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TODOS LOS CUERPOS, EL CUERPO
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xxxxxI
Un lienzo completamente blanco, completamente blanco
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xxxxxII
Un lienzo completamente blanco, completamente blanco
medidas 34 x 29 centímetros, como un espejo, un espejo
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xxxxxIII
Un lienzo completamente blanco, medidas
34 x 29 centímetros, como un espejo pequeño
un espejo completamente en blanco
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xxxxxIV
Un lienzo en blanco, tamaño normal
para el retrato // para mirarse → entenderse // explorarse
un espejo en suma, un espejo en blanco
como una luz que revela
como una tormenta de nieve // como un cristal de agua
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xxxxxV
Un lienzo en blanco, una curva semicircular
en forma de c [pincel plano, que al deslizarse
cree trazos de unos tres centímetros] con tinta negra,
que parezca un rostro, que asemejen
unos brazos : : las puertas abiertas
de una casa // de un refugio,
un lienzo en blanco con una cicatriz
una herida negra que verdaderamente es un rostro
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xxxxxVI
Un lienzo en blanco, un rostro que lo divide
[más o menos centrado
aunque más cerca de la parte superior
que de la inferior, advirtiendo la posibilidad
del medio torso] y una blancura sobre todo,
una blancura sobre todo x→ cubrir
el lienzo por completo de tinta negra [trazos
horizontales] y aplicar lejía con un spray, que se formen
flores blancas // heridas invisibles
después, unas gotas de vino tinto [evitar
la sangre, evitar que surja la sangre]
sobre los espacios blanquecinos del lienzo
buscar el rostro, imaginar el rostro
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xxxxxVII
Un lienzo negro, un espejo sin rostro
sobre el que algunas flores rosadas // algunas heridas
crecen con timidez; se repite el trazo curvo
con la misma tinta, con la misma voluntad
de crear un hombre // de crear un refugio para el cuerpo
[todo es la misma sustancia, si fuesen sustancias distintas
se limitarían entre sí, entonces todo sería la misma esencia]
luego se le echa a un cubo de pintura blanca
un puñado de tierra, piedras e incluso flores, también
flores cuando no queda ni tan siquiera la alegría
cuando no se advierte ni un atisbo de esperanza
se mezclan la tierra, las piedras y las flores, se mezclan
y con ello se recubre la totalidad del lienzo, un lienzo
completamente blanco, completamente blanco
que esconde : : recuerda
la memoria atroz de lo que un día fue, de lo que un día
vivió entre esas paredes // entre esos límites
y vio cómo la nieve surgía al otro lado de la ventana
cómo las agradables nubes del verano azul crecían a lo lejos
y cómo las paredes de cal escondían misterios felices
los misterios ahora tapiados por las huellas del paisaje
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xxxxxVIII
Un lienzo en blanco que ahora no es un lienzo en blanco
sino un paisaje y un autorretrato, un lienzo en blanco
que es un recuerdo que crepita, un lienzo en blanco
que es absolutamente todo salvo un lienzo en blanco
con una textura rugosa fruto de la tierra y de las flores
y de todo lo que se ha querido esconder, todo
lo que ahora es pintura debajo de pintura, una línea negra
algunas heridas invisibles, algunas flores blancas
que surgieron de la purificación. Entonces solo queda volver
a empezar, cubrir todo el lienzo con óleo negro, muy negro
que disimule los relieves, que parezca el interior
de una gran pupila enferma
dibujar una curva con pintura roja y pensar que ese rojo
no es el rojo que fluye en los manantiales del deseo, pensar
que la curva es igual a la anterior aunque en realidad sabes
que no lo es, dibujar una boca como quien explora
los marginales límites del dolor // las esquinas azules
de la carne; una boca de tiza, una boca de óleo
y que resbale // que se difumine cuidadosamente en el negro
que imagine un gris : : crear una sombra como se crean
los labios, herir la sombra x→ debe inflamarse la carne
debe escocer el aire sobre el óleo rojizo; después
un lienzo que ya no es un lienzo, que ni siquiera conoce
los colores artificiales, un lienzo que es un cristal
que ahora imita mis gestos con el óleo, que reproduce
los accidentes → que reproduce lo que los ojos miran
e intentan comprender.
