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Posts Tagged ‘los versos de cordelia’

LAZARUS

 

LAZARUS

xxxxxxxxxxxxxxxLook up here, I’m in heaven
xxxxxxxxxxiixxxxxxxxxxxxxxxxxDavid Bowie

SI TE FASCINA, léelo en mis venas.
Para ti sangran todavía.

Qué haya dentro de la luz,
qué dentro
de este caos transparente,
qué esquirlas sean estas, que el espacio
negro, todo eso
que flota
léelo en mis venas.

Lo he escrito para ti con letras
que solo tú, oh Lázaro, sabrás leer.

Delante de ti pongo todo
lo que he aprendido
y todo lo que ni siquiera sé
aún,
lo que no está.
De tu boca depende
que al fin tenga sentido
lo que no ha estado nunca en mí
pero insisto, a pesar de todo,
en decir
para que resucites.

Que esta invocación,
que esta hermosa ignorancia y la lujuria
que salpica en mis venas sepas tú
leerlas.

Y no haya noche
más allá de esta noche.

 

 

 

García Cerdán, Andrés. Puntos de no retorno. Madrid; Los versos de Cordelia, 2017.

 

PUNTOS DE NO RETORNO

 

1995

EN ESTA FOTO inesperada eres
el hermano pequeño de Bob Dylan,
el hijo de Joey Ramone.
Sostienes un cigarro entre los dedos.
Miras a la pantalla de un ordenador
donde estás escribiendo algo.
Sobre tus hombros
cae la tarde. Pareces Eddie
Vedder recién salido de la ducha .
No faltan la tabla de surf
ni la guitarra eléctrica a tu lado.
Eres Antonio Vega en el perfil
de un sueño. El sol
se va por los naranjos de la huerta
y tú, desconocido,
eres Jeff Buckley, Jim Morrison, Kurt
Cobain, Josele, todos a la vez.

Tal vez sea 1995.

Ajeno a la inmortalidad,
vistes de negro y fumas.
Este es tu retrato ecuestre:
cabalgando a lomos del humo,
en las volutas yéndote
al cielo.

Hoy también —tanto tiempo después— fumas,
miras a la pantalla
como pidiéndole una explicación.
Aún arde en tus labios
aquello.
Aspíralo hasta el fondo —como entonces—,
retén su oscura letanía.
Suéltalo todo al aire
y otra vez vuelve a sostener
en tus palabras
la radiante revolución del mundo.

Así brilla la luz de nadie
que llevas dentro.

 

 

 

 

CORRIENTES

QUE LAS CORRIENTES desbocadas
de los ríos del norte
escriban en mi nombre este poema.
Que lo hagan por mí
con su furia,
xxxxxxxxxxxxa su antojo.
Que en su descenso
precipitado, en su furiosa espuma
y en sus rápidos contra las rocas,
arrastren las cosas que soy
y he sido,
las canciones que prefería,
mis años.
Que lo conviertan todo en otra cosa más noble.

Ojalá este deshielo
de las altas montanas de la noche
me lleve —como
lijando mi mala fortuna—
y me destroce
y me arranque de cuajo
y me destine al mar por ríos y barrancas,
a las playas desiertas y remotas,
hacia ese otro deshielo último
que espero
y que me nombra.

 

 

 

García Cerdán, Andrés. Puntos de no retorno. Madrid; Los versos de Cordelia, 2017.

 

GIACOMETTI MIRA ESTRELLAS PENSANDO EN ALEJANDRO

 

TESELA

ENCERRADO en sí mismo, Giacometti
esculpe,
con su delicadeza hecha de sangre y vísceras,
un piélago de amor
en las médulas de la noche.

 

 

 

 

ESTRELLAS

MÍRALAS, siempre ahí.
Son las estrellas extinguidas.

 

 

 

 

ALEJANDRO

ALEJANDRO de Macedonia, arúspice,
dormía con la espada de los días
bajo la almohada persa, abrazado
como un dios a una Ilíada. Él fue
por solo esto un héroe. Muy lejos
de las guerras, muy dentro de la noche,
un héroe. En su nuca recogía
la suavidad terrible del papiro
donde alguien dejara escritas
las luchas entre el dánao y el teucro.
Con la ajena docilidad de un perro
de nadie, en su secreto protegió
la memoria del hombre y su hermosura.
Como a él, como entonces, llegan hoy
a mis sienes los sueños, el metálico
golpe y el lamento de quienes doblan
las rodillas tras recibir la flecha
de Apolo. En su honor, muerden el polvo.
Lo muerdo yo también mientras espero
noticias de otro invierno en la ciudad.

 

 

 

García Cerdán, Andrés. Puntos de no retorno. Madrid; Los versos de Cordelia, 2017.

