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NO HAY MÁS ESPACIO PARA EL CORAZÓN. DATA ERROR
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NO HAY MÁS ESPACIO PARA EL CORAZÓN. DATA ERROR.
amar era lo mismo
que destruir
el desamor que fue quedando.
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Destrucción,
erigir templos
fundar nuevas religiones
es lo que pasa cuando un cuerpo se hace memoria de otro
solo sobreviviré de tus ruinas,
de tus ruinas mi lengua amará entre las flores.
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He fundado mi casa en tu nombre,
eso que bajo ninguna circunstancia
ciudad, cuerpo humano,
debía ocurrir
pero esto es lo que ocurre:
me entregas un puñado de arena
y quiero devolverte un desierto repleto de pirámides
me hiciste creer en el choque de imposibles;
yo a cambio quiero devolverte una certeza.
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¿Recuerdas cuando te enfadabas
porque me negaba a comprender las palabras totales
amor, muerte, deseo,
soledad?
Me detenía en mitad de la calle
y te miraba sin saber qué decir,
tú seguías hablando
sin ser capaz de explicar
a qué cuento venía mi rostro triste —según afirmabas—,
mi silencio de niña mimada y caprichosa.
¿Por qué no miraste dentro de mis ojos,
por qué no adivinaste mis ganas de huir de todo aquello,
por qué no anticipaste que me escurría, poco a poco,
entre los huecos de esas definiciones?
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LANDSCAPE, IN-OUT
prometo que aún no sé qué es mejor
si amar
de fuera hacia dentro,
o de dentro hacia afuera
¿en serio no se hicieron esa pregunta?
¿qué es lo preferible?
Los dos métodos dejan heridas
y una sensación de expansión hacia el mundo
fuera de lo común.
Qué raros los animales.
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ADOLESCENS, ANÁLISIS DE DATOS
no sé quién dijo
que el gesto de dar la mano a una amiga
es un intento desesperado
por encontrar un espejo en el que reconocerse,
fuera del útero,
al haber sido expulsada.
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Cabello, Estefanía. La teoría de los autómatas. Madrid; Ed. Hiperión, 2018.
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LA TEORÍA DE LOS AUTÓMATAS
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ÚNICA ZÜRN SOBRE FONDO DE PRIMAVERA
He abrazado a Única Zürn en suelo extraño.
Me pareció una mariposa muerta
de la que se desprenden las alas poco a poco.
Yo sí habría sostenido tu miedo junto al umbral de la puerta,
te habría dicho ven, túmbate aquí
te dibujaré cruces en las palmas de las manos
para entender mejor las diferencias entre los sexos.
Sé que la soledad se nos antoja noble si estamos solas
pero se me antoja más noble cuando no dices nada
si, al menos, me devuelves la mirada
de animal asustado por la tormenta.
A todas mis historias le habría puesto tu nombre
si te paras aquí conmigo a mirarlas con tus ojos
que saben cómo nombrar la oscuridad.
Desde una edad tardía avisaste:
el mundo puede morir en un incendio,
arderé antes de que eso suceda.
Las cenizas hablarán de la vida más allá de la vida.
La vida no es suficiente para hablar de la vida.
A todos los críticos que decían que en ti no había locura,
sino elección estética,
¿puede elegir la grieta no formarse
y el mudo no hablar?
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KINO MURANÓW (CINE MURANÓW)
Dejé la salud en un hospital de la parte sur de Varsovia.
Zbigniew Herbert me hablaba de todos los sitios
que pueden ser sitiados, empezando por el corazón.
Quise que me poseyera ese señor de cincuenta años, sa-
biendo que él nunca sabrá cuánto quiero que me posea,
también ella,
tuve miedo de los martes trece
(aunque suene humano, ridículo e inofensivo eso de martes y trece).
Tuve miedo de dejar los colores en el amarillento color de las paredes,
dejar mis veinte años en el amarillento color de las paredes
sin saber cómo se pronuncia en polaco pared, me muero,
¿Ha amado usted alguna vez a alguien?