xxxxxxxxxxxxxxDetrás de mí, una luz blanca
y en el espejo // y en el lienzo también una luz blanca
creo que es una ventana, creo que es una ventana blanca
un espejo que aún refleja la luz, una luz que aún refleja
la memoria, una memoria que es cuerpo // que es herida;
una herida: la casa arde porque arden las pérdidas, el corazón
es un espacio en blanco, un espacio en blanco colma
ahora el corazón
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Pacheco, Jesús. Todos los cuerpos, el cuerpo. Granada; Valparaíso ediciones, 2022.
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UN ESPEJO CON UNA LUZ BLANCA ES UN ESPEJO CON UN CUERPO
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IX
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Un espejo con una luz blanca es un espejo con un cuerpo
dividido en dos mitades, dos aberturas // dos raíces
con un mismo origen → un pecado, esta tierra que recubre
los cráneos de bronce y las palabras diminutas
la cicatriz negra o las flores invisibles; por qué
todos los trazos del espejo son los trazos de mi rostro
por qué mi imagen es semejante a la tristeza y este dolor
se acumula pesadamente en la sombra de mis párpados.
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**
Los gestos del espejo reverberan en los míos
con el eco de mis sienes: el espejo no logra imitar
la pesadez viviente de mis ojos
el vacío que brota de mis labios
la piel tersa y la mandíbula rígida
todo es una distorsión imposible cuando lo alcanza el pincel
cuando el óleo se desliza y vibra en los gestos
cuando entran en combustión las esquinas de la poderosa negrura
que el contorno no absorbe → mirar la imposibilidad del trazo
mirar la imposibilidad del lienzo espejo
mirar la imposibilidad del hombre : : no existe
el alma
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***
xxxxxxxMe he cansado de mirar
los rincones oscuros de esta casa
los ojos de mi padre llenos de ira
mientras intenta golpear a mi madre
me he cansado de la respiración
y el éxtasis de los espacios // y el palpitar perenne
de mi pecho amarillo: me he cansado del lienzo
del espejo, del hombre
me he cansado de esta expresión que se crea ante mí
y de todos los espacios que ocupa
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****
el espejo es
una panadería blanca, una estantería de juguetes caros
un caracol en el borde de una acera tras un día de lluvia
los claveles en el pelo de mi hermana en primavera
una gota de agua ascendiendo en el cristal del coche
en el túnel de lavado al volver de un viaje, un diploma
en primaria, un paseo con mi abuelo en triciclo por el parque
y todos los caramelos que escondí en mi armario
para comerlos a escondidas después de las fiestas
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*****
Veo en el espejo la destrucción de un rostro, la
xxxxxxxdestrucción
que crepita // que envejece con miedo y deseando
una visión diferente de los signos de la piel
un tacto húmedo en el óleo que ya se seca, que ya se seca
con la lentitud de los días oscuros, con la lentitud
de las nubes infinitas.
El lienzo no es un lienzo como tampoco es un espejo
¿qué es esta materia que en su palidez
recoge tantas formas // recoge la materia difunta
de mi cuerpo?
xxxxxxxNo reconozco la creación absoluta de la carne
no advierto el color de las flores en la oscuridad, existe
la calma en estos relámpagos amarillos // en estas líneas
xxxxxxxrojas
que dilatan el óleo bajo mis rasgos de azul y deseo
que palpitan en el espejo // en el umbral vivo
xxxxxxxy niegan la naturaleza de todas las cosas
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Pacheco, Jesús. Todos los cuerpos, el cuerpo. Granada; Valparaíso ediciones, 2022.