 

(I CAN’T GET NO) SATISFACTION

 

(I CAN’T GET NO) SATISFACTION

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxEbrios de sequía
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxClaudio Rodríguez

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxTime takes its crazy toll
xxxxxxxxxxxxxxixxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxSonic Youth

NO HEMOS conseguido nada aún,
amigos,
nada de que podamos
sentirnos orgullosos. Ha ido el tiempo
colándose en los sueños
como una mala víbora
y aquí están ahora, hechos mierda,
descompuestos de ira y de rencor
a nuestros pies.

xxxxxxxxxxxxxxxNada, por tanto.
Es el resultado final
de una suma muy larga, pero inútil.

Si quisimos ser padres,
vilmente morirá en nosotros
esta línea de sangre
desheredada. Si quisimos
ser héroes —quién lo diría:
¿nosotros, héroes?—,
apenas hemos conseguido el gesto patético
de la ridiculez extrema,
impropia incluso del lenguaje.
Si alguna vez quisimos decir algo
verdadero, tocar la gloria,
ser buenos, nada hemos conseguido
aún. Y ya parece tarde
y con blanda avaricia nos engulle el vacío.
La verdad nos apunta con su dedo.
A pesar de todo, pervive
en su mustio esplendor la terca luz amarillenta
que nadie ha podido apagar.
Todavía, al fondo de la ciudad,
donde todo se pierde
en llanuras, abrojos y edificios
a medio construir,
con toda ternura se muestra
nuestra dulce desolación, calada
hasta los huesos,
hundida hasta el fondo del tuétano,
más allá: escrita
en el confuso extravío de la sangre
que nos recorre para nada. Ah,
la desolación, la única forma
de no morir del todo, de resistir un poco más
aunque ya sea para nada,
y aguantar como aguanta el sol
a la caída de la tarde
entre los cerros,
antes de derrumbarse finalmente
sobre la mugre rosa del último horizonte.
Aguantamos a duras penas,
amigos,
poniendo el poco
corazon que nos queda, desquiciados,
y hay
en esta férrea determinación
de no moverse en falso, de no caer rendidos
antes de tiempo,
un hermoso acto de amor.
Consumamos nuestra futilidad, esta triste
habitación sin ventanas,
en cada golpe de respiración
y en cada poema escrito.
Del aire es nuestra vida.
Y de las nubes, que no han querido llover
para nosotros
ni limpiar las heridas
ni arrastrarnos en su corriente desbocada.
Muy pronto serán nuestros
tantos años perdidos y aquel tiempo
que ganamos sin darnos cuenta
y luego
echamos a los cocodrilos
sin reparar en gastos o en derroche,
sin que importara lo más mínimo
perder esta partida
que, de todas maneras, teníamos perdida
desde el principio.

 

 

 

García Cerdán, Andrés. Puntos de no retorno. Madrid; Los versos de Cordelia, 2017.

 

LA BELLE DAME SANS MERCI

 

LA BELLE DAME SANS MERCI

AHÍ ESTÁS, recién duchada, Venus,
entregada al espejo de la noche.
En torno a tu hermosura hemos dispuesto
el altar del placer. Un arco argénteo
dispara largas flechas de pink house
que en el aire invisible y psicodélico
de la fiesta se clavan sin doler.
Desde el ático observas la avenida
y en tus ojos las luces se estremecen
con los temblores puros de la absenta.
Abres esa revista de moda: habla
de un ágape al que no has querido ir.
Con desdén la abandonas en el suelo
y te dejas llevar al vértigo
de una copa más, de otro cigarrillo.
Aunque te echas en la hamaca,
estás aún de pie sobre la silla
líquida del verano, que no acaba,
y, por supuesto, harta ya de todo.
Por una antigua calle de septiembre
un día te iras lejos. Lentas gotas
de agua resbalarán desde tu cuello,
columna vertebral abajo, mientras
escapes en un salto sobre un coche
descapotable. Te habrás ido para
siempre, sin ni siquiera despedirte,
porque eso es tan mezquino y doloroso
para el que se queda esperando
y solo y sin un duro en mitad de la pista.

 

 

 

García Cerdán, Andrés. Puntos de no retorno. Madrid; Los versos de Cordelia, 2017.

 

LA MAGIA DE UN CAOS ELÉCTRICO

 

RAMONES

LO ÚNICO que queda de aquella edad de oro,
de los años sin borde, cuando
vivir no era una pregunta
sino una respuesta
dada en la plenitud de la inconsciencia,
el deseo de ir
más lejos, más rápido a todo,
sin pensar demasiado, lo único
que queda
es esta camiseta negra de Ramones,
desgastada hasta el fondo,
de letras cuarteadas
como piel de unas manos
que hubieran
enterrado y vuelto a desenterrar
entre las piedras
la juventud,
con el cuello raído,
muy rota,
mi camiseta favorita, destruida
hasta caerse a trozos
como aquella canción que sonó en el vinilo
mil y una noches, mil
y una mañanas de septiembre,
hasta romper los surcos,
hasta saltar ardiendo por los aires.
Ahí esta, latiendo
callada en el armario, su noticia
del tiempo. Apenas
se intuyen
las letras —ya lo he dicho—, pero aún
se puede leer,
si pones toda tu atención,
su magia:
Hey Ho Let’s Go!

