué pensarán de sí mismas las ballenas
Con sus cerebros globales —
La iluminación voltaica con la fuerza de la marea
De esos cerebros? ¿Su rayo X multidimensional

Capta las estructuras de este mundo, sus cerebros eclosionados
Clonan réplicas del mundo iluminado
Por los electrones, re-imaginando el mundo,
Perceptores y receptores perfectamente sintonizados,

Cada uno de ellos un trémulo mundo en sí
Sintiendo a través del mundo? ¿Qué es
Lo que las hace parte de las demás?

«Somos hermosas. Removemos

Y preparamos nuestro color característico
En este bote de colores que es el mundo.
Con cada coletazo ahondamos
Nuestro ser en la sustancia iluminada del mundo,

Y nuestra dicha en la bendición
Rotatoria del mundo, y nuestra paz
En la paz flotante, aerodinámica del mundo».
Sus toneladas de cuerpo, cámaras de eco,

Amplifican el susurro
De las corrientes y los aires, de los seres marítimos
Y las maniobras planetarias,
De las estaciones, de las costas, y de su propio

Encantamiento dirigido a la Luna, mientras danzan
El drama originario de la Tierra
En el que ellas interpretan, como desde el principio,
La Casa Real.
xxxxxxxxxxxxxxxxLas pasiones más grandiosas,

Más espermáticas, los placeres más exquisitos,
Los personajes más nobles, la presencia, la gallardía
Y la ecuanimidad más divinas y oceánicas —

La caída más terrible.

 

 

 

 

EL LUGAR SENSIBLE

Tus sienes, allí donde más se te adensaba el cabello,
Eran tu lugar sensible. Una vez, haciendo una prueba,
Dejé caer una lima entre los electrodos
De una batería de doce voltios: explotó
Como una granada. Como tú, cuando alguien te cableó,
Alguien bajó la palanca, provocando
Aquellos truenos en la caja de tu cerebro. Ellos,
Con sus batas blanqueadas, sus caras empalidecidas,
Se cernieron de nuevo
Para ver cómo estabas, presa en tus correas.
Para comprobar si tu dentadura seguía intacta.
La mano en la palanca calibrada
De nuevo sin sentir nada
Salvo el hecho de no sentir nada volvió a bajarla para sentir
Alguna sensación de estremecimiento. El terror
Era la nube de ti
Que aguardaba esos rayos. Un día
Vi rajarse de golpe la rama de un roble.
Como tú la pierna de tu padre. ¿Cuántas convulsiones
Tuviste que sufrir para que ese dios te prendiese
Por las raíces del cabello? Cuando los informes
Se esfumaron en nubes, ¿qué se evaporó
Con ellos? Allí donde los pararrayos lloraron cobre
Y el nervio se deshizo de su piel
Como un niño quemado, corriendo para alejarse
Del fogonazo de una bomba. Ellos
Te dejaron caer: un pedazo de alambre rígido y retorcido
Entre el tendido eléctrico de la ciudad de Boston. Las luces
Del edifico del Senado fueron descendiendo
A medida que tu voz se hundía en tu interior
Huyendo por la hurera del sótano de tu casa.
Años después emergió
Sobreexpuesta, como una radiografía:
El mapa de tu cerebro cubierto aún de manchas
Oscuras, las cicatrices color tierra calcinada
De tu retiro. Y tus palabras,
Con sus rostros vueltos de espaldas a la luz,
Conteniéndose las entrañas.

 

 

 

Hughes, Ted. El azor en el páramo (Trad. Xoán Abeleira). Madrid; Bartleby editores, 2010.

 

EL DIOS

diciembre 14, 2016 Deja un comentario

orientalita

 

EL DIOS

Eras como una fanática religiosa
Pero sin dios — incapaz de rezar.
Querías ser escritora.
¿Querías escribir? ¿Qué había en tu interior
Que necesitase contar su historia?
La historia que precisa ser contada
Es el Dios del escritor, el que emergiendo del sueño
Te pide de un modo inaudible: «Escribe».
Escribir ¿qué?

Tu corazón, en medio del Sahara, rabiaba
En su vacío.
Tus sueños estaban vacíos.
Te reclinabas sobre tu escritorio y llorabas
Sobre el relato que se negaba a existir,
Como sobre una plegaria
Que no pudieses elevar
A un Dios inexistente. Un Dios muerto,
Con una voz terrible. Sí,
Eras como uno de esos ascetas del desierto
Que te fascinaban,
Agostándose en su torturadora
Vacuidad sin Dios
Que les absorbía los geniecillos de las yemas de los dedos,
De las suaves motas de los rayos del sol,
Del rostro en blanco de la roca.
La oración amordazada acerca de su esterilidad
Era un Dios.
Igual que tu pánico al vacío — un Dios.