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YA NO EXISTE EL LIENZO
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X
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Ya no existe el lienzo // el espejo, ya no existe
la infinitud.
xxxxxxxxxxMezclar los colores, mezclar
las formas, que no exista el hombre, que no exista el hombre
y que no exista la música sobre los cuerpos
y que no exista la música sobre las almas
y que no exista la música de las almas
y que no exista la música, sobre todas las cosas
que no exista la música
que no exista la música que corrompe los cuerpos
que no exista la música de mis manos
que no exista la música de las manos
que se apoyan sobre unas teclas
que intranquilizan // que recuerdan a las caricias
que no exista la música como la alegría de los fuertes
que no exista la música como consuelo de los débiles
que no exista la música que facilita la caída en el abismo
que no exista la música que facilita la caída en lo olvidado
que no exista la música que es un acorde que recorre el cuerpo
que no exista la música que hiere al cuerpo
que no exista la música sobre el cuerpo
que no exista el cuerpo
que no exista el hombre, que no exista el hombre
y que no existan las flores que nacen en primavera
y que no existan las flores que arden en primavera
y que no existan las flores que crecen en primavera
y que no existan las flores, sobre todas las cosas
que no existan las flores
que no existan las flores secas
las margaritas secas
las rosas secas
las lilas secas
las amapolas secas
las orquídeas secas
las flores diminutas secas, que no existan
que no existan las flores tristes
las flores que lloran en jarrones tristes
en macetas tristes
en ramos tristes para despedidas tristes
que no existan las flores arrancadas por la tristeza
las flores criadas para ser arrancadas por la tristeza
las flores que nacen únicamente para vivir en la tristeza
que no exista la tristeza, que no exista
la tristeza
sobre todas las cosas que no exista la tristeza
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Pacheco, Jesús. Todos los cuerpos, el cuerpo. Granada; Valparaíso ediciones, 2022.
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UNA BODA EN EL INFIERNO
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COMPAÑÍA SINIESTRA
Justo el otro día
en una calle concurrida
te detuviste para buscar en tus bolsillos
algo de cambio
y te diste cuenta de que te estaban siguiendo:
ciegos, sordos, locos y vagabundos,
que mantenían la distancia por respeto.
¡Eres nuestro Rey!, gritaron.
¡Nuestro jefe de filas!
¡El mejor domador de leones del mundo!
En cuanto a tus bolsillos,
había un agujero en los dos.
Y en esto que se acercaron,
tocándote por todo el cuerpo,
y te colocaron una corona de papel en la cabeza.
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EL MUNDO
Tú que me torturas
cada día
con tus muchos crueles instrumentos,
y yo a punto de confesarte
mi desesperanza
más oscura que todas tus más oscuras
noches.
Del día en que me trajiste
la foto de una mujer
y un niño huyendo
por una carretera rodeada de árboles,
y luego otra imagen de ellos dos
ya caídos
con la cabeza sangrando
en el mismo sinuoso camino
con su cielo sin nubes
del final del verano
y sus árboles temblorosos
con la primera brisa fría
de los días en que ponemos
toda nuestra confianza en el mundo
sólo para ser engañados.
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CARTEL DE «SE BUSCA»
Desde la enorme oficina postal cerrada,
lo escuché susurrar
con la boca salpicada de moscas
mientras yo apuraba el paso en la calle.
Bestia maldita, dijo.
Con ojos oscuros y malvados bajo las tachuelas oxidadas,
¿quién te ha dado permiso hoy
para andar sonriéndole a cada mujer que te encuentras?
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EXPLICANDO UNAS CUANTAS COSAS
Todo gusano es un mártir,
todo gorrión, un objeto de injusticia,
le dije a mi gato
porque no había nadie más alrededor.
Está lloviendo. A pesar de sus inmensos ejércitos,
¿qué pueden hacer las hormigas?
