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Posts Tagged ‘félix grande’

POLVO SERÁN…

 

ANTONIO ABAD

FLUJO ÚLTIMO DE NIEVE

La lentitud del cuerpo sucumbió en la alcoba
mientras que el blanco paño dispuesto con cuidado
destacaba a imagen de la muchacha muerta.

Estaba la belleza inclinada en su vértigo;
la pálida mejilla huida en el vacío;
los familiares cerca —consumiendo quizá un sorbo de café
agrio bajo las sombras—, en un cuarto contiguo
donde la luz opaca del silencio fingía
callada soledad.

De repente el deseo asumió su costumbre
y en las lívidas carnes del ataúd mi cuerpo
retozaba cual brío de insensata locura.

Tendí así mi ardor penetrando en la oscura
calma del joven páramo
el júbilo creciente de todo mi delirio.

Era aquella profunda oquedad de sus piernas
un témpano de gozo
donde la sangre fría delataba en silencio
los aromas dormidos para siempre, pero que ayer mismo
entre vibrar de sábanas, lentos jadeos, besos,
caricias, derramaba su flor
en maneras que ahora el reposo del mármol
de sus manos lascivas derrumbadas
no saben.

La muerte fue también
momento de pasión.
Por sus caderas un flujo último de nieve
se fue haciendo invierno.

 

 

 

 

CARLOS ÁLVAREZ

LIEBESTRAUM

Fronda salvaje, trampa rumorosa
donde soy vencedor al ser vencido,
gruta que me adormece en el olvido
de mi roto vigor, pétalo rosa

de la rosa que hospeda mi ardorosa
presencia de varón, grato descuido
que me dejó adentrarme en ese nido
donde anuncias la vida milagrosa.

Tu cuerpo, que no yace junto al mío,
lo imagino muy lejos de la oscura
soledad de mi celda. Quiero amarte

y amarte: deshacerme de este frío
que mis nervios destroza, y la dulzura
de tu fruta bebérmela al sembrarte.

 

 

 

 

ALFONSO CANALES

xxSONETO EN EL QUE EL POETA TOMA PRESTADAS
LAS PALABRAS DE JOHN DONNE, PARA DESABRIGAR
xxxxxxxxxxxxINFUNDADOS TEMORES

¿Qué haremos en invierno, me preguntas,
sin un mal cobertor que nos defienda
del frío? ¿Qué participada prenda
abrigará las desnudeces juntas?

No te sé contestar. Y descoyuntas,
pura, abierta, entregada a la contienda
del amor, ese cuerpo, a suelta rienda.
Y se me escapa el alma por las puntas.

Aún es verano, y la calor es tanta
que no comprendo la frialdad. Y sudo
cuanta humedad rehuye la garganta.

¿Pero existe el invierno? ¿Y es tan crudo
su rigor? Si es así, ¿qué mejor manta
para tu desnudez, que yo, desnudo?

 

 

 

 

ISLA CORREYERO

LAS MEDIAS BLANCAS

xxxxxTengo unas medias blancas de encaje que me pongo
cuando me visto el traje negro de los recuerdos.
Son unas medias finas, hambrientas de fantasmas
que hacen juego con pájaros interiores, oscuros.
xxxxxLas piernas, penetradas por estas bocas blancas,
levemente se abren con signos vegetales.
xxxxxLos hilos amanecen mi piel,
brotan, perdiéndose, entre los elevados pensamientos más íntimos.
xxxxxEn derredor: imágenes de ocupación pelviana,
soberbias latitudes desde el puente atestiguan
la entraña y las enaguas levantadas al vuelo.
xxxxx¡Qué holgada está la tela de la falda de flores,
la rodilla suavísima con olor a naranjas!
xxxxxPor los muslos se agrandan los dibujos henchidos,
son copos invisibles calcinando altas cumbres.
Me infunden sobresaltos, me clavan dulces flechas,
tan finas son las mallas que saltan los engarces
y hasta el ocre desierto los poros me rezuman
feroces destinos, presagios entreabiertos.
xxxxxSiento flores y manos crecer entre las piernas
y más arriba el musgo
tapando el azulón vellón de la albufera.

xxxxxNo podría ponerme estas medias sabiendo
la gracia que se esconde, generosa en tu boca.
Espumosas persisten, sin causa me rodean,
temibles de tu roce, sin fatiga,
explorando.

 

 

 

 

ROSA DÍAZ

SO-METO DE REPENTE

Un capullo me ofreces, y al instante
lo contemplo rosado, firme y prieto,
catorce veces palpo y acometo
y él, crece en vertical insinuante.

No hay regalo mejor, para la amante
que guardosa lo toma, con objeto
de someterlo a fondo y por completo
y hacerlo deseado y deseante.

Y, so-mételo al fin con ambas manos
con mimo de que el tallo no se encoja,
y en dura danza y perseguido antojo

del vértigo mayor de sus arcanos,
el capullo más sabio se deshoja
y con gusto se queda mustio y flojo.

 

 

 

 

CONCHA GARCÍA

EXTRAÑO ÉXTASIS

Cuando tardó lo vi todo o casi, nunca
pude decir unas largas tardes y fuego
ni tampoco pormenor, ni siquiera detectar
las sombras baldadas de aquello antañoso
que me abría las piernas muy abyecta
con rabia minuciosa en la perplejidad
de mi profusa lámina de clítoris progenie.

 

xxxxxxxxxxxxx* * *

 

Dánzame: es un día de curvas que se prolongan
al fragmentarse mi beso de saliva lluviosa
el trajín más artesano de la boca.

