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TRES POEMAS DE ‘ARKHÉ’, DE SARA J. TRIGUEROS

diciembre 23, 2022 Deja un comentario

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ahora os dejo mensajes en tuiter

encriptados

como si en algún lugar
pudieran llegar a vosotros

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que apenas habéis existido.

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Busco no la palabra
la paz / muerta
que se me asfixia en la boca.

Te escribo para salvarnos,
como querías,
para que no caigas /
para que no

caigamos

como sabes
como sabemos
que sucederá tarde o

Para que no suceda
lo que ya hemos consumado.

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xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxEntre el dolor y la nada, elegí el dolor
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxWilliam Faulkner

No quiero sobrevivirnos.

no quiero sobrevivir a esta ruptura hecha
de huesos
que se agitan
un instante previo al fuego

te observo en el umbral

nos miro al otro lado del vacío

nos despedazan esos hijos
el ultraje cometido la locura de esperar
algo distinto a ese innombrable llanto que nos iguala a todos

Recuerda que podrías no doler.
Y que elegimos.

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Trigueros, Sara J. Arkhé. Barcelona; Ed. Candaya, 2022.

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DEL TIEMPO Y LAS SOMBRAS

noviembre 23, 2022 Deja un comentario

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Te reconoces en cada página no escrita.
La única certeza
es lo que no ha sucedido todavía.

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Sabes que no existen las nubes ni la arena
y que al despertar comprobarás la soledad de todas las partidas.

Pero sigues tu viaje y te preguntas
si de nuevo hallarás otros cielos clausurados.

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Decir nunca más
será como querer que la huida se detenga
o despertar
con la flor del paraíso entre las manos.

No sabríamos qué hacer con tanta perfección.
Llevaríamos encendida la frente y radiantes los ojos.

A lo lejos,
sombras quemadas en un rostro que huye.

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No acierto a entresacar las hebras
que tramaron las dueñas del destino.

Adivino senderos aún no descubiertos
y sucedo, sin más,
en este renacer de cada instante.

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Vienes del Sur,
de las mañanas,
del frío culpable de intemperies.

Eliges los inviernos y esperas
porque sabes que cada aniversario se mece entre las hojas
vigilando raíces congeladas.

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Dejaré que mis ojos cierren el horizonte
xxxxxxy que renazca el mundo
xxxxxxmás allá del despertar.

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Tengo la edad de mis arterias
y una tersura de horas desvividas.

Hay en mi sangre un canto de jilguero fatigado.

Y todo es imposible, hasta el nombre
de este respirar sobrecogido.

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Escucha la lluvia cayendo en el jardín.
Sentirás cómo germina la noche
en la calma de una dad sin mañana.

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La casa nos reclama
y suplicamos un respiro a este empeño
de seguir andando a tientas…

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Al amparo de la casa habitada,
junto a un ascua pequeña,
el ayer se protege.

Las ventanas contemplan espesuras
donde duermen senderos
que guardan rumores de otros pasos.

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Aprenderé a cantar,
a cultivar rosales
y a recortar las hiedras de los muros.

Creo que cuidaré los nidos del alero,
juntaré violetas escondidas en las piedras
y encontraré la hoja más hermosa caída del árbol de mi calle.

Renaceré en el vuelo y en la nube de agosto,
me compraré un sombrero,
envolveré regalos.

Y seré otra vez, desde el principio,
la única imagen que me dejó el olvido.

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Magnolia deslumbrante
tras los tapiales de la noche de enero.

La muerte aún no había florecido,
la tierra era como nosotros.

Y solíamos acariciarnos,
atesorar el temblor de la piel,
el balbuceo de la sombra…

Y aquella invasión de blancura perfumada.

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El cielo se derrama en resplandor o en agua,
la llanura nos mira distraída,
los árboles prodigan sus adioses.

El andar confunde las distancias
en campos sembrados de preguntas.

xxxxxxxY seguimos el viaje,
xxxxxxxcon los ojos vacíos
xxxxxxxy los labios callados,
xxxxxxxcreyendo que alguien
xxxxxxxtodavía
xxxxxxxnos aguarda.

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Mi madre bordaba
ángeles y rosas,

encajes inquietos,
festones inocentes,
manteles y pañuelos.

La sangre y el rocío salpicaban la sombra de unos ojos
que se apagaban en las horas mudas.

Mi madre tenía
manos de canela
y sabía hermanarse con la savia
del ciruelo y de la higuera.

Cuando avivaba el fuego
parecía entenderse con la madera resignada,
con la chispa remota de un secreto
que sólo ella guardaba.

Mi madre guiaba los jazmines,
regaba los rosales,
cuidaba los canteros sembrados de romero y de albahaca.

Amiga del laurel y las palabras,
me regalaba sílabas y notas,
y una fragancia antigua
que bendecía los manteles y deslizaba reflejos en la casa.

Mi madre coleccionaba estrellas
y podía lavarse las manos con agua de la luna.

No supe en qué momento recogió sus tesoros,
que pesaban apenas lo que pesa una lágrima.
Fue apagando las luces,
desplegó su pañuelo con aquellos encajes impacientes,
y cerró las ventanas.

Tenía un resplandor pequeño en la mirada.
Tal vez, se volvió niña
para caber en el único beso que no pudo darme.
Se abrazó al lucero de la tarde
y partió hacia la noche,
con todos sus silencios.

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xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxPorque ella supo enseñarme
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxlas palabras del poema.

Y recordé la noche y tuve miedo.
Oía los clamores del sol y el silbido del viento
pero ya no había puertas que cerraran la casa
ni llaves ni cadenas.
La vida nos había dejado a la intemperie
y buscábamos dónde cobijarnos.

En el desierto blanco y silencioso
se oyó el balbuceo maternal,
la sílaba sedienta de lenguaje.

Un parto de savia y de latidos
fue arrancando alabanzas
en el tránsito oscuro de la sangre.

La voz extraviada
regresó al abrigo de la cuna,
a la canción antigua,
al madrigal sediento, a la eterna elegía.

Quiso conocer el nombre secreto del aire, del silencio,
el nombre de los sueños, de la noche,

y se amparó a la lumbre del poema.

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Martín Taffarel, Teresa. Del tiempo y las sombras. Barcelona; Ed. Candaya, 2009.

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CUATRO POEMAS DE TERESA MARTÍN TAFFAREL

noviembre 15, 2022 Deja un comentario

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PERDURA la paciencia de la aurora
que no se atreve a despuntar del todo.

En la penumbra,
advierto unos ojos que laten
en mi piel derrotada.

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NO SÉ quién organizó las cosas.
No sé por qué me ha tocado este solar, este paisaje,
esta penumbra protectora,
la luz habitada de abandonos
y esta casa que respira ausencias.

No encuentro las constelaciones que guiaron mis pasos
cuando creía en los juegos del viento y en las voces del agua,
ni sé medir el tiempo de un océano.

Navego por esta corriente interminable y sé que me defienden
los ojos de vidas y de muertes que habitan en mi sangre.

Trato de ordenar los mensajes que rodean mis silencios.
Y persigo esa lágrima que no puedo llorar.
xxxxxxxxQue ya no puedo.