¿Y la cucaracha en la pared
como un camarero en un restaurante vacío?
Voy a bajar al sótano
para acariciar a la rata atrapada en la trampa.
Tú observa el cielo.
Si se despeja, araña en la puerta.
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AMOR DE PULGA
Él sacó una pulga
de la axila de ella
para guardarla
y cuidarla
en una caja de cerillas,
incluso pinchándose el dedo
de vez en cuando
para alimentarla
con gotas de sangre.
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LOS PLACERES DE LA LECTURA
En su lecho de muerte mi padre está leyendo
Las memorias de Casanova.
Yo observo cómo cae la noche,
unas cuantas ventanas se iluminan al otro lado de la calle.
En una de ellas una joven está leyendo
cerca del cristal.
Hace un rato que no levanta la vista,
ni siquiera con la oscuridad que se acerca.
Mientras queda todavía un poco de luz,
quiero que mueva la cabeza,
para que pueda verle la cara
que ya me he imaginado,
pero su libro debe de ser de suspense.
Además es silenciosa,
y cada vez que pasa una página,
puedo oír a mi padre pasar también otra,
como si estuvieran leyendo el mismo libro.
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PANTALLA OSCURA DEL TELEVISOR
El recuerdo de la maldad de aquel día
es como un puesto de carne cubierto de moscas.
El alma que salió volando por la ventana abierta.
El corazón masticado como la pelota de un perro.
Hay una bota levantada sobre todos nosotros
como en un libro infantil.
Una bota militar con clavos incrustados,
bajo los que se escabullen las hormigas.
Oh Cordelia, mi nombre es Lear. Mi nombre es
Primo Levi. Estoy desnudo y sentado entre
la ventana abierta y la pantalla oscura del televisor,
mis manos y mi sexo, bañados en el fuego de la noche.
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ORACIÓN
Tú que sólo reconoces el momento presente,
oh, Señor,
Tú que nada recuerdas
de lo que antes hubo,
que admiras la belleza
de un niño muerto,
y de los amantes abrazados
en un campo de flores amarillas.
La partida de ajedrez
y las grietas en la casa de los pobres
son tan interesantes
como incomprensibles para Ti,
que sabes qué es ser un tigre,
o un ratón en un momento de peligro,
pero que no conoces mis pesares,
mis soledades,
o mi infinito terror hacia Ti.
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ESCRITOR DE SUSPENSE
Pensé, bueno, ya que no puedo dormir
saldré a dar un paseo.
Después de la lluvia, siendo tan tarde,
las calles deben de estar desiertas.
Las sombras oscuras y mis pensamientos
me harán compañía.
Como me esperaba, no había nadie.
Los vagabundos de la noche, los amigos insomnes,
todos aquellos incapaces de ser felices,
¿dónde estaban todos ahora?
Fui vagando por calles tan mal iluminadas,
tan infames y desoladas,
que aceleré el paso. Todo parecía
abandonado hacía tiempo.
Cerrado para siempre e inmune a la discusión
quise mirar a la vuelta de la siguiente esquina
y a la siguiente, y a la siguiente,
más allá del último coche oxidado:
Había una mujer pintada en un portal,
en otro lugar un cuchillo apuntando hacia mí,
una iglesia de garaje con las luces encendidas,
Jesús arrancado del altar
tendido en la acera,
con la boca abierta y en silencio.
Empecé a correr, desabrochándome el abrigo
con los dedos manchados de tinta.
Pensando, eres un escritor de suspense
y esta noche y esta ciudad
¡son el producto de tus manos!
¡Pero no tenía a nadie en mente!
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Simic, Charles. Una boda en el infierno (Trad. Nieves García Prados y Javier Gutiérrez Lozano). Granada; Valparaíso ediciones, 2022.