 

xxxxxxxxxxxxx* * *

 

La de veces que le digo: ven y vete
y que mojo las pestañas en la fila
de sus escalofríos y que como una angustia
que se me cae por las rodillas voy reptando
y silbo buscando los certeros anagramas del acoso
húmedo

 

 

 

 

FÉLIX GRANDE

Milagro de los pechos prodigiosas,
alba que rasga el oscurecimiento
de esta frente de penas aterida:
mis huesos silenciosos
junto a la hoguera de tu olor caliento
y a orilla de tu carne decidida.
En el silencio en el que la techumbre
en mi alma se desploma y en mi espalda
la inusitada fuerza de tu falda
a la ruina y a la pesadumbre
las barre diligente hasta la calle.
Qué fuerza en esa escoba:
tu cuello, tus mejillas y tu talle
además de imantar con miel mis dedos
ahuyentan la tristeza de mi alcoba,
recriminan y expulsan a mis miedos.
Al desconsuelo pones
en retirada al reclinar tu pelo
y le desgarras al cansancio el yelo
con los cuchillos malvas
de tus altos pezones
donde empujan las risas y las albas.
Y entre tus risas y tus albas chupa
velocidad mi corazón que gira
resurrecto, anhelante, mientras mira
el mágico volumen de tu grupa.
Y con mi corazón crecen mis manos,
nadan los tres por el jardín de algas
de tus dos océanos,
tus opulentas y sagradas nalgas.
Vasija de piedad, cuerpo rotundo,
misericordia impar de la materia:
en tu rotundidad comienza el mundo
y sólo en tu esplendor esta miseria
de ser mortal, casual, se desvanece.
De oscuridad el Universo escuece
sin las lunas eternas
que habitan la penumbra de tus piernas.
Dentro de esa penumbra y de esa llama,
sobre tu centro en el confín secreto,
a una inocencia súbita me aprieto
y se transforma en un altar la cama.
El gozo se derrama
entre la santidad de tu vagina
y de pronto la vida, el tiempo, todo
adquiere de este modo
humedad femenina.
Y el masculino horror de la unidad
perdida, se mitiga
en el clamor feliz de esa humedad
universal que mora en tu barriga,
y todo crece hacia la santidad
de la unidad y del origen, y esa
explosión de regreso y de candor
susurra y acaricia y lame y besa
a la profunda boca del dolor,
y así la eternidad
amable y enigmática regresa
entre tu amable y misterioso olor.
A este consuelo trágico y profundo
desde hace siglos se le llama amor:
eso que agranda y que perdona al mundo.

 

 

 

 

ALMUDENA GUZMÁN

A cada contracción del espejo
se me iba poniendo la piel preciosa
mientras cumplía
—toda ojos velados—
aquella indecente promesa nuestra de las doce.

 

 

 

 

JUAN LAMILLAR

ARIADNA

Con ojos lascivísimos miraba aquella espalda
tras leves transparencias, aquellos muslos gráciles
y los ágiles músculos, su eternidad efímera,
el ajustado short pecaminoso,
la precisión graciosa de sus nalgas.
Sin rumbo iba la nave del deseo,
desnortadas las brújulas.
El pezón en esbozo tras un gesto,y la huida,
un oscuro perfume. Comprendí su victoria
e imploraba un instante de desnudez completa.
Radiante ninfa urbana, sin el menor sentido
de la misericordia ni del amor al prójimo,
su ondulación salvaje, inmarcesible,
hollaba el laberinto
—el claro laberinto de las calles—
en busca de Teseo.

 

 

Vive y jode en Venecia Marco Antonio,
el sutil Casanova de Tirana,
y entre coño y canal va, en la mañana,
prodigando al azar su patrimonio.

Primero las encama, el muy demonio.
Les enseña después la barbacana.
Siempre a la grupa de una cortesana,
su miembro de su ardor da testimonio.

Levanta encajes, sorprende nalgas prietas.
Con rigor veneciano abre canales,
triunfando con su esbelto campanile.

Ante táctica tal no hay quien vacile,
y todas dejan que entre en sus umbrales
y que las entretenga con sus tretas.

 

 

 

 

ABELARDO LINARES

BUCÓLICA

Dorada mies de un oro valiente y veronés
y un cielo con el mismo azul que el de Tiziano
sahumaban de égloga la tarde, yo  tus pies
deshojaba en caricias el lirio de tu mano.

La nuestra era una estampa de cuadro italiano
a la que alguna nube otorgara aire inglés.
El rústico silencio era igual que un hermano
y veló nuestros éxtasis unánime y cortés.

Yo soñando en vivir contigo una aventura
como aquellas que había leído en Aretino,
para mejor besarte estreché tu cintura.

Pero tú me esquivaste con además felino,
pues tus pocas lecturas no daban para cosa
que no fuera iniciar una novela rosa.

 

 

 

 

MANUEL MANTERO

SONETO

¿Quién no peca si habita un paraíso?

¿Quién, bajo el árbol inmortal, no quiso
amar a Eva, al acabar el día,
flor ansiada por polen circunciso
y más ansiada mientras más tardía?

Se acuesta Apolo, emocionado. Sabe
cuánto su luz pensada nos enciende.
Publica un triste éxtasis el ave
cuyo nido ningún verdor defiende.

Porque toda inocencia al tedio lleva
y un desnudo, si eterno, no es desnudo,
Eva y Adán pecaron. ¡Vida nueva
cuando Adán soñó el sexo, cuando pudo
desnudar por primera vez a Eva!

 

 

 

 

JOAQUÍN MÁRQUEZ

INVOCACIÓN INMORAL ANTE LAS RUINAS DE ITÁLICA

Esto Fabia, ay dolor, que ves ahora,
mustio de soledad y cabizbajo,
fuera en tiempo un pedazo de badajo
capaz de hacer sonar a una señora.

Y ahora ya ves, oh Fabia, como llora
declarado incapaz para el trabajo,
que, a penas jubilado, deja el tajo
donde otro con más ímpetu labora.

Ya ves que de milagro se sostiene,
y de amor propio, que otro ya no tiene
que remedie su eterna calentura.

Pero acércate Fabia, toca, toca.
Dile adiós con un beso de tu boca
y dale en ti romana sepultura.

 

 

LA DUCHA

Hace calor. La ducha. Y apareces
desnuda en claridad, como una espada.
Y me dejas la carne traspasada
cuando a la lluvia, cándida, te ofreces.

El agua pone el río y tú los peces.
Yo no sé qué poner. No pongo nada
más que un corvo deseo; una mirada
como un puñal que clavo muchas veces.

Y el agua cesa y se acrecienta el fuego
cuando la piel recorres con cuidado
agotando tu aseo y mi paciencia.