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Se fueron apagando los árboles del parque,
descendían pupilas como gotas congeladas
y el abrazo se detuvo detrás de los postigos.

El reinado del sol se volvió triste
y ya no pudimos grabar nombres en el viento.

Quedaban los murmullos.
La sombra enmudecida
apaciguaba soliloquios.

Hubo que improvisar
y volver a inventarse
para salvar un poco de eso que todavía.

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Dejemos que se olviden los andares
y quede este dolor de perdurar.

Que el orden de las nubes no altere la derrota
y devuelva la brújula al viajero.

No podemos renunciar
a la gota de asombro que florece en nuestros labios
cuando lo hemos dado todo.

La escarcha, las orillas, el placer de la lumbre
este retiro voluntario.

Después, 
soltar ataduras
y preguntar por el camino de regreso.

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Martín Taffarel, Teresa. Del tiempo y las sombras. Barcelona; Ed. Candaya, 2009.

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EN EL PRÓXIMO MUNDO

septiembre 1, 2020 Deja un comentario

 

xxxxx7

quien quiera levantar la mano
o elevar la voz
que antes alce la vista al cielo
y se conforme con las nubes,
con la franja plateada
que ennoblece el horizonte
por su parte más baja;

quien quiera hablarnos tanto
que lo deponga todo y abandone
de pe a pa su imperio,
su casa su cántaro su atuendo;

que hable sólo el que no tenga
o el que no quiera,

el que no pueda volver;

sólo el desnudo que hable,

y sea él quien entregue la ofrenda
en las manos de los que empiezan a vivir.

 

 

 

 

xxxxx13

Digo aquí. Aquí, ciudad,
De vagas leyendas, surgida.

Entre tantas barricadas —digo— debe
De haber luminosas avenidas que no he visto,
Viejos parroquianos amistosos,
Suburbios ignorados por turistas;

Deben de haber aquí, como en otras ciudades,
Grandes terrazas y centros comerciales,
Campos de fútbol con promesas,
Salas de baile y juego
Para la suerte y el amor.

En esta ciudad ruidosa en las vísperas
Y silenciosa el día siguiente,
Debe de haber retenes de la policía
Que con pedantería ignoro.
Pequeñas tiendas de domésticos,
Sofisticados apartamentos con salas
De confesiones y castigos
Y habitaciones oscuras para llorar.

En esta ciudad flamean banderas
Siempre arriadas, pero desconocidas para mí.
Flores de jardines por los que no he paseado,
Patios misteriosos con gatos aviesos
Que arrastran al sol restos de sus víctimas.

¿Por qué no iba a haber en mi ciudad
Pequeñas iglesias con altares de mármol
Coronando reliquias; senderos que intentan la virtud
Ya borrados de tanto transitarlos;
Sucios antros consentidos para el vicio
Y rincones para el crimen?

¿Por qué no banqueros prestamistas
Que ofrecen ilusión dolosamente

Y en el plazo final nos sacan cuentas
Con un dosier sencillo?

En este extraño sitio nada crece.
Una lagartija nos muerde siempre el pie
Y aún después de muertos castiga,
Royéndonos las uñas.
En este nido de culpa y arrepentimiento
No existe el tiempo: todo crece pero no envejece.
Y si tuviera valor podría
Solazarme mañana y tarde
En una hermosa hamaca de la vida.

Esta ciudad mía cada día desaparece.
No estará aquí cuando yo me vaya.
La vivo encendiendo cada tarde
Cigarrillos en un parque. Y al final
De arriba abajo la observo, agazapado.

 

 

 

 

xxxxx23

¡Y de la puerta regresamos!
No es que quisiéramos salir o entrar,
Pero cuando estábamos a medias en el camino,
En cualquier camino, nuestros ojos
Brillaban como ante una meta,
Como flores asombradas ante la luz
Que finalmente las destruye.

 

No es que hubiéramos olvidado nada
Y volviéramos a recuperarlo para avanzar,
Sino que no podíamos organizar el pasado.
Ya nadie creía en recuerdos; nadie.
Y así todo se confundía;
Lo mismo era todo, lo mismo que nada.

No digo más; no quiero disentir con nadie.
No llegó la revelación. ¡Hay que admitirlo!
Debíamos saber que si sube mucho la luz
Deja de alumbrar. ¡Y un día se extingue!
Así ocurrió: ¡Ay, nuestro andar estático,
Nuestro extraño avanzar inmóvil!

 

 

 

 

xxxxx24

Quise que el amanecer me encontrara en el camino
Y partí con sueño y frío esperando
No una revelación sino un sentimiento
Favorable a una buena y sabia decisión.

Vi árboles brillando en el cielo tan vasto.
Del lomo de un puerco-espín salía un águila muda
Cuyo lacio vuelo dejaba en mi mente
Rastros más silenciosos que un sueño diurno.

Entre el tráfico escaso contemplé
La calma inútil y casi misteriosa
De los cultivos, esperanzadores
En su humilde dignidad.
Ello, absurdamente, me reconfortó.

Recordé que muchas veces he estado
En ruta al amanecer, llegando o partiendo,
Y cuando he visto el sol y su corte majestuosa
Casi he cantado al aire revelador
Que lo impregna todo.

Pensé que en realidad no me hacía falta
Un nuevo amanecer. Sólo tenía que recordar.

Pero no recordamos. Preferimos empezar de nuevo.
Volver a la primera y última vez.

He visto muchos amaneceres en ruta
Y siempre he sentido que más vale
Tomar en serio todo esto,
Y si no será peor nuestra vida,
Y peor nuestra muerte.

 

 

 

 

xxxxx31

Hermano, ya que me has llamado, escúchame.
Y hazme caso…

Anda al cementerio y despídete de todos.
No olvides a nadie… No olvides ninguna bendición.

Cuando llegues, ten cuidado con la gente.
No te metas en problemas. …No discutas.

No los mires de frente, a los ojos:
A los europeos no les gusta eso.

¡Van a pensar que estás loco!
No les hables si no los conoces.
Y si los conoces, haz como si no los conocieras.

Olvídate de piropos, que se ofenden.
Y no persigas a las mujeres en la calle,
O van a llamar a la policía.

No te emborraches.
Trata de casarte con alguien de allá.

Piensa: haz otra vida.


….. Ya que has decidido irte, hermano….
Olvídate ….. de este país. Y si puedes,
No vuelvas.

 

 

 

 

xxxxx34

En dos o tres días habremos de reconocer
Que una vez más faltamos a la promesa
De acompañar a la luna en su periplo
Valiente, benéfico y sereno,

La luna que nos enseñó más de una vez a hacer silencio,
A abrir camino a algo sano en nosotros
Algo incomprensiblemente puro que acaso
Sólo su apacible, su invencible luz
Podía revelar.

 

 

 

Campaña, Mario. En el próximo mundo. Barcelona; Ed. Candaya, 2011.

