Archivo

Posts Tagged ‘editorial la bella varsovia’

SOBREVIVIR EN MEDIO DEL SILENCIO

.

SOBREVIVIR. Sorber sopa.
Sumar caldos y yogures. También gelatina.
Procesar el nutriente que deja vivir.
Sostener el alma, guardarla en su armadura,
y que no cesen las tripas, las pulsaciones
ni los flujos.

.

.

.

.

.

MI PADRE FUE VALIENTE y ahora aún lo es.
Sin quejas ni peticiones.
Con una mueca desdentada que es infinita.
Sin querer molestar porque nada es tan grave
como para incordiar a los demás.
Lo evidente que da forma a su máscara.
Las arrugas en la cara
como geometrías labradas en carne.
Su inmersión en un pantano
y el disimulo en lo que hace
con voluntad de lucidez.
Cuando finge entenderlo todo
y me grita Feliz Año Nuevo el día de su cumpleaños
sin esperar a que le felicite yo primero.

.

.

.

.

.

ME PREGUNTA LO QUE LE OYE decir a mi madre:
¿Es que no sabes lavar la ropa blanca?
Y aguarda en su silencio ansioso
para regañarme si le respondo que no.
Afirmando dos veces,
como si un único sí no fuera suficiente,
y sonriendo cuando le digo que he venido a verle
mientras repite que debería venir más.
Me resume las noticias del tiempo,
las del nuevo terremoto en un país. Italia.
Sí. Japón. También.
Le cuento lo que he comido
y le digo que aunque yo ya tenga casa,
la suya seguirá siendo siempre mía.
Y asiente. Su casa es para mí. Mi habitación y mis cosas.
Para mí.
La tabla de madera que es ahora de plástico.
El cuchillo sobre el queso.
Y el pan.
Quiere hacer tortilla y que cene.
Calentar el aceite al fuego.
Duerme bien. Se encuentra bien.
Quiere conducir e ir de caza.
Que dejemos de vigilarle. Tomar sal
y tomar vino.
Le digo que hay que esperar.
Le explicamos que es pronto.
Que no ha pasado tanto tiempo. Que no hay que tener prisa.
Y me sorprende su aire de desaliento,
la expresión de fastidio.
El escaqueo cuando le descubro con otra cerveza,
y me asegura que es sin alcohol.

.

.

.

.

.

NUNCA VIGILÓ nuestra manera de movernos.
No le correspondió a él vernos crecer.
No tuvo que hacer de nosotros su obra.
Ni nos miró con los ojos del análisis,
del intelectual-terror.
Su mirada no nos escrutó.
La complicidad en la mesa y la espera sobre la alfombra
mientras acababa la cena. Aunque no se dice acaba
porque acabar es un verbo de pueblo y se dice terminar.
Pronuncia el nombre de tu amiga al saludar a tu amiga.
Aprende de mí, mas no hagas lo que yo hice.
Perro guapo. Perro bueno.
Cuando todo se transforma
y parece imposible que haya sido
lo que no volverá a ser.

.

.

.

.

.

ELLA QUERRÁ OÍR que su amor es eterno
y él le dirá que su amor es de ahora.

.

.

.

.

.

EN MEDIO del silencio,
el oído humano inventa una música.

.

.

.

.

.

CARINTIA

En los momentos de bonanza,
cuando es fácil no creer o afirmar que no se cree,
cuando distingo la imagen del naturalista, el océano,
o en las horas del desorden,
entonces lo hago:
busco a Alice Oswald, a Jane Kenyon,
y espío sus manos, sus gestos
en distintas fotografías, bajo la pestaña Imágenes,
tras acatar los mandatos del movimiento
en rotaciones de hombros y rotaciones de cuello.
Retratos que me dan lo que sus textos,
sin interlíneas ni aprobaciones críticas
en originales por corregir. Biografía de hojas.