Y miras y te ríes, y hablas: ¿Luego?
No, luego no, mujer. Ahora el pecado,
que ha sido mucha ya la penitencia.

 

 

 

 

RAFAEL PÉREZ ESTRADA

EPIGRAMAS

No debes felar en mí
pues tu gula es voraz

 

xxxxxxxxxxxxx* * *

 

Tus labios tienen la O que mi verga desea
¡Pronuncia ya esa letra, amiga mía!

 

xxxxxxxxxxxxx* * *

 

Eh tú, muchachita, si quieres un buen cobijo
ven aquí, junto a mi méntula, que ya está calentita.

 

xxxxxxxxxxxxx* * *

 

Vanessa, ven si quieres gozar,
¡Anda, canta una cancioncilla a este ofidio
y verás cómo baila y cómo te complace!

 

xxxxxxxxxxxxx* * *

 

Lucila no te envanezcas
ni propales orgullosa la noche
que compartí contigo,
en ella supe
lo incómodo de lo holgado
y lo necesario de lo justo.

 

xxxxxxxxxxxxx* * *

 

¿No te parece razonable Davinia
que si tú me has atravesado el corazón
pretenda yo ahora traspasar tu coño?

 

 

 

 

FERNANDO QUIÑONES

LUISI DE ALICANTE

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxA Rafael Alberti

Era el verano de Alicante.
Ella
sola
era todo Alicante,
era todo el verano.

Desbordaba del lecho con olas rosicleres
de carne, rollos de carne por lo visto
no imposibles y no deformes,
mareas armoniosas
de muslos, antebrazos, mejillas,
pechos universales, desfile suntuario
de carne y carne y carne, caucho tibio,
silencioso, aplicado,
multiplicadamente removiéndose
de los pies a la cabecera,
sumiéndote en un mar soberano de carne
activa, en marcha, maestra en todo,
un tren de carne que no acabara nunca de pasar,
sabiamente tenaz, indetenible
tren circular de astutos cambios, inversiones
inesperadas y eficaces
paradas y aceleraciones,
el azabache de los ojos
entrevisto y perdido al instante por esos
bultos afortunados, masas, nubes
de carne limpia y bien distribuida
cubriendo el mundo, toda
trabajadora, atenta, nata
apretada, punzantes pezones
igual que caperuzas de bolígrafo
como animales vivos, independientes,
redondas ancas ecuménicas,
espalda sin fin, súbitas,
mullidas asperezas del pubis:
carne enmudecedora y cegadora
carne ensordecedora aunque callada
como lana gomosa en que te hundieses y te hundieses
como si las Tres Gracias de Rubens
se fundieran en una y dispusieran a agotar sus eros
en ti, casi a parirte.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxO más:
como si aprovechando las fiestas y el estío
hubiera el Mare Nostrum consignado a la casa de putas aquella
el Estado Mayor de las diosas calientes
de Alicante.

 

 

 

 

ANA ROSSETTI

EMBRIÁGAME

Matarte sí, matarte:
desatar una cinta jugosa por tu pecho,
que salte fresca,
su tacto más sedoso apresurando,
que yo introduciré mis dedos desflecándola,
despeinándola, tomando su color,
guardando entre mis uñas sus húmedos ribetes,
haciéndome nacer, de repente, amapolas
o hibiscos en las manos;
embebiendo, empapando en tu herida
las ropas que me cubren, una a una.
Que a través de la alforza, del pliegue
—los bordados ahogando, inundando
la calada cenefa, hundiéndose
por las duras costuras y el tan entrecortado
diseño del encaje— llegue a mí
el don impetuoso de tu amor.
Señalado contigo mi estremecido cuerpo,
con la vida que enloquecidamente
de ti sale, y mi pelo salpica,
y corona y enreda de alhelíes…
Precipíteme yo a bebérmela ávida,
a beberte.
Embriagada de ti,
irrestañable flor, muévanse en tu costado
mis labios incesantes.

 

 

 

 

JUAN JOSÉ TÉLLEZ

PLAYA NUDISTA

Abandona el cuerpo a la pereza del Austro,
la vulva abierta al sol que cicatriza.
Hasta el crepúsculo, hundida en la tumbona,
en pies descalzos, dedos humedecidos
por el mar que ronda como aquel que acecha
en la penumbra, el miembro yerto. Acaricia
suave colina, caderas poderosas, la calle
del amor donde ha llovido. Que el Aquilón
no llegue a entorpecer el reposo de la reina
dulce que el placer gobierna, rectora
de la dicha, soberana de seno rígido, sobre trono
de arena descansa como una tabla de viento
que ha navegado, en la tarde, océanos felices
y rendido amantes, junto a su vela erecta.

 

 

CALL GIRL

A las doce en la trescientas quince.
He encargado vino de rosas.
Sobre el lecho, tal vez, concluya la velada.
Amarás ante mí al rubio ascensorista
y honraré vuestro jadeo con versos inmortales.

 

 

FETICHES

Si dejases descalzar por mano torpe
tu deleitoso pie de absoluta reina,
pasear podrías, como el fakir exótico
sobre el ascua, mi corazón rendido.

 

 

MILAGROS Y MARAVILLAS

Ni a Fátima ni a Lourdes, pesaroso viaje,
o al supuesto sepulcro del Apóstol Santiago.
Sé de un enano que crece en cuestión de segundos
cuando ella se acerca con su falda ceñida.

 

 

 

 

MANUEL URBANO

VOCABULARIO

Putas, bagasas, puchas, cantoneras,
sotas, tusonas, izas, quilloteras,
rabizas, bujarras, piculinas, leas,
picañas, coimas, daifas, rameras,
burracas, currutacas, baldomeras,
fulanas, chuchas, hetairas, cellencas,
gabasas, meretrices, manflas, pencas,
suripantas, zamarros, cotorreras,
pelagartas, lumiascas, chuchumecas,
mozcorras, prostitutas, troteras,
lúas, trongas, guarichas, pajilleras,
¡marcas hhispanas de la A a la Z,
gozo del pijo, gloria de la lengua!

