Archivo
CAMPO VACÍO
.
UN ANTOJO
Que alguien se enamore de mí como mi muerte,
que no sólo espera paciente
el fin de mis devaneos
radiante y recostada en mi último segundo,
sino que su amor penetra la esencia
de todos los que sin sentido le preceden,
como la brisa ingenua que no teme
compartir su jaula con la bestia.
.
.
.
.
.
ORACIÓN
Anoche recé por ti. Y es extraño:
nunca rezo por nadie. El solitario
que habita en mí y muerde mis oraciones
te hizo un sitio en su cubículo.
Es lo más cercano que imagino al amor:
un dios despreocupado
de mi miseria y su aureola
dedicándote un segundo.
Anoche recé por ti
y soñé que tu carne blanca gemía
bajo la yema de mis dedos,
agradecida por ese amparo fino y gris
que hendía el paraíso de mi noche.
Anoche no estabas en mi cama,
pero t cedí un segundo del dios de mi soledad,
con todo su poder.
.
.
.
.
.
TUMOR
Sojuzgo su marcha triunfal,
congelo el brío de su flujo.
Tuerzo su voluntad
reventando desde dentro
su epidermis pegajosa.
Le enveneno la sangre,
me metastizo, le duelo.
Soy una tumoración maligna
que le han detectado al tiempo.
.
.
.
.
.
AUTOAYUDA
Sigues vivo y sonríes.
Los ácidos de la vida no consiguen
digerir tus dientes, que afean
la podrida faz del mundo.
Debías, hace ya mucho tiempo,
haber venido a venerar mi pedestal,
arrastrando tus encías infectas
contra la costra pedregosa del fracaso.
El éxito, la paz de espíritu, la alegría,
sólo pueden ser producto
de haber sabido apropiarse
del secreto de la vida.
Y ése lo tengo yo, hijo de puta.
A ver si tomas nota.
.
.
.
.
Palao Errando, José Antonio. Campo vacío. Valencia; Ed. Pre-textos, 2008.
.