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HISTORIA DE LA RECONQUISTA
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HISTORIA DE LA RECONQUISTA
Yo sé que puedes. Eres pueblo puro,
materia insobornable de mi canto,
desenquijotizándote un tanto,
sé que puedes. Podrás. Estoy seguro.
¿Quién sino tú aupó desde lo oscuro
un sol bajo el que el orbe abrió su manto,
tanto andaluz universal y cuánto
vasco exiliado y extremeño duro!
Allá historias. Aquí lo que hace falta
es conquistar el año diecisiete,
que está más cerca. Tierra firme. Alta
mar de los hombres —bravas, hondas olas
de Cuba—, bate, vuélcate, acomete
contra las hoscas costas españolas.
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de Otero, Blas. Obra completa (1935-1977). Barcelona; Ed. Galaxia Gutenberg, 2016.
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NADANDO Y ESCRIBIENDO EN DIAGONAL
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NADANDO Y ESCRIBIENDO EN DIAGONAL
Escribir en España es hablar por no callar
lo que ocurre en la calle, es decir a medias palabras
catedrales enteras de sencillas verdades
olvidadas o calladas y sufridas a fondo,
escribir es sonreír con un puñal hincado en el cuello;
palabras que se abren como verjas enmohecidas
de cementerio, álbumes
de familia española: el niño,
la madre, y el porvenir que te espera
si no cambias las canicas de colores,
las estampinas y los sellos falsos,
y aprendes a escribir torcido
y a caminar derecho hasta el umbral iluminado,
dulces álbumes que algún día te amargarán la vida
si no los guardas en el fondo del mar
donde están las llaves delas desiertas playas amarillas,
yo recuerdo la niñez como un cadáver de niño junto a la orilla,
ahora ya es tarde y temo que las palabras no sirvan
para salvar el pasado por más que braceen incansablemente
hacia otra orilla donde la brisa no derribe los toldos de colores.
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de Otero, Blas. Obra completa (1935-1977). Barcelona; Ed. Galaxia Gutenberg, 2016.
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POR — PARA
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POR — PARA
Escribo
por
necesidad,
para
contribuir
(un poco)
a borrar
la sangre
y
la iniquidad
del mundo
(incluida
la caricaturesca España actual).
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de Otero, Blas. Obra completa (1935-1977). Barcelona; Ed. Galaxia Gutenberg, 2016.
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PLAÑID ASÍ
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PLAÑID ASÍ
Están multiplicando las niñas en alta voz,
yo por ti, tú por mí, los dos
por los que ya no pueden ni con el alma,
cantan las niñas en alta voz
a ver si consiguen que de una vez las oiga Dios.
Yo por ti, tú por mí, todos
por una tierra en paz y una patria mejor.
Las niñas de las escuelas públicas ponen el grito en el cielo,
pero parece que el cielo no quiere nada con los pobres,
no lo puedo creer. Debe de haber algún error
en el multiplicando o en el multiplicador.
Las que tengas trenzas, que se las suelten,
las que traigan braguitas, que se las bajen rápidamente,
y las que no tengan otra cosa que un pequeño caracol,
que lo saquen al sol,
y todas a la vez entonen en alta voz
yo por ti, tú por mí, los dos
por todos los que sufren en la tierra sin que les haga caso Dios.
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de Otero, Blas. Obra completa (1935-1977). Barcelona; Ed. Galaxia Gutenberg, 2016.
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MUNDO
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MUNDO
Cuando san Agustín escribía sus Soliloquios.
Cuando el último soldado alemán se desmoronaba de asco e impotencia.
Cuando las guerras púnicas
y las mujeres abofeteadas en el descansillo de una escalera,
entonces,
cuando san Agustín escribía La ciudad de Dios con una mano
y con la otra tomaba notas a fin de combatir ls herejías,
precisamente entonces,
cuando ser prisionero de guerra no significaba la muerte, sino la casualidad de
xxxxxencontrarse vivo,
cuando las pérfidas mujeres inviolables se dedicaban a reparar las constelacio-
xxxxxnes deterioradas,
y los encendedores automáticos desfallecían de póstuma ternura,
entonces, ya lo he dicho,
san Agustín andaba corrigiendo las pruebas de su Enchiridion ad Laurentium
y los soldados alemanes se orinaban encima de los niños recién bombardeados.
Triste, triste es el mundo,
como una muchacha huérfana de padre a quien los salteadores de abrazos su-
xxxxxjetan contra un muro.