Cuando los brazos se estiran y hay que pensar
que no ocurre nada,
que todo lo que se ve es lo que se debe ver,
a pesar de las páginas sin hacer, las páginas previstas para hoy
que no avanzan de la 32;
cuando el cacao representa el almuerzo de la jornada
con una ración de maíz frito y queso,
y las manchas de los ojos se disipan
entre juicios de Thoreau y anécdotas familiares;
llegado el día 30, terminado el invierno,
acudo a Katherine Mansfield,
a Ingeborg Bachmann.
Cuadros en los que perseguir, como en sus libros, un reflejo,
algo que me empuje, que me hable de la levedad.
Del rojo individual. De la necesidad de escondites
sin pasar la prueba de los 15.
La de los 35.

En los momentos de beber agua,
cuando abunda el naranja, mecanismo naranja, luz y color,
en el óleo de hogares
donde fui aprendiza,
niña hipocondríaca,
ahondando en el carácter de cada individuo,
en su ira y su esperanza, su dicha y rompimiento,
rozándome con ellos, cruzando cada estado de la realidad
y de la fe,
rebasando los estados de la especie
y más allá,
para cerrar después toda búsqueda y volver al calor de lo pequeño,
al no, sí, no
de los términos que acompañan sin ser necesarios,
los adjetivos, por no mencionar los adverbios,
asediada por la ansiedad de la separación
como los perros,
entonces dejo abierta, para aliviarla, una instantánea de Alice y su flequillo
con aspecto sensible, sensitive en inglés,
porque sensible es mi palabra, como tímida es mi palabra
y retraída. Mi palabra.
Al tanto de una consciencia
que nos transporta a la desconfianza
y una desconfianza que nos transporta a la inquietud,
aunque bien puede ser a la inversa.
El entender todo daño y toda miseria
que no hace a nadie más listo sino más hostil
ni nos hace desear la proximidad sino el aislamiento.
Cómo saberlo si lo que recuerdo son nichos de amor:
a esta niña no se le mueve la ropa.
Está más en el suelo que de pie.
Cómo saberlo tras la ternura y devoción de:
llora, llora, que cuanto más llores menos meas.
A tu madre se la ha llevado un lobo en la boca.
Sentencias que aludían a mi culpa, a mi culpa,
a mi grandísima culpa,
y me hacían desear llegar a vieja
como las señoras con abrigo
que miran escaparates de zapatos
y se apresuran a los puestos de venta de libros
en primavera.
Señoras dispuestas. Que bailan,
comen sano, y se llaman
Trini o Puri o Pilar.
Cada paisaje. Cada rotura.
Comprendiendo que siempre les quedará morir
tras asentir ante cualquier explicación
o ante cualquier excusa.

.

.

.

.

.

CARINTIA 3

Queda la insensatez del ánimo
cuando se sitúa en modo desorden y cree:
la próxima vez estudiaré alemán,
la próxima vez seré más fuerte, la próxima vez naceré en Viena.
La próxima vez.
En una tierra sobre la que gime la hierba
que decimos conocer.

.

.

.

.

Adón, Pilar. Las órdenes. Madrid; Ed. La Bella Varsovia, 2018.

.

POEMAS DE LA PRIMERA SECCIÓN DE ‘LAS ÓRDENES’, DE PILAR ADÓN

.

REGALARLO TODO. Cada prenda. Cada adorno.
Con mentalidad de pobre. Los dedos de harina
calentando el mismo tazón
y la sonrisa rota hacia la mesa
sin frutas ni flores en la fuente.
Sin estrenar nada, sin ambición de refugio.
Habiendo perdido la energía
y el asombro.
Queriendo decir: «¿Por qué no vuelves a casa?»
Cuando lo sabe. Que volver a casa es el miedo.
Que la huida del día es el miedo.
La tapia de ladrillo y la llamada al timbre sin prever
si podrá entrar.
Cada mirada de hembra.
Cada preñez. El miedo.
El cuerpo que no se acostumbra
y que, lejos de aumentar,
reduce su tamaño y se parte en dos.

.

.

.

.

.

¿QUIÉN
no ha querido abrir la ventana a los doce, trece años,
y saltar una tarde de sol
idéntica a todas las tardes en que el sol
se filtra por las persianas de madera
con un único verso
—Wake the serpent not—
alojado en el cerebro?

.

.

.

.

.

