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Posts Tagged ‘editorial demipage’

UN BUEN MOMENTO

diciembre 29, 2021 Deja un comentario

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SIEMPRE SUPE .que .estoy .condenado .al .infierno
irremisiblemente. Por .ejemplo, .cuando .cruzo .las
calles con mendigos en cada esquina, les lanzo mis
monedas… Pero .éstas .vuelven .a .mí sin tocar sus
manos.

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EL INSTINTO
es un eco de lluvia
dando tumbos
como pájaro herido,
allí la mujer
de aliento a cardenillo
anda con cara vernal
hacia la horca del bosque:
en su estela
el ejército de hombres
que la amaban.

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SI NOS DESTROZAMOS EN UNA PESADILLA
que no tenga pies ni cabeza
y con el corazón rebotando sobre las piedras
me obligas a llorar por ti,
a recoger las vísceras que dejas por el camino,
es entonces cuando me echo a dormir,
a tomarte en algún sueño,
pero surge otra pesadilla
que tiene pies y cabeza,
algo así como la vida,
y es ahí donde acabas
de destrozarme.

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EL AUTOBÚS DE MEDIANOCHE
pasará por aquí, frente a tu casa.
Sonará tres veces el claxon
y oirás las risas contagiosas
de sus pasajeros.
Tú morderás la cortina de la ventana
y aferrándote a los muebles
romperás a llorar.
Justo la noche en que decidas marchar
él faltará a la cita.

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BLUES

xxxUn día .que .estaba .muy .triste .vi .un .blues peque-
ñito paseando solo .por .la .carretera. Corrí a su encuen-
tro .y .le .tendí .mi .mano, pero .me .rechazó. Lo intenté
varias .veces, mas no aceptaba. Entonces lo seguí con la
vista, .agazapado .entre .los .matorrales. De .repente .la
carretera se acabó y, justo en el momento en que caía al
abismo, me arrastró de su mano.

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ME HE SENTADO A LA PUERTA DE MI CASA,
no hay reloj que marque esta hora
ni luz que ilumine esta calle.
Sé que soy una fuente de placer
mientras el viento agita mi pelo castaño,
por eso espero tranquilo
que alguien acuda a beber
con su fresca boca roja.

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IMANES

Los sueños son
circunferencias perfectas:
estás dentro
o fuera.
Como el sexo de mujer:
imposible merodearlo
sin hundirse en él.

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LA MISMA VIEJA HISTORIA

Un adolescente aburrido
es, ciertamente, un paisaje
muy triste,
y aún más
sabiendo que hay mujeres
que duermen
con la boca abierta
y docenas de parejas
que se hacen el amor
en chino, francés, árabe
o en el idioma
de los delfines.
Por eso hay tantas butacas
en los cines
y tantas camas en las casas.
Y es que la inteligencia
es erótica
y el arte perfecto
el orgasmo.

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POEMA DESDE PARÍS

xxxxx2

Con la memoria olvidada
paseo lentamente
en un puente sobre el Sena.

Converso
con un gato y un farol,
y los hombres sin raíces
siguen cantando
por pesetas, francos y peniques.

La gente es como
dos trenes que pasan
velozmente
uno frente al otro:
los rostros se vaporizan,
las sonrisas sólo duran
décimas de segundo.

Y este extraño individuo
que tengo dentro de mí
es tan sólo
un pasajero más.

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xxxxx3

La música
es lo único que me importa,
ya sabes, me refiero a los
pozos individuales
en que cada día nos sumergimos
para autocomplacernos,
y de vez en cuando
llevamos a un amigo
a ver qué tal le sienta
nuestro clima.
Sólo se necesita
una máquina que produzca ese sonido
de doce compases
que revienta el corazón
y hace hervir la sangre.
Sientas a tu amigo
y le dices emocionado:
«ya no nos hace falta hablar».
¡Oh, es fantástico
ese momento
en que tu cabeza es tan inservible
como un teléfono roto!
Entonces no hay
hilos en el aire,
y estás alegre y triste
y tus ojos aprenden a ver
y eres tú
a solas
con tu corazón silencioso.