 

 

EL SOLITARIO VICIO

el solitario vicio de la forma
y estas manchas que dejo en el poema
mientras otros
pudorosos de masturbarse el alma
obscenamente
también insolidarios
sin estridencias
estrictamente se suicidan.

 

 

 

de Cózar, Rafael (ant.). Polvo serán… Antología de poesía erótica actual. Ed. El carro de la nieve; Sevilla, 1988.

 

LA CABELLERA DE LA SHOÁ

Ha llegado, por fin, a mis manos uno de esos libros que hacen que la propia biblioteca aumente su calidad varios enteros. El libro es ‘La cabellera de la Shoá‘, del añoradísimo Félix Grande.

El libro es una auténtica joya para quienes se plantean tomarse la poesía en serio, una revelación para aquellos que quieran entender por qué se escribe poesía como se hace en las últimas décadas y uno de esos pilares esenciales para quienes escriben poesía en la actualidad.

Y todo porque junto a los impresionantes versos de Félix, el libro está acompañado por un texto de Juan José Lanz que, bajo el título de ‘Poesía e Historia: La cabellera de la Shoá y la poesía después de Auschwitz‘, donde el autor hace un repaso al hecho poético después de Auschwitz, recordándonos, como dijo Enzensberger, que «tanto Auschwitz como Hiroshima han definido la edad de la poesía contemporánea y solo aquellos que entienden la poesía como una coartada de la Historia no verán la conexión entre las grandes rupturas históricas y los versos fragmentados». Muestra cómo en La cabellera de la Shoá «Lenguaje, Ser y Conciencia aparecen ligados como los tres ejes centrales de una escritura poética comprometida con el mundo y con la Historia», un poemario que además «insiste en la necesidad de desaprender el lenguaje para dotarlo de una nueva potencialidad testimonial, un modo de otorgar voz a los silenciados de la Historia sin traicionar su ser silencioso».

 

 

Y aquí dejo tres extractos que me han parecido sencillamente sobrecogedores en la primera lectura del libro.

 

 

Baja a esta cueva, sube a esta evidencia.
En esta gruta grieta del grafito del grito,
en esta inmensa odrina de piel humana, en este
corral lleno de perros látigos polainas y tijeras,
en esta pasta de Lager y rampa y trenes de ganado
el viejo cieno de los ríos de Europa
ha erigido el imperio de la abominación.
Baja a este charco. Pon a nadar tu brizna
en el naufragio planetario. Baja a esta cueva,
no seas medroso, no te esquives,
no medres calma, bájate a este fango,
chapotea en este lodo, resbala en este engrudo:
es justamente aquí donde te aguardan
el yom kippur de tus coartadas,
la expiación de tu espalda y de tu olvido,
la absolución de tu inocencia sorda. …¿Qué, no bajas
a los espasmos de la realidad? ¿Te atemoriza
la dentadura de esa cabellera?
¿Te asustan de memoria la ducha de zyclon,
el alicate, la corona de oro?

Baja a esta cueva megateriamente,
oh moderno! Desciende y príngate
tus impolutos poros y tus occipitales
con esta exhibición de calvicie, oh moderno!
En tu pellejo primitivo sapiens,
en tus garras henas de pravia,
en tus orejas de consentimiento
úntate una pregunta, esta pregunta:
Tras un millón de años
y otro millón de triunfos,
desde la cumbre de tu inteligencia,
desde tus clamorosos certificados
colgados en tus tapias como testas de tigre,
desde tu cibernesis, tus diplomas, tus récords,
tu pupila de cóndor astrofísico,
la magia impar de tus laboratorios,
tus adelantos ni antiyer soñados,
tu familiaridad con el bigbán,
en fin, tu complacencia de pensarte
lumbrera incontenible del Saber,
brujo de la Razón y mago de las Luces,
hechicero de la Objetividad,
chamán del esplendor de la victoria
contra la potestad de las tinieblas,
desde allí, tan arriba, tan everest del número,
tan aforrado de acumulación
y tan cacique de la certidumbre
…¿vas ahora a tener miedo, miedo tú,
cátedro del Progreso, domador de la Sombra?

 

 

 

 

[Miré los muros de la patria mía
y vide a un genio atrabiliario y cojo
instando a España a enjalbegar de rojo
desde la capital a la alquería.

Salime al campo. Vi una cacería
ojeando a cuantos duermen de reojo,
y derramada vi tras el despojo
sangre de Sefarad, sangre judía.

Entré en mi casa cuatro siglo luego.
El pasado gritaba a sangre y fuego.
¿Nada concluye y todo recomienza?

Navegaron en sal mis anteojos
y no hallé cosa en que poner los ojos
que no me desollara de vergüenza.]

 

 

 

 