 

EL PAYASO

 

EL PAYASO

Miguel escribe una novela cómica en la que cree que se burla de su vida de forma despiadada y bajo máscaras diversas (todos los personajes lo representan a él, de una u otra forma). Está convencido de que ha escrito un libro divertidísimo, él mismo se ríe mucho al revisar las pruebas que le envía la editorial. En un momento de la corrección, cuando llega al capítulo dieciséis, los ojos se le llenan de lágrimas, como si el cerebro, inundado, supurase. Siente que se le cierra la garganta. Tiene ganas de gritar, de revolcarse por el suelo. Por momentos no le queda más remedio que dejar los folios a un lado y respirar, porque tiene la sensación de que podría ahogarse, o vomitar. Se mete en el cuarto de baño y se lava la cara con agua fría. Inspira profundamente y exhala el aire poco a poco, frente al espejo. Le avergüenza que le hagan gracia sus propias bromas, sus juegos de palabras, las situaciones disparatadas que ha elaborado a lo largo de casi dos años, pero no lo puede evitar, y esa vergüenza contribuye en cierto modo a intensificar la risa, que se vuelve espasmódica, culpable, cuando regresa al escritorio. Le duele la mandíbula y el pensamiento le retumba. Se dice, para consolarse, que el autor de aquellos chistes no es él, sino el que fue hace unos meses, y acusa a su mala memoria. Qué tipo más divertido he sido hasta hace bien poco, se dice también, con cierta melancolía irónica con la que disimula los nervios ante la acogida que tendrá su libro (hasta ahora no se ha dado cuenta de que su publicación es inminente, inevitable, de que unos cuantos cientos de personas van a leerlo; sospecha que la risa histérica también tiene que ver con esa inminencia, a pesar de la indudable jocosidad de lo que lee, especialmente del capítulo dieciséis). Sin embargo, parece que no todo el mundo comparte su alborozo. A lo largo de la tarde, en varios correos electrónicos (su relación es siempre virtual, jamás habla por teléfono con ninguno de ellos ni los ve en persona, a pesar de que viven en la misma ciudad), sus editores le hacen saber que consideran que ha escrito una novela «valiente», «necesaria» y, sobre todo, «desoladora». Al principio esa interpretación le intriga, pero poco a poco empieza a notar cómo crece dentro de él un sentimiento impreciso que primero identifica con una forma de fragilidad y después con indignación. Repasa los cientos de miles de palabras impresas que se amontonan frente a él y trata de distanciarse de ellas, de leerlas con ojos ajenos, como si él no fuese el que las ha organizado en esa disposición, y no en otra, y le parece imposible que nadie pueda tomarse sus ocurrencias en serio. ¿Desoladora? Desoladora y una mierda. ¿Se trata, acaso, de un doble sentido, de una crítica soterrada a su escritura? ¿Y por qué no le han transmitido sus impresiones hasta ahora, en la última etapa del proceso de edición? Los mensajes de sus editores terminan de cuajo con su risa adolescente. Son los martillazos que lo clavan al suelo, que comprimen la liviandad de la tarde y le dan otra vez peso y consistencia. Aplacado y cohibido, les sigue la corriente, responde con ambigüedad (ya de madrugada), aunque no puede dejar de preguntarse si ellos están valorando el mismo texto que él les envió hace cuatro meses, la misma historia de iniciación de un joven grotesco, egoísta, maleducado, un auténtico gilipollas inmerso en una secuencia intrascendente y voluntariamente deslavazada de situaciones absurdas en las que siempre toma decisiones erróneas. ¿Es que no han leído la escena del paraguas con el dibujo estampado de unas gambas, la escena del bar del pueblo, el diálogo entre el protagonista y su madre-palillero (él mismo, otra vez) en el aparcamiento de un cine? ¿Cómo pueden no haberse dado cuenta de que son gags humorísticos, de que su único objetivo es hacer reír? Antes de dormir, llega a dudar del criterio de esos hermanos que han publicado sus dos libros anteriores, incluso sopesa la posibilidad de buscar otra editorial que entienda mejor sus propósitos, alguien que se capaz de valorar su irreverente (y trabajado) sentido del humor. Pero es un hombre pusilánime, que disfraza sus temores de integridad, y se inhibe. Se dice que está comprometido, que no puede dar marcha atrás a estas alturas (la novela ya aparece en el boletín en el que la editorial anuncia las novedades para la rentrée). Se duerme con la sensación de que debe todo a sus editores, de que la repercusión de su obra a lo largo de los últimos años, por escasa que sea, tiene una deuda inmensa con las personas que apostaron por ella cuando él era aún más desconocido que ahora.
xxxEl proceso de publicación no se detiene, y no comunica a nadie sus dudas. Siempre se muestra muy reservado con las cosas que escribe, por una mezcla de modestia audaz y de soberbia contenida. Se recuerda, en la adolescencia, fingiendo que estudiaba en lugar de escribir para que su madre no volviera a pedirle que le enseñara «esas historias tan bonitas que te inventas». Tres días después envía las pruebas con las correcciones por medio de una empresa de mensajería. En la última revisión no ha podido evitar subrayar algunos párrafos con un rotulador naranja y colocar decenas de notas al margen que entiende como aullidos desesperados («ESTO ES LA MONDA»). Al volver a casa escribe un correo electrónico en el que confirma a sus editores el envío de las pruebas y les comunica que ha decidido cambiar el título del libro. Ya no le gusta La tierra quemada, prefiere que salga a la luz con otro título, El payaso. Cree que el cambio puede servir como declaración de intenciones.
xxxLa novela llega a las librerías a comienzos de septiembre y los comentarios no tardan en aparecer. Los primeros lectores (en general amigos y familiares del autor o de los editores, o periodistas interesados en entrevistarlo o en escribir acerca del libro en algún medio) sustituyen «valiente» por «suicida», «necesaria» por «actual» («de una actualidad rabiosa»), «desoladora» por «despiadada». Pero el tono, y las conclusiones, son los mismos. El titular de la primera reseña, publicada en una pequeña revista local vinculada con un departamento universitario, pone el dedo en la llaga y fija la tendencia: «La ficción dolorosa». La firma un antiguo compañero de carrera del autor, al que lleva años sin ver (Miguel se entera de que ahora vive en Logroño, donde da clases en un instituto). Trata de recordar si en algún momento hizo algo a aquel antiguo amigo que pueda haber motivado un intento de venganza. A veces dañamos o humillamos o menospreciamos sin darnos cuenta, se dice. No encuentra nada en su memoria. Intenta recordar también si el antiguo compañero de la facultad de Filosofía y Letras mostró alguna vez alguna señal de tener sentido del humor. La verdad es que le cuesta incluso recordar su rostro. «La ficción dolorosa» abre la puerta a un nuevo concepto: la gravedad.
xxxPasan unos días y Miguel asiste atónito al despliegue crítico, lo que la apisonadora de la teoría literaria denomina recepción, que augura, al menos según sus editores, que El payaso se va a colocar bien en las librerías, puede que incluso con unas ventas razonables (sueña con agotar la primera tirada de alguna de sus obras, algo que no ha logrado con ninguna de las anteriores). El payaso se recibe, no se puede expresar de otra manera, con entusiasmo. Un entusiasmo íntimo, endogámico, pero también innegable, al menos en términos estadísticos. La opinión es unánime: ha escrito un libro profundo, oscuro, audaz. Mucha gente (bueno, no tanta, en realidad) lo felicita en las redes sociales por su valentía, por sacar a la luz (por «mostrar sin ninguna concesión al sentimentalismo») algunos aspectos de la vida contemporánea que nadie se había atrevido a narrar. Alguien (un bloguero literario al que no conoce) afirma en Twitter que por fin ha aparecido «la novela que retrata con toda su crudeza a nuestra generación». Tras leer una de esas felicitaciones, a todas luces exagerada, recuerda un libro en el que César Aira, un autor al que admira de forma intermitente, se lamentaba de que sus lectores le comunicasen siempre lo divertidas que les parecían sus ficciones (el título del libro de Aira era elocuente: Cómo me reí). Hace años, antes de empezar a publicar sus propias obras, Miguel escribió un artículo sobre ese libro, insistiendo en la contradicción implícita de su discurso hostil, porque el lector, según él, no podía evitar reírse ante la reprimenda del narrador, como esos adolescentes que intensifican los ataques de risa cuando el profesor les riñe delante de toda la clase. Se trata de un procedimiento retórico que él no ha visto nunca en ninguna otra obra de arte, y que ni siquiera sabe si es voluntario, lo cual lo hace aún más enigmático. La bronca liberadora, la regañina hilarante. Ahora lo recuerda con una puntada de desazón. ¿Es posible que a él le suceda lo mismo que a Aira? ¿Será posible recuperarse de eso, del éxito que surge de un malentendido? Aunque Miguel se encuentra en la posición inversa: todo el mundo cree que su libro es un libro serio, una especie de confesión descarnada. Por otra parte, recuerda unas declaraciones de Aira en las que afirmaba que en España sólo se leían sus libros por pedantería. Entonces, ¿también él es un pedante, a pesar de sus intentos desesperados por huir de todo tipo de pedantería? Después de todo, él no sólo oculta lo que escribe, también ha tratado de ocultar siempre lo que lee, y siente un cierto desánimo cuando piensa que es posible que otros escritores crean que no es un buen lector por el simple motivo de que no exhibe todas sus lecturas como si fueran galones. Considera que la lectura es un asunto íntimo, casi como el sexo, que sólo debe airearse en público en situaciones desesperadas.