Muchas veces hemos pretendido que la soledad de los hombres se llenase de
xxxxxlágrimas.
Muchas veces, infinitas veces hemos dejado de dar la mano
y no hemos conseguido otra cosa que unas cuantas arenillas pertinazmente
xxxxxintercaladas entre los dientes.
Oh si san Agustín se hubiese enterado de que la diplomacia europea
andaba comprometida con artistas de variétés de muy dudosa reputación
y que el ejército norteamericano acostumbraba a recibir paquetes donde la
xxxxxmás ligera falta de ortografía
era aclamada como venturoso presagio de la libertad de los pueblos opri-
xxxxxmidos por el endoluminismo.
Voy a llorar de tanta pierna rota
y de tanto cansancio que se advierte en los poetas menores de dieciocho
xxxxxaños.
Nunca he conocido un desastre igual.
Hasta las Hermanas de la Caridad hablan de crisis
y se escriben gruesos volúmenes sobre la decadencia del jabón de afeitar
xxxxxentre los esquimales.
Decid adónde vamos a parar con tanta angustia
y tanto dolor de padres desconocidos entre sí.
Cuando san Agustín se entere de que los teléfonos automáticos han deja-
xxxxxdo de funcionar
y de que las tarifas contra incendios se han ocultado tímidamente en la ca-
xxxxxbellera de las muchachitas rubias,
ah entonces, cuando san Agustín lo sepa todo
un gran rayo descenderá sobre la tierra y en un abrir y cerrar de ojos nos
xxxxxvolveremos todos idiotas.
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de Otero, Blas. Obra completa (1935-1977). Barcelona; Ed. Galaxia Gutenberg, 2016.
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ESE SUSURRO RÁPIDO
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ESE SUSURRO RÁPIDO
No
importa que se rompa. No lloréis
por mí, llorad por vosotras mismas.
…Suavemente, las niñas abren sus piernas
al borde de la acera y orinan suavemente.
Yo escucho, al pasar, un dulcísimo susurro
y contemplo, algunas veces, cómo desciende temblando.
Me gustan las niñas una barbaridad.
Su manera de decir «mamá, quiero mear»,
me recuerda los años invisibles
atravesados por un arroyo de cintas y colores.
Ahora que está lloviendo, yo bien quisiera, niñas
del mundo entero, veros orinar todas juntas,
formando una fila infinita de templados surtidores
fluyendo del corazón de todas las niñas que orinan en la calle.
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de Otero, Blas. Obra completa (1935-1977). Barcelona; Ed. Galaxia Gutenberg, 2016.
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YA ES TARDE
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YA ES TARDE
Dos meses no son mucho
tiempo, tocan a cuatro y sobran dos
meses, no son mucho,
me parece, pero menos da una piedra;
un perpendicular pie sobre el suelo
da menos que una mano mutilada,
dos meses no son mucho ni dan nada,
pero menos da dios y está en el cielo.
Propongo que te sientes. Todavía
te va a pesar haber nacido,
haber mamado, haber venido
a tiempo, que ya es tarde todo el día.
Dos meses no son mucho
tiempo, tocan a fuego y yo me ducho
delante de Inesita y de María.
Menos da dios y está en el cielo uniformado,
de forma que dos meses no son mucho.
xxxxxxxxxxxxxxx(Las noches son para dormir,
xxxxxxxxxxxxxxxy el día para descansar,
xxxxxxxxxxxxxxxque no somos de hierro!)
Dos meses no son mucho
tiempo, tienes de sobra para hablarme
de la muerte, del juicio,
de la muela que acabo de sacarme,
del vicio de la virtud, de la virtud del vicio,
del juicio de la muela
y la muela del juicio.
Habla. Te escucho.
Dos meses no son mucho, por lo menos
sesenta días siendo días buenos,
y si son de otra clase,
sesenta noches pase lo que pase.
Que no somos de hierro.
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de Otero, Blas. Obra completa (1935-1977). Barcelona; Ed. Galaxia Gutenberg, 2016.
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ENCUESTA
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ENCUESTA
Quiero encontrar, ando buscando la causa del sufrimiento.
La causa a secas del sufrimiento a veces
mojado en sangre, en lágrimas, y en seco
muchas más. La causa de las causas de las cosas
horribles que nos pasan a los hombres.
No a Juan de Yepes, a Blas de Otero, a Leon
Bloy, a César Vallejo, no, no busco eso,
qué va, ando buscando únicamente
la causa del sufrimiento
(del sufrimiento a secas),
la causa a secas del sufrimiento a veces…
Y siempre vuelta a empezar.