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ERES UN BUEN MOMENTO PARA MORIRME

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxA María José

Amaneciendo y anocheciendo
a un mismo tiempo,
cariño, ¿no es ésta la forma
en que te gustaría vivir?
En mi cabeza hay un álbum
de fotos amarillentas
y lo voy completando con mis ojos,
con los más leves ruidos,
atrapando olores en el aire
y en cada sueño que sueño.
¿Sabes una cosa, pequeña?
La última página de mi álbum
tiene tu boca lluviosa mordiéndome un labio,
un disco de rock’n’roll
y calcetines de colores.
Mis ojos han sido rápidos,
te he hecho el amor con la ropa puesta
a través de una
larga pajita dorada
mientras cruzabas la calle
con el cabello ardiendo.
Pero ahora son tus pies
quienes dan mis pasos,
¡así que no te equivoques
pues me caería!
Te bebo en cada vaso de agua
que sacia mi sed,
mis palabras son claras como niños pequeños
o espesas como semen empapando cortinas,,
pero hoy tengo que inventar
un nuevo idioma
para conversar con tus tiernos maullidos eléctricos
y los gritos de euforia
de la gente que vive en tu cabeza.
Debes saber que a veces
soy como un entierro interminable,
siempre triste y azul
subiendo y bajando
por la misma calle.
Pero otras veces soy un río de risa
corriéndome por toda la ribera,
haciendo el amor a la mar,
una felicidad contagiosa,
un revólver de amor, nena,
y voy a disparar justo a tu corazón
¡bang bang!
¿te di?
Quiero arrollarte, enrollarte y arrullarte,
montaña de aguardiente
y tarde rojiza.
Eres un buen momento para morirme.

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Casanova, Félix Francisco. Antología Poética. Cuarenta contra el agua. Madrid; Ed. Demipage, 2010.

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POEMAS DE ‘CUARENTA CONTRA EL AGUA’, DE FÉLIX FRANCISCO CASANOVA

diciembre 26, 2021 Deja un comentario

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MÚSICA DE OZONO

El crujido del agua
encharcada en la noche,
la lengua cyan de un gato
enamorado, flor polar
sangrando,
las notas pequeñas
a poco volumen,
un filo de viento, un hilo de lluvia,
justo lo innecesario.

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SÍNDROME Nº7

Nada vale una vida
excepto otra vida,
así la luz de los ojos de madre
guiará mi balsa
serena y abismal.

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DÍA DE AVALÚO

Enumérense, amigos
y defínanse.
Dejen los velos
al pie de la escalera.
Midan mi llaga
y busquen remedio.

Por donde han entrado
pasé antes yo.

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ESTA NOCHE DESEO SER
absolutamente sensible,
abandonarme en la estela de huellas
que bajan al mar
y formar orilla.
Temblando dibujo mi alma de vaho
en el cristal
y ella misma se borra
cuando escampa.
Esa lejana luz
que ahogo con un solo dedo
es toda mi potencia ajena a mí,
cansado corazón de péndulo
al pie de la escalera.
Quiero ser sauce
bajo lo poderosamente negro,
o final de río
para seguir siendo agua,
palpitación inextinguible.
La fiebre me hace brillar
como vírgula encendida,
todas mis venas conducen al bosque,
al inmenso placer de ser lluvia.
Cada noche que pasa sé menos,
cada noche que doblo por sus cuatro puntas,
espero que acaben todas para saber nada…
y empezar a llenarme…

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LAS COSAS QUE DAN PLACER
seguro vienen por el río
y en la cascada se lanzan
como ramos de flores
en una procesión,
y yo qué sé, afanarse
en recogerlas como un avaro
tiende su capa ante
las monedas de oro,
es, imagino, un error.
Mejor tomarlas como la lluvia
que moja sin querer,
al igual que el viento se lleva
las hojas de otoño,
alegremente.

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SÍNDROME Nº5

A quien está a mi lado
le exijo, por ejemplo,
que no me destruya,
ya que no soy ningún ave fénix,
y por favor, si después de muerto
viene a visitarme,
que no me cuente los misterios.

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EJARBE

Los animales arrastran sus lenguas
guiados por el olor de la riada
y su aliento perdura en las flores.
El amante se yergue
y en su torso se dibuja otro cuerpo,
al igual que el río se desborda
tras las lluvias
su memoria rompe el dique
del pasado.