LA LLAMADA DEL DÍA. La misma voz con tono diferente.
Según el tiempo, el frío, el cansancio o la estación.
Cada mañana. A las diez. Preguntando si es que sigo en casa.
Si estoy escribiendo. Si he dormido bien.
Qué voy a comer. Si el perro se porta igual.
Tan listo. Tan despierto. Con las mismas ganas de salir a la calle
y correr
hasta reventar. Desatarse y correr.
En su intento de lograr lo que más anhela
y persigue
tras su roja perspectiva de ojos llorosos:
no regresar al hogar.

También yo correría, mamá. También yo me desataría y reventaría.
En esta interminable tentación del malestar
que araña y mira como si fuera lo más normal. Venir
y quedarse.
La nevera que chirría. Las pezuñas del animal resbalando,
con correa y chapa, sobre el parqué.
Las palabras del vecino en el rellano del portal
clamando a sus hijos, clamando al portero que no recoge la basura,
el ascensor abierto en el sexto,
al presentador de los informativos matinales.

Hasta cuatro veces, pase.
Cuatro veces. O tres.
Pero ¿más?
¿Más?

La atracción del aturdimiento.
El embeleso de la apatía.
Y la lentitud. Los líquidos que humean al fuego.
Y las evasivas.
En la boca. En su misión de desterrar el encanto.
El tono anaranjado de las cosas.
El cepillado del pelo. La voluntad de estar bien.
Con un malestar que se asienta en la complacencia
(¿es que os habéis peleado?)
a lo largo de una llamada que lo deja todo desgreñado.
Y la voz que no es conversación sino pregunta
en busca de un consuelo extraño
basado en habladurías y temores.

Azufre y agua.
Y la cal con la que untan a los perros plagados de larvas
para que desaparezcan con cada quemadura en la piel.

Sí. Yo también chirriaría, mamá.
También yo clamaría en el desorden en que hemos de sobrevivir.
Cuando lo normal es la transformación
y mi espíritu quiere lo permanente.
Cuando las horas se hacen cuidados
y no queda hueco para el reproche
en esta sumisión ante lo que puedan decir
esos labios llenos de llagas.
Esa voz.
La convicción de que han muerto las expectativas
ahora que ha desaparecido el pastor
y con él los mejores recuerdos.
Los preparativos. La ceremonia. Lo que vino después.
Cuando todos existíamos caminando
tras los pasos de la soñadora.

Ahora sabemos
lo que supieron los demás desde el principio.
Que los nuestros traicionan.
Que el entendimiento y el alma se hieren con la experiencia
y que el sentido es cero. El propósito, cero.
La utilidad. Cero.
Que la indiferencia no comete pecado
ni hay ruptura en la devoción materno-filial
por este hábito que nos libra de la gravedad.
Encogidas ante el fin de las llamadas
recorriendo la austera estética de los campos
cuando en los paseos se habla de temas generales.
Asuntos que no dañan a nadie. Que no se hunden
en los huesos, la raíz,
de madres e hijas que se lancean.
Sometida una a la voluntad de la otra
todas las mañanas. A eso de las diez.

.

.

.

.

.

EL AMOR EN BRUTO no sirve.
Hay que dosificarlo.
Saber domarlo y repartirlo
hasta que se extinga.

.

.

.

.

.

EL SILENCIO NUNCA es tan grande
como cuando algo lo rompe.

.

.

.

.

.

ESTIGMA

Nunca la vi llorar. A mi abuela.
Se le salió la matriz por la vagina
y ella se la curó con limón
porque todo lo trataba con limón. Y con saliva.
Barro, humedad y fuego.
La punta babeada de los pañuelos en el batín.
Las medias de algodón. Agujeros en su faldagris de abuela.
Y las capas de tela desdibujada
tras las que ocultar el calor enchufado a la trampa
que colgaba del techo.

No preguntar. No saber.
Metió el pulgar en la tierra y lo sacó negro.
Barro seco y disperso. Pedazos de ladrillo bajo las plantas.
Restos pegados a las púas del tenedor.