Tú le ofreciste tus versos. Primero
Pequeños viales del vacío
En el que tu pánico vertió sus lágrimas
Hasta que éstas se secaron, dejando un rastro de espectros cristalinos.
Costras salinas de tus sueños.
Como el sudor rocío
En algunas piedras del desierto, después del alba.
Oblaciones a una ausencia.
Pequeños sacrificios. Muy pronto

Tu aullido silencioso horadando la noche
Devino él mismo una luna, un ídolo ardiente
De tu Dios.
Tu lamento acarreaba su propia luna
Como una mujer un niño muerto. Como una mujer
Asistiendo a un niño muerto, inclinándose para refrescarle
Los labios con las yemas de los dedos humedecidos en lágrimas,
Así te asistía yo, que asistías a una luna
Humana pero muerta, marchita, y
Que te quemaba como un montón de fósforo.
Hasta que el niño se agitó. Su boca se agitó.
Tu pezón rezumó sangre,
Un gotero de sangre. ¡Nuestro momento de dicha!

El pequeño dios subió volando al Olmo.
En sueños, con los ojos vidriosos,
Escuchaste sus instrucciones. Al despertar,
Tus manos se movieron, y tú las observaste consternada
Como si estuvieses realizando un nuevo sacrificio.
Dos puñados de sangre, de tu propia sangre,
Y en ella algunas gotas de mí,
Envuelto en el tejido de una historia que en cierto modo
Había nacido de ti. El embrión de una historia.
Tú no podías explicártelo ni saber quién
Comía de tu mano.
El pequeño dios profería de noche en nuestro huerto
Algo que era mitad rugido, mitad risa.

Tú lo alimentabas por el día, bajo la tienda de campaña de tu pelo,
En tu escritorio, en tu secreta
Casa de los espíritus, susurrabas,
Tamborileabas en tu pulgar con los dedos,
Sacudías las conchas de Winthrop convocando sus voces marinas,
E incluso me diste una efigie — una hoja de salvia
Prensada en una biblia luterana.

No podías explicártelo. Tu mundo onírico se había abierto
De golpe, derramando su oscuridad sobre ti, como un perfume.
Tus sueños habían hecho estallar el ataúd que los confinaba.
Cegado, encendí una luz.

Y desperté cabeza abajo en tu casa de los espíritus
Moviendo unos miembros que no eran los míos
Y contando, con una voz que no era la mía,
Una historia que ignoraba por completo,
Mareado por el humo
De aquel fuego que tú avivabas, preservabas,
Aquellas llamas que yo mismo había prendido sin querer
Y que el chorro de oxígeno del conjuro
Que tú susurrabas tornaba blancas.

Alimentaste aquellas llamas con la mirra de tu madre
El incienso de tu padre
Tu propio ámbar y las lenguas
De fuego contaron su historia. Y de pronto
Todo el mundo sabía todo.
Tu Dios olisqueó el hedor a grasa.
Su rugido resonó como el horno de un sótano
En tus oídos, un trueno en los cimientos.

Entonces, en un arrebato de furia, llorando, escribiste —
Tu dicha, un danzarín en trance,
Entre el humo de las llamas.
«Dios habla a través de mí», me aseguraste.
«¡No digas eso!», grité. «¡No digas eso,
Que trae muy mala suerte!».
Pero me quedé allí sentado, con los ojos abrasados,
Mirando cómo todo se consumía
En las llamas de tu sacrificio,
Las mismas que finalmente también a ti, también a ti
Te atraparon, desvanecieron, hicieron explotar,
Las llamas
De la historia de ese Dios
Que te abrasó y abrazó
A tu Mami y a tu Papi —
Tu Dios azteca de la Selva Negra,
El Dios del eufemismo Dolor.

 

 

 

Hughes, Ted. El azor en el páramo (Trad. Xoán Abeleira). Madrid; Bartleby editores, 2010.

 

FUERA

septiembre 25, 2016 Deja un comentario

ted-hughes-guerra-mundial

 

FUERA

I. La época del sueño.

Mi padre sentado en su silla recuperándose
De aquellos cuatro años en los que fue masticado, carne de cañón y de fango,
El cuerpo lacerado, silenciado, enajenado por el tiempo que pasó empapándose
De los colores de la mutilación.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxYa había curado valerosamente
Sus perforaciones externas, pero él y la lumbre del lar, su resplandor color sangre
En el cuenco de amasar galleta, en el piano, en la pata de la mesa,
Cada vez eran más y más presa del minuto a minuto
Que se adueñaba de ellos, mientras el minúsculo engranaje del reloj
Trabajaba sin descanso y, al hilo de su escucha,
Sacaba a rastras, físicamente, a mi padre de debajo
De los estratos encajados durante cuatro años de los ingleses muertos
A los que él estaba ligado. Él sentía que sus miembros se despejaban
A cada ínfimo, estimulante movimiento. Mientras yo, un niño de cuatro años,
Yacía en la alfombra como su doble infortunado,
El ancla de su memoria sepultada, inamovible,
Entre mandíbulas y botas voladas a pedazos, tocones de árboles, casquillos de obuses y cráteres,
Bajo la lluvia que aún hoy continúa golpeteando sus varas y espesando
Su reino, al que el sol ha abandonado, y donde nadie
Puede ya volver a salir del refugio.

