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EN EL PRÓXIMO MUNDO
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quien quiera levantar la mano
o elevar la voz
que antes alce la vista al cielo
y se conforme con las nubes,
con la franja plateada
que ennoblece el horizonte
por su parte más baja;
quien quiera hablarnos tanto
que lo deponga todo y abandone
de pe a pa su imperio,
su casa su cántaro su atuendo;
que hable sólo el que no tenga
o el que no quiera,
el que no pueda volver;
sólo el desnudo que hable,
y sea él quien entregue la ofrenda
en las manos de los que empiezan a vivir.
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Digo aquí. Aquí, ciudad,
De vagas leyendas, surgida.
Entre tantas barricadas —digo— debe
De haber luminosas avenidas que no he visto,
Viejos parroquianos amistosos,
Suburbios ignorados por turistas;
Deben de haber aquí, como en otras ciudades,
Grandes terrazas y centros comerciales,
Campos de fútbol con promesas,
Salas de baile y juego
Para la suerte y el amor.
En esta ciudad ruidosa en las vísperas
Y silenciosa el día siguiente,
Debe de haber retenes de la policía
Que con pedantería ignoro.
Pequeñas tiendas de domésticos,
Sofisticados apartamentos con salas
De confesiones y castigos
Y habitaciones oscuras para llorar.
En esta ciudad flamean banderas
Siempre arriadas, pero desconocidas para mí.
Flores de jardines por los que no he paseado,
Patios misteriosos con gatos aviesos
Que arrastran al sol restos de sus víctimas.
¿Por qué no iba a haber en mi ciudad
Pequeñas iglesias con altares de mármol
Coronando reliquias; senderos que intentan la virtud
Ya borrados de tanto transitarlos;
Sucios antros consentidos para el vicio
Y rincones para el crimen?
¿Por qué no banqueros prestamistas
Que ofrecen ilusión dolosamente
Y en el plazo final nos sacan cuentas
Con un dosier sencillo?
En este extraño sitio nada crece.
Una lagartija nos muerde siempre el pie
Y aún después de muertos castiga,
Royéndonos las uñas.
En este nido de culpa y arrepentimiento
No existe el tiempo: todo crece pero no envejece.
Y si tuviera valor podría
Solazarme mañana y tarde
En una hermosa hamaca de la vida.
Esta ciudad mía cada día desaparece.
No estará aquí cuando yo me vaya.
La vivo encendiendo cada tarde
Cigarrillos en un parque. Y al final
De arriba abajo la observo, agazapado.
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¡Y de la puerta regresamos!
No es que quisiéramos salir o entrar,
Pero cuando estábamos a medias en el camino,
En cualquier camino, nuestros ojos
Brillaban como ante una meta,
Como flores asombradas ante la luz
Que finalmente las destruye.
No es que hubiéramos olvidado nada
Y volviéramos a recuperarlo para avanzar,
Sino que no podíamos organizar el pasado.
Ya nadie creía en recuerdos; nadie.
Y así todo se confundía;
Lo mismo era todo, lo mismo que nada.
No digo más; no quiero disentir con nadie.
No llegó la revelación. ¡Hay que admitirlo!
Debíamos saber que si sube mucho la luz
Deja de alumbrar. ¡Y un día se extingue!
Así ocurrió: ¡Ay, nuestro andar estático,
Nuestro extraño avanzar inmóvil!
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Quise que el amanecer me encontrara en el camino
Y partí con sueño y frío esperando
No una revelación sino un sentimiento
Favorable a una buena y sabia decisión.
Vi árboles brillando en el cielo tan vasto.
Del lomo de un puerco-espín salía un águila muda
Cuyo lacio vuelo dejaba en mi mente
Rastros más silenciosos que un sueño diurno.
Entre el tráfico escaso contemplé
La calma inútil y casi misteriosa
De los cultivos, esperanzadores
En su humilde dignidad.
Ello, absurdamente, me reconfortó.
Recordé que muchas veces he estado
En ruta al amanecer, llegando o partiendo,
Y cuando he visto el sol y su corte majestuosa
Casi he cantado al aire revelador
Que lo impregna todo.
Pensé que en realidad no me hacía falta
Un nuevo amanecer. Sólo tenía que recordar.
Pero no recordamos. Preferimos empezar de nuevo.
Volver a la primera y última vez.
He visto muchos amaneceres en ruta
Y siempre he sentido que más vale
Tomar en serio todo esto,
Y si no será peor nuestra vida,
Y peor nuestra muerte.
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Hermano, ya que me has llamado, escúchame.
Y hazme caso…
…
Anda al cementerio y despídete de todos.
No olvides a nadie… No olvides ninguna bendición.
…
Cuando llegues, ten cuidado con la gente.
No te metas en problemas. …No discutas.
…
No los mires de frente, a los ojos:
A los europeos no les gusta eso.
…
¡Van a pensar que estás loco!
No les hables si no los conoces.
Y si los conoces, haz como si no los conocieras.
…
Olvídate de piropos, que se ofenden.
Y no persigas a las mujeres en la calle,
O van a llamar a la policía.
…
No te emborraches.
Trata de casarte con alguien de allá.
…
Piensa: haz otra vida.
…
…
….. Ya que has decidido irte, hermano….
Olvídate ….. de este país. Y si puedes,
No vuelvas.
…
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En dos o tres días habremos de reconocer
Que una vez más faltamos a la promesa
De acompañar a la luna en su periplo
Valiente, benéfico y sereno,
La luna que nos enseñó más de una vez a hacer silencio,
A abrir camino a algo sano en nosotros
Algo incomprensiblemente puro que acaso
Sólo su apacible, su invencible luz
Podía revelar.
Campaña, Mario. En el próximo mundo. Barcelona; Ed. Candaya, 2011.