xxxxxCiento setenta y cuatro mil quinientos dicisiete fue
descargado ien iAuschwitz iel idía i26 de febrero de 1944.
¿Conoció a alguna de las cuatro muchachas? i¿Vio icómo
las ahorcaban en enero de 1945? Ala Gertner, Rosa Robo-
ta, Ester Waisblum y Regina Sapir habían colaborado con
la isublevación ide ilos iSonderkommando. iDiez igramos,
doce igramos, iquince igramos ide ipólvora iocultos en los
nudos de los pañuelos con que cubrían su cabeza rapada.
Un idía, iotro idía, idiez igramos, quince gramos…: el día 7
de octubre de 1944 la Resistencia en Birkenau incendió el
crematorio iIV. …Tres isemanas idespués idel iahorcamien-
to ide ilas icuatro ichiquillas, ilas itropas idel iEjército iRojo
liberaron a todos los esqueletos ambulantes que quedaban
en iel fondo del Lager. i¿Recordó 174517 las cabezas rapa-
das sobre los cuatro cuellos asfixiados, ilas cuatro lenguas
derramadas, los ocho ojos abiertos y ya petrificados por la
muerte, los ocho pies ya sin espasmos, los cuatro cuerpos
pendulando isobre iel isudario ide iPolonia? …En la memo-
ria de 174517, ¿qué recuerdos horadaron durante cuatro
décadas la vigilia y el sueño? ¿Qué desmemorias le emba-
durnaron su página de culpa? (¡Esa «culpa» de los sobrevi-
vientes, ila más atosigada de inocencia de toda la historia
de la Culpa!). iQuienes lo conocieron después de la mons-
truosidad icontaron i(de ello da fe el comprador de aniver-
sarios) ique ia 174517 «muchas veces le torturaba no re-
cordar iel inúmero ique iHurbinek illevaba itatuado ien isu
brazo». iDía itras idía, inoche ia inoche, i¿qué iatormentaba
más a 174517: los recuerdos omnipotentes como latigazos
de isombra, ilos recuerdos que se le iban desmoronando al
precipicio ide ila idesmemoria …o ila iansiedad ide isu icon-
ciencia, iamarrada ia ila inecesidad ide irecordarlo todo? Su
oficio de testigo de ila imonstruosidad, i¿jadeaba icon ibuli-
mia ide imemoria iabsoluta? i…Antes ide ique iel ipeso idel
cuerpo ile iapretara iel inudo ide la horca, una de las cuatro
chiquillas les gritó iuna ipalabra ia ilos iverdugos: ¡Zemsta!
¿Conocía 174517 esas idos isílabas ipolacas? iZemsta: Ven-
ganza. i¿Viajó iesa irotunda ipalabra idesde la bocacardio de
la ipreasesinada ihasta los tímpanos de 174517? …Sesenta
y cinco años después, aquellas cuatro matas de pelo de las
cuatro rapadas que murieron colgando ide iuna soga, ¿per-
manecen iaquí, xtras xel xcristal, iblanconegroamarilloceni-
cientas, iformando iparte ide iese iBulto? ¿Estáis ahí, estáis
aquí, ichiquillas, iseñoritas, iseñoras!? iAlaReginaRosaEster:
¿estáis aquí con cuatro nombres? i¿Nombres ipor ifin ipara
mentar iel iBulto? i¿Habéis ivenido xa xuntar xmedicina ide
nombres, pelillos de lenguaje, cuatro hebritas de sedación?
¿Venís con vuestros diez gramitos de pólvora en la lengua,
ahorcadas y oferentes, a servirnos una tacita de sosiego en
la bandeja ide ivuestro suplicio? iEn iestos i1950 ikilos ique
separan en dos mitades ila ihistoria de la Historia, ¿habitan
vuestras cuatro melenas iportadoras ide iuna ilimosna, iun
escalón, iun inombre, icuatro inombres ipor ifin para inom-
brar iel iBulto? …¡Ah, ilos inombres, iluminarias ide ilo mis-
terio, igrietas ide iluz isobre la obcecación del muro tinieblo
de ivivir! ¡Ah, ilos inombres, ileche imaterna idel icrecer ilo
hondo, xnutrición xde ilo imujer iy ide ilo ihombre desde la
infancia hasta la cana, calcio del Ser, vía iláctea en ique ise
nutre señorial la Conciencia! ¡Ah, vuestros cuatro nombres
recienllegados de la horca, iseñoras! …¿Visteis ialguna ivez,
jovencitas, iamadísimos nombres, entre la nieve y el marti-
rio, ial ifuturo isuicida, ial idesnombrado? …174517 fue víc-
tima iy itestigo idesde iel idía i26 ide ifebrero idel año 1944
hasta el día 11 de abril del año 1987. Cuarenta y tres años
y un mes y luego medio mes después de ser descargado en
Auschwitz-Birkenau, iel iantebrazo i174517 se arrojó por el
hueco idel iascensor idel iedificio ien que sobrevivía con sus
papeles, sus fichitas, sus recuerdos, su conciencia ofendida
por no poder recordar todo.

 

 

 

Grande, Félix. La cabellera de la Shoá. Madrid; Ed. Bartleby, 2015.

 

FÉLIX GRANDE

P1080374

 

Mérida, 4 de febrero de 1937 – Madrid, 30 de enero de 2014.

 

Ayer se fue uno de los poetas más grandes que ha dado este país en el siglo XX. Ayer fue un día de mierda. Eso sí, siempre quedarán en mi memoria las tres tardes que pasé con él en Murcia junto al poeta José Antonio Martínez Muñoz. Una de ellas, además, fue consecuencia de un ciclo que José Antonio Martínez Muñoz y un servidor organizamos en Murcia hace unos años, un ciclo por el que pasaron Carlos Vitale, Cristina Morano, Concha García, Rosa Lentini, León Molina, Ramon Dachs, Javier Moreno y Ferran Fernández, y que tuvimos la suerte y el honor de que le pusieran el cierre Félix Grande, Francisca Aguirre y Guadalupe Grande. Sí, los tres juntos, en un recital que nunca se había llevado a cabo en España. Un recital que se terminó llevando a cabo gracias a la mediación del Aula de Poesía de la universidad de Murcia. Ese día quedará grabado en mi memoria a fuerza de clase y conocimiento.

 

Grande Aguirre

 

Ahora no me vengan con que nos quedará su obra y demás tópicos típicos. Como escribía ayer Ben Clark: «no voy a decir aquí que ahora queda su obra y tal y cual y lo demás. Claro que queda. Pero yo quería que me quedara Félix Grande, también, y poder volver a verlo (…) y oírle hablar»…

 

BIOGRAFÍA

septiembre 18, 2013 Deja un comentario

biografia

 

NO

Aquí no volveré jamás. Aquí he sufrido.
Aquí he sufrido sin que nadie se beneficie.
Ese dolor fue una mortaja
que asfixiaba mis horas, mis semanas, mis meses
y pervertía mi corazón. No volveré.
Si a esos muros, si a esas imágenes
logra olvidarlas mi sereno rencor,
si ese fardo de sufrimiento estéril
se desprende algún día de mi memoria
todo eso morirá; deseo su muerte. Que desaparezca.
Nada creció, nadie creció, fue todo
contracción, pérdida, sarcasmo. Me voy.
Me alejo de esto para siempre.
Y no haré una elegía (este poema
ya ha degollado a la nostalgia):
y no haré una elegía, pues si sublimo
a ese dolor bastardo tendré que despreciarme.
Me voy de aquí, untando orgullo
en ese fracaso sin grandeza, aplico en él
una pomada de coraje. Perdí tiempo y sosiego,
tal vez salud; pero mi vida es mía.
Si existen sufrimientos que enriquecen
la vida propia o la de los otros, este no tuvo
esa coartada; fue un dolor ilegítimo,
conservarlo sería cobarde y vergonzoso:
la constancia merece algo más verdadero.
Muros, gestos, imágenes, meses de estepa,
quedáos ahí; yo me incorporo y me destierrro.
La renuncia a un dolor inútil es respeto
a la libertad. Adiós, barrotes,
me llevo la pasión de sol, os dejo uno que fui
y que en esta página ha muerto. Me llevo
lo que queda de mi alegría.
Si vuelvo alguna vez, que me escupan aquéllos
que viven y que mueren por algo.