Pensaba en las manos abandonadas de Kieslowski
en el cementerio Powazki,
pensaba en las palabras de mi casera del piso del barrio
Muranów donde vivía
sobre los cuerpos de los judíos caídos en el guetto
—Kieslowski murió los últimos años sin salir mucho de casa,
recuerdo verlo bajar por la escalinata de casa de mi amiga,
¿sabe? Su hija era mi mejor amiga pero ahora estoy sola—.
Recuerdo su altura y su belleza de Europa del Este, re-
cuerdo su soledad.
A decir verdad, eso es lo que más recuerdo.
Ella decía que pintaba cuadros para ahuyentar el dolor
pero que ya ni siquiera sabía si sentía o no dolor
¿qué era esa masa que sentía?
Por eso no pintaba cuadros sino que por eso
pintaba su pelo cada vez más blanco y sus uñas más negras.
Recuerdo abrazarla y que me dijese pórtate bien, cuídate mucho
quizá nos veamos, quizá haga un largo viaje, después de todo
no tengo nada que me espere en tierra
y Polonia es demasiado fría en noviembre,
también en mayo tarda en llegar la primavera.
Recuerdo, como decía, las manos abandonadas de Kieslowski
en el cementerio Powazki,
el hombre abandonado a la puerta de un kebab
que recibía por nombre the Kebab Palace.
Recuerdo el papel que lo envolvía; la policía, amontonada.
Ese día viajaba sola en el tranvía, una señora
delante de mí se persignaba.
Nadie más en el tranvía lo vio.
Recuerdo haber pensado momentos antes
ah, el transporte comunista
qué fácil era vivir de línea en línea, pensé,
qué fácil es sobrevivir en esta ciudad.
Pero después vi aquel hombre muerto
que nadie más vería más.
Polonia y los restos del comunismo
como los restos de las brasas que arden en una hoguera
y manchan los dedos calientes, si los tocas,
o sopla vengativo un poco de aire.
Pensé en ponerle un nombre
Czesar, igual se llamaría Czesar.
Así, con la z después de la c de la fonología polaca.
Igual tendría cuarenta años,
igual alguna vez viajó en tren hasta Alemania,
igual nadie le cogió alguna vez de la mano.
Pensé en Miłosz, Herbert y Szymborska
delante de mí en el hospital polaco.
Pensé en Polonia y España,
tan parecidas siempre en la historia,
en el frío que seguro haría aquel invierno.
Pensé que si aquella mañana hubiera muerto en el hospital
habría muerto un poco más cerca de todos ellos,
aunque no supiese decir amor o muerte en su misma lengua,
sabría aún distinguir la lección triste de sus ojos,
el color de las paredes, el ruido del viento que aúlla
a través de las manos abandonadas
y se filtra por los huecos de las historias
que nadie más escuchará más.
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SISTEMA COMBINACIONAL: RESITUACIÓN
xxxxxI.
Saber apartar una mirada a tiempo
es erigir un monumento al futuro.
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xxxxxII.
Crecer no es aprender a despedirse,
crecer es mirar en los ojos de alguien
y reconocer todo el tiempo que has ganado.
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xxxxxIII.
La persona menos esperada me enseñó
que también amar era
un ir viniendo por la bondad y los silencios
hasta no ser,
para luego renacer
en otra sucesión de labios y pieles
que no nos recordasen más
a nosotros mismos.
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MÁQUINAS AUTÓMATAS I
No hay más lugar para el amor
dentro de mi pequeño cuerpo de autómata.
Una cicatriz en el brazo derecho,
a la altura del codo,
y las grietas de mi infancia
son los únicos signos
que me acercan a la vida.
Soy fría como un témpano,
como el viento del norte que vuelve
dorados a los árboles y a los niños impetuosos.
Soy fría y cruel, eso repiten mis amantes
(es decir, las personas que intentaron poseer mi cuerpo,
solo algunas de verdad intentaron de verdad poseer mi mente).