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SOBRE LAS SÁBANAS
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ESQUINAS
Nada parece haber cambiado
en el efímero y repetido paisaje
de las cinco de la mañana:
Farolas amarillentas,
semáforos en ámbar,
carteles desteñidos,
bares cerrados,
risas y voces que surgen
de otras esquinas,
el olor a orina,
el camión de la basura,
una sirena alejándose,
las puertas escondidas,
los pasajes oscuros
y el eco, solitario,
de mis pasos.
Si acaso eso: mis pasos.
Cada vez más lentos,
como apagándose.
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NOCTURNO
Quiero no despertar;
perderme
en el vuelo de tu abrazo
cuando las luces aún no se han encendido
y los ojos lo ignoran todo:
la guerra,
la desgracia,
el desamparo…
el cruento muro que,
sin necesidad de hormigón,
alza el día a día
anunciando la ruina
de los sueños.
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ESCONDITE
Las bolsas de los ojos,
la fiebre,
el sudor frío,
los pies morados,
el dolor muscular,
la parestesia del brazo,
las palpitaciones,
el ardor del pecho…
el retrato de mi cuerpo
es un campo de batalla…
en posición fetal sobre una
cama deshecha,
esperando a que la derrota
pase de largo.
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Olmo Bau, Carlos S. Sobre las sábanas. Granada; Ed. Valparaíso, 2022.
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LOS DÍAS EXTRAÑOS
MEJORES QUE NOSOTROS
Oh muchachas de los años setenta,
os recuerdo esta tarde, mientras miro a quien amo.
Ella fue de las vuestras. Descubría
la luz y los semáforos, las sábanas heladas
y los sábados heridos de filmes imposibles.
Muchachas de blue jeans adictos al pecado
y a los viejos caminos y a músicas indóciles.
Muchachas de habitación estudiante, camisa de franela
xxxy discos de prestado,
de flor muy generosa y de poemas malditos,
de arcillas y cerámicas, de ropas adquiridas
xxxen viejos mercadillos.
Muchachas torturadas, frágiles como la espuma
de las últimas bahías vírgenes del siglo en que nacisteis.
Erais pequeñas patrias donde el amor tenía
un lugar fugitivo y una tarde de lluvia,
virginidades rotas cual dudosas batallas
xxxcon pocos vencedores,
caminatas sin fin por calles que esperaban
la decisión y la vehemencia frente a las ciegas sombras
del pasado.
Muchachas como ella, la mujer a quien amo,
gigantescas anémonas de cine matinal
xxxy parques escondidos
que tuvisteis ternura traicionada, que agotasteis a Freud
buscando lo imposible. Dulces muchachas
xxxa las que amamos mal, a las que casi dictábamos
frases de Whilhelm Reich torpemente aprendidas.
Hoy os recuerdo dulces y entregadas,
generosas y bellas e inmerecidas,
encogidas bajo el poncho o con los pies helados
bajo una manta rústica en un pueblo perdido
detrás de cualquier sábado.
ELEGÍA
xxxxxxxxxxxxxxxSe van separando lentamente de la tierra, de esa parte en la
xxxxxxxxxxxxxxxque han vivido, y podemos ver su rendición al silencio.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxSiri Hustvedt
A veces, es la muerte quien habla de nosotros.
Hoy he vuelto a los campos, he vuelto a la llanura
que fue de ella, a los campos de nuestros hijos,
de mi tardía adolescencia, llevado por tu muerte,
mujer vencida desde niña, alzada contra la noche
xxxy el silencio y los botones
y las mangas menguadas del abrigo.
Llegamos con agosto ardiendo por los trigos.
El pueblo se acunaba en un letargo de desmemoria.
Vinimos a tu muerte para buscar tu vida
de servidumbre y soledad: fulgía entre las casas
un recuerdo de huertos, delantales, cómodas, vasijas,
retratos sin color, crepúsculos de julio flotando
xxxsobre el campo
como un humo enfriado por sombra y arboleda.