 

 

 

RECUERDO DE INFANCIA

Hoy el periódico traía sangre igual que de costumbre
venía chorreando como la tráquea de un ternero sacrificado
he visto chotos cabras vacas durante su degüello
bajo el agujero del cuello una orza se va llenando de sangre
los animales se contraen en sacudidas cada vez más nimias
de pronto ya no respiran por la nariz ni por la boca
sino por la abertura que la navaja hizo en la tráquea
en la cual aparecen burbujas a cada nueva respiración
a menudo parece que están completamente muertos
y no obstante aún se agitan una o dos veces suavemente
ahora sus ojos ya no miran tienen como una niebla
un teloncillo de color indeterminado que recuerda al ceniza
entonces el carnicero se incorpora con las manos manchadas
y procede a desollar y trocear al animal cadáver
para después pesarlo venderlo en porciones hacer su negocio

hoy el periódico traía sangre lo mismo que otros días
acaso unos cuantos estertores más que de hábito
pero cómo saberlo hay países que no especifican
por ejemplo el departamento de estado no da las cifras de sus bajas
únicamente les agrega apellidos
bajas insignificantes bajas ligeras bajas moderadas

hoy el periódico traía sangre en volumen considerable
y mientras leo pacientemente civilizadamente el intento
de justificación de esos destrozos escrito de sutil manera
recuerdo vacas cabras chotos la gran orza en el suelo
y recuerdo imagino pienso que unos cuantos carniceros
continúan desollando troceando pesando en sus básculas
haciendo su negocio mediante esos pobres animales sacrificados.

 

 

 

ADOLESCENCIA

¿Para qué has vuelto? Se diría que tiene espinas el olvido. ¿No podías permanecer allá, te quemas? Se diría que el olvido te abrasa como una escarcha taciturna. ¿Cómo conseguiste escapar? ¿Tenía el olvido algún agujero, alguna pared débil que no supe prever? …Qué ilusión: se pasa uno la vida huyendo de quien ha sido alguna vez, huyendo de su imagen más triste, de su imagen más derrotada, y de pronto aquel derrotado atraviesa este páramo de años, y vuelve. Y estás aquí ante mí, mirándome con ese gesto inexperto y alucinado de suicida que no quiere morir. Diez años huyendo de ti: diez años. Y ahora vuelves y me saludas: créeme, es espantoso.

Te recuerdo muy bien. Ibas enfebrecido, como Mitia Karamazovi, pero con peor salud. Y no tenías dinero ni alegría. Nunca silbabas. Taponabas a tu desolación con grandes cuencos de aislamiento, metiendo pañuelos en el agujero para que la hemorragia de espanto no fuese advertida: pues eras orgulloso. Has caminado todas las calles de Madrid, todas las plazas, a todas las horas, tirando de tu desconcierto como de un fardo descosido. Te parecías a tus ideas, así como un aullido es semejante a un ramo de flores de muerto. Hermano, qué siniestra era tu poca esperanza. Deslizándote por los barrios, deseando las remotas mujeres, sin otro amigo que tu insomnio. Y eran las madrugadas como liegos baldíos, llenos de cardos mitológicos… ¡Y el lecho! El lecho era tu peor enemigo: en él te esperaban tu día huracanado, tu neurosis y el suicida que combatías, y además un silencio gelatinoso como un magma de monstruos: no cabíais todos en el lecho, te echaban tus horrorosas posesiones, salías de nuevo hacia la inhóspita ciudad. Chirriaba tu existencia en todo su engranaje, falto del dulce aceite de la felicidad.

¿Cómo te pude arrinconar? Nunca he sabido cómo logré salir de ti, igual que el fruto de un alumbramiento, entre sangres, y huirte, y alejarme a la distancia de diez años, y repirar hondo, olvidándote. Ya me ves: hoy tengo treinta años, tengo una compañera, una hija mía comienza a reunir frases, me despide desde la puerta, en argentino, chao. Ya lo ves, tuve suerte en mi profesión. Algo mejor: de algún modo logré ser lo suficiente fuerte como para amar mucho, sin cautela. Pues que no me estorbabas, pues que habías quedado rezagado en el pantano del pretérito, pude tener amantes, recorrer cuerpos de mujer, ser dichoso. Era amado, ¿comprendes?: yo tenía amor y amigos. Me escribían cartas, venían a verme, era recibido. Varias mujeres han querido vivir conmigo, y yo vivir con ellas. Vivir había llegado a ser una maravillosa venganza: contra ti, monstruo, hermano. Contra ti, derrotado, que ahora vienes con toda tu derrota, como la ola de una deuda antigua, y me miras con aquel silencio infeccioso.

¿Cómo pudiste regresar? ¿Para qué has vuelto? ¿Y por qué no te vas? ¿Es que no ves que me das miedo? No me absorbas ya, monstruo. Salí de ti: ¿por qué quieres ahora que me reintegre a tus entrañas? Me abrazas demasiado fuerte, monstruo, me ocultas. Vuelvo dentro de ti, maldito. Hermano, ten misericordia, devuélveme la libertad. Canalla, no me lleves contigo. No quiero, hijo de perra. No quiero, oh pobre criatura, ten por mí la piedad que yo tengo por ti. No me lleves, hermano, no me lleves contigo, canalla, no me lleves conmigo, no melleves, no me lleves, no me lleves, no me lleves.