xxxHace unos años, cuando Miguel publicó Los gatos escaldados, su primer volumen de relatos, se produjo un equívoco similar. Varias personas del mundo literario le dijeron que uno de los cuentos plagiaba de forma descarada los procedimientos narrativos de Roberto Bolaño. No supo cómo decirles que en realidad él había querido escribir una parodia de los relatos de Roberto Bolaño, que no habían entendido nada, así que no se defendió (pensó que la única forma de defenderse exigía un ataque feroz: no sabéis leer). Al parecer nadie detectó el elemento paródico, tal vez porque él, al redactar el cuento, y de forma sistemática, trató de que fuese una parodia sutil, poco evidente, que pareciese un homenaje. De hecho, un joven escritor (aún más joven que él, entonces) publicó en el efímero diario Público una reseña que consistía, básicamente, en una enumeración exhaustiva (y no exenta de mala baba) de los recursos técnicos que su relato copiaba de Bolaño (el presente de indicativo en tercera persona, una inicial para nombrar a los personajes, las oscuras referencias históricas, políticas y esotéricas, la matización constante del discurso, una vanguardia vacía identificada con una forma de locura o de desesperación, las vacilaciones, los largos incisos). En la conclusión, el efímero reseñista afirmaba: «Dado que no se trata de una parodia, esta apropiación flagrante parece a todas luces innecesaria, casi vergonzosa». ¿Y quién eres tú para decidir que no es una parodia, piltrafilla?, pensó entonces. ¿A qué viene ese juicio de intenciones? ¿Y por qué has hablado sólo de una parte del libro, de la que a ti te ha interesado descuartizar? Pero una amiga le comentó poco después, en privado, que el parecido de su relato con los cuentos de Bolaño le había producido también a ella una enorme incomodidad, y un lector, en un acto público en la biblioteca municipal de Alcañiz, alzó la voz durante el turno de preguntas, indignado, para dejar constancia de que le parecía obsceno apropiarse así de los logros de un autor muerto «que no puede defenderse de sus plagiarios». Dos días más tarde, durante la pausa del café, Miguel trató de defenderse ante un compañero de trabajo alegando que «la línea que separa el homenaje de la parodia es muy fina». El compañero de trabajo, cuyo interés por los temas literarios era más bien nulo (precisamente por eso Miguel lo había elegido como destinatario de su frustración, para poner a prueba sus argumentos ante un adversario desprevenido, sin prejuicios) le preguntó de qué línea estaba hablando. ¿A qué línea te refieres? ¿Me estás tomando el pelo? ¿Eso tiene que ver con el libro que has publicado o lo dices en general? (al día siguiente Miguel reprodujo la conversación, tal y como él la recordaba, en su muro de Facebook: veintiséis de sus contactos le dieron al «me gusta», pero no hubo ningún comentario). Por lo demás, el resto de los relatos no provocó la indignación ni la incomodidad de nadie, algo que Miguel entendió como un fracaso. Alguno de ellos apareció, incluso, en una de esas voluminosas antologías que pasan revista de forma periódica al estado famélico y entusiasta del género breve (y que despiertan más rencores que entusiasmos). Había temido que la acusación de plagio contaminase al resto de los cuentos, que empezasen a surgir otras referencias (Bernhard, por supuesto, pero también Beckett, y Borges), pero nadie se molestó en trazar más genealogías. Sus editores lo defendieron y lo animaron a seguir con su «proyecto», aunque a él no le quedó claro entonces si los hermanos estaban del lado de la parodia, del lado del homenaje o (oh, brutal hipocresía) del lado del plagio (no llegaron a manifestar su opinión al respecto). A pesar de todo, Miguel aprendió la lección, o eso creyó, y decidió desterrar la parodia de su obra posterior. No el humor, eso le habría resultado imposible, pero sí la parodia, al menos la parodia literaria. En su siguiente libro (que fue otro volumen de relatos) trató por todos los medios de crear historias lineales, con una prosa descriptiva y aséptica que fuese invulnerable a interpretaciones maliciosas. Dicho de otro modo: esquivó como pudo cualquier tentación de estilo. Cuando creía que un personaje hacía o decía algo ingenioso, otro de los personajes reía para que el lector supiera que había llegado el momento de reír. Como en las telecomedias de su infancia. El propio tejido dialógico del texto como coro, como risa enlatada, como señal. Adoptó un nuevo lema: sé transparente en la ambigüedad. Ese segundo libro, El aplauso del regidor, apareció tres años después del primero y recibió unas pocas críticas positivas en las que se valoraba que hubiera iniciado por fin «la búsqueda de una voz propia, sin el lastre de las influencias de sus relatos anteriores». A pesar de la condescencia bienintencionada de ese puñado de reseñistas, el libro apenas tuvo éxito. De hecho, se vendió algo menos que el primero. Miguel decidió regresar al humor abierto, loco y oculto al mismo tiempo, su hábitat natural, un género en el que se sentía cómodo, aunque decidió que trataría de seguir evitando, dentro de lo posible, la subversión de modelos externos. Por eso para su tercer libro, su primera novela, se centró en él, en su experiencia, en su infancia y su juventud patéticas, para construir la sátira distorsionada e inverosímil. El paso a la novela, por otra parte, le pareció parte de una evolución natural hacia la visibilidad y la exposición. Decidió que la novela, un género más maleable, más individual, desharía los nudos de las lecturas anquilosadas de la tradición cuentística. Es posible que, en el fondo, tuviera también la esperanza de vender más de trescientos ejemplares. Hizo, o cree haber hecho, una parodia, sí, pero una parodia de su vida, plagada de momentos de comicidad que, al parecer, nadie logra percibir. Por desgracia, no le ha contado a nadie su intención, y nadie le ha ayudado a revisar los sucesivos borradores. Ahora se pregunta si la confianza en una persona que no estuviera dentro de su cabeza habría cambiado en algo todo lo que le está sucediendo.
xxxLa editorial ha planificado una breve gira de presentaciones en público, siete actos en diversas ciudades españolas que Miguel decide aprovechar para liquidar el malentendido. Propone a los editores comenzar cada presentación con la lectura de un capítulo de la novela. Está seguro de que si elige el fragmento adecuado, y si lo escenifica de forma correcta, todos  los espectadores se darán cuenta de la confusión. Reirán con él, y el tiempo se ocupará del resto. El payaso quedará como lo que es, un eslabón de la gran tradición cómica española. Tiene la sensación de que la risa de quince o veinte personas (puede que incluso de una sola) será suficiente para desactivar la interpretación de la novela como una obra seria, y la llevará de la mano hasta el otro lado, a la orilla hilarante, la orilla aireada y soleada en la que se despliega la vida.