En el aire se oían las voces de los niños:
inapropiados hijos que buscaron la lana
de tu maternidad inútil, mujer crecida en vano,
huérfana de descendencia, hueco para los hijos
forasteros, aturdida conciencia de la verdad negada
xxxpor altares e incienso.
En el aire temblaban la habitación perdida y los tesoros
llegados de viajes no vividos:
xxxceniceros absurdos, piezas
de porcelana, medallas y cadenas, postales, abalorios,
viejas fotografías, caracolas, sedimentos
de unas vidas tocadas sólo un poco, cuando apenas
descubrían el mundo y te llamaban.
En el aire, junto a la iglesia
que apenas recordaba, florecías sobre tu muerte,
regresabas
con las esquirlas de una tarde, quizá agosto de un año
vivo todavía, en que acudimos, caminando,
a los huertos:
reíamos contigo y aprendíamos el misterio del agua
y del mantillo, los secretos que guardan
xxxlas hortalizas,
la luz de los crepúsculos de tu infancia perdida
respirando el olor y el desaliento de un tiempo
xxxde preguerra, de días de carencias y achicoria.
Te han dejado en la tierra. A ti, la nacida en el aire,
la invitada del aire, la llamada a negar
el encierro y las sombras para ser ceniza
que sembrara los cuerpos y volara
por encima del pueblo.
Debiste caer, como una harina mansa,
sobre surco y tejados, debiste acariciar
las calles del lugar, reconciliarte
con el musgo y la hierba, con los trigos
y girasoles, con los chopos vencidos por la tarde
y el río, con los hijos maduros.
Pero estás bajo tierra. Te han dejado en la tierra.
ESTACIÓN PERDIDA. EL DIRECTO
Los grajos, los animales
de las noches y de los abandonos:
la estación rota que habitó algún mendigo
y, a veces, la tormenta. El refugio del sexo
y del furtivo tacto, de las traiciones y el desamor.
La he visto esta mañana, en la fotografía
sobre el muro de un bar que apenas visitamos:
estuvimos allí en tiempos casi alegres, antes
de la demolición y del olvido, del dominio
de los murciélagos, de los amores clandestinos
y adolescentes en las noches de fiesta
de los pueblos del valle.
Son ruinas,
sombras de trenes, de muy viejas palabras y de lluvias,
de dependencias donde, a veces,
arribaban viajeros de lugares remotos,
amigos de otros años y buhoneros, caminantes
herederos de un tiempo de hollín y carbonilla
y maderas podridas, borrosas huellas de noches
xxxmuy remotas
y crueles, cuando los prisioneros
quebraban el granito, tendían el metal, alzaban
los travesaños, horadaban los túneles, entregaban
la vida y la memoria y la palabra.
Hoy nada queda de la vieja estación.
Sólo la luz de los alrededores.
Sólo la niebla de los inviernos de la memoria.
Sólo la grava que una tarde remota
se manchó de gasoil. Quizá la imagen
de un talgo en lontananza cruzando algún verano
y un chiquillo que juega a contemplarlo
desde el refugio que la fantasía de las tardes de tedio
construyó tras las rocas entre sueños de cine
y de imposibles.
NOTICIA DEL OTOÑO
xxxxxIII
Ha llegado de pronto. Las voces rozan
la extrañeza y la duda porque el aire
baja templado desde las cumbres últimas:
huele al humus que renace entre los helechos,
los viejos bares que colmó el verano
vuelven a la quietud de los anocheceres cortos,
xxxy en los campos
alguien corta la leña contra el viento,
alguien ama tras la pared del cementerio antiguo,
alguien llora las muertes innecesarias
al lado del camino, alguien vuelve
a contarnos historias de fusilados y a temer al relente
de las noches largas.
xxxxxV
Leer a Auden, cerrar la puerta al aire que atardece,
dejar que las ventanas muestren un patio crepuscular
y traigan de la calle incertidumbres y manchas
xxxde pobreza.