Me pregunto quién goza con que suframos los hombres.
Quién se afeita a favor del viento de la angustia.
Qué sucede en la sección de Inmortalidad
cuando según todas las pruebas nos morimos para siempre.
Sabemos muy poco en materia de sufrimiento.
Estamos muy orgullosos con nuestro orgullo,
pero si yo les arguyo con el sufrimiento no saben qué decirme.
Mire usted en la guía telefónica,
o en la Biblia, es fácil que allí encuentre algo.
Y agarro la biblia teléfonica,
y agarro
con las dos manos la Guía de pecadores… y se caen al suelo todos los platos.
Desde los siete años
oyendo lo mismo a todas horas, cielo santo,
santo, santo, como de Dios al fin obra maestra!
Pero, del sufrimiento, como el primer día;
mudos y flagelados a doble columna. Es horroroso.
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de Otero, Blas. Obra completa (1935-1977). Barcelona; Ed. Galaxia Gutenberg, 2016.
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JUICIO FINAL
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JUICIO FINAL
Yo, pecador, artista del pecado,
comido por el ansia hasta los tuétanos,
yo, tropel de esperanza y de fracasos,
estatua del dolor, firma del viento.
Yo, pecador, en fin, desesperado
de sombras y de sueño: me confieso
que soy un hombre en situación de hablaros
de la vida. Pequé. No me arrepiento.
Nací para narrar con estos labios
que barrerá la muerte un día de estos,
espléndidas caídas en picado
del bello avión aquel de carne y hueso.
Alas arriba disparó los brazos,
alardeando de tan alto invento;
plumas de níquel: escribid despacio.
Helas aquí, hincadas en el suelo.
Este es mi sitio. Mi terreno. Campo
de aterrizaje de mis ansias. Cielo
al revés. Es mi sitio y no lo cambio
por ninguno. Caí. No me arrepiento.
Ímpetus nuevos nacerán, más altos.
Llegaré por mis pies —¿para qué os quiero?—
a la patria del hombre: al cielo raso
de sombras esas y de sueños esos.
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de Otero, Blas. Obra completa (1935-1977). Barcelona; Ed. Galaxia Gutenberg, 2016.
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A PUNTO DE CAER
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A PUNTO DE CAER
Nada es tan necesario al hombre como un trozo de mar
y un margen de esperanza más allá de la muerte,
es todo lo que necesito, y acaso un par de alas
abiertas en el capítulo primero de la carne.
No sé cómo decirlo, con qué cara
cambiarme por un ángel de los de antes de la tierra,
se me han roto los brazos de tanto darles cuerda,
decidme qué haré ahora, decidme qué hora es y si aún hay tiempo,
es preciso que suba a cambiarme, que me arrepienta sin perder una lágrima,
una solo, una lágrima huérfana,
por favor, decidme qué hora es la de las lágrimas,
sobre todo la de las lágrimas sin más ni más que llanto
y llanto todavía y para siempre.
Nada es tan necesario al hombre como un par de lágrimas
a punto de caer en la desesperación.
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de Otero, Blas. Obra completa (1935-1977). Barcelona; Ed. Galaxia Gutenberg, 2016.
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TIERRA
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TIERRA
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxQuia non conclusit ostia ventris
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxJob, III, 10.
Humanamente hablando, es un suplicio
ser hombre y soportarlo hasta las heces,
saber que somos luz, y sufrir frío,
humanamente esclavos de la muerte.
Detrás del hombre viene dando gritos
el abismo, delante abre sus hélices
el vértigo, y ahogándose en sí mismo,
en medio de los dos, el miedo crece.
Humanamente hablando, es lo que digo,
no hay forma de morir que no se hiele.
La sombra es brava y vivo es el cuchillo.
Qué hacer, hombre de Dios, sino caerte.
Humanamente en tierra, es lo que elijo.
Caerme horriblemente, para siempre.
Caerme o, de elegir, no haber nacido
humanamente nunca en ningún vientre
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de Otero, Blas. Obra completa (1935-1977). Barcelona; Ed. Galaxia Gutenberg, 2016.
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ENTONCES Y ADEMÁS
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ENTONCES Y ADEMÁS
Cuando el llanto, partido en dos mitades,
cuelga, sombríamente, de las manos,
y el viento, vengador, viene y va, estira
del corazón, ensancha el desamparo.
Cuando el llanto, tendido como un llanto
silencioso, se arrastra por las calles
solitarias, se enreda entre los pies,
y luego suavemente se deshace.