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¿A QUÉ PODREMOS JUGAR
cuando el invierno emigre
y las lluvias cesen?
Ya no será tan fácil deslizarse
por la húmeda lengua del crepúsculo,
alzar el vuelo con los cuerpos trenzados
y respirar por una misma boca.
¿Sería ésa la hora
de suponer perfecto nuestro estilo,
de, quizás, haber creado
la verdadera comunicación
para rechazarla luego?

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SUELO QUEDAR DORMIDO
mirando la luz de una vela,
en mis sueños la llama incendia la noche
que cae el telón al final de una tragedia,
el fuego sigue creciendo como un niño interminable,
en el sótano parecen los fantasmas olvidados
y en las calles sin salida
mis amigos se agolpan temblorosos.
Esa música crujiente
que avanza como un ejército de muertos,
el viento inflamable que destroza las estaciones
como la coz de un caballo en libertad,
así de fuerte es mi venganza,
así me ahorco con la soga del campanario
para que os persiga la música de metal
que mata.
Y nunca más haréis el amor
ni oleréis ese manjar que es el agua.
Pero cuando el tren del sueño
se detiene, es imposible describir
la tristeza que retorna a mis ojos,
testigos ridículos de ese trozo
de cera que se está consumiendo.

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NO HAY INSTRUMENTOS PARA ESTA MÚSICA
ni un bello rostro que usar como careta,
hoy sentado entre dos sueños
soy como un secreto en el arcón.
El jinete se duerme en su caballo
que es a la vez un sueño del jinete,
los muñecos bostezan cada noche
y su aliento de fieltro dura un año.
¿Y qué significan esas lápidas
y estas partidas de nacimiento?
si somos velos transparentes
superponiéndonos,
una maleta llena de hojas
de mano en mano
por un largo corredor.

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SÍNDROME Nº2

Yo soy mi propio abuelo
viendo a mi infancia jugar,
y la noche es un polvo de amor negro
que estalla en mi boca
al besar el espejo,
esos labios tan profundamente olvidados
de los que nunca conoceré su sabor.

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EL LEVE MARTILLEO DEL OTOÑO
como una baraja de naipes afilados
sesga mi memoria,
y al pisar las lenguas secas,
desertoras tristes de sus árboles,
oigo mi voz y no me reconozco,
¿fue tan hermoso ese día de campanas
en que desnudo en la yerba
fabriqué este recuerdo?

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A VECES, CUANDO LA NOCHE ME APRISIONA
suelo sentarme frente a una cabina
telefónica
y contemplo las bocas que hablan
para lejanos oídos.
Y cuando el hielo de la soledad
me ha desvenado, los barrenderos moros
canturrean tristemente
y las estrellas ocupan su lugar,
yo acaricio el teléfono
y le susurro sin usar monedas.

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BOCADILLO DE PÁJAROS

Extraño es el arte
de sufrir: se cultiva
en selvas y ciudades,
el semen negro y espeso
de una cicatriz de nieve.
Desde las plantaciones
al cuarto de alquiler
el mismo humo del sueño
nos excita como un pezón,
el vicio subterráneo
de los solitarios
extendiéndose
como un sangriento polen
en cada beso de raíz a raíz.
Los barcos cargan toneladas de cigarrillos
y las arañas se encienden en los hoteles.
Nadie se está quieto.
Es un asunto muy contagioso
éste de la muerte.