xxxLa primera presentación va a tener lugar en Zaragoza, su ciudad, y Miguel elige el capítulo siete, el capítulo del paraguas. Cuatro folios dignos, en opinión de su autor, de uno de esos antiguos cortos de los grandes cómicos del cine mudo: Chaplin, Buster Keaton, Harold Lloyd, tod la tradición del slapstick. Golpes, personajes que entran y salen del escenario a velocidad frenética, el rostro impasible del protagonista, una cierta belleza cinética, un objeto que focaliza la acción y baila entre los personajes. Por no hablar de las gambas del estampado del paraguas. Lo lee una y otra vez frente a un espejo. Se graba leyéndolo. Cuando se escucha, se muere de risa. Le rechinan los dientes, le tiemblan las manos, parpadea de forma incontrolada. Cree que en ese capítulo la comicidad resulta lo bastante corpórea y trepidante como para desbaratar cualquier tentación metafísica.
xxxDos días antes de la primera presentación, el tres de octubre, responde por correo electrónico a una entrevista para una revista digital. Él preferiría no responder a entrevistas (como preferiría no presentar sus libros), pero sus editores insisten en que es la única forma de dar visibilidad a la oferta de las pequeñas editoriales. El resto, confiesan, resulta imprevisible y queda a merced del boca a boca y del azar. ¿Cómo crees que comenzó el fenómeno de Apenas nunca nada?, le reprocha uno de ellos, el hermano mayor, en uno de sus mensajes colectivos. Pues porque Álvaro se recorrió media España, durmiendo en hostales, y presentó su libro en librerías vacías, y fue simpático y amable con los libreros, y nunca dijo que no a una entrevista, y siempre, en cada acto, en cada charla con un periodista, dio todo lo que tenía, fue a muerte, se lo jugó todo. Ahí tienes los resultados (Apenas nunca nada, de Álvaro Sanz, es el gran éxito de la editorial, o más bien su único éxito, al menos en cuanto a las cifras de ventas). Miguel, sobra decirlo, nunca ha entendido la literatura como una carrera, ni como un proyecto, menos aún como un sacrificio o una inversión. Piensa en Álvaro Sanz viajando de capital de provincias en capital de provincias con su Seat Málaga y le entran náuseas. Donde hay que darlo todo es en el texto, piensa, con rabia, no en una librería de Lugo.
xxxCondicionado por la reprimenda velada de sus editores, responde a las preguntas de la entrevista con un discurso político para el que crea un personaje resentido, furibundo. Afirma, por ejemplo, que «uno de los objetivos del sistema es acabar con la riqueza semántica de las obras de arte y obligar al artista a que tome posición en relación con su producción». Se lamenta de que, en el caso concreto de la literatura, «lectores y escritores acaban encerrados en un mismo gueto de sentido, cuando lo sano sería que los lectores fuesen los vigilantes del campo de concentración y los escritores sus perros de presa». También asegura que le dan «asco los escritores autoritarios que ordenan al lector dónde tiene que situarse, en qué rincón tiene que posar para la fotografía». En cuanto a su novela, se limita a responder que para él «El payaso es, ante todo, un canto a la rebeldía colectiva frente a la violencia institucional». Relee la entrevista y no sabe si está satisfecho con el resultado. Mientras respondía creía que se estaba burlando de todo, y que cualquier lector inteligente se daría cuenta enseguida, pero ya no lo tiene tan claro. A pesar de todo, la envía.
xxxEl cinco de octubre llega al centro comercial una hora antes de la presentación y entra en el espacio donde tienen lugar distintos tipos de actos: ruedas de prensa, proyecciones de películas, talleres tecnológicos, actividades infantiles. A la entrada han dispuesto una mesa con varias pilas de ejemplares de su novela. Los cuenta: cuarenta y nueve. ¿Dónde está el que falta?, piensa. ¿Ya se habrá vendido uno? ¿A quién? Le cuesta creer que hayan pedido cuarenta y nueve ejemplares, tienen que haber pedido cincuenta, falta uno. La sala también acoge exposiciones temporales. Mientras espera a que llegue el encargado de comunicación de la tienda (con el que ha concertado una cita para preparar el acto), recorre las paredes y trata de descifrar la intención de las fotografías expuestas. Se tarta de imágenes colocadas de dos en dos. En la de la izquierda siempre hay una chica muy joven que sonríe a la cámara, de pie, retratada de cuerpo entero, y en la derecha primeros planos de caras de mujeres con señales visibles de violencia: ojos morados, cicatrices, frentes recién cerradas con puntos de sutura o de aproximación, incluso deformaciones provocadas, imagina, por quemaduras o por ácido. Tarda en darse cuenta de que las camisetas de todas las adolescentes de la izquierda incluyen algún tipo de mensaje en inglés: «I will only marry a bad boy», «No pants are the best pants», «Trophey», «I need a hero», «Born to wear diamonds». Las fotografías de la izquierda, luminosas y llenas de color, parecen sacadas de un catálogo de moda o del suplemento de tendencias de un periódico; las de la izquierda, en blanco y negro, con mucho grano, parecen pruebas forenses destinadas a los archivos policiales. Cuando llega el encargado de la sala, Miguel ve que lleva en la mano un ejemplar de El payaso. Otro enigma descifrado, piensa.
xxxEl encargado de la sala se llama Alberto. Es eficiente y no pierde tiempo en preliminares absurdos. Le pregunta dónde va a leer, cuántas personas se van a sentar en torno a la mesa, si los editores querrán decir unas palabras (los editores no pueden venir, los tres son funcionarios pero trabajan por las tardes). Hacen una prueba de sonido, y Alberto coloca dos botellines de agua en la mesa, junto a dos vasos boca abajo. En cinco minutos está todo preparado. ¿Salimos un rato a la calle?, propone entonces. Queda más de media hora. Miguel dice que ha quedado con la persona que va a presentar el libro, un profesor de la facultad, pero que el profesor le ha enviado un mensaje para decirle que va a llegar un poco más tarde de lo previsto. Podemos salir, sí, si llega y no nos ve ya me llamará. Mientras toman una cerveza en un bar cercano, Alberto felicita a Miguel por el libro. Miguel le dice que prefiere no hablar de eso ahora, le dice que ya está cansado de hablar de su libro. ¡Aún no he empezado y ya estoy harto! Los dos ríen, y Miguel siente un alivio enorme ante esa carcajada compartida.
xxxCuando regresan a la sala, ya hay diez o quince personas sentadas. Otras, repartidas por la sala, hojean la novela en la entrada, observan las fotografías o dudan dónde sentarse. En medio del pasillo que separa los dos grupos de sillas, una mujer mira a ambos lados desconcertada, como si buscara a alguien. Ahí está mi madre, dice Miguel. Se acerca, le pasa una mano por la espalda y le da un beso en la mejilla. Alberto ha reservado un sitio en primera fila para la madre del autor. Se lo señala y la acompaña.
xxxAparece por fin el presentador del libro, que se disculpa por la demora. tenía tutorías, dice. Pensaba que no vendría nadie, pero ha aparecido una alumna que no estaba de acuerdo con la nota de un trabajo. Ya sabéis cómo es eso, dice, a veces es difícil hacerle entender a alguien que no tiene absolutamente ningún talento.
xxxLa sala se va llenando. Miguel saluda a algunos familiares, a compañeros de trabajo. No quedan sitios libres y la gente que entra se coloca al fondo, en torno a la mesa de mezclas. Miguel ya no puede acercarse a hablar con todo el mundo, se limita a saludar con la mano a los que entran y a sonreír encogiéndose de hombros, como si tantas muestras de cariño lo abrumasen. Se da cuenta de que no detecta ninguna señal de anticipación, de expectativa. La gente conversa, ajena a él. Él mismo se siente liviano, despreocupado, tal vez por efecto de la cerveza. Vaya éxito, le dice Alberto. Esto no es nada, responde Miguel. Ya verás en Soria. Los dos vuelven a reír.
xxxA las ocho en punto sube al estrado y empieza a leer sin ningún preámbulo. El murmullo de voces se apaga poco a poco. El encargado de comunicación ha preparado un atril con una copia impresa del texto (Miguel prefiere no leer directamente del libro, para no perderse, para tener las manos libres). Trata de no pensar, se limita a encarnar el deadpan, vestido de negro, lee sin levantar la vista de los folios, el texto fluye, se reconoce, consigue no reír, a pesar de la tentación y de la angustia, a pesar de las gambas. Cuando llega al final del primer folio respira, agobiado por el silencio. Levanta la vista para mirar al público, pero los focos lo deslumbran y sólo distingue bultos inmóviles. Los únicos rostros definidos son los de la primera fila. Mira a su madre. Petrificada, un poco encogida, con las manos juntas sobre el regazo, la mujer lo mira también a él. Miguel le sonríe y se da cuenta de que está llorando.