Cuando morir es ir donde no hay nadie,
nadie, nadie; caer, no llegar nunca,
nunca, nunca; morirse y no poder
hablar, gritar, hacer la gran pregunta.
Cuando besar a una mujer desnuda
sabe a ceniza, a bajamar, a broza,
y el abrazo final es esa franja
sucia que deja, en bajamar, la ola.
Entonces, y también cuando se toca
con las dos manos el vacío, el hueco,
y no hay donde apoyarse, no hay columnas
que no sean de sombra y de silencio.
Entonces, y además cuando da miedo
ser hombre, y estar solo es estar solo,
nada más que estar solo, sorprenderse
de ser hombre, ajenarse: ahogarse solo.
Cuando el llanto, parado ante nosotros…
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de Otero, Blas. Obra completa (1935-1977). Barcelona; Ed. Galaxia Gutenberg, 2016.
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EN UN CHARCO
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No vengas ahora. (No vengas ahora,
aunque es de noche.)
Vete, huye.
Hay días malos, días que crecen
en un charco de lágrimas.
Escóndete en tu cuarto y cierra la puerta y haz un nudo en la llave,
y mírate desnuda en el espejo, como
en un charco de lágrimas.
A la orilla del mar me persigue tu boca
y retumban tus pechos y tus muslos me mojan las manos,
en un charco de lágrimas.
Me acuerdo que una vez me mordiste los ojos.
Se te llenó la boca de pus y hiel; pisabas
en un charco de lágrimas.
Despréciame. Imagíname convertido en una rata gris,
sucia, babeante, con las tripas esparcidas
en un charco de lágrimas.
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de Otero, Blas. Obra completa (1935-1977). Barcelona; Ed. Galaxia Gutenberg, 2016.
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CECILIA
DUERMES bajo la piel de tu madre y sus sueños penetran en tus
sueños. Vais a despertar en la misma confusión luminosa.
Aún no sabes quién eres; estás indecisa entre tu madre y un tem-
blor viviente.
FLUÍAS en la oscuridad; era más suave que existir.
Ahora, cuando una lágrima demasiado viva podría herir tu ros-
tro,
vas cautelosa hacia ti misma.
BAJO los sauces
yo te llevo en mis brazos y te siento vivir.
Después salimos a la luz y, por primera vez,
tú ves el cielo y lo señalas y lo nombras.
x
Es verdad; en el extremo de tus manos,
el cielo es grande y azul.
ACERQUÉ mis labios a tus manos y tu piel tenía la suavidad de
los sueños.
Algo semejante a la eternidad rozó un instante mis labios.
ALGUNAS tardes el crepúsculo no enciende tus cabellos;
no estás en ningún lugar y hablas con palabras cuyo significado
desconoces.
Así es también mi pensamiento.
VAS a volver
«cuando nazcan las cerezas y despierte la tórtola».
Has dibujado el mundo en una mentira luminosa.
x
Yo vi los ojos de la tórtola enrojecidos por la ira,
sé que en el lauro habita el ácido prúsico
y que sus frutos inmovilizan el corazón de los pájaros.
x
Pero hay cerezas ocultas en la nieve y
oigo el gemido de la tórtola.
LLUEVE en hebras doradas
y envuelven nuestros cuerpos los perfumes de marzo.
x
Sucede como en tus ojos:
llueve a través de la luz.
CON tus manos conducidas por una música que vagamente re-
cuerdas,
dices adiós en el umbral. Ah insensata dulzura,
dices adiós en el umbral y de tus manos se desprende
un instante sin límites.
OIGO tu llanto.
Subo a las habitaciones donde la sombra pesa en las maderas in-
móviles, ipero ino iestás: isólo están las sábanas que envolvieron
tus sueños.
¿Todo en mí es ya desaparición?
No aún. Más allá del silencio,
oigo otra vez tu llanto.
x
Qué extraña se ha vuelto la existencia:
tú sonríes en el pasado
y yo sé que vivo porque te oigo llorar.
CON tu lengua atravesada por una ignorancia luminosa hablas
de una flor invisible. Hablas de ti misma.
Nunca tuve en mis manos
una flor invisible.
TUS icabellos ien imis imanos, su resplandor atravesado por en-
jambres invisibles, por instantes que no cesan de abandonarme;
tus cabellos entre dos falsas eternidades.
Ah extrañeza llena de luz: tus cabellos
en mis manos.