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CONVERSACIÓN

No quisiera ponerte nerviosa.
Es la primera vez que algo
nos va a separar,
porque es la primera vez
que te produciré auténtico
miedo.
Así que empiezo otra vez:
quiero ponerte nerviosa,
quiero que tiembles
y quiero que aprendas
a hacerme temblar.
Amo a la gente neurótica,
los cuchillos y las guitarras eléctricas.
Soy un hombrecito insano,
el más perfecto de los traidores
porque no tengo causa.
Desconfía de mí,
que se trabe tu lengua
al darme la espalda.
Ése es el primer paso.
Toma conciencia de que mis manos
no sólo sirven para acariciar
y hay muchas palabras
que contigo nunca he usado.
Fíjate en que esto ya no es un poema,
que yo no soy el mismo para ti
desde que empezó este diálogo.
Imagínate sufriendo
toda la eternidad
el aullido del parto.
Suéñate en un coito largo como la vida,
conocer de memoria las lentas variaciones
del rostro durante el orgasmo.
Vivir el placer de los fantasmas,
el placer de las camas que soportan cuerpos y cuerpos
sin diferenciar si eres un vivo o un cadáver.
¿Ya tiemblas?
Quisiera ordenar con lógica
mi discurso,
pero no puedo.
Sólo deseo que te hundas
en mi carne cenagosa,
gritarte desde el infierno:
¡Ayúdame, ayúdame
con tu viejo pelo negro
y tu boca redonda!
¿Me comprendes?
Huelo tu miedo pequeño y frágil
que invade tu conciencia virgen
y los correosos deseos rojizos
que arden en ti y no reconoces.
Mujer desnuda en una doble página
de un libro de arte,
tomada salvajemente por un jíbaro loco,
por un niño dado a luz en un pesebre,
barrida por el aliento sucio
de maridos que emigran en tren de medianoche,
con voz de odio haciendo el amor, de
chorlito dorado americano y de
gato chino del desierto.
Porque el Amor es una enorme trampa
para cazar hormigas y elefantes,
pero la palabra Amor
es como la palabra Dios,
siempre con mayúsculas
para que no se esfume el encanto.
¿He logrado confundirte,
o sólo he conseguido que me beses la frente
y murmures con ternura que estoy enfermo?
Lo cierto es que ya nunca me verás igual,
siempre imaginarás secretos
oscuros encerrados en mí,
¡pero eso es lo que quiero!
Le daré otro giro:
ese amor de llorar en una despedida,
de presentir los próximos gestos
educados y gentilmente eróticos
a que te has habituado,
de gozar con las palabras de agua,
olas mansas que no producen el menor daño,
te aplacan la sed
e impiden que te tortures
más de lo establecido.
Pero yo te susurro
venenoso
que existen
los trenes secretos del corazón,
las huellas en los pasillos de madrugada,
las jeringas jadeando
en encerradas habitaciones,
los pechos azotados por látigos de semen
y los sueños sangrientos…
Porque la Represión es
la más peligrosa caja de Pandora,
porque el dolor oculto
es el arma mejor montada,
porque ser consciente
es vivir siempre junto a la muerte,
delante,
atrás
o en medio como nosotros,
la raza de los agonizantes.
Estoy seguro de que me vas comprendiendo:
hay un millón de sensaciones
que te entran por un ojo
no más levantar el párpado,
el otro espera cerrado
su oportunidad.
Éste es mi último intento:
quiero verte alcohólica
para que me escupas en la boca,
quiero que te sientas
camello, león y niño,
quiero verte en forma de hombre,
quiero que veas en mí
un espejo interminable
y que te arrojes a él
con todas tus fuerzas,
hacia el fondo,
lo hondo
del
fondo…

Sssh,
mi amor, no llores más.
Fue tan sólo una broma.
Caminamos por un parque
y llueve
sobre nuestras cabezas unidas.
Es todo maravilloso
¿o no?
…Oye, amor, contesta…
¿O es que te has quedado
muerta?

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Casanova, Félix Francisco. Antología Poética. Cuarenta contra el agua. Madrid; Ed. Demipage, 2010.

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HASTA QUE LA MUERTE NOS SEPARE

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HASTA QUE LA MUERTE NOS SEPARE

xxxEl lo dijo así, suavemente, demorándose a propósito, creyendo en la inocencia de sus palabras. Como saboreando cierta intrepidez de andar por casa. Tal vez jugando a ser otro. De cualquier manera uno anda siempre persiguiendo sombras, queriéndose ver en un espejo que nunca refleja la pose imaginada. Queriendo, sin poder. Y ella, tan apegada a algunas cosas, no contestó. Ella, tan de buenos días por la mañana, exultante, me como el mundo, y qué cansada estoy en las noches celestes, por qué no nos acostamos, venga, no empieces con eso, no, no, ahí justo no, qué bruto eres, podías haber esperado, aguarda, yo lo hago, ya está.
xxxElla, con sus ojos envarados en la nada de ahora, de esta noche que parece ahogarlos con su corsé de cielos rasos y anaranjados, mirando muy lejos, ensimismada en otras tormentas, de repente reparando en sus palabras, dejando la cabeza frente a la suya al oír cómo decía aquello, los codos acomodados al abrazo del sofá, dispuesta la artillería pesada, barruntando el disparate, la voz un poco más alta, el grito que solo puede presagiar el llanto que al fin le dejará donde ya estaba, en tierra yerma, en ese no saber perpetuo que le persigue, sin la posibilidad al menos de aferrarse a los reproches que ella le lanzaría como dardos y buscar una defensa, una salida puede que honrosa para ambos, o solo la excusa para levantarse y abrazarla y pasarle los dedos por la melena, un gesto de consuelo no medido que le recuerda la mano de la madre en su cabeza en los momentos en que el vértigo del miedo podía con sus pequeñas certezas.