 

 

 

Serrano Larraz, Miguel. Réplica. Barcelona; Ed. Candaya, 2017.

 

LAS NADAS Y LAS NOCHES

 

De CA(Z)A

xxxxx24

y yo aquí
cayendo sobre mí
o asustando a los niños
o asustando a los perros
Ensordecedora
O yo afueraxxxxxxxxxxxcorriendo
arrancando la grama
las flores las hojas
corriendo
amarga Por los terrenos
lejos
por las últimas ramas
altísima de los pájaros
yéndome

 

 

 

 

De SENTIDO AROMA

DIMINUTA

la mano se cierra sobre la semilla:
su única posesión

x
pero esa forma diminuta
no podrá crecer allí

x
será necesario
arrojarla
a la oscuridad
de la tierra

x
para que
solitaria
y deshecha

x
germine su vida

 

 

 

 

ADORNO

una niña adorna con su cabeza

la pequeña flor muerta

 

 

 

 

PROMESAS

amable sepultura a los pies
de nuestros pies

x
no nos dejaste siquiera
mirar hacia arriba

x
no nos dejaste siquiera
saber

x
si a lo lejos vendrían
al fin

x
las lluvias
prometidas

 

 

 

 

LLUVIA NUEVA

vierto
otra vez
el agua
en el cuenco

x
y

x
algunas gotas
de lluvia nueva

x
tornan
distintas
la mano
y la sed

 

 

 

 

De INMÓVIL

xxxxx8

la rosa

x
tiene

x
vértigo

x
de la quietud:

x
el lento

x
trabajo

x
de morir

 

 

 

 

De EL ETERNO APRENDIZ

ASCESIS

Noche:
¿Serás la falta de sentido
o serás la falta de imaginación?

¿Serás Noche
la sombra colgante?

¿Serás la prueba del fracaso de la luz?

x
¿O serás Noche
el largo
gran
expectante
deseo del día
su ascesis
su renuncia
o su inmerecimiento?

 

 

 

 

De RESPLANDOR

VIDA Y MUERTE

La gota

encuentra

en el agua

x

x
su vida

x

x

x

x
y su muerte

 

 

 

Álvarez, María Auxiliadora. Las nadas y las noches. Barcelona; Ed. Candaya, 2009.

 

DESPUÉS DE LA PRESENTACIÓN DE ‘CRÍMENES DEL FUTURO’ EN MURCIA

Es un lujo ver algo como lo que sucedió ayer en una ciudad como Murcia. Que, un viernes, algunos nos tuviéramos que quedar fuera de una librería por la presentación de un libro, nos parece un milagro a unos cuantos.

Con nada de suerte que tengan, la librería ‘Colette leTRAs y TRAgos‘ puede convertirse en un lugar cultural de referencia en esta ciudad.

Pues eso, que ayer se presentaba ‘Crímenes del futuro’ de Juan Soto Ivars, que estuvo acompañado en la presentación por Leonardo Cano y por Miguel Ángel Hernández Navarro, que jugaron, discutieron y teorizaron a partir del texto que la editorial publicó para esta presentación: «En un mundo preapocalíptico al borde del cataclismo social y moral, tres mu­jeres atormentadas luchan por sobrevivir y ser dueñas de su propio destino. Julia, Margarita y Pálida son las protagonistas de Crímenes del futuro, una fábula de inquietantes signos proféticos, en la que España se parece más a los turbulentos y miserables años 40 que a lo que desearíamos que fuera el siglo XXI.
Los estados han desaparecido y las multinacionales del Ente gestionan im­placables la vida pública. La única ley vigente es la financiera, los precios de los alimentos se disparan sin control y las ciudades se convierten en arrabales separados por alambradas donde empieza a gestarse una desesperada revolu­ción, opacada por las pasiones más turbias.
Con la osadía y lucidez que le caracteriza, Juan Soto Ivars continúa enfrentan­do a los lectores a situaciones límite y a dilemas éticos esenciales (la búsque­da de la felicidad, las utopías liberadoras, la épica de la supervivencia, la lu­cha de clases, las relaciones de poder, el culto a la imagen…), lo que convierte a Crímenes del futuro en un libro imprescindible para seguir indagando en las contradicciones de la posmodernidad y en la sinrazón de nuestro tiempo.»