MIRAS la nieve prendida en las hojas del lauro. iRetienes ien itus
ojos la blancura y la sombra y adviertes el silencio de los pájaros.
Yo sé que los pájaros han huido, ique ino ivan ia ivolver iy que tú
existes más allá de mis límites.
Tú eres la nieve.
SOBRE el estanque
las palomas giran en torno a tu cabeza.
Cuando sus alas rozan tus cabellos yo me inclino y veo tu clari-
dad en el agua
y yo estoy en tu claridad y me desconozco:
estoy coronado de palomas
dentro del agua. En ti.
SUEÑAS.
Tienes miedo de lo que no existe y oyes gemidos en jardines ne-
gros.
Yo también tengo miedo de mi rostro que se va haciendo invisi-
ble.
Cesa de soñar, o, mejor, sueña los rostros que están fuera de ti:
mírame.
TEMES mis manos
pero a veces sonríes y te extravías en ti misma
y, sin saberlo, extiendes la luz en torno a ti
y yo adelanto mis manos y no llego a tocarte; únicamente
acaricio tu luz.
DICES: «va a venir la luz». No es su hora
pero tú desconoces la imposibilidad:
piensas la luz.
YO ESTARÉ en tu pensamiento, no seré más que una sombra im-
precisa;
habré iexistido ien iun iinstante ien que la alegría y la piedad ar-
dían en tus ojos.
Pero también quiero permanecer desconocido en ti.
Desconocido. Simplemente envuelto en tu felicidad.
Tú distraída en tu luz y yo apenas viviente en ella, iy iasí, imper-
ceptiblemente amado, esperar la desaparición.
Aunque quizá estamos ya separados ipor iun ihilo ide isombra iy
cada uno está en su propia luz
y la mía es la que tú vas abandonando.
ERES como una flor ante el abismo, eres
la última flor.
Gamoneda, Antonio. Esta luz. Poesía reunida (1947-2004). Barcelona; Ed. Círculo de lectores/Galaxia Gutenberg, 2004.
ARDEN LAS PÉRDIDAS
LA LUZ hierve debajo de mis párpados.
De un ruiseñor absorto en la ceniza, de sus negras entrañas mu-
sicales, isurge una tempestad. Desciende el llanto a las antiguas
celdas, advierto látigos vivientes
y la mirada inmóvil de las bestias, isu iaguja ifría ien mi corazón.
Todo ies ipresagio. iLa luz es médula de sombra: van a morir los
insectos en las bujías del amanecer. Así
arden en mí los significados.
HE TIRADO al abismo el hueso de la misericordia; ino es nece-
sario cuando el dolor es parte de la serenidad, ipero la lucidez
trabaja en mí como un alcohol enloquecido.
Sé que las uñas crecen en la muerte. No
baja nadie al corazón. Nos despojamos de nosotros mismos al
expulsar la falsedad, nos desollamos y
no viene nadie. No
hay sombras ni agonía. Bien:
no haya más que luz. Así es
la última ebriedad: partes iguales
de vértigo y olvido.
EN LOS desvanes habitados por palomas cuyas alas tiemblan
entre tinieblas y cristales
veo la pureza de rostros que se forman en la lluvia y
lágrimas sobre úlceras amarillas.
x
Son los desvanes de la infancia. Estoy
atravesando olvido.
EN LAS iglesias y en las clínicas
vi columnas de luz y uñas de acero
y resistí asido a las manos de mi madre.
x
Ahora
aparto crespones y cánulas hipodérmicas:
busco las manos de mi madre en los armarios llenos de sombra.
OIGO la lluvia de otro tiempo; humedece
lienzos inmóviles.
x
Fuera de mi pensamiento, extensa
en el pasado, cunde
aún la tormenta.
xxxxxxxxxxxxxxxxAsí
enloquezco en la verdad.
LA MEMORIA es mortal. Algunas tardes, Billie Holiday pone su
rosa enferma en mis oídos.
Algunas tardes me sorprendo
lejos de mí, llorando.
UNA pasión fría endurece mis lágrimas.
Pesan las piedras en mis ojos: alguien
me destruye o me ama.
SOBRE mi carne pasa, grave de amor, la misma lengua que silba
en mi vejez y me despierto
envuelto en coágulos de sombra
y se desprende de la noche
una flor negra y húmeda de llanto.
MIRO mi desnudez. Contemplo
la aparición de las heridas blancas.
x
Envuelto en sábanas mortales,
bebo en las aguas femeninas
la dulzura y la sombra.