 

 

 

CANAS

Se miraba una cana y le parecía un siglo.
Se pasaba una cana por la nariz y recibía un olor medieval.
Masticaba la cana y un sabor de selvático origen le corroía la dentadura.
Escupía la cana y le parecía haber asesinado varias naciones.
Pisaba el salivazo y de él subía una marcha fúnebre
que vastamente le lamía los pies.

Recorría con los pies encanecidos su pequeña baldosa de la avenida de los tiempos.
Sabía que muchas civilizaciones habían desaparecido sin dejar rastro;
y aquella ausencia lo mortificaba,
y aquella ausencia sepultaba su dignidad dentro de la vergüenza,
y aquella ausencia le resquebrajaba su calavera hereditaria.

Su calavera había producido ya una cana desde el esfuerzo de los siglos;
de muy lejos le llegaba ese brote blanco y lóbrego que tenía la venerabilidad de un barranco;
era un aviso que venía por entre las fisuras de la historia del mundo,
era el susto inmemorial de un niño ante el sepulcro del primer padre de la vida,
era el gemido de terror de adanes y evas que por primera vez se ahogaban en el fin de su edad,
era el resto de unos sexos ancianos que lloraron su impotencia en la puerta de la caverna,
era el estupor de un primitivo ante el cadáver del jefe de la horda.

Era una cerda de la horca que el inventor de la justicia erigió para defenderse de su horror al desorden,
era la cinta que ataba el manojo de las primeras religiones creadas para que los pueblos no enloquecieran ante el estertor de un vecino,
era la punzada de espanto que hacía posible la enajenación del crimen y la del sacrificio,
era una hilacha de la túnica de los Borgia, un pelo de las melenas de la Inquisición,
el disolvente que confundía dentro de la especie el pavor y el dominio,
el asesino de su hermano el amor, la guillotina del futuro, el espejo de la ruina.

Y ahora, empujada por la energía de hombres muertos por sí y matados por otros,
empujada por dos constelaciones de milenios, las manos de la edad,
empujada por un temblor de cráneos transformados en polvo de praderas,
empujada por el malestar de los desvanes que soportan el silencio de las fotografías en los baúles,
empujada por toda esa soberbia, como el fuego empuja en los bosques hasta donde su señorío decide concluir,
y empujada por el hambre augusta de la tierra que espera,
y, aún, empujada por el hijo que crece con cólera y dominio,

así, de tanto origen y de tanto mandato, brota esa cana, blanca,
vestida de una inocencia insoportable,
dueña de una belleza que calumnia a la especie, de una debilidad que es un embuste y una infamia,

pero que trae también una tortuosa caricia de silencio y un sobresalto salvaje de reposo.

 

 

 

NOCTURNO

Sin entusiasmo, ni ambición, ni cólera,
sólo el deber, socorrido con cigarrillos,
ayuda hoy al encanecido poeta a proseguir la redacción
de un libro contra la calumnia.

Es invierno, y un viento
cuya maldad parece taciturna y desilusionada
silba en la esquina una sonata en donde los siglos
se precipitan lentamente, apagándose.

Estos infelices canallas que emborronan la vida
desde el origen de las comunidades
merecerían, piensa, un cronista más joven,
más imapciente: con fe en el exterminio
de la separación y de la iniquidad.

Pero, ay, los siglos acuden al agujero del invierno
como hojas descosidas; mi juventud susurra
más aterida en cada anochecer
y la calumnia es inmortal, y sólo
deja de florecer para empezar a germinar
hacia un nuevo florecimiento. Es, pues, inútil.

Inicia parsimonioso una página más,
prende otro cigarrillo, cubre con una manta
sus hombros, y continúa sentado
ante su mesa de trabajo, embebido,
y oyendo vagamente el rumor
del viento, de la noche, de los siglos, de los calumniadores.

 

 

 

Grande, Félix. Biografía. Poesía completa (1958-1984). Barcelona; Ed. Anthropos, 1989.

 

LAS RUBAIYATAS DE HORACIO MARTÍN

septiembre 17, 2013 Deja un comentario

las rubaiyatas de horacio martin

 

ELOGIO A MI NACIÓN DE CARNE Y DE FONEMAS

Los que sin fervor comen del gran pan del idioma
y lo usan como adorno o coraza o chantaje
sienten por mí un rechazo donde la rabia asoma:
yo no he llamado patria más que a ti y al lenguaje

Los que destinan himnos y medallas y amor
al cuervo de la guerra, y nunca a la paloma
de la lujuria, miran mi cama con rencor:
yo no he llamado patria más que a ti y al idioma

De la fraternidad, de la honra civil
sé que nadie la siente ni nadie la derrama
si convierte al lenguaje en una jerga vil
y en su cuerpo sofoca la milagrosa llama

Celebrar como a un dios el fuego de la mano,
sentir por las palabras un respeto profundo:
sólo así el transeúnte puede ser nuestro hermano
y nuestros camaradas la materia y el mundo

La carne me ha enseñado el más hondo saber
y el lenguaje me enseña su lección venerable:
que el Tiempo es un abrazo del hombre y la mujer,
que el universo es una palabra formidable.

 

 

 

MUDO QUE ROMPE A HABLAR

He querido expresarme.
Toda mi vida he querido expresarme.
No tengo otro destino, otro afán, otra ley.

Fui actos sucesivos
y el olvido que destilaban
los corroía a ellos ya mí.

Sobre los actos fui palabras
y ellas buscaban una lumbre
que no me calentaba a mí.

Palabras y actos juntos
nada son sin placer del cuerpo.

Ahora regreso de esa vida umbría
buscando siempre calor de mujer.
Palabras y actos sólo allí me expresan.

Tu piel junto a mi piel, eso es lenguaje.

Todo cuanto pretenda enmudecerlo
maldito sea.

 

 

 

«¿Y TÚ ME LO PREGUNTAS?»

¡Y yo qué sé lo que es el amor!
Interrogué a mi corazón y sus respuestas fueron variables
Pregunté a los amantes y sólo obtuve cinismo o aullidos
Exploré mi cerebro y hallé odio y esperanza
vagas letras escritas en el mar innombrable de la vida

¡Y yo qué sé lo que es amor!

