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LA LLAVE DE NIEBLA
EN RELATIVO
Que el mundo es imposible. Que las calles no pueden cabernos en el pecho. Que nada cabe en el hueco que le está destinado y así nos van las cosas. Que las hojas de los árboles siguen cayendo y el mar sigue diciendo una palabra que no podemos descifrar: una palabra en movimiento, una palabra en la que cabe el tiempo. Que estamos hechos de tiempo, pero no de mar. Que llevamos la cuenta del tiempo que vivimos, mareados, como si pudiéramos llevar las cuentas del mar. Que contamos la lluvia de los días y los pasos tartamudos de las horas. Que hacemos balance de minucias. Que se nos caen las palabras de la boca, sin entenderlas, como la nieve se aturde en el asfalto. Que confundimos la nieve con la sal, los relojes con la sangre, el pecho con un garaje, y nos consolamos creyendo que todo es relativo, como este pronombre.
POSTAL II
(ZAPATERÍA CÉNTRICA)
Un coche no es un animal, pero se le parece;
un atasco de tráfico se parece a un rebaño,
pero no lo es.
Nadie puede saber hacia dónde van tantos artefactos
sobre cuatro ruedas,
y es tan fácil pensar que hacia el desastre.
Venimos caminando hacia el desastre
desde que inventamos los zapatos,
y hemos llegado hasta estas calles,
sin decirle nada a nadie,
casi como sin querer,
empujados tan sólo
por la inercia de las suelas
y nuestros corazones desolados
en un viaje prematuro.
xxxxxTodo habitante de ciudad es hoy sietemesino.
POSTAL VII
(FÁBRICA DE MONEDA Y TIMBRE)
En el centro de cada moneda
se asoma hacia la calle
la pupila de la limosna.
Una lágrima helada,
una lágrima de tinta
en la que se conjugan todas las palabras
hasta llegar aquí,
xxxxxespejo sin azogue
que cierra la cuadratura del círculo:
xxxxxuno por uno es uno,
xxxxxdos por dos en las manos de cada esquina,
xxxxxtres por tres en los túneles del desconcierto,
salta la oca en las lágrimas de la limosna.
Grande, Guadalupe. La llave de niebla. Madrid; Ed. Calambur, 2004.