Leer al viejo Steinbeck y respirar el barro
xxxde remotas multitudes
sin amparo.
xxxxxxxxxxxxEscuchar el sonido y las pausas
de lejanos talleres, de artesanos a punto de acabar
xxxla última vasija
en pueblos escondidos donde nadie recuerda
porque duele el recuerdo y hace mucho
que el olvido desteje la razón aprendida, la ilustrada
devoción del abuelo perdido en los cuarenta.
EN VIANA DO CASTELO
No es posible, esta noche,
evitar el retorno a otro verano
también en Portugal, cuando los sueños
se hilvanaban con miedo y con un dos caballos
tan frágil como aquellas veladas
donde amantes y dioses convivían.
Hoy la noche, olorosa
a menta y a lavanda, me sorprende
en medio de un jardín cercano al mar
cuando agosto se rinde.
Muere el día en Viana
do Castelo: hemos sido, por horas, paseantes
por sus calles de piedra hasta sabernos
sólo fragilidad, pues nuestro hijo
nos hablaba del tiempo con su sola presencia,
dibujaba la edad en la conciencia, devolvía
nuestros días indóciles,
las mudas sucesivas que fuimos adoptando
xxxhasta llegar a él.
Y a mí volvió la luz de Guarda en el agosto
del año ochenta y nueve, y la vieja piscina
donde ahogamos el tedio, y abajo la ciudad
en cuesta: y tú y yo, repletos
de certezas endebles como la juventud o nuestras manos.
EN MÁNCHESTER
En una esquina de la lluvia de Mánchester,
donde ardía diciembre en mercadillos
callejeros y en tenderetes
de tiempos ideales y nieves y abundancia,
tú, caminante que busca rarezas
y azogues oxidados, objetos de unos años difíciles,
descubriste, no lejos
de la catedral de piedra oscurecida, el rincón apacible.
Allí, bajo la lluvia de Mánchester, la habitación
que asomaba a un jardín ocultaba,
en su paz de entresueño,
que en días muy lejanos, en la mesa
que el tiempo ha oscurecido, floreció una tormenta.
Muy cerca de la Chetham’s Library,
evocando el olor y las manchas
del hollín y la grasa, de la fiebre y el hambre,
de la miseria de tantos invisibles,
Carlos Marx, filósofo de la cifra y el torno,
entre antiguos legajos y a salvo de la lluvia,
lentamente fue abriendo
el cegado horizonte de los nunca premiados.
Lo llamó manifiesto. Desde entonces
no ha dejado el fantasma de temblar en las calles
del mundo. Afuera, llueve sin tregua. Y anochece.
DE PASO
Llegar a las ciudades
cuando nadie te espera:
un día antes, tal vez algunas horas
de la presentación o la lectura,
quizá de un curso de relato o de poesía.
Ser en ellas ausencia o extrañeza, anonimato
puro: tomar café de incógnito
junto a un ventanal que da al paseo
o en cualquier velador mirando al mar
mientras cruzan la calle anécdotas en fuga,
señales de otras vidas, tentaciones
para tu condición de forastero.
Mujeres que te observan sin saberte,
viejos que siempre acuden
a algún lugar cercano donde venden pan y compañía,
niños que te contemplan en silencio.
Viejas urbes con mar o con gaviotas.
Con paseos extensos que sombrean
hayas centenarias y robles quebradizos,
escaparates, plazas apacibles o callejas
sombrías y asustadas que dan a catedrales
o a parques junto al río.
Existir sin que nadie lo sepa,
en el espacio vacío que entre viaje y lectura
carece de nombre, de lugar en el tiempo de los otros, sólo
vive en tu tiempo
o en el de un camarero que comienza a olvidarte.
