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UNA OCULTA BENDICIÓN. JOHN ASHBERY (1927-2017)
UNA OCULTA BENDICIÓN
Sí, ellos están vivos y pueden tener esos colores,
Pero yo, en mi espíritu, estoy vivo también.
Siento que debo cantar y bailar, para decir
Esto de alguna forma, que el conocerte sea entregado a mí.
Y yo canto entre la desesperación y el aislamiento
De la oportunidad de conocerte, de cantarme a mí
Que eres tú. Como ves,
Tú me acercas a la luz de una manera
Que nunca pude haber esperado, o sospechado, tal vez
Porque siempre me dices que soy tú,
Y con razón. Los grandes frutos amenazan.
Yo soy tuyo para que mueras conmigo, para desear.
Nunca puedo pensar en mí, te deseo
Para una habitación en la que las sillas siempre
Tienen las espaldas de cara a la luz
Impuesta en las piedras y los caminos, los verdaderos árboles
Que parecen brillar para mí cruzando un enrejado que tienes cerca.
Si la salvaje luz de este día de enero es real
Yo prometo serte fiel
A ti, a quien no ceso de recordar.
Recordándote para olvidar. Recordándote para pasar más allá de ti
hacia aquel día
Sobre las alas de un secreto que nunca sabrás.
Sacándome de mí mismo, en el camino
Que la circunferencia pastel del día me ha asignado.
Te prefiero a ti en el plural, te quiero a ti.
Debes venir hacia mí, todo pálido y de oro
Como el rocío y el aire.
Y así me inunda esta repentina exaltación.
John Ashbery, Pirografía (Poemas 1957-1985) (Trad. Martín Rodríguez-Gaona). Madrid; Ed. Visor, 2003.
POR DÓNDE VAGARÉ
INÚTIL
Querido escupitajo, la semana se está dando la vuelta
con el mundo. Fuera todo es un griterío airado.
Como una virgen de Santa Úrsula me siento
al lanzar una última mirada a la pendiente de roca y árbol,
y abalanzarse rumbo a lo que debe de ser lo inefable
si es que significa algo para sí mismo.
Mañana estará aquí el juez de gemas,
luego habrá cada vez más pioneros,
tapando la ensenada hasta donde llega la vista
clavada en azules comienzos. Tienen su sitio
entre las poblaciones, pero en principio no
son ellos más que nosotros, aquí plantados para inspeccionarlos
y reculando con los sorbos de la marea.
Sabíamos que los cables del puente de pilares eran provisionales,
el remedo de alcohol un escurrirse en el ojo de Dios
que contemplamos a una inquisitiva aunque necesaria
distancia. En el verano había sombreros de paja y regaliz,
por los que, desvaídos, les toma uno el gusto a otras novedades
y menudencias. Nunca es tarde para el sigilo,
el luto mismo, o los demás fantasmas irregulares.
Ashbery, John. Por dónde vagaré. Barcelona; Editorial Lumen, 2006.