Qué otra cosa más prudente y a la vez arriesgada que dejar
salir el silencio que habla desde mí
a riesgo de que no lo escuchen,
a riesgo de que no lo entiendan,
el silencio en mis ojos,
como tampoco se puede entender a veces
el silencio de las hojas cayendo a mi lado
ni el silencio de todos los dioses
que un día escuché
merecer veneración.
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MÁQUINAS AUTÓMATAS II
Soy una autómata del siglo XXI,
analizar fríamente la situación
máxima discreción
no creer en relaciones.
Si incurro en juicios de valor
ordeno los sucesos
me marcho a los bosques
detengo el paso
observo mi cuerpo pálido
bajo la sombra de los árboles.
Si amo, amo sola,
no me gusta sentir mi cuerpo en una urna
de palabras y juegos de azar.
Qué fría eres, lo reiteran así, sin escrúpulos,
con voces de piedra, arrastrando las sílabas
y esperando causar algún peso en mis párpados
(así, por la forma de entonar se sabe lo que buscan).
Entonces me marcho.
Abro las Metamorphoseon libri
pienso en Ovidio escribiendo estas líneas, leo:
muchas veces encogió sobre el agua sus pies
de niña y temió el contacto del agua que salpicaba, muchas veces
el Dios prudente agachó hasta el agua su lomo para que ella pudiese
agarrarse más fuerte a su cuello
y lloro humanamente y pienso en todas cada una de las
personas a las que amo
y les dedico dentro de mí
las transformaciones de los dioses de Ovidio,
el frío de la noche,
mi poca humanidad —a veces—
y mi silencio.
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CONTRADICCIÓN
xxxxxI.
Todos los cuerpos tienen el tacto
de un silencio que existió
hace miles de millones de años.
Qué fácil es amar a un hombre,
también a una mujer
solo hay que adaptarse a su forma de luz, dejar
que te golpee su oscuridad en el cielo de la boca.
Olvidar ser tú, romper el molde
del que estamos hechos,
estar hecha de él y de ella
cuando arañan tu sangre;
nada más que eso,
volverse menos humana,
dejarse acariciar en las sombras.
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xxxxxII.
Debe ser un pecado ser una fuente de placer
—al menos eso es lo que alguien
al que no ponemos rostro, nos enseñó—
un canal para que el placer se pasee por ti, manso,
se apiade de ti, de tu forma humana tan absolutamente
prescindible y tonta.
Pero amo el placer, eso es lo que amo
¿quién dijo que amar no era una forma de verdad,
una de nuestras manías absolutas?
Que el amor me vuelva un canal constante,
natural, abierto en dos,
vulnerable y también prescindible,
pero que nadie venga a tocarme esta noche.
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ALGUIEN PREGUNTA POR LA PALABRA PATRIA
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxUno: estamos en peligro, un peligro mortal.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxDos: ya casi no podemos distinguir entre lo que
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxnos acaricia y nos aplasta.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxJorge Riechmann («Isla de Nuncaria»)
Las ventajas de no tener un hogar
es que puedo vivir en todo lo habitable
incluso lo que otros conocerían como ridículo,
esas montañas, ese montoncito de tierra
que se convierte en mi nombre,
los labios que me vieron besar por última
vez, un fragmento de aire, una fotografía,
un país, —ninguna patria,
ningún reino reconocible—,
toda la belleza alrededor.
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HIPÓTESIS
Por qué solo tú y yo
por qué no tú y yo y todos los que fuimos,
por qué no tú y yo y todos los que seremos.
Mira mi cuerpo inclinarse roto en furia
ante el peso de otros cuerpos
donde amar la vida.
Qué no aprendimos de los griegos.
Qué no aprendimos del pasado.
Estaré entonces hecha de tus manos más que nunca,
pero no me exijas tiempo,
es la única moneda con la que no puedo comerciar,
ni extiendas ante mí un mapa
repleto de nombres propios y reproches.
Volveré entonces a ti para refugiarme de las lunas
si sabes leer la intención de mis ojos en silencio,
aprenderemos a diferenciar la presencia de las sombras.
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Cabello, Estefanía. La teoría de los autómatas. Madrid; Ed. Hiperión, 2018.
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