LETRAHERIDOS
Envejecidos, a veces, los encuentro
en las lecturas: rostros que fueron luz
y casi adolescencia, gesto
de asombro, que ahora lucen
la densidad del tiempo y sus excesos,
sus raíces, sus sombras, su noticia avergonzada
de la vejez.
xxxxxxxxxxxFueron
deslumbramiento y compañía
en los años ochenta del siglo más violento:
nacíamos entonces a las revistas y a la lluvia,
a la noche de las infamias y de las músicas dudosas
de un Madrid recobrado, ávidos de mañana y juventud.
Nacíamos también
al poema impreso, a las novelas, al canto que asomaba,
entre nieblas y destellos, en bares algo rotos,
como extensos refugios de letra interminable.
Rostros que ahora acontecen
como sombras de lo que fueron:
los recuerdo jóvenes e inmutables,
adictos a la noche y al gin-tonic, al sexo sin abrigo,
ebrios de la palabra a descubrir, amigos entusiastas
de un tiempo sólo lúcido
en la distancia y en los temporales
de la juerga y la noche.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxYa la edad nos avisa,
somos otros: hemos convivido en jurados extraños
o previsibles, compartido renuncias
en ciudades desconocidas, en lecturas tardías
por viejos ateneos o en flamantes salones
de alguna obra social,
en mesas redondas y en casetas
de ferias donde al libro
se le obliga a salir y a mirar a la gente
que quizá no lo ama.
Hemos sido inquilinos
de noches desatentas y frías madrugadas
constatando la crecida y la bruma que la edad
xxxnos concede,
bebiendo, sin saberlo quizá, la madurez soñada
cuando entonces: nacían los ochenta y el siglo XXI
era tal vez
la almena inalcanzable de quienes comenzábamos.
Rico, Manuel. Los días extraños. Granada; Valparaíso ediciones, 2015.
LA SANGRE
Esta mañana me ha llegado a casa uno de esos regalos que no se sabe si se podrán agradecer lo bastante, el último libro de Andrés García Cerdán, ‘La sangre’.
Los que sentimos debilidad por la poesía de Andrés estamos de enhorabuena por este libro que obtuvo el II Premio Internacional de Poesía Ciudad de Almuñecar.
Cómo no sentir debilidad por un libro que abres y del que saltan relámpagos, perros y tigres en sus dos primeros poemas:
NADA MÁS
Escribir un libro que duela
como duelen las cosas más hermosas.
Que la memoria diga, al mismo tiempo,
toda la dicha y toda la nostalgia
de lo que ha sido puro. Nada más.
Mientras ladren los perros,
mientras se envuelva en seda la crisálida,
devanar el ovillo, ir afilando
la rueca e ir tejiendo una noticia
en cuyo centro quepan los relámpagos
y el barro del camino. Solo así
será posible darles un sentido
a estas palabras broncas y deformes
con las que luchas. Solo así
conseguirás que Jano y los demás
dioses de la ciudad concedan
que en verdad has vivido
y que fue muy hermoso y que dolía.
LA SANGRE
¿De la espesura
de qué orilla ha surgido el tigre?
¿De qué sombra anterior a nuestra sombra
proceden su zarpazo
brutal, su exhalación sin nombre,
las almendras salvajes de sus ojos?
¿O estuvo siempre aquí
y no supimos darnos cuenta?
Es terrible su agilidad
mientras se arquea en la amenaza.
Olemos su peligro. La inminencia
del ataque nos petrifica
y nos embriaga.
Porque hay algo más que temor
en este último desasosiego:
deseamos morir,
oh sí, cuanto antes morir
en el filo de sus colmillos agudos,
en la presión de sus mandíbulas.
Tal vez sea lo único digno de nuestras vidas
este momento.
Antes que escape
y otra vez sea fuego donde no lo alcancemos,
en nuestros huesos ha de crujir el rugido
inextinguible de su fuerza.
Nuestra sangre será decantación
de una única herida decisiva,
nostalgia de sus pasos fulgurantes
sobre la hierba.