Elevaba el cuchillo por encima de los hombros.
Lo bajaba y lo hundía en la madera.
Cortaba las uñas a las niñas recién nacidas.
para que cantaran bien, como ella.
Voz de ofrenda, voz de Pascua.
Conmigo no lo hizo.
Yo era de rodillas arañadas, picaduras de avispa.
Huida de insectos y huida de juegos.
Ser orgánico que crecía. Mudaba y crecía
al tanto de mi situación.

Con las manos alrededor, las cejas sobre las piernas.
O cruzada de brazos
caminando hacia el puente.
Botas altas al borde de la presa.
Sin admitir el abandono ni la pauta.
La cólera de la herencia.
El bálsamo del humo distante. La calidez y el resguardo
de la casa. Carretera arriba.
La incertidumbre y el temblor
por si nadie volvía a buscarme.
Las burriagas del bocadillo. Las lágrimas tras el coche
que arrancaba y desaparecía.

Tanta traición. Tanta reverencia.
Sus papeles con tersura de piedra, base en los cajones.
Paños de cuadros quemados. Vasos sucios.

Perdió un hijo y un marido.
Se quedó ciega. Y la atamos a una silla
para evitar que se tirara al suelo y reptara hasta su patio
lejos de ancianos tendidos sobre las mesas,
unidos por su calidad de ancianos.
Derribados sobre falsos sofás.
Envueltos en falsas mantas y en sonrisas postizas.
Con las uñas crecidas y los labios prietos,
entre voces conocidas que arropaban en tonos azules
y por la mañana entregaban desayunos.

La piel, cápsula gris, respondiendo al pliegue
de cada dedo.
En medio del orín y el desinfectante.

La niña se llamará Julia.
¿No ves la moto ahí fuera?

Siempre quiso estar en su casa, mi abuela.
Y ahora la van a vender por 30.000 euros.

.

.

.

.

.

LA IMAGINACIÓN PERSIGUE un acontecimiento.
Algo nuevo, algo limpio. La ingenuidad
que nos ha abandonado
y no se deja reconstruir.
Los ojos de antes
sumergidos en los de ahora.
La inexperiencia de un cuerpo
que siente que lo ha presenciado todo.
¿Qué le importa a la especie
que un útero reaccione o no?
¿Dé fruto o no? Exista.
Todo milimetrado en etapas: estudio, trabajo, enlace, piso.
Paso a paso. Superando cada fase.
Como en un cordel de esclavos.
Permitiendo que transcurra la estación
con la imagen de huir y cambiar
en una supervivencia que es solo a medias.

.

.

.

.

.

UNA MUJER POBRE con un niño en brazos
es una mujer dos veces pobre.

.

.

.

.

.

NO QUEREMOS ser madres.
La ausencia de un heredero
que deje borrones.
Seguir siempre hijas.
Que nos abracen como nos abrazaron.
Y nos peinen y presuman de nuestras notas
ante los vecinos.
Que cada libro sea para nosotras, cada pensamiento.
Para nosotras. En una habitación
de una sola cama.

.

.

.

.

.

DORMITORIO

La cabeza apoyada en el cristal
al ritmo del movimiento de las ruedas,
y un olor a desinfectante girando con el calor del motor.
El abrigo que ya sobra.
Casas de ladrillo en los bordes
por un paseo sin bancos.

Ningún cuerpo reluce. No hay rastro
de perfección
en el alargado espacio de este territorio
de materia orgánica y horas de espera.
Color berenjena en las mejillas.
Clínex en los bolsillos.
Zapatos de un marrón plástico.
Y el espacio de luz.
La supervivencia del espíritu
en este autobús que me habla: próxima parada.
Aunque solo haya tres.
Paseo de Extremadura.
Cortes de pelo sujetos en recogidos de goma
y las dudas en la cara.
Preparándome en el recibidor para entrar
y oír a mi madre exponer de nuevo
lo que ha comido mi padre a lo largo de la semana.
Purecito, verduras.
Pescado. Yogurcito. De fresa.
Detenida un minuto al pie del portal.
Sin teorías ni afirmaciones.
Añorando de mi yo joven
la noción de perspectiva. El pensar ya lo haré.
La amplitud de las horas. La observación de cada posibilidad.
En la distancia. Temporal. Espacial.
Yo
salvando vidas. Yo
oceanógrafa. Yo
espía.
Yo
embajadora en París.
Sin reconocer los ojos que me estudian
desde el espejo del ascensor.