 

II

El hombre muerto en su cueva empezando a sudar;
La visera de carne de bronce fundido
De la madre en el horno del bebé —
Nadie da crédito, aquello
Tal vez no sea nada, todos
Aguantan sonriendo al notar
Cómo la sangre deja de resonar por un instante en
Sus oídos, sus oídos, sus oídos, sus ojos
Tan sólo son gotas de agua e incluso el hombre muerto de repente
Se incorpora y estornuda — ¡Achís!
Entonces la enfermera lo arropa, sonriendo,
Y, aunque muy débilmente, aunque aquello no es más
Que otro nuevo bebé, la madre también sonríe.

Así, igual que tras haber sido volado en pedazos,
El soldado de infantería reensamblado
Sale a tientas, bamboleándose, mirando a su alrededor con los ojos
De un oficinista exhausto.

 

III. Día del Armisticio

La amapola es una herida, la amapola es la boca
De la tumba, quizá del útero buscando —

Una hermosura, una muñeca sobre un alambre,
Prostituyéndose hoy en todas partes. Hace años que luzco una.

Hace más años aún,
La metralla que hizo trizas la libreta de paga de mi padre

Me alcanzaba, y todos sus muertos lo alcanzaban a él
Devolviéndolo a una época

Que ni él ni ellos lograban superar, sino que, fundida en masa, como el acero,
Pesaba más en su ánimo que el trueque de los arados

En la pena negra que afloraba tras los ojos de mi madre —
Un ancla

Doblegando mi cuello juvenil hasta sumergirlo en aguas del Atlántico.

Así que adiós a esa flor de recuerdos sangrientos.

Y vosotros, muertos, enterrad a vuestros muertos.
Adiós a los cenotafios en los pechos de mi madre.

Adiós a todos los encantos residuales del hecho de que mi padre haya sobrevivido.

Dejemos que Inglaterra se cierre. Que se cierre la verde anémona marina.

 

 

 

 

EL GRITO

El sol en la pared — el cuadro del cuarto
De mi niñez. Y allí mi lápida
Compartía mis sueños, comía y bebía conmigo feliz.

Durante todo el día el azor perfeccionaba su arte
E incluso de noche persistía el milagro.

Las montañas holgazaneaban en su humeante campamento.
Los gusanos bajo la tierra hacían bien su trabajo.

La carne de bronce, excitada por una sed de bronce,
Como un recién nacido amamantado por un pecho,
Dormía bajo la luz de la piedad solar.

Y los inanes pesos de acero
Que, surgiendo de ninguna parte, chafan a la gente,
Tan sólo me hacían sentir tan bravo como las criaturas.

Cuando vi aquellas crías de conejo con la cabeza aplastada contra la carretera
Supe que iba montado en la rueda de la galaxia.

Las cabezas de los becerros, erizadas de rocío, sangrando en los mostradores,
Sonreían como máscaras bufas donde el sol y la luna danzaban.

Entonces mi compañero con la cara cosida
Justo allí donde se la habían abierto para extraerle algo
Alzó una mano —

Sonrió, medio en coma,
Una sonrisa de templo pétreo.

Luego, yo también abrí la boca para alabar —

Pero un silencio en forma de cuña se me atragantó.

Como un puñal de obsidiana, seco, con la punta afilada,
Un cacho callado de cristal volcánico,

El grito
Se vomitó a sí mismo.

 

 

 

 

DOS

Dos salieron, descendieron de la estrella de la mañana,
El urogallo coruscó, transformándolos en rescoldos robados.
El rocío escindió el color.
Y una mano ahuecada rebosó cantos de gallo.

Dos bajaron acompañados por inmensas sombras
Entre los dedos del alba,
Por los cuerpos cimbreantes de las liebres,
Y la agachadiza les hurtó sus joyas.

La corriente pronunció un oráculo sobre lo que no tiene fin,
El sol extendió una tierra a sus pies.

Dos cayeron de los bosques que colgaban del cielo
Trayendo los pies chamuscados de los cuervos carroñeros.

Y la guerra estalló —
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxun alarido repentino
Rebotó entre las azoteas apiñadas.

El guía alzó el vuelo desde el sendero.

El otro se tambaleó.

La pluma que lucía en la cabeza se cayó.
El tambor que llevaba en la mano se calló.
La canción que traía en la boca se murió.

 

 

 

Hughes, Ted. El azor en el páramo (Trad. Xoán Abeleira). Madrid; Bartleby editores, 2010.

 

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