 

 

 

 

Luego, ya saben, las cervezas obligatorias por la sed que dan estas cosas, y unas maravillosas horas de conversación sobre Javier Gutiérrez o Alberto Olmos, Francisco Brines o José María Fonollosa.
Y a esperar a la próxima, porque fue un absoluto gustazo.

 

HOY SE PRESENTA ‘CRÍMENES DEL FUTURO’, DE JUAN SOTO IVARS, EN MURCIA

La que se puede convertir en una de las novelas de la temporada, se presenta esta tarde en Murcia.

 

 

Si les apetece, allí nos vemos.

 

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O – Z

 

Oblicuo. Ella pensaba que él sería rico y famoso. Él es pobre y desconocido. Ella piensa que él la ha engañado.

 

 

 

 

Olvídate del cuento de la lechera: ¡ya no te quedan cántaros!

 

 

 

 

Opones la ironía a las balas. Así te va.

 

 

 

 

Piensas cuál elegirías, como si tuvieras alguna elección.

 

 

 

 

Porque te acostumbres no deja de doler.

 

 

 

 

Prestigias las editoriales a las que llevas a la quiebra.

 

 

 

 

Puente de plata. El amigo huye. El enemigo, en casa.

 

 

 

 

¿Qué clase de elección es aquella en que no te dan todas las posibilidades?

 

 

 

 

Querías ser reina o zángano, y no has pasado de obrera.

 

 

 

 

Reconoces a un desgraciado en cuanto te ves.

 

 

 

 

Salvador Dalí, Ernesto Sábato y Vincent van Gogh tuvieron hermanos, con su mismo nombre, muertos antes de su nacimiento. Estremece evocar a los niños Salvador, Ernesto y Vincent visitando la tumba de los niños Salvador, Ernesto y Vincent.

 

 

 

 

Se canta por las grietas.

 

 

 

 

Ser extranjero es para siempre.

 

 

 

 

Siempre hay una manera más sencilla de decirlo, pero no es sencillo encontrarla.

 

 

 

 

Solo te quedan las ocasiones perdidas.

 

 

 

 

Sorprende que algunos te desdeñen por lo que otros te admiran.

 

 

 

 

Te ha transformado en lo que eres, y ahora no le gusta el resultado.

 

 

 

 

«Tu poesía es breve, pero buena.» ¿Pero?

 

 

 

 

Ya es la hora. Ponte la máscara y sal a escena.

 

 

 

Vitale, Carlos. Duermevela. Barcelona; Ed. Candaya, 2017.

 

DESCORTESÍA DEL SUICIDA

 

DESCORTESÍA DEL SUICIDA

En la estación de Can Boixeres una mujer protestaba por la detención de los trenes. En la estación de Sants un hombre se había arrojado a las vías. En la estación de Can Boixeres una mujer protestaba por los constantes suicidios en las horas de máxima afluencia de público.

 

 

 

 

ES CURIOSO

Curiosamente, todo imbécil tiene alguien que lo ama, que, curiosamente, no siempre es imbécil.

 

 

 

 

CAMALEÓN

Sin duda, nuestra vecina de arriba tiene un amplio gusto musical. Este eclecticismo que, en otras circunstancias, podría considerarse extremadamente positivo, en realidad no lo es, ya que se limita a amoldarse a las aficiones de los sucesivos y variados novios que su indiscutible belleza le permite. Por fortuna, su repertorio es, así, muy heterogéneo y no excluye algunas épocas y autores de nuestro agrado, si bien no podemos de ninguna manera aprobar una cierta tendencia a reservar sus mejores piezas para altas horas de la noche.

 

 

 

 

DEMASÍA

¿Cómo es posible que todos los años hayan sido el peor año de mi vida?

 

 

 

 

BORGES Y YO

La primera vez que vi a Jorge Luis Borges fue en el año 1971, en Buenos Aires. Se trataba de un homenaje a Dostoievski en el ciento cincuenta aniversario de su nacimiento. Estaban, entre otros, la escritora Marta Lynch y el embajador de la Unión Soviética. Cuando le tocó su turno, Borges empezó diciendo que a él no le interesaba Dostoievski sino Dante, de modo que hablaría de Dante. Para horror del embajador y regocijo del auditorio.

 

 

 

 

DIPLOMACIA

No teníamos dónde caernos muertos. Nos habían invitado a cenar en casa de un editor y llevamos, con gran sacrificio de nuestro magro bolsillo, una botella de vino. Al verla, el editor dijo con una sonrisa: «¡Qué bien, es justamente la marca que compramos nosotros cuando no queremos gastar mucho!».

 

 

 

 

MOEBIUS

A los once años comprendí que nunca sería un gran pintor. A los catorce, que nunca sería un gran futbolista. A partir de entonces he estado abierto a toda clase de decepciones.

 

 

 

 

TELÉFONO

Cada vez que estoy a punto de entrar o acabo de salir de casa me parece que suena el teléfono. Sin embargo, basta que abra la puerta para que inmediatamente deje de sonar. Sólo me llaman cuando no estoy.

 

 

 

 

METEOROLOGÍA

¿Dónde se ocultan en invierno las mujeres de la primavera?

 

 

 

 

LA SONRISA DE DRÁCULA

El candidato sonríe a los desmemoriados.

 

 

 

 

EL TIEMPO DETENIDO

En el reloj de la esquina del correo son siempre las doce. A veces es demasiado temprano y a veces demasiado tarde.

 

 

 

Vitale, Carlos. Descortesía del suicida. Barcelona; Ed. Candaya, 2008.

 

UNIDAD DE LUGAR

 

UNIDAD DE LUGAR

Nada ha cambiado

Sólo el sitio
en que mi cuerpo cae

 

 

 

 

FÁBULA FUE

Fábula fue

Como oculto fue el misterio de esa boca

La desierta edad de los sentidos
invoca su razón

Pero no basta

Nada basta al que espera una palabra

Lengua de destrucción

Cuerpo del mundo
que apenas comprendo

 

 

 

 

CORONACIÓN

Sentada en una silla
que la sobrevivirá
la mujer observa
los patios interiores

Círculos inquietan
la superficie del agua

El balcón es un mundo
ínfimo y seguro
y ella fija en ella
la mirada infinita

La soledad no reconoce límites

 

 

 

 

MI VECINO CENA BAJO LA GRAN LÁMPARA

Cena solo bajo la gran lámpara.
Mucha luz y poca compañía.