Tanto tiempo ansiando escapar en cada trayecto
y ahora este regreso. Esta expedición de siempre
a la vida de siempre.

.

.

.

.

.

ELLOS NO lo advierten
pero arrastramos un rencor en los genes
heredado de cada mujer.
Su hacha clavada en el cuerpo,
integrada en él. Donde persiste.
Observadoras y observadas.
Actuando a solas y ante el mundo.
Ansiando un descanso
sin saber descansar.
Acusando un odio que no se cura
por palabras que no tendrían que existir.
Sin responder tal sin comportamientos cual,
aprovechando más.
Sin enfrentarnos a.

.

.

.

.

.

ESO ESPIRITUAL que ves en mí es miedo.

.

.

.

.

.

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxNo descuido la escritura,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxsino a mí misma.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxIngebor Bachman

¿QUIÉN ME VA A CUIDAR cuando sea vieja?
¿Quién me va a esperar, feliz de verme?
Cabello de nudos. Sin cepillados nocturnos.
Peines y espejos de plata.
Sola en mi sillón. Harta del cansancio y los sermones.
Sin hijos que me bañen,
me cocinen asado con puré,
me traigan jerséis de talla grande,
me laven los pies y las axilas
cuando queden ya pocos motivos para existir.
vencida por los razonamientos
sobre aquello de recoger lo que se ha sembrado.
Celebraciones, cumpleaños y fiestas
en perspectiva de una soledad redonda.
¿Quién va a venir a verme
los fines de semana?
Si no soy madre.
Si vivo sin reconocer la devoción, el auxilio.
La ternura. Las visitas a los amigos dolientes.
Entre evasivas, papeles y libros,
alejada del sentimiento original.
Escapando de la llamada primera.
Sin saber qué es la entrega.
Qué la piedad. Qué la delicadeza
de los niños fotocopia. Su mente dulce y sencilla
como trozos de manzana asada. Como bolsas de osos Haribo.

¿Quién va a abrazarme cuando sea vieja?
Y esté sola. Y no haya quien quiera hablarme. Y las cortinas se prendan fuego
y las llamas asciendan al techo. Y nadie pueda acercarse
al teléfono. Para llamar al servicio de extinción de incendios.

.

.

.

.

.

SOLO QUIEN TIENE el amor
lo cree prescindible.

.

.

.

.

.

DOS LÍNEAS en cada mejilla.
Dos más en el cuello, en el centro de la frente.
Pintura de guerra sobre una piel en trazado imperfecto.
Rayas
de color granate. Y el rezo aprendido
del que no desentrañamos la lógica,
el significado ni las consecuencias.
Elegimos las piedras y las cargamos en la mochila
aunque lo único que pueda salvarnos
sea la ligereza.

Demasiada luz es ceguera.
Cuando siempre se ha sido hija
y de pronto hay que renunciar a serlo.
Sin dejar de repetirnos que si no nos esforzamos lo suficiente,
nadie se esforzará en nuestro lugar.

.

.

.

.

.

ES UNA PULSIÓN: un hombre encuentra agua
y tira una piedra.

.

.

.

.

Adón, Pilar. Las órdenes. Madrid; Ed. La Bella Varsovia, 2018.

.

UN POEMA DE ‘MENTE ANIMAL’, DE PILAR ADÓN

.

XVII

He visto algo grandioso e inexplicable
y no por ello he cambiado.
El mar se mantiene y el mesías podría estar aquí.
Pero el mar persiste.
¿Dónde la profecía?
¿Dónde la distinción del hombre?
He visto la sucesión de esferas
en un plano liso de sutilidad y abandono.
Sin sonidos ni distancias.
Y sigo comiendo y durmiendo,
sin más pretensión que la de recordar lo que sé
y que no lo descubran los demás.

.

.

.

.

Adón, Pilar. Mente animal. Madrid; Ed. La Bella Varsovia, 2014.