PUSE mis manos en un rostro y las retiré heridas por el amor.
Ahora,
el olvido acaricia mis manos.
PALOMAS. Atraviesan la inexistencia.
Hay huellas de pastor frente al abismo. Cóncavas.
Todo se explica en la imposibilidad.
x
Hay úlceras en la pureza, vamos
de lo visible a lo invisible.
x
En este error descansa nuestro corazón.
ARDEN las pérdidas. Ya ardían
en la cabeza de mi madre. Antes
ardió la verdad y ardió
también mi pensamiento. Ahora
mi pasión es la indiferencia.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxEscucho
en la madera dientes invisibles.
HE ATRAVESADO las creencias. Durante mucho tiempo
nevó sin esperanza.
Había madres que enloquecían al amanecer: oigo sus gritos
amarillos.
x
Aún nieva. Creo en la desaparición.
Creo en la ira.
DE LAS violentas humedades, de
los lugares donde se entrecruzan
residuos de tormentas y sollozos,
viene
esta pena arterial, iesta memoria
despedazada.
xxxxxxxxxxxxxxxAún enloquecen
aquellas madres en mis venas.
HASTA los signos vienen
las sombras torturadas.
x
Pienso en el día en que los caballos aprendieron a llorar.
¿QUIÉN viene
dando gritos, anuncia
aquel verano, enciende
lámparas negras, silba
en la pureza azul de los cuchillos?
VI
cuerpos al borde de
las acequias frías.
x
Amortajados
en la luz.
BAJO la actividad de las hormigas
había párpados y había
agua mortal en las cunetas.
x
Aún en mi corazón
hay hormigas.
NO HAY ya más que rostros invisibles.
x
Me he extenuado inútilmente
en los recuerdos y las sombras.
QUIZÁ me sucedo en mí mismo. iNo isé iquién ipero alguien ha
muerto en mí. También ayer olía la desaparición iy iestaba iame-
nazado por la luz, ipero hoy es otro el icuchillo idelante ide imis
ojos.
x
No iquiero iser imi ipropio iextraño, estoy entorpecido por las vi-
siones. Es difícil.
poner luz todos los días en las venas iy itrabajar en la retracción
de rostros desconocidos hasta que se convierten en rostros ama-
dos y después llorar porque voy a abandonarlos io iporque iellos
van a abandonarme.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxQué
estupidez tener miedo al borde de la falsedad iy iqué icansancio
abandonar la inexistencia y
morir después todos los días.
VI las bestias expulsadas del corazón de mi madre. iNo ihay idis-
tinción entre mi carne y su tristeza.
¿Y esto es la vida? iNo ilo isé. Sé que se extingue como los círcu-
los del agua. ¿Qué hacer entonces, indecisos entre la agonía y la
serenidad? No sé. Descanso
en la ignorancia fría.
Hay una música en mí, iesto ies icierto, iy itodavía ime pregunto
qué significa este placer sin esperanza. iHay música ante el abis-
mo, sí, y, más lejos, otra vez la campana de la inieve iy, iaún, mi
oído ávido sobre el caldero de las penas, pero
¿qué significa finalmente
este placer sin esperanza?
Ya he hablado del que vigila en mí cuando yo duermo, idel ides-
conocido oculto en la memoria. ¿También él va a morir?
No sé. Carece
desesperadamente de importancia.
SIENTO el crepúsculo en mis manos. Llega ia itravés idel ilaurel
enfermo. Yo no quiero pensar ni ser amado ini ser feliz ni recor-
dar.
Sólo quiero sentir esta luz en mis manos
y desconocer todos los rostros y que las canciones dejen de pe-
sar en mi corazón
y que los pájaros pasen iante imis iojos y yo no advierta que se
han ido.
x
Hay
grietas y sombras en paredes blancas y pronto habrá más grie-
tas y más sombras y finalmente no habrá paredes blancas.
Es la vejez. Fluye en mis venas como agua atravesada por gemi-
dos. Van
a cesar todas las preguntas. Un sol tardío pesa en mis manos in-
móviles y a mi quietud vienen a la ivez isuavemente, icomo iuna
sola sustancia, el pensamiento y su desaparición.
Es la agonía y la serenidad.
Quizá soy transparente y ya estoy solo sin saberlo. iEn cualquier
caso, ya
la única sabiduría es el olvido.
Gamoneda, Antonio. Esta luz. Poesía reunida (1947-2004). Barcelona; Ed. Círculo de lectores/Galaxia Gutenberg, 2004.