xxxÉl lo dijo así, sin intención de; ella lo miró, como quien espera que… Los dos observándose. Quizá en esta ocasión la cosa fuera distinta.

xxxPorque esta vez él había estado jugando con las palabras, seguro de no querer herirla, cómo iba a saberlo, se supone que eran pareja y los códigos tácitos del amor, esos que de niño se sellan con pactos de sangre, las muñecas tatuadas con débiles arañazos, o quedan atados a la más profunda lealtad por objetos mínimos que se atesoran durante meses arrugados en un bolsillo, los códigos decían que no entiende de vanas palabras; que el amor ama como la lluvia se funde con la tierra, inevitablemente, sin desmayo. Ninguno se veía de otra forma, hasta que la muerte nos separe. Puede que fuera la costumbre, ocho años de noviazgo y uno de matrimonio, un magma que, sin embargo, se enfriaba cada vez más aprisa. Pero, todavía, la confianza, las maneras conocidas, el intuir lo que el otro va a decir con unas décimas de segundo de antelación y, poniendo un dedo en los labios, conjurar las palabras.

xxxEl mismo juego que aquella noche lluviosa él había planteado, sin prever el silencio, su respuesta. Desde la ventana del apartamento las cúpulas de los edificios de la Gran Vía parecían rematadas por nubes de yeso compacto, y él soltó al fin ese deseo que le había relampagueado por un momento en la cabeza y que en otras circunstancias ella seguro habría recibido con unas carcajadas acogedoras. Habían ocupado el sofá como si fueran inquilinos de un nido colgado en las paredes de un cañón escarpado. Una pierna allá, «qué cómodo», «espera, me apoyo yo», «déjame, un momento», «así». Parecían una pareja de quinceañeros entregados al deslumbramiento de reconocerse en un banco de la Ciudad Lineal. Ellos y el sofá, de un lado. El mundo, el abismo, del otro. Ella estaba callada. «El trabajo», pensó él. Elegían aquel refugio siempre que necesitaban recurrir al amparo, al calor confidente, a la caricia que tranquiliza, a la voz dulce en el oído. Era su estado de comunión perfecta. Como si intercambiaran pensamientos al contacto de los cuerpos, sintiendo cada escalofrío del otro, el sobresalto del pequeño estiramiento muscular en la pierna, el ronroneo traidor de las tripas, la respiración, «esa tos», «a ver si dejas el tabaco», «no quiero».
xxxAunque aquella noche los cuerpos no comunicaban. La lluvia repiqueteaba en el vano de la ventana, inundando la habitación con un eco sordo, embriagador. El mando a distancia del aparato de música había caído sobre la alfombra. Y, en su pacto del sofá, el suelo era una profunda sima. Imposible alargar el brazo y buscar a ciegas su tacto inerme, se lo habría tragado el precipicio. Él jugaba a dibujar círculos con un dedo en la pierna de ella. Ella, quieta, lejana. «¿Y no quieres tener un niño?», dijo él de sopetón. Otra vez el silencio. «¿Por qué me miras así?, parece que estuviera loco, perdón, ya sabes que no era mi intención molestarte». «Ya hemos hablado de eso antes». «Sí, pero no sé por qué lo preguntas ahora». Ella dijo ese ahora arrastrando una amargura contenida en la voz. Él se desconcertó. El desconcierto de lo inesperado, el mismo que debe aparecer en los ojos del conductor que no imagina la muerte tras la curva siguiente. «Pensé que la maternidad era importante para ti». «Sí, pero». «¿Pero qué?» «Pues que tiene que venir de un deseo común». «Yo lo deseo». «¿Y yo?»