.

POEMAS DE ‘LA LENGUA ROTA’, DE RAÚL QUINTO

septiembre 22, 2021 Deja un comentario

.

SALWA BUGAIGHIS

Descoser las partículas del aire
para poder seguir

respirando. Tejer un cuerpo nuevo
con los cuerpos perdidos y encontrados
tras el incendio. Decidir.
Golpear ese muro

pese a tanta ceniza
torcida en los pulmones. Pese a tanto
siglo volviendo. No cejar.

.

.

.

.

.

ALGUIEN BAILA en el fondo
de la piscina
de la urbanización abandonada,

abraza a un maniquí
y le dice al oído: esta música
no existe, como tú la luz tampoco
tiene ojos ni boca,
pero mantiene en pie
todo aquello que vemos.

.

.

.

.

.

ANA ORANTES

Transita del azul
al ámbar el dibujo de la llama.
Un arcoíris derretido,
titilando sombra
en un pequeño charco
de gasolina. Quién está mirando.
Quién dice qué.

.

.

.

.

.

EL PALACIO es un dolmen.

Cuando suene la música
sólo podrás bailar
con los espejos

.
o con los muertos.

.

.

.

.

.

DICTARON las preguntas.

Borraron las estrellas
y nos dejaron a merced
de los mapas. Un mundo
traducido. Un verbo
anticipando cada gesto.

Y sin embargo.

.

.

.

.

.

ESCUCHAR EL CRUJIDO de la estática
cuando dos cuerpos
se rozan por primera vez. La piel
de la sombra torciendo
el sudor en la palma de una mano.
La luna nueva en las pupilas.

Sentir el peso

a pesar de la niebla.

.

.

.

.

.

CARLOS PALOMINO

El escáner refleja actividad
en la corteza cerebral
pero también en estructuras
menos superficiales
como el putamen y la ínsula.
Eso dice la ciencia
sobre cómo funciona

el odio. Un segundo,
siete centímetros
de metal frío penetrando
el ventrículo izquierdo
del corazón. Una luciérnaga
aleteando al filo de su luz,

a la misma distancia
de la incineración que de la noche.

.

.

.

.

Quinto, Raúl. La lengua rota. Madrid; Ed. La Bella Varsovia, 2019.

.

Daftar Harga Mobil Bekas

Literatura, música y algún vicio más

El lenguaje de los puños

Literatura, música y algún vicio más

Hankover (Resaca)

Literatura, música y algún vicio más

PlanetaImaginario

Literatura, música y algún vicio más

El blog tardío de Elena Román

Literatura, música y algún vicio más

El blog de Ben Clark

Literatura, música y algún vicio más

DiazPimienta.com

Literatura, música y algún vicio más

El alma disponible

Literatura, música y algún vicio más

Vicente Luis Mora. Diario de Lecturas

Literatura, música y algún vicio más

Las ocasiones

Literatura, música y algún vicio más

AJUSTES Y OTRAS CUENTAS

Literatura, música y algún vicio más

RUA DOS ANJOS PRETOS

Blog de Ángel Gómez Espada

PERIFERIA ÜBER ALLES

Literatura, música y algún vicio más

PERROS EN LA PLAYA

Literatura, música y algún vicio más

Funámbulo Ciego

Literatura, música y algún vicio más

pequeña caja de tormentas

Literatura, música y algún vicio más

salón de los pasos perdidos

Literatura, música y algún vicio más

el interior del vértigo

Literatura, música y algún vicio más

Luna Miguel

Literatura, música y algún vicio más

VIA SOLE

Literatura, música y algún vicio más

El transbordador

Literatura, música y algún vicio más

naide

Literatura, música y algún vicio más

SOLIPSISTAS DEL MUNDO

Literatura, música y algún vicio más

MANUEL VILAS

Literatura, música y algún vicio más

El fin de las siestas

Literatura, música y algún vicio más

Escrito en el viento

Literatura, música y algún vicio más

un cántico cuántico

Literatura, música y algún vicio más

Peripatetismos2.0

Literatura, música y algún vicio más

Hache

Literatura, música y algún vicio más