Pero aleja tu cuerpo del mío para siempre
escóndeme tu carne de modo que jamás logre encontrarla

y podrás ver una culebra donde vieras a un hombre

 

 

 

VIVIR A CARA O CRUZ

Carezca yo de ti
y al infortunio suceda la desgracia
y a la desgracia el cataclismo
y a todo ello asistiría
con el desinterés de un muerto.

Estés conmigo tú
y por cada brizna de dicha
que pretendan arrebatarnos
avanzarían desde mi corazón
espléndidos ejércitos de odio.

Tú puedes ser la espalda atroz de mi destino
o mi patria de carne.

 

 

 

UNA POSTAL DE NIEVE

Cuando me tienda en la vejez
como en un mal cerrado sepulcro
maldeciré tu nombre

Sólo porque esta noche
enajenado y absorto en tu cuerpo
he deseado que fueras eterna

y no sabía si pegarte o llorar.

 

 

 

LA CASIDA PLURAL

De pie en la noche contra las tapias viejas
o bajo el sol sobre la tierra codiciosa
o en lechos de todos los precios
o por los  suelos de las habitaciones

a cualquier hora o ignorando las horas

con angustia o con gratitud
desesperado o apacible
estrenando el amor o asesinándolo
nada hay, Loba, fuera de eso
que yo pueda llamar mi historia

 

 

 

NO

Millones de parejas
se ayuntan genuflexos
sin morirse de sed
sin saña y sin temblor
sin cegar ni nacer:
con una depravada pudicia

Su erotismo es igual que las encías de un viejo
masticando papilla, engrudo
 

Más hermosura, más pureza
destila el orgasmo de un niño
que se masturba en la penumbra
pensando en su vecina o en su hermana
 

Impostores, espúreos
blandos esclavos de la más tumefacte apostasía
a quién pretenden convencer de qué
 

A sí mismos nunca se engañan

 

 

 

CASIDA EN LA ALTA MADRUGADA

Cuando te acuerdes de mi cuerpo
y no puedas dormir
y te levantes medio desnuda
y camines a tientas por tus habitaciones
borracha de estupor y de rabia
 

en algún lugar de la Tierra
yo andaré insomne por algún pasillo
careciendo de ti toda la noche
oyéndote ulular muy lejos y escribiendo
estos versos degenerados

 

 

 

Grande, Félix. Las rubaiyatas de Horacio Martín. Barcelona; Ed. Anthropos, 1989.

 

SINFONÍAS Y UN POEMA INÉDITO

Termino hoy con el repaso que puedo dar de la obra de Ferran Fernández (aún me faltan sus dos últimos libros). De todos modos, tengo el lujo de tener en mi biblioteca los tres números que entre 2005 y 2006 publicó ‘La última canana de Pancho Villa‘ con ‘Sinfonías‘ de Ferran. Aquí tienen tres imágenes de esas sinfonías:

 

Ferran 1

 

Ferran 2

 

Ferran 3

 

 

Pero es que, además, en un ciclo que tuve la suerte de coordinar entre 2006 y 2007 junto al poeta y periodista José Antonio Martínez Muñoz (del que hablé aquí hace unos días con motivo del recital que dio en el Museo Ramón Gaya), uno de los invitados fue Ferran Fernández, y con el maravilloso diseño de Cristina Morano publicamos unas plaquettes con textos inéditos de los invitados (entre quienes estuvieron Carlos Vitale, Concha García, Rosa Lentini, Félix Grande, Francisca Aguirre y Guadalupe Grande entre otros). De la plaquette de Ferran dejo uno de esos textos inéditos que tuvo a bien regalarnos.

 

Ferran 4

 

JOSÉ MARÍA ÁLVAREZ – 87 POEMAS

septiembre 15, 2012 Deja un comentario

Hace dos o tres años entré en la más caótica tienda de venta de cómics y libros de segunda mano que hay en Murcia, algo que hago cada par de meses. El caso es que, repasando si había aparecido algún libro que mereciese la pena, me encontré con una joya a la que le habían arrancado la portada y las dos primeras páginas; sin embargo, no me costó nada pagar los dos euros que me pidieron por él.

En la contraportada del libro se podía leer: «Existe un libro casi elefantiásico («Museo de cera»), aún inédito, que es a la vez crítico, lírico, investigador, brillante, denso; su autor, José María Álvarez, sólo ha publicado un libro breve («Libro de las nuevas herramientas»), hoy agotado y repudiado por el responsable de su nacimiento, aunque a mi parecer es un libro valioso; cuando aparezca, tras su laboriosa elaboración, «Museo de cera», no dudo de que José María Álvarez se situará en la primera línea de su generación.». La cita pertenece a los «Apuntes sobre poesía española de Postguerra», aparecida en Cuadernos Tauros y estaba firmada por Félix Grande.

El libro en cuestión era «87 poemas», de José María Álvarez, el número 7 de la Colección de Poesía Saco Roto de la Editorial Helios. Y me da la sensación de tener una joya rara, mutilada por su último dueño, pero una joya al fin y al cabo. El libro se abre con una entrevista que le hace Jesús Munárriz a José María Álvarez y en ella Álvarez desgrana sus estudios, sus adscripciones o rechazos a grupos poéticos, el vislumbramiento de cuál debería ser su propio camino poético, la evolución de su «Museo de cera», su inclusión en la antología de Castellet, su opinión de la crítica hecha en España, algunas de sus obsesiones temáticas…

El primer poema del libro pertenece a «Museo de cera» y sigue siendo uno de sus poemas magistrales.

 

 

HISTORIA MARAVILLOSA A LAS 3 DE LA MADRUGADA

¡Ay, muerte! ¡Muerte seas, muerte e mal andante!
–Juan Ruiz el Arcipreste de Hita–

Un rasgo desagradable de este estado de cosas, en otros
sentidos tan satisfactorio, era la necesidad de secreto
–Ambrose Bierce–

 

 

Sólo quedamos vivos
Sobre la ciudad kaputt
Johann S. Bach y yo
Y los dos muy borrachos.

 

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