xxxLa cuestión comenzó a dar vueltas por la cabeza de él. El por qué de aquella pregunta. El por qué de la negativa. Y por qué justo aquella noche de aguas calladas que correteaban los bordillos. En el cristal las gotas se juntaban, jugando a dibujar caprichosos senderos antes de perderse en la oscuridad. Se justificó. Sabía que estaba saltándose las normas. Al principio, cuando el amor es totalidad, acordaron escucharse desde la confidencia, nunca desde la justificación. Sin embargo, ahora ya no importaba, situación de emergencia. «No sé, a veces me pasa», dijo él. «Últimamente más, fíjate que el otro día en la oficina le dije a un compañero una tontería que acababa de ocurrírseme. A los dos días le llamaron a un despacho y le propusieron esa misma tontada que yo parecía haber puesto en marcha con mis palabras». «¡Ay, el viejo ánimo zahorí!» «No te burles». «Estoy seria». «No es tu cara, es tu voz». «¿Y qué quieres que haga?» «Abrázame». «No es eso, quita, se me durmió la pierna».
xxx«Uno pregunta para saber», se decía él. El reverbero anaranjado de las nubes iluminaba ahora definitivamente la habitación y el sofá, y sus cuerpos parecían un animal agazapado, indefenso, respirando con lenta tensión. «Uno se pregunta para hallar respuestas cuanto menos», se repetía a sí mismo él, masajeando la pierna dormida de ella. «¿Por qué no buscas el mando a distancia?» «Déjalo», dijo ella, «me apetece este silencio». «Nuestro silencio», pensó él, «hasta aquí hemos llegado». «¿Te duele ahora?» «No, ya no, gracias». «Yo pregunto y ella no me da respuestas, seguro que tampoco las tiene, ella no es de las que callan, nunca lo ha sido, la conozco mejor que a mí, me la he aprendido de memoria», murmuraba para sí él. Un nuevo movimiento de acoplamiento siguió a los cuerpos.
xxxElla recordaba cada instante con la insistencia de una punzada de dolor en un costado. Él desbarató sus pensamientos. «Se está bien así», dijo él. «Sí, anda, calla, ven».

xxx«Hasta que la muerte nos separe», rumiaba dos días antes Marina frente a la puerta blanca de cristales traslúcidos de la consulta. «El ginecólogo dice que no es nada, una sencilla intervención y ya está», se decía para tranquilizarse. Tomó aire y lo fue expulsando despacio, los ojos cerrados, como queriendo que le fueran también por la nariz y la boca las angustias que le atormentaban desde hacía seis semanas.
xxxLa falta de un mes, el test comprado en la farmacia, el vértigo impaciente de la espera, la respuesta presentida y negada. «Hay un dos por ciento de posibilidades, siempre», las palabras del doctor repitiéndose en su cabeza, esgrimiendo razones científicas de la infalibilidad truncada en su cuerpo. «¿Y por qué a mí?» Tan solo esa pregunta sin respuesta, una y otra vez. «¿Por qué a mí y no a cualquier otra?, ¿por qué siempre me toca estar en el por ciento de los derrotados? Y justo ahora que la relación se está escabullendo como se filtra la arena entre los dedos de una mano».

xxxDespués, la decisión de hacerlo. Perder el feto. La doble audacia de hacerlo y no contárselo a él. No querría entenderlo. Ni tampoco podría. Una sencilla intervención y ya está. «Mi hermana vendrá conmigo. Un viernes, le digo que estoy con la familia». Sin complicaciones.
xxxAunque desde entonces le acompañe ese desamparo interior, el sentirse por vez primera sola, de una manera distinta, desconocida. No unas palabras explicando una sensación, sino la percepción dura de su soledad infinita. Sola y queriendo llorar. No le importa tenerle ahora acunándola, susurrándole que la quiere muy quedo. «La muerte ya ha empezado a separarnos», pensó ella mientras franqueaba, tumbada en la camilla, las puertas del quirófano. Al fin, el mundo era verde, verde. Y no vio más.

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Paz Saz, Pepo. Las demás muertes. Madrid; Ed. Demipage, 2018.

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LOS REGALOS DE LOS AMIGOS (105)

 

Hace nada me ha llegado a casa ‘Las demás muertes’, el libro que la editorial Demipage le publicó a Pepo Paz Saz, el editor de Bartleby editores.
Quiero dar las gracias públicamente a Pepo por haberme enviado un ejemplar del libro. Y en cuanto pueda les cuento.

 

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