 

 

 

 

I WANNA BE ADORED

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx(Ian Brown)

ALGUNOS de nuestros amados ídolos
se enrollaban alrededor del cuello
los micrófonos, dándose dos vueltas,
en un gesto suicida entre los láseres,
o enfrentaban la cámara de cine
esnifando, una y otra vez, la lente
hasta saciarse de provocación.
Y cantaban I wanna be adored,
y ellos mismos, lascivos, se adoraban
y se erguían sobre sutiles pies
por encima del barro, más allá
de las burbujas de la noche, haciendo
de la inmortalidad y el lujo algo
sin importancia, puro azar, despojos
de una grandeza azul y psicodélica.
Las chaquetas de plástico temblaban
a la luz indolente de los focos
y los fans, con los puños contra el cielo,
en comunión con tanto amor terrible,
asistían en éxtasis al show
y a la verdad de ser —aunque ese fuera
el ultimo momento sobre el mundo—
testigos de tanta divinidad.
Ante ella elevábamos los salmos.
Ungidos de caos eléctrico,
flotábamos como ángeles de nadie.

 

 

 

García Cerdán, Andrés. Puntos de no retorno. Madrid; Los versos de Cordelia, 2017.

 

B MINOR

 

B minor

EN AQUEL TIEMPO, Kurt enchufó la guitarra,
se inclinó hacia su izquierda, habló
con el lenguaje de los ángeles
y, de un zarpazo,
cambió el curso del río Wishkah.

Cayeron catedrales. El mundo fue vendido
como si no importara nada.

Nosotros aprendimos a no pedir perdón,
a no tenerle miedo al ruido,
a revolcarnos en el suelo eléctrico.
Y aprendimos a enloquecer con calma
y a amar a aquella chica rubia
que —como todo— aún estaba por llegar
y ya se había ido.

 

 

 

García Cerdán, Andrés. Puntos de no retorno. Madrid; Los versos de Cordelia, 2017.

 

PETITE MORTE

 

PETITE MORTE

DESOBEDECE. Exige la belleza
no ser
atrapada, no ser descrita
con la palabra inútil de los hombres.

Que tus límites sean otros límites
lejos de esta ruindad insoportable,
lejos de tanta lentitud.

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxLo sabes.
Hace ya mucho tiempo que lo sabes:
indecente es decir
qué te conmueve
en el vuelo sagrado de los pájaros,
confesar por qué mueres
si suena otra vez —como por primera
vez— Lucha de gigantes.

Por qué todo es siempre tan por qué,
te preguntas.

xxxxxxxxxxxxxNo escribas tu poema.
Déjalo ir.
No intentes ponerle un dogal
a lo que ves. Al cabo,
la forma única de la insolencia
es esa nube rota
en las alturas de la tarde rota,
y tú no llegas hasta allí.

Ten muy claro que nada la atrapa ni la dice.
Ni siquiera Rimbaud
supo sentarla en sus rodillas.
Pruébala como él, apenas con la lengua:
aguanta su amargura
y su fiereza.

Desobedece y di que no y cállate.
Estás mejor callado.

 

 

 

García Cerdán, Andrés. Puntos de no retorno. Madrid; Los versos de Cordelia, 2017.

 

‘DENTRO’ (CON ANDRÉS GARCÍA CERDÁN)

Ayer apareció, físicamente, el nuevo libro de Andrés García Cerdán, ‘Puntos de no retorno’. El libro obtuvo hace unos meses el I Premio de Poesía San Juan de la Cruz y el poema que abre el libro tendrá para mí, desde ya, un sabor más que especial.

 

 

DENTRO

NO CANTAS, no: tu propia voz te infundes
como un veneno delicioso. La haces
girar dentro —como una piedra dentro—,
conteniendo su furia, estampándola
sin compasión entre los dientes
y el cielo de la boca, reteniéndola
para ti. No acaban los labios
de despegar, de abrirse nunca
del todo. No hay destello ni explosión
alguna mientras callas, mientras dices:
solo implosión salvaje, desatada.
No, no cantas, nunca has cantado. A solas
contigo mismo en tanto desenfreno,
te has limitado a perseguir los ruidos
entre la imantación y la pureza.
Dentro clama la luz de la mañana.
Dentro se oxida el cielo. El mundo
tiembla en la punta herida de tu lengua.

 

 

 

García Cerdán, Andrés. Puntos de no retorno. Madrid; Los versos de Cordelia, 2017.

 

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