 

 

 

 

VUELA MÁS UN OJO

Con un ojo invento pájaros
que con los dos no puedo hacer volar.

 

 

 

 

CASTILLA EN RUTA

Ocre metafísica.

 

 

 

 

ENTRE MAR DEL PLATA Y BUENOS AIRES

Cuando el tren
atraviesa la noche
poco importa
país o destino.

 

 

 

 

LA NOCHE ES EL DÍA

Poblado
de noches
el día
insomne.

 

 

 

 

AJUSTE DE CUENTAS

He tenido mi parte
de nada.

 

 

 

 

TIRANÍA DE LOS ESPEJOS

Todas las mujeres que he imaginado tenían tu rostro.
Todas eran tú a su manera.
También yo era tú a mi manera.

 

 

 

Vitale, Carlos. Unidad de lugar. Barcelona; Ed. Candaya, 2004.

 

DESPUÉS DE LA VISITA DE CANDAYA Y BANDA LEGENDARIA A MURCIA

Qué auténtico gustazo la tarde/noche de ayer.

Siempre es un auténtico placer recibir la visita de los responsables de la editorial Candaya en Murcia. Su saber hacer, el trabajo que dedican a cada uno de los libros que editan y el amor hacia la palabra, consigue que quererlos sea sencillísimo. Aunque la excesiva exposición de teoría filosófica, literaria y de la imaginería que utiliza el autor hizo que la presentación se me hiciera algo pesada, no es menos cierto que tanto el planteamiento como algunas de las pinceladas que contó Álex Chico sobre cómo la había llevado a cabo, consiguió que me picara la curiosidad, así que en cuanto pueda intentaré hacerme con la novela.

 

 

 

 

 

La presentación de la revista 21veintiúnversos, así como de las ediciones que lleva a cabo la editorial Banda Legendaria, fueron de las que hacen uno vuelva a casa con las baterías cargadas para varios días.
La revista 21veintiúnversos es, sencillamente, genial; la mezcla de nombres y diseño es absolutamente maravillosa. Pero es que las otras dos colecciones que tienen, además de la revista, es para hacerse con ellas sin pensárselo.
Ojalá se les pudiera ver por Murcia con más asiduidad.

 

 

Y luego, ya saben: unas cervezas, que estas cosas dan mucha sed, y hablar de amigos comunes. Y, lo repito: ojalá se repitieran estas noches con algo más de frecuencia.

 

 

CANDAYA Y BANDA LEGENDARIA EN MURCIA

Esta tarde, como ocurre pocas veces en Murcia, hay dos oportunidades de lujo de sentir cómo la literatura con mayúsculas pasa por esta ciudad orgullosa de ser tan paleta la mayoría de los días.

 

A las 7 y media de la tarde se presenta la nueva novela publicada por la catalana editorial Candaya, ‘Un final para Benjamin Walter’, de Álex Chico. La presentación correrá a cargo del autor, que estará acompañado de Miguel Ángel Hernández Navarro.

 

 

 

Y a las 9 y media se presentará la revista 21veintiúnversos, presentada por Juan Pablo Zapater y Víctor Segrelles.

 

 

H – N

 

Hacer dos cosas a la vez: por ejemplo, quemar la comida y hablar por teléfono.

 

 

 

 

Horror de ser y de no ser.

 

 

 

 

Hybris. Un año después de mi muerte, un desconocido lee, en alguna parte, un libro mío.

 

 

 

 

Ilustres parásitos.

 

 

 

 

Insistes, insistes, y al final consigues lo que no querías.

 

 

 

 

Instantes que son vidas.

 

 

 

 

Inventario de yerros pendientes.

 

 

 

 

Jornaleros y señoritos de la traducción.

 

 

 

 

La gran preocupación de los alumnos del máster de literatura: ¿cómo conseguir padrinos para publicar los libros que aún no han escrito?

 

 

 

 

Las pesadillas, al despertar.

 

 

 

 

Leo en público un poema ajeno. Sin querer, le añado una palabra. No me atrevo a mirar si lo he mejorado o destruido.

 

 

 

 

Libreta y bolígrafo: sólo faltan las palabras.

 

 

 

 

Lo creías mejor que tú, ¡qué decepción!

 

 

 

 

Los de mi cuerda, y la mayoría.

 

 

 

 

Llevas tanto tiempo aquí que te has vuelto invisible.

 

 

 

 

Mal lugar para quejarse, pero la queja era apropiada.

 

 

 

 

Más celos que deseo.

 

 

 

 

Miras, vestidas, a mujeres a las que no mirarías desnudas.

 

 

 

 

Mujeres que suscitan unanimidad.

 

 

 

 

Nada peor que el fuego amigo.

 

 

 

 

No crees en Dios y esperas un milagro.

 

 

 

 

No es que caigan siempre de pie, es que no caen.

 

 

 

 

No son tontos: abominan de su clase social, pero no renuncian a sus privilegios.

 

 

 

 

Novela negra para impacientes. Soborno. Bajos fondos. Tiroteo. Muerte. Sirenas. Revuelo. Policía. Soborno. No hay testigos. Pistas falsas. Investigación. Soplo. Huida. Arresto. Soborno. El inductor cruza la frontera.

 

 

 

 

Nuevos ojos para viejas obras. Nuevas obras.

 

 

 

Vitale, Carlos. Duermevela. Barcelona; Ed. Candaya, 2017.

 

D – E – F

noviembre 16, 2017 Deja un comentario

 

De tanto escuchar su propia voz se persuadió de que no había otras voces.

 

 

 

 

Del sueño a la pesadilla hay un paso, de la pesadilla al sueño hay un muro.

 

 

 

 

Demoliciones. A fuerza de esperar un golpe de suerte, tienes la cara llena de moratones.

 

 

 

 

¿Desde qué lugar veías mi dolor? Sé desde qué lugar veía el tuyo.

 

 

 

 

Dicen que no hablas, pero no dicen que si hablas no te responden.

 

 

 

 

Dices de verdad lo que otros dicen de mentira y pasas por mentiroso.

 

 

 

 

«Dios aprieta pero no ahorca»: disfruta de la larga agonía.

 

 

 

 

Echas la vista atrás y ves tu futuro.

 

 

 

 

El silencio como una de las bellas artes.

 

 

 

 

En cada alegría, un zarpazo.

 

 

 

 

¡Es increíble cómo todo el mundo te ayuda a hacer lo que no quieres!

 

 

 

 

Es paradójico que piensen que te has malogrado porque no has alcanzado las metas que ellos habrían deseado que alcanzaras.

 

 

 

 

¿Evitar un suicidio es salvaguardar una vida?

 

 

 

 

Fraternidad. 1. Más caro que una francesa; 2. Engañar como a un chino; 3. Fumar como un turco; 4. Beber como un cosaco; 5. Despedirse a la francesa; 6. Entrar a la portuguesa; 7. Peste española; 8. Mal francés; 9. Hacerse el sueco…

 

 

 

 

Fraude. «Contigo pan y cebolla…»

 

 

 

Vitale, Carlos. Duermevela. Barcelona; Ed. Candaya, 2017.

 

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